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Avot 1.2-Parte 2
Avot 1.2-Parte 2
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Sinaí. Hallamos este concepto en la famosa enseñanza de Rabí Akiva de que
amar a tu prójimo como a ti mismo es “un gran principio de la Torá” (Bereshit
Rabá 24:7). Y cuando un prosélito potencial solicitó a Hilel que “le enseñase
toda la Torá mientras estaba en un solo pie”, Hilel le dijo: “Lo que te es odioso
no hagas a tu prójimo. Esta es toda la Torá, y lo demás es comentario. Ahora ve
y estudia” (Shabat 31a). En otras palabras, Hilel le dijo a este aspirante a
prosélito que las buenas midot y la camaradería sincera entre los seres humanos
son la base del cumplimiento de toda la Torá, y sin ellos no tenemos nada.
Rabí Jayim Vital explica que aunque la Torá no prescribe buenas midot
como mandamientos explícitos, aun así son un prerrequisito esencial de todas
las mitzvot. Tener midot deficientes nos impedirá cumplir los mandamientos
activos de manera apropiada y también causará que erremos repetidas veces en
el cumplimiento de las prohibiciones (Shaaré Kedushá, parte 1, shaar bet).
El terceto
Él solía decir: “El mundo reposa sobre tres cosas: sobre la Torá, sobre
el servicio [a Hashem] y sobre actos de generosidad”.
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En la primera mishná en Abot, los Hombres de la Gran Asamblea expresan
tres ideas: “Sé deliberado al juzgar, enseña a muchos discípulos y haz un cerco
alrededor de la Torá”. Y como vemos en la segunda mishná, Shimón HaTzadik,
uno de los últimos sobrevivientes de la Gran Asamblea, también enumeró tres
principios principales. Las tres enseñanzas de los Hombres de la Gran
Asamblea son relevantes sobre todo para los jueces, eruditos, profetas y grandes
líderes del pueblo, puesto que ellos deben hacer dictámenes con cuidado,
asegurarse que haya muchos estudiantes para transmitir la Torá a generaciones
venideras y salvaguardar la existencia continua de la Torá estableciendo cercos
halájicos según las necesidades de los tiempos. El consejo brindado por los
Hombres de la Gran Asamblea era para gente de su misma estatura, puesto que
individuos ordinarios no suelen tener que ocuparse de tales asuntos.
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sin ella. Y asimismo debe existir la paz, porque una sociedad sin paz se
desintegra con rapidez espantosa. El más mínimo estudio de la historia humana
muestra cuán cierto ello ha siempre sido, desde tiempos inmemoriales.
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seguir estando extendida cálidamente, acercando a la parte castigada a nosotros
de nuevo. La mano izquierda es la que repele, debido a que simboliza el Din, y
la mano derecha es la parte que acerca, porque simboliza el Jésed. Y el cuerpo
mismo, el que está entre ambas manos, es el centro, y simboliza Rajamim, el
aspecto que provee equilibrio entre ambos principios.
Los atributos del Todopoderoso son absolutos. Su Jésed es total, puesto que
Él es pródigo con Su generosidad hacia todos, buenos y malos, tanto para
quienes merecen como para quienes merecen menos.
Nuestros Sabios describen ello como “amor que arruina la línea” (Bereshit
Rabá 55:8). Para entender esta idea, imaginemos que supervisamos la
progresión de una fila de gente que espera alguna admisión o algún servicio.
Somos justos e imparciales hasta que detectamos una cara familiar en la fila.
Uno de nuestros amigos ha llegado, pero hay veintiocho gentes antes que él.
Inmediatamente cambiamos nuestra actitud y hallamos alguna manera de
situarlo al frente. Pero, ¿fue ello justo? Pero el hecho es que ni siquiera nos lo
preguntamos, puesto que él nos es querido y lo amamos. En otras palabras, el
amor arruina la línea.
Por otra parte y por mucho que nos asuste, el Juicio Divino actúa de la
misma manera. Los Sabios afirmaron que en sí mismo “el juicio atraviesa la
montaña” (Yevamot 92a). Porque las fuerzas de justicia son poderosas e
inmovibles, perforando montañas en una línea sin desviaciones comparable a la
de una flecha. El Din nos da lo que merecemos y nada más.
