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de la historia

I a Historia Universal
a través de
sus protagonistas

Centro Editor de
América Latina

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Franco Alessio

, 1079 l~rdo se convierte en monje. en San Dioniso, 1135.


Nace en Palais, en las cercanías dé. Nantes, al tiempo que Eloísa toma los velos en el Abelardo abandona para siempre el monas-
en Bretaña, Pedro de Berengario: tomará monasterio de Argenteuil. E·s timulado por terio de Saint-Gildas y reanuda sus lecciones
más tarde el nombre de Pedro Abelardo. sus discípulos reanuda la actividad docente; en Santa Genoveva de París.
Sµ padre es hombre de armas y de buena redacta_ el De unítate et trinítate divina.
cultura. Para poder dedicarse a la cultura [Acerca de la unidad y trinidad divina.] Es 1136
renuncia a sus derechos de primogenitura. aproximadamente en esta época en que em- Juan de Salisbury se hace presente en las
También su madre Lucía, como su padre prende la redacción de la Dia"léctica. lecciones de dialéctica q ue imparte Abelar-
Berengario, entrará en el monasterio. do en la escuela de Santa Genovev.a : este
1120 período de enseñanza concluirá en 1140.
1095 Muere Juan _Roscelino. Abelado comienza
1138
Pedro Abelardo concurre a la escuela de sus glosas a Porfirio NÓstrorum petitioní
Juan Roscelino en Tours. Termina la elaboración de la Dialectica.
sociorum [A pedido de nuestros compañe-
ros], y poco después el Sic et Non. 1139
1100 Otoño tardío: Guillermo de Saint-Tmerry
Llega a París. En la escuela de la catedral 1121 denuncia sus errores a Bernardo de Clair-
se hace discípulo de Guillermo de Cham- Muere Guillermo de Champeaux, Durante vaux y al obispo de Chartres.
peaux. los ·meses de marzo-abril el concilio de Sois-
sons condena las. tesis del De unitate et trí- 1141
1102-1103 nitate. En el segundo semestre de este Octava de Pontecostés. El concilio de obis-
Funda la escuela de Melun donde reside mismo año Abelardo. es encerrado en el p os y abates de las provincia de Sens y de
la corte del rey de Francia. Más tarde la monasterio de San Medardo, de donde lo Reims se reúne en Sens con la presencia
transfiere a Corbeil, en las proximidades de libera el cardenaHegado Canon de Urrach, del rey Luis VII de F rancia. Bernardo de
París. devolviéndolo ' a ' San Dionisia. Clairvaux denuncia formalmente la Intr(>-
ductio in theologiam [Introducción a la teo-
1109 1122 logía], el Scíto te- ipsum [Co nó cete a ti
Alrededor de este año la madre, Lucía, en- . Bajo la protección de Teobaldo de Cham- mis~o], la Expositio Epistolae acl Romanos
tra en el monasterio. Abelardo regresa a pagrye, Abelardo huye de San Dionisia; crea [Exposición de la epístola a los- romanos].
Bretáña, y posteriormente se traslada a el Paracleto en Quincey: los discípulos fun- Abelardo no se defiende, apela al pontífice,
Laón, para concurrir a la escuela teológica dan un pueblo de cabañas y reanudan las pero el papa Inocencia II confirma la sen-
de Anselmo. Muere san Anselmo de Aosta, lecciones; es durante este año tal vez que tencia de condenación dictada por el con-
arzobispo de Canterbury desde 1093. Abelardo redacta el Comentario a la Epís- cilio.
tola a los romanos de San Pablo.
1113-1114 1142
Compuestas ya en los años precedentes las 1125 Después de un breve retiro en. Cluny, bajo
glosas a los textos-base de lógica, prepara la protección de Pedro el Venerable, muere el
Los monjes de Saint-Gíldas de Rhuys lo
las glosas a Porfirio, Ingredientibm nobis ·consagran abad. En este año da comienzo 12 de abril a la edad de sesenta y tres años
logicam [Al iniciar el estudio de la lógica]. a la Theol,ogia. en la abadía de Saint-Marcel, en Chalons-
Es designado regente de la escuela de la sur-Saóne. Acerca de sus últimos meses de
catedral de París, donde imparte lecciones 1128-1129 vida, Pedro el Venerable escribe una carta
de lógica y teología. Eloísa se establece, junto con las monjas de a Eloísa, en lá que agrega este epitafio:
Argenteuil en el Paracleto. Abelardo visita
1115 Gallorum Socrates Plato maximus
el nuevo monasterio del que es abadesa
Tal vez durante este año es "canónigo" de [Eesperiarum
Eloísa, a quien se lo entrega con carácter de Noster Aristoteles, logicis quicumque
la catedral de París.
donación.
[fuerunt
1116 Aut par aut melior, stucliorum cognitus orbi
1131
Encuentro ·con Eloísa y enamoramiento; ellá Prínceps .. .
es sobrina del canónigo Fulbert, que lo Noviembre. -El papa Inocencio II ratifica
;:;ospeda en su casa. la donación del Paracleto. ["Sócrates de los galos, Platón máximo de
Occidente, nuestro Aristóteles, igual o supe-
111; 1134 rior a cuantos lógicos existieron, conocido
~foere Anselmo de Laon. Eloísa se refugia Alrededor de este año termina la narración como el primero .en el mundo de la cultu-
~ Pala.is.. donde nace Astrolabio. de la Historia calamitatum mearum [Histo- ra . . _,,] _
ria de mis calamidades]. Se producirá el El 16 de noviembre Pedro el Venerable
lllS intercambio epistolar con Eloísa, fa redac- hace sepultar el cuerpo de Abelardo en el
raiaon de F nibert. despu és del ,natrimo- ción del H ymnarius [Himnario] y la de los Paracleto, y en la misma tumba tendrán
secrero de .·fbela.rdo con Eloísa. Abe- Pumctus [Lamentaciones]. sepultura los despojos de Eloísa.

113
Es dificil considerar del todo equivocado a relampagueante sucesion de imag~ dra- \1gnam:- re ~ se
E tienne Gilson cuando sostiene que Pedro máticas ( de la q ue la copiosa lectura de a la fonna :nemz..: se :Eo. mi ====•
Abelardo es tal vez más grande por la fas- los "clásicos" ofrece en forma casi constante exageración, que fue el profesa:-
cinación que ejerce su pE>rsonalidad, que por referencia y materia ) - Abelardo cuenta su dioevo." Yolver a tejer su histn!ñ
la originalidad de su especulación filosófi- historia y constituye su imagen de héroe soli- sino reconstruir las etapas atribul:ac!::.:s.
ca. En efecto, ninguna otra figura de pen- tario en lucha con el mundo. Y nada quita formas y los modos en que j ~
sador medieval ha ejercido semejante suges- tampoco, sino que hace tan sólo referencia "espíritu" se fue formando hasta_~,~~~"'"
tión; de ninguna otra se ha adueñado, o a un aspecto inexplorado de esta cautivante en el tiempo a aquel mismo que J._ _
en ninguna otra ha enconh·ado más "ma- sugestión, reconocer cuánto y cómo en do su autor.
teria" la novela o el teah·o. No hay nada forma insensible pero inevitable concurre el
menos fácil, para quien pretenda mantener- hechp de que, de una larga serie de siglos, De Palais a París
se fiel a la historia, que poner dique a la imaginados como siglos en los que sólo
fantasía, comprender en qué consiste real- Cómo aparecieron
vivieron, sin solución de continuidad, santos
mente su grandeza y escribir la vida de Pedro Abelardo sus orígenes, sn ~:-'""_,""
y místicos y ascetas de rostro, más que
Pedro Abelardo. En muchos de estos as- educación, los años y las circ ~
humano, trasfigurado por algún anticipo de
pectos, él mismo ha precedido a todos: la sivas de su formación, nos lo dice a: a:i::=.-
la visión del otro mundo, casi de repente,
zo de la Historia calamítatum. La ¿ __
aureola dramática que envuelve sus muchas en forma insólita e imprevista, en los mis-
desventuras, la aureola en torno a su gloria y la primera juventud aparecen enm •
mos umbrales de su propio siglo, Abelardo
de maestro . y de pensador; ese retrato de -cuando, llagado y sometido, narrandD
descienda en un mundo todo y demasiado
una singular mezcla de pasionalidad y de un amigo y a nosotros sus desventuras. Abe--
humano, al que también la aventura amo-
inteligencia, de agudeza y de audacia, de lardo reflexiona sobre fas experiencias ..=.:
rosa de Eloísa confiere una dimensión nue-
su vida- como una singular convergené:!..
espírtiu de aventura y de fidelidad a una va, tán nueva como lo es la presencia de
vocación. Aún más: el cuadro de un mundo de datos nativos y ambientales, que enci;:-
una mujer al lado dé un pensador medieval,
de santos, de mezquinos y de pecadores rra, precontenido, todo su destino. Su pron-
y en la misma Edad Media, la presencia
ta y firme vocación por la cultura madura
que lo voltea y lo humilla en la carne y en de una mujer en el cerrado jardín de la
el espíritu, y de sí mismo pecador y acu- bajo •el estímulo del padre, pequeño caba-
cultura.
sador implacable del mundo y de sí; el llero de un castillo próximo a Nante s, aman-
Al mismo tiempo, no es quitar nada reco- tísimo de las litterae ( letras); y bajo ese
cuadro de un duelo en el que descuella nocer que la grandeza humana acaso no es
como la voz misma del llamado a la razón estímulo, una suerte de gracia o inclinacicr-
sino una cara de otra grandeza: la filosó- natural que provienen de su estirpe, de su
como vocación y destino del homl_ire. El fica. Comprender a Abelardo es una em- tierra: "tierra. de Bretaña, como confirma
análisis de una personalidad compleja hasta presa que no requiere en forma alguna
aproximarse a la contradicción, cerrada Otón de Frisinga, f értil en inteligencias agu-
que se agigante el personaje en perjuicio das, abiertas a las artes cuanto negadas a
hasta la acritud, incontentable y puntillosa, del filósofo: más allá de todo exceso casi la vida práctica". Sumamente joven, ya
penetrada por una impetuosa fuerza senti- hagiográfico, dirigido a descubrir cierto "hu- ha elegido: "abandoné completamente e_
mental, que conoce todas las experiencias manismo" en la cultura y en la ética de · la campo de Marte, para entregarme a los bra-
y cultiva todas las fantasías, fuente, al celebérrima pareja d e Eloísa y Abelardo, lo zos d e Minerva;'. Advertimos en séguida
mismo tiempo, de necesidades inquietas y que se requiere es quizás lo opuesto - esto sus le cturas de los clásicos: el "campo de
de exigencias constantes de claridad, de dis- es, que se logre unificar a uno en el otro, Marte (Martis curia) es Juvenal; "los bra-
tinción y dotada de una fuerza intelectual al pensador y al personaje, y q ue, antes de
extraordinariamente lúcida: todo esto y mu- zos de Minerva (Minervae gremíum ) es
cualquier representa ción antihistórica de he- Suetonio. Autores clásicos: esto es, paga-
cho más es lo que el mismo Abelardo, his- roico aislamiento, se logre fusionar ese todo nos. Advertimos asimismo también e sto:
toriador de sí mismo, ofrece a la .sugestión uno que fue Pedro Abelardo, con ese todo el primer h orizonte de la inteligencia a guda
de los historiadores a partir de su imagen intrincado y variado que fue su mundo his- de este futuro maestro de lógica y de teo-
humana, del fondo efervescente de esa His- tórico, como si se lo restituyera entero a logía de las Galias, no es ni el de una
toria calamitatum mearum, que sigue sien- esa historia, mucho más amplia que la de schola (escuela ) d e monjes, como sería de
do la única gran autobiografía que haya sus desventuras, a la que no menos que esperarse, ni siquiera el de una schola cual-
podido dejar un filósofo en toda la Edad otros - pero como él, único- Abelardo dio quiera. Desde los comienzos, Abelardo pre-
Media. un timbre y una voz de vigoroso pensamien- senta algo de anómalo, de irregular. Detrás
Se comprende bien por qué de ningún pen- to. Por más que tenga poco sentido habla r de su formación hay un castillo, un padre
sador medieval se han acuñado tantas fór- de "originalidad" para un medieval, que "literato", un quehacer diríamos de autodi-
mulas fulgur¡mtes y felices como de Abe- la rechaza ( "originales" son las auctoritates dacta, alejado también cuando habla de
lardo: ortodoxo rebelde, profesor de lógicá [autoridades], y nunca el magíster [maes- cultura, de la normal dosificación que una
medieval, Sócrates de las Galias y caba- tro] que las lee y coménta ) , no parece po· venerada tradición consignó intacta: de la
. Ilero de la dialéctica. Una personalidad tal, sible la duda a este respecto; inmerso en gramática a la retórica, luego a la lógica,
con una existencia vivida al ritmo de con- un preciso contexto histórico, el pensamien- para llegar al reino de los números, · de las
trastes aun violentos, teñida de fuerte drama- to de Abelardo constituyó una conmoción líneas, a ese p equeño conjunto de nociones
ticidad, tiene necesidad, en cie1to modo, de tan profunda como duradera en la historia de astronomía y de música, y todo eso no
ser compendiada, en toda su grandeza, en de la lógica, en la historia de la moral, en para ser culto, para poder extenderse en las
imágenes rápidas y esenciales como éstas, la historia misma de la teología de. la edad diversas provincias del saber, sino para po-
imágenes que a menudo se repiten en las medieval, provocando en el orden del pen- der concentrar lo que en esa ve loz carrera
escuelas. Por lo tanto, nada se quita a la samiento una mutación de perspectiva, de puede recogerse para entender más devota-
indudable sugestión que ejerce la figura métodos y de inspiraciones que, aun a tra- mente la palabra de Dio¡;. Ahora bien, este
de Abelardo reconocer cuánto y cómo, en vés de caminos tortuosos y sutiles no deja itinerario venerado que, grado a grado liga
diversos tiempos (baste recordar un Pe- -en la conciencia misma de sus contem- las artes en un todo que tiene un único
trarca, atento descubridor y lector de la poráneos- de completarse en otras muta- término final, queda como quebrado, y la
Historia), ha conhibuido justame.nte la pá- ciones que intervienen en la experiencia de tradición es violada mientras que · en la
gina de la Historia calamítatum mearum en la vida de su siglo. "Cuando su muerte cayó schola aparece más penetrada y compacta.
la que -como en un largo lamento y en una en el olvido -suscribió agudamente Paul De este punto en adelante, lo irregular no

114
Abelardo

1, 2. Iniciales miniadas de la Biblia


de Cíteaux. · Dijon, Biblioteca Nacional.

3, 4. Retratos imagÍ!narios de Abelardo.


