Está en la página 1de 9

RESOLUCIONES JUDICIALES.

Recomendación de inicializar los


nombres de los menores víctimas, testigos, o autores (Ac. 7/2010 TSJ).

I. El Acuerdo N° 7/2010 dictado por la Sala Penal del TSJ de Córdoba dispone
–en consonancia con lo establecido en el art. 1° de ley 20.056, art. 22° de la ley
26.061, y en las Reglas de Heredia n° 5 y 9°– que cuando sea necesario
consignar en los fallos los nombres de menores (ya sea víctimas, testigos o
autores), lo sea con sus iniciales. Ello en atención al riesgo que entraña la
publicidad de la sentencia para su privacidad e intimidad, en miras al interés
superior del niño.

TSJ, Sala Penal, S. nº 138/2016, “Córdoba, Miguel Ángel p.s.a. robo


calificado - Recurso de casación”. Vocales: López Peña, Tarditti y Cáceres de
Bolatti.
SENTENCIA NUMERO: CIENTO TREINTA Y OCHO
En la Ciudad de Córdoba, a los quince días del mes de abril de dos mil
dieciséis, siendo las once horas, se constituyó en audiencia pública la Sala
Penal del Tribunal Superior de Justicia, presidida por el señor Vocal doctor
Sebastián López Peña, con asistencia de las señoras Vocales doctoras Aida
Tarditti y María Marta Cáceres de Bollati, a los fines de dictar sentencia en los
autos "CÓRDOBA, Miguel Ángel p.s.a. robo calificado -Recurso de
Casación-” (SAC 2603187), con motivo del recurso de casación interpuesto
por el señor Asesor Letrado Dr. Marcelo Nicolás Jaime, en su carácter de
defensor del imputado Miguel Ángel Córdoba, en contra del auto número
seiscientos sesenta y uno del veintiséis de noviembre de dos mil quince,
dictado por la Cámara de Acusación de esta ciudad. Abierto el acto por el Sr.
Presidente se informa que las cuestiones a resolver son las siguientes:
1°) ¿Es infundada la resolución que rechaza el cese de prisión preventiva?
2°) ¿Qué solución corresponde dictar?
Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dres. Sebastián
López Peña, Aída Tarditti y María Marta Cáceres de Bollati.
A LA PRIMERA CUESTION:
El señor Vocal doctor Sebastián López Peña, dijo:
I. Por auto n° 661 del 26 de noviembre de 2015, la Cámara de Acusación de
esta ciudad resolvió confirmar el auto apelado en cuanto dispuso mantener la
prisión preventiva de Miguel Ángel Córdoba, a tenor del art. 281 y cc del CPP.
II. En contra de la resolución que precede, el prevenido Miguel Ángel
Córdoba manifestó su voluntad recursiva (fs. 138.), la que fue fundamentada
técnica y jurídicamente por su defensor el señor Asesor Letrado, el Dr. Marcelo
Nicolás Jaime (fs.1/3).
Con invocación del motivo formal de casación (art. 468, inc. 2°, CPP),
denuncia la arbitrariedad de la resolución por indebida fundamentación de los
indicios de peligro procesal.
Concretamente, sostiene que las razones brindadas por la Cámara de Acusación
son aparentes y no logran demostrar la existencia de peligro procesal concreto
que justifique la prisión preventiva de su defendido, la que le causa agravio ya
que le niega el derecho a permanecer en libertad durante el desarrollo del
proceso penal.
Seguidamente, se lanza contra los indicios concretos de peligrosidad procesal
valorados por el a quo afirmando, en primer lugar, que el menor L.E.A. es una
persona ajena al proceso penal de manera que no pesa en su contra ninguna
obligación especial de permanecer a disposición de la justicia y tampoco
integra con el imputado una organización de tipo criminal, de manera que la
conducta desplegada por este menor no puede ser considerada en contra del
imputado Córdoba.
