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- 09 / 08 / 21
DAÑO: es una alteración negativa que puede tener lugar en todos los aspectos o en
toda índole de la vida de un hombre, como su salud física, su integridad física, su
salud mental, en su patrimonio, en sus expectativas. Hay multiplicidad de daños.
art 730 inc a: la primera obligación del autor del daño es repararlo, no indemnizarlo,
volver las cosas al estado anterior del hecho dañoso.
art 730 inc b: al chocar un auto no puedo reparar yo porque no soy chapista,
entonces un chapista arregla el auto y yo como deudor de la obligación le pago.
art 730 inc c: en el caso de que el deudor no pueda reparar el daño que hizo ni
tampoco un tercero, se deberá indemnizar al acreedor. Si destruyo el auto del
acreedor de manera tal que no pueda repararlo, ya no puedo volverlo al estado
anterior del hecho dañoso, entonces ahí se debe indemnizar. Para indemnizar se
utiliza el dinero.
Hay cuestiones que no se pueden reparar y vamos a tener que indemnizar, como el
honor, la vida. ¿Se puede reparar el valor de una vida con dinero? Hay varias
posiciones de índole moral, ética y jurídica. El tema es que no hay otra forma. El
honor y la vida no tienen reparación una vez lesionados, pero la indemnización en
dinero es el único sistema que puede reparar el daño ocasionado.
Principios:
4º protección de los derechos fundamentales de las personas: por ejemplo art 1770.
Hay que tratar de no causar daño en el medio ambiente en la medida que se pueda.
En este sentido, se entiende que hay ilicitud cuando se actúa en forma contraria a lo
pactado, asimismo si se infringe lo dispuesto en una norma que establece un deber
específico o una regla de alcance general, pero también ante la violación del
principio conocido como alterum non laedere, que prescribe que no debe dañarse
injustamente a otro.
El Código de Vélez no trataba a la función preventiva, abordaba a los daños una vez
acaecidos.
El CCyC dice que una vez generado el daño ya es tarde. Legisla 2 tipos de
funciones: la preventiva y la resarcitoria (art. 1708 CCyC).
Prevenir el daño nos sirve para cumplir con el mandato constitucional del alterum
non laedere y fundamentalmente para evitar que una persona experimente un daño
en su cuerpo, en sus sentimientos, en su trabajo, en su patrimonio. El derecho no
quiere que las personas sufran sino que vivan, se desarrollen, sean felices y nadie
cambie, altere o mute ese estado de felicidad.
ARTÍCULO 1710.- Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en
cuanto de ella dependa, de:
a) evitar causar un daño no justificado;
b) adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables
para evitar que se produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas
evitan o disminuyen la magnitud de un daño del cual un tercero sería responsable,
tiene derecho a que éste le reembolse el valor de los gastos en que incurrió,
conforme a las reglas del enriquecimiento sin causa;
c) no agravar el daño, si ya se produjo.
Inc a: si el valor de lo que quiero rescatar es mayor que el daño que produce, el
daño está justificado. Acá el valor no se mide en dinero sino en derecho (por
ejemplo, el derecho del animal es mayor que el derecho de propiedad del auto, o el
valor vida es mayor que el derecho patrimonial).
Inc b: las medidas tomadas deben tener algún tipo de éxito como ser evitar o
disminuir el daño.
Acción preventiva
La legislación no solo establece deberes para evitar los daños sino que también
acciones como legitimar a todos los habitantes a peticionar a un juez que actúe en la
faz preventiva de un daño porque puede suceder que una persona no tenga fuerza
legal suficiente para evitar ese daño. Por ejemplo, una persona x no puede cerrar
una playa por presencia de pirañas y palometas, pero un juez puede emitir la orden
correspondiente.
Cualquier habitante mayor de edad está legitimado para acudir ante un juez y
solicitar una medida preventiva para que un daño no tenga lugar. El juez de oficio
puede también dictar medidas ya que está habilitado para eso siempre y cuando la
causa se tramite en su juzgado y caiga bajo su competencia. El juez no puede dictar
una medida bajo su competencia si va caminando por la calle y ve una situación.
También puede haber un juicio sobre un determinado inmueble donde el juez ve a
través de las pruebas que ese inmueble está por derrumbarse, y entonces puede
emitir o dictar una medida de oficio a los efectos de evitar daños.
Quien solicita la medida no debe probar culpa, ni dolo, ni encuadrarlo en los factores
de atribución objetiva, porque esto demora y la idea principal es prevenir el daño.
-Función resarcitoria
La función preventiva, tal como está estructurada en el CC yC, transita por dos
grandes carriles. En primer lugar, en el artículo en comentario se establece
expresamente el deber general de no dañar y —correlativamente— un deber
genérico de prevención del daño, que comprende no solo el perjuicio que aún no se
ha causado como la disminución de la magnitud del que se está produciendo. En
segundo término, a partir del artículo siguiente se trata acerca de la acción
preventiva.
El inc. a del art. 1710 CCyC consagra expresamente el deber general de no dañar a
otros, que tiene rango constitucional. La transgresión de tal deber, además de
habilitar la acción preventiva de los arts. 1711 a 1713, funda la antijuridicidad como
presupuesto de la responsabilidad civil (art. 1717).
Cuando la norma se refiere a disminuir la magnitud del daño, parte del aspecto
cualitativo (entidad o medida del daño), y su extensión en el tiempo o prolongación.
De esta manera, la tutela comprende todas las etapas y supuestos posibles en que
se puede evitar el perjuicio, e incluye a los daños continuados. Este último supuesto
puede presentarse, por ejemplo, en los daños ambientales causados por la
contaminación que continúa generándose aún después de descubierto el perjuicio, o
los supuestos de daños al honor o a la intimidad, que pueden producirse por la
difusión de una imagen correspondiente a la esfera privada de la persona.
Asimismo, en los términos del art. 1710 CCyC, existe un deber de actuar para evitar
daños cuando la abstención pueda configurar un abuso del derecho de no actuar, y
tal situación se presenta, por regla, cuando una persona, sin riesgo de sufrir daños ni
pérdidas, puede con su accionar evitar un daño a un tercero.
En segundo lugar, para que proceda la acción preventiva debe ser previsible la
producción o el agravamiento del daño. Es claro entonces que no será preciso que
se haya efectivizado un daño cierto en la esfera jurídica de la víctima, sino que basta
la amenaza para que resulte procedente la tutela preventiva.
Es decir que —más allá de que el art. 43 de nuestra Carta Magna pueda servir de
pauta orientadora— el art. 1712 no regula un numerus clausus de legitimados,
cuestión que podrá variar según los casos, y también en función de cuál sea la
regulación específica de la relación jurídica en que se encuentra inmersa la acción
preventiva.
- 12 / 08 / 21
La acción preventiva puede ir tanto para prevenir un daño, para evitar que ese daño
continúe o para evitar que se agrave el daño.
Puede ser a pedido de parte o puede ser dictada de oficio por el juez. La causa debe
estar siendo tramitada en su juzgado. El juez puede tomar medidas si la parte no las
solicita a los fines de evitar que el daño se produzca.
El CCyC limita la actividad a un interés razonable. Esto tiene que ver con que, por
ejemplo, yo veo un edificio que se está por derrumbar y yo podría sufrir al pasar por
ahí.
No todo daño va a recaer sobre toda persona. Hay que ver cual es el interés.
El interés del acreedor va de la mano con salvaguardar y poner a buen recaudo sus
derechos. Siempre es importante el interés de la persona que va a solicitar ante un
juez la acción preventiva.
El CCyC dice que cualquier persona puede solicitar esta acción. Por ejemplo vivo en
la ciudad y puedo pedir a un juez en verano una acción para prevenir un incendio en
la selva, en el caso de ser un ambientalista, pero sino el juez me pediría que aclare
mis motivos para pedir esa acción. Hay que analizar los motivos que llevan a la
persona a solicitar tal acción.
Hay un montón de acciones preventivas del daño en otras ramas del derecho, como
el derecho de familia, cuando se excluye al integrante violento de la familia para
evitar que sigan tales atropellos físicos o psicológicos.
Una vez pedida la acción, el juez le dicta, y luego hay que ver la naturaleza del bien
a proteger para ver si se le corre traslado o no al demandado. Generalmente se le
corre traslado por 5 días para que responda.
El juez debe tener en cuenta para la sentencia: tratar de no menguar o lesionar los
derechos de la persona que va a experimentar esta obligación de dar, hacer o no
hacer, para que esto de no prevenir un daño no signifique un daño para el
demandado.
Es un tipo de juicio corto y expedito que busca que el daño no se produzca o evitar
que siga produciéndose o agravándose --- art 1710 a 1713
Parte del presupuesto que una persona mereció una sanción de carácter pecuniario,
transmisible o equiparable en dinero.
Esta función permite, en el caso de que haya una multa administrativa elevada, que
el juez la reduzca o la deje sin efecto en el caso de que no corresponda.
El juez no puede imponer una suma mayor, sino disminuirla o dejarla sin efecto.
● Función resarcitoria
Se habla del deber de no dañar a otro (art 19 CN) que es un deber genérico.
DEBER DE REPARAR
ARTÍCULO 1726.- Relación causal. Son reparables las consecuencias dañosas que
tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño. Excepto
disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las
mediatas previsibles.
● Prescripcion adquisitiva:
ARTÍCULO 2561.- Plazos especiales. El reclamo de resarcimiento de daños por
agresiones sexuales infligidas a personas incapaces prescribe a los diez años. El
cómputo del plazo de prescripción comienza a partir del cese de la incapacidad.
El reclamo de la indemnización de daños derivados de la responsabilidad civil
prescribe a los tres años.
Las acciones civiles derivadas de delitos de lesa humanidad son imprescriptibles.
No debe confundirse con el deber de información que surge con la Ley de Defensa
del Consumidor.
Por ejemplo, tengo que viajar a Corrientes porque estoy viendo como traigo una
tonelada de carne de Virasoro, y empiezo a negociar con un frigorífico. Si después él
no me quiere vender la carne, yo le podría reclamar daños cuando hay una ruptura
intempestiva e injustificada.
Hay que evaluar el daño ocasionado, porque yo pude construir un tinglado en miras
de guardar la carne que traigo del frigorífico de Corrientes, pero si, aunque no se
concrete ese negocio, yo lo utilizo para guardar otras mercaderías de mi negocio, no
hay un gran daño.
El contrato no es un acto jurídico que surge por generación espontánea, sino que es
fruto del acuerdo de dos o más voluntades. Aunque parecería el "punto de partida"
de la relación jurídica que se entabla entre las partes, es más bien un eslabón (tal
vez el más importante) de una "relación" que se ha gestado con anterioridad al
momento de su celebración.
La trascendencia de esta etapa es, pues, enorme. Y, en principio, cabe afirmar que
las partes pueden retirarse de la negociación, ya que tienen la libertad de contratar o
no. Sin embargo, ello debe ser obrado de buena fe, y a medida que las
negociaciones avanzan tal posibilidad se va acotando. La eventual formulación de
una oferta genera una situación jurídica diferente, que limita aún más el margen de
actuación.
Surge allí la siguiente pregunta: ¿qué ocurre si alguna de ellas ha sufrido daños
derivados causalmente de la frustración en la celebración del contrato? ¿Deben ser
indemnizados?
Muchas veces las partes han realizado gastos; han perdido tiempo; tienen una
legítima expectativa en la celebración del contrato, tanto en lo económico como en lo
espiritual; ese contrato frustrado podría haberle reportado importantes ventajas
económicas; el eventual contratante, al esperar la celebración de este acuerdo,
podría haberse negado a suscribir otros similares. Todo ello queda desbaratado.
Esta expansión hizo que fenómenos muy diferentes quedaran todos comprendidos
dentro de la responsabilidad precontractual y caracterizados por la sola razón de que
ocurren antes de la celebración del contrato, lo cual es, evidentemente, insuficiente.
- Contratos - Borda
Durante todo este período las partes deben: i) obrar de buena fe, ii) mantener el
secreto de todo lo que sea confidencial, iii) dar la información necesaria y iv)
mantener y conservar los elementos materiales que resulten el sustrato del futuro
acuerdo. Además, no pueden abandonar los tratos de manera abrupta y sin causa.
Es el caso, tantas veces admitido por nuestros jueces, del derecho de los arquitectos
a cobrar los gastos y honorarios por sus trabajos, planos, etc., que sirvieron de base
a las tratativas para la realización de una obra que luego el dueño resolvió no hacer,
si las relaciones fueron interrumpidas bruscamente y sin causa razonable alguna por
la contraparte. La frustración injustificada del negocio responsabiliza a su autor si es
que se causa daño a la otra parte.
Esa confianza cierta no es un mero dato subjetivo de la persona que la alega, sino
que ella debe resultar objetivamente de los actos que el conegociador haya
realizado. El conegociador que alega la responsabilidad precontractual debe
acreditar hechos o conductas de su contraparte susceptibles de generar esa
confianza o expectativa y, por supuesto, para su configuración se deben tomar
elementos objetivos, es decir, valorables por sí mismos.
De allí que el artículo 991 dispone que durante las tratativas preliminares, aunque no
se haya formulado una oferta, las partes deben obrar de buena fe para no frustrarlas
injustificadamente. Y añade que el incumplimiento de este deber genera la
responsabilidad de resarcir el daño que sufra el afectado por haber confiado, sin su
culpa, en la celebración del contrato.
La primera nota distintiva que trae el art. 1713, es que el juez podrá actuar de oficio,
es decir, podrá apartarse de las pretensiones esbozadas por las partes y adoptar la
decisión que considere pertinente con el objeto de prevenir la producción del daño.
De esta forma, el Código deja de lado, en lo que se refiere a la faz preventiva del
derecho de daños, el principio de congruencia.
Por otra parte, la norma en estudio consagra la posibilidad de que el juez dicte una
sentencia que imponga obligaciones, ya sean de dar, de hacer o de no hacer. Esta
expresa referencia es consecuencia de las características particulares que tiene la
sentencia en la tutela inhibitoria. En este sentido, cabe recordar que el proceso civil y
comercial clásico parte de la idea de que la decisión definitiva a adoptarse en el
litigio podrá ser constitutiva, declarativa o condenatoria. Sin embargo, la acción
preventiva se aparta del proceso dispositivo clásico, y confiere facultades al juez
para imponer conductas al agente que no han existido hasta ese momento o que,
incluso, no fueron peticionadas en su oportunidad.
Por otra parte, el art. 1713 establece un marco para la actuación del juez, quien, al
dictar la sentencia preventiva, deberá ponderar los criterios de menor restricción
posible, y de medio más idóneo para garantizar la obtención de la finalidad. Lo que
se busca es que el magistrado cuente con amplias facultades para adoptar la
decisión que mejor se adapte a la prevención del daño cuya producción se teme, de
acuerdo a las circunstancias particulares del caso.
Sin embargo, un largo proceso que tuvo lugar a partir de los últimos años del siglo
XIX fue dando por tierra con esa neta distinción entre las dos esferas. Si bien
pueden identificarse varios fenómenos como determinantes de esa evolución, sin
duda alguna el más importante de ellos fue el cambio de eje de la responsabilidad
civil que pasó de castigar a un responsable a pretender resarcir todo daño
injustamente sufrido. Desde esta última perspectiva, carece de sentido que la
reparación de perjuicios que son idénticos esté sujeta a un régimen distinto según
que ese daño resulte del incumplimiento de una obligación o de la violación del
deber general de no dañar.
Sin perjuicio de otras varias, las diferencias de regulación más importantes que
subsistían entre las dos órbitas en el código de Vélez eran las siguientes:
El CCyC parte del principio opuesto, pues el art. 1716 dispone que cualquiera sea la
fuente de la responsabilidad (el incumplimiento de obligaciones, o la violación del
deber general de no dañar) serán aplicables —en principio— las mismas reglas.
Como consecuencia de ello, desaparecen las diferencias antes aludidas:
a) se fija un plazo común de tres años para la prescripción liberatoria de las acciones
de responsabilidad civil (art. 2561, párr. 2), cualquiera sea la fuente del deber de
resarcir; y si bien se prevén plazos distintos para supuestos especiales (arts. 2561,
párr. 2 y 3; 2562, incs. b y d, y 2563, inc. c), ellos no se fundan en la naturaleza
obligacional o extracontractual de la responsabilidad en esos casos;
b) el deber de resarcir se extiende a las consecuencias inmediatas y mediatas, lo
cual es aplicable tanto en el ámbito aquiliano como en el obligacional, con la
excepción de los contratos paritarios; y
c) el curso de los intereses comienza con la producción de cada perjuicio (art. 1748),
lo que echa por tierra todo debate en cuanto a la forma en que se produce la mora
en ambas órbitas.
Más allá de lo antes dicho, no debe perderse de vista que la unificación de las dos
órbitas no diluye la distinta estructura del contrato —o más ampliamente, del
incumplimiento de obligaciones— respecto del hecho ilícito, sino que se propone,
simplemente, unificar las consecuencias de ambos, sometiéndolos, salvo casos de
excepción, a las mismas reglas. Es por ello que el CCyC mantiene estas diferencias
irreductibles, que derivan de la distinta naturaleza del hecho generador de
responsabilidad en cada una de las hipótesis.
Por otra parte, si bien el caso fortuito libera siempre de responsabilidad (art. 1730),
en el campo de las obligaciones ese efecto únicamente se produce si el casus
genera una imposibilidad de cumplimiento objetiva y absoluta (art. 1732).
Por lo demás, el deudor contractual responde siempre en forma directa (art. 1749),
incluso si el incumplimiento es materializado por un tercero (art. 732). En cambio, en
el terreno extracontractual el principal responde indirectamente por el daño causado
por su dependiente (art. 1753).
- 19 / 08 / 21
● ANTIJURIDICIDAD
Por ejemplo, voy caminando por la calle y piso una baldosa suelta, trastabillo, me
caigo y me choco contra una vidriera rompiendo un vidrio. En ese caso provoco un
daño y actué con culpa, la pregunta es si se deberá indemnizar o no ese daño.
Por un lado, tenemos que analizar si la conducta del deudor es antijurídica y causa
un daño, y también hay que dimensionar desde la esfera del acreedor relacionando
con el interés del acreedor para ver si el tal interés fue satisfecho o sino encuadrarlo
en el sistema de responsabilidad civil.
No toda lesión a un derecho subjetivo es resarcible, sino que debe cumplir con los
requisitos del art 1739. NO TODO DAÑO ES INDEMNIZABLE.
Esta norma constitucional es muy flexible: toda alteración que sufra en mi cuerpo, en
mis pertenencias, en mi familia va a ser un daño. En el art. 19 CN esto está tutelado.
Prevalece el principio alterum non laedere como eje del sistema, a partir del texto
constitucional (art. 19 CN).
ARTÍCULO 1717.- Antijuridicidad. Cualquier acción u omisión que causa un daño a
otro es antijurídica si no está justificada.
Hay determinados supuestos en los cuales puedo provocar un daño y que el mismo
esté justificado. La ley exige un fundamento sólido para la justificación.
Inc b: por ejemplo, si un ladrón entra a robar en mi casa no puedo salir con una
ametralladora a matarlo. Primero necesitamos una amenaza, un ataque que sea
inminente, una situación que nos acorrale. Esta defensa personal no tiene nada que
ver con la defensa personal penal. Los requisitos son: un ataque inminente y que
no se pueda recurrir a otros medios que no sea causarle un daño al atacante,
ausencia de provocación (yo no pude dar lugar o provocar ese ataque) y el empleo
de un medio racionalmente proporcionado al ataque. Si se cumplen con estos 3
requisitos, no vamos a tener que responder por el daño causado al atacante. Un
medio no es proporcionado cuando, por ejemplo, se actúa con alevosía. Se debe
agotar la amenaza hasta el punto que deje de ser amenaza. En este inciso también
hay otro supuesto distinto: estoy en mi casa sentada en la vereda y sufro una
entradera, y hay un tiroteo en donde un disparo va a un transeúnte que iba pasando
por la calle, a éste no le importa si yo estaba actuando en legítima defensa. La
causal de justificación de la antijuridicidad no se le aplica al tercero, es ajeno a la
situación de legítima defensa. Sin embargo, yo no seré la única que deba pagar sino
también el ladrón (obligación concurrente o solidaria).
Inc c: acá se causa un daño a una persona o a un derecho distinto a mí para evitar
un mal mayor. Por ejemplo, si voy caminando por la calle un día de extremo calor y
veo que en un auto estacionado está encerrado un perrito o un bebé en un eminente
estado agónico, estaría justificado que rompa un vidrio del auto para darle agua.
Estoy produciendo un mal por una situación que no provoqué pero se me presenta y
debo actuar. Sin embargo, puedo no hacer nada ante esa situación, pero este inciso
c protege al que sí actúa en salvaguarda de los derechos de otras personas. El valor
de lo que se quiere salvar debe ser mayor de lo que se está dañando. Deben
concurrir 2 derechos no cuantificados en valor dinero, se puede agredir un derecho
patrimonial para salvar una vida y eso estaría justificado. La situación debe
presentarse ante mí en forma acorralada donde el único camino posible para evitar
un mal es producir un daño menor para evitar un mal mayor. Ahora bien, si para
salvarle una pierna a una persona le corto las 2 piernas, eso no está justificado y
deberé indemnizarle el daño. Si no se llega a actuar, el mal puede ser mayor.
¿Qué pasa cuando la víctima del daño asume un riesgo?
Por ejemplo, un sábado a la noche le pido a un amigo que me lleve hasta mi casa y
luego sufrimos un accidente. Esto es un contrato benévolo y en este caso yo asumo
el riesgo de que me lleve.
