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Unidad 1

Aspectos teóricos sobre los


estudios de género

Temario

I. Introducción
II. El aporte del movimiento feminista
III. Sexo, género e identidad de género
IV. Modelo hegemónico: patriarcado y androcentrismo
V. Formas de la discriminación ejercida sobre la mujer: estereotipos y
techo de cristal
VI. Marco Normativo
VII. Las ventajas de la participación de las mujeres
VIII. Actividad: resolución de casos
IX. Bibliografía
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Resumen

La Unidad 1 constituye una breve aproximación a los conceptos clave que


permiten comprender el contenido y alcance de los estudios de género. Una
síntesis de los conceptos de sexo, género, identidad de género, patriarcado
y androcentrismo constituye el punto de partida para el abordaje del
enfoque o perspectiva de género, entendido como una herramienta para la
construcción de una sociedad más justa y equitativa, en donde hombres y
mujeres tengan iguales oportunidades y derechos.

Asimismo, en el presente capítulo se reseñan las diferentes teorías dentro


del movimiento feminista y cómo las distintas ideas, críticas y discursos
hacia su interior fueron delineando las transformaciones sociales de los
últimos tiempos.

Se destacan, también, la construcción de estereotipos y las barreras


existentes en el mundo de las relaciones sociales (públicas y privadas) que
ubican a las mujeres y también a muchos hombres en condiciones de
subordinación de aquellos varones que expresan las características del
modelo hegemónico de dominación.

Por último, se forma y concientiza respecto de la relevancia de garantizar


una mayor participación de mujeres en todos los espacios de la vida social
en atención a su aporte diferencial y a la promoción de ideales y valores
democráticos. En este sentido, se reseñan las innovaciones normativas
vigentes en nuestro país que buscan alcanzar una mayor igualdad de trato
entre varones y mujeres y asegurar a éstas una vida libre de discriminación
y violencias.
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I. Introducción

Existe en la actualidad una destacada preocupación por las cuestiones de


género y en particular por los derechos de las mujeres. Es posible advertir
como la temática ha ganado espacio en las agendas de las instituciones
públicas, de la sociedad civil e incluso también en el mundo empresarial.
Suele creerse e incluso ponderarse que ello sólo tiene relación con la
situación en que se hallan las mujeres y por tanto, las políticas y decisiones
que se adopten en consecuencia, sólo producirán efectos en cuanto a éstas.
Pero, ¿esto es efectivamente así? La respuesta, tal como veremos a lo largo
de este programa es claramente negativa.

En efecto, pretender acortar el


análisis de nuestra realidad desde
una perspectiva de género sólo a
la situación en que se encuentran
las mujeres puede ser el producto,
por una lado de una segmentación
conceptual o bien, por otro, el
resultado de una decisión política
de encasillar y restar significado a
la cuestión, pues como también se
verá a continuación, una mirada de
género involucra una revisión de
las relaciones de poder.

Por el contrario, los estudios de género promueven la construcción de


situaciones y relaciones más equitativas en donde cada persona, hombre o
mujer, pueda ejercer sus derechos con plenitud y sin distinciones que los
socaven o tornen ilusorios. Suponen la puesta en evidencia y
desestructuración de prácticas y modelos de sometimiento y discriminación
que están profundamente arraigados en nuestra cultura y se nos presentan
ante nuestros ojos como “normales” o “naturales”. Desde una perspectiva
de género se proponen transformaciones en nuestros comportamientos
cotidianos, en las políticas colectivas, en nuestros modos de ser y pensar
para, en definitiva, convivir en una sociedad más libre e igualitaria.

Veamos a continuación qué involucra pensar y actuar desde una perspectiva


de género. Para ello será necesario en primer lugar, adentrarnos en las
definiciones de algunos conceptos clave que nos permitirán comprender el
alcance de este desafío.
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II. El aporte del movimiento feminista

Sin duda alguna el movimiento organizado de mujeres ha permitido a lo


largo de la historia un significativo avance en términos del reconocimiento
de derechos y mejora en la condiciones de vida de las mujeres. Cuando nos
referimos a éste según Owen M. Fiss (1992), hacemos mención al:

Conjunto de creencias e ideas que pertenecen al amplio


movimiento social y político que busca alcanzar una
mayor igualdad para las mujeres. El feminismo, como su
ideología dominante, da forma y dirección al
movimiento de las mujeres y, desde luego, es moldeado
por éste. Las mujeres buscan igualdad en todas las
esferas de la vida y utilizan una amplia gama de
estrategias para alcanzar este objetivo. (p.319).

En consecuencia, puede afirmarse que como tal, el feminismo no constituye


un todo homogéneo, sino que conviven en él un sinnúmero de posiciones
diferentes que confluyen en la idea de alcanzar mejoras en la calidad de
vida de las mujeres, aunque mediante caminos diferentes. Veamos a
continuación cómo las transformaciones dentro de este colectivo incidieron
en el contenido de los reclamos sociales por los derechos de las mujeres y
las cuestiones de género. E incluso, como el propio concepto de género fue
incorporado por las feministas.

La desigual posición en que se ubicó a la mujer en relación con los hombres


reconoce su origen hace miles de cientos de años. Tanto en el mundo
antiguo como en el moderno (en el marco de la sociedad occidental) es
posible advertir el plano subalterno en que se posicionó a las mujeres.
Incluso, tras los movimientos emancipatorios de fines del siglo XVIII, las
mujeres continuaron siendo víctimas del sojuzgamiento masculino. En
efecto, la Revolución Francesa plante como o jetivo central la
consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos,
pero pronto surgió la gran contradicción: las libertades, los derechos y la
igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones
liberales no beneficiaron a las mujeres.

un ue en la evoluci n las mujeres tomaron clara conciencia de colectivo


oprimido sta supuso una derrota para las mujeres. ncluso las ue
tuvieron relevancia en la participación política compartieron el mismo final:
la guillotina o el exilio. La República no estaba dispuesta a reconocerles otra
función que no fuera la de madres y esposas, no la de ciudadanas.
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Con posterioridad, el Código Civil napoleónico (1804) que recogió los


avances sociales de la revolución, negó a las mujeres los derechos civiles
reconocidos para los hombres e impuso leyes discriminatorias, tales como
definir al hogar ámbito exclusivo de las mujeres. e institu un derec o
civil homogéneo en el cual las mujeres eran consideradas menores de edad;
esto es, hijas o madres en poder de sus padres, esposos e incluso hijos. Se
fijaron delitos específicos como el adulterio o el aborto. Asimismo, la
institucionalización del currículo educativo también excluía a las mujeres de
los tramos educativos medios y superiores.

Recién hacia comienzos y mediados del siglo pasado y producto de la lucha


y la resistencia del movimiento feminista comenzaron a producirse
transformaciones que pusieron en evidencia la desigualdad consiguiendo
transformaciones paulatinas que mejoraron las condiciones de vida de las
mujeres y de muchas otras personas que se apartaban de las normas
imperantes.

