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La vida se compone de tres reglas que determinan el correcto y oportuno caminar del individuo; la paradoja,

que invita a evitar el deseo por querer llenarnos de lo absoluto, de la complejidad de este mundo, de esta
realidad; el humor, vivir con alegría buscando siempre la felicidad, sacarle provecho a cada momento que
podamos experimentar, vivir, sentir; y el cambio, todo en la vida cambia, se transforma, pero su proyección y
destino nunca cambia, todo tiene un propósito, depende de nosotros descubrirlo.

La vida es compleja, por tal motivo es absurdo querer comprenderla en lo absoluto. Ya hacemos parte de esta,
somos parte de esta realidad singular que nos acoge a todos de la misma manera, somos una red, un complejo
humano que está destinado a cumplir un único destino. ¿Cómo lo podemos conocer siquiera, para
posteriormente saberlo? La gente le teme a su interior, es el único lugar donde encontrarán lo que necesitan.
Es el único lugar donde aguarda el verdadero conocimiento que siempre nos lleva a la tan anhelada sabiduría.

Debemos abrir bien nuestros ojos, desvelar nuestros oídos, obstruir nuestra voz, sentir el aire contorneando
nuestra piel. Debemos silenciar nuestra alma, nuestra mente, nuestro corazón. Aprender a reconocer que
siempre hay algo que está pasando, que ningún momento es insignificante. Apreciar es el mejor regalo que nos
podemos dar, agradeciendo cada cosa, cada una de ellas. Nada está hecho para que nos obstruya el paso, ya
que nada lo puede obstruir mas que nosotros mismos. Somos los únicos capaces de cegar nuestro paso, impedir
el avance de nuestra mente, de nuestra conciencia, de nuestro amor.

Amor, difícil de comprender. Su naturaleza intervino en nuestra creación, por eso su complejidad. Somos hechos
por amor, de amor, para el amor, por eso nuestra complejidad. Amar es fácil porque es parte de nosotros, pero,
así como podemos formar y construir podemos destruir. Senos formó para ser tan poderosos como para
distanciar esta realidad perfecta incrustada en nuestro complejo. Por tal razón, la gente que es más difícil de
amar es por lo general la que más lo necesita.

El viaje es lo que nos hace felices, en ningún caso el destino. Pero ¿Hay un destino? Considero que ese tal
destino es lo que nos impulsa en la vida, esa mirada que tanto nos ilusiona. Podemos vivir sin esa ilusión, pero es
la manera más sencilla de determinar nuestro estado, aunque sea una meta falsa y superflua. Vivir el ahora
constante que nunca acaba, con risa y emoción, sin dejar de sorprendernos como niños, reconociendo el hecho
de que aquello que llamamos cambio es simplemente una experimentación actual de nuestra vida. Incluso la
muerte es parte de ese cambio, no es el final es tan solo una transformación más, un paso más.

Hazte la siguiente pregunta: ¿Eres feliz? Pensamos que alcanzando ese objetivo tan soñado podremos tocar esa
felicidad, pero, no es así. Incluso el más genuino deseo nos impulsa a seguir viviendo. El mismo viaje es la misma
felicidad, la vida es la felicidad, el ahora, el aquí. Pensamos que si dejamos de obtener lo que queremos
sufrimos, y aún cuando lo obtenemos también sufrimos porque no lo podemos retener para siempre. Eso que
tanto añoramos, no es lo que nos hace felices, debemos darnos cuenta de que el camino hacia ese objetivo debe
ser lo que nos hace felices, el viaje más no el destino. La felicidad la debemos encontrar en el ahora. Y si piensas
que debes sobrepasar un límite pues también mientes. Nunca serás mejor, y tampoco serás menos que nadie.
El hábito es el problema. Ser consciente de tus decisiones y responsable por tus acciones, eso es lo que
verdaderamente interesa. El ser consciente del ahora, solo de esto. ¿Cómo estás direccionando tu vida?
- ¿Dóde estás? - Aquí.
- ¿Qué hora es? - Ahora.
- ¿Quién eres? - Este momento

Juan Manuel Rojas Vera

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