La interrupción del nexo causal se refiere a por ejemplo: mi amigo me pasa a buscar
por mi casa el sábado a la noche muy ebrio y para ir hasta el centro debemos ir por
un camino muy estrecho, si igual me subo a su auto estoy asumiendo un riesgo.
Otro ejemplo es si a mí me ofrecen llevarme en transporte benévolo, yo me subo al
auto, vamos a 80km/h y yo toco el volante de mi amigo conductor y volcamos
haciendo que yo pierda un brazo, mi amigo en ese caso no es responsable del daño
porque mi accionar interrumpió el nexo causal.
El segundo párrafo del art. 1719 se refiere a que me someto a un daño para evitar
un daño mayor. Por ejemplo: paso corriendo la calle para salvar un bebe gateando
en el medio de la calle para que no sea atropellado. Otro ejemplo es la persona que
entra a una casa incendiada para salvar a una persona que está adentro. En este
caso, puedo pedir la indemnización o reparación a la persona que provocó el
incendio o al padre del bebé que salvé.
Por ejemplo: un médico me informa los riesgos de una operación y yo igual acepto la
operación. Si pasan daños no previstos hay un daño resarcible, pero si el daño
producido estaba previsto el médico no será responsable por tal daño.
Esto está vinculado con Defensa del Consumidor, pero en materia de médicos no.
Toda consecuencia disvaliosa que fue informada no puede ser indemnizada. Ahora
bien, si no se me informó y ocurre el autor del daño será responsable.
Sin embargo, esta justificación tiene como límite el ejercicio abusivo del derecho. De
acuerdo a lo establecido por el art. 10 CCyC, el derecho debe ser ejercido de
conformidad con los fines del ordenamiento jurídico y los límites impuestos por la
buena fe, la moral y las buenas costumbres. Cuando esos límites se transgreden se
configura el abuso, y el acto —pese a encontrarse formalmente dentro de los límites
del derecho— se torna ilícito.
b) La legítima defensa
- existencia de una agresión ilícita, actual o inminente. Dado que es ilícito dañar (art.
1717 CCyC), la agresión tendiente a causar daño a quien se defiende o a un tercero
será ilícita en los términos de la norma, salvo que quien agrede actúe a su vez en
ejercicio de una causa de justificación;
Finalmente, la última parte del inciso toma partido en un tema polémico, referido a
los daños causados a terceros por quien actúa en legítima defensa (por ejemplo,
quien al repeler a balazos la agresión de un delincuente hiere a un tercero que
pasaba por el lugar). El texto descarta la postura según la cual en tal caso los daños
causados al tercero también estarían cubiertos por la causa de justificación —lo que
llevaría a que aquel únicamente pudiese reclamar una indemnización de equidad (no
plena)— y se inclina, en cambio, por considerar que la legítima defensa justifica
únicamente los daños que se causan a quien es agresor, pero no los sufridos por
terceros ajenos a ese ataque. En este último caso, el tercero víctima tiene derecho a
obtener una reparación plena.
c) El estado de necesidad
Este supuesto —regulado en el último apartado del art. 1718 CCyC— se distingue
de la legítima defensa por cuanto aquí el perjudicado es una persona ajena al hecho.
El agente debe encontrarse frente a una situación de peligro que él no ha contribuido
a causar, y que genera la amenaza, para él o para un tercero, de sufrir un mal (un
daño) actual o inminente. La única posibilidad de evitar ese daño debe ser la
producción de otro de menor entidad; en tal caso, si el agente opta por causar este
último perjuicio habrá obrado en legítima defensa, y su acción no será antijurídica.
Para que resulte de aplicación esta causa de justificación es preciso que el mal que
se ha ocasionado sea menor que el que se evita, razón por la cual no rige la causal
si ambos daños son de igual entidad.
a) La asunción de riesgos
Cabe aclarar que la exclusión prevista en el art. 1719 CCyC no se aplica a los daños
causados entre jugadores que practican determinados deportes (fútbol, rugby,
boxeo, etc.). En esos supuestos, hay acuerdo en que los participantes asumen la
posibilidad de sufrir ciertos daños derivados de los riesgos propios del deporte en
cuestión y, por tal razón no se responde por los perjuicios que aparezcan como una
contingencia posible del desarrollo normal del juego (por ejemplo, patada en un pie
al disputar por la pelota durante un partido de fútbol), sino solo de los excesivos o
extraordinarios (en el mismo ejemplo, un puñetazo en la cabeza). Esta conclusión no
podrá fundarse en una supuesta aceptación de los riesgos del juego (lo prohíbe la
norma en comentario), sino en la autorización estatal de tales deportes y de las
reglas que los rigen, o en el consentimiento del damnificado (art. 1720 CCyC).
El segundo párrafo del art. 1719 CCyC se refiere a los supuestos en los cuales la
víctima del daño se expone voluntariamente a una situación de peligro para salvar la
persona o los bienes de otro (por ejemplo, quien ingresa en un inmueble incendiado
para rescatar a sus ocupantes, y sufre quemaduras). La previsión tiene el sentido de
excluir la posibilidad de considerar que ese acto pueda constituir un hecho del
damnificado que dé lugar a la ruptura total o parcial del nexo de causalidad, en los
términos del art. 1729 CCyC.
Para que exista esta causa de justificación, es preciso que el damnificado haya
prestado un consentimiento libre e informado. El hecho de que sea libre se vincula
con que debe tratarse de un acto voluntario, en los términos del art. 260 CCyC,
mientras que el carácter de informado hace referencia a aquellas situaciones en las
cuales la ley pone a cargo de la parte fuerte de la relación contractual el deber de
suministrar información cabal a la otra. En el ámbito médico, el art. 59 CCyC
establece los extremos que debe cumplir el consentimiento informado para ser
válido, en forma concordante con lo dispuesto en la materia por la Ley 26.529 de
Derechos del Paciente.
Finalmente, el art. 1720 CCyC excluye, en forma expresa, las cláusulas que
impliquen el consentimiento de la víctima cuando ellas resulten abusivas, por lo que
resultan aplicables las reglas consagradas en los arts. 988 y 989 para los contratos
por adhesión, y las que rigen en el ámbito específico del derecho del consumo (arts.
1119 a 1122 CCyC, y art. 37 y ss. de la ley 24.240).
Info complementaria: Manual de Obligaciones, Sandra Wierzba (ver pág. 298 y ss).
- 23 / 08 / 21
● RELACIÓN DE CAUSALIDAD
Hay que ver cómo se relaciona la conducta antijurídica con el daño producido. Es un
presupuesto del deber de responder y tiene 2 finalidades, puntos de vistas o
enfoques:
Hay varias teorías de estas causas. Nuestro CCyC sigue la teoría de la causalidad
adecuada.
ARTÍCULO 1726.- Relación causal. Son reparables las consecuencias dañosas que
tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño. Excepto
disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las
mediatas previsibles.
En la función preventiva del daño esta relación de causalidad nos permite establecer
un vínculo jurídico razonable y necesario entre la amenaza del daño y el hecho que
lo genera. En esta función no hay daño ni factor de atribución porque el art. 1711
nos dice que no es exigible la concurrencia de ningún factor de atribución. Acá no
hay daño sino una amenaza de daño y la ley exime el factor de atribución.
Por ejemplo: las palmaditas dadas en la espalda a mi amigo no son suficientes para
generar una dislocación de hombro.
La relación de causalidad busca ver, observar y examinar qué hizo la persona que
produjo ese daño y busca vincularlo, física, científica y jurídicamente.
¿Hasta dónde debe llegar la indemnización? Si la mesa no tenía nada, primero hay
que tratar de repararla y si no, hay que indemnizarla.
Debe haber un nexo adecuado. Si ese productor del daño se transforma en la causa
del daño.
AUTORÍA: hay personas que son responsables sin haber cometido el hecho dañoso,
como es el caso de los menores de edad en donde los padres responden por sus
daños, y también el caso del empleador con respecto a sus dependientes --
responsabilidad indirecta.
No basta que entre el hecho, la acción y el resultado que es el daño medie una
circunstancia física sino que también es necesario que ese daño se produzca como
una consecuencia previsible del hecho. Por ejemplo: si una persona llega al hospital
que trabajaba en una empresa de explosivos y llega agonizando, y el médico no le
pudo salvar la vida, la conducta del médico no produjo su muerte. No hay causalidad
adecuada entre la conducta del médico y el resultado dañoso que es la muerte.
Estos artículos nos hablan de la extensión del resarcimiento, pero el CCyC deja
abierto para que el juzgador en cada caso determine cuáles son las consecuencias
mediatas e inmediatas.
Por los hechos ilícitos voy a tener que indemnizar las consecuencias mediatas e
inmediatas.
En la esfera contractual, si el incumplimiento es por culpa, solo se deben responder
por las consecuencias previsibles al momento de contratar; si el incumplimiento es
por dolo, se responde por los daños que fueron previsibles al momento de contratar
y además por los que se puedan prever al momento del incumplimiento. Por
ejemplo: si incumplo un contrato bancario, voy a tener que responder por lo previsto
en el contrato y también por todo lo que el banco pierde en virtud de mi
incumplimiento.
En la faz contractual, las partes pactan cual va a ser el daño indemnizable en uso de
su autonomía de la voluntad.
Antes de explicar las otras 3 teorías es menester brindar un ejemplo: Me caigo sola
de la bicicleta y me rompo el brazo. En ese momento pasa un camión y me fractura
la pierna. Como ya tengo 2 fracturas, llaman a una ambulancia y cuando me lleva al
hospital choca con una moto, vuelca y yo me quedo con amnesia en virtud de ese
accidente. Después me llevan a otro hospital a internarme y muero ahí en virtud de
un incendio.
Es preciso tener en cuenta que la teoría de la relación causal cumple una doble
función. En primer lugar, permite determinar la autoría (es decir, quien resulta
responsable de un determinado daño) y, a su vez, cuál es la extensión del
resarcimiento (qué consecuencias deben ser resarcidas). Eso quiere decir, en otras
palabras, que este elemento permite vincular, por un lado, el hecho ilícito con un
determinado resultado, que consiste en la lesión o afectación de cierto bien (daño
“fáctico”) y, por el otro, establece un vínculo entre este segundo elemento (lesión a
un bien) y las consecuencias que de él se derivan, que son, en puridad, lo que es
objeto de reparación.
Las consecuencias mediatas, por su parte, son aquellas que resultan solamente de
la conexión de un hecho con un acontecimiento distinto.
Sin embargo, dicha regla no resulta extensible a la órbita del contrato, en donde es
preciso tener en cuenta las consecuencias que las partes previeron o pudieron
prever al tiempo de celebrar el contrato. Así, entre la causalidad adecuada y la regla
de la previsibilidad contractual hay diferencias relevantes. En primer lugar, si bien
ambas se fundan en lo que era previsible, la primera toma como parámetro al
hombre “medio” (apreciación en abstracto), mientras que la segunda se centra en lo
que las partes que celebraron el contrato pudieron prever en el caso concreto
(apreciación en concreto). En segundo término, la causalidad adecuada pone al
intérprete —a fin de determinar si era previsible o no determinada consecuencia—
en el momento en que se produjo el hecho ilícito, mientras que, en materia
contractual, se toma en cuenta lo que resultaba previsible para las partes al
momento de celebrar el negocio, y no el del incumplimiento.
La distinción que realiza la norma se vincula con que, en el ámbito contractual, son
las partes las que mejor determinan el nivel de riesgos que quieren aceptar, y el
precio que están dispuestas a pagar por ello. Es por esa razón que la regla de la
previsibilidad determinada por los contratantes al momento de celebrar el negocio es
primordial, pues, en caso contrario —esto es, si el magistrado fijara los alcances del
deber de resarcir— las partes reaccionarán fijando precios más altos en cobertura
de sus seguridades.
Por último, si el deudor actuó con dolo la previsibilidad se medirá al momento en que
se configura el incumplimiento.
- 26 / 08 / 21
● FACTOR DE ATRIBUCIÓN
Vamos a ver si esa conducta antijurídica que tuvo entidad suficiente para producir el
daño se le puede asignar a ese agente que realizó la conducta.
Una vez que tengo el daño y que haya sido causado por una conducta adecuada
(nexo causal) de un sujeto, todavía nos queda probar este juicio de valor.
¿Realmente la persona tuvo la intención de realizar lo que hizo? Si la respuesta es
sí encontramos configurado el factor de atribución de responsabilidad.
a) FACTORES SUBJETIVOS
La ley considera que a los 10 años el menor ya comprende la ilicitud del acto. Y para
los actos lícitos, a los 13 años.
Por más que se tomen todas las previsiones del caso, si cometí un daño voy a tener
que responder, salvo que estemos frente a caso fortuito o fuerza mayor.
La culpa no es daño. Puede haber daño sin culpa. Por ejemplo: si un nene de 5 años
rompe un vidrio, en ese caso ocasionó un daño pero no tiene discernimiento y por lo
tanto no se le puede atribuir culpa. Una persona mayor de edad que tenga
incapacidad mental y ocasione un daño, no se le atribuye la culpa.
Hay una discusión doctrinaria respecto de si la culpa es una sola o hay pluralidad de
culpa, si hay tantas culpas como ramas en el derecho existen (laboral, civil, penal) o
si la culpa es una sola. La respuesta es que hay UNA SOLA CULPA. En lo civil y
penal son idénticas, pero la consecuencias que acarrean para el autor son distintas,
pero la culpa es única (omisión de las diligencias). Cuando hablamos de unidad o
pluralidad de culpa, decimos que hay una sola.
Hay supuestos en donde la ley determina la culpa grave: art. 1771, ley laboral art.
96, ley de concursos y quiebras art. 9.
En la culpa grave hay algo de intención.
Cuando mayor es el deber de obrar con prudencia, mayores son las previsiones que
se deben tomar. Por ejemplo: me contratan para llevar un cuadro de una casa a otra
como es el cuadro de la Mona Lisa, deberé ser más precavida que en el caso de
llevar un mini cuadro.
La culpa grave siempre debe estar en la ley. Todo se mide por la culpa, salvo que la
ley exija otra cosa.
Hay un único supuesto de culpa, aunque en algunos supuestos la ley puede atribuir
el agravante de la culpa grave en determinados supuestos.
La culpa es residual, si no actué por dolo, actué por culpa. Si se logra acreditar el
dolo, las consecuencias son mayores que en la culpa.
La acepción “manifiesta indiferencia por los intereses ajenos” es casi despectiva. Por
ejemplo: estoy en el auto en el semáforo, está pasando un peatón pero como a mi
me dio verde en el semáforo lo paso por arriba.
Siempre es dolo o culpa, nunca pueden darse los 2 a la vez. El juicio de valor es el
mismo.
Los factores de atribución, entendidos como criterios legales para imputar el daño a
uno o más responsables, se clasifican en subjetivos y objetivos. La culpa es un
factor residual para aquellos casos en que no pueda aplicarse —directamente o por
analogía— un factor objetivo.
Mientras que los factores de atribución subjetivos (culpa y dolo) ponen el acento en
el reproche de la conducta del responsable, los factores objetivos prescinden del
análisis valorativo de la conducta y se centran en elementos objetivos que varían en
cada supuesto (la creación de un riesgo, el análisis de las circunstancias del caso
sobre la base de la equidad, el hecho de haber prometido un resultado, etc.).
En cuanto al dolo, cabe recordar que el Código de Vélez Sarsfield contemplaba tres
tipos de dolo distintos, el dolo como vicio de la voluntad, el dolo obligacional y el dolo
delictual. Mientras el primero aparece regulado en el art. 271 y ss. CCyC, los otros
dos supuestos enunciados (incumplimiento intencional y dolo delictual) confluyen en
la norma en comentario, en un solo concepto de dolo para el ámbito contractual y
extracontractual.
El art. 1724 CCyC incorpora también el dolo eventual (la acción no se ejecuta para
causar el daño, pero el autor del hecho desdeña el perjuicio que puede ocasionar),
al referirse, además de la intencionalidad, a la manifiesta indiferencia por los
intereses ajenos.
● ARTÍCULO 1725.- Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber
de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la
diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las
consecuencias.
Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza
del acto y las condiciones particulares de las partes.
Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la
facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos
que suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se
estima el grado de responsabilidad, por la condición especial del agente.
El segundo y el tercer párrafo complementan este principio con la regla según la cual
en los contratos no se toma en cuenta la condición especial de las partes, salvo en
aquellos que suponen una confianza especial (mandato, contratos médicos, etc.),
caso en el cual estas condiciones especiales también son tomadas en cuenta —
junto con las demás circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar— para
elaborar el parámetro abstracto de comparación que sirve de base al juicio de
culpabilidad.
- 30 / 08 / 21
Son 4 cosas las que se deben probar: los hechos, la culpa o el dolo, cual fue el daño
y cual es la extensión de daño (lo que pretendo que me reparen o que me
indemnicen).
Pérdida de chance: alta probabilidad de que a raíz del hecho perdiste esa
expectativa que tuviste. Por ejemplo: si tengo una última reunión en la cual soy la
última que queda de los convocados para que me tomen un examen para ser
profesora, me atropellan y quedo inconsciente, quedando en mi lugar de docente
otra persona. En ese caso, también se debería indemnizar ese daño.
El dolor físico ante un daño también se debe indemnizar bajo el concepto de daño
moral, ya que se debe volver las cosas a como se encontraban antes del hecho y si
yo no sentía dolor antes, se puede reclamar la indemnización.
En los contratos, se responde por lo que las partes pudieron prever al momento de
celebrar del contrato, cuando hay dolo también se responde por las que se pudieron
prever al momento del incumplimiento.
El juez dice que el causante del daño no tiene posibilidades de indemnizar el hecho
dañoso, así que puede disminuir la indemnización de acuerdo a sus posibilidades
(en caso de culpa), en cambio si hay dolo la indemnización es íntegra.
Este inciso se refiere a que se puede resolver el contrato salvo que haya dolo en el
incumplimiento.
Por el solo hecho de la voluntad de la ley, uno es responsable del daño que causó.
Acá no se debe acreditar que soy culpable, sino que por el solo hecho de lo
consagrado en la ley ya soy responsable.
Si una persona se beneficia de una máquina, es responsable por los daños que la
misma produce.
Por el solo hecho de ser dueño de un auto, soy responsable que mi auto produzca,
sin importar si hay dolo o culpa.
● Teoría del riesgo creado: yo respondo por el riesgo que cree la cosa o por el
vicio que tenga la cosa. El riesgo es la proximidad a un lado, y el vicio tiene lugar
cuando la cosa presenta defecto, imperfección o anomalía. Dice que el titular de
una cosa o de una explotación o de un acontecimiento aislado va a responder con
un factor de atribución objetivo, porque al ser dueño de la cosa me beneficio de
ella. Si tengo utilidad de un negocio, debo responder por los daños causados por
ese negocio. Esta teoría tiene 2 modalidades:
- la idea de riesgo creado está en principio sistematizada: todo lo que cause un
daño por medio de una cosa o actividad que genera daño debe resarcirse
independiente de dolo o culpa.
- el provecho: si saco ganancia de una actividad o cosa, soy responsable por
los daños causados por la misma.
Es uno de los modos de encontrar un pensamiento lógico a una atribución de
la responsabilidad. Se dan los fundamentos de por qué voy a responder.
Las teorías del riesgo creado y de la garantía actúan más en la faz extracontractual.
El artículo en comentario tiene una doble importancia. En primer lugar, porque define
a los factores objetivos de atribución y establece que, en tal caso, la culpabilidad del
agente carece de toda relevancia. En segundo término, porque menciona las
eximentes que, en principio, debe probar el sindicado como responsable cuando el
factor es objetivo.
d) La ausencia de dolo del responsable. Más allá de los requisitos antes aludidos, la
norma en estudio impide la atenuación de la responsabilidad en los casos en que el
agente haya actuado con dolo. Es una aplicación del principio tradicional según el
cual el dolo impide al responsable prevalerse de topes o limitaciones a la reparación,
convencionales o legales. Cabe recordar que el dolo no únicamente consiste, en el
Código, en la intención de ocasionar el daño, sino también en la manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos (art. 1724, in fine, CCyC). La norma únicamente
se refiere al dolo, pero la gravedad de la culpa del responsable puede también ser
valorada por el juez como parte de las “circunstancias de hecho” a las cuales se
refiere el artículo.
Es claro que la atenuación debe apreciarse con criterio restrictivo, pues rige, en
principio, la reparación plena, y la atenuación es una excepción a dicha regla
general.
En tercer lugar, tampoco será de recibo la dispensa cuando una norma especial la
prohíba. Así, por ejemplo, no podrán pactarse cláusulas de tal calibre en el ámbito
tuitivo del consumidor, por expresa prohibición del art. 37 de la ley 24.240 y del art.
1117 CCyC.
Asimismo, será también inválido este tipo de cláusulas cuando sean abusivas,
conforme a lo dispuesto por el art. 988 CC yC y concs.
- 02 / 09 / 21
Este artículo nos da una definición de lo que es el dueño. Por ejemplo: el inquilino
puede tener el poder material, y el dueño tiene poder jurídico.
El dueño tiene el derecho real de dominio, el que puede usarlo y tiene poder material
y jurídico sobre la cosa.
La ley busca que el dueño de una cosa riesgosa sea responsable por su uso.
Hay sistemas que para que uno sea dueño de la cosa debe estar ese bien inscripto
en un registro correspondiente (cuando sean bienes registrables). Hasta que no se
inscriba ese bien en el registro la persona no será titular jurídicamente, sino que lo
seguirá siendo el dueño anterior. Por ejemplo: si yo le vendo a otra persona un auto
y choca sin haberlo inscripto en el registro, quien debe responder seré yo en virtud
de que aún soy el dueño. Otro ejemplo: caballos de pura sangre.
