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NATURALEZA DE LA ACCIÓN TERAPÉUTICA


DEL PSICOANALISIS (1)
por James Strachey

INTRODUCCIÓN

El psicoanálisis origmo un procedimiento terapéutico, y en la actua-


lidad. subsiste principalmente como tal. Por tanto, puede sorprendernos 1<1
proporción relativamente pequeña de literatura psicoanalítica referente a 105
mecanismos por los que se llevan a cabo sus efectos terapéuticos. En el
curso de los últimos treinta o cuarenta años se han acumulado gran cantidad
de datos que aclaran el conocimiento de la naturaleza y dinamismos de la
mente humana; se ha progresado perceptiblemente en la tarea de clasificar
e incluir tales datos en un cuerpo de hipótesis generalizadas o leyes científi-
cas. Pero surgieron muchas dudas en la aplicación de estos hallazgos al
proceso terapéutico mismo. Creo que esta duda es la responsable de que
tantas discusiones sobre detalles prácticos de técnica analítica parezcan con-
ducirnos a resultados sin concordancia y a un final inconcluyente. ¿Cómo
podemos esperar un acuerdo sobre el debatido problema de si hay o no
que hacer una "interpretación profunda" y cuándo debe efectuarse, si no
tenemos una idea concreta de qué queremos decir con "interpretación pro-
funda" ni hemos formulado exactamente el concepto de "interpretación" ni
sabemos con precisión el efecto que tiene ésta sobre nuestros pacientes?
Creo que ganaríamos mucho con una comprensión más clara de problemas
como el presentado. Si pudiéramos llegar a un entendimiento más detallado
de la dinámica del proceso terapéutico, nos encontraríamos menos pro-
pensos a ese sentimiento ocasional de completa desorientación, del que pocos

(1; Traducido y reproducido de "The International Journal of Psychoanalysis", vol. xv,


1934.
En una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Británica, efectuada el 13 de junio
de 1933. se leyeron partes de este trabajo. En aquella época escaseaba todavía la literatura
sobre el tema. Podrá encontrarse una bibliografía completa al final de la obra de FENICHEL:
Problems of Psy cbo-rlnalytic T'ecbnique (New York, "Psychoanalytic Quarterly", 1941).
En el trabajo presente no se consideran estas últimas contribuciones.
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952 JAMES STRACHEY

analistas tienen la fortuna de verse libres. El movimiento analítico mismo


estaría menos expuesto a las propuestas de introducir cambios en el procedi-
miento técnico ordinario, dado que éstas obtienen gran parte de su poder,
tanto de la incertidumbre reinante como de la naturaleza exacta de la terapia
analítica.
El presente trabajo es una tentativa de sondear el problema, y aunque
muestre que SllS conclusiones son muy dudosas y no pueden ser sostenidas,
me consideraré satisfecho si consigo llamar la atención sobre la urgencia
del problema mismo. Sin embargo, deseo aclarar que lo que sigue no es una
discusión práctica sobre técnica psicoanalítica. Su valor inmediato es pura--
mente teórico. Como materia prima, he tomado los diversos procedimiento-
que (a pesar de divergencias individuales considerables) se consideran corno
dentro de los límites del psicoanálisis _"ortodoxo", y los variados efectos que
tiende a causar la aplicación de tales procedimientos, según muestra la obser-
vación. He sentado una hipótesis que trata de explicar, 'más o menos éohc-
rentemente, por qué estos procedimientos provocan aquellos efectos; y he
intentado probar que si mi hipótesis sobre la acción terapéutica del psico-
análisis es válida, de ella se sacan deducciones que podrían ser útiles para
juzgar la efectividad probable de cualquier tipo particular de procedimiento,

OJEADA RETROSPECTIVA

Sin duda, se objetará que he exagerado la novedad de mi tópico. "Dcs-


puésde todo", se dirá, "nosotros tenemos una larga comprensión de los
\ -
principios fundamentales que rigen la acción terapéutica del análisis." Es-
toy completamente de .acuerdo con esto; me propongo comenzar lo que
tengo que decir con un resumen, tan breve cuanto sea posible, de los pun-
tos de vista aceptados sobre el tema. Con este objeto debo retroceder JI
período comprendido entre los años 1912 Y4 1917, durante el cual F reud
nos dió la mayor parte de lo .que ha escrito directamente sobre el aspecto
terapéutico del psicoanálisis, especialmente la serie de trabajos sobre tec-
nica (2) y los capítulos vigésimoséptimo y vigésirnooctavo de las Conferen-
cias de Introducción al Psicoanálisis.

(~) Collecrcd Papers, vol. 11••


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LA ACCI6N TERAPÉUTICA DEL PSICOANAuSIS 953

"ANÁLISIS DE LA RESISTENCIA"

Este período se caracterizó por la aplicación sistemática del método


conocido como "análisis de la resistencia". El método en cuestión no era de
ningún modo nuevo en esa época y se basaba en ideas implícitas por largo
tiempo en la teoría analítica, particularmente en una de las más primitivas
opiniones de Freud respecto a la función de los síntomas neuróticos. De
acuerdo con esta opinión (que se derivó, en esencia, de los estudios sobre
la histeria), la función del síntoma neurótico era defender la personalidad
del paciente contra una tendencia inconsciente de pensamientos que le re-
sultaban inaceptables, al mismo tiempo que gratificaba dicha tendencia has-
ta un cierto punto. Por tanto, parece deducirse que si el analista investigara
y descubriera la tendencia inconsciente y llevara al paciente a tener: cons-
ciencia de ella, cesaría la raison d'étre del síntoma, debiendo éste desapare-
cer automáticamente. Sin embargo, nacieron dos dificultades. En primer
lugar, se descubrió que una parte de la mente del enfermo levantaba obs-
táculos al proceso; ofrecía resistencia al analista cuando éste trataba de des-
cubrir la tendencia inconsciente. Era fácil inferir que se trataba de la mis-
ma región de la psique del paciente que había repudiado originariamente la
tendencia inconsciente, conduciendo a la creación del síntoma. Pero, en se-
gundo lugar, a menudo sucedía que el síntoma persistía inconmovible, aun
cuando este obstáculo parecía haber sido superado, logrando el analista de-
ducir o adivinar la naturaleza de la tendencia inconsciente y llevando al
paciente a quedar, en apariencia, perfectamente enterado de la misma. La
comprensión de estas dificultades condujo a importantes resultados teóricos
y prácticos. Teóricamente se puso en evidencia que un enfermo podía lle-
gar a tener consciencia de una tendencia inconsciente en dos sentidos. Po-
día darse cuenta de ella, por el analista, de una manera intelectual, sin tener
"realmente" consciencia de la misma. Freud ideó una especie de alegoría
gráfica para hacer más inteligible este estado de cosas. Se imaginó la mente
como una especie de mapa. La tendencia primitiva censurable era coloca-
da en una zona de este mapa, y en otra, la información recientemente obte-
nida acerca de aquélla y que el analista comunicaba al paciente. La ten-
dencia inconsciente sería "realmente" hecha consciente sólo si se podían
"conectar" estas dos impresiones.
Una fuerza, en el interior del enfermo, impedía que esto sucediera. Se
trataba, evidentemente, de la misma "resistencia" que se había opuesto a
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954 JAMES STRACHEY

las tentativas del analista de investigar la tendencia inconsciente y que había


contribuído a la primitiva producción del síntoma, La eliminación preli-
minar/ de esta resistencia era la condición esencial para que el paciente lle-
gara a tener "realmente" consciencia de la tendencia inéonsciente. Y era
en este momento cuando surgía la lección práctica': nuestra principal tarea
como analista no consistía tanto en investigar la tendencia inconsciente cen-
surable, cuanto en librar al enfermo de su resistencia hacia ella.
¿Cómo vamos a emprender la tarea de destruir la resistencia? Nueva-
mente, mediante el mismo proceso de investigáción y explicación que ya
hemos aplicado a la tendencia inconsciente. Pero esta vez no nos' encon-
traremos frente a las mismas dificultades' que antes, puesto que las fuerzas
que están manteniendo la represión, aunque son hasta cierto punto incons-
cientes, no pertenecen al inconsciente en el sentido sistemático. Son una
parte del yo del paciente, que está cooperando con nosotros, siendo, por
tanto, más accesibles. Sin embargo, el estado de equilibrio no será desorga-
nizado, ni se logrará inducir al yo a realizar la labor de reajuste que se le
solicita, a menos que podamos movilizar a nuestro lado, mediante el pro-
cedimiento analítico, alguna fuerza nueva.
¿Con qué fuerzas podemos contar? .En primer término, el deseo de
curación del paciente, que lo impulsó al análisis. Además, varias considera-
ciones intelectuales en las que podemos hacerle reparar: llevarlo ~ la com-
prensión de la estructura de su síntoma y de los motivos de su repudio a
la tendencia censurable; señalarle el hecho de que estos motivos ya no son
válidos por ser anacrónicos; que ellos podían haber sido razonables cuando
él era un niño, pero que en la 'actualidad no lo eran más. Finalmente, po-
demos i'nsistir en que su solución primitiva de la dificultad sólo le había
conducido a la enfermedad, mientras que la nueva que nosotros le propo-
'níarnos' le ofrecía perspectivas de curación. _ Razones como éstas pueden te-
ner importancia para inducir al paciente a que abandone sus resistencias;
sin embargo, el factor decisivo es por completo diferente. No necesito de-
cir que este factor es la transferencia. Llegados a' este punto, debemos re-
cordar, muy brevemente, las id~as principales sostenidas, por Freud sobre
este tópico, durante el período que estamos tratando.

