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Hay conflictos con los que nos enfrentamos, que son difíciles de resolver, e incluso
que son irresolubles. En ellos nos encontramos con barreras difíciles de rebasar
que suelen estar relacionadas con el mundo emocional y perceptivo de las partes.
Cuando esto ocurre, hablamos de Conflictos Irreales, no porque el conflicto no
exista, sino porque en parte se genera y mantiene en base a las variables
psicológico-personales y por tanto pertenece más al mundo personal de cada una
de las partes.
En otros casos las dificultades vienen dadas por el entorno y/o por causas
estructurales de la propia situación (económicas, legales, condiciones de trabajo,
ruidos molestos, posesión irregular de bienes, etc.). Pertenecen al rango de la
objetividad, de lo contrastable, y configuran un Conflicto Real. Es lo que ocurriría
por ej. cuando un inquilino deja de pagar y el propietario le exige la deuda y que
abandone la vivienda.
Cuando un conflicto se agrava de tal manera que las partes no son capaces de
resolverlo, podemos plantearnos la utilización del papel del mediador/conciliador;
el cual asiste a las partes para que puedan, mediante el diálogo, resolver sus
diferencias, pudiendo proponer alternativas de solución, las cuales pueden ser
aceptadas o rechazadas por las partes.