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Percepciones a la Parashá

por
Rab Yaakov Hillel
Rosh Yeshivat Ahavat Shalom

Parashat Kedoshim

Las áreas grises

Y serán santos
“Habla a toda la asamblea de los hijos de Israel y diles a ellos: ‘Serán santos,
pues Yo, Hashem, su D-os, soy santo’” (Vayikrá 19:2).

La manera en la cual está redactado el versículo es extraño: Moshé normalmente


transmitía las instrucciones Divinas al pueblo con las palabras “Habla a los hijos de
Israel”. ¿Por qué en este versículo se le ordenó a Moshé dirigirse a “toda la asamblea
de los hijos de Israel”?

Los sabios explican que fue debido a la importancia especial de la parashá de


Kedoshim que contiene numerosos mandamientos (Vayikrá Rabá 24:5). Además,
esta parashá empieza con la mitzvá de santificarnos y ser santos, la cual es un
mandamiento que se relaciona con muchos otros. El propósito de todos los
mandamientos es adquirir la santidad que uno recibe al cumplirlos y de esa manera
el pueblo judío se une a Hashem. Nuestros sabios nos enseñan que el
Todopoderoso unió al pueblo de Israel a Él mismo, metafóricamente hablando, pero
para poder merecer esta unión, necesitamos santificarnos con Su santidad
(Tanjumá, Kedoshim 5).

Tratemos de entender más sobre este mandamiento de “Serán santos…”, para


que podamos cumplirlo mejor.

La santidad de las mitzvot


Nuestros sabios enseñan: “‘Deberán santificarse y serán santos’ (Vayikrá 11:44).
Si uno se santifica un poco, se le santifica enormemente; [si se santifica] abajo, será

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santificado de Arriba; [si se santifica] en este mundo, será santificado en el mundo
venidero” (Yomá 39a).

Rav Jaim Vital explica este concepto (en Shaaré Kedushá, Capítulo 1): cada uno
de los 613 mandamientos de la Torá corresponde a cada uno de los órganos
principales o venas del cuerpo. Cada mitzvá hace un doble impacto: realiza su
rectificación específica en los mundos superiores y también atrae santidad de la raíz
espiritual de esa mitzvá al órgano o vena que corresponde a esa mitzvá.
Encontramos esta idea en la bendición que se recita antes de cumplir con una
mitzvá: “…que nos santificó con Sus mandamientos y nos ordenó acerca de [la
mitzvá que estamos a punto de cumplir]…”. El Zóhar enseña que cada mitzvá lleva
santidad al órgano utilizado para cumplir esa mitzvá, de modo tal que si uno
cumpliese con los 613 mandamientos, uno podría adquirir perfección espiritual
(Tikuné Zóhar, Tikún 18, página 37b y Tikún 31, página 76a).

De hecho, el Néfesh haJáim escribe que cuando nos disponemos a realizar una
mitzvá, esa disposición hace un impacto en los mundos superiores inclusive antes
de hacer la mitzvá, pues nos revestimos de un aura de luz que emana del mundo
espiritual relacionada con esa mitzvá. Esta luz nos rodea y nos ayuda a llevarla a
cabo (Néfesh haJáim, Shaar Alef, Capítulo 6).

Nuestros sabios enseñan que el Todopoderoso otorga bendición y recompensa


en gran medida y generosamente. Es por esto que la Torá dice: “Y serás santo”. Si
hacemos un intento inicial de santificarnos a nosotros mismos, efectivamente
llegaremos a “ser santos”, pues seremos recompensados con una gran santidad del
Cielo. Hashem nos concede generosamente santidad en este mundo, para que
podamos adquirir santidad incluso estando en este mundo inferior.1

El mandamiento de ser santos nos enseña que el propósito de todas las mitzvot
es santificarnos y esta debe ser nuestra intención al cumplirlas. Tal como lo dijimos
anteriormente, esta idea aparece en la bendición que recitamos antes de cumplir
cualquier mitzvá. No obstante, también debemos tener esa intención antes de
cumplir con algún mandamiento sobre el cual no recitamos tal bendición.

