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Sociedad y Salud

Introducción a la Unidad 8
Unidad 8: Salud mental. Elaborada por Álvaro Jeria, Médico psiquiatra. Magíster en Mental Health Policy and Services, Universidad Nova de Lisboa, Portugal.

Objetivos:

 Conocer la conceptualización actual de la salud mental y cómo se aplica a la Salud Pública.

 Reconocer la relevancia de la salud mental para el sistema de salud general.

 Identificar los componentes fundamentales de un sistema moderno de salud mental público.


 Reconocer la situación actual de la salud mental pública en Chile y los desafíos que genera para el sistema.

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Salud mental en la Salud Pública: conceptos, generalidades y desarrollo del modelo


En este artículo revisaremos los conceptos de salud mental, la relevancia que tiene dentro de la Salud Pública y el desarrollo de los sistemas públicos modernos para garantizar la
promoción, prevención y acceso a servicios de salud mental de las personas, desde una perspectiva de Salud Pública.

Introducción
La salud mental es una parte integral de la salud. Como consecuencia, “la salud mental pública es crítica para alcanzar una mejor salud en la población.”1

En momentos como los que vivimos actualmente, donde estamos expuestos a múltiples estresores como pandemias, migración, cambio climático, inestabilidad política y social, entre
otros, resulta fundamental considerar el impacto que todas estas variables tienen sobre la salud mental de la población y cómo comprendemos los fenómenos propios de la salud
mental desde una mirada de Salud Pública.
Sin embargo, al enfrentarnos al problema de la salud mental en el marco de la Salud Pública surgen muchas interrogantes:

En esta Unidad abordaremos estas interrogantes, así como también reflexionaremos sobre los desafíos que tiene la salud mental pública en nuestro país.

Definiciones, generalidades y relevancia de la salud mental para la Salud Pública

Salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud como: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solo la ausencia de enfermedad”2.
Sin embargo, en el Duodécimo programa general de trabajo, 2014-2019, la OMS agregó términos al concepto y definió a la salud como el derecho fundamental de todo ser humano,
en cualquier lugar, el cual es crucial para mantener la paz y la seguridad de las naciones. La salud depende de la cooperación de todos los individuos y Estados; asimismo debe ser
compartida, es decir, resulta esencial extender el conocimiento a todas las personas3.
La amplitud y alcance de esta definición es fiel reflejo del concepto actual de Salud, donde la noción de enfermedad y su alivio se conjuga con el efecto que tienen sobre la salud
múltiples fenómenos sociales, económicos, ambientales y políticos; y cómo ello se relaciona a su vez con el bienestar de la población.

En este escenario, los sistemas de salud y particularmente la Salud Pública están enfrentado en el mundo entero exigencias mucho mayores, que se
relacionan al aumento de la inequidad, la competencia por los escasos bienes naturales, y una crisis financiera mundial que amenaza el derecho básico
al cuidado de la salud.

Así, inevitablemente la salud debe ser comprendida como un derecho fundamental, un pre-requisito para la paz, la seguridad, la equidad, la justicia social, la participación popular y
la solidaridad global 4.

Todo lo anterior es aún más urgente en un mundo que transita por el primer evento verdaderamente global en la historia de la humanidad: una pandemia que ha azotado hasta el
último rincón de la tierra, cuyas consecuencias aún no terminamos de dimensionar y que ha generado cambios en nuestra salud, economía y modo de vida.

En este contexto, imaginemos a una persona de 45 años que acude a su consultorio de Atención Primaria por un malestar general:

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Rápidamente en la evaluación inicial, que incluye la evaluación por parte del equipo de salud (enfermería, TENS, medicina, etc.) y una batería inicial de exámenes, se le diagnostica
una diabetes mellitus tipo 2.

Se inicia, entonces, un tratamiento con dieta, ejercicio y fármacos para normalizar su glicemia. Sin embargo, el paciente no mejora, solo empeora.

El equipo de salud indaga otras causas de su mala evolución y escasa respuesta al tratamiento. Descubre algo extraordinariamente frecuente: el paciente enviudó hace más de un
año, carece de una buena red de apoyo y los síntomas que relata (tristeza, anhedonia, etc.) nos permiten diagnosticar un cuadro depresivo mayor.

