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“La situación de las víctimas de delitos en la República Argentina.

Algunas reflexiones a
propósito de la ley 27.372”

Sumario: I.- Introducción, reconstrucción histórica y planteo del tema. II.- El plano
Universal. La Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las
Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder de la Asamblea General de las Naciones
Unidas. III.- El Sistema Interamericano. IV.- La situación de las víctimas de delitos en la
República Argentina. V.- La ley 27.372 de Derechos y Garantías de las Personas
Víctimas de Delitos. VI.- A modo de conclusión.-

El apotegma (dictum) de la “equidad” es, pues, sin duda: “el derecho más estricto constituye la
mayor injusticia” (summun ius summa injuria) Immanuel Kant, La Metafísica de las Costumbres
(1797), Ed. Atalaya, Barcelona, 1993.-

I.- Introducción, reconstrucción histórica y planteo del tema.-

Un estudio reflexivo acerca de los institutos y de los actores que conforman


el proceso penal no puede considerarse completo si su desarrollo prescinde de sus
antecedentes históricos. Será entonces ineludible para poder analizarlos adecuadamente y
en consecuencia juzgar su desarrollo contemporáneo e incluso proyectar su evolución a
fututo, desarrollar una -aún mínima- labor de reconstrucción histórica, y comprender a
partir de allí la posición que ocupan.

Para ello será necesario, entonces, remitirse al siglo XIII europeo, ya que fue
allí cuando se produjo el cambio en las relaciones de poder entre los hombres que
repercutió más significativamente en la situación de las víctimas de delitos en el marco de
los procesos penales.

Allí, la aparición del estado reconociéndose como el único afectado por los
eventos que él mismo calificó de delictivos, con la consecuente confiscación del conflicto a
la víctima, implicó un cambio significativo no sólo en las cuestiones vinculadas al orden,
los conflictos y la violencia propiamente dicha 1 , sino también en aquellas relacionadas con
la posición de los diferentes actores en el proceso y, consecuentemente, en la aptitud para la
determinación de la verdad.

El estado absolutista impuso una forma de ejercicio de poder punitivo en el


marco de la cual la búsqueda de la verdad se realizó a través del método de la inquisición,
que implicó una averiguación llevada a cabo por quien ejercía el poder sobre un objeto de
estudio determinado, y que lo hacía desde una posición de superioridad que lo excluía (o
eximía) del diálogo con el resto de los actores.

1
Cuestiones que, en todo caso, serían temas a abordar por la sociología e incluso por la propia criminología y como tal
excederían el marco de este trabajo.

1
Ese fue el contexto en que se afirmó la persecución de oficio y en que la
víctima, junto a la comunidad, fueron despojadas de su papel en el proceso de resolución de
conflictos. El monopolio del “ius puniendi” significó entonces que se reemplazara a la
víctima en su reclamo, apareciendo en su lugar funcionarios estatales.

El estado tendría desde entonces interés en la resolución de los conflictos,


con total independencia de la voluntad, del interés y - fundamentalmente- de la situación en
que se encontrara la víctima como consecuencia del hecho delictivo.

De modo que la irrupción del estado centralizado con su sistema de


averiguación y sus presupuestos estructurales no hizo hincapié en el daño ocasionado sino
que lo que resultaba trascendente era la indisciplina, la desobediencia y la falta de respeto a
la ley del soberano.

Fue en ese contexto, entonces, cuando apareció una figura de singular


importancia cual es la del “procurador del rey”, quien se pre sentaría como damnificado en
nombre del propio monarca ante un posible delito, quitando de ese lugar a la víctima del
daño real, para pasar a ocupar su función, mientras que e l victimario dejaría de ser sujeto
de aquella relación conflictiva para pasar a ocupar el rol de un objeto de la indagación.

Pues bien, ese modelo de estado absolutista junto a su forma de


enjuiciamiento habrían de ser fuertemente criticados hacia el siglo XVIII, cuando se
construyó la forma política y filosófica conocida como “Iluminismo”, bajo las bases de la
idea de contrato para justificar al estado y las necesidades de orden desde la igualdad y del
reconocimiento de derechos fundamentales de los individuos.-

Sin embargo, lo cierto es que el impacto del iluminismo se verificó -en lo


que tiene que ver con la regulación de los sistemas procesales- en la proclamación de una
serie de derechos y garantías (procesales y penales) en favor del presunto responsable del
hecho delictivo, dejando de lado -nuevamente- al verdadero protagonista del conflicto, es
decir a la víctima.-

De modo que, como puede verse, originalmente el derecho penal no incluyó


ni a la víctima ni a la restitución entre sus fines, al tiempo que el derecho procesal penal
sólo le reservó al ofendido un papel secundario y cosificante, cual es el de declarar para
conocimiento de la verdad.

En relación a esto último, no en vano se ha dic ho que el estudio de la


víctima, es decir, la “Víctimología” en tanto ciencia que se integra en la Criminología en
general, se ha considerado una ciencia marginada entre los estudiosos del derecho 2 y más
concretamente que “la víctima no ha sido tenida en consideración ni en el diseño jurídico

2
Joachim Schneider, Hans “Temas Principales y Deficiencias en el Actual Pensamiento Victimológico” , Revista de Derecho
Penal y Criminología, 4, -1994, pág. 850, considera a la victimología como una ciencia social nueva, de la que se ha
lamentado su ignorancia teórica.-

2
del derecho penal sustantivo ni en el rito por el que se hace realidad la pena a imponer por
el delito cometido…”3 .

Se trata entonces de poner el acento en el menosprecio histórico que el


estado moderno dispensó a quien -paradójicamente- debió haber protegido frente a las
consecuencias derivadas del padecimiento de un hecho criminal, situación que -a esta
altura- impone su análisis de cara a contribuir a la conformación de sistemas de
enjuiciamiento garantes de los derechos de todos los actores de forma equilibrada.

Es que, de lo contrario, si no se efectuara algún tipo de paralelismo entre los


derechos reconocidos al victimario y a su víctima, habría que concluir en que el
ordenamiento jurídico otorga mayor protección a los derechos del ofensor que a los del
ofendido pese a que, en rigor, la condición del último -es decir, de la víctima- no es sino la
expresión más cabal del fracaso estatal en la tarea de prevención del delito y de protección
de sus ciudadanos.-

Es por ello que entiendo que el tema amerita un estudio reflexivo de cara a
conocer el estado de situación actual y -por qué no- intentar contribuir a partir de allí a la
mejora de los mecanismos institucionales relacionados con la materia.

