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El Socioanalista

“Los fenómenos sociales visibles parecen ser el resultado de una


inmensa tarea inconsciente que, por regla general, se halla más allá
de nuestro análisis”. Le Bon

El Socioanalista

Perspectiva Transdisciplinar

Autor: Lic. Basconcelo Juan Carlos

Ensayista. Investigador
El Socioanalista

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos


el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”

Karl Marx

El Socioanalista

La propuesta de un “Socioanalista” no se debe simplemente a la


complejidad de los conflictos inherentes al mundo de la política,
las ideologías y encontronazos de clases porque no solo se trata
de explicar sino, sobre todo, de ayudar a transformar. Pero los
motivos o causas sociales son inconscientes, se ubican en un
plano, nivel o dimensión simbólica que escapa a la “falsa
conciencia”. Es decir, el objeto de estudio del Socioanálisis
constituye un “Inconsciente social” de por sí ignorado, de
índole simbólico, oculto por “filtros sociales” y “zonas de
represión” (Erich Fromm), pasible de ser interpretada desde
instrumentos varios, así como el método psicoanalítico, la

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sociología, la historia, la filosofía, antropología, lingüística, entre
otros. Como intérprete del sentido oculto de lo social, no se
reduce a la exégesis hermenéutica sino la praxis, donde teoría y
práctica se confirman o rectifican, se mejoran y se completan en
el curso de la intervención. La “epistemología divergente”
inherente, le permite transvalorizar (resignificación reciprocas)
diversos conceptos, marcos teóricos o paradigmas, a los fines de
interpretar su objeto de estudio como la verdad de una
sociedad, por cierto, verdad compartida, consensual o
impuesta, forjada en la interacción, en la historia misma de las
construcciones sociales, como “realidad compartida”. Sin
embargo, una praxis participativa en instituciones, grupos, los
medios, etc., a los fines de interpretar problemáticas sociales
con proyectos y programas de intervención en el sentido
propositivo. Un exégeta de la verdad pero no en su sentido de
adecuación con un discurso sino oculto, velado, sujeto a
interpretaciones, a modelos de mundos más abarcativas que las
verdades en ismos, parciales, pertenecientes a las clases en su
faz egoísta, explotadora de la condición humana, y en suma, a
verdades fragmentarias que el socioanalista resignifica y
reencuadra en el sentido de una verdad necesaria y compartida.
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Una verdad en perspectiva, porque cada sujeto, grupo, clase
social y etnia, construye su realidad, su cosmovisión, su punto
de vista sobre muchos temas como su verdad particular, única,
diferente a todas las verdad, pero verdad segmentaria, con afán
de “cosmovisión hegemónica”. Desde un perspectivismo
dialéctico, además de relativo, considera que existen
singularidades, verdades parciales, ismos que necesitan ser
implicados, vinculados, interpretados e incluidos en una verdad
compartida, de toda la humanidad, y no solo de una sociedad
dada. Pero ello depende de la política, del cambio de la falsa
conciencia por la verdad que se comparte pero se ignora como
“Inconsciente social”.

Sin embargo, el perspectivismo debe ser superado (aufhebung)


según nuestro método transvalorativo en otro plano superior.
Gracias al mismo, los ismos o verdades parciales, sin
implicaciones, como las verdades de una clase social y otra,
sujetas y vinculadas por intercambios económicos, de
explotación, etc., necesitan ser trans-significadas o
resignificados en forma recíprocas, a los fines de incluir tales
visiones segmentarias en una visión más amplia, como verdad
ampliada y en función de una utopía social más equitativa,
alejada de la explotación del hombre por el hombre. Todo esto

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resulta imposible sin una economía planificada en forma
conjunta, socializada en sus términos, con exclusión de los
grupos minoritarios que explotan el trabajo enajenado, con la
política como instrumento así como el gobierno y el estado para
socializar la base económica. Sin embargo, todo este proceso
implica la toma de conciencia de la base inconsciente de toda
sociedad, y que calificamos como “inconsciente social”, como
universo simbólico mediador entre la base económica y las
superestructuras ideológicas, institucionales, jurídicas, etc., de
una sociedad. Mejor dicho, la gran transformación
revolucionaria se debe llevar a cabo en el plano simbólico, en el
plano del Inconsciente social, el Programa social inconsciente
que sostiene a cada sujeto, a cada grupo social, a cada clase
social porque constituye su verdad como lo que fija, adapta,
programa, y condiciona en forma muy fuerte.

