Problemas Filosóficos y Pedagógicos de la Educación UNRN
CLASE TEÓRICA N.º 1 (Correspondiente a Unidad 1: La teoría de la educación.
Encuadre epistemológico, histórico, metodológico, ético y político de la educación desde una perspectiva emancipadora y latinoamericana)
El objeto de estudio: la educación. ¿Qué es la educación?. ¿Qué es una
teoría de la educación? La educación como práctica social, histórica, política y cultural. La educación como espacio en disputa. La educación y sus contextos.
¿Qué es la educación?
“Problemas Filosóficos y Pedagógicos de la Educación” es una
asignatura que intenta dar cuenta del campo amplio de la educación en su complejidad y diversidad. El objeto de estudio intenta imbricar dos disciplinas: la filosofía y la pedagogía en torno a la existencia de determinados “problemas” del campo de la educación. Dada la magnitud del desafío de articular de modo consistente dos disciplinas, hemos tomado la decisión de hacer foco en la dimensión pedagógica a través del abordaje contextualizado de experiencias educativas privilegiando aquellas de inspiración emancipadora y democrática. La “filosofía” se incorporará a través de dos andariveles. El primer andarivel se expresa en esta misma clase teórica: aquí daremos cuenta de la definición de la perspectiva de abordaje de nosotras/os como colectivo docente quienes asumimos una perspectiva filosófica, ética y epistemológica que impregna y da pistas sobre nuestra construcción curricular. El segundo andarivel se sitúa en el abordaje de las propias experiencias que recorreremos en nuestro programa de trabajó. En ellas se verán de modo claro muchos interrogantes de la filosofía y, más precisamente, de la filosofía de la educación ligados a los sentidos, los supuestos, las preguntas que permiten ampliar y profundizar la mirada sobre las propuestas en cuestión. Los “Problemas Filosóficos y Pedagógicos de la Educación” – en tanto “problemas” ya están expresando un posicionamiento que hace que determinada cuestión sea definida como “problema”. Nuestra perspectiva puede comprenderse como un posicionamiento ético- político, epistemológico, metodológico y pedagógico que reconoce sus fundamentos en las pedagogías críticas, democráticas, emancipatorias y nuestroamericanistas. Cada uno de estos términos (crítica, democracia, emancipación y Nuestra América) suponen a su vez una constelación de cuestiones que se irán desplegando con el propio desarrollo del programa. Como planteamos en el Programa de la asignatura, asumimos la educación como praxis, es decir: como invitación a conocer para comprender, y a comprender para actuar. Partimos del siglo XIX para llegar a algunas tendencias y ensayos del siglo XXI, aunque la mayor parte del programa nos remitirá al siglo XX. Este hilo histórico parte del supuesto de que el pasado se expresa en el presente y se proyecta hacia el porvenir de las más extrañas maneras. O como afirmaba José Martí, "lo pasado es la raíz de lo presente, ha de saberse lo que fue, porque lo que fue esta en lo que es". Estamos ya introduciendo aquí un primer elemento de nuestra perspectiva filosófica y epistemológica, que es también política y pedagógica: asumir una perspectiva histórica pero leída desde las urgencias del presente. Entendemos que la educación es una práctica histórica-social que tiene múltiples expresiones y que no puede escindirse del análisis de la realidad social más amplia y general. Al decir de Apple (2003), reconocemos la importancia fundamental de considerar a la educación (y a la escuela) de una forma relacional, de verla en conexión, con las relaciones de dominación y explotación de la sociedad. En efecto, las prácticas pedagógicas, las teorías y políticas educativas, se construyen y configuran en un tiempo y espacio determinado, y su comprensión, por tanto, se vincula a la dinámica de las relaciones de producción y a la configuración de las múltiples relaciones de opresión (y de contestación a tales relaciones): de clase, de género, de raza y/o coloniales. Pero al mismo tiempo, se le oponen a tales relaciones de dominación otras que van en sentido contrario. En la sociedad en su conjunto y en cada una de sus esferas o momentos, por ejemplo el campo de la educación, las relaciones de opresión son desafiadas por otras basadas en la democracia, la participación, el reconocimiento, la redistribución, la justicia. Estas relaciones expresan dinámicas variables de acuerdo a la