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§ 6.

Fundamentos constitucionales del procedimiento

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VI. VÉLEZ MARICONDE, Alfredo, Derecho procesal penal, 2ª ed., t. II, caps. I y
V,§ IV.

A. El PODER PENAL DEL ESTADO: LÍMITES Y ORGANIZACIÓN

Parece razonable distinguir, en la evolución de la organización


social, tres períodos fundamentales: la sociedad primitiva formada
sobre la base de "grupos parentales" (tribu), que desconocía la exis-
tencia de un poder político central; la sociedad culturalmente evolu-
ciónada, que organiza definitivamente un poder político central, el
Est~do; y la sociedad moderna, que además de reconocer las ventajas
de la organización estatal para la vida pel hombre en sociedad, al es-

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A. El poder penal del Estado § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

tablecer cierto orden para las relaciones entre los individuos que la individuo y monopolizó el poder penals. Esta transferencia del poder
componen, advierte las desventajas que ese orden establecido por penal, con representar un modo más civilizado para decidir los con-
unos puede trae:r aparejado para otros y procura que los conflictos so- flictos, al evitar la venganza privada, porta en sí misma el planteo de
ciales, a todo nivel, se decidan conforme a acuerdos y f Órmas raciona- un problema grave: el poder penal, tanto en su definición, como en
les que protejan a todos los interesados. su ejercicio práctico representa, en manos del Estado, el medio más
En la primera forma social 1, el poder penal pertenece, en princi- poderoso para el control social; su utilización en pos de lograr la paz
pio, como en el Derecho germano antiguo, al ofendido y su tribu, se- social puede servir tanto a un grupo de individuos que ostenta el po-
gún lo hemos visto en el parágrafo anterior(§ 5, B). A partir del siglo der político, para sojuzgar a sus semejantes, reprimiendo toda deso-
XIII comienza a consolidarse la instancia política central, con lasrea- bediencia, como a las mayorías para someter a las minorías o, aplica-
ción de los estados nacionales2, que, en el tema específico de la reali- do racionalmente, para resguardar ciertos valores esenciales para la
zación del poder penal, provocan el nacimiento de la Inquisición(§ 5, vida de una comunidad organizada, a la que todos sus miembros han
D). La época actual, desde el siglo XVIII, corresponde a la tercera for- prestado consenso, a través de algún método de verificación sobre el
ma social3, en la cual se procura definir el orden comunitario a través acuerdo social.
de compromisos políticos, con participación de quienes deben obser- Vienen de antaño las limitaciones al poder penal, pues toda regla
varlo y resguardar formalmente el poder transferido para realizar el jurídica acerca de una potestad, p9r elemental que ella sea, cumple
orden establecido; su producto, en materia penal, es la reforma de la la función básica de ceñirla; así,ll>por ejemplo, entregar la competen-
Inquisición(§ 5, E)4. cia a alguien significa vedarla a los demás, y, en materia penal, limi-
Interesa reconocer que, el:l un deterll1;inado mome~fddel desarro- tar la venganza a la intensidad de la ofensa -talión- expresa la vo-
llo social,. el, pode_r penal se tfansfiere del individuo o su grupo paren- luntad de mostrar como antijurídica aquella reacción que sobrepasa
tal inmediato a una instancia ,política central, al Estado. A la vengan- ese límite 6 . Pero un programa racional de limitaciones, para que el
za priwula del ofendido o su tribu, traducida en una acción física con- poder penal no se convierta en instrumento del sometimiento políti-
tra el agresor, le sucede ló que modernamente se conoce por acci.ón co, sólo aparece cuando se expresa la sentencia que nos coloca a to-
procesal o, en nuestra inateria, persecu.ci.ón pen.al, ejercida en un pri- dos en posición de igualdad frente a la ley (CN, 16) y nos permite
mer momento por el ofendido -o sus parientes inmediatos, de quie- .ejercer nuestra influencia para formar la voluntad de la ley (CN, 1),
nes dependía- (acción privada) o el ciudadano (acción popular), y, al menos a través de nuestros representantes, esto es, desde las ideas
tiempo después, por el Estado, que expropió ese poder de manos del que tuvieron su origen en el siglo XVII y su principio de realización
práctica en el siglo XVIII. Desde allí en adelante, con la creación del
Estado ele Derecho, se declara una serie de derechos y garantías que in-
tentan proteger a los individuos, miembros de una comunidad deter-
1 La agrupación social es pequeña. vecinal. en número de componentes y territorio;
minada, contra la utilización arbitraria del poder penal del Estado;
quienes son capaces, como sujetos"cle derecho, ejercen cotidianamente el poder políti-
co reunidos en asamblea; las reglas ele conducta, si bien heterónorn.as, en el sentido ele ellos conforman la base política de orientación para la regulación del
que no son el resultado de la voluntad individual, están establecidas por la costumbre, . Derecho penal de un Estado, el marco político dentro del cual son vá-
razón por la cual no son asirnilables a una.orden extraña a los individuos, de cumpli-
miento obligatorio, y resultan, de tal manera, en alguna medida autónomas a ellos. lidas las· decisiones que expresa acerca de su poder penal, sean ellas
2 Crece el número de integrantes del grupo social y el territorio en el cual él se asien- generales o referidas a un caso concreto. De allí que, desde el punto
ta o comprendido por la organización: el sujeto ele derechos políticos, que ejercía coti- de vista de la porción del orden jurídico que abarca el Derecho penal,
dianamente, pasa a ser súbdito del poder político central, gobernado por él; la ley, co-
mo regla ele conducta obligatoria, es absolutamente heterónoma a los individuos que
componen los grupos.
3 El individuo recupera muy parcialmente su capacidad política: de súbdito se trans-
forma en ciudadano. y

5
4 Hasta aquí, con mayores referencias al Derecho penal material, cf. STRATENWERTH, Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, t. II, 3u parte, cap. I, 1, ps. 15 y siguiente.
Die Zuhunjt des strafrechtlichen Sch11lclprinzips, ps. 5 y s., (tr. castellana de Enrique Baci- '
6
~De allí que Derecho y fuerza no sean identificables, aunque uno precise de la otra,
galupo, Elfnturo del principio jurídico penal ele culpabilidad, ps. 87 y ss.). circunstancia que comprueba la perpetua tensi©n que existe entre ellos.

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A. El poder penal del Estado § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

tanto material como formal, se conozca a estas orientaciones bajo el Se· advierte t:mbién con razón que estos principios limitativos del poder pe-
nombre de principios const:itucionales, en cuanto ellas emanan de la nal ~el Estado solo aparecen con ese significado general en la Edad Moderna, a
ley suprema q,ue otorga fundamento de validez (vigencia) al orden partir de las ideas que triunfaron en el siglo XVIII, esto es, con el nacimiento del
constitucionalismo. Si bien existen reglas similares o idénticas en su formulación
jurídico.
antes del consti.tucionalismo moderno, por ejemplo, en los fueros españoles, en
Los constitucionalistas, con alguna razón, han distinguido, semánticamente, la Carta Magna mglesa de 1215, y hasta en el Derecho romano, su significado, aun
entre declaraciones, derechos y garantías1, cuyo contenido conforma la primera par- cuando precursor, es bien distinto: persiste en el fondo de esos estatutos la idea
te de nuestra Constitución nacional. Dicho de manera general, las declaraciones en- del., pri~legio Y. no la de la igualdad, la de la particularización y no la de la gene-
cierran la presentación política del tipo de organización estatal que elegimos, hacia rahzac10n, en fm, no se reconoce en ellos un atributo o seguridad que merece la
adentro (ciudadanos - habitantes del país) y hacia afuera (otros estados extranjeros persona humana como tal, sino una prerrogativa de la que algunos, cierto sector
o residentes fuera de su ámbito de vigencia) (por ej., CN, 1 y 2); los derechos -que o cierta P?blación, gozan por autolimitación del soberano. La idea de la igualdad
también se declaran- importan el reconocimiento de los atributos esenciales que ~e todos frente a la ley y al Estado (CN, 16) parece consustancial al papel que hoy
poseen las personas integrantes de la comunidad nacional (por ej., CN, 14); y las ga- Juegan los derechos y garantías constitucionales. ·
rantías representan las seguridades que son concedidas (facultades) para impedir Así como se reconoció el fundamento limitativo de los derechos y garantías ex-
que el goce efectivo de esos derechos sea conculcado por el ejercicio del poder es- plícitos o implícitos en la Constitución, provenientes del nuevo Estado liberal-
tatal, ya en forma de limitación de ese poder o de remedio específico para repeler- bur~és, Estado de Derecho, se debe reconocer, también, que ellos implican, sin
lo (por ej., CN, 18). Los autores han observado también diferentes propiedades ju- de~irlo, una función legitimante de la concentración del poder político o, si se
rídicas según la distinción, pues Íos derechos fundamentales (humanos) se poseen qu1e_re, de,la or~a~ización social estatal. E~ problema es idéntico en materia penal:
frente a todos los individuos, quien.e;:; deben abstenerse de lesionarlos, mientras las las garantias referidas al poder penal d€1 Estado, si bien pretenden poner límites
garantías adquieren significación sólo frei;ite al Estado, según dijimos, como limi- precisos a ese poder, también lo legitiman, en tanto lo reconocen como presu-
tación de su poder o como remedio efectivo para el uso arbitra~i~ del poder. puesto de ellas, como sustrato al cual esas garantías van referidas. El probleina es,
Aquí, sin embargo, variará ~n algunos gr~dos el punto dwobservación del es- en una época determinada o para un Estado concreto, cuál de las dos visiones al-
tatuto constitucional. Nos interesa, sobre todo, conocer cuál es el punto de parti- canza mayor predicamento y aplicación práctica: la que legitima el poder estatal
da político ineludible de nuesÚ~o Derecho procesal penal y las necesidades de una o aquella que lo cercena8.
ley de enjuiciamiento penal y de la administración de justicia penal para respon-
der al sistema de la Constitución, si se quiere, a la idea que la propia Constitución Por último, cabe destacar que la enumeración que seguirá no cons-
tiene de la administración de jusÜcia penal. Esá visión sirve, también, para adver- tituye un catálogo de principios inmutables y fijos para siempre en el
tir hasta qué punto son válidas las reglas que disciplinan el enjuiciamiento penal, tiempo. Ni siquiera lo cree así nuestra propia Constitución (CN, 33).
esto es, contestar la pregunta acerca de si ellas han respetado -o no lo han he-
Al contrario, es posible perfeccionar las garantías establecidas y su
cho- el marco político que le fija la ley fundamental al poder de decisión del le-
gislador. Según ya hemos dicho(§ 2, B, 1, by§ 3, B, 2), el Derecho procesal penal formulación, conforme se observa las fo,.rrrias de violación de que se
es, desde un punto de vista, Derecho constitucional reformulado o, utilizando pa- valen los gobiernos autoritarioslO; de hecho, ello sucede en algunas
labras de la misma Constitución, la ley procesal es ley reglamentaria de los prin- constituciones provinciales, más específicas o amplias que la nacio-
cipios, derechos y garantías reconocidos por la ley suprema y, por ende, no pue- nal al detallar alguna garantía; y es posible crear otros derechos y ga-
de alterarlos (CN, 28). Se puede comprender así cómo los derechos y garantías, es-
rantías, que, inclusive, no se desprendan de la soberanía del pueblo
pecialmente éstas, por tratarse ahora del ejercicio del poder penal del Estado, apa-
recen aquí en forma de orientaciones o principios que informan todo el cont~ni­ Y de la forma republicana de gobiernoll. El propósito de esta obra li-
do de las leyes procesales penalesª y rigen, además, su interpretación.

g A ello. se refie1~e, ~on pesimismo, el párrafo transcripto ele Nrno (ver, infra, nota nLl
14). El mismo pesimismo revela BovrNo, Contra la legalidad. La cuestión fue debatida
7 Cf. GONZÁLEZ, Manual, cap. III, § L nLl 81 y ss., ps. 102 y ss.; CARRió, G. R., Recurso ele ar~,orosan:iente en el V Congreso Nacional Universitario de Derecho Penal y Crinlino-
mnparo y técnicaJu.dicial, caps. IV, V y VI, ps. 57 y ss.; BIDART CMIPOS, Derecho constit11- logrn, realizado en 1992 en la ch.~clacl ele Rosario (Argentina).
cional, t. II, cap. XII, ps. 73 y ss. Una descripción breve del concepto de derechos consti.- 10 A' . 1 1 · , -
. si, por eJemp ~· os arts. 36 a 4:i ele las reformas a la CN, sancionadas por el Con-
tucionales y sus notas características en Nrno, Fu.ndwnentos de Derecho constitucionnl, ps.
greso Gener,al Constituyente el día 22 ele agosto de 1994, aunque se refieran a nuevos
216 y siguientes. clE~.rechos y garantías.
8 Coincide con la idea GONZÁLEZ, Nfanual, nLl 173, p. 182, pues, refiriéndose al art. 18
ele la Constitución nacional, advierte: "en ese artículo se encuentran condensados to-
11
e!
. . Por ej., ar~. 41 de la CN actual, sancionado el 22 de agosto de 1994, introdujo en
ertexto constituc10nal el derecho a un ambiente sano que, sin duda, no surge de la for-
dos los principios que han de servir de base a la legislación .. .''. ma republicana de gobierno. }.

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A. El poder penal del Estado § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

mita la exposición al catálogo contenido en nuestra Constitución na- sobre los jueces y sus juicios; b) organización judicial que admita la
cional, sin perjuicio de citar constituciones provinciales cuando el te- falibilidad de esos juicios (del veredicto y la sentencia), determine e
ma lo requie;ra. integre el tribunal ante el cual el condenado pueda ejercitar su dere-
Esos principios se traducen en valores que alcarl'.zan la cúspide de cho de provocar la prueba de la "doble conforme" (instancia. recllrsi-
nuestro orden jurídico, cuyo centro es el individuo que se coloca bajo va. para el condenado) y, en su caso, lograr un nuevo juicio; y c) fecle-
la vigencia del orden jurídico nacional, valores que, por tanto, apare- ra.liza.ción de la administración de justicia y, por ende de la organiza-
cen como superiores en rango a la misma potestad penal del Estado y, ción judicial nacional observada como un todo, conforme a nuestra
en nuestra materia, específicamente, a la misma facultad de realiza- forma característica de organización política como Estado nacional.
ción (persecución penal) del Derecho penal material y a su.~ eficacia. Es oportuno consignar que, en realidad, estos principios que marcan
En lo que respecta al Derecho procesal penal, siguiendo cierta tradi- la organización judicial -salvo, parcialmente, el referido a la aplica-
ción -aunque quizá arbitrariamente, por cuanto todos esos princi- ción del sistema federal en la administración de justicia- están estre-
pios se encuentran indisolublemente unidos entre sí-, distinguire- chamente unidos a las garantías individuales, al punto de que, por
mos, para su mejor estudio, los principios directamente relativos al ejemplo: la exigencia delJ1.wz na.tllra.l, o legal, carecería de todo senti-
procedimiento, regularmente designados como garantías del imputa- do sin referencia a la independencia. de decisión de los órganos de ad-
do (garantías de seguridad individual), de aquellos que, aun cuando ministración de justicia, y ella, a Sl), vez, sería inocua sin referencia a
sirven a la seguridad individual, están referidos a la organización ju- la necesidad de un tribunal in1pa.~~cia.l, como garantía de seguridad ju-
dicial. Nos abocaremos, primeramente, al análisis de la exigencia del rídica para el justiciable; de que, más allá, eljllicio porjllra.dos impli-
juicio previo (nulla. 7Joena sine huliti.o); de la necesiq-<:tet de tratar como ca, histórica y políticamente, la decisión acerca de un determinado
inocente, al irrwutado du~ante ese juicio, y de que 'en él se le otorgue sistema de enjuiciamiento y de búsqueda o conformación de la ver-
plena libertad de defensc;.; al estudio de la prohibición de la. persecnción dad (acusatorio, debate público) y no tan sólo la voluntad jurídica de
penal n1:ílltiple (ne bis in iclmn); ~l desarrollo de las formas esenciales integrar de determinada manera los tribunales de juicio12; de que,
del enjuiciamiento (publicidad y oralidad) y a los límites referidos a los además, la existencia de un tribunal revisor de la sentencia sólo posi-
métodos para averiguar la verdad, a la incoerci.biliclad del imputado co- bilita la garantía del recurso para el condenado y se imbrica, por otra
mo órgano de prueba y al ámhito de reserva. que le pertenece (inviola- parte, con la prohibición, para el acusador, de perseguir múltiple-
bilidad del dmnicilio y epistolar); y, por fin, consideraremos la exigen- mente o de someter nuevamente a riesgo de condena al imputado.
cia de que la condena que habilita una consecuencia jurídico-penal se En tema de principios procesales, universalmente no se distingue
someta a Za. prueba. de la "doble conforrne", si así lo exige el condenado. entre los que emergen de la ley fundamental (Constitución política)
Junto a estos principios, típicos del Derecho procesal penal en sen- y los que tienen su origen en la legislación común. En nuestro país,
tido estricto -esto es, del procedimiento o de las formas para la rea- en cambi~, existe ya cierta tradición por intentar el desarrollo de las
lización del Derecho penal-, deben ser ubicadas también las reglas de formas básicas exigidas por la Constitución nacional en torno a la ad-
orientación fundamentales relativas a la organización judicial, entre ministración de justicia penal, para después ocuparse de dirimir los
las cuales merecen ser destacadas las siguientes: a) irnpa.rcia.lida.d de . principios políticos que, con base en los fines admitidos por la legis-
quienes cumplen la tarea de jlizgar frente al caso y, para lograr este lación Cé)mún para la realización del Derecho penal, gobiernan el
atributo, independencia de sus juicios (decisiones) de los órganos de enjuiciamiento penal dentro del marco formal que la Constitución
administración de justicia frente a todos los poderes del Estado, com- prevé 13 . El procedimiento no es objetable y decidimos conservarlo
prendidos aquí los principios tradicionales del juez na.tllra.l y la inte-
gración del tribunal penal con jllra.dos (jueces accidentales, no profe-
sionales, populares, en la fase definitiva del procedimiento penal que
~
2
brinda fundamento a la sentencia), como modos genéricos de evitar En el ~ismo sentido cf. BINDEH, Imroducción al Derecho procesal penal, ps. 93 y ss.,
y BOVINO, El debate, p. 169. .
la influencia del poder estatal en la administración de su propio po- ,13 Cf v· M
. ,. . ELEZ Derecho procesal penal,
AHICONDE, L II, cap. I, ps. 15 y ss.; CLARIÁ OLME-
der penal, esto es, de evitar la influencia y la sospecha de parcialidad DO, Tratado, t. I, nº 150 y ss., ps. 213 y siguientesf

