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Trabajo que será presentado en el Encuentro Internacional

DE METAPSICOLOGIA FREUDIANA: LA REPRESION.


JUNIO 28 Y 29 DE 2013

Un modo de pensar la represión originaria.


Sus efectos en la tarea clínica

Susana García Vázquez 1

Creo pertinente plantearnos nuestro trabajo con pacientes graves, en donde


se evidencia una verdadera dificultad de la ligazó n a palabra, lo que puede ser
llamado por algunos autores fallas en el preconciente. Ya sea que pensemos en
grados diversos de simbolizació n 2 o déficit o limitaciones má s o menos
importantes 3, acompañ o a los autores que plantean en estos casos, fallas en la
represió n originaria, desde la perspectiva de un establecimiento de la tó pica
psíquica y por ende de la discriminació n yo-no yo, lo que obliga a un manejo
defensivo en donde la desmentida y la escisió n predominan sobre la represió n
secundaria siempre presente. Esto estaría vinculado a fallas en el encuentro con el
otro, deseos de muerte, odio del otro significativo, que dificulta que se genere una
trama construida como cadena significante en que se juegue predominantemente
Eros y sus modos de desear. Situació n que dificulta la constitució n subjetiva y deja
al niñ o en una situació n de indiscriminació n, de confusió n, donde lo traumá tico
desestructurante tiene su lugar.

En este sentido, Fanny Schkonik 4 toma un fragmento del texto de Freud en


Aná lisis terminable e interminable 5, en donde queda expresado que todas las
represiones ocurren en la infancia y algunas será n liquidadas por el yo má s
maduro y otras reconocidas pero sobre un material má s só lido, o sea conservadas
de otro modo, ya que se han construido nuevos diques que resisten mejor los
embates pulsionales. Y destaca particularmente la frase en que Freud dice que: “La
rectificación con posterioridad del proceso represivo originario, lo cual pone término
al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la genuina operación de la
terapia psicoanalítica.”
Esta propuesta freudiana nos dice que es necesario rectificar el proceso
represivo originario, o sea el aná lisis debe mover la represió n originaria! Esto no
implica pensar que no se mantenga la roca de base, lo inaccesible a toda
traducció n, esas marcas psíquicas que jamá s podrá n ser tramitados a nivel del
Precc o jamá s se expresará n a través de los retoñ os del inconciente reprimido.
Pero, desde esta perspectiva, yo agrego que tal vez tengamos que pensar que ya no
alcanza simplemente con el método asociativo, propio del trabajo con lo
secundariamente reprimido.
1
Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU)
E Mail: psgarcia@chasque.net
2
Casas de Pereda, Myrta 1999 En el camino de la simbolización Paidós Argentina.
3
Sckonik, Fanny 1998-1999 Representación, resignificación y simbolización. Revista de Psicoanálisis.
Número Especial Internacional. Buenos Aires
4
Schkolnik, Fanny Los fenómenos residuales y la represión originaria Revista Uruguaya de Psicoanálisis
; n. 94 : p. 48-58, 2001.
5
Freud, S. Análisis terminable e interminable. 1937 Tomo XXIII Amorrortu Bs. As. Argentina

1
Schkolnik también plantea que esa roca de base no puede pensarse hoy como
la pensaba Freud, con un origen bioló gico: “porque no podemos restringir el
conflicto a lo constitucional e intrapsíquico, sino que valoramos los efectos del
encuentro con ese otro primordial y la incidencia de sus deseos inconcientes que
remiten incluso a lo transgeneracional. Las características de la dinámica pulsional
de estos primeros momentos de la estructuración psíquica, condicionarán entonces
los distintos matices de la patología”.

