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por
Rab Yaakov Hillel
Rosh Yeshivat Ahavat Shalom
Parashat Kedoshim
Y serán santos
“Habla a toda la asamblea de los hijos de Israel y diles a ellos: ‘Serán santos,
pues Yo, Hashem, su D-os, soy santo’” (Vayikrá 19:2).
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santificado de Arriba; [si se santifica] en este mundo, será santificado en el mundo
venidero” (Yomá 39a).
Rav Jaim Vital explica este concepto (en Shaaré Kedushá, Capítulo 1): cada uno
de los 613 mandamientos de la Torá corresponde a cada uno de los órganos
principales o venas del cuerpo. Cada mitzvá hace un doble impacto: realiza su
rectificación específica en los mundos superiores y también atrae santidad de la raíz
espiritual de esa mitzvá al órgano o vena que corresponde a esa mitzvá.
Encontramos esta idea en la bendición que se recita antes de cumplir con una
mitzvá: “…que nos santificó con Sus mandamientos y nos ordenó acerca de [la
mitzvá que estamos a punto de cumplir]…”. El Zóhar enseña que cada mitzvá lleva
santidad al órgano utilizado para cumplir esa mitzvá, de modo tal que si uno
cumpliese con los 613 mandamientos, uno podría adquirir perfección espiritual
(Tikuné Zóhar, Tikún 18, página 37b y Tikún 31, página 76a).
De hecho, el Néfesh haJáim escribe que cuando nos disponemos a realizar una
mitzvá, esa disposición hace un impacto en los mundos superiores inclusive antes
de hacer la mitzvá, pues nos revestimos de un aura de luz que emana del mundo
espiritual relacionada con esa mitzvá. Esta luz nos rodea y nos ayuda a llevarla a
cabo (Néfesh haJáim, Shaar Alef, Capítulo 6).
El mandamiento de ser santos nos enseña que el propósito de todas las mitzvot
es santificarnos y esta debe ser nuestra intención al cumplirlas. Tal como lo dijimos
anteriormente, esta idea aparece en la bendición que recitamos antes de cumplir
cualquier mitzvá. No obstante, también debemos tener esa intención antes de
cumplir con algún mandamiento sobre el cual no recitamos tal bendición.
Nuestra tarea en el mundo es lograr el mayor nivel posible de santidad, para que
logremos tener el mérito de convertirnos en una Carroza de la Presencia Divina, tal
como lo aprendemos del versículo “Y me harán un Santuario y Yo moraré dentro de
ellos” (Shemot 25:8). La Torá no dice “Y Yo moraré en él”, refiriéndose al Santuario,
sino “Yo moraré entre ellos”, en el pueblo. El Todopoderoso hace morar Su
Presencia Divina en la gente mucho más que en cualquier edificio.
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Véase Percepciones a la Parashá a Sheminí, para una discusión más detallada de esta idea.
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Nuestros sabios enseñan que el mandamiento de construir el Santuario y sus
objetos aplica para todas las generaciones (Sanhedrín 16b). El Néfesh haJáim
explica que debemos aprender de la santidad del Santuario –que servía como
morada de Hashem en la tierra– para merecer que Hashem more entre nosotros,
inclusive cuando la estructura física del Santuario ya no exista.
Técnicamente permitido
Nuestros sabios nos enseñan cómo cumplir con el mandamiento de ser santos:
“Santifícate con lo que te está permitido” (Yebamot 20a). El Ramban explica que
esto significa abstenernos inclusive de lo que nos está técnicamente permitido para
lograr así distanciarnos del pecado.
Pero hay mucho más que eso. Las actividades mundanas diarias deben ser
elevadas al servicio de Hashem. Estos placeres permitidos son la base de la
santidad. La Torá tiene mandamientos positivos (obligaciones) y mandamientos
negativos (prohibiciones). El mandamiento de ser santos se aplica a una tercera
área, la de reshut, actividades opcionales, que serían lo que podríamos denominar
las “áreas grises” de la vida. Son actividades y conductas permitidas, como
casarnos, trabajar para ganarnos la vida y comer carne y vino. Esto no implica que
nosotros como judíos debamos dedicar nuestra vida a ser indulgentes con los
placeres del matrimonio, del dinero o de las exquisitas comidas. Podemos
dedicarnos a estos placeres permitidos o podemos santificarnos a través del auto
control y transformar así el mal en bien y la impureza en pureza. Saber elegir bien
entre estas opciones es la base fundamental del servicio a Hashem.
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actividades mundanas con santidad y refrenar excesos permitidos no es fácil; de
hecho, puede ser el mayor reto de todos.
La santidad de lo permitido
Podemos aprender este concepto a partir del versículo “Cuando vayas a la
guerra contra tus enemigos…” (Debarim 21:10). Rashí explica que este versículo se
refiere a una miljémet reshut, que es una guerra discrecional que se entabló para
expandir territorio o cualquier otra razón similar (Rambam, Hiljot Melajim 5:1). Pese
a que la Torá no nos obliga a iniciar una miljémet reshut, sí lo permite.
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Estas actividades eran intrínsecamente sagradas, tenían una conexión obvia con la
santidad y el servicio a Hashem, con exigencias y restricciones claramente definidas.
