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La presente traducción ha sido llevada a cabo sin

ánimos de lucro, de fans para fans. Nuestro único fin


es propiciar la lectura de aquellas obras en inglés que
no son traducidos de manera oficial al español.
El staff de Bookworm Books apoya a los escritores en
su trabajo, incentivando la compra de los libros
originales si estos llegan a los países de habla hispana.
Todos los personajes y situaciones recreados
pertenecen al autor.
Queda totalmente prohibida la comercialización del
presente documento.
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Créditos
MODERACIÓN, CORRECCIÓN Y REVISIÓN
Cat J. B

TRADUCCIÓN
Cat J. B
Coral Black
Elizabeth.d13
katherin
Lobeth
Walezuca

DISEÑO
Elizabeth.d13
Sinopsis
¿Un juego de verdad o reto arruinará su amistad... o la transformará
en algo más?
Lena nunca ha besado a un chico por otra cosa que no sea por
diversión. Así que cuando un reto resulta en besar a su mejor amigo,
Ian, no espera que eso encienda fuegos artificiales en su interior.
¿El problema?
Ian quiere recuperar a su exnovia. Y para hacer eso, reta a Lena a que
se convierta en su novia falsa para recordarle a su ex de lo que está
perdiendo.
Pero están fingiendo todo, ¿cierto?
Excepto que mientras más se extiende el reto, más se enamora Lena de
Ian. Un chico que la hace reír, la alienta en el campo de soccer y... hace
que besar de verdad no le dé tanto miedo.
¿Esta relación falsa arruinará para siempre su amistad? ¿O la llevará al
siguiente nivel?
Uno
¿Conoces a ese chico en el instituto? ¿Bajo y un poco gordito? ¿Que
todavía podría pasar por un chico de séptimo grado?
Todos se van de vacaciones de verano al final del segundo año de
instituto, y él saluda con la mano como despedida.
¿Después te chocas con él el primer día de clases, y ni siquiera lo
reconoces?
Ese era Ian.
Era prácticamente mi mejor amigo, especialmente durante la
temporada de soccer.
Y el primer día de tercer año, yo había sido la chica que se había
chocado con él y prácticamente había escupido mi café helado porque
no podía creer lo ridículamente guapo que se había vuelto en los
últimos tres meses.
Increíble lo que un verano de dormir hasta tarde y hacer ejercicio
podía hacerle a un chico.
Por supuesto, las chicas de la escuela inmediatamente se habían
fijado en él, no podían tener suficiente de él. Todavía no estaba segura
de cómo se había mantenido soltero todo el año pasado.
Pero a pesar de lo sexy que era de repente, nosotros dos habíamos
seguido siendo solo amigos. No estaba segura de que pudiera verlo
como algo más que eso. Quizás la imagen de la versión bajita y
gordita de él estaba demasiado arraigada en mi cabeza.
O quizás nunca arriesgaría la amistad increíble y única que
teníamos. No valía la pena.
En cualquier otro caso, habría sido la primera en mi grupo de
mejores amigas en besar a un chico lindo solo por diversión, pero
incluso yo tazaba la línea cuando se traba de Ian.
Así que cuando llegó la temporada de soccer el último año de
instituto, él seguía siendo uno de mis amigos más cercanos.
Durante el viaje en autobús del primer partido de soccer de la
temporada fuera de la ciudad, nos sentamos juntos.
Esta era mi época favorita del año porque significaba partidos de
los equipos de chicas y de chicos todos los viernes por la noche. Luego
comíamos afuera y pasábamos un buen rato, sin importar si
perdíamos o ganábamos.
Pero si ganábamos, estaba asegurado que pasarían cosas locas,
generalmente iniciadas por mí con un Ian dudoso mirando cerca.
Ese era el caso esta noche.
Habíamos aplastado a nuestros oponentes esta noche, limpiamos el
suelo con ellos, y se sentía increíble.
Nada como el subidón de la victoria, tus músculos todavía
calientes, el sudor empapando tu camiseta.
Me uní a los chicos y las chicas que gritaban en el autobús y
comencé mi cántico favorito. G-R-I-T-E-N, G-R-I-T-E-N, TODOS
GRITEN. ¡VAMOS, WESTWOOD, SÍ, SÍ, VAMOS, WESTWWOD!
Cuando todos estaban siendo agradables y chillones y el
entrenador se cubrió los oídos con su portapapeles, supe que mi
trabajo estaba hecho.
Con una sonrisa gigantesca, me senté y me giré hacia Ian.
Sacudió la cabeza y se puso sus auriculares.
—Te encanta hacer que el equipo se ponga como loco —dijo.
Tomé eso como un cumplido.
—Pues gracias.
Me incliné hacia delante así mis rodillas descansaban en el asiento
frente a mí.
Ian se sacó los auriculares.
—Aunque tengo que decir que esos dos goles que metiste esta
noche fueron bastante impresionantes. Especialmente ese en los
últimos cinco minutos del partido. Tenías a todos los del equipo de
chicos volviéndose locos. Estoy casi seguro de que Chris se hizo pis en
los pantalones.
Me largué a reír.
—¿Y tú? ¿Te estabas volviendo loco?
Ian resopló.
—¿Estás de broma? Yo solo estaba tratando de asegurarme de que
nadie terminara con una conmoción cerebral o algo.
Había sido un partido bastante bueno. Definitivamente el mejor
hasta el momento. No podía esperar a ver qué nos esperaba en el resto
de la temporada.
—Tú jugaste bastante bien también —dije—. ¿Cuántos goles
atajaste? ¿Al menos cinco?
Ian era el arquero este año ya que el arquero del año pasado se
había graduado en la primavera. Además de su altura de más de un
metro ochenta, él había sido prácticamente elegido para el puesto
desde el principio, aunque el entrenador del equipo de chicos apenas
lo hubiese mirado dos veces el año pasado.
Entonces Ian generalmente estaba sentado en el banquillo,
esperando poder jugar un poco, pero me alegraba que finalmente
estuviese teniendo su momento de brillar.
Era bastante evidente que había trabajado muy duro durante el
verano.
Había pasado de suplente a jugar desde el inicio en cada partido, y
se lo merecía. Los chicos estaban de camino a tener una gran
temporada gracias a él.
Saqué mi teléfono y toqué el ícono de la cámara. Luego hice una
cara loca sacando la lengua, inclinando la cabeza a un costado así se
veía Ian.
Justo cuando saqué la foto, él vio lo que estaba haciendo y sonrió.
Sus dientes perfectamente blancos, una gran diferencia de los aparatos
que usó hasta primer año, instantáneamente hicieron que la foto fuese
genial para Instagram. Sin siquiera contar su cabello rubio oscuro
despeinado y su manzana de Adán claramente visible.
¿Qué era lo que hacía que la manzana de Adán de un chico me
volviera loca? No tenía idea.
Publiqué la foto y se la mostré a Ian. Sonrió y alzó los pulgares en
aprobación. Luego me ofreció un auricular.
A Ian le encantaba la música, y tenía listas de reproducción
específicas que escuchaba antes de un partido. Yo me había
acostumbrado a escucharlas con él desde el año pasado, y realmente
había hecho una diferencia en cómo jugaba. Además él tenía muy
buen gusto en música.
Después de unos minutos, nos desconectamos con el ritmo de las
canciones. Ian miraba fijamente por la ventana hacia el cielo de la
noche, y yo revisaba mis notificaciones de Instagram. Mi foto ya tenía
más de veinte me gustas, incluyendo de las #BFF.
Luego mi teléfono sonó con un mensaje.
Tori: Él es lindo. ¿El chico #pordiversión más reciente?
Sacudí la cabeza y sonreí.
Lena: De ninguna manera. Ese es Ian.
Tori: ¿ESE ES IAN? Luce diferente de lo que recuerdo.
Harper: Concuerdo con lo de que es sexy.
Rey: ^
Ella: Tiene una sonrisa muy linda.
Tori: Y su cabello…
Lena: ¿Qué puedo decir? El estirón. Lol. Pero en serio, sí que se volvió
guapo. Aunque solo somos amigos.
Me llegó el sonido de otro mensaje, pero me di cuenta de que era el
teléfono de Ian.
Lo miré, y alzó su teléfono, con una sonrisa torcida en el rostro.
—Lo siento. Es Bethany.
—Toma —dije, devolviéndole su auricular. Luego me alejé solo un
poco.
Bethany era la novia de Ian desde hacía dos meses. Básicamente
desde la primera semana de clases. Ella había sido la que había tenido
éxito en atraparlo, desilusionando a todo el equipo de soccer de
chicas.
Bethany era la típica chica linda de instituto. Piernas largas, cabello
rubio liso debajo de los hombros. Siempre lucía como si estuviera de
camino a una sesión de fotos con una revista.
La mayoría de los chicos se volvían locos por ella, pero yo
secretamente la detestaba. Me contenía de rodar los ojos cuando ella
estaba cerca. Creía que el mundo giraba a su alrededor. Además
apenas aprobaba en la escuela y ni siquiera se molestaba en hacer
actividades extracurriculares. Probablemente por miedo de romperse
una uña.
No tenía idea de qué veía Ian en ella —probablemente solo su
exterior— pero había perdido muchos puntos conmigo cuando me
enteré de que estaban saliendo.
Volví a los mensajes en mi teléfono.
Oh sí. Solo amigos.
Envié otro mensaje.
Lena: Además, tiene novia, chicas. ¿Bethany?
Ella me envió un emoji de expresión en blanco y Tori uno de los
pulgares abajo. Ellas tampoco eran fans de Bethany.
Rey: ¿Y si no tuviera novia? ¿Lo intentarías?...
Esa era una pregunta interesante.
Lo pensé por un segundo, dándole un vistazo rápido a Ian, quien
estaba ocupado mandándole mensajes a Bethany.
Había mucho más en él que su apariencia. Era además un muy
buen tipo.
Pero no.
Lena: Nop. Probablemente sea el único chico al que nunca me atrevería a
besar.
Harper: ¿Ni siquiera por diversión? ;)
Lena: Nah ah. Es muy bueno como amigo. Ni siquiera estoy segura de que
pueda verlo como algo más. Sería raro.
Cierto, extrañaba hablar como solíamos hacerlo, pero eso era todo.
Mis amigas y yo empezamos a hablar de otras cosas, pero mientras
el autobús iba de camino a casa en la noche, no pude sacarme de la
cabeza la pregunta de Rey.
¿Si Bethany no estuviese en su vida, lo intentaría?
Exhalé. No, me recordé a mí misma.
Definitivamente no.
Ian era solo un amigo.
Dos
Para cuando el autobús estacionó en Westwood High, nuestros
planes para el resto de la noche estaban hechos.
Fiesta en casa de uno de los chicos en una hora.
El entrenador fingió no escuchar lo que teníamos en mente para
celebrar y nos recordó el buen trabajo que habíamos hecho.
Mi papá ya estaba esperándome con su camioneta en el
estacionamiento. Mis padres acababan de comprarme un auto propio,
pero en los días de partido, a mi papá todavía le gustaba llevarme a la
escuela, irme a buscar después del partido, y preguntarme cómo
habían ido las cosas de camino a casa.
Después de explicarle jugada a jugada, asintió, y supe que eso
significaba que pensaba que había jugado genial. Ese era su estilo.
A diferencia de mí, era un hombre de pocas palabras, y si
generalmente tenía que decir algo, era para darme indicaciones o
consejos en cómo pasar defensores o cómo debería haber hecho un
tiro mejor.
Él había jugado y sido entrenador por la mayor parte de su vida,
así que era gracias a él que yo jugaba soccer tan bien. Me había estado
enseñando desde que aprendí a caminar. Igual con mis hermanos
mayores y mi hermana. A mis hermanos les encantaba jugar, a mi
hermana no mucho, pero él decía que yo era la que realmente podía
llegar lejos si seguía jugando.
La mayoría de mis hermanos habían sido decentes e incluso
buenos, pero no habían seguido jugando.
Para mí, sin embargo, el soccer lo era todo.
Era la razón principal de que tolerara el instituto y consiguiera
buenas notas. Así podía seguir en el equipo.
Driblar la pelota con mis pies, rodeada del césped verde brillante,
el campo un borrón a mi alrededor, y mi pecho subiendo y bajando
con mis respiraciones aceleradas mientras empujaba mi cuerpo al
máximo para pasar a una defensora y tirar… No había nada más
como eso.
Excepto quizás besar chicos.
Aunque mi papá no sabía eso, así que manteníamos nuestras
conversaciones acerca de soccer.
Llegamos a casa, y dándole las gracias rápido a mi papá, corrí
dentro de la casa.
En cuarenta y cinco minutos, estaba saliendo de mi habitación.
Duchada. El cabello secado con el secador de pelo y alisado. Con mi
conjunto de ropa favorito. Delineador y labial a la moda.
Encontré a mis padres en la sala de estar. Mis hermanos mayores
hacía mucho que se habían mudado, y mi hermana había salido con
sus amigas. Yo también tenía planes para mis viernes por la noche.
Parpándome al lado del televisor, dije:
—Oigan, ¿está bien si voy a una fiesta por unas horas?
Mi papá sacó su mirada de su usual sopa mexicana y la puso en
mí.
—¿A dónde y con quién? —preguntó en español.
Dije algo acerca de pasar el rato con el equipo de soccer y que
habría padres allí, pero ni siquiera estaba segura de la segunda parte.
Él gruñó como respuesta, y supe que eso significaba que sí. Chillé
y le di un abrazo.
Mi mamá no lucía tan feliz al respecto.
—Mándanos un mensaje cuando llegues, Lena. No te olvides. Y
asegúrate de llegar a casa a las once —me amonestó.
Me incliné y le di un beso en la mejilla.
—No me olvidaré. Les mandaré un mensaje cuando llegue allí y
antes de irme. Lo prometo.
Mis padres solían hacer que mis hermanos me hiciesen de
chaperones hasta noveno grado. Luego era mi hermana mayor Maria,
y teníamos que ir a todos lados juntas si queríamos que nos
permitieran hacer algo.
Ahora que ella estaba en la universidad y yo casi tenía dieciocho,
mi mamá y mi papá parecían estar adaptándose a los tiempos
modernos y dejándonos salir sin supervisión. Aunque mis hermanos
varones nunca tuvieron ese problema.
#SerLatina
O quizás mi recién descubierta libertad era debido al hecho de que
era la más joven y mi papá siempre me había dado más libertades en
comparación a ella. Eso es lo que Maria siempre decía.
Aunque Maria decía un montón de cosas.
En quince minutos, estaba en la fiesta. Ya estaba en pleno auge, y
les había mandado un mensaje a las #BFF antes de dejar la casa,
invitándolas a unirse a nosotros.
Mi teléfono vibró mientras entraba. Pero antes de que pudiera
mirarlo, Chris y varios de los chicos del equipo gritaron y vitorearon
cuando me vieron.
—¡Lena! ¡Eres un héroe! —dijo Chris.
Les di una sonrisa deslumbrante y me uní a todos en la sala de
estar.
—¿Dónde está Ian? —le pregunté a Perry.
—No llegó todavía —contestó.
Me pregunté si traería a Bethany con él. Ella generalmente se
aferraba a él como un percebe o algo así.
Sacando mi celular de mi bolsillo trasero, finalmente revisé mis
mensajes.
Uno de Ian. Varios del grupo de las #BFF.
Abrí el mensaje de Ian primero.
Ian: ¿Dónde estás?
Lena: Recién llego a la fiesta. ¿No ibas a venir?
Esperé una respuesta y charlé con algunas de las chicas, pero
después de unos minutos, nada.
Luego recordé leer mis otros mensajes.
Tori: Voy a estar ahí pronto :)
Rey: ¿Va a ser toda gente de los equipos de soccer?
Envió un emoji de mirada de costado después de eso.
Harper: Asumo que está bien si traemos a nuestros novios? :)
Lena: Los novios son bienvenidos <3 y sí, la mayoría es gente de los
equipos de soccer lol pero va a ser muy divertido!
Media hora después, la fiesta estaba muy animada. Música genial,
baile, y muchas risas. Además mi mamá habría estado feliz de saber
que la mamá de Chris aparecía a ratos.
Mis amigas entraron por la puerta, pero Ian todavía no. Quizás
había decidido pasar el rato con Bethany a solas, así que les di mi
atención completa a mis amigas.
Traté de darles la explicación jugada a jugada también, pero era
totalmente incomprensible para ellas.
Después de tratar de explicar la posición adelantada demasiadas
veces, me di por vencida.
—Básicamente, hice dos goles, lo que es increíble —dije.
Rey me miró fijamente en blanco.
—¿Solo dos? ¿Así que cuatro puntos? —intentó.
Me reí por lo bajo.
—No, dos goles. Dos puntos en total. En soccer, eso es un montón.
Creo que estás pensando en básquet, donde cada canasta vale dos
puntos.
Ella asintió.
—Eso es lo que juega Jesse, ¿recuerdas?
Tori hizo un gesto como si estuviera lanzando una pelota.
Rey frunció el ceño y siguió mirándome fijo en blanco.
—No lo entiendo —dijo.
Herper se inclinó hacia ella y susurró fuerte:
—Yo tampoco. Finjo. Solo asiente.
Nos reímos y nos levantamos para buscar otros vasos de nuestras
bebidas.
Vertí gaseosa de naranja en el mío y pasé la botella de dos litros a
las chicas. Luego Ian entró, con las manos en los bolsillos de su
chaqueta.
—Ian —dije—. Viniste.
Lucía extraño, con la mirada baja y la boca fruncida.
—Hola —dijo—. Me estaba preguntando dónde estabas.
Mis amigas miraron de él a mí, y recordé presentarlos.
Ellas saludaron a Ian con la mano o le sonrieron, e Ian les contestó
con un saludo poco entusiasta.
Harper miró a las otras chicas y luego a mí.
—Lena, ¿te esperamos en la sala de estar? —preguntó.
Asentí.
—Seguro.
Las chicas se fueron, dejándonos a Ian y a mí solos en la cocina. La
música seguía siendo bastante fuerte aquí, pero podíamos hablar
bastante normal. Se unió a mí al lado de la encimera.
Estudié su cara. Faltaba su usual sonrisa relajada.
—¿Estás bien?
Exhaló, y nunca había visto sus ojos así. Tristes y medio vacíos.
Hizo que mi pecho se sintiese vacío también.
—Bethany terminó conmigo —dijo en voz baja.
Jadeé.
—¿Qué? ¿Por qué?
Ian se encogió de hombros, y mi corazón se rompió un poco por él,
de solo ver lo devastado que estaba.
—Dijo que yo no había estado pasando suficiente tiempo con ella
con la temporada de soccer, y que quizás quería salir con este chico
universitario de todos modos. Dice que no quiere tener más
“relaciones tontas de instituto”.
Resoplé, sin creer que ella realmente le hubiese dicho todas esas
cosas a Ian.
—Qué imbécil —chillé—. ¿Ya tiene los ojos puestos en otro chico?
—Por supuesto que Bethany haría algo así. Ni siquiera podía decir
que estuviese sorprendida. Puse mi mano sobre la suya—. Ian, eres
demasiado bueno para ella. Lo sabes, ¿cierto?
Se encogió de hombros de nuevo, negándose a mirar a otro lugar
que no fuera la encimera de granito blanco frente a él.
—Me gustaba de verdad, ¿sabes? —Suspiró—. Todavía me gusta.
—Finalmente encontró mi mirada—. ¿Soy un tonto por decir eso?
Me detuve por un segundo, asimilando el dolor en su rostro.
Luego sacudí la cabeza.
—No, para nada.
No dijimos nada, y me di cuenta de que eso era lo único que él
quería decir de todo el asunto, así que le di un abrazo. Apenas me
devolvió el abrazo, pero sabía que no tenía que tomármelo personal.
Este era el motivo por el que prefería besar por diversión y no de
verdad. El riesgo de que te rompieran el corazón no valía la pena. Al
menos no para mí.
Bethany había sido la primera novia real de Ian, y había ido y
pisoteado su corazón antes de tirarlo a la basura.
Parte de mí deseaba poder decirle a esa chica lo que pensaba de
ella, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas, por más bien que se
sintiese ponerla en su lugar.
Luego mi mente volvió a esa publicación de Instagram de ese día.
¿Esa foto de nosotros habría causado todo esto? Mi estómago se
revolvió de la culpa, pero traté de no pensar en eso. Sabía que no
había hecho nada malo. Éramos solo amigos. No era como si hubiese
estado encima de él ni nada por el estilo.
No, si esa foto había afectado su relación entonces Bethany estaba
usándola como una excusa para dejar a Ian.
—Vamos —le dije a Ian—. Olvídate de ella. Divirtámonos esta
noche y saquemos tu cabeza de todo eso. Al menos por un rato. —Una
idea me vino a la mente, y sonreí—. Y sé exactamente qué ayudará
con eso.
Tres
Entramos a la sala de estar, y alcé la voz.
—¿Quién tiene ganas de juagar a verdad o reto? —grité por encima
de la música con una sonrisa gigantesca en mi rostro.
Ian se inclinó hacia mí.
—¿Esta es tu idea para animarme? —preguntó.
Aplaudí.
—¡Por supuesto!
Se dejó caer en uno de los sofás con una mirada de pura
resignación.
—Supongo que será entretenido verte ponerte en ridículo.
Me reí, sin ofenderme en lo más mínimo. Que Ian hiciera una
broma era una muy buena señal, y estaba feliz de sacrificarme por el
equipo.
Tori y Ella lucían como si se sintieran lo opuesto a emocionadas
mientras Harper y Rey contenían sonrisas.
Pero sabía que algo solo un poquito loco era lo que el doctor le
había ordenado a Ian. Podría haber ido por algo como girar la botella,
pero con la temporada de la gripe comenzando, eso era lo último que
necesitaban los equipos de chicos y de chicas.
Prácticamente todos se reunieron alrededor de los sofás de la sala
estar, y de camino a mi asiento, le susurré al oído a Chris que todos
deberíamos animar a Ian esta noche y por qué. Él me dio un
asentimiento rápido.
Mis amigas me hicieron lugar en el sofá, pero cuando Noah entró,
Tori murmuró algo acerca de que necesitaba hablar con él en otra
parte.
Yo sabía que solo quería zafarse de jugar el juego.
—¡Gatito miedoso! —le grité.
Jesse y Ella no tardaron mucho en poner el mismo tipo de excusa y
se acurrucaron en una esquina de la habitación.
El novio de Harper, Emerson, la rodeó con sus brazos, pero al
menos ellos se quedaron.
Varios minutos después, todos estábamos riéndonos más que
nunca, incluso Ella y Jesse.
A Chris le había tocado un cambio de look, completo, con labial y
sombra de ojos. Yo tuve que hacérselo. Él siempre era un buen
jugador, dentro y fuera del campo. Katie le entregó varias toallitas
desmaquilladoras, todavía sacando fotos.
Luego Perry, la misma chica que había retado a Chris a que se
hiciera un cambio de look, había confesado que ella elegiría al Capitán
América de todos los Vengadores para que le diera respiración boca a
boca si lo necesitaba.
Sacudí la cabeza.
—Thor, siempre. O incluso mejor, Loki. Los chicos malos tienen ese
algo, ¿no creen?
Eso hizo reír a todos, y le guiñé un ojo a Harper, quien se sonrojó
profundamente pero se rio por lo bajo. Mientras tanto, incluso el serio
Emerson alejó la mirada.
Después fue mi turno, y estaba segura de que mi sonrisa alcanzaba
mis orejas de la emoción.
Chris, finalmente libre de maquillaje, se giró hacia mí, y preguntó
en voz alta.
—Bien, Lena. ¿Verdad o reto? —dijo alzando una ceja y con una
sonrisa temeraria.
Fingí pensarlo, pero sabía que mi respuesta no sería una sorpresa.
—Reto —dije, porque me encantaban los retos.
Y esto lo era.
Completar un buen reto se sentía igual que estar en el campo de
juego haciendo un tiro imposible. O que besar por diversión.
Vivía por la adrenalina que me daba.
Chris lo consultó con algunos de los otros chicos del equipo, y Rey
sacudió la cabeza, mirándome.
—Chica, estás loca —susurró.
Sonreí.
—Solo espera a que sea tu turno.
Jadeó y se cubrió la cara con su diario así solo podían verse sus
ojos.
—¡De ninguna manera! —dijo—. Sabes que no puedo con este tipo
de juegos. Y especialmente no en público.
Le guiñé un ojo y me giré hacia Chris.
—¿Y? ¿No tienes nada o qué? —dije.
Terminó de susurrar y encontró mi mirada.
—Oh, sí que tengo algo. —Sus ojos prácticamente brillaban de
maldad—. Lena, te reto a besar a… —La habitación se quedó
completamente en silencio esperando que terminara esa oración. Mi
corazón latía como una batería en mi pecho—. Ian.
Uh, ¿QUÉ?
***
Mi boca cayó abierta.
—¿Qué? —pregunté en voz alta.
Miré a Ian, y él lucía igual de horrorizado que como yo me sentía.
Le había pedido a Chris que me ayudara a animar a Ian, pero esto
no era lo que tenía en mente.
Chris chocó los cinco con sus amigotes, y yo resoplé.
—¡Chris! No puedo besar a Ian. Sabes que es prácticamente como
un hermano o algo así.
Miré a mis amigas en busca de apoyo, pero estaban tan
sorprendidas que se quedaron en silencio y ninguna dijo nada. Ni
nadie más.
Probablemente era porque sabían que Ian era el único chico que
nunca besaría por diversión. Éramos amigos, amigos de verdad. Y eso
era importante para mí.
Pero Chris solo se encogió de hombros.
—Lo siento, Lena. Reglas del juego. O cumples el reto o pierdes.
Él conocía la palabra mágica.
Perder.
Todos en ambos equipos sabían que odiaba perder. Perder era lo
peor, ¿y perder en frente de todos? Preferiría hacer cualquier otra
cosa.
Suspiré, sabiendo lo que tenía que hacer.
Girándome hacia Ian, me resigné a terminar de una vez por todas
con este reto.
Ian lucía como si no estuviese seguro de qué hacer. De hecho, se
parecía a una oveja ante las luces de un auto.
Abrazó un cojín contra su pecho como si fuera un chaleco a prueba
de balas.
—Uh… no estoy seguro acerca de esto —dijo.
Chris se acercó y dijo:
—Está bien, hombre. Esto es justo lo que necesitas. Es solo por
diversión. No significará nada. ¿Cierto, Lena?
Las cabezas de todos se giraron hacia mí en un movimiento
coordinado, y respiré hondo. Miré a Ian.
—Es solo un reto —dije poniendo mi sonrisa falsa—. Un pico
rápido en los labios, eso es todo.
Él parpadeó hacia mí.
Entonces todos empezaron a alentarnos y cantar, más y más fuerte
hasta que era imposible de ignorar.
—¡BESO! ¡BESO! ¡BESO!
Alguien me tocó el hombro. Era Harper.
—Saben que no tienen que hacer esto si no quieren —dijo en voz
baja.
—Está bien —le aseguré—. Es solo un juego. Nada más.
Además, desde hacía una hora, Ian ya no tenía novia así que no
tenía nada por lo que sentirme culpable. No había motivo para decir
que no.
Me puse de pie, y también lo hizo Ian.
Caminamos al otro lado de la sala de estar.
Ian me miró fijamente.
—¿Estás bien? —dije—. Sabes que solo estoy haciendo esto por un
reto, ¿cierto? Pero no tenemos que hacerlo si no quieres. —Yo me
sentía bien, pero algo me decía que él también debía escuchar las
palabras de Harper.
Bajó la mirada, luego me miró de nuevo. Estaba segura de que los
cantos continuados de BESO, BESO, BESO no estaban ayudando.
—Tienes razón. Es solo un juego. Y supongo que podría ser peor.
Me reí por lo bajo, recordando la vez que alguien había retado a
Chris a besar a su abuelo en los labios en uno de los partidos de soccer
del año pasado.
Las cosas definitivamente podrían ser peor.
Ian todavía lucía un poco incómodo, pero dio un paso más cerca,
inclinándose hacia mí.
Me puse de puntillas así podía alcanzarlo, luego vi un sombrero
rojo de Atlanta Hawks en el borde una de las mesas cercanas.
Justo antes de que los labios de Ian llegaran a los míos, lo agarré y
cubrí nuestros rostros.
Todos gimieron decepcionados, pero yo contuve una sonrisa.
La boca de Ian presionó la mía, su mano rozó mi espalda y luego
me atrajo hacia él.
Los gemidos se convirtieron en gritos de aliento, pero eran más
bien ruidos apagados en el fondo. Estaba demasiado ocupada
sorprendiéndome por lo suaves que eran los labios de Ian y por el
sentimiento de mi estómago dando varias volteretas.
Di un paso atrás, y también lo hizo Ian. Se había acabado.
Simplemente así.
Bajé el sombrero, y me giré hacia todos y les di una reverencia,
completamente aturdida. Lo único en lo que podía concentrarme era
en el hecho de que besar a Ian había sido realmente interesante.
Y no igual a todos esos besos por diversión que había
experimentado antes.
Pero me dije a mí misma que era solo el subidón del reto y del
beso. Eso era todo… y ese era el motivo de que se hubiese sentido
increíble.
¿Cierto?
No por su sonrisa perfecta, su cabello increíble, o sus manos
fuertes.
NO.
Cuatro
Ese estúpido beso no me dejó sola por el resto del fin de semana,
sin importar no mucho que lo intentara.
Pero era mi culpa por empezar ese juego de verdad o reto.
Y también culpa de Chris. No fue una de sus mejores ideas,
retarme a besar a Ian.
Ugh.
Con suerte las cosas volverían a como eran antes. Bueno, no
completamente. Cruzaba los dedos con la esperanza de que Ian y
Bethany se reconciliaran.
Solo quería dejar detrás de nosotros ese beso del verdad o reto,
pero el lunes en el almuerzo, era lo único de lo que las #BFF querían
hablar.
Por supuesto.
Tori me miraba como si fuera un rompecabezas que necesitara
resolver.
—No sé. Ese beso parecía más que un beso por un reto. Podría
jurar que literalmente vi chispas salir de detrás de ese sombrero.
Rey y Harper se rieron.
Ella sonrió.
—¿En qué estás pensando? —me preguntó.
Resoplé.
—Solo fue un estúpido reto. Si no fuera por eso no hubiese pasado.
Ya les dije. Solo somos amigos.
—Hmmm —dijo Tori como respuesta—. Nunca sabes. Un beso
puede cambiarlo todo, Lena.
—¿Ah, sí? —pregunté—. Ian no es el primer chico al que he besado
por diversión.
Harper alzó una ceja.
—Aunque cualquier otro chico no es Ian.
Me miraron fijamente, y no dije nada, pensando en el comentario
de Harper.
¿Por eso había sentido esa sensación rara en el estómago? ¿Porque
Ian era alguien a quien conocía y en quien confiaba? ¿Porque sentía
algo más por él?
Aun así…
—Aunque él acaba de salir de una relación —dije—. Apuesto a que
hay un ochenta por ciento de probabilidades de que vuelva con
Bethany enseguida. Está loco por ella. —Siempre lo había estado, por
lo que yo podía decir. Desde que habían empezado a salir.
—¿En serio? —preguntó Ella—. Ha pasado todo un fin de semana.
Creería que ya se habrían reconciliado para ahora si fueran a volver.
Rey asintió.
—Ese es un buen punto.
—Además —dijo Tori—. Escuché que ella ya está saliendo con otro
chico. Lo que francamente no es una sorpresa. Generalmente no se
queda soltera por mucho tiempo.
¿Qué?
—¿Dónde escuchaste eso? —pregunté, empujando mi bandeja
llena a un lado.
Tori picoteó su ensalada.
—Esta mañana, de camino a matemáticas. Una de las amigas de
Bethany dijo que había tenido una cita con un chico universitario.
Mi estómago se hundió por Ian. Esto iba a devastarlo.
—¿Estás segura? —pregunté. Pero después de lo que Ian me había
dicho en la fiesta, no podía decir que me sorprendiera.
Pero sabía que ella no mencionaría el rumor si no lo hubiese
escuchado ella misma.
Asintió.
—Quizás es lo mejor. Además, nunca sabes. Ustedes dos podrían
terminar convirtiéndose en más que amigos.
Salió como una pregunta, pero una de la que ella y todas las demás
querían saber la respuesta.
Aunque yo ya sabía la respuesta. Sacudí la cabeza.
—No, no lo creo. Ni siquiera estoy segura de que lo vea de esa
manera, ¿saben? Hemos sido amigos desde siempre. Desde la escuela
primaria. No estoy segura de querer arruinar lo que tenemos.
Lo que teníamos era bastante bueno. Podía contar con que Ian
fuese el hombro en el que apoyarme cuando escuchábamos música de
camino a nuestros partidos de soccer fuera de la ciudad o en el
banquillo en el día de un partido en casa. La persona que me daba
indicaciones durante el entretiempo y un golpecito en el hombro
ganáramos o perdiéramos.
La pregunta de Rey me trajo de vuelta a la realidad.
—¿Qué es lo que ustedes tienes? —preguntó, con el bolígrafo
encima del papel.
Me encogí de hombros.
—Tenemos… una amistad de verdad.
Harper sonrió.
—A veces esas se convierten en las mejores relaciones.
—Quizás sí —dije, jugueteando con mi servilleta y encogiéndome
de hombros—. Quizás no. de todos modos, él tiene el corazón
completamente roto ahora mismo.
Esa puerta estaba cerrada. Y siempre lo estaría.
***
Ian y yo compartíamos un par de clases, pero no pudimos hablar
en serio hasta después de la práctica del lunes.
Dejé suelto mi largo cabello oscuro, me puse una sudadera
demasiado grande para mí, y lo alcancé mientras caminaba hacia su
auto. Todos los demás abandonaban el estacionamiento, ansiosos por
llegar a casa.
—Hola —lo llamé. No habíamos hablado en serio desde nuestro
beso el viernes por la noche, y quería calmar los aires y averiguar si él
estaba bien.
