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Universidad Autónoma del estado de Tlaxcala

Facultad de trabajo social, sociología y psicología

Licenciatura en Trabajo social

Trabajo de investigación:

Ensayo sobre la ciencia y el conocimiento

Estudiante:

Araceli Huerta Avendaño

Asignatura:

Epistemología

Profesora:

Lic. Nancy Vera Moreno

Semestre:

4to A

30 de Marzo del 2023


Introducción

Es bien sabido que las grandes preguntas que nos hacemos hoy día que giran en

torno a las raíces y soportes de la ciencia y del conocimiento humano son de

naturaleza filosófica, esto se trata, en fi n de cuentas, de profundizar en nuestro

conocimiento considerado como el más seguro porque lo creemos “científico”, pero

¿con qué concepto de ciencia? Y, en todo caso, ¿es esta la única vía para la

adquisición de un conocimiento seguro, confiable y defendible

epistemológicamente?

En este documento hablaremos sobre puntos de lo que tiene que ver sobre la

ciencia y el conocimiento.

Desarrollo

A lo largo del siglo XX, hemos vivido una crisis de nuestro modo de pensar, de

nuestro modo de razonar y de nuestro modo de valorar. Esto nos obliga a pensar

en la Ciencia con un enfoque distinto, a pensar con un enfoque estructural, inter- y

transdisciplinario, todo lo cual pide una nueva “arquitectura semántica”; éste es un

objetivo que solo lo lograremos por medio de un procedimiento riguroso,

sistemático y crítico.

De igual manera a mediados del siglo XX, se replanteó de forma crítica las bases

epistemológicas de los métodos y de la misma ciencia, y se sostiene que, sin una

base epistemológica que le dé sentido, no pueden existir conocimientos en

disciplina alguna.

En el modelo tradicional de la ciencia positivista frecuentemente se exhibe una

imagen del proceso teorizador bajo la guía de una dinámica mental inductiva o

deductiva.
Einstein solía decir que “la ciencia consistía en crear teorías”, y Kurt Lewin solía

afirmar que “no hay nada más práctico que una buena teoría”. Ciertamente, si se

tiene en cuenta la función que tienen las teorías en el avance científico, podemos

decir que su construcción es el fin principal de la ciencia.

Se hace mención que en la epistemología actual nos hace ver que persisten en la

ciencia tradicional muchas actitudes y procedimientos que, rigurosamente

hablando, solo podemos ubicar en el terreno de los hábitos mentales.

Los términos fundamentales de la ciencia debían representar entidades concretas,

tangibles, mensurables, verificables, de lo contrario, serían desechados como

palabras sin sentido; las realidades inobservables habría que “definirlas

operacionalmente” para poderlas medir; los modelos matemáticos, basados en

datos bien medidos, serían los ideales para concebir y estructurar teorías

científicas.

Con el desarrollo de la ciencia renacentista, el concepto aristotélico de forma-causa

pierde vigencia y entra en crisis. Sólo la causa matemática es “causa vera”, y

comienza la marcha triunfal de la causalidad mecánica.

Todo esto hizo que se abriera un gran abismo entre las ciencias de la naturaleza y

las ciencias humanas.

Se menciona que la ciencia tradicional ha prestado, sin duda alguna, muchos

servicios al hombre: le ha ayudado a superar mucha pobreza, enfermedades,

trabajo deshumanizante y, en general, a alargar su vida.

La nueva ciencia no rechaza las aportaciones de Galileo, Descartes o Newton, sino

que las integra en un contexto mucho más amplio y con mayor sentido, en un

paradigma sistémico.
Ciertamente, las ciencias de la complejidad son un tipo nuevo de racionalidad

científica exigido por el mundo actual y su futuro. El término de “ciencias de la

complejidad” fue acuñado a raíz de la fundación del Instituto Santa Fe (Nuevo

México, EE.UU.), el cual está dedicado al estudio de los fenómenos,

comportamientos y sistemas que exhiben complejidad.

La historia de la ciencia nos permite ver en forma palpable que sus avances más

revolucionarios y significativos no provienen de investigaciones empíricas aisladas

o de la acumulación de hechos y experimentos, sino de teorías novedosas

inicialmente desconcertantes.

Ya desde la segunda parte del siglo XX, la filosofía de la ciencia se centró en este

estudio epistemológico, y, en la sola década de los 60, le dedicó cinco simposios

internacionales que concluyeron levantando lo que se ha llamado el acta de

defunción de la concepción heredada (el positivismo lógico), la cual, a partir de ese

momento, según Popper, “quedó abandonada por casi todos los epistemólogos”,

debido “a sus dificultades intrínsecas insuperables” (1977: 118).

. El Enfoque Centrado en la Persona (ECP) nace y se desarrolla asumiendo un

enfoque de la naturaleza del conocimiento y de la ciencia que ya se había

establecido en las áreas más avanzadas de la física, la lingüística, la biología y gran

parte de la misma filosofía de la ciencia.

De igual manera, para abordar el tema de conocimiento, este hace referencia a que

el conocimiento no era sino un representar esas cosas en la mente, con una buena

adaptación a las mismas, para ser objetivos. No cabía situación más humilde para

el yo.
Se menciona que el conocimiento humano es una realidad emergente, ya que el ser

humano es superior a los animales, no por la riqueza de su información sensorial,

ya que la mayoría de los animales poseen una agudeza visual, auditiva, olfativa, etc.

muy superior a la del hombre, sino por su capacidad de relacionar, interpretar y

teorizar con esa información.

La orientación tradicional del conocimiento es la que ha venido a llamarse “modelo

especular”. Su idea central expresa que fuera de nosotros existe una realidad

totalmente hecha, acabada y plenamente externa y objetiva, y que nuestro aparato

cognoscitivo es como un espejo que la refleja dentro de sí.

Conclusión

De manera de conclusión se puede decir que el conocimiento o la ciencia brotan

del entre juego, de la interacción, del diálogo entre la naturaleza y nosotros

mismos, que son la síntesis conciliada de la relación sujeto-objeto, que nunca

tenemos acceso a la “cosa en sí” tal como sería independientemente de nuestra

investigación.

Referencias

Bronowski, J. (1978). El sentido común de la ciencia. Barcelona: Península

Habermas, J. (1982). Conocimiento e interés. Madrid: Taurus.

Echeverría, J. (1989). Introducción a la metodología de la ciencia: la filosofía de la

ciencia en el siglo XX. Barcelona: Barçanova.

Habermas, J. (1985). Conciencia moral y acción comunitaria. Barcelona: Península.

Habermas, J. (1996). La lógica de las ciencias sociales. Madrid: Tecnos

Kant, E. (1786). Fundamentos metafísicos de las ciencias de la naturaleza. Original

alemán.
Horgan, J. (1998). El fi n de la ciencia: los límites del conocimiento en el declive de

la era científica. Barcelona: Paidós

Russell, B. (1977). El conocimiento humano. Madrid: Taurus.

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