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BENEMÉRITA

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE PUEBLA

SISTEMA CONSTITUCIONAL
MEXICANO
Mtro. Agustín Pérez Saldaña

PODER LEGISLATIVO
Alumno: Luis Enrique Martínez Maseda
Matricula: 202003998
La instauración de las formas de gobierno republicanas a significado la preponderancia
del poder legislativo o parlamento, pensemos en el caso de la Primera República Francesa
(1791) cuando los revolucionarios le arrebataron la titularidad de la soberanía al rey, y en el
nombre de la nación el parlamento se instituyó como su representante; es también digno de
mención cómo en la república inglesa el parlamento poco a poco fue despojando de su poder
al rey, hasta llegar al punto en que, hoy día, sólo le quedan facultades protocolarias. Esta
cualidad, con mucho, es debida a la naturaleza representativa innata del parlamento, pues
ejerce esta función por una delegación de mandato expreso, el cual desde luego adquiere los
matices de cada Estado, de tal forma que en algunos casos el parlamento tiene una
representación más aristocrática (como empezó en Inglaterra), o bien éste promueve
pretensiones con representación llana del pueblo como ocurrió en la Primera República
Francesa aunque, desde luego, el resultado no fue el proyectado y la Declaración de los
derechos de 1789, pues los republicanos optaron por integrar un poder parlamentario que fuera
de la mano con los ingresos de los ciudadanos, se estableció así el voto censitario.
Desde luego, en caso de Estados Unidos de Norteamérica también es digno de
mencionar, tanto por la trascendencia que este país ha significado para la evolución de las
formas republicanas de gobierno, como por el impacto que sus instituciones han tenido en la
historia constitucional de nuestro país. De tal suerte que hurgando en El Federalista se
encuentra una referencia por demás interesante de los autores Hamilton y Madison, pues ellos
consideran que:
“En el gobierno republicano predomina necesariamente la autoridad legislativa. El
remedio de este inconveniente consiste en dividir la legislatura en ramas diferentes,
procurando por medio de diferentes sistemas de elección y de diferentes principios de
acción, que estén tan poco relacionados entre sí como lo permita la naturaleza común
de sus funciones y su común dependencia de la sociedad.
Con ello, los norteamericanos se enfrascaron en uno de los problemas más complejos
que enfrentaría su unión federal, el caso de la representación de los estados en el poder de la
unión. Así se discurría si el factor de la población debería sobreponerse al de la capacidad
económica de los estados para saber si tendrían representantes populares o bien aquellos en
los que estuvieran representando los intereses económicos, por tal situación los mismos autores
de El Federalista argumentan que:
“nadie sostiene que el número de habitantes en cada estado no debería servir de
norma para regular la proporción de los representantes del pueblo de cada uno. La
adopción de la misma norma para el señalamiento de impuestos tampoco sería muy
discutida, si bien en este caso, la regla de ninguna manera se funda en el mismo
principio”
Sí entendemos la discusión de los autores mencionados, si la idea de la representación
del pueblo deriva de los derechos naturales y universales; pero también la proporción de la
riqueza es un elemento que nunca ha pasado desapercibido para demostrar la influencia
política. Para Aristóteles, por ejemplo, la aristocracia era el gobierno de los ricos, aquellos que
tienen pleno derecho de formar un gobierno que guarde sus intereses.
La discusión sobre cómo estarían representados los estados en el poder federal se
centró en la composición del legislativo, de tal forma que los estados del sur pretendiendo
centrar su representación en la cantidad de habitantes por entidad, mientras que para otros,
como Nueva York, el asunto estaba más bien en ser el defensor de la propiedad.
De esta forma es como nos adentramos en el análisis de un poder que en nuestro país,
a lo largo de sus constituciones, le ha correspondido la predominancia respecto de los otros dos
poderes (ejecutivo y judicial), salvo el caso de la instauración del cuarto supremo poder