Nuestra tarea en el mundo es lograr el mayor nivel posible de santidad, para que
logremos tener el mérito de convertirnos en una Carroza de la Presencia Divina, tal
como lo aprendemos del versículo “Y me harán un Santuario y Yo moraré dentro de
ellos” (Shemot 25:8). La Torá no dice “Y Yo moraré en él”, refiriéndose al Santuario,
sino “Yo moraré entre ellos”, en el pueblo. El Todopoderoso hace morar Su
Presencia Divina en la gente mucho más que en cualquier edificio.

1
Véase Percepciones a la Parashá a Sheminí, para una discusión más detallada de esta idea.

2
Nuestros sabios enseñan que el mandamiento de construir el Santuario y sus
objetos aplica para todas las generaciones (Sanhedrín 16b). El Néfesh haJáim
explica que debemos aprender de la santidad del Santuario –que servía como
morada de Hashem en la tierra– para merecer que Hashem more entre nosotros,
inclusive cuando la estructura física del Santuario ya no exista.

A esta conexión entre el ser humano y su Creador se refiere el midrash citado


anteriormente que señala que Hashem se unió al pueblo judío.

Técnicamente permitido
Nuestros sabios nos enseñan cómo cumplir con el mandamiento de ser santos:
“Santifícate con lo que te está permitido” (Yebamot 20a). El Ramban explica que
esto significa abstenernos inclusive de lo que nos está técnicamente permitido para
lograr así distanciarnos del pecado.

Pero hay mucho más que eso. Las actividades mundanas diarias deben ser
elevadas al servicio de Hashem. Estos placeres permitidos son la base de la
santidad. La Torá tiene mandamientos positivos (obligaciones) y mandamientos
negativos (prohibiciones). El mandamiento de ser santos se aplica a una tercera
área, la de reshut, actividades opcionales, que serían lo que podríamos denominar
las “áreas grises” de la vida. Son actividades y conductas permitidas, como
casarnos, trabajar para ganarnos la vida y comer carne y vino. Esto no implica que
nosotros como judíos debamos dedicar nuestra vida a ser indulgentes con los
placeres del matrimonio, del dinero o de las exquisitas comidas. Podemos
dedicarnos a estos placeres permitidos o podemos santificarnos a través del auto
control y transformar así el mal en bien y la impureza en pureza. Saber elegir bien
entre estas opciones es la base fundamental del servicio a Hashem.

Otras religiones no le confieren significado religioso a las actividades opcionales:


uno puede ser totalmente religioso aun estando totalmente sumergido en los
gratificantes placeres permitidos. Como judíos, tenemos estándares más altos. Se
nos ordena ser santos y santificarnos inclusive en aquellas actividades que son
legalmente permitidas y al hacerlo hacemos una mitzvá y logramos un elevado nivel
de servicio a Hashem.

En su comentario al versículo “Y serán santos”, el Ramban escribe que uno


puede ser un “degenerado con el permiso de la Torá”. Esta impactante frase
describe a alguien que permanece completamente dentro de los límites de la ley de
la Torá, pero que vive como un animal al perderse en la búsqueda de sus placeres,
teniendo cuidado de no traspasar los límites de lo permitido y prohibido. Efectuar

3
actividades mundanas con santidad y refrenar excesos permitidos no es fácil; de
hecho, puede ser el mayor reto de todos.