Con ese norte, la propuesta de este ensayo consiste en repasar en primer


lugar el estado de situación del asunto en el plano Universal (me refiero puntualmente al
ámbito de las Naciones Unidas), para luego analizar la situación de las víctimas de delitos
en el Sistema Interamericano en general, y en la República Argentina en particular, y
finalmente analizar las implicancias de la ley 27.372, de “Derechos y Garantías de las
Personas Víctimas de Delitos”.-

II.- El plano Universal. La Declaración sobre los Principios


Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder de la
Asamblea General de las Naciones Unidas.-

La Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las


Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, adoptada por parte de la Asamblea General de
las Naciones Unidas, en su resolución 40/34 de fecha 29 de noviembre de 1985 4 ,
representó, en el plano universal, un importante avance en el reconocimiento de los
derechos de las víctimas.

Producto de un largo proceso de elaboración5 , fue el primer instrumento de


alcance global que se enfocó específicamente en los derechos y los intereses de las víctimas
en la administración de justicia y concierne principalmente a la posición de las mismas ante

3
Queralt Jiménez, J.J., en “Víctimas y garantías: algunos cabos sueltos a propósito del proyecto alternativo de reparación”
obra colectiva de Victimología y Vic timodogmática. Una aproximación al estudio de la Víctima en el Derecho Penal. Lima,
2003, pág. 193 y 194.-

4
Disponible en: http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/40/34&Lang=S
5
http://legal.un.org/avl/pdf/ha/dbpjvcap/dbpjvcap_ph_s.pdf

3
los sistemas penales nacionales, más allá de que sus principios generales son igualmente
aplicables al sistema internacional.

Tuvo como fin específico “asegurar que todas las víctimas tengan acceso al
sistema judicial, así como apoyarlas a través del proceso de justicia, y que el sistema de
justicia esté diseñado para minimizar los obstáculos que las víctimas pueden enfrentar al
buscar justicia”6 .

La declaración ofrece pautas concretas para el diseño de los sistemas


judiciales con la finalidad de minimizar los obstáculos que las víctimas pueden enfrentar en
su lucha por la obtención de justicia y requiere, paralelamente, que los Estados tomen
medidas para garantizar la seguridad de aquellas, de sus familias y de los testigos que
participan en su nombre, respecto de actos de intimidación y posibles represalias.

También contiene disposiciones detalladas sobre la asistencia y el apoyo que


deben ser brindados a las víctimas antes, durante y después de los procedimientos legales,
tales como medidas de asistencia material, médica, psicológica, social, acompañamiento
terapéutico y asesoramiento y representación legal.

En tal sentido, estipula específicamente que las víctimas serán tratadas con
compasión y respeto por su dignidad; que tendrán derecho al acceso a los mecanismos de
justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido (art. 4); que se facilitará la
adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a sus necesidades,
informándoles de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y la marcha de las
actuaciones, así como de la decisión de sus causas, especialmente cuando se trate de delitos
graves y cuando hayan solicitado esa información, permitiendo que las opiniones y
preocupaciones de las víctimas sean presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las
actuaciones, siempre que estén en juego sus intereses (art.6).

Esta declaración, además de significar un puntapié a nivel universal en


materia de reconocimiento de derechos de las víctimas de delitos, incluyó un plan de acción
de cara a su aplicación en el marco del cual se requirió al Secretario General de la ONU
que, en colaboración con los Estados miembros y las comisiones regionales, explore la
posibilidad de formular mecanismos regionales para vigilar la victimización y proporcionar
medios de recursos y resarcimiento a las víctimas.

III.- El Sistema Interamericano.-


Tal como sucediera en Europa -aunque con un lógico matiz distinto, en
función de la situación geográfica- en el contexto americano también el escenario posterior
a la segunda guerra mundial -caracterizado por las violaciones masivas a los derechos
humanos- conllevó a la creación de organismos regionales, como fue el caso de la
Organización de los Estados Americanos (OEA), en el año 1945, una organización creada
por los Estados del continente americano con el fin de lograr un orden de paz y justicia,
6
http://www.worldsocietyofvictimology.org/wp-content/uploads/2014/12/Handbook-on-Justice-Sp.pdf

4
fomentar su solidaridad y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia
(artículo 1 de la Carta de la OEA7 ).

Dentro de este contexto tuvo su origen el Sistema Interamericano de


Protección de Derechos Humanos (SIDH), como elemento caracterizante de la
“progresividad” de los derechos humanos a partir de la “internacionalización” de iniciativas
para promover y proteger los derechos de la persona humana.

En el sistema interamericano, los derechos de las víctimas de delitos


aparecen reconocidos en diversos instrumentos, tales como la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, que establece que: “toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente [...]
para la determinación de sus derechos” (art. 8, párr. 1°) y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, que establece que “toda persona tendrá derecho a ser oída
públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e
imparcial [...] para la determinación de sus derechos” (art. 14, párr. 1°).
A su turno, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha destacado
que la víctima tiene derecho de presentar cargos en una acción penal, y que tiene el derecho
fundamental de acudir a los tribunales, reconociendo incluso que ese derecho es esencial
para impulsar el proceso y llevarlo adelante 8 .

De este modo, el acceso a la jurisdicción para las personas víctimas de


delitos tiene recepción expresa en el sistema interamericano de Derechos Humanos. A su
vez, este derecho de acceso a la justicia se relaciona interactuando con otros derechos
convencionales.

Así, por ejemplo, la CorteIDH ha entendido que el derecho a la verdad se


encuentra subsumido en el derecho de la víctima o sus familiares a obtener de los órganos
competentes del Estado el esclarecimiento de los hechos violatorios y las responsabilidades
correspondientes, a través de la investigación y el juzgamiento, por lo que es englobado
dentro del derecho de acceso a la justicia9 .

Por su parte, en la opinión consultiva 18, relativa a la condición jurídica y


derechos de los migrantes indocumentados, la CIDH consideró que la negativa a prestar un
servicio público gratuito de defensa legal a las personas sin recursos implicaba una
vulneración del debido proceso y del derecho a la protección judicial efectiva ya que le
impide que se hagan valer los derechos en juicio, y, en el caso de personas migrantes
indocumentadas, éstas corren riesgo de ser deportadas, expulsadas o privadas de su libertad
al acudir a las instancias administrativas o judiciales 10 . Estos criterios -que no se vinculan

7
http://www.oas.org/es/sla/ddi/tratados_multilaterales_interamericanos_A-41_carta_OEA.asp
8
cf. resolución nro. 34/96 de la CIDH.-
9
Ver Caso Blanco Romero y otros v. Venezuela, fondo, reparaciones y costas, sentencia de 28 de noviembre de 2005,
Serie C No. 138, párr. 62 y 95; Caso Gómez Palomino v. Perú, fondo, reparaciones y costas, sentencia de 22 de noviembre
de 2005, Serie C No. 136, párr. 78.-
10
CIDH, “ El acceso a la justicia como garantía de los derechos económicos, sociales y culturales. Estudio de los estándares
fijados por el sistema interamericano de derechos humanos”… párr. 54.