Y si los rumores acerca de Bethany eran ciertos.
Ian tiró su mochila de gimnasia dentro de su auto y se giró.
—Hola —dijo, apenas mirándome.
Caminé hacia él, mi cabello volando en la brisa.
—Solo quería preguntarte cómo estabas, ya sabes, desde… —Me
mordí el labio, esperando que entendiera a qué me refería.
Ian se apoyó contra su auto, mirando fijamente sus pies.
—¿No has escuchado? —preguntó en voz baja.
Me apoyé en su auto con él.
—Así que es cierto, ¿eh?
Apreté la mandíbula, odiando que Bethany hubiera seguido
adelante tan fácil. ¿Qué tipo de persona hacía eso? No estaba bien.
Ian permaneció en silencio, y parte de mí quería tomar su mano.
Luego me recordé que ya habíamos cruzado una línea el viernes. No
había necesidad de caminar en puntillas encima de esa línea de nuevo
tan pronto.
O nunca.
Ian exhaló.
—Solo… desearía que le diera otra oportunidad a lo nuestro. Sé
que ella recordaría lo buenos que éramos juntos.
¿Pero lo eran? Quise preguntarle.
Hice una mueca, conteniendo mis pensamientos.
—Después de todo… —dijo—. Casi dos meses.
Hablé cuidadosamente, sin querer añadir a su dolor.
—Ian, quizás ella no vale la pena todo esto dolor. Eres un muy
buen chico, y ella es…
—La chica en la que no puedo dejar de pensar —terminó,
perdiendo la mirada en el cielo.
Sacudí la cabeza.
—Lo siento, pero es una persona terrible.
Se encogió de hombros y alejó la mirada.
—Hay más en ella de lo que crees.
Lo dudaba, pero decidí no dar mi opinión al respecto.
Probablemente solo lo haría enojarse conmigo, y eso era lo último que
quería, que él me alejara.
—Bueno, eres un excelente partido, Ian —le dije tratando de poner
una sonrisa en su rostro—. No lo olvides.
Solo me ofreció una sonrisa de labios apretados, una sombra de su
sonrisa usual.
—Oye, no le digas esto a nadie —dije, mi corazón latiendo un poco
más rápido—. Pero eres muy bueno besando. Y creo que sabes que
tengo bastante experiencia en esta área.
Ahora se rio, y no pude evitar sonreír ampliamente.
Me miró.
—Fue apenas un pico, Lena. No estoy seguro de que puedas decir
nada de eso.
Seguí bromeando.
—Oh, puedo decir —dije—. Créeme. Si la gente se enterara, lo que
bien podría suceder, de que eres increíble besando, bueno, solo
digamos que tendrías una fila de chicas listas para mostrarte cómo
pasar un buen rato, así de rápido. —Chasqueé los dedos—. Quizás eso
le recordaría a Bethany lo que se está perdiendo.
Alzó la cabeza de repente.
—¿Eso crees?
Asentí.
—Por supuesto. Bethany está loca por haberte dejado.
Sus ojos encontraron los míos, y me pregunté si su estómago
estaría dando volteretas también.
—Lena —suspiró—. Eso es.
¿Eh?
Ian se enderezó y me enfrentó.
—Quiero que seas mi novia —dijo.
Yo también lo enfrenté.
—¿Q-qué? —pregunté, sin estar segura de que lo hubiese
escuchado bien. ¿Estaba escuchando bien? Para alguien que
prosperaba siendo rápida, de repente me sentía completamente
congelada.
—Puedes ser mi novia falsa —dijo, una sonrisa brillante en su
rostro—. Bethany estará tan celosa, que se dará cuenta de que cometió
un gran error. Además nunca le gustaste. Eres la candidata perfecta.
Mi boca cayó abierta, y traté de procesar lo que estaba escuchando.
—No estoy segura de que esto sea una buena idea… —empecé.
—Es una idea genial —dijo—. Debería haberlo pensado antes. En
la fiesta. Sé con certeza que Bethany solo le dijo a toda la escuela que
está saliendo con ese chico porque se enojó por nuestro beso. Se
volverá loca cuando se entere que eres mi novia.
Sacudí la cabeza.
—Ian, no podemos hacer esto. Solo somos amigos.
Solo amigos. Nada más. Ningún riesgo de perder a Ian.
Agarró mis manos.
—Vamos, Lena. Solo por unos días, quizás unas semanas. Lo
prometo.
Los ojos azules perfectos —y esperanzados— de Ian me miraban
fijamente, esperando que dijera que sí.
Pero no podía.
No, dije que no arruinaría nuestra amistad de nuevo.
Pero luego él dijo lo único a lo que sabía que no me podía negar.
—Lena —comenzó Ian—. Te reto a ser mi novia falsa.
Cinco
OH, DIOS MÍO.
¿Cómo se convirtió un beso en un reto de estar en una relación
falsa con uno de mis mejores amigos?
No podía ver una salida ahora que lo había aceptado.
Solamente esperaba que solo durara unos días y que luego Ian
obtuviera lo que quería, Bethany, aunque odiase la idea de que esos
dos volvieran a estar juntos.
Claro que había besado a algunos chicos por diversión aquí y allá,
pero nunca tuve un novio de verdad. Nunca me había gustado un
chico lo suficiente como para eso. ¿Y ahora mi primer novio iba a ser
Ian? ¿Una relación simulada con mi amigo más cercano?
¿Una mentira?
La mayor parte de esa noche la pasé revolviéndome y dando
vueltas —y volviéndome loca— por todo el asunto, pero por la
mañana me desperté con una mentalidad completamente nueva.
¿Y qué si tenía un novio falso? Decidí que también podría
divertirme y seguir todo el juego. Si alguien podía lograr esto, era yo.
Cuando entré a la escuela, lo hice con confianza y una respiración
profunda. Hora de encontrar a Ian, mi nuevo amorcito. Según sus
mensajes de anoche, quería acompañarme a cada una de mis clases,
almorzar conmigo y que toda la escuela supiera al final del día que
éramos una pareja.
Ese era el plan.
Encontré a Ian en su casillero y le toqué el hombro.
Se volvió hacia mí, una sonrisa de complicidad formándose en su
rostro.
—Buenos días, cariño —dijo, cerrando su casillero y mirando a su
alrededor.
—Buenos días, eh, guapo —le respondí, arqueando una ceja
juguetonamente.
Extendió la mano y exhaló.
—¿Lista? —preguntó.
—Más lista que nunca —dije, forzando una sonrisa.
Miró mi mano, la envolvió con la suya y me llevó hacia mi primera
clase del día. Traté de no pensar en lo incómodo que era caminar con
él así. ¿Verían todos a través de nosotros?
Inmediatamente, los estudiantes a izquierda y derecha se nos
quedaron mirando o nos miraron dos veces al pasar, claramente
sorprendidos por este nuevo desarrollo.
Por lo general, pasaba unos minutos antes de la primera clase con
las #BFF, pero hoy llegaba tarde y, aparentemente, tendría una nueva
rutina matutina con Ian.
Llegamos a mi clase y nos detuvimos. Ian miró a su alrededor
nervioso, como si no estuviera seguro de qué hacer a continuación.
¿Darnos un beso? ¿Un beso en la mejilla? ¿Un apretón de manos?
No se decidió por ninguno de los anteriores. Al final, mirándome a
los ojos, dijo:
—Uh, ¿nos vemos después de clase?
—Claro —dije.
Sonó el timbre de advertencia, y él se fue. Entré en clase, donde
Tori y Ella ya estaban esperándome.
Tori miró la puerta ahora vacía.
—¿Qué fue eso? —preguntó, la expresión de su rostro en algún
lugar entre incredulidad y emoción.
Me senté.
Ella se inclinó.
—¿Alucinamos, o tú e Ian acaban de…?
Asentí.
—Ahora tenemos como algo.
Ella se recostó en su silla como si estuviera considerando lo que
acababa de decir.
Tori se rio.
—¿Como algo? ¿Qué significa eso?
Exhalé.
—Bueno, él es como mi novio, como… no de verdad —insinué.
Ella parpadeó.
—Lena, no tiene ningún sentido. ¿Pensé que habías dicho que ese
beso no significó nada?
Pero Tori parecía que estaba empezando a juntar dos más dos.
Jugueteé con un hilo suelto de mi camisa.
—Como dije, en realidad no es mi novio… estamos fingiendo…
Ella jadeó.
—¿Fingiendo? —dijo demasiado fuerte.
La hice callar y se tapó la boca con la mano.
Tori sacudió la cabeza y sonrió.
—Solo tú, Lena, tendrías un novio falso.
—Falso es una palabra fuerte —murmuré—. Además, es solo para
poner celosa a la ex de a Ian. Si tengo que besar a Ian por diversión un
par de veces para que eso suceda, bueno, que así sea. —Les guiñé un
ojo y sonreí.
Ella rio.
—Dios, Lena. Solo ten cuidado, ¿de acuerdo? —dijo.
Sonó la campana y miraron hacia adelante. Yo hice lo mismo.
Me incliné hacia Ella.
—No hay nada de lo que tener cuidado —le aseguré—. Todo es
mentira. Solo estuve de acuerdo por un reto estúpido. Antes de que
me dé cuenta, Ian volverá con Bethany, y esto habrá terminado.
No me gustaba Bethany. Pero si Ian quería estar con ella, ¿quién
era yo para detenerlo?
Tori se dio vuelta y susurró:
—Solo espero que acabe siendo así de simple.
***
Después de la escuela, Ian me agarró de la mano y me llevó por los
pasillos llenos de gente hacia el campo de soccer.
Lo que no esperaba era que nos encontrásemos con Bethany.
De alguna manera, la habíamos evitado con éxito durante cada
cambio de clase. Seguía pensando que nos la encontraríamos
caminando hacia nosotros, tal vez de pie en el casillero de alguien.
Había estado lista para ese primer encuentro, para igualar su mirada
de acero o comentarios hirientes en un segundo.
Pero, por supuesto, en el instante en que me relajé y me olvidé de
ella, dobló la esquina justo frente a nosotros.
Ian inmediatamente se tensó y dejó caer mi mano. Yo la agarré y la
sostuve, encontrándome directamente con la mirada de Bethany.
Se acercó a nosotros, con los libros en el pecho y el pelo largo sobre
los hombros.
Sus ojos pasaron de nuestras manos juntas a Ian.
—Cuando escuché que se habían convertido en algo, dije que no lo
creería hasta que lo viera por mí misma. —Hizo una pausa—. Y aquí
estamos. —La voz de Bethany goteaba veneno.
Ian la miró.
—Hola, Beth.
Sus ojos se entrecerraron.
—¿En serio, Ian? No puedo creer que hagas esto.
Me burlé.
—Eso es gracioso, viniendo de ti —le dije.
Giró la cabeza bruscamente hacia mí. Pero luego su boca se curvó
en una sonrisa.
—Lena. —Se volvió hacia Ian, colocó una mano sobre su brazo, y
yo puse los ojos en blanco, aguantándome un comentario subido de
tono—. Te ves genial, Ian. ¿Te escribo dentro de un rato?
Uní mi codo con el de él, agarrándome de su brazo como si me
estuviera ahogando y él fuese mi salvavidas.
—Cariño —dije en voz alta—. Llegaremos tarde a la práctica si no
nos movemos. —Le di un gran beso a Ian en la mejilla y luego le lancé
una sonrisa a Bethany—. Adiós.
No esperé para ver la expresión de Bethany.
Arrastrando a Ian detrás de mí, exhalé cuando volvió en sí.
—L-lo siento por eso. No esperaba verla —confesó.
Doblamos la esquina y nos detuvimos. Me paré delante de él.
—Ella se va a dar cuenta de que esto es falso en un milisegundo si
prácticamente babeas sobre ella de esa manera cada vez que la ves.
Ian desvió la mirada tímidamente.
Enfoqué mis ojos en él, y con tono serio dije:
—Si de verdad quieres ponerla celosa, tenemos que hacer que esto
parezca real. Porque no nos creyó ni por un segundo. Quiero decir,
¿viste la forma en que te miró?
Ian parpadeó hacia mí, la esperanza evidente en su expresión.
—¿Crees que todavía siente algo por mí?
Suspiré.
—Ian, no lo sé. Para mí, parece que solo está siendo posesiva.
Como si supiera que puede tenerte de vuelta en un instante si
quisiera. Pero ¿por qué estaría saliendo con otro chico si realmente le
gustaras? Yo nunca le haría eso a alguien que realmente me
importara. Y tú tampoco lo harías.
De repente, Ian se desinfló de nuevo.
—Tienes razón —dijo. Se pasó la mano por el pelo—. ¿Por qué
estamos haciendo esto? Nunca va a funcionar.
Me mordí el labio.
—Porque vas a mostrarle lo que se está perdiendo. Un chico
realmente genial y cariñoso. Quien no necesita a alguien como ella.
Él se burló.
—¿Es ese el tipo de chico que quieren las chicas? —murmuró.
Me puse las manos en las caderas.
—¡Sí! Solo mira a mis amigas. Ninguno de sus novios son idiotas.
Todos son buenos chicos. Así que no, los buenos no siempre terminan
últimos.
Se encogió de hombros, sin parecer convencido.
—Quién sabe —intenté—. Tal vez se dará cuenta de que cometió
un gran error si cree que realmente somos algo.
Ian levantó la vista esperanzado una vez más.
—Y si no —continué—, entonces le mostraremos que estás mejor
sin ella. No hay que andar deprimido, ¿de acuerdo? —le dije,
apretando su brazo con mi mano.
Él asintió.
—¿Te veo en la práctica? —preguntó.
—Claro —dije, teniendo la sensación de que quería estar solo.
Luego las #BFF se me acercaron con las mochilas sobre los
hombros. Tori también llevaba una bolsa de gimnasia.
Ella arqueó una ceja.
—Vimos a Bethany. Eso fue interesante.
Me encogí de hombros.
Harper se acercó.
—Entonces, ¿está supercelosa?
Formamos un círculo muy unido, manteniéndonos fuera del
camino de todos lo máximo posible.
Suspiré.
—Creo que sí porque estaba sobre él, pero con Bethany es difícil
saber si es porque realmente le gusta y quiere volver a estar con él o
simplemente odia la idea de que otra chica lo reclame tan rápido.
Especialmente yo —dije.
Rey dijo:
—¿Qué quieres decir?
Miré a mi alrededor.
—Ella siempre odió el hecho de que fuésemos bastante unidos.
Nunca le gusté. Lo cual está bien porque yo nunca he sido fan suya
tampoco.
Ella asintió.
—Aunque, ¿a ella le gusta alguna chica? Incluso sus amigas
parecen más como accesorios para ella.
Estaba de acuerdo.
—Lo sé, ¿verdad? —Sacudí la cabeza—. Solo espero que se dé
cuenta de que es demasiado bueno y puro para ella. Merece algo
mucho mejor, si me preguntas.
Tori sonrió.
—Nosotras también lo creemos. —Me guiñó un ojo y supe lo que
estaba tratando de decir.
Pero en lugar de abordar eso, miré mi teléfono y dije que llegaba
tarde a la práctica de soccer.
Sin embargo, durante todo el camino hasta el campo, no pude
sacar de mi mente la cara engreída de Bethany.
Seis
—Lena, ¿por qué no dijiste nada? —prácticamente gritó Samantha
cuando entré en el vestuario de las chicas.
Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que el resto del
equipo se enterara, pero no pensé que estarían tan entusiasmadas con
las noticias.
Katie se me acercó.
—Chica, no sé si debería estar celosa o feliz por ti. —Me envolvió
en un abrazo—. Es broma. Estoy tan celosa, pero tan feliz por ustedes.
Samantha me guiñó un ojo.
—Supongo que ese beso de verdad o reto realmente se convirtió en
algo, ¿eh? —Me dio una gran sonrisa.
Incluso mientras nos dirigíamos al campo, la charla no paraba.
Y, por supuesto, tuve que seguir con ello, dejando que las chicas
también supieran lo emocionada que estaba de estar con Ian.
Según ellas, lo había robado de inmediato, sin darle ninguna
oportunidad al resto de las chicas. Pero ¿qué podía decir? No era
como si pudiera contarles el secreto.
Si esto iba a funcionar, tenía que asegurarme de que nadie más
descubriera la verdad. Ian contaba conmigo, por mucho que odiara la
razón por la que esto estaba sucediendo.
Perry dribló la pelota a sus pies sobre la hierba.
—Sabía que ustedes dos terminarían convirtiéndose en algo más
que amigos.
Katie puso los ojos en blanco.
—No es cierto.
—Lo sabía —argumentó Perry—. Siempre pensé que tenía algo por
ti el año pasado, Lena. Y por eso se quedó soltero tanto tiempo.
Me burlé.
—No lo creo.
Por lo general, era bastante buena leyendo ese tipo de vibra en los
chicos, e Ian no las había estado enviando. Nop.
En todo caso, Ian parecía ser uno de esos chicos que simplemente
no emitían esas vibras. Nunca había sido alguien que confesara sus
enamoramientos o hiciera comentarios sobre lo buena que era una
chica. Al menos no conmigo.
Asumía que hablaba sobre eso en algún nivel con los chicos. O tal
vez mascullaba. Quién sabe. Siempre pensé que estaba siendo
respetuoso o algo así.
¿Pero estar secretamente enamorado de mí? De ninguna manera.
Imposible.
Sam me dio un codazo.
—Creo que son la pareja más adorable de la historia.
Las otras chicas murmuraron de acuerdo cuando comenzamos a
estirarnos.
Sam continuó:
—Y con el Baile de Bienvenida a pocas semanas… ¡oh, tienen que
coordinar sus trajes y todo! —Aplaudió de emoción.
Negué.
—Baja las revoluciones. Esta relación apenas tiene un par de días.
No es necesario comenzar a pensar en el Baile de Bienvenida.
Además, nunca se sabe… —Esa frase se fue apagando, y Katie me dio
una mirada extraña. Me encogí de hombros—. Quiero decir, luego
querrás que escojamos la vajilla o algo así.
La boca de Samantha se abrió como si estuviera perpleja y no
supiera cómo responder a mi comentario exasperado.
Afortunadamente, el entrenador hizo sonar su silbato precisamente
en ese momento, inmediatamente dirigiendo la atención de todas
hacia él.
—Está bien, todos. Cinco vueltas con la pelota. Ya conocen el
ejercicio —dijo, revisando algo en su portapapeles.
Los equipos de soccer universitario de chicos y chicas practicaban
juntos la mayor parte del tiempo. Sobre todo porque compartíamos el
mismo entrenador y asistente.
Calentábamos juntos, realizábamos innumerables ejercicios juntos
y, a veces, incluso practicábamos juntos.
Hoy no era diferente.
Lancé mi pelota unos metros por delante de mí y comencé a driblar
por el campo, ignorando las miradas de los chicos y de las chicas hacia
Ian y hacia mí.
Ahora era el momento de trabajar, no de reír ni de chismear. Todos
sabían que me encantaba tontear en el autobús o después de un gol
ganador, pero nunca durante la práctica.
Aunque mi novio falso estuviera a unos metros de distancia.
Sin embargo, mientras esperaba en la fila durante un ejercicio de
pases, uno de los chicos de último año, Miguel, se me acercó.
—Entonces, ¿es verdad, Lena? ¿Estás fuera del mercado? ¿Pensé
que no querías tener novio? —dijo con una sonrisa y un guiño.
Miguel me había invitado a salir antes. Puede que nos hayamos
besado o no durante el tercer año, pero eso no significaba que quisiera
salir con él. Fue totalmente por diversión. Solo que él no había
recibido el mensaje.
Me encogí de hombros, demasiado concentrada en el asistente del
entrenador a punto de pasarme el balón de soccer para darle una
respuesta coherente.
Siseó juguetonamente como si hubiera sido quemado en el pecho.
—Ay. Hablando de quemaduras. Bueno, si terminas necesitando
una cita para el Baile de Bienvenida, sabes dónde encontrarme.
Me burlé, manteniendo mis ojos en la pelota que venía hacia mí.
Mi pie la detuvo perfectamente en la hierba. Sin mirar por segunda
vez a Miguel, dije en voz alta:
—Sigue soñando.
Varios de los chicos se rieron, pero ya me había movido.
Claro, los chicos eran guapos, pero mi primer amor era el soccer, y
no había ningún chico que cambiara eso.
Ni siquiera esta relación falsa con Ian. Además, ambos sabíamos
que no duraría.
Y estaba bien con eso.
***
Mi parte favorita de la práctica era el partido al final. Me puse un
chaleco granate, lista para patearle el trasero al equipo amarillo.
Práctica o no, me gustaba ganar. O al menos darlo todo.
Mi padre siempre decía que podías salir del campo con la cabeza
bien alta si dabas lo mejor, aunque perdieras.
—Siempre habrá alguien mejor que tú, Lena. Es un buen
recordatorio para mantenerse humilde. No lo olvides —decía. Podía
escuchar su voz en mi cabeza como si estuviera a mi lado.
Pero eso no significaba que no me gustara ganar.
Y me gustaba especialmente ganar a los chicos. No estaba segura
de que la mayoría de ellos supieran el significado de la palabra
humildad, y siempre era agradable darles una buena porción de ella
en la rara ocasión en que las chicas podían ganar.
Ian se paró debajo de la red a través del campo de hierba.
Había un aire frío, pero ya no lo sentíamos. En cambio, el sudor
continuaba goteando por mi cuello y frente.
Los chicos estaban ganando dos a uno, y estaba decidida a marcar
otro gol después del que acababa de pasar nuestra defensa.
Chris me guiñó un ojo a unos metros de distancia. Era delantero, lo
que significaba que era rápido. Su trabajo era lanzar. Igual que el mío.
Más allá de él, Miguel estaba de pie como una escoba. El principal
jugador de defensa. Tenía que pasarlo para disparar a su arco. Y luego
tenía que esperar que Ian no fuera lo suficientemente bueno como
para detenerlo.
Ya había bloqueado un par de disparos realmente geniales. Ian era
aún mejor arquero que el año pasado.
Sonó el silbato y pateé la pelota hacia Katie. Los dos equipos
batallaron de ida y vuelta por unos minutos, pero al final logramos
acercarnos al arco.
Samantha me pasó la pelota. Miguel no llegaría a mí a tiempo.
Esta era mi oportunidad.
Por el rabillo del ojo, vi a Ian ponerse en posición para bloquear lo
que estaba a punto de enviarle.
Con un rápido vistazo a la esquina inferior derecha del arco, corrí
hacia Ian y el arco que estaba protegiendo.
Ahora estaba a solo unos metros de distancia, y me ardían los
pulmones y sentía que me ardían las piernas. Pero, dándole con todo
lo que me quedaba, pateé la pelota hacia la esquina derecha.
Ian saltó, lanzándose hacia la pelota.
Apenas la empujó con sus dedos enguantados, pero fue suficiente.
La pelota golpeó el poste derecho y rebotó.
Pero mis ojos se quedaron en Ian. Algo estaba mal.
No se estaba levantando. Usualmente tenía los reflejos de un gato,
pero ahora seguía en el suelo.
Corrí hacia él.
Arrodillándome a su lado, le pregunté:
—Oh, Dios mío, lo siento mucho. ¿Estás bien?
Se movió para ponerse de lado y se llevó la mano a la rodilla.
—Creo que estoy bien. Solo machacado. —Mirándome a los ojos,
dijo—: Ese fue un buen tiro.
Sonreí.
—Tú lo paraste.
Miramos su rodilla, y Miguel y Samantha se unieron a nosotros.
Estaba bastante rasguñada, pero, afortunadamente, no parecía
demasiado serio.
—Creo que vas a vivir —bromeé.
El entrenador se acercó y se agarró el pecho con alivio cuando
escuchó que era solo un rasguño.
—Ve a ocuparte de eso —dijo—. Sabes dónde está el botiquín de
primeros auxilios.
Miguel ayudó a Ian a levantarse, quien apoyó su peso sobre la
rodilla opuesta.
Agarré su brazo, ayudándolo a mantenerse firme.
—Iré contigo.
Llevé a Ian fuera del campo hacia el vestuario.
Chris nos llamó.
—Oigan, ustedes, más les vale volver en cinco minutos —bromeó.
Ian me miró tímidamente y puse los ojos en blanco.
—¿Cuándo crees que pararán con las bromas y las conversaciones?
—pregunté mientras entrábamos al vestuario.
Ian se sentó en uno de los bancos y fui a buscar el botiquín de
primeros auxilios.
—No lo sé. No pensé que salir juntos terminaría siendo algo tan
importante —dijo.
Me senté junto a él y abrí el botiquín de primeros auxilios,
agarrando un poco de peróxido de hidrógeno y gasas.
—Sí, yo también.
—Eres un buen partido —dijo—. Quiero decir, ¿cuántos chicos te
han invitado a salir? —dijo con una sonrisa.
Me burlé.
—Lo que sea.
No sabía qué más decir sin que las cosas se volvieran incómodas.
Cuando él no dijo nada, miré hacia arriba, mirando fijamente sus
brillantes ojos azules por un segundo, mi corazón latía como si
estuviera persiguiendo una pelota en lugar de apenas moverme.
Parpadeando rápidamente, me concentré de nuevo en la rodilla de
Ian.
Luego le froté la rodilla con la gasa de peróxido de hidrógeno.
Pero no podía sacar ese pensamiento de mi mente. Todos se
sorprendieron con lo nuestro y también dijeron que deberían haberlo
visto venir todo el tiempo.
Me preguntaba cuánta verdad había en eso. No podía entenderlo.
La idea de Ian y yo de verdad se sentía extraña, como un par de
calcetines que no coincidían del todo.
O como comer pizza con patatas fritas. Las patatas fritas iban con
las hamburguesas, no con la pizza.
Ian y yo éramos así. Dos opuestos que de alguna manera se habían
convertido en amigos cercanos.
Él era callado y humilde. Un buen chico.
Mientras tanto, yo era ruidosa y loca y decía cosas que a menudo
lamentaba.
De ninguna manera pertenecíamos juntos.
De ninguna manera.
Siete
Después de curarnos, Ian y yo volvimos a la práctica, pero no por
mucho tiempo.
El anterior cielo gris se había vuelto oscuro, y muy pronto, gotas
gordas de lluvia helada nos golpearon con mucha fuerza.
El entrenador sonó su silbato, pero ambos equipos ya estaban
recogiendo conos como dementes. Corrimos a los vestuarios con
sonrisas en nuestros rostros.
La práctica había terminado media hora antes, una rara sorpresa.
Después de tomar nuestras cosas, las chicas y los chicos hablaban
sobre salir e ir a comer antes de irnos a casa.
Katie dijo desde su auto:
—Shake Shack1, ¿alguien? ¡Los veo allá! —Varias personas
saludaron o contestaron mientras corrían bajo la lluvia hasta sus
autos. Luego Katie subió su ventana y se marchó.
Usando mis manos para cubrir mis ojos de la lluvia, busqué a Ian y
lo vi subiendo a su auto a unos metros de mí. Preguntándome si
estaba dirigiéndose a Shake Shack también, corrí a su auto y me subí
en el asiento de adelante, dejando caer mi bolso a mis pies.
La sorpresa se grabó en su rostro.
—Hola —dijo.
—Hola —respondí —. ¿Vas a ir con los demás? ¿Cuál es el plan?
No dijo nada por un segundo, solo miraba algo en su teléfono.
Moví una ceja.
—Sabes, se supone que somos novios ahora. De hecho —dije,
acomodándome en el asiento y poniéndome cómoda —, deberías
llevarme a todos lados. Eso sería lo correcto, sabes —bromeé.
Pero su expresión siguió siendo sombría. Me mostró lo que estaba
en su celular, y mi sonrisa se desvaneció.
Una publicación de Instagram de Bethany y algún chico que
parecía mayor, ambos parecían muy amistosos.
Ian lazó el teléfono en el tablero con un suspiro. Luego miró por el
parabrisas, las gotas de lluvia que golpeaban el cristal. Sus ojos
siguieron la lluvia bajando en frente de él.
—De verdad lo siento —dije en voz baja.
Se mordió el labio, negando con la cabeza.
—Es solo que… extraño a Bethany —Se pasó los dedos por el
cabello, luego puso las manos en el volante y se inclinó hacia adelante
—. ¿Cómo pudo seguir adelante, así como si nada? No lo entiendo.
Me miró como si yo pudiese tener la respuesta, pero no tenía nada.
Nada que lo ayudara a sentirse mejor.
Después de un minuto escuchando la lluvia golpeando su auto,
puse mi mano en su hombro y dije:
—Vas a superar esto, lo sabes. Pase lo que pase.
—Se supone que iríamos juntos al Baile de Bienvenida —dijo.
—Iré contigo —dije, y mi estómago se llenó de este raro
sentimiento mientras escuchaba las palabras salir de mi boca—. ¿A
quién le importa si seguimos haciendo este reto o no? Me voy a
asegurar de que pases un buen rato. Nada de quedarse en casa
deprimido y comiendo comida chatarra.
Finalmente, una sonrisa pequeña apareció en su rostro.
—Pero ¿por qué? Eso sueno mucho mejor. —Me miró.
—No —dije, devolviéndole la sonrisa, feliz de que estuviese
bromeando conmigo—. Vamos a vestirnos bien y pasar un buen rato,
tú y yo. Y estoy segura de que tendrás una larga lista de chicas
queriendo bailar contigo.
Ahora su sonrisa creció un poco más, y solo verlo me hacía sentir
como si todo estuviese bien en el mundo de nuevo.
—Nah, solo quiero salir contigo.
Le di mi mejor sonrisa, ignorando la voltereta que hizo mi
estómago en ese momento.
—¿Y qué hay de comer algo con todos? ¿Quieres ir? ¿Darme papas
fritas en frente de todos, tal vez? —Moví mis cejas arriba y abajo para
que viera claramente cuán atractiva era la oferta.
Pero se desinfló como un globo.
—Lo siento, Lena —dijo—. No estoy seguro de estar preparado
para eso. Tal vez podemos fingir que salimos por nuestra cuenta o
algo. Pero creo que solo quiero ir a casa. Ha sido un día duro.
Asentí, tratando de entender y no hacer pucheros. Salir con todos
habría sido divertido, pero la cosa de las papas fritas tendría que
esperar.
Trató de sonreír pero vaciló.
—¿Te acompaño a tu auto? —preguntó. La lluvia comenzó a caer
fuerte otra vez.
Me puse de pie.
—No, gracias. Aunque te vendría bien una ducha. ¿Te veo
mañana? —dije con mi mano en la puerta.
Asintió rápido, metiendo su llave en el encendido.
—Sí.
Cerrando la puerta detrás de mí, corrí de vuelta a mi auto debajo
de la lluvia.
Cuando su auto se alejó, lo miré, deseando que Ian se olvidara por
completo de Bethany.
Y que volviese a ser el Ian que solía conocer.
***
Esa noche, después de darme un baño caliente y ponerme mi
pijama favorito, encendí la televisión de mi cuarto.
Busqué mi programa post práctica: Friends.
Unos minutos después, Ross gritó:
—¡NOS DIMOS UN TIEMPO!
Usualmente Ross me daba mucha risa, pero esta noche, en lo único
que podía pensar era en Ian y cuán triste estaba.
De ninguna manera íbamos a mantener la farsa por mucho tiempo.
Toda esta cosa había sido una mala idea.
Mi teléfono se encendió y lo tomé.
La foto de Ella apareció en mi celular. Toqué el botón verde y su
rostro me sonrió de vuelta. Luego el de Rey.
Las saludé con la mano.
—Hola, chicas. ¿Qué tal?
Tori y Harper aparecieron también.
Ella parecía estar en su habitación, acostada en su cama.
—Bueno, chicas, estaba pensando. Estamos a unos meses de
nuestro último año.
Tori soltó un grito pequeño.
—¡No puedo creerlo!
—Ni yo —dijo Harper con una sonrisa.
Ella se rio.
—Estaba pensando, de verdad necesitamos pensar en…
—¿Nuestra última broma? —Adiviné en voz alta.
Ella frunció el ceño.
—Enviar nuestras solicitudes para la universidad.
Me quejé en voz alta.
—Debería haber sabido que esto era la razón de la videollamada.
Eres tan nerd —dije, riendo.
Tori se rio también.
—De una buena manera.
Harper habló, asintiendo.
—Definitivamente de una buena manera. Voy a necesitar tu ayuda,
Ella. No tengo idea de lo que se supone que debo hacer ni de adónde
debería aplicar.
Rey levantó una mano.
—Igual. Ayuda.
Estaba demasiado cansada para siquiera pensar en algo como la
universidad ahora mismo.
—Ella, ya sabemos que tienes la entrada asegurada a cualquier
universidad que quieras. ¿Por qué no llenas mi aplicación por mí? —
Le di una dulce sonrisa, pero negó con la cabeza—. Además,
difícilmente puedo pensar en la universidad ahora mismo.
Rey dijo:
—¿Muy ocupada pensando en el nuevo novio, eh? —Guiñó un ojo.
Me burlé.
—Difícilmente. Excepto que no está siendo él mismo. Se puso triste
después de que Bethany publicara una foto con su nuevo novio o lo
que sea.
Harper me miró.
—¿Está tomando muy mal la ruptura? —preguntó.
Asentí.
—Supongo, en realidad no pensé en eso cuando acepté todo esto.
No dijeron nada así que seguí hablando, pensando en voz alta.
—Solo desearía que se diera cuenta de que él es demasiado bueno
para ella. Ugh. —Miré el techo, odiando cómo mi voz sonaba diciendo
esas palabras en voz alta. Y en cómo me hacía sentir.
Harper me trajo de vuelta a la conversación.
—Debe ser duro verlo pasar por todo esto cuando han sido amigos
por mucho tiempo. Apuesto que estás dividida entre decirle cómo te
sientes y simplemente estar allí para él.
¿Cómo podía ella saber siempre las palabras correctas que decir?
Tenía que ser un don.
