Está en la página 1de 2

Tras una charla extensa con mi abuela sobre cómo fue ser profesoras durante la dictadura, ella

decidió escribirme su testimonio respecto a esta época y lo que ella sufrió. Es algo que
personalmente me llego a tocar y a sensibilizar por varias razones, pero saber que ella estuvo
trabajando como profesora en el colegio que hoy en día voy yo, me sorprende y me genero
mucho orgullo lo que ella hizo sabiendo que podría desaparecer el día de mañana, la valentía
que tuvo.

Ahora procedo a dejar el testimonio escrito por ella:

Testimonio de María Beatriz Di Alessio (74)

La dictadura de 1976 en Argentina

Corría el año 1972, tenía 22 años y me había recibido de profesora en Letras. Trabajaba en
escuelas como maestra de grado y comencé a sumar horas en la escuela secundaria. Mis
inquietudes sociales me llevaron a sumarme al grupo del doctor Alfredo Bravo, político
socialista interesado en el trabajo con los derechos humanos. Nos preocupaba una idea muy
fuerte arraigada en la docencia argentina: la docencia como un apostolado y no como un
trabajo. El pensamiento de conformar una asociación que nos nucleara como trabajadores,
iluminaba nuestra tarea. Las religiosas del Sagrado Corazón nos prestaban un subsuelo en el
que nos reuníamos a leer, estudiar y trabajar para la profusión de este pensamiento que
estábamos seguros producirían un cambio de actitud en la docencia argentina. Sabíamos que
estábamos en la clandestinidad, pero un año después, un día del maestro 11 de septiembre de
1973 nacía CTERA, uno de los gremios más fuertes de la docencia argentina.

En 1975 nació mi hijo y eso me ocupó la vida, pero mis inquietudes gremiales continuaron. Un
año después el 24 de marzo de 1976 los comandantes en jefe de las Fuerza Armadas tomaron
el gobierno. Recuerdo que regresé a mi casa tan triste y llorando como me sucediera la tarde
del 2 de abril de 1982 en que fui a dar clase como de costumbre y me encontré con que
Galtieri había declarado la guerra de Malvinas.

Del 76 al 83 recuerdo entre otras cosas que escuchaba los programas de la BBC o de las radios
francesas para estar informada de lo que estaba realmente ocurriendo en nuestro país.
Intentábamos algunas juntadas para tener información, pero no nos animábamos. No más
movilizaciones, no más reclamos, reuniones esporádicas y clandestinas, no más huelgas, no
más concientización acerca de nuestra tarea, no más pensamiento crítico.

Y el miedo empezó a sentirse: compañeros que no volvíamos a ver, otros que enfermaban,
otros que desaparecían, otros que se iban … Y en las casas aún en las de nuestras familias
escuchábamos: “tené cuidado”, “no te metás” “por algo habrá sido”

Fuimos atravesando esos años como pudimos. Fueron años difíciles. Yo comencé a quemar
algunos libros, revistas que me llegaban del exterior, colecciones de revistas rusas y todo
material que pusiera en riesgo mi vida. El Centro Editor de América latina era mi editorial
preferida por sus publicaciones actualizadas sobre los temas que nos interesaban.

Cuando tomaba horas de Lengua en algún colegio del estado, debía llenar una planilla que iba
directamente a los Servicios de Inteligencia. Recuerdo que no solo negaba mis tareas
comunitarias y gremiales sino que también negaba mis sesiones de psicoanálisis porque hasta
eso resultaba peligroso.
En 1978 entré a trabajar a la escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini y no fue tan fácil
darme cuenta de que allí estaban desapareciendo adolescentes que luchaban en alguna causa
justa.

Fueron años difíciles, debíamos seleccionar las lecturas para las clases, al menos no hacerlas
tan evidentes. No podíamos nombrar al Che… pero recuerdo haber leído con los estudiantes
algunos cuentos de Cortázar, por supuesto no los más comprometidos.

La muerte y la desaparición estaban “a la orden del día” pero también lo estaba “el
oscurantismo”, la brutalidad y la ignorancia de un sistema represor que se imponía como
modelo. Y digo esto porque en el año 1981 u 82 (no lo recuerdo con certeza) tuve la
posibilidad de montar en el Pellegrini una escuela de Teatro que para mí y para los 40
estudiantes que permanecieron fue el lugar de la Resistencia. Ya se avecinaba la democracia,
pero esa experiencia fue para mí y para los chicos, hoy: hombres y mujeres de bien, inolvidable
por lo que tuvo de heróico, lanzado, libre, enriquecedor, potente y que muchas de las
autoridades no lograron entender.

Por eso, recomiendo tener memoria de lo que significó la dictadura cívico militar en la
Argentina y en toda Latinoamérica. Fue un Plan orquestado en la Escuela de la Américas para
que aún hoy sigamos buscando nuestro rumbo.

Pero lo que más me preocupa hoy no son los militares que ya no quieren el poder. Lo que más
me preocupa son las “ideas” brutales, antidemocráticas, totalitarias, fascistas, dogmáticas,
fundamentalistas que circulan en nuestra sociedad encarnadas en futuros candidatos políticos.

Muchas gracias.

Betty (abuela de Emma)

También podría gustarte