TRANSFERENCIA

Quisiera adverti;, primeramente, que no obstante haber llamado Freud


la atención sobre el hecho de que la transferencia se manifestaba bajo dos
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANAUSIS 955

aspectos: tanto negativa como positivamente, se conocio o se habló mucho


menos sobre la transferencia negativa que respecto a la positiva. Esto co-
rresponde a la circunstancia de que el interés en los impulsos destructivos y
agresivos en general es sólo un progreso comparativamente reciente. La
transferencia era considerada predominantemente como un fenómeno libi-
dinal. Se insinuaba que en todas las personas existía cierto número de im-
pulsos libidinales insatisfechos, y que en toda oportunidad en que un nue-
va individuo aparecía en escena, estos impulsos estaban listos para unirse
a él. Esta era la explicación de la transferencia como un fenómeno univer-
sal. En los neuróticos, debido a las cantidades anormalmente grandes de
libido libre existente en ellos, la propensión a la transferencia deberá ser
mayor y las circunstancias peculiares de la situación analítica la incrernen-
rarán aun más. Estos sentimientos amorosos del paciente hacía el analista
eran, evidentemente, los que proveían la fuerza extra necesaria para indu-
cir a su yo a abandonar las resistencias, anular las represiones y adoptar
una nueva solución para sus antiguos problemas. Este instrumento, sine'!
cual no se podría obtener ningún resultado terapéutico, no era extraño.
Se trataba, en realidad, del conocido poder de la sugestión, que había
sido abandonado ostensiblemente desde hacía mucho tiempo. Sin ernbar-
go, ahora se 10 empleaba en un sentido muy diferente; en verdad, en una
dirección contraria. En la época preanalítica trataba de causar un incre-
mento en el grado de represión; en el momento presente se lo empleaba
ya para vencer la resistencia del yo; o sea, para permitir la eliminación de
la represión.
Pero la situación se fué complicando cada vez más, a medida que sur-
gían nuevos hechos respecto a la transferencia. En primer. término, los sen'-
tirnientos transferidos resultaron ser de varias clases: además de los amo:"
rosos existían los hostiles, y estos últimos estaban muy lejos de cooperar
con los esfuerzos del analista. Aparte de la transferencia hostil, los sertti-
mientas Iibidinales pertenecían a dos grupos: sentimientos amistosos y afee-
tuosos capaces de llegar a ser conscientes, y los puramente eróticos, que- ha-
bitualmente debían permanecer inconscientes. Cuando estos últimos se tor:'"
naban demasiado poderosos, incitaban las fuerzas represivas del yo, incremen-
tándole así sus resistencias en lugar de disminuírselas y produciendo unasi-
ruación que no era fácil diferenciar de una transferencia negativa. Fuera
de esto, surgió íntegro el problema de la falta de durabilidad de todos Ios
tratamientos sugestivos. ¿No amenazaría, la existencia de la transferencia,
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956 JAMES STRACHEY

con dejar al paciente' analítico bajo el mismo sometimiento interminable


con respecto al analista? .
Todas estas dificultades fueron superadas cuando se descubrió que la
transferencia misma podía ser analizada. Pronto se vió que su análisis cons-
tituía la parte más importante de todo el tratamiento. Fué posible' llevar a
la consciencia sus raíces en el inconsciente- reprimido del mismo modo que
era factible hacer consciente cualquier material reprimido: induciendo al
yo a abandonar sus resistencias; y no había nada de contradictorio en el
hecho de que la fuerza usada para resolver la transferencia fuera la trans-
ferencia misma. Una vez que había sido hecha consciente, desaparecían
sus características fijas, inmanejables e infantiles. Lo que subsistía era co-
mo otra relación humana "real" cualquiera. La necesidad de analizar cons-
tantemente la transferencia se hizo más evidente a raíz de otro descubrimien-
to. Se halló que a medida que el trabajo ,proseguía, la transferencia tendía
a invadir, por así decirlo, todo el análisis.' Cada vez más la libido del pa-
ciente era concentrada en su relación con el analista, fueron retirándose las
catexias de los síntomas primitivos del enfermo y surgió, en sustitución, una
neurosis artificial, a la que Freud dió el nombre de "neurosis de transferen-
cia". Los conflictos originales, que habían conducido a la aparición de la
neurosis, comenzaron a ser revividos en la relación con el analista. Este he-
cho inesperado está lejos de ser la desgracia que podría parecer a primera
vista. En realidad nos suministra nuestra gran oportunidad. En vez de te-
ner que' tratar, como mejor podamos, con conflictos de un pasado remoto
que están en relación con circunstancias muertas y .personajes momificados
y cuyos ;esultados están ya determinados, nos encontramos envueltos en
una situación actual e inmediata, en la que el paciente y nosotros somos lo'>
principales papeles y cuyo desarrollo está, al menos hasta cierto punto, bajo
,
nuestro control, Si en este conflicto transferencial
, reavivado inducimos al
paciente a buscar una nueva solución en lugar de la antigua, solución en la
que el primitivo e inaplicable método de represión es reemplazado por una
conducta más en contacto con la realidad.iel enfermo no recaerá en su an-
terior neurosis, ni aun luego de dejar el análisis. La solución del conflicto
transferencial implica simultáneamente la del conflicto infantil, dado que
aquél no es más que una reedición. de éste. Dice Freud, en sus .conferen:.
cias de Introducci6n al Psicoanálisis, que "el cambio es posible por las alte-
raciones que ocurren en el yo como consecuencia de las sugestiones del
analista. El yo se torna más amplio, a expensas del inconsciente, debido a
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 957

la labor de interpretación que lleva el material inconsciente a la consciencia;


a través de la educación se reconcilia con la libido y está dispuesto a otor-
garle cierto grado de satisfacción, y se disminuye su horror ante las deman-
das de la libido por la nueva capacidad que adquiere de descargar cierta
cantidad de ella mediante la sublimación. Cuanto más cerca de esa descrip-
ción ideal se desenvuelva el curso del tratamiento, tanto mayor será el éxito
de la terapia psicoanelítica'<f"). Cito estas palabras de Freud para aclarar
que en el tiempo en 'que las escribió él sostenía que el factor esencial de la
acción terapéutica del psicoanálisis era la sugestión ejercida por el analista,
que actuaba sobre el yo del paciente de tal manera que le permitía ser más
tolerante con sus tendencias libidinales.

EL SUPERYÓ

/ En los años que trascurrieron desde que escribió este pasaje, Freud
produjo muy poco que guardara relación directa con el tema, y esta pe-
queña producción permite mostrar que no alteró sus opiniones sobre los
principios fundamentales tratados. En las conferencias adicionales que se
publicaron el año pasado, él declaró explícitamente que no tenía nada que
agregar a las discusiones teóricas sobre terapia presentadas en las conferen-
cias originales quince años antes (4). Al mismo tiempo se produjo un des-
arrollo considerable en sus opiniones teóricas, especialmente en la región
de la psicología del yo. En particular, formuló el concepto del superyó,
La reexposición,en términos de superyó, de los principios terapéuticos que
él había sentado en el período del análisis de la resistencia puede no involu-
crar muchos cambios. Es razonable esperar que esta información acerca del
superyó será de especial interés desde nuestro punto de vista y en dos sen-
tidos. En primer término, deberá parecer altamente probable,' a primera
vista, que .el superyó desempeñe un papel importante, directa o indirecta-
mente, en la producción' y mantenimiento de las represiones y resistencias,
cuya demolición ha sido la finalidad principal del análisis. Esto se con-
firma si examinamos la clasificación de los diferentes tipos de resistencias
que hizo Freud en Hemmung Symptom und Angst (1926)(5): De "las
cinco variedades de resistencias allí mencionadas, solamente una se atribuye
a la intervención directa del superyó, pero dos de" las resistencias del yo,

(3) Página 381.


(4) Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis (1933), pág. 194:
(5) Páginas 117-118.
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.Ia resistencia de represión y la resistencia' de transferencia, aunque en rea-


lidad son originarias del yo, se establecen, corno regla general, por temor
.al superyó. Por tanto, parece bastante probable que cuando Freud escribió
las palabras que acabo de citar, dé, que el cambio favorable en el paciente
"se hace posible por las alteraciones en elyo", 'debía estar pensando, al menos
en parte, en aquella porción .del yo qae posteriormente, separó en superyó.
Aparte de esto, en otro de los más recientes trabajos de Freud, Psico-
logía de las Masas (1921), hay pasajes que sugieren un punto de vista dife-
rente: qu~ el analista puede influir ampliamente al enfermo a través del
superyó de éste. Estos pasajes se encuentran en el curso de su discusión
acerca de la naturaleza de la hipnosis y la sugestión (6). Rechaza la opi-
nión .de Bernheim de que todos los fenómenos hipnóticos son atribuíbles al
factor de la sugestión, y adopta la teoría alternativa de que la sugestión es
una manifestación parcial del estado de hipnosis. Este, además, se asemeja
al estado de enamoramiento, en cierta forma. Hacia el hipnotizador, como
hacia el objeto amado, hay "el mism? sometimiento humilde, la misma com-
placencia e idéntica falta de crítica"; en particular, no puede haber dudas
de que tanto el hipnotizador como el objeto amado "se han situado en vez
del ideal' del yo del sujeto". Dado que la sugestión es una forma parcial
de hipnosis y yaqu~ el analista induce sus cambios en la actitud del pa-
ciente por medio de la sugestión, parece deducirse que el analista debe su
.efectividad,
en ciertos aspectos, al hecho de' haberse colocado en: Jugar del
superyódel enfermo. Hay así dos cursos convergentes de argumentos que
consideran al superyó del paciente como ocupando una posición de llave
en la terapia analítica: que es una parte de la mente en la que una altera-
ciÓn favorabl~ tendría probabilidades de conducir a una mejoría general, y
que es una parte de la mente especialmente expuesta a la influencia del
analista.
Casi inmediatamente después que el superyó hizo su debut (7), estas
ideas plausibles fueron continuadas. Erriest Jones, por ejernpló, las desarrolló.
en su trabajó sobre La Naturaleza dé la Autosugestión (8). Al poco" tiempo,
/

Alexander (9) emitió su teotía de que la finalidad principal de' toda tera-
(6) Página 77.
(71 En un trabajo de Freud .presenrado en el Congreso de Berlín en 19~2 y desarrollado
subsiguientemente en El yo y el ello (1923).
(8) "The International Journal of Psycho-Analysis", vol. IV, 1923.
(9) En el Congreso de Salzburgo, en 1924: Descripción metapsicolágica del proceso de
curación.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DELPSICOANALlSIS 959

pia psicoanalítica debe ser la demolición completa del superyó, y la arro-


gación de sus funciones por el yo. De acuerdo con estaexplicación, el '
tratamiento comprende dos fases. En la primera, las funciones del superyó
del paciente son puestas en manos del analista, y en la segunda' fase, pa-
san nuevamente al enfermo, pero esta vez las ejerce su yo. Según esta
opinión de Alexander, el superyó (aunque él limita explícitamente el uso
de esta palabra a las partes inconscientes del ideal del yo) es una por-'
ción del aparato mental esencialmente primitiva, anacrónica y apartada de
la realidad, incapaz de adaptarse, y que opera automáticamente con la uni-
formidad monótona de un reflejo. Cualquier función útil que desempeñe
puede ser ejecutada por el yo; por tanto, nada se puede hacer con él sino
eliminarlo. Este ataque total al superyó parece ser de validez discutible. Es
probable que su abolición, aunque fuese una política práctica, implicara la
pérdida de gran número de actividades mentales altamente deseables. Pero
la idea de que el analista asume temporariamente las funciones del superyó
del paciente durante el tratamiento, y que al hacerlo consigue modificarlo
en algún sentido, concuerda con las observaciones que ya he formulado.
De idéntica
manera se expresa Radó en algunos pasajes de su trabajo
El Principio económico en la Técnica Psicoanalítica (110). La segunda
parte de este trabajo, que iba a tratar sobre psicoanálisis, nunca fué publi-
cada, desgraciadamente; pero la primera, respecto al hipnotismo y la ca-
tarsis (11), tiene mucho interés. Incluye una teoría de que el sujeto hipno-
tizado introyecta al hipnotizador como lo que Radó llama un "superyó pa-
rásito", elcual retira la energía y asume las funciones delsuperyó original
del sujeto. Un rasgo distintivo de la situación presentada pOl' Radó lo cons-
tituye la naturaleza inestable y temporaria de toda esta disposición. Por.
ejemplo, si el hipnotizador da una orden que está en exagerada oposición
con el superyó original del paciente, el parásito es rápidamente expulsado;
yde cualquier manera; cuando finaliza el estado de hipnosis también ter-
mina la. influencia del superyó parásito, y el superyó primitivo retoma sus
funciones. Por discutibles que puedan ser los detalles de la descripción de
Radó, ésta no sólo recalca nuevamente la idea del superyó como punto de
apoy~ de la psicoterapia, sino que llama la atención sobre la diferencia im-
portante que existe entre los efectos de la hipnosis y el análisis en lo que se

(10) Leído, también, por vez primera, en Salzburgo, en 1924.


