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FILOSOFÍA.

2° de Bachillerato.
Grupos: 2DH3, 2DH4.
Prof. Eugenia Navarrete.
2022.

Una primera aproximación al problema de la verdad.1


Una brevísima historia y algunas nociones clásicas.2
Introducción...
El vocablo 'verdad' suele utilizarse -principalmente- en dos sentidos: para referirse a una
proposición3 o un enunciado y para referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una
proposición que es verdadera en contraposición a falsa. En el segundo caso se dice de una realidad
que es verdadera a diferencia de una que sea aparente, ilusoria, irreal, o inexistente. No siempre
se distingue entre estos dos sentidos del término en el lenguaje corriente. Además, en principio,
una proposición verdadera parecería referirse a algo real, por lo cual estas dos acepciones quedan
ligadas. Además encontramos también el uso de verdad como sinónimo de 'veracidad' u
'honestidad', aplicado a aquella persona que dice aquello que efectivamente piensa. Esto complica
un poco más las cosas, ya que uno puede estar “siendo verdadero”, al mismo tiempo que estar
“diciendo algo que no es verdadero”. Sin embargo puede destacarse algún aspecto de la verdad
sobre el otro.
Un poco de historia...
Esto ocurrió con la idea de verdad que predominó en los comienzos de la filosofía. Los
antiguos filósofos griegos comenzaron por buscar la verdad -o lo verdadero- frente a la ilusión y la
apariencia. En este sentido la verdad era idéntica a la realidad, y a su vez la realidad era
considerada idéntica a la permanencia, a lo que “siempre es”. Lo permanente era, entre los primeros
filósofos, concebido como lo verdadero, en oposición a lo cambiante -que no era considerado
necesariamente como falso, sino como aparentemente verdadero, pero sin serlo realmente. Y como
los sentidos nos muestran una realidad cambiante, móvil, muchas veces se asoció la verdad como
algo accesible únicamente a través del pensamiento y la razón. Así, los filósofos griegos conciben
la verdad como la aletheia, como el descubrimiento del ser, como el hallazgo de lo real que se halla
oculto por el velo de las apariencias sensibles. Sin embargo, históricamente, este sentido de la
verdad de los griegos no es el único posible. Es interesante comparar -o contraponer- lo que los
griegos entendían por 'verdad' con cómo la concebían los hebreos. En la tradición hebrea la verdad
('emunah') es sinónimo de confianza. La verdad de las cosas no es su realidad frente a la apariencia
sino su fidelidad. Verdadero es, en este sentido, lo que es fiel, lo que cumple o cumplirá con su
promesa; por lo cual Dios es lo único verdadero. Vale notar que bajo esta concepción la verdad no
es estática, no se halla tanto en el presente como en el futuro. Por eso se ha señalado que mientras
el griego para decir la verdad ha de decir “algo que es”, el hebreo dice “así sea” (esto es, amén).
Pero los griegos no se ocuparon solamente de la verdad como realidad. Se ocuparon también (y
hasta se podría decir, especialmente) de la verdad como propiedad de ciertos enunciados, de los

1
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licenciamiento. El texto completo de la licencia puede leerse en http://creativecommons.org/licenses/by-
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2
En base a la entrada 'Verdad' en el Diccionario de Filosofía de J. Ferrater Mora.
3
Utilizaremos aquí el término 'proposición' entendido como un “enunciado informativo”, esto es, que afirma o niega
algo sobre una realidad (quedan así excluidos otro tipo de enunciados como las preguntas, las exclamaciones, etc.).
cuales se dice que son verdaderos. Aunque antes de Aristóteles se había concebido ya la verdad
en esta acepción, es suya la más conocida formulación en este sentido. Así la define en su libro
Metafísica: “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso; decir de lo que es
que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero”4. Están aquí las bases de lo que se llamará
la “concepción semántica de la verdad” así como la visión correspondentista de la verdad: un
enunciado es verdadero si hay correspondencia entre lo que dice y aquello de lo cual habla. No se
puede dejar de apuntar que ya desde las primeras épocas de la filosofía coexistieron junto a estas
concepciones de la verdad, teorías relativistas y escépticas. El movimiento sofista, escuela
filosófica del siglo V a.C., albergó entre sus pensadores a filósofos tales como Protágoras de Abdera
quien sostenía que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto son, de las
que no son en tanto no son”, señalando que el conocimiento -y por tanto, la verdad del mismo-
variaba de individuo a individuo según su vínculo único con la realidad y, en mayor grado aún, de
sociedad a sociedad, pues el conjunto de individuos que los formaban eran completamente
distintos. Así, la verdad sería algo móvil y variable. El también sofista Gorgias de Leontini, fue un
escéptico y un nihilista. Es decir, no es que creía que la verdad era múltiple, sino que sostenía la
inexistencia de la verdad. Según su pensamiento, nada podía ser determinado como verdadero
nunca. De modo polémico y extremo sintetiza su visión en tres tesis: “1. Nada existe; 2. Si algo
existiese, no podría ser conocido. 3. Si algo pudiese ser conocido, no podría ser comunicado
(mediante el lenguaje).”
En el pensamiento cristiano de la Edad Media siguió primando la noción de lo verdadero
como adecuación a la realidad. No obstante, el carácter religioso de esta concepción del mundo
identificaba lo verdadero y permanente con Dios. No solo como lo realmente verdadero (pues es lo
eternamente permanente) sino que es además la fuente de la verdad. Las verdades eternas residen
en Dios (son parte de él) y si los hombres pueden acceder a ellas, será solamente a través de él.
Claro ejemplo de esta visión es la del filósofo San Agustín de Hipona y su teoría de la iluminación:
según ésta los hombres pueden juzgar la realidad sensible a través de ideas innatas puestas en la
mente humana por Dios y solo les es posible vislumbrar las verdades eternas gracias a la “luz” con
que Dios ilumina la mente humana de aquellos que profesan la fe.
En la Época Moderna han persistido entre los filósofos las anteriores concepciones de la
verdad. Pero la mayor novedad en este período radica en la que puede llamarse la concepción
idealista: si el pensamiento es pensamiento de la realidad, la verdad del pensamiento será la
misma que la verdad de la realidad. Dice Spinoza, claro exponente de esta visión, “el orden y
conexión de las ideas es el orden y conexión de las cosas”5. En la base de este tipo de
concepciones subyace una concepción metafísica de que la mente humana en su funcionamiento
se corresponde con la realidad y, por tanto, lo que es racionalmente demostrable debe ser
verdadero en la realidad. También aparece en el siglo XIX la teoría coherentista de la realidad.
La verdad ya no es entendida en esta visión como una adecuación o correspondencia del
pensamiento con la realidad, sino como una instancia de coherencia con el resto de los
pensamientos en un sistema dado. Un enunciado es verdadero en tanto es coherente con el
sistema de creencias general que maneja un individuo. Se renuncia aquí a poder determinar la
verdad en un sentido fuerte -en relación a la realidad en sí. El siglo XIX y -fundamentalmente- el
XX multiplicaron y diversificaron el análisis que desde la filosofía se hace sobre la verdad, a la par
que profundizaron y complejizaron las concepciones clásicas... Antes de llegar a ellas, sin embargo,
repasaremos más en detalle algunas de las teorías tradicionales sobre la verdad.