Otro caso son los bienes inmuebles, en donde la ley dice que para su transmisión
debe haber título y modo. El título es la forma (escritura pública) y el modo es la
tradición (entrega).
Por otra parte, el guardián es el que ejerce el uso, la dirección y el control de la cosa
pero no es el dueño, obteniendo también provecho (ganancia) de ello.
El titular registral con el solo hecho de decir que no tiene el uso, dirección y control
de la cosa se podría eximir de responsabilidad.
2. Padres que responden por los daños que provoquen sus hijos: ejercen
su responsabilidad parental sobre ellos.
Los padres tienen que cerciorar, verificar, controlar a sus hijos para que no causen
daño. Si a pesar de eso, los hijos igual producen un daño, deberán responder los
padres.
Los padres responden por lo que hacen los hijos no porque desarrollan una
conducta antijurídica sino que la ley los puso en una situación de hecho en la cual
deben responder.
No hay entre la cosa y el daño provocado una relación de causalidad que permita
que yo responda por ese daño causado. Se debe examinar si en el caso concreto
hubo un eximente que haga que el demandado no debe responder.
Los padres respecto de sus hijos son terceros, pero ellos responden de igual
manera. Se debe agregar que ese tercero debe ser uno del cual no se deba
responder.
-Cuando el daño es provocado por el hecho de la propia víctima hay ruptura del
nexo causal entre el hecho y la objetivización que busca la ley.
ARTÍCULO 1730.- Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o fuerza
mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha
podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad,
excepto disposición en contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como sinónimos.
Si no pude evitar ese daño porque no se pudo prever o porque fue una fuerza física
irresistible, el dueño no deberá responder por los daños de la cosa.
Por ejemplo: hay una avalancha que arrastra mi auto y rompe una casa. En ese
caso no soy responsable porque es una situación que no pude prever.
4. Imposibilidad de cumplimiento
Por ejemplo: yo estoy negociando con el banco porque voy a hipotecar mi casa. El
día que vamos a firmar la escritura viene una ley que suspende las hipotecas, hay
una imposibilidad jurídica de hipotecar la casa. El vendedor de la casa puede sufrir
un daño. Yo comprador no seré responsable por ese daño porque el negocio se
tornó imposible por causas ajenas a mí.
Por ejemplo: si en los contratos me comprometo a aceptar que haya caso fortuito o
fuerza mayor, seré responsable. Si yo provoqué por mi culpa ese incumplimiento
que luego desembocó en caso fortuito o fuerza mayor, también seré responsable.
En los factores subjetivos, la víctima debe probar la culpa o el dolo del responsable.
RESPONSABILIDAD OBJETIVA
Las obligaciones de resultado tienen que ver con que comprometo todos mis
recursos a la obtención de un resultado.
La actividad probatoria que deben desplegar las partes en el juicio, son iguales en el
factor objetivo de responsabilidad y en la responsabilidad objetiva.
En ambos casos habrá que resarcir los daños que guarden relación de causalidad
con ese incumplimiento.
● DAÑO
El daño es una alteración, una diferencia entre el antes y el después, haciendo nacer
el derecho de pedir una reparación o en su defecto una indemnización.
-la existencia del daño, que se haya concretado, que no sea potencial.
-una alteración.
Si es un daño físico provocado en una persona, se realizará una pericia médica, por
ejemplo: un traumatólogo, oftalmólogo.
Todo eso se debe probar.
ARTÍCULO 1744.- Prueba del daño. El daño debe ser acreditado por quien lo
invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios
hechos.
El daño puede ser presumido por la ley respecto a la existencia de ese daño, no a la
cuantificación o cuantía del mismo. Cuantos más elementos le sean dados al juez,
más justa podrá ser la indemnización.
Así las cosas, para determinar que se configuró el mentado incumplimiento debemos
determinar, en primer lugar, qué era lo debido por el solvens, pues el incumplimiento
se define, justamente, por contraposición con lo que el deudor debía hacer para
cumplir.
Ahora bien, según los casos, el deudor puede haberse obligado a más o a menos, a
actuar diligentemente en pos de la obtención de un resultado, pero sin garantizarlo
(obligación de medios), o directamente a alcanzar esa finalidad, y de ese modo
satisfacer el interés del acreedor (obligación de resultado). El incumplimiento se
configura, entonces, de distinta forma en cada uno de los supuestos antes
enunciados. En las obligaciones de medios, al menos en principio, el incumplimiento
del deudor surge del desarrollo negligente del plan de conducta comprometido, por
lo cual debe acreditarse su culpa. Por el contrario, en las de fines es irrelevante si el
deudor cumplió diligentemente o no la obligación: la no obtención del resultado
debido configurará, por sí misma, su incumplimiento.
Ahora bien, para determinar cuándo nos encontramos ante una obligación de fines o
de medios debemos recurrir a las pautas brindadas por las normas mencionadas en
último término. Si lo “convenido por las partes” y las “circunstancias de la obligación”
permiten advertir que se comprometió un resultado determinado, la diligencia del
deudor será irrelevante a los fines de configurar el incumplimiento (art. 1723 CCyC).
Por el contrario, en las obligaciones de hacer deberá valorarse si el deudor se
comprometió a desarrollar cierta actividad, con la diligencia apropiada (art. 774, inc.
a, CCyC), supuesto en el cual nos encontramos ante una obligación de medios, o le
procuró al deudor cierto resultado concreto, asegurando la eficacia o no del fin
comprometido (art. 774, incs. b y c, CCyC).
Hay hecho de la víctima cuando el propio damnificado despliega una conducta que
—de acuerdo al curso normal de los acontecimientos— es apta para producir total o
parcialmente el resultado dañoso. Por ejemplo, el peatón que cruza la calle por fuera
de la línea peatonal, el paciente que no sigue las prescripciones médicas, el
esquiador que sale de la pista y pretende descender por una zona no autorizada,
etc.
Puede ocurrir que el accionar de la víctima sea causa exclusiva del resultado,
supuesto en el cual el agente se eximirá totalmente de responsabilidad. Pero
también puede suceder que el accionar del damnificado concurra con el del
sindicado como responsable, caso en el cual la indemnización otorgada deberá
disminuirse en la proporción de participación causal del perjudicado en el hecho
ilícito. Finalmente, también puede suceder que el hecho del damnificado, si bien no
rompe el nexo de causalidad entre el accionar del agente y el resultado (daño-
evento), sí sea causa adecuada de alguna consecuencia dañosa (daño-
consecuencia) sufrida por la víctima (por ejemplo, si un motociclista sufre un daño
grave en su cabeza debido a que no circulaba con el casco reglamentario).
Ahora bien, para que el hecho de la víctima desplace totalmente la autoría del
agente y se constituya en causa exclusiva del perjuicio, es preciso que reúna los
caracteres del caso fortuito o fuerza mayor. Es decir, debe tratarse de un hecho
imprevisible o inevitable, y exterior al demandado (art. 1730 CCyC). Ello es así por
cuanto únicamente el casus rompe totalmente el nexo de causalidad entre el hecho
y el perjuicio.
Así las cosas, para que opere la interrupción total o parcial del nexo de causalidad
basta, en principio, con el simple hecho de la víctima, sin que sea necesario valorar
la subjetividad de la conducta de este último. Ello es así pues lo relevante a los fines
de la interrupción del nexo causal no es la gravedad del accionar del agente, sino la
operatividad causal de su conducta, que excluye o limita el deber indemnizatorio de
terceros. Cabe recordar, en este sentido, que en materia de vínculo causal lo que
importa es sopesar la relación puramente material entre causa y efecto. Desde este
punto de vista, el accionar de una persona carente de discernimiento (en los
términos del art. 261 CCyC) tiene la misma aptitud causal que el de quien obra un
acto voluntario.
Más allá de ello, la norma en análisis deja a salvo los supuestos en que una
disposición específica requiere un accionar subjetivamente reprochable de la víctima
para que pueda eximirse de responsabilidad al agente.
El art. 1730 CCyC trata al caso fortuito y a la fuerza mayor como sinónimos, por lo
que ambos tienen los mismos efectos. En ambos supuestos se está haciendo
referencia a la misma cosa: un hecho que, por resultar imprevisible o inevitable,
fractura totalmente la cadena causal y se constituye en la verdadera causa
adecuada de los daños sufridos por la víctima. En tanto se reúnan tales caracteres,
poco importa si la eximente es consecuencia de un hecho de la naturaleza
(terremoto, inundación, etc.), o de acciones humanas ajenas al demandado, y que
este no puede impedir (hecho del príncipe, etc.).
Para que el accionar del tercero actúe como eximente es preciso, a tenor del claro
texto del art. 1731 CCyC, que reúna los caracteres del caso fortuito, esto es, que se
trate de un hecho imprevisible o inevitable para el sindicado como responsable, y
que sea exterior a él.
Asimismo, el art. 1751 CCyC dispone que, si existe una pluralidad de responsables,
ellos responderán solidariamente frente al damnificado cuando la causa del deber de
resarcir es única, y en forma concurrente cuando se asiente en causas distintas. Es
decir que, salvo que el hecho del tercero constituya un caso fortuito (lo que producirá
la exoneración total del sindicado como responsable), este último y el tercero
responderán por el total de la indemnización frente a la víctima, sin perjuicio de las
acciones de contribución o de repetición que, según los casos, pudieran deducir
entre ellos luego de pagada la deuda.
En primer lugar, es preciso que la imposibilidad sea sobrevenida, esto es, se debe
haber producido luego de celebrado el vínculo obligatorio. Si es anterior o
concomitante, entonces el negocio será nulo por imposibilidad de su objeto (art. 725
CCyC).
Asimismo, y ya ingresando en las reglas establecidas por la norma en comentario, la
imposibilidad, en primer término, debe ser objetiva, y reviste tal carácter cuando está
constituida por un impedimento inherente a la prestación en sí y por sí considerada.
Por ende, a fin de valorar este recaudo son irrelevantes las condiciones personales o
patrimoniales propias del deudor (por ejemplo, insolvencia), en la medida en que
ellas no se conecten de manera inmediata con la prestación en sí y por sí
considerada.
a) Asunción contractual del caso fortuito. En principio, las partes son libres para
celebrar un contrato y determinar su contenido (art. 958 CCyC), y lo que acuerden
será obligatorio para ellas (art. 959 CCyC). Por ende, en ejercicio de estas
facultades una de las partes del vínculo podrá asumir el cumplimiento, aun cuando
exista caso fortuito o se configure una imposibilidad de cumplimiento.
Esta regla, sin embargo, no es aplicable a todos los negocios. Así, no podrá
invocarla el predisponente en un contrato por adhesión, pues dicha cláusula sería
abusiva (art. 988, inc. b, CCyC), ni resulta de aplicación a los contratos de consumo
(arts. 988, inc. b, y 1117 CCyC).
d) Caso fortuito causado por la culpa del responsable. Cuando el caso fortuito
sobreviene por la culpa del agente, éste no se exime de responsabilidad, pues no se
cumple el requisito de la ajenidad propio del caso fortuito. Es el caso del deudor que,
en vez de guardar en el establo al animal que debía entregar al acreedor, lo deja a la
intemperie, como consecuencia de lo cual muere al ser alcanzado por un rayo en
medio de una fuerte tormenta.
Para describir el ámbito de cada uno de estos dos conceptos a través de un ejemplo,
basta con imaginar un accidente de tránsito en el cual una persona sufre lesiones de
gravedad en su integridad física. En este supuesto el perjuicio resarcible no es la
lesión que padeció, sino las consecuencias derivadas de la afectación de los
intereses que respecto de su integridad física tenía la víctima. Así, serán reparables:
Finalmente, cabe señalar que la norma en comentario se refiere a todo interés “no
reprobado por el ordenamiento jurídico”. Como lógico corolario de ello, no es preciso
que el interés en cuestión se encuentre admitido expresamente por el ordenamiento
jurídico (derecho subjetivo), sino que también serán resarcibles las consecuencias
que surgen de la afectación de un interés legítimo o simple (por ejemplo, daño
patrimonial reclamado por uno de los convivientes ante la muerte del otro, cuando la
convivencia no alcanza el plazo del art. 510, inc. e, CCyC; daño patrimonial sufrido
por el guardador de hecho de un menor como consecuencia de la muerte de este,
etc.).
● ARTÍCULO 1744.- Prueba del daño. El daño debe ser acreditado por quien
lo invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los
propios hechos.
Si bien la prueba del daño implica también —en principio— la de su monto, no debe
perderse de vista que los códigos procesales suelen acordar al juez la posibilidad de
determinar el monto del resarcimiento, aunque no esté directamente probado (art.
165 CPCCN). En tal caso corresponde fijarlo con parquedad, procurando que la falta
de prueba no redunde en un enriquecimiento injustificado de la víctima.
Ahora bien, puede suceder que la ley presuma el daño, supuesto en el cual el
damnificado se verá relegado de aportar pruebas que lo demuestren.
Finalmente, la norma se refiere a los supuestos en que el daño surja notorio de los
propios hechos del caso. Se refiere, por un lado, a los casos en que el juez presume,
en base a indicios serios, graves y concordantes, la existencia del perjuicio
reclamado. Y por el otro, a aquellos casos en que el perjuicio se encuentra
acreditado in re ipsa, esto es, surge patente de los propios hechos.
- 06 / 09 / 21
Con respecto a la función resarcitoria, vamos a ver qué daño será resarcible.
DAÑO RESARCIBLE
Este artículo expone los requisitos que debe reunir el daño patrimonial para ser
indemnizable.
ARTÍCULO 1740.- Reparación plena. La reparación del daño debe ser plena.
Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho
dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el
reintegro específico, excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente
oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero. En el caso de daños
derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede,
a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes
pertinentes, a costa del responsable.
Este artículo nos dice la manera en que debe ser reparado el daño. Se indemnizan
todos los aspectos de la persona: reparación plena.
En un principio, los daños solo podían venir del ámbito penal. No podían haber
daños por ilícitos civiles. Solo el daño civil podía venir después de un delito penal.
Esto dejaba muchos daños que no quedaban reparados. Acá se fijaba en la
conducta del agente que producía el daño.
En un tercer estadio, este interés debe ser tenido en cuenta pero también debe ser
tenida en cuenta la conducta antijurídica, ya que hay veces en que esta conducta
está justificada.
Este daño jurídico y resarcible no es sólo la lesión sino también sus efectos,
consecuencias, a donde se propaga. Por ejemplo: si me chocan el auto no sólo es
reparable el mismo sino que también todo lo otro que no puedo realizar ante su falta.
El daño no va solo sobre lo material donde se asienta o manifiesta, sino que también
se proyecta en todo lo que afecta a consecuencia de ese daño. Por ejemplo: si me
fracturaba el brazo, antes sólo se indemnizaban los gastos médicos y no lo que se
dejaba de percibir, ahora se indemnizan todas las consecuencias que esa fractura
produzca.
Las consecuencias del daño pueden ser patrimoniales y extrapatrimoniales. Lo
patrimonial tiene más rubros o cuestiones indemnizables que se manifiesta e n todo
lo material, ya que lo extrapatrimonial se centra en lo interno de la persona y fuera
de eso ya es patrimonial. Lo extrapatrimonial encuadra a varias cuestiones, como la
manera de educar a los hijos, la muerte de un hijo o de un padre.
Al final del art. 1738 se habla de la interferencia en su proyecto de vida, por ejemplo:
yo tenía el objetivo de recibirme de abogada y alguien me genera un daño que no
permite terminar mi carrera, eso deberá ser indemnizado porque era mi proyecto de
vida.
Daño es toda alteración, y lo que debe resaltar es ese dalo y todas sus
consecuencias mediatas e inmediatas, y según el caso, también casuales.
Siempre que haya una consecuencia indirecta, una persona que se vea afectada
por ese daño estará legitimada a peticionar el resarcimiento de ese daño.
Si hay certeza no importa que el daño sea actual o futuro, siempre tendrá que ser
reparable.
Todos los daños son independientes de la sentencia que dicte el juez, existen por
sí mismos desde el momento en que tuvieron lugar.
PÉRDIDA DE CHANCE
Se pierde una posibilidad, algo que no es cierto, no se sabe que va a pasar, pero en
el futuro según las circunstancias de moda, tiempo y lugar normalmente hubiese
pasado.
Se refiere a la alta probabilidad de que a raíz del hecho se pierde esa expectativa
que se tenía. Por ejemplo: si tengo una última reunión en la cual soy la última que
queda de los convocados para que me tomen un examen para ser profesora, me
atropellan y quedo inconsciente, quedando en mi lugar de docente otra persona. En
ese caso, también se debería indemnizar ese daño porque perdí la chance o de
posibilidad de ejercer la docencia y por ende de percibir un salario por ello.
Lo importante acá es que la conducta observada por la persona que causó el daño
tiene que tener entidad suficiente como para impedir el resultado que estaba
buscando.
Tiene que existir una relación entre lo que perdí y la conducta antijurídica del agente
que me causó el daño.
El artículo en comentario establece los requisitos que debe reunir el perjuicio para
ser resarcible. Asimismo, se refiere expresamente a los caracteres que deben
configurarse para que proceda la reparación por pérdida de una chance.
El principal presupuesto para que el daño sea resarcible es que sea cierto, es decir,
que exista realmente y no se trate de un perjuicio meramente eventual o hipotético.
Así, el simple peligro o la sola amenaza o perspectiva de daño —que puede
eventualmente dar lugar a la tutela preventiva— no es suficiente para tornarlo
indemnizable. Tanto es así que, si se indemnizara un perjuicio incierto y, finalmente,
este no llegara a consumarse, existiría un enriquecimiento sin causa por parte de la
víctima.
Si hay certeza, poco importa que el daño sea actual o futuro, pues en ambos casos
procederá su reparación. También en la pérdida de chance se exige certeza acerca
de la existencia de un porcentaje de posibilidades de obtener un beneficio o evitar un
perjuicio, que se vio frustrado por la comisión del hecho ilícito.
b) Actual o futuro
El art. 1739 CCyC establece expresamente que es reparable tanto el daño actual
como el futuro. El primero es aquel que, cronológicamente, ya se ha producido al
momento del dictado de la sentencia, mientras que el daño futuro es el que todavía
no se ha producido, pero que ciertamente ocurrirá luego de la decisión judicial (por
ejemplo, si como consecuencia del hecho es ineludible efectuar gastos de
tratamiento futuro).
Es que, en el caso del daño por pérdida de chance, no existe relación causal entre el
hecho ilícito y el suceso (resultado final) que, en definitiva, se produce (por ejemplo,
muerte del paciente). Por el contrario, este resultado bien podría haber ocurrido, o —
según los casos— haberse evitado, si el hecho ilícito no hubiera tenido lugar. Sin
embargo, sí debe existir una relación de causalidad adecuada entre el actuar del
sindicado como responsable y la pérdida de la oportunidad en sí misma, es decir
que la víctima debe estar en una situación en donde únicamente tiene un porcentaje
de chances de evitar la producción del resultado final (por ejemplo, chances de
sobrevida), y el hecho ilícito debe hacerle perder esas chances (es, por ejemplo, el
caso del médico que por impericia omite detectar a tiempo una dolencia cuyo
tratamiento oportuno logra en cierto porcentaje de casos evitar la muerte).
Por otra parte, el artículo establece que el daño por pérdida de chance es
indemnizable “... en la medida en que su contingencia sea razonable”. Este apartado
de la norma en estudio se vincula con el hecho de que, para que las consecuencias
que se derivan de este tipo de daño sean resarcibles —y como ocurre con todo tipo
de daño—, la pérdida de la oportunidad debe constituir un daño cierto. Lo que
sucede es que, en la pérdida de chance, la certeza adquiere aristas particulares. En
efecto, en todos los casos en que se encuentra involucrada la pérdida de una
chance, la víctima solo contaba con una posibilidad o probabilidad de ver finalmente
obtenida la ganancia o evitado el perjuicio. La principal característica de este tipo de
daño, entonces, es justamente que lo único que existe es una posibilidad, pero no
una certeza sobre la obtención del resultado perseguido por el damnificado. El
eventual beneficio que espera la víctima puede o no ocurrir y, en definitiva, nunca se
sabrá si se habría producido de no mediar el evento dañoso.
Pero la incertidumbre respecto de este eventual resultado no afecta la certeza de la
chance, que se verifica a través de la comprobación de la existencia de una
oportunidad que, por el accionar del agente, se ha visto perdida. Por el contrario, si
la posibilidad no existe (por ejemplo, si la enfermedad era fatal y el paciente no
contaba con la posibilidad de curarse), entonces el daño por pérdida de chance es
hipotético o eventual y, por ende, no resarcible, de conformidad con lo establecido
por la norma en comentario.
El de reparación integral del daño es un principio general del derecho que tiene,
además, rango constitucional (art. 19 CN). El CCyC lo consagra específicamente en
la norma en examen.
La reparación plena o integral es uno de los pilares fundamentales sobre los que se
erige nuestro sistema de responsabilidad por daños, y supone la necesidad de una
razonable equivalencia jurídica entre el daño y su reparación. Por eso, cuando
alguien ha sufrido un perjuicio, ya sea este patrimonial o moral, debe percibir una
indemnización que le permita que el estado de cosas actual sea razonablemente
coincidente con el estado en que se encontraba antes de sufrir el daño. Lo que se
persigue, entonces, es suprimir los efectos nocivos del suceso dañoso, de la manera
más completa posible.