Por cierto, verdad oculta en los intersticios del lenguaje, donde


cada discurso conlleva un discurso otro, un discurso dentro del
discurso, como verdad a descifrar gracias a una escucha
simbólica, donde las verdades son veladas, ocultas, disfrazadas y
cada manifestación social puede ser leída o interpretada como
“signo social” y en las metáforas sociales para abstraer el
“anagrama social” o discurso dentro del discurso, como un
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lenguaje indirecto sobre lo que se oculta como los intereses de
clases, de grupos, bandas, etc. Un asalariado lleva una vida
plena de símbolos que interpreta a los ojos del amo: su casa es
digna como su salario, su vida, sus hijos, sus carencias y
sufrimientos, etc., porque los interpreta con la ideología de
opresión que le inculcaron a través de las instituciones de
programación como las escuelas y los medios, iglesias y
costumbres, etc. Pero tales “símbolos sociales” implican otra
lectura, y esta vez desde la ideología opuesta, considerando que
su casa, su magro salario, sus sufrimientos, etc., implican
pobreza, explotación, deshumanización, luchas, etc.

En otros términos, el socioanalista interpreta el simbolismo


social (las metáforas sociales, como sustitutos de la verdad de
cada grupo social), los discursos, en función de las ideologías
implícitas, los modelos de mundos en conflictos, las verdades
parciales que se pretenden hegemónicas, y en suma, el “conato
social” como el perseverar de cada grupo y sector a partir de su
verdad segmentaria y que pretende imponer al resto del
mundo. Y la única verdad legítima y justa es la verdad
compartida, socializada y legítima ante sus actores.

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A partir de la “falsa conciencia” como efecto del Inconsciente
social, el socioanalista parte a la búsqueda de la verdad que
puede emerger en un fallido social (en debates, discursos,
situaciones sociales), en una actitud impositiva, en lo que no se
habla, lo que se oculta, lo que se omite, lo que se racionaliza, lo
que se niega, “represión conjunta”, percepción selectiva,
proyecciones, etc., como “defensas transpersonales” para
escamotear la verdad más humanitaria.

La “escucha social” y la “mayéutica social”, orientan al


socioanalista hacia los símbolos de la verdad. Verdad que
sostiene, que forja realidades, movimientos, conflictos sociales,
ideales, ideologías, sufrimientos, etc., porque es eficaz y
simbólico. El socioanalista Interpreta porque respecto de lo
social, no existen sino interpretaciones, y “construcciones” a
partir de datos, de datos recolectados con instrumentos,
encuestas, la misma escucha, la historia, libros y opiniones, la
misma ideología, etc. Entre un discurso social, ideológico,
político, institucional o grupal y los interlocutores, aparece una
brecha, una laguna que el socioanalista completa con sus
interpretaciones: es el socioinconsciente, la verdad oculta,
escamoteada ad hoc, en forma tendenciosa por el discurso y las
estrategias de dominación del amo.
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Como “verdad instituida”, instalada, legitimada por mitos,
religiones, ideologías, y toda la inmensa superestructura jurídica
y política, cada grupo y clase social forja el suyo. De ésta manera
y según Lourau, tenemos la dialéctica de lo instituido, lo
instituyente (las intervenciones del Socioanalista y la promoción
de cambios, interpretaciones que generan efectos de sentidos
positivos, virajes merced al develamiento de la verdad oculta de
cada grupo de interés o de presión, resignificaciones de puntos
de vistas o weltanschauung, reencuadres de posiciones
ideológicas, viraje hacia la vía alterna merced a planes,
programas, proyectos propositivos ad hoc, etc.) y el proceso de
institucionalización como tres momentos dialécticos. Sin
embargo, sin la intervención promotora de cambios no se pasa
al momento de lo instituido merced a la resistencia de los
actores que plasman sus respectivos conatos perseverando en
ser, merced al estilo de vida, su cosmovisión etc., en
instituciones, ideologías, políticas, la cultura, etc., como
metáforas de sus verdades.

