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Poder cambiar el mundo en los momentos en que éste parece

empeñado en seguir otra ruta es tarea imposible.


Podemos influir más o menos en situaciones y personas, pero no más.
Pero donde sí podemos operar con plena eficacia es modificando
nuestra manera de ver e interpretar los aspectos que nos perturban e
inquietan.
Y lo más curioso es que, tras la inteligente aceptación de los hechos,
no sólo equilibramos nuestra vida emocional, sino que, además, el
mundo también cambia.
En realidad, y según las más avanzadas leyes de la Física, la película
que vemos en el exterior es, en buena medida, una proyección del
programa que tenemos en nuestro interior.

Vale la pena evitar culpar a los demás, y tener en cuenta que si no nos
gusta lo que recibimos, convendrá prestar atención a lo que emitimos.
Debemos poner atención a las palabras que pronunciamos y a
nuestras actitudes.
Tenemos mucho más que ver de lo que parece en aquello que nos
sucede.
Cuanto más conscientes seamos de nuestros pensamientos y
anhelos, el destino, cada vez, estará, en mayor medida, en nuestras
manos.
Se trata de cambiar el foco de visión elaborando opciones más
positivas y formulando el mundo tal y como lo deseamos vivir

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