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El femianálisis

El Femianálisis

Dialéctica de Idiomas de Géneros

Autor: Lic. y Prof. Basconcelo

Juan Carlos. Ensayista.

Investigador.

Se permite copias solicitando al autor y usos didácticos

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El femianálisis

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El femianálisis

1-El Femianálisis

Podemos definir al “Femianálisis” como la Perspectiva


femenina del psicoanálisis. Es el punto de vista femenino
del psicoanálisis elaborado en su forma clásica por
hombres: Sigmund Freud, Alfred Adler, Carlos Gustavo
Jung, Sandor Ferenci, Jacques Lacan, entre otros. Es decir,
construido por el “Idioma masculino”, diferente al “Idioma
femenino”, no obstante, cosas en común. Nadie podría
dudar de que hombres y mujeres provenimos de una
familia donde incorporamos patrones, reglas, ideales,
roles, etc., sociales y hasta culturales. Por lo que, ambos,
hablamos un “Idioma social” común en el sentido de una
“lengua social” propia de una sociedad y su cultura. En tal
sentido, los hombres hablamos un “Otro idioma” tanto
como las mujeres hablan un “Idioma femenino”. Vamos a
llamar a tales idiomas sucesivamente “masculiné” y
“feminé”. Ello no implica que no existan otros idiomas de

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géneros. Pero a los fines de éste ensayo, que es
caracterizar y fundar el “Femianálisis”, ambos idiomas
alcanzan. Al respecto, no podemos pensar que ambos
sujetos hablan el mismo idioma en el sentido en que un
“Idioma de géneros” como el masculiné, implica “Otra
lengua”, su inconsciente es Otro, su punto de vista, su
perspectiva, visión, perspectiva, etc., son muy Otros.
Clásicamente se ha considerado que ambos sujetos viven
en el mismo mundo y a lo que asistimos en la clínica, en las
controversias de géneros, diferencias y violencias de
parejas, etc., es que constituyen idiomas casi extraños
entre sí. El feminé es el idioma que hablan las mujeres,
desde un posicionamiento social, como mujer ante un
hombre, como madre, como profesional, etc., en que
asistimos a una “gramática” muy diferente al del hombre
que fue programado para hablar el masculiné y cumplir las
expectativas sociales y familiares. Es decir, la mujer habla
lengua de mujer y el hombre la lengua de hombre. ¿Cómo
demostrar estas hipótesis?. Es el objetivo de éste ensayo y
tesis.

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El femianálisis

El Psicoanálisis habla el “Idioma masculino”

Considerar un “Psicoanálisis desde la mujer” o un


“Psicoanálisis femenino” implica rupturas con las visiones
masculinas tanto del psicoanálisis como de la mujer y lo
femenino. De modo que, empezamos cuestionando el
modelo masculino de la mujer y el psicoanálisis. Sigmund
Freud, masculino, cuya posición social de clase media
acomodada, hijo fiel del capitalismo, con su mirada
conformista de los procesos sociales y de la mujer como la
madre ideal de toda casa. Así, Freud consideró a la mujer
dependiente desde lo económico, propio del capitalismo,
como la mujer en general, aunque desde el Discurso
masculino, el suyo propio. Es decir, la violencia de forzar
las características del otro para hacerlo encuadrar en la
propia mirada como “Síndrome de Procusto”, o como
“Procusto, el analista”. Muchas de las características que
Freud atribuye a la mujer no son sino generalizaciones de

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atributos propios de una mujer históricamente
condicionada así como con sus condicionamientos
sociales, culturales y de clases. Por otro y en el mismo
sentido de la “Eficacia simbólica”, Freud observaba a la
mujer desde lo que vamos a denominar utilizando un
concepto del psicoanálisis como “Narcisismo masculino” y
“lealtad de géneros”, donde el amor al propio género y su
visión del mundo, de la vida, la mujer etc., se
corresponden con una mirada parcial y sesgada. Es decir,
asistimos a una mirada masculina de la mujer como “Lecho
de Procusto” del Idioma masculino y desde la “ceguera de
género” característica. Como la lengua o idioma masculino
determina el modelo de mundo a percibir, el hombre
opera una “lealtad de género” en cuanto a
conceptualizaciones sobre la mujer. Así, el narcisismo de
género tanto como la lealtad de géneros, opera fundados
en el narcisismo para definir al otro bando en el sentido
tendencioso e interesado. Desde pequeño, el varón se
identifica al padre y su “Punto de vista” sobre el todo.
Adquiere allí una “Primera versión” del Idioma masculino y

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que luego será retocado en lo social aunque sin cambiar el
fundamento familiar de tal lengua masculina. Mantendrá
la fidelidad a su modelo o “palo” y considerará a la mujer
tal como observó a su padre tratar a mamá. De modo que
queda atrapado en la lealtad a su propio género y en el
narcisismo de género de los hombres: es decir, en el punto
de vista y definición del mundo del varón. Ello sucede así
porque el padre “se trasmite” en su hijo, tal como
consideró Federico Nietzsche.

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2-Dos lenguas en juegos

Partimos de Jacques Lacan quién en su Seminario


“Disoluciones” nos habló de “Dos lenguas”-el del hombre y
la mujer-que ni intención tienen de comunicarse y que
solo se confabulan a los fines de la procreación. Lacan llega
a vislumbrar ambas lenguas ya hacia el final de su
monumental obra y como resignificación de visiones
parciales y sesgadas respecto de muchos debates sobre la
feminidad. Recordemos “La feminidad” (Freud, 1931), o a
psicoanalistas como Anna Freud más obsecuente con su
padre, a Melanie Klein, Helen Deuth, Susan Isaac, entre
otros. Pero “lengua” para Lacan no consiste en la lengua
para Ferdinand de Saussure, sino de una lengua que
hablan cada sujeto, y más específicamente, el
“Inconsciente lingüístico” que postulamos y donde
diferencia el idioma propio del hombre y el de la mujer. De
modo que, la delimitación de lo real dependen de ambas

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lenguajes y no son iguales. La “ilusión de igualdad” habla
más de diferencias que de similitudes. Sabemos que
similitudes existen, visiones compartidas y podemos
considerar tales como la “lengua conjunta” y social que
ambos partenaires hablan. Es decir, la lengua social, el
idioma social propio de un “sujeto social” perteneciente a
una cultura y época determinada.

De modo que, cuando un hombre habla a una mujer,


moviliza su propio “Alfabeto” o “Jeroglífico masculiné”,
tanto como su propia semántica, en un esfuerzo por
delimitar la realidad de ambos, generalizando la propia
mirada hacia el otro, la mujer. Un forzamiento inicial
porque pretender que la mujer cuadre en mi propia lengua
es Procustiana. De modo que, asistimos a dos “Procustos”
con un afán impositivo de sus respectivas lenguas, lo que
no solo llevan a diferencias y luchas sino a cuestiones
peores, como atestiguan los innumerables casos de
violencias de géneros, divorcios, hasta de femicidios y los
casos de androcidios.

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Por su lado, la mujer habla su propia lengua, su propio
idioma y en el sentido no menos impositivo que el del
hombre. Es que son dos inconscientes que se afirman con
dos sujetos a partir de dos lenguas o idiomas del que son
hablados. Es decir, ambos son hablados por sus respectivas
lenguas o “inconscientes”. De modo que estamos lejos de
atribuir responsabilidad subjetiva del tipo “Son
responsables de lo que hablan, hacen, sienten, etc.”
porque estamos hablando de un “idioma inconsciente” y
del que la conciencia de ambos no se anotician. Son tan
inconscientes de que hablan una lengua diferencial, con
afán impositiva o de legitimación, con diferencias de un
sujeto a otro, como también de la “lengua social
compartida” que hablan como pertenecientes a una
sociedad y cultura dada.

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3-Necesidad de un Femianálisis como método, terapia y


modelo de mundo desde la lengua e idioma de mujer

Se suele aducir que la mujer no existe pero si entendemos


el idioma que habla, empieza a tener consistencia como
sujeto. Considerando lo que venimos sosteniendo, a saber,
que el psicoanálisis actual es la expresión del “Idioma
masculino”, salta a la vista que necesitamos un “Femi-
análisis”, como método para pensar la realidad desde el
idioma femenino y darle protagonismo con voz y voto. De
la misma manera como una forma de terapia de género o
terapia acorde para el mundo de la mujer y como modelo
de un “Otro mundo” a partir del idioma femenino. Pero el
femianálisis no cae en la “Ismología” de pretender definir
en forma unilateral toda la realidad y sí, la intención de
estudiar, conocer, encaminar, cambiar, y curar la propia
lengua que hablan las mujeres. Mejor dicho, a través del
femianálisis, la mujer puede dar su voz, su voto, su

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palabra, su propia versión de la realidad social, familiar, de
parejas, etc. Ello no implica caer en el “Síndrome de
Procusto” de la mujer en que se pretenda hegemónica
respecto del hombre u otros géneros. Para nada y el
objetivo consiste en una intención de “Copensar todo”
conjuntamente con el hombre y los demás géneros. Es
decir, una visión consensual donde el criterio de salud
mental aparece como consensual. En éste método
femenino por excelencia, la lucha es también contra el
“Procusto” que es cada mujer en cuanto a su deseo
impositivo, como deseo de alienación del otro a su mundo,
etc., a su propia realidad. Entonces, el afán de cuadrar a en
primer lugar al hombre, y en segundo puesto a los demás
en el propio lecho aparece como dificultades y resistencias
que el método debe resolver. Así, la mujer lograría una
descentración respecto de su afán impositivo ayudando a
su compañero u hombre también a repensar la realidad de
las cosas en forma conjunta. Sería el pasaje de seres
individualistas y egocéntricos, con afán de imponerse,
buscando un reduccionismo del modelo de mundo del otro

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a las propias pretensiones egoístas. Pero para el
femianálisis la mujer no está sola ni permanece en dicho
rol mucho tiempo porque más tarde es “Madre”, aunque
sin dejar de ser mujer. También el de hermana,
profesional, artista, actriz, política, etc. De modo que, el
femianálisis estudia a la mujer como “Feminología”
integral a los fines de ayudarla a entender la sociedad en
que vive, a comprender y luchar para cambiar las
injusticias sociales que padece, etc., como sujeto social y
no solo profesional, madre o esposa de su marido. Por ello,
y como “Operatoria femianalítica”, dar lugar a la palabra
reprimida de la mujer, a su modelo de mundo sofocado
por la historia, por los gobiernos, por la organización de
hombres que tomaron predominio en lo social, en el
estado, en las instituciones, y guerras, con lo que, dejaron
recluidas a las mujeres como madres y productoras de
proletarios al servicio del capital, del amo feudal o los
tiranos de la antigüedad. Por lo que, como terapia
femianalítica, consiste en revertir la falta de desarrollo de
los potenciales de la mujer como sujeto en sus múltiples

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posibilidades de “Inteligencias múltiples” y como sujeto
social, político, intelectual, artística, deportiva, etc., en su
integralidad y como complementario a los demás géneros
y sin afán de hegemonía, delirio de superioridad o criterios
individualistas. Para lo mismo, como método de
interpretación y cambio de la situación social, emocional,
familiar, de pareja, profesional, etc., de la mujer, el
femianálisis utiliza diversos métodos, aportes de otras
ciencias, como criterio de interdisciplina, porque la
subjetividad de la mujer también es social, cultural,
socioeconómica, entre otras. Como método terapéutico
busca “des-reprimir” el lugar, la inteligencia, la vida
emocional y social de la mujer, relegada a la familia en lo
que conocemos como “división del trabajo social y reparto
de roles de géneros”. Cuando surgió el capitalismo y según
nos enseñó Federico Engels, la mujer fue relegada a lo
familiar, al rol de madre, productora de hijos, de sujetos
económicos útiles para el capital, a despecho de sus
potenciales, sus ideales de expansión, el desarrollo de sus
habilidades, etc., y el hombre cobró protagonismo

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económico. No decimos que el hombre pasó a ocupar
lugares de privilegios porque es el esclavo moderno en las
fábricas, en el campo, etc., y su “trabajo alienado” (Carlos
Marx) lo enajena y despropia de sí, de sus potenciales,
posibilidades, expansión vital, creatividad, etc., porque
solo es alguien en la medida en que sirve a los fines de su
patrón, el dueño de empresa. De modo que, la mujer
también debe luchar por su compañero, su marido, o su
hijo si es madre, etc., porque ambos son oprimidos por el
sistema social en que uno es trabajador asalariado
explotado a costa de su cuerpo y su vitalidad y la otra,
productora de proletarios o futuros trabajadores al
servicio de los que detentan los medios de producción. La
tarea no es solo la liberación de la subjetividad femenina
porque también lo es defender su pareja, en que ubicamos
al hombre tanto como a los hijos o su familia, complicada y
conflictiva por pertenecer a una sociedad desigual que
genera frustraciones, crisis, conflictos, y sufrimientos de
toda clase.

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Finalmente, necesidad del femianálisis como modelo
interpretativa del mundo propia de las mujeres cuyas
voces e inteligencias han sido reprimidas en el nombre
incluso de la ternura y la empatía. Es dar su palabra, su
visión del mundo, la sociedad, la familia, el amor, la pareja,
etc., en el marco de un debate que no puede ser
impositiva a como nos acostumbró el capitalismo
enajenado sino de visión conjunta, consensual, como
proceso de “copensar” y “sentipensar” (Galeano) juntos la
realidad nuestra de cada día.