En ese sentido, se destaca también el concepto de Laplanche sobre la


represió n originaria: 6, a partir de la carta 52 7, en la cual Freud establece
diferentes niveles en la constitució n del aparato psíquico, Para no alargarnos
demasiado, importa destacar que tomando la primera tó pica, las percepciones que
de alguna manera se vinculan a los mensajes que provienen del otro, quedarían
inscriptas como signos de percepció n, configurando el registro de los significantes
enigmá ticos. Habría luego una primera traducció n, del significante enigmá tico a la
representació n cosa. A partir de la divisió n en la cual se instauran el inconciente y
el yo, seguirá n dá ndose nuevas transcripciones y resignificaciones. Algunas de
estas representaciones-cosa permanecerá n en el inconciente como tales, y otras,
podrá n ligarse a representaciones-palabra, mediante un complejo y permanente
movimiento metá foro-metonímico. Así se va gestando el necesario trabajo de
simbolizació n que contribuirá a la constitució n del psiquismo, por la acció n
permanente de la represió n secundaria, la post-represió n, que opera como un
verdadero sello para sostener a la represió n originaria, evitando la emergencia
masiva de lo pulsional.

Pero también pienso que hay que tener en cuenta los casos en que la
relació n con el objeto ha sufrido los efectos desligantes de la pulsió n de muerte por
un desbalance diná mico en el interjuego con la pulsió n de vida, hay un predominio
de lo que Green caracteriza como funció n desobjetalizante 8, que ejerce una acció n
desligante sobre la malla representacional, afectando las posibilidades de
simbolizació n. Fallas en la estructuració n psíquica, que remiten a los orígenes del
sujeto. Estamos en la clínica de lo arcaico, que da lugar a angustias y vivencias de
desorganizació n psíquica, favoreciendo las actuaciones de diversa índole e
intensidad, que comprometen el cuerpo o el vínculo con el otro. Y las neurosis no
está n exentas de presentar fallas en la represió n secundaria, que dan lugar a un
funcionamiento arcaico, en el cual el paciente tiene que apelar a la desmentida y a
la escisió n del yo, como modo de poner algú n dique a los embates de la pulsió n .

Otro punto a considerar, con relació n a los traumas precoces, es el lugar que
le damos a la pulsió n de muerte.
Desde mi punto de vista, es necesario pensar la pulsió n de muerte, en la
clínica de hoy desde dos perspectivas, en su función de corte, la que permite la
separació n-prohibició n- castració n, pero también ante las fallas precoces en su

6
Laplanche, J. La révolution Copernicienne inachevée. Aubier, París, 1992.
7
Freud, S. Carta 52 (Fragmentos de la Correspondencia con Fliess). En: T. 1. Amorrortu, Bs.As.
1982.
8
Green, A. La metapsicología revisitada. EUDEBA, Bs.As., 1996.