Y allí, para su pesar, se dio cuenta que estaba a punto de iniciar una nueva vida,
pues prontamente tendría cuatro esposas y una familia numerosa, rodeado de
personas sin escrúpulos —entre ellos su mismo suegro Labán— que no tenían el
mínimo interés en la espiritualidad. Tendría que lidiar con la realidad mundana de
ganado, rebaños y esclavos, luchando para ganarse la vida. Tal como él lo vio, estas
actividades materiales amenazaban acabar con él, devorando sus logros espirituales
que tanto le costó adquirir. Por ello tuvo miedo que terminaría totalmente inmerso
en un mundo físico lleno de materialismo.
Niveles
Los mandamientos positivos y negativos tienen parámetros halájicos muy claros.
Rav Yosef Irgas formula una pregunta importante: ¿Cómo clasificamos y definimos
nuestra obligación de “ser santos”? ¿Qué debemos hacer y hasta dónde?
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crecemos en lo espiritual, más debemos crecer en santidad y separación de lo
material (Shomer Emunim, Segunda Introducción a la Segunda Discusión).
Ahora ya podemos entender por qué esta parashá está dirigida a toda la
asamblea de los hijos de Israel. El mandamiento de santificarnos no es sólo para las
personas santas, sino que es relevante para todo judío, independientemente de su
nivel. Nos acompaña a lo largo de nuestra vida en todo lo que hacemos, incluyendo
las actividades mundanas. No es una mitzvá que se hace una sola vez y ya la
cumplimos, sino que permanece con nosotros a medida que crecemos. “Y será
santo” se leía a toda la congregación porque es una obligación perenne para toda la
“asamblea de los hijos de Israel”.
Lo mismo aplica al dormir, tal como lo aprendemos de las enseñanzas del Arizal
(véanse las explicaciones a las intenciones que deben tenerse durante las
bendiciones “…que viste al desnudo” y “…que da fuerza al cansado”). Cuando se
hace con las intenciones correctas, el dormir es mucho más que una pausa entre
las actividades diarias: nos restaura y nos rejuvenece física y espiritualmente,
preparándonos así para un nuevo día de servicio Divino. El dormir también rectifica
al alma: la eleva durante la noche a los mundos superiores, donde es renovada y
rectificada, tal como lo aprendemos del versículo: “Son nuevas cada mañana;
grande es Tu fidelidad” (Ejá 3:23).
Pese a que parece una actividad totalmente física, inclusive las relaciones
maritales tienen un propósito muy elevado: traer almas puras al mundo y cumplir
con nuestra obligación halájica hacia nuestra esposa en los momentos indicados.
Tener relaciones maritales con santidad tiene un gran impacto espiritual en todos
los mundos superiores, atrayendo un gran influjo de bendición.
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Tal como vemos, son nuestros pensamientos e intenciones lo que transforman
los actos físicos mundanos en actos espirituales elevados. El Malbim ilustra este
concepto con una parábola muy acertada:
Una noche hubo tres bodas, con jupá y kidushín y cena en honor a los novios.
Una de ellas fue un acuerdo de negocios hecho por la promisoria situación
financiera de la novia. La segunda fue para legalizar la lujuria, debido a la
excepcional belleza de la novia. Sólo la tercera fue una verdadera boda judía que
unió al novio y a la novia con santidad con el propósito de construir un hogar
dedicado al servicio de Hashem. Cada detalle de esta última boda fue una mitzvá; la
relación entre los novios sería sagrada, dedicada al cumplimiento del mandamiento
del Todopoderoso de traer niños al mundo con cada aspecto de su hogar
enriquecido por la santidad de la Torá y las mitzvot (Artzot haShalom).
Depende de nosotros: podemos ser animales que caminan en dos patas, D-os
no lo quiera, o podemos elevar todos los actos mundanos al nivel de mitzvot,
logrando elevados niveles de santidad. Esta es la mitzvá de “Y serás santo”.
Dicha espiritual
La santidad lograda a través de las mitzvot es una fuente de dicha y satisfacción
espiritual. Tal como los sabios lo dicen: “Un momento de arrepentimiento y buenas
obras en este mundo es mejor que toda la vida del mundo venidero” (Pirké Abot
4:17).
Una persona que logra esta santidad al servir a Hashem en el área de las
actividades discrecionales merece un nivel extremadamente alto de placer espiritual.
Uno sólo puede apreciar la luz cuando abandona la oscuridad (Zóhar, Tetzavé,
página 184a). Vencer la oscuridad de los deseos materiales produce una luz
espiritual de brillo incomparable.
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El rey David dijo: “Y para mí, la cercanía a D-os es buena” (Tehilim 73:28). En
vez de buscar los dudosos placeres de las delicias mundanas, debemos buscar el
éxtasis de la cercanía a D-os, el cual se consigue a través de la santidad de las
mitzvot. Este placer no sólo está permitido, sino que en verdad es una gran mitzvá,
tal como lo aprendemos del versículo: “Porque no serviste a Hashem tu D-os con
alegría y con un buen corazón, cuando tenías todo en abundancia” (Debarim
28:47). “Todo en abundancia” es la santidad que surge de servir a Hashem. Cuando
la logramos, merecemos unirnos a Él, el cual es un privilegio y una fuente de éxtasis
espiritual que sólo nuestro pueblo posee.