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4-Ser definido por Otro Idioma

Es el “Reduccionismo idiomático” de la mujer al idioma del


hombre. Lo que se supone como ilusión es que todos
podemos hablar, interpretar y comprender un mismo
idioma. Y no consiste en eso porque cada uno opera un
“Reduccionismo idiomático” el discurso del otro, con lo
que, las significaciones que se atribuyen son idiosincráticas
y propios de un modelo de mundo. Es decir, reducimos lo
que el otro género nos dice a nuestras propias
significaciones, con un margen de similitud mínimo.
Incluso lo que se llama “empatía” no consiste sino en un
trabajo de interpretación donde se significa lo que el otro
nos dice desde nuestro sistema de archivos personales.
Ello se debe a que todo conocimiento es por analogía en
relación a la significación de lo que percibimos según
nuestros modelos o conocimientos previos. Lo mismo pasa
con el idioma de géneros: atribuimos significaciones a lo

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que las mujeres nos cuentan según nuestra visión
masculina. De modo que, tenemos éste problema desde el
vamos.

Este proceso de reduccionismo idiomático consiste en la


“traducción” de las palabras y conductas del otro bando
desde nuestras propias significaciones, donde aplicamos
significaciones, pero donde no realizamos la pregunta
siguiente: “La traducción vía interpretación del lenguaje
del otro género, ¿implica diferenciar ambas lenguas como
diferentes?”. Pero asistimos a una ilusión desde el
comienzo: que entendemos lo que nos dice el otro género
sin percibir la aplicación de categorías o conceptos
propios. Para disipar tal ilusión, necesitamos diferenciar
ambas lenguas, las dos definiciones y las similitudes y
diferencias subjetivas en la enunciación de un concepto.
En otros términos, dos “Procustos” que no buscan
diferenciar sus propias ideas del otro y proceden a
acomodar en su lecho de lenguaje las consideraciones del
otro.

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5-Sujetos de un Orden social que fija lugares

Una sociedad donde el hombre resulta productivo y


acorde con la lógica del Inconsciente capitalista que es
acumular capital, dinero, bienes, etc., lógicamente aparece
como “figura” sobre un “fondo femenino” con menor valor
en cuanto a productora de plusvalía se refiere. Es decir, si
partimos del todo a las partes, de lo social y su lógica
desde las premisas del “Socioanálisis transdisciplinar”, que
estudia el “Inconsciente social” como una lógica social que
define las partes, necesariamente desembocamos en que
ciertos roles, ciertos personajes, instituciones, etc.,
comienzan a tener un valor superior que otras. En éste
sentido, partimos no de un supuesto hombre que domina
a la mujer y la somete, sino desde el ordenamiento social,
el capitalismo y su resignificación de todos los roles de
clases, las instituciones, la familia, tanto como de hombres
y mujeres en relación al engranaje productivo. En éste

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contexto, mientras más produce un género dado, más
jerarquía social va a poseer porque la lógica es
economicista. De modo que el valor atribuido al hombre
desde los albores del capitalismo, se debe a que su cuerpo
y su fuerza, su mente y su capacidad para los cálculos
económicos y la producción, fueron adecuados y
conformados al nuevo orden social economicista. Este
proceso social de construcción de subjetividades, de
producción de subjetividades acordes al modo de
producción y su lógica materialista y económica, comenzó
desde los inicios del capitalismo en que la familia debió
migrar del campo a la ciudad para servir a los designios del
amo burgués. EL campesino agricultor se transformó en los
gremios, luego fábrica, industria, etc., en un trabajador
asalariado, productor de plusvalía, con lo que conocemos
como “trabajo enajenado”. Por su parte, la mujer se
transformó en la compañera productora de asalariados
útiles para la libre empresa, quedando en la casa como
“ama de casa”. Pero al hombre también se lo intituló como
“amo de su hogar”, emulando la dialéctica de clases

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compuesto de un amo y un esclavo, si acudimos a las
categorías de Hegel. De modo que, toda la familia pasó de
pertenecer a grupos extensos, la familia extensa donde
convivían varias generaciones, abuelos, bisabuelos, padres,
hijos, nietos, etc., a la familia reducida o familia nuclear,
más operativa para la explotación capitalista. Es decir, no
un grupo familiar donde se pueda vivir para ser, sino para
tener, desde la lógica del “Ser es tener” del nuevo orden
social. Allí, la enajenación económica es muy claro y el ser
humano se vio reducido a ser productor y consumidor, un
“homo económicus” con todo lo que significa de
sufrimientos y conflictos como malestar social. La lógica
del capitalista, su deseo voraz de dinero y bienes, se
generalizó a todo el campo social. Tanto el rico que busca
ser cada día más rico como su esclavo asalariado, queda
atrapado en ésta locura capitalista de acumular dineros a
como sea, en una lucha por lugares, dineros, bienes, a
como sea.

En éste contexto social capitalista de pujas de clases, de


desigualdades y explotaciones, de sufrimientos y

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opresiones, en el marco de la enajenación social y humana
en lo productivo, la vida sana, con valores existenciales,
donde cada uno pueda desarrollar sus potenciales, ideales
y valores no encuentran lugares. Por un lado tenemos los
lujos y derroches, la vida hedonista y ostentosa de los ricos
y sus secuaces como clase media, y del otro, los que
apenas llegan a fin de mes, la familia asalariada, productor
de asalariados y plusvalías, los que sufren y mueren al
servicio del capital, donde toda la familia padece las
consecuencias de la desigualdad social. Evidentemente
que cobra protagonismo en el escenario social la
desigualdad social, la explotación, y sus consecuencias
como sufrimiento de toda la familia proletaria. En cuanto
al reparto de roles en la familia, la mujer queda a cargo de
la casa y el hombre al servicio del patrón, que no aparece
como un privilegio social ni como símbolo de superioridad
o de estatus social porque producir excedentes de
ganancias y cobrar una miseria que solo alcanza para no
morir de hambre no consisten tampoco en símbolos de
superioridad. El hombre explotado, al servicio del capital

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no aparece tampoco como un ser superior pleno de salud
mental y vive sufriendo, frustrado, conflictivo, hasta con
enfermedad mental de toda clase. Su esposa, aparece
también como operativa en el reparto de roles funcionales
al sistema social y debe criar a la prole para que sea
productivo en lo escolar y pueda el día de mañana también
ser un “buen trabajador”. Pero éste reparto de roles entre
la madre en la casa y el hombre en la empresa no duró
mucho y prontamente se complicó con la escasez de
trabajos, la desocupación, la subocupación, y comenzaron
los problemas. Conflictos familiares, rupturas, violencia de
parejas, femicidios, etc., cobraron figura en el escenario
social. Pero si acudimos a ambos discursos, a saber, el del
hombre y el de la mujer, vamos a comprobar que cada uno
posee un modelo de mundo diferente, tanto de lo social
como de la familia, la pareja, la crianza de los hijos, etc.,
porque ambos, provienen de familias diferentes, con lo
que, gracias al “sistema de intercambios” (Jean Claude Levi
Strauss), el desencuentro se ve incrementado por las
exigencias sociales, la explotación y la lógica del malestar

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El femianálisis
en una sociedad donde cuentan los bienes y dineros. En
éste contexto y gracias a los movimientos feministas, la
mujer se definió como maltratada, explotada, dominada,
etc., por su hombre. A falta de comprender el proceso
social capitalista y la desigualdad como causal principal de
lo que sucede en la familia y pareja, la parte femenina de
la sociedad se posicionó como víctima del hombre, en una
proyección de la culpa sobre el compañero sin poder
comprender que los efectos de la desigualdad social, la
escasez, la pobreza, etc., son tales luchas, conflictos,
violencias y divorcios, etc. Sin embargo, si el discurso de la
mujer es reivindicativo, pleno de quejas y reproches hacia
el hombre opresor, necesitamos estudiar sus razones y
entrever un panorama más claro al respecto.

Merced a las consideraciones previas, podemos vislumbrar


que el mentado privilegio, posición superior o mayor valor
atribuido al hombre tiene su lógica en su utilidad como
sujeto productor de plusvalía, en consonancia con el orden
social capitalista. Es decir, tanto produce, tanto vale. La
preeminencia económica del hombre llevó a que su

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subjetividad, su vida, su condición masculina sea
considerada como “superior” al de la mujer, aunque
sabemos, constituye solo una faz del varón, su faz
productiva de plusvalía, lo que se generalizó a toda su
subjetividad, en detrimento incluso de la mujer que quedó
en segundo plano en relación al engranaje productivo. El
valor economicista del hombre condujo a su protagonismo
social, político, familiar, en la pareja, etc., merced a la
lógica del capital que sobrevalora todo lo que de
ganancias. La dependencia de la mujer en lo económico se
debió entonces a las necesidades del capital de
instrumentar el cuerpo del hombre y su fuerza con fines
productivos, minimizando otros potenciales, como las
humanas por ejemplo. Entonces, podemos considerar que
las quejas del feminismo y de la mujer respecto a su
posición inferior encuentran su lógica en el orden social. La
división del trabajo social y de géneros llevó a que la mujer
sea productiva aunque en el hogar y otros trabajos
accesorios en las empresas y en las instituciones. Lo crucial
es entonces que en el capitalismo, se valoran

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subjetividades de acuerdo a lo que aporta, a las ganancias
que otorga. Mejor dicho, las condiciones sociales objetivas
consideradas, posicionan, dan un lugar, roles, y todo un
imaginario de géneros donde el hombre se consideró
como dominante en la pareja y familia, emulando su lugar
en el modo de producción. Es decir, traspola su posición
económica dominante al ámbito familiar y de parejas.

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5-¿Lugares privilegiados?

Vimos cómo la sociedad posiciona a hombres y mujeres en


relación al engranaje productivo dando lógica tanto a cada
sujeto como a la familia y las instituciones. Los gestaltistas
dirían: “El todo determina a las partes”. Ahora nos toca
estudiar las razones sociales que llevaron a reprimir el
discurso de la mujer tanto como la represión del discurso
femenino en el psicoanálisis masculino. Decimos, “razones
sociales”, lo que implica, razones económicas, hasta
culturales e históricas, porque en diferentes sistemas
sociales, el reparto de roles como “división del trabajo de
géneros” se operó según el modo de producción y
adquisición de recursos para sobrevivir. Por lo que, la
mujer fue y aún es funcional al modo de producción
capitalista como productora de asalariados, de hijos útiles
para la producción, con lo que, la familia o la casa es el
ámbito laboral de la misma merced a su condición de

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procreadora. Pero ello desestimó sus otros roles posibles,
como el social, profesional, ideológico, científica, creativa,
etc., lo que llevó a ser excluida del protagonismo social,
relegada al ámbito del hogar y en función de su hombre,
solo ama de casa. Es decir, la dinámica social y el reparto
de roles recluyó a la mujer al ámbito del hogar, lo que llevó
a la deprivación social, aunque lo social, en éste contexto,
no puede resultar un privilegio al orden exasperado del
capitalismo. No puede ser un privilegio pasar de un hogar
cómodo sin patrones ni supervisores que obedecer, o el
traslado en colectivos, trenes, etc., con sus rutinas diarias
de frustraciones y sinsabores originada por la explotación
social. Pero las mujeres y sobre todo el movimiento
feminista, llegaron a considerar como esclavitud el ámbito
de desenvolvimiento de la mujer. Ello se debe a la
comparación de la mujer con su esposo, esclavo asumido y
productor de plusvalía, que a diario marcha a las fábricas,
compitiendo por las miserias de puestos, transitando a
diario la dura lucha del campo laboral del capitalismo. Y
ello cuando logra conseguir un puesto como para ganar

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dinero y llegar a fin de mes. Al pobre diablo enajenado y
funcional al capital se lo tilda incluso de “privilegiado”, a
falta de una percepción social más acorde con lo que
verdaderamente pasa.

Las premisas previas nos llevan a las razones del porqué de


las consideraciones de que el hombre lleva una vida
privilegiada en relación a su esclava sometida y sufriente
mujer. Pero en función de la “Lógica social” economicista
inducido por el capitalismo, donde todo el mundo corre a
diario para capitalizarse y lograr dinero, bienes, y a veces,
ni siquiera un puesto, etc., lo que condujo a pensar que
ella quedó relegada, excluida y explotada por su hombre.
Por ésa lógica, es claro que salir cada día, padecer los
trenes y colectivos repletos, a temprana hora, padeciendo
la disciplina de las fábricas, etc., sea considerado como
“libertad” por su compañera. Incluso como “Injusticia
padecida”, lo que alimenta el sentimiento de ser inferior,
de menor valor, etc., tanto en lo productivo como sujeto,
como mujer. Recordemos que en el capitalismo, tanto

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producís, tanto vales. La lógica economicista que inunda
toda subjetividad, grupo e institución.

Finalmente, solo unas pocas lograron saldar cuentas al salir


a pelear los pocos lugares de trabajos en el comienzo del
capitalismo hasta la generalización del salir a trabajar de
hoy día donde ambos, mujeres y hombres compiten en pie
de igualdad por mejores “posibilidades”, entendiendo por
posibilidades lo locura diaria de correr tras mejores
salarios, bienes, y en el fondo, dineros.

