Está en la página 1de 4

El texto ‘La Constitución Dogmática “Dei Verbum” Sobre la Divina

Revelación’ fue promulgado por el Segundo Concilio Vaticano, el 18 de


Noviembre de 1,965. En lo que sigue, las citas y resúmenes de este texto
aparecen en letra normal, y los comentarios en letra itálica. Analizaremos
el argumento del capítulo II, ‘Trasmisión de la Revelación Divina’.

Capítulo II, sección 7

Dios se ha revelado, o se ha dado a conocer, a sí mismo a lo largo de la


historia.
Esta revelación se hizo directamente, o a través de hombres en diversas
ocasiones y maneras, y fue completada y proclamada por Jesucristo.
Los apóstoles difundieron el evangelio, predicando, compartiendo la
experiencia de convivir con Jesucristo, y organizando la iglesia. Así
pusieron las bases para la tradición eclesiástica y el magisterio, o
enseñanza, en la iglesia.
Los apóstoles y hombres apostólicos escribieron el mensaje de la
salvación bajo la inspiración del Espíritu Santo. Así se produjo la Sagrada
Escritura. Esta labor se completó durante la vida de los primeros
discípulos de Jesucristo, los Apóstoles, y no se añadieron más libros
después.
Hasta aquí hay acuerdo sustancial entre protestantes y católicos.

Los Apóstoles nombraron como sucesores suyos a los obispos “para que el
Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia.”
Se puede preguntar si se conservaría así sin los obispos? Los protestantes
desde la época de la Reforma dijeron que sí, con tal que se conserve el
Nuevo Testamento. Los católicos dicen que no. Es necesario aclarar que
en el Nuevo Testamento, el ‘obispo’ o ‘presbítero’ es generalmente la
misma persona que el anciano o pastor. No hay diferencia entre obispo y
pastor, sino son sinónimos. Se podría usar la frase ‘sucesión de pastores’
en vez de ‘sucesión de obispos’ para recordar esta perspectiva.

Los Apóstoles entregaron su magisterio a los obispos.


Esta expresión oculta un problema serio. Los protestantes y los católicos
leen esta frase de manera distinta. Se puede aclarar la diferencia
preguntando si la autoridad de los obispos fue la misma que la de los
apóstoles? Aquí los protestantes dicen que no y los católicos que sí. Para
los protestantes, cada obispo, o pastor, tiene que someterse a la
autoridad apostólica expresada en forma inapelable e inmejorable en las
páginas del Nuevo Testamento. Los pastores o obispos tienen que enseñar
lo que recibieron, es decir, lo que los apóstoles escribieron. Los apóstoles
escribieron bajo inspiración del Espíritu Santo. Ninguna generación
posterior de obispos o pastores ha sido inspirado así.
“Por consiguiente esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura ... son
como un espejo en que la iglesia ... contempla a Dios ...”
Los protestantes no podemos aceptar esta afirmación. Para poder
aceptarla tendríamos que quitar la referencia a la tradición. La Sagrada
Escritura sola sí sirve como tal espejo, pero la tradición eclesiástica, por
más sagrada que sea, solamente oscurece y opaca el rostro divino.

Capítulo II, sección 8

“Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo


especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los
tiempos por una sucesión continua.”
Los protestantes tampoco podemos aceptar esta afirmación. La
predicación apostólica no está expuesta de forma solamente especial en el
Nuevo Testamento, sino de forma única e insustituible. No es la sucesión
de obispos que conserva la predicación apostólica, sino el Nuevo
Testamento. No importa si se interrumpe la sucesión de obispos, porque
cada obispo debe aprender cómo predicar, directamente del patrón
apostólico, los libros del Nuevo Testamento.

“Esta tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la


asistencia del Espíritu Santo ... Es decir, la Iglesia, en el decurso de los
siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que
en ella se cumplan las palabras de Dios.”
Esta afirmación va en contra de todo lo conocido de la historia de la iglesia
cristiana. A través del tiempo la Iglesia tiende a alejarse más y más, en
vez de acercarse a la plenitud de la verdad divina. La sucesión episcopal y
la sagrada tradición ni han sido capaces de conservar en buen estado los
libros de los apóstoles. La única forma de evitar este alejamiento es volver
continuamente a la Sagrada Escritura y corregirse a la luz de lo que está
escrito allí. La iglesia sí tiene la asistencia del Espíritu Santo, pero no se la
experimenta aparte de las escrituras. Se siente la autoridad de Dios y se
conoce su voluntad solamente a través de la lectura de la Biblia. En el
tiempo de la Reforma protestante, la tradición eclesiástica fue perseguir a
muerte al que se atrevía a traducir las escrituras en lengua del pueblo. El
museo de la inquisición en la plaza Bolivar es testigo al éxito de esta
política, que logró excluir las escrituras de la vida del pueblo peruano por
300 años. Mientras duraba el dominio español, fueron contados los que
sabían algo de las escrituras, y ellos solamente las conocían en latín.