2
aspecto desligador, desmantelando y justamente dificultando el trabajo de
simbolizació n, de representació n, impidiendo así configurar la alteridad.
Si bien, me resulta inconcebible la idea de un sujeto con desintrincació n
absoluta de las pulsiones, creo que hay procesos de desubjetivació n, de
desinvestidura que me llevan a pensar, en un decaecimiento de la capacidad
simbó lica, de la ligazó n a palabra, que deja librado al aparato psíquico a la pulsió n
con grave falla en los anclajes, generando fragmentació n, desmantelamiento y
desobjetalizació n. Pero este decaecimiento no se debe a un monto mayor o menor
de pulsió n de muerte, sino a la falla del otro significativo que impide la
resignificación, la retraducció n de esas huellas.
Lo traumá tico está siempre vinculado a otro y a los efectos de ese otro
(ambiente) sobre el sujeto.
¿Es posible trabajar psicoanalíticamente, con estos traumatismos que no
tuvieron acceso a palabra? ¿Es aplicable el método psicoanalítico?
Me parece importante distinguir los pacientes que llegan al aná lisis con su
historia, novela que es sintomal, pero que busca dar cuenta de sus modos de
existir, de aquellos otros que apenas traen trazas casi inaudibles, o se expresan por
el acto, o por el soma, como si no hubieran podido constituir un espacio psíquico,
que albergue el placer y el dolor, la ambivalencia y la pérdida.
Me parece significativo también el aporte de Winnicott 9sobre la creació n y el
uso de un objeto. El objeto es creado, pero debe estar allí para ser creado y
catectizado y ese estar ahí implica sobrevivir a los ataques. Los conceptos de
espacio potencial y objeto transicional dan cuenta de ese territorio fronterizo entre
la representació n de la ausencia que permite la alteridad y la indiscriminació n con
el objeto.
Roussillon 10 nos alerta sobre los diversos modos de interpretar en la clínica.
Así, frente a un paciente que expresa un temor, nosotros “estaremos tentados de
interpretar el deseo que subtiende este temor (primado del principio de placer que
implica un trabajo de subjetivación a priori, ya realizado), pero ese temor podría ser
expresió n “del fracaso del yo y del sujeto por no poder impedir la repetición de una
experiencia anterior no subjetivada”. 11
Como ya señ alé Freud era pesimista respecto a la aplicació n del método
cuando se evidencian alteraciones del yo o desintrincació n pulsional. Sin embargo,
los actuales desarrollos del psicoaná lisis nos permiten pensar que esa
desintrincació n pulsional, o esas angustias que desbordan el yo (agonías
primitivas, angustias sin nombre, segú n los distintos autores) no se deben a
factores bioló gicos o energéticos, sino a fallas en la
represió n primaria, a defecciones del (los) objeto primario, que no cumplieron la
funció n reverie, que fallaron en la posibilidad de especularizació n, que ejercieron
una violencia secundaria que deja anclado restos arcaicos intraducibles, o en fin
que favorecieron la desobjetalizació n.
Estas perspectivas, que obedecen a esquemas teó ricos diferentes, nos dan
pista para encarar el cambio psíquico frente a la emergencia de estos restos que
invaden la escena analítica y surgen como ataques al vínculo, reacció n terapéutica
negativa, incapacidad de establecimiento de la transferencia, etc.

9
WINNICOTT, DONALD 1991 Sobre “el uso de un objeto”. En: EXPLORACIONES
PSICOANALÍTICAS I Paidós Argentina
10
ROUSSLLON, R 1995 Paradojas y situaciones fronterizas del psicoanálisis. Amorrortu Bs. As
11
Roussillon, R 2001 Le plaisir et la répétition. Dunod Paris

3
¿Có mo pasar de estas fallas simbó licas, de estas carencias de resignificació n,
al posible armado de un texto? ¿Có mo trabajar para favorecer la traducció n?
Alain Fine 12 propone la posibilidad del pasaje de la tragedia al drama. Habla
así de pacientes cuyas inscripciones en el orden de lo trá gico, quedan fijadas como
tales y no pueden imaginar ser ellos mismos actores de su propia existencia,
quedando presos de un destino, un pasado eternamente presente.
Como sabemos la tragedia aborda los enigmas humanos, que pugnan entre la
libertad y la necesidad, pero está n marcados en general, por un destino fatal
determinado por los dioses. En el drama en cambio prevalecen las acciones y
situaciones conflictivas generadas por los humanos y muestran como el personaje,
afronta él mismo, esos conflictos.
Pero para afrontar los conflictos es necesario asumir la propia subjetividad,
historizarse, y esta tarea só lo puede constituirse desde y con otro. El
descubrimiento de la historicidad só lo prospera a partir de la conjugació n del
recuerdo compartido y comunicado (Lore Schacht 1977). (13) En estos casos falló
esta actividad, dejando importantes restos intraducibles, que requerirá n de
reensamblado. Fragmentos que no han caído bajo represió n, aspectos escindidos
del yo que aunque eficaces y manifiestos a través de modalidades diversas, no son
tampoco concientes, no siendo entonces posible su apropiació n.
Es frecuente pensar que en estos casos, estamos ante pacientes graves. Sin
embargo, si estamos de acuerdo con la heterogeneidad del inconsciente, estos
fragmentos, pueden emerger en distintos momentos de la vida, ante situaciones
límite y también en el transcurso del aná lisis. Son rasgos muy conspicuos en los
pacientes má s allá de la neurosis, pero no es exclusivo de ellos.
¿Có mo trabajarlos?
Sin duda que las construcciones son fundamentales como formas de
historizació n, pero muchas veces estas construcciones son armadas por indicios
que surgen en el campo y se organizan en la mente del analista. Con frecuencia a
veces se trata de la construcció n de un límite, un dique, má s que una historia. En
esto el posicionamiento del lugar de analista, comprometido transferencialmente
pero abstinente, aunque no neutral, es muy importante. Cobra aquí particular
importancia el aná lisis del analista y su formació n.
Distintos autores nos aportan líneas posibles para el abordaje clínico de estas
situaciones: Micheline Enriquez 14 nos habla de la construcció n en el analista de la
memoria no rememorable por el paciente, los Botella 15 nos hablan de la
figurabilidad en la mente del analista de escenarios vinculados al paciente que son
construidos como verdaderos guiones desde esas marcas que surgen en la escena.
Marcas que pueden estar dadas por la violencia transferencial, por actuaciones,
por situaciones de riesgo del paciente y que el analista, muchas veces en un
movimiento regrediente y defensivo, tocado con frecuencia por impactos
emocionales intensos se “refugia” en un ensueñ o que le permite elaborar
internamente algunas claves para trabajar con su paciente.

