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El Fór​um​ Europeo de Roma sobre “​Lo extranjero” se inscribe en el marco propuesto por

Jacques-Alain Miller, en el intento de dar respuestas al interrogante formulado por


Lacan sobre las relaciones entre psicoanálisis y política. Paralelamente, el interrogante
concierne al lugar que un psicoanalista tiene en la sociedad.

Lacan se pregunta: “¿Cuál es el lugar del psicoanálisis en lo político?”[1]

Usando ingeniosamente la lengua francesa, en la que el término politique es femenino y


masculino con dos sentidos, Lacan distingue la politique –la política, entendida como arte
para gobernar y engañar−, de le politique –lo político, término con el cual indica aquello
que se refiere a la sociedad, o a lo que comanda la sociedad.

De aquí se deduce que una cosa es aquello que Lacan llama “la predica de los políticos”[2],
o sea, palabras, palabras, palabras, usadas para hacer destellar ideales imaginarios, y otra
cosa es “el decir del político” que se resuelve en un “acto” que determina “un cierto número
de cambios decisivos”[3].

Todo acto político es la puesta en acto de un decir en el marco de un compromiso ético. Los
dichos del político prometen satisfacciones imaginarias. El decir del político en cambio, que
es del orden del acto, concierne lo real.

Un psicoanalista sabe qué es lo real: es, para un sujeto que sufre, lo imposible de soportar.
Cosa que se presenta bajo la forma del síntoma. Es sobre este real que el psicoanalista
operará de modo que el sujeto pueda afrontarlo.

Pero, ¿los psicoanalistas saben afrontar lo real cuando se trata de un imposible de soportar
a nivel de la comunidad? Es un problema del político, me dirán. Seguramente. Pero no sólo
del político. También del psicoanalista.

Freud, por ejemplo, supo interpretar los cambios advenidos después de la primera guerra
mundial luego de la caída de los grandes Imperios con su “Psicología de las masas y análisis
del yo”, abriendo así a una inédita lectura de las democracias de la que se encontrará
indicios solo en Lacan.

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Hoy en Italia estamos en vísperas de elecciones. Estamos en un período caliente, con un
real que insiste –pensemos en los desembarcos de migrantes o en los hechos de Macerata−,
real que está encarnado hoy más que nunca en una figura: la del extranjero.

¿Quién es el extranjero?

Es aquel que desestabiliza una comunidad, la cual excluye, por definición, a quien no forma
parte de ella. Es el que está marcado por un rasgo que no reconozco, que rechazo, que
detesto. Es el que da miedo, porque es desconocido. Es el que provoca angustia cuando
deviene señal de un real imposible de soportar.

Hoy nos encontramos en un momento de cambios que ponen en crisis nuestra estructura
comunitaria. Le toca al político actuar de modo cauteloso –astuto si se quiere−, pero no sin
esa prudencia que según Aristóteles era el deber del político, y que para Lacan es la virtud
propia del psicoanalista.

Nuestras comunidades en su totalidad precisamente, se encuentran divididas por este


extranjero. Por este extranjero que viene de afuera.

Pero ¿acaso no es la remisión simétrica de lo extranjero que, en cambio, habita en


nosotros? Ese extranjero del que no queremos saber nada y que Freud ha llamado
Inconsciente: el síntoma es su sufrida manifestación.

Así, aquel conflicto que divide uno por uno a cada ser humano, escindido como está entre el
estar confortablemente en casa propia y el descubrirse constantemente en exilio con
respecto a sí mismo; es el mismo conflicto que agita a una comunidad, la cual exige sentirse
una y en cambio se descubre herida por la intrusión de lo extranjero.

Masas humanas se ponen en movimiento Para utilizar un lema de Lacan, cuerpos


hablantes se desplazan. Huyen de la guerra, del hambre, de conflictos provocados por
problemas de lo que a menudo no son ellos la causa. Atraviesan desiertos y mares. Se
trasladan en búsqueda de una tierra, de un derecho, de una inserción, de algo que les
permita ser reconocidos. ¿Cómo acoger estos requerimientos? ¿Cómo hacerlo sin que las
comunidades a las que llegan entren en pánico?

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Ahora, más que nunca, es necesario poner en práctica los ajustes simbólicos que nos
permiten reformular la convivencia al interior de nuestras comunidades y la apertura
dispuesta a aquel que de ella es extranjero.

Creo que es un punto indiscutido para Lacan. Según él, son los migrantes los que hacen la
historia. Con una lectura audaz, Lacan considera que lo esencial de la historia, la historia de
estos cuerpos hablantes, no está hecha por ideales perseguidos, como está escrito a menudo
en los libros de historia −escritos por los vencedores−, “pues la historia –escribe Lacan− no
es nada más que una fuga, de la cual solo se cuentan los éxodos (…) Solo participan de la
historia los deportados… (…) Relean la historia: es todo lo que de verdadero se lee en
ella”[4], continúa Lacan.

Con aquella agudeza que le reconocemos, podemos decir que hace ya medio siglo Lacan
había previsto lo que hoy está sucediendo, advirtiendo sin embargo que si no
rencontramos, o directamente si no inventamos la brújula que delimita en lo simbólico el
goce de cada uno y de cada comunidad, podríamos volver a encontrarnos, retornando en lo
real a las peores formas de segregación.

Este Fórum de Roma en tal sentido se propone poner al día estos problemas. Nos servirá
ante todo a nosotros, psicoanalistas. Listos para escuchar a ese real que agita a Europa,
damos la palabra a especialistas y a testigos de estos cambios que ponen en crisis nuestra
estructura comunitaria, que revelan el indecible sufrimiento de tantos migrantes, y que
exigen, en definitiva, un modo nuevo de verlos, una nueva estructura simbólica.

En este Fórum se tratará entonces de un primer status quaestionis.

No se tratará de psicoanálisis aplicado a los sujetos migrantes. Llegará el tiempo para


hacerlo.

Es claro que el trabajo con los migrantes requiere la activación de tres aspectos:

– El aspecto político, como es la intención explícita de este Fórum.

– El aspecto epistémico: es necesario en efecto saber mejor de qué modo el

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psicoanálisis lacaniano puede suministrar un cierto saber hacer, para luego poner en acto
el tercer aspecto.

– El aspecto clínico, el aspecto que refiere a la práctica clínica.

Traducción: Natalia Paladino

Revisión del texto: Laura Rizzo

Antonio Di Ciaccia es psicoanalista, reside en Roma.

AME de la ECF y SLP – AMP. Presidente del Instituto freudiano per la clínica, la terapia e la
scienza, que instituyó con J.-A. Miller. Dirige la revista La psicoanalisi. Es autor de varias
publicaciones nacionales e internacionales. Traduce y estableces la obra de Jacques Lacan
en Italia.

Notas bibliográficas:

[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires,
2008, p. 83.

[2] Ibíd., p. 31.

[3] Lacan, J., seminario 15, El acto psicoanalítico, clase del 17 de enero de 1968, inédito.

[4] Lacan, J., “Joyce, el síntoma”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 595.

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