Grabados del siglo xvrn, París,
Biblioteca Nacional.
se detiene. A partir de aquí, todo ocurre al final del siglo XI, está el renacimiento de cional escolástico vivo, después de tres si-
como si actuara una fume voluntad de de- las ciudades. Esas energías van creando con glos de haber garantizado, desde el tiempo
sadaptarse; esta formación anómala, esta las ciudades una nueva fisonomía de Euro- de Carlomagno, con sus scholae, el mono-
elección fuera de lo acostumbrado y de lo pa, y la ciudad acoge y recoge esas nuevas polio de la iglesia en la cultura. También
establecido, este liberar la inteligencia na- energías, que son mercaderes y artesanos, topográficamente se halla ajena respecto del
tural a sí misma, implican una energía de y que representan todo un mundo nuevo que mundo donde pulsa una nueva vida. Desu-
ruptura que procede impertérrita. Pronto emerge entonces, por primera vez, como pro- bicada fuera y lejos de los centros urbanos
se convierte en escándalo, elección que tra- tagonista de la historia. Un contemporá- donde está fermentando una nueva expe-
sunta arbitrariedad y desafío: la lógica, so- neo de Abelardo enumeró minuciosamente riencia humana, cercada en su soledad que,
lamente la lógica será el arte de Abelardo. las imprevistas causas de su fascinación: como refugio, se t orna cada vez más evi-
"A todas las otras disciplinas de la filoso- "abundan allá las provisiones, allá la pobla- dente, en desafío polémico, la escuela mo-
fía prefería el estudio de la lógica: puedo ción es alegre, allá el clero es respetado, nástica -esta escuela que tan bien fue de-
decir que he dejado las armas de la guerra allá los espíritus se hallan ocupados en la finida como el "fruto maduro de la sociedad
por las armas de la dialéctica, abandonando filosofía", hasta concluir con un rasgo de feudal"- se repliega sobre sí misma, y co-
las batallas por las disputas." Así es como mística sorprendentemente inédita, imprevi- noce por esos años su propio ocaso. Frente
el rostro de caballero del padre, inclinado sible sólo un siglo antes: "en verdad, el Se- a ella es la escuela de la ciudad, la escuela
sobre Ovidio, se trasmuta y se conserva en ñor está en ese lugar", en la ciudad. La de las catedrales, de los clérigos, la que
el hijo: Abelardo ha optado por ser, desde cultura y la escuela reflejan este paisaje centraliza en pocos -precisamente en esos
el principio, como el "caball(:)ro de la dia- más vasto y más intenso, participan en años- la cultura viva. Con la sociedad ur-
léctica", y la bella armonía de las siete forma directa y directamente experimentan bana a la que está unida, y por la cual
artes, ligadas a una escala que asciende esta transformación que serpentea toda la está regida, esta escuela transforma el es-
hasta la Sacra pagina, el orgánico fluir en comarca desde Italia a Borgoña, de la Pro- píritu en crisis de la monástica. Es aquí,
siete formas de una única ansia que gra- venza a Flandes, de Francia a Inglaterra. por cierto, que, gradual pero decididamen-
vita en el alma, yacen interrumpidas y des- 1Hentras el joven Abelardo llega a la pri- te, la escuela se convierte en ntra escuela,
deñadas. mera de las ciudades que ha de conocer, la cultura en otra cultura. Nada simboliza
Esta opción originaria, consumada en el Tours -sobre el camino que lo conducirá mejor esta situación que el problema téc-
claustro de un castillo de Bretaña, se con- a París y al primero de los maestros que nico, que no por casualidad se impone en
vierte bien pronto en experiencia afortu- lo hará "émulo de los peripatéticos", Juan la misma época y en las mismas ciudades
nada : es un pequeño caballero de trece Roscelino-, está en camino de desaparición para las que constituyen las bases mismas
años que se encamina por las calles de Fran- esa generación que había sido la gran pro- de la enseñanza y de la cultura: la cons-
cia, peregrino que va en busca de maes- tagonista de la cultura monástica del siglo trucción de las grandes catedrales urbanas
tros del difícil y agudo arte de la disputa. decimoprimero: Otloh de Saint-Emmeram, -casas de Dios más altas y más amplias,
Aventura, disputa: dos aspectos que lo ca- acaso la más alta voz de una intransigente para una población que crece desmesura-
racterizan para siempre, y lo unen en se- intolerancia contra la cultura profana; Pe- damente y se concenh·a en las ciudades-
guida con un mundo en ebullición. Si el dro Damiani, ese eremita que durante años no puede sustentarse agrandando simple-
paisaje histórico que ambienta en su tras- lucha para poder renunciar al título de mente en forma proporcional el esqueleto
fondo este precoz peregrinar de Abelardo cardenal y se regocija ante el pensamiento suficiente para una pequeña construcción.
es grandioso, no lo es menos el cuadro de de que Montecassino ha repudiado su es- También la cultura urbana exige, exacta-
la cultura, de la escuela que está a punto cuela externa, y se encierra en la única mente como las catedrales en las que vive
de afrontar en este ú ltimo tramo del siglo. escuela de Cristo; Berengario de Tours, so- y en las que se difunde, nuevas "técnicas
Tanto hacia el este como hacia el oeste, el bre quien habían caído los rayos de la con- estáticas". Acude un mundo nuevo, que
paisaje de Europa se extiende como una dena y que, contra la bíblica incandescencia trnnsfonna el fondo social de la cultura y
exhalación que de golpe se hace más vas- del Dios de Pedro Damiani, Señor de la del que es maesh·o el clericus, tan distinto
ta: por todas partes se está en presencia potencia infinita que infinitamente escapa en su misión religiosa del monachus. Justa-
de hechos que relegan al pasado esa suerte a las manas de la racionalidad, ha rei- mente para este último, mientras tanto, re-
de "estado de sitio" en que quedó encerra- vindicado el llamado a la lógica "en toda suenan entonces como invitación a retornar
da, como angustiada, la Europa de los últi- cuestión", como el valor de una cotidiana al limbo de los orígenes, lejos del "mundo"
mos tres siglos. Al este, la primera cruzada, renovación de hombre en su más auténtica y de la ciudad, de Jo "profano" de la cul-
convocada por Urbano II, la conquista de nobleza, la razón que hace que el hombre tura y de la schola, aquellas grandes pa-
Jerusalén de 1909. Al oeste, la conquista de sea a imagen de Dios; Lanfranco de Pavía, labras de san Jerónimo que enseñan que la
Toledo de 1085, desde donde irradiará pa- que en el monasterio benedictino de Bec misión del monje no es enseñar sino llorar
ra la nueva Europa la acción fecundadora ha sido maestro de Anselmo de Aosta, ("monachi officium non est docere sed lu-
de cultura de los traductores árabe-latinos. de sensato equilibrio por el que -al con- gere"); es el clericus que, en la catedral,
Por encima de todo, la gigantesca sombra trario de esos dialécticos temerarios hasta "lee" bajo el estímulo de una curiosidad
de Gregario VII, papa Ildebrando, que de- la herejía, que discuten sobre el objeto al nueva, frente a frescas energías · con fre-
saparece en 1085: una iglesia que se libera que debe creerse como si pudiera también cuencia desordenadas y agresivas que tien-
del abrazo mo1tal con el mundo feudal, pa- no ser- la dialéctica, la razón se replantea den --como un mundo que emerge de una
ra regenerarse y rechazar esos elementos en un orden que comienza por la fe e in- secular virginidad- a participar ahora en
feudales que no la protegen sino que la so- hibe la desolación de la duda. De ese mun- patrimonios inexplorados, a darse cuenta de
focan . Por t-odas partes los signos de aque- do de benedictinos santos y doctos, de ese enos, como de la naturaleza y de sí mis-
llo que Marc Bloch nos ha enseñado a con- monaquismo que durante siglos fue prota- mos, y a proceder saliendo de la celda de
siderar como el camino de la segunda "edad gonista de una cultura distribuida entre "el las tradiciones descontadas, al margen de
feudal": una aceleración y un nuevo punto deseo de Dios y el amor por las letras", una pasiva, mutua e inerte subalternación.
de partida en el arte y en la economía, en sólo sobrevivía Anselmo de Aosta: un gigan- Aquello que con cierto énfasis fue definido
la política y en la vida religiosa. Como eri te, pero el último de una cultura -la cul- como el "renacimiento" del .siglo xn tiene
el centro de nuevas energías -demográ~ tura, la escuela monástica- que no vol- su origen en gran parte aquí, en este sutil
ficas, económicas- que se liberan con in-' verá a conocer esplendores. Digamos sin anhelo de "darse cuenta''.; en esta obstinada
sospechada potencia, con ri_tmo acelerado más: que desapare<:e como centro institu- voluntad de claridad, que es una y la mis-

116
Abelardo

ma cosa con una voluntad de vida nueva, se consagr6 desde el comienzo, lo que para mismo y de golpe se ha proclamado maes-
consciente y partícipe. Todo esto no puede siempre lo convertirá en el fil6sofo de la tro. Son, sin embargo, en su conjunto, un
decirse que sea, sin más, el despertar de nueva ciudad del siglo XII. desafío a: la ciudad para la conquista de
la "raz6n" -no de una raz6n que tienda a un nuevo magisterio, y la proclamaci6n de
demoler lo que le repugna, lo que le re- "Roma te envía tus alumnos ..." una nueva l6gica que inicia el combate con-
sulta extraño-; es por sobre todo el desper- tra la 16gica antigua. Enfermo, desterrado
Desde los principios del siglo hasta aproxi-
tar de una humanidad que encuentra tam- en su país natal, vive aquí las escaramu-
madamente el año .1118 pasan quince años
bién en la raz6n un medio, tal vez no siem- zas de un suceso que se transformará en
decisivos. Desde ·su · escolaridad bajo Gui-
pre el medio, para alcanzar una participa- triunfo cuando, poco después de ll08,
Ilermo de Champeaux hasta el amor por
ci6n plena en la vida: incluso en la vida puede regresar a París. "Fue entonces cuan-
Eloísa, hasta h catástrofe: "vulnus tam men-
de la cultura. Así es como esta cultura, en do, en medio de tantas disputas, obligué a
tis quam .corporis" ( "herida tanto el espí-
la schola de la catedral, de la ciudad, pa- Guillermo, medfante poderosos argumentos,
ritu como el cuerpo") . Si el destino de
rece también dilatarse, invadir con el gusto a modificar, mas aún a abandonar por com-
Abelardo se cumple en esos años, en esos
por la especializaci6n campos rápidamente .pleto s u antigua sententia sobre los univer-
años se cumple también el destino de una
transitados en el pasado, y mantenerse ol- sales." El aula de Guillermó comienza a
ciencia: la 16gica cumple entonces con Abe-
vidada del venerable orden ascensional de despoblarse; Abelardo ha conquistado Pa-
lardo la primera de sus revoluciones.
las artes. De manera que si aquí es la re- rís. Como en un relámpago, la nueva ciu-
Los acontecimientos se suceden; ·se entre-
t6rica la que triunfa, en otras partes es la dad tiene un nuevo maestro: maesh·o· de una
lazan con precipitaci6n. Abelardo es un
dialéctica, y la fama de Montpellier y de l6gica nueva. El duelo, vencido Guiller-
alumno ind6cil de Guillermo. Tiene veinte
Bolonia suena a un tiempo como eman- mo, se transforma bien pronto en caza.
años, de los cuales han transcurrido seis en
cipaci6n y culto exclusivo de disciplinas El antiguo maestro consigue hacer echar
una schola -Tours, Loches- , en la que acer-
- medicina, derecho- que para el canon de a Abelardo de la catedral y se reinstala en
ca de los puntos más delicados, acerca del
las siete artes consignado por Alcuino para ella nuevamente; Abelardo retorna a Me-
modo global de entender la 16gica, y sobre
la schola de los tres siglos pasados, resulta- lun, después se traslada con la schbla a
el método de lecturp. de los auctores (Ari·s-
ban extrañas e ignoradas. Y así la escuela se Santa Genoveva "fuera de los muros pari-
t6teles, Porfirio; Boecio) : su maestro Ros-
va atando al maestro de fama; en el maestro sienses, como para cerrar el asedio contra
celino se revel6 como 'un innovador pres-
se personifican una u otra de las disciplinas quien había usurpado rni puesto".
tigiL>SO: Ot6n de Frisinga insistirá - "primus
y el maestro se esfuerza por transitar toda la En el trasfondo de ese duelo, de ·esa caza,
nostris temporíbus in logica sententiam vo-
lista ordenada de las artes. Sobre un auc- cmn instituit" ( "fue el primero de nuestra circula una animaci6n imprevista entre los
tor, en particular, se detiene en la lectio, época que estableci6 en la 16gica el sentido alumnos: otros caballeros en duelo entre sí,
al punto de que no es ya la schola la que, alumnos de Abelardo, alumnos de Guiller-
de las palabras")-; ¿y no es un san Agus-
con sus planes de tiempos y de aitctores re- mo r-e nuevan y desatan en nuevos . regueros,
tín quien dice que la dialéctica es la cien-
conocidos durante siglos, rige el trabajo del cia del correcto discutir? El ímpetu de Abe- en estallidos continuos una disputa que no
maestro, sino que es éste el que rige a lardo arrastra todo esto consigo. Se le- es un juego. Detrás del tecnicismo de esas
aquélla y la personifica. vanta para desafiar a Guillermo, repite sus batallas - un tecnicismo que nosotros, co-
Con el trasfondo de este fermento de la desafíos al maestro, y en estos duelos cuyo mo modernos que somos, saborearnos tan
schqla, entre eclipses de las instituciones campo es la schola, obtiene la victoria muy poco- se mueve un mundo, se agita un in-
monásticas y albores de triunfo ele las scho- a menudo. Sabemos de qu€ victorias se terés del que tratamos siempre de captar
lae ciudadanas, la juvenil peregrinaci6n de trata: reducir al adversario a la contradic- tanto la profundidad como sus raíces. Este
_.\.belardo adquiere todo su sentido. De for- ci6n -consigo mismo, con el auctor. Pero ardor en e l que Abelardo parece no ver
maci6n irregular, Abelardo ha elegido en el sentimos también que es todo el orden, el más que el relucir de su gloria y su fama
castillo de Palais que lo ha visto nacer, que, una vez más, resulta subvertido; un -e insinuarse muy pronto, orgullo y sober-
;ustamente lo que está naciendo y agitán- alumno se emancipa del maestro y discute bia, fieles compañeras _de la lujuria que lo
do$e en las escuelas ele Tours y ele París: sus sententiae. Disputa en la schola donde perderá en los brazos de Eloísa-, este ardor
la obstinaci6n casi exclusivista ele una dis- el ordo legendi ( orden de la lectura ) ex- marcha bien más allá de Abelardo; en ri-
ciplina, el gusto por abarcar plenamente su cluye la disputa; escuela de dialéctica, la gor, va hasta hasta más allá de la 16gica.
dominio con una renovada curiosidad que dialéctica invade la escuela. Claro que en Pero ha partido, por cierto, de él, y se se-
deja al margen las artes hermanas, la aven- esa impetuosa ruptura de un orden, otro para ele su ciencia. Ese disputar encarni-
tura de un maestro que emerge y que orden está buscando confusamente su ca- zado, que adquiri6 después tanta difusi6n,
brinda sus lecturas a alumnos de agresivi- mino: ¿no estriba en esto la "originalidad" no es sino advertencia del hecho de que,
dad imprevista, de curiosidad sutil. Arma- de Abelardo? Este alumno indócil se ha- del desorden o con el desorden que ha
do caballero, peregrino de las scholae nue- lla en los o.r ígenes mismos de un orden provocado este "irregular" emergen puras
•-as, Abelardo será pronto él mismo uno de nuevo. Pero, aun tan confusamente em- líneas precisas, instituciones nuevas, sen-
esos insoportables discípulos de las scho- prendido, este nuevo orden no es otra cosa tentiae victoriosas de una nueva y ordenada
ae ciudadanas. El nuevo siglo le abre de que una aventura que sorprende por su organizaci6n de la 16gica. Aun más: del
par en par a Abelardo las puertas de la ciu- audacia. Consagrad.o caballero por propia trasfondo de este nuevo ordenamiento
dad de París; la catedral, su escuela; ' Gui- decisi6n, también por propia decisi6n se del arte transuntan actitudes y · motivacio-
I:'.ermo de Champeaux, "maestro célebre a proclama maestro. Con uno de estos ges- nes, sugestiones y perspectivas inmediata-
saz6n", toda su ciencia. Las desventuras tos que siempre dejan perplejos, Abelardo mente vividas como claridad de sí mismo,
!as contrariedades, las luchas que sostiene abandona la escuela que no ha alcanzado a claridad brindada a un mundo humano nue-
- !as glorias que conquista, su grandeza de ver más que sus primeras pruebas. Perse- vo en camino: el que hace centro ahora,
personaje al tiempo que su indudable ori- guido por las intrigas de Guillermo, se re- también, y justamente en el hombre, que
cinalidad de pensador, todo esto se recorta fugia en el castillo de Melun, donde reside parece exorcizar con una renovada y activa
en esta crucial experiencia ciudadana. Dis- la corte del rey de Francia; luego se tras- fe la antigua desconfianza del dicho male-
dpulo de dos scholae catedrales, bajo maes- lada al castillo de Corbeil, y aquí abre sus dictus horno qiti in homine spem suam po-
sobresalientes empeñados en la dfaléc- schnlae. Sus lecciones, audaces, irritantes, suit (maldito el hombre q ue pone su espe-
- Ro,relino y Guillermo-, P edro Abe- agresivas, ab·aen quizás también por la des- ranza en el hombre) . Su insistencia sobre
h:&:uá ju.."1:amente en el arte al que preocupaci6n con que este alumno, por sí el individuo, sobre lo indi,idual, sobre lo
Abelardo✓- ••