Capítulo II, sección 9

“Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura se enlazan y


comunican íntimamente entre sí ... Ya que la Sagrada Escritura es la
Palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del
Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición trasmite íntegramente a los
sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios ... de donde se sigue que la
Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de
todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir ambas con un
mismo espíritu de piedad.”
Estas afirmaciones requieren varios comentarios. Primero, es de notar que
ahora ‘la Sagrada Tradición’ se escribe con mayúsculas, igual que la frase
‘la Sagrada Escritura’. Antes solamente la frase Sagrada Escritura estaba
con mayúsculas. En segundo lugar, hay que preguntar qué es lo que los
apóstoles trasmitieron a sus sucesores los pastores, u obispos? Fue una
tradición oral o una tradición escrita? Según las obras de los padres de la
Iglesia primitiva, se les entregó el Nuevo Testamento. Lo que se sabe
aparte de estos libros, de Jesús, su ministerio, los apóstoles y su
ministerio es casi nada. Tenemos que creer que hubo una tradición
adicional, pero secreta? La única tradición apostólica conocida para los
historiadores es la escrita, los libros del Nuevo Testamento. En tercer
lugar, los protestantes no podemos aceptar que la Palabra de Dios fue
trasmitida por la Tradición y por la Escritura. Ninguna tradición, por más
apostólica o venerable o piadosa que sea, puede trasmitir la Palabra de
Dios. La autoridad de los apóstoles no residía en sus personas, sino en sus
enseñanzas. Enseñaron lo que Jesucristo les encargó. Esa enseñanza se
escribió en los libros del Nuevo Testamento en forma definitiva, normativa
y final. No puede ser suplementada o iluminada por otra vía de trasmisión
de la Palabra de Dios, según la propia enseñanza apostólica. La única
fuente de certeza sobre las verdades reveladas es la Biblia. No hay que
recibir la tradición con el mismo espíritu de piedad que la Biblia. Al
contrario, hay que someter toda tradición eclesiástica, especialmente las
sagradas, a la autoridad de la Palabra de Dios escrita. No se entrelazan ni
apoyan mutuamente la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. En una
de ellas hay autoridad divina, y en la otra solamente opiniones humanas.

Capítulo II, sección 10

“La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo


depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Pero el oficio
de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o trasmitida ha
sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad
se ejerce en el nombre de Jesucristo ... enseñando solamente lo que le ha
sido confiado, en cuanto que, por mandato divino y con la asistencia del
Espíritu Santo ... y de este único depósito de la fe saca todo lo que
propone como revelado por Dios que se ha de creer.”
Como se ha creado la idea de dos vías de trasmisión de la Palabra de
Dios, la Escritura y la Tradición, se requiere ahora una autoridad capaz de
interpretar auténticamente esta Palabra para los obispos, o pastores, y la
Iglesia en general. Esta autoridad es el Magisterio vivo de la Iglesia. ¿Qué
implica el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios? Al
Magisterio vivo de la Iglesia se le confió únicamente la Palabra de Dios
escrito o trasmitida. Este Magisterio vivo ejerce autoridad en el nombre de
Jesucristo, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu. El
Magisterio propone como revelado por Dios lo que la Iglesia ha de creer.
¿Dónde se encuentra tal Magisterio vivo? En la persona del Romano
Pontífice. Los protestantes nos preguntamos. Cuándo dio Jesucristo esta
tremenda autoridad al Romano Pontífice? Tiene el Romano Pontífice la
asistencia del Espíritu Santo para interpretar la Biblia para la Iglesia?
Quién propone a la Iglesia de Jesucristo lo que ha de creer? La autoridad
del Romano Pontífice sobre la Iglesia no le fue dado por Jesucristo, sino
fue adquirida a través de un largo desarrollo que duró más de un milenio.
Toda la serie de Pontífices, es decir la totalidad del llamado Magisterio
vivo de la Iglesia, ha contribuido casi nada a la interpretación de las
Escrituras. Algunos de los Pontífices ni las leyeron. El Magisterio sí ha
propuesto nuevas doctrinas para la Iglesia. En 1,870 se proclamó su
propia infalibilidad cuando habla ex cathedra, y en 1,950 se proclamó que
la asunción corporal de María pertenecía al tesoro original de la revelación
confiada a la Iglesia. Estas doctrinas no se encuentran en la Biblia, sino
que se sacaron de la otra supuesta vía de revelación, la Sagrada
Tradición. En otras palabras, parece que la interpretación auténtica de la
Palabra de Dios para la Iglesia consiste en imponer enseñanzas extra-
Bíblicas sobre la Iglesia.

“Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y


el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están
entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin los
otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.”
Si estas últimas afirmaciones son ciertas, nadie puede saber la Palabra de
Dios solamente leyendo las Escrituras, y ninguno que no es miembro de la
Iglesia Católico Romana puede ser salvo. Los reformadores protestantes
insistieron que solamente las escrituras dan conocimiento de la Palabra de
Dios, que el Espíritu Santo ayuda directamente al lector de las Escrituras a
conocer y someterse a la Palabra de Dios, y que aquél que cree lo escrito
en las Escrituras será salvo, sin referencia a ninguna Iglesia ni Magisterio,
vivo o muerto.

Una explicación del Magisterio y cómo funciona se encuentra, por ejemplo,


en la Constitución Dogmática ‘Lumen Gentium’ capítulo I, sección 25,
aprobado por el mismo Concilio Vaticano II, un año antes de la
promulgación del ‘Dei Verbum’.

Juan 20: 30-31; Hechos 4: 8-12; Galatas 1: 6-9; Romanos 10: 8-13;
I Timoteo 6: 3-5; II Timoteo 3: 14-17; II Pedro 3: 15-18;
Apocalipsis 22: 18-21

Prof. Donald Smith, Seminario Evangélico de Lima, 23 de Octubre de 2001

También podría gustarte