Este ejemplo es parte de la realidad que diariamente enfrentan equipos de salud en todo el mundo y que nos permiten afirmar que la salud mental interactua de modo dinámico con
todos los aspectos del bienestar y la salud de la persona, en diversos niveles.

Ineludiblemente, la amplitud de la definición de salud nos lleva a buscar una comprensión de la salud mental que considere no solo la ausencia de enfermedad mental.

Salud mental
La salud mental es:


"estado de bienestar en el que la persona materializa sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir
al desarrollo de su comunidad."
OMS, 2004.

Esta ambiciosa definición busca englobar la certeza de que la salud mental es algo de lo que todos los seres humanos participamos y debemos preocuparnos.

Además, tiene implícito el hecho de que la salud mental debe velar por la promoción de dicho estado de bienestar; la prevención de las patologías relacionadas (a las que nos
referiremos como trastornos mentales); y al tratamiento, rehabilitación y reinserción en la sociedad de las personas que padecen de estos trastornos.

Salud mental pública


La salud mental pública es un modelo de atención en salud mental, definido como aquello:


"Establecido deliberadamente para el servicio de millones de personas, estrechamente unido a la atención primaria de salud e inscrito en el marco del sistema sanitario
local."
OMS, 2004.

El objetivo primordial de la salud mental pública es reducir la incidencia, prevalencia e impactos de los trastornos mentales y mejorar el estado general de la salud mental de la
población; buscando un impacto positivo sobre la salud física desde las intervenciones conductuales y mentales.

La salud mental pública incorporara la perspectiva de pertinencia cultural en la lógica de las redes integradas de salud, focalizando sus recursos en los

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denominados grupos vulnerables.

Grupos Vulnerables

Abundante evidencia permite focalizar la atención sobre grupos vulnerables de sufrir trastornos mentales como resultado de la interacción de factores individuales, determinantes
sociales y ambientales7. Estos grupos difieren en cada país y región, pero habitualmente comparten ciertas características respecto a su nivel socioeconómico, el acceso a medios
de apoyo social, y sus condiciones de vida, así como también:

Estigma y discriminación.

Violencia y maltrato.

Restricciones en el ejercicio de los derechos civiles y políticos.

La exclusión que los priva de participar plenamente en la sociedad.

Acceso reducido a los servicios de salud y sociales.

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Acceso reducido a los servicios de socorro en caso de desastres.

Escasez de oportunidades para recibir educación.

Exclusión de las oportunidades de generar ingresos o conseguir empleo.

Aumento paulatino de la discapacidad y muerte prematura.

Vulnerabilidad y COVID-19

La interacción de todos estos factores es dinámica, por cuanto los individuos van cambiando, pero también las circunstancias en que se desarrollan.

Un ejemplo claro de este dinamismo es lo ocurrido con la pandemia por COVID-19 que el mundo enfrenta desde diciembre de 2019.

En este contexto, una revisión de la evidencia publicada en Lancet8 mostró que los principales factores de riesgo para el desarrollo de trastornos mentales en la población general
durante una pandemia fueron:

Pertenecer al género femenino.

Poseer edad entre 16-24 años y ser adulto mayor.

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Tener hijos.

Poseer un menor nivel educacional.

Tener una historia previa de trastornos mentales.

Experimentar cuarentenas largas. Considerar aspectos como su duración (prolongadas resultan más nocivas para la salud mental) y obligatoriedad (las cuarentenas “altruistas”
voluntarias son mejor toleradas por la población general).

Relevancia de la salud mental para la salud pública


Los trastornos mentales se caracterizan por presentar diversos signos y síntomas. Presentan una prevalencia a nivel global de más de 450 millones de personas que sufren estos
trastornos, y contribuyen considerablemente a la carga global de enfermedad en un 13%.9

Se estima que un 25% de la población desarrollará a lo largo de la vida algún trastorno mental, lo que se relaciona directamente con:

Aumento de la mortalidad 

Tanto por suicidio como por peor outcome en otras patologías, principalmente riesgo cardiovascular y metabólico.

Aumento de la carga de enfermedad 

Se espera que la depresión en el 2030 sea la segunda enfermedad responsable de la carga de enfermedad, cuantificada en años de vida ajustados por discapacidad 10.