Sin embargo, decir que debe indemnizarse todo el daño ocasionado no implica que
todo perjuicio sea resarcible, sino que solo lo es el admitido por el ordenamiento
jurídico. Se trata, entonces, de la plenitud jurídica de la indemnización (derecho a ser
reparado en toda la extensión establecida por la ley). Por ejemplo, las
consecuencias no previstas por las partes al momento de contratar pueden, desde
un punto de vista material, generar una disminución del patrimonio de la víctima,
pero no serán resarcibles, pues exceden el límite impuesto por el art. 1741 CCyC.
En este sentido, el principio de reparación plena se encuentra circunscripto al
resarcimiento de los daños que son admitidos por el ordenamiento jurídico; en
especial, con el alcance que emana del CC, que es una suerte de “piso” mínimo
cuyo alcance excede incluso al derecho privado. Partiendo de esas premisas, es
contraria al principio de reparación integral toda indemnización inferior al estándar
que emana del CCyC, siempre que la restricción no se encuentre justificada por
motivos razonables.
El CCyC prevé que la víctima puede optar por una u otra vía, es decir, por la
restitución de las cosas a su estado anterior, o por una indemnización en dinero.
Pero la primera opción no será de aplicación cuando la reparación in natura se haya
vuelto imposible (por ejemplo, porque se trata de lesiones sufridas por la víctima en
su integridad física o moral), o cuando resulte excesivamente oneroso o abusivo.
c) La publicación de la sentencia
El art. 1740 CCyC dispone que, en los casos en que el hecho ilícito haya afectado el
honor, la intimidad o la identidad personal, el juez podrá ordenar la publicación de la
sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa del responsable. Esta enunciación no
tiene el sentido de constituir un numerus clausus, por lo que también podría resultar
procedente la publicación de la sentencia frente a la lesión de otros derechos
personalísimos, tales como los datos personales, la voz o la imagen.
De conformidad con la definición de daño jurídico que emana del art. 1738 CC yC,
puede definirse al daño moral (denominado en este artículo “consecuencias no
patrimoniales”) como la lesión de un interés no patrimonial de la víctima que produce
consecuencias de la misma índole. La consecuencia resarcible, en estos casos,
consiste en una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su
capacidad de entender, querer o sentir, que se traduce en un modo de estar
diferente de aquel en el que se hallaba antes del hecho, como consecuencia de este
y anímicamente perjudicial.
El CCyC amplía la legitimación activa para reclamar el daño moral. En ese sentido,
continúa manteniendo el principio según el cual únicamente puede reclamar daño
moral el damnificado directo (con lo cual se restringe en este caso la legitimación
que surge del art. 1739 CCyC, que abarca a las víctimas directas e indirectas y que,
por consiguiente, queda limitada al ámbito del daño patrimonial), pero establece que
los damnificados indirectos pueden reclamar también la reparación del perjuicio
extrapatrimonial en los supuestos en que la víctima directa, como consecuencia del
hecho, muera o sufra una “gran discapacidad”. Entendemos que esta última
categoría (“gran discapacidad”) debe interpretarse según las circunstancias de cada
caso, y sin sujeción a un porcentaje rígido. En particular, debe tenerse en cuenta la
afectación que dicha lesión a la integridad física de la víctima ocasione a los
damnificados indirectos.
- 13 / 09 / 21
Carga probatoria:
Las consecuencias por las que responde el autor de un daño siempre son más
gravosas cuando actúa con dolo, ya sea en el ámbito contractual o extracontractual.
Las consecuencias son las mediatas, inmediatas y casuales, y en el caso de los
contratos se agrega la previsibilidad.
No importa investigar tanto la conducta del agente que causó el daño sino que pone
su centro en tratar de evitar y prevenir los daños, y una vez que se produjo el daño
analizar la persona que fue víctima del daño y tratar de reparar el daño en forma
plena (reparación plena).
El daño existe independiente de una sentencia. Es distinto que ese daño sea
indemnizado.
● FACTORES DE ATRIBUCIÓN
Este es el elemento axiológico o valorativo en virtud del cual el ordenamiento jurídico
dispone la imputación de las consecuencias dañosas del incumplimiento obligacional
o de un hecho ilícito strictu sensu a una determinada persona.
2. Teoría de la Garantía
Gira en torno de la actividad desplegada por el sindicado como responsable y no
sobre el daño recibido por el damnificado.
Ciertas personas deben responder frente a terceros por daños causados por
determinados terceros o cosas en razón de un deber de garantía de carácter
objetivo, que gravitaría sobre ellos.
3. Teoría de la Seguridad
4. Teoría de la Equidad
Eximentes de responsabilidad
* Respecto del hecho de un tercero por quien no se debe responder, el Art. 1731
establece que el mismo debe reunir los caracteres del caso fortuito. Es decir, debe
resultar un hecho inevitable o imprevisible.
Así las cosas, para determinar que se configuró el mentado incumplimiento debemos
determinar, en primer lugar, qué era lo debido por el solvens, pues el incumplimiento
se define, justamente, por contraposición con lo que el deudor debía hacer para
cumplir. Ahora bien, según los casos, el deudor puede haberse obligado a más o a
menos, a actuar diligentemente en pos de la obtención de un resultado, pero sin
garantizarlo (obligación de medios), o directamente a alcanzar esa finalidad, y de
ese modo satisfacer el interés del acreedor (obligación de resultado).
● DAÑO
Reparar un daño quiere decir volver las cosas al estado anterior el hecho dañoso. Si
no puede reparar habrá que indemnizar el daño. ¿Qué se indemniza? - art. 1738
En otras palabras, producido un daño (Art. 1737) tengo que ver si puede ser
resarcido (Art. 1739).
Para analizar las consecuencias a resarcir, debo tener en cuenta los tipos de
consecuencias (Art. 1727) inmediatas, mediatas y casuales. En materia de
contratos, además, la previsibilidad (Art. 1728).
El daño debe acreditarse. Debe cumplir con su corroboración quien lo alega, salvo
que la ley lo presuma (art. 1744).
Para saber qué es daño en un sentido práctico pueden tener en cuenta una foto
antes del hecho y otra después. Si comparamos las fotos, todo lo que se haya
alterado, modificado o cambiado por la acción dañosa, debe ser resarcido.
No es lo mismo la definición general de DAÑO (art. 1737) que el daño resarcible (art.
1739).
Es indispensable conocer el daño. Para la víctima pues permite conocer qué puede
reclamar y su extensión. Para el agente responsable, qué debe indemnizar y su
extensión.
Atribución objetiva de
Atribución subjetiva de responsabilidad -
Agentes
responsabilidad Responsabilidad
objetiva
-Existencia del hecho
- Existencia del hecho
dañoso.
dañoso.
-La ley presume la culpa o
-Culpa o dolo del agente
Víctima (actora en juicio) el dolo (no debe
que causó el daño.
probarse).
-Daño.
-Daño.
-Extensión del daño.
-Extensión del daño.
Parte del punto de vista de quienes son los legitimados activos para reclamar el
resarcimiento del perjuicio que se les ha ocasionado. En consecuencia, es daño
directo el que padece la víctima que sufrió el daño “fáctico” (el sujeto pasivo del
hecho ilícito), mientras que es daño indirecto el que sufre otra persona de rebote, es
decir, en aquellos casos en que el hecho ilícito lesiona intereses de terceros que, sin
embargo, no han sido sujetos pasivos de él.
b) Actual y futuro
El principal presupuesto para que el daño sea resarcible es que sea cierto, es decir,
que exista realmente y no se trate de un perjuicio meramente eventual o hipotético.
Así, el simple peligro o la sola amenaza o perspectiva de daño —que puede
eventualmente dar lugar a la tutela preventiva— no es suficiente para tornarlo
indemnizable. Si se indemnizara un perjuicio incierto y, finalmente, este no llegara a
consumarse, existiría un enriquecimiento sin causa por parte de la víctima.
Para que las consecuencias de este daño fáctico sean resarcibles es preciso que
exista una relación de causalidad adecuada entre el actuar del agente y la pérdida
de la oportunidad. Es que, en el caso del daño por pérdida de chance, no existe
relación causal entre el hecho ilícito y el suceso (resultado final) que, en definitiva, se
produce.
Sin embargo, sí debe existir una relación de causalidad adecuada entre el actuar del
sindicado como responsable y la pérdida de la oportunidad en sí misma, es decir
que la víctima debe estar en una situación en donde únicamente tiene un porcentaje
de chances de evitar la producción del resultado final, y el hecho ilícito debe hacerle
perder esas chances.
Por ejemplo: si un auto es manejado por la esposa del titular registral, ella no deberá
responder sino que lo hará el dueño del auto. Pero la esposa responderá por culpa o
dolo.
La víctima del daño los puede demandar en forma separada o conjunta contra el
responsable directo e indirecto.
Debemos saber quien es el autor del daño para saber si el mismo debe responder
por ese daño.
¿Quién es el autor?
Existe una imputación jurídica y una imputación fáctica. Para llegar a la imputación
jurídica (autoría) primero hay que determinar que esa misma persona tiene un
imputación fáctica (vínculo con el resultado dañoso).
A la autoría en sentido jurídico hay que agregarle la imputación de todo el sujeto que
desarrolló la conducta.
Por ejemplo: un chico de 4 años que genera un daño, no actuó con discernimiento,
intención y libertad, y por lo tanto hay imputación fáctica pero no imputación jurídica
ya que no actuó con voluntad.
Una cosa es ser la persona que causó el daño y otra cosa es ser considerada un
centro de imputación jurídica, porque para ser autor de una conducta ilícita en
materia civil la persona debe contar con discernimiento, intención y libertad.
La persona que causa el daño debe observar la conducta que provocó el daño y
también debe poder ser considerado autor de esa conducta.
El sujeto que causó el daño debe haber observado una conducta que terminó en un
daño y a su vez cumplir con los requisitos de reprochabilidad (discernimiento,
intención y voluntad) para poder ser entendido como autor.
Para que un sujeto pueda ser imputado civilmente como un autor del daño debe ser
necesario que esa persona se haya podido representar que esa conducta iba a
generar un desenlace dañoso, es decir que haya actuado con discernimiento,
intención y libertad.
Ante la falta de discernimiento, hay una imputación fáctica pero no jurídica, y por
ende no se deberá responder.
No basta con ser el ejecutor de una conducta que causa el daño sino que también
debo ser el autor.
Este daño no queda sin su resarcimiento, ya que puede haber un factor objetivo de
responsabilidad.
Hay que buscar quien realizó la conducta para saber si actúa como autor en sentido
jurídico.
Ejemplos: padres por los hijos, titulares registrales respecto a sus cosas,
establecimientos educativos respecto a sus alumnos, empleadores respecto a sus
empleados.
Por otra parte, el deudor obligacional (a diferencia de lo que ocurre cuando el daño
es consecuencia de un hecho ilícito extracontractual) responde siempre en forma
directa, sea que él haya ejecutado personalmente la prestación, sea que lo haya
hecho por intermedio de un dependiente o auxiliar. Eso es así porque el obligado al
cumplimiento de la obligación es siempre el solvens, más allá de quién haya
materializado de hecho el incumplimiento (art. 732 CCyC).
En el régimen del CCyC, puede ocurrir que el deber de resarcir se extienda tanto al
responsable directo del daño (quien debe responder por cuanto su acción u omisión
produjo un daño injustificado, art. 1749 CCyC; el que causó un perjuicio actuando
involuntariamente, art. 1750 CCyC; o el encubridor, con el alcance de su
cooperación en la producción del daño, art. 1752 CCyC), como al indirecto, es
decir, quien debe responder por el accionar de otro (la responsabilidad del principal
por el hecho del dependiente, art. 1753 CCyC; la de los padres por el accionar de
sus hijos, arts. 1754 y 1755 CCyC; o la de los tutores, curadores o delegados en la
responsabilidad parental por la conducta de las personas que se encuentran a su
cuidado, art. 1756 CCyC).
Cuando un acto ilícito civil configura, a su vez, un delito del derecho criminal, se
plantean cuestiones derivadas de la diversidad de regímenes aplicables a cada uno
de esos ámbitos. En el primer caso, corresponde establecer el resarcimiento
derivado del accionar ilícito del agente y, en el segundo, imponer una sanción del
tipo represiva, conforme a las disposiciones del ordenamiento punitivo.
Si bien ambas corresponden a una misma conducta antijurídica, esta constituye dos
ilicitudes diferentes cuando la acción ilícita se integra conceptualmente con las
consecuencias que en cada hipótesis le vienen impuestas. No se trata de un mero
debate teórico, sino que de ella deriva el diverso tratamiento legislativo de cada una
de esas ilicitudes, inspirado sea en el mero interés particular del damnificado que
tiene en vista el ilícito civil, o del interés público que —en principio— compromete la
ilicitud penal.
Lo que no debe perderse de vista es que la disposición en análisis, más allá de que
confiere a la parte la posibilidad de optar por promover la acción en una u otra
jurisdicción, deja a salvo lo que puedan disponer las normas procesales locales en
cuanto a la autonomía procesal, no sustancial, de ambos litigios.
- 16 / 09 / 21
Esta norma incluye 2 supuestos: los actos involuntarios y los actos involuntarios
obedeciendo a un agente externo.
Todo ejecutor de una conducta antijurídica debe responder. ¿Cómo se responde en
este caso? Se responde en forma de equidad. Pero como no hubo voluntad de
realizar el daño, debe ser un caso especial y la ley debe contemplar este suceso y
justificar la procedencia de la reparación.
El autor del daño causado responde por equidad. No se analiza la culpa porque al
estar ante un factor objetivo la misma es irrelevante, y además porque la persona no
puede decidir cuando sufre un paro cardiaco. Se responde en forma objetiva por una
razón de justicia, pero esa responsabilidad y obligación de resarcir se va a limitar por
el art. 1742.
Por ejemplo: si la vidriera cuesta $200.000 y eso es lo que debo resarcir en virtud de
mi paro cardiaco que la rompí, el juez deberá analizar si tengo esa cantidad de
dinero en mi patrimonio, si no lo tengo puede atenuar la indemnización hasta dejarla
sin efecto. No se rompió el vidrio porque quise sino porque no pude evitarlo.
La involuntariedad no significa no tomar los recaudos para evitar un daño, sino que
no se puede evitar el daño.
En el segundo párrafo del art. 1750, por ejemplo: secuestran a mi hijo para que yo
mate a mi vecino. Yo no podría elegir entre matar o no a mi vecino porque sino
matan a mi hijo.
Fuerza física o moral irresistible. Responde el tercero que me coaccionó a mí, que
me obligó a actuar de determinada manera. La responsabilidad es plena.
En ese caso, pude actuar con dolo pero porque me estaban coaccionando. Por eso
yo no respondería ante ese daño, pero sí la persona que me coaccionó.
No sería una coacción que el profe nos diga que si no estudiamos no vamos a
aprobar. La coacción debe tener la magnitud de que tenga que provocar un daño a
un tercero, no a mí mismo.
Debe ser irresistible la coacción, no tener otra opción más que producir ese daño.
El tercero deberá responder por los daños que me causó esa extorsión.
En materia civil, el encubridor es una figura independiente y autónoma del autor del
hecho ilícito, está relacionada necesariamente con delitos o ilícitos cometidos por
terceros (no debo ser el autor jurídicamente reprochable del daño cometido), no
queda unida la conducta del encubridor a la conducta que desarrolla el que causa el
daño (si existe esa unión habría coautoría).
Para que la figura del encubridor tenga lugar tiene que existir 3 requisitos o
elementos en el ámbito penal:
-que la intervención del encubridor sea posterior a ese daño, que no haya
participado en la producción del daño
-que no exista una promesa o un acuerdo anterior entre el encubridor y el autor del
ilícito.
En materia civil, es muy difícil encontrar al encubridor, pero en materia penal sí.
● PLURALIDAD DE LOS RESPONSABLES
Las obligaciones concurrentes se dan cuando las causas son diferentes. Cada
persona va a resarcir en la medida en que su conducta haya ayudado a que el daño
tenga lugar.
Si una cosa es arrojada del edificio y no se puede individualizar de qué piso cayó,
todos los frentistas serán responsables solidariamente.
En cambio, será concurrente cuando tenga más de una causa en cuyo caso se
deberá analizar cada una de las conductas y cual contribuyó a que ese daño tenga
lugar.
● RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
En lo que hace a la ley nacional 26944, fue sancionada en el año 2014 antes de la
vigencia del CCyC. Rige para los daños que el estado provoque en su actividad o
inactividad. Esos daños pueden producirse tanto en los bienes como en los
derechos de las personas. La ley dice que la responsabilidad del Estado es
objetiva y directa.
Actividad legítima
-el daño debe ser cierto y actual, debe acreditarse el daño y ser mensurable en
dinero
-debe haber una relación de causalidad directa y exclusiva con la actividad del
estado.
-debe haber una ausencia del deber jurídico de soportar el daño. Por ejemplo,
cuando el estado hace una obra pública y la expropia a través de una ley, en cierta
forma está provocando un daño y la persona tiene el deber jurídico de soportarlo.
-El daño debe ser cierto y acreditado por quien lo invoca, justificado y mensurable
en dinero.
Son hechos en donde una persona responde el daño causado por otra, y el factor de
atribución es siempre objetivo.
El principal debe cerciorarse que sus dependientes son aptos para las funciones que
están cumpliendo, porque tendrá que responder por los daños causados por ellos.
ARTICULO 1754.- Hecho de los hijos. Los padres son solidariamente responsables
por los daños causados por los hijos que se encuentran bajo su responsabilidad
parental y que habitan con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad personal y
concurrente que pueda caber a los hijos.
Responden por los hijos porque la norma dijo que ellos deben verificar que no
produzcan daños, y en caso de que lo hagan responden objetivamente.
Hay ciertos requisitos: los hijos deben habitar con los padres, pero hay una
excepción a ello en el art. 1755 (responden ambos porque la responsabilidad recae
sobre los dos padres).
Si mi hijo tiene problemas de comportamiento, no importa que este con el otro padre,
sino que ambos responden igual.
Los hijos son los responsables directos. Los padres son responsables indirectos.
INFO COMPLEMENTARIA
ARTÍCULO 1° — Esta ley rige la responsabilidad del Estado por los daños que su
actividad o inactividad les produzca a los bienes o derechos de las personas.
La responsabilidad del Estado es objetiva y directa.
Las disposiciones del Código Civil no son aplicables a la responsabilidad del Estado
de manera directa ni subsidiaria.
La sanción pecuniaria disuasiva es improcedente contra el Estado, sus agentes y
funcionarios.
El CCyC dispone que el autor de un daño causado por un acto involuntario (por
ausencia de discernimiento o porque el agente obró en el marco del error, el dolo o
la violencia) responde por razones de equidad. Los jueces deben analizar el caso a
la luz de las pautas establecidas en el art. 1742 CCyC para la atenuación de la
indemnización, es decir, la situación personal de la víctima, el patrimonio del deudor
y las demás circunstancias del caso.
En el primer supuesto (fuerza física irresistible) es claro que el autor material del
daño únicamente actuó como sujeto pasivo de la acción de otro, por lo que el autor
real del daño —y, en consecuencia, responsable— es aquel que empleó una fuerza
irresistible sujetando a la víctima contra su voluntad, como instrumento suyo. Por el
contrario, cuando el vicio nace como consecuencia de la intimidación (es decir, del
temor de sufrir un mal inminente o grave) quien sufre la amenaza actúa por su
propia determinación, la cual, provocada por el miedo, se dirige a evitar que se la
amenaza se concrete. En consecuencia, la existencia de la intimidación puede influir
en el agente de manera más o menos intensa, pero lo cierto es que no excluye por
completo la subjetividad del amenazado.
Lo que sucede es que en el caso en que la violencia es generada por la fuerza física
irresistible ejercida por otro no existe —en puridad— una acción humana (acto) de la
víctima de dicha violencia, quien únicamente actúa como proyectil de otro. Es por
eso que la norma en comentario restringe la exclusión de responsabilidad a este
supuesto particular, mientras que en el caso de la intimidación subsiste el deber de
responder —siempre por razones de equidad— por el daño ocasionado por el acto
involuntario.
En los supuestos en que existen diversos responsables del daño, nace la necesidad
de determinar la forma en que debe responder cada uno de ellos frente a la víctima.
La norma en análisis se ocupa de la cuestión y establece que cuando la
responsabilidad de todos los involucrados tiene una causa única (lo cual debe
entenderse en el sentido de que todos responden con el mismo fundamento) su
responsabilidad es solidaria, mientras que cuando tienen causas distintas (cada uno
responde por un título diferente) responden concurrentemente.
Más allá de lo expuesto, lo cierto es que la regla general sentada por el artículo en
examen encuentra una excepción en el supuesto de los daños ocasionados por el
incumplimiento obligacional, pues aquí el CCyC mantiene, en el art. 828, el principio
de la simple mancomunación, dado que la solidaridad no se presume, y debe surgir
inequívocamente de la ley o del título constitutivo de la obligación.
Ahora bien, conforme a lo establecido por el ya citado art. 277 CP, para que se
configure la figura del encubridor es preciso que se encuentren reunidos tres
requisitos:
b) que la intervención del sujeto activo sea posterior al delito prexistente, en el que
no participa; y
Como surge del primer recaudo mencionado, debe existir un delito anterior o previo.
Lo relevante es que al momento de ejecutarse el encubrimiento esté expedita la
persecución penal del delito. En los delitos de acción privada, el encubrimiento solo
es posible en la medida en que el ofendido prosiga la acción. En segundo término,
es preciso que la conducta encubridora sea posterior al delito, esto es, debe
comenzar a desarrollarse una vez consumado este último o cuando han dejado de
producirse los actos que configuran la tentativa, de forma tal que no haya significado
un aporte material en el proceso de su producción, sea en calidad de autor, cómplice
o instigador. Finalmente, es preciso que no exista una promesa anterior al delito de
desarrollar la conducta encubridora, pues, en caso contrario, el encubridor no será
tal, sino que habrá participado en el hecho ilícito.
