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Profesores
Daniela Angélica González G.
Jean Exequiel Henríquez F.
José Luis Farías G.
Notas: Esta evaluación debe ser respondida por grupos de 3, 4 o 5 estudiantes. Los
nombres de los integrantes se registran en la portada por orden alfabético del
apellido paterno.
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CASO: PINTANDO EL CAMBIO EN EL TALLER
Poco antes de que comenzaran los problemas, la operación de pintado había sido
reorganizada, de modo que ocho empleados que se encargaban de ella se
sentaban en una línea al lado de una interminable cadena de ganchos. Éstos se
hallaban en movimiento constante, más allá de la línea de pintores y hacia un
largo horno horizontal. Cada empleado estaba en una cabina de pintado, diseñada
para eliminar los vapores y retener el exceso de pintura. El pintor tomaba un
juguete de una bandeja cercana, lo ponía en una plantilla dentro del cubículo, los
cubría con color pulverizado conforme a cierto patrón, luego liberaba el juguete y
lo colgaba del gancho que pasaba delante. La velocidad a que se desplazaban los
ganchos había sido calculada por los ingenieros, de manera que cada empleado,
una vez capacitado, pudiera colgar un juguete pintado en cada gancho antes de
que éste quedara fuera de su alcance.
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El bono por aprendizaje estaba programado para desaparecer en seis meses,
pues se esperaba que para entonces los pintores ya estuvieran bien capacitados,
es decir, que podrían cumplir con el nivel de productividad y ganar un bono
colectivo cuando lo superaran.
Expresaron otra vez las mismas quejas: los ganchos se desplazaban delante de
ellos con excesiva rapidez, el trabajo era muy sucio, el cuarto estaba caliente y
mal ventilado. Por alguna razón, era esto lo que más les molestaba. El supervisor
prometió examinar el problema de la ventilación y de la temperatura junto con el
ingeniero y programó una segunda reunión para comunicarle al grupo lo que había
logrado. En los siguientes días sostuvo varias conversaciones con los ingenieros
y, al parecer, iban a cumplirse las predicciones sarcásticas que los empleados
habían hecho sobre lo que dirían los ingenieros. Éstos y el Gerente de la Planta,
opinaron que se trataba de una queja sin fundamento y que el costo de una
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medida correctiva realmente eficaz sería muy alto. (Pensaban en alguna forma de
aire acondicionado).
Se llegó al punto decisivo cuando el líder del grupo dijo, con toda franqueza, que
la cuestión no era que no pudiesen trabajar lo bastante rápido como para seguir el
ritmo de los ganchos, sino que no podían mantener ese ritmo todo el día. El
supervisor profundizó en este punto. Los pintores expresaron una opinión unánime
en el sentido de que podía conservarse el ritmo, por períodos breves, si se los
proponían. Pero no querían hacerlo, porque si mostraban su capacidad para
sostener el ritmo durante periodos cortos, les exigirían que lo hicieran durante toda
la jornada. La reunión terminó con una petición imprevista: “Que se nos permita
ajustar la velocidad de la correa transportadora, según nos sintamos en ese
momento”. El supervisor, muy sorprendido, como era de esperarse, les dijo que
consultaría la propuesta con el Gerente y los ingenieros.
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Naturalmente, los ingenieros pensaron que lo que proponían los pintores era una
herejía. Sólo después de varias reuniones se admitió, con muchas reservas que,
en realidad, dentro de ciertos márgenes las variaciones de velocidad de los
ganchos no afectarían al producto terminado. Tras muchas discusiones, y bajo los
peores auspicios por parte de los ingenieros, se convino en ensayar la idea.
Con grandes recelos, el supervisor mandó instalar en la cabina o cubículo del líder
del grupo, un control con un cuadrante marcado “bajo, medio, alto”, que permitía
ajustar la velocidad de la correa transportadora entre los límites más bajos y más
altos que habían establecido los ingenieros. Los pintores se sentían muy
contentos y pasaban largas horas del almuerzo decidiendo cómo modificar la
velocidad de la correa a lo largo de la jornada.
Al cabo de una semana, se había impuesto un patrón: la primera media hora del
turno tenía una velocidad que el grupo llamaba “mediana” (el cuadrante se
colocaba ligeramente por arriba del punto marcado “mediano”). Las dos siguientes
horas y media se regían por una velocidad “alta”; la media hora anterior al
almuerzo y la media hora después de él tenían una velocidad “baja”.
En el resto de la tarde se seguían una velocidad alta, con excepción de los últimos
30 minutos del turno, pues entonces se fijaba una velocidad mediana.
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por aprendizaje que, según se recordará, estaba planificado para disminuir con el
tiempo y no en función de la productividad actual.
Los pintores ganaban ahora, más que muchos trabajadores calificados de otras
unidades de la Planta. A la Gerencia se le hacían constantemente peticiones de
que corrigieran tal injusticia. Ante la irritación creciente entre el Gerente y el
supervisor, entre los ingenieros y el supervisor y entre el Gerente de Planta y los
ingenieros, la situación hizo crisis cuando Gerencia General, sin ninguna consulta,
canceló arbitrariamente el bono por aprendizaje y retornó la operación de pintado
a su estado original: los ganchos volvieron a desplazarse a su velocidad
constante, diseñada conforme al estudio de tiempos; de nuevo cayó la producción;
y al cabo de un mes, siete de los ocho pintores habían renunciado. El supervisor
permaneció tres meses, pero terminó por buscar otro trabajo, pues se sentía
agraviado.