'(11) "TheTnternational journal oí Psycho-Analysis", vol. VI, 1925; en una prueba revi-
sada, en alemán, Zeitschrift, Bd. XII, 19~6.
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960 JAMES STRACf!EY

refiere a la durabilidad. La primera actúa esencialmente de un modo tem-


porario, y la teoría de Radó del superyó parásito, el que en realidad no
reemplaza al original sino que simplemente lo pone fuera de acción, pre-
senta un buen cuadro de su funcionamiento aparente. El análisis, por el
contrario, desde que busca influir el superyó del paciente, aspira a efectos
de mayor alcance y permanencia, principalmente a un cambio integral en
la naturaleza del superyó mismo del paciente (2). Algunos desarrollos más
recientes en la teoría psicoanalítica suministran una insinuación, así me pa-
rrece, de los caminos por los que quizá se pueda alcanzar una comprensión
más clara de la cuestión.

INTROYECCIÓN y PROYECCIÓN

Este último desarrollo de la teoría se ha 'ocupado mucho de los impul-


sos destructivos y los ha puesto, por vez primera, en el plano de mayor
interés.-al mismo tiempo, ha concentrado la atención sobre los problemas
correlativos de la culpa y la angustia. Ocupan mi pensamiento las ideas,
recientemente expuestas por Melanie Klein, acerca de la for~aeión del su-
peryó y de -la importancia que ella atribuye al proceso de introyección y
proyección en el desarrollo de la personalidad. De manera sumamente es-
quemática, expondré nuevamente sus puntos de vista (3). Sostiene que el
individuo está perpetuamente introyectando y proyectando los objetos de

(12) Esta hipótesis parece implicar una contradicción con algunas declaraciones auto-
rizadas, de acuerdo con las cuales la estructuración del superyó se lleva a cabo finalmente
en una edad muy temprana. Así, Freud parece sostener en varios pasajes que el superyó
(o al menos su núcleo central) se forma definitivamente en el período en que el niño
surge de su complejo de Edipo, (Véase, por ejemplo, El yo y el ello, págs. 68-69). De
idéntica manera, Melanie Klein habla de que el superyó "cesa" en su desarrollo y "ha
terminado" su formación al comienzo del período de latencia (Psicoanálisis del niño, págs.
250 Y 252), aunque en muchos otros pasajes ella dice que el superyó puede ser alterado
por el análisis a una edad más tardía. No sé hasta qué punto la contradicción es real. Mi
teoría no refuta en lo mínimo el hecho de que en el curso normal de los aconteci-
mientos, el superyó se establece en una época precoz y que, subsiguientemente, persiste
inalterado. Por cierto que forma parte de mi opinión, el que en la práctica nada puede
alterarlo sino el proceso del psicoanálisis. Es conocido, que en muchos aspectos la situa-
ción analítica reconstituye una condición infantil en el paciente, así que el hecho de estar
analizándose puede arrojar, por así decirlo,': el superyó del enfermo al crisol nuevamente.
O quizá es otro signo de la naturaleza no adulta del neurótico, el que su superyó subsiste
en un estado maleable.
(13) Véase Psicoanálisis del niño (1932), en varios pasajes, especialmente los capítulos
VIII y IX.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOAN ALlSIS 961

los impulsos de su ello, y que el carácter de los objetos introyectados de-


pende de la índole de dichos impulsos enviados hacia los objetos externos.
Por ejemplo, durante el período de desarrollo libidinal de un niño, en el que se
encuentra bajo el dominio de sentimientos de agresión oral, sus sentimientos
hacia el objeto externo serán agresivo-orales; luego introyectará el objeto,
y este objeto introyectado actuará a su vez (a la manera de un superyó),
con respecto al niño, en un sentido agresivo oral.: El próximo paso será la
nueva proyección hacia el objeto externo, de este objeto introyectado oral-
agresivamente, por lo que aquél parecerá ser agresivo oral. El hecho de
percibir al objeto externo como peligroso y destructivo hace que los im-
pulsos del ello adopten hacia dicho objeto una actitud aun más agresiva y
destructiva, como auto defensa. De esta manera se establece un círculo vi-
cioso. Este proceso trata de explicar la extremada severidad que presenta el
superyó en los niños pequeños, como también el temor injustificado que és-
tos tienen hacia los objetos exteriores. En el curso del desarrollo del indi-
viduonormal, la libido alcanza finalmente la etapa genital, en la que predo-
minan los impulsos positivos. Por tanto, su actitud hacia los objetos externos
se tornará más amistosa, y de acuerdo con su objeto introyectado (o super-
yó) será menos severa y el contacto de su yo con la realidad menos defor-
mado. Sin embargo, en el caso neurótico, a causa de frustraciones, o de una
incapacidad del yo para tolerar los impulsos del ello, o de un exceso innato
de los componentes agresivos, no ocurre la evolución a la etapa genital,
sino que el individuo permanece fijado en un nivel pregenital. Su yo se
encuentra expuesto, por una parte, a la presión de un ello salvaje, y por la
otra, a un superyó igualmente cruel, perpetuándose de este modo el círculo
vicioso que acabo de describir.

EL CíRCULO VICIOSO NEURÓTICO

Me gustaría sugerir que la hipótesis que he expuesto de manera escueta


puede ser útil no solamente para formarnos un cuadro del mecanismo de
una neurosis, sino también de la dinámica de su curación. No es ninguna
novedad el considerar a una neurosis esencialmente como un obstáculo o
fuerza que desvía del curso normal del desarrollo, ni tampoco lo es la creen-
cia de que el psicoanálisis puede suprimir el obstáculo (debido a las pecu-
liaridades de la situación analítica), permitiendo así que continúe el des-
arrollo normal. Sólo trato de precisar un poco más nuestras concepciones,
suponiendo que el obstáculo patológico, que lleva ulteriormente a la produc-
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962 JAMES STRACHEY

ción del individuo neurótico, se debe a la naturaleza del círculo vicioso que
he descripto. Si de alguna manera se pudiera abrir una brecha en el círculo
vicioso, los procesos de desarrollo continuarían su curso normal. Por ejem-
plo, si se lograraque el paciente se asustase menos de su superyó u objeto
introyectado, proyectaría imágenes menosaterrorizadoras sobre el objeto
externo y,' p()'r tanto, sería menor su necesidad de sentir hostilidad hacia él;
de este modo, el objeto. que él introyectara, oprimirí~ con menos crueldad
Jos impulsos del ello, los que serían capaces de perder parte de su primitiva
ferocidad. En síntesis, se establecerá un círculo benigno en lugar del vicio-
so, y finalmente el desarrollo libidinal del paciente continuará hasta el nivel
genital, mientras que su superyó será comparativamente suave, como en el
caso del adulto normal, y su -yo tendrá un contacto con la realidad relativa-
mente sin deformación (14).
¿En qué punto del círculo vicioso debe abrirse la brecha y cómo debe
efectuarse realmente? Es evidente que alterar' el carácter del superyó de una
persona es tarea más fácil de decir que de hacer. Sin embargo, las citas que
he hecho de discusiones anteriores sobre el tópico sugieren que nos encon-
traremos con que el superyó desempeña un papel importante en la solución
de nuestro problema. Antes de continuar, será necesario examinar más aten-
tamente lo que se describe corno la situación analítica. La relación entre
las dos personas que la constituyen es altamente compleja, y para nuestros
fines, aislaré dos elementos en ella. En primer término, el paciente enaná-
lisis tiende a centrar la totalidad de los impulsos del ello sobre el analista. No
haré más comentarios respec~o a este hecho o sus· deducciones, pues es
bien conocido. Sólo quiero recalcar la importancia vital que tiene para
todo lo que trataremos, y continuaré de inmediato con el segundo elemento
de la situación analítica que deseo aislar. El enfermo, en el análisis, de una
manera u otra tiende a aceptar al analista como a un sustituto de su propio
superyó, Llegados a este punto propongo utilizar la frase conveniente que
usó Radó en su explicación de la hipnosis y decir que en el análisis el pa-
ciente tiende a convertir al analista en un "superyó auxiliar". Esta frase y
la relación que describe requieren evidentemente alguna explicación.

(14) MELANIE. KLEIN ha sugerido a menudo una opinión similar. Véase,por ejemplo,
Psicoanálisis del niño, pág. 369. La misma ha sido desarrollada más explícitamente y con
mayor extensión por MELITA SCHMIDEBERG: Zut Psy cboanalyse asozialer Kinder und Ju-
gendlicber (Zeitschrift, Bd. XVIII, 1932).
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tA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANAuSIS

EL ANALISTA COMO "SUPERYÓ AUXILIAR"

'De acuerdo con nuestra hipótesis principal, cuando un paciente neu-


rótico encuentra un nuevo objeto en la vida ordinaria se inclinará a pro-
yectar sobre éste sus objetos arcaicos introyectados, y el nuevo objeto se
tornará en objeto fantaseado en igual medida. Debe presumirse que sus
objetos introyectados están más o menos separados en dos grupos, actuando
como objeto "bueno" introyectado (o superyó tolerante) y como objeto
"malo" introyectado (o superyó severo) (5). De acuerdo al grado de con-
tacto con la realidad que mantiene su yo, el objeto "bueno" introyectado
será proyectado sobre objetos reales benévolos, y el "malo" sobre objetos
reales malévolos. Sin embargo, desde que él es neurótico, por hipótesis,
predominará el objeto "malo" introyectado, y tenderá a ser proyectado más
que el "bueno"; y después de un tiempo, existirá la tendencia a reemplazar
el objeto "bueno" por el "malo", aun allí donde al comienzo era proyec-
tado el objeto "bueno". Por tanto, será exacto afirmar que, en general,
los objetos fantaseados del neurótico en el mundo exterior serán predomi-
nantemente peligrosos y hostiles. Además, hasta sus objetos fantaseados
"buenos" en el mundo exterior tendrán poco contacto con la realidad, ya
que los objetos "buenos" introyectados serán "buenos" de acuerdo a un
modelo arcaico e infantil, y en cierto modo, se conservarán con el mero
propósito de contrarrestar los objetos "malos". Retrocediendo al momen-
to en que nuestro paciente neurótico encuentra un nuevo objeto en la vida
real, y suponiendo (como es el caso más habitual) que proyecta sobre éste
su objeto "malo" introyectado, el objeto fantaseado externo le parecerá,
por esta razón, peligroso. Se asustará de él, y para defenderse de dicho,
objeto se tornará más agresivo. Cuando, a su vez, él introyecta este nuevo
objeto, sólo estará agregando una imagen más terrorífica' a las que ya ha
introyectado. . La nueva imagen introyectada constituirá simplemente un
duplicado de las arcaicas originales y su superyó quedará casi exactamente
como era. Lo mismo sucederá, mutatis mutandis, en los casos en que co-
mienza proyectando su objeto introyectado "bueno" sobre el nuevo objeto
exterior que ha encontrado. Indudablemente, como resultado se produce
un leve reforzamiento del superyó tolerante a expensas del superyó severo,