Mayor morbilidad por otras causas 

Trastornos mentales como la depresión aumentan el riesgo de presentar accidentes cerebrovasculares, inflamación, síndrome metabólico y empeoran la evolución de los
infartos al miocardio, entre otras. Esta relación puede explicarse por una mayor dificultad de los pacientes en el acceso a cuidados de salud, a mantener adherencia a las
indicaciones del equipo de salud, pero también por una mayor discriminación hacia las personas que padecen trastornos mentales, fruto del estigma que recae sobre ellas.

A nivel mundial existe desde principios de siglo un movimiento a global por posicionar a la salud mental como una prioridad sanitaria, bajo el lema: “No hay salud sin salud
mental”11.
Uno de los puntos clave que este movimiento buscó resaltar es cómo a nivel global la salud mental no ha recibido la atención que requiere, presenta escasa inversión por parte de
los gobiernos y poca conciencia por parte de la ciudadanía de la dimensión del problema. Pese a que existen buenas intervenciones basadas en evidencia, costo-efectivas y de

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fácil implementación, la mayor parte de las personas que padecen trastornos mentales no tiene acceso a servicios salud mental.

Esta brecha es más evidente en países de ingresos bajos y medios. La existencia de sistemas de salud mental inadecuados e inapropiados da cuenta
de esta brecha, sobre todo por la evolución histórica que el modelo de provisión de servicios de salud mental ha tenido desde sus orígenes.

Modelo de Salud Mental Pública: desde el manicomio hacia la salud mental comunitaria
El cuidado de las personas con patologías mentales estaba, en la antigüedad, a cargo de sus familiares.12

El único cuidado institucional posible ocurría cuando los familiares llevaban a sus enfermos a las iglesias, templos u otros sitios espiritualmente
relevantes, con la esperanza de que eso curara sus enfermedades.

Ha sido descrito que en los hospitales islámicos del siglo VIII, los nacientes galenos incorporaron técnicas médicas griegas y se enfocaron en los aspectos físicos de la enfermedad
mental más que en los espirituales, consiguiendo sintetizar el pensamiento greco-occidental con el oriental.13

Esto se expresó en su diversidad de tratamientos, ofreciendo el proceso curativo en ambientes relajantes, con intervenciones que incluían baños,
sangrías, drogas, dieta, utilización del teatro, la danza y el canto como medio de sanación.

Es en estos Bimaristanes (palabra que proviene del persa bimar (enfermo) e istán (lugar, casa o asilo), donde se cree que las primeras hospitalizaciones psiquiátricas tuvieron lugar,
posiblemente la primera de ellas en la ciudad de Bagdad, hacia el 800 DC.

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Se buscaba que fueran lugares donde el paciente pudiera reestablecer el funcionamiento de su mente bajo un tratamiento digno, alejado del concepto
de internamiento indefinido dado el valor que la medicina islámica daba al ámbito social y del carácter transitorio que atribuían a la enfermedad.

Sin embargo, también se describe el uso de cadenas y ataduras que algunos historiadores han descrito como medios de tortura y otros, como medios necesarios para proteger al
enfermo y los que los rodeaban.

Es en este ejemplo donde podemos ver el germen de la dicotomía que se plantea en la sociedad -hasta nuestros días- respecto a la hospitalización involuntaria: una
transgresión imperdonable a los derechos humanos del paciente, versus el cuidado imprescindible orientado a la restitución de la autonomía perdida.

Esta concepción de cuidado del enfermo mental se habría transmitido hacia Europa con la invasión de los moros a España en el siglo VIII; sin embargo, el cuidado institucional de
personas con desórdenes mentales solo se estableció en el siglo XIV con el primer Bimaristán para enfermos mentales en Granada.

Cabe mencionar que el Hospital d´Innocents, Folles i Orats de Valencia y el hospital londinense de Bethlem debaten hasta hoy, el título del primer
psiquiátrico del mundo.

A contar del siglo XV algunas instituciones católicas copian el modelo, que entonces se expandía significativamente en la península ibérica.

Luego, en 1567, esta tradición se habría llevado a México cuando el primer hospital psiquiátrico de este lado del atlántico habría sido fundado. Solo dos siglos después
se funda el primer asilo mental en Norteamérica, en la colonia de Virginia (1773).

Este proceso fue seguido por el desarrollo de múltiples hospitales psiquiátricos públicos y privados en Estados Unidos y Canadá en la primera mitad del siglo XIX.