En Estados Unidos, por ejemplo, las


mujeres lucharon por la
independencia de su país junto a
los hombres y posteriormente se
unieron a la causa de los esclavos.
Cada vez en mayor medida las
mujeres empezaron a ocuparse de
cuestiones políticas y sociales. En
1848 se aprobó la Declaración de
Seneca Falls, uno de los textos
básicos del sufragismo americano.
La declaración consta de doce
decisiones e incluye dos grandes apartados: de un lado, las exigencias para
alcanzar la ciudadanía civil para las mujeres y de otro los principios que
deben modificar las costumbres y la moral.

El sufragismo tenía dos objetivos: el derecho al voto y los derechos


educativos. El costoso acceso a la educación tenía relación directa con los
derechos políticos ya que a medida que la formación de algunas mujeres
avanzaba, se hacía más difícil negar el derecho al voto. Este movimiento en
pos del sufragio era de carácter interclasista ya que consideraba que todas
las mujeres sufrían, en cuanto tales, independientemente de su clase social,
discriminaciones semejantes.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, principalmente en Europa los


varones fueron llevados al frente y las mujeres sostuvieron la economía
fabril, la industria bélica y gran parte de la administración pública. En tales
circunstancias, nadie pudo oponerse a las demandas de las sufragistas. Tal
es así que hacia los años 30 la mayoría de las naciones desarrolladas habían
reconocido el derecho al voto femenino.
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Las feministas de esta primera época plantearon también el derecho al libre


acceso a los estudios superiores y a todas las profesiones, la igualdad de
derechos civiles, compartir la patria potestad de los hijos, denunciaban que
el marido fuera el administrador de los bienes conyugales, pedían igual
salario para igual trabajo. Todos estos objetivos se centraron en el derecho
al voto, que parecía la llave para conseguir los demás. Las feministas del
siglo XIX y principios del XX pusieron énfasis en los aspectos igualitarios y
en el respeto a los valores democráticos. Era un movimiento basado en los
principios liberales.

Este período del movimiento es el ue se conoce como “feminismo li eral”


que se caracteriza por definir la situación de las mujeres como de
desigualdad y en consecuencia postula la reforma del sistema hasta lograr
la igualdad entre los sexos. Las liberales comenzaron definiendo el
problema de las mujeres como su exclusión de la esfera pública,
propugnando de esta forma su inclusión en el mercado laboral.

Sin embargo, hacia la década de 1960 comenzó a abrirse paso una nueva
corriente dentro de la oleada feminista denominada “feminismo radical”.
Según ésta los valores liberales sólo son aplicables a los hombres y es la
institución social del género –y no el sistema económico– el origen de la
opresión de las mujeres. Esto es, que la causa de su subordinación no está
en el capitalismo sino en la institución patriarcal. De esta forma se
diferenció del feminismo liberal que, en un intento de eliminar las
diferencias de género, bregaba por la integración de las mujeres al mundo
del trabajo.

Según Beatriz Kohen (2000):

A diferencia de las feministas liberales, que intentan


eliminar las diferencias de género, las partidarias de
este enfoque buscan aprender de las diferencias de
género, una vez redefinidas. Algunas, incluso, celebran
las cualidades femeninas. Sostienen que, dado que las
mujeres viven en una sociedad que trata a las mujeres y
a los varones de manera distinta, estas diferencias de
tratamiento, los distintos roles, expectativas y
experiencias basadas en el género se correlacionan con
formas distintas de vincularse, pensar e interpretar la
realidad. Estas características comunes y las diferencias
en relación con los varones generan, para las mujeres,
cuestiones de interés común. (pp.86-87).
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El feminismo radical norteamericano que se desarrolló entre los años


identific como centros de dominaci n esferas de la vida ue asta
entonces se considera an “privadas” como por ejemplo las relaciones de
pareja. En este sentido, esta corriente feminista promovió la conformación
de grupos de autoconciencia en los que se impulsaba a cada participante a
exponer su experiencia personal de opresión para analizarla en clave
política y lograr su transformación.

Esta segunda oleada del movimiento feminista se completa con el


denominada “feminismo cultural” según el cual parece existe una cultura
femenina, un conjunto de valores que se desarrollan en la esfera privada de
la sociedad. Aduce, a su vez, que a partir de dicha experiencia femenina de
dar y proteger la vida y su especialización en el cuidado de los integrantes
del grupo familiar, se desarrollan ciertas capacidades que deben ser
llevadas a la esfera de lo público, pues le aportan a ésta características que
el modo de ser masculino es incapaz de hacerlo.

En los últimos años del siglo pasado diferentes voces dentro del movimiento
comenzaron dar cuenta de la fragmentación del entramado social y
proponer respuestas transformadoras a partir de las distinciones entre los
sexos. Embebidas de las ideas posmodernistas, muchas feministas
introdujeron una crítica a las teorías de sus predecesoras pues no daban
cuenta de una sociedad cada vez más compleja y fragmentada.

Señalan Nancy Fraser y Linda J. Nicholson (1992) que:

Una fuente de dificultad en estas teorías sociales


feministas tempranas era la suposición previa de un
concepto grandioso y totalizador de la teoría. La teoría
se comprendía como la búsqueda de un factor clave
único que explicara el sexismo en todas las culturas e
iluminara toda la vida social. En ese sentido, teorizar
era por definición producir una cuasi-metanarración.

Desde fines de la década de 1970, las teóricas sociales


feministas han dejado de hablar de determinantes
biológicos o de una separación universal entre lo
doméstico y lo público. Además, la mayoría ha
abandonado la idea de la monocausalidad. A pesar de
eso, algunas siguen manteniendo implícitamente una
concepción cuasi-metanarrativa de la teoría. Siguen
teorizando en términos de un tipo de actividad asociada
a las mujeres, generalmente una actividad concebida
como doméstica y localizada dentro de la familia y esa
actividad es putativamente unitaria, primaria y
culturalmente universal. (p.19).
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Y agregan que:

La práctica de la política feminista en la década de 1980


generó un nuevo tipo de presiones que funcionaron
contra las metanarraciones. En los últimos años, las
mujeres pobres, las de la clase trabajadora, las mujeres
de color y las lesbianas han ganado finalmente un
público mayor para sus objeciones contra las teorías
feministas que no iluminan sus vidas ni se dirigen a sus
problemas. Ellas expusieron a las cuasimetanarraciones
anteriores con sus suposiciones de la dependencia
femenina universal y su confinamiento a la esfera
doméstica, como extrapolaciones falsas a partir de la
experiencia de las mujeres blancas, de clase media y
heterosexuales que dominaron los comienzos de la
segunda ola. Por ejemplo, escritoras como Bell Hooks,
Gloria Joseph, Audre Lord, María Lugones y Elizabeth
Spelman han desenmascarado la referencia implícita a
las mujeres blancas y anglosajonas en muchos textos
clásicos del feminismo. Del mismo modo, Adrienne Rich
y Marilyn Frye expusieron los errores heterosexuales de
gran parte de la teoría feminista de la corriente
principal. Por lo tanto, a medida que cambia la
comprensión clasista, sexual, racial y étnica del
movimiento, cambia también la concepción preferida de
la teoría. (p.24).