Cuando cumplimos una mitzvá somos conscientes que estamos dedicados a


una actividad religiosa y nos comportamos correspondientemente. Por ejemplo,
cuando rezamos con talit y tefilín, tenemos claro que lo hacemos porque es una
mitzvá que nos proporciona santidad, pues hablando realistamente, nadie se
pondría un manto y filacterias. Al estar claro que estamos haciendo un acto
religioso, nos es más fácil rechazar un apetitoso platillo de cerdo con frijoles que un
igualmente apetitoso platillo kasher leMehadrin, aunque sea en un momento que
no tengamos puesto el talit o los tefilín. Las obligaciones claras son más fáciles de
identificar como obligaciones religiosas. Por el otro lado, es muy difícil reconocer la
necesidad de servir al Todopoderoso en las áreas grises de las actividades
opcionales o discrecionales. Es por esta razón que la Torá nos dice: “‘Y serás santo’:
santifícate con lo que te está permitido”.

La santidad de lo permitido
Podemos aprender este concepto a partir del versículo “Cuando vayas a la
guerra contra tus enemigos…” (Debarim 21:10). Rashí explica que este versículo se
refiere a una miljémet reshut, que es una guerra discrecional que se entabló para
expandir territorio o cualquier otra razón similar (Rambam, Hiljot Melajim 5:1). Pese
a que la Torá no nos obliga a iniciar una miljémet reshut, sí lo permite.

El Arizal (en Shaar haPesukim) y el comentario del Or haJáim explican este


versículo a un nivel más profundo aplicándolo a otro tipo de “guerra discrecional”.
Nuestra miljémet reshut es la guerra por la conquista de las áreas grises, aquellas
que no están claramente definidas como prohibidas u obligatorias. La lucha es feroz
porque es extremadamente difícil conservar la conciencia de la santidad mientras
llevamos a cabo actos mundanos que todos los seres vivos llevamos a cabo,
incluyendo las demás naciones o los animales. Todos comemos, dormimos y nos
reproducimos. ¿Acaso esto es santidad? La Torá nos instruye a ir “a la guerra contra
tus enemigos”, combatiendo contra nuestra inclinación al mal en esas áreas
permitidas, en las cuales no necesariamente reconocemos la necesidad de
santificarnos. Para decirlo con las palabras de los sabios: “El hombre siempre debe
incitar su inclinación al bien en contra de su inclinación al mal” (Berajot 5a), listo
para la batalla.

Esta idea aparece también en el sueño profético de nuestro patriarca Yaakov de


“una escalera colocada en la tierra cuya cabeza llega al Cielo” (Bereshit 28:12).
Yaakov había pasado catorce años en la yeshivá de Shem y Éber, dedicado
completamente al estudio incesante de la Torá e intensas actividades espirituales.

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Estas actividades eran intrínsecamente sagradas, tenían una conexión obvia con la
santidad y el servicio a Hashem, con exigencias y restricciones claramente definidas.
Y allí, para su pesar, se dio cuenta que estaba a punto de iniciar una nueva vida,
pues prontamente tendría cuatro esposas y una familia numerosa, rodeado de
personas sin escrúpulos —entre ellos su mismo suegro Labán— que no tenían el
mínimo interés en la espiritualidad. Tendría que lidiar con la realidad mundana de
ganado, rebaños y esclavos, luchando para ganarse la vida. Tal como él lo vio, estas
actividades materiales amenazaban acabar con él, devorando sus logros espirituales
que tanto le costó adquirir. Por ello tuvo miedo que terminaría totalmente inmerso
en un mundo físico lleno de materialismo.

Para atender sus preocupaciones, Hashem le mostró la visión de la escalera


como una metáfora de la vida de santidad de un judío en este mundo. Desde una
perspectiva materialista, el ser humano está hecho del “polvo de la tierra” (Bereshit
2:7) con sus pies firmemente puestos sobre la tierra, pero también tiene un alma
Divina a grado tal que “su cabeza llega al cielo”: puede santificar lo material y
elevarlo al nivel de lo espiritual al dedicar los asuntos mundanos al servicio de
Hashem. Yaakov comería y bebería, formaría una familia y trabajaría para ganarse la
vida, como cualquier otra persona, pero con la diferencia que Yaakov haría todo
acorde a los dictados de la halajá y en aras del Cielo. Cuando se despertó del
sueño, dijo: “Efectivamente D-os está en este sitio y yo no lo sabía” (Bereshit 28:16).
Esta visión le mostró algo que antes no había notado: Hashem es una presencia
constante inclusive en el mundo material. El ser humano puede elevar los asuntos
mundanos a lo espiritual, sirviendo a Hashem en su rutina diaria tanto como si
estuviese dedicado a la Torá y a las mitzvot.

