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II. Dentro de ese mismo proceso, y siguiendo algunos lineamientos que proponen
músicos como Gustavo Becerra Schmidt en su artículo “Crisis de la enseñanza de la
composición en Occidente” (1958) es de mi interés generar un taller de composición /
interpretación en el que intentemos abordar los diferentes gustos y posiciones
subjetivas de los alumnos en torno a sus tendencias estilisticas (aprovechando al
máximo los recursos materiales que tengamos como institución). Esto, por ejemplo,
se puede materializar en una diversidad de micro-acciones (muy exigentes por lo
demás, pero no lejos de poder materializarse) que involucran también y de manera
esencial el uso de la tecnología: enseñar, por un lado, a los estudiantes como
producir una pista instrumental de trap, reggaetón, hip-hop o electrónica, o trabajar
junto a ellos los diferentes rudimentos que involucran la interpretación de la música
ranchera, cumbia, salsa o merengue. O por otro lado, comprender cómo el uso de la
guitarra eléctrica y sus diferentes técnicas da pie para el sonido característico del
género asociado al rock u otras subcategorías como el metal. Todas estas
tendencias estilísticas nombradas a modo de ejemplo de lo que los mismos
estudiantes pudiesen mostrar interés. Según Gustavo Becerra, uno de los problemas
que presenta la educación musical en Chile es que muchos de los lineamientos
curriculares ignoran la posición subjetiva de los estudiantes, sus propios deseos e
intereses en cuanto a las músicas que ellos conocen, aprecian y son el motivo por el
cual conectan con la música.
III. Una última acción educativa que quisiera generar también es la de promover la
noción de que el aula no es ni debe ser el único espacio física en el cual podamos
generar una experiencia de educación, de transmisión de conocimientos o una
experiencia educativa en sí. Sobre todo la música, es un fenómeno que involucra un
conjunción de dinámicas sociales, interactivas, que interceden también con la
arquitectura y las distintas condiciones materiales que se presentan en una
diversidad de contextos. Una tarea concreta que me gustaría realizar con mis
estudiantes es la de salidas educativas a teatros, salas de concierto, estudios de
grabación, iglesias y sobre diferentes experiencias de música en vivo de una
infinidad de géneros y estilos musicales. Esto a modo de dar la oportunidad a los
chicos de conocer la diversidad de expresiones musicales existentes.
2) En cierto sentido, la perspectiva sociológica en torno a la educación invita a mirar
a ésta desde una dimensión más integral y crítica en cuanto a cómo la realidad
material e histórica influye, determina y condiciona la manera en que se ha
expresado a través del tiempo. La historicidad, o la posición en cuanto a cómo la
historia y las diferentes experiencias pasadas nos pueden dar diferentes
ordenamientos o bases angulares desde donde podemos empezar a construir y
proponer nuevas visiones se hace crucial para el proceso educativo.
Citando una perspectiva que hace Diego Ezequiel Livitnoff en su trabajo “La génesis
del concepto de historia en Marx. De la noción hegeliana a la lucha de clases” (2016)
“La historia significaba entonces, para Marx, el camino recorrido por el espíritu hacia
su realización contemplando, desde ya, los posibles traspiés como momentos
propios de aquél, pero que en definitiva serían solamente obstáculos de su propia
realización.”. Esta visión colinda con la posición de Durkheim, quien ve la educación
como “la influencia de las generaciones adultas sobre aquellos aún no preparados
para la vida” (Educación y Sociología, 1922). Más allá de la idea de preparación o
algo más coyuntural en torno a la edad específica de los actores que participamos de
la experiencia formativa, vemos que es esencial la definición en cuanto a sujetos
históricos inmersos en una trama temporal de la cual somos responsables de cultivar,
cuestionar y reflexionar.
II. En ese trayecto también me gustaría proponerles a los estudiantes un trabajo (que
pudiese pertenecer ya directamente a un currículum historiográfico) que implique
pensar en influencias personales para ellos, figuras importantes a las cuales le
atribuyan un valor formativo subjetivo (miembros de su órbita familiar, quién le
enseño a andar en bicicleta, si recuerdan a alguna persona particular en cierto punto
de su narrativa personal que haya estado ahí en momentos de su formación –
cuando aprendieron a leer, a cocinar, a independizarse cuando empezaron a ir al
baño solos (as), a hacer sus primeras operaciones matemáticas, etc.-. A esto puede
sumarse la experiencia con algún profesor(a) en particular que haya impactado de
manera positiva en ellos, o un amigo que haya dejado huella en ese mismo sentido.
La lista también es inmensa. El propósito es dotarlos de la relevancia de su propia
historia, la memoria como un dispositivo de empoderamiento y magnitud de su
trayecto temporal. Hacerlos parte en definitiva de ese mismo paradigma que como
profesores intentamos posicionar.
II. Otra semejanza que considero muy relevante es la idea de la disciplina que prima
en muchas instituciones escolares (ya sea públicas y privadas). En mi experiencia,
que solo estudié en colegios particulares subvencionados, pude evidenciar como
muchas ideologías y posiciones desde los cargos directivos soslayaban por completo
cualquier curriculo educativo que pudiera plantearse en torno a la escuela. Si bien
Kant propone una idea de disciplina y coerción que está en función de “alejar al
hombre de sus impulsos naturales” es indefectible que en la modernidad ese
discurso está asociado a una interpretación arbitraria de lo que es el uso del poder y
la autoridad. Dice Foucault: “Los lugares en los cuales existió la tradición de
conocimientos que llevaron a la prisión muestran por qué los cuarteles, los hospitales
y las escuelas, se asemejan a las prisiones.”. En definitiva, cuando se deja la
posición de autoridad y disciplina en mano de unos pocos que arbitrariamente
pueden decidir sobre el uso y fines de ésta, naturalmente tienden a aparecer
estructuras ideológicas subjetivas (en el caso de las escuelas por las que estudié,
con tendencias militaristas) que se escapan completamente a los ideales educativos
de formación de una colectividad diversa de individuos con pensamientos
heterógeneos y críticos.
III. Una última semejanza en torno a la visión Kantiana que veo en mi propia
experiencia educativa es su posición en torno a la educación sexual. Por
sorprendente que parezca, a la luz de los años transcurridos, aún vemos en algunos
docentes (y más allá de ellos también, en cuanto a que la tradición e ideología se
permea en las relaciones sociales independiente de las posiciones subjetivas) que
miran con resquemor algunas perspectivas priman en torno a la Educación Sexual
Integral (ESI). Vemos allí también (como en Kant) una moralidad estática – permeada
también a través de la religión – en la que todavía hay un adultocentrismo que de
plano niega la subjetividad y posición de los infantes y adolescentes como
concientes de su propia corporalidad y por tanto, de sus límites.
4) En mi recorrido profesional personal, en donde vengo realizando hace unos años
clases particulares y talleres grupales mi intención es contagiar, de algún modo, a los
estudiantes del entusiasmo y las inquietudes en torno a la música que yo
personalmente tengo. Ahora bien, la asignatura de Música en un establecimiento
escolar (de media o básica) es bastante diferente a la experiencia de la educación
fuera del aula en sí. La dificultad que veo más evidente es la idea de que muchos
chicos (as) puedan no estar interesados necesariamente en la materia, o que traigan,
desde su propio contexto personal, inquietudes y problemáticas que se hace
necesario sean atendidas antes incluso de los contenidos e ideas que yo quisiera
transmitirles. Es en este contexto que los aspectos que encuentro relevantes serían: