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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Licenciatura en Psicología

Tesis de Licenciatura en Psicología

La perspectiva psicoanalítica
en el abordaje de la psicosis

Estudiante: Maglione, Pilar

LU: 365263320

Tutor de Tesis: Duer, Rubén Eduardo

D.N.I 12.045.423

Año 2016

Índice

• Introducción………………………………………………………………………..3
• Planteo del problema……………………………………………………………..4
• Estado del Arte…………………………………………………………………….5
• Fundamentación teórica………………………………………………………....7
• Metodología de trabajo…………………………………………………………...9
• Hipótesis…………………………………………………………………………...9
• Objetivos…………………………………………………………………………...9
o Objetivos Generales………………………………………………………9
o Objetivos Específicos……………………………………………………..9
• Desarrollo…………………………………………………………………………10
• Tres respuestas freudianas……………………………………………………..13
• La perspectiva lacaniana………………………………………………………..16
• Las posibilidades de tratamiento……………………………………………….21
• El lugar del analista……………………………………………………………...23
• Conclusión………………………………………………………………………..28
• Bibliografía………………………………………………………………………..30

Introducción

El tema seleccionado para la tesis a presentarse se ubica dentro del área


clínica, y refiere a “La posición del analista en el abordaje de la psicosis”.

Este tema fue elegido a partir de los conocimientos adquiridos a lo largo de


la carrera de Lic. en Psicología, principalmente a partir del recorrido hecho acerca
de la estructura psicótica y su posible tratamiento en los diferentes espacios
durante el paso por la facultad, y especialmente en una de las últimas materias
cursadas: “Clínica de Adultos”, y la práctica profesional “Clínica en Salud Mental
en el Hospital Borda”. El abordaje de este tema se llevará a cabo en torno a un
marco teórico psicoanalítico.

Podría decirse que el inicio del psicoanálisis, surge a partir de que Sigmund
Freud se contrapone con una clínica de la escucha, a una clínica obsesionada
con la mirada la cual caracterizaba a la psiquiatría clásica. Esta misma admite dos
momentos diferentes, con una mirada incluso distinta.

Por un lado, se encuentra la clínica sincrónica, uno de sus referentes fue


Philippe Pinel, con una mirada caracterizada por no estudiar la evolución del
cuadro. No buscaban las causas específicas, no significaba que no hacían
hipótesis de causas, pero no buscaban las causas en función de un sistema
explicativo, es decir, no creían en una causa específica que pudiera desencadenar
la enfermedad del “alienado” como así los llamaban a los “locos” en aquella época,
por el contrario se hacía una descripción precisa del mismo. Esta clínica proponía
un cambio en el tratamiento, fue así que Pinel propuso el “tratamiento moral”,
donde se apuntaba a ganar el respeto del alienado, dejando a un lado la violencia,
y la encarcelación de los mismos. Ya que antes no había diferencias entre un
preso y un “loco” y el tratamiento era el mismo para todos. Ahora se trataba de la
institucionalización del alienado, donde este mismo pudiera retornar a la razón,
donde los médicos eran “maestros modelos” para los pacientes.

Luego, Falret, y también Emil Kraepelin, introducen el pasaje de la clínica


sincrónica a la clínica diacrónica, donde se fueron desarrollando los cuadros
desde su fase inicial, su desarrollo y su fase final. Se dio lugar e importancia a la
evolución de la enfermedad. Pero igualmente la psiquiatría clásica no dejó de ser
un método empírico descriptivo.

Es aquí donde es fundamental hacer mención al padre del psicoanálisis.


Sigmund Freud construyó hipótesis psicopatológicas, tratando de dar
explicaciones al surgimiento de los síntomas, contraponiéndose a las hipótesis de
la psiquiatría clásica. Es notable la diferencia entre el discurso médico, y el
discurso psicoanalítico. Para la medicina, el síntoma es un índice de la desviación
del funcionamiento “normal” del organismo, implicando así un borramiento de la
dimensión de sujeto. Para el psicoanálisis, por el contrario, el síntoma quiere decir
algo, donde el sujeto mismo está implicado.

Pero desde los inicios del psicoanálisis hasta la actualidad existe un


interrogante que tiene a su vez varias respuestas ¿Existe un tratamiento posible
para la psicosis? Mejor aún, ¿Es posible la utilización del tratamiento
psicoanalítico tradicional para una estructura como la psicosis? Y por lo tanto
¿Cuál sería el lugar del analista en el mismo?

Resulta interesante remarcar que Sigmund Freud ha pasado por diferentes


momentos con respecto a la psicosis, desde las diferentes respuestas que ha
dado acerca del mecanismo específico de dicha estructura, así como también
sobre su posible tratamiento.

Planteo del Problema

El siguiente trabajo hará hincapié en aquellos tratamientos y dispositivos


posibles para el abordaje de la psicosis, especialmente centrándose en el
posicionamiento del analista en los mismos. Y a su vez, interrogando por qué el
dispositivo tradicional psicoanalítico pensado para la neurosis, donde las

formaciones del inconsciente son entendidas como retornos de lo reprimido, se


invalida para el abordaje de la misma.

Este mismo trabajo se centrará en la clínica psicológica actual, desde una


perspectiva psicoanalítica, realizando así un estudio de aquellos dispositivos e
intervenciones frente a esta patología, dando cuenta de los alcances y los
beneficios y las posibles estrategias que tienen para el tratamiento de estos
pacientes. Sin dejar a un lado el recorrido psicoanalítico sobre el tema a abordar.

Estado del arte

- En el año 1989, Colette Soler escribe su libro “Estudios sobre la psicosis”,


donde hace un recorrido sobre la estructura psicótica donde toma como eje
la caracterización de la misma y sus posibles abordajes. Permite dar cuenta
sobre un factible tratamiento para la misma, y a su vez hace alusión a un
posible lugar para el analista en dicho tratamiento.
La autora alude a una falta en la psicosis, pero no se trataría de una falta de
la castración. Se trata de una falla significante, que se traduce en un exceso
de goce en lo Real. El tratamiento para esta autora apuntaría a regular
dicho goce.
Por otro lado, permite dar cuenta del lugar del analista en el mismo,
haciendo alusión a la importancia de poder determinar y saber que lazo
podría anudar al analista con el sujeto psicótico. Así también teoriza sobre
diferentes lugares que podría tener un analista.1
- En el año 1995, en la primera edición del libro “Una cita con la Psicosis”,
Isidoro Vegh, teoriza sobre la estructura psicótica, haciendo un importante
hincapié en el tratamiento de la misma, el lugar del analista, y como se
pone en juego o no la transferencia allí. Hace referencia al análisis como un