De esta forma se promovió


una mirada que no sólo
puso énfasis en visibilizar
las relaciones de dominación
y sometimiento existentes
en el vínculo hombre-
mujer, sino también en
deconstruir la imposición de
un modelo hegemónico del
hombre blanco, adulto y
propietario que juzga con
una pretendida superioridad
otros planes de vida que se
apartan de tales pautas. Se
puso en tela de juicio las
relaciones de sujeción que se construyen en base a las condiciones
económicas, socio- educativas, de identidad de género, orientación sexual,
nacionalidad (entre otras) que expresan todas las personas y por tanto, se
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cuestiona un modo de ejercicio y concepción del poder como dominación del


“otro/a” Maffía 200 .

Se propuso, además, analizar transversalmente el género de las personas


junto con otras situaciones o características que las condicionan, como por
ejemplo su situación económica, su elección sexual, su etnia, etc. Ello nos
permitiría afirmar, por ejemplo, que no es lo mismo indagar respecto de la
violencia doméstica que padece una mujer heterosexual, blanca y de clase
alta que la que sufre una mujer pobre, negra o lesbiana. No porque la
violencia en sí que soporta una sea más importante que la que soporta otra,
sino porque los factores que inciden en el contexto de una y otra son
efectivamente muy diferentes y probablemente también resulten disímiles
las consecuencias sufridas por los diferentes colectivos.

De esta forma, se advierte como pese a las transformaciones que sufrió a lo


largo del tiempo, el movimiento organizado de mujeres ha puesto en tela de
juicio las relaciones que se dan tanto en el ámbito público como privado.
Gracias a su lucha es posible, en la actualidad, desarrollar acciones
tendientes a mejorar la realidad por la que atraviesan las mujeres alrededor
del mundo y como se desarrollará a continuación, también la situación en la
que se hallan otros cientos de miles de personas que no se adecúan a los
patrones del modelo social imperante. Reiteramos entonces, si bien los
estudios de género no se circunscriben sólo a la situación de las mujeres, la
lucha de ésta a los largo de la historia fue el elemento central para su
desarrollo.

Veamos ahora algunos conceptos centrales que nos arrojaron el


pensamiento teórico y la lucha política del feminismo. Éstos nos permitirán
comprender de qué tratan, en definitiva, los estudios de género.

III. Sexo, género e identidad de género

Según Susana Chiarotti (2005):

Los estudios de género y su incorporación en las


ciencias sociales, tienen su inmediato antecedente en
Simone de Beauvoir, quien planteó en 1945, “no se nace
mujer, llega una a serlo”, mostrando cómo una serie de
actitudes y reglas sociales entrenaban al ser humano
nacido con genitales femeninos para caminar, jugar y
comportarse de manera que al completar su educación
pudiera ser llamada “mujer”.

Unos pocos años después dentro de la medicina, en la


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década del 50, se comenzó a usar la diferencia entre


sexo y género para entender los casos de personas que
tenían un sexo y habían sido educados como si
pertenecieran a otro, o aquellas que tenían genitales
indeterminados y que se comportaban de acuerdo al
género con que los educaron. Se comprobó que el
comportamiento, en estos casos, estaba más
relacionado con la educación recibida que con las
hormonas o genitales que poseían. (p.2)

De esta forma, con su incorporación al campo de las ciencias sociales, el


concepto de género vino a representar el conjunto de características
sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas y económicas que la
sociedad asigna a las personas de forma diferenciada como propias de
hombres y mujeres. El género es, por tanto, una construcción sociocultural
que varía a través de la historia y se refiere a los rasgos psicológicos y
culturales que la sociedad atribuye a lo que considera "masculino" o
"femenino" mediante la educación, el uso del lenguaje, la familia, las
instituciones o la religión. Por ejemplo, vestir de rosa y jugar con muñecas
son características que socialmente se atribuyen al sexo femenino y por el
contrario, hacerlo con autos de carrera, pertenece al género masculino.

Ahora, ¿es lo mismo hablar de género y sexo? No en principio, pues


mientras utilizamos el concepto de género para hacer referencia a la
construcción cultural, el término sexo nos permite identificar el conjunto de
características físicas, biológicas, anatómicas y fisiológicas de los seres
humanos que los definen como hombre o mujer. El sexo viene determinado
por la naturaleza, es una construcción natural con la que se nace. Es decir,
tener cromosomas “x” o “ ” tener pene o vagina.

En síntesis, el sexo alude a las diferencias entre hombre y mujer como


categoría física y biológica. Mientras que el género (masculino o femenino)
es una categoría construida social y culturalmente.

partir de la d cada de 0 diversas disciplinas sociales empe aron a


utili ar el concepto de g nero como categoría de an lisis. El concepto
contri u de esta forma a cuestionar redefinir los marcos te ricos
existentes ue no logra an explicar la persistente desigualdad entre
mujeres om res cott eltr n 200 . En este sentido el
concepto de género produjo una importante ruptura epistemológica. Ello
así, pues supone que no hay relaciones de género invariables toda vez que
ser mujer u hombre es una construcción cultural y por tanto, estarán
siempre signadas por la clase social, la raza y el contexto social e histórico
donde se desarrollen (Scott, 1997).

En consecuencia, el g nero como categoría de an lisis “proporciona una


manera de decodificar el significado y de entender las conexiones complejas
entre varias formas de interacci n umana” C iarotti 200 p. . Es decir
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si nos permitimos observar la sociedad y en particular las relaciones


sociales en virtud del género, podremos analizar cómo son construidas y
asignadas culturalmente funciones, roles y posiciones a las personas y por
supuesto también, como se forjan las distinciones y diferencias que, en
muchas ocasiones, suponen la subordinación de unas respecto de otras.

El análisis de género no es sólo el estudio de la mujer, sino de las normas,


las creencias, los derechos, las obligaciones y las relaciones que sitúan a
hombres y mujeres de forma diferente en el conjunto de la sociedad. Dichas
relaciones son de poder y ubican al conjunto de las mujeres en una posición
de desigualdad respecto a los hombres. Esto no quiere decir que cada mujer
esté subordinada a un hombre en particular, sino que la organización social
de las relaciones de género sitúa al conjunto de las mujeres en una posición
de subordinación respecto del conjunto de los hombres

Más recientemente se construyó el concepto de identidad de género


mediante el cual se hace referencia a la identidad auto-percibida de la
persona. Es decir con u pautas socialmente atri uidas a lo “masculino”
a lo “femenino” se identifica cada persona. Mediante ste se ace referencia
a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente
profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento. Incluye la vivencia personal del cuerpo (que
podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a
través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la
misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo
la vestimenta, el modo de hablar y los modales (art. 2º Ley 26743 y
Principios de Yogyakarta sobre la Aplicación de la Legislación Internacional
de Derechos Humanos en Relación con la Orientación Sexual y la Identidad
de Género, 2007).