Por sobre todo, tanto su propio conato social como el de


individuos, grupos, clases y etnias, constituye el foco de la
escucha e intervención del socioanalista. Esta idea de la
intervención centrada en hacer consciente el canato de cada

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grupo social, constituye una de las principales formas para
introducir procesos instituyentes en el ámbito social. Es el
mecanismo socioinconsciente crucial que sume a individuos y
grupos en la alienación defensiva, en luchas, en prejuicios y
distorsiones, sin visos de visión conjuntas ni una verdad
consensual.
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La intervención socioanalítica

La intervención socioanalítica apunta, en última instancia, a la


desalienación del ser humano que ha confundido “ser” con
“tener”. En tal sentido, los aspectos alienantes son múltiples,
aunque el cambio de algunas facetas del ser humano se
caracteriza por ser un reto. Es el caso del “conato social” de
individuos, grupos, clases sociales y etnias. Consiste en
perseverar en ser (Spinoza), de acuerdo a la propia verdad,
siempre parcial, segmentaria, en ismos. Es el gran mal del ser
humano porque implica la raíz de las diferencias humanas pero
también de las luchas, defensas, intolerancias, imposiciones,
explotaciones, etc. Es la triste realidad de que cada ser humano
persevera en ser según su verdad subjetiva, eficaz, simbólica,
que determina un modelo de mundo, un punto de vista, una
cosmovisión acotada y parcial. Sin embargo, constituye un
modelo de mundo que sostiene, se erige en referencial, nutre
las ideas, la identidad individual, grupal, de clases. Es por ello
que aparece como el “Paradigma” de individuos, grupos y clases
sociales. Un paradigma o modelo de mundo como constructo

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simbólico, hasta fundado en ficciones como toda verdad pero
eficaz para generar consecuencias, actos, conductas, ideales,
prácticas sociales, alegrías y sufrimientos, luchas, hasta
crímenes y guerras. De ahí lo central de su relativización o
despotenciación a los fines de construir un “conato universal”,
humano, y no parcial o segmentario como todos los conatos
actuales. Son “ismos” que buscan imponerse, como el burgués y
su sentimiento de legitimidad para explotar, invertir en la bolsa
y llevarse todo el jugo social. Lo hace por su “verdad
inconsciente”, como sistema de esquemas, de disposiciones, y
diríamos, sostén referencial que lo posiciona en el mundo con
seguridad. El conato se ubica en el plano inconsciente de lo
social, valga redundar, en el socioinconsciente. De modo que, el
objetivo de la intervención socioanalítica es la toma de
conciencia del mismo, su relativización en función de la verdad
compartida, de la necesidad de una verdad consensual,
conjuntamente elaborada, a los fines de la coexistencia pacífica.
El conato de un burgués es que su estilo de vida es legítimo,
donde la explotación del hombre por el hombre no figura como
injusticia sino a título de legítimo derecho. Por lo que, lucha por
imponer su estilo, modelo de sociedad, de utilizar el estado en
lo político o en la connivencia, por el uso del mismo como
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instrumento de imposición, de disciplinamiento, de logros, etc.
El conato del asalariado es la de ser un legítimo asalariado,
donde el sufrimiento y la explotación es percibido desde la
mirada del amo, justificando o racionalizando su punto de vista
con ideologías varias, que van desde la izquierda a la derecha,
incluso, hasta el fascismo y en algunos casos el autoritarismo
cuando la visión anárquica de la vida y la sociedad se impone sin
poder comprender las razones del propio sufrimiento. Es decir,
ambas clases sociales perseveran en seguir siendo lo que son,
merced al punto de vista fundamental que mantienen sobre lo
social, la vida, y en definitiva, merced al paradigma de cada
clase. Es una verdad común, fundada en un universo simbólico
compartido, como reacciones y creencias comunes, ideales
compartidas, una memoria social compartida etc. Un sostén
referencial que enmarca la vida familiar, de linaje y subjetivo. Es
el “espíritu de la época”, como “Inconsciente histórico” (Rosa de
Luxemburgo), campo simbólico de pujas, de luchas en el plano
de las significaciones y la política, y donde nadie cede un ápice,
ni siquiera el “esclavo postmoderno” que lucha por seguir
siéndolo, a contrario de lo que muchos consideran como pura
lucha incesante en muchos campos. Incluso, el esclavo lucha por
su amo, por quién le da una vivienda, trabajos, sopena de no ser

