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Julio 2017
Libro: Salud Mental, Comunidad y Derechos Humanos (pp.109 – 128) 1
Grupo Salud Mental Comunitaria, UdelaR. Psicolibros – Espacio Interdisciplinario
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Por supuesto que la calificación “fácil” o “difícil” es formulada de forma provocadora por Chalmers,
para señalar aspectos del problema que pueden ser conocidos con la metodología actual de estudio y
otros que no es posible discernirlos con la misma. De ahí las comillas.
como un trastorno o una enfermedad mental. A su vez, en el mundo occidental, la propia
nominación de “enfermedad” o “trastorno” mental tiene un poder social performativo muy
fuerte, constituyendo una patologización en sí mismo de la persona ubicada en este lugar
social.
Algún lector algo distraído podrá preguntarse entonces, pero con ésto, ¿se está
negando la existencia de la enfermedad mental?. Ante esta legítima pregunta, tal vez sea
mejor re-ubicar el tema. No se trata de desarrollar un juego de palabras o una puja entre
enfermedad sí o enfermedad no. Por supuesto que existen múltiples formas de sufrimiento
psíquico, como parte de las reacciones que produce una persona ante los desafíos del
vivir. Negar esto, además de ser totalmente insostenible científicamente, sería
realmente una profunda falta de respeto para quiénes cotidianamente se encuentran
en estas situaciones o sus seres queridos. Seguramente en este momento existen en el
mundo millones de personas que no pueden vislumbrar un futuro ni un proyecto, que están
sufriendo una terrible desesperanza y desvalorización del sí mismo, que sienten que su vida no
vale la pena o que están aterrorizadas ante situaciones de persecución (sean reales o
imaginarias) o ante no poder recordar o reconstruir su sentir con palabras, por nombrar sólo
algunas de las formas que toman los sufrimientos psíquicos. Ahora bien, pensar que estas
producciones psíquicas son un hecho universal a-histórico y a-temporal, y nombrarlo como
“enfermedad mental” ubica (convierte se podría decir) performativamente a la persona
en eso4. Otra perspectiva terapéutica se abriría si los dispositivos y prácticas de atención y
cuidado intentaran contactarse con la persona y su sufrimiento psíquico, y no con “la
enfermedad”.
No obstante, debo reconocer que con el grado de conocimiento actual, este tema es un
campo de discusión abierto, aunque aún dominado por la perspectiva y creencias del “statu
quo” científico que, en este campo de disputa por los significados y sentidos, se ha apropiado
simbólicamente del concepto salud mental. Esto es muy fácil de fundamentar, pues
actualmente, cuándo se realiza una búsqueda de la literatura científica publicada en las
principales revistas sobre los trastornos mentales, es muy claro que el modelo objetivo-
natural es el que publica más artículos y tiene más investigaciones acumuladas. Este modelo
tuvo una avanzada política importante en la última década del siglo pasado, la llamada década
del cerebro, que fue apoyada por sectores económicos muy poderosos (como la industria
farmacéutica y afines). Esto ha implicado una gran inversión e impulso a los estudios
biológicos y genéticos sobre el cerebro en los principales centros de investigación del
mundo. Cómo consecuencia, se produce una gran influencia política e ideológica de las teorías
y técnicas que intentan subordinar la mente o lo psíquico a la lógica biológica del cerebro. A
pesar de la inexistencia de evidencia científica contundente que fundamente la reducción del
psiquismo y la subjetividad al cerebro, luego de ese avance técnico y político de
las neurociencias en los años 90, éste es el paradigma habitual de abordaje en el que se
invierte la mayoría de los recursos de investigación. Se busca de esta forma, comprender,
explicar e intervenir en el psiquismo y en la subjetividad humana desde el estudio e
intervención en el plano del Sistema Nervioso Central, hecho que constituye el corazón del
modelo objetivo-natural de enfermedad mental. Desde esta perspectiva, la salud y la
enfermedad mental en última instancia podría ser reducida a un cúmulo de funciones
neuroquímicas y fisiológicas, por lo que la intervención pasará por modificar mecánicamente
las mismas. Sin embargo, al no existir evidencia empírica concluyente, esta
perspectiva sólo puede ser mantenida en la retórica de las relaciones de dominación
científica, a través de regímenes de verdad, al decir de Foucault (1988).
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En otro lugar hemos fundamentado ésto aportando evidencia empírica respecto a la situación de las
personas con demencia en Uruguay: en el estudio sobre los dispositivos de atención y cuidado surge
como tema central que los mismos facilitan la pérdida de la cualidad de ser persona en quiénes
padecen estas afecciones (Pérez, 2014 y 2015)
3. La estrategia política y la producción de formaciones subjetivas
Ante esta situación, estos autores plantean un tema de alta relevancia ética, advirtiendo
respecto a cómo las estrategias de venta de esta industria están comenzando a mellar
las tradicionales salvaguardas que ha tenido la medicina, “para prevenir la posible
interferencia de los intereses privados (industriales y otros) sobre los intereses generales de
pacientes y poblaciones” (p. 374).
