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EL MAGISTERIO
D E LA IGLESIA
Clases de Magisterio
Asentimiento al Magisterio
6 En el Motu proprio A d tuendam fidem , de 18 de mayo de 1998, se lee: «Se ha de creer con
fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de D ios escrita o transmitida por
la tradición, es decir, en el único depósito de la le encom endado a la Iglesia, y que ademases
propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solem ne de la Iglesia, ya por el ma
gisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la com ún adhesión de los fieles bajo la gura
del sagrado magisterio; por tanto, lodos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria.
Asimismo se han de aceptar y retener firmemente todas y cada una de las cosas sobre la
doctrina de la le y las costumbres propuestas de m odo definitivo por el magisterio de la Iglesia,
a saber, aquellas que son necesarias para custodiar santam ente y exponer fielmente el mismo
depósito de la le; se opone, por tanto, a la doctrina de la Iglesia católica quien rechaza dichas
proposiciones que deben retenerse en modo definitivo».
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En estos casos, las principales razones que se aducen para esa forma de
actuar son las siguientes:
a) La propia conciencia no puede ser sustituida por nada que vaya
contra ella. Por tanto, si el sujeto percibe que una enseñanza del Magis
terio -ordinario, principalmente- se opone al juicio de la propia inteli
gencia o conciencia, se debe seguir a esta frente a aquel.
b) El Magisterio se debe acomodar a las circunstancias concretas. De
ahí que su enseñanza, que es válida en su formulación general, es, sin
embargo, relativa, en un cierto grado, a las circunstancias concretas de
los diversos lugares y personas.
c) Del hecho de que el Magisterio ordinario, en sí mismo conside
rado, no es irreformable ni dogmático, se concluye en la práctica que el
disenso es una actitud legítima, y que ese Magisterio yerra con frecuen
cia en sus enseñanzas.
d) La interpretación de los textos del Magisterio está lastrada a veces
por prejuicios tan fuertes que, con frecuencia, equivale a un vaciamiento
de su contenido.
Todas estas actitudes responden a una interpretación de la Iglesia
como mera sociedad humana en la que hay una autoridad y un pueblo
que ejerce un control sobre los detentadores de la autoridad. En la base
de todo hay un error sobre la naturaleza de la Iglesia y la Revelación de
Dios. Si no se admite que la adhesión al Magisterio, incluso al Magiste
rio que no es de fe, se halla comprendida en la estructura básica e íntima
de la fe, en Dios revelador, entonces esa adhesión se ve como la imposi
ción de someterse a una instancia exterior a la Revelación y a la fe.
Por otra parte, conviene tener presente que el Magisterio ha sido ins
tituido para iluminar la conciencia. Por eso, «apelar a esta conciencia pre
cisamente para contestar la verdad de cuanto enseñe el Magisterio com
porta el rechazo de la concepción de Magisterio y de la conciencia
moral»7. También es preciso recordar que la conciencia no es la creadora
de la norma moral, que además puede equivocarse y de hecho se equi
voca en la práctica. La norma moral viene regida por la ley natural, im
presa en el corazón del hombre, y por la Revelación. Ambas -ley natu
ral y Revelación- son custodiadas e interpretadas por el Magisterio de la
Iglesia.
7 J uan Pablo II, Discurso a los participantes en el l l Congreso de Teología Moral, 12-Xl-
1988. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2035 y 2039.