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Publicó el libro "El bien en cuestión"

Elena Mancinelli y los vínculos entre la


filosofía y el psicoanálisis
La autora pone en relación el pensamiento de Platón y Aristóteles con la
obra del psicoanalista francés Jacques Lacan. 

21 de agosto de 2022

La doctora en Ciencias Sociales de la UBA Elena Mancinelli se propuso establecer una


relación de articulación y comparación de dos figuras emblemáticas de la filosofía: Platón
y Aristóteles, con el agregado de que el pensamiento de cada uno de ellos lo pone, a su
vez, en relación con la obra del gran psicoanalista francés Jacques Lacan. También
licenciada en Ciencia Política y Profesora de Filosofía y Estética del Departamento de
Crítica de Artes de la Universidad Nacional de las Artes, Mancinelli tomó este corpus en su
reciente libro El bien en cuestión. Figuras del goce en Platón y Aristóteles (Miño y Dávila
Editores), con un prólogo del psicoanalista Gerardo Arenas que echa luz a modo
anticipatorio de las reflexiones de Mancinelli.

“En ese encuentro que se produce en el libro entre la enseñanza de Lacan y Platón y
Aristóteles, uno podría justificarlo en términos académicos en la enseñanza misma: en los
seminarios de Lacan esos nombres están y esas obras están trabajadas”, plantea Mancinelli
en diálogo con Página/12. Pero la propia investigadora señala que no fue ese el motivo del
puntapié inicial del libro. “En la propia ilegibilidad que Lacan dice tener, lo que contiene es
una provocación de lectura. Mi pregunta era cómo hacer para que algo que fue planteado en
los orígenes del pensamiento político occidental no fuera una vez más una repetición de lo
mismo”, subraya Mancinelli. Y reconoce que pensando la filosofía esa tarea se complicaba.
“Entonces, en la enseñanza de Lacan, encontré una provocación de lectura. No sólo está lo
ilegible, y aún más diría: una provocación a hacerse cargo de la propia lectura”.

-Más allá de esto que puntualizás, ¿crees que históricamente hubo una interrelación
entre la filosofía y el psicoanálisis?

-Sí, claramente. Al mismo tiempo no deja de ser un desencuentro. Es un encuentro


desencontrado. No es un encuentro sencillo sino que es un encuentro de caminos que se
bifurcan y que no dejan de interpelarse permanentemente. Eso es lo que también tiene
de rico. Yendo a algo más puntual, en algún punto el trabajo que hice en el libro me
tensiona: poner en discusión el pensamiento político que asumió como horizonte el bien de
la comunidad. ¿Por qué desarmar esas tramas originales de Occidente como las de Platón y
Aristóteles cuando vivimos en una época en que se desarma el sinsentido
permanentemente? Y no es que produce grandes caudales de felicidad. Lacan trabaja en el
Seminario 7 la ética aristotélica, trabaja El banquete, de Platón, en el Seminario 8. O sea,
las referencias en la enseñanza son explícitas a los filósofos griegos en particular. Entonces,
la cuestión era ver si no había algo que trabajar en esta idea del horizonte del bien que
explicara algo de lo que hoy en día aparece como una devoración en el consumo en el que
vivimos. En Lacan mismo se puede llamar discurso capitalista. ¿Hay algo que esté allá lejos
que todavía resuene en el presente como problema? Y encontré algunas cuestiones para
afirmar que sí. Tanto en la filosofía de Platón como en la de Aristóteles, esos horizontes
del bien no se arman sin una expulsión del deseo.

-¿Cómo se puede relacionar el deseo con los discursos de Aristóteles y Platón?