individuado como una realidad que nada · dad totalmente nuestra, total dominio del 1, 2. Esculturas del siglo xn.
en absoluto tiene de sombrío, como un hombre, como es Dios el total dominio de Cluny, museo (Perugi).
mundo entero, inexplorado, de energías mó- la naturaleza y del hombre. Es como un
viles; su peculiar necesidad de participa- llamado, y no es sólo París el que responde. 3. Ruinas de la antigua abadía de Cluny
ción consciente en todo lo que, de algún Por momentos, es Europa toda. Los cronis- (Perugi).
modo, es "dato" -naturaleza o tradición, tas se afanan, los santos execran, los doctos
ley o palabra de Dios-; su intento de lle- anotan: "hombres de letras confluyen de
var a escala humana los valores más altos, toda la latinidad a su escuela" ( Chronicon
como para revivirlos con una plenitud de Mauriniacense ); "futuros cardenales y cor-
convencimiento que pueda brotar con sólo tesanos son sus discípulos" ( san Bernardo) .
argumentarlos, con motivarlos con plena Algunos hacen las cuentas; otros registran
claridad dentro de nosotros, entre nosotros. los nombres: tal vez en algún momento eran
En una palabra, su tendencia a insertar cinco mil quienes. le escuchaban, y entre
todo lo que es reconocible como efectiva éstos unos veinte fueron después cardena-
obra humana, como cosa igualmente digna, les, cincuenta obispos y arzobispos, uno fue
entre la "obra de Dios" y la "obra de la na- papa -Celestino II-, otro no fue más que
turaleza". En su seca y árida tecnicidad, las él mismo -Arnaldo de Brescia. Pero será
sentencias de la lógica son lo que son ( y el dulce amigo Folco, prior de Deuil, quien
aun hoy, pa.ra los alumnos de nuestros li- habrá de recordar con los acentos más
ceos, la ".cuestión de los universales", ¿no exaltados esta gloria y esta fama difundida
sigue siendo • el capítulo más aburrido y por Europa entera, del nombre de Abelar-
recha7.imte de toda la historia del pensa- do, del filósofo de Palais (Peripateticus pa-
miento?). Mas, a través de lentas media- l.atínus) : "Roma te enviaba a ti sus alum-
ci0nes, justamente ese armazón técnico plan- nos para que los instruyeras; maestra un
tea temas que se corresponden con un tiempo de todas las leyes, Roma reputaba
tiempo al que el historiador continúa mi- tu sabiduría superior a la de ella misma.
rando como a uno de los más juvenilmente Ni las distáncias, ni la altura de los montes,
frescos y ávidos de vida de toda la Edad ni la ilimitada vastedad de los valles, ni
Media. No es, por tanto, una casualidad los peligros de las calles y de los bribones
que el caballero de la dialéctica se halle impedían a los discípulos acudir a .ti. Los
de aquí en adelante siempre seguido de una jóvenes de Inglaterra no temían ni el mar
corte completamente adicta, como de un ni las tempestades, y sólo de oír tu nombre
pequeño ejército propio de caballeros siem- estaban prestos a despreciar cualquier pe-
pre fieles. Palais y el castillo son ya un ligro con tal de llegar a ti. ·La lejana Bri-
mundo lejano y, como si vinieran a señalar tannia te enviaba a sus rústicos hijos; los
nuevas distancias, el padre Berengario an- hijos de Anjou plegaban su ferocidad na·
tes y la madre Lucía después, entran en la tiva ante tus enseñanzas; el Poitu y la Gas·
penumbra de la vida monástica. La scho- cuña, España y Normandía, Flandes, Ale·
l.a permanece, permanecen los alumnos, se mania y Suabia elogiaban y exaltaban tu
suceden las lecciones impetuosas y tenaces genio. Parisienses, franceses próximos y le·
sobre Aristóteles, Porfirio, Boecio. Afortu- janos de París, querían ser instruidos por
nadamente cr-e ada de la nada para dar una ti como si no eidstieran otros maestros.
voz a todo un mundo todavía mudo, puede Fascinados por la lucidez de tu ingenio,
desplazarse, emigrar, a ratos también ca- por la suavidad de tu verbo, por la facun-
llar esa escuela suya: se ha estrechado un dia de tu discurso, por la sutil profundidad
vínculo que no se puede romper. Glosas, de tu ciencia, te consideraban como la más
comentarios, lecciones nacen de un comer- límpida fuente de la misma filosofía."
cio simpatético con estos alumnos que lo
circundan: los escritos que nos ha dejado "Lectio" y "quaestio"
Abelardo conservan los rastros de todo esto ["Lección" y "discusión"]
- una serie de glosas a Porfirio tienen un Entremos en esa escuela, leamos esos libros.
incipit (comienzo) que parece una dedica- En cuanto. a estos últimos, restringiéndonos
toria: "N ostrorum petiioni sociorum . . . vo- al campo de la lógica, cabe decir que no
tis eorum exponimus" ("A pedido de nues- s
hace mucho tiempo que los conocemos:
tros compañeros . . . lo exponemos según algunos hace treinta años, otros poco más
ellos lo querían) . Pero no es solamente el de diez. ¿Es exagerado decir que Abelardo
tributo a la audacia del maestro lo que es aún más famoso que conocido como ló-
confiere alma a la escuela. Se advierte que gico? Bastará decir qu~tl medievalista es
sobre todo eso, del ·mismo modo que una aquí ·bastante más afo~Lunado como para
misma nota llevada a diferentes alturas, confiar todavía en el descubrimiento de un
transcurre una especie de postulado progra- códice que ofrezca la viva voz magíster Pe-
ma que confiere voz a ciertas ' urgencias de trus. En el ínterin se da maña para clasi-
ese mundo ciudadano: toda la fuerza de lo ficar, datar, descubrir relaciones entre tex-
que afirmamos está en la fuerza de los ar- tos muy difíciles, y todos importantes, que
gumentos con que convencemos. El dis- se vinculan entre sí, que vuelven a dife-
curso, cualquier discurso, es por principio rentes niveles y con soluciones más sutiles
- y debe ser de hecho- construcción, con- sobre los mismos problemas, sobre los mis-
;.iccióc nuestra creada para nosotros, reali- mos pasajes de un mismo auctor. "Este

119
1
l. Vista actual de la abadía de Citeaux
(Perugi).

2. lnicial miniada d la Biblia de CUeaux


Di¡on, Biblioteca Nacional.

En las págs. 122-123.


Vista de la actual Nótre-Dame
de París,
cuya reconstrucción
se inició en 1163 (Malvisi).

2 . París en l,a época de Luis VII,


rey de Francia.
Del Atlas des anciens plans de París.
París, 1880. París, Biblioteca Nacional.

8 . Llegada de Abelardo a París.


Litografía del siglo XIX.
París, Biblioteca Nacional.

2
Abelardo

profesor en boga -escribió Paul Vignaux- glosas emerge ya como un personaje en apartar de nosotros, a enfrentarlo precisa-
es un hombre atormentado. Publica lec- busca de autor, un hilo preciso que en- mente porque es tan nuesh·o. Nosotros,
ciones que no' cesa de reelaborar, retoma vuelve el objeto y la naturaleza y los con- justamente, a diferencia del otro y de los
muchas veces su lógica . . . No se conoce fines de la lógica; que ésta no es otra cosa otros mundos, somos del principio al fin los
en forma segura la fecha de todas sus obras; que ciencia, algo más que el discurso; y, productores y los usuarios activos, artesanos
demasiado largo sería seguir la evolución se entiende, de ese discurso que suscita re- · y comerciantes: y todo lo que decimos del
doctrinaria que en ellas se manifiesta:' Lo flexión a . todo ser racional, no del q ue es mundo real, a nosotros mismos y a los de-
que ante todo llama la atención a quien plegaria, u orden u otra cosa; que esta cien- más, lo decimos con éste, mediante éste y
intenta confrontar estos escritos abelardia- cia -scientia sermocinalís- se refiere al dis- a través de éste, nuestro mundo, y sus leyes.
nos de lógica con los escritos aún no muy curso que versa sobre las cosas, y por lo Y este hilo que se convierte en tr·ama de
lejanos, destinados todos a glosar a los gran- tanto, en primera instancia, no se refiere las "grandes lógicas" sucesivas a las glosas
des auctores de la dialéctica, es que aquí a las cosas; que esta ciencia abstrae, por literales -el Ingredientibus nobis, la Nos-
la sistematización lógica se organiza sobre eso, de la pretensión de que el orden real trorum petitioni sociorum-, se convierte,
una especie de corpus de doctrinas, cohe- dado a los sentidos o a la razón esté reve- por así decir, en bosquejo sistemático en
rente en sí mismo, autónomo, profundi- lado o reflejado por el discurso; y que por la obra maestra de la genialidad lógica
zado en sus nexos, en sus principios, sin consiguiente su cometido es modesto y esen- de Abelardo: la Dialéctica, que irá labo-
referencia alguna a la teología. "Trata pro- cial: analizar las formas del discurso desde rando y reelaborando durante trece años,
blemas -escribe Mario Dal Pra- que otros sus primeros elementos a las más comple- entre 1125 y 1138. Pero, hilo o trama o
habían afrontado; pero los trata con un ri- jas constr:ucciones demostrativas, y no an- bosquejo, todo esto se liga y se anuda
gor metódico particular, con una precisa ticipar ni seguir una visión de la realidad, continuamente -con complejidad sin du-
intención sistemática, con vigor especula- del mundo o de la naturaleza, de las Ideas da creciente- a una· fase fijada ne va-
tivo desacostumbrado, de manera que sólo o de Dios. Estamos en los primeros "pa- ríetur [para que no cambie] -por la historia
con su obra ·la lógica medieval se confi- sos", pero lo esei1cial ha sido ya acometido: y por la tradición,- consignada así como tér-
gura como ciencia unitaria y orgánica. Ba- bien lo sabe Abelardo, que se expresa casi mino exclusivo del horizonte de la lógica sin
jo esos aspectos puede afirmarse precisa- como un auctor: "mea sententia est quod..." más, también a Abelardo, en siete textos
mente que después de Boecio, Abelardo es ("mi opinión es que ... "). Llamémosla canónicos: la Jsagoge de Porfirio, las Cate-
el primer filósofo de la edad medieval." como la llamaban ellos, sententia vocum, y goriae y el De interpretatione de Aristóteles,
En este corpus orgánico, brindado a nues- habremos dicho lo que también para ellos el . De syllogismo categorico, el De syllogis-
tra atención como tina especie de gran era esencial : no sólo -que, como gramática mo hypothetico, el De differentiis topicis y
"capítulo primero" del largo libro escrito o retórica, también la dialéctica es una de el De dívisione, todos de Severino Boecio.
en los siglos de la lógica del Occidente, no las ciencias· sermocinales, o sea una de las Sobre estos textos había trabajado Juan
ha sido posible descubrir documento algu- artes relativas al discurso, sino también y Roscelino, y también Guillermo de Cham-
no de la primera fase de la actividad de sobre todo (menos obviamente) que la dia- peaux; los últimos, con Abelardo, en tan
Abelardo como maestro de dialéctica, hasta léctica es la doctrina del discurso "cientí- estr·echa perspectiva del Organon de Aris-
aproximadamente el año 1118. Se trata de ficc>'' en ef sentido preciso de que ella con- tóteles, que comenzará a circular entero,
un conjunto de glosas, bastante numeroso, tiene las reglas que hacen que fo, ciencia en sus seis libros, por las scholae de Eu-
a Aristóteles, a Porfirio y a Boecio; glosas sea ciencia, y tiene como objeto determi- ropa casi al día siguiente de la muerte de
al De interpretatione ( el segundo libro del nado los esquemas de formación y transfor- Abelardo. Fijemos el tipo, la atmósfera de
Organon de Aristóteles) , glosas al · De Di- mación de proposiciones en otras proposi- trabajo que circunda, sin separarse nunca,
vísione, de Boecio, y glosas a Porfirio, a las ciones, las estructuras del discurso en cuanto esas columnas septenarias de la lógica, sin
Categoriae (primer libro del Organon) . discurso: de manera que no concierne a los gritar demasiado al escándalo de una es-
Aquí nos encontramos frente a precisas in-· modos como los hombres piensan de hecho cuela "detenida en Aristóteles" (¿y no fija-
terpretaciones de magíster Petrus, en forma más de cuanto -diríamos nosotros- el álge- mos nuestros estudios liceales sobre los au-
de breves aclaraciones esenciales de lo que bra concierne a los modos en que de hecho tores, Dante o Newton, y sobre las institu-
la littera de los grandes textos de los auc- los hombres miden y calculan, y al modo en ciones básicas de la cultura?)
tores puede significar efectivamente, y a que es o no es la realidad, más de cuanto le Los monjes, escribe J. Leclercq, "amaban
la cual el maestro se mantiene denodada- conciernan las reglas del bridge. La propo- los escritos en que se trataba de hechos,
mente más que fiel, adherido. Abelardo, sición "todo caballo es cuadrúpedo" es una de experiencias más que de ideas", y que
desde el punto de vista lógico, parece como proposición universal, y lo es -por sí mis- "en vez de ser la enseñanza de un maestro
esperarse a sí mismo. En vano buscaremos ma- cualquiera sea la opinión acerca de la a un público universal y anónimo están
una más amplia o una más personal "ela- existencia o no de una "caballidad" -de un dirigidas a un destinatario preciso, a un pú-
boración". Estamos lejos, pues, de esa or- real caballo universal- puesta en el cielo o blico determinado". Ad hominem aquella
ganización de doctrina que seguramente nos a comienzo del mundo de los caballos. Como schola y aquel discurso; ad homines, ésta.
ofrecerán otras obras posteriores, aun cuan- proposición, "todo caballo es cuadrúpedo" Esto es: ninguna edificación. Clericus, des-
do éstas partan del texto y de la littera del no refleja ninguna "caballidad", ninguna pués aéaso "canónigo" de Nótre Dame,
auctor, pero restringiendo en seguida un idea real de caballo y no es como tal un Abelardo tiende a aclarar a demostrar más
problema que compromete en forma directa caballo universal para hacer universal, por que a mostrar: y por lo tanto su lectio (su
y que expone casi en primera persona al gracia propia, la proposición cuanto lo es, leer y comentar el "texto") es ante todo
maestro. También la lógica de Abelardo en cambio, esa palabrita "toda" que no re- glosa, o sea (lo· recuerda Conrado de Hir-
nace así, intentada, no proyectada. Sin em- fleja nada, pero que impide considerar co- sau) "procedimiento que consiste en acla-
bargo -de lo que debemos hablar- lo que mo falsa la misma proposición, aunque rar una palabra mediante otra palabra".
se va delineando es un proyecto, _y en éste ocurra que. corte una pata a un caballo ";Los monjes -prosigµe J. Ledercq- son
justamente debemos_ pensar que -ya entre- cualquiera. · Aqú-í, en .una· palabra, es e7 hombres para lo~ cuales el silencio es una
·isto- apuntará desde el principio el in~ discurso el que e~erge como un mundo que, de las principales obligaciones. Han madu-
terés atento de la juventud de Melun o de como el que nosotros no hemos hecho -de rado en la escuela del silencio: silentium
Corbeil. o de Santa Genoveva, no ménos los cielos y de la tierra- tiene sus leyes ob- loquendi magister [ el silencio es el maest-n
. que el .interés siempre malévolo de los "co- jetivas, analizables, y formas y modos y del hablar] y están destinados a f; orecerl"
egas" de Pedro Abelardo. Pues de esas fines, y de este mundo que resistin1os a su "literatura del silencio" perte, ce al cs.-

