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| Asesoría Técnica Parlamentaria Agosto, 2021

Evolución histórica de la investigación


parlamentaria en seis países

Autores Resumen
Se solicita informar la evolución histórica de la investigación
Guido Williams O. parlamentaria tanto a nivel de derecho comparado como de Chile. Al
gwilliams@bcn.cl respecto se analizan los casos de las comisiones investigadoras de
Tel.: (56) 32 226 3180
los poderes legislativos de Argentina, Estados Unidos de América,
Virginie Loiseau
Francia, Brasil, Perú y Chile.
vloiseau@bcn.cl En Chile y Perú desde el siglo XIX sus constituciones políticas
consagraron la atribución de investigación parlamentaria, en mayor o
menor medida. En Brasil, es desde la primera mitad del siglo XX.
Durante el mismo siglo XX, e incluso en el siglo XXI, en los cuatro
Nº SUP: 131716
países se configuró y precisó legal y reglamentariamente la función
de investigación parlamentaria, dotando a las comisiones de
atribuciones para llevar adelante su función, aun cuando no de
manera homogénea entre los países, por ejemplo en materia de
forzar la comparecencia de citados a testimoniar.
Por su parte, en Argentina, la Constitución Política de 1853 no
dispuso expresamente dicha atribución fiscalizadora, sin embargo los
autores ven atisbos de la función en algunos artículos de la carta
fundamental. Cabe reseñar que la Corte Suprema y los reglamentos
de las cámaras legislativas han colaborado en configurar el ejercicio
de la atribución.
A su vez en Francia, las comisiones de investigación parlamentaria
tienen un origen consuetudinario.
En los Estados Unidos de América, la investigación parlamentaria
tiene su origen antes de la independencia, vinculándose a prácticas
del Parlamento Inglés y a las asambleas coloniales. Desde el inicio
de sus funciones el Congreso de los Estados Unidos ha ejercido la
atribución de investigación parlamentaria, con características
similares a la función jurisdiccional y con el respaldo de leyes y la
jurisprudencia de la Suprema Corte, la que además ha establecido
límites al ejercicio de dicha atribución.
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Introducción
Se solicita informar la evolución histórica de la investigación parlamentaria, tanto a nivel de
derecho comparado, como de Chile.

En materia de investigación parlamentaria, se optó por informar la evolución histórica de las


comisiones investigadoras en la historia nacional y en otros cinco países. Cabe señalar, que
el Diccionario Panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española de la Lengua
define a dichas comisiones como:

Cada uno de los órganos parlamentarios que recaban y analizan información sobre
asuntos de interés público que conciernen a la función parlamentaria o a sus
miembros, o en todo caso son de interés general. Sus conclusiones pueden ser
comunicadas al Ministerio Fiscal para el ejercicio cuando proceda de las acciones
penales oportunas, pero sus conclusiones no vinculan a los tribunales. Es obligatorio
comparecer en las comisiones a requerimiento de las Cámaras. No son comisiones
permanentes, de modo que se extinguen cuando su trabajo concluye.

Para Almendras (2013: 83) en el concepto “Fiscalización Parlamentaria, distinguimos la


Inspección Parlamentaria, las preguntas, las interpelaciones y las encuestas parlamentarias
(comisiones investigadoras) […]. Esta clasificación, no obstante obedecer a la realidad de un
sistema parlamentario, con más o menos cambios o modificaciones, suele encontrarse en el
presidencialismo latinoamericano y en nuestra propia realidad jurídica”.

Por lo anterior, la selección de países dio preeminencia a casos de América y se sumó a


Francia por disponer de un régimen político semi-presidencial.

Las traducciones son propias.

I. Chile

Almendras (2013: 101) asegura que los “primeros antecedentes de la facultad fiscalizadora
parlamentaria la encontramos en la Constitución de 1833”, la que en su artículo 58 señalaba:

Art. 58. Son deberes de la Comisión Conservadora:

1º Velar sobre la observancia de la Constitución y de las leyes.

2º Dirigir al Presidente de la República las representaciones convenientes a este


efecto; y no bastando las primeras, las reiterará segunda vez, de cuya omisión será
responsable al Congreso.

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3º Prestar o rehusar su consentimiento a todos los actos en que el Presidente de la


República lo pidiere, según lo prevenido en esta Constitución

Posteriormente, en la reforma constitución de 1874, el artículo 58 fue modificado en el sentido


de precisar las atribuciones de la Comisión Conservadora. Así, el artículo pasó a ser 48,
quedando, en lo pertinente, de la siguiente manera:

La Comisión Conservadora, en representación del Congreso, ejerce la supervigilancia


que a éste pertenece, sobre todos los ramos de la administración pública.

Le corresponde, en consecuencia:

1.° Velar por la observancia de la Constitución y de las leyes, y prestar protección a


las garantías individuales;

2.° Dirigir al Presidente de la República las representaciones conducentes a los


objetos indicados, y reiterarlas por segunda vez, si no hubieren bastado las primeras.

Cuando las representaciones tuvieren por fundamento abusos o atentados cometidos


por autoridades que dependan del Presidente de la República, y este no tomare las
medidas que estén en sus facultades para poner término al abuso y para el castigo
del funcionario culpable, se entenderá que el Presidente de la República y el Ministro
del ramo respectivo, aceptan la responsabilidad de los actos de la autoridad
subalterna, como si se hubiesen ejecutado por su orden o con su consentimiento;

(…)

Al respecto, Ferrada (2002) señala que si esta Comisión actuaba fiscalizando en


representación del “propio Congreso -como lo señala el propio Art. 58 de la Constitución de
1833- , era evidente que la facultad también la ostentaba éste, probablemente como cuerpo”.

Por su parte, Lastarria (1906: 310-311) aseveraba que pese a que el texto original de la
Constitución de 1833 no mencionaba expresamente la facultad fiscalizadora, la potestad
estaba presente, considerando los poderes implícitos de las cámaras legislativas. Refuerza
la idea el hecho que el Reglamento de la Cámara de Diputados vigente en esa época,
reconocía la atribución para promover y votar interpelaciones y censuras ministeriales, como
mecanismos ordinarios de control político.

Luego, en el período del llamado "régimen parlamentario" de gobierno, indica Ferrada (2002)
se estableció “en nuestro país un sistema que implicaba, en la práctica, una dependencia
directa del gabinete ministerial del parlamento, llegando incluso a promulgarse una reforma
constitucional (Ley Nº4.004, de 1924) que establecía como atribución de la Cámara la de
"manifestar si los ministros merecen o no confianza" (Art. 29 -38 original- número tercero)”.

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Posteriormente, la Constitución Política de 1925, incorporó expresamente la fiscalización


parlamentaria, en el artículo 39 N° 2 que prescribía:

Son atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados:

2. Fiscalizar los actos del Gobierno. Para ejercer esta atribución, la Cámara puede,
con el voto de la mayoría de los Diputados presentes, adoptar acuerdos o sugerir
observaciones que se trasmitirán por escrito al Presidente de la República. Los
acuerdos u observaciones no afectarán la responsabilidad política de los Ministros y
serán contestados por escrito por el Presidente de la República o verbalmente por el
Ministro que corresponda.

Sobre esta norma, Ferrada (2002) señala que

[e]sta forma de consagrar la fiscalización parlamentaria, como atribución


parlamentaria sin efectos políticos directos e inmediatos… [procura] fortalecer al
órgano Presidente de la República, establecer la dependencia directa de los Ministros
de aquel y reconocer a la Cámara sólo una facultad restrictiva de crítica política sin
responsabilidad directa de los Ministros de Estado.

Para Bronfman y otros (1993, citados por Ferrada), pese a la nueva norma y las limitaciones
que menciona Ferrada, en el marco de la vigencia de la Constitución de 1925, se mantuvieron
prácticas como la pérdida de confianza en un Ministro por parte de la mayoría de la Cámara
o la exigencia de presentación ante el Congreso del programa ministerial cada vez que juraba
un nuevo gabinete (al menos hasta 1927).

Adicionalmente, Ferrada (2002) indica que “la mayoría de la doctrina1 evaluó negativamente
los restrictivos términos en que estaba consagrada la fiscalización parlamentaria, poniendo
de relevancia su ineficacia como mecanismo de control del Ejecutivo y de contrapeso al poder
político de éste”, salvo en el período “que gobernó el Presidente Allende, en el que las
pasiones políticas y el enfrentamiento fratricida entre los grupos políticos llevó a un uso
abusivo e irracional de esta facultad parlamentaria” (Ferrada, citando a Tapia, 1993).

En sentido similar, Almendras (2013: 105) indica que para Cea Egaña, fue “la secuela de una
transacción, apresurada y aceptada con renuencia, entre el Parlamentarismo y el
Presidencialismo”, que no tiene parangón en el Derecho Comparado y, por esas y otras
circunstancias objetables, trátase de una facultad política susceptible de ser empleada para
objetivos muy diversos, algunos rectos y otros torcidos.

