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Colección Clínica Psicoanalítica

Gabriel Belucci | Luciano Lutereau


(Compiladores)

La época del
psicoanálisis
Lo contemporáneo y lo actual

acting out / anorexias / depresiones


estados fronterizos / adicciones
fenómeno psicosomático

Con textos de

Darío Groel | Lujan Iuale


Damián López | Eduardo Said
¿Neurosis, psicosis, perversión?

Damián López

El siguiente desarrollo tiene por finalidad interrogar los al-


cances y limitaciones que la tripartición neurosis, perversión,
psicosis ofrece a la clínica psicoanalítica. Como punto de parti-
da una cita de Donald Winnicott:

“En el análisis del tipo de casos fronterizos aparece la posibi-


lidad de observar los delicados fenómenos que proporcionan
indicios para una comprensión de los estados verdaderamen-
te esquizofrénicos. Con el término ‘caso fronterizo’ me refiero
a aquel en el cual el núcleo de la perturbación del paciente es
psicótico, pero este posee una suficiente organización psico-
neurótica, siempre capaz de presentar alteraciones psiconeu-
róticas o psicosomáticas cuando la ansiedad psicótica central
amenaza con irrumpir en forma grosera. En tales casos es po-
sible que el psicoanalista colabore durante años con la necesi-
dad del paciente de ser psiconeurótico (como estado opuesto
al de demente) y de que se lo trate como tal. El análisis funcio-
na bien y todos se sienten satisfechos. El único inconveniente
es que jamás termina.”1

Sabido es que Winnicott es un fiel representante de “la otra
escuela, la inglesa” y que Lacan elogiaba su sagaz posicionamien-
to clínico. Aclaremos que no por esto hay que lacanizar a Win-
nicott, él no habla de objeto a, de “gran Otro”, ni de sujeto. Y no

1. Winnicot, D. (1971) “El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones”


en Realidad y Juego, Buenos Aires, Gedisa 1985, p. 119.

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deja de ser psicoanalista por ello, debemos leerlo más bien en su


contexto. Indagar estos “casos”, tal es la propuesta, implica no ha-
cer de la tripartición una supuesta norma(lización) de la clínica.
Producir este desliz es psiquiatrizar el psicoanálisis.
En el conocido pasaje de la obra de Shakespeare, cuando se
encuentran con “el espectro”, “la sombra”, “el ghost” del padre
asesinado, Hamlet le dice a Horacio: “En el cielo y en la tierra
hay más de lo que puede soñar tu filosofía”. Como esa aparición
que genera un verdadero impasse, de la misma manera hay ma-
nifestaciones clínicas que indican los intersticios que dificultan
el alojamiento en esos tres grandes hangares de la psicopatolo-
gía. Ahora bien, ¿se trata por ello de reinventar la psicopatolo-
gía por una actual, ultimísima, epocal, o, de recordar que el su-
jeto es el precipitado del encuentro entre el viviente y el lengua-
je cuya singularidad dice del anudamiento RSI, más allá de todo
diagnóstico que por más morigerado que se lo suponga opera
como una verdadera injuria?2 Recuperando el precepto de Ha-
mlet, avancemos en consecuencia.

Clínica de bordes. Estados límites

Caso fronterizo es uno de los términos con el que se intenta de-


finir aquellos casos que no se ajustan de modo franco como neu-
rosis, psicosis o perversión. Podríamos sumar a la serie: “Borde”,
“Borderline”, “Patologías del Acto”. Mientras que en los modos
“francos”, no dudamos de la operación dominante y de la sinto-
matología asociada a ella; y si bien en ningún caso podrían anti-
ciparse los efectos de una intervención, aquí puede asombrar que
en ocasiones ésta devenga en una descompensación, promovien-
do que el analista interrogue su acto como causal de cierto exce-
so al tiempo de encontrar que el decurso del tratamiento alenta-
ba a que tales intervenciones sean posibles.

2. Tomo esta idea del desarrollo que hace Colette Soler (2009) en La querella de los
diagnósticos, Buenos Aires, Letra Viva, pp. 23-24.