Este desarrollo en América del Norte, corrió en paralelo con el desarrollo de instituciones en Europa, produciéndose una gran expansión de asilos
públicos en países como Inglaterra, Francia y Bélgica, con la consiguiente expansión mundial de las camas de hospitalización psiquiátrica y, con ellas, la
involuntariedad.

Ya entrado el siglo XIX se inicia el proceso de descrédito del manicomio como solución total al problema de la salud mental, el cual posteriormente se concreta en el movimiento de
desinstitucionalización, que intenta buscar medidas alternativas para el cuidado de los enfermos mentales como reacción a este modelo asilar.

El cambio de modelo es movilizado por una creciente conciencia sobre las falencias de los manicomios en múltiples sentidos, de las consecuencias
negativas de hospitalizaciones “crónicas”, sumado a la conciencia de los derechos de las personas que entraban en franco contraste con las flagrantes
violaciones a los derechos humanos de las que eran víctimas los enfermos mentales en estos recintos.

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A esto se suma el advenimiento de corrientes de normalización e inclusión de la patología mental al campo de “lo curable”, tanto psicoterapéuticas como farmacológicas.

Este es el nacimiento de la salud mental comunitaria, que es en definitiva un modelo de gestión y localización de los recursos en salud mental, en la comunidad, cerca
del paciente, con pertinencia cultural y en íntima conexión con las redes locales de salud.

El primer esbozo de un programa comunitario de salud mental se origina en Geel donde se establece un sistema mediante el cual los pobladores recibían un pago por alojar en sus
casas a peregrinos que eran enfermos mentales, quienes llegaban a la ciudad a rezar a Santa Digna, patrona del enfermo mental.

Este sistema empezó a parecer una alternativa atractiva frente a la acumulación de casos crónicos en los asilos, llamando la atención de autoridades de
otros países europeos y de América del Norte, que discutían acerca de la mejor solución al problema.

Sin embargo, estos debates no dieron frutos hasta después de 1950. Mientras, el sistema de asilos siguió expandiéndose por el mundo de la mano de la colonización europea. Se
estableció el sistema en India, Singapur, Sudáfrica, Nigeria y se estableció, además, en países que nunca fueron colonizados como Japón y Tailandia.
Otros factores a considerar en la corriente mundial de desinstitucionalización fueron:

La consecuencia natural fue el inicio del proceso de desinstitucionalización mundial, orientado en muchos casos al cierre o la reconversión de los hospitales psiquiátricos que fueron
reemplazados por los llamados dispositivos comunitarios. Sin embargo, este panorama no es una realidad global, pues en muchos países en vías de desarrollo la
institucionalización sigue siendo un desafío a enfrentar.

Por ello organismos internacionales como la OMS desarrollan programas para la instalación de capacidades en todos los niveles de atención de las redes de salud como
el mhGAP (Mental Health Global Action Programme)15 , orientado a atención primaria de salud.

Así también es importante considerar experiencias como la ocurrida en los Estados Unidos y en otras partes del mundo, donde el proceso de desinstitucionalización ha sido brusco,
sin una gradualidad que permita el desarrollo previo de una red de dispositivos comunitarios16, generando un enorme grupo de personas que cambiaron el hospital psiquiátrico por
la calle, la cárcel17 o el suicidio 18.

Características de un sistema de Salud Mental Pública Moderno


Desde el primero modelo propuesto por Goldberg y Huxley en la década de los 1980, la salud mental ha asumido el desafío de lograr mecanismos costo-efectivos, pero a la vez
respetuosos de los derechos de los pacientes.19
A raíz de esto, la OMS se propone el desarrollo de una guía para la implementación de los servicios de salud mental llamada “pirámide de la salud mental”.20

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Fuente: Michelle Funk et al.

En esta pirámide se busca sintetizar los diversos componentes que una red de salud mental moderna, basada en el modelo de Salud Mental Comunitaria, debe comprender:

Base de la pirámide 

En el auto cuidado y el cuidado informal de la comunidad el paciente es protagonista y eje de su propia salud mental con el apoyo del entramado propio de su comunidad.
Juntas de vecinos, agrupaciones sociales, ONGs que brinden educación y sus propias redes de apoyo constituyen la base de esta red, donde los costos de esta intervención
son los menores, pero son las prestaciones de más alta utilización. Basta reflexionar acerca de qué hacemos cuando tenemos un problema y a quiénes acudimos. Todos
hemos desplegado estas herramientas en algún momento de nuestras vidas, pues es algo consustancial a la naturaleza gregaria del ser humano.