conservador establecido en la constitución centralista de 1836. En México, el poder legislativo
constitucionalmente ha estado facultado para encargarse del control de los otros poderes. No
obstante la intención de los constituyentes, en la realidad, las circunstancias han sido otras;
esta disociación entre la ley y la realidad merece un estudio atento con la intención de
deshilvanar su forma de operar en el transcurso del tiempo, con el afán de comprender qué
ocurre con este poder en la actualidad.
Para los federalistas, en el gobierno republicano predomina necesariamente la autoridad
legislativa (pudiéramos encontrar que la preeminencia de este poder tiene una primera
explicación en la empatía natural que genera para los constituyentes originarios el que deleguen
amplias facultades a sus hijos parlamentarios, los legisladores constitucionales; de hecho, la
reforma constitucional permite que de alguna manera se recurra en muchos de los casos a los
legisladores ordinarios para que con ciertos criterios sean parte del constituyente permanente.
Ésta es una facultad que difícilmente se permite a los otros poderes, por ejemplo, la
constitución de Estados Unidos En su artículo V que trata el tema de la enmienda, considera
como parte de su poder constituyente derivado o permanente al congreso de la unión y las
legislaturas de los estados; la Constitución mexicana de igual manera establece que el poder
constituyente está conformado por el Congreso de la Unión (cámara de diputados y cámara
senadores) además de las legislaturas de los estados; la constitución de Inglaterra queda sujeta
a las decisiones del parlamento para decretar reformas sustanciales a su organización.
Se puede mencionar de igual manera el caso de la Constitución española de 1987, la
cual establece que las reformas constitucionales deberán ser aprobadas por el congreso y el
senado.
Para el caso mexicano, instauración del poder legislativo como uno de los tres poderes
del Estado desató su propia dinámica de discusiones. Así, la aprobación del órgano legislativo
bicameral no pasó sin antes generar discusiones sobre la pertinencia o no de la cámara de
senadores, de tal forma que para el 28 de diciembre de 1823, se puso en discusión el artículo
10 del proyecto del acta constitutiva, relativo al depósito del poder legislativo en una cámara de
diputados y en una cámara de senadores.
Según lo planteado por Jorge Fernández Ruiz, “Miguel Ramos Arizpe sostuvo que la
segunda cámara o senado sería un cuerpo compuesto de hombres tan popularmente elegidos
como los diputados” el cual “retomó los argumentos esgrimidos en la convención de filadelfia
para la creación del senado estadounidense, al señalar que en la forma propuesta de 2
senadores por estado, la federación quita toda preponderancia y derecho que provenga de la
población”.
Se suele manejar en forma indistinta los términos legislativos, parlamento, cámara de
representantes, congreso o asamblea, consideramos también que es necesario establecer
algunas precisiones conceptuales sobre el uso del término, ya que en nuestra Constitución se
hace referencia al término de poder legislativo y no de parlamento, haciendo por ello las
siguientes puntuaciones.
1) En México no existe un referente constitucional sobre el término parlamentario.
2) la divergencia del término parlamentario respecto del legislativo se encuentra en la
tradición histórica que encierra uno y otro términos, los cuales están referenciados
también por los regímenes políticos que los detentan, a saber parlamentarismo y semi
presidencialismo para el caso parlamentario, y presidencialismo para el caso
legislativo.
3) Si bien es cierto que algunos se inclinan por utilizar el término parlamentario para
referirse al poder legislativo en nuestro país, también lo es que ellos mismos
reconocen el origen de éste. Tal es el caso de Francisco Berlín Valenzuela, quien en
su obra Derecho parlamentario manifiesta que: “A este órgano, por razones de
tradición histórica, se le nombra parlamento, en virtud de que su antecedente más
remoto, congruente con las funciones que ahora ejerce, se dio en la Inglaterra del
siglo XIII, cuando se comenzó a fraccionar el ejercicio del poder, y algunas
atribuciones, básicamente normativas, fueron depositadas en un órgano colegiado,