5
directamente con la situación de las víctimas de delitos, sino con los derechos de los
migrantes- los traigo a colación en tanto fueron reiterados por la CIDH con respecto a las
mujeres víctimas de violencia11 .

En sentido similar, la CorteIDH, en la causa “Hilaire, Constantine y


Benjamin y otros versus Trinidad y Tobago”12 , se pronunció en torno a que no hay “debido
proceso legal” si un justiciable no puede hacer valer sus derechos “en forma efectiva” (si no
tiene verdadero acceso a la justicia), y agregó que para que en un proceso existan
“verdaderas garantías judiciales”, se impone la observancia de “todos los requisitos” que
sirvan para “asegurar o hacer valer la titularidad o el ejercicio de un derecho”13

De esta manera, no se consideran satisfactorios ni “efectivos” los recursos


que, por las “condiciones generales del país” en cuestión, o incluso por las “circunstancias
particulares” de un determinado caso, “resulten ilusorios”. Es decir, el acceso a la justicia y
el ejercicio efectivo del derecho (con la fiel observancia de las garantías judiciales) se
encuentran ineludiblemente vinculados14 .-

En relación a ello, cabe recordar que pertenecer a la OEA compromete per


se a sus miembros a someterse a la supervisión de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, así como el deber positivo que se desprende del artículo 1 de la Convención, que
les obliga no solamente a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella, sino a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción 15 , es decir, alude
a la obligación estatal de proveer los mecanismos procesales de tutela de los derechos. A tal
efecto, los Estados deberán remover los obstáculos normativos, sociales o económicos de
carácter doméstico que impidan o limiten el efectivo acceso a la justicia.

En ese sentido, el SIDH ha establecido la obligación de remover aquellos


obstáculos en el acceso a la justicia que tengan origen en la posición económica de las
personas. Tanto la CorteIDH como la CIDH han fijado la obligación de proveer en ciertas
circunstancias servicios jurídicos gratuitos a las personas sin recursos, a fin de evitar la
vulneración de su derecho a las garantías judiciales y a la protección judicial efectiva.

Con esto en miras, la Comisión Interamericana ha identificado algunos


criterios para la determinación de la procedencia de la asistencia legal gratuita en los casos
concretos. Estos son: a) la disponibilidad de recursos por parte de la persona afectada; b) la

11
Cfr. CIDH, “Acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas”, y “Las mujeres frente a la
violencia y la discriminación derivadas del conflicto armado en Colombia”, 18 octubre 2006 (OEA/SER.L/V/II., doc.
67), Capítulo VI, párr. 51, párr. 55 y nota 9. “Informe sobre terrorismo y derechos humanos”, 22 octubre 2002 (OEA/
Ser.L/V/ll.116), párr. 236.
12
Sentencia del 21 de junio de 2002.
13
Corte IDH, Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros v. Trinidad y Tobago… párrs. 146-147, citados por Cançado
Trindade, Antônio A., en su voto particular en el Caso López Álvarez v. Honduras… párr. 25.
14
Cançado Trindade, Antônio A., voto particular en el Caso López Álvarez v. Honduras… párr. 29. Corte IDH, Caso Juan

Humberto Sánchez v. Honduras… párr. 121.


15
Corte IDH, Excepciones al agotamiento de los recursos internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b, Convención Americana sobre
Derechos Humanos)… párr. 34.

6
complejidad de las cuestiones involucradas en el caso y c) la importancia de los derechos
afectados.

A su vez, el SIDH ha comenzado a identificar situaciones estructurales de


desigualdad que restringen el acceso a la justicia a determinados sectores de la sociedad. En
estos casos, la CIDH ha destacado la obligación estatal de proveer servicios legales
gratuitos y de reforzar los dispositivos comunitarios al efecto, a fin de facilitar a estos
sectores sociales en situación de desventaja y desigualdad, el acceso a instancias judiciales
de protección, y a información adecuada sobre los derechos que poseen y los recursos
judiciales disponibles para su tutela.

De esta manera, las políticas que apuntan a garantizar servicios jurídicos a


personas carentes de recursos actúan como mecanismos para compensar situaciones de
desigualdad material que afectan la defensa eficaz de los propios intereses. Se trata,
entonces, de un tema en el que vale la pena precisar el alcance de los deberes estatales, y
los principios que deben caracterizar su organización y prestación, como herramienta
indispensable para asegurar el ejercicio de los derechos de los sectores excluidos o en
situaciones de pobreza.

El SIDH ha reconocido el rol esencial que le compete a la realización del


derecho de acceder a la justicia en la garantía de los derechos fundamentales en general y
de los derechos sociales en particular, y ha fijado una serie de estándares con impacto en el
funcionamiento de los sistemas judiciales en la región.

En este sentido, la Opinión Consultiva No. 11/90 de la Corte Interamericana


de Derechos Humanos ("OC-11/90 ") 16 resultó la primer oportunidad en que el SIDH se
refirió en particular a la necesidad de remover obstáculos en el acceso a la justicia que
pudieran originarse en la posición económica de las personas 17 . Allí, la CIDH había
sometido a la CorteIDH una solicitud de opinión consultiva por la que, entre otras
cuestiones, inquirió si debía aplicarse el requisito de agotar los recursos jurídicos internos a

16
Corte I.D.H., Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención Americana
sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90 del 10 de agosto de 1990. Serie A No. 11.-
17
En el sistema europeo, dicha problemática fue analizada más de una década antes en el marco del caso Airey.La señora
Johana Airey no pudo encontrar un abogado que la asistiera en el procedimiento de separación judicial de su esposo ante
la High Court del estado de Irlanda. En ese país el procedimiento de separación judicial sólo podía tramitarse ante ese
tribunal que por su jerarquía y procedimientos requería el auxilio de abogados cuyos honorarios eran excesivos para la
reclamante. La complejidad probatoria del proceso y la práctic a habitual de ese Tribunal hacían poco probable que la
reclamante pudiera llevar adelante su separación sin patrocinio letrado, aun cuando la legislación irlandesa no lo impedía
expresamente. Irlanda no había organizado hasta ese momento un sistema de asistencia jurídica gratuita que incluyera
asuntos de familia. La reclamante invocaba la violación entre otras normas del artículo 6.1 del CEDH, que consagra el
derecho de acceso efectivo ante los Tribunales. En su sentencia, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos estimó que no
existía un deber concreto de Irlanda - como parte del Convenio Europeo sobre Derechos Humanos - de proveer asistencia
jurídica gratuita en materia civil, pues correspondía a cada Estado la elección de las medidas razonables para garantiz ar el
acceso a la justic ia removiendo los obstáculos materiales apuntados (la asis tencia jurídica puede ser un medio, pero hay
otros, como la simplificación de los procedimientos). Sin embargo, en el caso concreto de la Sra. Airey -quien no pudo
encontrar un abogado que la asistiese en el procedimiento de separación judicial ante la imposibilidad de afrontar las costas
que demandaba esa actuación-, el Estado no había garantiz ado su derecho de efectivo acceso a la justicia violando de tal
modo el artículo 6.1 del CEDH. Cfr. TEDH, caso Airey del 9 de octubre de 1979 (Pub. TEDH, Serie A, No. 32), que puede
consultarse en castellano en Tribunal Europeo de Derechos Humanos. 25 años de jurisprudencia 1959-1983, cit., páginas
563-577.En casos más recientes, el TEDH ha vuelto a referirse a la obligación de proveer servicios de asistencia jurídica
gratuita en aquellos supuestos en los que la ausencia de un abogado pueda representar una violación al derecho de
acceder a la justic ia. Ver al respecto, por ejemplo, TEDH, “Steel y Morris v. Reino Unido”, sentencia del 15 de febrero de
2005)