—Exactamente. Me rogó que hiciera esto. No pude decir que no.
Pero al mismo tiempo, odio estar ayudándolo a volver con ella.
Me di la vuelta y enterré mi rostro en la almohada, sosteniendo mi
celular con mi mano para que mis amigas pudiesen ver cuán indecisa
estaba.
Cuando terminé de descargar mi frustración en la almohada,
encontré a mis amigas devolviéndome la mirada.
Tori se mordió el labio.
—¿Estás segura de que esa es la única razón por la que estás
molesta?
—¿A qué te refieres? —pregunté.
Negó con la cabeza.
—Nada.
Ella empezó a hablar sobre las aplicaciones a la universidad de
nuevo.
Mientras tanto, me preguntaba cómo iba a soportar el resto de la
relación falsa.
Parte de mí se preguntaba si saldría de esto ilesa, pero
inmediatamente pensé: ¿Por qué no lo haría?
Ocho
Lo único que tenía en mente al día siguiente en la escuela era cómo
Ian había dado un giro de ciento ochenta grados.
Ya no estaba tan callado ni tan desconsolado como antes.
En cambio, parecía haber vuelto a su antiguo yo. Y estaba
tomándose muy en serio su papel de novio falso.
De camino al almuerzo, insistió en que habláramos sobre las cosas
que cada uno debía hacer.
—Seguiré acompañándote a clase —dijo—. Eso es lo que se espera.
Observé la forma en que se mordió el interior de la boca mientras
pensaba.
—Pero llegarás tarde a ciencias si haces eso. Está al otro lado del
campus, desde mi segundo periodo.
—¿Y? Correré. Eso es lo que hace un buen novio —dijo, moviendo
las cejas.
Me reí.
—Bueno, solo ten cuidado. No atropelles a ningún pobre novato de
camino a clase.
—Lo haré. —Hizo una pausa—. O no lo haré —dijo. Me reí. Él
chasqueó los dedos—. Y deberíamos escribir notas y cosas así. No solo
los mensajes de texto habituales. Deberíamos hacerlo al estilo de la
vieja escuela, ¿no crees? —Esperó a que respondiera, su expresión
llena de esperanza y entusiasmo. Traté de adivinar por qué.
¿Iba en serio con lo de poner celosa a Bethany? ¿Era esta su manera
de seguir adelante? ¿Divirtiéndose mientras lo hacía?
Asentí mientras caminábamos.
—Bien. Podemos meterlas en los casilleros de cada uno.
—Sí, buena idea. O puedo meterlas en tu bolsillo trasero. —¿Vi un
brillo travieso en sus ojos?
Me detuve.
—¿Meterlas en mi bolsillo trasero? —pregunté, alzando las cejas.
Se encogió de hombros, con una creciente sonrisa en su rostro.
—Claro. Si no te importa.
No estando segura de cómo me sentía al respecto, dije:
—Hm, te responderé más tarde.
Llegamos a la cafetería y él extendió la mano. La tomé, no muy
segura de cómo me sentía al entrar con él, agarrados de la mano.
Entonces me recordé a mí misma que esto era solo un juego, un
reto. Solo un rol que estaba actuando.
Nos pusimos en la fila y miré a mi alrededor.
Pero Ian seguía teniendo una lluvia de ideas.
—También puedo llevarte a casa, ¿sabes? Después de la práctica.
—¿Qué pasa con mi auto? —pregunté. Lo había recibido hacía
unos meses y me gustaba conducirlo. Especialmente a la escuela por
las mañanas—. No quiero tomar el autobús para venir a la escuela, en
serio.
Pero tenía una respuesta lista.
—Pasaré a buscarte por la mañana —susurró con una sonrisa,
acercándose como si me estuviera contando un gran secreto.
—¿Pasarme a buscar? —pregunté. Sabía de hecho que solía pasar a
buscar a Bethany todas las mañanas, y volvió a aparecer esa extraña
sensación en mi estómago.
Él asintió.
—¿Tal vez podamos ir a tomar un café? ¿Saltarnos el desayuno de
una estrella de aquí y comer algo de verdad en cambio?
¿Café? ¿Desayuno?
—Ahora estás hablando —dije.
Me dio una bandeja, dejándome ir primero en la fila.
Tomé un sándwich aquí, una manzana allá, pensando en todo lo
que Ian estaba diciendo.
Sonaba que la vida como novia de Ian podría ser bastante buena.
Siempre supe que Ian era un caballero. Respetuoso, amable,
siempre te abría la puerta. Pero no me había dado cuenta de lo
romántico que era también.
¿Escribirnos notas? No tenía idea de lo que iba a escribirle, pero
supuse que no importaba.
Era todo un espectáculo, ¿verdad?
Llegamos al final de la fila, donde la señora del almuerzo en la caja
registradora esperaba que pagara, y miré a Ian.
—¿Qué? ¿No vas a pagar mi almuerzo?
Una mirada de comprensión golpeó su rostro, dejó su bandeja y
buscó su billetera.
No podía hablar en serio.
—¡Estoy bromeando! —dije con una risa—. Dios.
Todavía me reía de ello un minuto después cuando dejé mi
bandeja en la mesa de las #BFF. Ian estaba justo a mi lado. Las chicas
lo saludaron, y él le dijo un genial:
—Hola.
Luego se volvió hacia mí. Esperaba que dijera que me vería más
tarde o algo así.
Lo que no esperaba era que se inclinara y me besara en la frente.
Ni la forma en que mi estómago se revolvió cuando lo hizo. Frente
a toda la cafetería.
Pero no pude evitar sonreír. Al menos esta versión de Ian, la dulce
y cariñosa, era mucho mejor que la de ayer por la tarde.
Finalmente me senté, con la mirada puesta en las chicas.
Ella sonrió.
—Eso fue lo más lindo que he visto en mi vida.
Tori me miró.
—Lena, ¿es un sutil rubor lo que veo? —preguntó, divertida.
Las otras #BFF se rieron.
—No —insistí, arrojándole una papa frita.
Pero tal vez tenían razón.
Ian era mi amigo, claro. Pero también era muy guapo.
Y acababa de besarme. ¿Qué chica en su sano juicio no se
sonrojaría?
¿Verdad?
***
Que Ian me pasara a buscar para ir a la escuela era raro.
Para cuando llegó, mis padres ya habían salido a trabajar, así que
lo esperé en los escalones de nuestro porche.
Unos minutos más tarde, su brillante Mazda azul marino se detuvo
y alcé una ceja. Muy bonito.
Mucho más bonito que mi Honda usado del dos mil cinco
estacionado en el camino de entrada.
¿Por qué mis padres no pudieron conseguirme un auto como este?
Me acerqué al auto, pero Ian ya estaba allí, con la puerta abierta.
Sonreí.
—No tienes que hacer esto. No hay nadie alrededor.
Guiñó un ojo.
—Buenos días a ti también.
Después de eso, nos detuvimos en el autoservicio para desayunar y
tomar café, como prometimos.
Me impresionó mucho.
E ir con Ian al volante definitivamente era mejor que tener que
manejar a la escuela esquivando el tráfico de la mañana.
En el primer periodo, estaba perfectamente alegre y de buen
humor. Probablemente era el café el que hablaba, pero se sentía como
el comienzo de un gran día.
Ni siquiera la expresión facial más molesta de Bethany podría
arruinarlo, por más que lo intentara entre clases.
Estaba bastante segura de haberla visto echar humo cuando Ian me
dio una nota frente a nuestros casilleros antes de nuestra última clase
del día.
Fue grandioso.
Cuando me senté y el profesor comenzó a devolver los deberes de
la semana pasada, la desdoblé.
La pequeña pero ordenada letra de Ian me devolvió la mirada.
Las rosas son rojas.
Las violetas son azules.
Eres muy linda.
Y me gustaría que lo supieras.
Jaja. Lo mejor que pude hacer. ¿Qué piensas? ;)
-Ian
Me reí a carcajadas, pero una mirada curiosa del profesor me hizo
poner la mano sobre mi boca y esconder la nota de Ian bajo mi
cuaderno.
Pero no antes de robar una última mirada al corazón deformado
que había dibujado al final del papel.
La nota entera parecía como si la hubiera escrito un niño de
segundo grado. Pero era la cosa más bonita que había recibido.
No importaba cuánto lo intentara, no pude dejar de sonreír como si
acabara de ganar un millón de dólares el resto del periodo.
Al final del entrenamiento de soccer, Ian y yo regresamos a su
auto. Nos despedimos de todos los demás, y una vez más, me abrió la
puerta del auto.
Él también entró.
—Esa nota que me enviaste —dije—. Es la cosa más cursi del
mundo.
Se detuvo, dejando que sus llaves colgaran del encendido.
—¿Te gustó?
Me reí.
—Claro —respondí. Pero entonces vi la forma en que su rostro se
iluminó—. Claro que sí. ¿Siempre has sido un romántico
empedernido?
Se encogió de hombros.
—Es lo que hace cualquier buen novio, ¿verdad? —Luego encendió
el auto y salimos de la escuela en silencio.
Ian probablemente tenía razón. Pequeñas cosas como esa. Era lo
que cualquier buen novio haría. Eso no significaba que la mayoría de
los novios hicieran esas pequeñas cosas. Enviar notas. Abrir las
puertas del auto. Llevarme a casa.
No era de extrañar que Ella, Tori y Harper estuvieran siempre tan
embobadas con sus novios. Se sentía como si la navidad hubiera
llegado antes de tiempo. O como si hubiese marcado el gol de la
victoria en el campeonato estatal.
Todo el tiempo.
Y esto ni siquiera era real.
No podía imaginar cómo sería la cosa real.
Enviarse mensajes de texto cursis y emojis de besos. Estar
prácticamente pegados el uno al otro.
Nunca me gustó la idea de tener un novio, al menos no lo
suficiente para renunciar a mi independencia total. Hacer lo que
quisiera cuando quisiera.
Pero tal vez no había conocido al chico correcto todavía.
Cuando decidiera tener un novio de verdad, decidí que tenía que
ser alguien como Ian.
Nueve
Ian se detuvo en mi estacionamiento, justo detrás del Toyota de mi
padre.
Papá llegó a casa temprano.
Agarré mi mochila y mi bolso de gimnasia, lista para agradecerle a
Ian por el viaje a casa.
Excepto que el rostro de Ian se había vuelto blanco. Miré hacia
donde había fijado su mirada, viendo a mi padre salir por la puerta
principal.
—No te preocupes —dije con una sonrisa—. Es solo mi padre.
Sus ojos se ensancharon más.
—Es exactamente por eso que estoy tratando de no enloquecer
aquí. Nunca he conocido a un... eh...
Estaba bastante segura de que entendía lo que iba a decir, así que
asentí.
—No te preocupes. No te morderá. —Abrí la puerta—. Creo —dije
cuidadosamente. Luego me reí para mis adentros.
Ian también salió.
—¿Estás segura? —murmuró.
Pero era demasiado tarde para responder.
Mi padre bajó rápidamente los escalones del porche, con la boca
ligeramente inclinada hacia abajo y sus ojos completamente serios.
—Hola, papá —saludé, pero los ojos de papá no estaban sobre mí.
Estaban en un Ian con los ojos muy abiertos, ligeramente temblorosos.
Para alguien que era unos buenos treinta o treinta y cinco
centímetros más alto que mi padre, Ian parecía nervioso. Contuve una
sonrisa.
Ian extendió su mano.
—Hola. Quiero decir, buenas tardes, señor. Mi nombre es Ian.
Ian me miró como si no estuviera seguro de qué hacer después.
Probablemente se preguntaba cuánto inglés sabía mi padre.
Me acerqué a ambos para que formáramos un extraño triángulo.
—Mija, ¿quién es este muchacho? —me preguntó papá en voz baja
en español, su mirada nunca abandonó a Ian.
—Papá, este es Ian. Está en el equipo de soccer universitario
masculino. Juega de arquero. Lo has visto —le expliqué en español.
Mi padre lo miró de cerca, mirándolo de arriba a abajo.
Ian me miró de nuevo.
Papá asintió lentamente, apenas. Luego gruñó.
—¿Él es…? —preguntó en voz baja.
Cómo responder a esa pregunta... nunca había pensado en lo que
le diría a mis padres. No era que no me permitieran tener un novio.
Supongo que solo esperaban que les avisara.
Ups.
Probablemente debería haber pensado mejor esto.
—Uh, sí, supongo —dije en español.
Sin comprender en absoluto lo que acababa de decir, Ian le dio a
mi padre una pequeña sonrisa, pero ahora mi padre parecía tan serio
como un ataque al corazón. Ian dio un paso atrás, la sonrisa
desapareció.
Lo saludé con la mano. Probablemente fuera mejor entrar ahora y
dar por terminada la noche.
—¿Nos vemos mañana? —le grité.
Saludó con la mano pero ya estaba abriendo la puerta de su auto.
Ian parecía que no podía irse lo suficientemente rápido. Hice una nota
mental para burlarme de él sin parar mañana.
Mi padre y yo entramos, y cerré la puerta principal detrás de mí.
Mi madre estaba parada en la ventana, mirando a través de las
persianas.
—Lena, ¿quién era ese? —preguntó, apenas apartando los ojos de
nuestro camino de entrada y el auto de Ian saliendo rápidamente.
—Ian —dije—. Es simpático. Y súper talentoso.
Se volvió hacia mí, con las manos en las caderas.
—¿Viniste a casa con él? Sabes que no tienes permitido viajar en
autos de chicos, Lena.
Pero ya estaba de camino a mi habitación.
—¿Qué hay para cenar? —grité desde las escaleras.
Mi madre probablemente nunca me dejaría escuchar el final de
esto, pero sabía que viajar en el auto de Ian definitivamente no era
gran cosa. No era como si estuviéramos besándonos ni nada.
En realidad, solo éramos amigos.
Nada más.
***
La pelota vino volando hacia mí, una sombra oscura contra la luz
del sol. El aire frío del otoño me mordía las mejillas.
Di un paso atrás para ponerme delante de la pelota pero no lo
suficientemente lejos. Abrí los brazos y me eché hacia atrás, la pelota
golpeó mi pecho y luego cayó a mis pies.
—Bien —gritó mi padre.
Regateé alrededor de los conos, yendo en zigzag y luego con los
pies golpeando la hierba debajo de mí.
Aproximadamente a unos seis metros del arco, mi pie se conectó
con la pelota y lo envió en un arco limpio hacia la red.
Entró justo debajo de la esquina izquierda.
Las esquinas eran mi punto ideal, y me encantaban porque eran
casi imposibles de alcanzar para el arquero contrario.
Lo que significaba que la pelota era casi imposible de bloquear.
Me detuve y miré a mi papá. Con sus manos detrás de la espalda,
asintió con aprobación.
—De nuevo —dijo.
Lo hice una y otra y otra vez, la pelota aterrizó dentro de la red
nueve de cada diez veces.
Luego hice ejercicios de control de la pelota. Y carreras.
Dos horas de práctica hasta que mis pulmones gritaron que me
detuviera y recuperara el aliento. Cuando mi padre levantó la mano,
supe que podía parar para tomar un descanso. Me desplomé sobre el
césped.
Hoy solo éramos mi padre y yo, como la mayoría de los sábados. A
menos que uno de nosotros estuviera enfermo o el clima fuera
demasiado duro, pasábamos las mañanas de los sábados aquí, desde
que yo podía recordar.
Estos entrenamientos con mi padre eran la razón de que hubiera
entrado en el equipo universitario femenino en segundo año y de que
pudiera mantener el ritmo de la mayoría de los chicos.
Esperaba que el arduo trabajo valiera la pena y pudiera conseguir
una beca para la universidad. ¿Quizás jugar algún día en el equipo
olímpico femenino de Estados Unidos?
Eso sería una locura.
Solo pensarlo me hacía sonreír hacia el sol.
Me puse de pie, agarré mi botella de agua y tomé un trago.
Papá se acercó.
—Sigue jugando así, y esas escuelas no tendrán más remedio que
pedirte que juegues para ellos —dijo.
Sonreí. Normalmente no me hacía ese tipo de cumplidos, así que
guardé sus palabras como una posesión preciada.
Con el pie en la pelota delante de mí, dije:
—El entrenador dice que habrá cazatalentos en nuestro gran
partido en un par de semanas. —Con el récord perfecto del equipo
hasta el momento, definitivamente estaban interesados en nuestros
mejores jugadores.
La pregunta era: ¿estarían interesados en mí?
Si podía seguir jugando como en los últimos dos partidos,
definitivamente tendría una oportunidad.
Pasara lo que pasara, no podía arruinar mis posibilidades.
Después de todo el arduo trabajo que había hecho, contaba con que
mi carrera en el soccer no terminara después del instituto.
***
Había pasado una semana y media desde que comenzó este reto, y
me preguntaba cuánto tiempo más iba a durar.
No era que no me estuviera divirtiendo, porque definitivamente sí.
Al parecer, había ventajas de tener un novio.
Grandes ventajas, como que me pasara a buscar para ir a la escuela
y me llevara a casa después del entrenamiento. Ian me compraba un
café o un desayuno algunas mañanas, si podía salir de la casa a
tiempo.
Pero lo que más me gustaba de ser su novia de mentira era tener el
monopolio de Ian.
No más mensajes de texto de Bethany o llamarlo antes de los
juegos, después de la práctica, y en cualquier momento que
pasáramos juntos.
De hecho, también podía hablar con Ian durante el día escolar.
Almorzábamos juntos, pero él sabía que era mi momento con las
#BFF. Sin embargo, cada vez que me besaba en la frente antes de irse,
me recordaba cómo podrían ser las cosas. Si seguíamos así.
O si al menos se quedaba soltero.
Era muy divertido pasar el rato con mi mejor amigo, que resultaba
ser muy agradable a la vista, todo el tiempo.
Ian me entendía. Me hacía reír. Me hacía sentir mejor justo antes de
un gran partido de soccer.
—Tú puedes con esto —me aseguraba antes de que saliera al
campo.
Todavía no habíamos perdido ni un solo partido, y sabía que no
era solo por practicar sin parar durante la semana y los fines de
semana en casa con mi padre.
Ian me ayudaba a mantener la cabeza enfocada.
No estaba segura de lo que haría cuando nuestro juego terminara,
y entonces otra chica inevitablemente viniera a quitármelo.
Por eso no esperaba que subiera de nivel nuestra relación falsa.
Por alguna razón, él siempre compartía estas ideas en la fila del
almuerzo.
Se mantuvo cerca, muy cerca, y me recordé a mí misma que era
para mantener la farsa.
—Sabes, estaba pensando —comenzó.
Sonreí.
—Oh oh —dije—. Ten cuidado. Podrías lastimarte.
Me dio un codazo juguetón, y me reí. Sus ojos se volvieron serios
otra vez.
—Estaba pensando... ¿Recuerdas el gran partido del viernes?
—Ajá —dije, preguntándome por qué la fila del almuerzo no se
movía. Tal vez se habían quedado sin papas fritas. Hoy era el día del
sándwich de pollo. No podían haberse quedado sin papas fritas ya.
Ian siguió hablando, sin darse cuenta del posible dilema.
—Bueno, estaba pensando que...
Deseaba que lo escupiera. Me volví hacia él, preguntándome qué
intentaba decir.
Mi estilo era simplemente arrancar la curita, pero claramente, Ian
no tenía el mismo enfoque.
—Tal vez —continuó lentamente, y asentí igual de despacio—. Tal
vez podríamos sentarnos juntos y…
—Ian —dije con una sonrisa—. Sabes que siempre nos sentamos
juntos.
Apartó la vista antes de que su mirada volviera a encontrarse con
la mía.
—Lo sé, pero tal vez esta vez, podríamos, ya sabes, sentarnos
juntos como pareja.
Fruncí el ceño, sin entender lo que decía.
—Hemos estado sentados juntos como pareja.
Se mordió el labio.
—Quiero decir, como… es un viaje de una hora y media. Pensé que
podríamos llevarnos los bocadillos favoritos del otro, tal vez puedas
tomar una siesta en mi hombro... —su voz se desvaneció entonces, y
pude ver que estaba evaluando cuidadosamente mi reacción.
Una sonrisa creció lentamente en mi rostro. Luego me reí, sin saber
exactamente por qué.
La esperanza en su rostro desapareció.
—Lo siento, lo sé. Es una tontería. Solo olvida que lo dije. —Metió
las manos en los bolsillos y prácticamente pude verlo tratando de
desaparecer.
Puse mi mano sobre su brazo.
—Ian, no creo que sea tonto. Me tomaste desprevenida.
Me miró.
—¿Estás segura?
—Sí —respondí—. Hagámoslo. —Me incliné cerca—. Somos una
pareja después de todo.
Él sonrió, y la fila finalmente comenzó a moverse.
—Será divertido —dijo—. Podemos hacer que todo sea cursi,
tomar algunas fotos.
Asentí.
—Sí —respondí, amando lo emocionado que estaba por esto. Sin
embargo, por alguna razón, mi estómago se revolvió. ¿Hacía calor
aquí o era solo yo?
Cuando conseguimos nuestras bandejas, busqué las papas fritas.
Ahí estaban. Ian me entregó el contenedor.
—Gracias —dije, sin apenas mirarlo a los ojos.
La verdad era que todo se había vuelto un poco aterrador.
¿Tomarnos de la mano y caminar juntos? ¿Decir cosas sensibleras en
público de vez en cuando? ¿Pasar más tiempo juntos? No me
importaba nada de eso. Era divertido. O a veces incluso gracioso.
¿Pero apoyar la cabeza en el hombro de Ian y quedarme dormida?
¿Dejar que nuestros cuerpos se tocasen? Eso era diez veces más
aterrador que nuestro beso de verdad o reto.
Definitivamente no me había apuntado a esto.
Y no estaba segura de cómo me sentía al respecto.
Las mariposas en mi estómago me ponían nerviosa, como si esta
relación falsa se estuviera volviendo demasiado real.
Lo que significaba que el riesgo era real.
La pregunta era: ¿podría manejarlo?
Diez
El viernes, los equipos universitarios femeninos y masculinos
fueron llamados al gimnasio justo después del almuerzo. Teníamos un
largo viaje en autobús antes de nuestro partido de esta noche.
Por lo general, no teníamos partidos muy lejos, pero cuando los
teníamos, siempre los esperaba ansiosa porque significaba que
podíamos faltar a clase.
En lugar de sentarme en un aula con otros veinticinco chicos
escuchando una aburrida conferencia, podía pasar el rato en un
autobús, escuchar música y hacer el tonto con Ian y todos los demás.
Mientras iba al gimnasio, mi celular vibró con un mensaje de texto.
Ella: ¡Buena suerte hoy! No te preocupes. Tomaré apuntes por ti.
Podemos revisarlos juntas este fin de semana :)
Contuve una sonrisa.
Oh, Ella.
Escribí un mensaje rápido antes de subir al autobús.
Lena: Oh, no estoy preocupada. Jajaja ¡Gracias! Te lo recibiré la semana
que viene. Pero no puedo estudiar este fin de semana. Hay mucho que hacer :)
Ella envió un emoji de expresión en blanco.
Tori: Déjame adivinar. ¿Patear una pelota,, mirar horas de televisión y
dormir hasta tarde?
Lena: ¿Cómo lo supiste? ;)
Ella, Harper y Rey comenzaron a hacer planes para mirar los sitios
web de las universidades mañana, así que comencé a navegar en las
redes sociales.
Mis maletas estaban en la parte delantera del autobús con las cosas
de todos los demás, pero ahora mismo mi asiento estaba vacío a
excepción de mí.
No pasó mucho tiempo antes de que Ian llegara. Me puse de pie y
lo dejé pasar. Le gustaba el asiento de la ventana para poder mirar
hacia afuera, mientras que a mí me gustaba ir de un asiento a otro
para poder hablar con el resto del equipo, por mucho que le molestara
al conductor del autobús.
Pero hoy sería diferente.
Un par de noches atrás, Ian me había enviado un mensaje de texto
para que pudiéramos hacer planes para hoy. Le dije que yo traería una
manta y algunos aperitivos. No me dijo lo que iba a traer él.
Solo me envió un emoji con un guiño, lo que me hizo preguntarme
qué estaba haciendo.
Ian era demasiado bueno en esto de los novios.
Y me asustaba un poco.
Ahora tenía mi manta de lana en mi regazo, perfecta para
protegerme del frío en el aire, pero no para hacer que dos amigos
siguieran siendo solo eso. Amigos.
Una cálida sonrisa iluminó el rostro de Ian a mi lado. Tenía una
pequeña bolsa con él, del tipo que las universidades y los negocios
regalan todo el tiempo.
Le cubrí las piernas con la mitad de mi manta, dándome cuenta de
que tenía que acercarme a él. Tal vez debería haber traído una manta
más grande.
Pero a él no pareció importarle.
Me pregunté qué habría dentro de la bolsa que estaba en su regazo.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Ya verás —respondió—. Cierra los ojos.
Lo miré.
—No estoy segura de confiar en ti.
Rio.
—Eres mi novia, ¿verdad? —dijo en voz alta. Entonces su voz se
volvió más baja—. ¿No confías en mí?
No éramos ajenos a gastarnos bromas pesadas entre nosotros.
Sobretodo yo a él, pero aun así.
Cerré los ojos de todos modos, preguntándome qué iba a hacer.
—Abre la boca —dijo.
Abrí la boca para quejarme, pero luego algo salado y cálido golpeó
mi lengua.
Reconociendo el sabor de inmediato, abrí los ojos y lo confirmé.
—¿Trajiste papas fritas? —pregunté incrédula—. ¿Cómo están
todavía calientes? —Agarré unas cuantas, luego me lo llevé todo.
Sonrió, claramente orgulloso de sí mismo.
—Salí corriendo y los agarré durante el almuerzo hace un
momento.
No era de extrañar que no lo hubiera visto.
—Qué astuto —dije, llenando mi boca con más papas fritas—. No
hagas esto en cada partido porque no marcaré goles por mucho más
tiempo si las como muy seguido.
Eché un vistazo a la parte delantera del autobús. El entrenador me
mataría si me viera comiendo basura antes de un gran partido. Pero
no podía dejar de comer las papas fritas.
Saboreándolas.
—Yum —dije—. Ganaste el premio al novio del año —le dije.
Le di las papas fritas para que las sostuviera y saqué algunos
gusanos ácidos de mi mochila. Sabía que eran sus favoritos. De hecho,
a mí también me gustaban.
—Para ti —dije.
Abrió la bolsa de inmediato, pero en vez de meterse uno en la
boca, lo levantó.
—¿Quieres uno? —preguntó, moviendo las cejas. Cada vez que lo
hacía, me hacía reír y hoy no era diferente.
Dejé que me alimentara, quitándole el gusano de goma de sus
dedos suavemente con mi boca.
—Ew —escuché detrás de mí. Era Katie—. No sé si son
completamente adorables o simplemente asquerosos. Tal vez las dos
—terminó.
Samantha se rio detrás de ella.
Chris se acercó por detrás y nos miró.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —Vio los bocadillos en
nuestros regazos—. Oh guau. Ustedes van a ser esa pareja de ancianos
que usa el mismo suéter y esas cosas y hacen todo juntos, ¿no? —
bromeó.
—Quizás —respondí, sonando a la defensiva, pero no realmente.
Le eché un vistazo a Ian y él tenía esa extraña expresión en su
rostro.
Finalmente, Samantha, Katie y Chris siguieron moviéndose y
encontraron sus propios asientos.
—Entonces, ¿qué más trajiste? —le pregunté a Ian.
Sacó una bolsa de besos de chocolate y un Gatorade rojo. Mi sabor
favorito.
—Tal vez deberíamos guardarlos para después del partido —dijo
tímidamente.
Me reí.
—Buena decisión. No voy a poder correr si me sigues alimentando.
Se rio, y el sonido llegó hasta mi estómago.
Ian sacó su celular y sus auriculares.
—Quizás en vez de eso podamos escuchar algo de música. Añadí
algunas canciones a la lista de reproducción. ¿Quieres escuchar?
Asentí, y se acercó de nuevo, nuestros hombros y piernas
tocándose.
El autobús cobró vida y todo el mundo se quedó en silencio.
Ian me dio un auricular y me lo puse en la oreja.
La primera canción era diferente. Su lista de reproducción contenía
música fuerte y alegre para ponernos de humor para jugar. Y ganar.
Esta era así. Excepto que también era una canción de amor.
Después de un rato, me acomodé en el hombro de Ian. Esta vez, sin
embargo, me rodeó con el brazo e ignoré lo fuerte que latía mi corazón
contra mi caja torácica.
Cuanto más nos sentábamos así, más bien se sentía, aunque mi
corazón no quisiera reconocerlo.
¿Y quedarse dormida sobre el hombro de Ian, con su cabeza
descansando sobre la mía?
No era tan aterrador como pensaba.
***
Con el Baile de Bienvenida a la vuelta de la esquina, era de lo
único que todos podían hablar últimamente.
Ella y Jesse iban juntos. Y, por supuesto, también Tori y Noah,
además de Harper y Emerson.
Técnicamente, Rey iba sola, sin importar cuánto insistiéramos en
que podríamos buscarle una cita.
Aunque, para ser justos, tenía razones para evitar que la
emparejara con alguien, después del incidente del año pasado...
Tenía la sensación de que ya tenía su corazón puesto otra persona,
de todos modos.
Pero estaba bien porque íbamos todos juntos como un grupo. Rey
y yo definitivamente podríamos pasar el rato. Técnicamente, si las
cosas seguían como estaban, estaría allí como la cita de Ian, pero al
final del día, sabía que solo éramos amigos. Así que no quería pasar
toda la noche pagada a él.
Quería tener un respiro después de todo lo que había sucedido en
las últimas semanas.
Nunca había esperado que las cosas salieran así, y quería
asegurarme de no cometer el error de creer que nada de esto era real.
Bethany también estaría allí, y me preguntaba si sería cuando Ian
realmente trataría de recuperarla. De hecho, mi dinero estaba en que
la recuperaría a tiempo para llevarla a ella al baile.
No a mí.
Aún no habíamos hablado del baile, así que sabía que no podía
asumir que iríamos juntos.
Lo que significaba que había una buena posibilidad de que
rompiera conmigo esta semana. Nuestra relación falsa tenía a todos
convencidos de que era real, pero sabía que el objetivo de esto era
recuperarla.
Si rompía conmigo en los próximos días, entonces sabría que aún
la amaba. O que finalmente estaba listo para seguir adelante.
Por muy loco como que hubiese sido este viaje, sería raro que
llegara a su fin, pero sabía que tenía que hacerlo.
Pero eso estaba bien porque todavía seríamos amigos.
No nos echaríamos una siesta en el autobús, ni nos daríamos de
comer gusanos de goma, ni compartiríamos una manta, pero yo
seguiría teniendo a Ian.
Y eso era lo que importaba.
Al menos eso era lo que me decía a mí misma.
Llegó la hora del almuerzo, pero Ian no estaba en nuestro lugar
habitual de reunión en mi casillero.
Normalmente se reunía conmigo aquí, pero hoy no estaba en
ningún lado. Ni en los pasillos ni en la fila del almuerzo cuando
llegué.
Podría haberle enviado un mensaje, pero me recordé a mí misma
que no era gran cosa.
Mi celular sonó y vi que era un mensaje.
Pero solo era Harper.
Harper: ¿Vienes? :)
Le envié un mensaje haciéndole saber que estaba en camino.
Mis pensamientos volvieron a Ian.
Tal vez ya estaba arreglando las cosas con Bethany. Se decía que
las cosas con su nuevo novio no iban tan bien como ella esperaba.
Escaneé la cafetería una vez más. Sin Ian. Y sin Bethany.
Usualmente ella ya estaba en la cafetería, aunque siempre fingía que
no existíamos.
Suspiré y tomé mi almuerzo. Encontré mi asiento en la mesa de las
#BFF.
—¿Dónde está Ian? —preguntó Tori. Parecía un poco extraña, pero
no podía entender por qué.
Me encogí de hombros.
—No estoy segura.
Harper y Ella intercambiaron miradas, y solté:
—¿Qué?
—Uh, nada —dijo Ella—. ¿Cómo va tu día hasta ahora?
Pero su pregunta hizo que pareciera que sabían algo que yo no.
Exhalé y miré a cada una de ellas por turnos.
—Si saben algo, simplemente pueden escupirlo. Puedo manejar…
Justo cuando me preguntaba si podría manejar a Ian de alguna
manera dejándome, escuché una fuerte conmoción detrás de mí.
Me di vuelta para encontrar a Ian prácticamente dirigiendo un
desfile de chicos hacia mí.
Tenía un gran cartel en la mano, pero todo lo que podía ver era la
parte de atrás. Tenía que ser la parte de atrás porque no tenía nada.
¿Qué estaba pasando? Fuera lo que fuera, tenía a Chris
entusiasmado, saltando y gritando. Varios de los muchachos
empujaron a Ian hacia nuestra mesa.
Sonrió tímidamente, pero apenas me miró.
Volví a mirar a las chicas, y todas tenían expresiones conocedoras
en sus rostros.
Harper parecía que no podía agrandar más su sonrisa.
Me volví hacia Ian, que ahora estaba a pocos metros de distancia.
Chris sacó un micrófono de la nada y lo encendió antes de ponerlo
delante de Ian.
Varias personas ya tenían sus teléfonos grabando, y sacudí la
cabeza. Esto no podía estar pasando.
Pero me mordí el labio para evitar que mi sonrisa se extendiera.
Ian dio la vuelta a su cartel y habló, su voz tembló un poco antes
de ganar confianza con cada palabra. Miré el cartel, escuchando las
mismas palabras que obviamente había dibujado y coloreado
cuidadosamente.
Una pelota de soccer ocupaba el lugar de cada una de las O en su
pregunta.
Mis ojos volvieron a él.
Apenas contenía su sonrisa.
—Lena, espero no ser demasiado atrevido, pero ¿puedo conseguir
una cita para el Baile de Bienvenida contigo?
Once
¿Esto estaba pasando?
