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122 D. L. Morillas Fernández – R. Mª Patró Hernández – M.

Mª Aguilar Cárceles

ii) Tampoco comparto las tesis derivadas de la víctima o allega-


dos en tanto la hipótesis de la víctima-testigo creo que debe
incluirse como victimización primaria indirecta mientras que
extender el supuesto a los familiares de la víctima no deja de
ser sino una ampliación extensa, en cuanto al número de per-
sonas, que no hace sino caer en la indeterminación propia del
concepto victimológico general de víctima.
iii) Por el contrario, sí entiendo adecuada la teoría mixta suscrita
entre otros por Tamarit Sumalla y García-Pablos de vincular la
victimización terciaria a un momento posterior de la secunda-
ria, al igual que sucedía entre ésta y la primaria, creando una
secuencia de victimización lógica, que acontecería sobre la re-
acción de la comunidad ante el cumplimiento de una sanción
y la repercusión que semejantes hechos tienen en la víctima.

Por último, incidir en que, si bien la terminología más recurrida es


aquella que distingue entre victimización primaria, secundaria y ter-
ciaria, existen diversos autores que abogan por emplear otras deno-
minaciones. Así, por ejemplo, Rodríguez Manzanera ha reconocido la
existencia de una victimización directa y otra indirecta, comprendien-
do la primera aquélla en contra de la víctima en sí o, en otras pala-
bras, la agresión que recae inmediatamente sobre la víctima; mientras
la segunda engloba aquellas consecuencias derivadas de la primera,
recayendo sobre las personas que presentan una estrecha relación con
el agredido. No obstante, si se verifica el contenido de ambas catego-
rías puede comprobarse como la directa se identifica con la primaria
y la indirecta con la secundaria por lo que se trataría simplemente de
un cambio en la denominación pero no de contenido.

IV. PROCESO DE DESVICTIMIZACIÓN

Al contrario del proceso de victimización, entendido tanto por los


mecanismos y variables mediante las cuales una persona llega a con-
vertirse en víctima (vulnerabilidad víctimal), así como por el impacto
o secuelas traumáticas consecuentes del mismo, el proceso de des-
victimización atiende a la recuperación global de la persona tras el
hecho criminal.
Victimología: Un estudio sobre la víctima y los procesos de victimización 123

1. Conceptualización

La desvictimización es el proceso de restitución o resarcimiento


del impacto o secuelas que el hecho criminal haya podido generar en
la figura de la víctima. Dicha reparación es uno de los objetivos funda-
mentales, si no el que más, de la disciplina victimológica.
Se trata de un proceso complejo y multicausal, caracterizado por
la intervención de muy diversos factores, y sobre el cual que se sus-
tentan la construcción de nuevas políticas de apoyo y asistencia a los
sujetos damnificados por dichos actos criminales51.
En esta línea, podría decirse que tiene en cuenta el grado de victi-
midad o conjunto de factores que, desde una triple perspectiva (bioló-
gica, social y psicológica), pudieran repercutir en la victimización del
sujeto, en su propensión a sufrir determinados hechos delictivos; esto
es, el proceso de desvictimización se relacionaría con el estudio tales
características una vez el hecho criminal acontezca, pues en definitiva
planteará métodos preventivos para evitar situaciones semejantes en
un futuro.
Actúa sobre las consecuencias de ser víctima, rebajando las secue-
las del hecho traumático y reduciendo el posible impacto provocado
por el mismo. En este sentido, cabría señalar que las respuestas y con-
secuencias ante un hecho criminal son muy diversas entre los indi-
viduos victimizados, pudiendo diferenciar casos donde incluso dicho
impacto pasa inadvertido, de aquellos otros donde la cronicidad hace
que el propio suceso condicione la forma de vivir del sujeto.
En este sentido, indica Baca Baldomero que al igual que sucede
en el proceso de victimización o de “construcción de la identidad de
la víctima”, debiera emplearse su similitud con el modelo médico de
enfermedad en el tratamiento o intervención del individuo víctima de
un delito (BACA BALDOMERO, 2006).
Continúa el citado autor refiriendo que si bien la enfermedad es
un riesgo que pudiera afectar a cualquiera, el ser víctima también es
un riesgo potencial que pudiera acontecer sobre cualquier individuo,
51
Señalar que en cualquier caso debieran también considerarse supuestos de
actos antisociales no tipificados, complejo supuesto por no conocer más que los ac-
tos delictivos propiamente dichos cuando son denunciados y, en todo caso, respon-
der exclusivamente a preceptos legales.
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entendiendo pues que los medios empleados para la subsanación de


uno y otro caso debieran igualmente cubrir ambas necesidades. Del
mismo modo, la afectación de la rutina habitual del sujeto, el deterio-
ro de ciertos vínculos sociales, o su búsqueda de ayuda en determi-
nados organismos públicos, son aspectos que pudieran considerarse
comunes. Ahora bien, ¿es verdaderamente igualitario el tratamiento
recibido por cada uno de ellos?