Mediante este concepto ha sido posible reconocer, en nuestro país, la


posibilidad de que muchas personas modifiquen sus datos filiatorios de
acuerdo a cómo ellas mismas se conciben, es decir de acuerdo a la
identidad con la que se desenvuelven en su vida cotidiana, a partir de la
cual construyeron y construyen sus relaciones sociales, afectivas, etcétera.

Esta realidad, expresada principalmente por las personas transexuales


obliga en cierta a forma a relativizar la división entre biología y cultura, al
incorporar los sexos “construidos” los cuerpos “producidos” C iarotti
2005). Esto representa un desafío que se encuentra hoy en un proceso
embrionario tanto en el campo conceptual como político.
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IV. Modelo hegemónico: patriarcado y


androcentrismo

Desde una perspectiva de género, entonces, se pretende visibilizar y


desterrar las relaciones de sujeción que subordinan a ciertas personas
respecto de otras. Se busca construir una sociedad más igualitaria, re-
definiendo pautas culturales construidas a lo largo del tiempo. Ahora bien,
¿de qué pautas estamos hablando?

Estamos hablando de un modelo cultural que se basa en la dominación del


hombre respecto de las mujeres, al que denominamos como patriarcado.
En un sentido formal, según la Real Academia, el término patriarcado
refiere a la organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por
un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun
lejanos de un mismo linaje

Sin embargo, desde la teoría de género el concepto es utilizado para dar


cuenta de la estructura de poder mediante la cual se asegura la
subordinación de la mujer. Gerda Lerner (1986) lo ha definido en sentido
amplio como “la manifestaci n e institucionalización del dominio masculino
sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio
so re las mujeres en la sociedad en general”.

Por su parte, María Milagros Rivera Garretas señala como estructuras


fundamentales del patriarcado las relaciones sociales de parentesco y dos
instituciones muy importantes para la vida de las mujeres, la
heterosexualidad obligatoria y el contrato sexual. La institución de la
heterosexualidad obligatoria es necesaria para la continuidad del
patriarcado, ya que expresa la obligatoriedad de la convivencia entre
varones y mujeres en tasas de masculinidad/feminidad numéricamente
equilibradas. En este sentido, es posible hablar de una heteronormatividad,
es decir, de la existencia de un principio organizador del orden social y de
las relaciones sociales, políticas, institucionales y culturalmente
reproducidas, que hace de la heterosexualidad reproductiva el parámetro
desde el cual juzgar las prácticas, identidades y relaciones sexuales,
afectivas y amorosas existentes.

Según esta visión del mundo, la del patriarcado, el hombre constituye el


centro de todas las cosas. Parte de la idea de que la mirada masculina es la
única posible y universal, por lo que se generaliza para toda la humanidad.
Conlleva la invisibilidad de las mujeres y de todo aquel plan de vida que se
aparte de los cánones establecidos bajo la mirada de lo masculino.

Pero, ¿este modelo reconoce como sujeto hegemónico a todos los hombres?
No s lo al sujeto “ om re” pero tam i n “ lanco” “adulto”
“ eterosexual” “propietario”. Esto es lo ue constitu e el modelo
androcéntrico. De modo tal que desde una perspectiva de género que
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posee como objetivo subvertir este orden, además de la situación de la


mujer, también debe analizar con detenimiento la situación en que se hallan
los hombres que no comparten alguna/s de esa/s característica/s, es decir,
los hombre menores de edad, de color, homosexuales o que expresan una
identidad sexual disidente y también los hombres pobres. Todos ellos
quedan fuera del modelo hegemónico, sufren el ejercicio del poder y la
violencia de quienes sí forman parte y por tanto constituyen objeto de los
estudios de género.

De modo tal que cuando se habla desde un enfoque de género no puede


hacerse alusión sólo a la situación de las mujeres, sino también a la otra
cara de la moneda. Así, desde el punto de vista epistemológico se cuestiona
el rasgo esencialista de la posición privilegiada en que se ubica a la mujer
en este tipo de conflictos, a la vez que se desafía a los hombres
heterosexuales para que reflexionen sobre sus propias subjetividades y el
ejercicio de la violencia. Mientras que desde un punto de vista práctico, esta
nueva perspectiva permite cuestionar el discurso político de victimización de
la mujer, los modelos de intervención pública y los imaginarios de género
de los/as operadores/as (Pineda Duque, 2008).

Por último, es importante destacar, tal como señala Raquel Osborne


(2009):

La insuficiencia de un análisis que sólo concibe el


patriarcado como constituido por la vía de la solidaridad
entre los varones –son sus palabras–, equivale a lo que
Touraine y Badinter denominan la “dominación
masculina”. Lo considera una condición necesaria, como
asimismo sucede bajo el capitalismo con las relaciones
de solidaridad y competitividad entre los capitalistas,
pero del que no entenderíamos bien su funcionamiento
si no pusiéramos de relieve la relación entre el capital y
el trabajo. Pero no lo parece una relación suficiente: el
patriarcado es un sistema, como bien remarcó Kate
Millet, basado en un entramado de relaciones entre
mujeres y varones. En este sentido las mujeres son
parte activa de la estructura básica del patriarcado y no
un mero recurso sobre el que actúan y al que utilizan los
hombres. Si no se contempla esto así, dejan de ser
vistas como agentes activos de la construcción social en
general y, además, como protagonistas de su propia
liberación. (p.3).

Esto convierte a las mujeres en sujetos responsables, pero no para justificar


las violencias ejercidas por los hombres que se adecuan al modelo
androcéntrico, es decir la mujer como causa de la violencia en el sentido
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popularmente denominado del “por algo ser ” sino para tornarla un sujeto
activo, capaz de adoptar decisiones y ser a su vez protagonista de la
transformación de su propia realidad social.

V. Formas de la discriminación ejercida sobre


la mujer: estereotipos y techo de cristal

Existen innumerables formas mediante las cuales se expresa la violencia y


la discriminación ejercidas sobre las mujeres y sobre los sujetos que no se
adecúan al modelo androcéntrico hegemónico. Si nos remontamos al ámbito
de las relaciones laborales podemos identificar un paradigma en el cual se
construye a la mujer como: 1) un sujeto débil que requiere protección y; 2)
la mujer reproductora.