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¿Neurosis, psicosis, perversión?

Borderline es una definición que se desprende de la nosolo-


gía psiquiátrica de los “Trastornos Fronterizos de la Personali-
dad”. Se le atribuye al psiquiatra inglés Charles Hughes introdu-
cir el término en 1884. Desde el psicoanálisis podemos interro-
gar esa clasificación, primordialmente desde la noción de borde
o frontera que Lacan toma apelando a una perspectiva topoló-
gica y la lógica del anudamiento que emplea para definir al su-
jeto como efecto de esa particular relación de lo Real, lo Sim-
bólico y lo Imaginario, remarcando que no hay supremacía de
uno sobre otro.
Esta es una simple apoyatura teórica pero que tiene un gran
alcance clínico, nos está indicando que un análisis transita por
las tres cuerdas y no solo por una, es decir que no solo hay for-
maciones del inconsciente en las que el sujeto queda represen-
tado porque su estofa es la del significante, sino que habrá tam-
bién otras manifestaciones donde lo predominante no es la re-
presentación sino la presentación.
Cabe la pregunta de qué hay a cada lado del borde, o qué es
lo que el borde delimita o divide. En la cita Winnicott plantea
“casos fronterizos”: paciente psicótico con organización psico-
neurótica; son esos casos que ponen en jaque la conjetura clíni-
ca y en consecuencia las intervenciones. Para pensar la comple-
jidad de estas situaciones, podemos acudir a la cantidad de ve-
ces que “frontera” es noticia como equivalente de conflicto irre-
soluble… las fronteras entre países, entre culturas e ideologías,
zona que parece pertenecer a dos territorios y a la vez a ninguno.
Esa extraña sensación que acontece cuando en un cruce fron-
terizo entregamos toda nuestra documentación sin estar ni en
una nación ni en otra, sino en el tránsito entre ambas. Así, la tí-
pica expresión de “estar en el limbo”3 emula este estado… del
sujeto aquí abordado.
Dentro del psicoanálisis lacaniano nos encontramos con di-

3. Lilit fue la primera mujer de Adan, pero no aceptó someterse a él. Por eso fue expul-
sada del paraíso y confinada a vivir en el limbo, ese estado intermedio que se carac-
teriza por no ser ni la tierra ni el cielo. Robert Graves, Raphael Patai (1988) Los mi-
tos hebreos, Buenos Aires, Alianza Editorial, p. 10, pp. 59-60.

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ferentes formas de pensar las coordenadas subjetivas de estas


particularidades clínicas. Todas hacen mención a una falla en el
proceso de inscripción de las operaciones fundantes; por ejem-
plo escuchamos hablar de Clínica de Fracasos del Fantasma,4 o
Borde real de las neurosis,5 o de Neurosis que no son de Trans-
ferencia.6 También podemos considerar aquí los trabajos rea-
lizados sobre la conceptualización de locura como diferen-
te de las psicosis. Por citar algunos autores: Freud y su trabajo
Una Neurosis Demoníaca del siglo XVII;7 Krafft Ebing (psiquia-
tra austríaco 1840-1902) desarrolló el concepto de locura; La-
can por su parte se refiere a las locuras en diferentes momen-
tos de su producción distinguiendo este concepto en tanto ob-
servable clínico, de las psicosis y sus manifestaciones. Misma
línea que toma y profundiza Jean-Claude Maleval en su libro:
Locuras histéricas y psicosis disociativas. Reparo en una diver-
sidad de materiales que depositan sus hipótesis en alguna difi-
cultad que impiden la vigencia de las formaciones del incons-
ciente, pero sin arribar por ello a la conclusión de una estruc-
tura cuya operación determinante es la forclusión del signifi-
cante Nombre del padre.
Entonces menciono a modo de hipótesis: Nos referimos a
casos en los que no hay un sujeto representado por medio de
las manifestaciones/formaciones del inconsciente, pero no por
eso quedan francamente localizados como psicóticos, o “no
neuróticos”.
Volviendo al texto de Winnicott:

“El análisis funciona bien y todos se sienten satisfechos. El úni-


co inconveniente es que jamás termina. Se lo puede terminar,
y el paciente movilizar incluso una falsa persona psiconeuróti-
ca para terminar y expresar su gratitud. Pero en rigor sabe que

4. Amigo, S. (1999) Clínica de los fracasos del fantasma, Rosario, Homo Sapiens.
5. Heinrich, H. (1997) Borde<r>s de las neurosis, Rosario, Homo Sapiens.
6. Heinrich, H. (1996) Cuando la neurosis no es de transferencia, Rosario, Homo Sa-
piens.
7. Freud, S. (1923) Una Neurosis Demoníaca del Siglo XVII, en Obras Completas, Vo-
lumen XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 66.

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¿Neurosis, psicosis, perversión?

no se ha producido cambio alguno en el estado (psicótico) sub-


yacente, y que el analista y él han tenido éxito en su colabora-
ción para provocar un fracaso. Y aun este fracaso puede tener
valor si analista y paciente lo reconocen. Este último tiene más
edad y han aumentado las posibilidades de muerte por acci-
dente o enfermedad, de modo que es posible eludir el suicidio
real. Más aun, mientras duró resultó divertido. Si el psicoanáli-
sis fuese un modo de vida, podría decirse que ese tratamiento
hizo lo que se suponía que debía hacer. Pero no es un modo de
vida. Todos abrigamos la esperanza de que nuestros pacientes
terminen con nosotros y nos olviden, y de que descubran que
el vivir mismo es la terapia que tiene sentido. Aunque redac-
tamos trabajos sobre estos casos fronterizos, en nuestro fuero
interno nos sentimos preocupados cuando la demencia sigue
sin ser descubierta y enfrentada.”8 (Cursiva añadida)

Señalo su mordaz e irónico sentido del humor porque agrega


un plus a la transmisión, da cuenta de una operación que aten-
ta contra la infatuación propia del narcisismo. A la vez, nos re-
cuerda que el analista es el resto que debe caer como efecto de la
transferencia, es el movimiento esperable de un análisis conco-
mitantemente al reposicionamiento subjetivo respecto al goce,
al amor y al deseo, como tres formas de poner a jugar la castra-
ción. Así, podríamos inferir que un análisis ha fracasado cuan-
do esto no se ha producido.
En estas situaciones clínicas pienso que la dirección de la cura
apuntará primero a la construcción de los bordes que le permi-
tan al sujeto alojarse y estabilizarse en esa escena que le deviene
ajena, sufriente y de la que subjetivamente está ausente. Movi-
miento lógico primero respecto a uno segundo que podríamos
metaforizar como el de cruzar la frontera. Se requiere para este
movimiento la apoyatura en el significante. Demos paso, enton-
ces, al desarrollo del punto siguiente.

8. Winnicot, D. (1971) “El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones”


en Realidad y Juego, Buenos Aires, Gedisa 1985, p. 119.

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Falta de confianza en el significante

¿Qué entenderíamos por confianza en el significante? Una


cita de Lacan nos ayudará:

“Las Triebe (pulsiones) han sido exploradas, descubiertas por


Freud en el interior de toda una experiencia fundada sobre la
confianza en el juego de los significantes, en su juego de sus-
titución, ese algo que hace que no podamos de ningún modo
confundir el dominio de las Triebe con una suerte de reclasi-
ficación, por nueva que se la suponga, de las relaciones del ser
humano con su medio natural.”9

