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TEMA 3
1. La personalidad jurídica del Estado y de los Entes administrativos.
Capacidad jurídica de Derecho público y de Derecho privado.
2. El principio de legalidad. La atribución legal de potestades.
3. Noción de administrado. Capacidad jurídica y de obrar. El interesado.-
4. Derechos, deberes, obligaciones y responsabilidad del administrado

1. La personalidad jurídica del Estado y de los Entes administrativos. Capacidad


jurídica de Derecho público y de Derecho privado de los entes públicos

Así pues, una vez constatada la personalidad jurídica múltiple de las Administraciones
Públicas procede enumerar los distintos tipos existentes.

TIPOS DE PERSONAS JURÍDICO- PÚBLICAS

Entes públicos territoriales y no territoriales

Los entes territoriales se caracterizan (GARCÍA DE ENTERRÍA) por el hecho de que


el territorio no es para ellos un mero espacio físico en el que pueden ejercer sus
competencias, sino que es su elemento constitutivo esencial. Ello se manifiesta en:
a) El poder de los entes territoriales se extiende a toda la población del
territorio incluidos los extranjeros, mientras que el de los no
territoriales alcanza a determinados habitantes que se encuentran en
el ámbito territorial sobre el que extiende su competencia.
b) El ente territorial se caracteriza por la universalidad de sus fines,
mientras que es nota esencial de los entes no territoriales el de la
especialidad de sus fines.
c) Por razón de la universalidad de sus fines, los entes territoriales
reciben del ordenamiento los poderes y las potestades superiores
(reglamentaria, expropiatoria, tributaria, capacidad de ser titular de
dominio público), que no son, en cambio y por regla general,
atribuidas a los entes no territoriales.
d) Los entes territoriales tienen capacidad para determinar nuevos fines
y necesidades públicas, asumir actividades nuevas, así como crear
nuevos entes instrumentales para la gestión de sus servicios o bien
delegar tales servicios a favor de entes corporativos, que ya no
pueden considerarse instrumentales. Por el contrario, los entes no
territoriales son entes de naturaleza esencialmente ejecutoria,
debiendo limitarse a la gestión de los servicios que le han sido
encomendados, sin poder extender o cambiar dicho servicio o auto
atribuirse uno nuevo. Por ello, los entes de base no territorial están
afectos necesariamente a un ente territorial, que ejerce sobre ellos una
tutela.

Son entes territoriales en nuestro ordenamiento:

1. Administración del Estado


2. Administraciones de las Comunidades Autónomas
3. Las Corporaciones locales.
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Respecto del Estado


Aunque no se considerará al Estado una persona jurídica, debe tenerse en cuenta
que la Administración del Estado, como persona jurídica instrumental al servicio
de la comunidad que sirve de base al Estado como estructura política, soporta el
sostenimiento de las demás organizaciones estatales no encuadradas en la
Administración —órganos políticos, judiciales, legislativos— y sobre ella recaen
las consecuencias patrimoniales del funcionamiento de esos órganos, incluyendo
la responsabilidad por daños.
Respecto de las CC.AA. sus EEAA adoptan soluciones diversas, atribuyendo
unas veces la personalidad jurídica a la propia C.A. y otras a su Admon. En
cualquier caso, a nivel legislativo autonómico la atribución se hace en favor de la
Admon. Así, el art. 2.1 de la Ley 7/2004, de 28 de diciembre, de Organización
y Régimen Jurídico de la administración pública de la comunidad
Autónoma de la Región de Murcia: “La Administración General de la
Comunidad Autónoma, constituida por órganos jerárquicamente ordenados,
actúa con personalidad jurídica única”.