Sobre el período de vigencia de la Constitución de 1925, y la falta de eficiencia de la función


fiscalizadora de la Cámara de Diputados, Bronfman (1992: 296-298) expresa que fueron tres
las causales que se conjugaron para dicha ineficiencia: i) existencia de un sistema dominado

1 Menciona a Silva Bascuñán, Estévez Gazmuri y Andrade Geywitz.

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por partidos ideológicos, con “concepciones globales y excluyentes sustentadas por los
principales referentes políticos, poco es el efecto que puede tener una atribución pensada en
términos de una política de transacciones, de criterios modificables, flexibles frente a la
lógica, la retórica y la fuerza de los hechos”; ii) crecimiento y mayor complejidad del aparato
del Estado versus diputados, sin mayores conocimientos específicos y apoyo de asesorías,
lo que condujo “a que el Congreso quede inerme frente a la necesidad de fiscalizar un
verdadero mar de cifras y antecedentes especializados” y iii) los limitados efectos políticos
del artículo 39 N° 2 que se traducían en efectuar observaciones y dar respuesta por parte de
los ministros, sin reales efectos políticos concretos.

Sin embargo, Bronfman (1992:300), recuerda que el artículo 60 del Reglamento de la Cámara
de Diputados contenía una norma que entregaba facultades adicionales a los diputados, al
señalar lo siguiente: "Las Comisiones informarán los proyectos que se les envíen en examen;
prepararán los datos e investigarán los hechos que estimen necesarios para la deliberación
de la Cámara, y podrán solicitar de los poderes públicos la comparecencia de aquellos
funcionarios que, por sus especiales aptitudes, estén en situación de ilustrar sus debates".
Esta norma, prosigue Bronfman (1992:300) “gozaba de cierto imperio, pues la Ley 13.609
establecía la responsabilidad del Jefe de Servicio cuando él o los funcionarios de su
dependencia no comparecieran a las citaciones de una Comisión” de la Cámara de
Diputados.

Posteriormente, el texto primigenio de la Constitución de 1980 reiteró esencialmente, en el


artículo 48 N° 1 letra c, la norma del artículo 39 de la Constitución Política de 1925, al señalar
en lo pertinente lo siguiente:

Artículo 48.- Son atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados:

1) Fiscalizar los actos del Gobierno. Para ejercer esta atribución la Cámara puede,
con el voto de la mayoría de los diputados presentes, adoptar acuerdos o sugerir
observaciones que se transmitirán por escrito al Presidente de la República, debiendo
el Gobierno dar respuesta, por medio del Ministro de Estado que corresponda, dentro
de treinta días. En ningún caso, dichos acuerdos u observaciones afectaran la
responsabilidad política de los Ministros y la obligación del Gobierno se entenderá
cumplida por el sólo hecho de entregar su respuesta.

Cualquier diputado podrá solicitar determinados antecedentes al Gobierno siempre


que su proposición cuente con el voto favorable de un tercio de los miembros
presentes de la Cámara, y […]

Esta norma constitucional se mantuvo vigente hasta la reforma constitucional de 2005.

Respecto a las deficiencias que el sistema de fiscalización parlamentaria presentaba antes


de la reforma constitucional de 2005, Ferrada (2003) señala las siguientes:

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• Carecía de efectos políticos directos e inmediatos, lo que transformaba esta potestad


parlamentaria en irrelevante e ineficaz;
• Carecía de consagración constitucional de instrumentos efectivos de fiscalización;
• Adolecía de relativa inoperancia como efectivo mecanismo de control, desde el
momento en que su ejercicio se sujetaba casi exclusivamente a la decisión de las
mayorías parlamentarias presentes o en ejercicio; y,
• Existía evidencia de la incapacidad de los parlamentarios para realizar
investigaciones serias y acuciosas, que sirviesen de base a sanciones políticas y/o
jurídicas a partir de los hechos establecidos.

También refiriéndose a la reforma constitucional de 2005, Almendras (2013: 110) recuerda


que ella modificó el artículo 48, pasando a ser artículo 52, contemplándose la facultad de la
Cámara de Diputados para crear comisiones especiales investigadoras a petición de -a lo
menos- dos quintos de los diputados en ejercicio, “materia que ya había sido abordada, a lo
menos en cuanto a la creación pero no al quórum, en la modificación del Reglamento de la
Cámara de Diputados en 1994”.

Adicionalmente, la Ley Orgánica del Congreso Nacional, en su texto original de 1990,


artículos 9 y 10, determinaba que los organismos de la Administración del Estado debían
proporcionar “los informes y antecedentes específicos que les sean solicitados por las
Cámaras o por los organismos internos autorizados por sus respectivos reglamentos, con
excepción de aquéllos que por expresa disposición de la ley tengan el carácter de secretos
o reservados”, Además, indicaba que el jefe superior del respectivo organismo de la
Administración del Estado, requerido [en virtud del art. 9], era responsable del cumplimiento
de lo ordenado en esa disposición.

En 2010, se modificó el artículo 9 de la Ley Orgánica, reemplazándolo por el siguiente:

"Artículo 9°.- Los organismos de la Administración del Estado y las entidades en que
el Estado participe o tenga representación en virtud de una ley que lo autoriza, que no
formen parte de su Administración y no desarrollen actividades empresariales,
deberán proporcionar los informes y antecedentes específicos que les sean
solicitados por las comisiones o por los parlamentarios debidamente individualizados
en sesión de Sala, o de comisión. Estas peticiones podrán formularse también cuando
la Cámara respectiva no celebre sesión, pero en tal caso ellas se insertarán
íntegramente en el Diario o en el Boletín correspondiente a la sesión ordinaria
siguiente a su petición.

Dichos informes y antecedentes serán proporcionados por el servicio, organismo o


entidad por medio del Ministro del que dependa o mediante el cual se encuentre
vinculado con el Gobierno, manteniéndose los respectivos documentos en reserva o
secreto. El Ministro sólo los proporcionará a la comisión respectiva o a la Cámara que
corresponda, en su caso, en la sesión secreta que para estos efectos se celebre.

Quedarán exceptuados de la obligación señalada en los incisos primero y tercero, los


organismos de la Administración del Estado que ejerzan potestades fiscalizadoras,
respecto de los documentos y antecedentes que contengan información cuya

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revelación, aun de manera reservada o secreta, afecte o pueda afectar el desarrollo


de una investigación en curso."

Posteriormente, se sumó a la Ley Orgánica el artículo 9A que fija una obligación de


proporcionar información a “Las empresas públicas creadas por ley, las empresas del Estado
y las sociedades en que éste tenga aporte, participación accionaria superior al cincuenta por
ciento o mayoría en el directorio, cualquiera sea el estatuto por el que se rijan, incluso
aquellas que de acuerdo a su ley orgánica deban ser expresamente mencionadas para
quedar obligadas al cumplimiento de ciertas disposiciones”.

II. Estados Unidos de América

La práctica de la fiscalización por parte del poder legislativo de Estados Unidos de América,
tiene como antecedente histórico la labor del Parlamento Británico y las Asambleas
Legislativas coloniales. En efecto, por ejemplo, en 1680 el Parlamento Británico investigó
temas tan diversos como la conducta del ejército en el "envío de socorro" a Irlanda durante
la guerra o la imposición de la ley marcial por parte de un comisionado de la East India
Company. Estas investigaciones parlamentarias, se fundaban en la idea que el Parlamento
no podía cumplir su función legislativa adecuadamente, si no podía recopilar información
relevante a los temas sobre los que precisamente requería legislar (Gorod y otros, 2019: 2-
3).

Luego, las legislaturas coloniales estadounidense replicaron el modelo de fiscalización del


Parlamento Británico. Según Gorod y otros (2019:3), esta atribución la ejercieron sin
cuestionarse mayormente, y respecto de la “conducta de los otros departamentos del
gobierno y también sobre otros asuntos de interés general que se les señalara”. El autor
indica que, por ejemplo, en 1722 la Cámara de Representantes de Massachusetts declaró
que era "no sólo su Privilegio sino su Deber el exigir a cualquier Oficial a sueldo y servicio de
este Gobierno una cuenta de su Administración mientras estaba en el Empleo Público".

Indica Davis (CRS, coord., 2021: 30) que al inicio del proceso de Independencia,
particularmente durante la Convención Constitucional de 1787, no hubo discusión colectiva
sobre el poder del Congreso para conducir fiscalizaciones e investigaciones, aunque los
convencionales individualmente parecen haber entendido que el Congreso claramente
poseía dichos poderes "inquisitoriales". Por ejemplo, menciona Davis que durante la
Convención se presentó, sin que prosperara, una propuesta para proporcionar
explícitamente al Congreso con el poder de castigar por desacato, atribución que es a
menudo utilizada por los parlamentos como un medio para ejercer sus poderes de
investigación. Es probable, señala Davis, que la opinión general fuese que no había
necesidad de enumerar expresamente la facultad de investigación, porque la concepción del
Poder Legislativo incluía la capacidad de recopilar información relevante para la labores del
Congreso (Davis, 2021: 31).