Según Chiarotti (2005):

En función del primero, se prohíben para la mujer el


trabajo nocturno y los trabajos penosos, peligrosos e
insalubres. Al margen que quisiera ver eliminados esos
trabajos para toda la humanidad, la prohibición, en
muchos casos, ya no tiene razón de ser y en otros,
nunca se cumplió o tuvo excepciones que confirman los
estereotipos sexistas. En los debates parlamentarios
hubo diputados que dijeron que el trabajo nocturno
debía prohibirse a las mujeres porque de lo contrario su
moral estaría en peligro y la subsistencia de la familia
entraría en crisis.

La prohibición del trabajo nocturno, por ejemplo, no se


aplica a las enfermeras. Un tratadista de derecho
laboral explica que esa excepción, al igual que la de las
azafatas o mujeres que trabajan en clubes nocturnos se
justifica porque son “tareas propias de su sexo”. El
tema es que el trabajo de las enfermeras, además, es
penoso, peligroso e insalubre y no se entiende porqué,
para un trabajo así, el legislador facilita que trabajen de
noche, lo que agrava el cuadro. Sólo revisando los
trabajos preparatorios de las leyes vemos que los
legisladores, en su mayoría varones, concebían a la
enfermería como un trabajo adecuado para las mujeres.
La enfermera es una cuidadora y las tareas de cuidado
han sido y son tradicionalmente asignadas a las
mujeres. Pero entonces, ¿dónde está la objetividad de la
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ley? Y ¿dónde queda la intención protectora?

Existe una lista de trabajos prohibidos para las mujeres


con el objetivo de protegerla. Algunos de ellos, porque
exigían fuerza, como la estiba en los puertos. Pero estos
y otros trabajos en la industria metalmecánica, por
ejemplo, ya están todos mecanizados y con sólo apretar
un botón se pueden cargar cientos de bolsas o armar
autos. Sin embargo las listas de prohibición no se han
actualizado. Otros trabajos en industrias químicas
fueron prohibidos porque podía afectar sus cualidades
reproductoras. En los debates parlamentarios aparece
claramente que lo que desea el legislador es que las
mujeres puedan dar hijos sanos. La exposición a gases
tóxicos o substancias químicas podría afectar la
gestación. La pregunta entonces es: ¿la prohibición es
para proteger a las mujeres o a la futura prole? Si fuera
a la prole hay que proteger a varones y mujeres. El caso
de Nicaragua con varones y mujeres afectados con
pesticidas, con hijos con graves deformaciones, muestra
que ambos deben cuidarse.

Además de considerar que ningún ser humano debe


trabajar en condiciones penosas, peligrosas o
insalubres, queda pendiente la tarea de revisar los
reales motivos que subyacen detrás de estas leyes
presuntamente protectoras.

Los espacios de cuidado infantiles como obligación para


aquellos patrones que empleen mujeres es otra cuestión
discutible. Si los hijos e hijas son del padre y la madre
¿por qué las guarderías deben estar sólo donde trabajen
las madres? Esta disposición, de intención protectora
para la mujer, se convierte en un boomerang, ya que
muchos patrones limitan el número de mujeres
empleadas para no llegar al tope luego del cual se le
exige la guardería infantil. (p.9)

A estos estereotipos que describen a la mujer como sujeto débil, necesitado


de protección y tutela deben sumarse otras formas de discriminación que
tienen que ver con el reconocimiento de las tareas desarrolladas, sus
capacidades y el acceso a los espacios de decisión (en definitiva de poder).

En este sentido se inscribe el proceso denominado como techo de cristal,


según el cual existe una superficie superior invisible en la carrera laboral de
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 23 ·

las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando y alcanzar
los puestos o lugares de mayor responsabilidad. Su carácter de invisibilidad
viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales
establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante
limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por
su invisibilidad son difíciles de detectar.

Según cifras de un estudio de la OIT (“Breaking the glass ceiling: Women in


management” de Linda Wirth) presentado en mayo de 2001 se observó:

 Que las mujeres sólo desempeñan del 1 al 3 por ciento de los


máximos puestos ejecutivos en las mayores empresas del mundo.

 Que sólo 8 países tienen como jefa de estado una mujer.

 Que las mujeres constituyen el 13 por ciento de los parlamentarios


del mundo; y 21 países cuentan con una mujer desempeñando la
vicepresidencia o segunda magistratura del Estado.

 Que, aunque las mujeres representan casi el 40 por ciento de los


miembros de las organizaciones sindicales, sólo son mujeres el 1 por
ciento de los dirigentes de los sindicatos.

 Que el “diferencial salarial” llega a ser de un 0 a un 30 por ciento en


detrimento de las mujeres, incluso en los países que están más
avanzados en términos de igualdad de género.

 Que las mujeres trabajan más que los hombres en casi todos los
países y que son ellas quienes siguen realizando la mayor parte del
trabajo no retribuido.

Un indicio muy importante del efecto del techo de cristal es la remuneración


discriminatoria por género. Innumerables estudios e informes han mostrado
inmensas discrepancias salariales a favor de los hombres, incluso en
puestos similares en organizaciones similares. Además, las mujeres que no
tienen oportunidades para adquirir capacidades no tienen probabilidad de
poseer las habilidades requeridas para competir y obtener puestos iguales a
los hombres y cerrar la brecha salarial, como determinadas experiencias
gerenciales.

Otro indicador del techo de cristal es que el ascenso de las mujeres está
obstaculizado por culturas corporativas muy arraigadas. Por ejemplo, las
políticas y las prácticas corporativas pueden mantener sutilmente el statu
quo al hacer de los cargos de poder corporativo un coto masculino. Las
juntas directivas, que en su mayoría están compuestas por hombres, a
menudo perpetúan el statu quo seleccionando CEO que se parezcan a ellos.
Otros obstáculos basados en diferencias de género incluyen estilos de
comportamiento y de comunicación que difieren enormemente de las
· UNIDAD 1 · La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES

· 24 · Prof. Mgtr. Silvana Mondino ·

normas de las compañías y la falta de oportunidad de las mujeres para


adquirir experiencia en gerencia general/de línea.

Asimismo, los retos del equilibrio entre el trabajo y la vida personal pueden
afectar el ascenso de las mujeres y si no se tratan adecuadamente, pueden
contribuir al fenómeno del techo de cristal. Las mujeres son típicamente las
principales personas de la familia encargadas del cuidado de niños y/o
adultos mayores. A menudo se hacen suposiciones respecto a la
disponibilidad de las mujeres para realizar un trabajo sin interferir con las
responsabilidades familiares. Además, algunas organizaciones pueden no
ofrecer programas de equilibro entre el trabajo y la vida personal que
apoyen compromisos externos, particularmente en el caso de los mandos
superiores. Por lo tanto, muchas mujeres están en desventaja para tomar
medidas que incrementarían su probabilidad de ascender en la escalera
corporativa.