denominado parlamento”.
4) El autor previamente citado es consciente de las reacciones o enconos que generaría
la propuesta del estudio del poder legislativo con un cambio nominal derecho
parlamentario, por ello, hace una defensa del porqué del cambio de nombre, ya que
según su apreciación el derecho legislativo no resuelve el problema di cómo debemos
llamar a esta disciplina; se apoya para ello en una cita que hace de Martínez Báez,
va más acorde con un tipo de parlamento propio de las épocas pasadas en la que su
función principal era la legislativa, lo que dio también el nombre a poder legislativo”.
pero argumenta que es indudable que los parlamentos modernos tienen numerosas
funciones que son de excepcional importancia, por lo que sería difícil que su término
pudiera ser abarcado con este nombre.
Por tanto, si ninguna de las constituciones que tuvo nuestro país establece la palabra
parlamento, y siempre se hace referencia al término poder legislativo, no vemos el caso en que
pudiéramos o deberíamos utilizar la voz parlamento para referirnos al Congreso de la Unión.
Por tal motivo, nos abocaremos a llamarle en esa correspondencia al poder legislativo.
Al igual que con los otros dos poderes, en el artículo 49 de nuestra Constitución se
establece que el Supremo Poder de la Federación se dividirá para su ejercicio en: ejecutivo,
legislativo y judicial. Dispone también este artículo la imposibilidad de reunir dos o más poderes
Una sola persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un solo individuo. Esta última
parte del mencionado artículo nos indica la naturaleza misma del poder legislativo, el cual
encuentra como sinónimos los términos de parlamento, que viene del vocablo latino parlare, el
cual nos indica que su función esencial es lograr acuerdos por medio de la palabra, la cual
condiciona la existencia de más de dos individuos para poder hablar o acordar.
El capítulo II de nuestra carta magna es dedicado al poder legislativo, el cual establece
en primer término que:
Artículo 50. El Poder Legislativo de los Estados Unidos Mexicanos se deposita en un
Congreso General, que se dividirá en dos Cámaras, una de Diputados y otra de Senadores.
La composición del poder legislativo obedece a dos principios de representación política,
la primera de ellas es la que se circunscribe en el ´principio de las mayorías, la llamada mayoría
relativa, dejando a este esquema que 300 de los miembros de la cámara sean electos bajo esta
denominación.
El otro principio que se incorpora a la Constitución mexicana y se mantiene a partir de
entonces se presentó con la reforma constitucional efectuada en el año de 1977; así, el sistema
de representación proporcional hace su aparición en el escenario político para que a partir de
entonces se eligen 200 diputados bajo la fórmula electoral de la representación proporcional.
Artículo 52. La Cámara de Diputados estará integrada por 300 diputados electos según
el principio de votación mayoritaria relativa, mediante el sistema de distritos electorales
uninominales, y 200 diputados que serán electos según el principio de representación
proporcional, mediante el Sistema de Listas Regionales, votadas en circunscripciones
plurinominales.
Ahora bien, este poder entonces lleva estos consensos a la creación de leyes o incluso
a su modificación, pero es de aclarar que éstas no son las únicas funciones de este poder; no
debemos caer en el error de que el legislativo, como su nombre lo indica, sólo se dedica a la
tarea de legislar, sino que nuestra Constitución le ha designado facultades en materia político-
administrativas y en materia político-jurisdiccional. Es el caso de las facultades administrativas
de este poder, las cuales le permiten aplicar su ley orgánica del Congreso de la Unión sin la
necesidad de que el presidente sí la publique; de igual forma podemos establecer como
facultades judiciales, cuando la constitución establece en el título cuarto de las
responsabilidades di los servidores públicos marcados del artículo 108 al 114. Esta facultad
opera mediante el denominado un juicio político y el retiro previo de la inmunidad constitucional
para todos aquellos que desempeñan cargos de elección o de representación ciudadana.