Por otro lado, sostiene que la cercanía entre la vivienda del imputado y las
víctimas no puede ser valorada como indicio de peligro procesal. Argumenta
que es un indicio arbitrario, que no puede ser controlado por el imputado y que
sólo tiene relevancia cuando éste ha demostrado que puede valerse de dicha
circunstancia para entorpecer los fines del proceso. De lo contrario, entiende
que se corre el riego de generar una categoría de delitos excarcelables en todos
aquellos casos donde se configura la cercanía entre el ofendido y el supuesto
agresor. Por último, señala que la cercanía considerada en sí misma contraría el
principio de igualdad (art. 16 CN), en la medida en que no hay razón para
distinguir entre el imputado que vive lejos de la víctima y el que vive cerca.
En definitiva solicita se revoque el auto apelado y se ordene la libertad del
imputado Miguel Ángel Córdoba.
III. Adelanto que corresponde rechazar el recurso de casación y mantener la
prisión preventiva del encartado Miguel Ángel Córdoba, por las razones que
expongo a continuación.
1. En forma liminar, cabe resaltar que el recurso de marras ha sido interpuesto
en contra de una resolución equiparable a sentencia definitiva, y por lo tanto,
impugnable en casación. Ello así por cuanto resultan tales las decisiones que
antes del fallo final de la causa mantienen una medida de coerción, en razón
que pueden irrogar agravios de imposible reparación posterior, dada la
jerarquía constitucional de la libertad personal de quien cuenta con la
presunción de inocencia. Esta posición ha sido adoptada por este Tribunal
Superior en innumerables precedentes, en consonancia con la doctrina judicial
establecida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (TSJ Sala Penal,
“Aguirre Domínguez”, S. n° 76, 11/12/1997; “Gaón”, S. n° 20, 25/3/1998;
"Segala", S. n° 145, 2/1/2006; "Beuck", S. n° 227, 22/10/2009; “Miranda”, S.
n° 263, 12/9/2913; entre muchos otros; CSJN, Fallos 280:297; 290:393;
300:642; 301:664; 302:865; 306, V. I.:262; 307:549; 308:1631; 311, Vol.
I.:359).
2. En cuanto a los extremos en relación con los cuales debe cumplimentarse el
deber de fundamentación de las decisiones judiciales cuando ellas atañen a la
coerción personal del imputado, esta Sala ha afirmado que “la prueba sobre la
existencia del hecho y las circunstancias que permiten inferir el riesgo procesal
son condiciones que deben concurrir simultáneamente para la justificación de
la coerción, debiendo la fundamentación del pronunciamiento que dispone la
medida proyectarse en forma autónoma con relación a cada uno de ellos”
(T.S.J., Sala Penal, “Conesa”, S. n° 97, 20/11/02; “Bianco”, S. n° 111,
19/11/03; “Montero”, S. n° 1, 14/2/05; “Medina Allende”, S. n° 9, 9/3/06;
"Segala", antes cit., entre otras).
Ahora bien, los aspectos aquí traídos a consideración por el recurrente se
refieren sólo al segundo de los extremos invocados, esto es, a la peligrosidad
procesal que justifica la medida de coerción. A ello se ceñirá, en consecuencia,
el análisis que sigue.
3. El defensor, básicamente, se agravia por estimar que la prisión preventiva
del imputado Córdoba no es absolutamente indispensable para asegurar los
fines del proceso (art. 281 a contrario sensu CPP), e impugna la resolución de
marras por estimar que contiene una fundamentación arbitraria sobre la medida
de coerción, en concreto, sobre las circunstancias a partir de las cuales se
deriva el riesgo procesal. Es lo que se analizara a continuación.
3.1. Conforme ya sostuviera esta Sala, por expreso mandato constitucional
toda persona sometida a proceso por un delito debe ser tenida por inocente
hasta que se demuestre lo contrario, por lo que la peligrosidad procesal
constituye la razón fundamental por la que puede ordenarse la prisión
preventiva. Por ella debe entenderse el riesgo que la libertad del imputado
puede entrañar para los fines del proceso seguido en su contra, esto es, su
posible afectación de los objetivos de descubrimiento de la verdad real -
interponiendo obstáculos para su logro- y de actuación de la ley penal
sustantiva -impidiendo el normal desarrollo del juicio o el cumplimiento de la
pena eventualmente impuesta, al sustraerse de la autoridad- ( Cafferata Nores,
José I. y Tarditti, Aída, Código procesal penal de la provincia de córdoba
comentado, Mediterránea, Córdoba, 2003, t. 1, p. 649; cfr. T.S.J., Sala Penal,
“Navarrete”, S. n° 114, 18/10/2005, "Spizzo", S. n° 66, 7/7/2006; "Berrotarán"