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6-Un idioma de mujer reprimida en la sociedad y en el


psicoanálisis

Si definimos el “idioma de mujer” como el modelo de


mundo peculiar, propio de un género o sexualidad, así
como el rasgo peculiar, definición de realidad, e incluso,
como el sistema representacional del sujeto, producto de
su deseo y que vemos en acción en su discurso, en sus
fantasías y anhelos, en sus proyecciones e ideas, como
lógica subjetiva, diferente al del hombre, merced a su
historia peculiar, entonces, decimos que el idioma de
mujer ha quedado relegado al plano de lo implícito,
reprimido en un segundo plano, como bien atestigua el
libro “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir. Es decir,
un modelo de mundo silenciado, desconsiderado e
invalidado en relación al del hombre que cobra figura en lo
social porque es de un sujeto productivo, útil al sistema
social y participativo. Posee su lugar legitimado en el

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engranaje productivo y el sistema jurídico y político,
cuando en lo ideológico, quedando para la mujer, el
contexto familiar, los hijos, la casa. Esto no significa una
represión total del tipo “silenciamiento” y “dominación
total” porque todo discurso o idioma reprimido,
descalificado, invalidado y relegado retorna como queja,
como reproches, y luchas por ser, por legitimidad, por
protagonismo y participación. Y vemos que es la queja
cotidiana de las mujeres dependientes en lo económico
buscando voz y voto. El hombre consideró el lugar
atribuido por el burgués como legítimo en relación a su
subjetividad cuando es solo valor economicista,
productivo, como un esclavo productivo. Se creyó el papel
social otorgado por el patrón, lo que se erigió en rol
dominante ante otras roles potenciales y posibles,
vinculados a la expansión de sus posibilidades más
humanas. Es decir, quedó alienado en el discurso amo
capitalista en su totalidad, dejándose engullir por la lógica
materialista y economicista para considerarse ser superior,
amo de su casa, dueño de su mujer y sus hijos. Pero el

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conflicto cotidiano con su compañera, le devuelven
problemas que indican que la cosa no cierra y es la imagen
cotidiana de millares de familias y parejas donde cada uno
lucha por legitimar un idioma o modelo de mundo
diferente al del partenaire.

Por su parte, su compañera tampoco logró captar la lógica


social economicista para considerarse relegada e inferior
en cuanto al productivo hombre del que depende en lo
económico y más aún en las clases menos pudientes.
Incluso, las vivencias de injusticias padecidas, de ser
relegada al no protagonismo, le generan los “síntomas”
que Sigmund Freud percibió como “Histerias”: la queja, la
demanda de ser querida o valorada, cuando no de
síntomas de sufrimientos como la conflictividad, entre
otros. Mejor dicho, el individuo oprimido, sufriente, que es
pospuesta ante el brillo económico y social de su
compañero, desarrolla, por consecuencia, los síntomas
conocidos como histeria, fobia, ataques de pánicos,
frigidez, desamor, etc., que a su vez torna problemática
todo el campo de la pareja y familia, llevando a violencias

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de parejas y divorcios, hasta casos extremos de
enajenación como los femicidios. Claro es que tales casos
implican una policausalidad y en éste ensayo remarcamos
las causales socioeconómicas más cruciales.

Podemos considerar entonces que el idioma de mujer


como su modelo de mundo, sustentado en un deseo, en
un linaje de mujeres, que luchan a diario por instalar su
modelo de mundo, de amor, pareja y familia, es reprimida
socialmente merced al protagonismo del idioma de su
pareja, el hombre. Hablamos de un proceso social y donde
el mecanismo de represión implica el silenciamiento, la
descalificación, censura, la invalidación, etc., quedando en
posición de lo prohibido y que posee conexiones con la
dependencia económica respecto del “Jefe de hogar”. Es
decir, la mujer asume la descalificación social de su lugar,
el ser relegada y menospreciada desde lo productivo,
porque es quién no aporta plusvalía, por lo que, toda su
subjetividad queda desvalorizada. La subjetividad de su
hombre es sobre valorizada porque es un trabajador, un
productor de dineros, de capitales, etc. Tales condiciones

34
El femianálisis
objetivas y sociales, posicionan a ambos en forma
asimétrica y donde el hombre queda dominante desde lo
económico, la mujer queda en dependencia, por lo que, el
proceso es generalizado también a su idioma, a sus
opiniones y propuestas, con lo que, tenemos la forma
clásica de la familia nuclear y pareja capitalista donde el
hombre sale a trabajar y la mujer relegada en la casa. Sin
embargo, éste cuadro fue variando a medida que el
capitalismo iba entrando en zonas de crisis, con lo que, las
desocupaciones y la escasez, llevaron a que la mujer deba
también salir a trabajar junto a su hombre y que condujo
más tarde a los reclamos de igualdad salarial, mayores
derechos, etc., imposibles si la mujer también no participa
en el engranaje productivo. Es decir, el mayor
protagonismo femenino en el engranaje productivo
merced a las crisis crónicas del capitalismo, llevó a la toma
de conciencia de la desigualdad en materia de división
social del trabajo entre géneros, con lo que, se siguió de
mayores derechos como el voto femenino, los

35
El femianálisis
movimientos feministas, los reclamos por tratos
igualitarios, no a la violencia de géneros, entre otros.

Por otro y en consonancia con el orden social


economicista, donde la preeminencia del varón llevó a la
descalificación y represión del idioma femenino,
observamos un psicoanálisis masculino que
históricamente silenció o reprimió el idioma de mujer en
su seno. Es decir, el psicoanálisis como una disciplina y
práctica de hombres, ya desde sus inicios, con Freud,
Adler, Jung, Ferenci, etc., como los más destacados, siendo
que la inclusión de la mujer fue ya tardío, y gracias a
mujeres corajudas que dieron su discurso como M. Klein,
Clara Thompson, Susan Isaac, Helene Deuth, entre otras.
De modo que, una ciencia de hombres también mantuvo la
fidelidad al propio género y la consideración autística de
un solo idioma como válido y con el que incluso definieron
a la mujer en muchas de sus características: el idioma
masculino, el “masculiné”.

Es decir, una represión en el sentido de exclusión del


discurso femenino de la agenda oficial del psicoanálisis,
36
El femianálisis
quedando el idioma masculino como el idioma oficial para
calificar y caracterizar a la mujer como histérica, envidiosa
de los atributos del varón como el de poseer el pene
preciado, y que Freud mismo consideró como “Protesta
viril” o deseo siempre latente de desear ser hombre. Si
Freud hubiese considerado el “como el hombre”, podría
percibir que además de su visión masculina existían otras
posibilidades idiomáticas, pero no fue así y se quedó con
su posición unilateral o visión singular de sujeto respecto
de la mujer, que hoy día sabemos, posee su propia mirada,
visión, idioma o modelo de mundo.

37
El femianálisis

7-¿A causa del hombre?

Hablamos de dos idiomas, a saber, el “feminé” y el


“masculiné”, aunque existen otras, como el Idioma
conjunto y social que ambos hablan sin darse cuenta. Es
así que juegan el modelo masculino y de mujer epocal, así
como el modelo de amor, pareja y familia igualmente
epocal, y organizado por el orden socioeconómico que
posiciona a ambos en forma objetiva, aunque desde lo
subjetivo, desde cada sujeto, las vivencias y
consideraciones sean diferentes. Así, el hombre no percibe
su funcionalidad al sistema de opresión economicista tanto
como la mujer no percibe que tanto su hombre como ella
misma y los chicos, etc., son “víctimas” del sistema de
opresión. Es decir, las determinaciones sociales como la
desigualdad, lucha de clases, la pobreza, la lucha por la
supervivencia, la lucha por los lugares de trabajos, etc.,
llevan a luchas y conflictos, diversas formas de violencias,

38
El femianálisis
como la violencia de parejas donde ambos luchan por
hacerse valer, porque la otra parte pueda considerar el
propio idioma. Es decir, los reproches recíprocos, las
peleas y diferencias entre hombres y mujeres, como en la
pareja. La mujer no logra captar las causales sociales que la
posicionaron en su rol preponderantemente de ama de
casa así como el hombre no logra percibir que su
preeminencia es solo económica y que su mayor valor
atribuido por un orden social economicista no se
corresponde con las expectativas humanas más nobles. Sin
embargo, a las determinaciones sociales se articulan las
psicológicas, como el Deseo femenino y el masculino,
ambos articulados en lo que Freud mismo denominó
“Complejo de Edipo”. Entonces, la lógica de una vida,
como el de la mujer, tanto para todos como para ella
misma, no tiene sentido sin su rol de “Mujer de” o el de
“Hombre de”, que, finalmente conduce a la pareja, el
matrimonio y familia. Por lo que, en la pareja por ejemplo,
el amor cobra relevancia y el deseo es la de ser reconocida
como “Mujer de”, tal como otrora la niña había

39
El femianálisis
incorporado de sus padres. Lo mismo para el hombre que
busca la felicidad en el amor, la pareja y familia, sin saber
lo que le espera. Así, hombres y mujeres buscan la
felicidad, el amor y pareja como fases o etapas
perseguidas por todos y todas. Es lo más acorde al deseo y
subjetividad de cada uno porque el “Programa edípico”
empuja hacia el mismo. Pero sin que el amor se reduzca
tan solo a las determinaciones económicas o Edípicas,
sabemos de los aportes del Socioanálisis transdisciplinar
que existe un “modelo de amor epocal”, tanto como de
mujer, de hombre, familia etc. De modo que, para el
femianálisis, no nos podemos centrar solo en aspectos
subjetivos, vinculares o familiares sino además, sobre la
vertiente socioeconómica y sociocultural de los procesos.

De acuerdo con lo anterior, la misma familia se ubica en


una clase social dada y con ciertas posibilidades, donde la
clase baja padece en demasía el impacto de la pobreza y la
opresión, con lo que, todos los conflictos se maximizan,
como los problemas de parejas y las diversas formas de
violencias que son utilizadas instrumentalmente para

40
El femianálisis
imponerse en el propio idioma de género. Pero no
obstante la pobreza y los conflictos resultantes, ninguno
de los dos inculpa al orden social por los conflictos que
padecen sino a la pareja, al partenaire. Hombres y mujeres
se inculpan por las peleas y diferencias y muchas veces
logran terminar con su pareja sin poder comprender la
lógica de los acontecimientos. La mujer padece “a causa
del hombre” y éste de la mujer. Es allí donde emulan la
dialéctica del amo y el esclavo de lo social como lucha de
clases que en la pareja aparece como la lucha entre un
hombre sobrevalorado socialmente por su rol económico y
la mujer que reclama justicia en los tratos, equidad,
igualdad, ser escuchada, etc. Es decir, localiza la culpa en el
otro, como su hombre. Pero ya veremos que además de la
réplica de la desigualdad social en la pareja y familia,
aparecen determinaciones como el de “linajes” producto
del “sistema de intercambio” (Jean Claude Levi Strauss)
que operan en el sentido no la alianzas como se espera
sino de divisiones y luchas vanas que solo terminan con las
esperanzas de una pareja y familia feliz.

41
El femianálisis

8-La psicopatologización de la mujer

De un orden social medieval y familiar relativamente


estable, y con el rol de la mujer centrado en la familia y los
hijos, se opera el pasaje al orden social capitalista, el
traslado del campo a la ciudad, el nacimiento de los
gremios y empresas, la gran industria, y la monumental
sociedad con sus dos clases sociales principales, su
dialéctica desigual, la explotación del hombre por el
hombre, con sus secuelas de sufrimientos, enfermedades
mentales y conflictos de toda clase. Junto a éste proceso
social de predominio de una clase social nueva, el burgués,
surgieron sus instituciones como el estado, el parlamento,
el voto, los partidos, escuelas y hospitales, universidades y
profesionales acordes para el control social de quienes
osen desviarse de la finalidad productiva de todo. El
discurso médico y psiquiátrico se centró en lo corporal y
en las enfermedades mentales, respectivamente a los fines

42
El femianálisis
del “control psicosocial” de quienes no contribuyan al todo
productivo o quienes no sean productivos como el loco.
Incluso de quienes no se adapten a la nueva sociedad y a
los fines de la conformidad social, familiar y de pareja. Es
decir, instituciones y profesionales que se encargan de
adaptar y conformar a un orden social invivible. La mujer
no es ajena a ello y su relegamiento al ámbito familiar con
sus reacciones consecuentes, necesitaba ser estudiado,
clasificado y considerado desde el discurso psiquiátrico y
psicológico. De modo que la queja histérica, sus desmayos
y sufrimientos a causa de una subjetividad reprimida,
como todo su discurso de mujer, su protagonismo, y
desarrollo de potenciales, fueron sistemáticamente
diagnosticados, etiquetados y orientados hacia la terapia y
los psicofármacos. Es decir, las terapias, el psiquiatra, el
psicoanalista y el psicólogo, como agentes directos de
adaptación y adaptación a la lógica economicista del
capitalismo. Así, la mujer debía conformarse como “The
second sex”, y solo en pocos casos el salir y trabajar a la
par con su compañero.

43
El femianálisis
Por su parte, su compañero, intitulado muchas veces como
explotador de su mujer, dominante, violento, etc., fue
considerado además como “Obsesivo” cuando de “loco”,
porque su afán por el orden, la disciplina, el dinero, etc., se
hizo carne en su subjetividad. Es decir, las características
obsesivas no son sino la del hombre productor, con su
lógica intelectualista, racionalista, los cálculos, etc.,
propios de un sujeto enajenado en un orden social que
reduce la humanidad a su faz económico y productivo. Lo
que para el hombre se consideró y considera aún como
“privilegios”, no son sino las rutinas de trabajador
asalariado, del esclavo postmoderno, al servicio del capital
o cuando es para sí, esclavizado por su afán de acumular
capital y capitalizarse. Es decir, ambos, atrapados en un
orden social que enajena de igual manera a todos. La
lógica economicista, como razón para ser del capitalismo,
invadió toda la subjetividad, la familia opera en
consonancia y quien no contribuya a los fines de lograr
dinero, es caracterizado como desadaptado social,
enfermo mental, loco, “histérica” u “obsesivo”.

44
El femianálisis

9-“¿Superioridad masculina?”