7
un indigente que, debido a circunstancias económicas, no era capaz de hacer uso de los
recursos jurídicos de su país18 .-

En este marco, la CorteIDH reafirmó la prohibición de discriminar sobre la


base de la posición económica de las personas y destacó que "… si una persona que busca la
protección de la ley para hacer valer los derechos que la Convención Americana le
garantiza, encuentra que su posición económica (en este caso, su indigencia) le impide
hacerlo porque no puede pagar la asistencia legal necesaria (…) queda discriminada por
motivo de su posición económica y colocada en condiciones de desigualdad ante la ley”19 .-

Asimismo sostuvo, en referencia al derecho de contar con un letrado del


Estado -art. 8.2, d)- que "en materias que conciernen con la determinación de (los) derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter el art. 8 no
especifica garantías mínimas, como lo hace en el numeral 2 al referirse a materias penales.
Sin embargo, el concepto de debidas garantías se aplica también a esos órdenes y, por ende,
en ese tipo de materias el individuo tiene derecho también al debido proceso que se aplica
en materia penal" 20

No obstante, además de la falta de organización de servicios de patrocinio


jurídico gratuito, el SIDH ha identificado otros factores que pueden redundar en la
imposibilidad de acceder a la justicia: los costos de los procesos y la localización de los
tribunales.

En la OC-11/90, la Corte reconoció expresamente que la ausencia de


asistencia jurídica gratuita puede no ser el único obstáculo de tipo económico para acceder
a la justicia. Así, manifestó que los costos del proceso también resultan un factor a
considerar en este punto, dado que puede suceder que el Estado provea asistencia legal
gratuita, pero no los costos que sean necesarios para que el proceso sea el debido que
ordena el artículo 8.21

En esta línea, en su sentencia en el caso “Cantos”22 la Corte sostuvo que:


“…Esta disposición de la Convención [8.1] consagra el derecho de acceso a la justicia. De
ella se desprende que los Estados no deben interponer trabas a las personas que acudan a
los jueces o tribunales en busca de que sus derechos sean determinados o protegidos.
Cualquier norma o medida del orden interno que imponga costos o dificulte de cualquier
otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que no esté justificada por las
razonables necesidades de la propia administración de justicia, debe entenderse contraria
al precitado artículo 8.1 de la Convención…”.

En dicho caso, la Corte se abocó a decidir, entre otras cuestiones, si el monto


que los tribunales argentinos le requerían al peticionario en carácter de tasa de justicia, al
18
Cfr. Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafo 2
19
Cfr. Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafo 22. En este punto, es dable destacar que esta jurisprudencia se extiende
también a la vulneración de derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o la ley. Ello, conforme el artículo 25.1
de la CADH.-
20
Opinión Consultiva citada, pág. 12/13.-
21
Cfr. Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafos 29 y 30.
22
Corte I.D.H., "Caso Cantos". Sentencia de 28 de noviembre de 2002. Serie C No. 97, párrafo 50..-

8
habérsele negado el acceso a un beneficio de litigar sin gastos, resultaba compatible con los
derechos consagrados en los artículos 8 y 25 de la CADH. La Corte destacó en su fallo que
la suma fijada por concepto de tasa de justicia y la correspondiente multa constituían una
obstrucción al acceso a la justicia, pues no aparec ían como razonables, aún cuando la
mencionada tasa de justicia fuera, en términos aritméticos, proporcional al monto de la
demanda y agregó que si bien el derecho al acceso a la justicia no es absoluto y,
consecuentemente, puede estar sujeto a algunas limitaciones discrecionales por parte del
Estado, lo cierto es que éstas deben guardar correspondencia entre el medio empleado y el
fin perseguido y, en definitiva, no pueden suponer la negación misma de dicho derecho.-

Asimismo destacó que para satisfacer el derecho de acceso a la justicia no


bastaba que en el respectivo proceso se produzca una decisión judicial definitiva, sino que
también se requiere que quienes participan en el proceso puedan hacerlo sin el temor de
verse obligados a pagar sumas desproporcionadas o excesivas a causa de haber recurrido a
los tribunales y que esta última situación se agravaba en la medida en que, para forzar el
pago, procedan las autoridades a embargar los bienes del deudor o a quitarle la posibilidad
de ejercer el comercio23 .

En consecuencia, la Corte determinó que el monto por cobrar en carácter de


tasa de justicia obstruía el acceso a la justicia del peticionante y que, en conclusión, se
había configurado en el caso la violación a los artículos 8 y 25 de la Convención
Americana.-

Lo hasta aquí expuesto demuestra que el SIDH ha establecido la obligación


de remover los obstáculos en el acceso a la justicia que tengan origen en la posición
económica de las personas y, a colación de ello, tanto la CorteIDH como la CIDH han
fijado la obligación de proveer servicios jurídicos gratuitos a las personas sin recursos, a fin
de evitar la vulneración de su derecho a las garantías judiciales y a la protección judicial
efectiva.