correlación de fuerzas entre los antagonistas históricamente situados. La educación es un término polisémico, es decir, con múltiples significados. Elegimos comenzar definiendo a la educación como una actividad humana, históricamente situada y orientada por intencionalidades, métodos y saberes (en un sentido amplio). Tales elementos son materia de disputa. ¿Qué es educar?; ¿Para qué y cómo hacerlo?; ¿Quiénes lo deben hacer y sobre quiénes?; ¿Con qué, cuándo y dónde?, son algunas de las preguntas sustantivas sobre las cuales no hay una respuesta única, y, más precisamente, hay enconadas controversias. Estos interrogantes- cabe consignar- cruzan de modo fértil las preocupaciones tanto de la filosofía como de la pedagogía. Otra distinción básica al analizar la relación pedagógica es aquella a propósito de la direccionalidad que adoptan o deben adoptar los procesos educativos. Se plantea una tensión entre los términos “educere” y “educare”, que tienen raíz latina y suponen derroteros contrapuestos acerca del modo en que (y para qué) se enseña y se aprende. Educere remite a un proceso que parte del educando o educanda, y presupone la noción de que todes tenemos determinadas inclinaciones o potencialidades que se despliegan en el recorrido educativo de la persona que aprende. Educare, en sentido inverso, es la acción externa que ejerce el o la educadora sobre el o la educanda para incorporar ciertos acervos –la cultura humana- en el proceso educativo. Esta tensión entre desarrollar desde dentro o apropiar lo externo puede ser integrada y superada si se concibe la relación pedagógica como un proceso bidireccional que puede proponerse al mismo tiempo tanto el despliegue de la propia naturaleza del educando/a como la apropiación del acumulado histórico de la Humanidad. Además de los nexos complejos entre la educación y sus contextos que acabamos de mencionar, otro aspecto que hace la a definición de la educación y que consiste en la segunda dimensión de nuestra perspectiva epistemológica es la naturaleza multidimensional de la misma, para nada lineal ni esquemática. Las posiciones tradicionales han definido a la “relación pedagógica” con la figura de la tríada educador-educando- conocimiento, como las únicas dimensiones a considerar en la actividad de educar. En esta idea el corazón del hecho educativo se sintetiza en la transmisión y apropiación del conocimiento. A diferencia de dichas posiciones, consideramos que es preciso incorporar a los procesos y relaciones educativas, las dimensiones del poder -atributo relacional existente en todo grupo humano-, así como la dimensión del afecto (en sus diferentes orientaciones, intensidades y profundidades). Así, la tradicional tríada se convierte en un pentágono ampliado y complejizado: educador/a-educando/a-conocimiento-poder-afecto. Un tercer elemento de nuestra perspectiva epistemológica nos remite a la complejidad y a las múltiples dimensiones y contradicciones de la realidad. En las disputas que analizaremos a lo largo de la cursada, no existen posiciones binarias y homogéneas; un repaso por las propuestas, construcciones, debates y combates deja ver en todas las propuestas y/o corrientes educativas, tensiones, contradicciones, y grises. Tal aseveración acerca de los “grises” -que los hay en más de un sentido- no quita pertinencia a la pregunta general que proponemos formular: ¿es la propuesta educativa funcional al orden vigente o da pasos a su crítica y superación? La complejidad que estamos proponiendo es que, para el campo de la educación, es preciso formularnos estas preguntas: ¿cuál es la relación de la propuesta con el orden hegemónico?¿lo refuerza o lo desafía? Así, a la hora de analizar propuestas, prácticas y conceptualizaciones sobre la educación es importante advertir las orientaciones de fondo pero matizarlas con las complejidades: a veces no se pueden dar respuestas taxativas. Es que muchas veces, ni los propios/as educadoras tienen claridad o expresan el para qué de las experiencias valiosas que realizan. Experiencias que vale la pena conocer y reconocer. Muchas veces, quienes hacen “teorías de la educación” tampoco advierten ni reconocen esta pregunta (¿para qué? En relación al orden social) pues tal inquietud no constituye parte de su agenda política, epistemológica y pedagógica. Otros y otras sí lo hacen y están atentos a sus causas y consecuencias. En una primera aproximación podemos así formular preguntas