(15) Esta tendencia a establecer una separación entre objetos "bueno" y "malo" intro-
yecrados es discutida por MELANIE KLEIN en su trabajo Psicogénesis de los estados maníaco-
depresivos, "Inrernarional Journal of Psycho-Analysis", vol. XVI, pág. 35.
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964 JAMES STRACHEY

y hasta cierto punto se mejora su condición. Su superyó no experimentará


un cambio cualitativo, puesto que el nuevo objeto "bueno" introyectado
será simplemente .un duplicado del original arcaico y sólo reforzará el

superyó ubu~no" arcaico que ya existe.
Desde-el momento en que este paciente neurótico entabla relaciones
con un nuevo objeto e~ el análisis, se crea una situación diferente. Su su-
peryó no es ni homogéneo ni está bienconstituído; las consideraciones que
hemos hecho hasta aquí acerca de él han sido demasiado simplificadas y
esquemáticas. En realidad, las imágenes introyectadas que van a formarlo
derivan de períodos diferentes de su historia, y en cierto grado, funcionan
independientemente. Debido a las peculiaridades de las circunstancias ana-
líticas y al comportamiento del analista, la imagen introyectada de este úl-
timo tiende a ser separada definidamente del resto del superyó del pacien-
te. (Naturalmente que esto presupone cierto grado de contacto con la rea-
lidad por su parte, lo que constituye uno de los criterios fundamentales de
accesibilidad al tratamiento analítico; otro, que ya hemos mencionado im-
plícitamente, es la capacidad del paciente de dirigir sus impulsos del ello
al analista.) Esta separación entre la imagen del analista introyectado y el
resto del superyó del paciente se torna evidente en una etapa muy precoz:
del tratamiento, por ejemplo, en relación con la regla fundamental de la
asociación libre. La nueva porción de superyó dice al paciente que le es
permitido manifestar todos los pensamientos que se le puedan ocurrir. Esto
actúa satisfactoriamente por poco tiempo, pues pronto se produce un con-
flicto entre la nueva porción y el resto, dado que ~ superyó original dice:
"No debes decir esto, porque si lo haces, estarás empleando una palabra
obscena o revelando talo cual secreto." La separación de la nueva porción,
que he denominado superyó "auxiliar", tiende a persistir, por la exclusiva
razón de que actúa habitualmente en otra dirección que el resto del super-
yó. Esto es exacto no sólo para el superyó "severo" sino también para el
"tolerante", pues aunque el superyó "auxiliar" es en realidad amable, no lo
es en el mismo sentido arcaico que las imágenes "buenas" que el paciente ha
introyectado. La característica más importante del superyó auxiliar es que
el consejo que brinda al yo se encuentra basado firmemente sobre consi-
deraciones reales y contemporáneas, y esto sirve para diferenciarlo de la
parte mayor del superyó original.
No obstante, la situación es en extremo insegura, existe la tendencia
constante a destruir la distinción. El paciente se halla expuesto, en todo
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 965

momento, a proyectar su imagen terrorífica sobre el analista exactamente


como si fuera cualquier otra persona que pudiera haber encontrado en el
trascurso de su vida. Si esto sucede, la imagen introyectada del analista será
incorporada totalmente al resto del superyó severo del paciente, y por tan-
to, desaparecerá el superyó auxiliar. Sucede muy a menudo que aun cuan-
do se comprende que el contenido del consejo del superyó auxiliar es di-
ferente o contrario al del superyó original, se siente que su calidad es la
misma. Por ejemplo, el paciente puede sentir que el analista le ha dicho:
"Si no dice todo lo que se le ocurre, le daré una buena paliza", o, "si no
hace consciente esta parte del inconsciente, lo echaré de la habitación". Sin
embargo, esta relación peculiar entre el analista y el yo del paciente, no
obstante su labilidad y lo limitado de su autoridad, parece poner en las
manos del analista el instrumento principal para ayudar al desarrollo del
proceso terapéutico. ¿Qué arma es ésta, de tanta importancia en el arsenal
del analista? Su nombre aflora de inmediato a nuestros labios: es, natural-
mente, la interpretación. Hemos alcanzado, así, el núcleo del problema que
deseo discutir en el presente trabajo.

LA INTERPRETACIÓN

¿Qué es, pues, interpretación, y cómo actúa? Parece conocerse muy


poco al respecto, pero esto no impide la creencia casi universal en su eficacia
extraordinaria como arma. Hay que confesar que la interpretación tiene
muchas de las cualidades de un arma mágica. Naturalmente que así lo sien-
ten muchos pacientes; algunos de ellos se pasan horas suministrando inter-
pretaciones propias, a menudo ingeniosas, aclaratorias y correctas. Otros,
además, obtienen una gratificación libidinal directa del estar dando inter-
pretaciones, y aun pueden desarrollar por ellas algo semejante a la propen-
sión a las drogas, Los círculos no analíticos habitualmente se burlan de la
interpretación como de algo ridículo, o bien la temen como a un peligro
terrible. Creo que no nos damos cuenta de la frecuencia con que cierto
número de analistas comparten esta última actitud. Esto se puso de mani-
fiesto, particularmente, cuando Melanie Klein discutió por vez primera la
idea de dar interpretaciones a niños pequeños. Creo que sería exacto afir-
mar que, en general, los analistas se inclinan a sentir que la interpretación
es algo extremadamente poderoso, tanto para bien como para mal. Me re-
fiero a nuestros sentimientos con respecto a la interpretación, en contraste
a nuestras creencias razonadas. Parecería que hay muchos fundamentos
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..•
966 JAMES STRACHEY •

para pensar que nuestros sentimientos, en relación con este tema, tienden
a deformar nuestras ,creencias. De cualquier modo, muchas de estas creen-
cias aparentan ser contradictorias consideradas superficialmente, y las con-
tradiccio~és .no siempre parten de diferentes escuelas de pensamiento, sino
que a veces son sostenidas, en apariencia, por una persona. Se nos ha dicho que
si interpretamos demasiado pronto o demasiado imprudentemente, corremos
el riesgo de perder un paciente, que a menos que interpretemos rápida y
profundamente estamos expuestos a lo mismo; que la interpretación puede
dar origen a ataques intolerables e ingobernables de angustia, al "liberarlo";
que la interpretación es' el único modo de permitirle a un enfermo hacer
frente a un ataque ingobernable de angustia, al "resolverla"; qu,
las inter-
pretaciones deben siempre referirse al material en el preciso momento en que
emerge a la consciencia; que las más útiles son realmente las profundas; "¡Sed
prudentes con vuestras interpretaciones!", dice una voz; "¡Ante la duda. in-
terpretad! ", reza otra. Sin embargo, aunque hay mucha confusión en todo
esto, no creo que tales opiniones sean necesariamente incompatibles; los di-
versos consejos pueden referirse a diferente circunstancias y casos, e implicar
distintos usos de la palabra "interpretaci~".
Es evidente que se emplea la palabra en más de un sentido. Después de
todo, quizá es sólo un sinónimo de la vieja frase que ya hemos encontrado:
"hacer consciente lo que es inconsciente", y comparte todas las ambigüe-
dades dé esa frase. Porque en un sentido, si se entrega un diccionario ale-
mán-inglés a quien no sabe alemán, se le estará dando una colección de in-
terpretaciones, y creo que en este sentidoes que se ha discutido la naturaleza
de la interpretación en un reciente trabajo de Bernfeld (16). Evidentemente,
tales interpretaciones descriptivas no tienen pertinencia con nuestro tema
actual, ysin más rodeos, procederé a definir en la forma más clara que me
sea posible una clase particular de interpretación, que, en realidad, me parece
que constituye el instrumento fundamental de la terapia psicoanalítica y ;\
la que por conveniencia daré el nombre de interpretación "rnutativa".
Primeramente, haré una reseña esquemática de lo que entiendo por
interpretación mutativa, dejando los detalles para más adelante; y con ~iras
a la claridad de la exposición, pondré por ejemplo la interpretación de un
impulso hostil. En virtud de su poder (estrictamente limitado) como su-

(1\1) Der Begriff der Deutung in der Psy cboanalyse, "Zeitschrift für angewandte Psy-
chologie", Bd. 42, 19:H. GERO hizo un resumen crítico de este trabajo en "Irnago", Bd. XIX,
19H.
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PROYECCIÓN, EXTRAYECC/ÓN Y. OB]ETIV ACIÓN 967

peryó auxiliar, el analista permite que una pequeña cantidad de la energía


del ello del enfermo se torne consciente (en nuestro caso, bajo la forma de
..un impulso agresivo) (I7). Dado que por la naturaleza dé los hechos, el
analista es también el objeto de los impulsos del ello del paciente, dicha can-
tidad de impulsos ahora liberados será dirigida conscientemente hacia el
analista; y éste es el punto crítico. Si todo marcha bien, el yo del paciente
se dará cuenta del contraste que existe entre el carácter agresivo de sus sen-
rimientos y la naturaleza real del analista, ya que éste no secomporta corno
sus objetos arcaicos "buenos" o "malos". Es decir, que el paciente distin-
guirá su objeto fantaseado arcaico del objeto real externo. La interpreta-
ción se ha convertido, así, en mutativa, puesto que ha abierto una brecha
en el círculo vicioso neurótico. Como el paciente ha comprobado la falta
de agresividad en el objeto real externo, estará capacitado para disminuir la
suya, y al ser menos agresivo el nuevo objeto que él introyecta, decrecerá
también la agresividad de su superyó. Simultánarnente a estos hechos y
como corolario, el enfermo obtendrá acceso al material infantil que está
reviviendo en su relación con el analista.
Tal es el esquema general de la interpretación mutativa: Podrá notarse
que en mi explicación el proceso parece comprender "dos fases. No deseo
prejuzgar acerca de si estas dos fases se presentan en sucesión temporal o si
pueden ser dos aspectos simultáneos de un mismo acontecimiento. Pero con
• fines descriptivos es más fácilconsiderarlas como si fueran sucesivas. Por
consiguiente, se encuentra primero la fase en la que el paciente se da cuenta
de que ha dirigido directamente hacia el analista una cantidad particular de
energía del ello, y en segundo término, viene la fase en la que el enfermo
comprende que dicha energía está dirigida hacia un objeto fantaseado ar-
caico y no sobre uno real.

LA PRIMERA FASE DE LA INTERPRETACIÓN

La primera fase de unainterpretación niutativa es en sí misma compleja,


y en ella, una parte de la 'relación del' ello del paciente con ~l analista se
hace consciente en virtud de la posición del último c<;>mosuperyó auxiliar.

(17) No intento describir el proceso en términos metapsicológicos correctos. En opi-


nión de Freud, por ejemplo, la antítesis entre consciente e inconsciente no es aplicable,
estrictamente hablando, a los impulsos instintivos, sino a las ideas que los representan en la
mente .. t Tbe Unconscious, Collected Papers, vol. IV, pág. 109.) No obstante, a los efectos
de la sencillez, hablo durante todo este trabajo de "hacer conscientes los impulsos del ello".
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968 JAMES STRACHEY

En el modelo clásico ,de una interpretación, primeramente se le hará com-


prender al enfermo que su yo se encuentra en un estado de tensión; después,
que está trabajando un factor represivo (que su superyó lo amenaza con
castigarlo), y sólo entonces se le comunicará el impulso del ello que ha des-
pertado las protestas del superyó provocando angustia en, su yo. Este es el
esquema clásico, pero en la práctica actual, el analista opera desde los, tres
ángulos, simultáneamente o en sucesión irregular. En un momento, se le
puede revelar una pequeña porción del superyó del paciente en toda su
crueldad; en otro, la disminución del desamparo de su yo, y aun en otro, se
puede dirigir su atención a las tentativas de reparación que hace como
compensación por su hostilidad. En algunas ocasiones, una fracción de la
energía del ello puede ser incitada directamente a abrirse paso por entre
los, últimos restos de una resistencia ya debilitada. Sin embargo, todas estas
operaciones tienen una característica en común: que se realizan en pequeña
escala, porque la interpretación mutativa se rige inevitablemente por el
principio de las dosis mínimas. Creo que es un hecho clínico común-
mente aceptado que las alteraciones' presentadas por un paciente du-
rante el análisis parecen ser extremadamente graduales casi siempre. Nos
inclinamos a sospechar que los cambios repentinos y grandes indican que
están actuando pr~edimientos sugestivos más bien que psicoanalíticos.
Podrá explicarse la naturaleza gradual de los cambios producidos por el
psicoanálisis si dichos cambios son el resultado de la suma de un número in-
menso de pequeños pasos, cada uno de los cuales corresponde a una inter-
pretación mutativa. La índole misma de la situación analítica impone la
pequeñez de los pasos. Cada interpretación involucra la liberación de cierta
cantidad de energía del ello, y como veremos pronto, si la cantidad liberada
es demasiado grande, está destinado a trastornarse el estado de equilibrio alta-
mente inestable que permite al analista desempeñarse como el superyó auxi-
liar del paciente. Se arriesgará toda la situación analítica, dado que estas
liberaciones de .energía del ello pueden ocurrir solamente en virtud de la
actuación del analista como superyó auxiliar del enfermo.
Examinemos con mayor detalle los efectos que siguen al intento del
analista de llevar a la consciencia del paciente, de una vez, una cantidad
demasiado grande de energía del ello (l8), Por una parte, puede no ocurrir
nada; por la otra, puede producirse un resultado 'inmanejable; pero en nin-
(l8) Parece como si también interviniera un factor cualitativo, es decir, que para el
yo, algunas clases de impulsos del cIlo le resultarían más repugnantes que' otras.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 969

guno de los dos casos se habrá efectuado una interpretación mutativa. En


el primero (en el que aparentemente no hay efectos), el poder del analista
I

como superyó auxiliar no habrá sido bastante fuerte para la tarea que se ha
impuesto. Esto puede suceder, además, por dos razones diferentes. Una de
ellas es que el impulso del ello no haya sido suficientemente apremiante en
el momento en que él trataba de ponerlo de manifiesto, dado que la emer-
gencia de un impulso del ello depende no sólo del permiso del superyó, sino
también de la urgencia del impulso, o sea, de su grado de catexia. Esto pue-
de ser un motivo para el hecho de que a una interpretación le suceda una
respuesta aparentemente negativa e inocua. Pero el mismo resultado puede ser
debido a que el poder de las fuerzas represivas del propio paciente sea dema-
siado grande para permitir que su yo oiga la voz persuasiva del superyó auxi-
liar, no obstante la urgencia real del impulso del ello. Tenemos aquí uria situa-
ción idéntica desde el punto de vista dinámico, pero distinta económica-o
mente de la próxima que hemos de considerar. En ésta, el paciente acepta
la interpretación, o sea que le permite penetrar en. su consciencia al impulso
del ello, pero inmediatamente le sobreviene una gran angustia. Esto se .puede
manifestar en varios sentidos: por ejemplo, el enfermo produce .un ataque
de angustia, o muestra signos de enojo «real" con el analista, sin discerni-
miento alguno, o puede abandonar el análisis. En cualquiera de estos casos,
la situación analítica se habrá desbaratado, al menos por el momento. El
paciente se estará comportando como el sujeto hipnotizado, quien rompe
la relación hipnótica y se despierta de su estado de trance cuando el hipno-
tizador le ordena la ejecución de un acto demasiado ,en desacuerdo con su
propia conciencia. Esta situación es manifiesta si el paciente responde a la
interpretación con un ataque real de angustia o uno de sus equivalentes,
pero será latente si el enfermo no exterioriza respuesta. Este último caso
puede ser el. más difícil de los dos, ya que está enmascarado, y creo que a
veces es la consecuencia de un exceso de interpretación, aún mayor que en
el caso en que aparece la angustia manifiestamente (aunque. es obvio que
habrá otros factores de importancia, en particular, la naturaleza de la neu-
rosis del paciente). He atribuído esta amenaza de fracaso. de la situación
analítica a una dosis excesiva de interpretación, pero podría ser más exacto
imputarla a una dosis insuiiciente, puesto que no ha ocurrido .la segunda
fase del proceso interpretativo, en la cual el paciente se da cuenta que su
impulso se dirige hacia un objeto fantaseado arcaico y no hacia uno real.
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970 JAMES STRACHEY

LA SEGUNDA FASE DE LA INTERPRETACIÓN

En la segunda fase de una interpretación completa, el sentido de reali-


dad del paciente desempeña un papel crucial, porque el resultado exitoso de
esta fase depende de su habilidad para distinguir entre su objeto fantaseado
y el analista real, en el momento crítico de la aparición en la consciencia de la
cantidad liberada de energía del ello. ¿Qué clase de ayuda puede prestar el
analista al paciente para que perciba esta distinción? Por una parte, es mucho
lo que puede hacer llevando al enfermo a darse cuenta, tan detalladamente
como sea posible, de la naturaleza exacta de las experiencias infantiles que
determinan su imagen del objeto fantaseado. Por otra parte, podría esperarse
.que también tratara de darle al paciente una descripción clara de él mismo tal
como es realmente; pero aquí la posición es más complicada. El problema se
encuentra relacionado estrechamente a uno que ya he expuesto, especialmente
el de la extrema labilidad de la posición del analista como superyó auxiliar.
La situación analítica amenaza todo el tiempo con degenerar en una situa-
ción "real". Pero, en realidad, esto significa lo contrario de lo que aparenta;
significa que el enfermo está siempre a punto de convertir el objeto real ex--
terno (el analista) en el arcaico, o sea, de proyectar sobre aquél sus imágenes
inrroyectadas primitivas. En tanto que el paciente obra de esta manera; el
analista se transforma en objeto fantaseado, como cualquier otra persona con
la que se encuentre el enfermo en la vida real. El analista deja entonces de
poseer las ventajas peculiares derivadas de la situación analítica; será intro-
yectado en el superyó del paciente como. otros objetos fantaseados, y no
podrá actuar por más tiempo en los sentidos que son indispensables para la
eficacia de una interpretación mutativa, En esta dificultad, el sentido de
realidad del enfermo es un aliado esencial pero muy endeble. Una de las
cosas que esperamos del análisis es el mejoramiento de dicho sentido dé rea-
lidad; por tanto, es importante no someterlo a un esfuerzo innecesario. Este
es uno de los principales argumentos en favor de que el analista adopte con
el paciente una actitud-un poco reticente y apartada, de que limite a la hora
analítica su relación con él, es decir: de que le presente al enfermo su yo real
en pequeñas dosis. Por esta razón fundamental, el analista debe evitar cual-
quier comportamiento real que fortalezca el que el paciente lo considere como
,~objetofantaseado "bueno" o "malo". Quizá esto es más evidente en lo que
respecta al objeto "malo". Por ejemplo, si "el analista demostrara que está
realmente emocionado u horrorizado por uno de los impulsos del ello del
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 971

enfermo, éste lo trataría como un objeto peligroso y lo introyectaría en su


superyó severo arcaico. Por una parte, disminuiría el poder del analista de
actuar como un superyó auxiliar y de permitir que el yo del paciente tenga
consciencia de sus impulsos del ello, o sea que decrecería su poder de efectuar
la primera fase de una interpretación mutativa; y por otra parte, como objeto
real, se volvería menos diferenciable de los objetos fantaseados «malos" del
enfermo, hasta el punto que también se encontraría dificultada la realización
de la segunda fase de una interpretación mutativa. Tomemos otro ejemplo:
supongamos que el analista se comporta de modo opuesto y que apremia ac-
tivamente al enfermo para que dé rienda suelta a sus impulsos del ello. Existe
la posibilidad de que el paciente confunda al analista con la imagen de un
padre traicionero, que primero lo incita a buscar gratificación y luego cambia
repentinamente su actitud y lo castiga. En tal caso, el yo del enfermo puede
tratar de defenderse considerando al analista como si éste fuera su propio ello,
y tratándolo con toda la severidad de que es capaz su superyó. También aquí
el analista corre el riesgo de perder su posición privilegiada. Pero igual puede
ser poco prudente para el analista el actuar realmente en el sentido de incitar
al paciente a que proyecte sobre él sus objetos «buenos" introyectados, por-
que el enfermo tenderá a considerarlo como objeto «bueno" en un sentido
arcaico y lo incorporará junto con sus imágenes arcaicas «buenas", usán-
dolo como una protección contra sus imágenes «malas". De este modo, tanto
sus impulsos infantiles positivos como negativos pueden eludir el análisis,
puesto que su yo no tiene la posibilidad de establecer una comparación entre
el objeto externo fantaseado y el real, pudiendo perder así la oportunidad
de adaptarse a un mundo exterior en el que hasta los objetos «buenos" son
tales en un sentido real y no en el arcaico. Quizá pueda argüirse que por
más buena voluntad y prudencia que tenga el analista no podrá impedir que
el paciente proyecte sobre él estas variadas imágenes. El argumento es indis-
cutible; no obstante, toda la efectividad de un análisis depende de que eso
se produzca. La enseñanza que dejan estas dificultades es simplemente que
nos recuerdan los estrechos limites del sentido de realidad del enfermo. Es
un hecho paradójico, pero verdadero, que el mejor procedimiento para ase-
gurar que su yo será capaz de distinguir entre fantasía y realidad es el de
apartarlo de ésta tanto como sea posible. Su yo es tan débil y se encuentra
tan a merced del ello y del superyó, que sólo puede hacer frente a la realidad
si ésta se le administra en dosis rriínirnas. Y estas dosis son, en realidad, las
que el analista le da bajo la forma de interpretaciones.
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\
972 JAMES STRACHEY