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

porque, atento a la situación en que se halla nuestra legislación pro- imputado, determina la aplicación de la pena. Ello emerge del propio
cesal penal, conviene describir por separado el marco dentro del cual texto constitucional, cuando exige que ese juicio esté ".f1mdado en ley
pueden operarlas decisiones políticas del legislador común, en torno anterior al hecho del proceso" (CN, 18). De manera evidente, sólo un
1
de los fines de la persecución penal14. juicio, en tanto conclusión lógica de un razonamiento fundado en
premisas, representado por el acto que técnicamente llamamos sen-
B. JUICIO PREVIO
tencia., puede estar fundado en algo, para el caso la ley penal previa al
(nul/a poena sine iuditio) hecho que se juzga (principio ele legali.clacl en materia penal)17, una de
1. La sentencia judicial de condena como sus premisasrn.
fundamento de la actuación del poder penal El proceso, en tanto antecedente necesario de ese juicio, del que éste represen-
material del Estado (la pena) ta su conclusión, aparece como último término de la fórmula. Si bien necesario,
como lo predicaremos en el próximo número, la exigencia se relaciona más con
l. El art. 18 de nuestra Constitución nacional comienza: "Nadie las otras garantías, en cuanto demandan que el juicio (la sentencia) sea el resulta-
puede ser penado sin juicio pre vio .fundado en ley anterior al hecho e/el do de un procedimiento imparcial (j'air tria!), que permita al imputado amplia
oportunidad y libertad de defensa, para influir en el juicio del tribunal, con vigen-
proceso".
cia irrestricta de las limitaciones que la propia Constitución impone al ejercicio
Primariamente, la exigencia del juicio previo impone la necesidad
de la persecución penal (incoercibilidad del imputado como órgano de prueba,
de la existencia de una sentencia judicial de condena firme para po- prohibición ~e la ~últiple,persecución fe~al, inviolabilidad del domicilio y la co-
der aplicar una pena a alguien1s. rrespondencia epistolar). Este es el ''.inicio en su aspecto exterior", como conjunto
de actos disciplinados por la ley procesal cuyo objetivo final es posibilitar la ope-
Ello no importa afirmar que la sentencia penal condenato_r~a sea consti.fati.va,
ración intelectual que llamamos sentencia (el juicio en sentido ideológico)Hl.
al menos parcialmente16; lo e1? erí cuanto a la i)ena -en especial en los sistemas
que otorgan facultades discnfcionales al tribunal para fijarla (escalas penales) o
prescindir de ella-, porque la.vo,luntad del tribunal en la sentencia de condena la
crea como instituto concreto· que est.ablece una nueva situación jurídica para
quien la sufre·, y éste es el significado"'claro del principio nulfo poena sine imli.tio; 17 Cf. NúÑEZ, La ley, únicafuente del Derecho penal argentino; SOLER, Laformulació11 ac-
pero no lo es en cuanto a la participación deliétiva, a la culpabilidad y a la misma tiwl del principio nullmn crimen.
punibilidad del hecho, porque ella sólo verifica y declara los elementos (positivos 18 Cf. CARRARA, Programa, vol. II, §§ 779 y ss., ps. 1 75 y ss., quien califica como ideoló-
o negativos) que la ley penal exige para la imposición de una pena. Lo mismo ocu- gico a este sentido ele la significación de la palabra juicio; entre nosotros, siguiendo a CA-
rre con las medidas de seguridad y corrección, aunque ellas, como en nuestra ley RRARA, cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho prncesal penal, t. II, 'Cap. I, 4, e, ps. 29 y s. En un sen-
penal, no tengan siempre origen en una condena. tido contrario, cf. BINDER, Introdu.cció11 al Derecho pr~cesal penal, ps. 111 y ss., quien con-
sidera que una interpretación dinámica e histórica ele la Constitución demuestra que la
Juicio y sentencia son aquí sinónimos, en tanto la sentencia de CN se está refiriendo al "juicio" como institución político-cultural y no como juicio lógi-
condena es el juicio del tribunal que, al declarar la culpabilidad del co. Adhiere a esta posición BovrNo, El'debate, ps. 169 y siguiente.
Hl Son palabras de CARRARA, Progrnma, §§ 781 y 782, p. 176. La Corte Suprema (Follas
CSN, t. 125, p. 10; t. 127, p. 36; t. 127, p. 374) ha comprendido todas las garantías proce-
sales penales del art. 18, CN, indicando que "consisten en la observancia de las formas
sustanciales del juicio, relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por
14 Cf. NINO, Fundamentos ele Derecho constitucionol, ps. 14 y ss., quien analiza como los jueces naturales del reo". Con ello, a pesar ele que comprende la sentencia como ac-
una "aparente paradoja" el hecho ele que, a pesar ele las invocaciones sacramentales a
. to ineludi~le capaz ele fundar la actuación concreta del poder penal del Estado, se re-
la Constitución y de las luchas políticas. que fueron emprendidas en su nombre, en di-
fiere más al "aspecto externo" o n1eramente objetivo de la palabra juicio, que a su sig-
ferentes contextos históricos, cuando la Constitución debe operar en la realidad (por
nificado como operación intelectual. La última sentencia citada aclara, no obstante,
ej., en los procesos de decisión de los jueces y de los legisladores), aparentemente no
que esas formas sustanciales provienen de la garantía ele la inviolabilidad de la defen-
juega un papel relevante. Señala este autor que "ele acuerdo con esta paradoja, la Cons-
sa en juicio.
titución sería tal vez la ficción más monumental de una cultura occidental que no es
Por fuera de toda crítica al significado ele estas palabras, utilizadas por nuestra Cor-
escasa en ficciones. La CGnstitución sería como el famoso vestido del rey que sólo él
te Suprema en cierta sucesión, conviene señalar que ella ha tomado como modelo la
creía que protegía su desnudez porque todos los demás así lo afirmaban: la Constitu-
sucesión fundamental de actos del plenario regulado en el CPCrim. nacional (1889),
ción no protegería nuestra desnudez, frente a los abusos ele poder, no obstante la in-
si11,. advertir 1os vicios de ese tipo ele procedimiento que, a nuestro juicio (valor proba-
sistencia retórica en lo contrario que formaría parte ele nuestras letanías rituales".
tor10 ele actos no controlados por el imputado y su defensor, incluso anteriores al ple-
15 Cf. GoNZÁLEZ, Maniwl, nLl 180, ps. 190 y siguientes. n~r~o. y la falta ele intervención real del imputado en el procedimiento que funda la
16 Cf. MANZINI, Tratado, t. l. p. 106; MAIER, Función normativa de la nulidad,§ 2, 11, ps. sentencia), descalifican tanto al mismo procedimiento, como al fallo, desde el punto ele
51 y ss.; en especial, ps. 5 7 y sigl:liente. vista constitucional. ;.

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

En realidad, sería absolutamente viable imaginar un "juicio", como decisión tado para llevar a cabo esa tarea, ni es válido el juicio que pueda emi-
de una autoridad según una operación intelectual, incluso fundada jurídicamen- tir sobre una condena y la aplicación a alguien de una pena, aspecto
te en una ley pr~via, sin un procedimiento formal que la habilite y prepare; algo que no sólo emerge de la enumeración de las facultades que le son
similar sucede con la facultad concedida al presidente de la ~ación para detener,
cuando el llamado "estado de sitio'' ha sido establecido por la autoridad compe-
concedidas (CN, 75), que no contienen esta autorización, sino tam-
tente (CN, 23). bién, genéricamente, del sistema republicano de gobierno (CN, 1) y,
particularmente, de la advertencia del único juicio de responsabili-
II. El juicio fundante de la decisión de aplicar una pena a alguien
dad para el cual se autoriza a uno de sus órganos (juicio político para
es tarea que le corresponde al poder judicial, dentro del esquema de
el presidente, vicepresidente, jefe.del gabinete, ministros y miembros
división de los poderes soberanos de un Estado, según. el sistema re-
de la Corte Suprema, y suspensión en el cargo legislativo; CN, 53, 59
publicano de gobierno, aspecto que se analizará con detenimiento al
y 70): quien resulte abarcado por un juicio negativo sobre su compor-
tratar el principio delj1lez natural(§ 7, A, 2)20. El presidente de la Re-
tamiento queda sujeto, eventualmente, a "acusación, juicio y castigo
pública no puede -ni tampoco autoridad administrativa alguna que
conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios" (CN, 60), o debe
de él dependa- "condenar por sí ni aplicar penas" (CN, 23), ni "ejer-
ser puesto "a disnosición del juez competente para su juzgamiento"
cer funciones judiciales, conocer las causas pendientes o restablecer
(CN, 70) y el "fallo no tendrá más efecto que destituir al acusado" (CN,
las ya fenecidas" (CN, 109)_2 1 . Tampoco el Poder Legislativo está facul-
60) o "suspender en sus funciones,al acusado" (CN, 70). La única ex-
cepción está representada por lai,~autorización para declarar al acusa-
do "incapaz de ocupar ningún empleo de honor, de confianza o a
sueldo de la Nación" (CN, 60), una forma de inhabilitación, sea ella
20 Fallos CSN, t. 127, p. 374. una pena o una medida de seguridad.
21 Una interesante discusión. g~neró el decreto del Poder Ejecutivo nº 1.002/89 que Las provincias, en sus constituciones políticas, deben distribuir la
dispuso el indulto de "procesados" por las causas seguidas por violaciones a los dere-
chos humanos durante la última dictadura militar. Gran parte de la doctrina entendió competencia estatal de conformidad con este principio básico (CN, 5
que la aplicacion del indulto_ a causas no falladas por el poder judicial significaba una y 123), de manera tal que él rige en todo el territorio de la Nación, con
intromisión del poder ejecutivo en el juzgamient'O ele causas pendientes. Cf. VÁZQUEZ independencia de la organización judicial competente para emitir el
Rossr, Inconstitucionalidad del. indulto a procesados. La doctrina minoritaria, entre noso-
tros, ha aceptado, sin embargo, que el poder ejecutivo pueda indultar a imputados con juicio o decisión judicial de condena que habilita la pena, según la
efecto desincriminatorio, aun con condicionamientos tales como la aquiescencia del aplicación del sistema federal en la administración de justicia.
beneficiado: ZAFFARONI, Tratado de Derecho penal, t. V, p. 42. Una exposición completa
sobre antecedentes históricos, doctrina y jurisprudencia sobre el punto está contenida III. Existe, en nuestra y en nuestra jurisprudencia,
en la disidencia de los jueces CATIANI y COSTA en el fallo dictado a raíz del decreto del la tendencia definida a categóricamente que la sentencia pe-
Poder Ejecutivo citado en un comienzo (CCCF de la Capital de la República, "Suárez
Masan y otros s/homiciclio y privación ilegítima de la libertad", resuelta el nal -en realidad: toda debe ser fundada para ser
13/11/1989), II y III: su texto en "Doctrina Penal", 1990, ps. 418 y siguientes. válida, y, más aún, que ello deriva de la interpretación sistemática del
La cuestión no puede decidirse sino en el sentido de que el Poder Ejecutivo no po- texto de la Constitución nacional, en especial de la garantía del juicio
see la facultad de indultar a imputados. En primer lugar, aun aceptando la proceden-
cia histórica ele la facultad ele indultar del PE (EE.UU.), resulta claro que ella, por la vi- pre·vio f1lndaclo en ley anterio1' al hecho imputado (CN, 18) o de la que
gencia irrestricta del principio de oportunidad en la persecución penal y por la perte- , dispone la inviolabilidad de la defensa del imputado (CN, 18), y como
nencia exclusiva de esta persecución al Poder Ejecutivo en el modelo de los EE.UU., no exigencia de la forrna republicana. de gobierno (CN, 1)22. En ese senti-
puede ser trasladada, sin más, a un sisrema de persecución penal regido por el princi-
pio ele legalidad como deber, incluso amenazado con pena para su incumplimiento
(CP, 71 y 274). En segundo lugar, el texto constitucional es claro cuando describe la fa-
cultad -indultar y conmutar penas (CN. 99, inc. 5)- y tal texto resulta, precisamente, 22 Cf. DE LA RúA, El recurso de c~sación, nº 50 y 51, ps. 149 y ss., nº 129, ps. 363 y ss; en
de un agregado a la fuente originaria: ele tal manera, rige en toda su extensión la pro-
hibición, para el PE, de inmiscuirse en causas pendientes (CN, 109), prohibición que Fallos CSN, t. 240, p. 160; t. 287, p.'306; t. 297, p. 362; t. 268, p. 186; t. 261, p. 209; t. 262, p.
no puede referirse solamente a condenar por sí o a aplicar penas, porque ella ya cons- 144 y t. 262, p. 459. La Corte Suprema ha calificado las sentencias infundadas, con fun-
ta, a la letra, en la CN, 23, y, ele paso, en el art. 18, sino que, claramente, se refiere a la damentos meramente aparentes o vicios lógicos en la motivación como arbi.trarias, se-
prohibición de evitar la persecución penal, cerrando el caso, para que no sea tratado gún su conocida doctrina sobre la arbitrariecfad como sustento del recurso extraorclina- ·
por los tribunales. En tercer lugar, la ley reglamentaria de la Constitución, para el ca- ri9 .ante ella (inconstitucionalidad) y causa de la descalificación de la sentencia: cf. CA-
so, el CP, define al indulto como modo de eJctinción de la pena y de sus efectos (CP, 68) R~ró, G. R.-CARRIÓ, A. D., El recurso e.ct1~aorclinario¡por sentencia arbitraria, 3ª ed., en espe-
y, en cambio, a la amnistía, como modo de extinción de la acción penal (CP, 61). cial, t. I, cap. XIII, 2, B, ps. 240 y ss., y .'.J, ps. 259 y ss., y t. II, cap. IX, ps. 139 y siguientes.

