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Resumen de la parashá: Yitró sacerdote de Madián, suegro de Moshé, oye lo que Hashem ha
hecho a Egipto y viene a Moshé con su mujer y sus dos hijos. Moshé lo recibe y narra las bondades de
Hashem a Israel; Yitró pronuncia bendiciones a Hashem y ofrece sacrificios al Eterno. Yitró aconseja a
Moshé que no cargue con todos los asuntos del Pueblo, sino delegarlo a líderes de 10, 50, 100 y 1000.
Moshé oye la voz de Yitró y hace como le dice. Los hijos de Israel llegan al desierto del Sinaí en el tercer
mes. Hashem ofrece a Israel un pacto según el cual, si la nación obedece Su voz, ellos serán un pueblo
de reyes y sacerdotes y tendrán una relación especial con Hashem. El Eterno es rey de toda la tierra y
todos los pueblos son queridos por él; sin embargo ofrece a Israel ser su especial tesoro y tener una
relación cercana e intima. Moshé refiere las palabras al pueblo quien acepta todas las cosas. El Eterno
vendrá a Moshé en una revelación nacional a la vista de todo el pueblo con el fin de que crean a Moshé
para siempre. Moshé santifica al pueblo al tercer día. Hashem aparece con truenos y con sonido de
shofar en el monte y pronuncia las “diez palabras” (conocidas como “Diez mandamientos”). El pueblo
teme a Hashem y pide a Moshé ser mediador entre el Eterno y ellos. El Eterno instruye sobre leyes de
Idolatría y sobre el altar.
Introducción a la Torá
La parashá Yitró es una de las más fundamentales para entender la naturaleza de la Torá y para
poder comprender los conceptos básicos de la misma. En esta ocasión quisiera detenerme por unos
minutos y ofrecer un estudio introductorio de la Torá, sus características, su intención en el plan de
Hashem, los malentendidos surgidos a lo largo de la historia en torno a ella, y cómo podemos explicar
fácilmente aspectos que han sido oscurecidos por erudición deficiente en el tema. Con la ayuda del
Eterno, haremos un resumen que pretende enseñar los aspectos básicos de la Torá a quienes no los
manejan, y al mismo tiempo, no aburrir a los que han avanzado un poco, introduciendo información
novedosa.
Es bueno aclarar que a partir de aquí, entenderemos “Torá” como el cuerpo de leyes dadas al
pueblo de Israel por mano de Moshé. Sabemos que la Torá es más que legislación, pues casi todo el
libro de Bereshit (Génesis) es narrativo, y grandes partes de los demás libros de la Torá contienen
narraciones en lugar de mandatos. De aquí en adelante, cuando hablemos de la Torá, estaremos
haciendo alusión al conjunto de leyes que Hashem dio al pueblo judío por medio de Moshé.
¡Empecemos nuestro viaje para comprender la Torá!
Comúnmente la gente habla de la Torá con su nombre más común: “La ley de Moisés”. Si bien es
cierto, el concepto puede tener sentido, desde la perspectiva etimológica, Torá no es precisamente
una “ley”. La palabra “Torá” significa “instrucción”. Otras palabras en hebreo pueden significar “ley”
como “mishpat” o “jok”.
De hecho, la palabra “Torá” viene de la raíz “yará” que significa “apuntar” o “disparar” y está
relacionada con “apuntar a algo para dar en el blanco”. Por otro lado, la palabra para pecado que se
hace sin intención (en hebreo “jatá” o “jet”) significa “Errar al blanco”. De ahí que en la Biblia, lo
contrario a la Torá es el pecado, puesto que la Torá nos enseña en cómo dar en el blanco y el pecado
es fallar al blanco.
A partir de aquí, la perspectiva de la Torá sufre un pequeño cambio pues ¿A quién no le gusta ser
instruido? ¿Quién quisiera “errar al blanco” esto es pecar, siendo una persona espiritual? Leemos que
en los registros apostólicos se nos dice:
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la Torá; pues el pecado es infracción de
la Torá.” (1 Yojanán [Juan] 3:4)
Cualquiera que transgrede un mandamiento que aplica a él (No todos los mandamientos de la Torá
aplican a toda la humanidad. En la Torá hay mandamientos para toda la humanidad, mandamientos
obligatorios únicamente al judío, mandamientos para el rey, levitas, sacerdotes, etc.) comete pecado,
pues el pecado es la transgresión de la ley. Si no queremos “pecar”, lo que debemos hacer es guardar
los mandamientos pues no son gravosos, tal como se nos dice:
“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no
son gravosos.” (1 Yojanán [Juan] 5:3)
¿Qué hombre nacido de nuevo no está llamado a vivir una vida sin pecado? ¿Qué hijo del Eterno
rechazaría como rebelde ser instruido? ¿Cómo podríamos obviar los mandamientos de la Torá siendo
esto un pecado? ¿Cómo podemos decir que sus mandamientos son una carga gravosa si la Escritura
dice que no?
Hasta este momento hemos aprendido lo que es Torá y su significado etimológico. Ahora veremos
cuál es el propósito de la Torá en su contexto histórico y a lo largo de la escritura en torno a la
santificación de los hijos del Eterno.