Evidentemente no se puede asemejar toda víctima a todo enfer-


mo, pues no en todos los casos la primera correría los riesgos que el
segundo experimenta; no obstante, sí que existen ciertos casos de vic-
timización que verdaderamente pudieran dar lugar a patologías men-
tales, siendo en estas ocasiones cuando las medidas aquí demandadas
debieran de verse igualmente ofertadas.

No es un hecho real en la práctica que la víctima sea cubierta con


las necesidades del enfermo, pero si es cierto que su impacto tras de-
terminados hechos criminales pudieran suponer tal demanda.

En definitiva, el proceso de desvictimización supone uno de los


grandes retos de la Victimología actual, y ya no tanto por cuestionar
las secuelas que un hecho traumático pudiera dejar en la figura de la
víctima, sino por la necesidad de promover políticas asistenciales a
favor de las mismas.

2. Características definitorias

Como se acaba de referir, el proceso de desvictimización supo-


ne una ardua y compleja tarea por cuanto se consideran innumera-
bles tanto la cantidad como diversidad de variables que influyen en
la restitución del daño causado (solvencia económica, apoyo familiar,
respuesta del sistema, ayuda de profesionales, capacidad personal de
afrontamiento, etc.).

Dada la extensión que supone la denominación y desarrollo de


cada uno de estos factores, se presentan a continuación de manera
agrupada aquellos aspectos más vinculantes con el proceso señalado.
Se parte de su objetivo y funcionalidad para proseguir con lo que se-
rían las fases del proceso, los actores implicados, etc.
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A) Objetivo del proceso de desvictimización. Se trata de un aspecto


nuclear de la Victimología por cuanto supone la reparación del daño
causado a las víctimas, así como el restablecimiento de su estilo de
vida previo al suceso criminal.
B) Funcionalidad. Radica en el establecimiento y despliegue de
políticas preventivas, así como en la protección de la figura de la vícti-
ma y la rehabilitación de las mismas. Su proyección final se extiende a
la recuperación absoluta del sujeto en sus diferentes facetas (personal
y social).
Del mismo modo, la orientación de los procesos de desvictimiza-
ción se sustenta en evitar el riesgo de revictimización (victimizaciones
futuras) en personas que ahora pudieran considerarse como más vul-
nerables o susceptibles a sufrir determinados atentados.
No obstante, y como puntualización general, conviene indicar que
mientras son las víctimas reales las que debieran ser objeto de la des-
victimización –en el sentido más amplio de la acepción–, las víctimas
potenciales, entendidas como aquellas personas no victimizadas, de-
bieran igualmente ser objetivo de la acción preventiva general.
C) Fases del proceso. La vivencia de determinados acontecimientos
traumáticos, en este caso los relativos a atentados criminales, requie-
ren del sujeto su capacidad de concienciación del daño, adaptación
o ajuste tras lo sucedido, y reparación de las posibles consecuencias
tanto materiales como personales; en este sentido, podrían diferen-
ciarse las siguientes fases:
c1) Fase de impacto. Momento inmediatamente después del su-
ceso criminal presentado en muchas ocasiones como un `es-
tado de shock´.
c2) Fase de negación. El sujeto expresa incredulidad e incerteza
ante lo ocurrido, e incluso en determinadas situaciones pare-
ce expresar control sobre la situación mientras que en otros
momentos el desequilibrio lo gobierna. Experimentaría un
estado especialmente susceptible a las influencias de terce-
ros, sobre todo en lo relativo a la culpabilización de terceros
por el hecho acontecido52.
52
Aunque con ciertas modificaciones, se aplica al caso concreto del proceso de
desvictimización lo planteado por Jiménez Serrano para la restitución personal de
las crisis en sujetos que han experimentado un suceso violento.
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c3) Fase de aceptación. El sujeto toma conciencia de lo sucedido,