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Por su parte, Badeni (2008:146) informa que luego de la independencia, el poder de


fiscalización fue ejercido, por primera vez, en el año 1792 cuando la Cámara de
Representantes resolvió nombrar una comisión “para investigar la desastrosa campaña
militar desarrollada en 1791 por el general Saint Clair, en su expedición contra los indios del
noroeste”. Para Davis (2021: 31), el “mero acto de autorizar dicha comisión sentó un
precedente importante, en el sentido que la adopción de la resolución fue precedida por un
debate sobre si era apropiado o no, y de hecho constitucional, que la Cámara investigara el
asunto o si era preferible instar al Presidente a realizar la averiguación”. Precisa Davis
(2021:31) que, algunos parlamentarios afirmaron que la Cámara carecía de la autoridad para
investigar las operaciones del Ejecutivo, sin embargo esta posición fue derrotada, y “la
comisión de investigación se estableció con clara autoridad para citar a las personas, requerir
documentos y efectuar registros necesarios para ayudar en su investigación”.

Esta práctica investigativa del Congreso de los Estados Unidos, prontamente fue replicada
por las legislaturas estatales. Por ejemplo, Gorod (2019:3) señala que en 1824 la Cámara de
Representantes de Nueva York estableció una comisión especial para investigar actos de
corrupción en el Chemical Bank. En su resolución de constitución, la comisión citó a un testigo
a declarar y ante su negativa de comparecer, determinó que fuera conducido mediante la
fuerza a la cárcel hasta que fuese nuevamente citado a declarar.

Desde 1792 en adelante, el Congreso confirmó permanente e ininterrumpidamente sus


propios poderes de investigación. Consecuentemente, utilizó la ley federal y las normas
internas para fortalecer dicha potestad. Así, por ejemplo, en 1798 el Congreso promulgó un
estatuto que reconoció sus poderes no solo para obtener pruebas a través de un testimonio,
sino también para juramentar a los testigos. Esta norma, autorizó específicamente al
Presidente del Senado, al Portavoz de la Cámara de Representantes y al presidente de una
comisión para recibir los juramentos de los testigos que debían testificar ante el Congreso.
Durante este mismo período, tanto la Cámara y el Senado comenzaron a delegar en
comisiones especiales y ad hoc la autoridad para solicitar documentos o requerir la presencia
de personas (Davis, 2021: 31-32).

En 1827, apunta McGeary (1951: 426), la Cámara de Representantes estableció el


precedente de conferir a una comisión el poder de obligar a los testigos a testificar ante una
comisión de investigación. Cuando se estaba estudiando en la Cámara, la resolución
especifica que disponía esta ampliación de la facultad, surgió una considerable oposición
parlamentaria. Sin embargo, tras un largo debate, la tesis victoriosa fue que, la
comparecencia obligatoria del testigo ayudaría a conocer los hechos investigados.

Posteriormente, en 1857 el Congreso dictó un estatuto disponiendo que el testigo citado a


declarar, que se negase a comparecer, a responder preguntas pertinentes o a escribir
informes en el marco de una investigación, era culpable de un delito menor, punible con una
multa y encarcelamiento (en una cárcel común), previa certificación del Presidente del
Senado o el Portavoz de la Cámara. Cabe señalar que, previamente, la atribución de imponer
sanciones se basaba en las reglas del common law (derecho consuetudinario) que permitían

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sancionar los actos de desprecio al mandato de una autoridad. En este derecho, la privación
de libertad no podía extenderse más allá del cierre de la sesión legislativa durante la cual
había ocurrido el desacato (McGeary, 1951: 427).

Adicionalmente, McGeary (1951: 431-432) recuerda que, hasta 1827, la facultad de investigar
era ejercida únicamente por comisiones especialmente (ad hoc) creadas para esos fines.
Desde ese año, se permitió que comisiones permanentes pudiesen también llevar este tipo
de fiscalizaciones. Cabe considerar que, en 1946, durante la discusión legislativa de la
Legislative Reorganization Act, el Senado propuso que las investigaciones deberían ser
realizadas únicamente por comisiones permanentes, sin embargo la Cámara eliminó dicha
propuesta.

Asimismo, según el mismo McGeary (1951: 426), durante bastante tiempo las
investigaciones del Congreso estuvieron sujetas a poca supervisión o control por parte del
Poder Judicial. Las Cámaras utilizaban con frecuencia la facultad de investigar no solo para
indagar en la honestidad y eficiencia del Gobierno, sino también para obtener información útil
para el Congreso en su tarea de legislar “sabia e inteligentemente” e incluso algunas
actuaciones ayudaron a indagar en la conducta de los propios miembros del Congreso o del
personal contratado por ellos.

Respecto a la ocurrencia de excesos durante las investigaciones, Manili (2020: 1) nos


recuerda que la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos ha estado de
acuerdo con los poderes de investigación amplios del Congreso, pero ha establecido algunas
reglas limitativas. De esta forma, en el caso Mc Grain v. Daugherty de 1927, primeramente,
señaló que este poder era “auxiliar esencial y apropiado de la función legislativa” (Davis,
2021: 54). Al mismo tiempo, reconoció atribuciones para citar a testigos, obligarlos a
comparecer, incautar papeles privados, allanar domicilios, etc. Por su parte, en el caso
Watkins v. United States de 1957 la Corte impuso una limitación: los testigos no pueden ser
obligados a declarar si con ello se viola la cuarta enmienda constitucional2, o la libertad de
palabra, o si los hechos sobre los cuales pueden declarar no tienen relación con el objeto de
la investigación. En consecuencia, ante la no comparecencia del testigo, se necesita una
causa justificada para solicitar el auxilio de la Justicia. Asimismo, la Corte ha señalado que
procede proteger al testigo respecto de citaciones poco claras o muy amplias (McPhaul v.
United States de 1960). En sentido similar, la Corte ha precisado (Barenblatt v. United States
de 1959) que se deben proteger determinadas libertades individuales, en el marco de las
investigaciones de las comisiones. Consecuentemente, se ha restringido el actuar de estas
últimas instancias, requiriendo que se debe balancear el interés personal versus el de los
congresistas, siendo el elemento crítico la “existencia y el peso” que debe atribuirse al interés
del Congreso en exigir la revelación de un testigo que no desea declarar, manifestado por
ejemplo en la delegación de poder de la Sala o en un interés legislativo (Williams, 2021: 9).

2 Referida a la protección de las personas ante investigaciones y aprehensiones arbitrarias.

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III. Argentina

La Constitución Argentina es de 1863, pero ha tenido diversas reformas e incluso han existido
períodos en donde otros Estatutos han tenido preeminencia sobre ella. Esta Constitución, no
cuenta con normas expresas relativas a la facultad de las cámaras para designar comisiones
investigadoras. Sin embargo, diversas disposiciones de las mismas cámaras han
determinado el ejercicio de la facultad fiscalizadora y puntualmente la constitución de
comisiones investigadoras.

Al respecto, Badeni (2008: 140) señala que el Congreso está facultado expresamente por el
artículo 71 de la Constitución nacional, que reproduce textualmente el artículo 39 de la
Constitución de 1826, para requerir informaciones y explicaciones directas al Poder
Ejecutivo. Esta facultad, tiene por objeto que el Congreso pueda obtener la información
necesaria y conveniente para legislar, conocer la marcha de los negocios públicos y ejercer
su potestad de control sobre el órgano ejecutivo. Sin embargo, el mismo autor (2008: 141)
plantea que el criterio dominante en la doctrina constitucional “encuadra la potestad para
investigar en el artículo 75, inciso 32, de la Constitución, con el carácter de medio o
instrumento conveniente para poner en ejercicio los poderes antecedentes, o sea los
enumerados en los incisos precedentes del referido artículo constitucional”. Cabe señalar
que el artículo 75 establece el ámbito de competencia del Congreso Nacional, indicando 32
materias y que el número 32 de la norma prescribe:

Artículo 75.- Corresponde al Congreso:

(…)

32. Hacer todas las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en
ejercicio los poderes antecedentes, y todos los otros concedidos por la presente
Constitución al Gobierno de la Nación Argentina.

Resumiendo diversas posturas, Manili (2020: 4-5) indica que se ha discutido cuál es el
fundamento de la atribución investigativa de las cámaras. Por un lado, algunos autores
indican que son las facultades implícitas del artículo 75 número 32, otros en la facultad de
legislar y de controlar al Poder Ejecutivo y algunos proponen en la de legislar. Por otra parte,
un grupo sostiene que los poderes implícitos del artículo 75 número 32 no dan sustento a las
facultades de investigación, porque tales poderes están otorgados al Congreso y no a cada
Cámara y al solo efecto de legislar (y no para investigar).