Los grandes movimientos feministas por el derecho de la


mujer han sostenido desde los inicios que el culpable es el
hombre. Es decir, lo que podemos denominar “Proceso de
individualización” de un fenómeno que venimos enlazando
desde sus orígenes a procesos sociales, socioeconómicos,
de desigualdad social, de “lugares asignados por el
capitalismo” y por cierto, lugares de injusticias y
padecimientos. Mejor dicho, la mujer reprocha a su
hombre y a los hombres el lugar de injusticias a que fue
pospuesta, no obstante ser la casa, un lugar de menor
maltrato por el capital y el trabajo enajenado. La mujer se
queja para con su hombre y por su hombre, que además
conlleva modelos inculcados en la familia, como el modelo
nocivo de amor de los padres que pasan a los hijos como
modelo de amor a seguir. Se queja de que el hombre no
sea funcional a sus expectativas de libertad, de desarrollo

45
El femianálisis
personal, de expansión de sus potenciales, de no salir a
triunfar laboralmente como su hombre, entre otros.
Reclama legitimidad, valor social, personal, profesional o
laboral, etc., pero a alguien que aparece como el culpable
de su mal y tan oprimido y maltratado por el orden social
como ella. Pero a falta de conocimiento cabal de la
sociología y la economía política del orden social, la
cuestión se dirime en el hogar, en la pareja y las
consecuencias son lo que hemos plasmado en varios
ensayos como “Descalificación, invalidación, demonización
y criminalización en el amor”. Es decir, una dialéctica de
pareja de quejas, reproches, agresiones verbales, físicas,
sexuales etc., que cobran diferentes estilos según la
historia singular de cada partenaire. El mayor valor
atribuido por la sociedad al productor de capitales lo
posicionó en un lugar de supuesto privilegio, de
dominación de su pareja y familia, cuando el uso descarte,
el maltrato emocional y físico, la lucha cotidiana por
puestos de trabajos, la desocupación, salarios de hambres,
etc., detonan en el pobre diablo toda clase de

46
El femianálisis
enfermedades mentales que a su vez impactan en la
pareja y familia. Es decir, un lugar de seudoprivilegios y
seudovalor social y económico a costa de morir como ser
humano coartando sus potenciales y tiempos para
disfrutar una vida mejor con sus hijos y pareja.

47
El femianálisis

10-Freud, la “Envidia fálica” y el “Complejo de


masculinidad”

Las consideraciones del padre del psicoanálisis, a saber,


Sigmund Freud, sobre la mujer y su fundación, gracias al
pasaje por el “Complejo de Edipo” son dignos de ser
considerados en relación al lugar de la mujer en el reparto
de lugares en el capitalismo-u otras sociedades y culturas-
debido a que tal posición social implican atributos,
beneficios y perjuicios, etc., tal como observamos en la
mujer respecto del mayor valor social otorgado a los
hombres merced a su utilidad económica. El hombre
quedó atrapado en la lógica economicista y la vorágine de
producir y consumir, siendo la vida un camino productivo,
de ida, y cuando ya el cuerpo no puede producir, la misma
lógica productivista excluye al hombre como jubilado,
inválido, enfermo, viejo y condenado a los hogares de
ancianos ya listos para morir. Por su parte, la mujer fue

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El femianálisis
investida del rol materno, productiva desde la vida, el
hacer hijos como futuros asalariados, por lo que, en la
casa, como “ama de casa” y madre, le fue conferida su
castillo de arena. No todo es condena porque si
comparamos la casa con la gran industria y empresas con
sus dinámicas de sacrificios, maltratos, esfuerzos vanos por
lograr dineros, etc., creemos que quedarse en casa es
mejor en el sentido de aquellas cotidianas guerras
vinculares, moobing, humillaciones ante órdenes y
despidos, la competencia a diestra y siniestra por los
lugares y “oportunidades”, etc. Pero Freud parte de que la
estructuración de la mujer comienza con la comprobación
de que ella carece de pene como su hermano u otros
familiares y que ello le provoca un sentimiento de
inferioridad debido a las diferencias anatómicas, además
de la famosa “Envidia fálica”, envidia del hombre que
posee algo tan valorado (“Complejo de masculinidad”). Es
así que reacciona en el sentido de tres posibilidades. El
primero es la retracción respecto de la sexualidad huyendo
despavorida ante la comprobación de que nació privada de

49
El femianálisis
un órgano tan preciado. El segundo es que se aferra
tenazmente a su creencia de que sigue siendo hombre y
mantiene la esperanza de que puede llegar a serlo algún
día. La última es que desarrolla la actitud psicológica
normal asumiendo su feminidad, desplazándose hacia el
padre como objeto de amor y sexualidad de quién espera
tener un niño como equivalente de la carencia de pene.
Pero Freud parte de comprobaciones subjetivas, como el
niño que se angustia ante la consideración de que puede
perder su preciado pene o, la niña, que comienza su serie
de demandas por carecer del mismo. Desde allí Freud
deslumbra con su pluma al desarrollar toda una
psicopatología, estructuras como la histeria-más propia de
las mujeres-, etc., aunque caben otras consideraciones.
Por ejemplo aquello de que “El todo determina a las
partes” como lo social, lo cultural e histórico. Es decir, si
acudimos a las premisas del Socioanálisis Transdisciplinar,
como el de “Inconsciente social”, dimensión simbólica
compartida, sostenida y defendida como “lógica social”
(economicista, materialista, cosificante, que aliena en lo

50
El femianálisis
económico) que aliena a todo sujeto en una vorágine
existencial casi psicótica, la cosa cobra Otro sentido. Y tal
sentido es que incluso la subjetivación, asunción de una
identidad de mujer o subjetivación, va también no desde
las vivencias y percepciones sino de lo social y sus moldes
o formas consagradas como el formato de mujer epocal,
históricamente construida, propio de un modo de
producción y que predetermina lo que se valora como
“perceptible”. Es decir, el todo que determina a las partes
como Inconsciente social implica un modelo, definición,
formato o subjetividad de mujer que no va del individuo al
todo social como dijo Freud sino de definiciones
consagradas que guían la percepción, subjetivación,
individuación, la familia, el rol de padre y madre, o cómo el
sujeto se debe percibir. Mejor dicho, existe un molde
social de mujer con sus funciones y características
definidas merced al ordenamiento social que delimita
cómo debe estructurarse una mujer o un hombre pero que
permanece en zonas de represión, zonas compartidas de
ideas, prejuicios, moldes, roles, ideales, etc., que no se

51
El femianálisis
replantean merced al rango de “tabúes sociales”
pertinentes para el orden social y cuya relativización
resulta al menos culpógenas, además de requerir un
conocimiento cabal del todo que guía las partes o
subjetivaciones. En éste sentido, lo que Freud percibió
desde su posición social acomodada como inferioridad
femenina, la protesta viril consecuente, etc., no son sino
las quejas y reacciones de una niña que percibe el mayor
valor familiar y social de los niños y del hombre,
personificado en su padre. La preeminencia paterna y la
dependencia de la madre, llevan a la niña a atribuir
propiedades superiores al hombre sin comprender que
tales obedecen al rol económico de hombre proveedor en
la casa y proveedor de plusvalía en la empresa y sociedad.
Es decir, funcional al capital, la división en clases
explotadoras, la clase baja y su rol de asalariado productor
de plusvalías. Para dar una imagen por contraste, veamos
una sociedad donde se valore a los que producen
habilidades corporales como “sociedad deportiva”. En ella,
desde niño, se incentivan y estructuran en el sentido del

52
El femianálisis
modelo social, el ideal de sujeto deportista, corporal,
habilidoso, donde el rol de madre, cocinera, esposa, etc.,
no serán cualificados socialmente como el hijo o hija
deportista. De la misma manera, una mujer que hoy día
sale a disputar con el hombre los pocos lugares de trabajo,
comienza a ser “profesional”, “mujer libre y actualizada”,
“empoderada desde lo económico”, etc., pero que queda
ahora atrapada en las fauces del modelo social
productivista y donde va a sacrificar porciones de su vida
como “tiempo vital” al servicio del capital. Salvo que sea
empresaria, será funcional al sistema hasta que donde dé.
Lo mismo el hombre que nada en el mar del capitalismo
productivista y consumista, donde intercambia vida por
salario. Quién disfruta los beneficios del trabajo excedente
o plusvalía es el capitalista, empresario, patrón, jefe o todo
aquel que detenta los medios de producción para
esclavizar a un sujeto al servicio de su empresa.

Vinculado con lo anterior, la superestructura social (las


ideologías, creencias, ideales, ciencias, el imaginario social,
etc.) sirven para justificar o legitimar el orden enajenado

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El femianálisis
de cosas y en el campo familiar toda clase de conflictos y
sufrimientos y donde no se percibe la desigualdad social y
las injusticias de la explotación, lógica economicista, etc.,
sino la “lucha de géneros”, las “violencias de parejas” y
divorcios, hasta el extremo de femicidios donde un sujeto
alienado por años de opresión y locura social, realiza lo
que podemos denominar “La pena de muerte del modelo
patriarcal”.

54
El femianálisis

11-¿Revolución femenina?

Por un “Error de apreciación”, desde sus inicios, el


movimiento feminista luchó contra el hombre a los fines
de su liberación. Solo unas pocas cultoras del movimiento
comprendió que no es “guerra de sexos” ni de géneros
sino “lucha de clases”, opresión, desigualdad que oprime
tanto a mujeres como a hombres, abuelos, niños,
discapacitados o a la tercera y cuarta edad. ¿Por qué sería
un error de apreciación la lucha de las mujeres por
mayores derechos?. Porque la guerra de géneros se centra
en los “Efectos de la desigualdad e injusticias sociales” y no
sobre las causas socioeconómicas y políticas. Es decir,
hombres y mujeres luchan entre sí a falta de comprensión
del proceso social que genera la desigualdad y la lucha por
las subsistencias. Antes que luchas, marchas, encuentros, o
congresos contra los factores sociales que generan el
sufrimiento de mujeres y hombres, el feminismo se la

55
El femianálisis
agarra contra el hombre, en un enfoque “paranoide” de
proyectar la culpa sobre la clase de los hombres, que, a
nuestro criterio, son tan problemáticos como las mujeres
merced al orden enajenado de cosas. Como comprobante
de éste proceso es que el “Feminismo” se caracteriza
como mujeres en luchas por mayores derechos,
considerando que el hombre es el culpable en muchos de
sus expositores, sin poder considerar que el hombre es
Efecto de un orden social problemático. Ya el mismo
nombre como “Feminismo” nos indica un “Ismo” o como
parcialidad que dice defender a las mujeres cuando
hombres y mujeres son productos de una familia
patriarcal, productora y reproductora de sujetos
funcionales a la opresión y la lógica psicótica del
capitalismo. Ante ésta parcialidad y como Operatoria
Femianalítica, decimos que es mejor la inclusión del otro
género, la búsqueda de consensos, la crianza de hijos no
violentos, de modelos adultos más sensatos para que los
niños no repitan nuestros errores, entre otros. Es decir,
buscamos los orígenes del modelo patriarcal donde se

56
El femianálisis
considera erróneamente que el hombre domina a la mujer
cuando ambos están posicionados en roles distribuidos a
los fines del capital antes que el amor, la pareja y familia.

Entonces, la supuesta revolución femenina no consiste


sino en un cambio de amo: de considerarse oprimida por
su compañero proveedor de un salario de miseria pasa a
conformar la fila de las explotadas como productora de
plusvalías o rol de “trabajador libre” del dominio
masculino. Un conocido sociólogo llamado Pierre Bourdieu
intituló uno de sus libros como “La dominación masculina”,
considerando solo los efectos y no el estado de cosa tal
como sucede. Para algunos, el patriarcado es el sistema de
dominación masculina de la mujer. Pero las crisis de este
modelo ya desde los inicios como conflicto de parejas,
divorcios, violencia de parejas, etc., nos indica que tal
dominio se parece más a un “Modelo patriarcal dividido en
una dialéctica inmanente” que un modelo de dominación.

Volviendo al movimiento feminista, sabemos que los hay


de varias clases, pero todas consideran que el sistema es
masculino, es decir, el hombre, como visión sexista del
57
El femianálisis
tema y donde no existen otras determinaciones más que el
sexo masculino o en su defecto, la subjetividad masculina.

Pero si citamos a una socióloga que piensa diferente que


Pierre Bourdieu, y que se llama Esther Villar, con su obra
maestra: “El varón domado”, donde describe a una mujer
amo, dueña y señor de su casa y de la pareja, que adecua
o conforma al hombre a sus necesidades, etc., la cosa
cambia. Es decir, al menos, existen dudas razonables
respecto de los ismos de géneros que no defienden al ser
humano como un “Género Humano”, compuesto de varios
géneros o identidades sino a uno: el feminismo. Un ismo
muy claro, por lo que, nos inclinamos como Operatoria
femianalítica hacia la “Perspectiva multigéneros”,
defendiendo la diversidad de identidades de géneros e
identidades sexuales.

Otro tema que obvian quienes se las agarran con el


modelo patriarcal es que no es solo patriarcal sino también
sistema matriarcal, si consideramos que Mamá y Papá
sustentan la familia patrimatriarcal y su reproducción a
través de los hijos que continúan las tradiciones o modelos
58
El femianálisis
trasmitidos por los padres. Por supuesto que tales padres
son parte de la sociedad y trasmiten sus valores. Es decir,
cuando se habla del modelo patriarcal, se lo caracteriza
desde el Idioma masculino y no desde el idioma de mujer,
con lo que, se excluye a la mujer y madre como partícipe
en la reproducción de niños y niñas funcionales al sistema
social. Se particulariza las objeciones a un solo género y se
vela u oculta a la otra parte que es la mujer que al ser
madre trasmite los roles funcionales al sistema social.

Una verdadera revolución de géneros debería defender


tanto a la mujer, al hombre como su compañero, esposo,
padre, hijo, hermano, etc., la pareja, la familia y los hijos
como los elementos cruciales de una humanidad libre de
opresiones y sufrimientos.