INTERPRETACIÓN Y APOYO
.
Me parece. que es posible facilitar un acercamiento a los problemas de
la interpretación y el apoyo por medio de esta distinción entre las dos fases
de la interpretación. .Podrá suponerse que ambos procedimientos pueden
ser útiles o aun esenciales en ciertas circunstancias, y desaconsejables y hasta
peligrosos en otras. En el caso de la interpretación en), la primera de nues-
tras fases hipotéticas es para "liberar" angustia y la segunda para "resolver-
la". Cuando una cantidad de angustia se encuentra ya presente o a punto de
I
aflorar, una interpretación puede permitir, debido a la eficacia de su segunda
fase, que el paciente reconozca la irrealidad de su objeto fantaseado terrorí-
fico, reduciéndole así su propia hostilidad y por consiguiente la angustia.
Por otra parte, inducir al yo que permita llegar a la consciencia una can-
tidad de energía del ello significa evidentemente buscar un acceso de ano
gustia en una personalidad con un superyó severo. Esto es precisamente lo
que efectúa el analista en la primera fase de una interpretación. Por lo que
respecta al "apoyo", aquí sólo puedo aludir brevemente a algunos de los
problemas que suscita. Incidentalmente, creo que el término necesita ser
definido casi con tanta urgencia como la "interpretación", y que abarca varios
mecanismos diferentes. Con respecto a esto, el apoyo puede ser considerado
como el comportamiento calculado del analista para que el paciente lo con-
sidere más bien un objeto fantaseado "bueno" que uno real. Ya he dado
algunas razones para dudar de la conveniencia de esto, aunque el procedi-
miento parece ser de gran valor en algunas ocasiones, especialmente en los
casos psicóticos. Además, podría suponerse, a primera vista, que tal actitud
por parte del analista favorecería directamente la probabilidad de hacer una
interpretación mutativa. Creo que después de pensarlo se verá que éste no
es el caso, porque, precisamente, en tanto que el paciente considere al ana-
lista como su objeto fantaseado, no se produce la segunda fase de la interpre-
tación, ya que la esencia de ésta es que el enfermo pueda efectuar una dis-
tinción entre su objeto fantaseado y el real. Es exacto que se consigue re-
ducir su angustia, pero este cambio no se habrá llevado a cabo por un método
que implique un cambio cualitativo permanente en su superyó. Por tanto, a
(19) Por lo que respecta a la necesidad de "interpretaciones continuas y profuudas",
a fin de disminuir o prevenir ataques de angustia, véase la obra de MU.ANW KLEI:-i: Tbe
Psy cbo-Analvsis of Children, págs. 58-59. Por otra parte: "La angustia perteneciente a los
niveles profundos es mucho más grande, tanto en cantidad cuanto en intensidad; por tanto,
es imperativo regular debidamente su liberación." (/ hld., pág. 139.)
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANAuSIS 973

pesar de la importancia táctica que posea el apoyo, creo que no se lo puede


considerar como un factor operativo esencial en la terapia psicoanalítica.
Debe recalcarse que otros tipos de comportamiento del analista pueden
equivaler dinámicamente a una interpretación rnutativa, o a una u otra de las
dos fases de este proceso. Por ejemplo, un mandato "activo" de la especie
intentada por Ferenczi puede valer como la primera fase de una interpreta-
ción; el analista hace uso de su posición peculiar para inducir al enfermo,
de manera particularmente vigorosa, a que haga conscientes ciertos impulsos
de su ello. U na de las objeciones a este tipo de procedimiento puede expre-
sarse diciendo que el analista tiene muy poco control del dosaje de la energía
del ello, y escasa garantía de que seguirá la segunda fase de la interpretación,
Incidentalmente, puede surgir el mismo patrón dinámico cuando el analista
le exige al enfermo efectuar una fantasía "forzada", o aun, cuando aquél le
hace una pregunta al paciente (en especial en los primeros tiempos de un
análisis) . También aquí el analista está dando una interpretación a ciegas,
que puede demostrarle la imposibilidad de pasar más allá de su primera fase.
Por otra parte, en el curso de un análisis se originan constantemente situa-
ciones en las que el enfermo tiene conciencia de pequeñas cantidades de
energía del ello, sin provocación directa alguna por parte del analista. Podría
desarrollarse entonces una situación de angustia, si no fuera que el analista,
por su comportamiento, o también diríamos, por su ausencia de comporta-
miento, permite que el paciente movilice su sentido de realidad y haga la
distinción necesaria entre un objeto arcaico y uno real. Lo que el analista
hace aquí equivale a efectuar la segunda fase de una interpretación, y todo el
episodio puede valer como una interpretación mutativa. Es difícil estimar en
qué proporción los cambios que ocurren durante el análisis pueden no ser
debidos a interpretaciones mutativas implícitas de este tipo. Creo que a veces
se considera incorrectamente como ejemplo de apoyo a una situación de
esta naturaleza'.

«PROXL\UDAD» DE LAS INTERPRETACIONES MUTA TIV AS

Ha llegado la oportunidad de dedicarnos a otras características que


aparentan ser propiedades esenciales de toda interpretación mutativa. En
primer término, ya ha sido tratada una de ellas al considerar la ausencia de
efecto, real o aparente, que sigue a una interpretación. Una interpretación
mutativa sólo puede aplicarse a un impulso del ello que está realmente en
estado de catexia, Esto se evidencia por sí mismo, dado que los cambios pro-
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974 JAMES STRACHEY

ducidos ~n la mente del enfermo por una interpretación mutativa sólo pue-
den ser obra de una carga de energía que se origina en el paciente; la función
del analista eS asegurar simplemente que la energía se canalizará por una vía
en vez de hacerlo por otra. De aquí se deduce que el tipo de interpretación
informativa de "diccionario" no será muta tiva, no obstante lo útil que pueda
ser como preludio de interpretaciones mutativas, Esto nos permite varias
inferencias prácticas. Cada interpretación mutativa debe ser "inmediata"
emocionalmente; el enfermo debe experimentarla' como algo real. Este re-
querimiento, de que las interpretaciones deben ser inmediatas, puede expre-
sarse en otra forma diciendo que hay que dirigirlas siempre al "punto de
urgencia". En algún momento se encontrará en actividad un determinado
impulso del ello: éste es el impulso que en ese momento es pasible de inter-
pretación mutativa. Indudablemente, no es factible ni deseable estar dando
interpretaciones todo el tiempo, pero como lo ha señalado Melanie Klein, la
capacidad de elegir el punto de urgencia en cualquier momento es una de
las cualidades más preciadas en un analista (20).

LA INTERPRETACIÓN «PROFUNDA~

El hecho 'de que toda interpretación mutativa déba dirigirse a un impul-


so urgente nos conduce otra vez al temor, que se siente con tanta frecuencia,
de las posibilidades explosivas de la interpretación, en particular, de lo que
se álude vagamente como interpretación "profunda". Sin embargo, no ne-
cesitamos sentirnos molestos por la ambigüedad del término, ya que éste des-
cribe, sin duda, la interpretación del material genéticamente próximo e his-
tóricamente distante de la experiencia real del .enferrno, o del que se en-
cuentra bajo una represión especialmente intensa. De cualquier modo, se
trata de material que normalmente le resulta por completo inaccesible a su
yo y está muy alejado de él. Además, parece razonable creer que la angustia
expuesta a desencadenarse por el acercamiento de ese material a la conscien-
cia debe presentar una gravedad peculiar (21). La cuestión de si es innocuo
interpretar dicho material dependerá, como de costumbre, de la posibilidad
de efectuar la segunda fase de la interpretación. Por lo común, el material
que es urgente en las primeras etapas de un análisis no es profundo. Al
comienzo debemos tratar sólo con desplazamientos más o menos importantes

(20) The Psycbo-Analysis of Children, págs. 58-59.


(21) lb u, pág. 139.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 975

de los impulsos profundos; y el material profundo mismo es alcanzado úni-


camente más tarde y por grados, así que no debe anticiparse la aparición
súbita de cantidades inmanejables de angustia. Sin embargo, en casos ex-
cepcionales hay impulsos profundos que pueden ser urgentes en un período
precoz del análisis, debido a ciertas peculiaridades en la estructura de la
neurosis, encontrándonos, así, abocados a un dilema. Si interpretamos este
material profundo, el monto de angustia que se produce en el paciente puede
ser tan grande que su sentido de realidad resulte insuficiente para permitir
la ejecución de la segunda fase, peligrando todo el análisis. En casos críticos
como los que estamos considerando, no debe pensarse que necesariamente
se puede evitar la dificultad no dando interpretación alguna, haciendo in-
terpretaciones más superficiales de material no urgente, o tentando apoyar
al enfermo. En realidad, parece probable que estos procedimientos alterna-
tivos sirvan poco o nada para salvar el inconveniente; por el contrario, ellos
pueden aún exacerbar la tensión creada por la urgencia de los impulsos pro-
fundos, que son la causa real de la angustia amenazadora. De este modo, puede
desencadenarse la angustia a pesar de los esfuerzos paliativos, y en ese caso,
lo hará bajo las condiciones más desfavorables, o sea, fuera de. las influencias
mitigantes que proporciona el mecanismo de la interpretación. Por tanto, es
posible que la interpretación de los impulsos urgentes del ello, no obstante
lo profundos que puedan ser, constituya el más seguro de los dos procedi-
mientos alternativos que se le presentan al analista frente a una dificultad de
esta índole.