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

embargo, deja de lado que, históricamente, el traslado a los jurados de la adminis-


do, se entiende por fundar la sentencia, o por motivarla, como tam-
tración de justicia, a través de la integración de los tribunales de juicio y de su ve-
bién se enuncia esa exigencia para su validez, no tan solo la expresión redicto vinculante, elemento esencial de las repúblicas modernas, implica que,
de las premisas . . del juicio, las circunstancias de hecho yerificadas y las por lo menos en lo que respecta a la valoración probatoria, los jueces deciden
reglas jurídicas aplicables, como alguna vez se ha entendido en senti- según su íntima convicción, hecho que significa que no darán razones sobre la con-
clusión a la que arriban2°. La necesidad de fundar la sentencia es propia de tribu-
do muy estricto23, sino, antes bien, la exposición de las razones de
nales integrados por jueces profesionales y permanentes, que aplican en la valo-
hecho y de Derecho que justifican la decisión. Esto es, en lenguaje vul- ración de la prueba el sistema de las pniebas legales y cuyas sentencias pueden ser
gar,da exteriorización del por qué de las conclusiones de hecho y de controladas por tribunales superiores, según la organización jerárquica de los ór-
Derecho que el tribunal afirma para arribar a la solución· del caso: se ganos de administración de justicia. Así se explica que en nuestro país fuera Ro-
SAS, por ley del 6/12/1838, quien estableció la exigencia de fundar las sentencias.
reconoce que una sentencia está fundada, al menos en lo que ):lace a
Sobre los jueces populares (jurados), por lo demás, no recae, en principio, la
la reconstrucción histórica de los hechos, cuando rnencimw los elernen- responsabilidad política que regulan los pactos constitucionales. Tras este argu-
t;os de prueba. a través de los cuales arriba racionalmente a una deter- mento, aun sin consignarlo, juega la idea que, por lo menos hasta ahora, domina
minada conclusión fáctica, esos elementos han sido 1;álidmnent;e i,ncor- nuestra organización judicial: jueces profesionales como funcionarios públicos
pennanentes y tribunales organizados verticalmente, eslabonados de inanera je-
pora.dos a.l proceso y son aptos para. ser ·valora.dos (legitimidad de la va-
rárquica.
loración), y exterioriza la valoración probatoria, esto es, contiene la El segundo argumento reside en otorgar la posibilidad al justiciable de criti-
explicación del por qué de la conclusión, siguiendo las leyes del pensa- car la sentencia y lograr un nuevo examep de la cuestión, al menos limitadmnen-
niient;o hum.a.no (principios lógicos de igualdad, cont;ra.dicci.ón, tercero te (casación), con lo que aquél adquiere una nueva oportunidad para ejercer su
defensa. Pero, si se afirma unánimern:nte que ni la defensa ni el juicio previo exi-
excluido y razón s1ifi.ciente), de la. experiencia. y de la. psicología común 24 • ~.,
gen que las leyes procesales posibiliten la impugnación de la sentencia y el nue-
En verdad, la afirmación reconoce sólidos fundamep.tos poJfü~os, aun cuando vo examen del caso en otra instancia27, como lo hizo nuestra Corte Suprema en
su fundamentación constitucion'al peque por l~ escasez. de su desarrollo analítico, varios fallos anteriores a la ratificación de la Convención americana sobre derechos
aspecto que se muestra en los argumentos políticos generalizantes que son trasla- humanos (8, n!! 2, h) y a su incorporación a la CN (75, inc. 22), no se explica por qué
dados, sin más, al texto constÚ:ucional. Los dos argumentos fundamentales que la misma Corte, al interpretar la garantía, funda la necesidad de que el justiciable
son utilizados se apoyan en la forma reFJublicana de gobierno y en la garantía de pueda criticar la sentencia. A decir verdad, el argumento se vincula más con nues-
defensa para el justiciable. , , tra preferencia por los controles internos (organización judicial vertical, recursos
Por el primero de estos argumentos se expresa que las repúblicas modernas, contra la sentencia), provenientes del siste1na continental europeo de administra-
para tornar efectivo el control popular sobre la administración de justicia y el jui-
ción de justicia y, sobre todo, de la época de la Inquisición, que no hemos aban-
cio de responsabilidad sobre los jueces, no sólo necesitan que el juicio sea públi-
donado totahnente, que con el sistema republican,o, para el cual el control ex·terno
co, sino, también, que la decisión exteriorice los motivos que la justifican; ello per-
(popular) del proceso (publicidad) y la decisión (participación de los ciudadanos
mite, además, evitar, en lo posible, las decisiones caprichosas o apoyadas sólo en
en ella) predomina. Con prescindencia de esta contradicción de criterios, la recep-
irnpresiones o intereses subjetivos, erigiendo a las sentencias en verdaderas ope-
ción actual del derecho del condenado al recurso (§ 6, H), a través de la incorpo-
raciones intelectuales acordes con el racionalismo moderno25. El argumento, sin
ración de las convenciones y pactos sobre derechos humanos a la Constitución
(CN, 75, inc. 22), no se refiere, necesariamente, a la exigencia de que el veredicto
o la sentencia sean fundados: basta con concéder al condenado la posibilidad de
demostrar que el veredicto o la sentencia es irracional, en el múltiple sentido de
23 Cf. PETERS, Straf]Jrozefl, § 51,·IV, ps. 406 y ss.; MAIER, La Ordenanza procesal alenw- que surge de un procedimiento formalmente injusto o que arrojó un resultado in-
na, vol. II, § 267, p. 236.
justo (iudi.cium. rescindens) por defectos graves, cuya corrección puede conducir a
24 Cf. NúÑEZ, El contralor de las sentencias de los tribunales deju.icio por la vía de la ca- una absolución o, al menos, a una sentencia más benigna, inmediatamente o a
sación, III, ps. 84 y ss.; MAIEH, Forma del aúto de procesamiento, V, ps. 43 y ss.; en ambos través de un nuevo juicio sobre la imputación.
las exigencias propias de la motivación; BACIGALUPO, La i?n7rngnación de los hechos pro-
bados en la casación penal, p. 70; también, DE LA RúA, La casación penal, nº 37 y ss., ps. Nuestra Constitución nacional no presta apoyo a aquellos que pre-
112 y ss., con mayor amplitud. Estas son reglas propias del sistema ele libre convicr.ió11
o sana crítica en la valoración ele la prueba: cuando se sigue el sistema de pruebas lega-
tenden que la reconstrucción de hechos integrante de la sentencia pe-
les o existe alguna regla ele prueba legal (por ej., la ley ele matrimonio civil nº 2.393 ~hoy
derogada], 96, CC, 80 y SS., 104, 263), la exigencia y SU control SOn puramente jurídicos:
consisten en determinar si las afirmaciones fácticas ele la decisión derivan de la correc-
ta aplicación de las reglas que la ley prevé.
2G Cf. BINDER, Introducción al Derecho procesal penal, ps. 244 y SS., y CAFFERATA NORES,
25 Cf. CORTÉS, Exposición de la reforma constitucional sancionada en 1870, 2u ed.; GA- Lq prueba en el proceso penal, 2u ecl., ps. 38 y sig1-lientes.
VIER, La motivación de las sentenci.as, ambos transcriptos pór DE LA RúA, Ef,.·recurso de ca-
sación, ps. 150 y siguientes. · .27 Fallos CSN, t. 238, ps. 305 y 333; t. 244, p.;180; t. 247, p. 202; t. 248, p. 101.

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

nal, esto es, la premisa fáctica del juicio previo fundante de la aplica- cial vertical, de tipo 'inquisitivo. Si ello es así, quiere significar que estas conven-
ción de la pena, deba ser motivada en el sentido indicado. No sólo no ciones exigen, para conceder validez y ejecutoriedad a las condenas, la posibili-
dad de someterlas a revisión para exigir la prueba de la doble conforme29, al me-
existe en el texto constitucional ninguna oración de la que se pueda
nos desde el punto de vista de la aplicación de todas las garantías jurídicas que
desprender esa ~xigencia, sino que, por el contrario, l<Íley fundamen- esos pactos contienen. De allí emerge, también, que una sentencia favorable al
tal ha estimado consustancial a nuestra.forma repllblica.na. de gobierno imputado (por ej., una absolución) no puede ser objeto del recurso del acusador,
el jllicio por jllra.dos. El jurado clásico, como modelo de tribunal de pues si él consigue éxito no existirá la doble conforme, a menos que esa sentencia
d~ condena, prhnera que se dicta, sea, a su vez, recurrible por el acusado. Conclu-
juicio, representa la inexistencia de toda expresión de motivos que
sión: la concepción del recurso contra la sentencia condenatoria como garantía
apoye el veredicto en el cual concluye, pues, tanto históricamente, co- (doble c01~f'onne) impide conceder un recurso contra la sentencia al acusador. De
mo en el Derecho comparado, esos tribunales valoran la prueqa por esta manera se respeta mucho más rigurosamente la prohibición de perseguir
el sistema de íntim.a con:vicción, sin necesidad de exteriorizar las razo- más de una vez al acusado (ne bis in idem), verdadera garantía procesal que recha-
nes por las cuales arriban a una determinada conclusión aprobatoria za cualquier tipo de interpretación en pe:r:juicio del imputado de las seguridades
jurídicas que lo amparan.
o desaprobatoria del comportamiento imputado. De allí emerge que
nuestra misma Corte Suprema haya debido contrariar sus afirmacio- Las argumentaciones anteriores sólo pretenden destruir la afirma-
nes genéricas acerca de la invalidez de las sentencias infundadas, ba- ción categórica acerca de que las conclusiones fácticas enunciadas en
se de su doctrina sobre la arbi.trari.edad, que habilita el recurso extra- las sentencias penales tengan que-ser motivadas, por exigencia cons-
ordinario ante ella, en el único. caso legislativo que supone el juicio titucional. NÓ sería contraria a ~uestra Constitución una ley procesal
por jurados28. que, admitiendo el jurado clásico, permitiera resolver las cuestiones
Por lo demás, es hipócrita sostener que la exigenci~·tl~ motivar los de hecho afirmándolas o negándolas, sin exponer públicamente los
fallos penales, explicando la
valoració~ de la prueba por la que se motivos de la decisión.
arriba a determinada conci~sión fáctica, constituye una garantía in- Sin embargo, ello en nada empece a que las leyes exijan la funda-
dividual, integrante del jllicio prevjo. Si ello fuera así no debería pro- mentación clara de la reconstrucción histórica que, como premisa, in-
ceder la anulación de sentencias favorables al imputado por este mo- tegra la decisión penal_, y mucho menos se opone a la previsión de un
tivo, cuando, por ejemplo, la sentencia considera que el hecho no recurso que posibilite la anulación de las sentencias infundadas
existe, el imputado no ha participado en él o, por alguna circunstan- (casación formal). Al contrario, políticamente la exigencia resulta ade-
cia, afirma una justificante, rechaza la culpabilidad o la misma puni- cuada, por las razones ya observadas, ·incluso como imposición
bilidad. Y, sin embargo, la exigencia es utilizada de ordinario por moderna del sistema republicano, cuyo progreso no está vedado. Los
nuestra misma Corte constitucional para casar sentencias favorables tribunales de escabinos, fórmula mixta que posibilita mantener los
al imputado (o sin recurso defensivo), por supuesto, con total prescin- jueces populares y accidentales en comunión con los jueces profesio-
dencia de lo que dispone la ley procesal aplicada, pues ella no es ob- nales, intentan allanar el camino para esa idea30.
jeto de interpretación y aplicación por esa Corte, salvo su rechazo
porque se opone a una garantía constitucional (que pertenece sólo al
imputado). 2 9 Cf. FERRANTE, La garantía de impugnabilidad de la sentencia penal condenatoria,§ 1,
p. 17.
Sólo unas palabras al respecto, porqúe el recurso contra la sentencia condena- 30 Ya CARRARA, Programa. t. 2, ps. 143 y ss., se ocupaba de observar cómo la participa-
toria como garantía procesal se estudiará en este parágrafo, H (también sus reper-
ción ciudadana en la administración ele justicia se podía concebir exigiendo la funda-
cusiones en § 7, D). La CADH (8, n!.' 2, h) y el PIDCyP (14, n!.' 5), hoy incorporados mentación de la sentencia.
a la ley fundamental (CN, 75, inc. 22), prevén la necesidad de reglar un recurso Sobre el modelo escabinado de jurados, cf. CAVALLERO-HENDLER, ]11sticia y participa-
para el acusado frente a la sentencia de condena: el recurso contra la condena es ción, ps. 110 y ss.; también BrNDER, llltroducción al Derecho procesal penal, ps. 105 y ss.
entendido aquí como una garantía procesal y no deriva de la organización judi- El CPP Córdoba (1991) prevé la integración del tribunal con jurados en el caso ele que
el máximo de la pena prevista para los delitos contenidos en la acusación supere los 15
años de reclusión o prisión; opta por el sistema ele tribunal esca binado -demasiado de-
_g~·aclado, casi simbólico- y otorga a los jurados las mismas facultades que a los jueces
-técnicos, cf. CAFFERATA NoRES, Introducción al nuevo Código procesal penal de la Provincia
28 Fallos CSN, t. 298, ps. 281 y 286.; t. 300, p. 1173; t. 303, p. 2001. de Córdoba, p. 36. Ya antes, un proyecto legishÍ'tivo para la justicia nacional, que no re-

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

En realidad, las leyes, aun cuando inirando siempre a nuestros tri- salvo la posibilidad del ofendido de evitar la persecución penal o de
bunales técnicos y permanentes, han exigido claramente la motiva- perdonar la pena en casos excepcionales, que la ley prevé, la. pena es
ción del fallo sobre los hechos (Constitución de la pr9vincia de Cór- sienipre pública. y Sll imposición sólo plleele provenir ele ww. sentencia pe-
doba, 155; CPP"Nación, 123 y 399; CPP Córdoba, 142 y 408, inc. 2; CPP nal conelena.toria., aun en aquellos casos en los cuales se reconoce al
Tucumán, 142 y 408, inc. 2; CPP Costa Rica, 106 y 395, inc. 2) y regu- ofendido cierto poder de disposición sobre su aplicación o su ejecu-
lado un recurso idóneo para anular la sentencia dictada con inobser- ción (delitos de instancia y acción privada). El reo, en cambio, no po-
vancia de esa exigencia: la casación. see ningún poder de disposición sobre la pena, de manera tal que la
composición privada se torna, e;n principio, imposible;
IV. La sentencia penal pronunciada por el órgano judicial compe-
La incorporación a la ley penal de la reparación como tercera vía, ya produci-
tente para ello es hoy el único fu:nclarnento qlle aclntite la apli.ca.c'ión ele
da aun cuando limitadamente en el texto originario del CP, 117 y 132, y hoy fun-
llna pena. Desde que la sociedad moderna prohibió la justicia de pro- dante de un movimiento vigoroso, inclusive para nosotros (CP, 76 bis y ce.; ley n!.!
pia mano (venganza privada) y erigió al Estado (poder político cen- 23. 771, 14), tiende a rechazar parcialmente esta afirmación31.
tral) en depositario y monopolizador del poder penal, constituyendo En el Derecho procesal penal comparado, incluso, la libre decisión del impu-
tado sobre la pena que merece, consensuada con el acusador, tiene influencia de-
a la pena como un instituto público, ella sólo puede ser impuesta por
cisiva (CPP Italia, 444 y ss.) en ciertos casos y, más allá de ello, gobierna también,
un órgano oficial determinado por la ley. El principio rige aun en los en conjunto con el acusador y el juez, el,,. rito a aplicar (CPP Italia, 438 y ss.).
casos que toleran la persecución penal privada (CP, 73 y ss.). Él mar-
ca una profunda separación entre el perecho privado y el Derecho pe-
a
V. Decir que, para someter alguien a una pena, es necesario el
pronunciamiento de una sentencia firme de condena que declare su
nal. En el Derecho privado, la composición entre los ti_tl.J)ares de inte-
culpabilidad en un delito determinado y le aplique la pena, y que, co-
reses en conflicto .sigue sie_ndo una forma admitida 1-y natural- de
mo veremos, para obtener legítimamente esa sentencia, es preciso
solución dé esos conflictos;· sólo repugnante en casos excepcionales,
tramitar un procedimiento previo, según la ley, en el que se verifique
que interesan a normas de "orden público''; la crn.tonomfo. ele la. 'Volun-
la imputación, es lo mismo que sostener que, durante el procedi-
tad rige ampliamente en .ese ámbito, aun para la solución de los con-
miento o, si se quiere, durante la persecución penal, el imp1lta.clo es
flictos sociales o para la determinación de la sanción, de manera tal
consiclera.elo y tratado conw lln inocente, por principio. La importancia
que, por ejemplo, cualquiera puede acordar haber causado un daño
que esta máxima asume en la construcción dogmática de toda la es-
a otro por su culpa y obligarse a hacer efectiva una reparación deter-
tructura del Derecho procesal penal ju~tifica su tratamiento separado
minada, perfectamente ejecutable, incluso coactivamente, aunque la (ver § 6, C), tradicional entre nosotros.
composición haya sido privada, sin intervención estatal. Lo expresado de ninguna manera afirma que el imputado sea ino-
En cambio, el principio de la autonomía de la voluntad tiene muy cente hasta el momento en que se dicte una sentencia de condena fir-
escasa importancia en el Derecho penal (CP, 73 y ss., persecllción pe- me, que consütllye o crea la culpabilidad; se es inocente o culpable (en
nal pri'va.cla; CP, 72, instancia privada; CP, 59, inc. 4, extinción ele la per- sentido amplio) en el momento del hecho, según lo que se hizo o se
secución penal por renllncia del o.fendi.do en los delitos ele acción pri.va- dejó de hacer (comportamiento observado), pero el orden jurídico
ela.; CP, 69, extinción ele la pena por perdón elel o.fenelielo en los eleli.tos ele (normativo) sólo comienza a tratar a una persona como culpable des-
acción pri'va.ela) y absolutamente p.inguna en cuanto a la imposición de el momento en el cual la sentencia de condena queda firme.
de una pena en el sentido antes señalado, sin intervención del órga- El CP, 66, que define el momento en que comienza a correr la pres-
no judicial competente y prescindiendo de la sentencia penal. Así, cripción de la pena -desde la medianoche en que se notifica al reo la
sentencia condenatoria firme-:-, proporciona fundamento normativo
suficiente para establecer la nueva situación jurídica del condenado,
conforrp.e al principio estudiado.
cibió aprobación, había optado poi· el modelo del jurado escabinado. Se trata del Pro-
yecto de Ley Orgánica para la Justicia Penal y el Ministerio Público complementario
del Pr. de CPP Nación (1986): cf. "Doctrina Penal", cuaderno n!! 2, 1988; cf. también las
ponencias presentadas con motivo .del Symposium internacional sobre la transformación 31 Cf. MAIER, El ingreso de la reparación del daiw como tercera vía al Derecho penal ar-
de la justicia penal, en AA.W., Hacfr1 ww nueva justicia penal, t. I, ps. 91 y siguientes. gentino.