Según Ramella (1988: 646), desde el imperio de la Constitución de 1863, las cámaras
legislativas, aún sin normas constitucionales o legales expresas, han reclamado el derecho
de designar comisiones investigadoras. Son múltiples los casos en que ambas cámaras
constituyen comisiones investigadoras y le determinan sus atribuciones. Al respecto, Bieda
(2017: 19) postula que en el siglo XIX existió una clara y manifiesta intención del Congreso

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Nacional por controlar las acciones presidenciales y estatales, mediante las comisiones
investigadoras.

Por esta razón, señala Ramella (1988: 646), por ejemplo en diciembre de 1894, se estimaba
que el derecho de investigación por los parlamentarios se fundamentaba en que: todo poder
tiene la extensión necesaria para llenar sus fines; el que quiere los fines de que inviste un
poder, tiene que darle los medios necesarios para el cumplimiento de esos fines y que la
característica del poder es ejecutarse a sí mismo

Respecto a la primera mitad del siglo XX, Ramella (1988: 646-647) destaca que entre 1915
y 1934 la Cámara de Diputados resolvió en reiteradas ocasiones que era facultad exclusiva
de ella, la designación de comisiones investigadoras en su seno. En sus resoluciones, la
cámara legislativa indicaba que el fundamento constitucional de esa facultad se derivaba del
conjunto de poderes que el Senado y la Cámara de Diputados tenían para legislar, acusar,
censurar y juzgar la conducta del Ejecutivo o que se basaba en normas de la Constitución
(citando al artículo 58 y 45 de la época). También se planteaba que nacía en las facultades,
poderes y privilegios, expreso o implícitos, que la Cámara delegaba en sus comisiones
investigadoras, siendo precisadas por las exigencias de la investigación y por la naturaleza
de la atribución constitucional que se ejercitaba.

Asimismo, sin que existiese una ley habilitante, en 1934 la Cámara (sesión de 29 de
septiembre) reafirmó sus derechos a la investigación, expresando que la desobediencia a las
medidas que se ordenaban relativas a la citación de testigos y exhibición de libros y
documentos, constituirían un desacato (Ramella, 1988: 648)3.

En este mismo sentido, por ejemplo en 1949, la Cámara de Diputados invistió de atribuciones
a la Comisión Investigadora de las Torturas, con todas las facultades de investigación,
especialmente las de allanar domicilios, requisar documentos, archivos y expedientes, usar
de la fuerza pública y “cuanto sea necesario para el integral cumplimiento de sus fines”
(Ramella, 1988: 648).

Por su parte, el Senado también reivindicó sus atribuciones de investigación en una


resolución de 1934. Al respecto, Manili indica (2020: 6) que la cámara resolvió “que las
facultades intrínsecas que constitucionalmente corresponde al Senado y puede delegar en
sus comisiones investigadoras con fines de legislación, especialmente en materias que se
vinculan al orden público y de la economía nacional, deben ser determinadas en cada caso
con la indicación del procedimiento más eficaz para hacer cumplir sus resoluciones”. A
continuación, señaló que la Comisión del Senado estaba “autorizada para citar personas,
requerir testimonios y poner pericias, revisar documentos, tomar informes y compulsar libros

3 Cabe mencionar que en 1877, la Corte Suprema Argentina, en el caso Lino de la Torre (Fallos,
19:238) sostuvo que las Cámaras legislativas podían sancionar aquellos casos de desacato que no
están previstos legislativamente como sujetos a la jurisdicción de los tribunales (Citado por Badeni,
p.149).

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de comercio que tengan relación inmediata con los fines de la investigación”, quedando
autorizada además por el Senado para “allanar domicilios o arrestar testigos y requerir el
auxilio de la fuerza pública si fuere necesario, librando a tales efectos los mandamientos
correspondientes”.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, por ejemplo, en 1975, ante la negativa del Poder
Ejecutivo de entregar informes a una comisión investigadora, la Cámara de Diputados
nuevamente declaró que es su “facultad propia e inherente a sus funciones la designación
de comisiones investigadoras de su seno para fines de iniciativa parlamentaria, de reforma
de legislación o de responsabilidad de los funcionarios públicos, conforme a la constitución
nacional”. (Manili, 2020:7).

Por otra parte, en el 2001 la Cámara de Diputados organizó una comisión investigadora a la
que se facultó para disponer, entre otras medidas, allanamientos de domicilios y acceder al
contenido de las comunicaciones telefónicas, pero con previa autorización e intervención de
un juez competente.

En cuanto a las atribuciones inherentes al poder de investigación y las medidas concretas


que lo componen, Badeni plantea que “no pueden hacerse efectivos si no fueron
debidamente ordenados por la comisión investigadora”. Luego, en los casos en que el
ejercicio del poder de investigación se traduzca en medidas que afectan los derechos y
garantías del hombre, la potestad del Congreso está limitada por el artículo 18 de la
Constitución, relativo esencialmente al debido proceso (Badeni, 2008: 146.-147). Al
respecto, Manili (2020: 8) sostiene que la doctrina se divide entre quienes niegan esa facultad
y quienes la reconocen, pero con muchas atenuantes y para ocasiones excepcionales.

Al respecto, por ejemplo, en 1984 se creó una Comisión Investigadora en donde se ordenó
el allanamiento de un domicilio y el secuestro (incautación) de diversa documentación. Ante
esta situación, el afectado accionó de amparo ante un juez de primera instancia. Éste,
resolvió que el poder de investigación de la Cámara era constitucionalmente incuestionable,
sin embargo al mismo tiempo determinó que las comisiones investigadoras “no podían, sin
previa ley formal que las autorizara, secuestrar documentación ni restringir el ejercicio de
derechos individuales. A falta de esa ley, debían requerir la correspondiente orden judicial
para concretar tales actos”, Este fallo fue confirmado por la Justicia de primera instancia y
luego por la Corte Suprema de Justicia (Badeni, 2008: 148-149).

En el tiempo han existido intentos por normar a las comisiones investigadores mediante
leyes. Así, por ejemplo, en 1934 el Senado aprobó un proyecto de ley (que no prosperó) que
regulaba las atribuciones de las cámaras y sus comisiones en materia de investigación. En
éste se estableció “que las cámaras o sus comisiones autorizadas por ellas podían citar
testigos, ordenar pericias, examinar libros y papeles de las oficinas públicas y usar la fuerza
pública en caso de negativa” (Manili, 2020: 6). Luego, en 1997, la Cámara de Diputados
sancionó un proyecto de ley, rechazado por el Senado, en que se “facultaba a las comisiones
investigadoras a allanar organismos públicos, secuestrar su documentación, requerir

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información en organismos públicos o privados, citar a testigos, incluso con la fuerza pública.
Pero en el caso de los particulares se exigía “autorización” judicial para llevar a cabo
allanamientos y secuestro de papeles” (Manili, 2020: 10).

En la actualidad, el Reglamento del Senado dispone específicamente sobre las comisiones


investigadoras en el artículo 87 al señalar que:

La Cámara puede disponer la creación de comisiones investigadoras en ejercicio de


sus facultades fiscalizadoras y de control.

La resolución de creación de estas comisiones debe especificar taxativamente el


alcance de su competencia y el plazo de su duración, el que sólo podrá ser prorrogado
por única vez por seis meses como máximo, por decisión de los dos tercios de los
miembros de la Cámara.

Por otra parte, el Reglamento de la Cámara de Diputados, dispone en el artículo 104, una
regla general sobre la creación de comisiones especiales: “La Cámara, en los casos que
estime conveniente, o en aquellos que no estén previstos en este reglamento, podrá nombrar
o autorizar al presidente para que nombre comisiones especiales que dictaminen sobre
ellos”.

Por último, Bieda (2017: 19 - 27) plantea que existe una falta de capacidad de control por los
parlamentarios, debido a la falta de recursos humanos y administrativos y de normativa legal
suficiente que regula la función.

IV. Francia

En Francia, las comisiones investigadoras parlamentarias fueron creadas poco antes de la


segunda mitad del Siglo XVIII (previo al Segundo Imperio francés), aunque su creación y
funcionamiento no estaban registrados en norma legal alguna. Para Vallet (2003), durante la
Tercera y la Cuarta República, ya en un régimen parlamentario, llegaron a ser frecuentes y
numerosas, siendo el origen de muchas crisis y cambios ministeriales4.

Bajo la Quinta República, si bien no se eliminaron sus facultades, ellas fueron limitadas (se
“infantilizaron” en palabras de Vallet (2003: 250)) y, de hecho, ninguna disposición referida a
ellas fue incluida en la Constitución política hasta el año 2008.

En Francia, el inicio de las Comisiones Investigadoras se remonta al comienzo del régimen


parlamentario (1830-1848), luego de la revolución de 1830. Durante ese período, se restituyó

4La Tercera República estuvo muy marcada por la inestabilidad ministerial: ciento cuatro gobiernos
desde 1871 hasta 1940.