Por último, las Corporaciones locales son también entes territoriales dotados por
la CE de personalidad jurídica (arts. 140 CE sobre los Municipios; 141.1 CE
respecto de las Provincias; 141.4 CE sobre las Islas; 141.3 y 152.3 CE sobre
otros entes locales como la comarca o el área metropolitana). Aquí no hay lugar
a confusión pues en las CC.LL. no hay distinción posible entre un ente de
naturaleza política y su Administración pública. Las CC.LL son sólo AA.PP.,
formas descentralizadas de prestación de servicios públicos, aunque con
peculiaridades decisivas. Al contrario que en el Estado o en las CC.AA., en las
que la representación política de los ciudadanos recae no en la Administración
sino en el poder legislativo, en las CC.LL. los sujetos que se sitúan en la cabeza
de la Admon. son, a su vez, representantes directos de la sociedad asentada en el
territorio de dicha corporación. Así, mientras la Admon. del Estado o de las
CC.AA. responden al modelo institucional-burocrático —los órganos
administrativos del Estado y de las CC.AA. son órganos burocráticos sometidos
a estricta dependencia jerárquica (art. 3. 4 L. 40/2015- y art. 3.1 a Ley 7/2004, de
28 de diciembre, de Organización y Régimen Jurídico de la administración
pública de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia)—, las CC.LL. son
administraciones que responden al modelo corporativo-representativo (arts. 140
y 141.2 CE).

Entes no territoriales
Son entes no territoriales en nuestro sistema todas las demás AA.PP. dotadas de
personalidad jurídica.

1. las Administraciones institucionales o de base fundacional


2. las Administraciones corporativas de base privada. ÚLTIMO TEMA
3

2. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD. LA ATRIBUCIÓN LEGAL DE


POTESTADES: REGLAMENTARIA, DE MANDO, DISCRECIONAL,
REGLADA, SANCIONADORA Y «JURISDICCIONAL»

Por ello, nos centraremos ahora en la articulación técnica de dicho principio en relación
a las Administraciones Públicas: la doctrina de las potestades.

La potestad podríamos definirla como el poder jurídico que permite imponer


decisiones a otros para el cumplimiento de un fin (SANTI ROMANO).

1. La potestad tiene siempre su origen en una norma jurídica que la atribuye a su


titular , mientras que el derecho subjetivo puede nacer de una norma o bien de
una relación jurídica concreta (ej.: un acto administrativo).
2. El derecho subjetivo posee un objeto específico y un contenido también concreto
consistente en una conducta exigible a uno o varios sujetos pasivos. La potestad
posee un objeto genérico y su contenido consiste en la posibilidad abstracta de
producir efectos jurídicos o materiales sobre un sujeto o colectivo de sujetos.
3. El derecho subjetivo se dirige a la satisfacción del titular de tal poder, por lo que
su contenido es libremente modificable por su titular y renunciable. La potestad
es, por el contrario, un poder fiduciario, esto es, se otorga al titular para la
satisfacción de intereses de terceros, por lo que es irrenunciable y su contenido
inmodificable por la voluntad de su titular (art. 8 L. 40/2015).
4. El derecho subjetivo es normalmente transmisible a terceros. La potestad, por el
contrario, es inalienable por su titular mediante actos singulares, a pesar de que
en ciertos casos pueda cederse su mero ejercicio y, en ocasiones hasta su
titularidad, aunque siempre con la posibilidad de recuperarla.
5. El derecho subjetivo es susceptible, por lo común, de prescripción adquisitiva y
extintiva. Las potestades no pueden adquirirse ni extinguirse por prescripción,
aunque puede prescribir o caducar su posibilidad de ejercicio en casos concretos
(arts. 25 y 95 L. 39/2015).

TIPOLOGÍA DE LAS POTESTADES ADMINISTRATIVAS

a) Por su contenido:

1. Reglamentaria (arts. 97 y 153 CE);


2. De planificación (art. 131 CE), que tiene su ámbito más característico es el
urbanismo y, en general, la ordenación del territorio, además, los productos del
ejercicio de esta potestad son tradicionalmente reconducidos a los reglamentos;
3. Organizatoria (art. 103.2 CE);
4. Tributaria (art. 31 CE);
5. Sancionadora
6. Expropiatoria (art. 33.3 CE);
7. De ejecución forzosa ( ART. 99 L. 39/2015);
8. De coacción (art. 104 CE);
9. De investigación, deslinde y recuperación de oficio de sus bienes;
10. De revisión de oficio de actos y disposiciones; «jurisdiccional», determinados
órganos administrativos vienen encargados de la resolución preliminar de
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conflictos entre ciudadanos y Administraciones Públicas en ciertas materias.

b) Por el grado de disponibilidad para incidir en la esfera jurídica de los


administrados:

