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San Agustín sabía lo que era el tiempo hasta que se lo preguntaban. Y es muy similar
cuando nos hacen la pregunta acerca de ¿qué es la salud mental? Toda respuesta se
vuelve inacabada e insuficiente. Sin bien hay definiciones que se encuentran a una
búsqueda de google, es imposible que esa definición capture todas las aristas de la
complejidad que es la salud mental.
Pero la salud mental no puede reducirse a esos términos. En esas definiciones en las que
se dan solamente estadísticas o probabilidades, que una de cuatro personas requiera una
intervención de complejidad por parte de un efector de salud, sería volver a pensar la salud
en términos de enfermedad. Entonces la mirada estaría puesta otra vez en déficit que
implica la enfermedad y no en la salud.
Gozar de una buena salud no es solamente no sufrir enfermedades. Desde hace muchas
décadas que la concepción sobre cómo pensamos la salud cambió y hoy entendemos que
la salud es la búsqueda y la concreción de un estado de bienestar que se puede dar
únicamente en la articulación de tres ejes que nos constituyen: lo biológico, lo psíquico y lo
social. Pero esta definición no suele reflejase en nuestra vida diaria, la mayoría de los
padecimientos psíquicos suelen pasar desapercibidos, o creemos que forman parte de
nosotros, y que siempre estuvieron ahí y nada se puede hacer para cambiarlos.
La ley de Salud Mental (26.657) tiene entre sus objetivos justamente cambiar la forma en
que se conciben los padecimientos psíquicos, dejando de pensar la salud mental en
términos de peligrosidad y encierro, para entenderla como un sistema de protección de
derechos, tanto para aquellas personas que las padecen, como a toda la población en
general. Pensando estrategias de prevención a fin de evitar o disminuir su incidencia. Es en
vista de estos factores es que hoy resulta imposible pensar la Salud sin pensar en Salud
Mental.