12
FINE, ALAIN 2002 Fixation au trauma; résurgence, élaboration. Conference Vulpian France.
13
Citado por M. Enriquez Ver nota bibliográfica Nº 16.
14
ENRIQUEZ, MICHELINE 1990 La envoltura de la memoria y sus huecos. En: LAS ENVOLUTURAS
PSIQUICAS Amorrortu Argentina
15
BOTELLA, CESAR Y SARA 1997 Más allá de la representación. Promolibro España

4
Roussillon 16 plantea dos tipos de transferencia en el paciente, la teorizada
por Freud, por desplazamiento y otra que él llama por retorno o reenvío, en donde
el paciente clivado en sus posibilidades de integració n hace vivir al analista lo que
él no puede vivir de su historia, le hace sentir aquello que no puede sentir de sí
mismo.
Y esto es vivido por el analista de modos diversos: invalidado en su capacidad
de pensar por la proyecció n de esos fragmentos intromisionantes, invasores; otras
veces con sentimientos de aburrimiento y pesimismo en donde el planteo de la
interrupció n del tratamiento se presenta como posibilidad interna en el analista;
también preocupació n excesiva, martirizante respecto a lo que puede sucederle al
paciente; con revivencias penosas vinculadas a su propia historia y que amenazan
el encuadre; en fin sentimientos intensos de rechazo o compasió n que atentan a la
abstinencia. En el mejor de los casos produciendo sueñ os vinculados al paciente o
recuerdos infantiles del analista a la manera de la figurabilidad, o películas,
poesías, fragmentos literarios o plá sticos que emergen por sorpresa en el espacio
interno del analista.
Y en el má s estricto legado freudiano, lo que puede ser obstá culo, (vivencias
contratransferenciales intensas y perturbadoras, invasió n del pensamiento etc.) lo
trataremos de convertir en palanca de cambio. Palanca de cambio que tendrá que
ser elaborada por el analista, que tiene que habérselas con eso enigmá tico que le
aparece en el escenario transferencial y que tendrá que procesarlo, emergiendo así
a veces unos hilos que permiten tejer algunas trazas y sobre todo profundizar ese
vínculo con su paciente.
Este tipo de proximidad conlleva también sus riesgos, riesgos de fusió n por
parte del paciente que atenta contra la alteridad y el imprescindible proceso de
individuació n y separació n yo – no yo, que es objetivo fundamental, riesgos de que
ante la vivencia de engolfamiento, repitiendo los aspectos invasores del objeto
primario, se generen actuaciones, agravamientos en el á mbito de lo psíquico o lo
somá tico. Riesgos que a veces no podemos evitar y terminan siendo favorables al
proceso o no y riesgos que a veces concientemente evitamos y los asumimos como
límite del tratamiento.
Para concluir, una ú ltima cuestió n. Estos procesos aquí descriptos en donde
lo que predomina es la construcció n, la historizació n subjetivante y la ligazó n
representacional ¿ pueden considerarse aná lisis?.
Silvia Bleichmar 17nos habla de simbolizaciones de transició n. Si tomamos la
interpretació n como aquella que desarticula y que va de lo singular a lo singular,
en el palabra a palabra como dice Laplanche 18, en estos casos señ alados
estaríamos lejos de esa posibilidad
Pero quiero señ alar la perspectiva de Fanny Schkolnik 19, que nos habla del
trabajo de interpretació n que por momentos apunta a la desconstrucció n y por
momentos requiere de una labor de ligazó n, trabajo de ambos participantes en
donde la transferencia y contratransferencia son esenciales para que la
16
Roussillon, R 2001 Le plaisir et la répétition. Dunod Paris