1
Soler, Colette (1989). “Estudios sobre la psicosis” 1ª Edición, 8ª reimp. En Manantial (Ed) 2014.
Buenos Aires.

juego, donde es el analista mismo el que se incluye lúdicamente con el


paciente psicótico, concluyendo que se trataría de “un juego de amistad”.2
- En el año 2007 en las XIV Jornadas de Investigación y Tercer Encuentro de
Investigadores en Psicología del Mercosur, se presentó una investigación
realizada por Moretto, Marisa Viviana y Nocera, Cristina Mónica, la misma
llamada “El tratamiento de la Psicosis. Su eficacia”. Este trabajo se interesó
en analizar sobre un posible tratamiento de la psicosis desde el campo
psicoanalítico, con sus alcances y limitaciones. Las conclusiones a las que
arribaron postulan que el psicoanálisis se presenta como una alternativa
válida para el tratamiento de la psicosis, encontrando una vía posible para
que el sujeto psicótico pueda restablecer sus lazos sociales.3
- En el año 2011 en el Congreso Internacional de Investigación y Práctica
Profesional en Psicología, XVIII Jornadas de Investigación Séptimo
Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR, se expone un
trabajo realizado por Luzar Noelia, llamado “Hacia un tratamiento posible de
la psicosis”. En él se realiza un estudio sobre un caso clínico de psicosis,
trabajando así sobre diferentes interrogantes que fueron surgiendo: ¿Cómo
intervenir en Psicosis?, ¿Qué lugar para el analista en dicho tratamiento?
Las conclusiones a las que se arribó en dicha investigación hacen
referencia a que la posición del analista va más allá de la orientación y
acotamiento del goce. Es el analista el que crea el campo para que el sujeto
pueda soltar ese goce y este mismo ser elaborado.4
- La investigación realizada por Vetere Ernesto, Karothy Rolando y
Zanghellini Jorge en el año 2012, “La transferencia y sus destinos. La
posición del analista frente a la invención psicótica”, buscaba realizar un
exhaustivo estudio de la transferencia en la psicosis, y desde la psicosis,
realizando así también una revisión sobre aquellas nociones centrales de la
teoría psicoanalítica. Las principales conclusiones a las que arribaron es


2
Vegh, Isidoro (2007) “Una cita con la psicosis” 2ª Edición En Homo Sapiens Ediciones, 2007.
Rosario. Santa Fe. Argentina.
3
[http://www.aacademica.org/000-073/548.pdf]
4
[http://www.aacademica.org/000-052/805.pdf]

que aunque no se le atribuyera la figura del Sujeto Supuesto Saber al


analista este sí queda ubicado como destinatario del discurso del analizante
psicótico.5

Fundamentación teórica

El Marco Teórico implica aquellas teorías y desarrollos conceptuales


realizados por diferentes autores de orientación psicoanalítica que hacen alusión a
aquellas cuestiones básicas para un posible tratamiento de la psicosis.

Psicosis:

A partir de todo el recorrido realizado por Sigmund Freud y realizando así


una lectura de los tres momentos en los cuales él se encuentra al estudiar la
Psicosis, se podría postular la misma tomando sus textos “Neurosis y Psicosis”
(1923) y “La pérdida de la realidad en la neurosis y psicosis” (1924) como el
desenlace de la perturbación entre el vínculo del Yo con el mundo exterior, donde
este mismo Yo, al servicio del Ello, se retira de un fragmento de la realidad. Por
otra parte, Jacques Lacan también ha hecho su aporte pasando así por diferentes
momentos, éste hace alusión a que el mecanismo fundante de la psicosis es la
forclusión, y esta misma se ejerce sobre el significante Nombre del Padre. Ya al
final de sus estudios, en el Seminario 20 introduce la teoría de Los Nudos, que le
permite repensar dicha estructura.

Transferencia:

Esta misma es definida por Freud como aquella inclusión del analista en la
serie psíquica del paciente. No son sólo las representaciones de índole
consciente, sino también las inconscientes las que han producido el lazo
transferencial. Siguiendo a Freud es importante mencionar que ésta aparece
siempre en todo análisis como el arma más poderosa de la resistencia, pero a su


5
[http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/33534/La_transferencia_y_sus_destinos.pdf?seq
uence=3]

vez si bien es obstáculo, también es motor de dicho análisis. Para este autor, la
transferencia implicaba donar el saber al otro, habilitando así la interpretación por
parte de este. Es interesante repensar sobre dicho concepto, y analizar cómo se
pone en juego en una estructura como lo es la psicosis ¿Es posible la
transferencia en ella?

Por otro lado, Victor Korman hace mención a que el lazo transferencial, no
es solo repetición, sino que hay algo nuevo en cada repetición transferencial.

Lugar del analista:

Lo importante a tener en cuenta con respecto a este concepto, es el


concepto de “saber”, y como se pone en juego en cada una de las estructuras.
Hay una diferencia notable entre una estructura como la neurosis, y en una
estructura como lo es la psicosis. En la primera, el paciente supone un saber al
analista, otorgándole el lugar de “Sujeto Supuesto Saber”. El sujeto recurre al
análisis esperando una respuesta, un saber, creyendo que este mismo lo posee el
analista, habilitando a este a la interpretación. En la psicosis, por el contrario, no
se interroga al analista sobre ningún saber, ya que es él mismo quien lo posee. Es
por esto, siguiendo a Colette Soler en su libro Estudios sobre la psicosis (1989),
que el analista puede tener diversos lugares en un análisis con una estructura
como lo es la psicosis, por un lado, puede ser aquel Otro de la voluntad de goce
que toma al sujeto por objeto, ya sea en forma de persecución o erotomanía. Por
otro lado, puede quedar ubicado bajo el significante del Ideal. Y por último, aquel
al que se aspira en el análisis, el lugar del semejante, testigo, aquel que escucha,
aquel al que no se le supone un saber, no goza y el que presentará un vacío para
que el sujeto pueda colocar su propio testimonio.

Es interesante a su vez mencionar aquellos posibles lugares que menciona


Silvia Vázquez en su Clase de Concurso6, donde hace alusión a la referencia
lacaniana que un lugar posible es el de “testigo”. Dirá que es posible para el


6
Vázquez, Silvia: “Clase de concurso”. En “Nada es para siempre”. JCE Buenos Aires 2005

analista un lugar de “amigo o compañero de ruta”, así como también el lugar de


“secretario del alienado”.