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a ambas cámaras la iniciativa de las leyes5 y se estableció el principio de la responsabilidad


de los ministros ante el Parlamento6.

Sin embargo, con la revolución de 1848, la II República (1848-1851) y la instauración del


Segundo Imperio (1852-1870), el principio de responsabilidad de los ministros no prosperó.
Luego del advenimiento de la III República y de la IV República, las Leyes Constitucionales
de 18757 y la Constitución de 27 octubre de 1946, respectivamente, consagraron la soberanía
parlamentaria y la primacía del poder legislativo. Ambas repúblicas fueron marcadas por la
inestabilidad ministerial y las crisis del régimen.

Rens (1961:309-310), informa que, durante la Tercera y Cuarta Repúblicas, se practicó lo


que es considerado el sistema francés tradicional de las comisiones, es decir aquel que se
caracteriza por comisiones permanentes que investigan, y que se perpetuó hasta 1958.
Asimismo, a contar de 1910 se adoptó la representación proporcional de los grupos políticos
para la designación en las comisiones. Cada cámara podía establecer una o más comisiones
especiales para una misión determinada. Esas comisiones, se designaban normalmente de
la misma manera que las comisiones generales y ellas eran utilizadas como comisiones de
investigación con facultades especiales.

Respecto a las comisiones permanentes, Rens (1961: 322) recalca que además de sus
competencias legislativas y de su importante rol en materia financiera, ejercían, por sobre
todo, un control político permanente sobre el Gobierno, mediante resoluciones,
comparecencias de ministros, peticiones de explicaciones a los ministros, etc. y que “la
importancia del papel político de las comisiones es característica del sistema tradicional
francés.” Las comisiones permanentes disponían, de hecho sino de derecho, de verdaderos
medios de control sobre los departamentos ministeriales bajo su jurisdicción (Rens, 1961:
311).

Asimismo, Rens (1961: 323) afirma que “es cierto que las constantes presiones ejercidas por
las comisiones permanentes sobre el Gobierno han contribuido a dar a las III y IV Repúblicas
francesas el aspecto de regímenes de asamblea”. Ello se tradujo en que, antes de 1958, la
vida política se caracterizaba por un alto grado de inestabilidad ministerial. Así, hubo 104
gobiernos entre 1871 y 1940, y 24 entre 1947 y 1958 (Vie Publique, 2019).

5 De acuerdo con el Artículo 15 de la Carta constitucional, “la proposición de leyes corresponde al Rey,
a la Cámara de Pares y a la Cámara de Diputados. - Sin embargo, todas las leyes fiscales deben ser
aprobadas primero por la Cámara de Diputados”.
6 “La Cámara de Diputados tiene el derecho de acusar a los ministros y de llevarlos ante la Cámara

de Pares, que es la única que puede juzgarlos”, así lo dice el Art. 47 de la Carta constitucional.
7 Conforman la Constitución de 1875 tres leyes constitucionales, y tres leyes que las modifican. Las

leyes constitucionales de 1875 son las tres leyes de carácter constitucional votadas en Francia por la
Asamblea Nacional entre febrero y julio de 1875 que instauran definitivamente la Tercera República.
Estas tres leyes constitucionales que vienen a organizar el régimen republicano son: la ley de 24 de
febrero de 1875, sobre la organización del Senado; la ley de 25 de febrero de 1875, sobre la
organización de los poderes públicos; la ley de 16 de julio de 1875, sobre las relaciones entre los
poderes públicos.

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Luego, bajo el imperio de la V República, en el marco de los principios de la Ley constitucional


del 3 de Junio de 1958, se dispuso que el Gobierno debía rendir cuentas ante el Parlamento.

En esa época, se consideró importante el control de las acciones del Gobierno por el
Parlamento. Sin embargo, las comisiones a cargo de dicho control fueron dotadas de un
estatuto vinculante destinado a impedir toda injerencia parlamentaria en el poder ejecutivo y
la autoridad judicial. Así, Rens en 1961 señalaba que “la Ordenanza No 58-1100, de 17 de
noviembre de 1958, somete la formación de comisiones investigadoras a numerosas
condiciones restrictivas” (Rens, 1961: 321-322).

Por otra parte, en términos normativos, cabe señalar que en la actualidad las normas legales
y otros textos que se refieren a este tipo de comisiones, a su constitución y funcionamiento,
son:

a) Ordenanza de 1958 de 17 de noviembre de 1958, relativa al funcionamiento de las


asambleas parlamentarias, que redujo considerablemente los poderes de las
comisiones investigadoras;
b) Reglamento de ambas cámaras (de la Asamblea Nacional y del Senado);
c) Ley 77-807 que modificó la Ordenanza de 1958, relativa al funcionamiento de las
asambleas parlamentarias, con el fin de precisar los medios de acción de las
comisiones de investigación y control, reforzando sus atribuciones.
d) Ley 91-698 que modificó el artículo 6 de la Ordenanza de 1958, relativo a las
comisiones parlamentarias de investigación y control;
e) Reforma constitucional de 2008 (Ley constitucional No. 2008-724) de modernización
de las instituciones de la Quinta República, particularmente el artículo 26 por el cual
se restablecieron las funciones efectivas de control de la acción gubernamental y del
funcionamiento de las empresas públicas, materializando aquello con la creación de
un artículo específico en el texto de la propia Constitución (Art. 51-2).

En materia de control legislativo, la Ordenanza de 1958, contempla la creación, en cada


asamblea parlamentaria, de dos tipos de comisiones: las comisiones investigadoras y las
comisiones de control. El artículo 6, además de definir las comisiones investigadoras y las
comisiones de control (o auditoria), contiene las disposiciones referidas a ellas.

De acuerdo con el artículo 6,

Las comisiones investigadoras se crean para recabar información sobre hechos


concretos y presentar sus conclusiones a la asamblea que las ha creado. No se puede
constituir una comisión investigadora cuando los hechos hayan dado lugar a un

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procedimiento judicial8 y mientras éste esté en curso. Si ya se ha creado una comisión,


su misión terminará en cuanto se abra una investigación judicial sobre los hechos que
dieron lugar a su creación.

Las comisiones de control se forman para examinar la gestión administrativa,


financiera o técnica de los servicios públicos o de las empresas nacionales con el fin
de informar a la asamblea que las creó de los resultados de su examen.

Las comisiones de investigación y las de control son comisiones especiales y temporales,


creadas por un período que no puede superar los cuatro meses a contar de su creación.

“Las comisiones investigadoras y de control tendrán carácter temporal. Su misión


finalizará con la presentación de su informe y, a más tardar, al término de un período
de cuatro meses a partir de la fecha de adopción de la resolución que los creó. No
podrán volver a constituirse con la misma finalidad antes de que transcurra un plazo
de doce meses desde el final de su misión”.

Esas comisiones no son públicas, ni sus sesiones, trabajos e informe. Los miembros de esas
comisiones, designados por mayoría parlamentaria, tienen obligación de reserva.

“Todos los miembros de las comisiones de investigación o de control, así como los
que, en cualquier calidad, asisten o participan en sus trabajos, están obligados a
guardar el secreto. La infracción de esta disposición se castigará con las penas
previstas en el artículo 378 del Código Penal”.

La Asamblea puede decidir por sí sola, a propuesta de su Presidente o de la comisión,


la publicación total o parcial del informe de una comisión investigadora o de control.

Quienes publiquen información relativa a los trabajos, deliberaciones, actos o informes


inéditos de las comisiones de investigación y control serán castigados con las penas
previstas en el artículo 378 del Código Penal.”

Las comisiones investigadoras, habiendo dejado de ser asociadas a una crisis


gubernamental durante la V República, vieron ampliados sus poderes por la Ley 77-807, de
1977, que modificó el artículo 6 de la Ordenanza 58-1100, relativa al funcionamiento de las
asambleas parlamentarias, con el fin de precisar los medios de acción de las comisiones
investigadoras y de control.

8 Al respecto Vallet destaca que “la ordenanza de 17 de noviembre de 1958 subordina la creación de
una comisión de investigación parlamentaria a la inexistencia de diligencias judiciales” y que “este
criterio encuentra su justificación en el principio de la independencia de la autoridad judicial establecido
por el artículo 64 de la Constitución de 4 de octubre de 1958: no es concebible, en el espíritu de la
Quinta República, que el órgano legislativo, que, además, tenga un carácter político preponderante,
investigue hechos que estén o hayan estado sometidos a las investigaciones de la autoridad judicial”.