59
El femianálisis
12-¿Derecho a la igualdad?

El afán de igualdad violenta el derecho a la diversidad, a no


ser que sea respecto de la ley, en la ley como igualdad
legal. Pero en la realidad material, las clases sociales por
ejemplo, no hay igualdad ni menos respecto de los sujetos
donde la particularidad es parte de cada uno. Pero lo
idéntico busca forzar las deferencias en lo igual, como otro
lecho de Procusto. De la misma manera, si buscamos
forzar lo común en las diferencias, violentamos lo común
que poseemos como sujetos, grupos, instituciones y clases
sociales. De modo que, definir una postura donde seamos
todos diferentes e iguales no ante la ley sino con leyes que
sean justas y equitativas. Con ello, incluso una ley puede
ser injusta y violar los derechos más humanos que
podamos concebir. Cuando el feminismo reclama el
derecho a la igualdad, está pidiendo un imposible en el
campo de las subjetividad porque lo mejor que poseemos
es poder ser particulares, diferentes, no obstante, cosas
comunes. Pero en lo laboral, es justo que los salarios y
60
El femianálisis
oportunidades sean igualitarias, por lo que, en ciertos
campos el reclamo de igualdad es muy buena. En lo social
y merced a la división del trabajo, resulta imposible la
armonía de los sexos y géneros merced a la lucha por los
lugares, por las oportunidades, con lo que, la lucha por la
escasez, se encarga de dividir a los géneros tanto como a
hombres y mujeres que necesitarán de una mirada
abarcador como para trascender el campo de batalla social
y poder así hacerse un nicho emocional, una pareja y
familia con relativa armonía y felicidad. De lo contrario, la
competencia entre hombres y mujeres por los lugares de
trabajos incrementará el malestar y la “guerra de sexos”
con sus consecuencias negativas para ambos, los hijos y la
familia. En definitiva, una mujer es un proyecto de madre
así como un hombre es un proyecto de padre en relación a
la función de la pareja de anticipar la familia y los hijos.
Todo el secreto reside en entender el “para qué sirve una
mujer o un hombre, así como una pareja y familia”. Y la
respuesta es para criar a la descendencia, como finalidad
filogénica y, lograr dosis de felicidad como amor,

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El femianálisis
sexualidad, familia, los hijos, etc., para cada sujeto como
su finalidad personal.

Entonces, como operatoria femianalítica crucial, debemos


buscar a través de la “Mayéutica existencial” con cada
mujer y en las mujeres es que puedan percibir y valorar sus
diferencias, que la cuestión no radica en seguir los pasos
del hombre, superarlo, competir con él desde cierto
revanchismo o considerar que entre hombres y mujeres
todo es poder. La mujer debe luchar por ser diferente,
pulir sus diferencias, mejorarlos, desarrollar tales
diferencias y logros y cooperar con su hombre a los fines
de la pareja, los hijos o familia. Esto porque todo el
contexto social colabora en el sentido del divide y reinarás
y hasta ciertos movimientos que pujan por la guerra de
sexos que solo echan leñas al fuego. Es decir, conocer y
desarrollar roles complementarios y no suplementarios o
de exclusión del compañero. Ambos sufren y padecen el
orden social, la escasez, la lógica economicista, la
desocupación, la falta de tiempos para con la pareja y
familia, etc., que el incentivo de la rebelión solo

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El femianálisis
incrementa el sufrimiento como violencias, divorcios
difíciles, que los niños padecen y vivencian como escuela a
seguir.

63
El femianálisis

13-La familia y pareja patriarcal dividida

Una operatorio femianalítica crucial y que “divide a la


mujer” como sujeto es que la familia no es la familia
redonda, hecha y derecha como promueven religiones y
ciencias sino, una familia dividida en su seno merced a las
diferencias de ambos, ya desde los orígenes, como nos lo
enseñó Jean Claude Leví Strauss. Como ella carece de
referencias claras al respecto, reacciona, exige y busca
cuadrar a su hombre en el formato de familia que porta a
título de “Familia Inconsciente” (FI) y que opera como
mandato para exigir y buscar toda la vida. Claro es que
esto la lleva a chocar con las exigencias de su hombre, que
también porta una “FI” o familia inconsciente que busca
instalar a su manera, según el lugar del hombre en la
sociedad productiva, incluso utilizando su fuerza bruta,
porque el capitalismo incentivó la fuerza y la violencia
como medios para lograr cosas. De modo que, y tal como

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El femianálisis
nos lo enseña la Antropología estructural de Leví Strauss,
nuestro sistema de intercambios o formación de parejas y
familia provienen de dos familias, una que da una mujer y
la otra un hombre. De modo que ambos provienen de dos
sistemas familiares diferenciales, son diferentes en el
modelo de mundo que sostienen y que denominamos su
“Idioma personal”. Pero cada uno percibe solo un mundo:
la que dicta la propia lengua familiar, el propio idioma
inconsciente, con lo que, todo termina en reproches,
luchas vanas, conflictos, rupturas, etc., merced a que falta
la operatoria femianalítica por excelencia: llevar al plano
de la conciencia la existencia de ambas lenguas o idiomas
personales, a los fines de que puedan entender la
“Dialéctica de pareja”, donde cada uno busca cuadrar al
otro en su propio modelo de amor o “Pareja inconsciente”
(PI). Lo mismo desde el modelo de familia inconsciente
que sostienen cada uno. Así, el reposicionamiento de la
mujer respecto de su propio idioma de género, su propio
modelo de pareja y familia, lleva a la minimización de las
pretensiones impositivas y “Procustianas” hasta la

65
El femianálisis
posibilidad de comprender que hay dos modelos de
mundos, de parejas, de familias, etc., y que todo estriba en
poder conocer tal idioma de género y poder así
comprenderse, comprender al otro en sus exigencias y
superar los enfoques subjetivistas y pasar al otro momento
superador: el idioma conjunto, la pareja conjunta, la nueva
familia que ambos construye a partir del duelo por la
familia internalizada como “FI” o familia inconsciente. Lo
mismo de la Pareja inconsciente. Finalmente, la mujer
puede entenderse, entender a su madre en sus luchas
históricas por ser, por lograr que su padre cuadre en su
modelo de mundo, así como del mismo respecto de su
esposa. Solo así puede empezar a comprender a sus
amigas, a su hermana, a la abuela y repensar todo.

Precisemos todo de nuevo. El concepto de familia que


históricamente fue utilizado y aún se utiliza como un
axioma no existe. No existe la familia redonda con sus
funciones y jerarquías, como si fuese un lazo natural,
porque la exogamia estudiado por la antropología nos dice
que hay dos sujetos provenientes de dos familias con sus

66
El femianálisis
culturas diferentes pero que buscan legitimar en el marco
de la dialéctica inmanente en la familia: la familia dividida
en dos linajes, donde cada uno defiende su línea de
familia, el modelo de familia de origen, y lo busca instalar a
como sea porque todo el proceso escapa a la conciencia.
Esta dialéctica intersubjetiva, donde ambos defienden un
modelo de familia y pareja, etc. divide a la familia en dos
bandos, en dialéctica impositiva, como algo que podemos
denominar “Síndrome de los Capuleto y los Montescos”.
Son los dos polos del dinamismo interno de la familia y
donde podemos encontrar diferentes desarrollos según
pretensión de cada integrante. La imagen que se nos viene
a las mientes es la de la pareja del Ying y el Yang, como
unidad dialéctica y contradictoria, pero que motiva,
moviliza, marca los avatares de cada pareja y familia. En
los casos de divorcios, la ruptura no sigue sino las líneas de
fracturas de la división interna. Allí, hubo más diferencias
que consensos y la pareja no pudo desarrollar la “zona
común” como “Idioma conjunto”, como “Pareja conjunta”

67
El femianálisis
que apunta hacia un norte a partir del concepto de
“Sinergia de parejas”.

14-“La Mujer dividida”

Dividida de forma múltiples porque, primero, la vemos


dividida entre una falsa conciencia de lo que le pasa y
percibe que pasa en su pareja y familia, etc., y, su
Inconsciente donde encontramos todo un “Programa de
vida”, un “Guion de pareja o Pareja inconsciente”, una
“Familia inconsciente” que busca instalar, entre otros.
Segundo, con una pareja dividida en dos modelos, dos
formatos de amor correspondiente sucesivamente a la
pareja que porta su partenaire, y el suyo propio. Tercero,
dividida en dos pretensiones de familias y donde podemos
considerar el suyo propio y el de su pareja. Cuarto,
finalmente, dividida entre éstas divisiones subjetivas y
familiares y la pareja que logró construir y, la “Pareja Social
Inconsciente” o PSI que opera en los intersticios de su

68
El femianálisis
pareja y familia, imponiéndole un formato social de amor
epocal que lleva la impronta del formato patriarcal, según
se rebuzna por todos lados. Pero no obstante tales
divisiones, ella se empecina en lograr unidad, lograr la
pareja anhelada, su ideal de amor y familia pero se
encuentra con que su hombre no está de acuerdo en nada.
Es que también está dividida en dos idiomas de amor, el
suyo y el de su hombre, así como de forma inmanente, el
modelo de amor del padre y el de la madre, que la
carcome desde el fondo de su guion de pareja. Una actriz y
autora desgarrada por todas las divisiones citadas y que
busca su unidad, autonomía, a pesar de todo y contra
todos. Una guerrera feminista, una mujer actual que
busca su libertad…¿De quién?. Pues de su hombre, que es
quién no colabora para que ella cumpla los imperativos de
su Familia inconsciente, su “pareja inconsciente”, y su
forma de ser mujer, diferente a la madre de su hombre,
que, según el mentado Sigmund Freud, él busca reproducir
en su mujer. ¿Cómo podemos curar esta pobre mujer de
todas las divisiones que describimos?

69
El femianálisis

15-Curar a “La mujer dividida”

Una de las primeras divisiones que toda mujer padece es la


división en clases sociales y los ideales que cada posición
social induce en cada sujeto. Las ofertas son muchas pero
las posibilidades se acotan, llevando a frustraciones,
privaciones, etc., que generan agresión, hostilidad, además
de conflictos en la pareja y familia. Incluso, como sostiene
Vincent de Gaulejac desde la sociología clínica, la
desigualdad social se replica en la pareja y familia, como
por ejemplo el hombre que replica la dominación de clases
en su pareja, respecto de su mujer. Pero en nuestro caso,
la mujer no se autopercibe como esclava ni dominada y sí
como sujeto de un modelo de mundo, de amor, de familia,
etc., por lo que, y como “sujeto” es activo en buscar la
instalación de sus posibilidades. Claro es que, sabemos,
chocan con las de su pareja, con lo que, aparece la
segunda división: la de su pareja dividida entre lo que ella

70
El femianálisis
busca instalar como modelo de amor y el de su hombre.
Esto genera la dialéctica de parejas, que aparece como
impositiva porque ambos perciben un solo modelo de
amor y de vida, a saber, el suyo propio, debido a que es la
óptica con que se representan en el escenario familiar y
social. Ésta división de la pareja es la que motoriza la
relación entre ambos, en una dialéctica que con el tiempo
se torna impositiva porque ambos son “hablados” por sus
respectivos “Inconscientes” o mejor, por sus respectivos
“Guiones de parejas”, con lo que, aparece como
marionetas de la “Pareja inconsciente” que portan y que
buscan legitimar cada día. Por otro, y desde el fondo del
Inconsciente de cada uno, comienzan a vislumbrarse el
Modelo de familia que cada uno busca instalar. Es la
tercera división en que ahora, de tener “una familia y
pareja”, la cosa es que en verdad, cada uno estira la
cuerda para llevar aguas a su molino e instalar un estilo,
sistema o modelo de familia. Es lo que llamamos “La
familia inconsciente” que opera igualmente en el plano
inconsciente y se lleva puesto a todo sujeto con sus

71
El femianálisis
consecuencias en la pareja, las diferencias, asperezas,
conflictos, y con el tiempo, a “sincronizaciones”
espontáneas a partir de lo común que se posee, o, por el
contrario, el predominio de las diferencias que llevan a
rupturas previa violencias de distintas clases. Es así que lo
que parecía “pareja” ahora aparece como lo que el otro
dice y hace, lo que quiere, con lo que, las frustraciones
comienzan a constar en el “libro de cuentas” (Iván
Boszormenyi-Nagi), que es donde anotamos las “Injusticias
vividas”, porque lo que no aparece “sintónico” con nuestra
pareja o familia inconsciente se nos presenta como no
justo, equivocado o incluso, cuando utilizamos estrategias
para adecuar al otro a nuestro modelo como el tratarlo de
enfermo etc. De modo que, ante tales divisiones, la tarea
femianalítica es “integrar” contradicciones, sintetizar
diferencias en propuestas conjuntas, enfoques no
individualistas sino de a dos, llevando hacia la toma de
conciencia de la “Familia inconsciente”, de la “Pareja
Inconsciente”, etc., a los fines de que cesen el Efecto de

72
El femianálisis
marioneta en que el sujeto es manejado por sus modelos
internos chocando con su pareja y familia.

16-Femianalizar la “Familia Inconsciente”

Sin lugar a dudas que la libre asociación, la atención


flotante, la interpretación, la resistencia, etc., cuentan en
el femianálisis como aspectos técnicos ineludibles. Pero
además de escuchar “síntomas” focalizamos hacia el
“significante familiar” o “Familia inconsciente” que el
sujeto busca instalar como su marco de referencia real,
como su mundo imaginario, y como imposible que busca
validar a diario. Es así que la dialéctica intersubjetiva gira
en torno a ésta lucha implícita entre ambos partenaire
como “Síndrome de los Capuleto y los Montesco”, que no
es percibido porque cada uno percibe la realidad según su
fantasma como lo que delimita la realidad. Es decir,

73
El femianálisis
asistimos al “Subjetivismo radical” de Procusto, del
Procusto que somos en el fondo y que no estamos
preparados para renunciar a nada de lo que nuestra
familiar interna nos dicta. Son imperativos sobre cómo ser,
qué hacer, cómo posicionarse, quejarse, luchar, etc. Mejor
dicho, el sujeto es la marioneta de su familia internalizada
que no siempre es la familia real donde se vio nacer
porque la función de intérprete del mismo, lleva a que
“aperciba” distorsionando los procesos y por ejemplo, un
padre poco funcional, puede ser percibida por una hija
como buen padre. Esto ya lo sabemos desde el “Edipo
femenino” en Freud, pero más adelante vamos a analizar
el “Edipo compuesto” donde asistimos no a una madre
nutricia y pasiva como “célula madre-hijo” donde el padre
interviene como el héroe simbólico para separar al niño
del deseo psicotizante de aquella sino de dos sujetos, dos
linajes, dos sistemas de vidas en reyertas como marco
donde se opera la subjetivación.