121
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l:Lv escrito mucho más que al estilo oraL miga. Sólo entonces el duelo esta cerrado, dado ser dm-..s: de mane::z q.;e_ -
E sto es: ningun diálogo. Dialéctico, maes- la questio se ha resuelto. El a ula de la para el racista en coalquier áng¡LO c:e :.._ re.2-
tro de la schola ciudadana, Abelardo, si no
lo ha introducido, lo ha elevado a sistema
schola abelardiana no está ocupada pues por
la monástica solitaria meditatio, cerrada en
lidad está esa =cosa real" que es el. ~=-
negro", el racista p uede establecer en ~ -
y a la ley de la schola el diálogo: ese inter- la altura del silencio interior: es la disputa, da, sin conocerlo, cuál es la esencia. el
cambio de puntos de vista entre maestros la que la ocupa toda entera, la constituye co- rácter, el rasgo definitorio de un incm
y alumnos, ese alternarse de preguntas y mo tal. Con Abelardo, y después de Abe- que tiene la piel oscura . Parece pues que
respuestas . En su escuela se habla mucho, lardo siempre, el aula es y permanece un importante para Abelardo, la cosa no nos
se "disputa"; y el trabajo es esencialmente sonoro campo de batalla entre los argumen- resulta tan exh·aña. Pero aquí Abelanfo 5,:_;;
oral, alguien ha dicho ( y tal vez ha dicho ta de las sententiae. bre esta quaestio ha anudado los hilos de
bien) "en gran parte improvisado". Se lecciones de Roscelino, de las disputas COEl
escribe después de haber hablado, se anota La filosofía de la ciudad Guillermo y sobre todo el hilo que ha sdo
lo que se ha dicho, exactamente al contrario históricamente más importante para la
La lógica Ingredientibus nobis discute, en-
de lo que se hace en el monasterio, donde gica medieval, y culturamente, el moment=
tre otras cosas, el problema lógico de los
"se escribe porque no se habla, y se escribe máximo de su edad.
universales. ¿De qué se h·ata? En rigor,
para no hablar para nada". En rigor, en El realista - para quien géneros y espeae
debe decirse que se trata de varias cosas.
esta sonoridad ciudadana de la schola, el son esencias reales- es Guillermo : pera,
Técnicamente es una serie de dudas y de
diálogo es de muchas voces: maestro y bien o mal, realista es toda la tradición de
preguntas planteadas en el texto de la In-
alumnos; pero también maestro y autores, la lógica que tiene a sus espaldas Abelardo.
traducción que Porfirio · redactó para los
maestro y otros maestros. Siempre, de todos por lo menos hasta su primer maestro Rosee--
principiantes de lógica, interesados en la
modos, un discurso y siempre un discurso lino. ¿Está equivocada o está en lo cierr
lectura de las Categorías de Aristóteles; y
que es público, y tiene o asume por eso un esta tradición? Pregunta inquietante, pero
Abelardo encuentra ya · confeccionada la
ritmo tan lejano del proceder discontinuo, que no inquieta en absoluto al maestro, bas-
quaestio en la traducción - con el comenta-
como por ondas, del monólogo interior, y tante audaz como para considerar todo ::O
rio- de Severino Boecio, mientras Porfirio
desciende por completo, fuera de la oscura que nos es dado - y por Jo tanto la tradicion
se pregunta si géneros y especies ("animal",
sugestividad del monólogo, en forma obje- misma- como una materia ofrecida a nues-
"l10mbre", estos términos que nosotros pre-
tiva, comunicable, en la forma de la exte- tro trabajo de juicio y de consumo. D ato y
dicamos de este gato o de ese vigllante)
rioridad: la lectio tiene, pues -antes bien, materia, la tradición no es unívoca: lejos
además de esencias reales, que constituyen
es- üna técnica objetiva. En ella: el maes- de apartarnos de los problemas, de subrogar-
propiamente la realidad esencial de este ga-
tro organiza el texto del auctor -Aristóteles nos como seres pensantes, de ser ese todo
to o de ese vigilante, o si de semejantes
o Porfirio o Boecio- según la dosis exacta en presencia del cual no resultamos sino os-
esencias -la "gatitad", la "vigilancia"- no
de las glosas que lo aclaran, y cuyos pun- curos seguidores, es precisamente la tradi-
tiene sentido hablar como de verdaderas rea-
t os ·s e persiguen y se unen como una fili- ción la que suscita los problemas ante nues-
lidades, y géneros y especies no restan más
grana de un comentario esencial, de un tra mirada atenta: los autores, las autorida-
que lo que son: palabras, términos y nada
expositio del auctor del que emergen dudas des en lógica, Aristóteles, Porfirio, Boecio,
más. No sonriamos demasiado. Porfirio se
y problemas - dubitaciones, qiiaestiones- y no hablan de los géneros y de las especies
ha negado a resolver la cuestión y Boecio
d isputas - disputaciones- en fin. · Lect-io, (animal, hombre, hebreo) tan sólo come
la ha confirmado : es una cuestión delicada
exposítio: quaestio. Esta última es el alma palabras, como voces: sino también como
y difícil, "secreta et perutilis" ["misteriosa y
verdadera de la lectura esclarecedora dé los cosas, como res. Y res universales, justa-
muy útil"]. Abelardo, que quiere resolverla
auctores, este batirse del maestro en pro- mente porque_ esa cosa real que sería el
él también, insiste en sostener que es real-
cura de un entendirniento auténtico, cohe- Hombre, la predicó de todos los hombres
mente importante, entre las más importantes
rente y unitario de la verdad que los auctores individuos, no de uno solo o solamente de
de la lógica, a tal punto que justamente so-·
contienen en sus densas páginas. Duda, pro- alguno; y esa cosa real que seria el H ebreo.
bre ella el choque y la disputa y el h-iunfo
blema señalado por el texto o por el maes- análogamente se predica de todos los he-
frente a Guillermo han resultado decisivos.
tro a partir del texto, l~ quaestío es, ante breos, como su verdadera e íntima esencia.
Y no está demás recordar que, bien o mal,
todo una contradicción aclarada, una disso-
tam bién nosotros tropezamos de algún modo Guillermo es definitivo; lo que predicamos
nantia: " ... aliqua diversa dicta ex disso-
con ella. "Hebreo", "meridional", "negro", de los individuos cuando los incluimos en
nantia, quam habere videntur, quaestíbnem
como "italiano" o "ewopeo" son géneros, es- géneros y especies- universales- no es una
contralientia." [" ... algunas expresiones di-
pecie. Y si e-1 nacionalismo y el racismo y pura y simple palabra, una mera emisión de
versas que originan la discusión debido a la
otros congéneros mórbidos no se curan -des- sonido: es una verdadera realidad. Técnica-
disonancia que parecen presentar."] Entre
graciadamente- resolviendo la cuestión de mente, fa función de predicación es cumpli-
tesis contrarias, ¿cuál elegir y cómo? Ba-
los universales, lógicamente hablando, son y da por cosas, y compete a cosas o res uni-
tallas de palabras -pugnae verborum, como
suponen una solución justamente de ese pro- versales (la Hebraicidad, la Negridad) pero
despreciativamente con San Pablo las lla-
blema. Puesto que "hebreo" o "negro" para en modo alguno a simples emisiones d e so-
ma San Bernardo- las quaestiones ni si-
el racista, como "italiano" para el patriota, o nido, como son las palabras o voces. Todo
quiera nacen sin argumenta: son lo opuesto,
como "meridional" para cierta gente, no se
el duelo entre los argumentos a favor de consiste, pues, en decidir si este es realmenty
limitan a ser puros y simples nombres, sino
una tesis y los argumentos a favor de la el entendimiento de los auctores, o si, por el
que constituyen justamente una suerte de
opuesta. No basta que se enumeren, que se contrario, y no obstante todo, global y co-
realidad: para destruir, para despreciar o
exalten, que se aumenten los argumentos a para exaltar, como quiera que sea una ver- herentemente entendidos, los auctores sos-
favor. Dirimir la cuestión, disolver .Ja duda- dadera realidad de la que participarían y en tienen justamente que la función de predi-
y el contraste de que nace, y, sólidamente, la que en definitiva se resolverían como in- cabilidad es sólo de las voces universales, y
establecer con acento triunfante la sen- - dividuos todos esos individuos, y de la que que los universales -géneros y especie- no
tencia, implica que algo_ tiene que morir: procedería sin salida todo su . mal ( o su son nada más ni nada diverso que emisiones
justamente los argumentos que sostienen la bien). De manera que aqtú, el "ser-negro" de sonido; de manera que, como no tiene
tesis contraria la que debe rendirse, despro- o cualquier otra cosa, sería una realidad, da- sentido alguno hablar de cosas universales
vista de armas, ante la verdad ·victoriosa- da en común a todos los individuos de una ( de la ltalianidad o de la Hebreidad), no lo
mente argumentada én el duelo por la ene- clase, quiéranlo o no, como a las piedras es tiene tampoco hablar de universales que,

124
Abelardo

1. Abelnrdo y Eloísa. Estampa


del siglo xvm. París; Biblioteca Nacional.

2. Capitel cqn In representación


de Abelardo y Eloísa. París, Conserjería,
Sala de lns Gentes de Armas
(Archivos fotográficos).
En las páginas centrales:
Restos de In antigua abadía de Cluny
(Perugi).
v1enda. Bien pronto lo fuimos por
corazon. Con el pretexto del esrudio, so
pensábamos en nuestro amor. y lo, cuidas
dos escolares nos ofrecían esa soledad ~
propicia a los amantes. Abríamos los libros,
pero eran palabras de amor las que asoma-
ban a nuestros labios: eran más bien besos
que palabras. Mis manos más se deslizaban
a las caricias que a los libros; y mis ojos
más leían el amor en los suyos, que las pala-
bras en los textos. A veces, para no despertar
sospechas, yo la golpeaba: pero era la ter-
nura, el apego inexpresable de mi amor , I
que me empujaba a tanto. En una palabra,
nuestro amor conoció todos los grados, co-
noció todos los pacrichos de la pasión." Dic-
tada por una pasión no extinguida, por ec-
cantamicnto que la separación quebró, ni L
tragedia, ni la nueva profesión monástiea
turbará por ese tiempo la memoria poblada
ele imágenes de Eloísa misma: "¿Qué rey.
qué filósofo podía igualar tu fama? ¿Qm..
tierra, qué ciudad o qué pueblo no ansiaba
verte? ¿Quién no corría a mirarte, quién n0
iba deh·ás tuyo cuando con la cabeza alta y
los ojos rientes pasabas por los caminos?
¿_Qué esposa, qué virgen no te deseaba, no
ardía de pasión con sólo verte? ¿Qué reina.
qué poderoso dama no se mordía de envidia
por mi felicidad? Dos -yo no lo callaré-
eran las virtudes que te hacían querer in-
mediatamente por cualquier mujer: la gracia
de tus versos y la fascinación de tus cantos.
En esto ningún filósofo te ha igualado ja-
más. Para aligerar las fatigas de su estudios
filosóficos ibas entonces, ¿recuerdas?, com-
poniendo aquellos cantos de amor que por la
dulzura de sus palabras, por la exquisita be-
lleza de su ritmo musical, difundieron tu
nombre por la boca de todos y llevaron tu
grande fama ante iletrados, sensibilizados
por el encanto de tus melodías. Es por esto,
sobre todo, que toda mujer suspiraba por tu
amor. Y como la mayor parte de esos cantos
celebraba nuestro amor, en breve tiempo
mi nombre tuvo celebridad en todas las co-
marcas; y en tocias las mujeres se encendió
hacia mí la envidia. ¿Y qué clones de alma
y de cuerpo no adornaban entonces tu ju-
ventud?" Abandonado al amor y al canto
que de él surge, también entonces Abelarclo
permanece "litteratus": y la confesión se en-
treteje, en las páginas ele la Historia, sobre
las sugestiones ele un aiictor, que es el gran
maestro de amor, Ovidio. D esde el comien-
zo mismo; las Metamorfosis son las sugestio-
nes ovidianas que deben colocarse en el '
trasfondo del pujante y ardie nte recuerdo
ele una pasión consumada hasta su extremo:
"Domo coniungimur, postmodum animo"
[Nos reunimos en la casa, y muy pronto en
el afecto]; éste es Oviclio: "Excipit Aeneam
i/Uc animoque domo que . . . Sidonis" [ ( Di-
do) "recibía allí a Eneas en su afecto y en
su casa"' ], y sigue siendo Ovidio : ''Tecto
animoque recepi . .." [(lo) "recibí en mi
casa y en mi afecto .. ."]. Literato, Abe-
lardo permanece dialéctico. Y Oviclio ya
J
Abelardo

viste al caballero: valores, en suma, de un tendencias carnales, constituida por lo que 1, 2, 3. Escenas de la historia
mundo mudo, turbado y atento frente a una nuestros abuelos aún llamaban el "natural" de Abelardo y Eloísa.
realidad que lo gobierno desde afuera y des- -lo que es don irrenunciable de la natura- Litografías del siglo XIX.
de lo alto). Y así, análogamente, Abelardo leza, lo que urge desde adentro- es mueite París, Biblioteca Nacional.
puede muy bien decir con San Agustín que y pecado. Hay que morir de esta muerte
la mente de Dios concentra en sí las ideas, para que lo universal real de la salvación se En la pág. 131.
arquetipos y esencias universales reales de manifieste: el paraíso se poblará de castidad Otros episodios de la historia
las cosas individuales; y muy· bien puede más que de amor. Guillermo de Cham- · de Abelardo y Eloísa. Grabados
decir con Boecio que, como medio para el peaui, que abandona el mundo de los clé- dle siglo XIX. París, Biblioteca Nacional.
discurso, la naturaleza ha dado al hombre el rigos para fundar la congregación semimo-
sonido, la lengua y la voz como a cualquier nástica de San Víctor, es este filósofo, este En la pág. 132.
otro animal. Resulta que entre estos dos lógico de lo universal, de la esencia como l. Fachada de la Catedral de Sens.
mundos, entre estas obras que no son nues- una realidad más que individual, verdadero (Perugi)
tras, que son las Ideas en Dios y los so- orden y regla donde el individuo, en cuanto
nidos en la naturaleza, el discurso justamente realidad, es nada. Itl se imagina, en el seno
se hace espacio como construcción humana; de cada ser individuo, un núcleo, una sus-
resulta que la lógica no estudia las ideas, no tancia o esencia universal: er hombre, por
tiene nada que ver con esencias reales uni- ejemplo, en Sócrates; además, y consecuen-
versales, y tanto se rebaja frente a la ciencia cia: considera al individuo como tal, pro-
de las cosas divinas, que persigue más bien, ducto de {m variado agregarse de formas y
como la ética, el horizonte de las cosas hu- de oscuros accidentes. Quitemos estos ac-
manas. Y no estudia los sonidos y la lengua dentes destinados a desvanecerse, y vayamos
y la voz en cuanto tales, y tanto se eleva a lo esencial que no cambia: esta realidad
frente a la ciencia de las cosas naturales, que no suya sino d"a da a él, es lo que hay de
persigue más bien, como la ética, el horizon- verdaderamente real en todo individuo, y lo
te de lo artificial, que se aparta de la natu- que lo hace precisamente por lo esencial
raleza y proyecta otra naturaleza más allá idéntico a cualquier otro. En una palabra,
de la que ha creado Dios. Es así como la ya proceda del norte o del sur, ya sea alto o
lógica, ciencia del discurso humano y no de bajo, con bigote o con frente espaciosa,
Ideas, no es teología; y, estudio de formas siempre negro es: por lo esencial, la reali-
del discurso y no de cosas y de sonidos, la dad, idéntica en todos los negros, es una
lógica no es física. Física y teología: cien- idéntica realidad. Invirtamos esta concep-
cias de otros mundos. Ahora es cuando la ción, y aparecerá con sus perfiles precisos
elección de Palais adquiere todo su sentido. la réplica de Abelardo: eliminados todos
En París la elección de la lógica parece co- los accidentes, el individuo perman~cerá en
mo la elección misma del tercer mundo, del su unidad de individuo; "la individualidad
mundo del ciudadano que emerge entre el permanece en el fondo, toma al ser con
del caballero y el de los monjes. igual fuerza". Ninguna cosa, ningún indivi-
La filosofía de los caballeros y de los monjes duo es, en un mismo momento, diferente de
es el realismo; la del ciudadano es otra. Si sí porque todo lo que tiene en sí lo tiene to-
la lógica se convirtió en el eje de la ense~ talmente de una misma manera. Radical-
ñ anza, el cenh·o propulsor de investigacio- mente singulares los individuos, de ningún
nes y de discusiones, es porque -escribe modo lo que es en un individuo será tam-
Mario Da! Pra- "la burguesía estaba re- bién en otro. Cada individuo es sí mismo, y
uniendo sus fuerzas y por todas partes to- es en sí un mundo completo imposible de
m aba la iniciativa en la organización de la resolver en ninguna otra cosa, o trascenden-
vida económica y política: la dialéctica le te a su exacta individualidad. Dos hombres,
brindaba el insh·umento metódico para una dos esencias singulares; dos individuos, dos
profunda iniciativa en el campo de la cultu- mundos entre los cuales no se tiende ningún
ra; el espíritu rebelde de Abelardo, que se puente que los una, que los mancomune,
lanza audazmente a la empresa, se convirtió que los resuelva en sí, como una realidad
en su compleja expresión". En verdad el más verdadera y más alta respecto de la
rostro del caballero, el rosh·o del monje es que, cada uno por sí está ya totalmente en
f'
uniforme, monótono. Un caballero no es sí mismo. Claro es que dos hombres se
sino el fragmento de un orden. No es él el asemejan: dos negros, dos pieles oscuras; un
q ue hace este orden: el orden le es dado y blanco y un amarillo; dos bípedos. Pero el
lo constituye; él no está en el principio: se hecho es que, si estos seres se asemejan, no
conforma a él y aquí reside toda su gloria. me es dado encontrar en cada uno de ellos
Su esencia de caballero vale más de lo que nada de lo que encuentro en el otro: su se-
él mismo es por sí mismo: es real sólo en mejanza no se realiza de algún modo aparte,
cuanto pertenece a la caballería. La Regla no consiste en absoluto en una tercera rea-
no absorbe menos, no constituye menos ín- lidad. "Sócrates y Platón concuerdan en el
timamente lo que es un monje. Es un ca- hecho de que. son, cada uno, un hombre;
mino que lleva a la santidad aislada, y el pero este hecho de ser-hombre ( o negro, o
método de la santidad no se inventa: se lo hebreo) no es ni un hombre ni una reali-
descubre. La grandeza del monje está en dad." Recorramos totalmente el universo de
morir como tal en cuanto es esa sangre y los hombres: en vano buscaremos al Hom-
esa carne. La indhidualidad, transitada por bre. Lo que encontraremos no será ni una