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Primero, se amplió el plazo del mandato de las comisiones investigadoras y de las de control
de cuatro a seis meses. A continuación, se entregaron nuevos medios de acción a las
comisiones investigadoras y de control, mediante la incorporación de nuevos incisos en el
artículo 6 de la Ordenanza 58-1100, lo que permitió que:

 Los relatores de las comisiones de investigación y de control ejerzan sus funciones


sobre la base de documentos y en terreno. Asimismo, se les debe proporcionar toda
la información necesaria para facilitar esta misión. Están facultados para solicitar
todos los documentos de servicio, con excepción de los que revistan un carácter
secreto y se refieran a la defensa nacional, las relaciones exteriores, la seguridad
interior o exterior del Estado, y siempre que se respete el principio de separación de
la autoridad judicial y los demás poderes;
 Toda persona cuya comparecencia haya sido considerada útil por una comisión de
investigación o de control, está obligada a cumplir con la citación que se le haya
efectuado, si es necesario, comparecerá forzada por un agente judicial o por un
agente de la fuerza pública, a petición del presidente de la comisión;
 La persona que no comparezca o que se niegue a prestar juramento o a declarar será
sancionada, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 378 del Código Penal, con una
multa de 600 F a 3.000 F;
 En caso de falso testimonio o soborno de un testigo, se aplicará lo dispuesto en los
artículos 363 y 365 del Código Penal, respectivamente;
 En los dos casos mencionados precedentemente, el procedimiento se iniciará a
petición del presidente de la comisión o, cuando se haya publicado el informe de la
comisión, a petición de la mesa de la Asamblea correspondiente.

También se avanzó hacía una mayor difusión de los informes de las comisiones
investigadoras o de control, reemplazando el penúltimo inciso del artículo 6 de la Ordenanza
58-1100, relativo a la posibilidad de publicar esos informes, por una nueva disposición que
indica que “la Asamblea interesada podrá decidir, por votación especial y tras constituir una
comisión secreta, no autorizar la publicación total o parcial del informe de una comisión de
investigación o control”. Previo a esta nueva disposición, la Asamblea podía decidir por sí
sola, a propuesta de su Presidente o de la comisión, la publicación total o parcial del
mencionado informe.

Posteriormente, la Ley 91-698 de 1991, en su artículo 2, unificó la denominación y funciones


de las comisiones investigadoras y de control, tal como lo confirma en su portal, la Asamblea
Nacional, indicando que “desde 1991, los órganos que antes adoptaban la forma de una
"comisión de investigación" propiamente dicha (cuyo objeto debía referirse a hechos
concretos) o de una "comisión de control" (cuyo objeto se refería a la gestión administrativa,
financiera o técnica de los servicios públicos o de las empresas nacionales) se denominan
"comisión de investigación" (Assemblée Nationale, s/f).

"Las comisiones de investigación se forman para recabar información, ya sea sobre


hechos concretos o sobre la gestión de servicios públicos o empresas nacionales, con

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el fin de presentar sus conclusiones a la asamblea que las ha creado” 9 (Art. 3 de la


Ley No. 91-698).

Se precisó que los miembros de las comisiones investigadoras son nombrados de forma que
se garantice la representación proporcional de los grupos políticos (art. 4 de la Ley 91-698).
También se endurecieron las penas para las personas que no comparecen o que se niegan
a prestar juramento o a declarar, ya no sólo se arriesgan a multas mayores sino que a
posibles penas de cárcel y la eventual prohibición, total o parcial, del ejercicio de sus
derechos cívicos por un período máximo de dos años, a partir del día en que hayan cumplido
la pena (art. 6 de la Ley 91-698).

También, de la Ley de 20 de julio de 1991, se puede destacar que introdujo el principio de


las comparecencias públicas: “las comparecencias de las comisiones investigadoras serán
públicas. Las comisiones organizarán dicha publicidad por los medios que elijan. No
obstante, podrán decidir la aplicación del secreto” (Art. 8 de la Ley 91-698).

Para finalizar sobre la ley, ella precisa que

[t]oda persona que, en un plazo de treinta años, divulgue o publique información


relativa a los trabajos no públicos de una comisión investigadora será castigada con
las penas previstas en el artículo 378 del Código Penal, salvo que en el informe
publicado al término de los trabajos de la comisión se haya mencionado dicha
información." (Art. 9 de la Ley No. 91-698).

En 2008, la importancia de las comisiones investigadoras quedó confirmada en su


ratificación, mediante su inclusión en el artículo 51-2 de la Constitución, resultante de la
reforma de 23 de julio de 2008, que les confirió un fundamento constitucional.

El artículo 26 de la Ley Constitucional 2008-724, de 23 de julio de 2008, relativa a la


modernización de las instituciones de la V República, establece que después del Artículo 51
de la Constitución se insertan dos artículos 51-1 y 51-2. En particular, el artículo 51-2 sobre
las comisiones investigadoras dice lo siguiente:

“Para el ejercicio de las misiones de control y evaluación definidas en el párrafo


primero del artículo 24, podrán crearse comisiones investigadoras en el seno de cada
asamblea para recoger, en las condiciones previstas por la ley, elementos de
información.

La ley determina sus normas de organización y funcionamiento. Sus condiciones de


creación se fijan en el reglamento10 de cada asamblea.

9 Vallet las califica de “la punta de lanza de la función de control del Parlamento”.
10 Véase los artículos de ambos Reglamentos sobre las comisiones investigadoras, en Francia.

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Este artículo 51-2 no ha sufrido ninguna modificación.

V. Brasil

Las Comisiones de investigación parlamentaria, fueron reconocidas por primera vez en el


artículo 36 de la Constitución Política de 1934, que disponía:

Art. 36 - La Cámara de Diputados creará Comisiones de Encuesta sobre hechos


determinados, siempre que lo requiera al menos un tercio de sus miembros.

Luego, ellas fueron omitidas en la Constitución de 1937, volviendo a aparecer en la


Constitución de 1946, en el artículo 53 que dispuso:

La Cámara de Diputados y el Senado Federal crearán Comisiones de investigación


sobre un hecho determinado, siempre que lo solicite un tercio de sus miembros.

Párrafo único - En la organización de estas Comisiones, los criterios establecidos en


el párrafo único del art. 40.

El artículo 40 señalaba a su vez, “Cada Cámara es responsable de disponer, en su


reglamento interno, sobre su organización, policía, creación y nombramiento de cargos”.

Posteriormente, en la siguiente Constitución, la de 1967, el artículo 39 estableció que:

La Cámara de Diputados y el Senado Federal, conjunta o separadamente, crearán


Comisiones de investigación sobre un hecho determinado y por un período
determinado, a solicitud de un tercio de sus miembros.

Cabe mencionar que la actual Constitución de 1982 establece en el artículo 58, párrafo 3, lo
siguiente:

Las comisiones de investigación parlamentarias, que tendrán poderes de


investigación propios de las autoridades judiciales, además de otros previstos en el
reglamento de las respectivas cámaras, serán creadas por la Cámara de Diputados
y el Senado Federal, en conjunto o por separado, a solicitud de un tercio de sus
miembros, para el determinación de un hecho determinado y por un período
determinado, y sus conclusiones, en su caso, serán remitidas al Ministerio Público,
para que promueva la responsabilidad civil o criminal de los infractores.

 Reglamento de la Asamblea Nacional, Título III, art. 137 a 144-2.


 Reglamento del Senado. Artículos 6, 6bis, 6 ter, 8 ter.

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Primeramente, la Constitución de 1934 otorgó poderes de investigación únicamente a la


Cámara de Diputados, sin mención al Senado. Respecto a esta Constitución Toledo y otra
(2017: 49), sostienen que la inclusión de las comisiones investigadoras se debió
especialmente a “a la influencia de la Constitución de Weimar y sobre todo a la de Estados
Unidos, grandes ejemplos por su frecuencia y eficiencia [en la creación de comisiones
investigadoras]”.

Vieira Nina (2005: 368-369) plantea que la Constitución de 1934 crea un “perfil de estas
comisiones de investigación que inicia una tradición que será respetada por las demás Cartas
Constitucionales, en lo que respecta a la necesidad que un hecho determinado justifique la
votación y la necesidad de solicitar por un tercio de los miembros de la Cámara de Diputados
proponer el establecimiento de las Comisiones. La mención oportuna de normas procesales
penales, como guías de las investigaciones, según lo dispuesto por el reglamento, sin
embargo no constituyo una escuela”.

Como se señaló, la Constitución de 1946 restableció la existencia constitucional de las


comisiones investigadoras, siguiendo el modelo de la carta de 1934, pero entregando
también al Senado la potestad de constituirlas. Para Ferreira y otros (2018: 1778), con la
promulgación de la Carta Constitucional, se instituyó el procedimiento de creación de dichas
comisiones de manera estandarizada para las dos cámaras del Congreso. Adicionalmente,
Vieira Nina (369-370) destaca que esta Constitución de 1946 innovó respecto de la carta de
1934, al requerir para su creación la existencia de un hecho determinado a investigar (en
singular) y no "hechos determinados", en plural, como en 1934. También, impuso el requisito
de proporcionalidad partidista, que hizo inaugurar, en el alcance del derecho constitucional
brasileño, el principio de colegialidad proporcional, es decir que el derecho de las minorías
parlamentarias estaba plenamente garantizado por la representación proporcional de las
partes en la conformación de las comisiones y por la prerrogativa de solicitar medidas en
dichas instancias y ser escuchadas.