17
BLEICHMAR, SILVIA 2000 Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una propuesta
respecto al futuro del Psicoanálisis. Rev. Aperturas psicoanalíticas España
18
LAPLANCHE, Jean y otros 1972 Interpretación freudiana y psicoanálisis Paidos Bs..As.
19
SCHKOLNIK, FANNY 1998-1999 Representación, resignificación y simbolización. Revista de
Psicoanálisis. Número Especial Internacional. Buenos Aires

5
interpretació n tenga efectos, lo que relativiza tanto el contenido como la forma de
la misma.
Esta sería otra forma de pensar la interpretació n, como tarea, como trabajo
al que se llega, que incluye intervenciones, construcciones, silencios, ligazones,
desligazones, con un analista intensamente comprometido con su quehacer y con
su paciente.
Plantearía entonces que los aspectos centrales del tratamiento son: el
sostenimiento de la transferencia, el lugar de la palabra con su poder simbolizante
y el de la abstinencia en el sentido de no pretender educar ni inculcar valores
propios de ningú n tipo, manteniendo siempre la discriminació n de lugares. Por eso
me pregunto si aú n en los casos o situaciones en donde las fallas primarias hacen a
una caída del yo y de la represió n, que impiden la desconstrucció n propia del
aná lisis, no podemos pensar que el método psicoanalítico está conservado. Para
precisar mejor la pregunta ¿Nuestra tarea princeps será de descomposició n, de
desmantelamiento, tal como lo indica el vocablo análisis? ¿O será la de favorecer la
resimbolizació n, para las cuales haremos desconstrucció n pero también una nueva
historia, que contendrá la historia del vínculo transferencial y que posibilitará
simbolizaciones nunca alcanzadas antes, en un comprometido y complejo proceso
que tiene pautas a cumplir, pero de los que ambos integrantes salimos
transformados?.
Es cierto que no hay manera de conseguir cambio psíquico si no es de algú n
modo desarmando lo que genera el sufrimiento, pero ese desarmado será de muy
distinta índole, unas veces será del discurso y otras será de la indiscriminació n con
el objeto primario que impide la subjetivació n. Esto requiere libertad, modestia y
rigurosidad. Libertad para poder pensar y apelar a distintos recursos, modestia
para no olvidar nuestros límites, los límites de nuestro instrumento y los del
paciente y rigurosidad en la reflexió n que la clínica diariamente obliga.
Con esto estoy privilegiando el proceso de creació n, posibilidades de
alcanzar simbolizaciones má s abiertas, de tolerar los enigmas, lo desconocido, las
carencias, los límites, no só lo del paciente sino también del analista, logrado desde
complejas vertientes que hacen a lo esencial de nuestra tarea, es decir produciendo
en ese encuentro, cambio psíquico.

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