129
Regla, ni un orden; no es ni una realidad paraíso terrenal, la rosa del mundo, el bál- nes del hombre y de !>U mundo, es bpico e
unica. ni una única esencia: encontraremos salmo del universo: "Parasius Paradisius irremediable. "Como la prosperidad infla
individuos, cada uno de los cuales es sólo él mundi/mundi rosa/Balsamun orbis." Lleno siempre a los necios, y el bienestar mundano
mismo, con ese rostro, con ese rasgo que de honrada admiración, Juan de Salisbury debilita y enerva el vigor del alma e induce
puede serle peculiar sin ser nunca el rostro podía ver en ella "la escala de Jacob cuya a los placeres de la came, con'7encido ya
o el rasgo del otro. Este universo pulveri- cima toca el cielo y que continuamente se de que en el mundo no había más filósofos
zado y discontinuo, casi de un pulular de halla transitada por los ángeles que suben y que yo y que ningún posible rival habría
existencias que se revelan cada una de ellas descienden; y Felipe de Harvengt, "la Je- jamás podido inquietarme, comencé a ceder
dotada de su propia autonomía, no inserta- rusalén que tantos anhelan, la morada de a los instintos libidinosos, yo, que hasta allí
dos y como sueltos en plan alguno, sumer- David y Salomón, donde se leen con celo había vivido en gran continencia. Y cuanto
gidos en una atmósfera de extraña absolutez, los santos libros, donde los más complicados más avanzaba en los estudios filosóficos,
es al mismo tiempo el universo de la filo~ofía misterios se resuelven gracias a los dones del tanto más me alejaba del tenor de vida del
de Abelardo, y la filosofía del univei;so de la Espíritu Santo, donde residen tantos emi- que daban ejemplo los filósofos y los teólo-
ciudad. Aquí no hay un orden, una regla nentes maestros y la ciencia de Dios". Muy gos (pues es sabido que los teólogos, consa-
que todo lo invade y todo lo absorbe que singular es la oposición que se levanta con- grados al estudio de los preceptos divinos, y
descarta y salva lo individual: es la indivi- tra ella. Estos goliardos, como tan bien lo ha los filósofos fueron siempre capaces de gran
dualidad, fresca como una nueva energía, escrito J. Le Goff, "son vagabundos, ante continencia)". No dramaticemos ese con-
que produce individualmente mundos de co- todo: típicos representantes de una época en_ traste; está en la raíz de un drama: el drama
sas individuales, y se reconoce a sí misma en la que el desarrollo demográfico, la reacti- personal de Abelardo; pero es el estado y la
este obrar que hace y es de mí mismo. vación del comercio, y la construción de las experiencia de Ún mundo en el que conflu-
¿Y entonces los géneros y las especies? ¿Los ciudades hace crujir y explotar las estructu- yen a un tiempo -dice muy bien Gustavo
órdenes y las reglas? A ese operar es donde ras feudales, arrojan sobre las calles princi- Vinay- "la desproporción del amor por la
mira Abelardo; al obrar de cada uno que pales o reúnen en sus cuadrivios, que son las mujer inalcanzable, la angustia de María de
emerge sin confundirse con el obrar de to- ciudades, a los hombres más desgraciados, Francia, las locas aventuras de la poesía ca-
dos los demás individuos, cada mundo cerra- a los audaces o a los desplazados. Los go- balleresca, y la medida, el autocontrol de los
do en sí y en continuo comercio de produc- liardos son el fruto de esta movilidad social más prudentes humanístas, la puntualidad
tos con los otros mundos, que son otros característica del siglo XII • • • Son evadidos técnica de los dialécticos".
individuos. "Resulta que lo universal no tie- y constituyen el cuerpo de un vagabundaje La gloria y la fama, el orgullo y la soberbia:
ne lugar en la realidad: que no es otra cosa escolástico, característico también del siglo el año 1118 es el año de la que, con imper-
que emitir sonido, no es otra cosa que voz." xn, y contribuyen a conferirle su aspecto donable _ligereza y con truculencia de colo-
Sobre estos datos que nos ofrece la natu- aventurero, impetuoso y audaz". El juego, rido, se llama la aventura con Eloísa. Desde
raleza, que son garganta, y lengua y sonido, el vino y el amor -el amor natural:_, a esta el principio, parece que es una historia más
establecemos un orden, les asignamos una trilogía cantada con un inmoralismo pro- de vanidad que de sentido, más "intelectual"
función que repite su significado y su origen vocativo, corresponde otra trilogía que arras- que carnal La sobrina del canónigo Fulbert,
en nosotros y sólo en nosotros: es materia de tra la burla hasta la injuria: el noble, el de diecisiete años, huérfana, no hermosísi-
la naturaleza ofrecida al trabajo de los hom- campesino y el eclesiástico; procediendo ma, de regreso del monasterio de Argenteuil
bres. Con una pregunta que compendia un siempre por vía de ternas, el panorama de donde habría aprendido junto con el latín,
mundo y lo expresa cabalmente, Abelardo sus blancos de ataque es completo cuando el griego y el hebreo, y por consiguiente
cerrará así la quaestfo en la Lógica· misma · enumerarnos también papa, obispo y monje docta, más aún tan docta que la fama de
petitioni sociorum: "Quid enim aUud est na- entre las víctimas más insignes y más zahe- su cultura se difunde por l'Ile de France, es
tivitas sermorum sive nominum, quam homi- ridas. la presa que el orgullo intelectual del maes-
num institiutio?" -¿qué otro acto da la vida Maestro en la cumbre de la gloria, antes tro señala a su vehemencia. Despiadado co-
a los términos y a los nombres, si no su que la desgracia y la condena lo sacudan, mo lo es cualquier caballero, Abelardo lo es
misma institución por obra de los hombres? Abelardo no fue quizás un goliardo. N.o también cuando se confiesa a sí mismo. Se
¿De quién si no de los hombres es aquí la cabe duda que, en cierta medida - aun cuan- reconoce tan vano, tan aureolado de fama,
iniciativa? Con una sententia a la que Eu- do dijésemos: en forma indirecta-, participó de juventud · y de belleza, que no puede
ropa acude como al centro mismo de la ló- de ese mundo efervescente y bullicioso. De temer rechazos femeninos. Pero el objeto
gica nueva de la nueva ciudad, Abelardo pronto entre la chusma de la montaña de de su vehemencia sólo parece digno cuando
irá precisando que el discurso -la cosa más Santa Gen.oveva -donde la cultura parisina en una mujer se asocian inteligencia y belle-
humana del hombre- está dado ciertamente ha establecido ya para siempre su centro, za, gracia y cultura. El libro y la cultura
en su materia, en su "fisicidad", por la natu- sobre la orilla izquierda- se cantan sus can- serán los galeotes; el gusto y el prestigio se-
raleza: pero en lo que de nuevo y de verda- tos de amor, se recitan sus· poesías amorosas rán satisfechos. Se presenta este canónico
dero y propio aporta y constituye frente a y el dulce Folco de Deqil, con franqueza de avaro, ilusionado por dar a su pupila tan alto
la misma naturaleza, es enteramente obra amigo, recordará a Abelardo: "Es mejor maestro, que se le ofrece para dar lecciones
nuestra. Todos trabajamos en él y en su que deje de hablar -pues contrasta con la en cambio de comida y alojamiento. El ca-
torno según las reglas del arte, tal corno hace ballero se ha convertido en halcón, y el de-
dignidad de nuestras profesiones y es perju-
el carpintero con la madera, el agricultor con dicial para las almas- del primer origen de monio observa y vigila. El cándido canónico
la tierra y el santo consigo mismo. tus desgracias, esto es de tu amor por las Fulbert confía "la cabra al lobo", avidísimo
mujeres . . . Todo lo que del dinero que ga- de dinero y deseoso en sumo grado de faci-
Eloísa nabas con tus lecciones te sobraba de las litar los estudios de su queridísima sobrina.
Por la ciudad se va extendiendo un fermento necesidades cotidianas, lo gastabas en juer- "Así es como por dos motivos obtuve fácil-
que escandaliza, antes que preocupa. Es di- gas. La rapacidad ávida de las meretrices te mente lo que tanto deseaba: por una parte
fícil coincidir con Juan de Salisbury en el lo comía todo, y lo prueba tu misma extre- el dinero que codiciaba; por la otra, conten-
sentido de que el espíritu del Señor haya ma pobreza ..." Del genio, a la lujuria: otra to de que su sobrina pudiera aprovechar
elegido allí su morada cuando se piensa en dimensión del personaje, y de ese mundo esa intimidad familiar conmigo, para sus pro-
los goliardos que la recorren de un lado a ávido de vida. Aunque atenuado por una gresos en el saber." Dejemos que lo recuer-
otro. Más que la mística casa donde habita prudentísima mediación de alta introspec- den las propias palabras de Abelardo.
el espíritu de Dios, para éstos, París es el ción, el conh·aste entre estas dos dimensio- "¿Qué más? Estábamos unido_s por la vi-

130
Abelardo
como etectñ-as reali f¡pr,r;n;;n <le pre-
dicados.
Digamos mientras tanto que para optar ~
un punto de vista o por el otro, se decide z
través de la naturaleza, más bien de la eñs-
tencia misma de la lógica como ciencia. _
el realismo tiene sentido, la lógica ha dej.. ·
de tenerlo; su análisis del discurso deber.2
caer sobre formas que no resultarían ¿
discurso en cuanto discurso, sino más bi
sobre formas que en el discurso constituin.
simples metáforas, imágenes alusivas a u:-
realidad diversa, de cuyo orden autoritafr,-
el discurso dependería enteramente. En sJ
principio rio sería ya el hombre sino la co;.....
Si el realismo tiene sentido, la lógica n.
tiene pues ningún sentido, en la misma me-
dida en que no tiene en sí ni por sí ningu!!
valor ese "tercer mundo" que emerge entre
el opus De-i [obra de Dios]) y el opus na-
turae [obra de la naturaleza]: dentro de es-
tas "obras" todo el mundo humano del dis-
curso vendría a resolverse y a disolverse.
El silencio contemplativo volvería, como
quieren el monje y el ermitaño, a representar
el valor má; alto para el hombre, y la obra
más alta del hombre; obedeciendo a otra
ley, sometiéndose a otro orden que a aquel
que en sus límites y en toda su precariedad
de artefacto, de artificio, que el discurso
humano lleva consigo, el único mundo que
verdaderamente el hombre construye para
sí mismo, estaría, desde el principio, diluido:
y el hombre como realidad sería eliminado
junto con la obra en que se construye a sí
mismo, y que adhiere a su existencia - a su
quehacer y pensar- como sangre y aliento.
Lo vemos, por lo tanto, como, batiéndose
contra el realismo 16gico, Abelardo se bate
por una nueva lógica, por la lógica como
análisis de las formas del discurso en cuanto
discurso; pero en definitiva se ha batido en
defensa del valor propio ele un mundo, en-
tero producto y entero dominio del hombre
al q ue otros -Dios o la naturaleza- pueden
ofrecer materia y medio, pero al cual él sólo
puede dar vida y ley y orden. :Éste es, en
definitiva, el valor de más alto momento
cultural que Abelardo -en la mtrincada
selva de la tecnicidad de la quaestio -ha
ofrecido a su época, casi una filosofía de
la ciudad que nace como mundo de hom-
bres nuevos que, más que descubrir, in-
ventan y consh·uyen un nuevo mundo hu-
mano. Su laboriosidad extrae alimento y
materia de la tierra que rodea la ciudad, y
esperanza del cielo al que la ciudad dedica '
iglesias más espaciosas y más amplias: pero
es un valor nuevo, inédito que va como bus-
cándose a sí mismo y creándose espacio co-
mo algo pleno, irreducible a cualquier oh·a
cosa, porque a diferencia de cualquier otra
cosa está construido, y no está dado; es todo
humano, no sólo divino y natural; y se agita
e irrumpe entre todos los valores y actitudes
que el pasado conoce y consigna ( el silencio
<le la selva y de los campos, el mudo con-
templar del santo, la gracia . divina que in-
l
Abelardo