A fin de delimitar conceptos es preciso tener en cuenta que, en este último supuesto,
una persona (deudor) está obligada frente a otra (acreedor) a desarrollar un
determinado plan de conducta. Ya sea que cumpla esa conducta personalmente, o
bien que la haga ejecutar por otro, el eventual incumplimiento hará, en todos los
casos, responsable al deudor original, pues era él y solo él el obligado
contractualmente. El hecho de que el solvens introduzca a un tercero para ejecutar
la prestación en su lugar en nada altera la naturaleza o el fundamento de dicha
responsabilidad, pues el deudor es responsable ante todo en tanto que deudor
contractual, y poco importa que sea por su hecho propio o por el hecho ajeno. En
síntesis, la sustitución del deudor por un tercero a efectos de ejecutar materialmente
el plan de prestación es irrelevante para el acreedor, frente a quien el responsable
contractualmente será siempre el obligado.
Esta idea se plasmó en el art. 732 CCyC, que expresamente establece: “El
incumplimiento de las personas de las que el deudor se sirve para la ejecución de la
obligación se equipara al derivado del propio hecho del obligado”. Es decir, no
existen diferencias entre el actuar personal del deudor o el de los terceros de los
cuales se sirve para el cumplimiento de la obligación.
Partiendo de esas premisas, es claro que el deudor responde en forma directa tanto
por su incumplimiento personal como por el causado por el tercero ejecutor que ha
cumplido materialmente la prestación. Nada de eso sucede con la responsabilidad
del principal por el hecho del dependiente, que está estructurada por el artículo en
comentario como una responsabilidad indirecta, y requiere que se configuren ciertos
requisitos (en particular, existencia de una relación de dependencia, y hecho ilícito
del dependiente) que resultan extraños a la responsabilidad del deudor obligacional
por el hecho del ejecutor material de la prestación. Este último responde, en efecto,
incluso por el incumplimiento causado por personas que no son sus dependientes
(como sucedería si quien se presenta a cumplir la prestación es un socio del
deudor), y prescinde por completo de la necesidad de imputar responsabilidad al
ejecutor material (por ejemplo, en un contrato de obra, el comitente no tiene por qué
establecer la responsabilidad de los obreros o albañiles que la han construido —
quienes bien podrían no responder por ningún título—; le basta con constatar el
incumplimiento del resultado prometido para hacer responsable al dueño de la obra).
Como surge claramente del art. 1753 CCyC, para que el hecho del dependiente sea
imputable al principal es preciso que se encuentren reunidos tres recaudos, a saber:
- Relación de dependencia
Para que nazca el deber de responder del principal es preciso que exista un vínculo
de dependencia o subordinación entre el principal y el autor del hecho ilícito.
En cuanto al daño causado “con ocasión” de las funciones, solo comprende aquellos
actos ajenos o extraños a la función, pero que únicamente pudieron ser llevados a
cabo por el dependiente en tal calidad o por mediar esas funciones. Es decir que no
habrían podido realizar, de ninguna manera, de no ser por el desarrollo de la
función. De esta manera, no existe responsabilidad del comitente si la función del
subordinado solo facilitó el hecho ilícito, pero no era indispensable para su comisión.
En principio, para que nazca el deber de responder por el accionar del subordinado
es preciso que exista un hecho ilícito de este último. Eso no quiere decir que la
víctima está precisada a obtener previamente la condena del dependiente, pues le
basta con establecer que este obró un hecho que lo haría personalmente
responsable. Tampoco es preciso que el factor de atribución de responsabilidad
respecto del dependiente sea subjetivo (culpa o dolo), puesto que la ley no distingue
uno u otro caso y se limita a establecer que la responsabilidad del principal es
concurrente con la del dependiente. Por consiguiente, puede suceder que este
último responda, por ejemplo, por equidad (art. 1750 CCyC) o en tanto dueño de la
cosa riesgosa que empleó para cumplir su cometido (art. 1757 CCyC), y eso será
suficiente para que nazca la responsabilidad refleja o indirecta del principal.
El primer recaudo que debe encontrarse presente para que nazca la responsabilidad
de los padres es que el hijo sea menor de edad, es decir, que no haya cumplido los
18 años de edad (art. 25 CCyC). En esa franja etaria se encuentran comprendidos
tanto los supuestos en que el niño actuó con discernimiento como aquellos en los
que no se encuentra reunido ese carácter (según que sea mayor o menor de diez
años, art. 261, inc. b, CCyC).
Para que el hecho del menor sea imputable a sus progenitores es preciso que aquel
se encuentre bajo su responsabilidad parental. En principio la responsabilidad
parental incumbe a ambos progenitores, tanto si conviven como cuando cesa la
convivencia o se produce el divorcio de la pareja, o la nulidad del matrimonio (art.
641, incs. a y b, CCyC). La responsabilidad parental solo cesa en los supuestos
previstos en el art. 699 CCyC, o cuando uno de los progenitores queda privado de
ella por las causales mencionadas en el art. 700 CCyC. Igualmente, en este último
supuesto, subsiste la responsabilidad civil del progenitor privado de la
responsabilidad parental, como se explica al comentar el art. 1755 CCyC.
- Naturaleza del deber de responder de los padres por el accionar de sus hijos
menores de edad
El CCyC termina con todo debate al respecto, por un lado, al consagrar que la
responsabilidad de los padres es de corte netamente objetivo y, por el otro, al excluir
la posibilidad de que los progenitores se eximan de responsabilidad acreditando que
les ha sido imposible evitar la producción del daño.
En consecuencia, como principio general los padres, para eximirse de responder,
deben acreditar la causa ajena (art. 1722 CCyC).
- Eximentes específicas
Más allá de que, como acaba de referirse, los padres responden objetivamente por
el accionar de sus hijos menores de edad y, por ende, se eximen demostrando la
existencia de una causa ajena, la norma en análisis regula algunas eximentes
específicas, que se tratan a continuación.
Para que se configure esta causal es preciso que se haya desplazado el deber de
contralor sobre el menor hacia otra persona física o jurídica. Dicha transferencia
debe ser legítima, es decir, debe estar destinada a la formación, educación,
rehabilitación o seguridad del menor. Se trata, por ejemplo, del supuesto en que el
niño es dejado en el establecimiento escolar, en cuyo caso la responsabilidad por el
accionar del educando se traslada al titular de la institución, en los términos del art.
1756 CCyC.
Por otra parte, es preciso que no exista dependencia entre la persona a la cual se
entregó el cuidado del menor y sus progenitores, pues en el caso que sea así no
existirá una transmisión de la vigilancia activa del menor: el cuidador actuará bajo las
órdenes y dirección del padre o madre al cual se encuentra subordinado.
Como lo ha dicho la doctrina con anterioridad a la reforma, es claro que, en los actos
vinculados con el trabajo, profesión o la actividad comercial del menor, es
prácticamente imposible que los padres ejerzan alguna vigilancia o contralor, y el
hijo puede obrar laboral o profesionalmente aun contra la voluntad paterna (art. 30
CCyC). Es por eso que, en estos casos, el menor responde de manera exclusiva por
los hechos dañosos causados en ejercicio de su trabajo, profesión o comercio.
Los arts. 1764 a 1766 excluyen del ámbito del Código la responsabilidad del Estado
y de sus funcionarios públicos, que se regirá conforme a las normas del derecho
administrativo nacional o local. Es más, el art. 1764 dispone expresamente que las
disposiciones atinentes a la responsabilidad civil no son aplicables a la
responsabilidad del Estado de manera directa ni subsidiaria.
Más allá de ello, es preciso efectuar dos aclaraciones en cuanto a la aplicación del
Código en esta materia. En primer lugar, la limitación establecida en los artículos ya
citados, que impide la aplicación directa o subsidiaria del nuevo ordenamiento civil,
no veda la aplicación analógica del derecho común cuando ello sea necesario.
- 20 / 09 / 21
Los responsables directos son los que ejecutan la conducta y pueden ser autores.
Los menores de edad son responsables: a los 10 años para los hechos ilícitos, y a
los 13 años para los hechos lícitos.
En el caso de los hijos emancipados, los padres no siguen siendo responsables por
el hecho de su hijo ya que el menor de edad sale de la esfera de la responsabilidad
parental de los padres.
Tampoco los padres responden por los daños causados por sus hijos en sus
relaciones laborales o en el ejercicio propio de un oficio, porque a los 13 años ya
tiene discernimiento y puede trabajar, y en ese caso el responsable es el menor por
los daños que ocasione y ya no el padre.
Este artículo dice que cuando el hijo menor de edad es puesto bajo la vigilancia de
otra persona, transitoria o permanentemente, el padre no responde. Pero ¿cómo es
esa puesta en vigilancia de otra persona?
ARTÍCULO 643.- Delegación del ejercicio. En el interés del hijo y por razones
suficientemente justificadas, los progenitores pueden convenir que el ejercicio de la
responsabilidad parental sea otorgado a un pariente, sin perjuicio de lo establecido
en el artículo 674. El acuerdo con la persona que acepta la delegación debe ser
homologado judicialmente, debiendo oírse necesariamente al hijo. Tiene un plazo
máximo de un año, pudiendo renovarse judicialmente por razones debidamente
fundadas, por un período más con participación de las partes involucradas. Los
progenitores conservan la titularidad de la responsabilidad parental, y mantienen el
derecho a supervisar la crianza y educación del hijo en función de sus posibilidades.
Igual régimen es aplicable al hijo que sólo tiene un vínculo filial establecido.
El CCyC dice que si dejo a mi hijo con el otro padre o en el colegio, no seré
responsable, pero sí seré responsable cuando esté bajo el cuidado de un pariente o
de otro tercero.
Sin embargo, no cesa la responsabilidad parental cuando por decisión judicial el hijo
queda en manos de un pariente o de un tercero (art. 643).
Cuando los hijos trabajan por cuenta propia, ya sea que trabajan en relación de
dependencia o que ejercen alguna actividad como el comercio, los padres no
responden sino que lo hace el propio chico por su responsabilidad directa de
incumplimiento contractual, ya sea asumidos en materia laboral o de comercio.
Lo que debe quedar claro es que los hijos sí responden, no es que no tiene la
responsabilidad de responder, pero el CCyC lo que hace es agregar una especie de
garante que son los padres para que cercioren lo que están haciendo sus hijos.
Estas personas solo se eximen si prueban que les fue imposible evitar el daño.
Los eximentes de los padres, que tienen una responsabilidad objetiva, son: hecho
de la propia víctima, hecho de un tercero por el que no se debe responder, y caso
fortuito o fuerza mayor.
Los eximentes de los encargados, tutores y curadores del menor sólo se eximen
de responsabilidad si acreditan que les fue imposible evitar el daño. Esta
imposibilidad no debe ser física, está asemejada al caso fortuito o fuerza mayor. El
eximente en estos casos es más calificado.
A los tutores y curadores se les exige más que a los padres porque tienen una
vinculación especial con el chico, aceptaron libre y voluntariamente hacerse cargo
del chico, con lo cual su responsabilidad en el cuidado es mayor.
Los padres son responsables indirectamente en forma objetiva por los daños
causados por los hijos menores de 18 años que convivan con ellos. Si están
separados y conviven con el otro progenitor, el primero no será responsable, a no
ser que haya dado pie a la ruptura de esa convivencia. Tampoco responden los
padres por el ejercicio de una profesión de los hijos.
Por ejemplo: el Liceo, a pesar de ser internado, se encuadra dentro del art. 1767.
El mayor de 13 años responde por culpa porque ya tiene discernimiento para los
actos lícitos.
Hay que distinguir el daño que potencialmente puede causar el objeto o el daño que
puede causar cuando ese objeto es medio.
Toda cosa si es usada de la forma en que fue diseñada para ser usada, no debería
causar daños, a no ser que su dueño o guardián lo use de la forma en que fue
diseñada. Por ejemplo: si dejo mi celular cargando toda la noche es posible que la
batería explote y cause un daño.
Una mesa también puede producir daños, si la uso en forma inusual para la cual fue
creada. Si tengo una mesa de vidrio y la uso para dormir claro está que si alguien se
acuesta abajo le puedo provocar un daño.
Por ejemplo: el solo hecho de decirle a mi hijo que no use mi auto no me eximirá de
responsabilidad, sino que tuve que haberle incautado las llaves, etc.
ARTÍCULO 1759.- Daño causado por animales. El daño causado por animales,
cualquiera sea su especie, queda comprendido en el artículo 1757.
Las personas deben tener un vínculo entre sí, ya sea contractual, dominial,
sentimental. En el art. 1760 el vínculo es que vivan todos en el mismo departamento.
En los arts. 1761 y 1762 el vínculo es que pertenezcan a un determinado grupo.
Una vez que se individualiza al autor del daño, ya no se aplican estos artículos sino
los referidos a responsabilidad directa e indirecta.
ARTÍCULO 1760.- Cosa suspendida o arrojada. Si de una parte de un edificio cae
una cosa, o si ésta es arrojada, los dueños y ocupantes de dicha parte responden
solidariamente por el daño que cause. Sólo se libera quien demuestre que no
participó en su producción.
Si la víctima del daño no puede identificar de qué departamento cayó la cosa que
ocasionó el daño, todos responden solidariamente.
Otro ejemplo: los manifestantes que hacen derecho a huelga: un grupo que provocó
una contaminación en el medio ambiente por determinada actividad.
Las personas de este grupo deben tener cierta vinculación entre ellas y que
produzcan un daño sin poder saber quién fue.
La relación de causalidad está dada entre el grupo de personas y el daño sufrido por
la víctima.
Este grupo de personas se diferencia del art. 1761 porque en éste las personas no
se juntan para hacer una actividad peligrosa. En este art. 1762 las personas sí se
juntan para desarrollar una actividad peligrosa.
Será responsable todo el grupo, excepto quien pruebe que no formaba parte de ese
grupo por lo menos ese día en que el daño tuvo lugar.
Ejemplos: barrabravas, grupos que hacen picadas en las ciudades.
● Accidentes de tránsito
Ahora bien, el art. 1756 CC consagra una presunción iuris tantum de culpa en
cabeza de las personas mencionadas, únicamente puede desvirtuarse si los
encargados del menor o incapaz demuestran que les ha sido imposible impedir el
daño o, lo que es igual, si acreditan su obrar diligente. Por ende, para liberarse
deberán demostrar que ejercieron una razonable vigilancia del menor o incapaz, y
les otorgaron una buena educación. Por ejemplo, se ha considerado que no existe
una vigilancia activa cuando los niños juegan en la calle, con hondas o gomeras, o
tiran piedras, o cuando vagabundean solos por la vía pública; o si se les permite el
uso de armas de fuego u otros instrumentos peligrosos, o cuando se consiente la
realización de actividades peligrosas para su edad o su capacidad.
En su segundo apartado, el art. 1756 CCyC establece que los establecimientos que
tengan a su cargo personas internadas responden subjetivamente por el cuidado de
las que, transitoria o permanentemente, se encuentren bajo su vigilancia y control.
El primer caso previsto en el art. 1757 CCyC presupone el accionar de una cosa
riesgosa o viciosa en la producción del daño. Al respecto, cabe recordar que las
cosas pueden ser riesgosas:
Sobre el riesgo de la actividad, ella puede ser peligrosa por su naturaleza, es decir,
con motivo de sus características intrínsecas o habituales, o por las circunstancias
de su realización, es decir, por factores contingentes referidos a la manera de
llevarlas a cabo. El primer supuesto se presenta, por ejemplo, por la explotación de
la energía nuclear, que es siempre peligrosa, y susceptible de generar accidentes
para terceros. En cuanto al segundo caso, se configura cuando existen factores
contingentes referidos a la manera de llevar a cabo la actividad. Se trata de un
riesgo accidental, que puede o no presentarse, según el caso. Se vincula con las
circunstancias que son determinantes para la calificación riesgosa de la actividad
desplegada, que se vinculan, principalmente, con los medios o elementos
empleados para el despliegue de la actividad, que pueden y deben ser controlados
por su titular.
a) Responsabilidad por vicio o riesgo de la cosa. El art. 1757 CCyC centra su campo
de aplicación, entonces, en aquellos supuestos en que el perjuicio es producido por
el hecho de la cosa, en los que esta interviene activamente en la producción del
resultado. Así las cosas, resulta de aplicación la disposición en comentario cuando el
daño sea ocasionado por una cosa que, por su naturaleza, estado o modo de
utilización engendra daños para terceros.
Por otra parte, y como surge del artículo en comentario, la responsabilidad es, en
estos casos, objetiva, es decir que la conducta subjetivamente reprochable del
agente es irrelevante a los fines de imputarle responsabilidad. El factor de atribución
aplicable es el riesgo. Por ende, para eximirse de responsabilidad el sindicado como
responsable deberá acreditar la causa ajena, es decir, el hecho de la víctima, de un
tercero por el cual no debe responder o el caso fortuito o fuerza mayor (arts. 1722,
1729, 1730 y 1731 CCyC).
Por otra parte, es guardián de la cosa quien ostenta su uso, control y dirección. Por
ende, en los términos del art. 1758 CCyC, es guardián quien se sirve de la cosa,
ejerciendo, de manera autónoma, el poder de control y gobierno de ella, aunque no
pueda llegar a servirse de la cosa. Es preciso que el ejercicio de dicho poder sobre
la cosa sea autónomo e independiente respecto de cualquier otra persona, por lo
que, quien utiliza o emplea la cosa siguiendo las instrucciones o directivas de otro,
no asume la condición de guardián.
Ahora bien, es claro que la disposición en estudio requiere, para que surja la figura
del guardián, que se encuentren reunidos los tres presupuestos. Es decir que el
sindicado como responsable debe tener el uso, la dirección y el control de la cosa.
Por ende, si quien utiliza la cosa lo hace siguiendo instrucciones u órdenes de otro,
no es guardián, pues dicho carácter le corresponde a quien le imparte las
indicaciones en cuyo interés se ejerce la guarda. Por su parte, también debe
responder como guardián quien obtiene un provecho de la cosa, es decir, quien se
sirve de ella para su beneficio.
Los legitimados pasivos son el dueño y guardián del animal. Es dueño quien tiene la
posesión de aquel, salvo que se trate de un supuesto en que la legislación
específica requiera la registración de la cosa (art. 1895 CCyC). En cuanto al
guardián, y siguiendo la regla sentada al respecto por el art. 1758 CCyC, es quien
ostenta un poder de dirección, control y uso independiente del animal, como quien
se sirve de él, o percibe un beneficio económico de su utilización.
Asimismo, cabe destacar que el texto del artículo en comentario no prevé el lugar
donde debe caer la cosa para que se configure el supuesto de responsabilidad.
- Legitimación pasiva
El CCyC elabora una fórmula sencilla al establecer que deberán responder los
dueños y ocupantes de dicha parte del edificio. Por ende, la responsabilidad alcanza
tanto al titular de dominio de la cosa, como a todo aquel que ostente algún tipo de
control sobre ella, cualquiera sea su título (locatario, usufructuario, comodatario,
etc.).
En especial, es preciso destacar que el consorcio de copropietarios es una persona
jurídica (art. 2044 CCyC), de forma tal que, si en la parte del edificio de la cual cayó
o fue arrojada la cosa, además de las distintas unidades funcionales, existe una
parte común (por ejemplo, el techo, azotea, terraza o patio solar, art. 2041, inc. c,
CCyC), el consorcio también deberá responder, en su carácter de titular de esa
parte.
Por otra parte, la norma es clara en cuanto a que el deber de resarcir el daño
ocasionado alcanza tanto a los dueños como a los ocupantes, esto es, que la
existencia de un habitante que no revista la primera calidad (por ejemplo, un
inquilino) no excluye la responsabilidad del titular de dominio del bien.
- Eximentes
En primer lugar, el art. 1760 CCyC se refiere, expresamente, a que la cosa debe
haber caído o sido arrojada desde una “parte” del edificio. Con ello se quita todo
manto de duda al hecho de que la responsabilidad colectiva consagrada no alcanza
a las personas que habiten o sean propietarios de una parte distinta del bien del cual
provino la cosa (por ejemplo, los habitantes del contrafrente, o cuyas ventanas no
dan a la arteria desde la cual, ineludiblemente, cayó o fue arrojada la cosa dañosa).
- Factor de atribución
Para que resulte aplicable la normativa en análisis es preciso, en primer lugar, que
exista un grupo determinado. No se trata de cualquier reunión individual de
personas, sino que debe existir una “pertenencia” de cada uno de sus integrantes al
conjunto, a través de un lazo de cohesión, más o menos definido. La pertenencia al
mismo se concreta a través de un cierto lazo o vínculo de adhesión al mismo, que
puede ser más o menos intenso, consciente o inconsciente. El grupo requiere de
algún grado de interacción, o de conexidad o de intercomunicación entre sus
miembros.
Una vez demostrados estos extremos, la norma presume la autoría en todos los
integrantes del grupo, quienes deberán responder solidariamente por la
indemnización del daño ocasionado al damnificado.
Respecto de los eximentes que puede oponer el sindicado como responsable, debe
demostrar que no ha participado en la producción del daño. Es decir, que su
accionar no contribuyó a la producción del resultado dañoso, por lo que no hay
relación de causalidad entre el daño y su conducta. Así, puede probar que no formó
parte del grupo de autores probables o, más aun, probar quién es el autor material
del daño, mediante la prueba inequívoca y la demostración de que la autoría es
exclusiva. Igualmente, para que se configure esta última causal no basta con
acreditar quien fue el causante del perjuicio, sino que también debe comprobarse
que el demandado no ha contribuido a la producción del daño.