que permitan construir una mirada sobre la educación, en el plano de la relación pedagógica tomada como unidad de análisis: - ¿Cuáles son los fines de la educación? ¿Quién los establece? - ¿Cuáles son los medios para llegar a tales fines? ¿Cómo se organiza el proceso y los componentes de la enseñanza y del aprendizaje? - ¿Cómo se construye el currículum, cuáles son sus elementos y dimensiones? -¿Cómo se organizan los ámbitos de gobierno y participación? ¿Cómo se estructuran las relaciones de poder en el vínculo educador(a)/educando(a)? - ¿Qué papel juega el afecto en el proyecto pedagógico? ¿Qué tipo de afectividad se pone en juego, y cuál debe orientar, el trabajo pedagógico y el vínculo en un sentido amplio y multidimensional? Sostenemos, pues, a la educación, como una práctica inherente al género humano. Somos seres históricos que nos hacemos y rehacemos socialmente, como plantea Freire. La Humanidad es, por decir de algún modo, un “colectivo que aprende”. En su largo caminar histórico, y por diversas vías, las personas y las sociedades “aprenden” y “enseñan”. Cada esfera de la vida social tiene una dimensión pedagógica: los procesos instituyentes y las instituciones que van organizando a la colectividad humana son (entre otras muchas cosas) espacios de aprendizaje: se aprende a ser padre, a ser hijo, a ser miembro de una iglesia, un sindicato o un partido político. En un sentido muy general, la vida humana es un sostenido proceso de enseñanza y aprendizaje. Allí hay elementos a incorporar , hay “problemas a pensar” – tanto en clave filosófica y pedagógica- a partir de que esas relaciones, estructuras, instituciones, dinámicas, subjetividades que existen y se despliegan, se intervinculan entre sí de muy distintas maneras. Lo educativo está, por decir de algún modo, en todos lados y en todos los tiempos. Pero, por otra parte, adquiere un estatus particular en el campo de la educación sistemática, especialmente en el espacio de los Sistemas Educativos Formales. Más, cabe señalar, los sistemas educativos no han existido desde siempre ni, necesariamente, existirán por siempre. Han sido producto de la modernidad capitalista pero han abrevado en instituciones e ideas previas. Y muchas prácticas educativas –más o menos intencionales o difusas- atravesaron y sostuvieron formas de organización social previas al orden capitalista aún vigente. Antes de la creación de los Sistemas Educativos Formales las sociedades se organizaron en torno a diferentes tipos de relaciones –el denominado comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo y el propio orden capitalista-. Estas sociedades o formaciones económico-sociales contuvieron diferentes modos de “educar” a sus nuevas generaciones, de manera más o menos funcional a la respectiva estructura del orden en cuestión. Conforme las antiguas sociedades basadas en la economía de subsistencia desarrollaron capacidades productivas que generaron excedentes económicos, se fue acentuando una división del trabajo que reflejaba distintos modos de opresión. Estas configuraciones de relaciones opresivas que expresaron el patriarcado y las sucesivas clases sociales antagónicas (esclavos/esclavistas; siervos/señores; proletarios/capitalistas) engendraron funciones educativas que bien podían aprenderse en los procesos vitales o en instituciones creadas a tales efectos. Todas estas relaciones articularon múltiples formas de desigualdad y opresión que, a la vez que fueron el sustrato del orden capitalista, fueron desafiadas, confrontadas y en ocasiones vencidas por las y los resistentes. Y este es un cuarto elemento de nuestra perspectiva filosófica y epistemológica: la concepción de las distintas relaciones de la vida social, entre ellas la educación, como escenario de disputas donde conviven tendencias (predominantes, hegemónicas) y contratendencias (de inspiración contrahegemónica) como hemos adelantado más arriba. Comprendemos a la educación como una práctica política, a partir de su relación con la totalidad social concebida como un espacio de disputas por la hegemonía. Como sostiene Freire (2006, p.41) "no hay situación educativa que no apunte a objetivos que están más allá del aula, que no tenga que ver con concepciones, maneras de ver el mundo, anhelos, utopías". Es justamente la direccionalidad de la educación la que explica su dimensión política. "La politicidad es entonces inherente a la práctica educativa" (Freire, 2006, p.42).