Niveles
Los mandamientos positivos y negativos tienen parámetros halájicos muy claros.
Rav Yosef Irgas formula una pregunta importante: ¿Cómo clasificamos y definimos
nuestra obligación de “ser santos”? ¿Qué debemos hacer y hasta dónde?

Él escribe que no hay una sola respuesta. La santificación de lo físico al


separarnos de lo superfluo de los placeres materiales tiene muchos niveles y es un
tema muy personal dependiendo del nivel espiritual de la persona. Lo que es
correcto para una persona no necesariamente lo es para otra. Esto es así porque la
vida implica crecimiento: idealmente deberíamos progresar y desarrollarnos
espiritualmente todo el tiempo que vivimos. A medida que avanzamos en lo
espiritual, debemos avanzar también en nuestro nivel de separación de los placeres
permitidos. Así como no hay un límite al crecimiento espiritual que una persona
puede lograr, tampoco hay límite a la santificación y separación. Mientras más

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crecemos en lo espiritual, más debemos crecer en santidad y separación de lo
material (Shomer Emunim, Segunda Introducción a la Segunda Discusión).

Ahora ya podemos entender por qué esta parashá está dirigida a toda la
asamblea de los hijos de Israel. El mandamiento de santificarnos no es sólo para las
personas santas, sino que es relevante para todo judío, independientemente de su
nivel. Nos acompaña a lo largo de nuestra vida en todo lo que hacemos, incluyendo
las actividades mundanas. No es una mitzvá que se hace una sola vez y ya la
cumplimos, sino que permanece con nosotros a medida que crecemos. “Y será
santo” se leía a toda la congregación porque es una obligación perenne para toda la
“asamblea de los hijos de Israel”.

Definido por las intenciones


El ser humano y los animales tienen mucho en común: comen, duermen y se
reproducen. Aparentemente, “La ventaja del hombre sobre la bestia es nula”
(Kohélet 3:19). ¿Qué es lo que hace superior al ser humano del animal?

La superioridad radica en los pensamientos y en las intenciones que tiene al


actuar. Si come para estar saludable y fuerte para servir al Creador y es cuidadoso
en comer sólo alimentos kasher con sus respectivas bendiciones antes y después de
ingerirlos, el acto de comer se permea de gran santidad. Según las fuentes
cabalísticas que hablan de las intenciones, cada aspecto de la alimentación posee
gran profundidad.

Lo mismo aplica al dormir, tal como lo aprendemos de las enseñanzas del Arizal
(véanse las explicaciones a las intenciones que deben tenerse durante las
bendiciones “…que viste al desnudo” y “…que da fuerza al cansado”). Cuando se
hace con las intenciones correctas, el dormir es mucho más que una pausa entre
las actividades diarias: nos restaura y nos rejuvenece física y espiritualmente,
preparándonos así para un nuevo día de servicio Divino. El dormir también rectifica
al alma: la eleva durante la noche a los mundos superiores, donde es renovada y
rectificada, tal como lo aprendemos del versículo: “Son nuevas cada mañana;
grande es Tu fidelidad” (Ejá 3:23).

Pese a que parece una actividad totalmente física, inclusive las relaciones
maritales tienen un propósito muy elevado: traer almas puras al mundo y cumplir
con nuestra obligación halájica hacia nuestra esposa en los momentos indicados.
Tener relaciones maritales con santidad tiene un gran impacto espiritual en todos
los mundos superiores, atrayendo un gran influjo de bendición.