¿Era real o estaba soñando?
La cafetería entera esperaba con el alma en un hilo que yo
respondiera, pero solo tenía ojos para Ian.
Mi cerebro trataba de descifrar lo que esto significaba, pero me di
cuenta de que no podía pensar sobre eso ahora. Ian necesitaba una
respuesta.
Me puse de pie y asentí.
—Sí, iré al Baile de Bienvenida contigo.
La cafetería explotó en porras y aplausos.
Chris saltó un metro en el aire y me pregunté por un segundo por
qué nunca había intentado jugar básquet.
Ian le entregó su póster a uno de los chicos y luego vino a darme
un abrazo.
Yo también envolví mis brazos alrededor de él. Podría jurar que se
sentía como un campeonato. La adrenalina, los vítores y gritos.
Excepto que esto se sentía incluso mejor.
Me reí mientras nos separábamos. Ian permaneció cerca. Lo miré
cuidadosamente.
—No puedo creer que hayas hecho esto. Eres el novio más cursi…
y dulce de todos los tiempos.
Ian bajó la mirada y volvió a mirarme.
—Pensé que te gustaría. Y estoy un poco aliviado de que dijeras
que sí. De otra forma, eso habría sido bastante vergonzoso.
Sonreí.
—¿Cómo puedo no decir que sí? —Especialmente cuando se
trataba de Ian —. Te dije antes que iría contigo.
Pero por alguna razón, esto —lo que había pasado hoy —se sentía
diferente.
Luego, sin pensar demasiado en eso, lo besé.
En frente de todos.
No pude soportarlo más.
Mis labios rozaron los suyos, y se sintió como respirar oxígeno rico
después de una larga carrera. Me trajo de vuelta a la vida.
Me alejé, solo para escuchar más gritos y vítores.
Busqué una reacción en el rostro de Ian. Ignoré todo eso y me
enfoqué en él. Pero ya no me estaba mirando.
—Okey, okey, vuelvan a sus asientos —dijo el Sr. Nguyen. Rompió
el círculo de chicos, y todos finalmente volvieron a sus mesas, todavía
emocionados—. Debería haber sido médico —murmuró volviendo a
su escritorio.
Ian dijo:
—¿Te veo en la práctica?
Asentí y esperé ese beso en la frente que se había convertido en
nuestra norma. Pero no llegó. En cambio, él siguió a Chris y al resto de
los chicos de vuelta a sus mesas sin volver a mirarme.
Tomé asiento, de repente, dudando de todo lo que acababa de
suceder.
Ella, Harper, Rey, y Tori me felicitaron e inmediatamente
empezaron a hablar sobre cómo era la cosa más tierna que habían
visto, pero lo único que podía hacer era asentir y darles la mejor
sonrisa que podía mostrar.
Había besado a Ian de verdad.
¿Pero fue lo correcto?
***
Ian me tocó gentilmente el codo antes de que entrara a los
vestuarios de chicas.
—Hola —dijo en voz baja.
La práctica había sido intensa, y todos estaban ansiosos por irse,
incluyéndome a mí.
Especialmente teniendo en cuenta que Ian apenas me había mirado
en todo el día.
Ahora estaba frente a mí, su mandíbula apretada y sus manos
apretando sus guantes de arquero mientras miraba a todos lados
menos a mí.
—¿Qué sucede? —pregunté, dándome cuenta de que me sentía
nerviosa.
Tenía sentido. Lo había besado, tal vez de verdad, en frente de
todos.
En lugar de patear una pelota, solo quería patearme a mí misma.
Ian soltó un suspiro lentamente, como si se preguntara cómo decir
lo que tenía que decir.
—Lena, yo, uh… lo que pasó antes —intentó decir, todavía
mirando sus zapatos.
Quería decir tantas cosas, preguntarle si había sido un error.
Pedirle perdón. Decirle que no me arrepentía. Pero me mordí el labio
y lo dejé terminar.
Tenía que saber lo que Ian pensaba primero.
Me miró la mitad de un segundo.
—No creo que debemos besarnos en la boca —dijo finalmente.
Oh.
Sentí mi estómago caer y de repente me sentí tan estúpida, la idiota
más grande del mundo.
Abrí la boca para encontrar algo que decir, alguna combinación de
palabras que hicieran que se fuera todo, que hicieran que la sensación
de nauseas desapareciera, pero Ian me había dado una golpiza.
Se pasó la mano por el pelo.
—No eres tú. Es solo que… ambos sabemos que esto… no es real.
Solo así, algo dentro de mí se quebró, pero de alguna manera me
mantuve concentrada en Ian.
—Correcto —pronuncié.
—No quiero aprovecharme de ti, Lena. Eres especial. A quien
decidas besar, debería significar algo. Aceptaste hacer esto por mí,
para hacerles creer a todos que eres mi novia, pero no puedo pedirte
que hagas eso también. Ya estoy pidiendo demasiado. ¿Esos besos,
Lena? Guárdalos para alguien especial, ¿está bien? No para mí.
Entonces cerró la boca, como si hubiese dicho demasiado.
Lo miré, estudiándolo, la forma en que su boca se ponía
ligeramente hacia abajo y la forma en que sus cejas gruesas cubrían
sus fríos ojos azules. Tragué y dije:
—Creo que tienes razón. Supongo que solo quise seguir la
corriente. Supongo que me dejé llevar. —Odiaba la forma en que mi
voz sonó. Diminuta e insegura.
Lo odiaba porque reflejaba cómo me sentía por dentro.
Me arrepentí de haber besado a Ian una segunda vez. De haber
dejado que un impulso me ganara, pero no volvería a pasar.
Tal vez por un momento, había olvidado que todo esto era falso.
Un espectáculo para Bethany. Pero eso era todo.
Un par de chicos salieron de los vestuarios de chicos, congelados
cuando nos vieron, y fingieron que no nos veían. Siguieron
caminando.
Ian los saludó con la mano y se volvió hacia mí.
—Así que, uh, ¿te veré mañana en el partido? —preguntó.
Asentí.
—Sí. Te veré allí.
Luego me metí las manos en el bolsillo de mi sudadera y me dirigí
hacia los vestuarios, deseando por primera vez poder deshacer un
beso.
***
Al día siguiente, el entrenador se acercó a mí después del partido.
Un partido en el que no había dado lo mejor de mí.
Katie y Samantha me vieron y rápidamente fingí que no las vi, que
estaba buscando a alguien más.
—¿Lena? ¿Me escuchaste? —preguntó el entrenador.
Asentí, pero entonces me di cuenta de que estaba esperando una
respuesta. ¿Qué había dicho?
—Dije, ¿estás bien? —trató de nuevo. Era mayor, como mi papá.
Excepto que él no tenía ningún problema con gritar durante todo el
partido.
Hubieron un montón de gritos está noche, especialmente cuando
yo había errado un gol fácil.
Solo de pensarlo me hacía querer patear algo.
—Estoy bien —dije—. Solo que no me siento al cien por ciento. —
Tosí entonces, esperando que lo olvidara.
Suspiró, palmeando mi hombro, y dijo:
—Está bien, entonces. Descansa un poco. Espero que no vayas a
enfermarte de gripe.
Negué con la cabeza.
—Solo es un dolor de cabeza.
Tal vez lo había convencido finalmente porque el entrenador se
fue, con su portapapeles en mano.
¿Cómo me había olvidado de ese objetivo?
El equipo contrario había perdido la mitad de los partidos de la
temporada, y apenas las habíamos vencido. No gracias a mí.
Solo estaba feliz de que papá no hubiera podido venir. Ver la
decepción en su rostro lo habría hecho peor.
Cuando llegué a los vestuarios, el resto del equipo hablaba sobre
alguna fiesta, y obviamente bajaron la voz. No dije nada, solo me
cambié para poder salir de ahí.
Sabían que algo estaba mal conmigo, pero no quería quedarme y
hablar de eso.
Cuando llegué a mi auto, mi celular vibró con un mensaje. Era de
Ian. Esta era la primera vez que hablábamos desde la conversación de
ayer fuera de los vestuarios.
Ian: Hola
Iba a amar los textos de una palabra.
Lena: Hola
Esos tres pequeños puntos aparecieron por lo que una eternidad.
¿Estaba escribiendo su historia o algo? ¿Tecleando dos palabras?
Tamborileé con mis dedos en la guantera a mi lado, lista para ir a
casa. Pero tenía que ver el mensaje de Ian primero.
Finalmente, llegó.
Ian: ¿Quieres ir a la fiesta de Chris?
Observé el parabrisas, preguntándome cómo me sentía al respecto.
No estaba segura de querer estar alrededor de Ian ahora mismo.
Comencé a teclear, dejándole saber que estaba cansada y que solo
quería ir a la cama.
Pero antes de que pudiera terminar, llegó otro mensaje.
Ian: Escucha, perdón por lo de ayer. No fue tu culpa. Todo fue mi idea. Es
solo que no quiero perderte. Sabes que eres mi mejor amiga. Y pensé que sería
divertido ir al Baile de Bienvenida juntos, pero no tiene que ser la gran cosa si
no es lo que quieres.
Leí su mensaje una y otra vez. Cada vez ablandaba el exterior de
mi corazón hasta que se desmoronó, dejando solo el gran punto débil
que tenía por Ian. Aunque leer que era su mejor amiga me hiciera
sentir a la vez increíble y un poco... algo.
Lena: Bien… eres mi mejor amigo. Ya sabes, además de las chicas. ¿Pasas
por mí en una hora?
Encendí el auto, temblando por el aire frío, pero cálida por el
mensaje de Ian.
Mi teléfono vibró de nuevo, y lo vi enseguida.
Ian: Claro ;)
Doce
La fiesta de Chris no era como la última de sus fiestas, con solo los
equipos de soccer y alguna otra gente.
Aparentemente, había ido por todo, y había invitado a
prácticamente todos en nuestra escuela.
Apenas Ian y yo entramos, me pregunté si deberíamos quedarnos.
Generalmente, estaba dispuesta a pasar un buen rato, pero no si
significaba hacer algo estúpido como beber.
No, gracias.
Un par de chicos pasaron a nuestro lado, cada uno cargando un
vaso rojo.
—Quizás deberíamos ir a hacer otra cosa. A los bolos o algo así —
intenté. Me giré hacia Ian.
Él me dio una sonrisa fácil.
—Nos quedemos por unos minutos. Si hay algún problema, nos
vamos. Lo prometo. Además, después de la golpiza que me dieron
esta noche, preferiría quedarme tirado en un sofá escuchando música
que tirando una bola de cinco kilos a un montón de pinos —dijo—.
Estoy agotado.
Observé los círculos oscuros debajo de sus ojos. La verdad era que
lucía bastante cansado. Y los chicos habían tenido un partido bastante
difícil. Perdieron por dos, incluso después de que Ian detuviera varios
tiros a su arco.
—De acuerdo —contesté.
Estaba empezando a arrepentirme de no haber decidido pasar el
rato solo con las #BFF. Tori y Harper vendrían en auto de la casa de
Ella para unirse a mí en esta fiesta, aunque ahora estaba ansiando
tiempo de chicas con ellas. Definitivamente era mejor que la extraña
tensión entre Ian y yo.
Y estar alrededor de chicos tontos haciendo cosas tontas. Chris y
los otros chicos generalmente estaban bien, pero reconocí a algunos de
los chicos de nuestra clase. Chicos que tendían a meterse en peleas o ir
demasiado lejos con sus bromas.
A traer cosas que no deberían.
Ian me sacó de mis pensamientos y me trajo de vuelta a la realidad.
—¿Quieres algo para tomar?
—Claro —dije y lo observé alejarse caminando lentamente.
Me dirigí a donde no estuviese lleno de gente. Esta noche no estaba
de humor para tontear y reír. No después del partido mediocre que
había jugado y del estado de Ian y yo.
Encontré una puerta corrediza negra que llevaba a un porche
trasero. Estaba tranquilo aquí afuera, y por una vez, disfruté del
silencio. Solo un ruido apagado de la música alcanzaba a mis oídos,
distante.
Inclinándome contra el porche, exhalé y cerré los ojos. Estaba frío,
pero solo apreté más mi chaqueta de jean a mi alrededor.
Escuché la puerta corrediza abrirse detrás de mí, y me giré,
esperando encontrar a Ian.
Pero no era Ian.
Era Bethany.
Me giré de vuelta por un segundo, rodando los ojos. Esto no podía
estar pasando.
Si hubiera sabido que Bethany estaría en esta fiesta, de ninguna
manera habría aceptado venir con Ian.
Espera, ¿él lo había sabido?
Traté de encontrarle el sentido a mis pensamientos revueltos, pero
Bethany se me acercó.
Curvó los labios en una sonrisa tensa.
—Lena, no creí que te vería aquí esta noche.
El cabello rubio de Bethany le llegaba debajo de los hombros. Su
rostro estaba embadurnado de maquillaje.
—Hola, Bethany —fue todo lo que me arreglé para decir entre
dientes. Encontré su mirada sin rodeos.
Era como si ella sintiera lo tensa que yo estaba porque pareció
relajarse.
Esperando quitarle esa expresión presumida de la cara, hice mi voz
ligera y alta y dije:
—¿Cómo van las cosas con el nuevo novio?
Su sonrisa tambaleó entonces, aunque solo por un segundo.
—Mejor, estoy segura, que Ian y tú. Al menos eso es lo que él me
dice.
¿Qué?
Pero antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, continuó
hablando, dando un paso más cerca. Me mantuve firme mientras
hablaba.
—Siempre supe que había algo entre ustedes dos. Me alegraré
cuando esto termine. —Giró un dedo en un pequeño círculo, su otra
mano en su cintura—. No hay manera de que Ian quiera tener algo
que ver contigo cuando te haya sacado de su sistema.
La sangre subió a mis orejas. Mi pecho subía y bajaba.
—Como si él fuese a volver a ti. Estoy segura de que te encantaría
eso, pero no va a suceder.
Bethany se rio.
—Supongo que ya veremos, ¿no? —dijo.
Me sentía como si fuera a vomitar. Parte de mí decía que Bethany
hablaba por hablar, solo tratando de molestarme. Pero otra parte de
mí se preguntaba si tendría razón, especialmente después de su
comentario acerca de lo que Ian supuestamente le había dicho.
La puerta corrediza se abrió de nuevo, y ya no estaba segura de a
quién esperar.
Pero era Tori, seguida de Harper.
Vinieron directo a mí. Tori miró a Bethany, su rostro serio.
—¿Todo bien?
Bethany se rio de nuevo.
—Justo me estaba yendo. Lena y yo teníamos que ponernos al día.
Harper puso su mano en la mía.
Tori dio un gran paso hacia Bethany, quien dio un paso atrás.
—Sí, creo que tienes razón. Ya te estás yendo.
***
Mi teléfono vibró.
Ian: ¿Dónde estás?
Lena: Afuera.
Ian no tardó mucho en encontrarme. Tuvo suerte de que no me
hubiese ido sin una palabra.
Solo quería salir de aquí. Estar con mis amigas, más que nada.
Dejar que este día terminara.
Ian caminó hacia mí. Tori y Harper estaban inclinadas contra el
auto de Tori a varios metros de distancia.
—¿Qué está pasando? —preguntó—. ¿Estás bien?
Resoplé.
—¿Si estoy bien? ¿A dónde fuiste? ¡Ir a buscar algo para tomar no
toma veinte minutos!
Parpadeó hacia mí.
—Lo siento, Lena. No quise demorarme —comenzó—. Algunos de
los chicos me agarraron, literalmente me alzaron y me agarraron, y no
me dejaron ir hasta que jugara su estúpido juego.
Su rostro, su voz, me decían que estaba diciendo la verdad, pero yo
seguía echando humo.
—¿Qué pasó? —preguntó, acercándose—. ¿Estás bien?
Me mordí el labio y luego alcé la mirada hacia él.
—Bethany pasó.
Ian se congeló, no dijo nada.
—Me dijo que ustedes siguen hablando. ¿Es cierto? —dije,
entrecerrando los ojos.
Ian alejó la mirada. Ahí fue cuando lo supe.
—Solo un par de veces —dijo, su voz apenas audible.
No podía creerlo.
—Tienes que estar de broma —dije, riéndome por algún extraño
motivo—. Estoy fingiendo ser tu novia, y todo este tiempo, has estado
hablando con ella. —Comencé a alejarme, pero luego me di vuelta y lo
miré de nuevo. Sacudí la cabeza.
Él trató de acercarse, pero alcé la mano.
—No.
—Lena —rogó—. Te prometo que nada está pasando. No haría eso.
No puedes creer que haría eso, ¿o sí?
Encontré su mirada, y él esperó una respuesta.
Me fui sin otra palabra, metiéndome al auto de Tori y deseando
nunca haber venido a esta fiesta.
Nunca haber aceptado este estúpido reto.
***
Para empeorar las cosas, llovió todo el sábado.
No una llovizna, donde podías ponerte una chaqueta gruesa y salir
afuera a patear la pelota sin mojarte mucho.
No, era el tipo de lluvia que te empapaba en unos minutos.
Las gotas de agua golpeaban el cristal de mi ventana, y yo suspiré.
Ni siquiera podía patear la pelota por el patio hoy para alejar mi
mente de Ian y de la fiesta de anoche.
Era una tortura.
Quizás las #BFF y yo pudiéramos pasar el rato, ver una película, o
algo.
Quizás incluso ir al centro comercial juntas.
Sería mejor que quedarse todo el día en casa, eso seguro.
Agarré mi teléfono para enviarles un mensaje, pero entonces vi un
mensaje de Ian.
Sacudí la cabeza e inhalé por la nariz.
No estaba lista para hablar con él.
Pero sus palabras estaban justo ahí.
Ian: Oye, perdón por lo de anoche. Y por lo que sea que Bethany te haya
dicho. ¿Podemos hablarlo, por favor?
Luego otro mensaje.
Ian: No puedo soportar que estés enojada conmigo. Déjame arreglar esto.
Ugh. ¿Cómo unas pocas palabras acomodadas así podían
derretirme por completo?
Gemí en voz alta y caí de espaldas en mi cama.
¿Qué era lo que él me hacía? No era justo.
Abriendo su mensaje, escribí un mensaje, pensando
cuidadosamente lo que quería decir.
Pensando porque no me gustaba lo que había pasado ayer. No me
gustaba el dolor, lo herida que había sentido durante la discusión con
Ian. Ni escuchar a Bethany y el tono engreído de su voz.
Había un motivo por el que solo besaba a chicos por diversión. No
podía manejar el drama. Incluso el dolor físico lo podía manejar, un
tobillo esguinzado, un moretón feo en mi muslo. Pero no esto.
Me gustaba que las cosas se mantuvieran divertidas. Fáciles.
Lena: Te escucho.
Aparecieron tres puntos en la pantalla, y me pregunté cómo Ian iba
a arreglar esto. La verdad era que no me gustaba estar enojada con él,
pero también quería que terminara. Y que no sucediera de nuevo.
Quizás era hora de que este reto terminara de una vez por todas.
Luego podríamos volver a lo que teníamos antes. Una increíble
amistad. Ninguna de estas complicaciones.
Por mucho que fuese a extrañar las cosas lindas y cursis de novios.
Ian: Creo que mientras más pasa el tiempo, más me doy cuenta de que
quizás Bethany no es la persona correcta para mí.
Leí ese mensaje de nuevo, preguntándome a qué se refería.
¿Que estaba superándola? ¿Que tenía sentimientos por alguien
más?
Gah. ¿No podría haber sido más específico?
Tipeé otro mensaje.
Lena: ¿Cómo?
Ina: ¿Te paso a buscar esta noche? ¿A las 7?
Oh Dios.
¿Por qué tenía que pasar a buscarme?
¿Esto iría solo a empeorarlo todo?
Parte de mí quería acabar con esto ahora mismo.
Pero no podía decirlo.
Así que, en cambio, dije…
Lena: De acuerdo.
Trece
Unos minutos después, caminé hacia el lavadero para buscar entre
la ropa mis vaqueros favoritos. Irían a la perfección con mi nueva
blusa de un solo hombro.
Vi a mi papá viendo televisión en el sofá, dándome cuenta de que
era un buen momento para preguntarles si podía pasar el rato con Ian.
Por el sonido de ollas y sartenes en la cocina, mi mamá también
estaba cerca. Y sonaba como si estuviera preparándose para hacer la
cena.
Ella se acercó.
—Lena, oh, bien. Me vendría bien un poco de ayuda aquí.
Le di mi mejor sonrisa.
—De hecho, estaba preguntándome si podía salir esta noche. —Me
giré hacia mi papá. Él tenía la decisión final aquí.
Sus ojos dejaron el televisor y encontraron los míos.
—¿A dónde y con quién2? —preguntó con voz ronca.
Quizás no había pensado bien en esto. Podría solamente haber
mentido y dicho que quería pasar el rato y cenar con el equipo de
soccer o con mis amigas, pero también odiaba mentirle a mi papá.
—¿Con Ian? Solo a comer. En un lugar público. Lo prometo.
Me balanceé de atrás a adelante, esperando una respuesta.
Mi papá se puso de pie, y me pregunté por qué tuvo la necesidad
de acercarse. Mi mamá tenía las manos en la cadera, su expresión un
poco inquieta.
De repente, me preocupé.
Papá sonaba más serio que nunca, lo que era decir algo.
—Cuéntame de este muchacho —dijo—. ¿Es tu novio, entonces?
Mantuve las manos detrás de mi espalda.
—Um, sí —dije, dándome cuenta de que debería decirlo como una
afirmación, no como una pregunta—. Es mi novio.
Mi papá gruñó de nuevo, sentándose en la mesa de la cocina.
—¿Y quién este muchacho, Lena? No sabemos nada de él.
Necesitamos conocerlo.
—Mamá —gemí—. Es un buen chico. En serio. Y no necesitan
conocerlo.
Amaba a mis padres, pero a veces no entendían que Estados
Unidos no era como México. Los novios no se presentaban hasta
mucho después de la primera cita.
No ayudaba que no fuera realmente mi novio. Ian era solo un
amigo. Había una gran diferencia entre esas dos cosas.
—Yo digo que sí —repitió.
Mi papá gruñó, estando de acuerdo.
—Le dices que pase. —Le subió el volumen al televisor.
Así que quedó arreglado. Ian tendría que entrar y oficialmente
conocer a mis padres.
Si solo supiese en lo que se había metido.
***
A las siete en punto, sonó el timbre.
Corrí a la puerta principal y la abrí.
Ian estaba parado ahí con lo que lucía como una pequeña caja de
chocolates en las manos. Sus ojos bajaron, asimilando mi increíble
conjunto por un nanosegundo antes de recuperarse.
Sonreí.
—Bueno, hola.
Ian no lucía nada mal tampoco. Se había arreglado bien. Me
preocupaba haberme vestido demasiado bien para lo que sea que
fuese esto, pero Ian llevaba una camisa de vestir azul marino y unos
caquis que le quedaba genial y lucían como si estuviesen hechos para
sus hombros fuertes, su torso delgado, y sus piernas largas pero
musculosas.
Se aclaró la garganta, y recordé volver a mirarlo a la cara. Él sonrió,
excepto que lucía como una mueca.
—Uh, hola. Luces genial. Quiero decir, uh, ¿puedo pasar? —dijo.
Riéndome por lo bajo, di un paso al lado.
—Tú tampoco luces nada mal.
Exhaló.
—No creí que pedirte que salieras conmigo a cenar significara
hablar con tus padres —dijo en voz baja.
—No estás arrepintiéndote de la decisión de llevarme a salir, ¿o sí?
—bromeé.
—Para nada —dijo. Por algún motivo, esas dos palabras hicieron
que mi estómago se pusiera a hacer todo tipo de acrobacias dentro de
mí.
Mientras tanto, Ian parecía nervioso. De hecho, nunca lo había
visto así de nervioso, no antes ni durante ningún partido de soccer.
—Seguro. Mis padres ya están esperando.
Lo guie al sofá. Mis padres estaban sentados frente a nosotros en el
sofá de dos plazas. Ian inmediatamente los saludó y estrechó la mano
de mi papá, luego la de mi mamá, entregándole los chocolates.
Mi papá murmuró una respuesta. Mi mamá le dio su mejor inglés.
¿Era yo, o lucía un poco sonrojada? Probablemente eran los
chocolates.
Ian se sentó, y comenzó el interrogatorio.
Mis ojos viajaban entre Ian y mi papá.
Ian lucía un poco sudado, pero mantuvo la compostura, con una
sonrisa ansiosa pero genuina todo el tiempo.
Mi mamá le preguntó sobre sus padres (Lisa y Jared), de qué
trabajaban (contador y enfermera), de dónde era (Georgia, pero sus
tatarabuelos habían inmigrado de Alemania) y acerca de una docena
más de cosas.
Finalmente, yo interrumpí.
—Papá, tenemos que irnos o todos los lugares para cenar van a
cerrar.
Papá asintió y se puso de pie. Ian hizo lo mismo, y mi mamá y yo
hicimos lo propio. Él extendió la mano, e Ian la tomó.
—Tráela de vuelta a las diez y media.
Eso fue todo lo que dijo, pero era como si estuviera comunicando
mucho más.
Trae a mi hija de vuelta a las diez y media.
No le hagas daño.
Tengo los ojos puestos en ti.
No estoy seguro de confiar en ti.
Ian lo miró directo a los ojos.
—Sí, señor.
Diez minutos después, estábamos en la carretera en el auto de Ian.
Miré a Ian. Su concentración estaba en la carretera. O quizás
todavía estaba recuperándose del trauma que acaba de experimentar.
—¿Estás bien? Perdón por todo eso. Mis padres son muy
anticuados. De donde venimos, solo pedirle a una chica que salga
contigo es prácticamente proponerle matrimonio.
Tosió, escupiendo y golpeándose el pecho. En dos segundos, el
auto terminó en la banquina. Ian lo detuvo.
—Vaya —dije, aferrándome a la puerta. Ian jadeó en busca de aire,
y por algún motivo, empecé a reírme—. Lo siento mucho. ¿Estás bien?
Pero él también se estaba riendo.
—Sí, sí. Estoy bien. Solo… eso fue intenso en tu casa. No estaba
seguro de que fuera a salir con vida.
Nos reímos por un minuto entero antes de que Ian volviera a la
carretera.
Sonreí, agradeciendo que estuviera más relajado.
—¿Así que a dónde vamos?
Nos detuvimos en un semáforo en rojo, e Ian encontró mi mirada.
—Sé que técnicamente solo somos amigos, pero entonces pensé…
¿por qué no salir en nuestra primera cita?
Catorce
Nunca antes había tenido una cita, real o falsa.
De repente, sentí que mi vida se había convertido en una de esas
películas románticas, en las que los chicos son completamente irreales
y las chicas tienen el maquillaje y el cabello siempre perfectos. Incluso
cuando se despiertan.
Cuando Ian me llevó a un buen restaurante, abriéndome la puerta,
quedé literalmente boquiabierta.
Definitivamente este no era un lugar donde se pedía una
hamburguesa y papas fritas. Las bebidas venían en vasos de lujo, no
en vasos de polietileno obscenamente grandes con unas pajitas.
Podría haberme pellizcado. Nunca había estado en un lugar como
este. Pero tampoco me atrevía a ver si esto era real o un sueño. ¿Y si
todo desapareciera?
Ian me acomodó mi silla y luego se sentó al otro lado de la mesa.
Mis ojos escudriñaron la vajillaa, los múltiples tenedores y
cucharas.
—Bien, ¿dónde aprendiste a acomodar la silla de una chica, y estás
seguro de que deberíamos estar aquí?
Este lugar gritaba una ensalada de 20 dólares, y no quería que Ian
se arruinara tratando de compensarme.
Agarró su servilleta, la desdobló y la puso en su regazo.
Yo hice lo mismo, esperando no parecer una completa farsa. Mi
familia definitivamente no iba a los tipos de restaurantes con
servilletas de tela.
Él sonrió.
—Mi familia viene aquí un par de veces al año en ocasiones
especiales. A veces mi padre trae a mi madre en sus noches de cita. Es
su favorito.
Me imaginé a un pequeño Ian de cinco años a quien le estuviesen
enseñando a poner una servilleta en su regazo y qué tenedor usar.
Definitivamente no era algo que a mí me hubieran enseñado.
Para mi familia, incluso una ocasión especial significaba ir al local
de tacos, donde te sentabas en una mesa de comedor con cabinas
ligeramente desgastadas. Pero todo eso no importaba porque la salsa
casera y el agua de horchata estaban para morirse. Y podíamos hablar y
reírnos tan fuerte como quisiéramos.
Dorothy, ya no estábamos en Kansas.
Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que era la única persona
que llevaba jeans.
—Um, Ian. ¿estás seguro de que esto es una buena idea? Quiero
decir, podemos ir a otro lugar.
La voz de Ian era baja y tranquila.
—¿No te gusta? —preguntó.
Hice una mueca, no estaba segura de cómo explicar lo que quería
decir.
—Supongo que no quiero que te arruines comprándome la cena. —
Lo intenté—. No esperaba ir a un lugar súper elegante.
Se rio.
—No te preocupes. No solo hice pesas de banco durante el verano.
También hice algunos trabajos de jardinería para algunas personas.
También podría gastar algo de eso en alguien. Y en cuanto a que este
lugar sea elegante, es cierto. Pero su comida también es bastante
asombrosa. Mucho mejor que una hamburguesa con papas fritas.
Eso me hizo sonreír.
—Bien, entonces. —Recogí el menú a mi lado—. ¿Qué debo
probar?
Incluso con la vajilla elegante y el camarero elegante, la cena fue
genial. El filete prácticamente se derretía en mi boca.
Más que eso, se sentía especial. Y el postre que compartimos
después, una gruesa rebanada de tarta de queso y fresa, completó
perfectamente toda la experiencia.
Me preguntaba si Ian había traído alguna vez a Bethany aquí. O si
yo era la única chica que había traído a un lugar tan especial. Si era
así, ¿qué significaba eso? ¿Estaba siendo amable? ¿Tratando de
compensarme?
Quería hacerle todas las preguntas calientes en ese momento, pero
tampoco quería estropear la noche con la mención de Bethany o lo que
había pasado entre nosotras.
Después de la cena, aún teníamos tiempo antes de que volviera a
casa, pero no lo suficiente para ir a ver una película.
Así que Ian se detuvo en nuestro parque local. Ya estaba oscuro,
así que no podíamos dar un paseo.
Me pregunté si quería sentarse en uno de los bancos por unos
minutos, ver el zumbido del centro de la ciudad no muy lejos. Por
suerte, hacía solo un poco de frío. Pero hacía más calor que en la
práctica toda la semana.
Ian me llevó al banco, y mientras nos sentábamos, no pude evitar
temblar un poco.
Se encogió en su chaqueta.
—Aquí —dijo.
Estaba segura de que fue algo sin sentido para él, pero me dejó sin
palabras.
—Gracias —me las arreglé para decir.
Su pierna tocó la mía y me pregunté si él también lo notó.
Pero parecía demasiado concentrado en el cielo.
Miré hacia arriba con él.
—¿Qué pasa? —pregunté.
¿Siempre había tenido la mandíbula tan perfectamente cincelada o
había habido algo en la tarta de queso?
¿Y por qué olía tan bien? Había notado su colonia un poco antes,
pero ahora, estando tan cerca de él, era imposible no verla.
Ian se giró hacia mí, nuestras caras tan cerca como cuando nos
sentábamos juntos en el autobús a veces, escuchando música juntos.
Pero por alguna razón, este momento se sentía diferente.
¿Era solo yo?
—Cuando era chico, hacer esto siempre era una de mis cosas
favoritas. Supongo que todavía lo es —dijo, mirando a las estrellas.
—¿Sí? —pregunté con una sonrisa.
Sus ojos se quedaron ahí arriba, escaneando el parpadeante manto
de oscuridad sobre nosotros. De repente, me sentí diminuta.
Minúscula. Como si quisiera acercarme aún más a Ian.
—¿Has estado alguna vez en un avión? —preguntó, girando hacia
mí otra vez.
Negué con la cabeza.
—Viajamos a México todos los veranos, pero siempre lo hacemos
por carretera. ¿Tú?
Asintió con la cabeza.
—Un par de veces. Es increíble, estar tan alto, literalmente en las
nubes y luego encima de ellas.
Intenté imaginarme lo que quería decir, pero por supuesto, era
imposible.
—Suena muy bien, aunque no estoy segura de querer estar
apretada al lado de alguien durante horas.
—A menos que seas rico y puedas comprar tu propio avión o algo
así —dijo con una pequeña risa.
Yo también me reí.
—Eso sí que me gustaría. En primera clase todo el camino.
Ian sacó su teléfono, poniendo su otro brazo alrededor de mí.
—Oye, ¿quieres que nos tomemos una foto?
¿Y documentar este momento para siempre?
—Uh, sí —respondí felizmente.
Mostré mis blancos dientes nacarados mientras Ian buscaba una
sonrisa más atractiva. Dios mío, ¿se estaba volviendo más atractivo a
cada minuto, o era solo yo?
Abrió la foto en su teléfono, y la giró hacia mí.
—¿Qué te parece?
—Perfecta —dije. Me encantaba lo lindos que nos veíamos juntos.
—Yo también lo creo —dijo—. Justo lo que necesitamos para
Instagram.
En un minuto, estaba publicada y ganando me gustas, pero por
mucho que me gustara esa foto de nosotros, lo único en lo que podía
pensar era si la había publicado para mantener la farsa que era
nuestra relación falsa o porque el momento había sido real.
Y lo más importante: ¿cuál de los dos esperaba?
***
Ian y yo estábamos juntos más que nunca. Me pasaba a buscar por
las mañanas. Caminábamos juntos a clase. Pasábamos por la fila del
almuerzo, hablando todo el tiempo. Luego me dejaba de nuevo en
casa.
Era raro verlo todo el tiempo, pasar el rato con él constantemente.
Se sentía diferente que antes.
Y también, me encontré extrañándolo durante esos momentos en
que no estaba cerca.