no lo sustenta p ara un tormento de amor lardo suplica, pero recuerda también cuál preocuparse del dinero y de cuestiones ma-
expresado en juegos de antítesis -amor y es la fuerza del amor -vis amoris. Al de- teriales no pueden entregarse a su misión
furor, oscula et verbera- [besos y latiga- safiar su fuerza desde el comienzo del mun- de teólogos o de filósofos". El tono se hace
zos], ni para un conflicto que se abre como d o, en semejante duelo el hombre resulta cada vez más fuerte, la dehortatio a nuptiis
un abismo en este "triunfo" de la voluptas siempre derrotado; esa fuerza es la que ha [ disuasión del matrimonio] más punhial,
sobre la philosophia, de las no-,turnae vigilae sembrado ruinas desde siempre, y el amor "escolástica": "Si no quieres velar por tu
del amor sobre las del e studio. Ningún clá- ha derribado también hombres conspicuos. dignidad de clérigo, piensa en tu fama de
sico puede ofrecerle ahora modelo. Esa ex- F uerzas impersonales circundan y amena- filósofo. Si quieres despreciar tus deberes
periencia es totalmente suya, surge como zan continuamente el frágil mundo cons- hacia Dios, preocúpate por lo menos por tu
una sombra al lado del amor, que canta con ti·uido por el ingenio del hombre; también fama". Es toda una antología de citas -pa-
ímpetu suave. Es la experiencia de una Abelardo, por más grande que sea, es arras- ganas, cristianas- que adorna la página, y
perturbai ·o [perturbación], por el ofuscarse trado. ¿Causa sorpresa esta pintura que va respira sobre un nuevo ethos [disposición
de su v ación y de su ingenio de filósofo, trazando de sí mismo mientras suplica y de ánimo] en camino. Eloísa conoce todos
degrada•. casi por la inventio de los philo- promete a Fulbert - supplicando et prome- los auctores de este ethos y, la suya, corre
sophiae .. cteta [descubrimiento de los se- ttendo- Pedro Abelardo? Los versos de el riesgo de convertirse en una lectio con
cretos de la filosofía] a la de los carmina Marbodo parecen restituir en pleno la at- todos los valientes argumentos ati·inchera-
amorosas [poesías amorosas] . "Mis leccio- mósfera de este discurso implorante: como dos a favor de un amor que permanece des-
nes eran ya desganadas y cansadas, todo un vaso que se rompe, es la obra del inge- vinculado de esa institución mezquina e in-
cuanto decía no lo encontraba ya por vigor nio del hombre; y en las glosas al Timeo, digna del docto - el matrimonio- que que-
de mi inteligencia, sino que lo repetía de las Guiller mo de Conches retoma la misma at- da, abandonado a sí mismo, como la fuerza
nociones adquiridas por la práctica, y si algo mósfera - la obra de D ios pe1manece inmu- victoriosa de la natu raleza tal cual la ha he-
nuevo . me era dado descubrir, eran tan table -para siempre, en las generaciones se cho e impuesto. T odavía a varios años de
sólo cantos y palabras de amor, no teorías continúa la de la Naturaleza, mientras "opus distancia, cuando será inesperada lectora de
filosóficas". hominis omníno transit" [la obra del hom- la Histor·ia calamitatwrn, logrará imprimir a
A este incie1to insinuarse ele una conciencia bre es totalmente pasajera"]. En el extremo esa lectio la fuerza de una persuasividad
de extravío, corresponde, como un coro que opuesto del mundo ruidoso ele los goliardos, singularmente apasionada: "Ninguna oti·a
presagia dolorosamente tempestad, el lamen- Abelarclo se desplaza en la perspectiva ele cosa, lo sabe Dios, he buscado en ti, sino a
to de los discípulos - "no es fácil decir cuán- una prudencia que no exalta, sino reconoce ti mismo; a ti, ·sólo a ti he deseado, no tus
to dolor sufrieron mis discípulos al ver que límites y fragilidad e intermitencias en el sustancias; no te pedí pactos nupciales ni
mi alma era presa, más aún estaba tan per- hombre y en lo humano. Ninguna grandeza dote alguna; no busqué la satisfacción de
h1rbada por la pasión"-; mientras los can- es invencible. Pero nuevamente, a otro gol- mis deseos y de mi voluntad, sino sólo de
tos de amor de Abelardo se difunden por pe ele escena se hace asistir a Eloísa, a la los tuyos. Y por más que el nombre de
todas las regiones de Francia, una imagen que Abelardo lleva a París para casarla "en esposa sea más ·s anto y más decoroso, para
clásica anuncia la tempestad sobre la ca- secreto, a fin de no aportar perjuicio a mi mí fue siempre más dulce el de amiga e
beza de los amantes: "ocurre con nosotros, fama". ¿Matrimonio? En el mismo mundo incluso, si no hubiera tenido el t emor de
lo que -según cuentan los poetas- lo que en que la mujer - una mujer, por lo menos, ofenderte, el de amante. Precisamente por-
Venus y Marte". Descubiertos, son separa- que conocemos tan de cerca corno Eloísa- que, cuanto más aparecía humilde a tus
dos por el ya no más cándido tío Fulbert, parece más que emanciparse, liberarse a la ojo5, tanto más creía gustarte, y aportar
huésped traicionado. Y el cuadro mantiene cultura y a una plenitud de sentimiento de menor daño a tu gloria . . . Pero cuantas
todos los rasgos de unas vicisitudes cuyos que no hay huellas en otro tiempo; en el otras razones has callado, por las que pre-
personajes son fuerzas más que individuos mismo mundo en el que ni se pregunta si fería el amor al matrimonio, la liber tad al
-la carne y la fortuna, la vanidad y la estu- la mujer tiene realmente alma, en el que vínculo nupcial. Lo juro: si Augusto, señor
el amor cortés, carnal o espiritual sólo exis- del universo, hubiera querido dignarme ha-
pidez •humana. Separados, siguen encon-
trándose furtivamente. Furtivamente Eloí- te fuera del matrimonio, en Tristán e !solda, ciéndome su esposa y emperatriz del mun-
se le escribe a Abelarclo su amor y su nueva en Lanzarote y Ginebra. Es justamente en do, me habría parecido cosa más cara y
alegría: espera un hijo. Furtivamente Abe- este mundo donde la institución del matri- más digna el ser llamada t u amante, a tu
lardo logra hacer huir a su amante en há- monio se ha lla desacreditada. Los goliarclos, lado, que emperatriz a sus pies". L os fun-
bitos de monja hacia Palais. En Palais na- escribe L e Goff, con la libertad de su voca- damentos de la argumentación lúcida y apa-
bulario, subrayan con ·el apoyo de citas to- sionada a un tiempo son muchos; la imagen
cerá Astrolabio. No nos dejemos distraer;
también este nombre es un "indicio", de una madas de los dos Testamentos, que el hom- del filósofo cuya fama nadie debe oscurecer,
pedantería totalmente literaria de Eloísa, bre y la mujer han sido provistos de órganos y la fuerza impersonal del amor, al que nm-
que lo elige y lo impone; de un gusto por cuyo uso no deben despreciar. Liberémo- guna institución puede agregar nada; aca-
los símbolos frente a los cuales Abelardo no nos del recuerdo de tantas groseras y equí- so, quitar. El amor libre, ésta es la solución
se detiene; pero es también un rasgo que vocas burlas, y pensemos en ese clima, en (no el compromiso, como insinúa Gilson)
constituye un haz d e luz sobre algo que es esa psicología, para percibir mejor el alcan- para Eloísa. Es culpa casar a un hombre
ce de ese drama que está a punto de esta- que se consagra al estudio, no convertirse
mucho más que un augurio dirigido a un
recién ñacido para que se "apodere de las llar. Eloísa es ahora la que rechaza el ma- en su amante por un amor desinteresado y
estrellas"; es el nombre de un instrumento trimonio - secreto o no- que Abelardo ha fin en sí mismo. Regida por todos los argu-
que asocia la cien cia ele las líneas y de los prometido a Fulbert para conquistar el beso menta conti·a el matrimonio, tomados de
astros y la p ericia de los "prácticos", ciencia de la paz. Piensa en su gloria de "filósofo". san Gerónimo, de Esquines el socrático y
y técnica asociadas sobre el trasfondo del A lo inconciliable del ideal de filósofo con de san Pablo, aquí se halla la exaltación del
mundo refinado ele la cultura islámica, que la pobre realidad d e marido: "deberías con- amor sin crismas, de la fidelidad como libre
golpea a las puertas de la cultura cristiana ciliar los cursos escolares con las sirvientas, elección y no extrínséco vínculo. Lo que
con aportes y estímulos nuevos. Al ofen- las bibliotecas con las cunas, los libros con que siempre ha impresionado más es este·
dido F ulbert, le sale al encuenh'o Abelardo los juegos, las plumas con los husos"; "de- "sacrificio" que Eloísa se declaraba dispues-
mismo. Los términos están como subver- berfo.s sumergirte en meditaciones y sopor- ta a cumplir por la fama de Abelardo. Di-
tidos, pero la discusión tiene todavía el tar los chillidos ele los niños y los arrorrós de gamos que no era sacrificio a sus ojos de
acento de un ·orgullo no extinguido. Abe- las nodrizas". Y luego: "los que tienen que mujer de su siglo audaz. De todos mod~

133
:\belardo no aceptará el ..sacrificio" de Eloí- Abelardo, como había ocurrido aquí, en el lar" parece destinada a repetirse: no ha te-
sa. Pero ni siquiera el de su fama. El ma- campo de la ciencia de Dios (Abelardo es nido maestros de teología, y se instituye el
trimonio se celebra porque Eloísa se somete. el primero que pone en circulación e l térmi- mismo maestro de Página sagrada. Pero .
Y permanece secreto. Eloísa, fiel a un com- no teología), donde su batalla había llegado aquí la audacia es bruscamente, y acaso en
promiso con el silencio sobre un matrimonio a atraer también el discurso y el entendi- verdad brutalmente quebrada. Alberico y
que destruye la gloria de él, jura que no miento que realiza el hombre en torno de Lotulfo arman de inmediato la mano del ar-
ha ocurrido. Fulbert, ansioso p or proclamar Dios, dentro de la misma inspiración que zobispo Rodolfo: el concilio de Soissons,
la satisfacción obtenida, lo exhibe en pú- había agitado e innovado la lógica. En el presidido por el famoso cardenal-legado Co-
blico como un estandarte conquistado al plano de los acontecimientos externos no se non d'Urrach, condena a Abelardo a arrojar
enemigo. En ese infierno, Eloísa conviene trata más que de un hecho único, que tiene, su libro a las llamas, y lo encierra prision~ro
con el amante-marido en reingresar en el al principio y al fin, dos episodios esencia- en el monasterio de San Medardo. Se ad-
monasterio de su infancia, Argenteuil. No les. Primer episodio : después de dejar Pa- vierte la nueva y solemne gravedad del mo-
se hace monja. Pero Fulbert piensa que lais, cuando también su madre, Lucía, había mento: "Sin el menor examen, fui pues
ésta también es otra, la última de las astu- entrado en un convento, Abelardo había constreñido a arrojar con mi propia mano mi
cias de Abelardo, para desembarazar su reanudado sus clases llegando a Laón donde libro a las llamas. El fuego lo consume,
propia fama de la molestia de una mujer. dictaba lecciones de Página sagrada el más todos guardan silencio". Ese acto será el
La venganza, alimentada por su sospecha ilustre "teólogo" de la época, Anselmo de acto mismo de nacimien_to de una nueva
agigantada en esta pobre figura de canó- Laón. Tampoco la gloria de Anselmo había ciencia de Dios. Pero a esta nueva· y acaso
nigo avaro, revela su abismo moral -y nue- resistido mucho tiempo, como anteriormen- más desgarrante aventura, Abelardo reac-
vamente nos conduce a un ethos. Dos si- te la de Guillermo, frente a la audacia del ciona ahora sin someterse: "La herida de
carios de Fulbert tomarán a Abelardo en maestro-alumno. Alguien desafía a Abelar- mi cuerpo me parecía muy poca cosa res-
el silencio de la noche y del sueño. do a que demuestre verdaderamente su su- pecto de la herida inferida a mi nombre. A
perioridad de teólogo sobre Anselmo; jus- aquélla, me había arrojado mi culpa. A
San Dionisio y el Paracleto: tamente a Abelardo que vivía· diciendo que ésta y tan poderosa violencia, me había lle-
la nueva teología esa docta lectio "ennegrece la casa, en vez vado solamente el sincero amor por la fe de
de ilufinarla". Abelardo acepta el desafío; Cristo, que me había dictado el libro": el
No escuchemos el duelo de una ciudad
a quien le advierte que, si bien conoce las Tractus de unitate et trinitate divina.
entera frente a un horrible crimen. Un cri-
filosofías, en materia de teología está en Aun en el plano de los acontecimientos ex-
men cuyos ejecutores pagarán con la misma
ayunas, le responde con palabra indignada ternos, esta condena no es más que la pri-
moneda y, además, con la ceguera, y su man-
que es también un programa; no el usus, mera que la iglesia ha pronunciado contra
dante con la pérdida de todos sus bienes.
sino el ingenium constituyen aquí también él. Veinte años constituyen un largo pe-
Una vez más el tormento de Abelardo se
el método; tampoco aquí hay otro maestro ríodo -de 1121 a 1141-, y son el último
origina en su gloria empañada: "¡Con cuá-
del mismo método de las ciencias profanas. período de la vida de Abelardo. Éste lo
les elogios no hubieran exaltado ahora mis
rivales la justa venganza!" "¡Cómo no ha- Se trata por doquiera de ciencias, desde el ha invertido casi enteramente en construir
análisis del discurso del hombre al análisis una nueva teología, como ciencia. Este mon-
bría de difundirse por todo el mundo la
noticia de mi deshonra!". "¿A dónde habría del discurso de Dios, con su objeto, la cien- je que, por lttgere ( por llorar) no ha cesado,
cia no muda: formalmente, metódicamente, sin embargo, un instante de legere, de es,
ido, dónde me habría refugiado?". Es cuan-
es siempre 1,Jna ciencia, es la misma cienti- cribir y de enseñar en contra -o por mejor
do Abelardo tine que huir a esconder su
vergüena a un monasterio, San Dionisia, y ficidad la que se realiza siempre. Abelardo decir, al margen- de la teologí~ de los mon-
viste el hábito de monje que los goliardos dictará ex abrupto una lectio sobre la oscu- jes, creó entonces otra teología. Y ésta no
han ofendido, que su schola ha combatido, rísima profecía de Ezequiel. Entre el estu- dejará de tener, a partir de entonces, su
que su ánimo y su cultura desprecian. Y es pefacto entusiasmo de todos, en el silencio propio desarrollo; señalará un ritmo a la
entonces también cuando Eloísa, por volun- y en la sombra, Alberico de Reims y Lotulfo historia del trabajo escolástico en torno a la
tad de Abelardo, toma los velos de monja: de Lombardía no exultan. Esa impetuosi- Página sagrada. Cuando, antes que buscar
sube al altar -dice espléndidamente E. dad, esa técnica audaz son un desafío abier- la raíz histórica de las doctrinas, buscamos
Gilson- como una antigua heroína, pro- to a la tradición, a la schola de Laón, al ve- la ele la técnica, la del método con que las
nunciando las palabras de Camelia, de la nerado maestro. No lo olvidarán ni siquiera grandes escuelas universitarias del siglo xm
durante el período del triunfo parisino de han construido, expresado y organizado sus
Farsalia de Lucano: "¡ Oh, sumo esposo ...
¿tanto ha podido la suerte sobre tu cabeza Abelardo, dedicado no menos a la enseñan- doctrinas, las síntesis teológicas má:s com-
za de la teología que a la de la lógica. Se- plejas y completas de la edad media, es
excelsa? ¿Acaso para hacerte mísero he
querido casarme contigo?". En cada mo- gundo episodio. En San Dionisia, a donde casi inevitable que tengamos que remontar-
mento de más alta dramaticidad, un auctor lo lleva la vergüenza, tan rústicos e igno- nos a esos veinte años, a aquella actividad,
clásico acude con su página: ¿No ha dicho rante que él no podía pasarlos por alto, Abe- a esos libros de Abelardo, monje y escolás-
tan correctamente D. De Robertis que es lardo gravita sobre los monjes y los monjes tico. Después de su condena y de su muer-
a través de los clásicos que el mismo Abe- sobre él. En bandadas llegan hasta él los te, el método de Abelardo ha triunfado en
lardo descubría el sentido de la propia discípulos de París, piden al monje que fue seguida, a partir de los libros de sentencias
historia? clérigo famoso y es ahora un penitente su- del maestro Ognibene, a partir de los libros
De los clásicos pasamos a la Página sagrada, mido en la vergüenza, que vuelva a de sentencias de un maestro que será pon-
cuando dejamos a nuestra espalda la caída enseñar. Gracias a ellos, la pasión inte- tífice, Alejandro III. Pero este triunfo no
y la ruina de este hombre, al que ni siquie- lectual registra un chispazo inesperado. Pa- ha evitado que, mientras la muerte se le
ra falta la rudeza brutal de un espíritu hos- ra ellas surgirá el primer tratado teológico presentaba cara a cara, la autoridad de la
til: mutilus et amplius mi,tilandius [mutila- de Abelardo, y Abelardo recrea una schola Iglesia volviese a golpear aún más dura-
do y digno de mayores mutilaciones], dice floreciente "ad cellam quandam" en el pe- mente a Abelardo en el concilio de Sens
de él uno de los más altos humanistas de la queño convento de Saint Ayoul. El genio de 1141. El Sic et non, la Theologia, la
época -como si dijera que habría tenido que resplandece nuevamente: "de agudo que Introductio in Theologiam como, en la ver-
ser también decapitado. Y será aquí, en la era -testimonia Otón de Frisinga- se tornó tiente exegética, la Expositío in Hexaeme-
Página sagrada, donde intervendrá la con- entonces agudísimo; de docto, doctísimo." ron [ explicación del Hexaémeron ( de san
dena eclesiástica de 1121 contra Pedro A diferente nivel, la aventura de lo "irregu- Ambrrn¡_io) ], los Commentariorum super

134
Abelardo

1. Escena de mutilaci6n.
Miniatma del siglo xm.
París, Biblioteca Nacional.

2. Predicación en la Catedral.
Miniatura de Chartres del siglo x1.
París, Biblioteca Nacional.

En la pág. 136.
1 . Iglesia de Saint-Marcel
en Chalons-sur-Saóne. Siglo xn (Perugi).