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B. Juicio previo § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

2. El proceso legal previo n. El procedimiento previo exigido por la Constitución no es cual-


(nulla poena sine processu) quier proceso que puedan establecer, a su arbitrio, las autoridades pú-
blicas competentes para llevarlo a cabo, ni ellas en combinación con
I. La ley fundamental supone también un procedimiento previo a el imputado y su defensor, aun cuando ·se propongan observar -y de
la sentencia tal que, precisamente, le procure los elementos para la hecho lo hagan- las garantías de seguridad individual previstas en la
decisión del tribunal respecto de la imputación deducida, esto es, los ley suprema. Al contrario, se debe tratar de un procedimi.ento jurídico,
elementos que le permitirán construir, sobre todo, la premisa fáctica esto es, reglado por ley, que defina los actos que lo componen y el or-
en la que apoyará su resolución, aplicando la ley penal o prescindien- den en el que se los debe llevar a cabo3 5 •
do de su actuación. Este es otro de los sentidos que en la Constitución Ello implica la necesidad de una ley del Estado que lo establezca y
asume la cláusula del "juicio previo", no sólo porque la misma pala- el deber de los órganos legislativos competentes de dictar la ley ade-
bra "proceso" aparece al final de la regla (CN, 18, párr. I), sino, espe- cuada para llevarlo a cabo, que organice la administración de justicia
cialmente, porque los preceptos de garantía judicial que el mismo penal (ley de organización judicial) y que establezca el procedimien-
artículo contiene se ocupan, precisamente, de las formas fundamen- to penal que los órganos públicos de persecución y de decisión debe-
tales que debe observar ese proceso previo. rán observar para cumplir su cometido (ley de enjuiciamiento penal,
Por ello se ha sostenido que la reacción penal no es inmediata a la entre nosotros: Código procesal p~mal).
comisión de un delito, sino mediata a ella, a través y después de un
procedimiento regular que verifique el fundamento de una sentencia
Es por esta razón que no asegura la
administración de justicia en materia penal
(CN, 5) la provincia que responde insuficientemente al deber de organizar la jus-
de condena32; ello ha sido traducido afirm,ando la me,diartez de la con- ticia, estableciendo los órganos de decisión y de persecución penal necesarios y
minación penal, en el sentido de que el poder penal del Estado no suficientes para llevar a cabo el procedimiento penal, y al deber de dictar una ley
habilita, en' nuestro sistema~ a'la coacdón directa, sino que la pena ins- de enjuiciamiento adecuada a las seguridades individuales que prevé la Constitu-
ción nacional; esa conducta omisiva habilita la intervención federal (CN, 6) para
tituida por el perecho penal repres,,,enta una previsión abstracta, ame-
poner remedio al defecto y así garantir la forma republicana de gobierno 30 .
nazada al infractor eventual, cuya concre~~ón sólo puede ser el resul-
tado de un procedimiento regulado por la ley, que culmine en una III. Pero el procedimiento reglado que exige la Constitución tam-
decisión formalizada que autoriza al Estado a aplicar la pena33. Ésta poco es cualquier procedimiento establecido por la ley, sino uno acor-
es la razón por la que, en nuestro sistema, el Derecho procesal penal de con las seguridades individuales y formas que postula la misma
se torna necesario para el Derecho penal, porque la realización prác- · ley suprema (juez natural, inviolabilidAad de la defensa, tratamiento
tica de éste no se concibe sino a través de aquél. del imputado como inocente, incoercibilidad del imputado como ór-
gano de prueba, inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia
Salvo el caso excepcional de la legítima defensa (CP, 34, incs. 6 y 7), en el que
se tolera la reacción directa contra el injusto, el Estado ha tomado para sí la fun- epistolar, juicio público a decidir por jurados en la misma provincia
ción de administrar justicia en materia penal, por intermedio de un proceso re-
gular y monopolizando la reacción -mediata- contra el infractor. Excluye así la
venganza privada y la reacción directa que el orden jurídico sólo permite por ex-
cepción, cuando reconoce la posibilidad de salvar el bien jurídico amenazado y
creado d€ pérdida de bienes jurídicos) el Estado, monopolizador de la fuerza, está au-
admite que la protección estatal llegará demasiado tarde34.
torizado a reaccionar inmediatamente -más aún, sus funcionarios de seguridad tie-
nen el deber de evitar el daño o que él comprenda consecuencias perniciosas anterio-
res (aprehensión del agresor, allanamientos necesarios sin orden judicial, etc.)- con
empleo de la fuerza, si bien limitadamente. La defensa legítima individual, del agredi-
do o de un tercero, representa.~sólo una excepción al monopolio estatal de la violencia;
32 Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, t. II, p. 24; CAFFERATA NORES, Introduc- incluso se la concibe, en ocasiones, como una excepción al monopolio estatal de la pe-
ción al Derecho 7frocesal penal, cap. IV, n~ 2, ps. 58 y ss., y nQ 3, ps. 63 y siguiente. na: cf. NINO, La legítima defensa, cap. II, § 3, c, ps. 51 y ss., § 4, e y f, ps. 72 Y ss., Y§ 5, ps.
33 Cf MANZINI, Tratado, t. 1, p. 106. ,76 y ss.; él titula a esta defensa legítima: defensa punitiva.
34 Al efecto explicativo basta: reacción por intermedio de la pena estatal sólo después 35 Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, t. II, cap. I, 4, b, ps. 25 y ss.; HENKEL,
de un procedimiento previo y reglado. Sin embargo, veremos después que, al efecto de· "S.tmfverfa.hrensrecht, § 23, I, p. 95.
repeler la agresión antijurídica y d.e evitar el daño que ella amenaza causar (riesgo 3ü Cf. GONZÁLEZ, Manual, nu 180, p. 190 y si!tuiente.

488 489
§ 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento ·
C. Inocenci~

en la que se cometió el delito), al regular de esta manera las pautas culpables por sentencia .firrne, aun cuando respecto a ellos se haya abier-
principales a las que deben ajustarse las leyes de enjuiciamiento pe-
to una ca.usa. penal y cu.alquiera qu.e sea el proceso de esa causa41.
nal, que ellas dében reglamentar con minuciosidad. La historia revela que esta declamación tan drástica es consecuencia de la reac-
Desde este 'punto de vista el proceso penal es un ~rocedimiento de ción que se produjo contra la Inquisición. Así, la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano estableció en Francia que "presum.iéndose inocente a todo
protecci.ón jurídica para los justiciables, y el Derecho proc~sal penal hom.bre hasta que haya sido declarado culpable ... " (art. 9). De la misma manera, mu-
una ley reglamentaria de la Consti.t:ución (CN, 28; ver § 2, B, 1, b, y § 3, chas constituciones declaran expresamente la inocencia del imputado hasta la
B, 2). sentencia firme de condena42, o, con fórmula equivalente, no consideran culpa-
ble a ninguna persona sin declaración de su culpabilidad por sentencia firme. La
Debido a la importancia de estos principios rectores, los próximos números de
este parágrafo se ocuparán de ellos separadamente. Ellos, y no la regla aquí estu- Declaración 1nliversal de derechos li umanos, hoy incorporada a nuestra Constitu-
diada, constituyen y dan contenido a la garantía del debido proceso legal (due pro- ción nacional (75, inc. 22), ha repetido la fórmula (art. 11, párr. I): "toda persona
cess of law, según denominación anglo-sajona37), pues establecen jurídicamente acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe
los principios políticos que conforman la base del Derecho procesal penal argen- su culpabili.dad, conform.e a la ley y enjuici.o público en el que se hayan asegurado to-
tino38. No se trata, en efecto, de principios jurídicos extraídos por inducción de das las garantías necesarias para su defensa"43.
las diferentes reglas o casos abstractos que regula la ley39, sino de pautas genera- "Presumir inocente", "reputa\· inocente" o "no considerar culpable" significan
les establecidas en la Constitución que gobiernan la vigencia y hasta la interpre- exactamente lo mismo; y, al inismo tiempo, estas declaraciones formales mentan
tación de las leyes procesales comunes; son, en verdad, decisiones políticas gene- el mismo principio que emerge de la exigencia de un "juicio previo" para infügir
rales de cuyo contenido deben derivar, deductivamente, el reglamento procesal una pena a una persona. Nuestra Corté Suprema lo ha entendido así desde anti-
tendiente a hacerlas efectivas; no son inmutables y perennes, a la manera de la afir- guo (Fallos CSN, t. 7, p. 371; t. 16, p.'138; t. 54, p. 273; t. 64, p. 352), al referirse a la
mación iusnaturalista, pero sí necesarias para nuestras leyes de enjuiciamiento, privación de libertad procesal, una de las principales repercusiones de este prin-
pues condicionan su vigencia. :s ~ cipio, y afirmar que "el encausado tiene a su favor la presunción de inculpabili-
dad", fundada "también en la Constitución porque nace de la forma republicana
C. INOéENCIA de gobierno y del espíritu liberal de nuestras instituciones (art. 33, CN)" (Faltos
1. Concepto CSN, t. 102, p. 225; lo destacado es nuestro).

La inocencia o la culpabilidad se mide, sin embargo, según lo que


La ley fundamental impide que se trate como si fuera culpable a
el imputado ha hecho o ha dejado de hacer en el momento del hecho
la persona a quien se le atribuye un hecho punible, cualquiera que
que le es atribuido: es inocente si no desobedeció ningún mandato o
sea el grado de verosimilitud de la imputación, hasta tanto el Estado, ·
no infringió ninguna prohibición o si, comportándose de esa mane-
por intermedio de los órganos judiciales establecidos para exteriori-
ra, lo hizo al amparo de una regla per~isiva que eliminaba la antiju-
zar su voluntad en esta materia, no pronuncie la sentencia penal fir-
ridicidad de ese comportamiento, o bien concurrió alguna causa que
me que declare su culpabilidad y la someta a una pena. Según se ob-
eliminaba su culpabilidad o, en fin, se arriba al mismo resultado
serva, la afirmación emerge directamente de la necesidad del juicio
práctico ante la existencia de una de las causas que excJuyen la puni-
previo, antes explicada (V, B, 1). De allí que se afirme que el imputado
bilidad; culpable es, por el contrario, quien se comportó contravi-
es inocente du.rante la sustanciación del proceso40 o que los habitantes de
niendo un mandato o una prohibición, de manera antijurídica, cul-
la Nación gozan de un estado de inocencia., mientras no sean declarados
pable y punible. La declaración estudiada no quiere significar, por
ello, que la sentencia penal de condena consti.tuya la culpabilidad, si-
no, muy por el contrario, que ella es la única forma de decla.ra.r esa
37 Cf. ISRAEL-LAFAVE, Criminal Procedure. Constitutional Limi.tations, 3ª ed., cap. 1, ps. 3 culpabilidad, y de señalar a un sujeto como autor culpable de un he-
y ss.; WEINREB, Leading Constitutional Cases on Criminal]ustice, 1, XIV, ps. 2 y siguientes.
38 Bases constitucionales es la denominación que utiliza CLARIÁ OLMEDO, Tratado, t. I,
cap. 3, ps. 211 y ss.; cf., también, Nrno. Fundamentos de Derecho constitucional, ps. 445 y
siguientes. ·
41 CLARIÁ OLMEDO, Tratado, t. I, p. 231.
39 A la manera de los principios jurídicos generales según lo postula SOLER, La inter-
42 Constitución para la provincia ele Córdoba, art. 39.
pretación de la ley, XX, ps. 171 y ss. (cf. también, V, ps. 31 y siguientes).
40 VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, ps. 39 y siguiente. 43 En el mismo sentido la Convención eur<Jpea sobre derechos humanos, art. 6, párr. II.