La denominada Cámara Baja constituye ante el Congreso de la Unión la representación
de la nación mexicana. Ésta se compondrá de representantes electos en su totalidad cada tres
años.
según el artículo 52 constitucional, la Cámara de Diputados estará integrada por 300
diputados electos según el principio de votación mayoritaria relativa, mediante el sistema de
distritos electorales uninominales, y 200 diputados que serán electos según el principio de
representación proporcional, mediante el sistema de distritos electorales uninominales, y 200
diputados que serán electos según el principio de representación proporcional, mediante el
Sistema de Listas Regionales, votadas en circunscripciones plurinominales.
Por su parte, la Cámara Alta o de Senadores se integra 128 miembros, de los cuales 64
son elegidos por el principio de mayoría relativa; 32 se eligen por el principio de primera minoría,
donde los partidos políticos deberán registrar una lista con dos fórmulas de candidatos,
asignándose la senaduría a la formula que encabece la lista del partido político que por sí mismo
haya ocupado el segundo lugar en número de votos en la entidad federativa de que se trate en
conformidad con el artículo 56 constitucional; los 32 restantes serán electos por el principio de
representación proporcional, mediante un sistema de listas votadas en una sola circunscripción
plurinominal nacional.
la estructura normativa que rigen las funciones del Congreso de la Unión o poder
legislativo mexicano se encuentra en los siguientes documentos en la Constitución, de los
artículos 72 al 79, en la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos;
en el Reglamento Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, y en los
Acuerdos Parlamentarios (en la materia).
La estructura legislativa de este poder se encuentra determinada por el Congreso de la
Unión con 628 integrantes en total, de los cuales 500 son diputados y 128 son senadores;
también se encuentra la denominada Comisión Permanente, que se compone por 38 miembros,
designados de entre los mismos legisladores, de los cuales 19 son diputados y 18 senadores.
El bicameralismo ha sido una constante en la historia de México; con la existencia de dos
cámaras se ha buscado ponderación, equilibrio, serenidad, ecuanimidad, dar curso a diversos
pareceres emitidos en distintos foros y contextos; todo a costa de restar velocidad al proceso
legislativo y, cuando menos en teoría, dar lugar a reiteraciones en el momento del debate.
Aunque temporalmente se abandonó el sistema de dos cámaras, lo cierto es que tan
pronto desaparecieron las causas que motivaron la supresión del senado, a iniciativa del
presidente se estableció. Desde 1874 se cuenta con un congreso bicameral.
En lo relativo a la elección de los senadores, Se eliminó el derecho que tenían las
legislaturas a nombrarlos; en 1874 se estableció una elección indirecta en primer grado; a partir
de 1917, ellos, al igual que los diputados, son elegidos directamente por la ciudadanía.
Senadores y diputados gozan de los mismos derechos y privilegios, y sobre ellos recaen
idénticas obligaciones.
en el texto original de 1917, los senadores permanecían cuatro años (art. 58); En 1933
su duración aumentó a seis (art. 56). Ese mismo texto, siguiendo el modelo estadounidense,
mencionaba que para dar continuidad al trabajo legislativo y evitar improvisaciones el senado
se debía renovar por mitad cada dos años. En 1933, con el fin de someterlo al presidente, se
dispuso la renovación total de sus integrantes cada seis años. En forma complementaria se
prohibió la reelección de los legisladores para el periodo inmediato. En 1986, con el propósito
de fortalecerlo, se volvió al sistema de 1917, de renovación parcial. siete años después, Sin
haber experimentado el cambio y con el propósito de debilitar al congreso frente al ejecutivo,
se volvió al criticable sistema de 1933, principio en el que se insistió en la reforma de 1996 (art.
56). A fin de evitar a las próximas administraciones la posibilidad de introducir cambios en la
política neoliberal qué se consignó en la constitución, se ha aumentado el número de
senadores; de dos por entidad que eran, Por las reformas de 1993 y 1996, ahora son cuatro; 2