S. n° 99, 7/9/2006; "Fruttero", S. n° 170, 2/7/2009, entre otros).
3.2. Ahora bien, conforme a las directrices fijadas recientemente por esta Sala
en “Loyo Fraire” (S. n° 34, 12/3/2014), deben analizarse en cada caso las
circunstancias vinculadas con la peligrosidad procesal en concreto, es decir,
aquellas que permiten inferir un específico -y, por ende, comprobable- riesgo
de entorpecimiento de la investigación o de elusión de la acción de la justicia,
sin que la gravedad del delito o el pronóstico hipotético de una pena de
cumplimiento efectivo autoricen a presumirlo de manera abstracta (esto es, con
omisión de las circunstancias particulares de la causa). En ese contexto, deben
considerarse indefectiblemente las características personales del imputado.
Todo ello con el baremo de concreción y proporcionalidad en miras de
alternativas menos costosas para aquel.
Con otras palabras, debe determinarse en cada caso si la medida es
absolutamente indispensable para asegurar aquellos fines y, dado su carácter
excepcional, si no existe un remedio menos gravoso e igualmente idóneo para
alcanzar el objetivo propuesto.
Desde esa perspectiva, examinaremos aquí si la resolución impugnada contiene
una correcta fundamentación de la prisión preventiva.
3.3. Al comenzar tal análisis, resulta ineludible destacar el marco específico en
el que deben ser analizados, en la presente causa, los indicios de riesgo
procesal en concreto. A este respecto, no sobreabunda recordar que un indicio
no tiene un valor tasado para todos los casos, sino que dependerá del contexto
en el que sea valorado (véase: TSJ, Sala Penal, “Calizaya”, S. n° 228, 3/7/2014;
“Del Corro”, S. n° 243, 28/7/2014).
a. Repárese, en primer término, que el prevenido Miguel Ángel Córdoba se
encuentra privado de su libertad desde el 30/7/2015, por lo que lleva alrededor
de nueve meses de encarcelamiento (fs. 19).
b. Tampoco puede escapar al presente análisis -aunque no resulte suficiente
por sí solo para justificar una prisión preventiva- que al imputado de mención
se le atribuye, de acuerdo al auto de elevación a juicio, la comisión de un delito
de gravedad: robo calificado por el uso de arma impropia (arts. 45 y 166 inc.
2°, primer supuesto del CP), con una escala penal en abstracto que parte de un
mínimo de 5 años de prisión, y se extiende hasta los 15 años de prisión
(fs.119/122).
c. De otro costado, aparece como un dato relevante que la presente causa se
encuentre actualmente en los actos preliminares al debate, pues ya se dictó el
decreto de ofrecimiento de prueba en los términos del art. 363 del CPP (fs.
151). Ello pone en evidencia que la realización del juicio oral es inminente.
3.4. La Cámara de Acusación, por su parte, valoró las siguientes
circunstancias: 1) que en razón del delito que se atribuye al imputado su
pronóstico punitivo en abstracto parte de un mínimo de 5 años de prisión que
ascienden a un máximo de 15 años; 2) la conducta entorpecedora asumida por
algunos familiares y allegados del imputado al momento de producirse su
aprehensión, agregando que el menor L.E.A. intentó forzar una de las puertas
traseras del móvil policial para que el imputado descendiera, tras lo cual resultó
aprehendido y los daños ocasionados al vehículo; 3) la proximidad entre los
domicilios de las víctimas y el imputado, que incrementa las posibilidades de
un encuentro en la vía pública, lo cual podría incidir en el ánimo de las
víctimas, máxime si se tiene en cuenta que las víctimas saben que el imputado
conoce el lugar donde viven.
En consecuencia, el a quo entiende que la medida cautelar dispuesta se
presenta como indispensable para asegurar los fines del proceso, no siendo
sustituible por otra medida menos gravosa.