IV.- La situación de las víctimas de delitos en la República Argentina.-

La República Argentina ha sido miembro fundadora tanto de la ONU (en


1945), como de la OEA (en 1948), y por ello se encuentra vinculada a los sistemas
convencionales de protección desde que los mismos comenzaron a desarrollarse.-

Desde el punto de vista normativo, el derecho a la jurisdicción se encuentra


consagrado implícitamente en el art. 18 de la Constitución Nacional, cuyo alcance, relativo
a la posibilidad de ocurrir ante los órganos jurisdiccionales en procura de justicia y de
obtener de ellos sentencia relativa a los derechos de los litigantes, coincide con el que
reconocen los arts. 8, párrafo primero, de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, circunstancia que
se explica si partimos del norte trazado desde el Preámbulo de la Constitución de la Nación
Argentina, en cuanto manda a "afianzar la justicia".
23
Cfr., “Caso Cantos”, op cit., párrafos 54 y 55

9
Por lo demás, los derechos de las víctimas de delitos se encuentran
específicamente regulados en el Código Procesal Penal de la Nación. Así, en el Libro
Primero, Título IV, Capítulo III “Derechos de la víctima y el testigo”, se dispone que desde
el inicio de un proceso penal y hasta su finalización, el Estado nacional garantizará a las
víctimas de un delito el pleno respeto de los siguientes derechos: a) a recibir un trato digno
y respetuoso y que sean mínimas las molestias derivadas del procedimiento; b) al sufragio
de los gastos de traslado al lugar donde la autoridad competente disponga; c) a la
protección de la integridad física y psíquica propia y de sus familiares; d) a ser informado
sobre los resultados del acto procesal en el que ha participado; e) cuando se tratare de
persona mayor de setenta (70) años, mujer embarazada o enfermo grave, a cumplir el acto
procesal en el lugar de su residencia (Art. 79 del CPPN, según ley 27.372); como así
también a f) ser informado sobre sus derechos cuando realice la denuncia o en su primera
intervención en el procedimiento; g) a examinar los documentos y actuaciones, y a ser
informada sobre el estado del proceso y la situación del imputado; h) a aportar información
y pruebas durante la investigación; i) a que en las causas en las que se investiguen delitos
contra la propiedad, las pericias y diligencias sobre las cosas sustraídas sean realizadas con
la mayor celeridad posible, para el pronto reintegro de los bienes sustraídos; j) cuando fuere
menor o incapaz, el órgano judicial podrá autorizar que durante los actos procesales sea
acompañado de una persona de su confianza, siempre que ello no coloque en peligro el
interés de obtener la verdad de lo ocurrido, k) a ser escuchada antes de cada decisión que
implique la extinción o suspensión de la acción penal, y de aquellas que dispongan medidas
de coerción a la libertad del imputado durante el proceso, s iempre que lo solicitare
expresamente; l) a ser notificada de las resoluciones que puedan requerir su revisión; ll) a
solicitar la revisión de la desestimación o el archivo, aún si no hubiera intervenido en el
procedimiento como querellante (art. 80 del CPPN, según ley 27.372), siendo que tales
derechos deberán ser enunciados por el órgano judicial competente, al momento de
practicar la primera citación de la víctima (art. 81 del CPPN según ley 27.372).

De modo que, en principio, podemos sostener que en la República


Argentina, el reconocimiento normativo de los derechos de las víctimas no se encuentra en
tela de juicio.-

No obstante esa primera aproximación teórica, corresponde analizar si en la


República Argentina, en el plano de los hechos, los derechos tienen la eficacia y extensión
que se explaya en los documentos jurídicos.-

De tal modo, el problema no reside en determinar cuáles son los derechos


(más allá de que fueran perfectibles, por supuesto), sino antes bien “saber cuál es la forma
más segura de garantizarlos, para impedir que, a pesar de las solemnes declaraciones, se los
viole constantemente”24 .
Es que, frente a la proliferación de normas internacionales, constitucionales
y nacionales, el problema radica en la protección efectiva y co ncreta de esos derechos con
24
Bobbio, Norberto, A era dos Direitos. Editora Campus, Rio de Janeiro, 1992, pág. 30.

10
la consecuente obligación, de todas las instancias del Estado, de diseñar e implementar
políticas públicas que promuevan su respeto en condiciones de igualdad.

En relación a ello, la Corte Suprema de Justicia de la Nación creó la Oficina


de Violencia Doméstica (OVD) 25 , con el objetivo de facilitar el acceso a la justicia de las
personas que, afectadas por hechos de violencia doméstica, se encuentren en situación de
especial vulnerabilidad.

Por su parte, el Ministerio Público Fiscal de la Nación, creó la Oficina de


Asistencia Integral a la Víctima de Delito 26 , compuesta por profesionales del derecho, la
psicología y el trabajo social, que asesora jurídicamente a las víctimas de un delito sobre
sus posibilidades de asistencia estatal, en particular a aquellas de menores recursos, y
asimismo, cuando la víctima del delito fuera un menor de edad se ocupa de disponer las
medidas necesarias para evitar multiplicidad de relatos.-

Más allá de eso, lo cierto es que esta Oficina no se ocupa de la


representación de la víctima en el proceso penal, a lo que cabe agregar que el Ministerio
Público Fiscal representa el interés del Estado, que hace al interés general de la sociedad en
la persecución y represión del delito (art. 120 de la Constitución de la Nación Argentina),
interés que no necesariamente guarda fiel identidad con el del particular o del ofendido por
el delito.-

A su vez, la Universidad de Buenos Aires, a través del Consultorio Jurídico


en el que se desarrolla la Práctica Forense correspondiente a la Carrera de Abogacía de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, atiende a personas sin recursos en consultorios
jurídicos de distintas especialidades, pero sólo en sede de los Tribunales de la C iudad
Autónoma de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires.

Por su parte, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación


cuenta con dos programas vinculados a la materia. En primer lugar la Dirección Nacional
de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia 27 , en el ámbito de la
Subsecretaría de Acceso a la Justicia de la Secretaría de Justicia de la Nación, cuya
responsabilidad primaria es promover, facilitar y fortalecer el acceso a la justicia para la
ciudadanía, brindando respuesta, orientación y asesoramiento a las demandas de los
ciudadanos frente a problemáticas y solicitudes de diversa índole en materia jurídico
asistencial a través de la organización, dirección y coordinación de los servicios brindados
en los Centros de Acceso a la Justicia en todo el territorio de la Nación.

Su objetivo general es fortalecer y ampliar las políticas de acceso a la


justicia, fundamentalmente aquellas destinadas a los sec tores más vulnerables de la
población.

25
http://www.ovd.gov.ar/ovd/institucional.do
26
Resolución de la Procuración General N° 58/98
27
creada mediante el Decreto N° 1755/08.-

11
Dichos Centros de Acceso a la Justicia (CAJ) cuentan con abogados que
ofrecen asesoramiento jurídico y con psicólogos y trabajadores sociales, cuyo objetivo es
buscar soluciones junto a los actores involucrados a las variadas dificultades materiales y
sociales que afectan la vida psíquica de los ciudadanos, mas no se ocupa de la
representación procesal de las mismas.