Cabe mencionar que, en 1952, se dictó la Ley 1.579 que reguló a las comisiones
parlamentarias de investigación. Esta norma se encuentra vigente y ha sido objeto de
diversas modificaciones. De acuerdo a la ley, las comisiones parlamentarias de investigación,
creadas conforme a la de Constitución Federal de 1946, tienen amplia acción en la
investigación encaminada a conocer los hechos determinados que dieron origen a su
formación. Asimismo, en el ejercicio de sus atribuciones, estas comisiones podían determinar
las diligencias que estimasen necesarias y solicitar la convocatoria de Ministros de Estado,
tomar testimonio de cualquier autoridad federal, estatal o municipal, escuchar a los
imputados, interrogar a testigos comprometidos, solicitar información y documentos, y
trasladarse a los lugares donde se requiera su presencia. De la misma manera, se disponía
que, en caso de inasistencia del testigo sin causa justificada, se podía solicitar su citación al
juez de lo penal del lugar donde residía o se encontraba.

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La Ley 1.579, también en su versión primigenia, disponía que el Presidente de la Comisión,


por deliberación de ésta, podía solicitar -en cualquier etapa de la investigación- al tribunal
penal competente las medidas cautelares necesarias, cuando exista prueba fehaciente de la
procedencia ilícita de los bienes. Además, se prescribían delitos relativos contrarios a impedir
o afectar el funcionamiento normal de la Comisión o efectuar declaraciones falsas o negarse
a declarar.

Por último, el texto original de la Ley 1.579 determinaba que las Comisiones de Investigación
debían presentar un informe de su trabajo a la Cámara respectiva, concluyendo con un
proyecto de resolución.

Por su parte, Oliveira (1999), refiriéndose a la Constitución de 1967, señala que en la práctica
era imposible realizar una investigación liderada por las comisiones, ya que el Gobierno era
un régimen militar, que no aceptaba ser objeto de investigaciones.

Respecto a la misma constitución, Vieira Nina (2005: 370) indica que la carta de 1967 admitió
por primera vez que se podían constituir comisiones mixtas de investigación compuestas por
senadores y diputados. Otra innovación del texto fue determinar un plazo cierto para la
investigación parlamentaria. Al respecto, Silva Oliveira (1999: 32) señala que se confirmó la
naturaleza temporal de este tipo de comisiones, lo que ya estaba determinado en la Ley
1.579 de 1952, que indicaba que ellas terminaban, conjuntamente con la legislatura que las
había aprobado, salvo acuerdo de la respectiva Cámara para extenderlas a la nueva
legislatura.

Resende de Barros (s/f) precisa que en 1969 se modificó la Constitución de 1967 reduciendo
a cinco el número de comisiones parlamentarias de investigación que podían operar al mismo
tiempo, salvo que lo contrario lo decidiese la mayoría de la Cámara de Diputados o el Senado
Federal. De la misma manera, se prohibió el funcionamiento de las comisiones fuera de la
sede del Congreso Nacional y no se permitió solventar los gastos de viaje de sus integrantes,
prohibición que fue suprimida por una reforma constitucional posterior.

Por otra parte, Ferreira (2018: 1779) y otros, plantean que la norma de la Constitución de
1988 “supuso cambios significativos para la creación de Ias comisiones investigadoras,
generando límites constitucionales, a fin de prevenir la investigación de la persecución
política y la creación desordenada de tal instituto”.

Según Lazzarinni (2002), en mirada crítica, las comisiones creadas al amparo de la


Constitución de 1988 tienen poder de investigación judicial, pero no los deberes de las
autoridades del Poder Judicial. Precisando, el autor agrega que estas autoridades judiciales,
tienen facultades y además, deberes inherentes a sus obligaciones estatales, como por
ejemplo respetar los derechos humanos fundamentales de los ciudadanos investigados,
considerando la protección de la intimidad, evitando la execración pública de cualquier
investigado o, incluso de terceros como testigos.

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En 2000, se dictó la Ley 10.001 la que esencialmente dispone que los Presidentes de la
Cámara de Diputados, del Senado o del Congreso Nacional remitirán el informe de la
Comisión Parlamentaria de Investigación, y la resolución que lo apruebe, a los titulares del
Ministerio Público de la Unión o de los Estados, o a las autoridades con poder de decisión
administrativa o judicial, según sea el caso, para el ejercicio de los actos de su competencia.

Por último, cabe mencionar que las comisiones investigadores se encuentran además
reguladas en los artículos 35 y siguientes del Reglamento Interno de la Cámara de Diputados,
en los artículos 145 y siguientes del Reglamento Interno del Senado Federal y en el artículo
21 del Reglamento Interno del Congreso Nacional.

VI. Perú

Según Villavicencio (2014: 20), ya la primera Constitución del Perú de 1823 establecía la
capacidad de investigación del Congreso. La autora, llega a esa conclusión a partir de los
artículos 90, 186 y 187 de dicha Carta. Estas disposiciones entregaban atribución al Senado
para “velar por la observancia de la Constitución y las leyes, así como que el primer cuidado
del Congreso era examinar las infracciones de la Constitución a fin de decretar la
responsabilidad de los infractores, y el derecho de todo peruano a reclamar y representar
fundadamente las infracciones que notare”.

Posteriormente, la Constitución peruana de 1828, en su artículo 173, reafirmaba este rol


investigativo de carácter embrionario, al establecer que: “el Congreso inmediatamente
después de la apertura de sus sesiones, examinará si la Constitución ha sido exactamente
observada, proveyendo lo que convenga sobre sus infracciones”.

Luego, las constituciones políticas de 1860 y 1867 (ambas en el artículo 59) determinaron
que era atribución del Congreso, al final de cada período constitucional, examinar “los actos
administrativos del Jefe del Poder ejecutivo; y aprobarlos, si fueren conformes a la
Constitución y a las leyes”, las dos normas además establecían que si no se aprobaban los
actos “se hará efectiva la responsabilidad, con arreglo a la ley”. Ejemplificando, Villavicencio
(2014: 21, nota 49) indica que la primera comisión fiscal para evaluar los actos de gobierno
se formó en el año 1872, precisamente en el marco de la Constitución de 1867.

Ya en el siglo XX, la Constitución de 1920, a través del artículo 99, estableció expresamente
la posibilidad que las cámaras podían “nombrar comisiones parlamentarias de investigación
o de información”. Éstas carecían de mayores atribuciones toda vez que sólo podían pedir
datos a los Ministros de Estado (inciso segundo del artículo 99)11, sin embargo estos no
estaban obligados a entregarlos. De acuerdo a Villavicencio (22), en esta constitución se
confundió “la figura de control político con un simple pedido de información, cercenando con
ello el espíritu del legislador que queda claro se dirigía hacia una revisión integral de la

11Todo Representante puede pedir a los Ministros de Estado los datos e informes que estime
necesarios en el ejercicio a su cargo.

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actividad gubernamental” dado que el precitado artículo concordaba con lo dicho en el


artículo 83 que estatuía que “era atribución del Congreso examinar de preferencia las
infracciones de la Constitución y disponer lo conveniente para hacer efectiva la
responsabilidad de los infractores”.

En el caso de la Constitución de 1933, el artículo 119 dispuso:

Artículo 119.- Cada Cámara tiene el derecho de nombrar Comisiones de Investigación.


Las autoridades administrativas nacionales, departamentales o municipales, y las
judiciales, están obligadas a suministrar a dichas comisiones las informaciones y los
documentos que les soliciten. Cualquier diputado o senador puede pedir a los
Ministros de Estado los datos e informes que estime necesarios para el ejercicio de
sus funciones.

En esta norma, a diferencia de la Constitución de 1920, se obligaba a las autoridades


administrativas nacionales, departamentales o municipales a entregar la información al
Senado o la Cámara de Diputados. Sin embargo, Villavicencio (2014: 23), sin indicar la fuente
precisa, asevera que las “comisiones de investigación sólo podían ser nombradas para los
casos de fiscalización de la marcha financiera del Estado”, lo que implicaba una reducción
del ámbito de la competencia de dichas comisiones. Analizando la Constitución de 1920, se
entiende que la autora se refiere a la regla del artículo 177, que disponía la remisión de las
Cuenta General de las entradas y gastos de la República, para ser sometida al estudio de
una comisión de senadores y de diputados que tenían todas las facultades de las Comisiones
Parlamentarias de investigación.

