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ANALISIS MEDIO AMBIENTE

Los recursos naturales proporcionan medios de sustento para miles de millones


de personas. Cuando se administran bien, los recursos naturales renovables,
las cuencas hidrográficas, los paisajes terrestres productivos y los paisajes
marinos pueden ser la base del crecimiento sostenido e inclusivo, la seguridad
alimentaria, la reducción de la pobreza y el bienestar humano. Un
medioambiente limpio también es fundamental para garantizar que las
personas puedan llevar una vida saludable y productiva, y que los recursos
públicos y privados se destinen a inversiones para promover el desarrollo en
lugar de solucionar la contaminación. Los ecosistemas del mundo regulan el
aire, el agua y el suelo de los que todos dependemos y constituyen un
mecanismo de defensa único y eficaz en función de los costos contra los
fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático. Para lograr el
crecimiento sostenible, se requiere una mejor gestión de los recursos naturales,
políticas fiscales respetuosas con el medioambiente, mercados financieros más
verdes y programas eficaces de gestión de desechos a nivel mundial.

La disminución de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a nivel mundial


es un problema de desarrollo: las economías, particularmente en los países de
ingreso bajo, no pueden permitir que los servicios proporcionados por la
naturaleza colapsen. En el análisis del informe del Banco Mundial The
Economic Case for Nature (Los argumentos económicos a favor de la
naturaleza) (i) se indica que, según una estimación conservadora, el colapso de
ciertos servicios, como la polinización silvestre, el suministro de alimentos
provenientes de la pesca marina y la madera de los bosques nativos, podría
resultar en una disminución significativa del PIB mundial de USD 2,7 billones
para 2030. Los impactos relativos son más marcados en los países de ingreso
bajo y mediano bajo, donde las caídas del PIB en 2030 podrían ser superiores
al 10 %.

En el informe también se subraya que las políticas inteligentes en relación con


la naturaleza pueden reducir el riesgo de colapso de los ecosistemas y mejorar
tanto la biodiversidad como los resultados de las economías. Una combinación
de políticas cuidadosamente diseñadas y coordinadas, en particular las que
respaldan la innovación, puede beneficiar simultáneamente la biodiversidad y el
desarrollo.

Los programas relativos a la naturaleza y el cambio climático son


complementarios y las sinergias existentes deben aprovecharse para promover
un desarrollo verde, resiliente e inclusivo. Los beneficios de una política
inteligente con respecto a la naturaleza aumentan considerablemente cuando
se tienen en cuenta los servicios de secuestro de carbono.
La pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos es un problema de
desarrollo, que suele afectar en mayor medida a los países más pobres. Los
ecosistemas saludables y los servicios que estos proporcionan son esenciales
para el crecimiento a largo plazo de sectores económicos como la agricultura,
la silvicultura y la pesca. Más de la mitad del PIB mundial se genera en
sectores que dependen en gran medida o moderadamente de los servicios de
los ecosistemas, como la polinización, la filtración de agua y las materias
primas. Más de 3000 millones de personas dependen de la biodiversidad
costera y marina para su ingesta de proteínas y medios de sustento. Tres
cuartas partes de los 115 principales cultivos alimentarios del mundo se basan
en la polinización animal. En los países en desarrollo, los bosques, lagos, ríos y
océanos aportan una proporción significativa de los alimentos, combustibles e
ingresos familiares, y constituyen una red de protección social de gran valor en
épocas de crisis, particularmente para los pobres que viven en zonas rurales.

Sin embargo, la integridad y la funcionalidad de estos activos naturales


esenciales se ven cada vez más comprometidas, ya que entre el 60 % y el 70
% de los ecosistemas del mundo (i) se están degradando más rápido de lo que
pueden recuperarse. La gestión inadecuada del medioambiente y de los
recursos naturales da lugar a pérdidas económicas considerables; por ejemplo,
un monto estimado de USD 80 000 millones al año se desaprovecha (i) debido
a la mala gestión de la pesca en los océanos. La contaminación atmosférica es
el principal riesgo medioambiental para la salud, con un costo equivalente al
6,1 % del PIB mundial al año. La naturaleza está amenazada y 1 millón de
especies animales y vegetales, de un total estimado de 8 millones, se
encuentran en peligro de extinción, muchas de ellas en un plazo de 10 años,
según el último informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-
Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES
[i]). Desde 1970, 14 de 18 categorías de servicios de los ecosistemas se han
reducido.

La pandemia de COVID-19 pone de manifiesto los vínculos que existen entre la


salud humana y la naturaleza, ya que alrededor del 70 % de las nuevas
enfermedades infecciosas tienen un origen zoonótico. Los patógenos
prosperan donde hay cambios medioambientales, por ejemplo la deforestación,
y cuando los ecosistemas naturales se encuentran sometidos a estrés a raíz de
la actividad humana y el cambio climático.

Además de servir como medio de protección entre los seres humanos y los
patógenos, la naturaleza también puede ayudar al desarrollo económico y
social. Las inversiones en la naturaleza pueden contribuir a la recuperación
económica al crear empleo, atender las necesidades de las comunidades más
pobres y generar resiliencia a largo plazo. Los ecosistemas saludables
contribuyen a mitigar el cambio climático y aumentan la resiliencia de las
comunidades más vulnerables de todo el mundo. En investigaciones recientes
del Banco Mundial se plantean argumentos económicos a favor de invertir en la
naturaleza (i) y se evalúan opciones de políticas para enfrentar la crisis de la
biodiversidad mundial

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