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Tal como vemos, son nuestros pensamientos e intenciones lo que transforman
los actos físicos mundanos en actos espirituales elevados. El Malbim ilustra este
concepto con una parábola muy acertada:

Una noche hubo tres bodas, con jupá y kidushín y cena en honor a los novios.
Una de ellas fue un acuerdo de negocios hecho por la promisoria situación
financiera de la novia. La segunda fue para legalizar la lujuria, debido a la
excepcional belleza de la novia. Sólo la tercera fue una verdadera boda judía que
unió al novio y a la novia con santidad con el propósito de construir un hogar
dedicado al servicio de Hashem. Cada detalle de esta última boda fue una mitzvá; la
relación entre los novios sería sagrada, dedicada al cumplimiento del mandamiento
del Todopoderoso de traer niños al mundo con cada aspecto de su hogar
enriquecido por la santidad de la Torá y las mitzvot (Artzot haShalom).

Depende de nosotros: podemos ser animales que caminan en dos patas, D-os
no lo quiera, o podemos elevar todos los actos mundanos al nivel de mitzvot,
logrando elevados niveles de santidad. Esta es la mitzvá de “Y serás santo”.

Dicha espiritual
La santidad lograda a través de las mitzvot es una fuente de dicha y satisfacción
espiritual. Tal como los sabios lo dicen: “Un momento de arrepentimiento y buenas
obras en este mundo es mejor que toda la vida del mundo venidero” (Pirké Abot
4:17).

Una persona que logra esta santidad al servir a Hashem en el área de las
actividades discrecionales merece un nivel extremadamente alto de placer espiritual.
Uno sólo puede apreciar la luz cuando abandona la oscuridad (Zóhar, Tetzavé,
página 184a). Vencer la oscuridad de los deseos materiales produce una luz
espiritual de brillo incomparable.

Este es quizás el significado de la frase de los sabios “Santifícate con lo que te


está permitido”. Aunque el mandamiento de ser santos nos separa de los placeres
materiales, el disfrute espiritual que surge de esforzarse en la Torá y las mitzvot sí se
permite, pues es un placer santificado y puro. Podemos interpretar la enseñanza de
los sabios que “Una persona que disfruta la labor de sus manos es más grande que
una persona que teme al Cielo” (Berajot 8a) acorde a este principio. En este
contexto, “Una persona que disfruta la labor de sus manos” se refiere al placer
espiritual de esforzarse en la Torá y en las mitzvot; “…una persona que teme al
Cielo” es la persona excepcionalmente piadosa que teme que este placer le restará
del elemento de cumplir las mitzvot estrictamente en aras del Cielo, sin ganar nada
a cambio (véase la Introducción al Iglé Tal).

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El rey David dijo: “Y para mí, la cercanía a D-os es buena” (Tehilim 73:28). En
vez de buscar los dudosos placeres de las delicias mundanas, debemos buscar el
éxtasis de la cercanía a D-os, el cual se consigue a través de la santidad de las
mitzvot. Este placer no sólo está permitido, sino que en verdad es una gran mitzvá,
tal como lo aprendemos del versículo: “Porque no serviste a Hashem tu D-os con
alegría y con un buen corazón, cuando tenías todo en abundancia” (Debarim
28:47). “Todo en abundancia” es la santidad que surge de servir a Hashem. Cuando
la logramos, merecemos unirnos a Él, el cual es un privilegio y una fuente de éxtasis
espiritual que sólo nuestro pueblo posee.

Podemos ser santos. Podemos servir a Hashem al elevar nuestras actividades


materiales al placer espiritual y, al hacerlo, nos acercamos a Él. La Torá nos dice: “Y
ustedes que se adhieren a Hashem su D-os están todos vivos hoy” (Debarim 4:4). Si
nos adherimos a Hashem, merecemos felicidad en nuestra vida en este mundo y
una dichosa vida eterna en el mundo venidero.

Este ensayo contiene dibré Torá.


Por favor trátelo con el debido respeto.

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