Metodología de Trabajo

Se realizará un trabajo cualitativo, ya que se trata de una de articulación


teórica de intertextualidad a partir de una investigación bibliográfica sobre los
desarrollos de los autores psicoanalíticos en relación al posible tratamiento de la
psicosis y el lugar del analista en los mismos.

Hipótesis

A Freud se le hizo evidente la insuficiencia del método tradicional


psicoanalítico, en términos del levantamiento de las resistencias, la utilización de
la asociación libre, fundamentalmente el mecanismo de la represión y el lugar
indiscutible de la transferencia, para el abordaje de la psicosis.

Objetivos

Objetivo General

Determinar por qué el dispositivo tradicional psicoanalítico no es posible


para el tratamiento de la psicosis, y poder dar cuenta de aquellos otros
tratamientos y abordajes que si lo son, analizando así los posibles efectos sobre
los pacientes, y el lugar del analista en los mismos.

Objetivos específicos:

- Releer y repensar la teoría psicoanalítica desde diversos autores,


principalmente desde Freud, respecto al posible tratamiento de la psicosis.
- A su vez, poder dar cuenta de aquellas concordancias y discordancias entre
los diferentes autores sobre el tema a abordar y analizar.

Desarrollo

En primer lugar, para comenzar a desplegar el interrogante general que


guía el siguiente trabajo acerca de si hay posibilidades o no de emprender un
tratamiento psicoanalítico tradicional con una estructura como la psicosis y cuál
sería la posición del analista en el mismo cabe preguntarse ¿A qué nos referimos
cuando hablamos de psicosis? Y ¿A qué nos referimos cuando hablamos de
dispositivo tradicional psicoanalítico? Diversos autores realizaron desarrollos
respecto al tratamiento de la psicosis, no obstante, a continuación se intentará
postular qué sucede con respecto al mismo desde una mirada psicoanalítica,
específicamente freudiana y lacaniana.

En principio cabe destacar que Freud escribió diversos textos sobre el


método psicoanalítico, planteando y considerando las especificidades del mismo,
así como también postulando que personas podrían emprender un análisis y
quiénes no.

En el texto Sobre la iniciación al tratamiento, Freud (1912) destaca que el


tomaba a los pacientes de manera provisoria durante algunas semanas, de modo
que si el tratamiento se interrumpía en ese período de tiempo le ahorraba al
paciente la impresión que pudiera quedarle a este de un intento de curación
infortunado, y así podría evaluar si la persona era apta o no para emprender un
tratamiento psicoanalítico. Ya aquí nos está diciendo que hay personas que
pueden realizar un tratamiento analítico, y otras que no.

El autor manifiesta que muchas veces cuando un paciente se presenta con


una neurosis ya sea una neurosis obsesiva o una histeria, debe dar lugar a la
duda sobre si no se trataría por ejemplo de un estadio previo a una demencia
precoz. Por lo que dice lo siguiente “Si el enfermo no padece de histeria ni de
neurosis obsesiva, sino de parafrenia, él no podrá mantener su promesa de
curación…”7. ¿Qué es lo que nos está queriendo decir Freud con esta oración?

7
Freud, S., (1912) Sobre la iniciación al tratamiento. Vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires. P. 126

10

¿Qué desde el tratamiento analítico no se podría tratar una parafrenia? Esta


pregunta, como tantas otras que hemos ido planteando, se van a ir desglosando a
lo largo de todo el trabajo, y permiten de a poco ir encaminándonos en el eje del
mismo.

En este mismo texto Freud sigue trabajando sobre aquellos puntos que
hacen a la posibilidad de emprender un análisis, hace alusión a las cuestiones del
tiempo y el dinero que considera muy importantes. A su vez menciona que es
fundamental que la persona sepa que los tiempos del psicoanálisis son extensos,
aún más extensos de lo que la persona piensa, por eso es esencial que el enfermo
lo sepa para poder decidir emprender de manera definitiva un análisis o no.

Por otra parte y ya al final del texto, hace alusión a que los enfermos saben
ellos mismos sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero les falta aquella
conexión con el lugar donde se encontraría el recuerdo reprimido. Esto que nos
está diciendo Freud aquí también nos permite repensar el eje de nuestro trabajo y
poder ir pensando las preguntas que se hicieron en un principio. El autor aquí esta
mencionando la represión, un mecanismo propio y fundante de una estructura
como lo es la neurosis, ¿Pero lo es de la psicosis?

Ya en el año 1914, en el texto Recordar, repetir, reelaborar, el autor hace


referencia específicamente a la técnica psicoanalítica, cuyo fin es poder estudiar la
superficie psíquica del analizado y valerse de la interpretación para poder discernir
las resistencias y así poder hacerlas conscientes. Es interesante lo que menciona
aquí, porque abre el siguiente interrogante ¿Es posible valerse de la
interpretación en una estructura como la psicosis?

Años más tardes, en el año 1919, en Nuevos caminos de la terapia


psicoanalítica, Freud hace alusión a que la tarea médica consiste en darle a
conocer al enfermo aquellas mociones reprimidas que subsisten en él, valiéndose
de la transferencia que el paciente hace sobre la persona del médico, tratando de

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reconducir los síntomas a aquellas mociones pulsionales que los motivan, y de los
cuales el enfermo no sabe, o dice no saber.

Es necesario hacer aquí referencia al lugar que Freud le adjudica a la


transferencia en todo análisis psicoanalítico. El autor plantea que las únicas
ocurrencias realmente serias e importantes son aquellas con las que se
encuentra el analista en el manejo de la transferencia.

En el texto Sobre la dinámica de la Transferencia (1912) manifiesta que


todo ser humano adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su
vida amorosa, es decir tanto para las condiciones de amor que establecerá, como
así también para las pulsiones que satisfará, y las metas que habrá de fijar. Y
esto dará por resultado un clisé que se va a ir repitiendo. Postula que es normal
que la investidura libidinal de alguien que está insatisfecho se vuelva hacia la
persona del médico, por lo que instala al médico en una de las series psíquicas
que el paciente ha formado hasta ese momento. Es necesario remarcar que son
tanto las representaciones conscientes como inconscientes las que producen la
transferencia.

Hay que tener en cuenta que el análisis tiene que librar combate contra las
resistencias, y la transferencia es una de ellas ya que la tenacidad y la intensidad
de esta son una expresión de la resistencia.