Lo primero que asistimos es que tal familia inconsciente


opera en su eficacia simbólica como “referencia básica”

74
El femianálisis
del sujeto. Es con lo que piensa, siente y habla, siendo
“hablada” por el “Discurso o lengua familiar”, con lo que,
percibirá como disruptivo, malo, equivocado, o enfermo
todo lo que provenga desde el discurso de partenaire que
se encuentra en la misma postura: habla y es hablado
desde el discurso de su familia inconsciente. De modo que,
no solo asistimos a la mujer sino a su partenaire, su amor,
su pareja y sus problemáticas. Es el primer momento
proyectivo en que el sujeto es “proyectado” o hablado por
su familia inconsciente y toda su cultura grupal además de
ser un sistema de vida que opera en modo automático o
inconsciente. Clásicamente se consideró éste momento
como la proyección de la culpa y los sinsabores hacia el
otro, la pareja. Pero en el fondo, lo que se juega es la puja
por tener la razón en todo. No se comprende lo que el otro
desea, se analiza, se calla, se soporta a veces, pero lo que
se va reprimiendo en el inconsciente retorna tarde o
temprano como conflictos, peleas, crisis etc., o, a través de
equivalentes como los “síntomas” como quejas indirectas
de que la cosa no marcha en el desencuentro entre ambos

75
El femianálisis
sujetos. Un síntoma como no querer comer, malestar
estomacal, dolores, etc., constituyen símbolos de que
suceden porque no se soporta lo que se está vivenciando.
El sujeto no está logrando sus metas de instalar su familia
inconsciente y se reprime, pero sabemos, lo que
reprimimos reaparece como síntomas, reproches,
desamores, falta de deseos, etc. Podemos diferenciar
varias etapas en ésta puja: a) Fase ilusional o de plena
esperanza de que el otro va a aceptar mi modelo de
mundo, de familia, de pareja, de amor, etc., en un
subjetivismo radical donde esperamos la adecuación del
otro a nuestro modelo de mundo, .b) Fase de diferencias,
reproches, luchas, reservas y conflictos que derivan más
tarde en formas de agresiones y violencias que desemboca
en la tercera fase, cuando la cosa no va a marchar como
cada uno anhela: c) Fase 3 de ruptura de la pareja a falta
de una “zona conjunta” de similitudes, como zona común
entre dos conjuntos A y B, pasando a C, como acuerdos,
pactos secretos, aceptaciones, sincronizaciones de
modelos vinculares, etc. Nuestra operatoria femianalítica

76
El femianálisis
consiste en problematizar el pasaje desde la intolerancia a
las diferencias a percibir tales como así las similitudes y
concordancias, para maximizar la zona compartida como
“Pareja compartida” y “Nueva familia” armada a partir de
cada “Familia inconsciente” que cada integrante busca
imponer.

Gracias a la Mayéutica de preguntas, abrimos el diálogo


sobre lo que consideramos como eficacia simbólica de la
familia inconsciente a los fines de “Confrontar” al sujeto
con su modelo familiar y sus tendencias impositivas,
buscando el acuerdo con el mismo, a los fines de que
pueda realizar una “Redesición” y sacar eficacia al modelo
interno que se activa en la pareja. Es decir, la rebelión de
las marionetas contra los imperativos, modelos, prácticas,
ideales, etc., de la Familia inconsciente.

77
El femianálisis

17-La “represión”, mecanismo de defensa predilecta de las


“histéricas”

No es casual que el mecanismo de represión sea


considerado como propio en forma casi natural de las
mujeres, cuyo tipo clínico ideal es la histeria. Y estamos
hablando de la nosología Freudiana. Un sujeto reprimido
en sus deseos más fundamentales, en sus anhelos de
expansión subjetiva, en sus potenciales más vivaces no
puede sino manifestar la represión como algo inherente a
su subjetividad. Es decir, lo que socialmente y de forma
concertada por el “masculiné” como idioma masculino,
como la forma de tratar a las mujeres o al menos, de
deprivarla de las diversas formas más sociales y
económicas no puede sino llevar a que ella misma sea una
reprimida, quedando en sus psiquis, el mecanismo
encarnado. Su menor participación social, económico,
político, cultural, etc., llevó a “vivir por procuración”, a a

78
El femianálisis
través de su compañero, mientras observaba “envidiosa”
desde la casa el desarrollo y expansión masculino. Es lo
que Freud también caracterizó como propio del carácter
femenino: la envidia fálica, envidia del varón.

En el varón, la represión opera en forma diferente. Ya no


es separar la idea de su carga libidinal, de su fuerza vital,
de su parte afectiva que no es sino negativizar un deseo,
un anhelo, o las posibilidades como en la mujer. No es tan
tajante en él y consiste en que el neurótico solo “aísla”
grupos de representaciones para hacerlas luego, para
llevarlas a cabo luego, o cuando desplaza sobre otras
ideas, pero igualmente lleva a cabo el deseo a través de
sustitutos. Entonces, en el hombre, el mecanismo de
represión es diferente porque se lleva a cabo igual a través
de sustitutos. En el caso en que ella tiene una fobia a salir
a la calle, le genera miedo la gente, Freud ya lo asocia con
que hay una fantasía de hombres y el peligro sexual,
sexualizando su participación, o considerándola
proyección de sus deseos igualmente reprimidos. Pero
reprimido, claro que lo está, y como no fue entrenada para

79
El femianálisis
expandir sus habilidades, sus potenciales, y la reclusión
familiar la invalidó para las salidas o incursiones en lo
social, es ya algo patológico, una fobia. Si la mujer fuese
predominante en lo social, la represión no sería su
mecanismo propio porque podría expandir sus facetas
sociales, profesionales, económicas, etc. Diría que hay
cosas nimias, insignificantes, porque se sentiría expandida,
realizada en gran parte de sus aspiraciones como el
hombre lo es. Es también lo que sienten las mujeres
obsesivas porque se han pasado del mecanismo de
represión al de la obsesión, donde tal mecanismo labora
en forma diferente.

80
El femianálisis

18-Las mujeres “anestésicas” y “frígidas”

Son “patologías” porque se inhiben en el momento del


coito, no disfrutan, no llevan al clímax como en la
anorgasmia o directamente rechaza la sexualidad, se
reprime totalmente, como sostiene Freud en “la
sexualidad femenina” (1931).Es decir, la mujer no sería
reprimida en su sexualidad recluida en un hogar tedioso y
de aburrimientos, que no genera deseos ni fantasías
eróticas como para activar el deseo en su plenitud sino
que es limitada. Pero es verdad que la coerción social, la
reclusión familiar disminuye el deseo sexual, la fantasía,
etc., porque ella asiste a una “injusticia familiar vivida”
también socialmente: la de ver a su compañero
expandirse, salir libremente, desarrollarse, etc., mientras
ella queda sola como mujer equivalente a madre y como
objeto sexual de su compañero, cuando no de ama de
casa, sirviente, o niñera. No decimos que todo ello sea tan

81
El femianálisis
malo porque son repartos de roles en el modo de
producción capitalista pero genera la represión y no
expansión de las propias vitalidades, lo que repercute en la
cama. Un sujeto frustrado, que asiste a injusticias, poco
motivado, etc., no puede tener vigor y deseos urgentes en
un clima de rutinas y de un contexto regresivo que reactiva
todo el escenario familiar de la madre y su dinámica de
dependencia.

19-La mujer tras la senda del varón

Lo que hoy día se conoce como igualdad entre el hombre y


la mujer, como ideal feminista de justicia de géneros no
consiste sino en luchar por los lugares que clásicamente
fueron ocupados por los varones: empresas, fábricas,
políticas, etc., y no consiste en la lucha por un mundo
definido desde y para la mujer. Pero la “confusión de
lenguas” masculinas y femeninas, lleva a que las mujeres
luchen por las insignias del varón, por los logros

82
El femianálisis
económicos, intelectuales, políticos, culturales, etc., del
varón. De modo que todo el feminismo actual y los
movimientos de géneros han errado nuevamente el
camino. Si hablamos de un “idioma femenino”, como la
puesta en vida del deseo femenino, no en su diferencia
radical y excluyente del otros deseos como el del hombre
sino diferente, válido para un mundo vivible para todas las
mujeres, entonces, la lucha debe ser por construir un
mundo femenino alterno, diferente, que facilite el
desarrollo del deseo femenino en su faz productiva, en sus
potenciales sociales, políticos, intelectuales, etc. ¿Cómo
sería un mundo construido por las mujeres y para las
mujeres, sin excluir a nadie ni atentar contra la
complementariedad de roles con su compañero de vida?.
Sin dudas que es una labor colectivo, cultural, educativo,
participativo, etc., y donde la familia como grupo
estructurante de sujetos, no puede estar ajena ni tampoco
instituciones como la escuela o los medios. Otra cuestión
es que un mundo donde el discurso y práctica de la mujer
no sea reprimida no debería ser otra forma de

83
El femianálisis
imperialismo de géneros para imponerse al hombre,
excluir su discurso o una revancha histórica. Las razones
son obvias: el varón u hombre epocal es también el
hombre funcional al modo de producción y modo de
relación de dependencia de la mujer como en los
comienzos del capitalismo y donde el hombre fue
programado para generar capital, más acorde a la lógica
productiva, economicista, pero para nada útil a una vida
vivible, de plenitud económica, de pareja y familia. Es
decir, es una sociedad para trabajar y trabajar, para
generar plusvalía, capital, a costa de su cuerpo, la
destrucción de su pareja, la familia destruida, los hijos
desbandados, etc.

De modo que, otras de las operaciones femianalítica es


advertir a la mujer para que no caiga en la trampa de
“hablar el idioma masculino” como signo de igualdad,
liberación o justicia distributiva de géneros. Debe construir
un modelo de mundo acorde con su deseo de mujer en
potencial y en acto, mujer realizada, que desarrolla sus
potenciales, sus ideales, incluso materna, política,

84
El femianálisis
vocacional, etc., pero sin excluir ni realizar la “venganza
histórica” de tomar el poder y excluir a su compañero de
viaje. Es decir, deconstruir el idioma que los hombres le
permitieron hablar, como idioma inhibido, reprimido, no
desarrollado, lleno de potenciales prestos a salir como en
un volcán a punto de estallar. Después de todo, la
complementariedad de roles, la distribución de roles
funcionales a ambos sin ninguna forma de opresión, son lo
prerrequisitos para construir una pareja y familia no
coercitiva como la antigua familia nuclear y la actual
desbastada.

85
El femianálisis

20-El Multilingüismo de los géneros

Cada sujeto habla dos idiomas (el de los padres en


dialéctica). Es decir, la mujer ya posee incorporado en su
mente el idioma de un único hombre inculcado por su
padre, como modelo de hombre primigenio, que la madre
amó y que para ella es el prototipo de hombre a amar. Es
decir, la inmixión del idioma y modelo de mundo de un
hombre ya ocurrió en la socialización primaria con “Papá”.
De modo que, una de las tareas femianalítica es que cada
mujer sepa diferenciar el idioma del padre y el idioma de la
madre, con la que mantiene relaciones de “identificación”
estructurante, es decir, ella como el siguiente eslabón en
la cadena generacional. Es decir, ella misma es
multilinguística, porque su deseo se divide entre el deseo
de ser como la madre desde una identificación radical y el
deseo de la madre apuntando a su padre también como su
amor, sin olvidar que el padre es el “primer amor”

86
El femianálisis
deseado y amado en el “Edipo femenino” que
consideramos en su faz femenina.

21-¿El varón domado o la Dominación masculina?

Tenemos a dos profesionales de la sociología y que son


Esther Villar y Pierre Bourdieu, con ideas contrapuestas en
relación a la posición de la mujer en la sociedad. Para
Villar, ella doma al hombre con sus trucos, volviéndolo
sumiso, y luego lo lanza afuera, a la vida hostil del
capitalismo, para que trabaje y provea de dineros, para
luego darle la vagina como “contraprestación” a
intervalos regulares. Su libro, “El varón domado” es desde
ya, de lectura imprescindible.