1. Potestades de supremacía general


En el ejercicio de las mismas están vigentes todas las garantías plenas del administrado,
son todas las de común aplicación a los ciudadanos (reglamentaria, sancionadora,
expropiatoria)
2. Potestades de supremacía especial
Son las ejercitadas sobre ciudadanos que se encuentran en situación de especial
dependencia respecto de la Administración titular de la potestad (presos, funcionarios,
militares, alumnos universitarios) y que, en ocasiones, son titulares de “derechos
debilitados”, esto es, ven rebajada la carga de intensidad y protección que determinados
derechos presentan para la generalidad de los ciudadanos.

c) Por la forma de atribución de la potestad: se distinguen


1. Potestades expresas, esto es, atribuidas de modo explícito en una norma,
de las implícitas o inherentes,que son aquellas que se deducen de los
fines asignados por la norma a la Administración Pública;
2. Potestades específicas y potestades genéricas o “cláusulas generales
de apoderamiento”;
Las potestades específicas, que son las normales, se atribuyen en modo tasado y
concreto, especificando con detalle los poderes y facultades que habilita.
Las potestades genéricas serían aquellas que vienen atribuidas en modo genérico,
vago e impreciso. La imprecisión no puede llegar, sin embargo, a configurar una
habilitación ilimitada para actuar a la Administración Pública, en cuyo caso
debería reputarse tal cláusula como inconstitucional por contraria a los principios
de seguridad jurídica e interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos
(art. 9.3 CE).
3. Potestades regladas y discrecionales →
La potestad discrecional es aquella que se caracteriza por el contenido abierto del
precepto legal que la confiere. A la autoridad administrativa corresponde, por tanto, un
ámbito más o menos amplio de posibilidades de elección respecto de los diversos
aspectos de las medidas a adoptar.
La potestad reglada es aquella en la que la norma predetermina absolutamente todos sus
elementos; por tanto, en su ejercicio no existe margen de valoración por la
Administración Pública, sino que consiste en la mera constatación o aclaración de
cualidades o características de personas, cosas, relaciones, tal y como éstas se
evidencian en la realidad.La Administración Pública, por tanto, no valora ningún
complejo de intereses públicos, sino que se limita a conocer una realidad y a verter el
resultado en un acto al que la Ley anuda la producción de ciertos efectos.
La elección en la que se expresa el poder discrecional tiene en sí elementos de libertad y
de vínculo. No existen poderes enteramente discrecionales sino elementos
discrecionales y elementos reglados en la configuración de las potestades. La potestad
discrecional es tal sólo más allá de los límites estrictos de las prescripciones de la Ley.
Estos límites normativos son los denominados elementos reglados y son siempre la
competencia del órgano y el procedimiento. Más allá de estas prescripciones expresas
de la norma, la Administración Pública está también vinculada en el ejercicio de sus
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potestades discrecionales al fin, que es también considerado un elemento reglado, pero