Se puede aquí hacer mención a un autor contemporáneo como lo es Victor


Korman, el cual manifiesta en su texto Transferencia, cura psicoanalítica e
inconsciente. Transferencias cruzadas (1996) que la transferencia no es sólo
repetición, sino que hay algo nuevo en cada repetición que se hace presente. A
su vez, postula que la transferencia es un lazo donde se despliega tanto el
discurso del analizado, como así también el discurso del analista, y en este mismo
se actualizan aquellos fenómenos de índole inconsciente, pero no sólo los del
paciente, sino también los del analista, es por esto que él habla de transferencias
cruzadas. Es aquel lugar donde se hace presente el mundo fantasmático,
sintomático y el de los sueños, donde se pone en juego la palabra del sujeto,

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donde se da la emergencia del deseo inconsciente, y donde brotará lo nuevo de la


vida del analizante.

Es decir, en palabras de Victor Korman, la transferencia representa un


poder, una fuerza, que vale de instrumento para poder producir movilizaciones
psíquicas necesarias para las transformaciones subjetivas. Y donde el analista
deberá soportar tanto en psique como en cuerpo los efectos de la misma.

Siguiendo el eje de nuestro trabajo es necesario remarcar que Freud mismo


pasó por diversos momentos con respecto a cuál sería el mecanismo específico
de la psicosis, por eso es importante trabajar sobre aquellas tres respuestas que
dio el autor a lo largo de toda su obra sobre dicha estructura y su mecanismo.

Tres respuestas freudianas

El primer momento en el que Freud comenzó a trabajar sobre lo que hoy


denominamos “psicosis”, tuvo su lugar en los años que corren desde 1896 hasta
aproximadamente el 1900.

En aquella época el autor hablaba de psiconeurosis de defensa, donde


incluía tanto a la histeria y a la neurosis obsesiva, así como también a la paranoia
y amentia. Se trataba de una defensa frente a una representación inconciliable,
insoportable para sí mismo. Es notorio que en este primer momento no hay
diferenciación entre cada uno de los cuadros, sino que todos tienen un
mecanismo en común, que es la defensa. Y específicamente la proyección en la
paranoia.

El mismo Freud en el Manuscrito H (1895) plantea lo siguiente “La paranoia


crónica en su forma clásica es un modo patológico de la defensa como la histeria,
la neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria. Uno se vuelve paranoico por
cosas que no tolera, suponiendo que uno posea la predisposición psíquica

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peculiar para ello”8. Aquí se ve claramente como toma a los distintos cuadros por
igual.

En todos los casos hace alusión a que se trata de una representación


inconciliable, y el destino de la misma dependerá de cómo se comporta la defensa
en cada uno de ellos. Hace referencia a que en la Histeria la representación
inconciliable no es admitida por el yo, de modo que el contenido se conserva
desintegrado y el afecto es por conversión corporal. Con respecto a la Neurosis
Obsesiva, la representación es admitida, y lo que sucede es que el afecto se
conserva y el contenido es sustituido. En la Paranoia, por el contrario, tanto el
contenido y el afecto de la representación se conservan, pero son proyectados al
mundo exterior.

En el texto Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa


(1896), Freud comienza diciendo lo siguiente “La paranoia es una psicosis de
defensa, es decir que proviene, al igual que la histeria y las representaciones
obsesivas, de la represión de recuerdos penosos, y sus síntomas son
determinados en su forma por el contenido reprimido”9. Incluso en este mismo
texto hace alusión al mecanismo de la represión, haciendo referencia a que éste
es el núcleo del mecanismo psíquico tanto de la paranoia como de la neurosis
obsesiva.

Se podría decir que este primer momento de la teoría freudiana finaliza al


darse cuenta en la práctica que la utilización del análisis en los diversos cuadros,
no generaba los mismos resultados.

El segundo momento se podría situar entre los años 1912 y 1920. Período
que gira en torno al estudio que hace del Historial Clínico del caso Schreber y


8
Freud, S., (1895) Manuscrito H: Paranoia. Amorrortu, Buenos Aires. Tomo I. P.246.

9
Freud S., (1896) Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. Amorrortu,
Buenos Aires. Tomo III. P.157

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donde escribe sus textos de metapsicología e introduce dos conceptos nuevos


“teoría de la libido” y “narcisismo”.

Aquí Freud hace una diferenciación entre neurosis y psicosis, pero las
diferencia con los siguientes nombres, las psiconeurosis de transferencia por un
lado (histeria, neurosis obsesiva y fobia) y las psiconeurosis narcisistas por el otro
(paranoia, esquizofrenia y melancolía).

Es un período donde el autor trabaja con la formación de los síntomas, y


donde da cuenta que la proyección no es fundante de todos los casos de
paranoia, y además también encuentra la proyección en una estructura como la
neurosis.

En este momento freudiano, la defensa se llamará represión y distingue así


tres momentos distintos de la misma (represión primordial, represión secundaria o
represión propiamente dicha y retorno de lo reprimido). Así a partir de estos tres
tiempos Freud va pudiendo armar una psicopatología que diferencia la neurosis y
la psicosis a partir de los puntos de fijación, es decir, donde quede ligada la libido
determinará la predisposición patológica.

El tercer momento freudiano, se ubica después de 1920 y los textos


fundamentales de este período son Neurosis y psicosis (1923) y La pérdida de la
realidad en la neurosis y psicosis (1924).

Ya en el año 1923, Freud hace alusión a una diferencia importante entre la


neurosis y la psicosis, donde plantea que la neurosis es el resultado de un
conflicto entre el yo y su ello, y por el contrario la psicosis es el desenlace de la
perturbación entre el yo y el mundo exterior.

Manifiesta que en la neurosis de transferencia, así la llama, el yo no quiere


acoger a una moción pulsional pujante en el ello, de modo que se defiende
mediante el mecanismo de la represión. Lo reprimido se procura una subrogación
sustitutiva que se impone al yo, éste es el síntoma, por lo tanto, el yo encuentra a
éste como una amenaza por lo que intenta defenderse al igual que lo hizo con la

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moción pulsional originaria, y así se estructura la neurosis. A su vez plantea que el


tipo de enfermedad dependerá lo que haga el yo en la tensión conflictiva, o bien
permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al ello, o es
dominado por el ello y se deja arrancar de la realidad.

Freud culmina este texto dando lugar a la siguiente pregunta ¿Cuál será el
mecanismo, análogo a una represión, por cuyo intermedio el yo se desase del
mundo exterior?10

Un año más tarde, el autor prosigue su desarrollo, planteando que la


pérdida de la realidad estaría dada de antemano en la psicosis, y por el contrario,
en la neurosis solo se la evitaría. En ambos se intenta compensar la pérdida de la
realidad, pero los modos de hacerlo son distintos en cada una ellas. Por lo tanto,
hay una diferencia fundamental, en la neurosis se evita, a modo de huida, un
fragmento de la realidad, y se limita a no querer saber nada de ella. Por el
contrario, en la psicosis, se reconstruye ese fragmento de la realidad, es decir, a la
huida inicial le sigue un intento de reconstrucción. Por lo que la neurosis, no
desmiente la realidad, sino que se limita al no saber, y en la psicosis si se
desmiente la realidad y se procura sustituirla.