«ESPECIFICIDAD» DE LAS INTERPRETACIONES MUTA TIV AS

Tendré ocasión de volver sobre este punto más adelante, pero ahora
debo mencionar. una cualidad que parece necesario que exista previamente
1
en una interpretación para que pueda ser mutativa, y que quizá sólo sea otro
aspecto de la que ya hemos descripto. Una interpretación mutativa debe ser
"especijica", es decir, detallada y concreta. En la práctica, ésta es una cues-
tión de grado. Cuando un analista se embarca en un tema determinado, no
siempre puede evitar que sus interpretaciones comiencen siendo vagas y ge··
nerales, pero finalmente será necesario resolver e interpretar todos los de-
talles del sistema fantaseado del enfermo. En la misma medida que esto se
realice, las interpretaciones serán mutativas, y se puede explicar gran parte
de la necesidad de repetir aparentemente las interpretaciones que ya han
sido hechas, por el hecho de que es menester llenar los detalles. Creo posible
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'976 JAMES STRACHEY

demostrar que provienen de esta fuente algunos de los retrasos que los ana-
listas desesperanzados atribuyen a la resistencia del ello del paciente. Parece
como ~ la vaguedad en la interpretación diera a las fuerzas defensivas del
yo la oportunidad, por la que siempre están en acecho, de contrariar los
intentos del analista para quc llegue a la conciencia un impulso del ello ur-
gente. Un efecto igualmente torpe puede producirse por ciertas formas de
apoyo, tales como el añadir un paralelo .etnológico o una explicación teórica
a una interpretación. Procedimientos de esta índole pueden convertir, a
último momento, una interpretación rnutativa en su contrario. El efecto
aparente podrá ser altamente gratificante para el analista, pero la experiencia
posterior mostrará que no se ha conseguido nada de utilidad permanente, o
aun, que se le ha dado al enfermo una oportunidad de incrementar el po-
derío de sus defensas. Hemos alcanzado así, un tópico que no hace mucho
trató Edward Glover en uno de los muy pocos trabajos, en t-oda la litera-
tura, que se abocan seriamente al problema de la interpretación (22). Glover
sostiene que es probable que una interpretación groseramente inexacta no
tenga efecto alguno, mientras que una ligeramente inexacta puede provocar
un efecto no analítico, o más bien antianalítico, al permitir que el enfermo
haga más profunda y eficiente su represión. El usa este concepto como la
explicación posible de un hecho que siempre ha parecido misterioso: que
en los primeros tiempos del análisis se lograban resultados terapéuticos, a
pesar de que aun no se había descubierto mucho de lo que nosotros conoce-
mos respecto a las características del inconsciente, y por tanto, de que la
interpretación debió de haber sido a menudo inexacta.

LA ABREACCI<JN

La posibilidad que discute Glover sirve para recordarnos lo difícil que


es obtener la certeza de que los efectos que siguen a alguna interpretación
se dében a ésta verdaderamente y que no son el resultado de un fenómeno
transferencial de cualquier naturaleza. Ya he señalado que muchos pacientes
logran una gratificación directa de la interpretación como tal, y creo que
algunos de los signos sorprendentes de abre acción que en ocasiones siguen a
una interpretación no deben ser aceptados por el analista sino como la evi-
dencia de que en un sentido libidinal se ha contribuído con algo más que con
una interpretación.

(22) The T'berapeutic Effect of lnexact lnterpretation, "The International Joumal


of Psycho-Analysis", vol. XII, 1931.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANAuSIS 977

Sin embargo, todo el problema de las relaciones entre la abreacción y


el psicoanálisis es muy discutido. Sus resultados terapéuticos parecen, hasta
cierto punto, innegables. No hay duda que de ellos surgió el análisis, y aun
en la actualidad existen psicoterapeutas que confían en ellos, casi exclusiva-
mente. Durante la guerra se confirmó ampliamente su efectividad, en los
casos de «neurosis traumática" . También se ha sostenido, bastante a menu-
do. que desempeña un papel principal en la obtención de los resultados del
psicoanálisis. Por ejemplo, Ferenczi y Rank declararon que no obstante los
avances de nuestros conocimientos, la abreacción subsistía como el agente

fundamental en la terapia analítica 3). Más recientemente, Reik ha de-
fendido una opinión algo similar, declarando que «el factor sorpresa es la
parte más importante de la técnica analítica" (24). En el capítulo sobre
terapéutica de su texto de psicoanálisis, Nunberg ha adoptado una actitud
menos extrema (25). Pero también él considera la abreacción como uno de
los factores componentes en el análisis, y en dos sentidos. En primer térmi-
no. menciona la mejoría producida por la abreacción, y la atribuye al alivio
de la tensiónendopsíquica por la descarga de los afectos acumulados. En
segundo término, señala que del proceso real de llevar a la consciencia algo
que hasta entonces permanecía inconsciente, surge un alivio de tensión si-
milar. aunque en menor escala. Al respecto, se basa en una afirmación de
Freud de que el acto de hacer consciente cualquier material involucra una
descarga de energía (26). Por su parte, Radó aparenta juzgar que la abreac-
ción se opone por su función al análisis. Manifiesta que debe atribuirse el
efecto terapéutico de la catarsis (junto con otras formas de psicoterapias no
analíticas) al hecho de que ofrece al paciente una neurosis artificial a cambio
de la original, y que los fenómenos observables cuando se produce la abreac-
e
ción son semejantes a los de un ataque histérico 7). Una consideración de

(2:;) Entuiicklungsziele der Psy cboanalyse (1924), pág. 27.


(24) New Ways in Psycbo-Analytic Technique, "The International Journal of Psycho-
Analysis", vol. XIV, 1933.
(25) Allgemeine Neurosenlebre auf psy cboanalytiscber Grundlage (1932), págs. 303-304.
Este capítulo aparece en inglés en una versión abreviada y como contribución al trabajo
de LoRA:":o, Psy obo-Analysis T'o-day (1933). En la amplia lista de NUNBERG sobre los factores
que actúan en la terapia analítica creo que hay muy poco que disienta con las opiniones
vertidas en el trabajo presente, aunque he dado una explicación diferente acerca de la inte-
rrelación que existe entre aquellos factores.
(26) Más allá del principio del placer, pág. 28.
(27) The Economic Principle in Psy obo-Analytic Tecbnique, "The International jour-
nal of Psycho-Analysis", vol. VI, 1925.
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978 JAMES STRACHEY

las opiniones de estas diversas autoridades sugiere que lo que nosotros des-
cribimos como "abreacción" puede implicar dos procesos diferentes: una
descarga de afecto y una gratificación .Iibidinal. En tal caso, el primero de
ellos podría ser considerado (al igual que otros procedimientos), como un
auxiliar ocasional del análisis, sin duda útil, y hasta como un compañero
inevitable de las interpretaciones rnutativas; mientras que podríamos juzgar
al segundo como un acontecimiento apto para impedir el análisis, especial-
mente si no se reconociera su verdadera naturaleza. De cualquier modo,
parecería razonable el creer que los efectos de la abreacción son permanen-
tes sólo en los casos en que el factor etiológico predominante es un suceso
externo, es decir, que aquél no es capaz de causar por sí mismo una alteración
cualitativa radical en la mente del enfermo. Es probable que su naturaleza
sea sólo auxiliar, no obstante el papel que pudiera desempeñar en el análisis.

INTERPRET AClüNES EXTRATRANSFERENCIALES

Si reconsideramos, por un momento, el cuadro que he dado de una in-


terpretación mutativa con sus diferentes características, notaremos que mi
descripción parece excluir todas las clases de interpretaciones, con excepción
de las transierenciales. ¿Debe entenderse que la interpretación extratransfe-
rencial no puede poner en marcha la cadena de acontecimientos que he su-
gerido como la esencia de la terapia psicoanalítica? Tal es mi opinión, y
ha sido uno de los propósitos fundamentales al escribir este trabajo poner
en relieve las diferencias dinámicas que existen entre las interpretaciones
transferenciales y las extratransferenciales, lo que sin duda ya ha sido obser-
\
vado,, pero creo que nunca con suficiente claridad. 4Podemos reunir estas
distinciones en dos"grupos: en primer término, es mucho menos probable que
las interpretaciones extratransferenciales sean dadas en el punto de urgencia.
Necesariamente esto debe ser así, ya que en el caso de una interpretación
extratransferencial, el objeto del impulso del ello no es el
analista ni se en-
cuentra presente en ese momento, en cambio, el punto de urgencia puede
. hallarse casi siempre en la transferencia, salvo en los comienzos de un
análisis y en otras circunstancias excepcionales. Se deduce que las Inter-
pretaciones extratransferenciales tienden a dirigirse a impulsos alejados en
tiempo y-espacio, y que por tanto es probable que se encuentren despro-
vistos de energía inmediata. En casos extremos, se parece a la comparación
que hice con la entrega de un diccionario alemán-inglés al paciente. En
segundo lugar, en el caso de una interpretación extratransferencial y debido
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 979

también al hecho de que el objeto del impulso del ello no se encuentra pre-
sente en la realidad, al enfermo le resulta menos fácil darse cuenta de la dis-
tinción que existe entre el objeto real y el fantaseado. Parecerá así, que con
las interpretaciones extratransferenciales es menos probable que ocurra lo
que he llamado la primera fase de una interpretación mutativa, y por otra
parte, si ésta se produce, es menos probable que le siga la segunda fase. En
otras palabras, una interpretación¡ extratransferencial está expuesta a ser
menos efectiva y más arriesgada que una transferencial (28). Cada uno de
estos puntos merece un breve examen por separado.
Es un hecho de la experiencia común entre los analistas, el que con cier-
tos pacientes es posible continuar indefinidamente dando interpretaciones
sin producir ningún efecto aparente. En el excelente capítulo histórico de
Ferenczi y Rank hay una crítica divertida de esta especie de «fanatismo por
las interpretaciones" (29). De sus palabras resulta claro que ellos pensaban
en las interpretaciones extratransferenciales, porque el peso de su crítica
recae en que dicha conducta implica el descuido de la situación analítica.
Este es el caso más simple, donde el principal resultado es una pérdida de
tiempo y energía. Pero hay ocasiones en las cuales la política de dar ristras
de interpretaciones extratransferenciales es capaz de conducir al analista a
dificultades más positivas. En el curso de algunas discusiones técnicas reali-
.zadas en Viena hace pocos años, Reich (30) llamó la atención sobre los
apuros en que se ven los analistas noveles por extraer del paciente grandes
cantidades de material de manera desordenada e inconexa. Sostenía que esto
puede llevarse a tal extremo, que el análisis se convierta irremediablemente
en caótico. Con mucho acierto señaló que el material con el que tenemos
que enfrentarnos se halla estratificado, y que al extraerlo, es de la mayor
importancia que no haya más interferencias que las que puedan ayudar al .
ordenamiento de .los estratos. Sin duda él tenía en su pensamiento la ana-
logía con un arqué alago incompetente, cuya inhabilidad puede anular para