Tercer peldaño 

Lo constituyen los servicios de salud mental instalados en la Atención Primaria de Salud. Es en la APS donde debe “ocurrir y resolverse” la salud mental, por lo que la
instalación de capacidades en dicha instancia es esencial. Recién, entonces, aparecen los Servicios Especializados de Salud Mental (comunitarios y al interior de hospitales
generales), inicialmente servicios insertos en la comunidad o en hospitales generales, que es el lugar donde los pacientes deben tener la posibilidad de recibir atención
hospitalaria en casos de mayor gravedad.
La salud mental no pertenece a grandes hospitales psiquiátricos, alejados de la ciudad y de la comunidad, a la usanza de los Bimaristanes. Al contrario, un sistema de salud
mental pública moderno se basa en la integración de la salud mental con la salud física, con los servicios de salud mental integrados a los hospitales generales como regla.

Cúspide de la pirámide 

Están los servicios que son de menor necesidad, pero mayor costo y que muchas veces son privilegios de países desarrollados: unidades de larga estadía o altamente
especializadas que dan apoyo a los niveles previos como, por ejemplo, las unidades forenses o especializadas en trastornos de la conducta alimentaria.

En este artículo revisamos la definición de salud mental, su relación con la salud general, y su integración a la perspectiva de Salud Pública.

Además, conocimos los componentes fundamentales de una red moderna de salud mental pública, que es fruto de la transición desde el modelo asilar clásico, hasta el modelo de
salud mental comunitaria.

Este modelo ha sido impulsado con fuerza por la OMS desde la década de 1990, y dicho énfasis también ha sido considerado en nuestro país.

Pero, ¿qué tan exitosa ha sido esta estrategia en Chile?, ¿cuáles barreras y desafíos han existido para la correcta instalación de este modelo de atención, centrado en los pacientes,
sus redes, y la comunidad? Estas respuestas las veremos en el siguiente artículo.

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La Salud Mental pública en Chile


En este artículo revisaremos los desafíos de la salud mental pública en Chile, tales como: el marco legal, la accesibilidad de estos servicios en las diferentes regiones y la integración
de la provisión de la salud mental a la salud integral.

Introducción
La salud mental es un área de desarrollo de los sistemas sanitarios que ha supuesto un enorme desafío en el mundo, transformándose en una prioridad urgente 1.

Tanto así, que agencias internacionales como la OMS han considerado el tema prioritario, desarrollando programas a partir del lema “no hay salud sin
salud mental"2. Ha involucrado incluso a actores como el Banco Mundial3 y la OECD 4, así como también, impulsando programas y documentos guía para
el apoyo y la relevancia de la salud mental.

Se estima que el costo total de la salud mental, donde los costos indirectos duplican a los directos, llega a los 2.493 billones de dólares5.
En nuestro país, el gran cambio a la salud mental se origina como fruto de un proceso reflexivo e inclusivo que se buscó desde el diseño del primer Plan Nacional de Salud Mental
para Chile en 1993 y que se consolidó con el segundo plan del 2000 6,7.

El primer plan introdujo prácticas innovadoras y logró sentar un precedente para la elaboración del segundo plan, que pretendía lograr la instalación de
una red comprensiva de salud mental, integrada a los distintos niveles de atención en salud, que asegurara el acceso y también que tuviese un impacto
en la calidad de las prestaciones de salud de las personas.

Se basa en el modelo de salud mental comunitaria que estaba en la línea con lo planteado por la OMS en las declaraciones de Alma-Ata (1978), de Caracas (1990) y con el modelo
de salud familiar.
Los principales planteamientos de este modelo incluyen:

Desinstitucionalizar a la salud mental.

Desarrollar modelos de atención cercanos a los pacientes, en las comunidades y con una fuerte orientación a la rehabilitación.

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Reaccionar al modelo de predominio asilar que dominaba la salud mental desde hacía varios siglos.8

En su génesis, el Plan Nacional incluía una visión de la salud mental con valores y principios ya bastante claros en la línea de la protección de los derechos humanos de las
personas con enfermedad mental, pero también con un foco en la potenciación de la vida comunitaria y del protagonismo del propio individuo en su proceso de salud.