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nadie. Pero al mismo tiempo, la opresión genera un “contra-
conato”, una verdad alternativa, de anhelo de libertad, de
liberación, como reacción, como ideología, como ideal de una
sociedad sin clases. Solo que el conato es fuerte, es un “hábitus”
(Bourdieu) o programa simbólico poderoso y para y
despotenciarlo, necesitamos desalienar no solo al esclavo sino a
los “agentes” directos del amo que van desde el cura al
maestro, al universitario y al periodista, el filósofo, a los
“científicos sociales de la dominación mental” como son los de
las humanísticas y las ciencias sociales. Pero no debemos olvidar
que el cambio social como “ruptura de conatos”, de verdades
aisladas, parcelarias, en ismos, que se pretenden hegemónicas,
solo es posible desde el plano político, desde el estado, la
cultura, la educación, los medios, los libros, y los debates, pero
por sobre todo, desde la política en el sentido del político
desalienado de su verdad parcelaria, de su conato y que se
enfrasca en un diagnóstico realista del mundo, los bloques, la
nación, y propone en forma colectiva, un programa de gobierno
consecuente.

¿Es posible que el burgués cambie de perspectiva al tomar


conciencia de su condición de explotador?. Los partidarios de la
“humanización del capitalismo” podrían responder con un “Sí”.
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Los partidarios del socialismo dirían que “No”, porque el amo
burgués considera que el capital, la plusvalía, la explotación, la
condición del pobre etc., son naturales, siempre existieron, y
que lo determinó dios. Todo esto nos remite a la posibilidad de
que los conatos de clases puedan virar, al menos, hacia una vía
alternativa más justa. Los gobiernos del centro y los del centro-
izquierda nos dirían que “Sí”. Pero es un tema que trasvasa el
campo de la política y las ideologías aunque en éste terreno se
libre la principal batalla. Desprogramar un conato, a un sujeto, a
una clase social, requiere algo más que la persuasión o la toma
de poder para decretar una nueva realidad. Es un trabajo sobre
las ideas, las concepciones de mundos, de las ideologías e
ideales etc., en todos los frentes: cultural, psicológico,
comunitario, mediático, educativo, familiar, de linajes, etc. En
éste sentido, el socioanalista debe orientar al educador respecto
de los conatos, las ideologías que la sustentan, los ideales, las
prácticas alienadas, las políticas, el poder y su corrupción en el
sentido de beneficiar a un sector o clase, etc., a los fines de una
pedagogía que devele la verdad de cada grupo y de cómo
intervienen en el campo social para beneficiarse en detrimento
de las mayorías.

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El conato es una lengua que hablan individuos, grupos y clases
sociales. Claro es que sin intención de comunicarse aunque sí
imponerse. Descifrar e interpretar el texto social, como
escenario onírico social, como teatro y escenario social. La
censura social o control social deformante. Lo inverso del
“Deseo social o conato”. Deseo productivo, fábrica, maquinaria
deseante (Deleuze). Desandar la hipnosis social, la “psicología
de las masas”-
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El foco del socioanalista: el “Inconsciente sociolingüístico”