La educación en el capitalismo
El siglo XIX ha sido el momento histórico de la creación de los Sistemas
Educativos Nacionales, y sus sentidos, modos de gobierno y funcionamiento han sido materia de disputa. Para las burguesías –tanto en los capitalismos centrales como en sus periferias- el Sistema Educativo debía abonar a la imposición de una cultura hegemónica y a la formación eficaz para la producción capitalista. Para los sectores populares – que defendían una perspectiva diferente - los Sistemas Educativos Nacionales debían ser una vía para la ampliación de derechos sociales, ciudadanos y humanos. A la vez era percibido como un canal de ampliación de acreditaciones en la medida en que los títulos educativos – certificaciones- fueron y son llaves para el acceso a determinadas ocupaciones en los mundos del trabajo. Dentro de las sociedades que se organizaron en torno a nudos opresivos, la educación hegemónica fue mutando según los contextos pero conservando ciertas invariantes pedagógicas. Entre las funciones estructurales del sistema educativo en el capitalismo podemos enumerar los siguientes atributos: a) La promoción de procesos culturales de naturalización del orden, su aceptación y en lo posible la adhesión activa a la reproducción del capitalismo; b) La estructuración de un proceso de distribución desigual de “ganadores” y “perdedores” en término de conocimientos y reconocimientos escolares y/o académicos; c) La creación de una lógica de gobierno vertical y autoritaria fundada en una estructura , valores y subjetividades que legitimaran un modo de toma de decisiones, regulaciones adecuadas y roles y funciones claramente delimitados de arriba hacia abajo; d) La construcción de un currículo que se presentara abstracto, con una organización fragmentada y compartimentada de saberes; e) el esfuerzo de convertir al educador o educadora en un aplicador enajenado de los paquetes pedagógicos elaborados por expertos. Claro que tales rasgos han sido objeto de contestación y de oposición de alternativas pedagógicas que lograron, logran y lograrán eficaces contrapuntos frente a la educación hegemónica. Por cierto, tales marcas anti- hegemónicas no tienen un carácter extendido pero constituyen ejemplos para forzar los límites de la educación oficial. Puede incluso advertirse que los cambios que van ocurriendo en la sociedad y en el propio sistema educativo pueden ir transformando las estructuras, las relaciones y las culturas hegemónicas. La perspectiva dialéctica que sostenemos presupone que no hay procesos lineales ni homogéneos y que la complejidad y la disputa constituyen fenómenos inherentes a las construcciones humanas y a sus sociedades. De allí que frente a las formas predominantes que estructuran las relaciones sociales, en general, y las educativas en particular, fundadas en el ejercicio de la dominación, del sometimiento, de la segregación, de la impugnación en diversos campos emergen siempre respuestas, insurgencias, rebeliones y revoluciones. En este nivel de análisis, recuperamos entonces algunos interrogantes que contribuyen a completar nuestra mirada. - ¿Cuáles son las tendencias y rasgos de la educación en el capitalismo? - ¿Qué fines son los que intenta imponer la lógica del orden capitalista al sistema educativo, a las instituciones, a las prácticas pedagógicas - ¿Cómo piensa la construcción curricular, la relación pedagógica y qué papel le otorga a los actores de la educación?¿Qué lugar habilita para el conocimiento experto?¿Qué lugar para los y las educadoras? - ¿Qué modos de gobierno ensaya y a través de qué dispositivos intenta regular la vida de los sistemas educativos, la dinámica de las instituciones escolares y las relaciones pedagógicas?
Los niveles de abordaje de la educación
Proponemos tres niveles de abordaje de los contenidos atinentes a nuestra asignatura. El primer nivel es el macro, que contiene elementos políticos, político-educativos y pedagógicos (estos últimos subordinados a los primeros). Este nivel, en los términos que lo abordamos en esta asignatura, tiene dos dimensiones: i) El análisis tomando como foco la relación entre educación y su orden social más amplio, estableciendo los límites entre modelos reproductores y modelos transformadores. Esta perspectiva es más abstracta que los otros dos niveles siguientes que proponemos, y constituye una divisoria relevante en términos de la dimensión filosófica, política, cultural, ideológica y pedagógica de la educación. ii) La segunda dimensión remite a los análisis más conceptuales que abordan la relación entre la educación y el orden social más amplio. Por ejemplo, las corrientes crítico-reproductivistas, o críticas son un ejemplo de perspectivas anti-hegemónicas. En un mismo nivel pero en dirección contraria, las perspectivas teóricas que defienden el proyecto neoliberal (en sus variantes) configuran, en espejo, una conceptualización amplia del vínculo “educación/capitalismo” (en este caso).
