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21 de agosto de 2022
“En ese encuentro que se produce en el libro entre la enseñanza de Lacan y Platón y
Aristóteles, uno podría justificarlo en términos académicos en la enseñanza misma: en los
seminarios de Lacan esos nombres están y esas obras están trabajadas”, plantea Mancinelli
en diálogo con Página/12. Pero la propia investigadora señala que no fue ese el motivo del
puntapié inicial del libro. “En la propia ilegibilidad que Lacan dice tener, lo que contiene es
una provocación de lectura. Mi pregunta era cómo hacer para que algo que fue planteado en
los orígenes del pensamiento político occidental no fuera una vez más una repetición de lo
mismo”, subraya Mancinelli. Y reconoce que pensando la filosofía esa tarea se complicaba.
“Entonces, en la enseñanza de Lacan, encontré una provocación de lectura. No sólo está lo
ilegible, y aún más diría: una provocación a hacerse cargo de la propia lectura”.
-Más allá de esto que puntualizás, ¿crees que históricamente hubo una interrelación
entre la filosofía y el psicoanálisis?
-¿Y en Aristóteles?
-Lo que se ve claramente es cómo el deseo se vuelve algo complicado, si bien está incluido.
La expulsión quiere decir la domesticación, el intento de que eso no sea un problema
porque ahí lo que aparece es la ubicación de un problema. Es en la incontinencia, en eso
que el psicoanálisis sabe muy bien, que es el saber no sabido: ¿Por qué no me sale lo que
quiero hacer? O tengo una inhibición o un síntoma. Bueno, eso pone Aristóteles en la figura
del hombre incontinente.
-Decís que Lacan orienta en el saber no sabido. ¿Cómo se entrelaza esto con título del
libro “El bien en cuestión”?
-Pensando en estas dos figuras, hay algo muy particular: Platón nos deja mucho más
cerca de nuestra época que de la época de Freud, porque él pinta esa caracterización del
tirano que queda solo, que no tiene lazo social y que queda devorado por su propia voluntad
devoradora, sin deseo. Lo que reemplaza al deseo en el tirano es el consumo. Y eso nos
deja mucho más cerca del pseudo discurso capitalista en el que estamos hoy en día. Y
además, tomando las palabras de Gerardo Arenas, que escribió el prólogo del libro, en
Platón hay un pensamiento político que surge de la declinación del Nombre del Padre.
Y eso es algo muy interesante. No es en nuestra época en que podemos encontrar eso, en el
capitalismo, sino que lo que hay en el origen de la filosofía política, en el caso de Platón, es
la declinación del Nombre del Padre como un mito casi fundante del orden político.
Entonces, Platón nos deja más cerca de nuestro presente.
-¿Y Aristóteles?
-Nos deja más cerca de Freud, más cerca de ese descubrimiento de la neurosis. Aristóteles
intenta y hace una restauración fuerte del padre. Es una instauración del Nombre del Padre
muy fuerte en donde lo que aparece es el síntoma. Es interesante ver cómo Platón se
acerca más a nuestro tiempo y Aristóteles más al capitalismo en la época en que Freud
descubre el discurso psicoanalítico.
-Ya que lo mencionás, mucho se hablado de la caída del Nombre del Padre (un
significante que inscribe la ley) en esta época. ¿Crees que, en realidad, la degradación
política y la figura del padre están en caída desde los orígenes del pensamiento político
occidental o esta época particularmente marca un agudo declive?
-Un aporte o algo para indagar es que esa declinación está en el comienzo, en el sentido de
quiénes son los que piensan las tramas del orden político bueno en Occidente. Platón no
ubica en el Nombre del Padre ninguna posibilidad que no sea la decadencia que, en
definitiva, termina en esa tiranía devoradora. Ahora, esa devoración no solamente tiene que
ver con la declinación del Nombre del Padre sino también con la pregunta: ¿Por qué hay
tanto síntoma, por qué hay tanto problema interno en el planteo político platónico y en el
aristotélico? Y ahí aparecen dos figuras, una más externa y la otra no, que son vías que
salen de esta lógica. Salen de la lógica de lo bueno y lo que hace síntoma, de lo bueno y del
patetismo decadente que se consume, de estos problemas políticos que parecen no tener
solución y que todavía siguen teniendo actualidad. Son los que aparecen en los nombres de
Sócrates y Antígona, donde lo que se ve no es que el deseo no está sino que, por el
contrario, el deseo se muestra en su carácter eminentemente político. No hay deseo sin
relación a lo político, sin relación a la comunidad, que es lo que muestran los dos de
diferente manera.