El viernes, después de otra victoria para las chicas y los chicos y
una larga cena de celebración con hamburguesas y batidos, me llevaba
a casa.
Pero justo cuando se detuvo en mi entrada y alcancé la manija de
la puerta, su mano agarró la mía.
—Espera —dijo.
Miré nuestras manos y él las soltó.
—En realidad quería preguntarte algo —dijo. Los dos estábamos
todavía con nuestros uniformes sudados. La camiseta manga larga de
Ian estaba cubierta de tierra y hierba, y yo ansiaba quitarme los
botines y meterme en la ducha. Pero me preguntaba qué tenía en
mente.
—¿Qué pasa? —pregunté, tratando de adivinar.
No ayudaba que se tomara su tiempo.
—Ya dije que iría al baile contigo —bromeé.
Me dio una pequeña sonrisa antes de volver a estar nervioso.
—No es eso —dijo—. Mis padres quieren conocerte.
—¿Eh? —dije.
Se encogió de hombros.
—Mi mamá me sigue en Instagram, y vio el par de fotos que
publiqué de nosotros. Y ahora quiere conocerte.
Le devolví el parpadeo.
—¿Le dijiste que era tu novia?
—Sí —dijo tímidamente—. No creí que fuese a gustarle todo este
asunto de la relación falsa.
Asentí con la cabeza.
—También tuve la suerte de volver a tener la charla, si sabes a lo
que me refiero —dijo Ian, sonrojándose.
Estaba segura de que yo también me estaba sonrojando.
—Le haré saber que no tiene nada de qué preocuparse —bromeé
—. Pero sí, claro. Supongo que puedo ir alguna vez.
Ian hizo una mueca.
—Ella... como que ya planeó una cena para mañana. ¿Dice que no
es gran cosa, pero es algo así como que supongo que llevarás lo que
llevarías a la iglesia? —sugirió.
Suspiré.
—Entendido. Genial. Vestirse de forma conservadora. —Entonces
abrí la puerta del coche—. Oh, e ¿Ian?
—¿Sí? —preguntó.
—Me lo debes. Me debes mucho. —Le guiñé un ojo.
Se burló.
—Lo que sea. Después de lo que pasé con tu padre, ¡esto no es
nada!
De repente, se me ocurrió una gran pregunta, y por mucho que no
quisiera mencionar a Bethany, tenía que hacerla.
—Um, ¿puedo preguntarte algo? —dije.
Asintió con la cabeza.
—Cualquier cosa.
Exhalé, preguntándome si eso era realmente cierto.
—¿Este reto, como, lo que estamos haciendo? ¿Estás seguro de que
no es el momento de terminarlo? Quiero decir, si has superado lo de
Bethany, ¿qué sentido tiene? —Hubo una pausa incómoda—. Y si no
la has superado, entonces... estoy segura de que no es demasiado
tarde para recuperarla... —Mi voz se desvaneció hasta que no era
nada.
Ian me miró fijamente a los ojos durante lo que pareció una
eternidad. Su mano alcanzó mi mejilla, la rozó muy ligeramente.
—¿Y si quiero seguir haciendo esto?
Lo que más me sorprendió fue que no me desmayé al oírle decir
eso, me encontré con sus ojos.
Su pregunta, el tono de su voz, sonaba como un reto.
Uno que definitivamente quería aceptar.
Quince
Ahora sabía lo que Ian había sentido al ser interrogado por mis
padres.
Al igual que Ian, estaba más nerviosa que en cualquier partido de
soccer que hubiera jugado, incluso cuando habíamos jugado contra los
equipos más duros.
Junté mi brazo con el de Ian y caminé hasta la puerta principal de
su casa, esperando gustarle a su madre y a su padre y causarles una
buena impresión.
Antes de que pudiéramos llamar o tocar al pomo de la puerta, la
puerta se abrió.
Un niño y una niña estaban allí, bien vestidos, pero con una clara
sonrisa maliciosa en sus caras. Se veían bastante cercanos en edad.
—¡Mamá, la novia de Ian está aquí! —gritó la chica. Tenía un lazo
en el cabello del tamaño de su cabeza, como los que llevaba Tori con
su uniforme de animadora.
Miré a Ian.
—Lo siento —dijo—. Lena, estos son Jacob y Mia. Y ustedes dos —
dijo, señalándolos—, cálmense o me sentaré sobre ustedes.
Se fueron riendo. Vi a otro hermano menor en el sofá, pero éste
parecía lo suficientemente mayor como para comportarse bien.
O al menos jugar videojuegos en lugar de correr sin parar.
Una mujer de mediana edad se acercó a nosotros desde la cocina.
—¡Hola! Tú debes ser Lena. —Ella era toda sonrisas, y me relajé un
poco.
Estiré mi mano, pero se adelantó para darme un abrazo.
—Hola —dije, torpemente, sin esperar todo el contacto. Pero oye,
superaba la mirada de desaprobación que esperaba. No sería la
primera.
Especialmente porque los profesores a menudo me etiquetaban
como “la ruidosa”.
—Hola, Sra. Reynolds. Es un placer conocerla —dije con mi mejor
sonrisa.
Ella me devolvió la sonrisa, y me relajé un poco.
—Un placer conocerte, Lena. Le dije a Ian que tenía que invitar a
cenar a la hermosa chica que vi en su foto de Instagram.
Ian sacudió la cabeza, claramente avergonzado.
—Tal vez deberíamos ir al comedor. ¿Necesitas ayuda para llevar
algo allí, mamá?
Pero él ya estaba de camino a la cocina.
—¡Sí, cariño! Los dos recipientes en el mostrador, por favor.
La Sra. Reynolds me llevó al comedor, donde el padre de Ian
estaba esperando.
Después de más presentaciones incómodas, conseguir que los tres
hermanos de Ian se unieran a nosotros, y bendecir la comida,
empezamos a comer.
Conté los minutos hasta que pudiera ir a casa, apenas podía
quedarme quieta. Tenía ganas de correr, sentir el aire fresco en mi piel
y patear mi pelota de soccer de vuelta a casa. Pero a este ritmo,
definitivamente estaría oscuro cuando Ian me dejara.
Y la conversación forzada llegara a su fin.
Después de la cena, sin embargo, los niños clamaban por salir a
jugar.
La Sra. Reynolds dudó, pero, afortunadamente, su marido habló
primero.
—En realidad, tal vez un paseo les vendría bien a todos.
Podría haber saltado arriba y abajo.
—Estoy de acuerdo. No hay nada como el aire fresco, ¿no creen?
Los hermanos de Ian se dirigieron directamente al patio, sin
embargo. Eché un vistazo a la cuerda de saltar en las manos de su
hermana. Por no mencionar el balón de soccer al otro lado del patio.
—¿Por qué no pasamos el rato con los niños? —le pregunté a Ian,
esperando que entendiera la indirecta de que prefería hacer eso que
pasar por más charlas con los adultos.
Se encogió de hombros.
—Bien, claro. Pero puedes jugar con Amy. Ella es incansable.
En pocos minutos, le estaba enseñando a Amy a hacer el doble
holandés.
—¡Ian, tu novia es genial! —dijo, lo que me hizo reír a carcajadas.
Los padres de Ian nos miraban desde sus sillas plegables, bebidas
en mano y sonrisas en sus caras.
Ian estaba ocupado jugando al soccer con sus hermanos, y yo
quería unirme.
—Vamos —le dije a Amy—. Vamos a jugar con ellos.
Pero no parecía muy entusiasmada con esa idea.
—No lo sé. Siempre me derriban. No soy buena.
Puse mis manos sobre sus hombros, inclinándome hacia ella.
—No te preocupes. Puedes estar en mi equipo.
Cuando el sol se puso, el sudor goteaba por mi frente y mi espalda,
y me di cuenta de que no debería haberme tomado nuestro juego tan
en serio.
Los rizos de mi cabello se habían caído por completo, y en vez de
parecer romántico, mi cabello parecía ahora un nido de ratas. Uups.
Caminé hacia Ian y esperaba que el sol poniente evitara que sus
padres se dieran cuenta de lo que le había pasado a mi cabello.
—Tal vez debería irme a casa ahora. No quiero que tus padres me
vean así dentro de tu salón totalmente iluminado. Que vean el obvio
desastre que soy realmente —añadí.
Se rio entre dientes.
—Creo que te ves muy bien. Y para que conste, todo el mundo te
quiere. —Ian se detuvo entonces, como si algo se le hubiera ocurrido
en ese momento.
Entonces me di cuenta de por qué. Lo recordé claramente diciendo
hace un tiempo que a su madre no le había gustado Bethany.
¿Así que escuchar que yo ya le gustaba a su familia?
Me hacía sentir en la cima del mundo.
***
—¿A qué hora tienes que volver a casa? —le pregunté a Ian.
Me miró por un segundo rápido antes de volver a poner sus ojos
en el camino.
—Antes de las once. Mucho tiempo para conseguir un poco de
yogur helado.
—¿Estás seguro? —le pregunté—. ¿No me ibas a llevar a casa?
Me miró otra vez.
—Bueno, dijiste que querías cambiarte y quitarte las hojas muertas
del cabello.
—Cierto. También me gustaría salir de este vestido y volver a
ponerme los jeans. Pero también definitivamente podría ir por un
poco de yogur helado. Toda esa carrera me dio hambre —dije.
Ian sonrió.
—A mí también. Por cierto, tú y Amy solo ganaron porque
hicieron trampa. Hacer cosquillas a los oponentes es definitivamente
una tarjeta roja en mi libro.
Me reí, recordando lo mucho que se habían reído sus hermanos,
tirados en la hierba mientras yo les hacía cosquillas sin parar y Amy
hacía un gol.
—Eso fue divertido.
Ian continuó.
—¿Y ponerme el pie para que pudiera tener un tiro claro?
Tampoco es genial. —Pero sonreía tanto como yo.
Después de correr dentro de mi casa, me desenredé el cabello, me
puse unos jeans y les avisé a mis padres que volvería más tarde.
Luego salimos en busca de yogur helado.
Ian llevó su coche a la tienda de yogures helados en un instante.
Cargamos nuestros sabores favoritos con una docena de ingredientes
y encontramos una mesa solitaria en la esquina para sentarnos.
Observé su taza y lo que claramente parecían gusanos de goma y
jarabe de chocolate.
—Eso se ve asqueroso —dije.
Usó su cuchara para apuntar a mi brebaje.
—¡Ni siquiera puedo ver tu yogur helado!
Por alguna razón, ese comentario me hizo reír hasta que se me
llenaron los ojos de lágrimas. Ian comenzó a reír también, lo que solo
alimentó más mi risa. Cuando por fin paré, ahí estaba Ian, sonriendo y
mordiéndose el interior del labio como si intentara con todas sus
fuerzas no decir nada.
—¿Qué? —dije.
Miró fijamente a su yogur helado por un segundo y sacudió la
cabeza.
—Nada. —Pero entonces miró hacia arriba—. Me gusta la forma en
que te ríes.
Oh, Dios. Ahí estaban las mariposas. ¿Por qué tuvo que ir y decir
algo así?
Claramente, se sintió igual porque empezó a comer su yogur
helado sin mirarme, y yo hice lo mismo.
¿Qué estaba pasando con nosotros?
Apenas podía concentrarme en mi yogur por pensar en ello.
No estaba segura de si esta extraña tensión entre nosotros
últimamente era algo que me asustaba en el buen sentido o en el malo.
Tal vez ambas cosas.
Pero casi suspiré de alivio cuando Ian empezó a hablar de nuevo, y
las cosas se sintieron casi normales.
—Me alegro mucho de que hayas venido esta noche —dijo.
Lamí un poco de chocolate de mi cuchara.
—Yo también. Tu familia es muy divertida.
—No —respondió Ian—. Tú lo eres. Haces que todo sea divertido.
Incluso estar sentado en un autobús durante dos horas.
Sonreí ante sus palabras.
—Realmente extrañaba que saliéramos juntos —confesé.
Parecía un poco confundido.
—¿Qué quieres decir? Hemos estado saliendo casi constantemente
desde que empezamos a “salir”.
Jugué con mi cuchara, fingiendo que buscaba más trozos de masa
de galletas.
—Solo quise decir, ya que... ya sabes.
Al darse cuenta su cara se estremeció, y casi parecía que había
probado algo amargo en vez de dulce.
—Oh. Sí.
Esperando no haber estropeado el momento con mi incómodo
comentario, dije:
—Parece como que los viejos tiempos lo son todo. Estas últimas
semanas han sido las mejores, a pesar de aceptar tu estúpido reto.
Ian se rio, y las cosas se sintieron bien de nuevo. Él comió un poco
más de su yogur helado, y yo hice lo mismo.
Cuando no quedaba nada de nuestro yogur helado y nuestras
tazas estaban vacías, algo como la tristeza se extendió de mi pecho al
resto de mí.
Tal vez fuera el hecho de que todos los trozos de masa de galletas
se habían ido.
O tal vez fuera el hecho de que deseaba que pudiéramos
quedarnos sentados ahí para siempre.
Ian se puso de pie, y yo hice lo mismo, preguntándome si había
algún otro lugar al que pudiéramos ir y pasar el rato, pero sabiendo
que era hora de volver a casa.
Tomó mi taza y la tiró, y respiré profundamente, queriendo
memorizar este momento, este sentimiento dentro de mí, para
siempre. Algo mucho mejor que la satisfacción de terminar un dulce
realmente sabroso.
Ian regresó, y me preparé para seguirlo hasta su auto.
Pero entonces extendió su mano hacia mí. Lo miré por una fracción
de segundo, tratando de leer esos brillantes ojos azules claros.
No podía entenderlo, pero tomé su mano de todos modos,
tratando de ignorar el hecho de que mi corazón sentía que estaba a
punto de saltar de mi pecho e intentando concentrarme en la forma
perfecta en que mi mano encajaba en la suya.
Dieciséis
A pesar de que me sentía como si estuviera caminando en el aire
durante toda la siguiente semana, tenía que ponerme a trabajar y
concentrarme.
Nuestro próximo partido eran las estatales. Así que nada de
comerse con los ojos a Ian durante las prácticas de soccer. El
entrenador exigía lo mejor de cada jugador. Más que lo mejor, de
hecho.
—Solo cuando crees que has agotado todo lo que tienes, ¿qué
crees? —Le gustaba gritar durante las prácticas—. ¡Eso es solo el 40%!
¡Todavía tienes el 60% dentro de ti! ¡Así que déjame verlo!
Sus diatribas motivacionales molestaban demasiado a los demás
jugadores, pero usualmente era el empujón extra que yo necesitaba
para hacerlo mejor que antes.
Y lo necesitaríamos durante el juego.
Nuestro mayor oponente, Chestnut Mountain, era el equipo a
derrotar del estado. La última temporada, habíamos empatado con
ellos en el campeonato. El año anterior a ese, perdimos.
Definitivamente quería ganar las estatales en mi último año así que
necesitábamos derrotarlos. Lo necesitábamos.
O de lo contrario sería mucho más difícil obtener el interés de un
cazatalentos.
¿E Ian? Ian estaba tan concentrado como yo. Otra razón por la que
hacíamos clic.
Pero antes de las estatales y de enfrentar a Chestnut Mountain una
vez más, teníamos que derrotar este siguiente equipo primero. Y
luego ganar dos partidos más después de ese.
El día del partido llegó, y al igual que cualquier otro partido de
alto riesgo, el tiempo pasó tan pronto como el agudo silbato llegó a
mis oídos.
Hicieron un gol, nosotros hicimos un gol, el medio tiempo vino y
se fue, y luego nos quedaban los últimos minutos del partido.
Alguien tenía que ganar cuando sonara el silbato. No podíamos
perder hoy.
Y no estaba lista para dejar que otro equipo —y sus súper
arrogantes delanteras— avanzaran a las estatales en lugar de nosotros.
Pero no podíamos mantener la pelota en nuestra posesión.
Nuestras defensoras estaban luchando, cansándose.
Llamé a las del centro para ayudarlas, pero también se estaban
desgastando.
Grité palabras de aliento, empujé a las chicas a seguir adelante,
seguí presionando.
Entonces algo loco y emocionante pasó.
Los chicos del equipo universitario terminaron su partido y aun
emocionados por su victoria, se pusieron de pie y comenzaron a
animarnos. Pisando fuerte, aplaudiendo y cantando a todo pulmón.
—VAMOS, LADY EAGLES3, VAMOS. —El profundo estruendo de
sus voces llenó el estadio, y mi sonrisa llegó de oreja a oreja. Ian subió
su puño y lo saludé, prácticamente sintiendo que me levantaba el
ánimo a pesar de lo exhausta que estaba por correr durante la última
hora y media.
Y sus aplausos funcionaron. El equipo entero se presionó un poco
más. Fue todo lo que se necesitaba. Una de nuestras oponentes
cometió un error, y luego la pelota estuvo de vuelta en nuestra
posesión.
Katie se llevó la pelota de esta manera, esquivando a las jugadoras
del otro equipo. Cuando estuve segura de estar libre, la llamé.
—¡Estoy libre!
Ella me la pasó. Iba demasiado lejos...
Forcé a mis piernas para que me llevaran más rápido.
¡La tenía! Pero un par defensoras me estaban encerrando. No me
iban a dejar lanzar.
Con todo mi enfoque en mantener la pelota cerca, confié en mi
audición y visión periférica para descubrir qué hacer a continuación.
A algunos metros, Katie me llamó, gritando mi nombre. Fingí ir en
una dirección, obtuve un poco de espacio y le devolví la pelota, por
un largo camino.
Todo se reducía a esto. Solo quedaba un minuto en el reloj.
Desde las gradas, la multitud se volvió loca. Gritos al otro equipo
para que se defendieran. Gritos a nosotras para que pateáramos. Corrí
hacia el arco.
Katie iba a patear, pero la arquera corrió hacia la pelota para
agarrarla.
Iba a ser un tiro difícil.
Pero entonces me vio, golpeó la pelota hacia mí una fracción de
segundo antes que la arquera se lanzara.
La arquera estaba en el suelo. Se dio cuenta de su error muy tarde.
¡Sí! ¡Se acabó!
Corrí hacia adelante, encontré la pelota y la pateé con fuerza.
Entró. La arquera era rápida. Se lanzó de nuevo, pero demasiado
tarde. ¡Estaba dentro!
La multitud explotó en vítores y gritos.
El árbitro hizo sonar el silbato. Quedaban treinta segundos en el
reloj. El otro equipo aún tenía tiempo para otra oportunidad, pero era
como si todo nuestro equipo hubiera encontrado su 60% extra.
Sin importar cuán duro hubiera intentado el otro equipo superar
nuestra defensa, no pudieron hacerlo.
El silbato sonó por última vez, anunciando el final del partido.
Katie corrió hacia mí. Luego Perry y Sam. Saltamos y gritamos y
nos envolvimos en un abrazo de grupo gigante.
Luego los chicos estuvieron ahí.
Levantando a Katie y a nuestra arquera.
Vitoreando y gritando con nosotras.
Ian me encontró, me dio un abrazo, y decidí oficialmente que este
era el mejor momento de mi vida.
Hombre, estaba equivocada. Estaba a punto de ponerse mejor.
Se separó, pero solo para poder poner su rostro más cerca del mío.
—Lo hiciste. Esa jugada… increíble. —Apretó mis manos y mi
corazón comenzó a golpear. Esta vez por una razón diferente.
Todo lo demás, el sonido, se desvaneció hasta ser solo nosotros
dos.
Luego cerró la distancia entre nosotros, y me pregunté si toda esta
cosa era un increíble sueño.
No podía ser real, ¿verdad?
Pero el sentir su boca en la mía me dijo que era real.
Era la cosa más real que hubiera sentido nunca.
Envolví mis manos alrededor de su cuello, y sus manos me
tomaron de la cintura.
Los gritos y vítores, más fuertes que antes, me devolvieron a la
realidad.
Nos separamos para encontrarnos rodeados de ambos equipos.
Katie aplaudió. Perry juntó las manos. ¿Eran esas lágrimas en sus
ojos?
Reí.
—¿Por qué lloran? —bromeé.
Ella juntó los labios y dijo:
—Ustedes chicos tienen la relación perfecta.
Miré a Ian, pensando en las palabras de Perry.
¿Eso era lo que teníamos ahora? ¿Una relación?
***
Si estaba caminando en el aire antes de ese partido y un beso
desconcertantes, ahora tenía un emoji de ojos de corazón permanente
en lugar de una cara.
No quería que la noche terminase. Nunca.
El beso de Ian me había levantado desde adentro, y lo único que
quería hacer era repetir el beso.
Pero antes de poder hacer eso, el entrenador me llevó aparte.
—Lena, hay alguien que quiere conocerte —dijo, bastante
satisfecho.
Dejamos a los demás en el campo y caminé hacia un hombre
mayor esperando cerca de las gradas.
Me saludó con la mano y me pregunté quién sería. Podría ser…
El entrenador nos presentó.
—Lena, este es el Sr. Barry. Él es un cazatalentos de nivel
universitario, representa a diferentes escuelas. Le gustaría hablar
sobre tu futuro.
Sonreí.
—Me encantaría hablar sobre mi futuro.
Con eso, el Sr. Barry comenzó a hablar sobre cuán gran adición
sería para el equipo de esta escuela o esa. No que solo admiraba mi
habilidad para anotar mientras estaba a bajo presión sino mi habilidad
para unir al equipo.
Asentí como una tonta, tratando de procesar sus palabras y de
asegurarme de que estaba escuchando correctamente.
Una vez más, ¿ESTABA SOÑANDO?
Él continuó, y traté de mantener mi respiración estable.
—Me encantaría verte jugar otra vez. El entrenador me dice que
van a jugar contra Chestnut Mountain en un par de semanas. Estaré
allí, para ver qué puedes hacer. Sin más que decir, grandes
oportunidades te esperan, Lena, específicamente si sigues jugando así.
Asentí de nuevo, de seguro parecía una cabezota.
—Sí, señor. Puede contar con ello, y espero verlo allí.
Mis ojos vieron a mi padre de pie no muy lejos. Sacudí mi mano y
le dije quién era al Sr. Barry.
—Él me ha ayudado a entrenar desde que puedo caminar —dije.
El Sr. Barry sonrió y estrechó la mano de papá.
—Gusto en conocerlo, su hija es increíblemente talentosa.
Los tres comenzaron a hablar y me escurrí, todavía sin poder
creerlo.
Las chicas me llamaron moviendo las manos, de camino a los
vestuarios. El estadio comenzaba a vaciarse, personas bajando de las
gradas hacia el estacionamiento.
Desde la distancia, vi al otro equipo con sus bolsas en mano hacia
sus vestuarios.
Katie chocó los cinco conmigo.
—Ian te estaba buscando, pero fue a recoger sus cosas.
Asentí.
—Tenemos que celebrar. ¿Ese gol que hiciste en la primera mitad?
Fue épico.
Entramos a los vestuarios y nos cambiamos.
Todo el tiempo, no pude dejar de pensar en el partido, el gol final,
mirando a los chicos vitorearnos. Conocer al Sr. Barry, el cazatalentos
universitario.
E Ian.
Definitivamente Ian.
Él me besó. En los labios.
Él fue quien había hecho la regla de no más besos en la boca.
Porque eso no era correcto a menos que significara algo.
Así que nuestro beso… tuvo que significar algo para él como lo
hizo para mí, ¿verdad?
Aunque técnicamente nos habíamos besado un par de beses antes,
tenía que haber una razón diferente en el beso de esta noche, que se
sentía como nuestro primer beso.
Y eso era porque era 100% real.
Diecisiete
Cuando volvimos a la escuela y nos bajamos del autobús, era súper
tarde.
Pero todos tenían mucha hambre, así que decidimos reunirnos en
el Shake Shack.
Ian nos llevó allí, y durante todo el camino, no podíamos dejar de
hablar de las victorias de ambos equipos. Todas jugadas. Mi objetivo
de ganar el partido.
Y todo el tiempo, su mano derecha apretaba la mía mientras que su
izquierda dirigía el volante.
Estaba bastante segura de que el emoji de los corazones rojos
pulsantes como ojos había vuelto.
Estacionamos en la cafetería y salí, temblando inmediatamente. No
había sentido el frío antes, pero ahora me di cuenta de que no había
traído una chaqueta.
Me uní a Ian, tomé su mano de nuevo, y quise que mi cuerpo
dejara de temblar.
Ian se giró hacia mí.
—Toma —dijo en voz baja, quitándose la chaqueta de Letterman y
poniéndomela.
Metí los brazos dentro y abracé la chaqueta. Todavía estaba
caliente, y definitivamente olía a él.
—Buena suerte para recuperarla —dije.
Se rio.
—Te queda mejor de todos modos.
Definitivamente podría haber debatido eso, especialmente con mi
cabello salvaje después del partido, pero en cambio, entramos.
Encontramos a todos los demás y nos unimos a ellos. Juntos,
ambos equipos ocupaban casi la mitad del restaurante y varias
cabinas.
Todos nos vitorearon cuando nos vieron, y varias de las chicas
definitivamente miraron la chaqueta de Ian que yo llevaba puesta.
Katie me dio un codazo juguetón cuando le di un abrazo.
—Ustedes dos se vuelven más adorables cada vez que los veo, lo
juro.
Muy pronto, estaba alimentando a Ian con papas fritas y riendo
con todos los demás.
Mientras estábamos sentados allí, me di cuenta de que no había
nada mejor que esto. Reír y pasar el rato después de un partido como
el de esta noche. Uno en el que habíamos dejado todo en el campo.
No podía creer que esta fuera mi última temporada de soccer en el
instituto. El último año. No quería que terminara nunca. Pero sabía
que lo haría en unos pocos meses más. Todos nosotros... estaríamos en
diferentes lugares el próximo año. Muchos de nosotros ya no
viviríamos aquí.
Era mucho en lo que pensar, así que aparté esos pensamientos y
me concentré en memorizar cada sonido, cada risa y sonrisa, la
sensación pesada de la chaqueta de Ian sobre mí, su brazo alrededor
de mí. La calidez de estar tan cerca de él. Su voz, perfectamente
profunda pero amable.
Apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos, respirando
profundamente.
¿Cómo podía ser este momento la vida real?
Se sentía como un sueño.
Ian habló suavemente, haciéndome abrir los ojos. Su cámara estaba
justo delante de nosotros.
—Di patata —dijo.
Con mi cara tan cerca de la suya, tomó la foto y me la mostró.
—Perfecta —dije. Estaba tan guapo como siempre. Y yo me veía...
feliz. Más de lo que las palabras podrían decir—. ¿Me la envías?
Unos minutos después (y con mi filtro favorito), estaba en
Instagram.
Apenas podía dejar de mirarnos, y me preguntaba por qué nunca
lo había visto de esa manera antes.
No podía imaginar que volviéramos a ser amigos ahora. No
cuando ser más simplemente se sentía bien.
Varios mensajes llegaron a mi teléfono a la vez. Era el hilo de las
#BFF.
Tori: ¡Vaya!
Ella: ¡¡¡ !!
Rey: omgggg
Harper: ¡Saltando arriba y abajo por aquí! ¡Dime que esto es lo que creo
que es!
Prácticamente grité en mi asiento y les envié un mensaje de texto
como una maníaca.
Lena: CHICAS, CREO QUE ESTO ACABA DE CONVERTIRSE EN
REAL <3 PELLÍZQUENME
Lena: SOLO BROMEO, NO ME PELLIZQUEN, NO QUIERO QUE
ESTO TERMINE.
Entonces envié cerca de un millón de diferentes emojis relevantes.
Ellas también lo hicieron.
Ella: ¿Pero cómo? Creí que estaban de acuerdo en que todo esto era
fingido...
Tori: LO SABÍA
Rey: CUÉNTANOS TODO
Lena: Ni siquiera lo sé. Creo que acaba de suceder. Al final del partido,
nos besamos. Él me besó. Y sé que fue real. Creo que él también lo siente.
Harper: ¿Qué dijo?
Lena: Supongo que no hemos hablado de ello, pero es como si no
tuviéramos que hacerlo, ¿sabes? Las cosas están... perfectas ahora mismo.
Como si no tuviéramos que decirlo en voz alta. Ni siquiera puedo creer lo
increíble que es la vida ahora mismo.
Enviaron aún más emojis.
Dejé mi teléfono y volví a la conversación que tenía en frente, que
incluía un concurso de eructos entre algunos de los chicos y la
mayoría de las chicas que se asqueaban. Afortunadamente, Ian tenía
demasiado respeto por sí mismo para participar.
Me aferré a él, comiendo mis papas fritas y todavía segura de que
tenía que estar en algún tipo de sueño.
Habíamos ganado la clasificación estatal en el último momento
posible, un reclutador estaba muy interesado en mí, mi mejor amigo y
yo nos habíamos enamorado, y tenía las mejores amigas del mundo.
La vida era perfecta. ¿Qué más podía pedir?
***
La vida era perfecta.
Incluso si levantarse al amanecer no lo era. En realidad, estaba
muy emocionada de ir a la escuela porque significaba ir con Ian.
Sostener su mano mientras los rayos del sol de la mañana nos
llegaban a través del parabrisas y nos calentaban lo era todo.
Entramos justo antes del timbre de aviso. Ian comprobó la hora en
su teléfono. Solo tenía un par de minutos para llegar a su primera
clase.
—¿Nos vemos luego? —dijo.
Asentí con la cabeza.
Me dio un beso en la mejilla.
—Gracias. Si llego una vez más tarde a esta clase...
Le di un apretón de manos.
—No te preocupes. Estoy segura de que puedo encontrar mi
camino.
Luego se fue, perdido entre la multitud de estudiantes que corrían
para llegar a tiempo a clase.
Al final del segundo periodo, le estaba contando a Rey todo sobre
nuestro partido del viernes. Pero lo más importante, sobre Ian y yo.
Rey garabateó en su hoja de trabajo.
—Eso es impresionante. ¿Así que realmente crees que tienes una
oportunidad de jugar al soccer en la universidad? Yo ni siquiera sé
qué quiero estudiar.
—El entrenador lo cree así. Y apuesto a que encontrarás algo. Hay
tanto que podrías hacer, Rey. Escribir. Arte. Diseño gráfico.
Convertirte en una de esos blogueros que se pasan el día en la playa o
algo así, bebiendo un delicioso trago con esas mini sombrillas.
Rey miró alrededor torpemente.
—Sí, no sé si podría hacer eso.
Me burlé.
—Ya escribes como todo el tiempo. Todo lo que tienes que hacer es
publicarlo en línea. Apuesto a que conseguirías un millón de
seguidores así —declaré.
Se encogió de hombros.
Le di una sonrisa.
—Encontrarás algo. Solo mira. —Entonces le di un guiño—.
Apuesto a que un chico guapo también está a la vuelta de la esquina
—bromeé—. O justo delante de ti. Solo míranos a mí y a Ian. ¿Quién lo
hubiera pensado? ¿Te acuerdas de todos nosotros hace unos años? ¿O
en la escuela secundaria? Nos veíamos tan tontos —dije con una risa.
Rey asintió.
—Yo solía tener el cabello súper largo. —Se tocó el cabello súper
corto—. Y nos graduaremos e iremos a la universidad pronto. —
Frunció el ceño.
—¿Qué pasa? —dije—. No puedo esperar a graduarme.
—Bueno, duh —dijo—. Ya tienes un plan, y está sucediendo.
Además, eres confiada y amigable. Harás amigos dondequiera que
vayas. —Ese ceño se hizo un poco más grande—. Realmente las voy a
extrañar, chicas.
Puse mi mano en la suya.
—Rey, vamos, sabes que todavía saldremos juntas. Promételo —
dije—. Y tú también harás amigos y te divertirás mucho. Lo sé.
Al final, sonrió un poco.
—Gracias. Espero que así sea.
Sonó el timbre, y nos pusimos a trabajar para terminar el trabajo
que se suponía que íbamos a hacer. Uups.
—Las dos juntas no siempre somos una pareja muy productiva,
¿verdad? —dije para reír.
Ella también empezó a reírse.
Fuimos las últimas en entregar nuestra hoja de trabajo, el aula
estaba vacía para cuando recogimos nuestras mochilas para salir.
Rey y yo entramos en el pasillo, zigzagueando hacia nuestros
casilleros. Normalmente, Ian ya se había reunido conmigo, pero no
estaba en ningún sitio a la vista.
Giré hacia Rey, que abrazó su diario y su libro de texto.
—¿Quieres que caminemos juntas?
Ella asintió.
—Por lo menos hasta que tengamos que divergir nuestros caminos.
¿Divergir? Cuenta con que Rey use el lenguaje elegante.
Unimos los brazos y nos dirigimos a nuestra siguiente clase. Un
par de pasillos después, me despedí de Rey y giré hacia matemáticas.
El timbre sonó justo cuando entré, y me pregunté por Ian. Tal vez
se había retrasado en la clase como yo.
Encontré mi asiento y saqué mi teléfono para poder enviarle un
mensaje de texto. La profesora estaba en su escritorio, hablando con
alguien, así que me di la vuelta y le envié un mensaje rápido.
Lena: <3 ¡Te extraño!
Me metí el teléfono en el bolsillo, medio esperando un zumbido
inmediato, pero no llegó ninguno.
La voz de la profesora cortó el parloteo ruidoso de la clase.
—¡Chicos, trabajen en sus guías de estudio durante unos minutos!
Empezaremos en un momento.
Cavé a través del montón de papeles guardados en mi carpeta.
Guía de estudio, guía de estudio, guía de estudio...
Entonces un nombre familiar me llamó la atención.
—Y escuché a Bethany decir que ella e Ian finalmente están
volviendo a estar juntos. ¿Puedes creerlo...? —dijo el fuerte susurro.
Me di la vuelta en un instante, pero era difícil saber quién lo había
dicho cuando casi todo el mundo estaba hablando y riendo, apenas
fingiendo hacer algún trabajo.