-Puede tener distintas semánticas, distintas formas. Cuando es expresado en el pensamiento


político de Platón y Aristóteles, lo que se observa es que el deseo es algo que molesta. Es
un problema. Y eso aparece de manera muy clara en la forma sintomática que asume esa
expulsión. Se lee en la forma sintomática interna de cada una de las obras. En el caso de
Platón, la expulsión del deseo se ve claramente en la contrafigura del tirano. Es un término
que si uno lo dice así puede sonar a cosas distintas, pero que, en realidad, sólo quiere decir
qué sucede cuando no hay vida deseable. Y lo que hay es una vida que se consume sin
cesar. Ese sería el problema del patetismo en el que cae el orden político bueno cuando ha
expulsado el deseo. No hay otro camino que caer en esa situación, en esa decadencia que es
la que muestra él en esa figura.

-¿Y en Aristóteles?

-Lo que se ve claramente es cómo el deseo se vuelve algo complicado, si bien está incluido.
La expulsión quiere decir la domesticación, el intento de que eso no sea un problema
porque ahí lo que aparece es la ubicación de un problema. Es en la incontinencia, en eso
que el psicoanálisis sabe muy bien, que es el saber no sabido: ¿Por qué no me sale lo que
quiero hacer? O tengo una inhibición o un síntoma. Bueno, eso pone Aristóteles en la figura
del hombre incontinente.

-Decís que Lacan orienta en el saber no sabido. ¿Cómo se entrelaza esto con título del
libro “El bien en cuestión”?

-Pensando en estas dos figuras, hay algo muy particular: Platón nos deja mucho más
cerca de nuestra época que de la época de Freud, porque él pinta esa caracterización del
tirano que queda solo, que no tiene lazo social y que queda devorado por su propia voluntad
devoradora, sin deseo. Lo que reemplaza al deseo en el tirano es el consumo. Y eso nos
deja mucho más cerca del pseudo discurso capitalista en el que estamos hoy en día. Y
además, tomando las palabras de Gerardo Arenas, que escribió el prólogo del libro, en
Platón hay un pensamiento político que surge de la declinación del Nombre del Padre.
Y eso es algo muy interesante. No es en nuestra época en que podemos encontrar eso, en el
capitalismo, sino que lo que hay en el origen de la filosofía política, en el caso de Platón, es
la declinación del Nombre del Padre como un mito casi fundante del orden político.
Entonces, Platón nos deja más cerca de nuestro presente.
-¿Y Aristóteles?

-Nos deja más cerca de Freud, más cerca de ese descubrimiento de la neurosis. Aristóteles
intenta y hace una restauración fuerte del padre. Es una instauración del Nombre del Padre
muy fuerte en donde lo que aparece es el síntoma. Es interesante ver cómo Platón se
acerca más a nuestro tiempo y Aristóteles más al capitalismo en la época en que Freud
descubre el discurso psicoanalítico.

-Ya que lo mencionás, mucho se hablado de la caída del Nombre del Padre (un
significante que inscribe la ley) en esta época. ¿Crees que, en realidad, la degradación
política y la figura del padre están en caída desde los orígenes del pensamiento político
occidental o esta época particularmente marca un agudo declive?

-Un aporte o algo para indagar es que esa declinación está en el comienzo, en el sentido de
quiénes son los que piensan las tramas del orden político bueno en Occidente. Platón no
ubica en el Nombre del Padre ninguna posibilidad que no sea la decadencia que, en
definitiva, termina en esa tiranía devoradora. Ahora, esa devoración no solamente tiene que
ver con la declinación del Nombre del Padre sino también con la pregunta: ¿Por qué hay
tanto síntoma, por qué hay tanto problema interno en el planteo político platónico y en el
aristotélico? Y ahí aparecen dos figuras, una más externa y la otra no, que son vías que
salen de esta lógica. Salen de la lógica de lo bueno y lo que hace síntoma, de lo bueno y del
patetismo decadente que se consume, de estos problemas políticos que parecen no tener
solución y que todavía siguen teniendo actualidad. Son los que aparecen en los nombres de
Sócrates y Antígona, donde lo que se ve no es que el deseo no está sino que, por el
contrario, el deseo se muestra en su carácter eminentemente político. No hay deseo sin
relación a lo político, sin relación a la comunidad, que es lo que muestran los dos de
diferente manera.   

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