En la pág. 188.
Mausoleo de Abelardo y Eloísa,
erigido en 1779 en la abadía del Paracleto,
y trasladado al cementerio
del Pere-Lachaise de París en 1817
(Malvisi).

2
Abelardo

sa11di Pauli epistolam ad Romanos libri derosa protección de ese dulce poeta que mente ésos los años- en que el ohispo Raí-
quinque [cinco libros de comentarios sobre fue Teobaldo conde de Champagne, cuyos mundo reúne en Toledo a los primeros tra-
la Epístola de san Pablo a los Romanos], descendientes serán huéspedes y discípulos ductores árabe-latinos, y Pedro el Venerable
o en la vertiente ascética los Sermones y las de uno de los más grandes lógicos del si- hace preparar la primera versión en latín
Epistolae, y en la apologética el Dialogus glo xm que ha continuado, como Pedro del Corán, y Adelardo de Bath realiza sus
ínter philosophitm judaeum et chr·istianttm de España, el camino abierto a la nueva ló- viajes en los países y entre las doctrinas de
[diálogo entre un filósofo judío y uno cris- gica de Abelardo: Lambert de Auxerre. los sarracenos. Pero también Abelardo, "Só-
tiano], fueron redactados entonces. La glo- Aquí, en las tierras de Troyes, Abelardo crates de las Galias··, se niega a dejar esa
ria de haber creado con estas obras una edifica con sus manos, "con cañas y con pequeña e inverosímil Atenas. Obligado al
nueva "técnica estática" para la cátedra de rastrojos" un oratorio, el Paracleto, que se destierro en el monasterio de Saint-Gildas,
la teología no se ha ensombrecido, sin em- convierte en schola por el espontáneo y arro- donde los monjes atentan con el veneno y
bargo, sino que sólo ha sido señalada -una llador concurso de discípulos que abando- con el pufial contra su vida, Abelardo se
vez más por el drama. La creciente reac- nan las ciudades y los castillos y vienen a aleja p.ara instalar en el Paracleto a Eloísa
ción monástica armó la mano inflexible de habitar esta comarca solitaria, y se consh·•.1- y a la comunidad religiosa de Argenteuil.
san Bernardo, que atacó a Abelardo en el yen cabañas que prefieren a sus casas am- Estamos en 1131, y el nombre de Eloísa
concilio de Sens. Es la gloria agitada del plias y cómodas, y comen yuyos del campo vuelve a circular. Esta abadesa no alcanza
innovador audaz que también aquí expresa y pan negro en lugar de las comidas delica- tal vez los treinta años. Amante, madre y
un mundo: la teología como ciencia -con la das y se tienden camas de abrojos en lugar esposa, está ahora a la cabeza de una comu-
lógica y como la lógica- es la "nueva cien.- de muelles colchones, y aderezan mesas nidad de- esposas de Cristo, y torturada en
da" de la ciudad que, con sus hombres sobre el desnudo terreno". Edificadas sus su alma, continúa siendo todo lo que no
nuevos se hace protagonista de la historia cabañas a las orillas del Ardisson, estos dis- ha optado por ser -mujer de Abelardo, es-
de la cultura. Analicemos el esfuerzo del cípulos parecen, más que alumnos, ermita- posa de Cristo. Con Abelarclo -"su sefior,
hombre, descubriremos la audacia del inno-• ños. Pero no lo eran. El mundo de Pedro aun más su padre, su esposo, aun más su
vador, y en la innovación la solidaridad pun- Damiani está lejos, y no es aquí más que el hermano, su doncella, aun más su hija, su
hial ele una nueva teología con el mundo dé espíritu mismo de la ciudad que s·e cons- esposa, aun más hermana"- intercambia,
la que ha nacido y para el que ha sido cons- truye en la soledad. Pronto ese extraño sa- más allá de la lectura ele la Historia, una
h·uida. télite se convierte en el blanco de los dardos serie ele cartas de tal grandeza que durante
:\[ás allá aún de 1121 las vicisitudes ele de san Norberto de Cleves, el fundador de mucho tiempo se ha dudado que fueran
Abebrdo constituyen un tejido dramático. los agustinianos de Prémontré, y de san suyas -pues se pensaba que hubieran sido
Prontamente liberado de la cárcel de San Bernardo de Clairveaux. Atacado, vilipen- escritas por el mismo Abelardo-, para llegar
\[edar<lo, no re~orna al monasterio de San diado, perseguido por los santos, Abelardo finalmente al convencimiento de que fueron
Dionisio sino para huir -después de nuevos piensa a ratos en una fuga a las tierras del fruto de su propia pluma. Las dudas acerca
contrastes con el abate Adán- bajo la po- Islam, como a un oasis de paz, y son justa- de la autenticidad de este epistolario da-

136
Abelardo

tan de unqs cien años y los más perplejos la renuncia al amor y al mundo; el lamento ya no es más, del principio al fin, la expe-
( Schmeidler, Charrier ) han escrito largas de Israel sobre Sansón, es el lamento sobre riencia del mundo monástico. Si la expe-
páginas al respecto. Hoy, nadie alimenta Abelardo, Sansón vilipendiado por los filis- riencia teológica de los monjes se constituye
ya dudas. ("Se niega que la autora de las teos y dispuesto a la venganza contra ellos; venerando en silencio el mist erio, es una
cartas sea Eloísa, porque contradice a la David, es una imagen que recuerda el con- confessio, un acto vivido que reconoce el
Historia, pero se supone que .el autor sea cilio de Soissons. Dedicados a elia, a la misterio y se · prosterna frente a él, esta
Abelardo, que es el autor de la Historia : pequeña comunidad del Paracleto, también nueva teología tiende a escrutar con el in-
¿puede profesarse teoría más peregrina?" los P!anctus son un p liegue de la nueva teo- telecto más q ue a venerar con el alma, y
- ha_ dicho espléndidamente G. Vinay), Es- logía. Es ella, la peq ueña monja malogra- se constituye a sí misma, como condición
·ta joven abadesa del Paracleto sabe escribir da, pero también la primera y la más primera, como atmósfera del p ropio ejer-
entonces y ahora, que "mi amor por ti se grande de todos los discípulos de Pedro cicio, no el cerco de la inefable experiencia
ha convertido en delirio a tal punto que te Abelardo, la que ha recogido con toda lu- íntima del misterio, sino, casi en el ex-
, he sustraído a mí mis~a, ·a t i, a quien ama- cidez el nuevo perfil, el perfil esencial, es- tremo opuesto, la actitud abierta de la ex-
ba sobre todas las cosas, sin esperanza de pecífico, cuando en la octava carta a Abe- perienci~ pública y . comunicable del dis-
volver a tenerte jamás"; sabe aún acusar a lardo ha reproducido el espíritu de su curso en común. No es, pues, genuflexión
Abelardo de largo silencio con expresiones enseñanza: "El texto sagrado, cuando no es ante el misterio, y en primera instancia no
ardientes: "la concupiscencia, no la simpa- comprendido, es igual que un espejo puesto se conecta con el "sentido del misterio": es
tía; el ardor de la carne, no el amor te unie- frent e a los ojos de un ciego". discurso intelectual, es investigación del sig-
ron a mí"; sabe acusar y acusarse: "si me Esta imagen penetrante expresa exactamen- nificado del discurso de Dios. Todo esto
es lícito llamar cruel a Dios, la clemencia te la revolución de Pedro Abelardo en teo- quiere decir también otras cosas, destina-
de Dios se ha tornado para mí en inclemen- logía. Dejemos de lado la otra imagen das todas a desplazar con audaz violencia
cia"; "cuando la plegaria debe brotar de los construida en forma desmañada por ciertos -semeíante al menos a la .reac?iÓn que sus-
labios pura, incontaminada y blanca de historiadores; es hoy una imagen un poco cita- el plan entero de la construcción de
candor, innumerables fantasmas se presen- desgastada la del llamado "racionalismo" de la teología, desde "el espíritu del monaste-
tan ante mi alma, la circundan, la asfixian, Abelardo. Lo que también los alumnos, des- rio" al "espíritu de la ciudad". Quiere decir
la hacen más atenta a ellos mismos que a la de antes de Soissons, preguntan a Abelardo, que también en teología, de lo que se trata
plegaria. Y mientras debería dolerme de no es "si" deben hacer o por qué hacer es de iµvestigar; de investigar claramente;
mis culpas pasadas, deploro en cambio las teología; el "por qué" de esta teología, su de investigar la claridad. Quiere decir, ante
que no he cometido". Más allá de lo inme- novedad está constituida por el "cómo" se todo, que se trata de entender, fuera de una
diato del tormento que desborda de un construye. Nadie, ni Abelardo ni los dis- mecánica inerte, repetidora, la palabra de
sentimiento sometido a la tortura, Eloísa cípulos se han planteado nunca el proble- Dios profanada por la misma pasividad con
sabe, y quizás más, quiere ser -y ·lo es, y ma en otros términos. Y es una curiosa que se lo acoge; como si fuera cosa - res-,
permanece- una gran página oratoria; al- manera de hacer historia, recuperar como y no palabra -vox, sermo. Más que es-
canza a ser -y acaso es lo que ella quiere- definición de la posición de Abelardo, jus- cuchar y adorar en silencio, se trata de es-
en páginas elocuentes, donde la suya parece tamente ese "racionalismo" al q ue los mon- cuchar y entender ·discurriendo. Búsqueda,
-como quizás quiere serlo ·en- ver•dad- co- jes polémicamente llevaban, en una reduc- claridad, aun el más alto discurso que le
mo la figura de una nueva heroína de Ovi- tio ad absurdum, la posición de Abelardo sea dado escuchar al hombre, debe, por la
dio. Sentir y expresar son aquí una sola que, a sus ojos, preteñdía hacer derivar la fuerza misma del intelecto del hombre, debe
cosa, y aquí, sola, esta pequeña monja fa- fe de la inteligencia, antes que la inteli- poder resonar entre los hombres como una
llid;1, está realizando una revolución sin sa- gencia de la fe. ¿Por qué entonces no escu- voz viva, una voz cuyo sentido pueda en-
b erlo. Nadie ha narrado todavía sus pro- char a Abelardo cuando proclama: "no quie- tenderse. Llevar también este valor a es-
pios tormen"tos para hacer una obra de arte, ro ser filósofo ·hasta el punto de resistir a cala humana es el máximo compromiso de
y es justamente Eloísa la que está eman- Pablo, no quiero ser Aristóteles hasta el esta teología que tiende a escrutar, y casi
cipando el arte llevándolo a nueva dignidad. punto de separarme de Cristo"? Dejemos a anatomizar dialécticamente el significado
Eloísa quiere entonces que Abelardo -y a Abelardo donde está: él es todo, menos de la palabra de Dios, más allá del hecho
nadie más que él- la consuele, y se transfor- un racionalista moderno o un muy endeble de que ella sea, como tal, un hecho miste-
me para ella en un nuevo san Gerónimo; precursor. La "comprensión" del texto sa- rioso. No es una brillante y privada exco-
pide que el Paracleto adopte una regla de grado de que nos habla Eloísa, está en el gitación de Abelardo la introducción -o si
la que Abelardo - y nadie más que él- sea centro mismo de la nueva constr ucción teo- se qtúere la extensión- del "espíritu de la
el autor; pide que la solución a los Proble- lógica de Abelardo. Lo q ue desde la cumbre dialéctica" en la elaboración doctrinal teoló-
mata ( cuarenta y dos, para mayor exacti- hasta el fondo domina es la inteligencia, gica. Su grandeza está en haber animado
tud ) que la asedian proceda de Abelardo; que se separa hasta contraponerse al "es- esta elaboración según el ritmo mismo de
pide que para ella, abadesa, Abelardo se píritu". La inteligencia, esto es la ciencia. la ciudad, que se construye a sí misma en
vuelve a consagrar como poeta y se eleve Ejerciendo el mismo método de la lectio de una claridad que exorciza también de la os-
a la altura del Hymnarius y de los Planctus. los auctores de lógica, tambiérr en la lectio curidad de sus n¿ches el sentido de misterio
Esta mujer impetuosa pedirá también a Pe- sobre el discurso del que Dios es autor, que invade la selva y el bosque. Acaso esa
dro el Venerable, que la admira, una pre- Abelardo ha vuelto la espalda a la sancta scientia inflat [la ciencia infla: ( de vanidad
benda para Astrolabio. El verso de Abe- simplicitas en que se encerraba en el claus- y de soberbia)]: pero son los discípulos
lardo conoce profundidades inesperadas; es tro la teología de los monjes, elaborada en quienes llevan al Paracleto el estilo intelec-
una nueva Historia calamitatum la que pre- función de una experiencia monástica. Esta tual forjado en París, los que contraponen
~e~t::..:. ~·,.,s Planctus, filtrada la narración a teología, por lo tanto, es nueva, porque al lema paulista de que tanto han abusado
través de altas irnág;;;-;es bíblicas: el lamen- surge de la claridad del intelecto, y no ante los monjes, la acusación d e stultitia contra
to de D ina, hija de Jacob, es el lamento de todo de la virtud del alma, y de la más alta quienes proceden ex auditu, un poco como
Eloísa: la venganza d e los hermanos de la virtud que el monje haya podido entrever: los niños y de q uienes construyen una teo-
jO\·en raptada por Sikhem, la de Fulbert; la sancta simplicitas. No es a ésta a la que logía intimista, de sabor misterioso como
el llanto de Jacob p rivado de sus hijos, es pide sus medios, y su objetivo no es la edi- alternativa de un trabajo del intelecto que
· el llanto del viejo padre Berengario; el llan- ficación de la virtud. Ella se elabora a ha quedado incompleto: "mis discípulos bus-
to de los ,1rgenes de Israel, es el llanto de partir y en función de otra experiencia que caban también en el campo teológico argu-