Esta cita permite entender la eficacia del significante en tér-
minos de confianza. El significante establece una modalidad de
satisfacción que desnaturaliza lo biológico.
Podríamos trazar un eje común a todos los trabajos citados
más arriba, en el punto donde realizan un desarrollo teniendo
en cuenta temas que resultan fundamentales a la hora de pen-
sar la constitución subjetiva, vale decir de esos que “concier-
nen a la estructura”. Por ejemplo la propuesta de Silvia Amigo,
apunta a pensar que hay subjetividades en las que la función del
fantasma parece haber fracasado en generar una respuesta es-
table frente a lo enigmático del deseo del Otro. Hace una dife-
rencia entre lo que denomina “crisis estocásticas”, contingencias
que hacen que momentáneamente el sujeto no disponga de la
operatoria del fantasma. Ninguna neurosis está exenta de estos
avatares, pero señalemos que el sujeto tiene cómo restablecer la
trama. Ahora, la autora avanza diferenciando estas situaciones
de los casos donde la crisis no sería “estocástica”, sino que sería
una constante. Mientras que los primeros son pensados como
fracasos momentáneos del fantasma, el segundo caso los pien-
sa como fracasos perpetuos del mismo.
Recordemos que para el sujeto no habrá otra realidad que el
“ser siendo” y que esa frase dice la forma que cada sujeto tiene
9. Lacan, J. (1959-60) “Las Pulsiones y los Señuelos” en Seminario 7: La Ética del Psi-
coanálisis, Buenos Aires, Paidos.
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¿Neurosis, psicosis, perversión?

de pertenecer al linaje con trazas singulares en relación al amor,


al deseo y al goce. Entonces el interrogante se plantea en el pun-
to donde ese “ser siendo” no habría concluido de constituirse
como recurso y en consecuencia parecería no haber punto de
anclaje en una respuesta con valor estable. Lo fracasado sería el
sellado que el fantasma otorga con su “ser siendo” (emulando
la frase que se construye en el texto freudiano Pegan a un Niño,
“soy siendo pegado por mi padre”).
En los otros trabajos que seleccioné para este recorrido po-
dríamos establecer iguales apreciaciones. En el caso de Haidée
Heinrich y sus vastas elaboraciones sobre las afecciones psicoso-
máticas, aborda el tema desde las conceptualizaciones de aliena-
ción-separación y la articulación y diferenciación entre el efecto
afánisis y la función afánisis, entendido como un tiempo segun-
do en el que se pone a jugar el efecto afánisis.10 Lo interesante es
que también aquí el tema es abordado desde la lectura de una
falla en una operación fundante para la estructura, al fracasar la
secuencia de constitución entre las funciones de alienación-se-
paración y desde allí el enlace a la lógica del fantasma.
Otro psicoanalista que propone una variable clínica intere-
sante es Jean Jacques-Rassial.11 Acuñó la denominación de “Es-
tados Límites”, lo novedoso es que al denominarlo “estado” no
apunta a instalar una variante estructural. Valiéndose de la ope-
ratoria por la cual el significante se inscribe y funda la estructura,
piensa ese proceso en tres tiempos, ubicando el tercero de ellos
en la adolescencia, momento en el que al no poder validar las
dos inscripciones precedentes, no contaría con recursos que le
permitan reinventar el Nombre del padre (Lacan en el seminario
5 dice que “cada sujeto es su propia metáfora”) y de esa manera
explica la frecuencia de conductas leídas como antisociales por
no poder incluirse en el mundo de los adultos. Asimismo repa-
ra en los sujetos donde esto es sostenido en el tiempo, pasan-
do a ser de modalidad permanente o de “adolescencia eterna”.

10. Heinrich, H., La respuesta psicosomática, en http://www.efbaires.com.ar/files/texts/


TextoOnline_110.pdf
11. Jaques-Rassial, J., El Sujeto en Estado Límite, Buenos Aires, Nueva Visión, 2001.
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En esta misma dirección podemos entender como una cons-