Un segundo nivel que proponemos lo denominaremos mezo-
político educativo. En este nivel pasamos del enfoque más abstracto en el vínculo “educación/orden social” para sumergirnos en el terreno de los proyectos político-educativos, sus traducciones como grandes propuestas (relatos o herramentales), a las políticas públicas, a las “voces públicas autorizadas” y sus pronunciamientos con foco en el campo de la educación. Aquí discriminamos también diferentes subniveles convergentes, a saber: i) La perspectiva de grandes movimientos pedagógicos de influencia extendida –tal vez el caso de la escuela nueva o activa sea sumamente ilustrativo a estos fines- que inciden en las dinámicas institucionales y pedagógicas, en la construcción de un nuevo sentido común, en la formulación de las propias políticas públicas ii) El análisis de los Organismos Financieros Internacionales que generan proyectos que tienen impacto extendido en la generación de un sentido común político-educativo y pedagógico; que generan dispositivos concretos de incidencia en la política educativa de los países. El caso paradigmático de las pruebas PISA nos revela los enormes alcances en términos de imaginario educativo, y un esquema que combina negocios, tecnocracia y formación con venta de tecnología. iii) El análisis de las políticas educativas nacionales, que dan un marco a las experiencias que conviven en el seno de los sistemas educativos nacionales iv) El análisis de corrientes o movimientos pedagógicos que pueden o no articularse con las políticas públicas.
Un tercer nivel micro educativo que remite a experiencias
educativas concretas, y que pueden y deben ser leídas en diferentes claves. En sí mismas, las valoramos por su contenido pedagógico al desafiar, hasta cierto punto, los límites de lo posible. Su visibilización es un objetivo central de nuestra asignatura, más es preciso ir delineando una metodología que supere la fase de su descripción. Por un lado, no puede comprenderse ninguna experiencia fuera de su contexto histórico más general, de las políticas públicas que ocurren en el país de referencia, o sus justificaciones como respuesta a otras experiencias o a tradiciones que permiten comprender las condiciones de su emergencia y posterior desarrollo. Por otro, el análisis de la experiencia –comprendida como expresión de su tiempo- habilita un proceso de comparación con otras, a los fines de ir construyendo un método, categorías y analogías para dar cuenta no sólo de los elementos visibles de cada experiencia, sino de rasgos que le dan su potencialidad y trascendencia como iniciativa efectivizada. ¿Hay relación entre experiencias contemporáneas o contiguas?¿pueden establecerse “tradiciones” o “linajes”?¿Hasta qué punto son comparables experiencias realizadas en distintas geografías y temporalidades? El desafío para una comprensión profunda de lo educativo es lograr articular estos distintos niveles en una lectura que dé cuenta de las disputas y construcciones que operan en cada coyuntura histórica, las fuerzas que operan, las tendencias y contratendencias. Esa visión holística permite justipreciar el lugar de cada creación en su propia coyuntura. Y también analizar que elementos de aquella experiencia, o aquella conceptualización, resulta un aporte útil para pensar las instituciones, prácticas o ideas para el presente y el porvenir. En este punto queremos retomar otro elemento de nuestra perspectiva que formulamos suscintamente más arriba: la educación incluye pero rebasa a la institución escolar. La escuela surgió y triunfó como institucionalidad oficial generalizada en un determinado momento histórico. En efecto, es una creación moderna, del capitalismo, con algunos de sus atributos y de sus contradicciones. Más allá de la escuela, el ser humano es capaz de aprender a lo largo de toda su vida y existen una gama amplia y variable de dispositivos, métodos, saberes, etc. que dan cuenta de procesos de enseñanza-aprendizaje cuyo objetivo y cuyo resultado es la transformación de las personas y las comunidades. Más aún, la sociedad como proyecto colectivo es en sí mismo un gran proceso pedagógico como lo son sus instituciones, o los roles que se asumen dentro de ellas (se aprende a ser madre o padre, a ser militante político o social, cooperativista o miembro de una iglesia, etc). El carácter multidimensional y complejo de esta categoría eterna de ser humano (su capacidad de educar, educarse y transformar, transformándose), nos interpela para abordar de modo amplio el fenómeno de la educación. Asumiendo en el siglo XX la centralidad de los sistemas educativos formales tal recorrido resulta de imprescindible abordaje sin negar, a la vez, otras experiencias pedagógicas que se imbrican y retroalimentan con las instancias formalizadas de educación. Intentaremos dar cuenta de esta configuración diversa del campo de la educación.
