Está en la página 1de 5

UNIVERSIDAD NACIONAL

AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA

ACTIVIDAD 3

52 - GÉNERO, FEMINISMOS Y DERECHOS


HUMANOS

JASMIN GÓMEZ JUNGHANS

GRUPO 9001

MTRA. CECILIA MONTES MEDINA


El movimiento feminista en México y su vínculo con la academia
(Reporte de lectura)

Este artículo aborda el cómo y el para qué sobre los estudios de la mujer en México,
así como la academización, institucionalización y burocratización del feminismo
contemporáneo. Para ello, da todo un contexto histórico de cómo se fue
desarrollando, década por década, el movimiento feminista, principalmente
centralizado en la Ciudad de México, y extendiéndose poco a poco al resto de
nuestro país.

Contextualiza el movimiento feminista en nuestro país desde sus inicios, en 1970, y


da el recuento histórico también de los años ochentas y noventas, para observar
cómo fue desarrollándose este movimiento, llegando a la academia con distintos
fines y abordado de distintas maneras.

En 1970, surge el movimiento feminista en México, caracterizándose esta etapa por


las acciones públicas espectaculares. El Movimiento de Liberación de la Mujer en la
Ciudad de México en 1975 apenas contaba con treinta participantes, suficientes
para crear una gran presencia.
Lo primordial de estos años fue el descubrimiento de “la condición de la mujer”,
creando la necesidad de comunicarle al mundo esta inferioridad social del que las
mujeres comenzaban a hacer consciencia: antes cada mujer pensaba que sus
problemas eran personales, pero al comunicarse entre ellas, descubrieron que la
subalternidad era de carácter social. Las mujeres que integraban el movimiento, por
lo general de clase media, normalmente no habían sufrido lo más brutal de la
opresión machista, pero existía casi una generalización en la experiencia del
hostigamiento sexual y diversas formas de discriminación.
Otra característica del movimiento de esta época fue el énfasis en el carácter
autónomo del movimiento frente a partidos políticos, sindicatos, otros grupos y
organizaciones, especialmente a los colectivos de varones. Únicamente las mujeres
podían ser parte del movimiento. También podemos mencionar que era un
movimiento que aún no estaba estructurado, ni contaba con declaraciones ni
principios. Era más bien una revuelta social improvisada.
El Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) fue el grupo más significativo, pues
tuvo un gran papel para sentar las bases de la nueva consciencia feminista en
México, así como tenía una gran presencia y compromiso con el movimiento.

En la década de los ochenta, el movimiento feminista se caracterizó por el


acercamiento de éste a otras clases sociales, como a las mujeres obreras y
campesinas. Se crea entonces un feminismo popular, dirigiendo su trabajo en
apoyar a mujeres víctimas de violación o maltrato y a las que necesitaban un aborto
clandestino, brindándoles información, asesoría legal, médica y psicológica. Aunque
la lucha por la despenalización del aborto junto con la Propuesta de Ley de
Maternidad Voluntaria parecía en el olvido, existieron avances en la legislación para
aumentar la contena a los violadores, no dejándoles salir libres bajo fianza, así
como las diputadas lograron que el hostigamiento sexual fuera considerado un
delito.

En la siguiente década, los noventa, no quedaba duda de la participación de la


mujer en la vida pública de México. Sin embargo, en esta época el feminismo se
institucionalizó plenamente en organismos gubernamentales, no gubernamentales e
instituciones académicas. En esta última instancia, el movimiento se legitima y
ocurre el fenómeno de la profesionalización del feminismo: mujeres que trabajan
para el feminismo y además viven de él.
La institucionalización del feminismo lleva consigo un proceso de burocratización,
donde se crea una élite de feministas que participan en donde se necesita la voz
feminista, como en la prensa o en conferencias, que cuentan con mujeres, que
muchas veces no saben nada de feminismo, intermediarias entre ellas (dirigentes) y
el resto del mundo. El movimiento se convirtió entonces en lo que se estaba en
contra en 1970: la existencia de dirigentes y jerarquías. Además, surgían decenas
de ONGs dirigidas al movimiento, así como asociaciones políticas.