cuya determinación no se encuentra siempre expresamente prevista en la norma. La
Administración Pública se encuentra en su actuación vinculada siempre a un fin de
interés público. De este modo, la discrecionalidad no equivale a autonomía, entendida
ésta como capacidad de libre determinación de los propios fines.
Por último, son considerados como elementos reglados de toda potestad los
llamados hechos determinantes: toda potestad se apoya en una realidad de hecho que
funciona como presupuesto fáctico de la norma a aplicar, y esa realidad fáctica en sí
misma no puede ser nunca valorada por la Administración Pública, que podrá valorar,
sí, algunos aspectos de esa realidad pero no su existencia o inexistencia mismas. Por
muy amplia que sea la discrecionalidad atribuida, los hechos tal y como son entendidos
o fijados por la Administración Pública no vinculan a los Tribunales, quienes podrán
consentir u ordenar la práctica de prueba sobre los mismos.
Para el control del fin en el ejercicio de potestades discrecionales se arbitró
originariamente en Francia la técnica de la desviación de poder (art. 70.2 LJ; 106.1
CE, art. 48 L. 39/2015). Ésta supone el empleo de potestades administrativas para fines
distintos de los previstos por el ordenamiento, ya sean estos privados (lícitos o ilícitos),
públicos prohibidos por la norma o públicos lícitos pero distintos de aquellos para los
que se otorgó la potestad.
El control de la desviación de poder es una ultima ratio en el control de vinculación
al fin en el ejercicio de las potestades administrativas; a través de esta técnica se
controlan las perversiones más groseras del interés público determinado en la norma. De
hecho, el fin a perseguir con el ejercicio de las potestades, a pesar de ser siempre un fin
de interés público extraíble de la norma, se compone de la ponderación adecuada de
varios intereses, es un interés complejo. Pues bien, la cohonestación del interés público
prevalente y los demás intereses presentes debe hacerse según criterios de
razonabilidad, según los datos extraídos de la instrucción del procedimiento y a través
de la conveniente motivación de la resolución final ( art. 35 L. 39/2015). Una vez
individualizado el interés público, la A.P. debe analizar para su correcta satisfacción la
posición de los diversos sujetos concurrentes o, en general, de las varias alternativas
presentadas.
Se ve, de este modo, que la adecuación al fin y, en general, el núcleo del ejercicio de
las potestades discrecionales, encuentra en los principios generales del Derecho y,
cualificadamente de entre ellos, en el principio de interdicción de la arbitrariedad de
los poderes públicos, el elemento de control más penetrante. Tal principio proscribe, por
tanto, el ejercicio de potestades basado en la mera voluntad o fuerza de quien las
detenta, exigiendo imperativa e inexcusablemente un fundamento racional a toda
decisión administrativa discrecional, lo que implica, no sólo la exigencia formal de
motivación, sino que ésta sea en sí misma razonable. Son principios decisivos y de
común aplicación en el control de las potestades discrecionales, los de
proporcionalidad, buena fe, confianza legítima, igualdad, favor libertatis que compele a
la A.P. a acomodar sus intervenciones en la esfera de los administrados al criterio o
procedimiento menos restrictivo de la libertad individual.
La discrecionalidad puede afectar a ciertos elementos de la potestad: al hecho de
adoptar o no un determinado acto (discrecionalidad en el “an”) una vez decidida la
adopción del acto, la discrecionalidad puede recaer sobre el contenido a dar al acto o
actuación (discrecionalidad en el “quid”) o sobre las modalidades ejecutivas o
aplicativas del mismo (discrecionalidad en el “quomodo”); por último cabe
discrecionalidad en cuanto al momento de adopción del acto o al momento de
producción de sus efectos (discrecionalidad en el “quando”). La discrecionalidad puede
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estar en todos los elementos, en algunos o sólo en uno.


Debe tenerse en cuenta que, a través de las distintas técnicas establecidas para el
control de las potestades discrecionales (en un primer círculo el control de los elementos
reglados; un segundo círculo de control sobre el núcleo mismo de la potestad
discrecional según la técnica de los principios generales del Derecho y, especialmente,
del principio de razonabilidad e interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos),
la posibilidad de elección totalmente libre de la Administración Pública se reduce
notablemente. Ahora bien, la esencia última de la discrecionalidad consiste en la
posibilidad de que la Administración pueda elegir entre diversas opciones igualmente
lícitas, opciones que responden a criterios de oportunidad no controlables judicialmente
y que implican optar por “indiferentes jurídicos”. Así, la Administración Pública
dispone de un núcleo de elección que inderogablemente le corresponde, pues se basa en
criterios opinables que no pueden ser controlados por el juez: aún en el ámbito del fin
perseguido, aún en el ámbito de la exigencia de razonabilidad, a la Administración
Pública se le presentarán casi siempre varias opciones concretas (todas en principio
posibles, todas reconducibles al perseguimiento del fin, todas razonables, todas acordes
a los principios generales del Derecho) en el ámbito de las cuales podrá moverse con
libertad; preferir una a otra es lo que los italianos llaman merito, término con el que se
marca el límite al control judicial en el ejercicio de las potestades discrecionales.
La discrecionalidad debe ser adecuadamente distinguida de otros fenómenos
próximos, concretamente de la llamada “discrecionalidad técnica” y de los “conceptos
jurídicos indeterminados”:
a) Discrecionalidad técnica: en ocasiones el ejercicio de poderes no
discrecionales tiene por objeto la aclaración o constatación de hechos
complejos que requieren el empleo de disciplinas técnicas
especializadas. Otras veces la necesidad de recurrir a dichas
disciplinas técnicas se verifica como una actividad previa al ejercicio
de poderes discrecionales. En dichos casos, se trata de hechos no
simples, cuya constatación o percepción no es accesible a cualquier
operador de preparación e inteligencia medias. En teoría, la distinción
entre la D.T. y la discrecionalidad pura se encuentra en que en la
primera y no en la segunda, existe siempre una unidad de solución
justa, con lo que no existe, a priori, margen de valoración por la
Administración Pública de intereses públicos. El problema que
presenta tal concepción de la D.T. es que parte de un concepto único
de ciencia o saber técnico, dotado de las notas de objetividad, certeza
y universalidad y sujeto a reglas uniformes que no dependen de la
apreciación personal de un sujeto pero que tampoco pueden dar lugar
a soluciones dispares. Pero ello no se da más que en aquellos saberes
de naturaleza exacta (matemáticas, física, etc.). Por eso, en ciertos
casos de D.T. (concursos, oposiciones, exámenes académicos, etc.), la
Jurisprudencia es restrictiva y opera un mero control externo sobre el
ejercicio de la potestad (adecuación al procedimiento, desviación de
poder), sin entrar en el fondo de la decisión por varios motivos: se
afirma que los órganos juzgadores son soberanos, dada la
especialidad de sus conocimientos, la presumible imparcialidad de
sus componentes y su intervención directa en las pruebas; otras veces
se afirma que la atribución de juicio se ha hecho exclusivamente a
favor de estos órganos sin que quepa un control posterior de su
actuación por los Tribunales. En ocasiones, sin embargo, se admite la
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posibilidad de control a través de la práctica de la correspondiente