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

cho punible o partícipe en él, y, por tanto, la única forma de imponer recta). Es por ello que quienes piensan así creen, en definitiva, que la afirmación
seria de esta "presunción de inocencia" imposibilitaría la persecución y el proce-
una pena a alguien (ver B 1, I y V)44.
dimiento penal.
De tal manera, el principio estudiado sólo quiere significar que to- Las reacciones contra el pensamiento liberal en materia penal -por ej., el 'fas-
da persona deb~ ser tratada como si fuera inocente, désde el punto de cismo- abominan de esta regla de principio: "nada más burdamente paradójico
vista del orden jurídico, mientras no exista una sentencia penal de e irracional"46; la base es la misma: si se persigue penalmente o se somete a pro-
ceso a una persona es porque se la presume culpable y no inocente; las presuncio-
condena; por ende, que la situación jurídica de un individuo frente a
nes son medios de probar indirectamente el hecho; la afirmación del principio
cualquier imputación es la de un inocente, mientras no se declare cOn seriedad y aceptando todas sus consecuencias imposibilitaría la persecución
formalmente su culpabilidad y, por ello, ninguna consecuencia penal penal, transformaría radicalmente el procedimiento y derogaría varias de sus ins-
le es aplicable, permaneciendo su situación frente al Derecho regida tituciones (por ej., el encarcelamiento preventivo).
por las reglas aplicables a todos, con prescindencia de la imp~ación El pensamiento republicano y liberal, en cambio, aprecia la máxima como
punto de partida de toda su comprensión del proceso penal47 y le otorga un
deducida. Desde este punto de vista es lícito afirmar que el imputado contenido material indiscutible, que influye sobre las principales instituciones
goza de la misnw. situación.jurídica que un hwcente. Se trata, en verdad, procesales (la prueba, la sentencia, la situación del imputado, las medidas de coer-
de un punto de partida político que asume -o debe asumir- la ley de ción) y que intentaremos precisar inmediatamente48. Hasta lo que nosotros cono-
cemos, el principio rigió también en el derecho socialista4!1. Desde el punto de vis-
enjuiciamiento penal en un Estado de Derecho, punto de partida que
ta del in dubio pro reo, una de sus repercusiones, a la hora de dictar sentencia, se
constituyó, en su momento,-la reacción contra una manera de perse- trata, en verdad de una praesmnptio i11.ris ta:ntmn, porque impide condenar y
guir penalmente que, precisamente, partía desde el extremo contra- manda absolver cuando la culpabiliJad del imputado no ha sido verificada con
rio. El principio no afirma que el imputado sea, en verdad, inocente, certeza (fuera de toda duda racional), esto es, cuando los órganos de persecución
penal no han podido destruir la situación de inocencia, construida de antemano
sino, antes bien, que no puede ser consid~rado culpabre hasta la de-
cisión que pone fin al procedimiento, c'ondenándolo·~
Si se hubiera comprendido e1 principio de esta inanera es posible que todas
las discusiones en torno a él se hubieran..,evitado o, por lo menos, hubieran encon-
trado el lugar que les corresponde: la discusión política favorable o desfavorable 46 Cf. MANZINI, Tratado, t. I, nº 40, II, ps. 253 y ss. En él se unen a un mismo tiempo,
a ese punto de partida. ' ' la reacción fascista contra el liberalismo y el rechazo al pensamiento francés del Ilumi-
El positivismo criminológico, tan adepto a razonamientos empíricos, con des- nismo ("absurdo escogitaclo en Francia").
Interesante es observar la interpretación que él acuerda a los aforismos Innocens pra-
precio de las previsiones normativas, llegó a definir como absurda esta garantía
esumitur, cuius nocentia non probatur (se presume i.rrocente aquél cuya inocencia no se
de la seguridad individual, al menos en ciertos casos (confesión, delito en flagran- prueba) y Omnis praesumitur bonus nisi probetflr malus (todos se presumen buenos
te, delincuentes habituales, reincidentes o por tendencia); para ellos, la hipótesis mientras no se prueba que son malos), provenientes de la época inquisitiva (el último
sólo sería admisible si se trata de un delincuente ocasional que ha rechazado la de la Ordenanza criminal francesa ele 1670, art. 28, V): "Esto no significa que el impu-
imputación, y, aun en ese caso, durante cierto período del procedimiento, porque tado deba presumirse inocente mientras está en curso la instrucción o el juicio, sino
el encarcelamiento preventivo, fundado en la sospecha evidente o en la probabi- más bien que al absuelto por cualquier motivo se lo debe presumir inocente"; y des-
lidad de que la imputación sea cierta, la remisión a juicio del acusado, la senten- pués recomienza atribuyendo "la degeneración de la máxima" a la Declaración france-
cia no firme, y hasta la misma imputación fundada que abre una persecución sa de los derechos del hombre y del ciudadano (cf. MANZINI, Tratado, t. I, notanº 10, p.
penal, revelan que al imputado-no se lo presume inocente sino, antes bien, culpa- 254).
ble45. La voz latina praeswnptio no es utilizada en este contexto de razonamiento Más, algo es algo, pues a partir de esta afirmación retaceada de MANZINI se puede lle-
gar a pensar, sin mucho esfuerzo, que los aforismos no sólo prohíben la absolución de
como una determinación normativa, sino como una forma de determinación fác-
la instanda, sino, también, que ellos tienen vigencia general sólo negada por la senten-
tica, en el sentido de indicio o conjetura como elemento de prueba (prueba indi-
cia ele condena, en el sentido indicado en el texto.
47 Cf. CARRARA, Opúsculos, vol. y, XV; Derecho penal y procedimiento penal, p. 14; Pro-
grama, vol. II, § 828, p. 199; BECCARIA, Dei delitti e delle pene, en Opere, voL I, § XIII, p.
56, creyó en "el derecho qué cualquier persona tiene de ser creído inocente", por lo
44 Sólo la egologfo argentina piensa que el delito emerge en la sentencia como la in- cual reclamaba la certeza (prdeba perfecta) para condenar (ver también §XIV, ps. 58 Y
terferencia ele la conducta entre el juez y el transgresor: LANDABURU, El delito corno es- siguient~s).
tructura, ps. 448 y ss. Es risueño que la misma definición parta de un "transgresor" an- 48 Cf. RoxrN, Strafverfahrensrecht, § 11, II, p. 66.
terior a la "interferencia" que constituye el delito. 49 Cf. LUTHER y otros, Strafverfahrensrecht (Lehrbuch), 3.2.3., ps. 83 y ss.; Constitución
45 Cf. las opiniones de GARÓFALO y FERRI en las citas de VÉLEZ MARICONDE, Derecho pro- de la República Democrática Alemana, art. 99; Convención internacional sobre derechos
cesal penal, t. II, cap. 1, 5, III, ps. 33.y siguientes. civiles y políticos (16/12/1966), art. 14, nº 2. ;,

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

por la ley. Este mismo razonamiento ha tenido decisiva influencia para evitar la Aunque se discute sobre el verdadero nacimiento histórico de la máxima, su
poena. e:rtraordinaria, ·cuando la infracción no quedaba demostrada con toda cer- c6ncepción actual proviene directamente del Iluminismo y del movimiento polí-
teza y restaba inc~lume la sospecha fundada sobre el imputado; sin embargo, por tico que él formó, cristalizado en la pres11.nció11 de i.nocencia declamada por el art.
otro camino, algunos institutos del Derecho penal pueden prysentar verdaderas 9 de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano. En verdad, la afirma-
excepciones a esta determinación como, por ejemplo, el tipo del art. 278 bis, CP ción del aforismo viene históricamente unida a la supresión del sistema de prue-
(llamada ley nu 21.338, art. 278 actual, con texto similar), cuando impone pena a ba legal y a la imposición de la íntima o libre convicción en la valoración de la
quien "debía presumir" que las cosas recibidas provenían de un delito. Desde un prueba; por lo demás, el aforismo sólo alcanza su real valor adherido al ne bis h1
punto de vista general, en cambio, el principio manda que el imputado sea con- ídem, esto es, suprimido cualquier tipo de non Uqu.et o absolutio ab instantia Y la
siderado y tratado como un inocente durante el procedimiento de persecución pena aminorada contra el sospechoso (poena extraordinaria), pues sólo así el man-
penal o, de la misma manera, que no se anticipe la pena al "juicio previo", esto dato de absolver, cuando no se alcanza la certeza sobre el hecho punible ilnputa-
es, a la sentencia de condena firme. Según se aprecia, no es del todo correcta la do, tiene el sentido de una garantía material real. Esto, según creo, demuestra que
indicación de Alfredo VÉLEZ MARICONDE, aun defendiendo el principio, que estima todo el conjunto de seguridades individuales del Iluminismo conforma el senti-
como un "error" o "exceso verbal" la utilización del sustantivo presunción en su do actual del aforismo55.
definición 50. II. Su contenido, al menos para el Derecho procesal penal, es cla-
2. Repercusiones ro: la exigencia de que la sentencia de condena y, por ende, la aplica-
ción de una pena sólo puede estar fundada en la certeza. del tribunal
a) In dubio pro reo51
que falla acerca de la existencia de un hecho punible atribuible al
I. El aforismo, cuya prosapia le ha otorgado difusión casi popular acusadosº. Precisamente, la faltá de certeza representa la imposibili-
(por fuera de la misma profesión jurídica), proviene hoy, a la letra, de dad del Estado de destruir la"situación de inocencia, construida por
la presunción de inocencia. que ampara al imputados2. la ley (presunción), que ampara al imputado, razón por la cual ella
Sin embargo, se afirma que ~l principio tiene larga data; paléJemplo, se resca-
0 conduce a la absolución. Cualquier otra posición del juez respecto de
ta en el Derecho romano de la última época imperial el brocár dico "Satius esse hn- li
la verdad, la dllda. o aun la probabilidad, impiden la condena y desem-
punitwn relinqui jacin1Ls nocentis qumn innocentem damnari" (es preferible dejar
impune al culpable de un hecho punible que pe1~judicar a un inocente; Digesto, De bocan en la absolución.
poenis, Ulpiano; 1, 5); en el Derecho canónico regía la máxima "actore non proban- Los conceptos certeza, proba.bUidcul y duda se utilizan en este contexto aludien-
te reus absolvitur", trasladada al Derecho común inquisitivo (Innocens praesmnitu.r, do a una relación de conocimiento y al conoci:miento históri.co. En efecto, todo se re-
cuius nocentia non probat11r; Ornnis praesum it11r bonus nisi probetur malus)53. duce a una relación de conocimi.ento, esto es, a la relación que existe entre el s·ujeto
Se debe recordar, no obstante, que aun en el Derecho romano republicano se cognoscente y el objeto que pretende conocer, trascendente a él. Y este objeto es
conoció el non Uquet y que el procedimiento inquisitivo también conoció la poeno real, existe en el tiempo (un comportamiento h,.umano), por lo que aquí aludimos
extraordinaria y la absolutio ab instantia, con lo cual la vigencia de la máxima re- al conocimiento reproductor, copiador de·"objetos reales, y no al conocimiento
sulta meramente formal o, por lo menos, se reduce considerablemente54. motor, creador de objetos (caso del conocimiento matemático). Tanto los jueces
c01no las demás personas que intervienen en el procedimiento argumentan sobre
la base del intento de conocer la verdad acerca de un hecho que, se afirma, ha ocu-
rrido realmente: una de las funciones que cumplen es, por ello, la del historiador,
pues, apelando al mérito de los elementos de prueba válidamente incorporados
50 Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal. t. II, cap. I, 5, III, p. 38. al procedimiento (los "rastros" que del comportamiento humano quedan en el
51 Cf. SENTÍS MELENDO, In dubio" pro reo (mi respeto por el libro, concordancias y dis- mundo), reconstruyen en el presente un acontecimiento humano que se ubica en
crepancias, al comentarlo en "Revista Argentina ele Derecho Procesal", 1971, n 9 4, ps. el pasado. A la omisión pueden aplicarse los mismos conceptos, aunque inverti-
591 y ss.); VÁZQUEZ Rossr, La defensa penal, cap. VI, ps. 169 y ss.; DANIELSEN, El principio dos: se trata aquí de averiguar si la acción debida no se llevó a cabo.
"in dubio pro reo" en el proceso penal, p. 124, quien, con argumentación confusa, no vin- En este contexto se llama verdad a la correspondencia correcta_ entre la repre-
cula el brocárdico al principio de inocencia, sino a la necesidad política de evitar erro- sentación ideológi.ca del objeto, que practica el sujeto que conoce, y la realidad: es
res judiciales y a la conciencia del hombre sobre la existencia de juicios erróneos, de la representación i.deológica correcta de una realidad ontológica o, con palabras más
modo que sería irracional extraer de ese estado psicológico del juez consecuencias pe- sencillas, la concordancia del pensarniento con el objeto pensado 57 .
nales en contra del imputado (ps. 126, 127 y 136).
52 Cf. DANIELSEN, El prtncipio "in dubio pro reo" en el proceso penal.
53 Cf. MANZINI, Tratado, t. I, nº 40, II, p. 253 y ss.; otros brocárdicos del Derecho roma-
no, de similar significado, incluso referidos al proceso civil, en PEÑA Guz~ÁN, In ({ubio
pro reo, p. 261 (in osc'Uro, libertatem praevalere). . 5,5 En el mismo sentido los autores citados inmediatamente antes.
54 Cf. RoxrN, Strafverjahrensrecht, § 15, D, 2, p. 94; HENKEL, Strafverfahrensrecht, § 97, So Cf. ScHMIDT, Deutsches Strqf¡n·oze.f.h·echt, nu 102, p. 60.
III, p. 405; DANIELSEN, El principio "i.n dubio pro reo" en el proceso penal, X, p. 134. 57 Cf. MAIER, Forma del auto de procesamiento, p. 40.

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

Quien aprecia los elementos de prueba puede, sin embargo, adoptar posicio- No se opone a esta presentación del problema la afirmación de Santiago SEN-
nes diferentes respecto de la verdad: puede convencerse de que la ha alcanzado, TÍS MELENDo6 3 en el sentido de que duda y certeza son dos caras de una misma
tiene la certeza de que.su reconstrucción es correcta; se inclina a admitir que ha moneda, que se resuelven sólo en la certeza, porque cuando el juez decide no.du-
alcanzado la verdad, pero en un grado menor al anterior, pues los ~lementos que da sobre la solución que debe dar al caso, sino que tiene la certeza, y la expresa,
afirman esta conclusión superan a otros que la rechazan, hábiles sin embargo pa- de que debe resolverlo del modo en que se pronuncia. Así, cuando absuelve por
ra evitar su convicción total de haber elaborado un juicio correcto, sin errores, falta de certeza sobre la imputación, por ejemplo, sabe ciertamente que debe ab-
afirma sólo la probabilidad de que su reconstrucción es acertada; por último, com- solver, pues no ha alcanzado el grado de convicción necesario para condenar; es-
prende que no conoce la verdad, pues los elementos que afirman algo se balan- ta ela.boración se extiende, incluso, a otras decisiones para las que no es necesaria
cean con los que lo niegan, la duda es absoluta. Conviene advertir qu~ de estas la convicción absoluta de poseer la verdad, pues, por ejemplo, cuando el juez ad-
tres posiciones, las dos primeras han sido afirmadas como bipolares, pues se pue- mite el encarcelamiento preventivo, afirrhando la probabilidad de que el imputa-
de exteriorizar la certeza o la probabilidad de que algo existió o no existió; por do es el autor del hecho punible, tiene la certeza de haber alcanzado el grado de
ejemplo, de que el imputado tomó parte en la ejecución del hecho o de que no convicción que la ley exige para tomar esa decisión; de otra manera la rechazaría,
participó en él; la duda, en cambio, es siempre un estado de incertidumbre y, por también con certeza. Ciertamente, las palabras duda y certeza se utilizan aquí con
tanro, neutro58. un significado distinto al observado antes y, por ello, la polémica no presenta los
Si, convencionalmente, llamamos certeza positiva o probabilidad positiva a términos antinómicos que el autor citado pretende64. Mientras antes la construc-
aquella que afirma el hecho imputado (sus elementos determinantes) y, al contra- ción sobre los distintos grados ele convicción respecto de la verdad, que puede al-
rio, certeza negativa o probabilidad negati:va a aquella que se dirige a explicar co- canzar quien aprecia la prueba, perseguía como fin aclarar cuál era el grado exi-
mo inexistente el hecho imputado (ello para evitar la trampa de lenguaje que nos gido por la ley para adoptar una decisión ~eterminada, ahora, conociendo la exi-
producen la acción y la omisión, las condiciones positivas y las negativas que pre- gencia jurídica, se expresa qüe quien falta, por efecto de ese conocimiento, tiene
supuestan la pena), es correcto afirmar que sólo la certeza positiva permite conde- certeza acerca de la decisión que debe pronunciar. Un razonamiento no excluye
nar y que los demás estados del juzgador respecto de la verdad remiten a la abso- al otro: el juez que no ha alcanzado la certeza sobre la imputación sabe ciertamen-
lución, como consecuencia del i.n dubio pro reo59. Adyiértase, sin .e:tnbargo, que te que, por imperio de una regla jurídica, no puede condenar y debe absolver; sin
ello sucede en la sentencia, pues, dqrnnte el transcurso del proceáimiento algu- embargo, al apreciar la prueba, él puede alcanzar, empíricamente, cualquiera de
nos actos y decisiones intermedias exigen tan sólo un fundamento de menor gra- los grados de convicción respecto de la verdad y la ley; precisamente, teniéndolos
do: por ejemplo, la decisión que autoriza el encarcelamiento preventivo (auto de en cuenta, admite unos y proscribe otros, según se trate de la resolución a dictar
procesamiento, de calificación provisional de los hechos o de prisión preventiva, y del momento en que se halla el procedimiento. La prueba más clara de ello es
según los diferentes códigos) sólo reclama la llamada probabilidad positiva acer- la consecuencia jurídica que leyes antiguas atribuían a la probabilidad en la sen-
ca de la imputación60; el sobreseimiento parece partir, en principio, de la certeza tencia (poena e.1:traordinaria, absolu.tio ab instantia o non liquet), según lo adverti-
negativa y admitir, incluso, la probabilidad negativa o la duda una vez agotada la mos. El razonamiento del autor citado tiene plena vigencia, en cambio, para ad-
investigación6 1; por esta razón, en cambio, la probabilidad positiva funda el pro- vertir el error en el que incurren algunos fallos que, ,en la época actual y frente al
greso de la persecución penal y, por ello, basta para la acusación y la remisión a Derecho moderno, siguen pensando que existen·dos tipos de absoluciones, una
juicio62. plena o libre y otra de gracia o por duda, duela que expresan en la parte disposi-
tiva de la sentencia, a manera de sanción moral, en abierta contradicción con el
principio constitucional de inocenciaü5.
Por fin, duda, probabilidad y certeza son posiciones respecto de la verdad que
58 Cf. CLARIÁ OLMEDO, Tratado, t. I, nu 328, ps. 445 y ss.; MAmR, Forma del auto de pro- suponen la libre valoración de la prueba, esto es, la ausencia genérica de reglas le-
cesamiento, p. 41. · gales que imponc;n a quien valora una solución determinada en presencia de cier-
59 CLARIÁ OLMEDO, Tratado, t. I, n!l 328, ps. 445 y ss.; SCHMIDT, Deutsches Stra.f)Jro- tos elementos o condiciones66; en este último caso quien valora es la ley, y la per-
zeflrecht, nu 102, p. 60.
°
6 Cf. MAIER, Forma del auto de µrocesmniento, ps. 42 y siguiente.
61 CPCrim. nacional (1889), 434; CCC, Sala VI, 13/9/1968, "Pollice, J."; Sala II,
4/10/1974, "Montaña, R."; Sala N, 5/5/1978, "Klein, H.", Sala VI, 31/5/1983, "Martínez, 63 Cf. SENTÍS MELENDO, In dubio pro reo, nu 2, ps. 36 y siguientes.
E. R."; CCCFed., Sala I, 16/10/1980, "Rolowinski, E. L." (jurisprudencia referida al
CPCrim. nacional [1889]). 64 Cf. SENTÍS MELENDO, In d'Llbio pro reo, nota 36, p. 42, polemizando a Jorge A. CLARIÁ
La vigencia del nuevo CPP Nación, 336 (CPP Córdoba, 350; CPP Tucumán, 350) de- OLMEDO.
bería consolidar esta jurisprudencia, pues no conoce la clausura provisional del anti- • ,1 65 Cf. SENTÍS MELEND.O, In dubio pro reo, nº 6, ps. 126 y ss., con cita y exposición de las
guo Código, ni exige, en la regla citada y por la misma razón, la necesidad de la certe- sentencias judiciales cuya construcción critica.
za sobre los motivos que provocan el sobreseimiento. El CPP Costa Rica, proveniente 66"Advierte la estrecha unión de la lucha de la Ilustración contra la pena de sospecha
del CPP Córdoba (1939), conserva una forma de clausura provisional, llamada prórro- y la".a.bsolutio ab instantia, y por el principio in dubio pro reo, con la abolición del siste-
ga extraordinaria, que admite un non tiquet por un período breve (arts. 325 y ss.). ma de prueba legal y la conformación del principio de la libre valoración de la prueba,
62 Cf. DANIELSEN, El principio "in dubio pro reo" en el proceso penal, X, p. 134. RoxIN, Strafverjahrensrecht, § 15, D, 2, p. 94. ¡;.