tante en estos estados, las denominadas actuaciones o manifesta-
ciones del tipo acting-out. Al no poder representarse entre sig-
nificantes, al no poder abordar lo real por lo simbólico; lo que
se produce es una manifestación actuada y no apalabrada. Por
eso lo menciono como “presentación”, porque se presenta en acto
lo que no puede ser dicho. Es un ejemplo recurrente reparar en
las a-dicciones, donde lo impedido es la dicción.
Un pequeño salto para introducir lo trabajado por otro psi-
coanalista, se llama Didier-Weill. Es conocido su aporte en el
seminario 24 sobre la forma que encontró de leer el superyó a
la luz de la propuesta lacaniana de “el inconsciente estructura-
do como un lenguaje”. Esas ideas luego las desarrolló en un li-
bro que se titula “Los tres tiempos de la ley” de allí tomo la fra-
se “falta de confianza en el significante”, expresión que suele ser
citada para dar cuenta de subjetividades en las que el sendero
del significante y sus formaciones (lapsus, fallidos, olvidos, sín-
tomas, sueños) no está facilitado, donde no hay confianza en el
decir inconsciente más allá de lo dicho; no hay “otro decir”…
inconsciente. No obstante, hablamos de inscripción fallida del
significante Nombre del padre y no de forclusión, porque no hay
fundamento para pensarlo como psicosis.
También es de Didier-Weill un trabajo que se titula “La
nota azul”, expresión tomada del gran músico polaco Frede-
ric Chopin:

“Sobre esta nota, yo diría, que si bien no es simbolizable ya que


no podemos inscribirla –no podemos retener en nosotros el
efecto eminentemente fugaz que se nos produce, y cuya exten-
sión es estrictamente tributaria de lo real de la vibraciones so-
noras que la sustentan–, es, en cambio, simbolizante al abrir-
nos al efecto de todos los demás significantes como si ella fue-
ra su contraseña.”12

12. Didier-Weill, A. (1988) “La nota azul” en El objeto del arte. Incidencias freudianas.
Buenos Aires, Nueva Visión, 1988, pp. 70-71.

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¿Neurosis, psicosis, perversión?

La nota azul es metáfora de ese significante que no es sim-


bolizable pero si simbolizante de todos los demás. En eso radi-
ca la confianza en el significante que desprovisto de todo senti-
do, opera como contraseña. Contamos con él cuando invitamos
a un paciente a asociar libremente. Es el que vertebra el discur-
so, pero no es la vértebra ni la médula, sino el hueco central co-
mún a todas las vértebras.
Ya trazadas estas coordenadas, podemos pasar al siguien-
te interrogante referente a la modalidad de la transferencia y el
acto analítico en tanto supongo al mismo promoviendo efectos
interpretativos.

Particularidades transferenciales

Llegados a este punto cabe una pregunta de apertura: ¿Cómo


dar cuenta de la modalidad transferencial allí donde no hay con-
fianza en el significante? Parafraseando el título del libro de Hai-
dée Heinrich ¿cómo pensar la clínica cuando la neurosis no es
de transferencia?
Todas las intervenciones del analista serán efectivas, si solo si
promueven un efecto transformativo a cuenta del sujeto. Para La-
can estas transformaciones tienen lugar como efecto de la inter-
pretación, que a esta altura ya sabemos que “interpretación” en
psicoanálisis rompe con las reglas universales de tal concepción.
Cito a Lacan en el seminario denominado El Acto Psicoanalítico:

“Lo que engendra la interpretación analítica, es algo que no


puede ser evocado de lo universal más que bajo la forma, que
les ruego remarcar hasta qué punto es contraria a todo lo que
hasta ahora se calificó como tal: es, si se puede decir, esa espe-
cie de particular que se llama ‘llave maestra’, la llave que abre
todas las cajas”13.

13. Lacan, J. (1967-68) El seminario 15: El acto Psicoanalítico, clase del 17 de enero de
1968, inédito.

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Esa dimensión, contraria a la universalización tiene una fun-