Por lo tanto, en ambas estructuras se da la perdida de la realidad, es decir,


una incapacidad del yo para adaptarse a la realidad, pero lo esencial de cada una
de ellas es el modo de resolverlo.

-La perspectiva lacaniana

Siguiendo con esta línea, es importante hacer referencia a los aportes que
ha hecho Jacques Lacan con respecto al campo de la psicosis, el cual realizó una
relectura importante de la teoría freudiana.


10
Freud S., (1923) Neurosis y psicosis. Tomo XIX. Amorrortu, Buenos Aires. P. 159.

16

En el Seminario 3, (1984) el autor se encarga específicamente de la


cuestión de la psicosis, en una de sus primeras clases plantea que en lo
inconsciente, todo no está tan sólo reprimido, es decir, desconocido por el sujeto,
sino que hay que admitir, detrás del proceso de verbalización, una Bejahung
primordial, una admisión en el sentido de lo simbólico, que puede a su vez faltar.
Y además agrega que lo que cae bajo la represión retorna, y que por lo tanto lo
reprimido siempre está ahí, y se expresa través de los síntomas y otros
fenómenos. Pero, a su vez hay algo que cae bajo lo que él denomina
Verwerfung, término que toma del Historial del Hombre de los Lobos de Freud, y
que su destino es sumamente distinto.

Lacan en el texto De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de


la psicosis (1987) plantea que la condición de Sujeto dependerá de lo que tiene
lugar en el Otro, es decir si se estructura una neurosis o una psicosis, dependerá
de ese lugar que se tenga en el Otro.

Es importante hacer alusión a que el mundo simbólico de un sujeto está


constituido por los significantes que fueron inscriptos originariamente, y que han
sido tomados por la Bejahung, mientras que aquellos que han quedado por fuera
del circuito simbólico, retornarán desde lo real.

El autor reconoce en el concepto de represión de Freud, lo que él denomina


como sustitución metafórica, la cual implica que un significante sustituye a otro,
este “otro”, no es un significante cualquiera, sino que es aquel del trauma sexual.
Pero lo que hay que tener en cuenta que sea cual fuere este significante va a
quedar latente y presente en la metonimia de todas las asociaciones que haga el
sujeto. En la psicosis este significante que se rechaza es intolerable, ya que la
realidad que le está asociada lo es, y esta misma es la realidad de la castración.
Por lo tanto, y a diferencia de la represión, la forclusión implica la falta radical de
un significante, no la sustitución de este, sino un agujero con respecto a este
mismo. A su vez hay que tener en cuenta que la forclusión no recae sobre
cualquier significante, sino sobre el significante Nombre-Del-Padre, y el defecto
que va a traer es a nivel simbólico y por lo tanto implica un efecto a nivel de goce,
17

y un defecto del efecto de castración, es decir el sujeto estará “no castrado de


goce”.

Por lo tanto, la operación que se ejerce en la psicosis es violenta, ya que el


yo se comporta como si la representación nunca se hubiera presentando frente a
él, es decir, el yo se arranca de la representación intolerable y esta se entrama
con un fragmento de la realidad. Pero la representación no logra disociarse ni del
afecto ni de la realidad, y tampoco del yo, por lo que el yo también desaparece en
esa realidad.

Así fue que Lacan postuló y respondió a aquella pregunta que Freud se hizo
en el texto Neurosis y Psicosis (1923), planteando que el mecanismo fundante de
la psicosis es la forclusión del Significante Nombre del Padre en el lugar del Otro,
y el fracaso mismo de la metáfora paterna. Se podría decir que es este significante
el que no toma la ruta de la Bejahung y por lo tanto no es inscripto en lo simbólico.

Es importante hacer mención a la siguiente diferencia, lo reprimido se va a


expresar de modo articulado, y esto implica que no fue expulsado de lo simbólico,
sino que se articula en una cadena significante, y al ser una operación que se
inscribe en lo simbólico, retorna en ese mismo campo. Por el contrario, el autor
plantea que lo que cae bajo la Verwerfung tiene un destino sumamente distinto,
porque se trata directamente de una expulsión, no hay posibilidad de admisión en
el registro de lo simbólico, y por lo tanto, el retorno no será desde lo simbólico,
sino para Lacan desde lo real, y aquello que ha sido forcluido volverá al yo pero de
forma alucinada.

Siguiendo esta línea el autor postula una distinción entre el retorno en lo


simbólico y el retorno en lo real. Lo reprimido es un saber, aunque sea un saber no
sabido, pero que insiste en hacerse oír aunque no se quiera saber nada de él, y
esta insistencia por lo tanto es simbólica. Por el contrario, el retorno desde lo real,
implica que hay algo que se rehúsa en lo simbólico y resurge desde lo real de
modo alucinatorio.

18

Por último Lacan postula que para que una psicosis se desencadene, es
necesario que el significante Nombre-del-Padre, sin haber llegado al lugar del
Otro, sea llamado allí. Es por lo tanto la falta de este significante en ese lugar la
que genera un caos imaginario, hasta que pueda el significante y el significado
estabilizarse en la metáfora delirante, que permite la suplencia de la ausencia del
punto de capitón del Nombre-Del-Padre. Entonces el momento del
desencadenamiento se produce cuando el Otro toma la iniciativa y el sujeto queda
determinado y manipulado por este mismo. Implica, como se dijo anteriormente, el
encuentro con el agujero, con la falta, y por lo tanto la cadena significante se
desarma ya que hay una descompensación entre un significante y otro, es decir se
disuelven las relaciones metafóricas y metonímicas.

Entonces Lacan postulará que en la psicosis hay forculsión y recae sobre el


significante Nombre-Del-Padre, implicando así el rechazo de una representación
inconciliable que es la castración del Otro y por lo tanto ésta retornará desde lo
real ya sea a través del delirio, alucinaciones u otros fenómenos. Ya que el
significante Nombre-del-Padre es el que permite el movimiento de los demás
significantes, movimiento que se designa como función paterna, siendo ésta la que
produce la significación y que marca el lugar, y la trayectoria del Sujeto del
inconsciente. Por lo tanto si este movimiento no se efectúa, no hay deseo y por
consiguiente no se determinará un lugar del Sujeto en su discurso. Por lo tanto,
las construcciones delirantes de los pacientes psicóticos son el esfuerzo constante
de reconstruir una realidad acotada, con límites.