Por último, se observa que las oportunidades de ascenso suelen favorecer a


los hombres debido a determinadas perspectivas de desarrollo, como la
orientación y las redes de contactos. La mujeres pueden no tener acceso
pleno a las redes informales que utilizan los hombres para desarrollar
relaciones laborales en la compañía y estas redes a menudo tienden a
excluir a las mujeres debido a la naturaleza de sus actividades o a la
percepción de que éstas son "actividades masculinas" (por ejemplo, la
práctica de determinados deportes), hecho que contribuye a los obstáculos
basados en diferencias de género en el lugar de trabajo.

V. Las ventajas de la participación de las


mujeres

Como hemos visto, la inclusión de una perspectiva de género tiene como


objetivo la construcción de una comunidad más justa e igualitaria, pues
busca desestructurar las condiciones que aseguran la subordinación de la
mujer y de aquellos otros sujetos que no se adaptan a las características del
modelo hegemónico vigente.

Pero este objetivo, no sólo se inscribe con un sentido humanitarista de


reconocimiento de principios y derechos en un plano formal, sino que
supone una férrea convicción respecto de la conveniencia de asegurar la
participación de todas las personas en un plano de igualdad. Esto es, que
asegurando la participación de todas las personas en un plano de igualdad
se contribuye a enriquecer el debate colectivo, permitiendo adoptar mejores
decisiones para la vida en comunidad. Esto, que es absolutamente
trasladable al ámbito particular e cualquier institución ya sea pública o
privada, se explica por el aporte diferencial que, por ejemplo las mujeres,
pueden realizar incorporando su propia perspectiva.
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 25 ·

En efecto, desde hace mucho tiempo se discute si la participación de un


mayor número de mujeres en las instituciones públicas y/o privadas puede
significar una transformación sustancial en el modo en que se ejercen roles,
funciones o posiciones dentro de cada institución. Aunque pueden
identificarse diferentes perspectivas al respecto, es posible reconocer tres
tipos de argumentos que señalan los aspectos más positivos de dicha
incorporación.

Por un lado, están quienes afirman que la participación de mujeres implica


un significativo aporte desde el punto de vista simbólico, pues contribuye a
estimular el ingreso a funciones de mayor responsabilidad a otras mujeres
que operan en el sistema pero en posiciones de menor responsabilidad. El
hecho de que cargos de autoridad dentro de la institución estén ocupados
por mujeres generaría un incentivo para la participación de otras mujeres y
una mayor fortaleza para enfrentar los diferentes tipos de obstáculos en el
desempeño de las funciones profesionales.

En un segundo tipo de argumentos, se ubican aquellos que sostienen que la


participación igualitaria de las mujeres en espacios de gestión contribuiría a
fortalecer el ideal democrático que gobierna nuestras sociedades. En una
sociedad que intente anclar sus bases en los principios de igualdad y
democracia, promover la participación de las mujeres y de otros grupos
excluidos aparecería como una cuestión de principios a perseguir,
construyendo a la vez, una mayor legitimidad para el sistema social.

En términos generales, se considera que una mayor participación de


mujeres y personas miembros de otros grupos en desventaja en posiciones
de poder dentro de las instituciones contribuye a deconstruir el estereotipo
social convencional según el cual la legitimidad para la ocupación de los
cargos suele orientarse hacia varones, blancos, pertenecientes a las clases
altas o medias y en consecuencia, los problemas que arriban al sistema y
también el modo en que éstos se solucionan, se definen en virtud de dicho
modelo hegemónico.

Un tercer conjunto de argumentos que destacan la necesidad de promover


la participación de mujeres sostienen que éstas no por cuestiones biológicas
sino por la socialización diferencial por género y debido a sus diferentes
experiencias de vida, podrían contribuir con algo diferente a lo que aportan
los varones a la vida política. El punto de partida para este tipo de
argumentos lo constituye la tesis de Carol Gilligan, desarrollada en su
trabajo In a Different Voice (1982). En la labor de describir el desarrollo
moral de niños y niñas la autora llega a la conclusión de que, en realidad
más que alcanzar un grado de desarrollo inferior al logrado por los varones
los patrones de desarrollo moral de las ni as los varones son mu
diferentes. Constru e así un nuevo modelo de desarrollo moral ue
denomina “ tica del cuidado o de la responsa ilidad” ue asocia con las
niñas y contrasta con el modelo masculino que ya había sido descrito
reud iaget entre otros presentado como el modelo universal de
· UNIDAD 1 · La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES

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desarrollo moral ue illigan denomin como “ tica de los derec os o de la


justicia”.

A través de su investigación,
Gilligan (1982) descubrió
diferencias en las formas como
varones mujeres se conci en a
sí mismos entienden su entorno
y resuelven los dilemas morales.
Los varones tienden definirse a
partir de la separación, a
evaluarse en relación con un
ideal abstracto de perfección, a
identificar la adultez con la
autonomía y el logro individual
a conce ir la moral en t rminos
jer r uicos la llamada “l gica
de la escalera” . illigan not
que, por el contrario, las mujeres tienden a definirse a través de sus
conexiones con otros, por sus actividades de cuidado, y perciben la moral
como una red interconectada. Descubrió que el desarrollo moral de las
mujeres presenta mayor complejidad y tiende a desplegar una mayor
habilidad para identificarse con otros, sostener una variedad de relaciones
personales y entender los conflictos en términos de relaciones y
responsa ilidad ue ella llama “l gica de red” pp.32-33).

Esta posición ha sido fuertemente cuestionada. Principalmente, porque se


estima que adjudica características de género inmóviles a varones y
mujeres sin tener en cuenta las particularidades existentes en el seno de
cada uno de los géneros. Sin embargo, sin descartar dichas diferencias
“existen factores comunes entre las mujeres en especial lo ue acen a su
condición subordinada, que pueden convertirse en puntos de partida para la
solidaridad entre mujeres” Ko en 200 p.3 .

VII. Marco normativo

El impulso feminista de fines del siglo pasado permitió que la lucha contra la
violencia ejercida contra las mujeres fuera consolidándose en diferentes
instrumentos normativos en el plano internacional y también en el
doméstico. Planteada como una problemática de derechos humanos, la
violencia de género como tantas otras problemáticas sociales no escapó a la
positivización que buscó establecer puntos mínimos de encuentro en
términos de reconocimiento de derechos, de construcción de ciudadanía y
como corolario, de obligaciones para los Estados.

La Argentina asumió en las últimas décadas un importante número de


compromisos internacionales en materia de derechos humanos. Este hecho
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 27 ·

se vio reforzado con la reforma de la Constitución Nacional en el año 1994


que otorgó jerarquía constitucional a un importante número de
instrumentos internacionales y dejó abierta la posibilidad de continuar
incorporando con dicho nivel jerárquico otros tratados en la materia.