Asimismo, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación


cuenta con el Programa "Las Víctimas contra las Violencias" 28 , cuyo objetivo consiste en
brindar atención a las víctimas de abusos o malos tratos, causados por ejercicio de
violencias cualquiera fuese su naturaleza, en un ámbito de contención, seguridad y garantía
de sus derechos.

Por su parte, la Defensoría General de la Nación creó el "Programa de


Asistencia y Patrocinio jurídico" 29 , que se ocupa (dentro de su ámbito de actuación, esto es,
ante los Tribunales federales y nacionales en lo Criminal y Correccional con sede en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ante los Tribunales federales del interior del país, mas
no ante los Tribunales ordinarios de las diferentes provincias) del patrocinio letrado de
víctimas, para constituirse en parte querellante en casos en los que fuera necesario preservar
el acceso a la justicia de los justiciables y en los que se vislumbraran supuestos de violencia
institucional o posibles lesiones de bienes jurídicos de suma importancia, o bien en casos en
que se hubieran provocado serios perjuicios en la vida personal, especialmente atendiendo a
la vulnerabilidad presentada por la víctima30 .

Como puede verse, si bien existen instituciones destinadas a la contención e


incluso al asesoramiento jurídico de las víctimas de determinados tipos de delitos en aras de
satisfacer sus derechos, lo cierto es que se trata de esfuerzos aislados de parte de distintas
dependencias públicas, sin que exista desde el plano institucional una dependencia que
aglutine esa actividad a lo largo de todo el territorio nacional.

Ello obedece a que, más allá del reconocimiento legislativo -plasmado en la


Constitución Nacional, en los Pactos Internacionales y en el propio Código Procesal Penal
de la Nación- la República Argentina no había avanzado aún en la configuración de un
documento jurídico que, por un lado, centralice los derechos de las víctimas de todo tipo de
delitos y, por el otro, otorgue intervención a una dependencia específica, integrada por
profesionales del derecho, psicólogos y asistentes sociales, y que tenga por objeto brindar
asistencia y representación letrada a las víctimas de delitos, pero también contención
psicológica y social a ella y sus familiares.

Es que, más allá de los destacables esfuerzos institucionales antes señalados,


lo cierto es que la situación de quienes por dificultades económicas no pueden tener acceso
a los servicios de un abogado particular (para hacer valer sus derechos frente a la comisión

28
Resolución Nro. 31/2006 del MJDHN.-

29
Resolución DGN 1883/08.-
30
Resolución DGN 2026/07.-

12
de cualquier tipo de delito) continuaba sin respuesta en el plano institucional, en la medida
en que la proclamación del derecho a la tutela judicial efectiva no se veía acompañada de
un catálogo de derechos concretos a ser ejercidos por las víctimas de delitos (y por sus
familiares) ni tampoco por la existencia de una institución que centralice ese servicio a lo
largo de todo el territorio nacional.

En relación a este punto, debe tenerse en cuenta que el Comité de Derechos


Humanos pudo constatar, respecto de la República Argentina, que el Estado había tomado
medidas importantes en relación a esta materia, como la mencionada creación de la Oficina
de Violencia Doméstica en el ámbito de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con el
fin de prestar asistencia a víctimas de maltrato familiar, no obstante lo cual señaló que la
violencia doméstica sigue siendo un gran problema en todo el territorio argentino y que la
mencionada oficina no solamente restringe su ámbito de competencia a la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, sino que además, los servicios que brinda sólo se extienden de
manera muy limitada a la actuación jurídica gratuita ante los tribunales de justicia.

En consecuencia, el Comité consideró que: “El Estado parte debe tomar


medidas para garantizar que servicios como los que proporciona la Oficina de Violencia
Doméstica sean accesibles en cualquier parte del territorio nacional, y que la asistencia
jurídica gratuita en los casos de violencia doméstica que llegan a los tribunales esté
garantizada”31 .

De modo que en el ámbito de la República Argentina el eje de análisis se


centra en la exigencia de constituir mecanismos idóneos que garanticen a las víctimas de
cualquier tipo de delito el derecho a la tutela judicial efectiva en su plena operatividad y
que acerquen a los sujetos pasivos de hechos delictivos herramientas eficaces de
protección, so riesgo de incurrir en responsabilidad internacional.-

Ello implicaba por un lado la necesidad de aglutinar en un texto normativo


un catálogo de derechos procesales de las víctimas (me refiero al acceso a la jurisdicción)
en línea con la normativa impuesta por el Sistema Interamericano, pero también garantizar
antes, durante y después de los procedimientos legales derechos extraprocesales, es decir,
medidas de asistencia material, médica, psicológica, social, acompañamiento terapéutico y
asesoramiento y representación legal para las víctimas y sus familiares, tal como lo dispone
la citada “Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de
Delitos y del Abuso de Poder”, adoptada por parte de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, en su resolución 40/34 de fecha 29 de noviembre de 1985, para lo cual se deberán
implementar a lo largo de todo el territorio nacional Oficinas de Asistencia a las Víctimas
de Delitos, que ejerzan una tarea interdisciplinaria de contención psicológica, social,
asistencial y la representación letrada de las víctimas que deseen constituirse en parte
querellante en los procesos penales.

31
Comité de Derechos Humanos, C. Principales motivos de preocupación y recomendaciones, 2010, párr. 12.-

13
V.- La ley 27.372 de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de
Delitos.-

La ley 27.372, de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delitos,


vino a cumplir, en gran parte, con el déficit legal e institucional que presentaba nuestro país
en la materia.-

En primer lugar, se parte de un concepto amplio de víctima, puesto que se


consideran víctimas no sólo a la persona ofendida directamente por el delito -víctima
directa- sino también al cónyuge, al conviviente, a los padres, hijos, hermanos, tutores o
guardadores en los delitos cuyo resultado sea la muerte de la persona con la que tuvieren tal
vínculo, o si el ofendido hubiere sufrido una afectación psíquica o física que le impida
ejercer sus derechos (art. 2).