Luego Lacan en el Seminario 23 (1975) produce una “reacomodación


conceptual” que recae sobre la noción de forclusión. En el Seminario 3 el
Nombre-del-Padre era un significante, y la forclusión, como se postuló
anteriormente, era pensada como la expulsión de ese elemento del Tesoro de los
significantes. Luego Lacan introduce la Teoría de los Nudos, y la función del
Nombre-del-Padre es representada por un anudamiento, y la forclusión se piensa
como el no-anudamiento, es decir, la inconsistencia de la cadena borromea.
Luego postula que en la psicosis el sujeto podría “suplir” la carencia del Nombre-

19

Del-Padre a través de un sinthome, un cuarto nudo que viene a reunir a los tres
redondeles (Real, Simbólico e Imaginario) que permanecerían separados por
efecto de la forclusión. Pero este sinthome no adquiriría necesariamente la forma
de un delirio. Podría tratarse, por ejemplo, de algún tipo de producción (una obra
de arte, tal como Lacan lo trabaja con relación a la escritura en el caso de James
Joyce), que ocupa, para ese sujeto definido en esa estructura borromea, el lugar
del cuarto elemento que formaliza la cadena.

Entonces es importante resaltar a partir de todo lo mencionado


anteriormente y a partir del recorrido que se ha hecho, que desde un principio para
Freud fue importante el lugar de las entrevistas preliminares, ya que le permitía
establecer una diferenciación entre aquellos pacientes neuróticos, y aquellos
pacientes psicóticos, porque para este autor la psicosis no era analizable, es decir,
no tenía lugar en el campo del psicoanálisis. ¿Por qué? Primero porque Freud
creó un dispositivo analítico en función de una estructura como lo es la neurosis.
Además planteó la tarea analítica en función de hacer consciente lo inconsciente,
es decir, recuperar aquello que ha sido reprimido por el sujeto, aquello que ha
caído bajo el mecanismo de la represión, venciendo así las resistencias. Además
Freud consideró esencial el establecimiento de la transferencia para que se pueda
llevar a cabo un análisis, implicando ésta un vínculo libidinal con Otro hecho
objeto. Por lo tanto, en la psicosis opera un mecanismo diferente que en la
neurosis, no es la represión el mecanismo que tiene lugar en ella, sino la
forclusión término que fue promovido por Lacan, y esto implica que no hay un
retorno de lo reprimido, sino que el retorno será desde lo real, porque lo que se
hace aquí presente es una sustitución alucinatoria. Pero esto no implica que no se
pueda tratar la psicosis, si bien no podemos hablar en términos de cura, pero sí de
tratamiento posible. Igualmente no podrá tratarse desde el dispositivo tradicional
psicoanalítico porque no va haber una transferencia analizable, en el sentido de
dirigir una pregunta a otro, tampoco habrá lugar para la donación del saber al
analista, quedando este en el lugar de Sujeto Supuesto Saber, que implica la
habilitación de la interpretación, ya que el saber en la psicosis queda del lado del
sujeto.

20

Además siguiendo a Colette Soler (1989, p. 49) plantea que el psicoanálisis


concierne a un sujeto, en el cual la interpretación apunta, más allá de los
enunciados que pueda hacer el yo, a la “enunciación inconsciente” del sujeto y al
goce reprimido que en ella va a retornar. A su vez postula que la interpretación es
solidaria únicamente con el mecanismo de la represión. Por lo tanto el
psicoanálisis excluiría a aquel sujeto que no está inmerso en la transferencia.
Vale agregar que el sujeto psicótico no tiene otro objeto que él mismo. Pero ¿Por
qué no tomar distintos elementos del psicoanálisis para el tratamiento de la
psicosis dando lugar así a un abordaje distinto que el que se aplica a la neurosis?

-Las posibilidades de tratamiento

Lo primero que se debe tener en cuenta en el tratamiento con la psicosis,


es si el mismo puede ayudar a la persona, o por el contrario causar un daño, ya
que uno de los instrumentos fundamentales del psicoanálisis como lo es la
interpretación, muchas veces puede generar el desencadenamiento del cuadro.
Hay que tener presente además que las veces que un psicótico pueda acudir a un
análisis, no será para poder determinar aquello que lo está aquejando, sino que
consulta por una afectación que siente en lo real de su cuerpo, o bien por una
angustia que no cesa o para compartir un saber que el delirio le confirma.

Se debe tener presente que la estructura de la psicosis reclama un


abordaje diferente, incluso con leyes de intervención distintas. Es necesario
remarcar que lo que se hace presente en la clínica con la psicosis, es un exceso
de goce en lo real, generado por una falla significante, y este exceso en palabras
de Colette Soler “…llama a la simbolización, a veces se impone en los fenómenos
como inercia y falta de subjetivación”11.


11
Soler, C., Estudios sobre la psicosis. 1ª Edición. 8° reimp. Buenos Aires, Manantial 2014. Cap:
¿Qué lugar para el analista? P.8.

21

Es necesario mencionar que el campo de la psicosis está habitado por el


lenguaje, pero este mismo lo parasita, lo irrumpe, ya que no son significantes
propios, sino que son significantes que provienen del mundo exterior. Además la
realidad es una construcción simbólico-imaginaria, y por lo tanto cuando se hace
presente un significante proveniente de lo real, toda esta construcción se desarma.

Este goce que se hace presente en la psicosis, es mortífero para el sujeto,


ya que se impone como un goce sin límites, dando lugar así al “todo es posible”.
Implica un exceso, un demasiado en el sentido de lo insoportable, y una atipia en
las formas o en la localización del mismo. Vale mencionar que en el caso de la
neurosis por el contrario, el deseo se da contra un límite, dado que no es posible
encontrar un objeto que lo satisfaga todo. Además las asociaciones que el sujeto
psicótico pueda producir en análisis no forman una cadena significante de sentido,
ya que sus significantes no reprimen nada, y permanecen faltos de influjo sobre el
goce anómalo que predomina en su cuerpo. (C. Soler. P.51)

Por lo tanto, el trabajo con la psicosis será lograr que el sujeto pueda tratar
aquellos retornos de lo real, es decir, civilizar aquel goce haciéndolo soportable,
acotándolo. Dentro del encuadre analítico transferencial se tratará de generar un
espacio donde predomine el límite, legalizando lo que se puede y lo que no se
puede hacer. Se tratará de conducir la psicosis conjunto con el paciente a un
punto de estabilización, logrando lo que Lacan denominó como metáfora delirante.