de ellos de mayoría, más uno qué se asignará a la primera minoría, y el cuarto, que debe ser
electo según el principio de representación proporcional.
Ha habido otros cambios: la edad para ser senador se redujo de 35 a 30 años en 1972;
posteriormente, por oportunismo político, disminuyó de 30 a 25, por reforma de julio de 1999
(art. 58). también en 1993 se redujo el quórum del senado de dos terceras partes a más de la
mitad; la reducción repercute en perjuicio de las entidades federativas, puesto que se puede
actuar en materias que las afectan sin que sea necesaria la presencia de sus representantes.
Para evitarlo se contemplaba la presencia de un quórum elevado.
el número de diputados al congreso de la unión en la actualidad es de 500, de los cuales
300 son de mayoría y 200 de representación proporcional (art. 52).
La duración de los mandatos de los legisladores entre sí es idéntica; no se establecen
diferencias con base en la influencia, los conocimientos o el poder. Pero se ha hecho una
distinción entre senadores y diputados; a estos se les ha fijado como tiempo de duración la
mitad del período de aquéllos. Hay razones que explican ese trato discriminatorio: un mandato
prolongado permite un mejor conocimiento de las funciones, da tranquilidad, serenidad y
ecuanimidad; cuando los senadores representan a los estados, la duración permitía una mejor
representación y defensa. La renovación continua de los integrantes de la cámara de diputados
busca introducir movimiento y novedades en el órgano legislativo para contrarrestar la posible
pasividad de los senadores. Con este distingo se ha buscado combinar dos tendencias
opuestas: La que tiende a cambiar y la que tiende a conservar; se busca que el acto legislativo
sea el producto de la fusión armoniosa de ambas tendencias. Que una y otra se contrarresten
y complemente. para determinar la duración de los mandatos se han tomado en cuenta
diferentes razones:
Hacer depender de la voluntad de la ciudadanía la función legislativa; que sea ella,
mediante las elecciones y el libre juego de los partidos, la que determine la orientación a
seguir y la que defina si la actuación del ejecutivo es o no adecuada, al elegir un congreso
que sea o no favorable a su política. Hacer que los legisladores, Por el tiempo que
desempeñan la función, adquieran un dominio de su oficio. Evitar que la ciudadanía se
inquiete por ejercicios electorales frecuentes. Otra, la que invocan los autores de El
Federalista: “Es una máxima aceptada y con sólido fundamento la de que cuando no
entren en juego otras circunstancias, cuanto más grande sea el poder, menor debe de
ser su duración y, a la inversa, que cuanto menos es el poder, con mayor tranquilidad
puede prolongarse su duración”.
Evitar que alguien se considere indispensable, irresponsable o dueño del cargo,
por el hecho de haber sido elegido para un periodo prolongado, se olvide de los intereses
nacionales y los de sus electores. Hay también cierta idea de proporción y equilibrio. La
regla general, que ha reconocido excepciones, es que el período de duración de los
senadores sea idéntico al que se fija para la autoridad ejecutiva; si el mandato del
presidente era de cuatro años, la misma duración era prevista para los senadores, como
sucedió en la constitución de 1857. Si el periodo presidencial se aumentó a seis lo mismo
se hizo con el de los senadores.
la misma idea de proporción se observa respecto de la duración del mandato de
los diputados; ordinariamente es la mitad del plazo del ejercicio presidencial, dos o tres,
con el fin de que el ejecutivo durara cuatro o seis años. Esto mismo si observa por lo que
atañe a los diputados locales en relación con los titulares de los poderes ejecutivos
locales. Ha habido excepciones: en 1836, el presidente ejercía el cargo ocho años (art.
1°, cuarta ley), los diputados cuatro (art. 3°, tercera ley) y los senadores seis (art. 9°,
tercera ley).
En México, durante el siglo XIX y parte del XX, el periodo de los diputados fue de
dos años; el de los senadores, de cuatro; en 1933 se aumentaron a tres y seis años,
respectivamente; en forma paralela, en ese año se prohibió la reelección de los
legisladores para el periodo inmediato. La modalidad se hizo extensible a los estados.