Buscando la misma voz una vez más, me pregunté si había
escuchado correctamente. Tal vez pensé que había escuchado los
nombres de Bethany e Ian. Tal vez...
Tal vez mis oídos no me habían engañado.
Me di la vuelta, mordiéndome el labio, la guía de estudio olvidada.
¿Era por eso que apenas había oído hablar de Ian hoy? Y cuanto
más lo pensaba, ¿por qué parecía un poco apagado esta mañana, como
si no escuchara lo que decía? ¿Como si algo más hubiera estado en su
mente?
Inhalé profundamente, todos esos pensamientos confusos metidos
en mi mente no me dejaron concentrarme en nada más.
Apenas oí una palabra de lo que dijo la profesora durante los
siguientes cuarenta y cinco minutos antes de que sonara el timbre.
Pero no podía ser verdad... Ian no haría eso.
¿Verdad? Tenía que ser un rumor extraño, iniciado por Bethany,
por supuesto.
Eso tenía sentido. Porque ahora estábamos juntos. Nuestro beso de
buenas noches cuando me dejó en casa después de pasar el rato en el
restaurante... eso fue real. Definitivamente se había sentido real.
Todo, desde su chaqueta hasta la forma en que me miró, había sido
genuino.
Así que esos susurros... tenían que ser mentiras.
Tenían que serlo.
Dieciocho
En el almuerzo, no quería nada más que desaparecer.
Ian finalmente apareció, pero llegó tarde y definitivamente no era
él mismo.
Tal vez era debido al rumor que había escuchado antes. Los
susurros se habían extendido como un incendio forestal de clase en
clase.
Podría jurar que el fuerte caos de la cafetería se calmó por unos
segundos cuando entramos.
Ian miró a su alrededor, metió las manos en los bolsillos y luego
intentó sonreír, pero su mandíbula estaba rígida.
Reconocí ese tic suyo. Algo estaba pasando.
—¿Tienes hambre? —preguntó. Su voz salió tensa, y por una vez,
deseé estar en cualquier lugar menos con él.
O al menos no delante de todos en la cafetería. Sentí como si mil
pares de ojos nos miraran, viendo cómo actuábamos, quizás
esperando una pelea. Una ruptura fuerte, si tenían suerte.
Odiaba esto.
¿Cómo había cambiado todo tan rápido?
La voz de Ian volvió a salir a relucir. Recordé que había hecho una
pregunta.
—Dije, ¿tienes hambre? —intentó de nuevo.
Me encogí de hombros.
—Claro.
No dijimos ni una palabra más el resto del tiempo en la fila del
almuerzo, y la tensión entre nosotros era insoportable.
¿Por qué simplemente no decía algo? ¿Por qué no decía que no era
verdad?
O que sí lo era.
Podría habérselo preguntado yo misma, pero tampoco me pareció
bien. El rumor era sobre él y Bethany, así que ¿no debería ser él quien
me dijera qué estaba pasando?
Toda la situación me perturbaba.
Ian y yo nunca habíamos tenido una discusión. Tal vez un
desacuerdo sobre qué lista de canciones escuchar o qué jugada debería
haber hecho el otro en el campo. Pero desde que comenzamos este
reto, habíamos discutido fuera de esa fiesta, y ahora parecía que una
pelea mucho más seria se estaba gestando.
Y normalmente no nos ocultábamos cosas el uno al otro. No si
afectaban a la otra persona de todos modos. Si él necesitaba que le
dijeran que se aguantara o que dejara de hacer eso en el soccer, yo lo
diría. Y él asentía y decía que tenía razón.
Y lo mismo era cierto para mí. No tenía miedo de decirme lo que
yo misma tenía miedo de admitir. Lo que ni siquiera me daba cuenta
de que estaba haciendo.
Pero ahora sentía como si él estuviera ocultando algo. Algo que iba
a hacer añicos nuestra amistad y nuestra relación.
¿Era por eso que no decía nada?
¿Había vuelto con Bethany?
Todo esto me estaba matando.
Agarré mi bandeja y corrí a mi mesa habitual. No fue hasta que
estaba a mitad de camino que oí a la señora del almuerzo
llamándome, haciéndome saber que había olvidado pagar.
Esto no podría haberse convertido en algo más embarazoso.
Entonces Ian llamó su atención y le entregó unos billetes.
Me di la vuelta y terminé de correr a mi mesa habitual.
Las #BFF miraron hacia atrás en la dirección de la que yo venía.
Mantuve la cabeza baja, pero cuando volví a alzar la mirada, los ojos
de Ella siguieron a alguien a través del comedor. Ian, asumí.
Suspiré.
—No me siguió, ¿verdad? —pregunté.
Ella negó con la cabeza.
—No, pero sigue mirando hacia aquí.
Harper se acercó más.
—¿Está todo bien?
Tori dejó su bebida.
—¿Qué pasa con ustedes dos? He estado escuchando todo tipo de
rumores extraños.
Me quejé.
—¿Así que tú también los escuchaste? Esperaba que todo fuera
producto de mi imaginación hiperactiva. —Mi voz se fue apagando.
Definitivamente no era mi imaginación.
Harper puso su mano sobre la mía.
—Pensé que todo estaba genial entre ustedes dos, que...
Tori intervino:
—¿Que estaban saliendo ahora?
Rey asintió.
—¿Qué ha pasado?
Negué con la cabeza.
—Ni siquiera lo sé. Ian ha estado actuando de forma extraña. Algo
está pasando. Tengo miedo de preguntar qué —dije en voz baja.
Harper me rodeó con su brazo.
—Ustedes dos se arreglarán. Lo sé.
De repente, las lágrimas llenaron mis ojos. ¿Y si no lo hacíamos?
—¿Cómo lo sabes? —pregunté, tratando de mantener mi voz en
calma.
Tori me dio una pequeña sonrisa.
—Solo sabemos. Ustedes dos están hechos el uno para el otro. No
hay manera de que hayan sido tan buenos amigos todo este tiempo,
solo para que termine así.
Rey dijo:
—Yo pienso lo mismo. Puedo decir que Ian está loco por ti. Tal vez
se equivocó o algo así. Pero sé que lo arreglará. Ya lo verás.
Ella también me rodeó con su otro brazo. Luego Tori y Rey se
acercaron al otro lado de Ella y Harper también, alcanzando sus
brazos hasta que hicieron este medio capullo casi genial alrededor de
mí.
En ese momento, por mucho que sintiera que mi corazón
empezaba a resquebrajarse, me sentí segura. Pero aun así, no podía
evitar preguntarme si había estado completamente equivocada sobre
Ian y yo.
***
Vi a Ian en el entrenamiento de soccer, pero en lugar de
preguntarle sobre lo que había oído, me acobardé y decidí hablar con
él después del entrenamiento.
Necesitaba dar el cien por cien en el entrenamiento después de
todo. El entrenador lo esperaba.
Y tampoco quería que las cosas me explotaran en la cara justo antes
del entrenamiento, cuando tendríamos que pasar otra hora y media
juntos.
Además, me dije a mí misma que si algo pasaba, él ya me lo habría
dicho, ¿verdad? Había tenido la oportunidad de hacerlo. Más de una
vez.
Probablemente no era nada de todos modos.
Así que me tragué todas las dudas y preocupaciones de antes y
fingí que lo que pasaba entre nosotros no era gran cosa.
Algo así como una gran tirita sobre un tobillo mal torcido. Pero
bueno, funcionó durante un par de horas.
Al final de la práctica, sin embargo, la curita se había caído
definitivamente.
Saludé a las chicas con el brazo en alto al salir del vestuario,
asegurándome de ser la última en salir. Cuando Ian y yo habláramos
de esto, definitivamente no necesitábamos una audiencia.
Exhalando fuerte y despacio, finalmente me dirigí al auto de Ian,
deseando realmente haber conducido yo misma al colegio hoy.
Y que todo pudiera volver a ser como la otra noche.
Una figura solitaria estaba de pie en el auto de Ian, dándome la
espalda. Reconocí su camisa negra de manga larga y su cabello
perfectamente despeinado después de la práctica. Sus guantes de
arquero color neón estaban en el capó de su auto. Cuando me acerqué
a Ian, con mi bolsa de gimnasia colgando del hombro, noté que tenía
la cabeza gacha y me pregunté al instante en qué estaba pensando.
El último par de personas, aparte de nosotros, salieron del
estacionamiento, despidiéndose de nosotros.
Saludé a Chris, y detrás de él, a Sam.
Luego me acerqué a Ian.
Ian tosió y dijo:
—Entonces, ¿deberíamos irnos?
Dejé mi bolso.
—En realidad quiero hablar contigo primero. —Apenas pude ver
sus ojos.
—Oh —dijo en voz baja—. Está bien.
Hizo una mueca, y mi estómago se hundió.
¿Tendría que llamar a mi padre para que me recogiera después de
que esta conversación terminara?
La idea de eso me dio ganas de vomitar.
Respiré profundamente y moví mi pie sobre el concreto como si
tuviera algo que aplastar.
Me detuve y miré a Ian, obligándome a encontrar su mirada.
—Así que, esto, sobre lo de hoy...
Ian se movió incómodamente.
—Sobre eso, Lena...
Una oleada de algo como la confianza o tal vez la ira o la decepción
me hizo interrumpirlo.
—Sí, hoy —dije—. ¿De qué se trataba? Quiero decir, estoy en clase,
y la mitad de la gente está hablando de ti y Bethany. —Luché contra la
bilis en mi garganta para poder terminar—. ¿Volvieron a estar juntos?
Él dio un paso más cerca, y yo di uno de vuelta adelante.
—Lena, déjame explicarte.
—Bien —dije, las manos en las caderas—. Explica. ¿Por qué hay
tantos rumores? ¿Son verdaderos?
Hizo una pausa, y me dieron ganas de vomitar.
—Ian, ¿son verdaderos? ¿Has estado hablando con Bethany?
Porque dijiste que habías terminado con ella.
Se pasó las manos por el cabello, suspirando por la frustración.
—No es así. Sí, hablé con ella...
—¿Qué? —chillé—. ¿Por qué no dijiste nada?
Se dio la vuelta, apoyando las manos contra su auto y empujando
su peso contra él.
—¡No es nada!
Me burlé.
—¿Nada? ¿En serio? ¿Hablar con tu ex no es nada? Hablar con la
chica que intentas recuperar...
Se dio la vuelta.
—No es gran cosa. Me envió un mensaje de texto, diciendo que
quería sus cosas de vuelta, así que se las llevé a su casa...
Me reí entonces, por pura sorpresa. O tal vez sin sorpresa. Tal vez
parte de mí había estado esperando esto. Sabiendo que todo era
demasiado bueno para ser verdad.
—¿Qué? Oh, Dios mío —dije, negando con la cabeza—. Debería
haberlo sabido...
Ian estuvo cerca.
—Lena...
Me alejé un paso más de él.
—No lo entiendes. ¿A quién le importa este estúpido reto? Pensé
que eras mi amigo antes que nada. Podrías haberme dicho la verdad
para que no anduviera por ahí como una... —Cerré los ojos, exhalé y
lo volví a mirar—. Solo dime una cosa. ¿Es cierto el rumor?
Miró hacia otro lado. Ese momento de vacilación fue todo lo que
necesitaba.
Entonces me di la vuelta. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a
mi padre para que me fuera a buscar en la escuela lo antes posible.
—Lena, espera —dijo, viniendo para poder mirarme a la cara. Se
tambaleó.
Lo miré fijamente, mi voz apenas superaba un susurro.
—No puedo creer que todavía no puedas verla como es. Te
mereces algo mejor.
—Lena, por favor —dijo—. No lo entiendes...
—Oh, lo entiendo —escupí—. Solo déjame en paz. —Empecé a
alejarme.
Me tocó el brazo y me detuve.
—Solo déjame explicarte.
Sus ojos me suplicaron, pero por dentro, estaba acabada.
Seguí caminando, queriendo poner distancia entre nosotros para
que no viera cuánto dolía esto.
Mi padre me envió un mensaje de texto, haciéndome saber que
estaba a pocos minutos de distancia.
Ian me llamó.
—Las cosas entre ella y yo son complicadas, ¿bien?
Me di la vuelta una última vez.
—Haz lo que quieras. No me importa.
Tal vez finalmente había tocado el nervio correcto porque Ian no
fue detrás de mí.
Cuando llegué al frente de la escuela, mi padre estaba llegando.
Me subí a su camioneta y di un portazo.
Mi padre miró a su alrededor, obviamente sin ver a Ian, entonces
su mirada se posó en mí. Miré hacia la ventana, parpadeando contra
las lágrimas.
Sabía que Ian tenía que seguir en su auto, y me preguntaba si era
porque quería asegurarse de que yo también me fuera antes de que él
se fuera. Ese pensamiento me hizo querer rendirme y empezar a
llorar.
Al menos podía contar con que mi padre no se entrometería.
Por mucho que lo amara, no quería hablar de esto con nadie más
que con mis amigas.
Y supuse que él tampoco quería tener esa incómoda conversación
porque no dijo una palabra.
Diecinueve
Unos días más tarde, las cosas entre Ian y yo no estaban
arregladas.
Y dudaba seriamente de todos los consejos que las #BFF me habían
dado en el almuerzo.
Para empeorar las cosas, era el día del partido.
En lugar de estar entusiasmada, me pasé todo el día distraída. Un
poco triste. Y definitivamente no con una mentalidad de campeona.
En los días de partido, era seguro decir que normalmente me sentía
un poco engreída. Confiada. Lista para entrar al campo y patear
algunos traseros. Hacer algunos goles.
Hoy, todo lo que quería hacer era arrastrarme a la cama, comer
helado y llorar cuando Ross y Rachel rompieron.
Pero no podía hacerlo, suponía.
Todo el equipo universitario femenino y el entrenador contaban
conmigo.
Así que fingí una sonrisa y pasé el día con el uniforme puesto para
fomentar el espíritu escolar.
Iba a ser un gran partido, y se esperaba una gran participación.
Junto con una victoria segura para que pudiéramos seguir
compitiendo contra Chestnut Mountain para el campeonato estatal.
Ya habíamos vencido a este equipo una vez esta temporada. Eran
buenas. Nosotras éramos mejores.
Pero yo no había estado pasando por una mala racha con mi novio
falso convertido en real entonces.
¿Por qué la vida tenía que ser tan complicada?
La vida había sido mucho más fácil cuando Ian y yo éramos los
mejores amigos. Antes de un partido en casa, podía contar con su
variedad de listas de reproducción para animarnos. Escuchábamos
canción tras canción desde las gradas que daban al campo, asintiendo
con la cabeza al ritmo de la música e imaginando el increíble partido
que íbamos a tener.
Pero en lugar de buscarlo después de la escuela para empezar
nuestra rutina habitual, me mantuve al margen, pateando la pelota en
un campo de béisbol vacío. El entrenador de béisbol se enfadaría si me
viera arruinar el césped con mis botines de soccer, pero no importaba.
No podía ver a Ian en este momento.
Incluso deseaba que volviera a ser un estudiante de primer año
tranquilo, silencioso y tonto. Pero eso fue en noveno grado.
Ahora estábamos en el último año. No había vuelta atrás.
Llegó el momento del partido, y calentamos. Nos estiramos juntos.
Lideré el equipo como siempre, deseando que mi voz fuera tan fuerte
como cualquier otro día.
Me dije a mí misma que tenía que hacer esto. Había jugado tantos
grandes partidos esta temporada. Podría hacerlo de nuevo.
Respirando profundamente, salí al campo. En cuestión de
segundos, sonó el silbato del árbitro.
Empujé a Ian lejos de mis pensamientos. Tenía que terminar este
partido y ayudar a mi equipo a ganar. Los chicos tenían su partido
después, e iba a ser difícil. Las chicas ya habían decidido quedarse y
animarlos desde las gradas, pero yo tenía una excusa lista para
cuando nuestro partido terminara.
La pelota vino hacia mí, rodando por el césped perfectamente
recortado. La detuve. Bien, hasta ahora todo iba bien.
Busqué a alguien para pasársela.
Encontré a Katie. Pateé la pelota con fuerza hacia ella.
Y la vi navegar demasiado a la derecha.
¡No!
Tres pases fallidos y un fácil pero horriblemente fallado gol más
tarde, estaba sentada en el banco.
El entrenador me miró y suspiró, murmuró algo sobre entrenar a
chicas adolescentes y volvió a ver el partido y a gritar al resto del
equipo.
Nos faltaba un gol, y si nosotras no nos organizábamos, íbamos a
perder, a lo grande.
Y por nosotras, me refería a mí. Necesitaba organizarme.
Durante el descanso, abrí mi casillero y metí la cabeza dentro,
ignorando las miradas afiladas de todas las demás en el equipo. El
entrenador comenzó su discurso habitual, repasándonos una a una y
diciéndonos en qué necesitábamos trabajar durante el resto del
partido.
Me dejó para el final. Mi cabeza permaneció en el casillero, con los
ojos cerrados.
—¿Y Lena? —Estaba segura de que todas las demás me miraban,
preguntándose qué diablos estaba haciendo—. No estoy seguro de lo
que está pasando hoy, pero el equipo cuenta contigo, así que
prepárate. —Su tono era firme pero suave y sabía que tenía buenas
intenciones, pero las palabras picaban de todas formas. Odiaba que
estuviera arruinando este partido para todas.
Katie se acercó y puso su mano en mi hombro.
—Vamos, chica. Te necesitamos, así que sal ahí fuera y haz un gol
o dos, ¿bien? O consígueme la pelota, no me importa. Pero es como si
hubieras olvidado ponerte las pilas esta mañana o algo así. Como si
no te hubieras bebido tu zumo especial de Lena. Cava profundo y
patea algunos traseros, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza, pero por dentro, sabía que el partido ya había
terminado para mí.
Volvimos al campo, pero no pude poner la cabeza en su sitio, por
mucho que lo intentara.
En los últimos cinco minutos del partido, estaba conteniendo las
lágrimas. Había fallado otro gol. No fue un error fácil como la última
vez. Había sido un tiro difícil, sin embargo, colgué la cabeza
avergonzada.
Si no fuera por Sam, nuestra barrendera, y la defensa cerrada que
corrió, nos habrían matado, pero al menos mantuvimos al otro equipo
a raya. No volvieron a anotar, pero como nosotras lo hicimos, sonó el
silbato final y ganaron, animando y gritando en el centro del campo.
El resto de nosotras salimos del campo, silenciosas y sombrías.
Eché un vistazo a las gradas justo a tiempo para ver al Sr. Barry
saliendo. ¿Lo había visto todo?
Cerré los ojos, en parte para fingir que no acababa de ver al
reclutador y en parte para contener las lágrimas.
Nos reunimos con el entrenador en el vestuario, y aún molesta
conmigo misma, me preparé para que me gritaran durante los
siguientes veinte minutos.
Pero lo que pasó después fue casi peor.
El entrenador se paró frente a nosotras, con la decepción clara en
su cara.
—Un equipo es más que un simple jugador estrella.
Auch.
Siguió adelante.
—Sé que fue un partido difícil esta noche. A veces, un jugador
clave tiene un mal día y eso hace que todo el mundo se desanime. Eso
pasa. Lo entiendo. Pero estoy muy orgulloso de todas por darlo todo
de todos modos y no dejar que se descarrilaran completamente. La
segunda mitad que acabamos de jugar fue genial. No fue la mejor, no
fue la de siempre, pero evitaron que el otro equipo volviera a marcar.
Cada persona hizo un esfuerzo extra hoy para mantener al equipo
trabajando. Lena, sé que te perdiste un par de goles. Está bien.
Seguiste intentándolo.
Asentí y suspiré.
—He visto a jugadores excepcionales rendirse y no preocuparse. Sé
que te importa. Quédate con eso.
Algunas jugadoras murmuraron de acuerdo, y me pregunté por
qué no me odiaban completamente. Por qué no me miraban mal.
Entonces el entrenador me dio la respuesta.
—Normalmente, la derrota de esta noche significaría perder
nuestra oportunidad de ir a las estatales. Pero gracias a los partidos
anteriores y a los puntos que hemos acumulado, sin mencionar el
hecho de que no nos han matado esta noche, hemos sobrevivido y
seguiremos adelante.
Me quedé sin aliento. Gracias a Dios. Tal vez podría dormir esta
noche sin que me pesara demasiado la culpa.
El entrenador nos dijo que fuéramos a casa y descansáramos un
poco.
—No podemos permitirnos perder nuestro próximo partido. Si
ganamos ese, podremos ir contra la secundaria Chestnut Mountain
por el campeonato estatal. Así que necesito que todas estén en plena
forma el resto de la temporada. —Anotó algunas cosas en su
portapapeles. Luego murmuró—: Y no solo físicamente.
Las chicas se levantaron y comenzaron a agarrar sus cosas, se
pusieron sus sudaderas de calentamiento y se quitaron las
espinilleras.
Yo también me levanté.
—Lo siento, chicas —dije—. No volverá a suceder. Lo prometo.
Perry se acercó.
—No te preocupes por eso. Le pasa a las mejores de nosotras.
Luego vino Katie.
—Pero en serio, chica, ve a arreglar los problemas de chicos porque
no podemos permitirnos otra derrota. Realmente quiero ese trofeo
estatal —bromeó.
Me mordí el labio.
—Te amamos —dijo ella, relajándose—. Pero en serio, si alguien se
merece ese título estatal, somos nosotras.
Ella tenía razón. Le di la mejor sonrisa que pude.
—Cuenta con ello.
No tenía ni idea de si los “problemas de los chicos” estarían
arreglados para entonces, pero sabía una cosa.
No podía decepcionar a mi equipo de nuevo.
No importaba lo que pasara, no lo estropearía.
El entrenador se acercó, con un aspecto intranquilo.
—Lena, no estoy seguro de que sepas esto, pero el Sr. Barry estaba
ahí fuera esta noche. Vino a verte jugar. Siento tener que decir esto,
pero... podría haber sido así. Esta noche era tu oportunidad, y para
serte sincero, no estoy seguro de que haya otra.
***
Como si las cosas no fueran lo suficientemente malas, con mi
carrera de soccer yendo cuesta abajo antes de que empezara y el
estado incómodo en el que estábamos Ian y yo, ese fin de semana era
el Baile de Bienvenida.
Genial...
Había estado tan ansiosa por esto antes, y ahora lo estaba temiendo
absolutamente.
Podría haberme pateado a mí misma.
¿Por qué había aceptado este estúpido reto?
Entonces otra parte de mí estaba enfadada solo conmigo misma.
Esto fue mi culpa. Debí haber controlado mis sentimientos, pero las
cosas se habían vuelto turbias tan rápido.
Debí haber ido más despacio por un minuto, entender las cosas,
aclarar los límites o lo que sea. Pero en vez de eso, me dejé atrapar por
lo que estaba pasando sin detenerme a pensar.
Ugh.
En el campo, mi velocidad era algo bueno, pero cuando se trataba
de chicos... Definitivamente no era algo bueno.
Definitivamente todo había salido en mi contra, y ahora estaba
pagando el precio.
No más retos para mí, y definitivamente no los que involucran
chicos...
O amigos que eran chicos.
¿Y si las cosas entre nosotros se arruinaban para siempre?
El Baile de Bienvenida se arruinó definitivamente, y no había
mucho que pudiera hacer al respecto. No iba a enviarle un mensaje a
Ian para saber si todavía íbamos a ir juntos. La respuesta sería no,
especialmente si Bethany estaba decidida a recuperarlo.
Ugh. Deja que lo tenga.
La idea de que volvieran a estar juntos me hacía querer
acurrucarme en una bola. Me limpié una lágrima.
No llores. Ya había decidido que iba a hacer lo mejor de esta noche.
Tenía al resto de mis mejores amigas para pasar el rato.
Y estaba decidida a divertirme, incluso si eso significaba soportar a
Ian y Bethany a unos metros de distancia.
No me iban a arruinar el Baile de Bienvenida, aunque la
perspectiva de quedarme en casa con un bol de helado y una buena
comedia romántica sonaba mucho más atractiva.
Así que las #BFF y yo nos encontramos en la casa de Tori y nos
preparamos juntas. Harper y yo peinamos y maquillamos a todas,
excepto a Rey, que hizo su propio look súper emo pero muy genial.
Unos minutos antes de que nos fuéramos y nos reuniéramos con
los chicos, nos pusimos nuestros vestidos.
El mío era largo y con figura, hecho de una tela color oro rosa que
brillaba a una milla de distancia. El escote de novia mostraba mis
hombros delgados y mi cabello caía hasta los codos en ondas
perfectas, con un poco de él recogido a la derecha.
La sombra de ojos brillante a juego, los pendientes colgantes y el
lápiz de labios nude realmente completaban el look. Junto con mi par
de tacones favoritos.
Pero apenas podía sonreírme a mí misma en el espejo. Me veía
como un millón de dólares, pero me sentía vacía por dentro, sabiendo
que no tendría a alguien especial para abrazarme esta noche.
Cierto alguien especial. Alguien a quien pudiera alcanzar
perfectamente con estos zapatos. Cerrando los ojos y respirando
hondo, me di otro recordatorio de la estricta política de no llorar esta
noche.
Prometí que la pasaría bien esta noche. Con o sin Ian. Necesitaba
esto, especialmente después de todo lo que había pasado en el campo
recientemente.
Era el último año de la escuela y nada iba a arruinarlo.
Y si la vida era como esas películas cursis de la tele, entonces
quizás esta noche Ian y yo nos besaríamos y haríamos las paces.
Tal vez todavía había una posibilidad de que termináramos en la
pista de baile juntos, balanceándonos con una canción lenta con
nuestros brazos alrededor del otro.
Tal vez.
Una chica podría tener esperanzas, ¿verdad?
Mi corazón dio un rotundo no.
Veinte
Durante toda la cena con los chicos, no podía evitar mirar a Ella y
Jesse o Harper y Emerson o Tori y Noah y cómo malditamente
adorables eran todos.
La forma en que Noah tomaba la mano de Tori cuando ella se
sentaba o cómo Emerson miraba a Harper. O cuando Jesse puso un
brazo alrededor de Ella después de que terminaron de comer.
Me giré hacia Rey, quien también estaba sola esta noche.
—Supongo que seremos la cita una de la otra esta noche, ¿eh? —
bromeé.
Ella sonrió.
—Totalmente.
Alejé mi plato. Si comía más papas fritas, más tarde no me entraría
más el vestido.
—Sabes lo que eso significa, ¿no?
Rey parpadeó hacia mí, casi como si estuviera un poco asustada.
Y por un buen motivo.
—Tenemos que bailar juntas —dije con una gran sonrisa.
Definitivamente no estaba planeando pasar toda la noche sentada
sola en algún lado mirando a todos los demás divertirse.
Rey lucía como si no estuviese segura de esa idea, pero de todos
modos dijo:
—De acuerdo.
Le di un abrazo de costado, amándola por decir que se quedaría
conmigo esta noche.
Nada como una buena amiga para ayudarte a atravesar un Baile de
Bienvenida sin cita.
Cuando pudimos bailar, lo primero que hice fue mirar a Ian,
preguntándome si siquiera habría decido venir esta noche.
¿Estaba como yo, decidido a pasarlo bien? ¿O en casa, mirando
televisión tonta y fingiendo que el Baile de Bienvenida no existía?
Unos veinte minutos después, lo vi con un grupo de chicos del
equipo de soccer. Lucía como si no fuera el único solo esta noche.
Suspiré aliviada, y me di cuenta de que era porque estaba solo.
Bethany no estaba en ningún lado a la vista.
Y sería una noche genial si no la veía.
Pero, por supuesto, casi me choqué con ella en el baño.
Nuestras miradas se encontraron por un instante, y luego me fui.
De ninguna manera iba a darle otro segundo de mi atención.
Volví a la pista de baile y seguí bailando con Rey, que con su
subidón de azúcar por las galletas y el ponche finalmente podía
seguirme el ritmo. Casi siempre.
Saltamos y gritamos y movimos las caderas hacia delante y atrás al
ritmo de la música. Cerré los ojos, tratando de olvidar las últimas
semanas, la decepción, el dolor, tanto en el deporte como en el amor.
Por unos minutos, casi funcionó.
Entonces la canción terminó, y abrí los ojos, y todo volvió.
Exhalé y me giré hacia Rey.
—Voy a buscar un poco más de ponche, ¿de acuerdo?
Ella asintió.
—De todos modos necesito un descanso. Ya se me bajó el azúcar.
Se fue tambaleando a las gradas para sentarse, sacando un diario
de su cartera, y yo me fui en busca de hidratación.
Encontré la mesa de ponche, agarré un vaso y el cucharón, y
empecé a servirme.
Después de unos cuántos sorbos, dejé el vaso y me sequé las gotas
de sudor de la frente con una servilleta. A pesar de que todavía era
bastante temprano, nuestro baile estaba a toda marcha, con casi nada
de espacio libre en la pista de baile. Girándome de vuelta a nuestro
lugar en las gradas, pensé que quizás podría convencer a Rey de que
se uniera a mí para otro baile. Si podía conseguir que la chica dejara
su diario por un minuto.
Pasé entre la multitud, en su mayoría parejas, buscando a Rey en el
otro lado del gimnasio.
Todo el lugar estaba oscuro, las luces en flashes hacían difícil que
encontrara a mis amigas.
Entonces mis ojos aterrizaron en un rostro familiar. Ian, bailando
con alguien. Ella estaba de espaldas a mí, pero reconocí su vestido rojo
en un instante.
Bethany.
Se balanceaban con la música a solo unos metros de distancia, él
con sus manos en su cintura.
Las luces parpadearon de nuevo.
Traté de leer la expresión en el rostro de Ian, pero estaba
demasiado oscuro.
Entonces Bethany se puso de puntillas, buscándolo. Sacudí la
cabeza, negándome a creer lo que estaba viendo. ¿Pero cómo podía no
creerlo, cuando estaba pasando justo frente a mí?
Mientras tanto, el mundo siguió girando, la gente siguió bailando,
y la música siguió sonando.
Dentro de mí, mi corazón se rompió en pedazos. Peor que
cualquier partido de soccer que hubiese perdido en mi vida.
Me alejé, sabiendo que tenía que irme de ahí. Aún buscando a mis
amigas en la multitud, me pregunté si debería simplemente irme a
casa. Entonces la mirada de Ian se detuvo en mí. Dio un paso
rodeando a Bethany y dirigiéndose hacia mí. Yo di uno atrás,
tropezando con alguien.
Luego corrí.
***
No estaba segura de qué hubiera hecho sin las #BFF.
Después de enviarle un mensaje de emergencia a Rey, ella me
encontró en el estacionamiento, sentada en la acera al lado de su auto
y oculta de la vista.
Quizás Ian vendría detrás de mí. Quizás no. Pero no quería verlo
ahora mismo. No con el rímel y el resto de mi maquillaje cayendo por
mi cara.
Luego Tori, Ella y Harper estaban allí también, inclinándose hacia
abajo hacia mí, y lo único en lo que pude pensar fue que gracias a Dios
los chicos no estaban con ellas porque no necesitaban verme luciendo
como un monstruo lloroso del maquillaje.
Ellas me ayudaron a subir al auto de Rey.
Tori abrió la puerta trasera, Ella y Harper justo detrás de ella, listas
para subirse también, y yo sacudí la cabeza, girándome hacia ellas. Me
sequé la cara con un pañuelo.
—Chicas, no, por favor. Vuelvan adentro y encuentren a sus citas.
Yo estaré bien.
Harper se mordió el labio.
Tori dijo suavemente:
—No luces bien.
Ella me dio otro pañuelo.
—Solo queremos asegurarnos de que estés bien.
Harper asintió.
—Déjanos ir contigo. Pasaremos el rato juntas. Te sentirás mejor.
Sacudí la cabeza e intenté sonreír.
—Ya me siento mejor. Quiero irme a casa. Por favor, no renuncien
al resto de su noche por mí. Solo me sentiré peor.
Tori suspiró.
—No sé…
—Por favor, chicas —dije—. Podemos encontrarnos más tarde o
algo.
Se miraron entre ellas.
Rey habló desde el asiento del conductor.
—Yo me quedaré con ella, y podemos encontrarnos más tarde en
mi casa. Solo mándenme un mensaje.
Tampoco me encantaba la idea de que Rey renunciara a su noche
del Baile de Bienvenida, pero parte de mí también estaba agradecida
de que lo hiciera.
Finalmente convencidas, el resto de las #BFF me dieron un último
abrazo y prometieron que estarían en casa de Rey pronto, armadas
con mis snacks favoritos.
Todo el camino a casa, lágrimas silenciosas corrieron por mi cara
mientras yo miraba fijamente por la ventana, preguntándome cómo
esta noche se había convertido en un desastre tan rápido.
¿Cómo pude ser tan tonta? Obviamente, Ian seguía sintiendo algo
por Bethany. Quiero decir, ¿qué esperaba? ¿Que la superara, así de
repente?
Quizás eso pasaba en las películas. No en la vida real.
Y era mi culpa pensar que la vida era una película con el final feliz
perfecto.
Me sequé las lágrimas corriendo por mi cara.
La vida no funcionaba así.
Veintiuno
El Baile de Bienvenida estaba lejos de terminar cuando Rey y yo
nos fuimos, así que no esperaba que el resto de las chicas aparecieran
pronto.
Pero eso estaba bien. Rey y yo volvimos a su casa. Su madre nos
echó un vistazo y dijo que era bienvenida todo el tiempo que quisiera.
Subimos las escaleras, me quité los zapatos y me metí en la cama
de Rey. Arrastró su silla de escritorio hasta la cama y mantuvo su
mano en mi hombro todo el tiempo.
No tenía televisor en su habitación como yo, pero quería estar ahí
de todos modos.
A los pocos minutos, llamaron suavemente a la puerta.
—Pasa —llamó Rey.
También me di la vuelta, limpiándome los ojos.
Era la madre de Rey, con una pequeña bandeja en sus manos.
Había dos tazas de algo que aún humeaba, más algunas galletas y
fruta. Dejó la bandeja en el escritorio de Rey y se giró hacia nosotras.