Es importante plantear que el trabajo que se lleve a cabo siempre va a


depender del caso por caso, es decir de cada sujeto, pero siempre se intentará
crear un límite frente al Otro absoluto. Y se tratará de lograr con aquellos
significantes devastadores que se imponen al sujeto, algo del orden de lo
sintomático.

Aquí es donde debo hacer referencia a la experiencia adquirida a partir del


paso por la práctica Clínica en Salud Mental en el Hospital Borda. En un primer
momento los prejuicios sobre “los locos” eran muchos, uno cree la idea de que son
pacientes padecientes de una enfermedad y que se encuentran medicalizados al

22

punto de la sedación, pero el paso por la facultad y el encuentro con lo real de la


clínica ha producido en mí un cambio con respecto a la concepción de ellos mismo
y del propio tratamiento de la psicosis. Se permite ver que el trabajo que se
realiza para llevar a cabo el tratamiento de los pacientes es entre las diferentes
disciplinas, dando lugar al sujeto mismo, no como un sujeto pasivo, sino como un
sujeto activo, permitiendo así que surja su propia voz, para así dar lugar a las
diferentes transformaciones, ya que las mismas dependerán del propio sujeto.
Además se puede ver claramente como se pone en juego la cuestión de “acotar el
goce del psicótico”, implementando así diferentes estrategias tales como impartir
la ley, institucionalizar ciertas normas, construir lazos sociales con otros pacientes,
fomentar la actividad y el trabajo, acompañarlos en la salida del hospital, entre
otras.

Ahora será necesario teorizar y repensar sobre cuál podría ser el lugar del
analista en el tratamiento, es decir, cómo puede un analista lograr conjunto con el
paciente las cuestiones anteriores mencionadas.

-El lugar del analista:

Es necesario tener en cuenta que en el trabajo con la psicosis, el lugar que


ocupe y que tenga el analista, no será un lugar que dependa de él o de un manejo
o de una maniobra analítica, sino que dependerá de aquellos lugares ofrecidos por
la propia estructura del sujeto. Además, es importante remarcar que pueden ser
diferentes estos lugares, y pueden ir variando a lo largo del todo el tratamiento.
Por eso es importante trabajar como analista para ocupar ese lugar que le permita
al sujeto lograr un aplacamiento de su propio padecimiento, y un intento del
acotamiento del goce.

Hay una diferencia importante entre la neurosis y la psicosis con respecto


el posicionamiento del analista en el tratamiento. En la psicosis, a diferencia de la
neurosis, la certeza está del lado del sujeto, es decir, no se le supone un saber al
analista, no se lo interroga por el mismo, como si sucede en la neurosis, donde el
sujeto consulta con el fin de encontrar un saber suponiéndolo en el analista sobre

23

su propio padecimiento, pero es un saber que el mismo porta pero es desconocido


por el sujeto mismo. En el caso de los pacientes psicóticos, por el contrario,
sucede que son ellos mismos los que se dirigen al análisis como portadores de
una verdad que se transforma en una certeza, con el fin de poder hacérsela saber
al Otro.

Al sujeto neurótico hay algo que se le “pierde” con respecto a su síntoma,


es decir, hay algo que no sabe con respecto al mismo, y esto genera que se le
otorgue al otro el supuesto de una eficacia, y es lo que permite ubicar al analista
en aquello que Lacan denominó como Sujeto Supuesto Saber. Pero en la psicosis,
esto es irrealizable, porque como se dijo anteriormente, éste pretenderá contar su
propio saber.

Por lo tanto, se debe tratar a partir de las maniobras analíticas que se


realicen, de que no quedar ubicado en aquel lugar del Otro de la voluntad de goce
que toma al sujeto por objeto, ni tampoco en aquel lugar de Ideal, ya que el sujeto
psicótico es objeto de un goce sin límites de un Otro sin barrar, y esto implicaría el
agravamiento del cuadro.

Aquí es necesario parafrasear a Isidoro Vegh, donde plantea en su libro


Una cita con la psicosis, que aunque la palabra no siempre requiera de
interpretación, no implica que no llame a una respuesta. (P.46).

Por lo tanto, es necesario abrir el interrogante acerca de cuál va a ser la


función y el lugar del analista en el tratamiento, sin dudas evitar que este pueda
suplir el vacío que ha generado la forclusión, y como se ha mencionado
anteriormente intentar poner un límite al goce ¿Cómo? Tratando de apuntalar la
posición del sujeto psicótico y logrando que tome él mismo la regulación de su
propio goce.

Siguiendo a Colette Soler, el analista, en el análisis, presta su significante


de psicoanalista y también su propia presencia, y la capacidad misma para poder
soportar la transferencia delirante, si bien no podemos hablar de transferencia

24

propiamente dicha, en el sentido de donar el saber al Otro habilitando así a la


interpretación, si se puede hablar de una relación que se establece entre el
paciente y el analista, directa, masiva, inmediata, de tipo narcisista. El analista
será interpretado en todo lo que diga y en todas las intervenciones que haga, pero
desde este lugar es que podrá maniobrar algo del orden del delirio y llevarlo por
las vías de lo soportable para el sujeto. Dirá que en el tratamiento mismo, se trata
de saber qué lazo puede anudar el analista con el sujeto psicótico, es decir, saber
donde puede colocarse el psicoanalista en la estructura para un sujeto psicótico.

Además la autora ofrece para el analista aquel lugar de testigo,


manifestando así que éste “…es un sujeto al que se supone no saber, no gozar, y
presentar por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio”.12
Como se mencionó anteriormente, también plantea otro tipo de intervención,
como lo es la orientación del goce. Es aquella intervención limitativa, haciendo de
prótesis a la prohibición faltante. En el Hospital Borda, a lo largo de todos los
servicios, se veía claramente como se introducía el límite. Por ejemplo, en la
Asamblea de Convivencia, en el Servicio N°11, los pacientes tenían turnos para
hablar, y a cada uno de ellos les correspondían ciertos minutos, uno de los
pacientes era el que regulaba los tiempos. Aquí se ve como se introduce una
estructura en la Asamblea, pero específicamente en los pacientes mismos. Es
importante como analista que se aspire a reforzar la posición del propio sujeto,
dando lugar al mismo, y esto es algo que se permitió ver en los diferentes
servicios del hospital. Además la función del psicólogo apuntaba a instalarse como
un otro, desde la horizontalidad, trabajando en conjunto con lo que el paciente
traía al encuentro. Este tipo de intervenciones apuntaban a que el sujeto pueda
hacerse responsable de sus propias cuestiones, permitiendo así una reflexión
sobre lo que el sujeto realizó. Al discutir temas relacionados a la convivencia y
otros de interés general, el paciente podía utilizar su propia voz, expresar su


12
Soler, C., Estudios sobre la psicosis. 1ª Edición. 8° reimp. Buenos Aires, Manantial 2014. Cap:
¿Qué lugar para el analista? P.10.