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y le hacen difícil que sea piadoso. Y tiene esposa e hijos inocentes que deben
ser tomados en cuenta. Ahora bien, podría ser que tales factores no absolverán a
Reuvén de ser castigado, pero gracias al gran Rajamim de Hashem, esos factores
serán tomados en consideración en la evaluación divina, lo que le brindará un
veredicto más leve que el que ordenaría el puro Din.
Sin embargo, el Jésed del ser humano difiere del Jésed del Todopoderoso.
Puesto que como ya explicamos, Su Jésed abarca todo, otorgándose tanto a los
malvados como a los justos. Y Dios sí puede hacer eso, pero nosotros no. Es por
esta razón que nuestro Jésed debe estar definido por la Halajá. Por ejemplo, es
una gran cosa proveer a otros con alimentos, pero estrictamente hablando no
deberíamos proporcionar alimentación a alguien que no recitará una bendición
antes de comer (véase Shulján Aruj, Óraj Jayim 169:2).
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miles de años, debido a que efectivamente “tener misericordia del malvado es
crueldad”.
Dar doble
Nosotros los seres humanos no podemos ser indiscriminados con nuestra
generosidad. Por ejemplo, no podemos decir que creemos en ayudar a todo
mundo, independientemente de cual sea su agenda de acción, diciendo por
supuesto que apoyamos Yeshivot, pero asimismo apoyamos academias religiosas
reformistas, Dios nos libre. Nuestro Jésed debe estar equilibrado con el sólido
discernimiento del juicio, con Din. Y cuando damos caridad, necesitamos
sopesar el destino de nuestros pesos: ¿cuánto daremos y a quién? Pues
ciertamente debemos aprender a dar apropiadamente, no sólo satisfaciendo
nuestros impulsos emocionales.
Es interesante notar que cuando la Torá habla de caridad, siempre usa una
expresión doble. Por ejemplo, nos dice natón titén lo, “Debes dar y darle a él”
(Devarim 15:10), y patóaj tiftaj et yadeja leajija haanieja uleevioneja “Abre tu
mano a tu hermano y ábrela de nuevo, a tu pobre y a tu menesteroso” (Devarim
15:11). Existen muchas explicaciones de esta terminología especial. Una
historia de la vida de Rav Menajem Méndel de Riminov, uno de los tempranos
líderes jasídicos, ilustra este aspecto.
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habido un error y ahora sería remediado. Pero en vez de solicitar la devolución
de su dinero, ¡el Rebe le dio otro donativo!
Ello se debe a que las mitzvot no pueden ser meramente emocionales, por la
razón de que nuestras emociones pueden estar mal encaminadas. Y es por ello
que el verdadero Jésed es el ejercitado y dirigido por la Halajá, la cuidadosa
síntesis de Jésed y Din que conjuntamente crea el Rajamim.
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apoyando a los malos al igual que a los piadosos? ¿Por qué nuestro Jésed debe
estar restringido, a diferencia del de Él?
Por lo que vemos que en ocasiones Hashem actúa con puro Jésed, y a veces
con puro Din, y en ciertos momentos con Rajamim, la síntesis de las dos. En
ciertos casos opta por dejar pasar grandes transgresiones y tratar a Sus hijos con
misericordia inmerecida. Pues podrían haber pecado tan terriblemente que
juzgado ello a partir de Din estricto, habrían merecido destrucción total, Dios
nos libre. Aunque hay que decir que Hashem nunca destruirá del todo a Su
pueblo, siempre permitiendo que una parte sobreviva, y que sirva como semilla
de rejuvenecimiento.
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Pero sí podía solicitar un poco, y lo que hizo fue pedir la salvación para
Yavné y sus eruditos. Ese fue un acto de puro Jésed de parte del Todopoderoso.
Pues aunque Vespasiano sin duda ninguna no se dio cuenta de la importancia
de tal gesto, Hashem sabía que tal salvación aseguraría la continuidad de la
existencia de la Torá, y por ende de nuestro pueblo, a pesar de la devastación de
la Destrucción.
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