Muy breve presentación para un enfoque disciplinar y notas sobre
nuestro programa de trabajo
En esta siguiente sección retomaremos algunas ideas fuerza que
sustentan, desde el punto de vista filosófico, epistemológico, metodológico, ético-político y pedagógico nuestra propuesta de Problemas Filosóficos y Pedagógicos de la Educación. El campo de la educación como espacio problemático, visto desde la filosofía y la pedagogía puede tener, y de hecho tiene, diferentes abordajes, metodologías, contenidos. Nuestra perspectiva, se dijo ya, supone un enfoque, un modo de pensar la educación tanto en el plano filosófico como pedagógico. Esta primera clase se ha extendido con bastante amplitud. Señalamos la politicidad del acto educativo, la necesidad de ligar práctiva y teoría; la noción extendida de educación más acá y más allá de “la escuela”; la ampliación de la relación pedagógica de una tríada (educador/a- educando/a-conocimiento) a un pentágono que incorpora las dimensiones del poder y del afecto. Definimos arriba una organización de tres niveles que ahora retomaremos a la inversa. Hay un nivel micro, de la experiencia propiamente dicha y que transcurre a través de un vínculo pedagógico entre educador/a y educanda/o y, en general, ocurre en algún marco institucional concreto. Puede ser una escuela, puede ser un movimiento social o una iglesia pero hablamos de una actividad intencionada de incorporación de determinados saberes, conocimientos así como también valores y estéticas, a través de diferentes modos de ejercicio del poder. En este nivel hay en la institución y el educador/a una determinada visión del mundo y de la educación, de los fines de su práctica, de los medios para llevar a cabo dicha experiencia. Es uno de los niveles sustantivos del quehacer pedagógico y responde (de modo explícito o no) a los interrogantes del para qué y por qué educar, cómo hacerlo, cuáles son los saberes relevantes, pertinentes y valiosos que debe incorporar la relación pedagógica. La relación pedagógica es un momento sustantivo que la filosofía y la pedagogía suelen problematizar. Es importante relevar, describir, analizar, comprender y generar conceptualizaciones, sistematizar metodologías que permitan dar cuenta de los micro escenarios realmente existentes. Este esfuerzo de teorización, en nuestra perspectiva, debiera retroalimentar por su parte lasprácticas pedagógicas del presente. Leer en clave profunda las relaciones pedagógicas que pusieron en marcha pedagogas y pedagogos de otras épocas debe permitir enriquecer un acumulado histórico. Decimos que la Humanidad es producto de un largo caminar que sobre sus aprendizajes ha creado y sigue creando realidades en el mundo. Recuperar la historia de las prácticas y reflexiones sobre la educación constituye una labor necesaria para saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde queremos ir (o por el contario, “qué no somos” y “donde no queremos ir”). En algún sentido, esta asignatura se propone ser “albacea” de un legado pedagógico que sigue vivo en tradiciones, sueños, prácticas actuales. Y de un legado que, para las fuerzas conservadoras, debe ser invisibilizado, ocultado o releído en clave funcional a la reproducción del orden. También la teoría de la educación es un campo de disputa. La institución educativa resulta el lugar inmediato de inscripción de toda experiencia pedagógica y aquí existe un primer nivel del orden de “lo colectivo”. No es, por ejemplo, “una maestra en su aula” la que establece de manera autónoma la forma y el contenido de la relación pedagógica. Existe una relación compleja y heterogénea entre la institución y el educador y la educadora. O, más precisamente, existen múltiples relaciones posibles entre educador/a y su marco institucional. Depende de muchos factores, es preciso analizar caso por caso este vínculo complejo. A modo de ejemplo, la escuela de Jesualdo Sosa o de Luis Iglesias en las que desarrollaron experiencias muy trascendentes eran escuelas rurales con muy pocos o ningún otro maestro o maestra. Ubicadas en los márgenes del sistema educativo, contaban con un margen de libertad importante para llevar a cabo sus invenciones pedagógicas. Tanto Jesualdo Sosa como Luis Iglesias tienen muchos elementos en común, y uno que resulta interesante traer aquí: ambos fueron “corridos” de escuelas urbanas por sus actitudes ético-políticas y pedagógicas. Otro ejemplo es el de las hermanas Olga y Leticia Cossettini. Olga hizo un recorrido que tuvo su punto más elevado en la Escuela Nº69 Dr Gabriel Carrasco en Rosario. Desde su lugar como directora de la escuela, logró incorporar al colectivo docente de la institución detrás de un