25

propio punto de vista, decidiendo y haciéndose cargo de ciertas cuestiones que


eran de interés para el grupo.

Silvia Vazquez, en su Clase de Concurso13 siguiendo con la línea de Colette


Soler, teoriza y amplía sobre aquellos posibles lugares que pueda llegar a tener un
analista en el análisis con un sujeto psicótico. Menciona así también aquel lugar
de testigo, pero menciona otros tres lugares tales como el lugar de “amigo”,
“compañero de ruta”, y el lugar de “secretario del alienado”, que es un lugar que
acompaña, no pasivo, que permite la escucha, y que agenda y organiza la vida del
sujeto, e implica así también una función límite. Además la autora finaliza el texto
postulando que si bien en la neurosis se tratará de desorganizar una estructura
represiva como un paso previo a la reorganización del aparato psíquico del sujeto,
por el contrario en la psicosis predominará la desorganización y el objetivo del
trabajo analítico será la organización del cuadro.

Por otro lado Isidoro Vegh, hace referencia a la relación que se establece
entre el analista y el paciente psicótico, como una relación de amistad, donde se
hace presente algo de lo semejante, y donde ambos participan del mismo juego y
comparten así las mismas reglas. El analista se incluye, por lo tanto, lúdicamente
con el sujeto psicótico, participando de un juego de amistad.

El autor manifiesta que esta relación implica un pliegue de los ideales del
Otro, aceptando el analista mismo que es el psicótico el que lo va a guiar. Se
apuntará a que el sujeto pueda encontrar el objeto de su goce más allá de su
cuerpo, es decir que tenga un cauce en lo que Vegh denomina como “el cuerpo
social”.

Siguiendo con lo planteado anteriormente y concluyendo, vale hacer


mención a una autora como lo es Piera Aulagnier, donde plantea en Las


13
Vázquez, S., (2005). Clase de concurso. En Tausk, J., Vázquez S., (Comp.) Nada es para
siempre. JCE Ediciones. Buenos Aires.

26

entrevistas preliminares y los movimientos de apertura14, que el recurso al delirio


de todo sujeto psicótico es la consecuencia de la imposibilidad en que está el
sujeto de seguir creyendo en la escucha del otro. Y el lugar que ocupará el
analista es aquella posición de ser el oído del que habla, que podrá transformar a
su vez un pensamiento sin destinatario en un discurso que puede y que él puede
oír. Se constituirá así una nueva escucha que le garantizará al sujeto que aquello
que dice puede ser oíble, e investible por otro.


14
Aulagnier, P., Las entrevistas preliminares y los movimientos de apertura. En El aprendiz de
historiador y el maestro-brujo. Amorrortu, Buenos Aires, 1998.

27

-Conclusión:

A modo de cierre de este estudio y relevo que se ha hecho del psicoanálisis


en general con respecto a la psicosis como estructura misma, y su posible
tratamiento y el lugar del analista en el mismo, vale confirmar la hipótesis
planteada en un principio “A Freud se le hizo evidente la insuficiencia del método
tradicional psicoanalítico, en términos del levantamiento de las resistencias, la
utilización de la asociación libre, fundamentalmente el mecanismo de la represión
y el lugar indiscutible de la transferencia, para el abordaje de la psicosis.”

Se le hizo evidente la insuficiencia del método tradicional psicoanalítico


porque en la psicosis no tiene lugar el mecanismo de la represión, los retornos que
aparecen en los sujetos psicóticos, no son retornos de lo reprimido que implican
una sustitución metafórica, y una solución sintomática, sino, por el contrario, son
retornos de lo real, ya que han caído bajo el mecanismo de la forclusión, y
aparecen frente al sujeto de diversas formas alucinadas.

Lo anteriormente planteando, no implica que la psicosis no tenga posibilidad


de tratamiento. Desde el psicoanálisis se puede trabajar con la psicosis, mismo
desde el propio lugar de psicoanalista. No se trabajará tradicionalmente desde
aquellos elementos fundamentales que constituyeron para Sigmund Freud el
método mismo, pero si podrán tomarse diversos elementos de él.

Hoy en día, y la Práctica realizada en el Hospital José Tiburcio Borda lo ha


demostrado, no se puede hablar de que sólo consulten por el propio padecimiento
aquellos sujetos neuróticos, los sujetos psicóticos también lo hacen y justamente,
como lo hemos mencionado en el trabajo, por diversos motivos, pero
fundamentalmente porque aunque una persona sea psicótica no implica que no
sufra, lo hace al igual que todos, ya que aquellos fenómenos forclusivos generan
una angustia insoportable para el sujeto, que invaden la escena misma.

Por eso es importante siempre en el trabajo analítico que se realice, tener


en cuenta al sujeto, es decir ir trabajando en función del caso por caso, tratando

28

de realizar maniobras analíticas en función de poder lograr ciertas


transformaciones subjetivas por parte de este, en un trabajo conjunto de paciente-
analista, pero estas transformaciones subjetivas sólo se lograrán en paciente con
una estructura neurótica. Por el contrario, en la psicosis nos limitaremos a
construir una forma de vida donde el paciente pueda acotar el sufrimiento que la
psicosis implica y conlleva. Tratando de construir una historia, que tenga una
secuencia e implique así personajes.

Además, es necesario tener en cuenta que el trabajo que se realice con un


paciente psicótico siempre implicará una demanda masiva, sin matices, y
demandará a su vez en psiquis y cuerpo al analista. Por eso es importante saber
qué lugar tendrá el analista en la estructura del sujeto, para sí poder realizar las
maniobras analíticas pertinentes. Como se ha dicho anteriormente los lugares que
puede tener un analista en el tratamiento mismo no dependerán del propio
analista, sino más bien del sujeto, pero los mismos pueden ser varios, pero
siempre se tendrá como objetivo el acotamiento del goce, la presencia así de un
límite, dando lugar a la instauración de la ley faltante en la psicosis.

Por último, y a modo de cierre, el tratamiento con la psicosis, consistirá en


acompañar al sujeto en la búsqueda de soluciones frente aquello que se presenta
desde lo real y lo aqueja. Dando lugar así al sujeto, como sujeto activo, a su propia
voz.

29

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