3.5. El estado actual de la causa y el conjunto de circunstancias objetivas que
se desprenden de las constancias de autos, sumadas a la gravedad de la
amenaza penal con la que en abstracto se encuentra sancionado el delito
materia de imputación, corroboran el cuadro de peligrosidad procesal y la
posibilidad cierta de que el imputado Córdoba, puesto en libertad, pueda
significar un riesgo para los fines del proceso. De tal manera, aparece como
absolutamente indispensable la privación de la libertad del nombrado, sin que
luzca irrazonable, a partir de las circunstancias objetivas resultantes de autos,
mantener la medida de coerción.
Con otras palabras: los indicios de peligrosidad procesal en concreto, valorados
en el marco de un delito de gravedad y en el estado en que se encuentra
actualmente la causa (debate en ciernes), permite afirmar la razonabilidad de la
fundamentación del fallo con relación al riesgo que la libertad del imputado
acarrearía para los fines del proceso, sin que los argumentos expuestos por el
recurrente -en su encomiable tarea defensiva- sean susceptibles de enervar la
conclusión a la que la Cámara ha arribado.
a. Así, como punto de partida debe considerarse que al imputado Córdoba se
le atribuye un delito de gravedad con una escala penal elevada que inviabiliza
una condenación condicional.
Es que, ciertamente, conforme ya expuso esta Sala en cercanos precedentes
referidos a medidas de coerción (“Arce”, S. n° 285, 13/8/2014; “Palacios”, S.
n° 322, 4/9/2014; “Chacón”, S. n° 413, 28/10/2014), es claro que la gravedad
del delito no basta para justificar la prisión preventiva, esto es, para demostrar
en concreto el peligro que la libertad del imputado significa para los fines del
proceso: el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley. Sin embargo,
esa insuficiencia -se aclaró en los citados precedentes- no significa que no
tenga ningún tipo de incidencia en el examen que necesariamente debe
efectuarse de los indicios y contraindicios de peligrosidad procesal. Se trata,
como se dijo en “Loyo Fraire”, del “primer eslabón de análisis” que debe ir
necesariamente acompañado de indicios concretos. De esa manera, puede
afirmarse que ante un delito de suma gravedad bastará un respaldo indiciario
mínimo para acreditar el riesgo procesal, mientras que uno de escasa gravedad
exigirá un respaldo indiciario fuerte. Lo que nunca podrá afirmarse, en cambio,
es que la gravedad del delito baste por sí misma para el dictado de la medida:
deberá siempre demostrarse, a partir de circunstancias concretas de la causa, la
existencia de peligros para los fines del proceso.
En el presente caso, de acuerdo con tales criterios, la elevada pena que le
espera al imputado en caso de condena permite asignar mayor peso a las
conductas y circunstancias indicadoras de peligrosidad procesal.
En ese contexto, pues, adquiere especial relevancia las circunstancias que
mediaron a la aprehensión del imputado y la cercanía del domicilio del
imputado Córdoba con el ofendido.
b. Así, sorprendido el imputado por el funcionario policial y ante la inminencia
de su actuación, la reacción instintiva de darse a la fuga pierde su carácter de
mero intento de elusión desde que encuentra respaldo en un grupo de allegados
dispuestos a prestar colaboración en su escape, al punto de tomar acciones
directas y concretas consistentes en arrojar piedras al móvil policial y forcejar
la manija de la puerta del móvil donde se encontraba el aprendido, en un
intento por facilitar la fuga; situación que no sólo se direccionó a la liberación
del imputado, sino a poner trabas a la investigación pues se reprodujo al
momento en que los policías actuantes regresaron al descampado donde se
encontraban los elementos del delito, para su secuestro (ver. fs. 17 vta.).
Entonces, la acción intentada por el imputado sumada a la conducta de los
terceros allegados, constituyen una clara evidencia de que no hay intención de
someterse a la justicia y de que cuenta con un grupo de colaboración dispuestos
a encubrir su huida y a obstaculizar la investigación, convirtiendo a tales
riesgos en serios y concretos, máxime si tomamos en cuenta que en el hecho
habría participado también otro sujeto aún no identificado.
c. Por otro lado, la cercanía del domicilio entre el imputado y la víctima, que
llevó al a quo a presumir de forma concreta la posibilidad que la libertad del
imputado pudiera obstaculizar la investigación, proyectándose en el ánimo de
las víctimas, no luce irrazonable. Es que el hecho atribuido demuestra
conductas claramente violentas e intimidatorias que convierten a la proximidad
de domicilios en un indicio concreto de peligrosidad procesal. Nótese que el
hecho, atribuido por la acusación, tuvo por victima un menor de 14 años que se
encontraba solo en el domicilio, a quien los agresores ataron de pies y manos,
amordazaron y con un fierro de aproximadamente 50 cm. amagaron con
pegarle mientras le exigían dinero (fs. 30 y 119) y que el imputado conoce a
ciencia cierta donde se domicilia este menor.