busca ayuda y apoyo en personas cercanas, se implica en el
proceso penal, recibe asistencia de diferentes profesionales,
etc. Dentro de este apartado habría que especificar aquellos
casos en que posibles síntomas iniciales acaban favoreciendo
el desarrollo de ciertas patologías mentales, tal sería el caso
de individuos que acaban padeciendo una fobia a determi-
nadas situaciones, un trastorno de ansiedad generalizada a
eventos de características similares, o un trastorno afectivo
(depresión), entre otros muchos.
Por su parte, conviene matizar que en bastantes ocasiones
el propio sujeto no llega a aceptar el rol de víctima, lo que
supone un hándicap tanto en su proceso de rehabilitación,
como en el reconocimiento estatal del número de casos de
sujetos victimizados (cifra negra).
c4) Fase de organización. Tras la etapa de aceptación o progresi-
va reparación del daño experimentado, la víctima se adapta
paulatinamente a su antiguo estilo de vida. Se tiene en consi-
deración el cambio producido tras el impacto del hecho cri-
minal pero se intenta retomar su antigua rutina de la manera
más favorable posible.
D) Sujetos implicados. Entre los individuos que afectan a la evolu-
ción posterior o restitución del hecho criminal podrían diferenciarse
las siguientes figuras:
— Ofensor. El `hacer justicia´ con el mismo supone cierta confian-
za en que el sistema de Justicia y las políticas de apoyo a las vícti-
mas son realmente efectivas. Del mismo modo, se evita cualquier
tipo de contacto con el agresor, sobre todo en aquellos casos en
que existía relación previa (delito de violencia doméstica).
— Personas cercanas. Se incluye dentro de este grupo la pre-
sencia de sujetos de apoyo y vínculos de relaciones estables y
duraderas, entendiendo que mayores lazos personales propi-
ciarían una evolución más avanzada y favorable hacia la recu-
peración del sujeto.
— Profesionales. Son especialistas de diferentes ámbitos los que
intervienen en el proceso rehabilitador de la víctima (psicó-
logos, médicos, abogados, policías, etc.). Se trata un plantea-
miento de actuación integral y multidisciplinar que favorece
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que la restitución del daño sea abordada desde muy diversas


perspectivas.
E) Características individuales. Las actitudes personales suponen
un papel esencial en la recuperación del individuo. En esta línea, la
percepción sobre el propio acontecimiento, así como la consideración
inadecuada de las opiniones de terceros, pudieran suponer más o me-
nos trabas en el proceso de recuperación posterior.
En el caso de las interpretaciones y relaciones sociales, muchas
veces son las propias personas vinculadas con el sujeto las que estig-
matizan su comportamiento e incluso legitiman la manera de actuar
que tuvo el ofensor, aspecto este último que supone una falta de reco-
nocimiento social al daño experimentado y, por ende, dificulta aún
más la posibilidad de superar el evento traumático. Como ejemplo de
este último caso podría distinguirse aquella mujer que, tras sucesivas
agresiones por su pareja, sigue sin denunciarlo o marcharse casa. Se
trata de una situación en la que la propia víctima pudiera ser afecta-
da por comentarios del tipo “es tonta por no haberlo denunciado”, o
bien, “tiene lo que se merece por no haber escapado antes de casa”,
afirmaciones que aún enfatiza más su situación inicial.
Por su parte, una de las características personales que mayor im-
pacto tienen en la probabilidad de restitución personal del daño es
la `resiliencia´, la cual, como se verá en temas posteriores, se define
como la capacidad personal de afrontar determinados acontecimien-
tos traumáticos de la forma más saludable posible; esto es, ser capaz
de resistir a un suceso y rehacerse del mismo.
Por último, indicar que las características que definen a la perso-
na desde el ámbito social, como serían el caso de tener una buen tra-
bajo, la solvencia económica o el estatus social, entre otros, suponen
igualmente factores que determinan el bienestar personal y que, por
ende, podrían ser considerados como igualmente importantes que las
variables intrínsecas que delimitan al sujeto.
F) Desarrollo de patologías mentales posteriores. Son numerosas
las ocasiones en que, tras vivenciar determinados hechos delictivos, el
sujeto acaba desarrollando ciertos síntomas patognomónicos o tras-
tornos psicopatológicos propiamente dichos. Tal es el caso de una jo-
ven violada que acaba desarrollando una fobia específica a determi-
nados individuos con características físicas parecidas a su agresor, o
de aquellos menores que han sufrido incesto por un progenitor y que
acaban padeciendo un trastorno de estrés postraumático (TEPT).
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En esta línea, cabría destacar la existencia de individuos que si