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C. Inocencia
§ 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

sona que expresa su voluntad sólo formula un juicio jurídico acerca de las condi-
bunal de juicio y no criticable por vía de la casación; pero será perfectamente pro-
ciones que la ley prevé para determinar un hecho. Sin embargo, las expresiones
ponible la casación de una sentencia que expresa la falta de certeza y, sin embar-
"plena prueba" y "semiplena prueba", que provienen del sistema de prueba legal,
go, condena68.
a veces utilizadas por;.'las leyes de enjuiciamiento antiguas obede~iendo a su óri-
gen histórico, son e<!}uivalentes a certeza y probabilidad, respecth~amente, cuan- IV. Según se observa, la sentencia definitiva -condena o absolu-
do esas leyes no establecen un sistema puro de prueba legal (ejemplo: CPCrim.
nacional [1889], 306 y 366, inc. 1). ción- es el ámbito natural en el que la regla juega su papel. Por ello,
algunos códigos modernos que contienen esta regla la ubican en el
III. Entre nosotros, la Corte Suprema ha reconocido la vigencia capítulo dedicado a regular la sentencia6 9 ; otros, en cambio, la formu-
constitucional del aforismo y su núcleo de significación (Fa"llos CSN, lan como principio generaFº. Se puede admitir que, por excepción, se
t. 295, p. 782), casi siempre con remisión al argumento..sobre la im_po- afirme el favor rei en una decisión que no sea la sentencia, según su
sibilidad de invertir la carga de la prueba (próxima consecuencia del denominación técnica, pero siempre deberá estar en relación con los
principio de inocencia a examinar), colocando en cabeza del imputa- elementos que tornan punible un hecho, ante la posibilidad de afir-
do la necesidad de probar su inocencia y desplazando la regla deriva- marlos o negarlos, y de esa decisión dependerá, materialmente, la
da que impone al acusador o al Estado (persecutor penal) la exigen- clausura de la persecución perial (sobreseimiento). Así, por ejemplo,
cia de demostrar con certeza la imputación delictiva. Por lo demás, la si al decidir una excepción de prescripción, no se obtiene certeza
Corte Suprema ha aplicado el aforismo en sus propias decisiones (Fa- acerca de la existencia de un hecho,.interruptivo o suspensivo de su
llos CSN, t. 213, p. 269; t. 281, p. 69; t. 287, p. 212; t. 298, p. 240). Con curso, del que depende la extinci~n de la persecución penal y la im-
la reforma constitucional de 1949 la garantía no fue derivada sino ex- punibilidad del hecho, la falta de certeza favorecerá al imputado y,
presa en la Constitución nacional (CN, 29, texto refor¡ríá'do; Fallos por ende, determinará el sobreseimiento71. Pero sobre la base de es-
CSN, t. 214, p. ,294). Las conven~iones interi!iacionales de ·derechos hu- tos casos excepcionales, fundados en el hecho de que la ley procesal
manos incorporadas hoy a nuestra CN (75, inc. 22) incluyen el aforis- permite decidir con anticipación a la sentencia acerca de ciertas con-
mo por remisión. a la presunción de i_nocencia, con cita expresa de la diciones de la pena, no se puede defender afirmación alguna que, ex-
necesidad de la certeza para condenar y de la.imposibilidad de inver- cediendo el ámbito propio de aplicación del in d1lbio pro reo, le otor-
tir la carga de la prueba (por ej., CADH, 8, nº 2; PIDCyP, 14, nº 2). Sin gue vigencia durante todo el transcurso del procedimiento.
embargo, esta afirmación no conduce a la pretensión de que la Corte
La afirmación de que certeza y chula juegan también su papel en las decisiones
Suprema descienda a la valoración de los hechos cuando el recurso interlocutorias, según el argumento antes estudiado -aun en las decisiones que
del imputado sostiene que los elementos de prueba no alcanzan para exigen sólo probabilidad (encarcelamiento preventivo), el juez que falla tiene la
verificar la certeza sobre la imputación (Fallos CSN, t. 252, p. 361; t. certeza de haber alcanzado esa exigencia, cuando provee a la coerción personal, y
298, p. 286); al contrario, la Corte Suprema es un tribunal de casación
constitucional, razón por la cual sólo revisará la sentencia cuando el
tribunal de mérito desconozca la regla al valorar la prueba: admite
68 Cf. NúÑEZ, CPP Córdoba anotado, art. 410, nu 14, p. 383.
que no obtiene la certeza y, sin embargo, condena (Fallos CSN, t. 295, 69 CPP Córdoba, 406, III; CPP Tucumán, 406, III; CPP Costa Rica, 393, III; CPP Santa
p. 778; t. 275, p. 9, y t. 292, p. 561). .Fe, 5, a pesar de su inclusión en la parte general y en el título dedicado a las reglas bá-
sicas. Cf. DANIELSEN, El principio "in dubio pro reo" en el proceso penal, X, p. 133.
De ello se desprende que no es correcto afirmar que el principio, una vez ad-
mitido como regla jurídica, escapa al control de la casación67. Será improcedente 70 CPP Nación, 3. En este punto, el CPP Nación se apartó de sus fuentes al suprimir
un recurso de casación cuya motivación pretenda que el juez, conforme a la prue-, la mención del principio entre las normas que regulan la deliberación para dictar sen-
tencia (art. 398).
ba incorporada, debió expresar en su sentencia la duda y no la certeza en ella afir-
mada, porque aquí se trata de la valoración de la prueba, actividad propia del tri- 71 Falta de certeza no equivale a omisión de la decisión del tribunal competente
cuando la interrupción de la preshipción se funda en un hecho punible cometido con
posterioridad al que se juzga. La doctrina del fallo plenario CCC, 7/6/49, "Prinzo, E. F.",
Fallos CCC, t. VII, p. 469, es errónea porque, al suspender el pronunciamiento sobre la
cuestión, admite una cuestión prejudicial penal en lo penal, que la ley no establece. La
67 solu.ción adecuada remite a la misma decisión autónoma del tribunal que juzga sobre
Así, DANIELSEN, El principio "in d'Ubio pro reo" en el proceso penal, II, p. 126; D'ÁLBO-
RA, CPP Nación anotado, art. 3, p. 20. la·pfescripción del primer hecho la existencia del hecho interruptor: la comisión de un
nuevo delito. ¡;,

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499
C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

la certeza de no haberla alcanzado, cuando rechaza la medida 72 -, pese a la con- Nadie ha discutido la vigencia de la regla del .fa:vor reí para la de-
fusión que provoca, no equivale a afirmar que el in dllbio pro reo rija también allí terminación de los hechos que importan en la sentencia y en la prác-
y representa un argumento de otro nivel, relativo al significado de las palabras
tica jurisprudencia! ha sido pacífica su aplicación, pese a algunas des-
duda y certeza, que nó desconoce que la "insuficiencia de prueba" para lograr cer-
teza acerca del hecho punible imputado tiene su consecuencia propia en las deci- viaciones ocasionales7°. No obstante, vale la pena aclarar que por
siones definitivas. hechos o circunstancias fácticas se debe comprender, también, los
elementos relativos a la voluntad del imputado, a su conocimiento o
V. Conviene aclarar que la falta de certeza se puede presentar tan-
representación, que resulta imprescindible averiguar y reconstruir
to respecto de la imputación y sus elementos (las circunsta:n,cias fác-
para aplicar la ley penal. Por ejemplo, cuando la ley penal contiene
ticas e, incluso, los elementos normativos o culturales fundantes de
un elemento subjetivo y de su conocimiento depende la afirmación
la acción u omisión típicas, la participación del imputado y su culpa-
de la participación punible del acusado (el dolo del prevaricato; CP,
bilidad), como en relación a las causas de diverso orden que excluyen
269), la falta de certeza sobre ese conocimiento favorece al enjuicia-
la condena y la pena. Sólo que, cuando se trata de una causa que ex-
do, que debe ser absuelto; cuando al apreciar la incidencia de una
cluye la condena o la pena, la falta de certeza opera en forma inver-
causa de justificación (la necesidad; CP, 34, inc. 3) y puesto en tela de
sa: la falta de certeza sobre la existencia del hecho punible conduce a
juicio si el acusado obró movido por la necesidad o sin conocer esta
su negación en la sentencia; en cambio, la falta de certeza sobre la
situación en absoluto (caso este últill).O en el cual respondería penal-
inexistencia de los presupuestos de una causa de justificación, de in-
mente, pues no obró al amparo de fa justificante, "para evitar un mal
culpabilidad o de impunidad de existe~cia probable, según el caso,
mayor inminente" o "responder una agresión"), si se carece de certe-
conduce a su afirmación73. "'_.·
za respecto del punto, la falta de certeza debe favorecer al imputado,
También los presupuestos f~cticos que determinan léÍ individuali-
por aceptación de que conoció la necesidad o la ag~esión ilegítima Y
zación de la pena (CP, 41) deben-ser reconstruidos conforme al prin-
obró al amparo de la justificante. Hechos son también las meras rela-
cipio in dubio pro reo; así, la falta de certeza operará para admitir el
ciones temporales, como la fecha de comienzo de la vigencia de una
hecho o negarlo, ·según que el juzgador le acuerde valor para amino-
ley para determinar su aplicación, o la de realización del hecho puni-
rar o agravar la pena dentro de la escala respectiva 74.
ble imputado para el mismo fin o para la determinación de una se-
Sin embargo, el rigor de esta última afirmación no parece equiparar al que su-
gunda condenación condicional (CP, 2 y 27), casos en los cuales la fal-
ponen los presupuestos de la condena. Ello sucede, en principio, porque la ley pe-
nal no prevé, abstractamente, circunstancias que directamente conduzcan a ami- ta de certeza siempre favorecerá al acusaqo y determinará la aplica-
norar o agravar la reacción penal, sino que se expresa mediante relaciones a te- ción de la consecuencia más benigna.
ner en cuenta por el juzgador para determinar la pena concreta, sin obligar, in-
VI. En cambio, se ha discutido si esta regla constituye un principio
cluso, a que las valore todas o sólo tome en consideración alguna de ellas (CP, 41).
Empero, el principio sufre más en la praxis judicial, por la misma razón que en rector de la interpretación de la ley penal: se afirmó y se negó tal am-
este ámbito sufren las demás garantías judiciales: no existe, en verdad, un deba- pliación de su ámbito de vigencia7 7. La polémica acerca del alcance
te sobre la pena que ponga en juego estas garantías, de modo tal que el acusador
deba introducir los hechos en los q{1e funda su prete.nsión punitiva e intentar su
prueba y el tribunal no pueda acudir a otros para agravarla, y deba sólo pronun-
ciarse sobre cuáles de ellos, y de los incorporados por la defensa, han sido veriri- 76 Cf. SENTÍS MELENDO, In dubio pro reo, 4, a, ps. 74 y ss., con cita de doctrina nacional
cados 75. y abundante jurisprudencia. I¿esviaciones del principio so11 posibles de observar en las
sentencias corregidas por la Corte Suprema en Fallos CSN, t. 275, p. 9; t. 292, p. 561; t.
295, p. 782, que comenta CARRió, A. D., Garantías constitucionales en el proceso penal,
cap. XI, 1.1., ps. 437 y siguientes.
77 Cf. NúÑEZ, Derecho penal argentino, t. I, ps. 205 y ss., con mención de los autores
72 Cf. SENTÍS MELENDO, In d'Llbio pro reo, ps. 37 y siguientes. nacionales y extranjeros que se pronuncian a favor y en contra de la injerencia ~le es-
73 Cf. NúÑEZ, In dubio pro reo: duda sobre la ilicitud del hecho, ps. 1 y siguientes. ta regla en la interpretación de la ley penal. Cf., además, SENTÍS MELENDO, In d:Lb10 pro
reo, '4, b, ps.' 84 y ss.; ZAFFARONI, Manual de Derecho penal, nº 53, ps. 103 y ss., qmenes se
74 DANIELSEN, El principio "in dubio ]Jro reo" en el proceso penal, II, p. 126. pro;nuncian por la plena vigencia del aforismo en materia de interpretació:1 de la ley
75 Cf. MAGARIÑOS, Hacia un criterio para la determinaciónjudicial de la pena, ps. 71 y penai. Obsérvese, sin embargo, que ninguno de los dos últimos a:ito~e~ den:a la so~u~
siguiente. ción que adopta y la vigencia del aforismo, con ese alcance, del prmc1p10 de mocencia,