De esta manera, el riesgo que la libertad del imputado impacte en los fines del
proceso no se explica por la mera proximidad con el domicilio, sino en
eventuales acciones concretas dirigidas a una víctima menor de edad, donde la
proximidad de domicilio entre el imputado y la víctima coloca a esta última en
una posición de mayor vulnerabilidad; máxime cuando las presentes
actuaciones se encuentran en los albores del plenario.
Por lo demás, repárese que sin necesidad de que este Tribunal emita juicio
alguno acerca de los extremos de la imputación (existencia del hecho y
participación del imputado), nos encontramos en presencia de sucesos
comprobados con el grado de probabilidad que la elevación a juicio requiere,
por lo que nada impide que puedan ser valorados con ese alcance en esta
instancia, sin que ello implique -ni por la Cámara ni por esta Sala- un
adelantamiento del juicio de mérito sobre los extremos de la imputación (TSJ,
Sala Penal, “Romero, Roberto Pío”, S. n° 480, 12/12/2014).
Finalmente, y a los fines de agotar las inquietudes de la defensa, es pertinente
aludir que esta Sala veda la desigualdad de trato sin fundamento razonable
(TSJ, en pleno, “Toledo”, s. n° 148, 20/7/2008).
4. Por todo lo expuesto, cabe concluir que la medida de coerción se encuentra
debidamente fundada en cuanto a su presupuesto procesal (riesgo para los fines
del proceso). Corresponde, en consecuencia, rechazar el recurso. Ello, sin
perjuicio de que el juicio deba realizarse con la mayor celeridad posible, ya que
una eventual demora podría tornar desproporcionada la medida con relación a
los fines que se pretende asegurar.
Así voto.
La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
Estimo correcta la solución que da el señor Vocal preopinante, por lo que
adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:
El señor Vocal del Primer Voto da, a mi juicio, las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
A LA SEGUNDA CUESTION:
El señor Vocal doctor Sebastián López Peña, dijo:
I) A mérito de la votación que antecede, corresponde rechazar el recurso de
casación interpuesto por el señor Asesor Letrado Dr. Marcelo Nicolás Jaime,
en su carácter de defensor del imputado Miguel Ángel Córdoba, con costas
(arts. 550 y 551 CPP).
II) Por último, resta formular una recomendación al Tribunal de origen para
que, en lo sucesivo, observe lo dispuesto por el Ac. N° 7/2010 de esta Sala, en
cuanto a que “cuando sea necesario consignar en los fallos que dicten los
nombres de menores (ya sea víctimas, testigos o autores), lo sea con sus
iniciales”, en atención al riesgo que entraña la publicidad de la sentencia para
su privacidad e intimidad, en miras al interés superior del niño (arts. 1 ley
20056, 22 ley 26061, “Reglas de Heredia” N° 5 y 9).
Así voto.
La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
Adhiero al voto del señor Vocal doctor Sebastián López Peña, expidiéndome
en igual sentido.
La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:
Comparto la solución que da el señor Vocal del primer voto, por lo que adhiero
a él.
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala
Penal; RESUELVE:
I. Rechazar el recurso de casación interpuesto por el señor Asesor Letrado Dr.
Marcelo Nicolás Jaime, defensor del imputado Miguel Ángel Córdoba, con
costas (arts. 550 y 551 CPP).
II. Recomendar al Tribunal a quo la observancia de lo dispuesto en el Ac. N°
7/2010 en cuanto a la inicialización de los nombres de los niños.
Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se dio por el
señor Presidente en la Sala de Audiencias, firman éste y las señoras Vocales de
la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, todo por ante mí que doy fe.
Superior de Justicia, todo por ante mí, el Secretario, de lo que doy fe.

Expediente Nro. 2603187 9 / 11

También podría gustarte