bien no llegan a superar el hecho traumático, tampoco denotan los
efectos paliativos de la intervención. Se trata de las denominadas víc-
timas crónicas, donde las consecuencias del hecho traumático se en-
tienden prolongadas en el tiempo.
G) Intervenciones personalizadas. A pesar de la existencia de pro-
gramas generales de atención a las víctimas, las directrices básicas de
los manuales de apoyo debieran priorizar las demandas individuales de
cada sujeto. En este sentido, y al igual que sucedería en el caso de desa-
rrollar ciertas patologías tras el impacto del hecho criminal, el profesio-
nal deberá en todo caso atender a las secuelas concretas que presente la
víctima, así como a sus características sociales y personales.
Desde el plano jurídico-penal, y si bien las intervenciones se esta-
blecerían de una manera más rigurosa, igualmente podrían adaptarse
en cuanto a la compresión y flexibilidad de diversos profesionales en
el tratamiento de la víctima. A tal efecto destacaría una mayor aten-
ción cuando el sujeto vaya a denunciar un posible atentado, o un tra-
tamiento mucho más cercano y empático por parte de su abogado.
Ambos aspectos propiciarán que la percepción del sistema sea cata-
logada en sentido positivo y, en todo caso, se vuelva a recurrir a las
mismas en el caso de futuros cometidos.
H) Afectación del estilo de vida. El acontecimiento de un hecho trau-
mático, sea padecido de manera directa o indirecta, no pasa inadver-
tido a la experiencia vital del sujeto, constituyéndose en todo caso en
secuelas personales. Son dichas afecciones las que propician una mo-
dificación, cambio o desequilibrio en la rutina habitual de la persona,
alteraciones representadas en diversas esferas de su vida cotidiana (tra-
bajo, relaciones personales, contacto con el sistema de Justicia, etc.).
En todo caso, el proceso de desvictimización se orienta a la repa-
ración de tal ambiente o situación inicial, a revertir los costes que la
acción criminal le haya podido suponer. De cualquier modo, conviene
señalar que dicho estado inicial es muy improbable de conseguir, pero
sí se insta al sujeto a involucrarse en su proceso rehabilitador en aras
a conseguir un estilo de vida lo más semejante al existente con ante-
rioridad al suceso delictivo.
I) Asociaciones. Las instituciones externas constituyen una fuente
de apoyo esencial para las víctimas, sobre todo para aquellas personas
que no gozan de los suficientes recursos sociales (materiales o perso-
nales) para hacer frente a tan distinguido impacto.
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En este sentido, las entidades de atención y asistencia a las víctimas


debería tender fundamentalmente hacia un objetivo desvictimizador.
Destacan en esta labor la creación de asociaciones victimales como
instrumento de apoyo ante el impacto sufrido por determinados suje-
tos, sobre todo en la defensa de sus derechos y reconocimiento social;
ahora bien, también podrían encontrarse ciertos riesgos inherentes al
citado asociacionismo. Así pues, a nivel personal, se corre el riesgo de
fomentar aún más el rol del sujeto pasivo, la dependencia de la ayuda
ofertada por otros, la desvaloración de su grado de autonomía, o la
instauración, más que rehabilitación, del papel actual que la define;
de otro lado, y desde una dimensión social, dichas entidades pudieran
sustentar en su base un aprovechamiento de tales sujetos con un afán
eminentemente político (“victimización del victimizado”).
En general, se trata de diversos factores agrupados en varias ca-
tegorías y que, en cualquier caso, debieran de ser considerados, por
lo menos valorados, en cuanto a la finalidad misma del proceso de
desvicitimización: el resarcimiento de las secuelas procedentes y con-
secuentes de un hecho delictivo.

3. Sentimientos despertados tras el hecho criminal

Cuestión aparte sería la planteada por los sentimientos y respuestas


que despierta en el sujeto ofendido el acontecimiento criminal, tal es el
caso de la impotencia, rabia e indefensión experimentados, así como
los deseos de venganza o de restitución inmediata del daño causado.
En este sentido, la venganza podría definirse como una respuesta
premeditada y dirigida ante el sentimiento de rabia, resentimiento y
odio despertado por un daño considerado de especial trascendencia
en la vida del sujeto, comportamiento de reclamación o reivindica-
ción de ciertos valores personales que, ya sean directos (el que sufre
desprecio por parte de su jefe) o indirectos (el padre de una joven vio-
lada), se pretenden resarcir.
Se sustenta en un sentimiento motivado de hostilidad, ausencia
de perdón, o incluso falta de compasión, ante una persona o colectivo
considerado amenazante. Del mismo modo, no se entiende el hecho
causado restituido mediante un mecanismo de negación, sino que el
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odio experimentado es tal que el propio sujeto pudiera llegar a legiti-