137
Abelardo

mentos humanos y filosóficos y querían más phílosophum et christianum Abelardo vol- tigación teológica. D os imágenes tan le-
que palabras, razonamientos, sosteniendo verá a subrayarlo como en ;_m testamento janas de la imagen que acerca de la investi-
con toda ,razón que es necio pronunciar pa- espiritual interrumpido · por la muerte. Se gación teológica nos ofrece san Bernardo.
labras de las cuales no se entiende el sig- celebran las vidas y· las doctrinas de los fi- "Se busca más dignamente, se encuentra
nificado, y que es ridículo predicar a otros lósofos que no resultan muy lejanos del más fácilmente con la plegaria que con la
lo que ni el que predica ni el que escucha cristianismo. Se diría que la ciudad concilia disputa, orando quam dísputando". El es-
entienden". Entender, buscar, llevar a es- aquí inteligencia y cultura: y el cristianismo píritu de la disputa rompe, por lo tanto, lo
cala humana para comprender el dis- con ambas, precisamente con las ciudades compacto de las sentencias; la dialéctica
curso de Dios, quiere decir también que anteriores a Cristo, Atenas y Roma, y las contrapone, vulnera lo que un Padre ha
Dios que habla es Dios que quiere que se inteligencias y las culturas anteriores a Cris- dicho, respecto de lo que otro ha sostenido,
lo entienda, y se lo entienda bien. N o ha- to: la griega, la latina, las paganas. De o eso mismo en otro lugar. La dialéctica
bla envolviéndose en el humo del oráculo, . manera que, contra una tradición de rup- estimula, solicita; habrá que encontrar
en la selva sin senderos donde se retira para tura entre cristianismo y cultura - como es -pues no está dado todavía- lo que está
escuchar su voz misteriosa el monje ermita- en definitiva la tradición monástica- se pre- detrás del sí y del no de uno o más Padres.
ño. E l discurso de Dios no es entonces tan senta aquí la visión de una tradición más Buscar, encontrar buscando, precisamente
hermético como para no revelarlo más que profunda, de una humanidad que prosigue -en el extremo opuesto de san Bernai-do-
en el fondo del alma del monje. El Señor en· el tiempo un esfuerzo, un discurso co- disputando. El método de la teología es,
omnipotente es suprem o intelecto. Dejemos mún que tiene su núcleo que participa de por lo tanto, la dialéctica. Lo seguirá sien-
que Pedro Damiani, con su empirismo mís- la claridad del intelecto. Es en esta tradi- do siemp re. Lo sabemos, y está bien. Pero
tico, celebre al Señor como Potencia absolu- ción donde cambia signo y significado, el este método, esta técnica de la teología,
ia . El Dios de la teología abelardiana no es, peso y el sentido de la tradición. Del Día- que es la dialéctica, no es más que su téc-
ante todo, una fuerza, aun más poderosa logus se da un salto al Sic et non, uno de nica; es decir, u n modo de organizar algo.
q ue la de la naturaleza, que pueda aplas- los textos más significativos de toda la ela- ¿Organizar qué? Sobre este punto es don-
tarnos: es una inteligencia que se hace com- boración doctrinaria del aparato metódico de explota el ·contraste de fondo con el
prender, que se celebra a sí misma en el di·s- de Abelardo. Precisamente como para ese · monaquismo, y que, más allá de la indi-
·c urso, en la comunicación abierta. Frente mundo sin historia a su espalda que es la vidualización de los errores teológicos de
a semejante Dios, no hay otra cosa que la ciudad del siglo xn, es decir, para un mun- Abelardo, induce a san Bernardo a atacar
inteligencia y el discurso para sustentar al do q ue surge sin insertarse en la tradición, un modo y un mundo que nacen más allá
hombre. Investigar y entender la palabra y así exactamente para la nueva teología del mundo en que, solidario "fruto madur~
de Dios es poner en acción los medios y de Abelardo, la tradición, el pasado, son de la edad feudal", ha nacido y vivido el
utilizar hasta d onde valgan todos los pro- materia, no -guía inflexible. En ningún pun- monaquismo. Este mundo no reconoce co-
ductos d e la inteligencia y las reglas del to como en éste Abelardo se revela más mo autoridad, en cuanto tal, la tradición.
d iscurso. Lo que importa no es, pues, que abiertamente como el pensador de una ciu~ El monje es el que -como bien lo dice
la inteligencia se intimide y, como lo r e- dad q ue surge, como el ciudadano que se Jean Leclercq- está institucionalmente,
quiere el monje, que se achate, que el dis- pone en marcha. No importa t an sólo el constitutivamente orientado hacia la tradi-
curso enmudezca, que la cultura se extinga. hecho técnico de que aquí se trate del tex- ción y nosotros diríamos, hacia el pasado
Lo que importa es, precisamente, que in- to de la Sagrada página y de las Sentencias como valor. E l monje no investiga ni pro-
tervenga la cultura total que el hombre sabe de los Padres con las _técnicas de compren- blemas ni soluciones nuevas; esta actitud
construir, el análisis puntual que la d ialéc- sión y discurso de la razón humana. Lo le es congénita, por la antigüedad que ca-
tica sabe guiar, la claridad que sólo el in- q ue aquí impresiona a los historiadores y racteriza las fuentes, la Regla, los modelos;
telecto puede dar. Se construirá, pues, una sobre lo que es justo insistir, es sin duda por el espíritu de humildad qu e aletea en
teología nutrida de imágenes, de analogías el trazo lúcido y seguro con que Abelardo torno a todo acto de sumisión. Es un frag-
tomadas de la cultura de los hombres: éstos programa su metódica teológica. destinada mento d e una Regla, de una tradición. Si
comprenden estas analogías, y a través de muy poco tiempo después a ser víctima de falta ésta, él mismo falta . . La actitud ha-
éstas pueden entender una teología en la los ataques de san Bernardo, y de allí a cia el pasado de un mundo que nace, está
que la dialéctica, el discurso en común, no poco a tr iunfar en las scholae: nosotros siempre teñida de irreverencia; no recono-
retrocede sino que lleva decididamente al -escribe Abelardo-, nosotros que no es- ce institucionalmente, como virtud ni gran-
análisis de ese discurso dirigido por la In- tamos dotados para leer la Página sagrada de ni pequeña, el sometimiento a un pa-
teligencia a inteligentes. Para cada punto y las sentencias de los Padres acerca de sado entre cuyos éxitos más bien debe in-
de esta teología, habrá de producirse por ella, de los dones del espíritu de que es- sertarse, debatirse, y de cuyo sentido y va-
lo tanto el encuentro no de una Fuerza mis- taban dotados los Padres, nos encontramos
lor debe más bien juzgar, y esclarecerse,
teriosa con almas en silencio, sino de un frente a expresiones de significado muta-
ble cuando nos basamos en la tradición de que constituirse en portador pasivo. El
Señor con las obras y los días de los hom-
bres q ue viven confiados a las energías ac- las Sentencias. Frente a obras inauténticas, pasado y la tradición se convierten así para
tivas de la inteligencia: una fuerza nueva a textos corrompidos, interpolados, erró- la ciudad y para la teología de Abelardo
que se abre camino entre las imágenes se- neos; a desarrollos, cambios de posición, en materia de discusión, en medio de con-
culares de la Fuerza y del Misterio. a oscilaciones y contrastes. Para cada pun- fortación, en término de controversia. Son
Estos medios y estos fines idealizados por to hay una técnica indispensable de inte- desdeñados : la tradición no es un valor, el
Abelardo para la construcción de una teolo- vención que tiende a esclarecer, a deter- pasado es una serie de preguntas y un con-
gía como ciencia, esta cultura y esta inte- minar y, cualquiera que sea, parte siempre junto de problemas, y la respuesta, la so-
ligencia, de las que la ciudad es hija y de un interrogante, de una duda, la clave lución y el valor dependen de lo que de
asiento, no conocen ante los ojos de Abelar- que abre, en primer térmi~o, la puerta de ello hace el mundo que nace. L a actitud
do ni límites ni pausas. Se extienden en el la sabiduría, es la asiduidad, la repetición
más profunda de la teología de Abelardo
espacio y en el tiempo hasta donde se ex- de la interrogatio: ''es con la duda que se
ha convertido en propia la actitud misma
tiende la humanidad; una inteligencia única llega a buscar, y buscando, como se llega
a encontrar la verdad". Aristóteles con la que respecto de la tradición tiene un mun-
corresponde a una única humanidad, y es
una única humanidad la que construye una dialéctica aguda, Jesús que interroga a los do proyectado con sus fuerzas hacia el fu-
única c.ultura. En el Díalogus ínter ;udaeum doctores; éstos son los cánones de la inves- turo.

139
Penitenciales y h'bertad: la ética promiso de la libertad, de su totalmsoln- ::a~"O e:r..eci!>!" ce b acti=a:i- cx::o
T ransitada y perrneada de cultura, también ción en ese dato d e naturaleza que es, a los clinacion -esta mareria in-..e.-..m- e.e
la teología, es discurso. No cambia la ex- ojos de los monjes, la carne, la inclinación, actitud- es mera cosa, por SI misma~
periencia vivida, íntima y en el límite in- lo "natural" como negatividad esclavitud e insignificante moralmente sin ,, aI =-~
comunicable como todas esas metáforas de corrupción y pecado. En su teoÍogía no ha; d e la actitud q ue la inspira, qu~ le ~
experiencia que se llaman "interiores". Dis- -adviértase bien- ninguna ansia escatoló- ese valor que por sí misma no posee_ Ge.-
curso público, desarrollado y controlado en gica. Basta agregar, para completar ahora roo muere y p or qué muere el ord.= ~
común, la elaboración teológica es obra del el cuadro, que en su ética no hay ninguna de los "penitenciales", así y por el ~
intelecto discursivo que se dirige ~ otros desproporción ascética. El hombre está da- camino muere el mundo repetitivo y =-
intelectos. Tiene dimensiones y aspectos do a sí mismo como carne, inclinadón, na- cánico del legaµsmo moral: haz lo qne r:s:::z.
que la teología monástica, puntualmente, turaleza. Pero todo esto no es más que un prescrito, cualquiera sea tu sentimi=..
ha rechazado siempre; no es un pasivo car- dato moralmente neutro dentro d e él - c!xac- Ese quehacer absorbería todo el vakrr _.e
gado de tradición cual valor sin apelación, tamente como fa tradición es un dato pro- la vida moral. Separando la iniciativa =-
es un discurso reflexivo, exteriorizado en blemático y no una verdad fuera de él-; es . ral de la pasiva adhesión a estándares ñ-:OS,
los términos de una comunidad de cultura. materia dada al trabajo moral, i.,strum,mto extrínsecos, de comportamiento, entre d,
Es investigación activa del significado que del cuál y con el cual el hombre puedt ex- mundo de los hechos y el mundo de ~
tiene para el _h ombre, el discurso que Dios traer tanto el bien como el mal. Cun,plir datos, también aquí Abelardo ha libenu:b
ha dirigido al hombre. Puntualmente estas el precepto socrático-agustiniano del "co- a sí misma la capacidad del hombre de se;:-
dimensiones y estos aspectos se correlacio~ nócete a ti mismo" no es descubrirnos a y de hacerse a sí mismo: de edificarse a 5ic
nan con aquellas dimensiones y aquellos nosoti·os mismos como puro terreno en el mismo como una verdadera ciudad, a.rtici:!-
aspectos que subyacen a la concepción y a que se están batiendo el demonio y la gra- lada y laboriosa, en el seno y a semeja.m:?
la crítica de los problemas . de la lógica de cia. El que se bate ·a duelo en la vida mo- de la de todos. "No sin razón -ha dicbo
Abelardo. Ahora bien: lógiéa, como análisis ral es el hombre, y nadie más que él y nadie Mario Dal Pra- creció en su escuela e5c
de las formas construidas en el discurso y por él. Invencible porque insuprimible, la Amaldo de Brescia que se convirtió, u:::
por e l discurso de los hombres, y teología, naturaleza que tenemos no es lo que pro- decenio después de la muerte de Abelardo.
como ciencia del sentido del discurso diri- piamente somos. Cierto es que ella urge en el destructor del poder temporal de 1os-
gido por Dios a los hombres, nos conducen dentro de nosotros: pero no es ni un valor papas en Roma y en el instaurador de :Z
las dos al carácter que domina la ética mis- ni un desvalor -es un puro dato. La mo- comuna popular. Los fermentos críticos
ma de Abelardo. También aquí hay un ralidad, el valor -o el devalor- moral, la que animan toda la especulación d e Abe-
orden, establecido por Dios, que el hombre virtud o el pecado, no es allí donde nacen, lardo están de acuerdo con el fermento que
debe respetar; y también aquí hay un tra- ni es allí donde viven. El dato, se convierte caracteriza la sociedad de su tiempo, pro-
bajo, que es misión del hombre realizar. en valor sólo cuando está revestido de un yectada en el campo religioso, como en e;:
Precisamente por esto la ética es quizás el significado: por sí mismo no lo tiene; lo ético-político, hacia la conquista de ID25
terreno más complejo del pensamiento de recibe exactamente como el condado lo re- amplia libertad".
Abelardo; para su obra, del mismo modo cibe de la ciudad, como del centro mismo
que cl- Díal,ogus, inconclusa, pidió el título de donde únicamente proceden los valores.
al griego de Sócrates. Sigue pagando de El pecado se convierte así en una ausencia: Bibliografía
continuo, ál pensamiento de los paganos y "Pecar es despreciar a nuestro Creador, va-
de los cristianos, un tributo todavía abierto le decir, no cumplir por él aquellos actos
Toda la obra, excepción hecha de la que trata
a las investigaciones de los historiadores; a los cuales consideramos d eber nuestro re- sobre lógica, ha sid'O recogida en el vol. 17S
acomete directamente la ética ascética to- . nunciar para él. Definiendo así el pecado de la Patrología Latina de Migne. Además,
ca las profundidades del alma, afronta ~ues- en forma meramente negativa, como el he- Ouvrages inédits d'Ahélard, publicados por Y.
tiones jurídicas, se encierra sin conclusiones cho de no renunciar a actos repudiables o, Cousin, París, 1836, seguida de una nueva edi-
ción de la obra ya editada: Petri Abael.ardi
en grandes preguntas sobre la vida de la por el contrario, de abstenerse de actos lau- opera hectenm seorsin edita, V. Cousin y Ch..
iglesia y sobre la figura del sacerdote: entre dables, demostramos claramente que el pe- Jourdain, París, 1849-1859. Completa esta edi-
las doctrinas condenadas por el concilio de cado no ·e s una sustancia; consiste en una ción, la siguiente: P. Abaelardi, De unitate e:
Sens de 1141, aparecen proposiciones ex- ausencia, más que en una presencia, seme- trinitate divina, ed. R. Stolzle, Friburgo, 1891.
Existen innumerables obras sobre Pedro Abe-
traídas de este Scíto te ipsum. Compleja e jante en ello a las tinieblas que podrían lardo; aquí citaremos sólo los siguientes libros
inconclusa queda también quizás la obra definirse como ausencia de luz, allí donde en espafrol: P. Laserre, Abelardo contra san
teoréticamente más atormentada de Pedro la luz sería necesaria". Es el mundo de los 1!ernardo, Bs. Aires, Nova. J. Le Goff, Loe
Abelardo. Vemos su rasgo más esencial, "penitenciales" que muere; desde la puni- mtelectuales de la Edad Media, Buenos Aires,
mirando una vez más en dirección de san ción, el horizonte se amplía y se subvierte: Eudeba. P. Vignaux, El pensamiento en la
Edad Media, F. C. E., México-Buenos Aires.
Bernardo: "Engendrados del pecado, pe- esta ética no exige del pecador el pago de E. Bréhier, La fUosofía en l,a Edad Media,
cadores, nosotros engendramos pecadores; esas multas establecidas en una escala rí- U.T.E.H.A., México.
nacidos deudores, engendramos deudores; gida como en los códigos bárbaros; pide
nacidos corrompidos, corrompidos, y naci- la contricción del corazón. De la lista de
dos esclavos, esclavos. Nosotros somos he- los pecados y de la tarifa de las penas, de
ridos desde el instante de nuestro ingreso la represión, se pasa al examen de con-
en este mundo, y mientras en él vivimos, ciencia que la conciencia conduce consigo
y cuando de él salimos. Desde la planta de misma, en la terapéuti~a espiritual de un
los pies hasta la punta de nuestra cabeza, hombre hecho responsable de sí mismo
no hay en nosotros nada sano". Una vez frente a sí, frente a los demás y frente a
más descnbrimos que Abelardo se halla Dios. Por ello también la virtud cambia
en otra parte. Redimido por la luz de la de dimensiones y de formas. El verdadero
inteligencia por el ser arrastrado como una . núcleo de la vida moral entra por el hecho
cosa por la tradición como dato, como · va- de su acción en su "fisicidad" exterior, en
lor, el hombre que Abelardo tiene frente la actitud -intención, consenso- de la con-
a sí en su Ethica es redimido por el com- ciencia. También la acción -este corre-

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El fascículo N° 35 de

de la historia

/ a Historia Universal
a través de
sus protagonistas

contiene la biografía
, completa e ilustrada de

"Frente a s_us contemporáneos


se sentía - y lo fue en parte -,
un oráculo, una especie
de Moisés sobre el monte"~

;Un momento apasionante


de la historia
que usted debe conocer!

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