El congreso de la unión. Funcionamiento.


Los proyectos de ley o decreto que envía el congreso de la unión al presidente para su
promulgación o publicación son el resultado de la suma y la coincidencia de dos voluntades
expresadas separada y sucesivamente sobre un texto, mediante lo que se conoce como
proceso legislativo; este existe para hacer operante la manifestación de la voluntad de los entes
colectivos denominados cámaras, que integran el órgano legislativo.
El proceso legislativo persigue que la presentación, estudio, dictamen, discusión y
aprobación de las iniciativas se haga en forma independiente, separada, sucesiva, adecuada,
madura y oportuna, a fin de que la ley sea justa y sin vicios de constitucionalidad; busca,
además, que cuando las cámaras expresen su voluntad, lo hagan de manera libre, informada y
responsable. El orden normativo, fundamental y secundario, está estructurado para garantizar
la operatividad de dicho proceso legislativo, así como la independencia y seguridad de los
legisladores; respecto de estos, a través de lo que se ha denominado inmunidades o privilegios,
establece excepciones al principio de que todos son iguales ante la ley; por virtud de estas pone
a los parlamentarios, temporalmente, al margen de los sistemas ordinarios de persecución de
los delitos y, en forma permanente, a los domicilios en donde ellos se reúnen fuera de la acción
de los tribunales, De la policía y fuerzas armadas.
las etapas que integran el proceso legislativo se estructuran con el objetivo de permitir el
estudio serio de las iniciativas, evitar precipitaciones, economizar tiempo, dado lo relativamente
reducido de sus reuniones; permitir una mayor información en relación con las materias a
discutir; excluir interferencias de los otros poderes y evitar que la ciudadanía, directa o
indirectamente, ejerza presiones sobre los legisladores.
Los principios que regulan el proceso legislativo, debido a que establecen privilegios,
aluden a garantías y procuran seguridad, con miras a alcanzar la independencia y la libertad de
un poder, se ha elevado, reiteradamente, a rango constitucional; esto ha sido así desde la
constitución de Cádiz de 1812. Se ha estimado que no es garantía suficiente Que los principios
relacionados con su organización y funcionamiento se consignen en las leyes ordinarias. los
constituyentes mexicanos, en esta materia, se apartaron del modelo estadounidense. eso
explica la minuciosidad del art. 71 y la extensión del 72. muy poco de lo que en estos se
consigna tiene el carácter de fundamental, de manera que deba incluirse en la carta magna.