—Solo pensé en traerles un té y un refrigerio.
Me senté y me limpié la nariz.
—Gracias, Sra. Hart.
Me dio una sonrisa tensa.
—¿Seguro que estás bien, cariño? —Dio unos pasos hacia nosotras,
su cara marcada con líneas de preocupación.
Asentí con la cabeza.
—Estaré bien. Gracias por el té.
Se quedó en silencio por un segundo, y parecía que estaba
decidiendo si debía preguntarme qué pasaba.
Afortunadamente, Rey intervino y dijo:
—Está bien, mamá. Solo son cosas de chicos. Nada serio, lo
prometo.
La madre de Rey no parecía totalmente convencida de que debiera
dejarnos en paz, pero lo hizo.
—Bien —dijo, dirigiéndose a Rey—. Tu padre y yo nos vamos a la
cama, pero despiértame si necesitas algo, ¿de acuerdo? Llama y
avísame cuando las chicas se vayan a casa.
Rey asintió, y ella se fue, cerrando suavemente la puerta tras ella.
Me acosté de nuevo, levantando las mantas.
—Tu madre es amable.
Rey se puso de pie.
—¿Quieres algo más cómodo para ponerte?
Unos minutos más tarde, estaba en una larga camisa de noche.
Ambas nos sentamos en su cama comiendo galletas y bebiendo té.
Rey sostuvo su taza y alcanzó otra galleta.
—Mi mamá dice que una bebida caliente siempre mejora las cosas.
Sonreí.
—Tiene razón. —El líquido me calentó hasta los dedos de los pies,
y me sentía más tranquila que antes—. A mi madre también le
encantan sus tés, pero nunca los había probado antes. Aunque esto es
de hecho bastante bueno.
Tomé otro sorbo, mis pensamientos volvieron a esa imagen de
Bethany e Ian en el baile.
Mi corazón se rompió.
Incluso las palabras del entrenador. Esta noche era tu oportunidad, y
para serte sincero, no estoy seguro de que haya otra.
Las lágrimas volvieron a inundar mis ojos, y deseaba poder borrar
esas dos cosas de mi mente.
Rey me apretó la mano.
—¿Quieres bajar y ver una película?
Asentí con la cabeza, necesitando una distracción, y nos dirigimos
abajo.
Insistí en una comedia romántica, pero en minutos, mi cabeza
estaba en su hombro y resoplé, las lágrimas volvieron y tuve que dejar
salir todo.
Afortunadamente, Rey era la perfecta oyente.
—Quiero decir, una cosa era que no fuéramos juntos al Baile de
Bienvenida. ¿Pero terminar con ella? Es como si no le importara nada,
¿sabes?
Rey dijo:
—Sí.
Y yo seguí.
—No era solo alguien por quien terminé teniendo sentimientos.
Era mi mejor amigo. Pero ahora es como si todo eso se hubiera ido
para siempre. No veo cómo podemos seguir siendo amigos después
de todo esto.
Fue entonces cuando las lágrimas comenzaron de nuevo, al pensar
en no pasar más tiempo con Ian. Y no sería fácil porque nos faltaba el
resto de la temporada de soccer.
Cada vez que lo veía, el dolor se disparaba dentro de mí.
Y entonces pensé en la graduación y en ir por caminos separados, y
eso me hizo llorar aún más.
Rey tenía su brazo alrededor de mí, y me abrazó fuerte.
—Lo siento mucho, Lena. Pero espero que al menos te hable de ello
y se disculpe. Nunca se sabe. Tal vez funcione.
Pensé en eso, suponiendo que tal vez hubiera una oportunidad.
Esperando que todavía hubiera una oportunidad, pero sin ver cómo.
Lo que había visto había sido bastante claro.
Y aunque la idea de perder a Ian como amigo era lo que más dolía,
no estaba segura de poder superarlo.
Las dos nos quedamos sentadas allí, con el brazo de Rey alrededor
de mí. Me limpié la nariz y los ojos, pero las lágrimas vinieron de
todos modos.
El sonido de la puerta delantera abriéndose y luego las voces
rompieron el silencio.
Dos tipos entraron, deteniéndose al vernos.
El que tenía una caja de pizza en sus manos dijo:
—Oh, uh, lo siento. Pasaremos el rato en la casa de Wes entonces.
—Con un pequeño saludo, se fueron tan rápido como habían llegado.
—Lo siento —dijo Rey—. Ese era mi hermano Hugo y su amigo
Wes. Vive al lado —terminó en voz baja.
Me senté.
—¿Él es...?
Asintió con la cabeza, sonrojándose tenuemente.
Sonreí, mirando hacia donde habían estado un segundo antes.
—Es lindo —bromeé.
Volvimos a ver la película, pero antes de que estuviera a la mitad,
llegaron varios golpes suaves a la puerta.
Rey comprobó quién era a través de las cortinas, pero seguro que
eran las #BFF.
Aún estaban vestidas de fiesta, pero como habían prometido,
trajeron toneladas de bocadillos para que pasáramos nuestra fiesta de
lástima de último minuto.
Harper me dio un abrazo, luego Tori y Ella.
Estábamos en un pequeño círculo, y me alegré más que nunca de
tenerlas.
—¿Cómo fue el resto del Baile de Bienvenida? —pregunté
casualmente, pero también preguntaba por Ian.
Harper me tomó la mano.
—Estuvo bien. No es lo mismo sin ustedes dos.
Tori sonrió.
—¿Qué es un baile sin Lena para superar a todos los que están allí
con sus movimientos?
Nos reímos, y supe que era verdad. Eso era otra cosa que me
entristecía: haberme perdido todo ese baile.
Harper se puso seria otra vez.
—Ian te estaba buscando, sabes.
Tori se cruzó de brazos, y pude ver que no estaba de parte de Ian
después de lo que había pasado esta noche.
Pero Ella se encogió de hombros.
—Si te hace sentir mejor, él y Bethany tuvieron una especie de
discusión y luego él se fue. Parecía bastante molesto.
Harper continuó.
—¿Como si tal vez lo sintiera?
Miré a Tori. Ella negó con la cabeza un poco.
—No tenía que besarla.
Los sentimientos de ese momento, de ver a Bethany e Ian besarse,
volvieron a inundar el lugar. También las lágrimas.
Eso es lo que pasaba cuando besabas a alguien de verdad. El riesgo
de salir herida también era real.
¿Por qué había creído que no me pasaría a mí?
***
En lo que a mí respecta, todo el reto estaba cancelado.
Mi amistad con Ian probablemente también había terminado. Junto
con mis posibilidades de ser reclutada.
De cualquier manera, necesitaba tiempo lejos de él para pensar y
dejar que mi corazón se curara.
Desafortunadamente, Ian era implacable.
Fue la razón por la que pasó de estar permanentemente en el
banquillo a ser uno de los mejores arqueros del estado.
Solo deseaba que hiciera lo que yo estaba haciendo y me diera la
espalda por unos días hasta que pudiera decidir lo que sentía por él.
Pero cuando caminé hacia mi casillero el lunes por la mañana, él ya
estaba allí.
Ignorar sus mensajes todo el fin de semana no había sido suficiente
pista.
O tal vez solo lo había empujado a hacer esto.
Cambió su peso de un pie a otro, pareciendo inseguro de sí mismo.
Me detuve a varios metros de distancia, debatiendo si era mejor no
agarrar mis libros o hacer lo posible por ignorarlo mientras abría mi
casillero y tomaba mis cosas.
Entonces mi mente volvió a él besando a Bethany la otra noche, y
las lágrimas volvieron. Apreté la mandíbula, deseando que las
lágrimas no se derramaran. Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta para
escapar.
Apenas había llegado a la esquina cuando él estaba allí, delante de
mí.
—Lena, solo espera. Por favor. Déjame explicarte. —Sus ojos me
suplicaron. Su voz. Me odiaba a mí misma por extrañar su voz.
Dudé por una fracción de segundo, con la mirada en el suelo.
Entonces...
—No —dije, mi voz segura.
Cuando lo rodeé y seguí adelante, Ian no me siguió. Suspiré
aliviada, secando una lágrima perdida.
No intentó volver a hablarme el resto del día, ni siquiera en el
almuerzo, cuando nos encontramos cuando salía de la fila del
almuerzo y él entraba en la cafetería.
Sus ojos se posaron en mí, pero metió las manos en los bolsillos y
se quedó donde estaba.
Por una vez, no tenía ganas de ir al entrenamiento de soccer. Las
cosas iban a ser muy incómodas con el resto de los chicos y chicas. No
esperaba con ansias las miradas extrañas y las preguntas insistentes.
Cuando entré en el vestuario esa tarde, estaba segura de que todos
lo sabían. La noticia de Bethany e Ian en el Baile de Bienvenida ya se
había difundido en la escuela, al igual que nuestro encuentro de esa
mañana.
Katie y las otras chicas me dieron las mismas miradas de lástima
que había encontrado el resto del día. Pero me alegré de que
mantuvieran la conversación en otras cosas. Y de que no me
preguntaran por qué no estaba hablando con ellas.
La práctica no podía terminar lo suficientemente rápido. El tiempo
se ralentizó, pero finalmente, el entrenador hizo sonar su silbato por
última vez.
Cuando salí del vestuario, Ian seguía allí, en el aparcamiento.
Estaba apoyado en su auto, probablemente queriendo hablar. Le eché
un vistazo y me dirigí en la dirección opuesta a mi auto.
Una parte de mí se sintió mal por él, preguntándome si debería
dejarle decir lo que quería decir.
Pero también teníamos nuestro próximo partido importante en
solo tres días. Esa tenía que ser mi prioridad. El soccer era más
importante que nunca, y yo totalmente había arruinado nuestro
último partido.
No volvería a suceder, definitivamente no por un chico.
Y lo más importante, no tenía ni idea de si ya había perdido la
oportunidad de cumplir mi sueño de ver hasta dónde me podía llevar
el soccer, pero iba a darlo todo de todas formas.
Tal vez después de que la temporada terminara podría pensar en
hablar con Ian.
O tal vez no.
Veintidós
Tal vez Ian finalmente entendió la indirecta porque me dejó en paz.
Por extraño que pareciera, yo lo extrañaba más que nunca.
Normalmente, estaría pensando solo en nuestro partido del día
siguiente, el que teníamos que ganar para poder ir al campeonato
estatal, pero en lo único en que podía pensar era en Ian y en cómo
nuestra amistad se había desmoronado.
Hablando de algo deprimente antes del partido.
Pero si jugaba tan bien como lo había hecho en los entrenamientos,
en la escuela y en casa, entonces jugaría mi mejor partido. Contaba
con ello.
Durante los entrenamientos, había canalizado todas mis emociones
en el soccer, y había dado sus frutos. Mis tiros al arco eran mejores
que nunca. En lugar de pensar en el regreso a casa y en Ian, empujaba
a mis músculos a correr aún más fuerte durante las carreras. Los
asentimientos de aprobación del entrenador y los vítores del resto de
las chicas del equipo universitario eran una gran motivación.
También ignoré las miradas de los chicos a Ian y a mí y me imaginé
anotando goles una y otra vez en el partido.
Además, había evitado a Bethany como a la peste, en los pasillos y
en todas partes. Me alegraba que no tuviéramos clases juntas, pero eso
no impedía que apareciera de la nada, con una sonrisa malvada.
La gota que derramó el vaso fue cuando alguien literalmente se
topó conmigo y se me cayeron los libros. Por supuesto, ella estaba
caminando por el pasillo al mismo tiempo. Al ver mis cosas
esparcidas por todas partes, se rio.
Mirándola fijamente, exhalé como un toro furioso. Decir algo
realmente malo habría estado bien, pero también odiaba la idea de
meterme en problemas y luego estar sentada en el banquillo al día
siguiente.
De ninguna manera dejaría que Bethany arruinara el partido del
campeonato de mañana. O una segunda oportunidad con ese
reclutador.
Así que me agaché para coger mis cosas. Pero antes de que pudiera
recoger nada, Ian estaba allí, con mis libros en sus manos.
Se levantó y me los dio, de repente demasiado cerca. El olor de su
colonia me hizo recordar nuestra primera cita. Me dolía el corazón
ante las imágenes de él pasándome a buscar, comiendo juntos en el
restaurante, y luego sentándonos juntos en el parque. Y la forma
perfecta en que sonrió...
Parpadeando rápidamente y apartando todo eso, le quité mis
libros, mirando la ahora rígida cara de Bethany a varios metros de
distancia. Ella resopló y finalmente se fue, probablemente enojada
porque Ian apenas la había notado.
—Gracias —le murmuré a Ian, mi resentimiento hacia él se suavizó
un poco.
Pero no se fue, así que empecé a pensar en una excusa para irme.
Como llegar a clase a tiempo. Eso funcionaría.
Abrí la boca, pero él se adelantó.
—Lena, lo siento, ¿sí? —dijo, con una voz tan sincera como pude
ver—. De verdad, lo siento. ¿Podemos hablar, por favor? Odio estar
así contigo.
Me mordí el interior del labio, tratando de mantener la
compostura.
—Realmente no quiero hablar ahora mismo —dije, sin
encontrarme con sus ojos. Luego traté de alejarme, pero el toque de su
mano en mi brazo me hizo congelarme.
Su voz suplicaba.
—Lena.
Finalmente lo miré, contenta de que Bethany se hubiera ido. Pero
una pequeña multitud de gente se había reunido a nuestro alrededor,
con compañeros de clase aparentemente en sus casilleros o hablando,
pero realmente solo mirando, esperando a ver si habría una
reconciliación o una explosión.
Yo misma no estaba muy segura de cómo iban a ir las cosas. Pero
no quería hablar aquí, delante de todo el mundo como si fuésemos un
reality show.
—Más tarde, ¿de acuerdo?
Ian me dio un asentimiento, bajando la voz.
—Bien —suspiró—. ¿Quizás antes del partido?
No, no antes del partido, quería decir. El partido lo era todo, y no
quería estropearlo teniendo otra pelea con él.
Pero en ese momento, lo único que quería era irme. Por una vez,
no quería ser el centro de atención, no por esto.
—Claro —respondí, dándome la vuelta y alejándome antes de que
Ian pudiera decir nada más.
***
Esperaba que Ian olvidara lo que había dicho sobre hablar antes
del partido, pero sabía que no era probable.
Después de la escuela, estaba sentada sola en uno de los pasillos,
con la espalda apoyada en una fila de casilleros y con una vista del
campo de soccer no muy lejos. Tenía puestos los auriculares mientras
intentaba prepararme para el partido, pero me perdí la lista de
canciones.
De camino al campo de soccer, un par de chicas del equipo me
preguntaron si estaba bien, pero les aseguré que sí.
—Solo me estoy mentalizando —les expliqué, señalando mis
auriculares—. Como Michael Phelps. —Puse su legendaria expresión
enojada de pre nado, digna de un meme, y eso pareció convencerlas
porque finalmente me dejaron en paz.
La verdad era que había pasado la mayor parte de esa hora
intentando no pensar en Ian o mirar a Ian o recordar los buenos
momentos con Ian.
Afortunadamente, finalmente varios mensajes de las #BFF
deseándome un gran partido me distrajeron de todo lo relacionado
con Ian.
Mientras tanto, nos quedaba más tiempo de inactividad antes de
que llegara el momento de calentar. El otro equipo estaba llegando
tarde. Todos los demás, los profesores y otros estudiantes, se habían
ido a casa por el día, pero el partido no comenzaría en un buen rato.
Fue entonces cuando Ian me encontró. Lo vi en el pasillo, e
inmediatamente me saqué los auriculares.
Dio varios pasos hacia mí, el sonido de sus zapatos en el linóleo era
misteriosamente el único sonido en lo que parecían kilómetros.
—El entrenador estaba empezando a pensar que estabas perdida.
—No estoy perdida —dije—. Solo quería estar sola.
Me levanté, manteniendo mi mirada en los carteles de ciencia en la
pared en lugar de en Ian. Empecé a caminar por el pasillo hacia las
puertas dobles que conducían al campo de soccer. Ian caminó a mi
lado sin decir una palabra.
—Es raro, sabes —dijo, rompiendo el silencio.
—¿Qué? —dije.
—De repente, te estás convirtiendo en una solitaria —respondió en
voz baja—. Normalmente, ese soy yo.
No sabía qué hacer, pero asentí con la cabeza. No podía decirle que
últimamente era una solitaria porque me dolía demasiado estar cerca
de él.
Sabía que estábamos rotos, pero no tenía ni idea de cómo
arreglarlo, así que lo mejor era evitarlo.
Ian suspiró.
—Lena, ¿podemos hablar, por favor? ¿Quizás volver a donde
estábamos?
¿Dónde estábamos? ¿Como amigos? Quería preguntar. ¿O dónde
estábamos después de eso?
Me encogí de hombros, parando delante de un aula. Estaba vacía,
así que entré, sin molestarme en encender las luces. Estaba nublado y
gris afuera, pero había más que suficiente luz. Ian cerró la puerta
silenciosamente detrás de nosotros.
Me apoyé en el escritorio del profesor y suspiré.
—Si quieres hablar, está bien, pero no tenemos mucho tiempo, así
que deberíamos hacer esto rápido.
Miró hacia abajo, y me sentí mal por un momento, preguntándome
si pensaba que no me importaba lo nuestro. Pero entonces su
mandíbula se apretó, y cerró la distancia entre nosotros.
Me tomó la mano y me rozó con el pulgar. Giré la cabeza hacia un
lado, alejando mi mano de la suya.
—Estoy escuchando —susurré.
Dio un par de pasos hacia atrás, con las manos a los costados.
—Lo siento. Lo del baile, te prometo que no es lo que crees...
Me burlé.
—¿Te refieres a besar a Bethany? ¿A bailar con ella? Quiero decir,
está bien si vuelves a estar con ella. —Hice retroceder el torrente de
emociones que venía con el recuerdo de eso, sin mencionar todo lo
que realmente quería decirle a Ian.
Así como así, las lágrimas volvieron, esperando derramarse por
mis mejillas, pero yo quería que se quedaran ahí. Retrocedan. No
quería llorar delante de Ian.
Ya me sentía como una idiota por estar disgustada. Por dejar que
esto ocurriera.
Ian suspiró.
—No fui al Baile de Bienvenida con ella. Y no he vuelto con ella.
Ella insistió en un baile. Debería haber dicho que no.
Negué con la cabeza, ese beso en la noche del Baile de Bienvenida
me recordó lo enojada que estaba con él. ¿Le era tan difícil decirle que
no? ¿Su resolución siempre se derrumbaba cuando se trataba de ella?
El resto de los horribles sentimientos de esa noche volvieron a llenar
mi pecho.
—Ojalá nunca hubiera aceptado tu estúpido reto —dije, más que
nada.
Pero tan pronto como salió, me arrepentí de haber dicho las
palabras en voz alta.
Ian estaba tan callado que lo miré. La herida se reflejaba
claramente en sus ojos. La culpa me comió por dentro, al darme
cuenta de que ya no era la única que retenía las lágrimas.
Grandioso.
—Solo quería decir... que no fue una buena idea. Claramente, no
has superado a Bethany...
—Te lo dije —dijo en voz baja—. He terminado con ella.
—Y con nosotros siendo amigos cercanos y todo... debería haber
dicho que no. —Me miré las manos—. No digo que esto haya sido
culpa tuya. Es solo que...
Nunca debió haber pasado, quería decir. Debí recordar que no se
suponía que fuera real. ¿Pero dónde estaríamos si nunca hubiera
aceptado ese reto? ¿Amigos? ¿Cuánto nos habríamos perdido?
Me ponía tan triste que las cosas no hubieran funcionado entre
nosotros.
—Lo entiendo —respondió Ian—. Tienes razón. Siento lo que pasó
en el baile. Lo único que quería era un baile contigo, no con ella. —Lo
miré, pero siguió hablando—. Pero... eso no importa. Porque
claramente todo esto ha terminado.
Abrí la boca para preguntarle qué quería decir.
—No me di cuenta de que esto nos costaría nuestra amistad —
terminó—. Si hubiera sabido...
Se detuvo, y junté sus palabras en mi cabeza, una por una. Fue
entonces cuando las lágrimas rompieron a través de las compuertas y
corrieron por mis mejillas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, manteniendo mi voz firme.
Se detuvo a medio camino de la puerta. Se encogió de hombros.
—Está bastante claro que no quieres tener nada que ver conmigo,
así que no tienes que seguir diciéndome que te deje en paz. O que me
vaya.
Las náuseas se elevaron en mi garganta.
—Adiós, Lena —dijo Ian.
Luego se fue.
Veintitrés
Tori negó con la cabeza y sonrió. Estábamos sentadas juntas en la
sala.
—Qué malo que pasara justo antes de tu gran partido —dijo—. Me
alegro de que ganaran.
Todo lo que pude hacer fue asentir y limpiarme las lágrimas que
no se detenían.
—Ni siquiera sé cómo lo hice. Solo hice lo mejor para fingir que
nada más existía, hice lo mejor para estar ahí para el equipo. Oh, y el
Sr. Barry, el cazatalentos, no estaba ahí. No estoy segura de si eso es
bueno o no.
Le expliqué lo que el entrenador me había dicho en el último
partido. Solo una cosa más que me molestaba.
A pesar de todo, salí ayer ahí e hice un gol. Katie había hecho otro,
y nuestra defensa había mantenido a raya al otro equipo.
Mientras tanto, había frenado la avalancha de emociones sobre lo
que había sucedido con Ian minutos antes como una represa. Una que
finalmente había colapsado.
No había creído que las cosas entre nosotros pudieran ponerse
peor, pero estaba equivocada.
—Aparentemente, ya no somos amigos —dije. Difícilmente pude
terminar la oración antes de que mi pecho jadeara y cubriera mis
horribles llantos tanto como podía.
Harper envolvió sus brazos alrededor de mis hombros.
—Oh, Lena —susurró.
Ella dijo:
—Déjalo salir. —Y eso solo me hizo llorar más fuerte.
Después de varios minutos, me limpié las lágrimas con mi manga
y me senté. Negué con la cabeza.
—Debería haber seguido fingiendo. ¿Por qué tuvimos que hacer las
cosas tan complicadas?
Rey apretó mi mano.
—¿Cómo se supone que supieras que ibas a terminar
enamorándote de Ian? —dijo—. No te sientas mal.
—Demasiado tarde —dije con una sonrisa forzada.
—Apuesto a que él cambiará de parecer —dijo Harper—. Ambos
dijeron lo que pensaban. Podría tomar tiempo, pero estoy segura de
que cambiará de parecer.
¿Quería que Ian cambiara de parecer? Ya había roto mi corazón
una vez, prácticamente dos con nuestra amistad y la relación falsa
todo en uno. De ninguna manera iría detrás de él y arriesgaría mi
corazón una vez más.
—Tal vez esto sea para mejor —dije—. Las amistades no siempre
funcionan. Él irá por su camino. Yo iré por el mío.
Eso me hizo llorar de nuevo. Era duro perder a un chico a quien
había besado de verdad y por quien sentía algo. Era incluso más difícil
perderlo como amigo.
Tori me dio un frasco de helado.
—Aquí, chica. Un poco de helado hará desaparecer…
Harper y Ella la miraron fijo. Rey se aguantó la risa.
Tori gentilmente tomó el helado de vuelta.
—Está bien, el helado no hará que las cosas malas desaparezcan.
Pero tal vez podamos ver una película y comer algunos bocadillos de
todos modos.
Nos sentamos en el sillón de la casa de Tori, las chicas a mi
alrededor y una manta caliente sobre mis piernas.
Casi no me concentré en la película. El golpe de la ruptura con Ian
dolía cien veces peor que una patada en la espinilla cuando no tenía
puestas las espinilleras.
Y también era mucho más profundo.
***
Eventualmente, no tuve más opción que volver a casa, por mucho
que odiara que mi familia viera que estaba bastante triste.
Mi madre me preguntó si estaba bien cientos de veces antes de que
la cena siquiera estuviera servida. Ni siquiera me dejó ayudarla a
hacerla.
Mi hermana Maria no paraba de mirarme, y mi papá estaba más
callado que de costumbre en la mesa, casi ni me miró.
Solo quería irme a la cama.
—¿Puedo retirarme? Tengo un montón de tarea que hacer, y estoy
cansada —dije, dejando el tenedor.
Mamá vio mi plato lleno de comida y luego dijo:
—Lena, tienes que comer algo. No puedes hacerte esto.
—Menos si es por un chico —interfirió Maria de manera casual.
Rodé los ojos, sin importar que mis padres odiaran que hiciera eso.
—Déjala ir4 —dijo mi padre en voz baja, y casi me desmoroné del
alivio.
Me puse de pie, dejé el plato en el lavabo, y prácticamente corrí a
mi habitación. Cerrando la puerta detrás de mí, suspiré y me fui a la
cama.
Tal vez podría hablar con mis amigas.
Efectivamente, Harper me contó sobre su última aventura con
Emerson en el hogar de ancianos en el que aún se ofrecían como
voluntarios. La Sra. Ellie acababa de regresar de su viaje con su hija de
Belice, y tenía el bronceado y las divertidas historias para demostrarlo.
Eso me hizo sonreír.
Un ligero golpe en mi puerta interrumpió mi mensaje de texto a las
#BFF, preguntando qué tipo de historias la Sra. Ellie tenía para
compartir con Harper.
Me levanté y encendí mi lámpara, dándome cuenta de que había
estado en completa oscuridad.
—¿Sí? —dije. Tal vez era Maria, preguntándose por qué yo estaba
triste y queriendo satisfacer su curiosidad. O mamá con una pila de
ropa doblada para que la acomodara.
En su lugar, papá asomó la cabeza y después entró, luciendo
realmente preocupado.
Vaya.
Él nunca entraba. Después de la cena se iba al sofá para ver la
televisión.
Pero ahí estaba. Dio unos pasos, pasando una mano por su cabello
y mirando a todos lados nerviosamente. Sus dedos eran gruesos,
fácilmente dos veces más grandes que los míos. Cuando era pequeña,
ponía mi palma contra la suya, preguntándome cuándo crecería lo
suficiente como para alcanzar su tamaño.
Papá tomó asiento al borde de mi cama. ¿Era esto por mi último
partido? ¿Iba a asegurarse de que diera lo mejor en el partido de
mañana contra Chestnut Mountain? ¿Iba a recordarme cuán
importante era ganar el campeonato estatal? ¿Darme algunos consejos
de última hora?
El silencio entre nosotros era ensordecedor. Esperé a que dijera
algo.
Finalmente, abrió la boca, su mirada aún en todos lados menos en
mí.
—Selena —comenzó en español, su lenguaje corporal incómodo y
su voz casi un suspiro—. No sé lo que está pasando. Tal vez
problemas en la escuela con tus amigas o ese novio. Sé que esta edad
es difícil. Lo recuerdo —siguió en español.
Más silencio.
¿Recordaba lo que era ser un adolescente? Su niñez no había sido
nada como la mía. Él había crecido en Tijuana, México. Apenas había
ido a la escuela. Tuvo que trabajar desde una edad muy temprana.
Siguió en español.
—Sé que tal vez no es algo de lo quieras hablar con tus padres. Lo
entiendo. Esta es la edad donde comienzas a descubrir cosas de ti
misma, a tomar tus propias decisiones. —Suspiró y asintió,
mirándome.
Asentí también, sin estar segura de qué decir, o si se suponía que
tenía que decir algo.
—Te hemos criado bien. Sé que tomas buenas decisiones así que
confiamos en ti, Selena.
Otra pausa, me pregunté si mi padre se quedaría mudo durante un
año después de esto. Cuando se trataba de hablar, yo probablemente
podría hablar eternamente, pero mi padre parecía tener un límite.
Incluso sonaba exhausto. O tal vez era su edad.
—Solo quiero que sepas que a veces la vida puede ser difícil, mija.
Va a lanzarte muchas cosas en tu camino. Buenas y malas. Solo
puedes decidir cómo vas a lidiar con eso. En qué tipo de persona te
convertirás. Pero recuerda que eres fuerte. He estado en el campo. Y
sé lo que es estar fuera de él, también.
Parecía como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo. En
cambio, exhaló, como si todo lo que había dicho le hubiera tomado
mucho esfuerzo.
Luego se puso de pie, palmeó mi hombro y comenzó a irse.
Me levanté.
—Papá, espera —dije en español.
Él se dio la vuelta, y envolví mis brazos a su alrededor. Hacía
mucho tiempo que no hacía esto porque generalmente no nos
abrazábamos, pero quería hacerle saber que me alegraba que se
preocupara por mí.
—Gracias, papá —dije.
Asintió una vez más y cerró la puerta de mi cuarto lentamente
detrás de mí. Casi sin hacer ruido.
Suspiré y volví a mi cama, mi espíritu se elevó. Él no estaba
preocupado por el partido de mañana. Y tampoco yo.
A pesar de lo difícil que iba a ser estar concentrada en el partido e
ignorar mi corazón roto, sabía que podía hacerlo.
Por mí y por mi papá.
Veinticuatro
Esa noche, estaba acostada mirando al techo y deseando estar
dormida.
Tenía un partido importante mañana, el equipo contaba conmigo y
había una posibilidad de que el señor Barry se presentara. Pero en
lugar de obtener ocho horas de sueño completas, mi cerebro estaba
decidido a mantenerse despierto toda la noche.
Pensando en Ian y en nuestra última conversación.
¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué no había dicho que no
habíamos terminado? ¿Que por supuesto que aún éramos amigos?
Me limpié una lágrima fugitiva del rostro.
Porque había sido demasiado cobarde. Y en el fondo, quería que le
doliera, igual que me había lastimado.
La idea de dejar que me lastimara de nuevo…
Me di la vuelta y presioné mi cara contra mi almohada, dejando
escapar un gemido frustrado.
Entonces la solución perfecta apareció en mi cabeza.
¡Una máquina del tiempo! ¡Claro!
Podría retroceder en el tiempo, no besar a Ian en ese reto,
definitivamente no aceptar su reto y permitir que se convierta en mi
novio falso.
Aún seríamos amigos…
¿Dónde había una máquina del tiempo cuando la necesitabas?
Oh espera, esto era la realidad.
Estaba atrapada con todas las decisiones que había tomado,
incluida la de dejarlo ir, tomando toda la culpa.
No decirle cómo me sentía realmente.
Volví a mirar al techo, solo la luz de la calle a varios metros de mi
ventana proyectaba un pequeño rayo de luz en mi habitación.
Eran las dos de la mañana y tenía que levantarme en menos de
cinco horas…
En algún momento, debí haberme quedado dormida porque lo
siguiente que supe fue que estaba sonando mi alarma de las seis y
media y solo quería llorar y fingir que era sábado.
Tal vez si no fuera el gran día del partido le habría rogado a mi
madre que me dejara quedarme en casa, la habría convencido de que
tenía fiebre o calambres o algo por el estilo.
¿Pero faltar a las semifinales? ¿Uno de los partidos más grandes
del año?
Lo enfrenté, despegué los párpados y me lavé la cara con agua fría.
Unos ojos cansados me devolvían la mirada en el espejo del baño.
Parecía un zombie.
Saqué mi bolsa de maquillaje y suspiré, sabiendo que hoy tendría
que aplicarlo para cubrir las ojeras.
Cuando regresé a mi habitación, levanté mi teléfono, segura de que
llegaba tarde. Pero lo que sobresalió fue un mensaje de Ian.
Decía enviado a las 3:47 am, y me preguntaba cómo lo había
dejado pasar antes.
Probablemente porque solo había abierto completamente los ojos
después de tropezar en el baño.
Leí el mensaje
Ian: ¿Estás despierta? Lo siento si te despierto, pero tengo que decir esto
porque no puedo dormir. Todo lo que dijimos la última vez que hablamos
sigue repitiéndose en mi cabeza como una mala canción, y odio que incluso
haya sucedido. La verdad es que no quiero perderte. Como amiga. O de otro
modo. Quizás para ti todo fue falso. Tal vez no. No lo sé. Pero estar contigo,
Lena, es lo más real que he hecho. Lo siento por todo. Lamento incluso haberte
pedido que hicieras esto por mí. Arruinó todo, y es mi culpa. Debería haber
sabido que era una mala idea, pero creo que, en el fondo, una parte de mí
sentía algo por ti, y quería ver cómo sería. Tocarte. Abrazarte, como más que
un amigo. Quizás besarte. Cuanto más tiempo pasaba, más me daba cuenta de
que me estaba enamorando de ti y no tratando de recuperar a mi ex. Esto dejó
de ser sobre ella hace mucho tiempo. No me importa si no sientes lo mismo.
No importa. ¿Pero podemos volver a donde estábamos antes? Te extraño.
Extraño sentarme contigo en el autobús yendo a los partidos o sentarnos
juntos en las gradas. Espero que le des otra oportunidad a nuestra amistad…
Nos vemos en el partido.
Nunca me había enviado un mensaje tan largo. Y nunca uno como
este.
Lo leí una vez más, sin creer que fuera real.
Entonces esa sensación de hundimiento en mi estómago regresó, y
sentí ganas de vomitar. Cerré mis mensajes de texto, incapaz de
responder. Ahora no.
Tal vez esta noche… Ian querría arreglar esto. Parecía que él
también sentía algo por mí, pero tal vez podría convencerlo de que ser
algo más que amigos… no era una buena idea.
No estaba lista. No quería arriesgar nuestra amistad otra vez. No
quería decepcionarlo antes de su partido. Pero con suerte, lo
entendería. Lo había dicho allí mismo, que estaba bien ser amigos,
¿verdad?
Eso era lo que haría.
Todo esto de los besos de verdad no era una broma, y la idea de
hacerlo nuevamente me asustaba más que la posibilidad de perder el
partido del campeonato estatal. Incluso más que decepcionar a mi
equipo.
No.
Este reto había arruinado todo tipo de besos para mí, pero
especialmente besar a Ian.
No importaba lo que sintiera por él.
***
Tori dejó su botella de agua de golpe en la mesa de la cafetería.