proyecto pedagógico muy fértil de educación por el arte y de vinculación con la comunidad que se denominó Escuela Serena. Inspirada en aportes de la denominada Escuela Activa o Escuela Nueva, generó una valiosa propuesta que se centraba en el protagonismo de niñas y niños a partir de un vínculo amoroso y de un estudio riguroso de su biología y su psicología; haciendo un fuerte hincapié en la naturaleza social de la educación y su aporte a la creación de sociedades mas justas y libres así como el rechazo de toda forma de discriminación. No es el objetivo de estas líneas abundar en la experiencia sino señalar que tal empresa fue producto de una creación trabajosa que inspiró e impulsaron (en este caso) Olga y Leticia. Tal recorrido no fue pacífico ni lineal, hubo que superar resistencias de parte del colectivo docente, lo que revela que los procesos de creación de proyectos democráticos son trayectos intrincados, repletos de obstáculos e incertidumbres que reclaman elevadas dosis de convicción, voluntad, inventiva, traducción de idea a proyecto, de proyecto a propuesta, y con ello el gobierno y la gestión de lo creado pues hay ensayos y errores que van forjando el hallazgo. Digamos de paso que esta perspectiva pone la mirada en el niño y a la niña, en sus inquietudes y preocupaciones, en el reconocimiento de sus acervos, en el acompañamiento de sus ambientes vitales y que traduce la propuesta a través de herramientas pedagógicas. Entonces el educador/a, la educanda/o y la institución constituyen una unidad sustantiva de toda experiencia pedagógica. Conocer estos componentes, analizarlos y conceptualizarlos constituye una labor de primer orden en la problematización filosófica y pedagógica de la educación. Dicho esto, advertimos que las experiencias que revisamos y que reportan a una dinámica institucional y a una relación pedagógica no se agotan en sí mismas sino que son , por un lado, emergente de un contexto más amplio. Y por otro, se manifiestan como emergentes de un proceso histórico. Algunas precisiones metodológicas y una agenda de trabajo
Es preciso señalar aquí, en relación a los “niveles de la educación”
entendido como campo complejo, la necesidad de proceder a la concreción de dos ejercicios complementarios. El primero es dar inteligibilidad en el vínculo entre los distintos niveles propuestos: lo que ocurre en la política educativa es parte de una política pública, que integra un orden social más amplio y que emite líneas directrices hacia las instituciones y sus actores, así como intenta regular la relación pedagógica. El segundo es diferenciar entre un plano estático y otro dinámico, procesual. Por un lado, leer como si fuese una foto de lo existente y que tiene una función propedéutica, ligada a la enseñanza, haciendo asequible la comprensión de una realidad compleja. Por otro, complementar con un plano dinámico que permite analizar la relación entre los niveles en una perspectiva de movimiento. Así, ver cómo el neoliberalismo educativo se ancla en la pedagogía por objetivos creada en los años 20 en EEU; la teoría del capital humano a fines de los 50 en este mismo país y, una década más tarde, la enseñanza por ordenador permite vislumbrar los procesos históricos y sus caminos sinuosos en el campo de la educación. La vida social es un transitar en la que actores y proyectos “vuelven la vista atrás” aprovechando los recursos disponibles, haciendo resucitar a cadáveres aparentes que vuelven a revivir en nuevas condiciones, a los fines de construir respuestas en la lucha de proyectos. Todos los bandos tienen sus referentes, sus teorías, sus instrumentos que se anclan en el pasado –para legitimarse ante propios y ajenos, pero también para construir herramientas a partir de lo acumulado. De aquí que adquiere un revelador sentido la formulación del literato William Faulkner de que “el pasado no está muerto, ni siquiera es pasado”. Discursos, ideas, proyectos sólo pueden encarnar en sujetos concretos o, más precisamente, ser producto de sus sentipensamientos, acciones, luchas y creaciones. En tal sentido en esta asignatura proponemos dar cuenta del interjuego – para entender la actualidad- entre los funcionarios de organismos financieros internacionales, de funcionarios gubernamentales, de los referentes que tienen el poder de la palabra pública (los y las expertas), las empresas, los y las educadoras, las comunidades estudiantiles, los sindicatos y otros colectivos organizados docentes, familias, organizaciones sociales, culturales y políticas. Desde la lectura de los textos del Banco Mundial a las agudas intervenciones de Celestin Freinet armando un movimiento pedagógico docente, es importante