mar su acción.
Se trata de una actitud normal en sujetos con poca tolerancia a la
frustración, personas inmaduras, que plantean una justificación cog-
nitiva extrema ante la percepción de un hecho injusto. Además, di-
chas concepciones quedarían magnificadas en el caso de contemplar
el sistema de Justicia como inadecuado e inefectivo, lo que llevaría al
propio individuo a `tomarse la propia justicia por su cuenta´.
El odio podría a su vez considerarse como una reacción inicial de
la víctima, un sentimiento natural a la lesión sufrida y que en cualquier
caso, genera consecuencias más dramáticas que la mera hostilidad.
En esta línea, y si bien es verdad que la presencia del odio es fre-
cuente en muchos de los conflictos cotidianos (pelea callejera, discu-
siones con la expareja), su gravedad es bien distinta cuando excede
en su expresión. De este modo, podría decirse que la intensidad ex-
perimentada cuando se transforma en afán vengativo suele sobrepa-
sar los límites cuando se refiere a hechos delictivos, pudiendo incluso
llegar a generar la muerte del ofensor. En este sentido, afirma Baca
Baldomero ‹‹dos males no hacen un bien››, y cierto es si en estas si-
tuaciones se crea un círculo vicioso de afán resarcitorio donde ya ni
siquiera podrían distinguirse las partes por ser víctima u ofensor.
Así pues, la génesis tanto del odio como en la consecuente venganza,
pudieran responder tanto a patrones intrínsecos como a aprendizajes so-
ciales y culturales. En este último caso, la pertenencia a grupos desorgani-
zados o conflictivos favorecería el desarrollo de comportamientos disrupti-
vos, y en todo caso en defensa de determinadas motivaciones endogrupales
que menosprecian cualquier tipo de valor de origen exogrupal53.
En este sentido, la consideración social del delito queda marca-
da por las experiencias del sujeto, por la deseabilidad y reacción so-
cial frente al mismo y, en todo caso, por la subjetividad de la víctima.
Respecto a ello debieran considerarse dos aspectos: a) la presión so-
cial como legitimador y cronificador del rol de víctima, pues según
las justificaciones cognitivas realizadas sobre el delito así será la afec-
tación posterior; y b) el establecimiento de determinadas sanciones a
53
A diferencia del concepto `endogrupo´, el ` exogrupo´ definiría las costum-
bres y valores de los grupos o colectivos a los cuales no se pertenece. Se utilizan los
conceptos de manera discriminativa y en todo caso para marcar las divergencias
entre ambos.
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los ofensores no siempre es reparador para ciertas víctimas, pues la


regulación social no siempre es sinónimo de la restitución del daño.
Se diferencian así aquellas víctimas que, tras aplicarle un pena con-
siderada al infractor, no quedan rehabilitadas exclusivamente por tal
cometido político, sino que además el devenir de ciertas ayudas polí-
ticas y asistenciales es lo que verdaderamente pudiera considerarse
como restitutorio en su persona.
De otro lado, siguiendo algunos estudios empíricos realizados so-
bre la materia, se ha llegado a confirmar que ‹‹la identificación del cul-
pable correlaciona positivamente con las posibilidades de venganza y
negativamente con las posibilidades de reconcialiación››, que ‹‹el olvi-
do de la ofensa está estrechamente relacionado con el mantenimiento
de actitudes de venganza y la capacidad de empatía de la víctima››, o
que ‹‹la capacidad de perdonar se correlaciona negativamente con los
rasgos de rabia, hostilidad, neuroticismo, miedo y rumiaciones venga-
tivas›› (BACA BALDOMERO, 2006).
En definitiva, la venganza se sustenta en un tipo de respuesta mul-
tidimensional, donde intervienen tanto factores biológicos, cognitivos
y conductuales, como circunstancias y acontecimientos sociales rela-
cionados con el propio sujeto.
Por último, conviene señalar que la creciente progresión de polí-
ticas restaurativas ha favorecido el desarrollo de mecanismos de con-
ciliación entre los sujetos implicados, pues como se tratará en temas
posteriores ha propiciado el desarrollo de medios pacíficos para la
solvencia de ciertos sucesos penales.

V. ESTADÍSTICAS VICTIMALES

Antes de comenzar a explicar directamente los reconocidos como


instrumentos de recogida y análisis de información comúnmente em-
pleados dentro del ámbito de la Victimología, se considera convenien-
te advertir algunas nociones generales sobre las características de los
tests de evaluación.

1. Introducción a los tests de evaluación

Como se acaba de referir, antes de hacer mención expresa a las


técnicas de investigación más empleadas en la esfera victimológica,

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