Para que nazca el deber de resarcir el daño ocasionado en estos casos, es preciso
que se encuentre acreditado en la causa que existió la actuación de un grupo que
realizó una actividad riesgosa o peligrosa para terceros. Asimismo, para que el
accionar del grupo en cuestión sea considerado riesgoso o peligroso, es necesario
que la actividad sea peligrosa por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización; la prueba de esas características, como la relación
causal entre el daño y la actividad peligrosa del grupo, debe ser aportada por el
damnificado.
Sobre este último aspecto corresponde señalar que esa relación causal —entre el
accionar del grupo y el daño padecido por la víctima— no se presume y la prueba
pesa sobre el damnificado de conformidad con lo dispuesto por el art. 1736 CCyC.
El supuesto previsto por la norma es muy amplio —daño causado o sufrido por el
alumno—, lo que hace que, muchas veces, el deber de resarcir del titular del
establecimiento se rija por otras disposiciones más específicas. Así, y partiendo de
los daños ocasionados por el alumno, lo cierto es que este puede lesionar, por
ejemplo, a uno de sus docentes, pero en este caso el deber de resarcir a cargo del
titular del establecimiento se rige por las normas aplicables al vínculo laboral que lo
une con el profesor damnificado. Por otra parte, podría ocurrir también que el daño
sea ocasionado por un educando a otro, o que el perjuicio sea sufrido por el alumno,
y la cuestión puede recaer en el ámbito tuitivo del consumidor, por lo que serán
aplicables las reglas que allí se estipulan para la infracción de la obligación de
seguridad (arts. 5° y 6° de la ley 24.240). Es decir, aun teniendo en cuenta la
amplitud de la disposición en análisis, lo cierto es que su aplicación se encuentra
prácticamente circunscripta a los daños que pueda ocasionar el alumno a terceros
ajenos al establecimiento educativo.
El art. 1769 CCyC remite, en materia de responsabilidad por daños ocasionados por
automotores en circulación, a las reglas establecidas por el art. 1757 y ss. del mismo
cuerpo legal, para los perjuicios causados por el accionar de cosas viciosas o
riesgosas. Ello no es casual pues la doctrina y jurisprudencia se encuentran
contestes en que el automotor es una típica cosa riesgosa. Es más, se trata de una
cosa que, por su propia naturaleza, es riesgosa o peligrosa para terceros.
Por ende, es claro que a la víctima del accidente de circulación le basta con
acreditar el perjuicio sufrido y la intervención de la cosa que lo produjo o, lo que es lo
mismo, la relación de causalidad puramente material entre vehículo y el daño. Ello
es así en la medida en que sobre el creador del riesgo gravita una presunción de
adecuación causal, que solo puede ser desvirtuada si se acredita la intervención de
una causa ajena. Es decir, si comprueba el hecho del damnificado, de un tercero por
quien no tenga el deber jurídico de responder o el caso fortuito o fuerza mayor.
Este principio es claro cuando la víctima del hecho ilícito es un peatón o algún
supuesto equivalente (por ejemplo, bicicleta). Sin embargo, resulta más complejo
establecer los contornos de la responsabilidad por el hecho de las cosas viciosas o
riesgosas cuando el daño proviene de una colisión plural de automotores.
- 23 / 09 / 21
Cuando sus directivos son los que causan daños debemos analizar si a la persona
jurica se le puede atribuir esa responsabilidad.
Si un empleado sale de la empresa con un auto de ella pero no está ejerciendo sus
funciones y choca, habrá una responsabilidad concurrente: el empleado porque no
estaba ejerciendo sus funciones, y la empresa porque es dueña de la cosa (en este
caso el auto).
Siempre que celebremos un contrato con una persona jurídica, debemos fijarnos en
su objeto social para ver qué actividades tiene permitidas llevar a cabo.
Hay que fijarse si el representante o empleado fue designado para ese cargo o
función y si su mandato está aún vigente.
Por ejemplo: cuando vamos a comprar un auto, hablamos con el vendedor y no con
el gerente. Habrá que ver si ese vendedor tiene la aptitud suficiente para obligar a la
concesionaria.
Hay que ver si la persona que contrata en nombre de la empresa, está dentro de sus
funciones, que tenga un mandato vigente y esa función esté dentro del objeto social
del estatuto de la persona jurídica.
Un servicio que se presta con cosas, estará comprendido en el art. 1768, responder
por culpa. Por ejemplo: un cirujano con un bisturí.
El médico deberá cerciorarse que la cosa está apta para el servicio a prestar, porque
si no responderá objetivamente.
El ámbito de privacidad de las personas debe ser respetado pero eso está en
contraposición a la libertad de expresión. Si en esa libertad de expresión causo un
daño, seré responsable.
Si hay una campaña que discrimina a la comunidad lgbtq, puede prohibirse que
salga porque estaríamos fomentando la discrimación.
Para la indemnización del derecho al honor, se aplica la reparación plena (art. 1740).
El juez está habilitado a pedido de parte ordenar que se publique la sentencia. Debe
estar de acuerdo con la gravedad de la lesión, porque sino estaríamos invadiendo la
vida privada de quien publicó la imagen.
● Acusación calumniosa
ARTÍCULO 1771.- Acusación calumniosa. En los daños causados por una
acusación calumniosa sólo se responde por dolo o culpa grave.
El denunciante o querellante responde por los daños derivados de la falsedad de la
denuncia o de la querella si se prueba que no tenía razones justificables para creer
que el damnificado estaba implicado.
Otro ejemplo: si escucho algo y después lo ando diciendo con la intención de dañar
a una persona eso es dolo, pero si lo reproduzco sin haberme preocupado por
verificar esa información seré responsable por culpa grave.
Cuanto mayor masividad tiene el medio que empleo, meyor será la indemnización
porque llega a myor número de gente. No es lo mismo calumniar entre amigos que
hacerlo a través de las redes sociales.
En los casos de calumnia, el código exige el dolo o culpa grave, ya que el simple
descuido no hace responsable.
Un ejemplo de esto son los “smart contracts” (contratos inteligentes): contratos que
celebra una inteligencia artificial sin mi intervención. Por ejemplo: la heladera que
hace el pedido al supermercado sola.
Se da cuando el hombre programa una máquina para que trabaje sola, y esa
máquina provoca daños.
Está disociado el ejecutor de la conducta (máquina) de la persona responsable.
Toda esta cuestión se está gestando porque todo va dirigido a actuar en forma
autómata, como robots que cocinan, robots que preparan tragos como barman.
Cosas que deciden por sí solas qué hacer.
El accionar de las personas jurídicas puede, sin lugar a dudas, generar daños de
distinta índole y por diversas circunstancias particulares, que tornan aplicables
diferentes disposiciones del sistema de reparación de daños instaurado por el CCyC,
o de los microsistemas vigentes para determinadas relaciones jurídicas.
Si el ente ideal celebra un contrato con otra persona física o jurídica, el vínculo se
rige, de tratarse de negocios paritarios, conforme a las disposiciones aplicables a los
contratos y, en lo que aquí interesa, a la responsabilidad que emana del
incumplimiento obligacional (arts. 1721, 1723, 1728, 1749 y concs.). Asimismo, es
muy común que las personas jurídicas actúen como proveedoras de bienes y
servicios, en cuyo caso, de ser estos adquiridos o utilizados por un consumidor (en
los términos del art. 1092 CCyC y art. 1° de la ley 24.240), la eventual
responsabilidad por daños del primero se dilucida a través de las normas propias del
sistema tuitivo del consumidor (arts. 5° y 6°, 10 bis y 40 LDC), sin desmedro de que,
en otros casos, es posible que la cuestión se rija por disposiciones aplicables a otros
microsistemas jurídicos (por ejemplo de la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo).
Por otra parte, también puede suceder que la persona jurídica deba responder por el
daño ocasionado a terceros por sus dependientes, en cuyo caso su deber de
responder se rige por las reglas aplicables en la materia (arts. 1753 CCyC y concs.),
o por el accionar de las cosas viciosas o riesgosas de las cuales es dueño o
guardián, o por la actividad peligrosa que realiza, o de la que se sirve u obtiene un
provecho de ella (arts. 1757 CCyC y ss.).
Con todo, el artículo objeto de este comentario se refiere a un supuesto muy acotado
de responsabilidad de la persona jurídica, vinculado con los daños que generen
quienes la dirigen o administran en ejercicio y con ocasión de sus funciones, y
siempre que no exista un vínculo obligacional con el damnificado.
El art. 1768 CCyC establece, en primer lugar, que el deber de resarcir el daño que
pesa sobre los profesionales liberales se rige por las reglas aplicables a las
obligaciones de hacer. Así las cosas, cobra especial relevancia en la materia el art.
774 CCyC (referido a la prestación de servicios) en cuanto a que la prestación a
cargo del experto puede consistir, por un lado, en realizar cierta actividad, con la
diligencia apropiada, más allá de su éxito (inc. a) o en la obtención del resultado
concreto o eficaz perseguido por el acreedor (incs. b y c). Esto es, que el
incumplimiento del profesional liberal queda patentizado según cual sea la
prestación a la cual se haya comprometido (de medios o de resultado).
En su segunda parte el art. 1768 CCyC excluye a los profesionales liberales del
sistema de responsabilidad por el hecho de las cosas viciosas o riesgosas y por
actividades peligrosas. Esta previsión tiene en miras, principalmente, el accionar de
los médicos que muchas veces pueden encuadrar en alguna de estas figuras, sea
que utilizan cosas per se riesgosas en el desarrollo de su tarea profesional (v. gr.
bisturí) o que la actividad que desarrollan es peligrosa en sí misma (v. gr. operación
quirúrgica). Por lo tanto, la exclusión se vuelve necesaria al producirse la unificación
de las órbitas de responsabilidad, pues supuestos como los enunciados
precedentemente podrían llegar a recaer —indebidamente— en un régimen de
responsabilidad que no es adecuado para regular la cuestión. Por ejemplo, si el
deber de resarcir del médico se rigiera por las normas aplicables a la
responsabilidad por el hecho de las cosas viciosas o riesgosas (art. 1757 CCyC y
ss.), el factor de atribución aplicable sería objetivo —el riesgo—, lo que resulta
absurdo dado el contenido de la prestación comprometida por el experto.
Sin embargo, dicha exclusión no es aplicable en los supuestos en que el daño derive
del vicio que presenta la cosa involucrada, pues en este caso particular lo que
ocasiona el daño no es el accionar del médico, sino el hecho de la cosa en sí misma,
derivado de su mal funcionamiento. En consecuencia, residualmente se prevé la
aplicación del art. 1757 CCyC cuando el daño sea causado por el vicio de la cosa
que, como tal, desborda la actividad del galeno y el control material que ejercía
sobre ellas.
A fin de ejemplificar este último supuesto, cabe traer a colación un caso sometido a
conocimiento de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, en el
cual, al ser sometido un menor de edad a una intervención quirúrgica quedó en
estado vegetativo por la inhalación excesiva de vapores anestésicos por una falla del
aparato que los suministraba. Aquí se aprecia que el actuar de los profesionales de
la medicina, en cuanto al diagnóstico y tratamiento del paciente nada tuvo que ver
con el perjuicio padecido por la víctima, que fue el resultado del accionar defectuoso
de la cosa de la cual se sirvieron para el desarrollo de su tarea. Lo mismo sucede en
el caso en que la víctima sufre una quemadura a raíz del bisturí eléctrico utilizado en
la intervención quirúrgica, supuesto en el cual el hecho del médico tampoco tiene
que ver con el resultado que se produce.
Es claro que, como surge de los arts. 52 y 1770 CCyC, toda persona física se
encuentra amparada en su intimidad. En cuanto a las personas jurídicas, ya la
doctrina anterior a la reforma se había expresado en contra de que exista un
derecho a la intimidad de tales entes. En este sentido, el respeto a la vida íntima que
consagra la norma, la mención a la publicación de retratos, a la mortificación de
“costumbres” o “sentimientos” revela con elocuencia la índole del bien jurídico
tutelado que solo puede concebirse con referencia al ser humano como portador
natural de la personalidad. Esta conclusión se ve reforzada en el nuevo
ordenamiento civil y comercial, que, al referirse a los atributos de la persona jurídica,
no menciona en ningún momento a la intimidad (arts. 151 a 156 CCyC).
- Presupuesto de aplicación de la norma
El elemento primordial que debe estar presente para que el damnificado pueda
recurrir a los remedios previstos en la norma en comentario es que exista un
entrometimiento arbitrario por parte del sindicado como responsable en su vida. Sin
perjuicio de que el término “entrometerse” ha sido criticado desde el punto de vista
técnico, lo cierto es que resulta esclarecedor para la comprensión popular de su
alcance pues significa “penetrar o meterse donde no se lo llama”.
En forma concordante, el art. 1779, inc. a, CCyC refuerza esta idea al señalar que es
improcedente la reparación del daño cuando se haya demostrado la verdad del
hecho reputado calumnioso.
En primer lugar, el sistema parte de la idea de que quien realiza una acusación
calumniosa contra otro y, de esta forma lesiona su honor, debe resarcir los daños
ocasionados. Los presupuestos de esta figura son la imputación de un delito de
acción pública, la correspondiente denuncia ante la autoridad (policial o judicial), la
falsedad de lo denunciado y el conocimiento por parte del denunciante de esa
falsedad.
Sobre este último recaudo, es preciso poner de resalto que la simple existencia de
una decisión judicial que absuelva o sobresea al imputado no es suficiente para que
este pueda reclamar la reparación de los daños que le fueron causados. Por el
contrario, es preciso que exista un factor subjetivo de atribución que debe ser el dolo
o, al menos, la culpa grave del denunciante. Al respecto, es clara la norma en cuanto
a que se requiere, como mínimo, una negligencia agravada. Y ello es así por cuanto
es imprescindible, como principio, preservar el interés social en la investigación y
represión de los delitos penales, por lo que debe mediar una culpa grave o grosera
sin que pueda exigirse al denunciante una diligencia mayor que la que normalmente,
y según las circunstancias del caso, corresponda a una situación semejante. En
efecto, a quien denuncia la posible comisión de un delito de acción pública no es
dable exigirle que evalúe la normal probabilidad de que sea acogida su pretensión, o
que tenga que existir una prudente preparación de los medios de prueba.
- 27 / 09 / 21
Acá se invierten los roles. El sujeto activo es el titular del derecho que fue dañado,
quien inicia el reclamo. El sujeto pasivo es el agente demandado.
La indemnización busca volver las cosas al estado anterior a un hecho dañoso pero
ya en la imposibilidad de reparar, y se busca una reparación dineraria.
- 30 / 09 / 21
Daño moral: en general se admite que, para que estemos ante un daño moral, es
indispensable que se trate de una lesión a los sentimientos o afecciones legítimas,
perturbándose la tranquilidad y el ritmo normal de vida, por lo que representa una
alteración desfavorable en las capacidades del individuo para sentir, querer y
entender; traduciéndose en un modo de estar de la persona diferente de aquél en
que se hallaba antes del hecho.
Cuando se trata de cosas materiales que han soportado detrimento, el daño moral
puede ser directo si ellas tenían valor de afección, más allá de su valor económico, e
indirecto si la destrucción de tales cosas sin valor de afección ha producido
verdaderos sufrimientos, incomodidades o alteración ponderables en el orden
extrapatrimonial. Pero, por el simple detrimento de los bienes materiales, sin que
surja de los elementos del juicio tales ataques al orden afectivo o espiritual, no
parece aceptable admitir la reparación del daño moral, en realidad inexistente, o en
todo caso confundido de tal modo que la del daño material lo cubre.
Análisis del fallo: Lucero María Esther c/ Cedinsa S.A. y otro s/ daños y perjuicios
La cosa se puede restituir con los daños derivados del uso habitual de la cosa.
DAÑO EMERGENTE
Dentro de ese artículo, se consagra el rubro del daño emergente como uno que
debe ser indemnizado. Se relaciona con el art. 1740 sobre reparación plena.
Este artículo no realiza una enumeración taxativa, sino que admite nuevos rubros.
Mientras que el art. 1737 CCyC nos da un concepto de daño jurídico, y lo entiende
como la lesión a un interés no reprobado por la ley, la norma en análisis se refiere a
las consecuencias resarcibles por la afectación de dicho interés. A su vez, enuncia
determinadas consecuencias resarcibles, que son especialmente relevantes dado el
bien afectado desde el punto de vista fáctico.
Esta última postura es la que ha adoptado el CCyC. En efecto, mientras que el art.
1737 CCyC define al daño jurídico como la lesión a un derecho o a un interés no
reprobado por el ordenamiento jurídico, el art. 1738 CCyC menciona al daño
emergente y al lucro cesante —esto es, las consecuencias resarcibles desde el
punto de vista patrimonial—, y también a las consecuencias de la lesión de los
derechos personalísimos de la víctima, que en puridad pueden ser tanto
patrimoniales como extrapatrimoniales.
Es claro entonces que el Código sigue manteniendo la clasificación dual del daño,
que lo divide en patrimonial (o material) y moral (o extrapatrimonial), y no admite
ninguna otra categoría (lo cual, por otra parte, violaría el principio lógico de tercero
excluido, pues lo que no es patrimonial es extrapatrimonial, y viceversa). La mención
a la salud psicofísica, las afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la
interferencia en el proyecto de vida no implica entonces postular la existencia de
“nuevos daños” (porque todas esas son descripciones de posibles formas de
nocividad desde el punto de vista del bien sobre el que recae la lesión, es decir, en
sentido fáctico o “naturalístico”, no jurídico), sino enfatizar que la tutela se centra en
la persona, y que la violación de sus derechos personalísimos dará lugar a la
reparación de las consecuencias patrimoniales o extrapatrimoniales que de ella
resulten.
a) El daño emergente
b) El lucro cesante
El art. 1738 CCyC requiere, para que proceda el resarcimiento, que exista una
probabilidad objetiva de obtención del beneficio económico. Alude, en definitiva, a la
certidumbre que debe presentar el lucro cesante para ser resarcible. No se trata de
una cuestión sencilla pues, por definición, el daño se encuentra constituido por la
privación de una ganancia que no se obtuvo, es decir, por un hecho que no ocurrió
ni va a suceder. Por ende, para probar la certeza del lucro cesante solo es factible
recurrir a la vía presuncional, pero eso no implica que el lucro cesante sea un daño
presunto. Por el contrario, es necesario que la víctima aporte indicios precisos,
graves y concordantes, que permitan presumir la existencia del perjuicio cuyo
resarcimiento se persigue. A esto alude la norma en estudio cuando requiere que
exista una “probabilidad objetiva” de obtener el beneficio.
Dentro de los diversos rubros que pueden quedar comprendidos en el ámbito del
lucro cesante tiene especial trascendencia la incapacidad sobreviniente, que puede
definirse como la inhabilidad o impedimento, o bien la dificultad, apreciable en algún
grado, para el ejercicio de las funciones vitales. Así, la incapacidad sobreviniente no
es la lesión a la integridad física de la persona, que no tiene un valor económico en
sí misma, sino el daño patrimonial consistente en la pérdida de utilidades futuras, o
de la posibilidad de realizar tareas económicamente mensurables, en función de lo
que la persona puede o no producir haciendo uso de dicha integridad.
c) La pérdida de chance
Se trata de un perjuicio autónomo, que surge cuando lo afectado por el hecho ilícito
es la frustración de la posibilidad actual y cierta con que cuenta la víctima de que un
acontecimiento futuro se produzca o no se produzca, sin que pueda saberse con
certeza si, de no haberse producido el hecho dañoso, ese resultado esperado o
temido habría efectivamente ocurrido.
Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre con los conceptos antes enunciados (daño
emergente y lucro cesante), la pérdida de chance es un daño “fáctico” o
“naturalístico”, y no una consecuencia resarcible. Es decir, es el menoscabo
material, la privación de un bien (la chance) del cual se extraen las consecuencias
resarcibles, que pueden ser, por ende, tanto de naturaleza patrimonial como
extrapatrimonial.
- 04 / 10 / 21
● Daño emergente
La pérdida de chance expresa una potencialidad de que algo exista, con cierto grado
de certeza. Es algo aleatorio, puede o no darse.
“Es todo lo que me impide hacerme más rica” - si la respuesta es sí, es lucro
cesante, pero si no hay mucha certeza, es pérdida de chance.
Pero cuando la víctima no tiene esos datos para probar la pérdida que sufrió ante el
hecho dañoso, puede probarse por testigos, informes, u otros medios. Buscar alguna
asociación o sindicato que regle la actividad que desarrollaba la víctima del daño,
para así poder obtener ciertas pruebas de tal actividad.
Una prueba muy útil es la prueba socioambiental: para que un especialista diga con
cuánto vive una familia como la de su cliente.
Redactar una demanda: contar a un juez que fue lo que pasó en la sentencia y
cuáles fueron los daños.
Los hechos tienen lugar en virtud de un contrato de locación, en donde Lucero María
Esther era locadora de CEDINSA S.A. y AUTOTROL S.A.C.I.A.F.E.I. En este
sentido, la obligación que tenían las partes locatarias era la de restituir el inmueble
en el mismo estado en que se encontraba al momento de la celebración del contrato,
admitiendo los daños ocasionados generados por el mero transcurso del tiempo y el
uso regular. Sin embargo, al momento de llevarse a cabo la restitución, las pruebas
demostraron que el inmueble presenta deterioros que excedían esos daños que
naturalmente pueden ocurrir.