prueba pericial cuando se trata de errores evidentes o manifiestos.
b) Conceptos jurídicos indeterminados: en ocasiones las normas
utilizan conceptos que remiten a una realidad cuyos límites no
aparecen bien precisados. Lo característico de estos conceptos frente
a la discrecionalidad es que, en su aplicación, sólo admiten una única
solución justa a la que se llega a través de una actividad de cognición
y no volitiva. En todo concepto jurídico indeterminado existe una
zona de certeza positiva del concepto, una zona de incertidumbre y
una zona de certeza negativa en la que se excluye el concepto. Pues
bien, en la zona de incertidumbre se reconoce a la Administración
Pública un cierto margen de apreciación, pero no de naturaleza
discrecional, esto es, sometido a la libre voluntad de ésta e
incontrolable. Por ello, sobre todo en ciertos conceptos que implican
juicios políticos (interés público, utilidad pública), el primer
contenido dado por la Administración Pública al concepto goza de
una cierta presunción de favor, pero nunca hasta el punto de excluir el
control judicial. Lo que lleva a cabo el juez es una actividad
interpretativa tratando de reducir la zona de incertidumbre y
reconduciendo el caso concreto a una u otra zona de certeza, para lo
cual controla si la Administración Pública ha excedido los límites de
ese margen de apreciación en la determinación del contenido del
concepto, que la propia ley le atribuyó al establecer el concepto
mismo.

3. NOCIÓN DE ADMINISTRADO. CAPACIDAD JURÍDICA Y DE OBRAR. EL


INTERESADO

Tradicionalmente, la noción de administrado se identificaba con todo sujeto que


establece una relación jurídica con una Administración pública (en otras épocas
históricas se le denominó ciudadano, término que hoy se emplea para referirse a las
relaciones políticas y no administrativas) No obstante, la LRJPC prefirió hablar de
ciudadano, a pesar de la salvedad aludida, por tratarse de un vocablo más expresivo del
estatus de las personas que se relacionan con la AP, en cuanto titulares de derechos y
deberes. Con todo, cuando la LRJPC se refería al ciudadano, en tanto que entabla
relaciones concretas con la AP en un procedimiento administrativo, prefiere hablar
entonces de interesado. Hoy la L. 39/2015 parece preferir la locución “persona que se
relaciona con la AP”
Como es sabido, tanto la capacidad jurídica como la capacidad de obrar, son
reguladas por el derecho privado. No obstante, la legislación administrativa se ocupa de
regular una serie de especialidades en el ámbito del Derecho Administrativo, que
tienden a ampliarla. La razón de esta ampliación se encuentra en que al ser la AP la gran
prestadora de servicios públicos, debe darse entrada en la relación jurídica
administrativa a personas que, según el derecho privado, no tienen capacidad de obrar,
como los menores de edad. Así, regula la capacidad de obrar (hoy: art. 3 L. 39/2015).
Ésta la tendrán además de aquellas personas que la ostenten conforme al derecho civil,
los menores de edad para el ejercicio y la defensa de sus derechos e intereses legítimos,
cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico sin la asistencia de la
persona que ejerza la patria potestad, tutela o curatela. Se exceptúan no obstante del
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supuesto anterior los menores incapacitados cuando dicha incapacitación afecte al


ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que se trate.
El Derecho Administrativo, sin embargo, permite tomar en consideración
determinadas circunstancias modificativas de la capacidad de obrar, como la
nacionalidad (para acceder a la función pública), la vecindad (tarjetas de aparcamiento
de residentes), el domicilio (para ser titular de determinados derechos en relación con
una AP concreta, como el alumbrado público), la edad (para ingresar en la Función
pública, carnet de conducir), la enfermedad (ingreso en la función pública), los
antecedentes penales (ingreso en la función pública), la suspensión de pagos, el haber
sido sancionado, el no estar al corriente de los impuestos y cuotas de la seguridad social
(para contratar), entre otros.
Se consideran interesados en el procedimiento administrativo: art. 4 L. 39/2015 a.)
a) Quienes lo promuevan como titulares de derechos o intereses legítimos
individuales o colectivos
b.) Los que, sin haber iniciado el procedimiento, tengan derechos que
puedan ser afectados por la decisión que en el mismo se adopte
c.) Aquéllos cuyos intereses legítimos, individuales o colectivos, puedan
resultar afectados por la resolución y se personen en el procedimiento en
tanto no haya recaído resolución definitiva.
Por último, también tienen la condición de interesado las asociaciones y
organizaciones representativas de intereses económicos y sociales, que serán titulares de
intereses colectivos en los términos que la ley reconozca (art. 4 L. 39/2015. Cfr. art. 18
LJCA).
Por último, cuando la condición de interesado derivase de alguna relación jurídica
transmisible (no lo sería, por ejemplo, una infracción), el derecho-habiente sucederá en
tal condición cualquiera que sea el estado del procedimiento (ej.: declaración de ruina
de un inmueble heredado).
Interesa ahora explicar qué se entiende por interés legítimo en Derecho
Administrativo. Existen dos perspectivas.
a) Desde la óptica procesal y procedimental (arts. 19 LJCA y art. 4 L.
39/2015): implican situaciones que permiten al ciudadano intervenir en
el procedimiento administrativo de adopción de actos administrativos
que les afecten, permitiéndole también recurrir tales actos, tanto en vía
administrativa como en vía jurisdiccional. En este plano resulta
equiparado al derecho subjetivo y se diferencia del interés simple
(situación que se presume en todo interesado en el funcionamiento de la
Administración; sólo permite controlar la actividad administrativa en
determinados procedimientos con trámite de información pública o
cuando se reconoce la acción popular (art. 19 LOPJ: sólo la reconoce a
los que tengan la nacionalidad española). Además, además de poder
solicitar la anulación del acto impugnado, pueden solicitar el
restablecimiento de sus intereses en caso de haber sufrido un perjuicio
por la actividad administrativa. (GARCÍA DE ENTERRÍA).
b) La jurisprudencia, tomando como base la LJ y LPA de los años cincuenta
exigió que éstos fueran personales y directos. Pero a partir de la STC
62/1983 se rechazó esta postura, que cerraba la posibilidad de tutela de
los denominados intereses colectivos por ser contrario al art. 24 CE
Hoy, estos derechos colectivos están expresamente reconocidos (art. 4
L. 39/2015, el art. 19 LJCA y el art. 7.3 LOPJ, incluso en el ámbito civil
art. 7 LEC).
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Con independencia de que los interesados puedan personarse y promover a