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

material de la máxima está contenida en la pregunta: ¿se refiere ella (porque coloca al hecho fuera de la reacción penal o lo privilegia respecto de la
sólo a la determinación de las circunstancias fácticas que fundamen- pena aplicable o, simplemente, de las características de su ejecución).
No obstante, tal caracterización del principio no siempre se corresponde con
tan la imputació~· o alcanza también a la interpretación y aplicación
la finalidad indicada, pues para que ella se cumpla cabalmente es preciso aclarar
de la ley? fl
que, a contrario de lo expuesto, rige la interpretación e:ctensiva. -y aun la aplico-
Lo cierto es que, corresponda una u otra solución, el ámbito jurí- ci.ón a.na.lógica. i.n bonmn partem, no prohibida por el principio de legalidad penal-
dico en el que se debe resolver el problema no es el del Derecho pro- cuando se trata de determinar el ámbito de aplicación de una facultad o autoriza-
cesal penal, sino, por el contrario, el del Derecho penal material: se ción concedida al imputado (por ej., las reglas de permiso o causas de justifica-
ción) o de una causa que excluya la culpabilidad o la punibilidad (por ej., el esta-
trata de un problema relativo a la interpretación y aplicación de la ley do de necesidad disculpante o una excusa· absolutoria). Incluso, por efecto de que
penal sustantiva, que se debe solucionar según reglas y principios 1 alguna de estas causas que excluyen la reacción penal son reguladas por la ley pe-
propios de esa materia. Por ello, es irrelevante el hecho de que varios 1 nal con algunos impedimentos para su aplicación (por ej., la suspensión o inte-
~
códigos procesales den solución al problema en algún sentido, sobre rrupción del curso de la prescripción), aun aquí habría que distinguir nuevamen-
te y sostener, para seguir la regla sobre la que discurrimos, que los preceptos re-
todo si, como en nuestro país, la ley penal y la procesal pertenecen a
\ fericlos a estos impedimentos deben ser interpretados restrictivamente. De este
distintas competencias legislativas, por distribución constitucional modo, la afirmación a la que nos conduce el principio, en su aplicación a la inter-
del poder legislativo del Estado entre el Estado federal y los estados pretación jurídica, varía según que la regla interpretada guíe a la reacción penal
provinciales (comunis opinio), la una al Congreso de la Nación (CN, 75, (interpretación restrictiva) o la rechace (interpretación extensiva), y se debe for-
mular así: frente a dos posibilidades inJ;erpretativas razonablemente fundadas,
inc. 12: Cód. Penal) y la otra a las legislaturas provinciales (CN, 75,
elegir la menos gravosa para el enjuiciado, operación que no siempre da por re-
inc. 12, 121 y 125: códigos procesales'y leyes de organización judi- sultado la interpretación restricUva.
cial)7ª. Adviértase que, para quien afirma esta regla, sería correcta una interpretación
Sin embargo, conviene poner afaú.n orden conceptual en el debate de la cues- diversa de un mismo precepto legal en dos casos distintos. Por ej., se ha discuti-
tión. Aquello que aquí se menciona como "interpretación favorable al reo", es do si el encargado (portero) de un edificio que, ante el despido, se niega a aban-
aquello que, tradicionalmente, se conoce csmo interpretaci.ón restrictiva. Como se donar la vivienda que le fue proporcionada en razón ele su relación laboral,
trata de la coerción estatal (llámese pena o medid~ de seguridad), la regla in dll- permaneciendo en ella, comete el delito de usurpación (CP, 181, inc. 1)80. Si se ad-
bio pro reo, así interpretada o así formulada, pretende limitar el poder penal del mite como discutible esta opinión, la aplicación del.favor rei. podría conducir a la
Estado, conforme al sentido del Estado de Derecho ("un resguardo más de la li- absolución de un portero que observe este comportamiento, al menos por inter-
bertad individua1" 79 ), exigiendo la interpretación restrictiva de la norma que re- pretación restrictiva de la prohibición (modos de comisión), pero, al mismo tiem-
gula las condiciones bajo las cuales corresponde reaccionar penalmente (in dubio po, podría llevar a idéntico resultado respecto de una persona que reacciona pro-
mitius): frente a dos posibilidades interpretativas, obtenibles por métodos distin- porcionadamente contra el encargado que no aba;dona la vivienda, impidiéndo-
tos (interpretación literal o sistemática, etc.) o por diferentes definiciones válidas le entrar a ella por algún medio ele fuerza, por ej., por interpretación extensiva ele
de las palabras de la ley (semántica), elegir la menos gravosa para el imputado la facultad de defenderse legítimamente (CP, 34, inc. 6, a: agresión ilegítima); pa-
ra la segunda solución es claro que se debe sostener que el encargado obraba an-
tijurídicamente, esto es, que llevaba a cabo un hecho prohibido.

A nuestro entender, la ley penal no contiene un principio interpre-


tativo semejante, por lo que no parece que una interpretación intra
el último es expreso en considerar que la vigencia del aforismo, en materia ele inter-
pretacion de la ley penal, deriva ele la necesidad ele no lesionar el principio de legali- legem., au~que extensiva, vulnere la reserva de legalidad en materia
dad penal (CN, 18). Ver nota nº 84.
78 Con error cita SENTÍS MELENDO, In dubio pro reo, p. 87, varios códigos provinciales
para defender su tesis; bien, en cambio, ZAFFARONI, Manual de Derecho penal, p. 105.
quien advierte el problema; en este último sentido, con razón, DANIELSEN, El principio
BO CCC, Doctrina de Fallos Plennr~os (Recurso de inaplicabilidad_ ele ley- encargado ele
"in dubio pro reo" en el proceso penal, XI. p. 135.
casa de renta), "Cantavino, Mario,;: 1/8/1964, resuelve por mayoría a favor de la tesis
Sólo en el caso ele pertenecer el poder legislativo penal y procesal a un mismo órga-
afirmativa: "Resuelto el contrato ele trabajo. concluye para el encargado de casa de ren-
no -corno puede suceder en el derecho contravencional, por ejemplo- carecería ele
ta to,~lo derecho a permanecer en la casa. precarimnente cedida por esa causa y sin que
importancia práctica el hecho ele que la ley procesal .mandara sobre la interpretación
exista derecho de retención, y por lo tanto, su negativa a abandonarla configura el de-
ele la ley penal, a pesar de la desprolijidad sistemática.
lito "d~ usurpación". Frente a los modos limitados de comisión del delito en examen. la
79 Éste es el sentido histórico de su afirrnación: cf. NúÑEZ, Derecho penal argentino, t. J tesis sentada siempre nos pareció interpretación extra legem, contraria al principio ele
I, p. 208. \ legalidad (CN, 18). ¡.

'
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1
§ 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento
C. Inocencia

parcialmente el principio, pues olvida la interpretación extensiva de


penal sustantiva (n1lllurn crimen, nulla. poena. sine pra.evia. lege poenali.;
CN, 18)8 1 . El significado histórico de la presunci.ón ele i:nocenci.a, por lo las normas que con~eren facultades 85 .
demás, no permite extraer esta conclusión para el i.n c{1lbio pro reo, VII. Según todo lo explicado, el aforismo i.n dubio pro reo represen-
pues no tiene víhculo alguno con la interpretación de la ley penal, ta una garantía constitucional derivada del principio de inocencia
pero, por el contrario, sí lo tiene con la atribución de un comporta- (CN, 18), cuyo ámbito propio de actuación es la sentencia (o una deci-
miento concreto a una persona (hechos)82. sión definitiva equiparable), pues exige que el tribunal alcance la cer-
Con la reforma constitucional ele 1949 se introdujo en la Constitución nacio- teza sobre todos los extremos de la imputación delictiva para conde-
nal (CN, 29, texto reformado) el principio in dubio pro reo, así formulado: "En ca- nar y aplicar una pena, exigencia que se refiere meramente a los
so de duda, deberá estarse siempre a lo más favorable al procesado" (destacado hechos y que no soluciona problemas de interpretación jurídica, ni
nuestro). Dejando de lado la crítica política del texto, lo cierto es que, introducida prohíbe ningún método de interpretación de la ley penal, mientras
la regla a la ley suprema de la manera indicada, la discusión acerca de si ella abar-
capa sólo la determinación de los hechos o también el Derecho aplicable no sólo ella se lleve a cabo i:ntra legem.
era válida en todos sus términos, sino que, además, se hubiera debido inclinar ha- La regla es, así, un criterio político transformado en precepto jurí-
cia aquellos que sostienen la aplicación del aforismo también a la interpretación dico para poder decidir, cuando se carece de seguridad, afirmando o
jurídico-penal. La Corte Suprema tuvo oportunidad de pronunciarse sobre el par- negando un hecho jurídicamente importante, de modo que, aunque
ticular (nuevo texto), admitiendo qtre la regla era válida tanto para la prueba ele
se "desconozca" el acierto o desacierto objetivo de la resolución, per-
los hechos cuanto para la interpretación de la ley83.
El principal problema que plantea la aplicación de un principio como el exa- mita, al menos, valorar la juridicidad de la conducta judicial; tal cri-
minado a la interpretación de la ley es el que emerge de la afirmacióri siguiente: terio político es propio del Derecho penal liberal o de un Estado de
bastaría tornar razonable la posibilidad de más de una interpretac:iórf'de la ley pa- Derecho, pues quien quisiera podría resolver las cosas de otra mane-
ra que sólo una fuera correcta, la más favorable84'.
ra ,~non liqllet, a.bsolllti.o ab instantia., poena extraorclina.ria) 86 .
Los códigos procesales penales modernos, limitados correctamen- Es por ello que, partiendo de este criterio, resulta inadmisible que los jueces,
te a su propio ámbito, la ley procesal, contienen una regla que impo- a manera de sanción moral, utilicen en la parte dispositiva del fallo la fórmula de
87
ne la interpretación restrictiva de los preceptos que coartan la liber- que absuelven "por beneficio de la duda" o mencionen allí la regla respectiva .
Para evitar todo malentendido, las leyes antiguas habían aclarado que "la absolu-
tad personal, limitan el ejercicio de un derecho atribuido o estable-
ción se entenderá libre en todos los casos. Queda absolutamente prohibida la sin1-
cen sanciones procesales (CPP Nación, 2; CPP Córdoba, 3; CPP Men- ple absolución de la instancia" (así, por ej., el cp9·im. nacional [1889], 497); y, sin
doza, 3; CPP Salta, 3; CPP La Rioja, 6; CPP La Pampa, 3; CPP Entre embargo, no parece haber sido suficiente.
Ríos, 3; CPP Corrientes, 3; CPP Santa Fe, 7; CPP Tucumán, 3; CPP Cos-
ta Rica, 3), con lo cual la regla que acepta el brocárdico del favor reí, b) Onus probandi
en la interpretación de la ley procesal penal, se formula en lenguaje Derivado de la necesidad de afirmar la certeza sobre la existencia
tradicional. Adviértase, no obstante, que la fórmula sólo introduce de un hecho punible para justificar una sentencia de condena, se ha
afirmado también que, en el procedimiento penal, la carga de la. prue-
ba de la inocencia no le corresponde al imputado o, de otra manera,
·que la ca:r:ga de demostrar la culpabilidad del imputado le correspon-
8l En este sentido, NúÑEZ, Derecho penal argentino, t. I, p. 208, quien ubica correcta-
mente el problema dentro ele la teoría del error y sus consecuencias penales; en con-
tra: ZAFFARONI, Mánual de Derecho penal, n!.! 53, ps. 103 y siguiente.
82 Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho proresal penal, t. II, p. 49; desde otro punto de vista,
también DANIELSEN, El principio ''in dubio pro reo" en el proceso penal, IV, p. 127; BELING, 85 El CPP Santiago de1 Estero, 3. en cambio, constituye un ejemplo de extralimita-
Derecho procesal penal, tr. de Miguel Fenech, § 6, II, 2, ú, p. 16 y§ 52, ps. 178 y ss.; So-
ción, pues pretende prohibir la aplicación analógica y la interpretación extensiva de la
LER, Derecho penal argentino, t. 1, § 14, VII ps. 156 y ss.; D'ÁLBORA, CPP Nación anotado.
art.3, p. 19; en contra SENTÍS MELENDO, In dubio pro reo, 4, ú, ps. 84 y siguientes. ley;penal.
.86 C.f. BELING, Derecho procesal penal, tr. de Miguel Fenech, § 52, IV, p. 180.
83 Fallos CSN, t. 220, p. 144.
B7:c.r. SENTÍS MELENDO, In ch1bio pro reo, n!.! 6, ps. 126 y ss., quien desde el prólogo con-
84 Cf. NúÑEZ, Derecho penal argenti110, t. I, p. 207; SOLER, Derecho penal argentino, 2u
fiesa que su libro debe su aparición a la crítica el~ esas sentencias.
ed., t. 1, § 14, VII, ps. 156 y ss., ambos citando a GRISPIGNI.

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504
C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

de al acusador y, también, que toda la teoría de la carga probatoria no funcionamiento de la regla in dubio pro reo en la sentencia, de modo
tiene sentido en el procedimiento penal.
tal que, no verificados con certeza todos los elementos que permiten
La solución depende, sin duda, de la forma según la cual defina-
~
mos el confuso concepto '
de carga de la prueba. Sin proponernos defi-
afirmar la existencia de un hecho punible, el resultado será la absolu-
ción; y, de otra parte, no destruida con certeza la probabilidad de un
nir el concepto con precisión, baste decir que la categoría carga o car-
hecho impeditivo de la condena o de la pena, se impondrá el mismo
go se presentó en el Derecho procesal como un intento de reemplazar
resultado. Y ello porque, según ya lo expusimos, el imputado no tie-
a la de obligación, más técnica y propia de las relaciones jurídicas ma- ne necesidad de construir su inocencia, ya construida de antemano
teriales, indicándose que quien no cumplía con una cargá procesal por la presunción que lo ampara, sino que, antes bien, quien lo con-
omitía desarrollar una facultad que lo preservaba de colocarse en dena debe destruir completamente esa posición, arribando a la certe-
situaciones desventajosas respecto de la decisión, o bien dejaba de
za sobre la comisión de un hecho punible.
utilizar una posibilidad de colocarse en una situación ventajosa, en
El proceso penal común, en el que se persigue un delito de acción pública, no
miras a la sentencia final88. Ello, en verdad, no define otra cosa que
es un "proceso de partes"92, en el sentido de un procedimiento dominado por
lo que la teoría jurídica nombra como facultad, potestad o derecho, ellas, que introducen las cuestiones e intentan demostrarlas según su interés, y, a
de manera general89. Pero, en el proceso civil, la teoría de la carga de la vez, disponen del contenido material del proceso, como sucede en el proceso
la prueba se ha utilizado com.o regla de principio para determinar
cuál de las partes debe demostrar los hechos afirmados y, a la vez, co-
mo consecuencia, cómo debe decidir el juez sobre los hechos afinna-
dos, que no han sido determinados fehacientemente; lq. regla explica reo, 3, c, ps. 64 y ss., quien, además. desconoce diferencias entre los procesos penal y
que cada un~ de Jas partes 4ebe demostrar los hechos que invoca civil en relación al aforismo; BELING. Derecho procesal penol, tr. ele Miguel Fenech. § 64.
(onns probandi): el actor los q~le fundan su demanda, y el demanda-
V, ps. 240 y ss., impone la "carga ele la prueba" al acusador: en el mismo sentido, entre
nosotros, D'ÁLBORA, Curso de Derecho procesal penal, t. I, nº 59, ps. 151 y ss., respecto del
do los impeditivos que invoca en su defensa, con lo cual quien no ve- CPCrim. nacional (1889), especialrn.ente para el juicio plenario, también sosteniendo
rifica aquello que afirma coloca al juez en situación de negar la hipó- que, para algunos hechos, la carga ele la prueba le corresponde al imputado y sin rela-
cionar la teoría con el principio de inocencia.
tesis en la sentencia, por remisión a la regla; como el tribunal es, en
92 Cf. BAUMANN, Gmndbegrij'f'e, 3u ecl., cap. 1, I, p. 16, 2, p. 20 y II, 1, O, p. 26; PETERS.
el proceso civil, más un árbitro que un inquisidor, la regla define la Strafproze.f3, § 3, 2, p. 15; ScI-IMIDT. De11tsd1es Strafprozeflrecht, § 8, n!.! 60 a 64, ps. 41 y ss.;
reconstrucción de los hechos oscuros o inciertos, ante la imposibili- BELING, Derecho procesal penal, tr. ele Miguel Fenech, _§ 33, ps. 100 y ss., presenta bien la
dad del non liquet90. esencia del proceso penal moderno en Europa continental, surgido durante el siglo
XIX, desde el punto de vista que ahora observamos: se puede discrepar con el nornbre
Una estructura y organización similar no existen en el procedi- elegido para caracterizarlo, "semiacusatorio", pero difícilmente con la caracterización,
miento penal. De allí que tengan razón quienes excluyen de su sis- similar a la del texto.
tema la teoría de la carga probatoria91. En verdad, aquí se trata del Entre nosotros, VÉLEZ MARICONDE se ha ocupado del problema (Derecho procesal penal,
t. II, cap. IV, 4, ps. 152 y ss.) negado la caracterización del proceso penal como "proce-
so ele partes'', acorde con su conocida e.>..1Jlicación sobre la función judicial en materia
penal. Claro está, todo depende ele la definición que acordemos para la palabra "par-
te''. Pero si la utilizamos en el sentido propio con el que se la usa en el texto, para ex-
88 traer algurn1 consecuencia útil ele la caracterización, coincidiremos en afirmar que
Cf. GOLDSCHMIDT, Principios ge11emles del proceso, t. I, cap. VI, ps. 90 y ss.; sobre su aquí se muestran las principales diferencias entre el Derecho procesal que tiene por
aplicación en el Derecho procesal penal. ver t. II, nº 20 y ss., ps. 85 y ss.; PALACIO, Dere- meta realizar el Derecho privado y el que procura realizar el Derecho penal. Será útil
cho procesal civil. t. I, nº 27, ps. 240 y ss. y nº 28, ps. 250 y siguientes. pensar, por ejemplo, que el funcionario que procura por el ministerio público puede
89
Cf. HART, El concepto de Derecho, cap. III, en especial ps. 35 y ss.; MAIER, Función nor- ser recusado y debe excusarse, como los jueces, situación incompatible con el concep-
nwtiva de la 11 ulidad, § 4, ps. 113 y siguientes. to ele parte y consecuencia, precis~1mente, ele la caracterización que defendemos.
°
9
91
Cf. PALACIO, Mmnwl de Derecho procesal civil, t. I. nº 194 a 196, ps. 426 y siguientes. Aun los procedimientos por clelltos ele acción privada distan ele identificarse con el
clásico proceso civil "ele partes". Piénsese, por ejemplo, en la posibilidad del tribunal
Cf. VÉLEZ MARICONDE, DerPrllO pmcesal penal, t. II, cap. I, 5, V, B, C, ps. 44 y ss.;
ele introducir de oficio cuestiones favorables al imputado e, incluso, los medios de
ScI-IMIDT, Deutsches Straj]Jrozej\1·ecl11. 11'2 102, p. 601; RUBIANES, Manual, t. II, p. 236, pare-
pru'~ba que tienden a verificarlas. En él no rige, en el sentido del texto, la teoría ele la
ce comprender, correctamente, que el in dubio pro reo suple, en el proceso penal, aque-
catga probatoria, sino, precisamente, el in dvbio pro reo. Estos procedimientos mere-
llo que en el proceso civil significa la teoría ele la carga probatoria: una regla para su-
cen, quizás, la designación como "semiacusatorios", si esa palabra se utiliza en sentido
perar el non liquet (cf. sin embargo. t. l', p. 79); en contra SENTÍS MELENDO, In dubio pro
material y no tan sólo en sentido formal. ;.

