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Ya hace más de diez años, recién estrenada esta disciplina en los planes de estudio de
Pedagogía en España, titulación similar a una Maestría de Educación en Colombia, se
sugería con respecto a la cuestión de a quién se enseña con la Antropología de la
Educación: “Esta disciplina ha de capacitar a educadores y pedagogos para entender, more
anthropologico, las cuestiones educativas con capacidad reflexiva y crítica”.
Para responder a la pregunta de qué es lo que se explica con esta materia, es preciso
abordar una revisión en la que se entrecruzan los aspectos teoréticos y epistemológicos
con las circunstancias históricas en las que un grupo de pensadores, investigadores y
profesionales dan lugar a lo que denominamos Antropología de la Educación.
El primer paso consiste en aclarar las tendencias y corrientes más importantes en esta
especialidad, que se establecen en función de:
Por una parte, la apreciamos en correlación con el modo cultural divulgativo de presentar
en sociedad lo intercultural –encuentros, foros, exposiciones, noticias, museos–. Es el más
antiguo, se puede titular de ‘folklórico’, y se expone como un modo de introducir en las
costumbres de una comunidad, formas de entender la vida de personas de procedencia
diversa o etnia distinta –inmigrantes, minorías culturales, grupos regionales- o de expresar
lo que hace y gusta a la mayoría, presentado en los medios de comunicación, y a través de
las nuevas tecnologías. Tiene repercusiones en el mundo de la empresa, de gestión
cultural, de patrimonio, de ocio, de turismo, de los medios de comunicación, así como en el
área política.
Guarda mucha relación con las costumbres de moda y supone un estudio de la persona y
de las comunidades en su capa más superficial, con la ventaja de que supone un
aprendizaje fácil en el análisis y reflexión sobre lo cultural, pero con el peligro de que lo
educativo –en lo que tiene de afección y acción en las personas– pase a un segundo plano.
Por otra parte, se sigue la escuela norteamericana en su primera etapa, estudiando cómo
se realizan los procesos educativos en relación con el contexto sociocultural. Se sumerge
a los estudiosos en la importancia de la cultura y su repercusión en la educación, en
concreto su influencia en: los planteamientos morales, los valores, los fines educativos de
un grupo; los estilos de comunicación, uso de len-guaje y estilo de aprendizaje de cada
persona; en las tendencias de las instituciones de educación no formal, formal y en la
familia. Lo cultural sirve de prisma bajo el cual se atisba lo educativo.
Sin duda este enfoque ayuda a los futuros educadores a comprender cómo el proceso
educativo está imbuido de lo cultural y sólo se penetra con la referencia al contexto y a la
tradición culturales, e incluso, es imprescindible para vislumbrar el entorno social. Sirve para
concienciar en los temas de ciudadanía y convivencia social, abriendo la perspectiva más
allá de los centros educativos.
Supone un estudio más arduo porque la materia es complicada y, dado que depende de la
Antropología cultural, se pierde la perspectiva de la complejidad del proceso educativo en
dos sentidos: pasa de-sapercibida la contribución propia de cada persona en su crecimiento
y aprendizaje y apenas se aprecia el aporte también propio de ámbitos personales como la
familia y los grupos de amigos. Se aprecia cierta tendencia a recalcar el carácter condicional
acusado de lo sociocultural y apenas se consideran los recursos personales y familiares, e
incluso estos segundos sólo se observan como obstáculo para que la educación dictada
desde el sector social público sea la norma.
Aunque reproduce la dificultad que hemos hecho notar en líneas precedentes: no tanto
dejar al margen elementos tan importantes como la familia, sino perderse lo antropológico
específico como es la consideración de la persona en su integridad, protagonista de la
educación, y sólo considerar las cuestiones relativas al aprendizaje.