—¡¿Estás loca?!
No pude mirarla a los ojos, sino que me concentré en los nachos
con queso que tenía delante.
—Uh…
Esta no era la reacción que esperaba después de contarle a las #BFF
sobre el mensaje de las 3 de la mañana de Ian.
Harper se mordió el labio, luciendo algo tímida. Probablemente
porque estaba de acuerdo con Tori.
Puso su mano sobre mi brazo.
—¿Por qué no le has respondido el mensaje de texto?
Rey se cruzó de brazos, perdiendo el interés en escribir lo que
fuese que hubiera estado escribiendo.
—Yo también quiero saber.
De repente, sentí que mi madre me gritaba por no sacar la basura
como se suponía que debía hacerlo.
Tori todavía no parecía feliz, excepto que momentáneamente
canalizó su furia hacia Rey.
—¿Enviarle un mensaje de texto? ¡Necesita hablar con él! Tener
una conversación. —Se volvió hacia mí, esperando una respuesta.
Me mofé, molesta conmigo misma por no pensar un poco y
dejarles ver que Ian solo me importaba como amigo.
—Vaya, gracias, mamá —bromeé, solo un poco de molestia
deslizándose en mi voz—. No quiero, ¿de acuerdo? Quiero decir, sí,
hablaré con él. Pero luego, después del partido. O mañana. No hay
necesidad de alzar los pompones.
Harper apartó su bandeja, claramente preocupada más por esta
situación que por la rebanada de pizza a medio comer en su plato.
—Está bien, si lo único que quieres es que sean amigos. Pero creo
que todas sabemos que eso no es cierto, Lena. PD: te amamos, ¿de
acuerdo?
Ella asintió con la cabeza.
—Estamos de tu lado. Lo prometo. Pero te estás engañando a ti y a
Ian al insistir en que no te gusta.
Tori se metió un tomate cherry en la boca.
—Yo también siento algo de negación.
Rey contuvo una sonrisa y gemí.
—Ughhhh, ustedes son lo peor —me lamenté. Pero sabía que
tenían razón—. Solo un día o dos de negación, eso es todo lo que pido.
—Puse mi cabeza en mis manos—. ¿Por qué dejo que la bondad de
todas ustedes me contagie…?
Al menos eso las hizo reír.
Suspiré, la sensación de hundimiento en mi estómago mejoró un
poco. Lo que probablemente significaba que tenían razón.
Las palabras que mi padre me había dicho anoche volvieron.
La peor parte era que todos tenían razón. Mis amigas. Mi papá.
Sí era fuerte, lo suficiente como para decirle a Ian la verdad
completa y no enloquecer. Ni huir ni quedarme callada nuevamente.
Sin embargo, solo pensarlo me hacía querer esconderme.
—No soy como ustedes —dije, agitando mis brazos—. No puedo
decirle a un chico cómo me siento.
Rey suspiró.
—No eres la única…
Usó su diario para cubrirse la cara hasta los ojos, y le di un abrazo
de costado.
—¿Qué haría yo sin ti? —dije—. Finalmente, alguien de mi lado.
Luego bajó su diario.
—Sin embargo, todavía creo que deberías decirle a Ian cómo te
sientes.
Abandoné mi abrazo.
—Rey… pensé que estábamos bien —bromeé, fingiendo una
expresión triste.
Sonrió.
—Solo creo que hay momentos en la vida en los que solo tienes
una oportunidad, ¿sabes? Es mejor haber amado y perdido que no
haber amado en absoluto y todo eso. ¿No te parece? Todavía estoy
tratando de reunir el coraje, pero ver a la poderosa Lena hacerlo sería
un buen empujón para mí. —Me guiñó un ojo, todavía esperando que
yo dijera que lo haría.
Tori me miró como si supiera que tenía razón. Harper y Ella al
menos tuvieron la decencia de parecer comprensivas.
Suspiré, reconociendo que había perdido la batalla.
—Bieeen —dije, alargando palabra durante unos diez segundos.
Tori se inclinó.
—Sabes lo que tienes que hacer. Ve tras él, Lena. Dile cómo te
sientes. De verdad.
Harper asintió con la cabeza.
—Obviamente siente lo mismo, chica.
Ella dijo:
—Sí. Concuerdo.
Dudaba que Ian sintiera lo mismo después de haber ignorado su
mensaje.
—¿Obviamente? Obviamente no sé… —Pero ese sentimiento
extraño había vuelto.
Tori se cruzó de brazos.
—Vamos, ¿dónde está la Lena valiente y atrevida que conocemos?
¿La que aceptaría cualquier reto sin un abrir y cerrar de ojos?
—¡Hola! —chillé—. Estoy en esta situación gracias a un reto.
Además, hay sentimientos reales involucrados ahora, ¿de acuerdo?
Besar por diversión era fácil. Esto no lo es.
Eso hizo que todas se rieran de nuevo y que Rey volviera a
abrazarme, también riendo.
Una parte de mí quería llorar. Una parte de mí quería huir y tal vez
cambiarme de escuela.
Pero sabía que mis amigas tenían razón. Tenía que decirle a Ian mi
verdad.
Tantas oportunidades para decirle lo que realmente sentía por él, y
no había tenido el coraje de hacerlo. Bueno, ya era hora de reunir algo.
En verdad o reto, siempre elegía reto. Los retos eran fáciles.
Divertidos. Locos.
La verdad era dura. ¿Dejar entrar a alguien? Difícil. ¿Decirle a
alguien que te gustaba? Daba miedo.
¿Encontrar los ojos de Ian y decirle que también había sido real
para mí? Solo pensar en eso me hizo querer entrar en pánico.
Miré a las #BFF.
—¿Qué pasa si no funciona? ¿Y si dice…?
Ella tomó mi mano.
—Pase lo que pase, estarás bien.
Harper dijo:
—Estamos contigo en lo que sea.
Rey volvió a abrir su diario.
—No lo sabrás hasta que lo intentes, Lena.
Tori se dio la vuelta y me dio un rápido abrazo por atrás.
—Tú puedes —dijo en voz baja.
Me tragué el nudo en la garganta, reprimí las lágrimas y decidí
hacer una broma.
—Dios, Tori. Sí que sabes cómo repartir el amor duro, ¿eh?
Veinticinco
Lena: ¿Están seguras de que no debería esperar para contarle hasta
DESPUÉS del partido? ¿Qué pasa si tenemos otra pelea y perdemos por eso?
Estaba escondida en uno de los puestos de baño en el vestuario
esperando una respuesta de las #BFF. Katie y el resto de las chicas ya
estaban ocupadas calentando en el campo de soccer.
Les aseguré que saldría enseguida y me preguntaron si estaba bien,
si necesitaba un Advil o algo así. Finalmente las convencí de que se
fueran. Después de prometer que no se repetiría ese partido.

Todavía teníamos algo de tiempo antes del partido, y podría haber


pospuesto mi conversación con Ian para esta noche.
Pero las #BFF me estaban presionando para que hablara con él
ahora.
¿Y otra razón más importante por la que necesitaba dejar de ser tan
cobarde y confrontarlo?
No lo había visto muy bien.
Sabía a ciencia cierta que había llegado tarde esta mañana, se había
perdido la mayor parte del primer periodo. Parecía un zombie. Ni
siquiera se había presentado a almorzar, y el equipo universitario de
chicos estaba preocupado por él.
Y con razón. Una de las grandes razones por las que habían
llegado al partido del campeonato estatal esta noche era gracias a Ian.
Había bloqueado fácilmente una docena o más de goles esta
temporada, y no había forma de que ganaran esta noche si no estaba
dándolo tomo.
Chris ya me había suplicado antes del cuarto periodo que hablara
con Ian, que quizás le diera un poco de aliento. Luego me guiñó un
ojo, puse los ojos en blanco y me fui.
Pero sabía que tenían razón. No podía dejar que Ian siguiera así y
le costara al equipo una gran victoria como esta porque no sabía la
verdad. Porque tenía demasiado miedo para decirle la verdad.
Entonces, a pesar de los empujones y la presión de Tori, Ella,
Harper y Rey, lo que realmente me convenció de salir del vestuario y
dirigirme a donde sabía que Ian estaría pasando el rato antes de que
empezara el partido, fue eso. Ian
Sabía cuánto significaría ganar este partido para él, y no quería que
se lo perdiera por lo que sucedía entre nosotros.
La verdad era que me gustaba más que nunca, y si eso significaba
salir y posiblemente ser rechazada porque había hecho esto
demasiado tarde, entonces que así fuera.
Vi su figura solitaria en la parte superior de las gradas al otro lado
del campo donde practicaban las chicas del equipo universitario. Katie
me saludó con la mano, pero seguí caminando hacia Ian, con las
manos metidas en el bolsillo delantero de mi sudadera.
Uno por uno, subí los escalones de las gradas de metal hasta la
cima. Ian estaba sentado en la segunda fila superior, recostado y
apoyando los pies en la fila debajo de él.
Estaba abrigado, con sudadera y capucha. El aire estaba frío, pero
el sol brillaba, y lo tomé como una buena señal de lo que estaba a
punto de hacer.
El extraño giro que nuestra amistad había tomado las últimas
semanas finalmente se solucionaría, de una forma u otra.
Este podría ser el final de todo.
Cuanto más me acercaba a la cima de las gradas, más rápido me
latía el corazón, más se sentían mis piernas como bolsas de arena, y
tenía ganas de vomitar.
Pero seguí subiendo de todos modos, mis ojos fijos en Ian.
Debía haber estado escuchando su lista de reproducción al máximo
volumen porque no me escuchó subir. Había estado mirando en la
otra dirección, hacia el cielo. Cuando estaba a solo unos metros de
distancia, finalmente giró la cabeza en mi dirección.
Por lo general, sus ojos se iluminaban cuando me veía y sonreía,
sin esfuerzo.
Hoy no lo hizo. Se sentó, se sacó los auriculares y esperó a que
dijera algo. Sus ojos cuestionaban por qué estaba allí, su boca se abrió
ligeramente, y ansié su sonrisa.
—Hola —dije, sentándome a su lado. Se alejó un poco, dándome
espacio, estaba segura, pero parecía que había una pared entre
nosotros y no podía atravesarla.
Estaba preparada para derribarla, sin importar cuán aterrador
fuera.
Me miró y miró su teléfono.
—Hola —dijo en voz baja.
—Lo siento si yo… —mi voz se apagó. Tosí, tratando de ordenar
mis pensamientos confusos.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—Está bien.
Exhalé, preguntándome cómo empezar.
Nos quedamos mirando a las chicas y los chicos de abajo. Pasando,
disparando, sentados en la hierba. Riendo y jugando.
Por lo general, este era nuestro lugar antes de un partido en casa.
Escuchábamos música juntos. Finalmente, bajábamos y nos uníamos a
los demás. Estirábamos, practicábamos un poco mientras las gradas
comenzaban a llenarse.
Hoy, me sentía como si estuviera sentada con un extraño.
Abrí la boca para finalmente decir algo porque tarde o temprano el
entrenador nos haría bajar y calentar.
—Ian, yo…
—Lena… —comenzó al mismo tiempo.
Nos giramos para enfrentarnos. Mis ojos se dirigieron
automáticamente a su boca y recordé lo que era perderse en un beso
con él.
¿Por qué parecía que habían pasado años de eso?
Abrió la boca para volver a hablar, pero levanté la mano y presioné
un dedo contra sus labios.
—Yo primero.
Retiré mi mano y él permaneció en silencio. Mientras tanto, dentro
de mi pecho, mi corazón se aceleró.
Quería respirar profundamente y no apresurar lo que quería decir.
—Ian, yo, eh… —Me tragué las náuseas crecientes en mi garganta
y me obligué a mirarlo a los ojos—. Necesito que sepas que lo que
teníamos… también fue real para mí. Yo solo… fui demasiado
cobarde para decirlo antes. Te dejé ir pensando que no te veía como
más que un amigo, y debería haber dicho algo. —Me detuve por
medio segundo—. Lo sé, tal vez solo quieras seguir siendo amigos y
dejar todo esto atrás, pero quiero que…
Ian me detuvo, su mano apretando la mía.
—Lena, ni siquiera sabes cuánto tiempo he estado enamorado de ti
—dijo Ian. Entonces sucedió algo extraño. Comenzó a reír, y lo miré
como una tonta tratando de comprender lo que acababa de decir.
—¿Qué? —pregunté incrédula.
Pero estaba tan feliz de que su sonrisa volviera, y cuanto más
entendía lo que acababa de decir, más grande era mi sonrisa.
¿Esto realmente estaba sucediendo? ¿O estaba soñando?
Esto tenía que ser un sueño.
Bajó la vista y luego volvió a mirarme.
—Siempre tuve tanto miedo de decírtelo. Quiero decir… pensé que
te asustaría y dejarías de hablarme o algo así. Así que me di por
vencido contigo, intenté dejar de verte de esa manera. Quiero decir,
¿por qué alguna vez me verías como algo más que un amigo? —Su
cara cayó un poco—. Entonces empecé a salir con Bethany.
Ian continuó, sacudiendo la cabeza.
—¿Lo qué pasó con Bethany en el Baile de Bienvenida? Fue
estúpido. Solo bailé con ella porque ella insistió y dijo que su cita la
había abandonado. Me sentí mal por ella. Entonces me besó de la
nada. Pero te estaba buscando, Lena. Eras tú con quien quería bailar.
Quería que bailáramos toda la noche.
—¿De verdad? —dije, segura de que tenía la sonrisa más idiota en
mi cara—. ¿Por qué nunca dijiste nada sobre cómo te sentías…?
Se acercó, su mano aún sobre la mía.
—Me di cuenta de que no sentías lo mismo.
Miré hacia otro lado, sabiendo que tenía razón. No había pensado
en él así hasta unas semanas después del reto.
Continuó:
—Simplemente no me atrevía a decírtelo y arruinar lo que
teníamos. No eres como otras chicas —dijo—. No quería ser otro chico
que besaras por diversión.
Lo miré de nuevo, aún intentando procesar lo que estaba diciendo.
Se encogió de hombros.
—Antes… simplemente no era el momento adecuado. Luego
hicimos el reto, y me di cuenta de que todavía sentía lo mismo por ti.
Ya no era solo un reto, ¿sabes?
Asentí.
—Sí, yo solo… no podía creerlo. Y tampoco quería estropear esto.
La idea de que ya no fuéramos amigos…
—Estaba bien con que no fuéramos amigos —dijo Ian. Eso me hizo
mirar hacia arriba—. Quería ser más.
Luego se inclinó hasta que su boca estuvo sobre la mía. Mis ojos se
cerraron solos y dejé que todo lo demás desapareciera. Lo único en
que quería pensar era en Ian y la forma en que sus labios se movían
contra los míos. Mis manos rodearon su cuello, acercándolo más,
mientras sus brazos se acomodaban alrededor de mi cintura.
Lo que pudo haber sido cinco segundos o cinco minutos después,
se apartó un poco.
—No sabes cuánto tiempo he estado queriendo hacer eso —
confesó.
Luego me reí y lo acerqué para darle un abrazo.
—Te extrañé —susurré.
Me devolvió el abrazo, y suspiré y cerré los ojos, dejando que mi
cabeza descansara sobre su hombro.
—Yo también te extrañé.
Luego besó mi frente y deseé que pudiéramos quedarnos así para
siempre.
Sin embargo, los sonidos de vítores y gritos de abajo nos hicieron
separarnos.
Nos dirigimos al campo de soccer para encontrar a los equipos de
soccer universitario de chicos y chicas gritando y saltando de arriba
abajo no muy lejos.
Chris bramó:
—¡Ya era hora de que ustedes dos se besaran y calentaran!
Me volví hacia Ian y nos reímos.
Desde el otro lado del campo, el entrenador salió del vestuario de
los chicos, donde estaba su oficina, y sonó el silbato.
—¡Ustedes dos tortolitos bajen aquí y comiencen a calentar!
Cuando pisamos la hierba, Chris se me acercó y nos abrazó. Katie y
las chicas también me abrazaron.
—¡Finalmente! Ahora tenemos una posibilidad real de ganar esto
—dijo Chris.
Veintiséis
Las chicas juagaban primero.
Quizás porque había estado practicando como loca o porque
todavía tenía el subidón de adrenalina de haber besado a Ian antes,
pero jugué como nunca antes, haciendo un pase imposible a Katie
quien hizo un gol. Todo en los primeros diez minutos del partido.
Aunque era un equipo difícil, y no nos dejaron hacer otro gol fácil.
Casi como si hubiésemos despertado a un oso muy agresivo de su
hibernación. Pero nosotras también queríamos esto. Y no íbamos a
dejarlas marcar si podíamos evitarlo.
Hacia el final de la segunda mitad, su mejor delantera pateó la
pelota fuerte hacia la esquina derecha inferior. Fue un buen tiro, uno
que nuestra arquera simplemente no pudo detener. Y así, estábamos
de repente empatadas. Lo que significaba que la victoria podía ir a
cualquiera.
Teníamos que hacer otro gol, o no podíamos llevarnos el trofeo del
campeonato estatal.
Mientras más seguía el partido y el sol bajaba, más se llenaban las
gradas de estudiantes, padres, y profesores que se presentaban para
apoyar a la escuela.
Los gritos de mis amigas me llegaban. Tori, Ella, Harper y Rey
estaban de pie y me alentaban todo el tiempo, cantando y todo. Tori
incluso había traído sus pompones.
Con solo quince minutos restantes del partido, les lancé un beso.
Desde las gradas, el Sr. Barry también observaba. Pensar
demasiado en él me ponía nerviosa. A veces escribía notas; otras
veces, solo se cruzaba de brazos y miraba. Me recordé a mí misma
olvidarme de él y concentrarme en la pelota, y en las jugadoras rivales
a mi alrededor.
El soccer era acerca de encontrar la oportunidad correcta. Solo
tenía que encontrar la mía.
Allí.
Una chica del otro equipo erró un pase, pateando demasiado fuerte
en mi dirección.
Alcancé la pelota antes que su compañera. La dribleé en la
dirección opuesta, hacia el arco, manteniendo un ojo en las defensoras.
Apenas esquivé a una. Casi me caí. Escuché los gritos de Katie de
“¡Libre!” mientras ella corría al arco a varios metros de distancia.
Un par de defensoras corrieron hacia mí, y pateé la pelota en
dirección a Katie. Mis pulmones me gritaban que bajara la velocidad y
respirara, pero me empujé a correr más rápido y ayudar a Katie. Ella
manejó la pelota de un lado a otro, manteniéndola fuera del alcance
del otro equipo, pero no podría mantener eso por mucho más. Buscó
alguien a quien hacerle un pase.
—¡Katie! —grité. En el fondo, estaba bastante segura de que todos
en las gradas estaban gritando como locos, pero los sonidos parecían
muy alejados. Aunque estaba corriendo como si mi vida dependiera
de ello, todo pasaba en cámara lenta. Mi corazón martillaba en mis
oídos, el resto del mundo en silencio.
Con la pelota a sus pies, Katie me miró por un ínfimo instante.
Sabía lo que eso significaba. Miré alrededor, tratando de ver cuánto
espacio tenía.
Un segundo después, ella fingió ir hacia un lado y pateó la pelota
lejos y fuerte hacia mí. Con defensoras rodeándome, supe que no
tendría mucho tiempo para tirar.
Sería ahora o nunca porque el partido casi había terminado.
Nuestro equipo no tendría otra oportunidad como esta para tirar al
arco.
Al otro lado del campo, Perry me gritaba para que le hiciera un
pase, consiguiendo la atención del otro equipo el tiempo suficiente
para que yo controlara la pelota y la girara.
Mantuve los brazos extendidos, dándome espacio. No podía
perder la pelota ahora.
Fui rápido hacia el arco, una defensora a mis espaldas, a solo unos
centímetros. Trató de quitarme la pelota. Solo un toque enviaría a la
pelota volando y arruinaría mi oportunidad de hacer un gol.
Delante de mí, la arquera se puso en posición, agachándose con los
brazos extendidos. Lista para saltar y atajar la pelota.
Este era el momento. La jugadora rival me empujó, pero mantuve
mi cuerpo firme. Seguí corriendo. Miré la pelota. Me puse en posición
y… la pateé con todo lo que tenía, teniendo claro dónde necesitaba ir
la pelota.
Voló, voló, voló…
La arquera saltó, estiró las manos…
Yo me detuve…
¡Y vi la pelota entrar directo en la esquina de la red!
Los gritos erupcionaron de las gradas, y salté de arriba abajo. Katie
corrió y me abrazó. Saltamos juntas con el resto del equipo, gritando
porque lo habíamos hecho.
El árbitro hizo sonar el silbato, señalando otro saque desde el
centro.
El entrenador nos gritó desde las gradas.
—¡Quedan dos minutos!
Las gradas le cantaban a nuestra defensa, y lentamente, los
segundos fueron pasando.
El otro equipo tenía la pelota ahora, nos esquivaban de un lado a
otro. Entonces, una de sus delanteras hizo un tiro de lejos a nuestro
arco. Falló por completo.
Entonces sonó el silbido final, y la multitud empezó a gritar y
saltar de arriba abajo. La adrenalina me atravesaba. Lo habíamos
hecho.
Corrí hacia el resto del equipo e hice una voltereta perfecta.
Saltamos y gritamos juntas.
Katie me abrazó.
—¡Sabía que podíamos hacerlo!
Abrazamos a nuestra arquera, quien fácilmente había atajado un
montón de tiros a nuestro arco.
—Eres increíble —le dije.
Todo el equipo encontró al entrenador afuera del campo en frente
de las gradas. El Sr. Green, actuando como anunciante esta noche, alzó
nuestro trofeo con una mano, una pelota de soccer dorada brillante
encima de un pedestal. Se llevó un micrófono a la boca con la otra. Por
los altavoces, escuchamos las palabras que yo había estado esperando
toda la temporada:
—Damas y caballeros, les presento a las campeonas estatales de
soccer de chicas… ¡las Lady Eagles!
Nos entregó nuestro trofeo, y Katie y yo lo tomamos, alzándolo
para que el mundo lo viera. Estaba bastante segura de que hubo un
buen minuto de gritos y saltos antes de que le lleváramos el trofeo a
nuestro entrenador.
Más gritos y aplausos.
Mientras el otro equipo dejaba el campo, con la cabeza baja, los
chicos vinieron a celebrar con nosotras.
Tenía que encontrar a Ian.
Viéndolo a solo unos metros, corrí hacia él y enredé los brazos en
su cuello.
Él me susurró al oído:
—Estuviste increíble.
Lo miré.
—Gracias. Y tú sigues.
Ya lucía nervioso.
Agarré sus manos.
—Puedes con esto. —Luego me puse de puntillas y me estiré hacia
él, cerrando los ojos mientras mis labios tocaban los suyos.
Un gruñido familiar me trajo de vuelta a la Tierra, y la mirada de
Ian se quedó en alguien detrás de nosotros.
Mi papá, quien apenas podía encontrar mis ojos. Mucho menos los
de Ian.
Ian sacudió la cabeza, murmuró algo acerca de calentar con el resto
del equipo, y desapareció.
Mi papá puso un brazo alrededor de mí, y caminamos fuera del
campo con el resto de las chicas del equipo. La mayoría de ellas se
dirigían a las gradas a alentar a los chicos. Teníamos pósters y cantos
listos, pero me di cuenta de que mi papá quería decir algo. En los
costados de la cancha, se detuvo frente a mí, asintiendo ligeramente.
—Lo hiciste muy bien en el campo, mija —dijo en voz baja—. Muy
bien.
Le di un abrazo, y me golpeó que este sería nuestro último partido
grande de la temporada. Tendríamos otro campeonato lejos más
adelante, pero esto era todo. No habría otra temporada de soccer en el
instituto. Y mi papá no tendría el mismo rol de entrenarme como
antes, no si yo estaba lejos en la universidad. Lo apreté más fuerte.
—Gracias, papá. Por todo.
Nos alejamos, y lo único que él hizo fue asentir de nuevo, apenas
haciendo contacto visual, pero era más que suficiente para mí.
El entrenador se acercó entonces, el Sr. Barry justo detrás de él. Le
estrechó la mano a mi papá y luego a mí.
—Felicitaciones, Srta. Martinez —dijo—. Definitivamente espero
hablar con usted pronto acerca de sus opciones para el año que viene.
Sé que todavía le quedan unos meses de su último año, pero
definitivamente tendrá algunas decisiones importantes que tomar
próximamente.
Yo sonreí ampliamente.
—Gracias. No puedo esperar.
Ellos tres siguieron hablando, y yo exhalé, llevándome una mano
al pecho. Así que mi trabajo duro había dado frutos después de todo.
No muy lejos, las #BFF me hicieron señas con las manos,
amontadas juntas cerca de las gradas.
Corrí y grité una vez más por si acaso.
Después de que intercambiáramos abrazos, Ella tomó mis manos.
—¡Lena, estuviste asombrosa en la cancha!
Tori asintió.
—¿Y esa voltereta al final? Nada mal. —Nos reímos.
Rey lucía un poco confusa.
—Esto definitivamente no fue como el básquet —dijo.
Harper la rodeó con un brazo.
—Yo no entendía qué estaba pasando la mitad del tiempo, pero
cuando hiciste ese gol al final, guau. Eres súper talentosa, ¿sabes?
Miré a Tori. Ella sabía.
—Un poco de talento. Un montón de trabajo duro, pero gracias. —
Hice una reverencia—. Así que, chicas, ¿quieren quedarse para el
partido de los chicos? Puedo explicárselos, y podemos salir todas a
comer después…
Ella dijo:
—¡Claro!
Alcé un dedo.
—Solo una cosa más. Las alcanzo en las gradas.
Me giré y encontré a Ian, ya calentando en el arco. Corrí hacia él. Él
me encontró a mitad de camino.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Solo necesitaba desearte buena suerte y hacer esto —dije,
prácticamente saltando a sus brazos. Él me atrapó, sus manos
alrededor de mi cintura, y puse las manos en su rostro, acercándolo.
El aire estaba frío, pero estar tan cerca de Ian prendía un incendio
en mi interior.
Mi boca se movió contra la suya, haciéndole saber lo mucho que
significaba para mí.
Nos separamos, y él me miró desde arriba.
—Guau —dijo.
Me reí por lo bajo.
—No me digas.
Luego se giró y volvió a su puesto, mirándome una vez más con
esos hermosos ojos celestes y su sonrisa deslumbrante. Estaba
bastante segura de que estaba sonriendo como una idiota,
mordiéndome el labio y saboreando el beso de solo unos segundos
atrás.
Pero no me importaba.
Besar por diversión no podía compararse con esto.
Besar a alguien de verdad.
Besar a alguien quien había sido mi amigo por siglos y ahora
significaba muchísimo más.
Mientras me giraba y me dirigía a las gradas, no pude evitar
pensar que mi último año no podía mejorar más.
Epílogo
Gracias a las habilidades ninja de Ian como arquero —y nuestro
aliento sin fin desde las gradas— los chicos ganaron 3 a 1, ganando un
título estatal con nosotras. Después de que terminara, nos
encontramos en Shake Shack.
Las #BFF con Jesse, Emerson y Noah se unieron a nosotros junto a
varias otras personas de la escuela.
El único cocinero del restaurante miró nuestra orden colectiva de
hamburguesas y papas fritas, y creímos que iba a desmayarse. Pero,
sosteniendo su espátula firmemente, se puso a trabajar.
Mientras tanto, la camarera nos calmó con papas fritas.
Ian se sentó a mi lado, su brazo rodeándome como esa noche hacía
no mucho tiempo.
En realidad, había sido solo un mes atrás.
Quizás lo que lo hacía sentir tan lejano era cómo ahora estábamos
en un lugar completamente distinto.
Para empezar, ya no era un reto.
Solo una relación normal, que resultó ser el mejor tipo de relación.
Antes, podría haber pensado que eso era aburrido o que no era
para mí.
Pero era más divertido y significaba mucho más que cualquier otra
experiencia que hubiese tenido con un chico.
¿Estar con Ian?
Se sentía real y completamente natural.
Desde la esquina de mis ojos, Tori captó mi atención. Apuntó su
teléfono hacia nosotros.
—Ignórenme —dijo—. Ustedes dos son tan lindos. Tenía que
sacarles una foto.
—En ese caso —dije, girándome hacia Ian y besándolo en la
mejilla.
Él se sonrojó un poco, y Tori se rio, sacando otra foto.
Me entregó su teléfono.
—Tenemos que imprimir estas.
Le mostré la foto a Ian, su expresión seria mientras nos miraba
fijamente.
Sonreí.
—¿Estás bien?
Se mordió el labio y me miró con esa misma mirada.
—Sí, solo… me siento como el chico más suertudo del mundo
ahora mismo —dijo en voz baja, sus ojos centrados en los míos.
Yo solo quería rodearlo con mis brazos de nuevo, pero la voz de
Harper me hizo girarme de vuelta a los otros.
—¡Deberíamos tomarnos una foto grupal!
Le pasé mi teléfono a Katie mientras el resto nos apretábamos en el
reservado o se arrodillaban en el asiento detrás del nuestro. Poniendo
un brazo alrededor de Ian, sonreí para la foto.
Ella le dijo a Rey “Ven aquí” y Katie contó hasta tres y sacó la foto.
Me devolvió el teléfono, y miré la foto, enamorándome de ella
inmediatamente.
—Tienes que enviarnos esa a todos —dijo Ella.
En la primera fila estábamos sentados Ian, yo, Tori y Noah. Detrás
de nosotros, estaban de pie Rey, Harper, Emerson, Ella y Jesse. Todos
sonreíamos abrazándonos.
Abrí Instagram.
—Voy a publicar esto. Los etiquetaré, chicos.
Rey miró la foto mientras yo añadía el filtro perfecto.
—Quizás cupido finalmente se acordará de encontrar a alguien
para mí —bromeó.
La empujé juguetonamente con mi cadera.
—¿No te gustaba ese chico que no me acuerdo cómo se llama? —
pregunté.
Su rostro enrojeció.
—Eso es solo un enamoramiento tonto —contestó, alejando la
mirada.
—No sé —dije—. En el tiempo que nos hemos conocido, ese el
único chico que siempre te ha gustado. Además, dijiste que si yo le
decía a Ian cómo me sentía, eso te daría el coraje de hacer lo mismo
con este chico.
La miré expectante, y ella comenzó a alejarse lentamente como si
estuviera pensando en escapar corriendo.
—Yo… yo no recuerdo decir eso…
—Oh, yo sí —dije, apretando publicar en mi foto, metiendo mi
teléfono en mi bolsillo trasero, y dando un paso hacia ella—. ¡Tori,
tengo que algo que preguntarte! —bromeé.
El pánico llenó su rostro.
—¡Lena, no! —gritó en susurros.
Me llevé las manos a las caderas.
Sus hombros se hundieron, y nos sentamos de nuevo.
—Prometo que lo pensaré, ¿de acuerdo?
Le di un empujoncito de nuevo.
—De acuerdo —dije—. Pero no esperes eternamente, ¿okey? No
dejes que el miedo te retenga. Nunca sabes lo que podría pasar.
Me giré hacia Ian, quien estaba ocupado hablando con Noah, Jesse
y Emerson. Me hacía feliz ver a Ian pasando el rato con ellos,
hablando como si hubieran sido amigos desde siempre.
Los pensamientos de Rey interrumpieron los míos.
—Es raro siquiera pensar en tener un novio. Solo no siento que sea
algo que podría pasarme a mí, ¿sabes?
Le di un abrazo de costado.
—Rey, por supuesto, te sucederá. Y cuando menos lo esperes.
Suspiró.
—No estoy segura de que vaya a ser así de fácil…
Tori, Harper, y Ella se unieron a nosotras en el reservado mientras
los chicos seguían hablando en la mesa de al lado.
Ella suspiró.
—¿Pueden creer como el último año está pasando volando? Quiero
que el tiempo se detenga.
Harper apoyó la cabeza en el hombro de Ella.
—Yo también. Voy a extrañar esto.
Rey frunció el ceño.
—Ni siquiera puedo pensarlo. Me pone tan triste.
Tori tomó su mano.
—Lo sé, pero también es emocionante, ¿no crees? Estaremos
haciendo cosas de adultos y todo eso.
Yo me reí.
—Bien, no digas hacer cosas de adultos.
Nos reímos.
Harper miró a Emerson, y Tori hizo lo mismo.
—Hay tantas cosas que nos faltan por descubrir —dijo.
—Lo descubriremos —dije—. Y pase lo que pase, sé que
seguiremos juntas. Siempre seremos amigas. —Puse mi mano en el
medio de la mesa. Entonces Ella puso la suya encima. Luego Tori.
Harper. Y por último Rey—. Que tengamos un increíble último año.
—Puse mi otra mano encima—. Por no mencionar graduarnos juntas.
Y seguir siendo mejores amigas.
Tori sonrió.
—Completamente de acuerdo.
Ella dijo:
—En un año. En cinco años…
Harper dijo:
—Siempre.
Rey finalmente nos dio una sonrisa.
—Para siempre.
Acerca de la autora
Yesenia Vargas escribe literatura juvenil para chicos que están
descubriendo qué significa tomar sus propias decisiones. Cuando no
está escribiendo, disfruta leer, pasar tiempo con su familia,
mantenerse en forma, y mirar horas y horas de Netfilix.
En 2013, se graduó de la Universidad de Georgia, fue la primera en su
familia en ir a la universidad.
Vive en Georgia con su marido y sus dos hijas pequeñas. También
comparte consejos útiles para escritores independientes en
SavvyAuthorpreneur.com.
Notes

[←1]
Shake Shack: cadena estadounidense de restaurantes casuales rápidos.
[←2]
Lo que digan los padres de Lena en este capítulo y esté señalado en cursivas, se
encontraba en español en el original.
[←3]
Lady Eagles: nombre del equipo, que podría traducirse como “Chicas Águilas”.
[←4]
Las frases en cursiva en este capítulo se encontraban en español en el original.

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