En la nueva redacción del art. 75 inc. 22 del texto constitucional, la


asamblea constituyente incluyó la Convención sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación contra la Mujer otorgándole así la más alta
jerarquía dentro del ordenamiento legal local. Según el propio texto del
articulado, las disposiciones de la Convención deben entenderse
complementarias de los derechos y garantías que la propia Carta Magna
reconoce a todos/as los/as habitantes de la nación.

En el plano internacional el primer instrumento que condenó la violencia


contra las mujeres fue la Convención para la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) –y su protocolo
facultativo–. Este documento que puede considerarse ampliatorio de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), tiene por objetivo
obligar a los Estados miembros a consagrar la igualdad de género en su
legislación nacional, derogar todas las disposiciones discriminatorias en sus
leyes y promulgar nuevas disposiciones para proteger a las mujeres frente a
cualquier tipo de discriminación que se ejerza contra ellas, ya sea desde
instituciones públicas como privadas, o bien de personas o grupos de
personas.

Adoptada en 1979 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y


registrada su entrada en vigencia el 03 de septiembre de 1981, la CEDAW
define la discriminación contra las mujeres como:

Cualquier distinción, exclusión a restricción basada en


el sexo que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio
por la mujer, independientemente de su estado civil,
sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de
los derechos humanos y las libertades fundamentales en
las esferas política, económica, social, cultural y civil o
en cualquier otra esfera.

En sus 30 artículos proporciona las bases para la consecución de la igualdad


entre hombres y mujeres asegurando el acceso igualitario y la igualdad de
oportunidades en la vida política y pública y en esferas como las que atañen
a la educación, la salud y el empleo. Asimismo, afirma los derechos de
reproducción de las mujeres y señala la cultura y la tradición como factores
que contribuyen a formar los roles de género y las relaciones familiares.

La CEDAW fue suscripta por la República Argentina el 17 de julio de 1980,


es decir durante un go ierno de facto del último “ roceso de eorgani aci n
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Nacional” sin duda una de las etapas m s sangrientas en la istoria del


país. Sin embargo, no fue sino hasta 1985 que, con la sanción de la ley
23179, el parlamento federal aprobó dicha convención.

Más recientemente, precisamente el 9 de junio de 1994, la Asamblea


General de la Organización de los Estados Americanos aprobó, durante su
vigésimo cuarto periodo ordinario de sesiones la Convenci n de el m do
ar en rasil. sta se distingue por ser el primer tratado internacional en
abordar la violencia de género, lo que significó un avance sustancial en
relación a la protección de los derechos humanos de las mujeres. En su
texto establece una serie de medidas jurídicas y pedagógicas dirigidas a
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, a la vez que
define como un derec o umano el “derec o a una vida li re de violencia
tanto en el ámbito público como en el privado” art. 3 .

egún esta Convenci n “de e entenderse por violencia contra la mujer


cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño
o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito
público como en el privado” art. . Y esa violencia puede consistir en
violencia física sexual psicol gica puede tener lugar “dentro de la
familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea
que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la
mujer ue comprende entre otros violaci n maltrato a uso sexual”
(art. 2).

En 1996, mediante la sanción de la ley 24.632 el Congreso de la Nación


aprobó el texto de la convención que a diferencia de la CEDAW no goza de
jerarquía constitucional.

En las últimas décadas se han llevado a cabo un conjunto de conferencias y


cumbres mundiales de las Naciones Unidas –como las conferencias de Viena
(1993), Beijing (1995), El Cairo (1994) y Yogyakarta (2006), por ejemplo–
que tiene por objetivo promover la igualdad entre la mujer y el hombre y la
no discriminación de las mujeres en el disfrute y ejercicio de los derechos
humanos y las libertades fundamentales. Estos instrumentos asumen que
estos objetivos no son el resultado automático de su reconocimiento en
textos legales, sino que requieren acciones específicas. Así, desde sus
respectivas dimensiones sectoriales (población, mujer, medio ambiente,
desarrollo social, derechos humanos, etc.) las conferencias y cumbres
mundiales han delineado un marco político y estratégico que toma en
cuenta, en forma sistemática, la articulación de los problemas sectoriales y
las desigualdades de género. Además, estos acuerdos internacionales
señalan una hoja de ruta para la transversalización del enfoque de género
en políticas sectoriales que atiendan las particularidades de cada contexto.

En el ámbito local, más precisamente en el año 2009, se sancionó la ley Nº


26.485 de protección integral a las mujeres, mediante la cual se diseñó un
marco normativo de protección contra la violencia de género. Esto es,
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 29 ·

contra la violencia padecida por las mujeres en cualquier ámbito en que


desarrollen sus relaciones, sean públicas o privadas.

Esta nueva norma se estructura en tres partes: la primera de ellas contiene


disposiciones generales; la segunda describe un conjunto de políticas
públicas en la materia; mientras la tercera detalla el procedimiento que las
autoridades judiciales y administrativas deben seguir frente a este tipo de
situaciones.

En lo que refiere al campo conceptual, enumera y define con precisión los


distintos tipos y modalidades de violencia que pueden perpetrarse contra la
mujer en los múltiples ámbitos de su vida de relación. En esta línea define
la violencia contra las mujeres como “toda conducta acción u omisión, que
de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el
privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad,
dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial,
como así tam i n su seguridad personal” art. 4 . De esta forma recoge una
perspectiva de género, en tanto la violencia es producto de la condición de
desigualdad en que se hallan las mujeres dentro de la sociedad.

Asimismo, la ley define los tipos de violencia, entre los que se encuentran:
la violencia física, la sexual, la psicológica, la económica y patrimonial y la
violencia simbólica (art. 5). Dentro de las modalidades en que éstas pueden
presentarse se describen: la violencia institucional, la violencia laboral, la
que se ejerce contra la libertad reproductiva, la violencia obstétrica, la
violencia mediática y la violencia doméstica (art. 6).