“Deja ir a mi pueblo para que me sirva” era la repetida frase de Moisés al faraón hablando en
nombre de Hashem. La libertad de Egipto no era un fin en sí mismo; sino el inicio de una relación con
el Eterno. La libertad de Egipto era un prerrequisito para poder servir al Eterno.
Siempre ha sido digno notar que El Eterno no dio la Torá en Egipto y dijo al pueblo algo como:
“Guarden estos mandatos para ser merecedores de que los saque de Egipto.” Lo contrario sucedió: no
fue hasta después de la salida de Egipto que Hashem dio la Torá al pueblo judío. El no dio la Torá al
pueblo judío como requisito para la libertad de Egipto, sino como consecuencia de haber salido de
Egipto. Por así decirlo, el Eterno no dio la Torá para salir de Egipto; sino porque YA HABIAN salido de
Egipto.
De esta manera, la Torá es el conjunto de reglas o normas dadas por Hashem para servirle con
amor y obediencia de pacto. El dio esta serie de legislaciones a Israel, revelando su voluntad y más de
su carácter, para que se acercaran a él, bajo sus parámetros y para servirle con un corazón gozoso.
Esto es exactamente lo mismo que sucede con nuestra salvación personal.
Aquí quisiera añadir lo escrito en nuestro estudio “¿Debe un creyente en Yeshúa guardar
mandamientos de la Torá?” donde se dice:
“Primero vino la salvación, luego cuando el pueblo era ya libre de Egipto, Hashem dio la Torá
para que Israel viviese justa y piadosamente delante de él. Esto es exactamente el plan del
Eterno para todo creyente en el Cordero de Elohim que quita el pecado del mundo: Primero
somos salvos de la pena y del poder del pecado por la sangre de Yeshúa, y luego debemos
vivir rectamente delante de él según las mitsvot (mandamientos) de la Torá. Salvos por gracia
y santificados en los mandamientos de la Torá.
Incluso Shaúl de Tarso exhibió dicho orden cuando expresó: “Porque la gracia de Dios se ha
manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la
impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
(Tito 2:11) ¿Que viene primero? La salvación por gracia ¿Y después? La santificación en la
Torá, donde están los mandamientos para vivir sobria, justa y piadosamente.
Este orden puede ser apreciado en las fiestas de peregrinaje que el Eterno dio a su pueblo. La
primera era Pesaj (Pascua), la segunda era Shavuot (Pentecostés) y la ultima Sukot
(Tabernáculos). La primera fiesta era un recordatorio de la salvación de Egipto por medio del
cordero pascual, la segunda es recuerdo de la entrega de la Torá pues cae en la época en que
la Torá fue dada. La última, recuerda que los hijos de Israel vivieron en tabernáculos en el
desierto y anuncia nuestro futuro tabernáculo en la resurrección. El proceso de redención
sigue ese mismo orden: Salvación (Pesaj), Santificación (Shavuot) y resurrección (Sukot).”
(http://www.mikdashmeat.com/archivos/continuidad%20de%20la%20torah/debe%20un%20c
reyente%20guardar%20los%20mandamientos.html)
En otras palabras: La salvación no es el fin del proceso de redención, después de ser salvos,
Hashem espera que vivamos rectamente delante de él, andando en sus mandamientos para vivir
piadosamente en este mundo. Dada la regeneración hecha por el Espíritu del Eterno en cada creyente,
la obediencia es el resultado (no el requisito) necesario y esperado.
Uno de los propósitos de la Torá era, es y será proveer de una guía de santidad objetiva, para
obedecer a Dios, y demostrar nuestro amor a él apropiadamente. Esto no como requisito para
salvación; sino precisamente porque hemos sido salvados.
Por así decirlo, la Torá no es el requisito para tener arco y estar en el ejército de Hashem (ser su
hijo siendo libre del pecado); la Torá es la guía de cómo, los que ya tenemos el arco, debemos apuntar
para dar en el blanco.
Alguno a esta altura podría preguntarse: “¿Pero acaso no dice Pablo que guardar la ley es
maldición?, ¿No es cierto que la Torá fue clavada en la cruz?”
Habiendo entendido el propósito de la Torá en torno a la santidad, pasaremos a clarificar ciertos
conceptos que han sido oscurecidos a lo largo de los siglos al interpretar los Escritos Apostólicos fuera
de su contexto judío del primer siglo.
Hemos visto como la Torá es la manera de apuntar al blanco en nuestro andar con Dios, hemos
visto que su principal propósito, es y era, servir como guía de santidad al revelar la voluntad del Eterno.
Hemos visto como la salvación es por gracia en Yeshúa HaMashíaj, al judío primeramente y también al
no judío, y como la Torá entra después como guía de obediencia al Eterno.
En la era mesiánica, los profetas describen como la Torá será enseñada por el Mesías a todo el
pueblo judío y como saldrá desde Tsión a todas las naciones. Nosotros, podemos desde hoy disfrutar
un presagio de eso y un anticipo y decir junto al salmista: “Abre mis ojos y contemplaré las maravillas
de tu Torá” (Salmo 119:18).
שבת שלום
¡Shabat Shalom!