La iniciativa Legislativa
Una iniciativa, en su sentido jurídico amplio, es la facultad, atribución o derecho que la
constitución otorga y reconoce a ciertos servidores públicos, entes oficiales y particulares para
proponer, denunciar o solicitar a un cuerpo legislativo colegiado un asunto, hacer de su
conocimiento hechos o formular una petición, en relación con materias que son de su
competencia, de lo que podría derivar una ley o un decreto; estos pueden ser decretos
propiamente dichos o decretos declaración, decretos resoluciones o decretos acuerdo.
En virtud del ejercicio de esa facultad, atribución o derecho, subtitular provoca la acción
del poder legislativo, de las partes que lo componen o entes que dependen de él y los conmina
a adoptar una resolución en la materia objeto de la iniciativa. la normatividad de la cámara alude
a las iniciativas: “iniciativa es el acto jurídico por el cual da inicio el proceso legislativo” (art. 3.1,
fracc. Ix, Reglamento de la cámara de diputados). “Consiste en la presentación de un proyecto
de ley o decreto por parte de alguno o algunos de los sujetos facultados para ello por la
Constitución” (art. 164.1 Reglamento del senado de la república).
Iniciativas auténticas. Son las que formulan ante el cuerpo legislativo competente los
entes autorizados para hacerlo, en ejercicio de su derecho, facultad o atribución o dentro de su
competencia o derecho. Estas iniciativas provocan la acción del legislativo y echan a andar el
proceso de formación de las leyes o de decretos (art. 71); atribuyen a la cámara de origen la
exclusividad, durante un mes, sobre su conocimiento (art. 72, inciso I); vinculan la suerte del
proyecto, cuando menos durante un año, al criterio de la cámara de origen (art. 72, inciso G);
conminan a las comisiones a actuar (art. 71, último párrafo); determinan ante quién debe el
ejecutivo hacer valer su veto (art. 72, inciso C); y en el caso de reformas a la constitución,
definen el destinatario de las respuestas de las legislaturas de las entidades federativas, en el
supuesto de estar en sesiones (arts. 73, fracc. III, y 135). De una iniciativa no auténtica no
pueden derivarse esas consecuencias.
Iniciativas no auténticas. Una iniciativa puede no ser autentica debido a varias razones:
porque el titular del derecho, atribución o facultad no la formula; por no ser presentada en la
cámara que debe fungir de origen, cuando existe determinación al respecto; porque no se
presenta en el término que establece la ley; porque no es competencia del poder ante el que se
exhibe. Tampoco serán auténticas las que se formulen ante una cámara cuando el mismo
proyecto esté en tramite en la colegisladora, y las que hubieren sido desechadas por cualquiera
de las cámaras durante el mismo periodo de sesiones.
Lo relativo a la competencia en iniciativas es en su doble aspecto: en principio, debe
versar sobre materias cuyo conocimiento corresponda a alguno de los órganos colegiados
legislativos en virtud de mandamiento constitucional. En factible que un particular formule ante
algún cuerpo legislativo una demanda cuyo conocimiento corresponda a los tribunales; a esto
solo en sentido lato, impropio y genérico se le podría denominar iniciativa; técnicamente no lo
es, lo sería solo cuando versara sobre materias que son de la competencia del poder colegiado.
Por otra parte, la iniciativa debe referirse a materias en que la constitución haya dado el derecho
de hacerlo a quien comparece; no es factible que un diputado o un senador, que gozan de un
derecho o facultad de iniciativa amplia, formulen un proyecto de presupuesto anual de la
federación. Esta es una materia confiada en forma exclusiva al presidente.
Iniciativas propias e impropias. Hay también iniciativas propias e impropias: la
clasificación está en función de la forma en que se presentan, no porque tengan o carezcan de
fundamento constitucional para que se formulen. Así, serán iniciativas propias las que formulen
los titulares a que alude el art. 71 y que reúnan cierto tipo de requerimientos: exposición de
motivos, fundamento constitucional, el proyecto de ley o decreto redactado en los términos para
que sea aprobado por el congreso y lo relativo al derecho transitorio. Son impropias las que, en
uso de una facultad, atribución o derecho expreso previsto en la constitución, formulan entes
oficiales o privados. En estos casos es suficiente con que se precisen de manera clara la
solicitud y el fundamento constitucional; las comisiones se encargarán de dar forma a la
iniciativa.
Iniciar es un derecho cuando lo ejerce un particular; es facultad cuando lo hace una
autoridad en el ámbito de su competencia; es atribución, cuando la formula un ente público que
no es poder (art. 79, fracc. II). Se trata, además, de una forma de colaboración entre poderes
(presidente-congreso de la unión) o entre entes de igual jerarquía (legislaturas locales-congreso
de la unión). En forma adicional es un instrumento que neutraliza los efectos nocivos del
principio de división de poderes tajante.
Los reglamentos prevén la existencia de iniciativas a nombre de grupo o iniciativas con
aval de grupo (art. 77.3, reglamento de la cámara de diputados, y 164.3, reglamento del senado
de la república).
PROPUESTA Y CONCLUSIÓN.
Existen diversos puntos de vista sobre temas políticos, los cuales por su naturaleza no
dejan ser un asunto público; temas que muchas veces se discuten con arrebato y pasión, en su
mayoría motivados en gran medida por el oportunismo político de algunos actores públicos.
Prueba de ello puede ser la reacción pública cuando se habla del fuero, los salarios de los
servidores públicos, las pensiones de expresidentes, o los legisladores plurinominales. En este
sentido, tomemos como ejemplo la existencia de los legisladores plurinominales. Si se pregunta a 100
mexicanos si están de acuerdo en la existencia de legisladores de representación proporcional, tenemos
la certeza que una abrumadora mayoría contestarían que no están de acuerdo; las razones para dicho
rechazo pueden ser varias: nadie los escogió, no sirven para nada, son cuotas a los partidos, son
muchos, entre otras.