Esas prácticas de la industria, a su vez genera – y es retroalimentada – por nuevas prácticas
biopolíticas en el mundo académico y científico (González y Pérez, 2007). Al respecto,
resulta conmovedor el sentido alegato que John Ioannidis realiza denunciando cómo la
perspectiva de la Medicina Basada en Evidencia y sus principales herramientas metodológicas
– los ensayos clínicos
aleatorios y los meta-análisis - han sido capturados por la industria farmacéutica. Retomando
un
tema que este respetado investigador había tratado en un trabajo anterior (Ioannidis, 2005),
señala
ahora el hecho que,
“La industria farmacéutica patrocina los ensayos clínicos más influyentes. Y lo hace muy bien,
obteniendo los mejores resultados en las listas de comprobación que miden la
“calidad
metodológica”, y publicando sus trabajos más rápidamente que los ensayos independientes. Es
solo que con frecuencia preguntan las cuestiones equivocadas, utilizan las peores
variables
subrogadas, hacen los análisis más erróneos, usan los criterios de efectividad menos
adecuados
y realizan las inferencias más inexactas (…) La industria también está patrocinando un gran
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número de meta-análisis de la actualidad” (2016: 2-3)
Ante esta situación, Ioannidis se pregunta irónicamente, “pero, ¿a quién le importan
estos
6
pequeños detalles?”
Estos “pequeños detalles”, son parte de las prácticas académicas y científicas que sostienen el
dispositivo biopolítico y el modelo objetivo – natural de enfermedad mental. Son uno de
los
principales productores de subjetividad que replica el modelo biologicista lineal como verdad
que
se construye performativamente, generando subjetividad y deseo, principalmente a nivel
popular.
De ahí que no sorprenda que las personas con múltiples padecimientos psíquicos y sus
propios
5 Texto original en inglés: “The industry runs a large share of the most influential randomized
trials. They do them
very well, they score better on ‘‘quality’’ checklists, and they are more prompt than on
industry trials to post or
publish results. It is just that they often ask the wrong questions with the wrong short-term
surrogate outcomes, the
wrong analyses, the wrong criteria for success (e.g., large margins for noninferiority), and the
wrong inferences (…)
The industry is also sponsoring a large number of meta-analyses currently”. Traducción de Abel
Novoa, disponible
en internet: http://www.nogracias.eu/2016/03/20/la-mbe-secuestrada-por-john-ioannidis/
(recuperado en marzo de
2017)
6 “but who cares about these minor glitches?” (op. cit., p. 2)
vida. Cuanto más severo sea este trastorno, más fuerte será este etiquetaje y las prácticas
alrededor
del mismo, que en general llevará a un camino de objetivación y deshumanización y, por tanto,
de
10
violación de sus derechos humanos, tal como señalaba la OMS .
Este etiquetaje, ha llevado a una hiper-clasificación y patologización de la vida cotidiana. Los
dos sistemas principales de clasificación usados en el mundo - el Manual de
Clasificación
11
Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud utilizado
por
la OMS, actualmente en la 10ma. versión (CIE-10), y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
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Trastornos Mentales , actualmente en su quinta versión (DSM-5) – son un claro ejemplo de
esta
patologización de la vida cotidiana y de cómo estas entidades clasificadoras producen realidad
en sí
misma (González y Pérez, 2007; Horwitz, 2011; British Psychological Society, 2013).
IV – Conclusiones
Por la propia definición de salud y enfermedad mental que promueve la OMS, no
parece
adecuado considerar estos términos como entidades absolutas y excluyentes, sino como
procesos
complejos y con diferentes modalidades de expresión y coexistencia en una misma persona.
Dicho
de otra forma, no parece posible sostener que una persona es totalmente sana o totalmente
enferma.
Esto que es una máxima para la salud en general (Canguilhem, 1966), cobra especial relevancia
cuando se habla de salud mental. Parecería más adecuado decir que una persona tiene
aspectos
mentales más saludables y otros más patológicos, que pueden coexistir y expresarse de
diferente
forma como respuesta a diferentes situaciones del diario vivir. Pensar de esta forma esos
aspectos,
implica poner a jugar un paradigma complejo dónde procesos contrarios pueden
coexistir,
generando una nueva realidad según su articulación y expresión (Gallegos, 2005). A su vez,
permite
producir estrategias de intervención adecuadas que habiliten el desarrollo de los procesos
saludables
de las personas, como forma de ponerle límite a los patológicos. De esta forma, si
conceptualizamos
a la salud y la enfermedad mental ya no como entidades objetivas y totales, sino como
procesos que
coexisten en una misma persona y que se constituyen socio-históricamente, el desarrollo de
estos
procesos no podrán entenderse por fuera de las prácticas que les dan sentido, principalmente
las
prácticas de atención y cuidado, ubicadas en diálogo con otras prácticas sociales
constituidas
históricamente.
10 Que dicho sea de paso, como Organización no es ajena a estas prácticas y contradicciones
que se expresan en su
interior.
11 International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems
12 Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders
Referencias