0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
9 vistas5 páginas
La vejez es una etapa de liberación y desapego que permite el crecimiento espiritual. Es un tiempo para centrarse en el yo profundo, practicar la meditación y el silencio, y vivir en paz con uno mismo y los demás. La aceptación de las pérdidas y la renuncia a las aspiraciones materiales ayudan a alcanzar la plena realización del ser y la felicidad.
La vejez es una etapa de liberación y desapego que permite el crecimiento espiritual. Es un tiempo para centrarse en el yo profundo, practicar la meditación y el silencio, y vivir en paz con uno mismo y los demás. La aceptación de las pérdidas y la renuncia a las aspiraciones materiales ayudan a alcanzar la plena realización del ser y la felicidad.
La vejez es una etapa de liberación y desapego que permite el crecimiento espiritual. Es un tiempo para centrarse en el yo profundo, practicar la meditación y el silencio, y vivir en paz con uno mismo y los demás. La aceptación de las pérdidas y la renuncia a las aspiraciones materiales ayudan a alcanzar la plena realización del ser y la felicidad.
La vejez es la edad de plenitud vital, es decir, de libertad en el
desapego. Y a través de esa libertad de DESAPEGO vamos desarrollando nuestra ESPIRITUALIDAD. ESPIRITUALIDAD es el BUEN VIVIR o la VIDA CON PROFUNDIDAD. La vejez es tiempo de crecer decreciendo. El APRENDIZAJE DE LA VEJEZ es todo un reto. Se trata de la ACEPTACIÓN DE LAS PÉRDIDAS.
Todo tiene su momento: Tiempo de nacer y tiempo de morir.
Tiempo de bailar y reír y tiempo de hacer duelo y llorar. Tiempo de hablar y tiempo de callar. Tiempo de ganar y tiempo de perder. Tiempo de adquirir y tiempo de despojarse. Tiempo de esforzarse y tiempo de descansar. Tiempo de aprender y tiempo de olvidar. Tiempo de poder hacer algo y tiempo de ya no poder hacerlo. Tiempo de empujar y tiempo de ser empujado.
La vejez es tiempo de vivir más con cada vez menos.
La vejez es tiempo de dejarse llevar. Tiempo de decrecer para crecer hacia el fondo, desde el Yo Falso hacia el Yo Profundo.
La vejez es la edad privilegiada para vivir la espiritualidad, es decir, la
profundidad, en paz con uno mismo y con los demás. Aprender la sabiduría de vivir mejor con menos, y compartiendo lo que tenemos, es todo un reto. Un reto espiritual en el fondo.
La vida del ser humano comprende 4 etapas.
La primera etapa comprende los primeros 20 años. Es el tiempo de adquirir capacidades. El tiempo de prepararse para el breve y complejo viaje de la vida.
La segunda etapa va desde los 20 a los 40 años.
Es el tiempo de formar pareja y de criar hijos. Es el tiempo de trabajar, de ocuparse, afanarse y protagonizar mil responsabilidades y quehaceres.
La tercera etapa va desde los 40 hasta los 60.
Es la etapa de la maduración en aprendizaje y experiencia.
La cuarta etapa comienza a los 60.
Es el tiempo de la cosecha. Es el tiempo de renunciar, del retiro. Es el tiempo del silencio, la quietud y la contemplación. Es el tiempo de emprender el viaje hacia el interior, hacia el Yo Profundo. Es el tiempo de ir haciéndose uno con el Misterio y la Presencia y el Todo. Es el tiempo de liberarse de aspiraciones, de ganancias y pérdidas, de éxitos y fracasos, de apegos, ataduras. Es el tiempo de prepararse para abrazarse con la muerte que le saldrá al paso sin encontrarle nada propio, unido con el Todo, de modo que no podrá contra él. Entonces dará su paso al SER PLENO, sin forma. Entonces dará su paso a la VIDA que ni nace ni muere, sin tiempo ni espacio.
LA VEJEZ ES LIBERACIÓN, previa a la muerte, LIBERACIÓN TOTAL.
Libres de cargas, de responsabilidades y competencias. Libres de estresantes protagonismos, de planes, proyectos futuristas, estrategias, tácticas, actividades, logros y metas. Achaques de salud, sí. Pérdida de fuerza, sí. Irrelevancia social, sí. Soledad y abandono, sí.
La enfermedad y la muerte son ataduras severas, radicales, que trae
consigo la vejez, pero quien accede a LA RAÍZ DE SU SER se libera también de ellas. La vejez es un VIAJE INTERIOR que nos LIBERA EN PROFUNDIDAD.
Para eso es necesario un trabajo interior de toda la vida.
La liberación profunda exige desapego.
Desapego del propio ego. Desapego del Yo Falso. Desapego del control automático en algún lugar del cerebro. EL DESAPEGO ES LA CLAVE DE LA LIBERACIÓN, DE LA PAZ Y DE LA FELICIDAD.
El que no es perturbado por las penas y no anhela las alegrías, el que
está libre del apego, miedo e ira, el que está encima de todo bien y todo mal, él está listo para la común-unión con el Todo, su origen y su destino. Y quien, desapegándose de todo cuanto no es en verdad, se centra y unifica en su verdadero YO PROFUNDOm se realiza plenamente, es feliz. Quien se aferra a su ego pierde su ser o su vida. Para aprender a VIVIR PLENAMENTE hay que aprender a morir con dignidad.
Ser feliz es muy sencillo, lo difícil es ser sencillo.
Pero no es cuestión de voluntad férrea. Es cuestión de relajar nuestro afán, dejar que fluya nuestro ser, dejar que desde nuestro YO PROFUNDO fluya la Energía Infinita, dejar que todo venga y se vaya, sin rechazarlo ni retenerlo, dejar también que a menudo nos visite el sufrimiento, solo el sufrimiento inevitable, sin someternos ni rebelarnos. La vejez es quizá la edad propicia para el desapego radical y, por lo tanto, para la plena realización de nuestro ser.
La espiritualidad es silencio: no solo ni en primer lugar el silencio
físico, sino más aun el silenciamiento del ruido emocional y mental. Y más todavía el silencio profundo del ser, que no es aislamiento, sino muy al contrario, comunión honda con nuestro ser profundo, que es también el ser profundo de todos los seres. En el silencio, todos los seres se vuelven prójimos. Aprendamos cuanto antes a meditar o practicar la atención silenciosa.
La vejez es, debería ser y podría ser un tiempo de respiro.
Un tiempo de calma, de profunda tranquilidad, de paz.
La vejez es un tiempo propicio para vivir en paz: con nuestro pasado,
con nuestros fracasos, con las heridas que hemos sufrido y provocado. En paz con nuestro entorno familiar, en el que más abundantes suelen ser los conflictos enquistados, pequeños o grandes rencores, resentimientos no curados que necesitamos curar para vivir en paz. En paz con el mundo de hoy, a pesar de sus dramas y amenazas. En paz con la naturaleza, de la que nos comportamos como enemigos.