4
Aristóteles, Metafísica, Libro IV, a través de Ferrater Mora, J. op. cit.
5
Spinoza, B., Ética.
Algunos aspectos de las teorías más clásicas...
La verdad como correspondencia
La teoría correspondentista de la verdad, establece que la verdad o falsedad de una
proposición está determinada por la forma en que se relaciona con el mundo (más precisamente
con la realidad que describe), siendo verdaderas aquellas que describen con exactitud (se adecuan,
se corresponden con) la realidad descrita. Las teorías de la correspondencia afirman que las
creencias y las proposiciones verdaderas han de corresponderse con el estado actual de la
realidad. Este tipo de teorías intenta establecer una relación entre los pensamientos o las
proposiciones por un lado, y las cosas o los hechos por el otro. Como se ha señalado ya, es una
visión clásica cuyos orígenes pueden remontarse a algunos de los filósofos griegos antiguos y cuya
formulación más clásica corresponde a Aristóteles. Esta concepción de la realidad ha sido una de
las más difundidas históricamente y continúa siendo, hoy día, la visión propia del “sentido común”.
A comienzos del siglo XX tuvo un nuevo empujón por parte de las visiones cientificistas que la
promulgaron, en la línea de que lo real es lo empíricamente comprobable y verdadero es aquello
que podemos enunciar y verificar a través de los sentidos. Esto no implica que haya una única
concepción de lo que significa la citada “adecuación” a la realidad. Diversos pensadores han
definido de distinto modo en qué se fundaría tal correspondencia y han intentado resolver las
distintas problemáticas que esta teoría plantea: ¿cómo corroborar la existencia de un mundo
externo a nuestra percepción?, ¿cómo conocer la 'realidad' con la que debemos comparar las
proposiciones?, ¿qué grado de certeza tienen los sentidos como captadores del mundo externo?
La verdad como coherencia
Llamamos teorías coherentistas de la verdad a toda teoría que establezca que la verdad
está dada por la coherencia de un enunciado con un conjunto de proposiciones o creencias que ya
poseemos, o sea, que el enunciado no entre en contradicción con el conjunto de enunciados ya
establecido. Una característica central en estas concepciones es que la verdad es sobre todo una
propiedad de “sistemas de proposiciones” y que sólo pueden atribuirse a proposiciones individuales
en relación a su coherencia con el conjunto. La crítica más extendida a este tipo de teorías es que
el hecho de que un sistema de creencias sea coherente entre sí no implica necesariamente que
sea real; puede ponerse como ejemplo un conjunto de ideas extraído de un libro de ciencia ficción.
El problema con esta objeción es que se para desde una visión correspondentista de la realidad.
Bertrand Russell ha objetado a estas concepciones lo siguiente: puesto que tanto un proposición
como su opuesta son coherentes con al menos un conjunto de creencias, esto implicaría que ambas
son verdaderas, lo cual sería absurdo (pues dos enunciados contradictorios no pueden ser ambos
verdaderos).
La verdad como consenso
Una teoría del consenso es aquella teoría de la verdad que, renunciando a la posibilidad
de establecer una relación con una pretendida 'realidad', postula que la verdad es un acuerdo
intersubjetvo. La verdad, bajo esta visión, es el resultado de los acuerdos establecidos entre los
distintos grupos humanos. Podemos ubicar su origen en el ya citado Protágoras que sostenía que
“Las cosas que le parecen justas y buenas a cada ciudad, lo son también para ella mientras que
las crea tales.”6 No obstante, el mayor desarrollo de estas concepciones se ha dado en el correr
del siglo XX. Las críticas más frecuentes a este tipo de planteos están vinculadas al problema de
si es posible establecer (y dónde) límites a esos consensos; por ejemplo, ¿es aceptable una
sociedad que establezca por consenso el asesinato de las mujeres o el esclavismo? Diversos
teóricos han intentado combatir los problemas de un relativismo extremo, planteando ciertos
mínimos que han de cumplirse en todo acuerdo.

6
Platón, Teeteto.

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