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Muchas pequeñas derrotas conducen a la gran victoria.

Coraje es mantener en alza el nivel de autoestima tras sufrir una gran


derrota en la vida.
Que el error o el fracaso no quiebren nuestro ánimo, voluntad y
fortaleza.
En el fondo de cada experiencia se abren posibilidad de reflexiones e
inspiraciones para que hagamos ajustes de cara a oportunidades
venideras.
Lo mejor siempre está por venir.

Para ganar hay que aprender a perder.


La verdadera victoria no está en el resultado cuantificable a corto
plazo sino en el aprendizaje obtenido.
En realidad, el gran propósito que resume todos los pequeños
objetivos de la vida se centra en aprender, crecer y evolucionar.

En realidad, la derrota solo existe en el Yo Falso, en la mente


superficial.
Todo suceso con aroma de frustración que uno experimente supone
enseñanza y su consecuente aprendizaje.

El camino de la vida es un laberinto que nos invita a desarrollar el


conocimiento de nosotros mismos y a expandir nuestra consciencia.

No hay derrotas, hay tan sólo experiencias que señalan el camino que
se nos invita a recorrer con sus luces y sus sombras.
Lucidez, sensatez, serenidad, calma, perseverancia son nuestras
herramientas para aprender de los errores mientras recorremos la
existencia.
Liberémonos de sentimientos de culpa y miedos a castigos que sólo
están en nuestro Yo Falso.
Son impensables las redes en la interacción universal que van tejiendo
el destino de cada persona.

Cuando alguien siente frustración porque no le es concedido un


trabajo al que opta, puede tener la tentación de “tirar la toalla” y olvidar
que nada es casual.
El que cree en sí mismo sabe que hay un lugar en el mundo para él,
sabe que la vida le depara un proceso que, más largo o más corto,
vivenciará con todas las sinuosidades emocionales que conlleva.
La perseverancia es una capacidad de la inteligencia.
Cada paso, cada movimiento, cada gesto, por pequeño y funcional
que éste sea, supone un fin en sí mismo y merece toda nuestra
atención y consciencia.
La victoria final es uno mismo.
Nuestro SER, nuestro Yo Profundo es mucho más que una suma de
ilusiones y decepciones.

Somos Luz.
Lo que debemos hacer es tomar consciencia de que la Luz está allí,
en nuestro Yo Profundo, y que está en cada uno de nosotros la opción
de abrirnos a ella para que ilumine nuestro camino.
Es una Luz tan Amorosa y Poderosa que si la dejamos actuar nos
permite iluminarnos e iluminar a otros a nuestro paso.

El camino es largo y a la vez corto, ya que en última instancia no hay


nada que buscar porque uno ya es lo que busca.
La meta no está afuera.
La meta somos nosotros mismos.

¿Por qué no nos lo creemos?


El Gran Olvido forma parte del juego del vivir que, en cierto modo, es
el juego de recordar.
Cuando la cortina de niebla comienza a retirarse, uno comprende que
el mundo es perfecto tal cual es, incluidos nuestros deseos de
cambiarlo.
Y en realidad, cuando uno mira la campaña de la vida ya vivida, sabe
que pase lo que pase, en el fondo de sí mismo, sabe nunca ha pasado
nada.
Tal vez una mañana no muy lejana, al abrir nuestros ojos, sintamos
que hemos despertado de algo más que del sueño habitual de cada
noche.
Tal vez sintamos que, de pronto, hemos despertado del gran sueño
del yo separado.
Uno entonces comprende que está inmerso en la gran aventura de la
conciencia cuyo despertar es la verdadera victoria.

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