Tuvo como objetivo central el reconocer y garantizar los derechos de las


víctimas del delito y de violaciones a derechos humanos, en especial, el derecho al
asesoramiento, asistencia, representación, protección, verdad, acceso a la justicia,
tratamiento justo, reparación, celeridad y todos los demás derechos consagrados en la
Constitución Nacional, en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos de los que el
Estado nacional es parte, demás instrumentos legales internacionales ratificados por ley
nacional, las constituciones provinciales y los ordenamientos locales (art. 3).-

En punto a los derechos de las víctimas, establece que deberá recibírseles de


inmediato la denuncia respecto del delito que la afecta; a recibir un trato digno y respetuoso
y que sean mínimas las molestias derivadas del procedimiento; que se respete su intimidad
en la medida que no obstruya la investigación; a requerir medidas de protección para su
seguridad, la de sus familiares y la de los testigos que declaren en su interés, a través de los
órganos competentes; a ser asistida en forma especializada con el objeto de propender a su
recuperación psíquica, física y social, durante el tiempo que indiquen los profesionales
intervinientes; a ser informada sobre sus derechos cuando realice la denuncia o en su
primera intervención en el procedimiento; a que en las causas en que se investiguen delitos
contra la propiedad, las pericias y diligencias sobre las cosas sustraídas sean realizadas con
la mayor celeridad posible; a intervenir como querellante o actor civil en el procedimiento
penal, conforme a lo establecido por la garantía constitucional del debido proceso y las
leyes de procedimiento locales; a examinar documentos y actuaciones, y a ser informada
verbalmente sobre el estado del proceso y la situación del imputado; a aportar información
y pruebas durante la investigación; a ser escuchada antes de cada decisión que implique la
extinción o suspensión de la acción penal, y aquellas que dispongan medidas de coerción o
la libertad del imputado durante el proceso, siempre que lo solicite expresamente; a ser
notificada de las resoluciones que puedan afectar su derecho a ser escuchada; a solicitar la
revisión de la desestimación, el archivo o la aplicación de un criterio de oportunidad
solicitado por el representante del Ministerio Público Fiscal, cuando hubiera intervenido en
el procedimiento como querellante; a que se adopten prontamente las medidas de coerción
o cautelares que fueren procedentes para impedir que el delito continúe en ejecución o

14
alcance consecuencias ulteriores; a que le sean reintegrados los bienes sustraídos con la
mayor urgencia; al sufragio de los gastos que demande el ejercicio de sus derechos, cuando
por sus circunstancias personales se encontrare económicamente imposibilitada de
solventarlos, siendo que tal enumeración no es taxativa ni debe ser entendida como
negación de otros derechos no enumerados (art. 5)

Por otra parte, establece criterios concretos para evitar situaciones de re


victimización, estableciendo que las autoridades adoptarán todas las medidas que
prevengan un injustificado aumento de las molestias que produzca la tramitación del
proceso, concentrando las intervenciones de la víctima en la menor cantidad de actos
posibles, evitando convocatorias recurrentes y contactos innecesarios con el imputado, para
lo cual la víctima podrá prestar declaración en su domicilio o en una dependencia
especialmente adaptada a tal fin; en el acto en que la víctima participe, podrá disponerse el
acompañamiento de un profesional; la víctima podrá prestar testimonio en la audiencia de
juicio, sin la presencia del imputado o del público (art. 10).-

Asimismo, establece que la víctima tiene derecho a recibir gratuitamente el


patrocinio jurídico que solicite para ejercer sus derechos, y en su caso para querellar, si por
sus circunstancias personales se encontrare imposibilitada de solventarlo (art. 11).
Para satisfacer el cumplimiento de tales derechos, e n el plano netamente
institucional la ley crea, en el ámbito de la Secretaría de Justicia del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación, el Centro de Asistencia a las Víctimas de Delitos
(CENAVID), que tendrá a su cargo la asistencia a las víctimas de delitos de competencia de
la justicia federal en todo el país, y en forma coadyuvante, la asistencia a las víctimas de
delitos de competencia de la justicia ordinaria a requerimiento de las jurisdicciones locales
(Art. 22).-

En particular, el CENAVID tendrá la función de atender de inmediato a las


víctimas que requieran su intervención, a cuyo fin se deberá implementar un servicio de
urgencia que funcione fuera del horario de atención de sus oficinas, que le permita
garantizar la asistencia de la víctima en los casos que requieran perentoria intervención;
adoptar los cursos de acción necesarios para garantizar la seguridad de la víctima y de sus
familiares, en los casos que correspondan, a cuyo fin deberá convenir con los organismos a
cargo de la seguridad pública protocolos de actuación que permitan su rápida intervención;
adoptar los cursos de acción necesarios para brindarle a la víctima un hospedaje temporal y
sostén alimentario de urgencia en los casos que corresponda; adoptar los cursos de acción
necesarios para la atención médica y psicológica de la víctima, en los casos que
correspondan; adoptar los cursos de acción necesarios para garantizar el patrocinio y
representación jurídica de la víctima, dándole intervención al Ministerio Público de la
Defensa cuando corresponda y acordando mecanismos de cooperación con colegios
profesionales, instituciones educativas o académicas u otras asociaciones y organizaciones
de la sociedad civil que se encuentren capacitados para brindarlas (art. 24).

15
A su vez, la ley crea veinticuatro cargos de Defensor Público de Víctimas
para garantizar su actuación en todo el territorio nacional, y establece que la Defensoría
General de la Nación garantizará la asistencia técnica y patrocinio jurídico de las víctimas
de delitos, si por la limitación de sus recursos económicos o vulnerabilidad resultara
necesaria la intervención del Ministerio Público de la Defensa, en atención a la especial
gravedad de los hechos investigados.

VI.- A modo de conclusión.-

El advenimiento del Estado moderno, con sus presupuestos estructurales,


implicó el desplazamiento de las víctimas de hechos delictivos del rol protagónico que
ostentaban en el proceso de resolución de conflictos penales en la medida en que a partir de
entonces la víctima no sólo dejaría de tener injerencia en el devenir del proceso, sino que
incluso se vería desprotegida frente a las consecuencias económicas, psicológicas y sociales
del evento criminal.
En paralelo a ello, y producto del impacto del pensamiento ilustrado, el
proceso penal se centró en resguardar los derechos del sujeto activo del delito, olvidando
nuevamente la situación del perjudicado, aún cuando -paradójicamente- las bases del
pensamiento ilustrado se erigen sobre la idea de la igualdad de derechos.
Fue recién tras el impacto de la segunda guerra mundial que los sistemas
regionales volvieron su mirada hacia la posición deficitaria en que se encontraban las
víctimas de hechos delictivos y de la histórica deuda que el sistema de enjuiciamiento penal
en particular y las instituciones democráticas en general guardaban con aquellas.
Esa paulatina toma de conciencia fue generando la implementación de
políticas de protección, tanto en el ámbito universal, como en el europeo y en el americano,
aunque -claro está- con un alcance y una velocidad de implementación diversa.
En el plano interamericano, el grado de evolución en la materia se limita de
momento a la exigencia de brindar a las víctimas de hechos delictivos el pleno ejercicio del
derecho la tutela judicial efectiva, entendida como el acceso a la jurisdicción.
En este sentido, podemos decir que la ley 27.372 de Derechos y Garantías de
las Personas Víctimas de Delitos vino adecuar a la República Argentina no sólo a los
estándares impuestos por el Sistema Interamericano a través del expreso reconocimiento y
operativización del derecho a la tutela judicial efectiva (a partir de la instauración de
servicios de patrocinio jurídico gratuito de alcance nacional), sino también a los derechos
de naturaleza extraprocesal, tales como la asistencia psicológica y social de las víctimas
directas y también de sus familiares, tal como lo dispone la “Declaración sobre los
Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder”,
de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Es decir, mientras que en el plano constitucional la República Argentina (en
el art. 18 de su Constitución Nacional) reconoce el derecho a la tutela judicial efectiva, con
la sanción de la ley 27.372 de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delitos,
logró dar cumplimiento a las imposiciones del Sistema Interamericano, y en consecuencia