Es por ello que la locadora decide iniciar una demanda de daños y perjuicios contra
las locatarias reclamando daño emergente, lucro cesante y daño moral. La sentencia
finalmente reconoció el daño emergente y lucro cesante, pero rechazó el daño
moral. Así, el daño emergente fue reconocido en virtud de la pérdida o disminución
que sufrió la locadora de su patrimonio al momento de la conducta antijurídica por
parte de la locataria. Por otra parte, el lucro cesante fue reconocido puesto que la
parte activa del reclamo, ante el estado inhabitable del inmueble, no podría volver a
alquilarlo a otras personas, y ante ello no podría percibir un canon mensual ni
enriquecer así su patrimonio.
Al redactar una demanda, no hay que perder de vista la idea central.
Sumarios:
4.- Los dichos discriminatorios traspasaron el fuero interno del actor para instalarse
en su núcleo familiar, con lo cual no quedan dudas que esta filtración a modo público
de datos de salud del actor -padecía HIV- agrava aún más el daño moral sufrido por
éste; debe agregarse que, lo acaecido en dicho partido salió en casi todos los
medios por el lapso de 20 a 30 días aproximados, momento en que quedó instalada
la temática por toda la ciudad y localidades aledañas.
6.- A partir del suceso discriminatorio luce probable que los clubes que más abonan
a sus jugadores ya no quisieran contar con los servicios de dicho jugador, y así
perder éste la posibilidad de obtener mejores ingresos, los que duplicaban los
actuales al hecho dañoso.
7.- Una mirada realista del caso concreto lleva a emplazar al Superior Gobierno de la
Provincia de Córdoba, para que disponga una capacitación de la Policía de la
Provincia de Córdoba, Departamental Marcos Juárez, en cuestiones de derechos
humanos, particularmente en erradicación de actos discriminatorios, a los fines de
que internalicen los principios derivados de la normativa que rige la cuestión.
- Pérdida de chance
“Empero, tratándose de una pérdida de chance, «su “sustancia” debe ser objeto de
oportuna alegación y confirmación en el proceso, a cuyo respecto no se exige la
realidad del menoscabo, sino de la probabilidad cierta de lograr un beneficio, que
con certeza se frustró a causa del hecho lesivo». En caso bajo estudio se
vislumbra que la afrenta moral sufrida por el Sr. E. le puede truncar, de manera
verosímil, oportunidades productivas, tanto como jugador o como técnico de fútbol.
Los elementos de prueba arrimados a juicio han formado una plataforma fáctica
potencial que permite tener por acreditado la minusvalía alegada. Nótese la
trayectoria del jugador refrendada por numerosas testimoniales. La declaración del
Sr. Nicolás Daga (dirigente de San Martín de Marcos Juárez), al serle preguntado
por las condiciones futbolísticas del Sr. E., afirma que «es un fenómeno, le pondría
un 10»; por su parte el testigo Sr. Adrián Pucheta (dirigente de San Martín de
Marcos Juárez) lo califica con un 10 y el Sr. Santiago Gómez (jugador de primera
división de la liga bellvillense de fútbol) dice que lo califica «entre 9 y 10, 9,50 si se
puede casi 10, porque técnicamente está por encima de la media y físicamente
también»; además agrega que tiene conocimiento de que ha jugado en Newell's, en
Boca Juniors, y en Talleres de Córdoba. Por tal razón, sopesadas las consecuencias
dañosas en la víctima desde una perspectiva cualitativa y cuantitativa, se concluye
en que debe reconocerse una indemnización a su favor en concepto de «pérdida de
chance pasada» (abarcativo del daño anterior a la presente resolución) y de
«pérdida de chance futura» (comprensivo del daño posterior a esta decisión).-
Fijado ello, se deben efectuar los cálculos matemáticos. Al respecto, ha señalado el
Alto Cuerpo de Justicia local que: «es un lugar común que tanto la doctrina como la
jurisprudencia hayan ofrecido un sistema de liquidación distinto según se trate de
lucro cesante pasado o futuro. Para el primero (pasado) se ha procurado aplicar el
denominado «cómputo lineal de las ganancias perdidas», que consiste en multiplicar
el porcentaje del ingreso correlativo a la entidad de la incapacidad, por el número de
períodos temporales útiles transcurridos entre el hecho lesivo y la fecha de la
sentencia”. En cambio, para el segundo (lucro cesante futuro), toda vez que el
resarcimiento se realiza por anticipado, ha prevalecido el sistema de renta
capitalizable, conforme el cual se tiene en cuenta -por un lado- la productividad del
capital y la renta que puede producir, y -por el otro- que el capital se extinga o agote
al finalizar el lapso resarcitorio. Para efectuar tal liquidación, este Tribunal Superior
de Justicia -desde antaño- aplica usualmente la denominada fórmula «Marshall», o
en su versión abreviada denominada «Las Heras».
- 07 / 10 / 21
*Agentes pasivos del reclamo: Fideicomiso Proyecto Médico Congreso, Nossal S.A.,
Amerise y Federación Patronal.
*Sujetos activos del daño: Fideicomiso Proyecto Médico Congreso, Nossal S.A. y el
Dr. Amerise.
*Sujeto pasivo del daño: L. E. del V.
*Factor de atribución:
Factor objetivo: Nossal SA (la obra social, aún en el marco de un sistema «abierto»,
es responsable con basamento en la obligación de seguridad, sin poder excusarse
por la mala praxis de los médicos prestadores. Esta codemandada es deudora de
las prestaciones médicas -aunque las haga ejecutar materialmente por otro-, y en
esa medida responde por el incumplimiento de la obligación, cualquiera sea el sujeto
que de hecho haya materializado esa inejecución. Su responsabilidad se sostiene o
apoya en el riesgo creado – provecho).
El daño moral sería la tristeza, angustia, desazón, depresión ante el hecho dañoso.
En cambio, si pertenece al estado se aplica el factor objetivo porque hay una ley que
dice que la responsabilidad del estado es objetiva y directa.
- Carga de la prueba
Siendo así, sea que se siga un criterio subjetivo u objetivo de atribución, dados los
antecedentes expuestos, no podría relevarse a la demandada de la carga probatoria
en cuanto al cumplimiento de las conductas de higiene de la institución.Luego, ya
ante el cuadro infeccioso posterior al acto médico, tampoco puede ser relevada de la
carga probatoria que la exima de responsabilidad toda vez que se trató de un cuadro
grave posterior al acto médico y sin que los informes científicos permitan decir que
las conductas que se imputan a la paciente se relaciones con el cuadro que diera
motivo al daño.
Análisis de un fallo - determinar los sujetos (víctima y autor del daño), presupuestos
de la responsabilidad civil y rubros del daño.
- 14 / 10 / 21
Factor de atribución:
-objetivo: Volkswagen Argentina S.A.- la teoría que fundamenta este factor objetivo
es la teoría de la seguridad (garantiza el cumplimiento del contrato - (viene de la ley)
Rubros del daño: daño emergente (gastos de remolque del automóvil, gastos de
traslado de las personas y privación de uso del vehículo durante 50 días), daño
moral (el actor ha sufrido un cierto grado de inquietud espiritual por las molestias
derivadas del infortunio, proceder a las reparaciones, etc., todo lo cual implica
sustraer tiempo vital a la víctima, que bien podría haberlo empleado en otras
actividades).
- 18 / 10 / 21
DAÑO PSICOLÓGICO
Por ejemplo: si sufro un daño y me tienen que sacar una parte del cerebro, la
doctrina y la jurisprudencia está dividida: algunos creen que es daño físico y otros
que es daño psicológico.
- integridad del cerebro: por ejemplo: cuando me sacan una parte del cerebro. Se
refiere a la parte física del cerebro.
- memoria: se refiere a la capacidad de recordar. Por ejemplo: a raíz de un
accidente no puedo recordar quiénes son mis familiares.
- procesamiento de la memoria: se refiere a la ejecución de los procesos. Puede
ser un trauma físico o emocional: no queda con mis completas facultades. Hay
miedos irracionales o imposibilidad de hacer operaciones que antes eran fáciles.
Hay que diferenciar lo consciente de lo inconsciente: hay cuestiones que el
cuerpo no la ejecuta de forma automática sino que lo hacen en forma inconsciente
(cada vez que respiramos no estamos pensando en eso sino que lo hacemos en
forma inconsciente), lo consciente es cuando el cuerpo debe pensar antes de
hacer algo.
En síntesis, las formas del daño psicológico son: forma anatómica y forma funcional.
La forma funcional incluye la memoria y la ejecución de la memoria (consciente e
inconsciente).
Somos una construcción de lo que vivimos hasta el momento. Las personas son
diferentes porque cada uno vivió episodios distintos que hicieron que hoy piensen y
sean de diferentes formas.
Importante: si nunca pude sumar 2+2 no hay daño psicológico, porque el daño
implica un alteración o menoscabo de lo que yo podía hacer anteriormente.
Se compensan todos los daños salvo que de esa compensación resulte un abuso.
MONTO: lo pone el juez prudencialmente. Aún los que sostienen la autonomía del
daño psicológico, se verá si este daño es irreparable. Si hay un tratamiento que
pueda restablecer el daño, el resarcimiento es el tratamiento, pero si solamente se le
propician medios para que pueda restablecer algunas de sus funciones el
resarcimiento es el tratamiento + un plus en concepto de daño psicológico.
INCAPACIDAD SOBREVINIENTE
Cuando tenemos un daño donde surge una secuela incapacitante (nos imposibilita
hacer algo o nos cuesta más desempeñarnos como antes), eso se indemniza como
incapacidad sobreviniente.
Por ejemplo: soy cajera en un negocio, tengo una moto, sufro un accidente y me
deben amputar las 2 piernas. En ese caso podré seguir trabajando como cajera,
pero tendré que hacer un esfuerzo extra y ese esfuerzo de más es indemnizable
como incapacidad sobreviniente.
Hay varias fórmulas: fórmula Vuoto (considera hasta la edad jubilatoria) y fórmula
Mendez (considera hasta la expectativa de vida).
https://garciaalonso.com.ar/calculadora-vuoto-mendez/
El CCyC dice que si una persona recibe en un solo acto lo que hubiera recibido
mensualmente por x años, es razonable que le quiten un poco porque si pone a
trabajar ese dinero sus rentas serán mayores.
Dentro de los diversos rubros que pueden resarcirse en el marco del lucro cesante
reviste particular trascendencia la incapacidad sobreviniente. En un sentido
meramente “naturalístico” (daño fáctico, no jurídico), la incapacidad sobreviniente es
el resultado de una lesión sobre el cuerpo o la psiquis de la víctima que la inhabilita,
en algún grado, para el ejercicio de funciones vitales. Pero el menoscabo de esos
bienes (el cuerpo, la salud, la psiquis) puede conculcar o aminorar intereses
patrimoniales o extrapatrimoniales de la víctima, y dar lugar a la reparación de las
consecuencias resarcibles que se produzcan en una u otra de esas esferas. Desde
el punto de vista patrimonial, la “incapacidad sobreviniente” se traduce, entonces, en
un lucro cesante derivado de la disminución de la aptitud del damnificado para
realizar tareas patrimonialmente mensurables (trabajar, pero también desplegar
otras actividades de la vida cotidiana que pueden cifrarse en dinero). Desde ese
punto de vista la trata la norma en comentario. La integridad psíquica de las
personas no tiene, entonces, valor en sí misma (pues es objeto del derecho
personalísimo a la integridad física, de naturaleza extrapatrimonial), sino en función
de lo que aquellas pueden producir haciendo uso de dicha integridad.
Cabe aclarar que el punto de partida para el cálculo no debe ser únicamente lo que
la víctima ganaba efectivamente en el momento del hecho, sino que también
corresponde computar sus posibilidades de mejora económica futura (por ejemplo,
chances de ascensos o aumentos de sueldo) y la pérdida de su aptitud para realizar
otras tareas no remuneradas, pero económicamente mensurables.
Ahora bien, en los términos del art. 730 CCyC, el acreedor insatisfecho puede optar
por demandar —a título de cumplimiento forzado— el valor de la prestación
(ejecución forzada por equivalente dinerario). Es particularmente el caso en los
supuestos de imposibilidad definitiva de cumplimiento imputable al obligado (art. 955
CCyC). Para obtener esa ejecución por equivalente al accipiens le basta con
demostrar su título y alegar el incumplimiento para hacer efectiva la ejecución
forzada (salvo que el deudor pruebe el pago), sin necesidad de acreditar los
elementos de la responsabilidad civil, que se vinculan, en todo caso, con los
mayores daños que dicho incumplimiento le haya generado.
Ahora bien, puede suceder que las partes hayan previsto una cláusula penal. En
este último caso, la norma en examen debe armonizarse con lo dispuesto por el art.
790 CCyC y ss. En este sentido, de los arts. 793 y 797 CC yC resulta que pueden
presentarse dos supuestos. En primer lugar, puede suceder que las partes hayan
pactado únicamente una cláusula penal moratoria (solo para el caso de retardo en el
cumplimiento), caso en el cual el acreedor puede pedir la ejecución forzada (o el
valor de la prestación) y adicionarle la cláusula penal (arts. 793, 797 y 1747 CCyC).
En segundo término, la cláusula penal puede haberse acordado frente al
incumplimiento definitivo de la obligación. En tal supuesto, la posibilidad de acumular
los distintos conceptos que resulta del artículo en análisis queda desplazada por la
disposición especial del art. 797 CCyC, que precisa que el acreedor no puede pedir
el cumplimiento de la obligación y la pena, sino una de las dos cosas. En este caso,
la pena remplaza tanto a la prestación (o su valor) como a los restantes daños
derivados del incumplimiento. La excepción viene dada por la posibilidad (prevista
también en el art. 797 CC yC) de que se haya estipulado que, por el pago de la
pena, no se extingue la obligación principal, caso en el cual el acreedor podrá
acumular ambos conceptos (prestación —o su valor— y pena).
Finalmente, y en otro orden de cosas, también puede ocurrir que el acreedor, en vez
de optar por la ejecución forzada en especie o por equivalente, prefiera resolver el
contrato, haciendo uso de la facultad que le confieren el art. 1081 CCyC y ss.
(siempre, claro está, que se den los requisitos exigidos por esa norma). En este
último supuesto, amén de los efectos propios de la resolución, el contratante
cumplidor podrá reclamar el resarcimiento del daño moratorio generado mientras
perduró el incumplimiento de la parte contraria, como así también el daño
compensatorio que es consecuencia de la resolución. En cambio, le estará vedado
reclamar el valor de la prestación, que no es daño, sino el equivalente de aquella
(cumplimiento forzado). Dado que la resolución produce la extinción retroactiva del
contrato, y de las obligaciones surgidas de él, las partes ya no se deben las
prestaciones comprometidas (ni su valor), y si las han cumplido tienen derecho a
solicitar su restitución.
TIPOS DE DAÑOS
En este punto, cabe aclarar que en técnica jurídica siempre el daño se produce a la
persona, sea humana o jurídica, ella es la víctima directa del menoscabo y
legitimada activa para reclamar su resarcimiento.
Bustamante Alsina enseña que "el daño patrimonial está integrado por dos
elementos: el daño emergente, o sea el perjuicio efectivamente sufrido, y el lucro
cesante, es decir la ganancia de que fue privado el damnificado (...). El daño
emergente comporta un empobrecimiento del patrimonio en sus valores actuales,
sea por la ejecución del acto ilícito o por la inejecución de la obligación a debido
tiempo (...) En uno u otro caso se impide el enriquecimiento legítimo del patrimonio”.
Mayo expresa que "el daño emergente consiste en el valor de la pérdida que se
haya sufrido, lo que implica un empobrecimiento del patrimonio del acreedor, a raíz
del hecho ilícito o del incumplimiento de la obligación. Este concepto genérico se
trasunta en la órbita contractual, diciendo que el daño emergente está constituido
por la prestación que falta, cuya indemnización se logra mediante el correspondiente
equivalente pecuniario y los daños (emergentes) que sufre el acreedor
independiente del valor de la prestación frustrada...".
b) Lucro cesante
Orgaz "el daño patrimonial puede manifestarse en dos formas típicas, o bien como
la pérdida o disminución de valores económicos ya existentes, esto es, como un
empobrecimiento del patrimonio (daño emergente o positivo), o bien como la
frustración de ventajas económicas esperadas, es decir, como la pérdida de un
enriquecimiento patrimonial previsto (lucro cesante). La indemnización debe, en
principio comprender ambos aspectos del daño (...), salvo los casos en que la ley ha
dispuesto expresamente otra cosa (...) el daño emergente es, por lo común,
susceptible de una apreciación más o menos exacta (salvo cuando, además, es en
parte 'futuro'): como se trata de la pérdida o disminución de valores ya existentes en
el patrimonio, su estimación puede efectuarse, en general, de un modo bastante
preciso".
Bustamante Alsina "las ganancias de que fue privado el damnificado", que "consiste
en la frustración de una ganancia o de la utilidad que haya dejado de percibir sea la
víctima del acto ilícito o el acreedor de la obligación por la falta de oportuno
cumplimiento".
Tal 'lucro cesante' es por cierto indemnizable, pese a que la ganancia dejada de
obtener hubiese sido solo algo factible y previsible, pero que sin embargo podía no
llegar a concretarse por otras causas distintas; siempre que, por tratarse de una
ventaja que corrientemente solía obtenerse conforme al curso natural y ordinario de
las cosas, verosímilmente podía esperarse su obtención.
La ganancia frustrada debe surgir como una probabilidad objetiva, es decir contar
con muchas posibilidades de concreción, conforme al curso normal y ordinario de los
acontecimientos y las especiales circunstancias del caso o negocio jurídico concreto
de que se trate.
Pero consiste en una estimación sobre lo que hubiera ocurrido de no llegar a existir
el evento dañoso, que no es otra cosa que el principio de la normalidad: la pauta
para juzgar si el lucrum cessans es o no resarcible la da el curso normal y ordinario
de los acontecimientos; si normalmente era probable que el lucro se obtuviera, el
daño será resarcible, no siéndolo en cambio en caso contrario.
c) Pérdida de chance
Zannoni "la chance es la posibilidad de un beneficio probable, futuro, que integra las
facultades de actuar del sujeto en cuyo favor la esperanza existe. Privar de esa
esperanza al sujeto, conlleva daño, aun cuando pueda ser dificultoso estimar la
medida de ese daño, porque lo perdido, lo frustrado, en realidad, es la chance y no
el beneficio esperado, como tal".
Bustamante Alsina "si bien lo que daría al daño el carácter de eventual sería la
probabilidad de obtener la ganancia o de evitar el perjuicio, hay, por otra parte, una
circunstancia cierta: la 'oportunidad' de obtener la ganancia o de evitarse el perjuicio,
y esa oportunidad cierta se ha perdido por el hecho de un tercero, o a causa de la
inejecución de la obligación por el deudor. Si la probabilidad hubiese tenido bastante
fundamento, la pérdida de ella debe indemnizarse. La indemnización deberá ser de
la chance misma, y no de la ganancia, por lo que aquélla deberá ser apreciada
judicialmente según el mayor o menor grado de posibilidad de convertirse en cierta;
el valor de la frustración estará dado por el grado de probabilidad".
Sobre el tema no hay duda, pero es necesario traer a colación que cuando dichos
derechos de un modo u otro son vulnerados le da derecho a la víctima para reclamar
su resarcimiento, cuya compensación sí tiene contenido patrimonial.
Hay derechos que no son bienes. Tales son ciertos derechos que tienen su origen
en la existencia del individuo mismo a que pertenecen, como la libertad, el honor, el
cuerpo de la persona, la patria potestad, etc.
Sin duda, la violación de estos derechos personales puede dar lugar a una
reparación que constituya un bien, jurídicamente hablando; pero en la acción nada
hay de personal: es un bien exterior que se resuelve en un crédito. Si, pues, los
derechos personales pueden venir a ser la causa o la ocasión de un bien, ellos no
constituyen por sí mismos, un bien in jure. Lo mismo se puede decir de las
facultades del hombre, de su aptitud, de su inteligencia, de su trabajo.
Bajo una relación económica, las facultades del hombre constituyen sin duda la
riqueza; más jurídicamente, ellas no hacen parte de sus bienes. Así, el que hace
cesión de sus bienes a sus acreedores, no comprende en la cesión, ni su libertad, ni
sus facultades personales.
El poder jurídico que se puede tener sobre una persona, y los derechos que de él le
resulten no son bienes, aunque las ventajas que obtenga, den nacimiento a bienes.
A partir de este pensamiento se debe comprender que a una persona que recibe una
herida en su cuerpo, le menoscaban, en primer lugar, un derecho personalísimo, el
derecho a la integridad psicofísica y moral sobre la cual no solo tiene un interés de
mantener incólume, sino que él mismo es reconocido en forma independiente por las
normas de mayor jerarquía.
Comprende la indemnidad de todos los derechos de los cuales puede ser titular una
persona.
Ello debe ser entendido de este modo, dado que a continuación se enumeran como
protegible la salud psicofísica y las afecciones espirituales de la víctima; y las que
resulten de la interferencia en su proyecto de vida.
Hay una clara diferenciación entre tres clases de daños que pueden afectar a una
persona:
Si debo pagar $100.000, $ 70.000 será por daño moral y $30.000 por daño
psicológico.
En ese sentido, para precisar el significado jurídico del daño psíquico, es ineludible
recordar el pensamiento de Cipriano cuando enumera que:
“El daño psíquico tiene de común con el daño moral la circunstancia de que ambos
se configuran en la psique.