Por su parte, Pierre Bourdieu habla de dominación


masculina, como forma de dominación simbólica, como
formas de opresión del varón respecto de la mujer. Claro

87
El femianálisis
es que su libro, “la dominación masculina” es también de
lectura imprescindible para un diálogo científico fructífero.
Pero preguntémonos entonces, si ¿Esther Villar o Pierre
Bourdieu?, aunque sabemos también podemos implicar a
muchos autores como Freud, Lacan, etc., pero tomamos a
ambos sociólogos para graficar la existencia de dos
idiomas, el de la mujer cuando Villar considera desde su
idioma de mujer que son ellas las que adaptan y
domestican al varón. Por su parte, Bourdieu también
percibe el mundo desde su “Idioma de varón”, dándoles la
razón a dos antropólogos conocidos, a saber, Sapir-Worf,
quienes consideran que el lenguaje determina el modelo
de mundo que uno percibe. Si consideramos la tesis de
Vilar, es muy claro que en el capitalismo en sus primeras
fases, el hombre salía a las fábricas, etc., para proveer a su
familiar. Y por supuesto, la mujer en el casa, pero quizás
una “rivalidad no resuelta” con la madre respecto de Vilar,
la llevó a connotar que las estrategias y actitudes de la
mujer respecto de su hombre eran trampas para domar a
su hombre. Podemos considerarlas incluso como

88
El femianálisis
“identificación con su hombre cansado”, además de sentir
culpas por ver que viene cansado, luego de una larga
jornada, y por supuesto, la tendencia del ser humano de
justificarse, de ser legítimo ante la mirada del otro, etc., la
llevaron a reparar, cuidar, etc., a su cansado hombre. Pero
luego el capitalismo viró hacia la escasez, la desocupación,
las crisis, y la pareja entró en crisis, las cosas se volvieron
más difíciles así como el recrudecimiento de formas de
violencia tanto simbólicas como físicas y hasta muy tristes
como el femicidio. Pero más allá de esto, me interesa
maximizar el “Idioma de mujer” que habla en Vilar así
como en Bourdieu y de si el hombre es dominado o
domado, necesitamos considerar todo de nuevo a partir
de que Bourdieu es hombre y “apercibe” la realidad
hablando su idioma autístico de género, lo que le quita
validez a su “Dominación masculina”. Lo mismo en el caso
de Esther Vilar. De modo que, cada uno conforma un
modelo de mundo, de pareja, de familia, etc., desde una
mirada egocéntrica y un idioma de género que posee
como efecto la “ceguera de género” que invalida muchos

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El femianálisis
aportes. Si analizamos ambas visiones desde la teoría de
los idiomas de géneros, la existencia de dos idiomas, a
saber, el del hombre y el de la mujer, entonces, cada
idioma constituye otro idioma, y es tarea urgente entrever
cuanto de idioma de mujer y cuanto de idioma de hombre
posee Villar y lo mismo en Pierre Bourdieu. Podriamos
comenzar relativizar desde el femianálisis ambas posturas
con una “visión complementarias” donde lo que hay más
una división de roles, para conformarse a una sociedad
que explota, antes que dominación sistemática de la mujer
respecto del hombre que no es tan tonto como parece en
Esther Villar. Lo mismo desde Pierre Bourdieu: la
dominación se relativiza porque cada sujeto estructura un
mundo en base a su idioma, así como el “Idioma
compartido” donde ambos acuerdan cosas, etc., con lo
que, nos queda especificar los casos donde sí aparecen
tiranías y dominaciones pero son ya sujetos con tendencias
impositivas merced a cuestiones psicológicas, culturales,
religiosas, cultura familiar, etc., pero que no excluyen que
la mujer luche por su lugar, su visión, sus ideales, etc.,

90
El femianálisis
como ha demostrado la historia. De modo que, como otra
operatoria femianalítica, tenemos que deslindar el
discurso femenino del masculino y estudiar el “Idioma
conjunto” de ambos, como formas de acuerdos, de pactos,
de lo común, en el marco de la puja idiomática que
atraviesan ambos. Es decir, estudiar cada idioma, lo que
comparten con otros géneros, los puntos de intercepción
como zona común, y un ideal que se aleje de las formas
impositivas del Idioma de géneros para construir una
sociedad donde la mujer posea su lugar, desarrolle sus
potenciales, sus ideales, sus forma diferente de ser, etc.,
pero no a partir de deseos impositivos, donde solo
materializa el deseo del varón sin poder formular sus
propios anhelos, ideales, conocimientos, prácticas, etc., en
el sentido no de excluirse por su lado sin desde una
realidad cooperativa, complementaria desde los roles e
ideales y luchar por el amor auténtico, la pareja auténtica
y familia, que en definitiva es luchar por los hijos y una
vida más sana. Claro es que ambos poseen el muro del
capitalismo y la sinergia de mujer-hombre y la necesidad

91
El femianálisis
de una visión cooperativa salta a la vista. Entonces, si
escuchásemos a Bourdieu, lo veríamos hablar su “idioma
masculina”, el “masculiné” en sentido exclusivo y sin poder
hacer inversión idiomática para comprender el “Feminé” y
pode así brindar un modelo explicativo más ajustado a los
hechos. Lo mismo para Vilar, porque ella habló el feminé,
sin poder ser autocrítico de su modelo de análisis pero que
además, es inconsciente, con lo que, necesitamos
considerar que ambos idiomas operan como dos “lenguas
inconscientes” que ni intención de comunicarse posee,
como nos lo aseguró Jacques Lacan en su último
seminario: “Disoluciones”.

92
El femianálisis

22-“El segundo sexo” en una sociedad enajenada

Antes que “primer” o “segundo sexo”, la mujer no puede


caer presa de la visión maniquea o dicotómica de si es ella
o el hombre. Son miradas conflictivas, que se nutren de las
luchas, como el enfrentar a hombres y mujeres mientras el
modelo social economicista progresa en lo económico,
pero nunca en lo humano. Pero ante la pregunta de si
debe ser primera o segunda o de que es segunda, las
respuestas son reactivas, plenas de afectos por años y
años de represión del idioma femenina por causas del
modo de producción capitalista y su modo enajenado de
relaciones impositivas. Desde un comienzo no necesitó a
ambos en la empresa pero sí al fortachón musculoso
constructor de empresas, barcos, máquinas y yates, etc.,
es decir, el hombre explotado productor de capitales. Es
por ello que se lo maximizo en su ser, en sus poderes,
como valor social predominante pero solo en lo

93
El femianálisis
económico. Cuando ya no produce lo despiden y se
terminó el “Superman”. De modo que, si el capitalismo no
incluyó a ambos desde un comienzo y la mujer debió
quedarse en la casa a criar nuevos proletarios, es porque la
sociedad capitalista necesitó y necesita aún éste tipo de
hombre y tipo de mujer. En el ínterin, ella se amoldó por
mucho tiempo pero luego, cuando tomó conciencia de
muchas injusticias, empezó a pedir igualdad, justicia, etc.,
denunciando la “explotación masculina” pero de nuevo
inculpando a su hombre, cuando no es un problema que le
generó su hombre sino de cómo se organiza el capitalismo:
excluyendo a la mujer de muchos lugares porque no era
necesaria para producir capital. Hoy día sí y ellas salen a la
par con los hombres a competir por los lugares de
asalariado explotado pensando que se libera de su hombre
cuando solo se somete al modo de producción capitalista.
Esto le trae diversos problemas como el tema de los hijos,
la familia, y por supuesto que es más trabajo. Entonces,
como otra operatoria femianalítica, y esta vez por clases
sociales, porque la mujer de clase media no necesita salir

94
El femianálisis
por un salario como su par pauperizada, necesitamos
ubicar a la mujer en la sociedad en que vive, para que
comprenda el proceso economicista de fondo y las
desigualdades, etc., para poder comprender su lugar ora
de acomodada de clase media o alta, ora de clase baja que
debe incluso fregar ropas para ayudar a su esposo. Es
decir, sus reclamos tienen una base social real y la cosa no
es tanto lucha de géneros como lucha de clases.

95
El femianálisis

23-¿“La Pregunta histérica”?

Sabemos que Freud caracterizó a la mujer en términos de


histeria, que consideramos como la “mujer reprimida”,
considerando además que existe la “mujer normal”,
asumida, la que acepta el rol de madre, como meta del
deseo femenino según el “Edipo femenino” caracterizado
en términos de “privación” del falo, que sí lo posee el
varón. En otra orientación, el rechazo de toda sexualidad
o incluso, el repudio, como en la homosexualidad
femenina. Lo podemos leer muy bien en “La feminidad” de
1931, de Sigmund Freud. Es decir, un deseo femenino
fundado en una falta que para Freud es fundante. En el
caso de la histérica, para Freud eran síntomas de una
verdad inconsciente, una fantasía inconsciente que
alimentaban tales modos sustitutivos de gozar. Es decir,
los síntomas como modos de gozar de la neurótica por su
faz libidinal, puntos de fijación, etc. Lacan considera la

96
El femianálisis
neurósis misma como pregunta y lo que considera como
“La Pregunta histérica” resultó una novedad en el mundo
psicopatológico. No olvidemos que a todas las
teorizaciones o criterios clínicas subyacen una nosología y
es que en la queja histérica, en sus síntomas, que van
desde las antiguas parálisis, pasando por las tosesitas de
Dora a las escenificaciones histéricas, etc., y que
constituyen la pregunta por el ser mujer, el “¿Qué es ser
mujer?”, qué significa ser mujer, desde lo corporal o en
relación al hombre, su Otro predilecto. En el caso del
hombre y por aquello de la Dama y el caballero a que nos
remite el significante, surge en forma forzada la pregunta
en el hombre: “¿Existo?. ¡Claro que existe y como valor
social económico, proveedor, protagónico en el contexto
socioeconómico porque produce capital, dinero, plusvalía.
Pero desde la clínica resulta un poco difícil acceder al todo
que ordenan tales ideas, consideraciones sobre la mujer
que necesita preguntarse sobre su feminidad, sobre qué es
ser mujer porque permanece en el marco del “trabajo
invisible” en la “invisibilización subjetiva” como falta de

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El femianálisis
valor económico y social. Es decir, ante su compañero que
trasciende y es valorado por el contexto social, por quienes
lo miran salir al trabajo, facturar, subir a su coche etc., ella
permanece en un lugar que no es aclamada por el público
capitalista y que le reporta rutinas que alienan, que no
deja expandir los potenciales, ni ninguna forma de
reconocimientos, por lo que, emerge la angustia, la
ansiedad, al interrumpirse la dialéctica casa-sociedad, salir
y volver, expandirse, descargarse y retornar triunfante a la
casa donde la mujer se ahoga en sus rutinas. Mejor dicho,
el reparto de funciones, que deja a la mujer en la casa,
también le saca valor social porque no es productiva. Al
menos en el capitalismo naciente, éste modelo era
hegemónico. Al promediar de la historia, entró en crisis y
ambos debieron salir a trabajar, la mujer consideró que
era hora de salir a disputar lugares, posibilidades, y
reconocimiento profesional, como su compañero, y
forzado por la “identificación” con el mismo. Pero ella se
vio obligada a la pregunta por la propia subjetividad y su
valor, por la confusión cotidiana y la angustia cotidiana a

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El femianálisis
que la recluyeron el lugar asignado socialmente, cayendo
presa en la lógica capitalista, que necesita del modelo de
mujer dependiente del hombre y que sea productiva de
nuevos asalariados o “hijos”. Es decir, ella creyó que
disputar a su hombre los pocos lugares de trascendencia
económica era libertad, derecho, ser mujer. Pero nada de
eso y la actual trascendencia, profesionalismo y
participación en el contexto capitalista no es sino la
liberación de la casa, de la función exclusiva de madre,
etc., para pasar a ser la esclava del patrón, de las fábricas y
empresas, con sus rutinas y cuotas de “trabajo alienado”,
trabajo competitivo, de luchas y competencias desleales,
un asco de contextos laborales donde ya ni siquiera
existen valores solidarios para con el compañero de
trabajo. Salió de un contexto de confusión, regresión a lo
primario, etc., para entrar en el contexto del trabajo
explotado. ¿Es eso derecho de la mujer así como la
anhelada libertad que todas buscan?. Para nada porque
ambos no han escapado a la “lógica del Inconsciente
capitalista” y que es el economicismo, el vivir para

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El femianálisis
trabajar, y no el trabajar para vivir. Es una lógica
reduccionista, que nos reduce a “homo económicus”,
donde todos cada día salimos a disputar a cómo sea tanto
lugares como anhelos de ser millonarios. Pero el deseo es:
“Quiero aquello que perdí, como la casa y sus privilegios
de mucha libertad y no esto que es conflicto cotidiano
como trabajo”, y sin dudas que va a extrañar los días de
levantarse tarde, ir al gimnasio, estar con el bebé, ir a
buscar al hijo en el jardín, ver novelas, etc., porque los
puestos, sean profesionales o no, son lugares de luchas. Lo
que comenzó como un querer ser como el compañero y
lograr réditos económicos, valor social como profesional,
ahora se aparece como trabajo explotado, donde pocos
logran congeniar la vocación con un lugar apacible y sin la
disciplina empresarial. Entonces, la mujer cae en la lógica
del capitalismo cuando el mismo valor social y económico
que su compañero, porque es allí donde descubre que
termina como esclava del engranaje productivo capitalista.

Además, descubre que abandona a sus hijos a la niñera,


con las consecuencias emocionales, el sacrificio que lleva

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El femianálisis
un trabajo y los bajos salarios, las humillaciones a que nos
someten las vías jerárquicas de cualquier empresa,
institución o fábrica, etc., con lo que, la mujer, al
pretender ser como el hombre, terminan descubriendo el
capitalismo y sus jugarretas economicistas. Entonces, el
camino hacia la “Igualdad económica y social” termina en
un ser como mi esposo explotado y sufriente es terminar
como él. La pregunta que el Gran Jacques Lacan descubrió
como “Pregunta histérica” es entonces, además de sus
significaciones clínicas, etc., una pregunta que nos remite
al lugar de la mujer en relación al hombre y el engranaje
economicista, que, por supuesto, lleva a interrogantes,
vivencias de injusticias, y represión de las propias
posibilidades que en ésta sociedad está “capitalizado” y
nunca humanamente valoradas, con lo que, la pregunta de
la mujer debe abarcar la ubicación de ambos en el
engranaje productivo, las clases sociales, y el qué significa
ser mujer, hombre, et., en una sociedad que ya nos
determina desde nuestra ubicación socioeconómica.