ción particular, la de operar como llave maestra, vale decir que
la interpretación no apunta a ubicar un sentido diferente al esta-
blecido, o, como se lo suele mencionar un “otro sentido” porque
de ser así, el análisis sería interminable y en el decir de Winnico-
tt no habremos tenido éxito más que para provocar un fracaso.
Que Lacan centre fuertemente el lugar de la interpretación en
el Seminario citado, El Acto Psicoanalítico, es para remarcar que
el acto, para que sea analítico, debe tener un alcance interpreta-
tivo en tanto opera como llave maestra. Pero esta definición re-
quiere responder dos preguntas: 1) ¿Qué es “llave maestra”? 2)
¿Qué sería un acto proveniente del analista, que no sea analítico?
Para la primera, tomará valor interpretativo aquello que in-
cida a nivel de la letra, instancia que no es la del sentido, sino la
que lo equivoca para producir efectos de verdad. La “nota azul”
de Chopin.
La segunda de las preguntas a mi juicio no deja lugar a du-
das, el acto será analítico en tanto promueva la interpretación.
De no ser así, su alcance quedará reducido a un efecto sugestivo.
Podríamos establecer que la interpretación a la letra es en sí
misma acto, lo que no quita que haya otras intervenciones que,
sin anudarlas al estatuto de la interpretación/acto, promueven
una instancia previa al mismo. Éstas serán posibles si hay en-
cuentro con un deseo de analista que permita ir construyendo
para el analizante una zona de confianza, pero no en la persona
del analista, sino en sus propios significantes.
Esa labor la suponemos ya realizada en todos los casos que
no dudamos en llamar neurosis; de esos pacientes decimos “se
analizan”, como si lo harían solitos. En cambio en estos casos es-
tamos en una etapa propedéutica, de allí que requieran mayo-
ritariamente de nuestra presencia; el punto será que ella opera-
ría en pos de una facilitada sugestión si no se puede soportar el
punto de vacío que es necesario para que lo que surja sea a cuen-
ta del sujeto. Me refiero a que una lectura de la clínica de bor-
de leída desde un déficit, determinaría que el lazo transferen-
cial se instale por la vía de la sugestión, porque al sujeto que se

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¿Neurosis, psicosis, perversión?

le suponga “no poder” y “no saber” será sostenido por otro que
“sí puede”, y no solo puede, sino que también sabe cómo. Sería
la apuesta inversa a la disparidad subjetiva que Lacan señala a
propósito de la transferencia.14
A los “casos fronterizos” o de “borde”, también se los suele
denominar como “patologías de época”.

¿Hay “patologías de época”?

Parece que es de todos los tiempos plantear que tales exis-


ten, ¡a tal punto que lo patológico sería la época! Escuché du-
rante toda mi formación de grado que “ya no hay histéricas a lo
Charcot”, podríamos parafrasear los aforismos de “rioba” y de-
cir “histéricas eran las de antes”, homologable al “mujeres eran
las de antes” y al “ya no hay hombres”,15 como contrapartida de
las histéricas. También escuché otro aforismo, ese que relaciona
a las histéricas con la invención del psicoanálisis, algo así como
que el psicoanálisis les debe su invención, recordemos “la cura
por la palabra” que motivó a Freud dejar la hipnosis y comen-
zar con la asociación libre. Cito a Freud, hablando de la seño-
rita Anna O.:

“Ella había inventado el nombre serio y acertado de ‘talking


cure’ (‘cura de conversación’) y el humorístico de ‘chimney-
sweeping’ (‘limpieza de chimenea’).”16

Si la histeria se debe a su amo, al que por otro lado construye,


podemos ensayar la siguiente articulación. ¿Qué pedido le llega-
ba de Charcot, el “amo” de La Salpêtriere?, ¿Cómo la quería?...

14. En la clase de apertura del Seminario 8, conocido en la edición de Paidos como La


transferencia, Lacan dice: “Anuncié para este año que voy a tratar sobre la transferen-
cia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas”.
15. Expresión que la podemos pensar con el sesgo de la demanda oral, esa que supone
una fuente que nunca debe agotarse, siempre “debe haber” para su consumo.
16. Freud, S. (1893) Estudios sobre la histeria (Breuer y Feud) en Obras completas, Vol.
II, Buenos Aires, Amorrortu, 1987, p. 96.