iniciativa propia los procedimientos administrativos, la AP está obligada a comunicar a
los titulares de derechos o intereses legítimos directos la tramitación de los
procedimientos que les afecten y cuya identificación resulte del expediente, que pasarán
a tener la condición de interesados si llegan a personarse en el procedimiento ( arts. 8 y
9 L. 39/2015).
Por último, los interesados en el procedimiento pueden actuar por sí o por
representación, la cual se regirá por el derecho privado. Y se acreditará por cualquier
medio válido en derecho, incluso por comparecencia personal del interesado (aunque la
falta de acreditación es siempre subsanable). No obstante, la acreditación solo se exige
para:
- Formular solicitudes
- Entablar recursos
- Desistir de acciones
- Renunciar a derechos
En relación con los actos de trámite, la representación, en cambio, se presume (art.
5 L. 39/2015).
Además de esta representación, la LRJPC regulaba la denominada “representación
automática” del primer firmante o del interesado designado en el propio escrito, a
efectos de notificaciones (arts. 8 y 9 L. 39/2015).

4. DERECHOS, DEBERES, OBLIGACIONES Y RESPONSABILIDAD DEL


ADMINISTRADO

Los deberes y obligaciones del administrado o situaciones pasivas de este son el


contrapunto a los derechos subjetivos. Los deberes están previstos en la CE o en las
leyes o en los reglamentos . No obstante, también pueden surgir del ejercicio por parte
de la AP de una potestad que, como sabemos, coloca al administrado en una situación
de especial sujeción (ej. cumplir una orden).
Las obligaciones son el contrapunto de los derechos subjetivos en una relación
jurídica concreta. El titular del derecho subjetivo puede exigir al deudor el
cumplimiento de la obligación que afecte a su derecho. Las obligaciones administrativas
para el administrado surgen de relaciones jurídicas entre éste y la AP (relación
contractual).
Estos dos conceptos se han de distinguir de las denominadas cargas, que implican
la necesidad para el titular de un derecho de ejercer una actividad al objeto de hacer
eficaz aquel derecho (carga de la prueba de los hechos en que fundamenta sus
peticiones).

DERECHOS SUBJETIVOS DEL ADMINISTRADO


Concepto.-
El concepto de derecho subjetivo pertenece a la Teoría general del Derecho. Como
es sabido, pueden establecerse en la CE, en las leyes, en los reglamentos, o bien derivar
de concretas situaciones jurídicas bien administrativas, bien entre particulares.

Caracteres.-
- Garantizan situaciones de utilidad para su titular.
- Gozan de protección por el ordenamiento jurídico
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- Su privación da lugar al procedimiento de expropiación


- Su conculcación da lugar a responsabilidad patrimonial
- Cuando surgen de un acto administrativo, impiden la revocación del acto en que
traen causa, sin perjuicio de las posibilidades de la revisión de oficio de actos nulos. Es
precisamente esta característica la que diferencia a los derechos subjetivos plenos y a
los derechos debilitados que nacen vinculados a una reserva de revocación por parte de
la AP que ésta puede utilizar libremente y que, en caso de usarla, no genera derecho a
indemnización (ej. las llamadas “autorizaciones en precario”).

Los derechos de los ciudadanos reconocidos a los interesados en el


procedimiento administrativo. (Art. 13, 14 y 53 L. 39/2015)
La Ley puso especial énfasis en los derechos del ciudadano frente a la AP. En
realidad, es la condición de interesado la que lleva aparejada la titularidad de una serie
de derechos específicos de tal condición, derechos que se recogían fundamentalmente
en el art. 35 LRJPC, si bien alguno de los allí previstos corresponden con carácter
general a cualquier ciudadano no interesado. Del haz de derechos allí recogidos
podemos destacar los siguientes:

a) Conocer en cualquier momento el estado de tramitación de los procedimientos


en que tengan la condición de interesados.

b) Conocer la identidad del personal (incluidas autoridades) bajo cuya


responsabilidad se tramitan.

c) Obtener copia de los documentos que obren correspondiente expediente, así


como copia sellada de los que se presenten por el interesado, extremo este último de
gran importancia práctica en la medida que permite acreditar la fecha de presentación de
los documentos (vid. Real Decreto 772/1999, de 7 de mayo, en el ámbito de la AGE).

d) Utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de


acuerdo con lo previsto en esta ley (art. 15 L. 39/2015) y en el resto del ordenamiento
jurídico (art. 3.2 CE).

