Está en la página 1de 2

VICERRECTORÍA ACADÉMICA

DIRECCIÓN DE FORMACIÓN INTEGRAL


FORMACIÓN GENERAL CORPORATIVA

Semana 3
Unidad I – EL HECHO Y SU COMPRENSIÓN
Documento de lectura

Neuroética. Cuando la materia se despierta


Kathinka Evers

1.1. El axioma social de la libertad

Todo sistema de normas que apunte a establecer cómo actuar de manera adecuada presupone, si debe tener un
alcance práctico, que los seres humanos tienen alguna capacidad de controlar voluntariamente su
comportamiento o en cierta medida de influirlo. En otros términos, "deber" implica "poder", en cierto sentido y
en cierta medida. En ausencia de tal capacidad, en efecto, no tendría ningún sentido, ni en la práctica ni tampoco
en la teoría, hacer recomendaciones o establecer prescripciones. La libertad que tenemos de influir
voluntariamente en nuestra naturaleza y nuestro destino está en el corazón de la identidad humana: ser humano
significa, para un gran número de nosotros, tener "libre albedrío", ser capaces de elegir lo que hacemos,
pensamos y decimos, y también ser capaces de mejorarnos y de desarrollarnos como individuos. Hacemos la
experiencia de esto en función de las circunstancias prácticas en las cuales nos encontramos; en cierto sentido,
lisa y llanamente controlamos nuestras vidas. Aunque incesantemente padecemos ciertas coerciones y ciertos
efectos que resultan de nuestras experiencias pasadas y de nuestra educación, creemos o queremos creer que,
en una situación en la que nos vemos enfrentados con un conjunto de acciones posibles, en cierta medida somos
libres de escoger entre ellas.

Esta experiencia del libre albedrío también funciona como un axioma social. En general se considera que la
libertad de elegir es una condición necesaria para ser personalmente responsable, y la responsabilidad personal
es una noción a cuyo alrededor están construidas todas las sociedades. En sus aplicaciones sociales, la
responsabilidad de una persona para una acción determinada presupone que la acción no era ni obligada ni
forzada sino voluntaria, de tal manera que el agente, en cierto sentido, habría podido actuar de otro modo.
Desde un punto de vista moral o legal, somos considerados como responsables únicamente de las acciones que
en principio podríamos no haber cometido.

[…] Todas las sociedades humanas, que yo sepa, presuponen que los individuos adultos y con buena salud pueden
ser moral, social y legalmente responsables de sus acciones, a condición de que hayan actuado libremente y no
bajo la coerción. No obstante, es un verdadero problema justificar y explicar las condiciones en las cuales las
acciones son libremente elegidas, no obligadas y voluntarias. Es fácil encontrar ejemplos claros y precisos de
golpes de (mala) suerte involuntarios: si a usted le cae un rayo cuando se dirige a una cita, no es responsable de
no haber llegado; si gana dinero en la lotería, no se merece que lo feliciten por haber escogido el número
ganador. Aquí la idea es que si usted es objeto de un simple azar, de circunstancias sobre las cuales usted no
tiene ipso facto ninguna influencia, entonces usted no tiene ningún control, ninguna libertad de elección sobre
la cuestión, su voluntad no es un factor determinante, tampoco actúa de manera intencional y, por consiguiente,
no puede ser ni alabado ni censurado por el resultado […].

1
VICERRECTORÍA ACADÉMICA
DIRECCIÓN DE FORMACIÓN INTEGRAL
FORMACIÓN GENERAL CORPORATIVA

1.2. El problema neuroético del libre albedrío

El problema del libre albedrío es uno de los grandes problemas filosóficos; fue objeto de discusiones desde hace
milenios, al igual que el problema del cuerpo y el espíritu. En realidad abarca un conjunto de problemas
filosóficos, pero la cuestión fundamental es la siguiente: ¿puede el ser humano controlar su propio destino?
¿Está el futuro de alguna manera abierto a nuestra creación, o bien ya está determinado por fuerzas sobre las
cuales no tenemos ninguna influencia y debemos entonces contentarnos con descubrirlo? Esta discusión se ha
perpetuado en el curso de la historia y a través del mundo, en la China antigua, en Persia, en Grecia; y aun cuando
las cuestiones eran planteadas en términos diferentes según las distintas épocas y en virtud de la gran diversidad
cultural, la preocupación seguía siendo siempre la misma. Estas discusiones filosóficas numerosas y muy
detalladas, sobre el determinismo y la causalidad, por ejemplo, o sobre la racionalidad de las acciones, también
salieron a la superficie en las neurociencias contemporáneas, que encuentran en ellas con qué alimentarse y
renovarse de manera interesante, y se trata de una parte importante de la neuroética.

El problema neuroético del libre albedrío consiste en explicar cómo la concepción según la cual los seres
humanos son individuos libres y responsables, concepción crucial desde un punto de vista social, puede ser
relacionada con las concepciones neurocientíficas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro
comportamiento. ¿Es razonable creer en el libre albedrío cuando lo que experimentamos como una libre elección
resulta de interacciones electroquímicas en el cerebro y es una suerte de programa biológico para la toma de
decisión, modelada por la evolución? O bien, ¿el libre albedrío no es más que una ilusión? Pero si esto es así,
¿qué ocurre con la noción de responsabilidad personal? […].

Referencia bibliográfica:

EVERS, Kathinka. Neuroética. Cuando la materia se despierta. Buenos Aires, Katz Editores, 2011, 208p.

También podría gustarte