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Resumen

Continuidad y discontinuidad del condicionamiento cultural

Ruth Benedict

Situación dramática: por un lado el niño, por otro lado el hombre o la mujer adultos.
En cuanto a lo fisiológico, entre los dos roles es muy grande el contraste: el individuo primero depende de otros para
EXISTIR (cuando es niño), y luego debe proporcionar a otros ese soporte (cuando pasa a ser padre).
Esta discontinuidad en el ciclo vital es un hecho natural e ineludible.
El antropólogo debe destacar la presencia de un término intermedio entre “naturaleza” y “comportamiento humano”.
Es un hecho natural que el niño se vuelva hombre, pero la forma en que se realiza esta transición varia de una sociedad
a otra. Ninguno de estos puentes culturales particulares debe considerarse como el camino “natural” hacia la madurez.
Nuestra cultura (occidental) acentúa muchísimo las diferencias entre el niño y el adulto (discontinuidad).
Sin embargo, existen ciertos aspectos en los cuales no existe tal discontinuidad, por ejemplo: Para nosotros es común
que un niño alcance el modelo adulto en cuanto al horario de alimentación. En cuanto al tema del pudor ocurre lo
mismo: lo vestimos de toque, apenas nace. En otras sociedades los pibes andan en bolas hasta que se les entrega un
taparrabo en la adolescencia (como parte de un ritual). Benedict usa los términos “adiestramiento” y “docilidad”.LA
DISCONTINUIDAD MAYOR EN EL CICLO VITAL CONSISTE EN QUE EL NIÑO (QUE ES HIJO) DEBE CONVERTIRSE LUEGO EN
PADRE. Un buen hijo es dócil y no asume las responsabilidades del adulto. Un buen padre sostiene a sus hijos y no debe
permitir que se desprecie su autoridad. Hay discontinuidad porque el individuo que desempeña uno de los roles debe
replantear su comportamiento en todos los sentidos al asumir el otro rol. A continuación se explican tres contrastes de
nuestra cultura entre el rol de individuo como niño y el rol de individuo como padre. Rol de “Status” responsable/no
responsable”. En otras sociedades el niño es condicionado de continuo desde la infancia para la participación social
responsable (con tareas adecuadas a su capacidad). En nuestra sociedad, en cambio, el contraste es muy grande. El niño
no aprende ninguna norma a partir de la cual medir sus realizaciones.
Dominación/sumisión.

En nuestra cultura, un tipo de comportamiento estimula la respuesta contraria. El problema aparece, entonces, cuando
un individuo condicionado en su infancia para una determinada forma de comportamiento, debe adoptar la forma
opuesta a ese comportamiento cuando se “convierte” en adulto. En las sociedades que se basan en el condicionamiento
continuo, no existe tal salto. La relación que se da entre el niño y el adulto es recíproca, casi idéntica. En las sociedades
de condicionamiento continuo no existe el dogma del respeto a los mayores. En lo referente a la relación de
abuelo/nieto, existe una reciprocidad absoluta. Las bromas del abuelo son devueltas por el nieto en la misma moneda.
Este tipo de relaciones gozan de reciprocidad. Comparten privilegios y obligaciones reciprocas que en nuestra sociedad
solo pueden desarrollarse entre individuos de la misma edad. Este tipo de convenciones de parentesco le permiten al
niño poner en práctica desde la infancia las mismas formas de comportamiento que le servirán de base como adulto. El
comportamiento no está polarizado entre la sumisión (por parte del niño) y la dominación (por parte del adulto). Incluso
en algunas tribus un niño dócil es entendido como un futuro adulto dócil (algo totalmente negativo).En nuestra cultura
hay una muy fuerte tendencia a percibir una relación de dominio/sumisión en todas las situaciones de la vida social.
Suponemos que en toda situación debe haber una persona que domina a otra. En algunas culturas se dan situaciones de
liderazgo, pero sin embargo estas no son entendidas como relaciones de dominación/sumisión.

Diferencias en el rol sexual.

La continuidad en el condicionamiento del niño para que asuma responsabilidad y para que a la vez no sea más sumiso
que los adultos es muy posible desde el punto de vista fisiológico. Sin embargo, no ocurre lo mismo en el ámbito de lo
sexual. Debido al tardío desarrollo de los órganos de reproducción del niño, la continuidad del condicionamiento en la
experiencia sexual plantea un difícil problema: las relaciones antes de la pubertad serán universalmente estériles
mientras que las posteriores a la maduración serán las fértiles. Las sociedades que manifiestan un condicionamiento
continuo no esperan que los niños se interesen en la experiencia sexual mientras no hayan madurado físicamente; de
ninguna manera estimulan la actividad sexual de los niños. En este tipo de sistemas no hay discontinuidad, ya que al
niño no se le ensena nada que luego deba desaprender para poder entonces aprender lo sexual durante la maduración.
Según Benedict, lo que hay que tener en cuenta para comprender las costumbres que rigen la sexualidad de los niños y
los adultos de una misma cultura es el HECHO FISIOLOGICO (o sea, que las uniones entre niños son estériles mientras
que las uniones entre adultos son fértiles). LA CONTINUIDAD EN LA EXPRESION SEXUAL SIGNIFICA QUE AL NIÑO
NO SE LE ENSEÑA NADA QUE LUEGO DEBE DESECHAR.

Discontinuidad en el condicionamiento.

A pesar de las obvias ventajas del condicionamiento continuo, ciertas dificultades suelen presentarse en las sociedades
que lo implementan. Muchas sociedades, al igual que la nuestra, esperan un comportamiento diferente del individuo
como niño y como adulto. Tal discontinuidad (en la continuidad) implica una posible tensión. Sin embargo, muchas de
estas sociedades reducen la tensión mediante ciertas técnicas, como por ejemplo, el agrupamiento de las personas que
pertenecen a una misma edad. De esta manera se fomenta la paz intratribal. Así es como el individuo que en
determinado momento se “gradúa” y adopta una nueva serie de deberes y virtudes es apoyado por un sólido grupo de
pares. En muchas sociedades primitivas, la discontinuidad ha sido fomentada a causa de algún dogma conceptual (como
por ejemplo la australiana y la papúa, en las que se efectúan ceremonias de “hacer al hombre”).Por último, Benedict
considera necesario analizar (desde esta perspectiva de la discontinuidad) los casos de las personas inadaptadas a
nuestra cultura, personas a las cuales se las considera fijadas en un nivel pre-adulto. Benedict sugiere que los anormales
que quedan fijados en etapas pre-adultas posiblemente queden ahí porque temen adquirir el nuevo comportamiento
que hasta ese entonces se les tenía prohibido (por lo general, apenas dan un indicio de comportamiento adulto se los
suele retar). De esta manera, seguirían manifestando actitudes infantiles porque fueron estos los comportamientos que
recibieron aprobación durante los años formativos.

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