La lengua de los procedimientos tramitados por la Administración


General del Estado será el castellano. Ahora bien, cuando los interesados se
dirijan a los órganos de la AGE con sede en el territorio de una CCAA
podrán utilizar también la lengua que sea cooficial en ésta. En este caso el
procedimiento se tramitará en la lengua elegida por el interesado; y, si
concurrieran varios interesados y hubiera discrepancia en cuanto a las
lenguas, se tramitará en castellano, si bien los testimonios y documentos que
requieran los interesados se expedirán en la lengua elegida por los mismos.
En los procedimientos tramitados por las CCAA o por los EELL el uso
de la lengua en los procedimientos se ajustará a lo establecido en la
legislación autonómica correspondiente.
Además la AP instructora deberá traducir al castellano los
documentos, expedientes o partes de los mismos que deban surtir efecto
fuera del territorio de un CCAA y los documentos dirigidos a los interesados
que así lo soliciten expresamente. No será precisa su traducción, si debieran
surtir efectos en una CA donde sea cooficial esa misma lengua distinta del
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castellano.

e) Formular alegaciones y aportar documentos en cualquier fase del


procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el
órgano competente para redactar la propuesta de resolución.

f) No presentar documentos diferentes a los exigidos por las normas aplicables o


que ya se encuentren en poder de la Administración actuante.

g) Obtener información y orientación de los requisitos exigidos para cualquier


actuación que pretendan realizar.
En relación con los derechos de contenido informativo que se han
referido, el Real Decreto 208/1996, de 9 de febrero, ha regulado los
derechos de información administrativa y atención al ciudadano en el
ámbito de la Administración General del Estado. En esta normativa se
distingue entre la información administrativa de carácter general, a la que
podrá obligatoriamente cualquier ciudadano sin necesidad de identificación
alguna, y la información particular relativa al contenido y tramitación de
cada procedimiento, que será restringida exclusivamente a los interesados.
Asimismo se establece obligatoriamente un Libro de Quejas y Sugerencias
para que los ciudadanos dejen constancia de cuanto estimen oportuno sobre
el funcionamiento de las unidades administrativas.

h) De especial importancia resulta el derecho que tienen todos los ciudadanos a


acceder a los registros y archivos de las Administraciones públicas, si bien el concreto
alcance del mismo estará limitado en función de las necesidades de seguridad y defensa
del Estado, las exigencias impuestas por la averiguación de los delitos y la posible
incidencia sobre la intimidad de las personas (art. 105.b de la Constitución). La
regulación legal de las condiciones para el ejercicio de este derecho se recoge con
carácter general en el art. 13 L. 39/2015.

Por otra parte, el art. 16 L. 39/2015 permite que los documentos se presenten no
sólo en los registros de los órganos administrativos a que van dirigidos, sino también:

- En los registros de cualquier órgano de la AGE, de las CCAA o de los EELL, si


en éste último caso hubiera convenio con la Administración de destino. - En las
oficinas de Correos, en la forma que reglamentariamente se establezca. La
empresa “Correos y Telégrafos” ha dejado de ser un ente público para convertirse
en una S.A de capital público (Ley 14/2000). No obstante, de acuerdo con la Ley
43/2010, del Servicio Postal Universal, de los derechos de los usuarios y del
mercado postal, a dicha S.A. le corresponde el derecho a la recepción de
solicitudes escritas y comunicaciones que los ciudadanos dirijan a las AAPP a
través de las dependencias de la misma y se entiende que la sola presentación en la
oficina postal correspondiente equivale a la entrada en el centro al que van
dirigidos, presentándose la documentación en sobre abierto para que la S.A. selle
el escrito, curse el sobre franqueado y lo despache).
- En las representaciones diplomáticas u oficinas consulares de España en el
extranjero
- Y en cualquier otro lugar que establezca las disposiciones vigentes.
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La presentación puede ser personal, por correo, telegráfica o telemática, según los
casos ( art. 16 L. 39/2015)

i) A ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y funcionarios, que
habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones
j) A exigir las responsabilidades de las AAPP y del personal a su servicio, cuando
así corresponda legalmente (art. 106.2 CE - arts. 32-35 L. 40/2015).

k) Cualesquiera otros que así le reconozcan la Constitución y las leyes.

El contenido más novedoso de la nueva L. 39/2015 consiste en el reconocimiento


de los derechos a relacionarse electrónicamente con las AAPP (vid. art. 14 L. 39/2015)

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