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La quería mostradora, escénica, actuadora. Charcot le pedía a


sus pacientes que pongan en escena sus síntomas para el audi-
torio que él (y ella) había(n) convocado y así el Maestro (impo-
sible que lo sea sin su enferm(er)a) daba cátedra. Actualizando
la pregunta: ¿qué pedido le llega de su analista? “Hable”… y ella
habla… se suele decir que muchas veces hasta “por los codos”.
Desde ese entonces el enlace es por los desfiladeros del signifi-
cante y “los codos” perdieron su condición biológica, constitu-
yéndose en instrumentos parlantes.
Entonces, a modo de hipótesis: ¿Será que ya no hay histerias
a lo Charcot porque lo que se transforma en demanda prove-
niente del campo del Otro (Médico, Amo, Psicoanalista) es otro
pedido? Del “muéstrenos que la miramos” al “hable que la escu-
cho”. Remarco también el pasaje del plural al singular.
Primer paso entonces, el de localizar las coordenadas de cons-
titución subjetivas en las coyunturas epocales, pero sin perder el
rumbo en cuanto a entender que es la transferencia la que de-
termina el modo singular de cada analizante en articular dia-
lécticamente época y patología.
Extraviarse en este punto conlleva un riesgo, que cada ana-
lista considere una clínica propia de la época en que realiza la
práctica. Porque pasaría a ser “su época” y “su práctica” las que
formatean la escucha y no la lectura de la letra que comanda el
inconsciente del sujeto, en tanto litoral entre saber y goce. La si-
guiente cita nos ayudará a realizar una articulación entre trans-
ferencia y deseo del analista:

“Para darles fórmulas referenciales, diré: si la transferencia es


lo que, de la pulsión, aparta la demanda, el deseo del analista
es lo que la restablece.”17

Entonces, es menester del analista alojar lo que se presenta más


allá del límite que toda teorización refiere. En ese sesgo una de-
nominada “patología de época” se podría simplificar la comple-
17. Lacan, J. (1964) El seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa-
nálisis, Buenos Aires, Paidos,1990, p. 281.

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¿Neurosis, psicosis, perversión?

jidad de la constitución subjetiva. Permítanme una cita un tanto


extensa de Freud en su trabajo “Consejos al Médico”:

“La coincidencia de investigación y tratamiento en el traba-


jo analítico es sin duda uno de los títulos de gloria de este úl-
timo. Sin embargo, la técnica que sirve al segundo se contra-
pone hasta cierto punto a la de la primera. Mientras el trata-
miento de un caso no esté cerrado, no es bueno elaborarlo cien-
tíficamente: componer su edificio, pretender colegir su mar-
cha, establecer de tiempo en tiempo supuestos sobre su esta-
do presente, como lo exigiría el interés científico. El éxito co-
rre peligro en los casos que uno de antemano destina al empleo
científico y trata según las necesidades de este; por el contra-
rio, se asegura mejor cuando uno procede como al azar, se deja
sorprender por sus virajes, abordándolos cada vez con ingenui-
dad y sin premisas. Para el analista, la conducta correcta con-
sistirá en pasar de una actitud psíquica a la otra al compás de
sus necesidades; en no especular ni cavilar mientras analiza, y
en someter el material adquirido al trabajo sintético del pen-
sar sólo después de concluido el análisis. Sería irrelevante dis-
tinguir entre ambas actitudes si ya poseyéramos todos los co-
nocimientos, o al menos los esenciales, que el trabajo psicoa-
nalítico es capaz de brindarnos sobre la psicología de lo in-
consciente y sobre la estructura de las neurosis. Hoy estamos
muy lejos de esa meta y no debemos cerrarnos los caminos que
nos permitirían reexaminar lo ya discernido y hallar ahí algo
nuevo.”18 (Cursiva añadida)

Reparo en esta cita porque leo en ella la posición ética de


Freud: ¡qué fácil hubiera sido para el maestro transmitir con
certeza un cuerpo de saber constituido! Más aun siendo él El
Creador de “su” saber. En lugar de eso nos transmite que el
avance de un análisis se produce cuando no se sofoca el ad-
venimiento de algún efecto sorpresivo que permita el hallazgo
de algo nuevo donde todo parecía ya discernido. Si en lugar de

18. Freud, S. (1912) “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” en Obras


Completas, Vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1988, p. 114.

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Gabriel Belucci - Luciano Lutereau | La época del psicoanálisis

esto se aplica un saber adquirido en algún “Manual de Épo-


ca”, no se haría más que intervenir en pos de constatar premi-
sas preexistentes.

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