16
adecuar su legislación y sus instituciones a las disposiciones regionales y universales en la
materia.-
De esta manera, estamos en condiciones de afirmar que en la República
Argentina la víctima ha dejado de ser un sujeto olvidado por el sistema y las instituciones
penales.-
De cualquier manera, es claro que se trata de un camino por el que queda
mucho por transitar y -porqué no decirlo- quizás las reflexiones de este ensayo contribuyan
en alguna medida (por pequeña que sea) a avanzar en esa senda. Es que, en definitiva,
debemos ser conscientes de que el pleno restablecimiento del rol de la víctima en el
proceso, como toda lucha por la reivindicación de derechos históricamente anulados,
deberá abrirse paso lenta y progresivamente.-

Pablo Javier Flores

17
Breve reseña curricular del autor:

Abogado (UBA) Miembro de Carrera Docente (UBA -Resolución Nro. 3481/07 de la


Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires-) Materia: “Elementos de Derecho
Penal y Procesal Penal” Cátedra: Dr. Edgardo Alberto Donna.

Profesor Adjunto de las materias “Derecho Penal I” y “Derecho Penal II” del Departamento
Académico Buenos Aires -sede Olivos- de la Universidad Católica de Santiago del Estero.

Secretario del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 2 de San Isidro, Pcia. de
Buenos Aires.-

Bibliografía:

- Joachim Schneider, Hans “Temas Principales y Deficiencias en el Actual Pensamiento


Victimológico”, Revista de Derecho Penal y Criminología, 4, -1994, pág. 850.-
- Queralt Jiménez, J.J., en “Víctimas y garantías: algunos cabos sueltos a propósito del
proyecto alternativo de reparación” obra colectiva de Victimología y Victimodogmática.
Una aproximación al estudio de la Víctima en el Derecho Penal. Lima, 2003, pág. 193 y
194.-

- Martín Martínez, M, “Protección a las víctimas, violencia de género y cooperación


judicial penal en la Unión Europea post- Lisboa”, Revista de Derecho Comunitario
Europeo, número 39, mayo/agosto, 201.-

- STC 238/1992, FJ 3ª, en Francisco Rubio Llorente, “Derechos Fundamentales y


Principios Constitucionales (Doctrina Jurisprudencial), Ariel Derecho, P. 269.-
- Bobbio, Norberto, A era dos Direitos. Editora Campus, Rio de Janeiro, 1992, pág. 30.

Sitios web:

- http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/40/34&Lang=S

- http://legal.un.org/avl/pdf/ha/dbpjvcap/dbpjvcap_ph_s.pdf
-http://www.worldsocietyofvictimology.org/wp-content/uploads/2014/12/Handbook-on-
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- http://ministeriopublico.poder-judicial.go.cr/normativa/inst-inter/10/3/3.pdf
- http://www.victimas.org/html/legislacion/85_11.pdf
- https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1995-26714
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- https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2011-15039
- https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2015-4606

18
- http://www.justice.gouv.fr/recherche.html
-http://www.oas.org/es/sla/ddi/tratados_multilaterales_interamericanos_A-
41_carta_OEA.asp

-http://www.ddhh.gov.cl/wp-content/uploads/2015/12/Declaraci%C3%B3n-Americana-de-
los-Derechos- y-Deberes-del-Hombre.pdf -- -
https://www.agpd.es/portalwebAGPD/canaldocumentacion/legislacion/iberoamerica/conve
nios/common/pdfs/C.8-cp--PACTO-DE-SAN-JOSE.pdf
-http://www.cidh.oas.org/>.

- http://www.corteidh.or.cr/>.

- http://www.ovd.gov.ar/ovd/institucional.do

Jurisprudencia:

- Caso Blanco Romero y otros v. Venezuela, fondo, reparaciones y costas, sentencia de 28


de noviembre de 2005, Serie C No. 138, párr. 62 y 95; Caso Gómez Palomino v. Perú,
fondo, reparaciones y costas, sentencia de 22 de noviembre de 2005, Serie C No. 136, párr.
78.-

- CIDH, “El acceso a la justicia como garantía de los derechos económicos, sociales y
culturales. Estudio de los estándares fijados por el sistema interamericano de derechos
humanos”… párr. 54.
- CIDH, “Acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas”, y
“Las mujeres frente a la violencia y la discriminación derivadas del conflicto armado en
Colombia”, 18 octubre 2006 (OEA/SER.L/V/II., doc. 67), Capítulo VI, párr. 51, párr. 55 y
nota 9. “Informe sobre terrorismo y derechos humanos”, 22 octubre 2002 (OEA/
Ser.L/V/ll.116), párr. 236.

- Corte IDH, Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros v. Trinidad y Tobago… párrs.
146-147, citados por Cançado Trindade, Antônio A., en su voto particular en el - -- Caso
López Álvarez v. Honduras… párr. 25.
- Cançado Trindade, Antônio A., voto particular en el Caso López Álvarez v. Honduras…
párr. 29. Corte IDH, Caso Juan Humberto Sánchez v. Honduras… párr. 121.

- Corte IDH, Excepciones al agotamiento de los recursos internos (arts. 46.1, 46.2.a y
46.2.b, Convención Americana sobre Derechos Humanos)… párr. 34.
- Corte I.D.H., Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos (arts. 46.1, 46.2.a y
46.2.b Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90
del 10 de agosto de 1990. Serie A No. 11.-
- Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafo 2
- Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafo 22.
- Opinión Consultiva citada, pág. 12/13.-
- Opinión Consultiva OC-11/90, cit., párrafos 29 y 30.

19
- Corte I.D.H., "Caso Cantos". Sentencia de 28 de noviembre de 2002. Serie C No. 97,
párrafo 50..-
- “Caso Cantos”, op cit., párrafos 54 y 55
- Comité de Derechos Humanos, C. Principales motivos de preocupación y
recomendaciones, 2010, párr. 12.-
Resoluciones:
- Resolución de la Procuración General N° 58/98
- Resolución Nro. 31/2006 del MJDHN.-

- Resolución DGN 1883/08.-

- Resolución DGN 2026/07.-

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