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El femianálisis
Una de las muchas respuestas posible a todo esto es que
ambos deben descubrirse “compañeros de viajes” en una
sociedad adversa al amor, a la mujer, al hombre, los
chicos, la tercera y cuarta edad, etc., y que inculpara al
compañero de que el barco navegue en el mercado
capitalista es al menos “particularizar” algo que sobrepasa
a ambos por doquier. Sin lugar a dudas que muchos males
que padece la familia, las parejas, los hijos, etc., se deben
al todo capitalista que ordena los vínculos de las partes, y
no al revés.

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El femianálisis

24-Femianálisis Sociopolítico

Considerando desde el “Socioanálisis Transdisciplinar” la


existencia de una dimensión simbólica de la sociedad, a
saber, el del “Inconsciente social”, como praxis simbólica
compartida, como dimensión simbólica colectiva, a que
nos conformamos como sujetos sociales y como sujetos
individuales (producto de nuestra biografía particular),
donde la operatoria de liberar a la mujer de la “represión
de su subjetividad” y sus potenciales, requiere por lógica
consecuencia, liberarla de tal lógica economicista, que
reduce al ser humano a la producción, a la acumulación de
riquezas, a la lucha por el dinero y los bienes, una
verdadera lógica psicótica que engulle incluso al planeta.
Es decir, la causa social, socioeconómica que la oprime
tanto como a su compañero y todo otro género. De modo
que, no consiste en liberarla de su compañero oprimido
sino de una lógica que trasciende incluso a las utopías

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El femianálisis
políticas porque es como el mar economicista, el “espíritu
del capitalismo”-a decir de Max Weber-en que todos
nadamos sin tomar conciencia social ni individual. De
modo que, una de las operatorias femianalítica consiste en
que la mujer pueda comprender que nada en dicho mar
junto a su pareja, sus hijos, etc., y que se trata de
encontrar un buen puerto para todos. Tal proceso implica
un proceso psicopolítico complejo, a la vez como
liberación política pero también cultural, para desmontar
el ethos capitalista, las convicciones compartidas, las
prácticas economicistas, hasta pensamientos y fantasías
internalizadas que alimentan el deseo individual y que
engulle a todos.

Entonces, la “Revolución de géneros” que se suele


proclamar, como liberación de la mujer del régimen
patriarcal, implica varias revoluciones, como el político-
económico, pero también el cultural y el psicológico,
donde la mujer no se libera de los hombres sino de un
modelo social productivo alienante. Pero para lograr la
revolución político-económica, requiere de una primera

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El femianálisis
liberación, el “psico-cultural”, como liberación interna de
la programación social capitalista, que incluye desde tipo
de familia, educación, valores, etc., para dar el salto
cualitativo en lo cultural. Entonces, los cambios
económicos requieren de cambios políticos y culturales, lo
que va precedido de la lucha ideológica, psicológica,
imprescindibles en el marco de una Estrategia de poder
que pueda ofrecer una nueva utopía vivible en el sentido
humano.

25-La intersubjetividad “histérica” reactiva

Otra de las características de un sujeto “histérico”,


caracterizado desde el “masculiné” es que son
“intersubjetivos”, dependendiente del otro, los vínculos,
las intrigas, etc. Y sabemos que el término “histeria” es
característico de las mujeres, según Sigmund Freud, cuyo
idioma es el “masculiné”. ¿Por qué es así un sujeto
histérico y en forma prevalente la mujer?. Recordando la

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El femianálisis
“lógica capitalista”, que es el núcleo social del espíritu del
capitalismo, que reduce al ser humano al rango de
productor, trabajador, donde ser es producir y consumir,
se vive para trabajar, y no al revés, quedando la
subjetividad, la humanidad, la vida misma subsumida en la
vorágine capitalista cotidiana de luchas fratricidas por los
lugares que dan ganancias. En ésta “lógica social” que
determina qué vida vivir y cómo, qué tipo de sujeto ser,
qué familiar tener, etc., el hombre es el que brilla por su
productividad económica. Es quién en los comienzos del
capitalismo salía a las fábricas, empresas, minas y
rascacielos a producir dineros. Su compañera quedaba
como encargada de la casa y los niños. Desde la lógica
social y sus ruidos productivos, ella no era protagonista y
como compensación al silenciamiento social, el ser
relegada a la casa, que en relación a su compañero
productor y proveedor no era mucho, desarrolló como
reacción el interés por lo intersubjetivo, por lo que hace su
pareja en el día, la empresa, etc., con lo que, vivía por
procuración, a través del otro e identificado al exitoso y

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El femianálisis
sociable compañero. Es decir, ante un cotidiano vivir en
silencio, viviendo las novelas y diálogos con las plantas y
gatos, el retorno de su marido es la explosión del interés
por lo social. Es que lo social tira, genera “Deseo social”
como vacío que empuja hacia la participación, para ser,
consumir, salir y disfrutar los fetiches de una sociedad que
progresa…en lo económico. Si hacemos el experimento,
podemos probar no salir un par de días, con lo que, el
aburrimiento y tedio, la confusión, etc., nos empuja a salir
del encierro, el mimetismo con las cosas, la regresión a las
cosas, y empobrecimiento subjetivo. De modo que ella
reacciona contra el ser relegada socialmente a la casa, con
formas de salidas, sean vocacionales, estudiar y volverse
profesional, con lo que logra los niveles de participación de
su pareja, pero a fuerza de ser como él, es decir, ser ahora
otra trabajadora explotada, al servicio de la libre empresa,
los monopolios, las fábricas, etc., sacrificando otros
aspectos de su subjetividad como una maternidad difícil,
los hijos, y la familia. Es decir, la lógica social la asimila
como sujeto, se apropia de gran parte de su vida

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El femianálisis
emocional y la explota, haciéndole creer que ahora sí hay
derecho y justicia distributiva de los bienes, puestos etc-,
que brida el trabajo enajenado. Nada más alejado de lo
que la mujer debería considerar como su propio derecho
como diferente que es, y no la búsqueda de igualdad
económica y jurídica en una sociedad acostumbrada a
esquilmar a todos.

Si valorase adecuadamente lo que es el contexto


“profesional” del capitalismo en relación a la casa, que es
la fuente de afectos, de seguridad, una verdadera “base
segura”, no disputaría con su hombre los pocos lugares o
puestos profesionales. Pero se necesita de dineros y a eso
se enfrasca a los fines de lograr el “tener” para “ser”. Es
decir, estamos en el mismo mar, nadando todos en la
mima lógica economicista que nos aliena a todos, con lo
que significa de conflictos, rupturas, sufrimientos,
violencia de parejas, familiares, etc., para todos. De modo
que, podemos preguntarnos si no existe Otra lógica que no
sea el reducir a la humanidad a una máquina productiva.
Para ella sí, porque si descubre que su liberación es hablar

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El femianálisis
el mismo idioma masculino economicista, al servicio del
capital, la desigualdad social, etc., podría virar hacia otros
rumbos. Uno de esos rumbos puede ser el construir sus
diferencias y defender lo diferente que es del hombre y su
idioma del hacer para otros. Claro es que luchar por la
igualdad está bien pero ello depende de las leyes y de
quienes las elaboran. Por lo que, sumamos como
posibilidad para la liberación femenina el luchar por su
diferencia, por lo que la naturaleza la construyó como es:
mujer y madre, como depositaria de la vida, la continuidad
de la especie, y como sujeto que merece descubrir su
maternidad, su feminidad, sus posibilidades diferentes, su
manera de ver las cosas, pero sin pisotear la mirada del
hombre, para no caer en el revanchismo o el imperialismo
de género de dominar al otro. Es decir, alejarse de lo que
Esther Villar llama “La dominación del varón” o “Varón
domado” y al servicio de su deseo, generando males que
dañan la humanidad. Desde ya que debe combatir desde el
maternaje el imperialismo masculino cambiando el idioma
de su hijo desde pequeño, como los árboles que sino, se

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El femianálisis
desvían. Es decir, deconstruir su Idioma de mujer, el
“feminé”, y construir un modelo de mundo diferente
aunque complementaria con la del varón, que desde el
“Síndrome de Procusto” moviliza su afán de ser
hegemónico, dominar, definir cómo deben ser las cosas, e
incluso para “su mujer”, vivida como propiedad privada.

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El femianálisis

26-Una mujer participativa y complementaria, evitando


roles suplementarios

Los discursos ideológicos y políticos utilizan a la mujer para


sus fines políticos, insuflando esperanzas de liberación de
su hombre, desde un discurso divisionista, que opone a la
mujer a su compañero, provocando divisiones, divorcios,
violencia de parejas, hasta femicidios. Es decir, induciendo
la “suplementariedad de roles”, como el suplir, superar,
competir con él, disputar los pocos lugares que ofrece el
mercado capitalista y ganar, a como sea. Es decir, inducen
discordias y no armonía entre hombres y mujeres que ya
bastante tienen con la supervivencia en un mercado
produce e induce al consumo, pero donde se publicitan
muchas cosas brillantes pero hay poca plata para comprar.
Es decir, la escasez en un contexto de superabundancia. En
éste contexto y a los fines de resolver las pujas, peleas,
conflictos y diferencias entre la mujer y su hombre,

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El femianálisis
apelamos a la “complementariedad de roles”, a ponerse
de acuerdo sobre las diferencias, a maximizar la “Zona C”
de la intercepción entre ella y su idioma o “A” y él y su
idioma o “B”. Es decir, resolver las diferencias que portan
cada uno en el lazo amoroso, maximizar los acuerdos, lo
que se comparte, etc., como zona C donde veremos brotar
el “Proyecto conjunto de pareja” y no la “Pareja
hegemónica” del varón que busca que las cosas sean como
él las define. Lo mismo ella que busca instalar su modelo
de amor, de pareja y familia.

Acto seguido, luchamos en forma conjunta por la “Mujer


participativa”, la que desarrolla su vocación, su deseo de
madre, su ideal de mujer, su voz y su voto en todos los
ámbitos de la sociedad sin pretenderse mejor, porque ello
significaría caer en el “narcisismo de género” en que cada
uno se considera superior. Si el mundo del hombre es
corporal, productivo, la fuerza bruta, etc., la mujer
propone y otorga un lugar para el hombre en su modelo
de mundo no solo productivo sino de amor, pareja, familia,
los hijos, los juegos y esparcimientos, el desarrollo de los

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El femianálisis
potenciales humanos, los anhelos e ideales más nobles. Un
mundo consensual, lo que no significa manipulaciones,
condiciones, chantajes, imposiciones, negaciones,
violencias, etc., que solo son formas del “Síndrome de
Procusto” en que cada idioma busca imponerse a cómo
sea.

27-Algunas Operatorias femianalíticas

Podemos considerar que existen varias sujeciones para


proceder a liberar a la mujer: a) Del rol de madre: en el
sentido de rol exclusivo, a que la ha relegado el
capitalismo inicial y aún el actual en las clases menos
pudientes. Es decir, la expansión de su rol de mujer, su
feminidad, sus propios aportes como creatividad
femenina, brindando los contornos o la forma femenina
del mundo, b) Del idioma masculino: liberarse de ser
definida desde el “masculiné” para construir su propio
idioma de mujer, el “feminé”, pero como idioma inclusivo,

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El femianálisis
que no sea la revancha de excluir al hombre o la venganza
social de cobrarse las opresiones impuestas por el
capitalismo que es el todo que impone las formas de
relaciones de dominación que oprime a ambos, la familia,
etc. c) Del idioma conjunto de pareja: tanto ella como su
pareja, el hombre, manejan en un plano inconsciente, el
“Idioma conjunto” de pareja, a saber, la pareja patriarcal,
cuya característica es la dependencia económica de la
mujer, la dominación del hombre, como representante de
la desigualdad social en el seno de la pareja. Es decir,
construir un “Idioma conjunto” en la pareja superando los
moldes sociales impuestos d) Del modelo social de mujer:
modelo acorde al deseo masculino de una mujer
dependiente, con baja participación social, profesional,
etc., que la descalifica como sujeto en sus posibilidades.
Un modelo de mujer complementaria con el varón en
materia de amor, pareja, familia, la casa, en lo social, para
no derivar en nuevas formas de imperialismo de géneros
como impuso el capitalismo y desde la prehistoria d) De la
represión social de su idioma, de su inteligencia reprimida,

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El femianálisis
de la psicopatologización de su subjetividad, de su
retracción social, etc., e) De la lógica capitalista: es decir,
liberarse de la hipnosis capitalista para idealizar el dinero,
los bienes, el mercado, el producir y consumir, en
detrimento de lo humano y sus potenciales, f) De la tiranía
de la búsqueda de igualdad sin valorar las diferencias: es
decir, valorar sus diferencias, lo peculiar de sí misma, pero
por lo mismo, como diferencias complementarias de los
aportes de su compañero, como el caso del “amor hecho
cosa” en el hijo, producto del amor de ambos, etc., g) Del
Procusto que somos….

Bibliografía

Villar, Esther, “El Varón domado” Buenos Aires: Grijalbo

Olivier, Christiane, (1994) “Los hijos de Yocasta”, Buenos


Aires. FCE

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El femianálisis
Engels, Federico, (1986) “El origen de la familia, la
propiedad privada y el estado”, España: Ediciones Orbis

Levi Strauss, Jean Claude, (1985), “Las estructuras


elementales del parentesco”, España: Ediciones Orbis.

Fridman, Irene (2019), “Violencia de género y


Psicoanálisis”, Buenos Aires: Lugar editorial

Milero, Agostina (2019) “Que la ciencia te acompañe a


luchar por tus derechos”, Buenos Aires: Nueva ola.

Acott, Joan Wallach (2012) “Las mujeres y los derechos del


hombre”, Buenos Aires, Siglo Veintiuno editores.

Freud, Sigmund (1931) “La feminidad”, Buenos Aires:


Paidós.

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