La figura de la representación proporcional en México surge en 1977 a partir de la reforma


política impulsada por el presidente López Portillo para dar voz a aquellos partidos que no
pudieran alcanzar curules y, en consecuencia, no estuvieran representados en el Congreso.
Esta institución, evidentemente, no surgió en México; ya había antecedentes en Dinamarca en
1855 y en Bélgica en 1899.

En su momento, el PRI se opuso a la posición de que en el Senado se incluyera la figura de la


representación proporcional, pues esto va en contra de la naturaleza federalista del Senado.

Se estima que la lista plurinominal de senadores puede sobrerrepresentar alguna entidad


federativa, en virtud que no hay un orden de registro para la lista nacional a que alude el artículo
56 de la Constitución. Los Senadores plurinominales no tienen una vinculación directa a algún
estado. Al ser el Senado el garante del pacto federal se requiere que los estados tengan la
representación paritaria que no existe cuando hay más Senadores de un Estado que de otro.

Desde hace mucho, y de manera recurrente se ha debatido sobre la pertinencia de


reducir o incluso eliminar a los diputados y senadores de representación proporcional, o
plurinominales. Los diputados y senadores plurinominales son criticados de forma reiterada por
la sociedad. Son diversos los motivos por los cuales se les critica; los argumentos van desde
que “son muchos”, hasta que “no representan a nadie porque nadie votó por ellos”, pasando
evidentemente por el argumento económico de que “nos cuestan demasiado”.

En relación con que “son muchos”, estimo oportuno rescatar lo expresado por Alexander
Hamilton y John Jay en los documentos de El Federalista: Un poder ejecutivo debe ser
unipersonal, mas debe tener como contrapeso a un Congreso numeroso representando al
pueblo. También en el “El Federalista” se abona lo siguiente respecto al número de integrantes
de la cámara de Representantes: “…un número tan pequeño de representantes sería un
depositario inseguro de los intereses públicos;”

En relación con que los plurinominales “no representan a nadie, porque nadie votó por
ellos”, hay algunas cosas qué decir. Si bien el voto por los candidatos plurinominales no se
dirige concretamente a un candidato, cuando alguien vota por su candidato a diputado
uninominal o por una fórmula al Senado, también lo hizo por el partido del mismo en la
circunscripción que corresponda, justo como ocurre en muchísimos regímenes en el mundo,
unos más democráticos que otros, pues no es este un “invento mexicano”. Debemos recordar
por ejemplo que España y Reino Unido integran sus parlamentos estrictamente a partir de listas
plurinominales.

A la fecha, la mayoría de los argumentos que pugnan por la eliminación de los


plurinominales, llevan una motivación económica, meramente un “ahorro” bajo la malentendida
premisa de que a ellos “nadie los escogió”. Considero que ese argumento es débil. A los jueces
nadie los escoge, y devengan salarios incluso más elevados que la mayoría de los legisladores.
La burocracia federal se incrementó desde el año 2000 de manera drástica y a ellos tampoco
nadie los escogió en términos democráticos. Miles de maestros en México se encuentran
asignados a tareas muy distintas a las tareas que un educador debe desempeñar, en especial
ahora a partir de los acuerdos del gobierno con la CNTE y a ellos tampoco no fueron elegidos
mediante procesos electorales. Los recursos destinados al servicio exterior son, en algunas
representaciones excesivos, y a ellos tampoco nadie los escogió.

Se puede decir que algunos legisladores no cumplen con su función de representar.


Entonces, ¿debemos reducir el número de maestros que no educan adecuadamente, o el
número de policías porque no nos protegen adecuadamente? Veo difícil seguir ese camino,
cuando el camino debería ser pedir y exigir cuentas al legislador, al maestro y al policía que
cumpla con su deber, y sancionar a quien no lo hiciera, mas no eliminar los espacios que
puedan ser ocupados por ciudadanos comprometidos Como se dice en la propia obra de El
Federalista, “nada más falaz que fundar nuestros cálculos políticos en principios aritméticos”.

Referencias bibliográficas:
López Betancourt, E. (2018). Derecho constitucional.. IURE Editores.
https://elibro.bibliotecabuap.elogim.com/es/lc/bibliotecasbuap/titulos/40254
Navas Castillo, A. & Navas Castillo, F. (2015). Derecho constitucional: estado constitucional.. Dykinson.
https://elibro.bibliotecabuap.elogim.com/es/lc/bibliotecasbuap/titulos/60920

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