(28) Esto concuerda con el hecho de que los seudoanalistas y los analistas "silvestres"
se limitan generalmente a las interpretaciones extratransferenciales. Deberá recordarse que
esto era genuino del prototipo de analista "silvestre" descrito por FREUD (Observations on
"Wild" Psycho-Analysis, 1910, Collected Papers, vol. n).
(29) Entwicklungsziele der Psycboanalyse, pág. 31.
(30) Bericht über das sSeminar für psychoanalytische 'Tberapie' in Wien, Zeitschrift,
Bd. XIII, 1927. Este trabajo ha sido reeditado recientemente como un capítulo del volumen
de REICH sobre Charakteranalyse (1933), el que contiene gran cantidad de material conrina
relación interesante con el tópico del trabajo presente.
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980 JAMES STRACHEY

siempre la posibilidad de reconstruir la historia de un sitio importante. No


me siento tan pesimista sobre los resultados en el' caso de un análisis mal
conducido, ya que la diferencia esencial consiste en que nuestro material
es viviente, y si se le da la oportunidad, se reestrarificará por sí mismo de
acuerdo a su propia armonía; y esta oportunidad es la situación analítica.
Estoy conforme en cuanto a la presencia del riesgo, y me parece que es
muy probable que se presente cuando se acude excesiva o exclusivamente
a la interpretación extratransferencial. Los medios de prevenirlo, y el reme-
dio, si es que el mal se ha producido, radica en volver a la interpretación
transferencial en el punto de urgencia. Si podemos descubrir qué material
es el "inmediato" en el sentido que he descripto, el problema de la estratifi-
cación se resuelve automáticamente; y es una característica de la mayor
parte del material extratransferencial el no tener proximidad, y por consi-
guiente, el que su estratificación sea mucho más difícil de descifrar. Las
medidas sugeridas por Reich para impedir la aparición de este estado caótico
no son incompatibles con las mías; porque él subraya la importancia de
interpretar las resistencias como opuestas a los impulsos primarios del ello,
y ésta es una política abandonada precozmente en la historia del análisis.
Una de las ca.\}lcterísticas de la resistencia es que surge en relación con el
analista, de manera que la interpretación de aquélla será casi inevitablemente
una interpretación transferencial.
Los riesgos más serios que acarrea el hacer interpretaciones extratrans-
ferenciales se deben a las dificultades inherentes para completar su segunda
fase, o en saber si ésta ha sido o no realizada. Por su naturaleza, no se
pueden predecir sus efectos. Parece constituir un riesgo especial el que el
enfermo no lleve a cabo la segunda fase de la interpretación, sino que pro-
yecte sobre el analista el impulso del ello que ha hecho consciente. No hay
filuda que dicho riesgo se aplica también, hasta cierto punto, a las interpre-
taciones transferenciales, Pero es menos probable que se produzca esta
situación si el objeto del impulso del ello se encuentra presente en la
realidad, y, además, si se trata de la misma persona que hace la interpreta-
ción (31). (Podemos recordar una vez más el problema de la interpretación
(31) Parece probable que toda la posibilidad de hacer interpretaciones mutativas dependa
de que en la situación analítica, tanto el que da la interpretación como el objeto del impulso
del ello interpretado sean la misma persona. No me refiero aquí al argumento mencionado
anteriormente, de que en tal condición es más fácil para el enfermo distinguir entre su
objeto fantaseado y el objeto real, sino a una consideración más profunda. Como ya he
sostenido, el superyó original del paciente es el producto de la introyección de sus objetos
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l.A ACClÓN TERAPÍWTlCA DEl. PSlCOANAuSlS 981

profunda, y señalar que aun en las circunstancias más desfavorables sus


peligros parecen disminuirse en gran parte, si la interpretación es transfe-
rencial.) Además, en el caso de una interpretación extratransferencia] parece
que hay mayor peligro de que transcurra silenciosamente todo este proceso,
siendo así descuidado, particularmente en los comienzos de un análisis.
Por esta razón parece ser de importancia el estar alerta a las complicaciones
transferenciales luego de dar una interpretación extratransferencial. Esta pe-
culiaridad de las interpretaciones extratransferenciales es una de las más
importantes desde un punto de vista práctico. A dicha peculiaridad se debe
que éstas puedan actuar como "alimentadores" de la situación transferen-
cial, preparando así el terreno para las interpretaciones mutativas. En otras
palabras, al dar una interpretación extratransferencial, el analista puede pro-
vocar a menudo una situación en la transferencia que luego le permita hacer
una interpretación mutativa. No se debe suponer que porque yo le atribuya
estas cualidades especiales a las interpretaciones transferenciales no se puedan
efectuar otras. Por el contrario, es posible que una gran mayoría de nues-
tras interpretaciones se realicen fuera de la transferencia, aunque debería
agregarse, que a menudo sucede que al dar ostensiblemente una interpretación
extrarransferencial implícitamente estamos haciendo una transferencial. No
sólo de grosellas se puede hacer un pastel, y si bien es cierto que las inter-
pretaciones extratransferenciales no son muta tivas en su mayor parte, no por

arcaicos, deformados por la proyección de los impulsos infantiles del ello. También he
sugerido que con los únicos medios con que contamos para alterar el carácter de este
superyó severo primitivo es con la mediación de un superyó auxiliar, que es el resultado
de la inrroyección que el paciente hace de su analista como un objeto. Desde este punto
de vista, puede considerarse el proceso del análisis como la infiltración del superyó auxi-
liar y su mayor contacto con el yo y la realidad en el superyó original, que es inadaptable
y rígido. Esta infiltración es obra de las interpretaciones mutativas, y consiste en el proceso
repetido de introyección de las imágenes del analista, así que la calidad del superyó ori-
ginal se Ya cambiando gradualmente, dado que aquellas imágenes pertenecen a una persona
real y no se deben a una proyección deformada y arcaica. Desde que la finalidad de las
interpretaciones mutarivas es causar la introyección del analista, se deduce que este último
debe ser el objeto de los impulsos que aquéllas interpretan. Si esto es exacto, las opiniones
expresadas en el trabajo presente requieren algunas enmiendas, porque en tal caso, el primer
criterio de una interpretación mutativa será que la interpretación sea transferencial. No
obstante, la calidad de urgencia continuará siendo importante, pues de todas las interpre-
taciones transferencia les pasibles de realizar en un momento dado, sólo serán mutativas
las que traten con un impulso urgente del ello. Por otra parte, aun la interpretación extra-
transferencial de un impulso urgente en extremo del ello, no podrá ser nunca mutativa,
aunque sin duda podría causar un alivio temporario por abre acción o apoyo;
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982 JAMES STRACHEY

ello son las menos esenciales, aunque no produzcan por sí mismas los resul-
tados decisivos que 'involucran el cambio duradero en la mente del enfermo.
Si se me permite hacer una analogía con las trincheras de la guerra, el aceptar
una interpretación transferencial corresponde a la captura de una posición
llave, mientras que las interpretaciones extratransferenciales se asemejan al
avance general y consolidación de una línea fresca, lo que se hace posible
por la captura de aquélla. Cuando este avance general pase más allá de cierto
punto, habrá otro impedimento, y antes de que se pueda volver a progresar
será necesario capturar la nueva posición llave. El curso normal de los
acontecimientos en un análisis, estará representado por una oscilación de
este tipo entre las interpretaciones transferenciales y las extratransferenciales,

LAS INTERPRETACIONES MUTA TIVAS y EL ANALISTA

Aunqwt: el dar interpretaciones muta tivas sólo puede ocupar una pe-
queña porción del tratamiento psicoanalítico, de acuerdo con mi hipótesis
será la parte más importante desde el punto de vista de la influencia sobre la
mente del enfermo (32). Puede ser de interés considerar finalmente, cómo
afecta al analista un momento que tiene tanta importancia para el enfermo.
Mrs. Klein me ha sugerido que el analista, al hacer interpretaciones, debe
superar alguna dificultad interna especial. Estoy seguro que esto se aplica
particularmente al dar las interpretaciones mutativas, Lo demuestra la forma
cómo la evitan los psicoterapeutas de escuelas no psicoanalíticas; pero mu-
chos psicoanalistas se darán cuenta de que albergan en su interior trazas de
la misma tendencia. Como racionalización puede aludirse a la dificultad de
decidir si ha llegado o no el momento particular de hacer una interpretación.
Pero detrás de esto hay, a veces, una dificultad en dar la interpretación,
porque el analista parece tener la tentación constante de hacer cualquier

(32) Llegados a este punto, me gustaría recordar nuevamente al lector la propia expli-
cación de Freud sobre la naturaleza esencial de la terapia psicoanalítica. Citaré algunas
palabras de su Autobiograpbical Study (1925): "Es exacto que el psicoanálisis, como otros
procedimientos psicoterapéuticos, emplea el instrumento de la sugestión (o transferencia).
La diferencia es la siguiente: que en el análisis no se le permite desempeñar el papel deci-
sivo en la determinación de los resultados. Se la usa, en cambio, para inducir al paciente
a ejecutar un trabajo mental: la superación de su resistencia de transferencia, la que involucra
una alteración permanente en su economía psíquica. El analista lleva al enfermo a hacer
consciente la transferencia. Esta se resuelve al convencerlo, de que en su actitud transfe-
rencial está reviviendo relaciones emocionales que tenían su origen en las cargas de objeto
más primitivas, durante el período reprimido de su infancia" (pág. 77). Como podrá verse,
el trabajo presente es poco más que una elaboración de estas sentencias de Freud.
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LA ACCIÓN TERAPÉUTICA DEL PSICOANALlSIS 983

otra cosa en su reemplazo. Puede efectuar preguntas, dar apoyos, aconsejar


o extenderse en disertaciones teóricas, o aun realizar interpretaciones, pero
que no son rnutativas sino extratransferenciales, las que careciendo de pro-
ximidad son ambiguas o inexactas. Puede también dar dos o más interpreta-
ciones alternativas, simultáneamente, o puede hacer interpretaciones mos-
trando al mismo tiempo su propio escepticismo respecto a ellas.
Todo esto sugiere, que el realizar una interpretación rnutativa cons-
tituye un hecho crucial, tanto para el analista como para el paciente, y que
al hacerlo se está exponiendo a algún peligro grande. Podremos compren-
der mejor esta c~tión cuando reflexionemos que el analista en el momento
de la interpretación, en realidad está evocando deliberadamente una cantidad
de energí-a del ello del enfermo, viviente, definida y que se dirige directa-
mente hacia él. Tal momento, más que ningún otro, pone a prueba sus
relaciones con sus propios impulsos inconscientes.

RESUMEN

Concluiré resumiendo los cuatro puntos principales de la hipótesis que


he expuesto anteriormente:
1) El resultado final de la terapia psicoanalítica es permitir que toda
la organización mental del paciente neurótico, detenida en un estadio infan-
til del desarrollo, continúe su progresión hacia la condición normal del
adulto.
2) La principal alteración efectiva consiste en una modificación cuali-
tativa profunda del superyó del paciente, de la que se derivan, en general
automáticamente, las otras alteraciones.
3) Esta modificación del superyó del enfermo se lleva a cabo en una
serie de innumerables pasos pequeños, por la acción de interpretaciones
rnutativas que efectúa el analista en virtud de que es el objeto de los impul-
sos del ello del paciente, y debido a su posición de superyó auxiliar.
4) El hecho de que la interpretación mutativa sea el factor operativo
esencial en la acción terapéutica del psicoanálisis no implica la exclusión
de otros procedimientos (tales como la sugestión, el apoyo, la abreac-
ción, etc.) como agentes en el tratamiento de algún enfermo en particular.

Traducido por JUAN CARWS BISI.


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