Esta herramienta legal busca implementar medidas destinadas a prevenir,


sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y brindar asistencia
integral a sus víctimas, desde un abordaje integral y multidisciplinario.
Principalmente, tiene por objeto promover y garantizar el derecho de las
mujeres a vivir una vida sin violencia; el desarrollo de políticas públicas de
carácter interinstitucional sobre violencia contra las mujeres; la remoción de
patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de
género y las relaciones de poder sobre las mujeres; el acceso a la justicia; y
la asistencia integral a las mujeres que padecen violencia en las áreas
estatales y privadas que realicen actividades programáticas destinadas a las
mujeres y/o en los servicios especializados de violencia.
· UNIDAD 1 · La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES

· 30 · Prof. Mgtr. Silvana Mondino ·

Síntesis breve del Marco Normativo

 Resolución Nº 656/02
Implementación de las recomendaciones efectuadas por la COMISION
TRIPARTITA DE IGUALDAD DE TRATO Y OPORTUNIDADES ENTRE
VARONES Y MUJERES, en cuanto a las políticas y estrategias que
permitan consolidar, en el mercado de trabajo, la igualdad de trato y
de oportunidades entre hombres y mujeres en la incorporación al
empleo, la orientación y formación profesional y técnica.
http://www.infoleg.gov.ar/basehome/actos_gobierno/actosdegobierno14-9-2009-
3.htm
http://oit.org.pe/WDMS/bib/publ/libros/dialogo_social_y_genero%5BAMGF%5D.pdf

 Ley Nº26.485
Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres los ámbitos en que desarrollen sus
relaciones interpersonales.
http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/150000-
154999/152155/norma.htm

 Ley Nº 25.673
Salud reproductiva. Buenos Aires, 30 de Octubre de 2002.
http://www.msal.gov.ar/saludsexual/ley.php

 Ley Nº 25.674
Cupo sindical femenino. Buenos Aires, 6 de noviembre de 2002.
http://www.trabajo.gba.gov.ar/informacion/genero/legislacion/ley25674.pdf

 Ley Nº 12.205
Obligación de proveer asientos con respaldo a cada persona
empleada. Buenos Aires, 23 de setiembre de 1935. Boletín Oficial, 5
de octubre de 1935.
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/verNorma.do;jsessionid=E24D1466D7B92
42E4CC2043C00369866?id=194133

 Ley Nº 24.716
Licencia para trabajadoras madres de hijos con síndrome de Down
Buenos Aires, 2 de octubre de 1996. Boletín Oficial, 25 de octubre de
1996.
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/35000-39999/39995/norma.htm

 Ley Nº 23.179
Aprobación de la Convención sobre Eliminación de la Discriminación
de la Mujer. Buenos Aires, 8 de mayo de 1985.Boletin Oficial, 3 de
junio de 1985.
http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=26305

 Ley Nº 23.451
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 31 ·

Aprobación de Convenio sobre Igualdad de Oportunidades y Trato


entre Trabajadores y Trabajadoras: trabajadores con
responsabilidades familiares. Buenos Aires, 29 de octubre de
1986.Boletín Oficial, 14 de abril de 1987.
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/verNorma.do;jsessionid=8C261E83D224A
FDE088879516E1E47F2?id=22030

 Convenio Nº 100 sobre igualdad de remuneración, 1951


http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO::P12100_ILO_CO
DE:C100

 Convenio Nº 156 sobre los trabajadores con responsabilidades


familiares, 1981
http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO:12100:P12100_IL
O_CODE:C156

 Convenciones Internacionales
Convención de Belém do Pará
http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/35000-39999/36208/norma.htm
http://www.unicef.org/argentina/spanish/ar_insumos_ConvencionBelem.pdf

 Convención de Belém Do Pará. Seguimiento de la XII


Conferencia Interamericana de Ministros del Trabajo (CIMT)
http://www.cepal.org/12conferenciamujer/noticias/paginas/8/49918/Informe_CIM-
OEA_Conferencia_Regional_2013.pdf

 Acta Nº 37
http://www.trabajo.gob.ar/downloads/ctio/CTIO_acta37.pdf

Acta de Integración de la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y


Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mundo Laboral.
http://www.trabajo.gob.ar/downloads/ctio/081014_acta-plenario-ctio.pdf
· UNIDAD 1 · La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES

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VIII. Actividad: resolución de casos

Caso 1

Valeria González desde hace dos años trabaja en la empresa metalúrgica


Santres S.A. Como parte de un proceso de reacomodamiento empresario la
empresa firmó hace más de un año un convenio de jornada reducida para
evitar más despidos, por lo que su horario de trabajo se fijó en la franja
horaria de 8 a 13 horas con reducción del salario.

A fines de diciembre comunicó su embarazo, a partir de ese momento


comenzó a percibir cambios en el trato dentro de la empresa. Todos los
viernes, el gerente comenzó a exigirle prolongar su trabajo por las tardes
sin compensación monetaria aduciendo que había que colaborar con la
empresa a fin de evitar la quiebra.

Finalmente la semana pasada el gerente la convoca a su despacho


informándole que por razones de servicio su horario se dividirá en dos
turnos de tres horas a la mañana y tres a la noche.

Analice la situación planteada. Proponga cursos de acción.

Caso 2

La empresa familiar Wemar S. A. desde hace años desarrolla sus


actividades en la ciudad de Rosario. Carlos Fernández llegó de España
sabiendo que con esfuerzo y trabajo podían llegar a crecer en un rubro de
pequeños electrodomésticos que construía en matrices de su propio diseño.

En unos años logró insertarse en el mercado constituyendo una Pyme de la


cual era Presidente llegando a contar con un plantel de 50 obreros. Carlos
no tenía hijos varones pero la mayor de sus hijas, Mariana, trabajaba desde
los 18 años junto con él en la fábrica colaborando en la administración del
personal y luego en todas las cuestiones financieras que a Carlos le
resultaban de alta complejidad.

En el mes de abril Carlos fallece de un infarto y surge la necesidad de


designar al presidente de la sociedad. Se convoca a la asamblea y los
socios presentes se oponen a la designación de Mariana aduciendo que la
presidencia a cargo de una mujer los colocaba en situación de debilidad
frente a la competencia.

Analice la situación planteada. Si fuera Mariana ¿qué argumentos esgrimiría


para defender su designación?
La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES · UNIDAD 1 ·

· Prof. Mgtr. Silvana Mondino · 33 ·

IX. Bibliografía

 Chiarotti, S, (2005) Aportes al Derecho desde la teoría de género,


dictada en la Facultad de Derecho de Montevideo el 11 de agosto de
2005.

 Co o . “ undamentos del patriarcado moderno” Ediciones


Cátedra.

 Fiss, O, (1992) ¿Qué es el feminismo? Ensayo presentado ante el


Congreso del Consejo General del Poder Judicial en Madrid, diciembre
de 1992.

 Fraser, N. y Nicholson, L. J. (1992). Crítica social sin filosofía: un


encuentro entre el feminismo y el posmodernismo. En Nicholson, L. J.
(compiladora). Feminismo/ Posmodernismo. Buenos Aires, Argentina.
Feminaria Editora. Pp. 7/29.

 Kohen, B. (2000) El feminismo jurídico en los países anglosajones: el


debate actual. En Birgin, H. Compiladora. El derecho y el género en el
derecho, Editorial Biblos, Colección Identidad, Mujer y Derecho,
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 Osborne, R. (2009), Construcción de la Víctima, destrucción del


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· UNIDAD 1 · La perspectiva de género en la gestión de empresas PYMES

· 34 · Prof. Mgtr. Silvana Mondino ·

 ivera arretas 3 “Nom rar el mundo en femenino” Editorial


caria 4 Jon sdottir nna .: “El poder del amor –Le importa el
sexo a la democracia?” Ed. C tedra.

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