En 1979, se dictó una nueva Constitución. Ésta, en su artículo 180 entregó atribuciones al
Congreso y a cada Cámara para nombrar comisiones de investigación sobre cualquier asunto
público. Adicionalmente, estableció que era obligatorio comparecer ante el requerimiento de
dichas comisiones, “bajo los mismos apremios que se observan en el procedimiento judicial”.
Las innovaciones de 1979, por ende, se referían al hecho que las comisiones decían relación
con el hecho que la comisión debía ser sobre un “asunto público”, lo que implica más
facultadas que sólo requerir información como autorizaba la Constitución de 1920. En todo
caso, se les entregaba atribuciones, similares a las judiciales, para forzar la comparecencia
de los citados.

La Constitución de 1993, a su vez, dispone en el artículo 97 sobre la función fiscalizadora del


Congreso, lo siguiente12:

12El Tribunal Constitucional peruano, en sus sentencia 00156-2012-HC/TC señala que las “comisiones
investigadoras del Congreso constituyen la primera fase del proceso acusador de los altos funcionarios
del Estado. Primero se investiga y como consecuencia de las investigaciones se concluye en la
mayoría de los casos sugiriendo al pleno del Congreso el levantamiento de las inmunidades y las
prerrogativas; o la iniciación de procedimientos de acusación ante el Ministerio Público por la comisión
de supuestos delitos, o en su defecto el traslado de cargos por inconductas funcionales o por

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El Congreso puede iniciar investigaciones sobre cualquier asunto de interés público.


Es obligatorio comparecer, por requerimiento, ante las comisiones encargadas de
tales investigaciones, bajo los mismos apremios que se observan en el procedimiento
judicial.

Para el cumplimiento de sus fines, dichas comisiones pueden acceder a cualquier


información, la cual puede implicar el levantamiento del secreto bancario y el de la
reserva tributaria; excepto la información que afecte la intimidad personal. Sus
conclusiones no obligan a los órganos jurisdiccionales.

La carta de 1993, reproduce la norma del artículo 180 de 1979, respecto a la necesidad que
la comisión debe tratar sobre asuntos públicos. Al respecto, en 2004 el Tribunal
Constitucional del Perú, en la sentencia del Expediente N° 0090-2004-AA/TC,
pronunciándose sobre el interés público, asimilado a asunto público, que

[t]iene que ver con aquello que beneficia a todos; por ende, es sinónimo y equivalente
al interés general de la comunidad. Su satisfacción constituye uno de los fines del
Estado y justifica la existencia de la organización administrativa (fundamento 11).

En el mismo fundamento 11 de la sentencia, además, se señaló que el interés público “se


expresa confluyentemente como el valor que una cosa posee en sí misma y como la
consecuencia de la inclinación colectiva hacia algo que resulta atractivo, apreciable y útil”.

Para Villavicencio (2014: 27), queda claro que corresponde al Congreso de la República
señalar el contenido de interés público para cada caso determinado, por medio de “una
ponderación razonable y adecuada de los valores e intereses en juego (entiéndase también
la fiscalización de los bienes y recursos del Estado) con la única finalidad de protegerlos”. En
particular, señala Villavicencio (2014: 27), las comisiones investigadoras pueden investigar
las actuaciones de un particular, “en la medida que sea un asunto de interés público y aquella
se dirige a verificar la responsabilidad del aparato administrativo encargado del asunto en
cuestión”.

En el ámbito reglamentario, Villavicencio asegura que, hasta 1963, el Reglamento del


Congreso de la República no consignaba norma alguna que facilitara o especificara la labor
de las comisiones de investigación, pese a que las Constituciones de 1920 y 1933,

actuaciones reñidas con la ética parlamentaria. En otras oportunidades las comisiones formulan
denuncias ante el subgrupo de acusaciones constitucionales para el inicio de las respectivas
acusaciones. Más aún, un parlamentario que haya sido o sea miembro de una comisión investigadora
puede denunciar ante la subcomisión de acusaciones constitucionales a cualquier funcionario que
haya sido invitado a declarar». (Fundamento 21)”

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respectivamente, establecieron la conformación de comisiones parlamentarias de


investigación.

En este punto, en 1988, el Reglamento del Senado (vigente hasta 1993) señalaba que: el
Senado podía iniciar investigaciones sobre cualquier asunto de interés público;
comprendiendo en el ámbito de la investigación a: empresas públicas, corporaciones, bancos
asociados, y demás entidades en las que participe el Estado; y observando los mismos
apremios existentes en el procedimiento judicial. Asimismo, establecía la obligatoriedad de
asistir a las citaciones y además que las sesiones eran públicas, salvo que la Mesa o un
Senador solicite que la sesión fuese secreta. Adicionalmente, el Reglamento del Senado,
disponía que el informe correspondiente debía ser entregado en el plazo 30 días;
remitiéndose a los Ministros de Estado correspondientes y al Ministerio Público en el
supuesto de presunción de comisión de delito (Villavicencio, 2014: 30).

El actual Reglamento del Congreso peruano prescribe en el artículo 88 que:

El Congreso puede iniciar investigaciones sobre cualquier asunto de interés público,


promoviendo un procedimiento de investigación que garantice el esclarecimiento de
los hechos y la formulación de conclusiones y recomendaciones orientadas a corregir
normas y políticas y/o sancionar la conducta de quienes resulten responsables

Luego, el Reglamento determina algunas reglas de funcionamiento de estas comisiones de


investigación, a saber por ejemplo:

 Se constituirán a requerimiento del voto aprobatorio del 35% de los miembros del
Congreso.
 Se integrará la Comisión entre cinco y nueve congresistas, propuestos por el
Presidente del Congreso, respetando hasta donde sea posible el pluralismo y
proporcionalidad de los Grupos parlamentarios.
 Presentará un informe dentro del plazo que fije el Pleno del Congreso.
 Por regla general, las sesiones son reservadas.
 Están facultadas para solicitar el levantamiento del secreto bancario y de la reserva
tributaria, con arreglo a las normas que regulan la materia
 Podrán tener acceso a información relativa a la intimidad, honra o dignidad de las
personas y el levantamiento de la reserva tributaria o del secreto bancario.
 Las autoridades, los funcionarios y servidores públicos y cualquier persona, están en
la obligación de comparecer y proporcionar las informaciones testimoniales y
documentarias que requieran.
 Las Comisiones de Investigación pueden utilizar los siguientes apremios:
o Solicitar que sea conducido por la fuerza pública, cuando el citado no
comparezca el día y hora señalados o se resiste a exhibir o hacer entrega de
documentos que tiene en su poder y son necesarios para el esclarecimiento
de los hechos investigados.

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o Solicitar que se autorice el allanamiento de los domicilios y locales, para


practicar incautación de libros, archivos, documentos y registros que guarden
relación con el objeto de la investigación.
 Presentado el informe de la Comisión de Investigación, el Pleno del Congreso lo
debate y vota. Si del debate apareciesen hechos o pruebas nuevas, el Pleno puede
optar por devolver el informe a la Comisión y acordar nuevo plazo o nombrar una
nueva Comisión.
 Si el informe es aprobado, el Congreso lo envía al Fiscal de la Nación, a fin de que
proceda a iniciar las acciones que correspondan, tratándose de personas no sujetas
a acusación constitucional.

Por último, cabe mencionar que Espinosa-Saldaña (2002: 451), resumiendo las posturas
críticas sobre el trabajo de las comisiones investigadoras en Perú, señala en primer lugar
que “inicialmente en los hechos estas Comisiones solamente podían instalarse cuando el
gobierno de turno carecía de mayoría propia suficiente en las Cámaras o tenía un Congreso
que se oponía abiertamente a la actuación gubernamental”. Esta realidad, indica Espinosa-
Saldaña, cambió con la Constitución de 1979, cuando se genera una mayor aceptación de
“la necesidad de fortalecer el rol contralor de los diversos Congresos” y por ende “la
instalación de Comisiones Investigadoras pasa de ser un instrumento de presión de un
Congreso opositor al Gobierno a convertirse en un arma de la oposición parlamentaria en su
confrontación con el gobierno de turno y su mayoría en el Congreso en funciones”. Sin
embargo, el mismo Espinosa-Saldaña asevera que como consecuencia de la nueva
aceptación, “en el grueso de los casos las eventuales mayorías parlamentarias intentasen
impedir que las investigaciones concluyeran con la determinación de responsabilidades de
algún integrante del gobierno, o en su defecto, buscasen que el Pleno no acogiese las
propuestas de ese tenor formuladas por cada una de estas Comisiones”.

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Nota aclaratoria
Asesoría Técnica Parlamentaria, está enfocada en apoyar preferentemente el trabajo de las Comisiones
Legislativas de ambas Cámaras, con especial atención al seguimiento de los proyectos de ley. Con lo cual se
pretende contribuir a la certeza legislativa y a disminuir la brecha de disponibilidad de información y análisis entre
Legislativo y Ejecutivo.

Creative Commons Atribución 3.0


(CC BY 3.0 CL)

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