Lamentablemente, la instalación de este modelo ha sido en extremo gradual, muy limitado por las decisiones administrativas de cada servicio de salud,
uno de los factores que ha impedido que el sistema de salud mental nacional realmente no sea capaz de dar respuesta a las necesidades de la
población.

Las principales barreras identificadas por Minoletti en 2005 9 y que siguen aún hoy vigentes, son:

La resistencia natural al cambio.

Un sistema de sanidad enfrentado a una nueva forma de trabajar.

La insuficiencia de los recursos presupuestarios destinado para este fin.

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La inequitativa distribución geográfica de los recursos, tanto humanos como de infraestructura, reflejo de la centralización que sufre nuestro país.

Las dificultades en relación al sistema de registro de información en salud mental.

La ausencia de una legislación acorde a las necesidades de la salud mental.

A continuación, revisaremos algunos de los más importantes desafíos de la salud mental pública en Chile:

 Marco legal.
 Accesibilidad en salud mental y la realidad en regiones.

 Integración de la provisión de salud mental a la salud general.

Marco legal: necesidad urgente de una Ley de Salud Mental


Diversos argumentos nos permiten concluir que es imprescindible contar con una ley de salud mental para Chile.

Según la OMS, al 2020 el 70% de los Estados deberían haber contado con una legislación sobre salud mental, lo que además debe estar alineado con
la Convención para los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD). Lamentablemente, aún hay muchos países que no cuentan con dicho
cuerpo legal, y que tampoco son parte de la CDPD; en Chile, esta última fue ratificada en 2008, pero ello aún no se traduce en los cambios legislativos
necesarios.

Así, pese a que este año se aprobó la ley de protección de la salud mental, esta dista mucho de ser verdaderamente una “ley de salud mental”, como lo que OMS sugiere, y se
restringe únicamente a la regulación de las hospitalizaciones involuntarias, sin lograr lo que una ley de salud mental moderna requiere.
Otro punto es la llamada la discriminación estructural a la salud mental, que pese a dar cuenta de casi un 20% de la carga de salud, recibe en nuestro país apenas un 2.16% del
presupuesto de Salud.10

Si revisamos fenómenos como, por ejemplo, la hospitalización de las personas con patologías mentales graves, en Chile no se cuenta con un cuerpo
legal sólido que lo regule, sino que se trata de un reglamento que incluso, a juicio de algunos, es inconstitucional.

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Asimismo, a muchos niveles hay falta de gobernanza y falta de integración con otros sectores de salud, lo que deja a la salud mental en algunos puntos de la red aislada de otros
ámbitos de la salud.

Una ley de salud mental moderna debe incluir no solo aspectos en relación al acceso a la atención en salud mental ni regular, de un modo coherente
con la legislación y los compromisos internacionales, la hospitalización de las personas contra su voluntad, sino que debe velar por la salud mental de la
población completa, incluyendo aspectos como la promoción, la prevención de la enfermedad mental, la facilitación del trabajo intersectorial y la
creación de las instancias necesarias para la correcta coordinación de todas estas acciones sanitarias.

La ley de salud mental con una perspectiva actual debiese incluir:

Una ley de salud mental puede ser un mecanismo muy potente para conseguir estos objetivos.

Accesibilidad en salud mental y la realidad en regiones


El acceso a atención de salud mental es un fiel reflejo de lo que ocurre en nuestro sistema sanitario. No todas las regiones del país cuentan con camas de hospitalización
psiquiátrica en el contexto de un hospital general, que es hacia donde debiésemos avanzar.

No en todas las comunas del país hay dispositivos de atención secundaria para salud mental (o consultorios de salud mental, COSAM), pese a que entre
2004 y 2012 se ha experimentado un aumento de un 166% del número de dispositivos disponibles en la red pública (pasando de 759 dispositivos en
2004 a 2022 en 2014.11

Integración de la provisión de salud mental a la salud general


La atención de salud mental debe incluirse no solo en niveles especializados como son las camas despenalización de salud mental dentro de los hospitales generales o los

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consultores especializados en salud mental en el nivel secundario.

Debe existir una estrecha vinculación de los niveles secundarios y terciarios con la Atención Primaria de Salud (APS), que es finalmente donde se realiza la mayor
cantidad de atenciones en salud mental de nuestro país.