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

civil común; se trata, antes bien, de un procedimiento regulado para la persecu- en favor del imputado, deber similar al que pesa sobre el tribunal. Y
ción penal estatal, en cuyo otro extremo está el perseguido penalmente; es la for- ambos están ligados -uno para dictaminar en sus requerimientos y
ma legítima de reali~ación del poder penal del Estado frente a las personas que,
otro para decidir- por la regla que les exige que, si no obtienen la cer-
eventualmente, debén sufrirlo, ante la noticia de que acaeció uw hecho punible.
Si a veces asume formas similares al proceso civil (acusatorio), ello sucede sólo teza, se deben pronunciar a favor del imputado94.
desde el punto de vista formal, para permitir el ejercicio eficaz de la defensa del En los procesos por delitos de acción privada, aunque parezcan distintos de
perseguido penalmente. Así, por ej., el Estado divide sólo formalmente sus fun- los de acción pública, ocurre algo muy similar. Ellos pueden ser caracterizados co-
ciones en el procedimiento, estableciendo un órgano que requiere (el ministerio mo semiacusatorios95, pues, del lado del acusador, son asimilables al ejercicio de
público) y otro que decide (el tribunal), para evitar que quien decide afirme antes una pretensión privada, con poder de disposición sobre el contenido mat.erial del
la hipótesis sobre la que va a juzgar y limitar exteriormente su decisión a los he- procedimiento y, también, sobre la pena (CP, 59, inc. 4, y 69); pero, del lado del
chos contenidos en la imputación deducida, con lo cual torna eficaz la defensa del imputado, todo funciona en forma idéntica al procedimiento penal por delito de
perseguido y evita la sorpresa en el fallo. Pero si, formalmente, la ley otorga a un acción pública (pues el imputado no dispone de la pena); por ej., el tribunal po-
órgano estatal el poder de requerir y a otro el de decidir, materialmente, en cam- dría incorporar, aun de oficio, y afirmar en su sentencia, hechos que determinen
bio, ambos órganos estatales tienen sólo un interés objetivo en la debida actua- la exclusión de la condena, la exclusión de la pena o que aminoren la gravedad de
ción de la ley penal y, para ello, en el esclarecimiento de la verdad histórica, con la pena96. Aquí se puede decir que al acusador privado le incumbe la verificación
lo cual su función material resulta idéntica. De allí que, con diferencias meramen-
te formales, se admita que también el tribunal -y no sólo el ministerio público-
está ligado al deber de averiguar la verdad y que la ley le proporcione medios pa-
ra ello: de allí también que el ministerio público pueda concluir en absolución o
sobreseimiento, incluso por aplicación la máxima in dubio pro reo, fórmula incon- 94 La previsión contenida en el CPP Santa Fe, 67, párr. II. según la cual: "En caso ele
cebible en el proceso civil ("de partes"), porq{1e implica desistimiento93. duda, mantendrán una postura incriminadora, calificándose como falta grave la omi-
/f .,11
sión negligente del ofrecimiento ele la prueba de cargo estimada como eficaz", carece
De ese deber de investigar la verdad, 'algunos autotes extraen la ele sentido en nuestro sistema ele enjuiciamiento penal. ¿También al concluir después
del debate deben observar esa "postura", a pesar ele conocer que el tribunal deberá ab-
fórmula de que no incumbe al Ímputado la prueba de la incerteza de
solver por ince1teza acerca ele la imputación delictiva? ¿Por qué no se calificó como fal-
la imputación o de la certeza de las causas que excluyen la condena y ta grave la omisión -al menos dolosa- ele la prueba de descargo? Es aceptable y hasta
la aplicación de.una pena. Pero lo cierto es_ gue no incumbe a nadie, previsto que para la promoción del juicio público el ministerio público no tenga nece-
sidad ele contar con la certeza sobre la imputación que dirige, bastándole para acusar
pues el único principio rector actuante sólo expresa que la condena con la probabilidad fundada ele lograr una condena, pero resulta ridículo que él le pi-
requiere la certeza de la existencia de un hecho punible (i.n dubio pro da al tribunal algo para la sentencia. que sabe que el tribunal no puede conceder, esto
reo). El deber del acusador público no reside en verificar ese hecho es, que opere con reglas distintas que las del tribunal para requerir un acto que este úl-
timo debe dictar. _,.,
punible, sino, antes bien, en investigar la verdad objetiva acerca de la
95 Ver notan!! 92. BELING, Derecho procesal penal, ps. 94 y 101, parece entender que es-
hipótesis delictual objeto del procedimiento, tanto en perjuicio como te procedimiento es acusatorio, "de partes''.
96 Esta explicación responde a la estructura tradicional ele nuestro procedimiento
penal y, aun, de nuestro Derecho penal, que sólo incluyó históricamente dos casos de
excepción, más que raros en su sistema: la retractación en los delitos contra el honor
(CP, 117) y el casamiento con la ofendida en algunos delitos contra la honestidad (CP,
93 La Corte Suprema ha decidido, el 22/12/1994, en la causa "García, José Armando 132), mecanismos con los cuales la voluntad del imputado cercena la persecución pe-
s/p.s.a. estelionato y uso de documento falso en concurso ideal s/casación", que, cuan- nal y, en definitiva, la pena estatal. Ya hemos dado cuenta, sin embargo, del movimien-
do el representante del ministerio público solicita la absolución del imputado en su in- to actual, político-criminal, que sugiere una mayor "privatización" del Derecho penal,
forme final del debate, incluso por imperio del beneficio de la duda, es nula la senten- mediante mecanismos por los cuales la voluntad del imputado, la del órgano estatal
cia condenatoria del tribunal de juicio. Se destaca, también, que de la sentencia CSN se encargado de la persecución penal e. incluso, la de la víctima, ya aisladamente o en for-
desprende: a) que la nulidad de la sentencia se declaró de oficio pues el recurso extraor- ma de consenso, regulan la aplicación ele una pena y, a través de ello, influyen direc-
dinario no había sido interpuesto por este motivo; y b) que, incluso, el recurso extra- tamente sobre el contenido del procedimiento penal. A nuestro Derecho penal ya han
ordinario era inidóneo por "inobservancia del requisito propio de la vía intentada", ra- ingresado el art. 14 de la ley n!! 23.771 (llamada ley penal tributaria) y la suspensión del
zón por la cual la competencia de la CSN no había sido abierta. juicio a prueba (CP, 76 bis .y ss.), rri'ecanismos mediante los cuales la voluntad del im-
En verdad, la CSN había adelantado esta opinión el 28/12/1989, en "Tarifeño, Fran- putado, bajo ciertas condiciones, influye sobre el procedimiento y la pena, pues repre-
ciscos/encubrimiento en concurso ideal con abuso de autoridad", T. 209.:XXII, en esta sentan, en medida distinta, el ingreso ele la "reparación como tercera vía" al Derecho
ocasiém con un recurso procedente y por este motivo específico. Esta jurisprudencia penál argentino (cf. MAIER, El ingreso de la reparaci.ón del daho como tercera via al Dere-
del máximo tribunal contrasta con la del tribunal de casación nacional en el caso "Fe- cho penal argentino).
rreyra. Julio s/rec. ele casación", causa n!! 101, resuelto por la Sala I el 14/4/1994, que Es posible y probable que, como resultado de este movimiento político-criminal.
decide, precisamente, lo contrario. también la estructura actual de nuestro procedirtiento penal y las facultades ele las

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C. Inocencia § 6. Fundamentos constitucionales del procedimiento

de la certeza sobre todos los elementos que fundan la imputación delictiva y la pe- Los términos coerción o coacción, voces sinónimas para el caso, representan el
na; pero ello también porque rige el principio de que la falta de certeza beneficia uso de la fuerza para limitar o cercenar las libertades o facultades de que gozan
al ünputado: in dubio pro reo. las personas de un orden jurídico, con el objeto de alcanzar un fin determinado.
I'
Esta es, por ej, la definición del delito de coacción (CP, 149 bis, párr. II) o, de ma-
Más que sobre el in dubio prn reo, la jurisprudencia?'de tribunales
nera idéntica, de la coerción antijurídica que un individuo ejerce sobre otro. Pe-
superiores ha tenido oportunidad de expedirse sobre esta regla deri- ro, cuando hablamos de la coerción ler;ítirna que ejerce el Estado, nos referimos al
vada; ello en virtud de que los tribunales de mérito no han osado des- uso de su poder, acordado por la ley (ley que debe respetar las reglas constituciona-
conocer directamente el in dubio pro reo como máxima que rige la les que limitan el poder estatal), que conculca o restringe ciertas libertades o facul-
reconstrucción fáctica en la sentencia -de allí su difícil control en ca- tades de las personas, para lograr 1111 fin determinado.
La pena -también las medidas ele seguridad y corrección- es el medio clásico
sación-, probablemente por su imposición cultural innegable; aptes
de coerción del que dispone el Derecho penal material; la ejecución forzada, el
bien, han acudido a procedimientos reñidos con su sentido, pero me- medio clásico del que dispone el Derecho privado material. Pero también el De-
diante fórmulas idiomáticas pretendidamente alejadas de su núcleo, recho procesal, penal y civil, utiliza la fuerza estatal para lograr determinados fi-
argumentando sofísticamente para desconocer el principio. Una de nes: ejemplo de ello son la prisión preventiva o privación de libertad procesal, el
embargo, el allanamiento domiciliario, etcétera.
estas formas -nada inteligente, por cierto- fue la de "cargar" la prue-
ba sobre el imputado cuando él invocaba algún hecho que excluía la Históricamente, la llamada "presunción de inocencia" no ha teni-
condena o la pena; y allí nue.stro tribunal constitucional, quizá con do como fin impedir el uso ele la coerción estatal durante el procedi-
defecto idiomático, pero con indudable corrección interpretativa del miento de manera absoluta. Prueb,?- de ello es el texto de la regla que
sentido del principio estudiado, rechazó esas sentencias, casándolas introdujo claramente el principio, el art. 9 de la Declaración de los de-
con la misma fórmula: "el fallo importa violación a la g?'rfutía del art. rechos del hmnbre y del chtdwlano: " ... presumiéndose inocente a todo
18 de la Constitución nacio11~1, pues invierte la carga .de la prueba y hombre hasta que haya sido declarado culpable, si. se j1lzga. i.ndispen-
la exige al imputado"07. sa.ble arrestarlo, todo rigor que no sea. necesario para. a.seg1lrar su perso-
e) El trato de inocente y la coerción~procesal
na debe ser severamente reprimido por la ley" (destacado nuestro).
Nuestra ley fundamental sigue esos pasos: pese a impedir la aplica-
I. El axioma que impide la pena sin una sentencia judicial que la ción de una medida de coerción del Derecho material (la pena) hasta
ordene, decisión fruto de un procedimiento previo ajustado a la la sentencia firme de condena, tolero el arresto por orden escrita. de au-
Constitución y a la ley, ha fundado correctamente la pretensión de toridad conipetente, durante el procedimiento de persecución penal
que durante el curso de ese procedimiento el imputado no pueda ser (CN, 18).
tratado como un culpable (penado) o, dicho de modo positivo, que de-
La Constitución nacional se expresa, en verdad, con una oración negativa: "'ni
ba ser tratado como un inocente. Sin embargo, la afirmación no se ha arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente". Ella funda,
podido sostener al punto de eliminar toda posibilidad de utilizar la en principio, el derecho de habeas corpus08, derecho que consiste en la posibili-
coerción estatal, incluso sobre la misma persona del imputado, du- dad -para cualquier persona (sistema de adción popular)- de pretender que un
rante el procedimiento de persecución penal. juez haga cesar la privación de libertad o la amenaza actual de privación de liber-
tad que arbitrariamente sufre una persona, pues no se funda en la orden escrito
c(e una autoridad competente~rn.
Se discute acerca de si la "autoridad competente" que menciona la ley funda-
mental puede ser cualquier autoridad a la que atribuya competencia para ello la

personas -públicas o privadas- que en él intervienen sufran un cambio que, no por


pausado, sea menos radical: por ej., la concepción tradicional ele la función del minis-
terio público, que hemos descripto inrnecliatamente antes, puede variar radicalmente,
a medida de que la legislación le reconozca cierto ámbito político de decisión sobre la 98
Cf GONZÁLEZ, Manual, n!.! 1174, p. 184; BIELSA, Derecho constitucional, 3u ed., nu 156,
persecución penal y, con ello, su org«m.ización y facultades en el procedim.iento penal ps. 410 y ss.; BIDART CAMPOS, Derecho constitucional, II, cap. XVIII, 2, p. 511; BERTOLINO, El
lo aproximen más a una "parte" procesal (la influencia se nota, incluso, en la jurispru- habeas corpus, 2.1.1., ps. 27 y siguiente.
dencia: ver nota nu 93). Cabe preguntarse. si el nuevo art. 43, párr. III, ele la CN (reforma de 1994) altera esta
87 Fallos CSN, t. 275, p. 9; t. 292, p. SG 1; t. 295, p. 782; cf. síntesis en CARRIÓ, A. D., Gu- inte'rpretación.
rantías constitucionales en el proceso 'penal, 3u ed., cap. XI, 1.1, ps. 437 y siguientes. 89 Ley nacional nu 23 . 098, en especial sus arts. '!fy 4.

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