En ese sentido se verifica que únicamente hace referencia al mismo en el art. 71,
cuando se regulan las acciones de protección del nombre previendo en el inc. c) si
es usado para la designación de cosas o personajes de fantasía y le causa perjuicio
material o moral podrá pedir el cese del uso; en el art. 151, donde se regula el
nombre de las personas jurídicas, reglamentando que si se pretende incluir el
nombre de una persona humana debe tener su consenso, y si es fallecida sus
herederos podrán oponerse a la continuación del uso si acreditan perjuicios
materiales o morales y, por último, en el inc. f) del art. 744, donde se estatuye que
excluidos fuera de los bienes que forman la garantía común, las indemnizaciones
que correspondan al deudor por daño moral y por el material derivado de lesiones a
su integridad psicofísica.
Ahora bien, la utilización del término "espirituales" hace necesario que se verifique
su significado, que está íntimamente relacionado con la palabra "espíritu", que tiene
un sinnúmero de significados, de los cuales seleccionamos los que se relacionan
con la persona y así se verifica que en su primera acepción hace referencia a un ser
inmaterial y dotado de razón, en la segunda, al alma racional.
Bustamante Alsina, explica que "si el daño recae sobre un bien jurídico inmaterial
atacando la vida, el cuerpo, la salud, el honor o la libertad de una persona y afecta al
mismo tiempo un interés jurídico no patrimonial, el daño es moral directo. Si el
mismo daño repercute en el patrimonio por la pérdida de un beneficio económico
afectando así un interés jurídico patrimonial, el daño es patrimonial indirecto".
En función de ello, "el daño moral es menoscabo cuya entidad se agota en el ataque
o lesión a derechos extrapatrimoniales".
Pizarro, dijo que "el daño moral importa, pues, una minoración en la subjetividad de
la persona, derivada de la lesión a un interés no patrimonial. O, con mayor precisión,
una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad de
entender, querer o sentir, consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial,
que habrá de traducirse en un modo de estar diferente de aquel al que se hallaba
antes del hecho, como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial".
La base de este concepto fue acuñado por Zavala de González, sosteniendo que:
“Daño moral es una modificación disvaliosa del espíritu en el desenvolvimiento de su
capacidad de entender, querer o sentir, que se traduce en un modo de estar de la
persona diferente de aquel en que se hallaba antes del hecho, como consecuencia
de éste y anímicamente perjudicial".
El menoscabo moral es siempre consecuencia que acaece sobre la integridad de la
psique de la persona, razón por la cual en algunas hipótesis puede ser, como
habíamos dicho antes, la resultante de un daño causado a la persona que se
configura en la misma persona.
La autoría intelectual del daño al proyecto de vida debe ser reconocida a Fernández
Sessarego, quien inspirado en la doctrina italiana se fundamenta en el principio de
libertad, que es parte esencial e indisoluble de la estructura del ser humano como tal
y le permite en el presente, en base a sus propias experiencias del pasado,
proyectar su futuro.
"La libertad ontológica es el ser mismo del hombre. La persona humana es un ser
libertad. La libertad es lo que caracteriza al ser humano, lo que lo hace ser el ente
que es y no otro. Ser libre es 'ser yo mismo'. La libertad diferencia al ser humano de
los demás entes del mundo. Es, por ello, el único ser espiritual, capaz de vivenciar
valores".
A partir de esta base, sostiene respecto del "proyecto de vida" y la personalidad del
ser humano que "es, un ideal por alcanzar, contando, como está dicho, con las
capacidades y potencialidades de cada cual y las opciones que le ofrece el mundo
circundante. Por ello, el éxito en cuanto a la realización del proyecto de cada ser
humano está condicionado a que se presente y se den estas favorables condiciones.
Abarca dos dimensiones: el que voy a 'hacer' en la vida y con mi vida y si ello se
hará a partir de un núcleo familiar o en forma solitaria".
La otra instancia, como apunta Vilanova, es que aun en el caso de existir una
decisión dominante en cuanto al proyecto elegido en un momento cualquiera, debe
considerarse que tal decisión no va sola.
Ella va "acompañada —con un grado diverso de actualidad, por supuesto— por
todas las decisiones de carácter permanente que se han ido tomando en el pasado y
que no han sido revocadas o, al menos, puestas en crisis.
Galdós, entiende que "el daño al proyecto de vida refleja, al menos hasta ahora, la
problemática propia de todos los 'nuevos' daños al acentuar la necesidad imperiosa
de resolver el triple problema de identificarlo, categorizarlo y cuantificarlo.
Identificarlo significa individualizar y precisar su contenido y deslinde, dotándolo de
autonomía conceptual; categorizarlo importa subsumirlo, según el caso, en una o en
ambas órbitas del daño patrimonial o extrapatrimonial, discriminando su incidencia
en la repercusión final de ese género. Cuantificarlo, en esta etapa final, implica
asignarle valor pecuniario, sea separado del rubro genérico (daño patrimonial o
moral) o dentro de ellos, según las conveniencias prácticas del caso en juzgamiento,
lo que obviamente necesita insoslayablemente de su previa y concreta
individualización.
- 21 / 10 / 21
Lo que la víctima gana de más es por los beneficios que le da el plazo fijo al tener la
plata trabajando. Gana de más por la rentabilidad que le da el dinero.
https://segurosyriesgos.com.ar/calcular-indemnizacion-con-formulas-vuotto-y-
mendez/
Por ejemplo: el daño es la fractura del brazo, pero las consecuencias a indemnizar
pueden ser el daño moral, psicológico, daño emergente, lucro cesante, incapacidad
sobreviniente.
Ver fallos: Loayza Tamayo - Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs.
Guatemala
Debe tratarse de un hecho con la entidad suficiente para interferir en ese proyecto
de vida.
En todos los casos en que una persona fallezca, este artículo dice qué se va a
indemnizar.
Inc b. Hay que tener en cuenta la situación particular de la víctima. Este inciso le
otorga al cónyuge supérstite o herederos lo necesario para su manutención. Se
puede calcular lo que necesitan para vivir, la incapacidad sobreviniente o la pérdida
de chance. El juez debe conceder una suma para que los hijos menores puedan
subsistir hasta la mayoría de edad y el cónyuge supérstite hasta la edad jubilatoria o
experiencia de vida. Para justificar este monto puede utilizarse la incapacidad
sobreviniente, la pérdida de chance, la frustración de aportes. El juez debe fijar lo
que la persona destinaría de su sueldo para la subsistencia de su familia, que puede
ser el 20% por mes. No importa si hay otra persona a cargo de los alimentos.
Inc c. Destaca la pérdida de chance de los padres. Mi padre puede reclamar por esa
exceptiva de aporte que le podría haber dado. Si ya le estoy dando aportes a mi
padre, podrá reclamar lucro cesante. En cambio, si no colaboro con mi padre tiene
una expectativa de que en el futuro lo ayude, y lo que se pierde en ese caso es una
chance, posibilidad. Hay pérdida de chance. La ley presume que mi padre va a
necesitar que yo lo ayude y yo lo iba a ayudar.
De mi sueldo, parte irá para mi familia y parte irá para mi padre. El límite va a estar
marcado de acuerdo a lo que yo ganaba. La obligación primaria es con respecto a
los hijos, en caso de que mi sueldo sea bajo. Si no puedo acreditar un salario pero sí
un trabajo el juez está habilitado a considerar una base mínima para que mis hijos
sigan comiendo, y esa base mínima se otorga considerando el salario mínimo vital y
móvil dandole así la posibilidad de subsistir. Por ejemplo: mi sueldo era $10.000 y el
juez puede pactar la base mínima según el monto del smvm. Hya quienes creen que
esto es un enriquecimiento sin causa ya que los hijos recibirán más de lo que hacían
cuando su padre vivía, pero acá la cuestión es humanitaria.
INTERESES
ARTÍCULO 1748.- Curso de los intereses. El curso de los intereses comienza desde
que se produce cada perjuicio.
Los intereses comienzan a correr desde que cada daño tuvo lugar. Por ejemplo: me
chocan el auto, los intereses empiezan desde que se produce el choque y no desde
que lo llevo a reparar.
La obligación de resarcir nace desde que se produce el daño, y desde ahí el deudor
incurre en mora empezando a correr el curso de los intereses.
Un hecho dañoso puede ser investigado desde distintos fueros: laboral, civil, penal.
Hay un principio constitucional en juego: non bis in idem. Nadie puede ser juzgado
dos veces por el mismo hecho. Eso implica que el juez civil y penal no pueden juzgar
al mismo tiempo a la misma persona por los mismos hechos, y eso implica que una
acción sea más importante que la otra.
El CCyC establece los componentes del daño material en caso de fallecimiento del
damnificado, corrientemente llamado “valor vida”. No debe perderse de vista, de
todos modos, que este último término es técnicamente desacertado, pues es sabido
que la vida humana no tiene un valor económico, ni es susceptible de apreciación
económica en sí misma. El concepto encierra, entonces, a las consecuencias
resarcibles que se generan en cabeza de los damnificados indirectos como
consecuencia de la afectación del bien jurídico perteneciente al damnificado directo
(vida).
La disposición en análisis se refiere al comienzo del curso de los intereses, que tiene
lugar, tanto en el ámbito extracontractual como en el incumplimiento obligacional, al
momento de producirse cada perjuicio.
La cuestión fue objeto de un acalorado debate en el ámbito del Código Civil de Vélez
Sarsfield. En efecto, si bien existía acuerdo en que en el ámbito de la
responsabilidad extracontractual los intereses se devengan desde el momento en
que se produce cada perjuicio, una posición mayoritaria consideraba que, en la
órbita contractual, el comienzo del cómputo de los intereses recién se producía —
como principio— a partir de la interpelación al deudor. Para esa corriente, si no
mediaba una interpelación anterior, la víctima únicamente podía reclamar los
intereses a partir de la notificación de la demanda o, en su caso, de la mediación
prejudicial.
El CCyC ha optado claramente por esta última postura. Prueba de ello es tanto la
denominación del Título V del Libro III, en el que se enmarca el Capítulo I sobre la
responsabilidad civil (“Otras fuentes de las obligaciones”), como el art. 1716 CCyC,
que señala que la violación del deber de no dañar y el incumplimiento de una
obligación dan lugar a la reparación del daño causado. En ambos casos es prístino
que para el Código ambos hechos generadores (incumplimiento obligacional y hecho
ilícito extracontractual) son fuente de una nueva obligación (la de reparar), y esa
obligación —que en la responsabilidad por incumplimiento de obligaciones coexiste
con la obligación original, cuyo cumplimiento forzado el acreedor está facultado a
solicitar— está regida —salvo las excepciones expresamente contempladas por la
ley— por idéntico régimen. En ese régimen se enmarca la norma que ahora se
comenta, que es entonces aplicable indistintamente a la responsabilidad obligacional
y la aquiliana. En ambos casos, entonces, el curso de los intereses comienza con la
producción de cada perjuicio.
- 25 / 10 / 21
Un mismo hecho puede ser analizado desde 2 órbitas distintas: civil y penal.
También hasta 3, sumándose una responsabilidad administrativa.
En el ámbito penal está en juego el orden público. Y en la materia civil están en jiego
intereses privados.
Entonces, respetando el principio constitucional del non bis in idem, los jueces no
tienen libertad para expedirse dos veces sobre un mismo hecho.
Los jueces determinan los hechos. Las consecuencias que tengan esos hechos
pueden ser estudiadas desde 3 órbitas distintas.
Por ejemplo: un camión de bomberos choca un auto muriendo el chofer del auto. En
ese caso hay 3 responsabilidades.
El juez penal abre la investigación que lo hace de oficio cuando hay lesiones graves
cuando demandan más de 30 días de curación o muerte. El juez debe tomar
medidas para recabar datos y así averiguar lo que realmente sucedió en el hecho
para que el accidente tuviera lugar.
El juez busca establecer los hechos los cuales no pueden ser juzgados 2 veces. Si
el juez llega a la convicción de un hecho, no podrá ser modificado o rebatido en el
juicio civil.
Inc b. Si hay una demora del juez penal que no se encuentra justificada o bien la
demora en dictar sentencia torna insatisfecho el derecho de la víctima a ser
resarcida de los daños, en ese caso el juez civil puede dictar sentencia. Deben
reunirse 2 requisitos: demora del dictado de la sentencia penal y frustración del
derecho de la víctima a ser resarcida. Si no hay justificación de la demora en sede
penal, se dicta la sentencia civil.
Estos 3 incisos no significa que deben darse en forma conjunta, sino que pueden
darse uno solo de ellos, pero hay que analizar en cada caso.
Estos dos artículos dicen que si el juez penal considera que existieron los hechos, el
delito y considera culpable al imputado, en sede civil no se puede rever sino que
solamente podrá fijar la indemnización.
Si el juez penal determina que los hechos no tuvieron lugar y que el agente no es
culpable, eso no se podrá discutir en sede civil debiendo rechazar la demanda.
Si el juez penal determina los hechos pero dice que no constituyen delitos, el juez
civil puede mediante esos mismos hechos imputar responsabilidad civil y fijar la
reparación de los daños.
Todo lo que el juez penal decrete como cierto, no puede ser discutido en sede civil
excepto que en sede civil se presente una prueba que tenga la entidad suficiente de
cambiar los hechos.
Todo lo que refiere a defensas en el juicio penal, en el juicio civil no tiene incidencia.
*Lo que decreta el juez penal no puede ser cambiado por el civil, salvo que hayan
pruebas muy contundentes que así los justifiquen.
*Todo lo que decida el juez penal debe ser respetado por el juez civil, salvo que diga
que no hay responsabilidad penal porque es distinta a la responsabilidad civil.
*El juez civil siempre tiene que esperar a la sentencia penal salvo los 3 incisos del
art. 1775. Y si no espera, la sentencia viciclv puede ser revisada según el art. 1780.
*Daño tasado o tabulado: determinado daño ya tiene puesto un valor. Por ejemplo:
en las indemnizaciones aeronáuticas el pasajero puede reclamar como máximo
hasta 1.100 lts de gasoil por bulto que no le fue restituido. También se acostumbra
pagar lo que pesa el pasajero equivalentemente en oro.
Esto se da cuando el juez estime que una de las partes está en mejores condiciones
de probarlo. ART. 1735
Cuando un acto ilícito civil configura, a su vez, un delito del derecho criminal, se
plantean cuestiones derivadas de la diversidad de regímenes aplicables a cada uno
de esos ámbitos. En el primer caso, corresponde establecer el resarcimiento
derivado del accionar ilícito del agente y, en el segundo, imponer una sanción del
tipo represiva, conforme a las disposiciones del ordenamiento punitivo.
Si bien ambas corresponden a una misma conducta antijurídica, esta constituye dos
ilicitudes diferentes cuando la acción ilícita se integra conceptualmente con las
consecuencias que en cada hipótesis le vienen impuestas. No se trata de un mero
debate teórico, sino que de ella deriva el diverso tratamiento legislativo de cada una
de esas ilicitudes, inspirado sea en el mero interés particular del damnificado que
tiene en vista el ilícito civil, o del interés público que —en principio— compromete la
ilicitud penal.
Lo que no debe perderse de vista es que la disposición en análisis, más allá de que
confiere a la parte la posibilidad de optar por promover la acción en una u otra
jurisdicción, deja a salvo lo que puedan disponer las normas procesales locales en
cuanto a la autonomía procesal, no sustancial, de ambos litigios.
La regla establecida por el artículo anterior impone solucionar el problema del riesgo
del dictado de sentencias contradictorias en las sedes penal y civil. En efecto, dado
que las acciones derivadas del mismo hecho, que reúnen ambas calidades, tienen
independencia sustancial, y pueden ser promovidas autónomamente en ambas
jurisdicciones, existe el peligro de que los jueces actuantes dicten decisiones
disímiles, con el evidente escándalo jurídico que ello acarrearía. Es por ello que la
norma en comentario establece la prejudicialidad penal sobre la civil, al establecer el
principio conforme al cual no se dictará sentencia en la jurisdicción en la cual se
discute el resarcimiento del daño hasta tanto no haya recaído una decisión definitiva
en la sede punitiva.
Es claro que, como lo establece claramente el art. 1775 CC yC, lo que debe
suspenderse es el dictado de la decisión definitiva, por lo cual la pendencia del
proceso penal no obsta a la prosecución del civil. Así las cosas, el juez de esta
última jurisdicción debe suspender el trámite de la causa en ocasión del dictado de
la sentencia, sin que nada obste a la sustanciación del proceso y a la producción de
las pruebas de las cuales se pretendan valer las partes.
Finalmente, el art. 1775 CCyC excluye del principio general antes aludido a los
supuestos en que, en la sede resarcitoria, sea aplicable un factor de atribución
objetivo en el caso. La idea que trasunta en esta excepción es que, por regla, la
decisión que se adopta en la sede punitiva se funda en la falta de prueba de la culpa
del imputado, presupuesto que, en los supuestos de responsabilidad objetiva, es
irrelevante. Es por ello que, suspender el dictado de la sentencia civil en estos litigios
tiene como consecuencia que se retrasa innecesariamente la acción resarcitoria,
cuando el riesgo de que se dicten sentencias contradictorias es mucho menor que
en otros casos. Igualmente, no debe perderse de vista que, para el supuesto
excepcional en que efectivamente la solución adoptada en la sentencia penal
posterior sea contradictoria con lo dicho en la decisión resarcitoria, el art. 1780
CCyC prevé una acción de revisión de esta última sentencia.
En cuanto a la extensión y magnitud del daño, su valoración por el juez civil estará
limitada cuando lo decidido al respecto en la sede punitiva sea trascendente a los
fines de tipificar el delito (por ejemplo, calificar las lesiones como graves o leves).
Por el contrario, si dicha valoración es intrascendente, la sentencia punitiva no hará
cosa juzgada sobre el punto.
Mientras que el art. 1776 CCyC se refiere a los efectos de la cosa juzgada penal en
la jurisdicción civil cuando recae una condena contra el acusado, la norma en
estudio analiza dichos efectos cuando la decisión es absolutoria.
El art. 1777 CCyC se refiere a los efectos de la sentencia penal en la civil cuando la
primera decide absolver al imputado.
En primer lugar, la norma en análisis vuelve sobre la idea del “hecho principal”
debatido en la causa penal. Es decir que el juez civil debe atenerse a los datos
fácticos que tuvo por verificados el magistrado actuante en la sede punitiva. En
consecuencia, si el acusado es absuelto en la jurisdicción criminal por no haberse
acreditado la existencia del hecho que se le imputa, no puede ser objeto de un
nuevo juicio civil, fundándose en que cometió el hecho, pues sería volver sobre la
cosa juzgada, y exponerse al escándalo jurídico de la existencia de decisiones
contradictorias.
Las excusas absolutorias penales comprenden los supuestos en los cuales, por
razones de utilidad o conveniencia, la ley declara al autor impune de un hecho típico
y antijurídico, pese a que no concurra en su favor ninguna causa que excluya la
culpabilidad. Encuadran en esta figura, entonces, el conjunto de circunstancias que
aconsejan dejar sin punición determinados hechos delictivos, no obstante estar
presentes en ellos las notas distintivas de antijuridicidad tipificada y culpabilidad.
Es por ello que la norma en comentario establece expresamente que las excusas
absolutorias carecen de efecto alguno en sede civil, pues, en primer lugar, en todos
estos casos los presupuestos del deber de resarcir permanecen intactos y, en
segundo término, las razones que dan lugar a la exención penal no obstan a la
prosecución del litigio tendiente a obtener el resarcimiento del daño ocasionado.
Para que proceda el resarcimiento de los daños ocasionados por una acusación
calumniosa, conforme a lo dispuesto por el art. 1771 CCyC, es preciso que existan
elementos que demuestren que las imputaciones que se efectuaron contra el
demandante no encontraban sustento alguno en los hechos, y son, por el contrario,
fruto de un obrar doloso o gravemente negligente de parte del denunciante.
Si, por el contrario, existiera un razonable basamento objetivo para esas
imputaciones, o si ellas hubiesen sido efectuadas con la suficiente verosimilitud de
quien creyó actuar real y fundadamente con la convicción de que contaba con
elementos suficientes para avalar su postura, nos hallaríamos ante un supuesto de
ejercicio regular de un derecho, lo que inhibiría a la acción de responsabilidad.
El primer caso en que esta novel acción es procedente es aquel en el cual, pese a
que existe una sentencia penal anterior, esta es revisada respecto de los extremos
que también fueron valorados en la decisión civil. Es claro que, para que sea
procedente la acción de revisión en estos casos, es preciso que la modificación del
decisorio penal se vincule con la existencia del hecho generador de responsabilidad
o la autoría del agente. Esto es, no procederá la acción cuando la nueva decisión
penal se expida sobre extremos irrelevantes para la acción resarcitoria. Por ejemplo,
si se absuelve al dueño y conductor del automotor por su falta de culpa en el evento
dañoso, cuando en el litigio por daños fue condenado en su calidad de propietario de
la cosa riesgosa.
Igualmente la disposición prevé expresamente que tampoco podrá modificarse la
sentencia civil si el dictado de una nueva decisión en la sede punitiva se vincula con
una modificación de la legislación penal. Esto sucede, por ejemplo, cuando se
absuelve al condenado por la desaparición del tipo tenido en cuenta en la primera
sentencia.
- 01 / 11 / 21
Una cosa es tener legitimación activa (ser titular del derecho y acudir a la justicia
para defender ese derecho) y otra cosa es poder reclamar.
La legitimación activa estaba en cabeza del niño, y del padre en caso de efectuar
gastos.
Factor de atribución: objetivo que se fundamente en el deber de seguridad. El protón
es una cosa riesgosa y si no está correctamente mantenida ocasiona daños.