En México surgen entonces los estudios de la mujer, recientemente llamados,


estudios de género. Nunca se les ha nombrado estudios feministas. La autora
marca una importancia fundamentalmente política en conservar la clasificación de
“estudios de la mujer”, pues nombrarles estudios de género vuelve a invisibilizar a
las mujeres detrás del concepto de género. Los estudios que hablan de la condición
de la mujer refiere a la opresión común de todas las mujeres, como de la condición
de las mujeres cuando se consideran las particularidades de cada una o de un
grupo de mujeres. Muchas veces se realizan investigaciones sobre las mujeres,
pero se dice que son de género. Pero es importante saber que mujer no es sinónimo
de género, así como “perspectiva de género” no es lo mismo que feminismo. El
“descubrimiento” de la categoría de género en el contexto de los estudios feministas
ha sido de gran ayuda para el desarrollo de la teoría, pero no por ello es necesario
cambiar los estudios de la mujer por estudios de género.

Las mujeres han gastado mucha energía en explicar por qué es necesario estudiar
algo que puede parecer “no importante”, y actualmente más o menos se ha logrado
explicar. Ahora, los estudios de la mujer se enfrentan a la problemática de cómo ser
abordados, la metodología de investigación así como la docencia.
En vínculo entre el movimiento feminista y los estudios se ha dado de dos maneras:
directa e indirectamente. De manera directa, porque las mujeres feministas fueron
figurando dichos estudios dentro de las universidades, intentando encontrar el
balance entre su militancia en el movimiento de liberación de la mujer y el trabajo
profesional. De forma indirecta, mediante la influencia de las ideas de las luchas
feministas en mujeres de la academia por la vía intelectual (aún sin participar en el
movimiento), que consideraron importante contemplar a las mujeres en las
investigaciones y la docencia.
La autora opina que, dada la naturaleza multidisciplinaria y transdisciplinaria de los
estudios de la mujer, estas enseñanzas deberían impartirse a nivel posgrado, como
una especialidad, cuando ya existe una preparación en una disciplina. Aún así,
considera igual de importante implementar materias que aborden los estudios de la
mujer a nivel licenciatura. Existe discusión respecto a cuál es la mejor planes de
integrar dichos estudios a los planes y programas universitarios, o si más bien quizá
debería conseguirse la autonomía de estos estudios.

La entrada del feminismo a la academia, en un principio, fue más que nada por vía
informal, y ha tenido dos grandes obstáculos: la debilidad teórico y el poco
compromiso político de las feministas en las universidades, así como la poca
apertura de las autoridades académicas y burocráticas para dejar entrar al
feminismo en las universidades. Actualmente, las universidades están llenas de
personas que consideran poco científico o de poca relevancia el estudiar a las
mujeres. Además, se han tenido que atender las exigencias institucionales para
competir en el mercado académico, y así realizar investigación de “alto nivel”.

Al introducir el feminismo a la academia, tuvo lugar entonces un proceso de


institucionalización y burocratización. Debe trabajarse bajo ciertos lineamientos de
una determinada administración y de las políticas educativas, así como surge la
burocracia en el interior de los propios programas, los cuales son constantemente
evaluados como a su vez, evalúan. Esto significa una pérdida de libertad y de
combatividad, el hacer a costa de los patrones impuestos por las propias
instituciones o por las financiadoras. La autora menciona que esto hace que “el
feminismo en la academia se entibie”. Y aunque es innegable que el feminismo en la
academia ayuda al proceso de concientización tanto en mujeres como en hombres
sobre la condición de la mujer, aún es un proceso lento con diversas problemáticas.

Pienso que el feminismo en la academia cuenta con una dualidad: victorias pero
también problemáticas para la lucha. Sin embargo, para mí es muy emocionante
poder tener una materia en el plan de estudios de la universidad dirigido al quehacer
feminista y a su trayectoria histórica en nuestro país. Aún con las limitaciones que
se nos presentan, considero un gran avance que pueda estarse hablando de
feminismo en las universidades, pues aunque el feminismo es para todos, pienso
que los jóvenes y adultos emergentes tienen una gran fuerza y peso en la vida
pública de México, así como tenemos mucha energía y avidez, perfecto para las
luchas sociales. Sembrar semillas en las conciencias jóvenes es una gran apuesta
en el movimiento, pues el feminismo puede adentrarse por diversas vías si tiene
mayor alcance y difusión.
Evidentemente tendremos que trabajar poco a poco cómo se construye el feminismo
en la academia, y observar qué hacer con las limitaciones que presenta su
institucionalización y burocratización. Sin embargo, como todo proceso existen
diversas etapas, y a mí forma de ver, vamos por buen camino.
Bibliografía
Bartra, E. (1999). El movimiento feminista en México y su vínculo con la academia.
Revista de Estudios de Género. La ventana, (10), 214-234.

También podría gustarte