tener en cuenta a la hora de comprender el campo de la educación, el papel que los distintos sujetos están llamados a jugar, o que efectivamente juegan. En abordajes acríticos y desligados de sus contextos de producción, se enseñan las propuestas como creaciones elaboradas en algún cuerpo celestial desligado de personas o instituciones concretas que las ponen en marcha y traducen la idea en proyecto y el proyecto en construcción. Estos relatos descontextualizados ofrecen una interpretación abstracta, reduccionista,incompleta de cada pensamiento o experiencia. Nosotres intentaremos poner de relieve el papel de los distintos sujetos en el campo concreto de la educación. Otro plano de análisis vinculado a los niveles y los sujetos es el abordaje del modo en que se “traducen” orgánicamente las prácticas que integran el campo de la educación. El funcionamiento del Estado, o de las instituciones escolares resulta un elemento significativo en la medida en que condiciona la vida de las comunidades escolares o educativas en general. Las regulaciones, los recursos, la administración del tiempo y el espacio se plasman luego en la dinámica cotidiana. Estos y otros “factores estructurales” condicionan la relación pedagógica, el funcionamiento de la institución escolar y la propia política pública. Tener en cuenta tales elementos –a partir del plano de las políticas educativas y las prácticas, que son traducciones de ideas, proyectos, enfoques y métodos- resulta de fundamental importancia para comprender los procesos, relaciones y funcionamiento de la educación realmente existente (que, a su vez, va mutando en su propio devenir)
Una agenda problemática a construir
Hemos propuesto, en esta primera reflexión filosófica, epistemológica,
pedagógica una serie de dimensiones para contribuir a la comprensión del objeto de los “Problemas Filosóficos y Pedagógicos de la educación”. Desde la definición general de “educación” propusimos el abordaje de niveles (imbricados y en desarrollo), planteamos la mirada sobre “el sujeto” que encarna ideas y proyectos, y resaltamos el lugar de las estructuras, roles y funciones como condicionantes de la realidad educacional en su más amplio sentido. Del recorrido realizado nos parece una labor dar cuenta de los siguientes problemas de la educación que configuran agenda actual:
1. En el plano metodológico, la necesidad de elaborar herramientas útiles para
el abordaje de lo educativo en sus diferentes niveles, relaciones, procesos, sujetos y resultados. Se trata de hacer inteligible la lectura de una corriente de pensamiento, de una política educativa, de una lectura de la institución escolar o de los alcances (y límites) de la relación pedagógica. Son aportaciones en parte conceptuales, en parte metodológicas para ofrecer claves interpretativas que, en nuestro caso, las asociamos inmediatamente a claves para la acción.
2. Nuestra lectura de la educación se hace desde un posicionamiento ético
político y pedagógico, y tiene como punto de partida la asunción de la educación como campo de lucha. En ese marco un punto de agenda consiste en la identificación de las corrientes y proyectos en disputa a partir de un marco interpretativo claro. Las preguntas de por qué y para qué educar; cómo; cuándo, dónde y con qué; quiénes y a quiénes han delimitado campos de batalla con sus sujetos, sus proyectos, sus prácticas, sus orientaciones e inspiraciones. Pero las respuestas ético-políticas, pedagógicas, teóricas y metodológicas no han delineado, necesariamente, “bandos” homogéneos y consistentes sino constelaciones de alianzas en torno de disputas centrales en cada momento histórico. Es posible y necesario entonces distinguir metodológicamente los campos en el marco de conflictos epocales que agrupan proyectos diferentes y, por otro lado, delimitar cada corriente en particular por sus apuestas diferenciadas.
3. La creación de herramientas teóricas y metodológicas que permitan leer en
clave compleja y lo más completa posible la educación como campo problemático; y la identificación de bloques de conflictos y la elucidación de los diferentes proyectos que convergen en esas constelaciones de sujetos con sus perspectivas nos lleva a un último punto de agenda sobre quiénes somos y desde dónde hablamos, si es posible hablar de una pedagogía emancipatoria, de una pedagogía del sur, de una pedagogía nuestroamericana.
Les invitamos a conocer nuestras raíces político-pedagógicas y a
construir y soñar una historia y una problematización filosófica y pedagógica de la educación con perspectiva crítica y emancipadora, desde y para Nuestra América en este turbulento, trágico y sin embargo esperanzador siglo XXI.