Es así que la coordinación y la integración del trabajo, mediante estrategias exitosas en el mundo como la consultoría en salud mental, debe ser un pilar del trabajo a futuro en
nuestra red.

La articulación de las redes de salud a nivel local debe ser ejecutada desde la atención primaria, pero la coordinación y la colaboración entre la atención
primaria y el resto de los dispositivos abocados al tratamiento de los problemas de salud mental debe ser estrecha, así como la cooperación con otros
sectores (educación, justicia, vivienda, etc.).

La innovación, la creatividad y la originalidad en las soluciones a nivel local también son muy relevantes.

En este sentido, experiencias como potenciar el trabajo de la comunidad y el rol activo de ella, como la utilización del recurso capacitado proveniente de la propia comunidad para el
enfrentamiento de enfermedades altamente prevalente como la depresión 12, así como el uso de las tecnologías de la información deben ser explotados en la red de salud mental.13

Las Consultorías en APS para Salud Mental14 , que consisten en un espacio de trabajo en conjunto del nivel secundario con APS, encierran un enorme potencial y han
demostrado ser efectivas en diversos aspectos de la provisión de salud mental.

Estas se han desarrollado en nuestro país, pero de modo muy disímil según el territorio. Potenciar las consultorías en salud mental es un mecanismo costo-efectivo de mejora de la
calidad de la provisión de salud mental en el corto plazo.

También es importante que se aborde la promoción, prevención, educación y alfabetización en salud mental de nuestra población.

El objetivo no es solo que los pacientes sean pacientes expertos y activos, sino también que la comunidad completa comprenda los procesos del enfermar y la búsqueda de estilos
de vida más saludables.

Estrategias probadas en otros países como el entrenamiento en habilidades parentales e intervenciones escolares pueden tener un gran impacto en la
promoción y también en la prevención de patología psiquiátrica futura.

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En definitiva, Chile ha avanzado enormemente en la implementación del modelo de salud mental desde una perspectiva de Salud Pública, pero es evidente que aún tenemos
desafíos pendientes: contar con una ley de salud mental comprehensiva, lograr una instalación armónica de las redes de atención en salud mental a lo largo del territorio,
especialmente en regiones y potenciar la integración de la salud mental a la salud general son algunas de las tareas pendientes.
La salud mental está íntimamente ligada a la salud física y es fundamental sostener que “no hay salud sin salud mental”. Desde el antiguo modelo del hospital psiquiátrico como
lugar de aislamiento hasta el concepto actual de salud mental pública que se nutre de la salud mental comunitaria, hemos avanzado de modo notable como sociedad.

Este modelo permite un uso más racional de los recursos con mejores outcomes en términos de costos y efectividad, pero también siendo respetuosos
de los derechos de los pacientes, reconociendo sus propias características culturales y sociales, colaborando con la construcción de una sociedad más
justa.

En Chile la instalación de dicho modelo no ha estado exenta de dificultades y barreras, lo que se traduce en un desarrollo poco armónico, pero que sigue avanzando. Es
fundamental que la salud pública reconozca la relevancia del problema y la urgencia de su abordaje.

Puntos Principales
 La salud mental es entendida como un “estado de bienestar en el que la persona materializa sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de
trabajar de forma productiva y de contribuir al desarrollo de su comunidad”.
 No hay salud sin salud mental: considerando la relevancia del problema, la carga de enfermedad, la escasa inversión en salud mental, y la certeza de que contamos con
tratamientos costo-efectivos, esta debe ser un área priorizada por los Estados.
 En su historia, la salud mental ha transitado desde una lógica asilar, con grandes hospitales psiquiátricos aislados de la sociedad, hacia un modelo de salud mental
pública, también llamado salud mental comunitaria.
 Como eje esencial de este modelo, las personas deben considerar como base el apoyo entre pares y con la comunidad; luego la APS debe tener un rol protagónico; y
finalmente los servicios de especialidad resolverán los casos más graves. Lo esencial del modelo es que el acceso a la atención sea cercano y fácilmente accesible por las
personas, con pertinencia cultural e integración a las redes de salud.
 En Chile, desde 1990 se inicia un proceso de transformación del modelo de salud mental pública, el que ha logrado innumerables avances, pero que hasta el día de hoy
está enfrentado a grandes desafíos, como contar con una ley de salud mental, o lograr una instalación armónica del modelo, garantizando el acceso de las personas a la
atención en salud mental.

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