El lenguaje es el nexo que nos une como seres simbólicos. Es


social por excelencia e implica “niveles relacionales” o planos
donde podemos considerar con Ferdinand de Saussure
“significantes” o palabras, etc., y “significados”, además de los
aportes de Jacques Lacan sobre el significante. En nuestro caso,
hablamos de “significantes sociales” o simbolismo social,
transpersonalizados, con el salto de calidad que implica el plano
social, ya lejos del plano subjetivo. Es decir, laboramos con
metáforas sociales, con un lenguaje indirecto, que disfraza,
oculta, escamotea las intenciones de cada grupo social que ser,
instalar su modelo de mundo, sus ideales, modelo social, de
prácticas, etc. Con el lenguaje, nos transportamos al plano
“transubjetivo”, previo salto de calidad, donde los inconscientes
subjetivos truecan en “inconsciente social”, resinificándose
todos los términos, vía aufhebung.

Entonces, lo que nos permite hablar de “transubjetividad” es el


lenguaje y la lengua como sistema de signos y símbolos

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polisemánticos que compartimos en un universo simbólico
igualmente transversal. De modo que, lo que denominamos
“Inconsciente sociolingüístico” implica el sentido velado, oculto,
negado, “reprimido en forma conjunta”, en forma convencional,
de reglas forjados como construcción social, y de prohibiciones
sociales así como por categorías y significaciones compartidas.
Este Inconsciente sociolingüístico se compone de símbolos
polisemánticos, por metáforas sociales que, concatenados, nos
remiten a efectos de verdades grupales, institucionales,
ideológicas, políticas, de clases, etnias, entre otros. Pero el caso
del “Inconsciente lingüístico”, hablamos no de entidad sino de
niveles simbólicos, el otro plano, el velado, el nivel
anagramático como discurso dentro del discurso, el prohibido
por intereses de clases, por prohibiciones vinculados con el
“Complejo de Edipo” como prohibición del incesto, regla
fundamental que posibilitan los intercambios económicos,
lingüísticos, incluso de mujeres, tal como lo considera Jean
Claude Levi Strauss. Es decir, el plano oculto remite entonces a
los procesos fundamentales que posibilitan lo social, como los
tabúes o prohibiciones, aunque no se limitan a lo que el Edipo
prohíbe y suman los aspectos sociales, grupales, institucionales,
familiares, culturales, etc., que ciertos grupos de interés o
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institución prohíbe y reprime merced a intereses creados o se
corresponde con el modelo de mundo de cada cual, de por sí
“sagrado” para cada grupo. De ahí su defensa en el plano social,
ideológico, político, cultural. Incluso de estrategias de
instalación de tales verdades que sustentan éste inconsciente
sociolingüístico. Aludimos al “conato social”, que se defiende en
el plano de las ideas, los intercambios verbales, el lenguaje
social, la comunicación.

Cuando Sapir-Wolf consideraron la hipótesis de que el lenguaje


posibilita un estilo o forma de pensar y estructurar el mundo,
creemos que estaban intuyendo éste plano simbólico del
inconsciente lingüístico. También Erich Fromm considera las
categorías del lenguaje como aspectos del Inconsciente social y
que determinan un modelo de mundo, una cosmovisión, una
weltanschauung. De nuestra parte, consideramos al
“Inconsciente lingüístico” como anagramas sociales, como aquel
discurso dentro de todo discurso segmentario, grupal, de clases,
que surge luego de la interpretación de los jeroglíficos o
metáforas de un discurso. Tal discurso dentro del discurso alude
al conato social de cada grupo social, a su verdad, que insiste en
manifestarse en el escenario social. Como verdad segmentaria,
implica un modelo de mundo, por cierto, parcial y la misión del

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socioanalista consiste en lograr su interpretación, su puesta en
discurso gracias a la mayéutica social, los debates, controversias
conceptuales, buscando el paso del socioinconsciente lingüístico
a la “conciencia lingüística” como un hablar y hacerse cargo de
la propia verdad parcial en función de su implicación con otras
verdades compartidas y que se niegan o racionalización merced
al proteccionismo de cada grupo y clase social.

En este contexto, consideramos la palabra como símbolo de la


verdad que vehicula el anagrama social. La misión del
socioanalista vía mayéutica, asociación libre, etc., es pro-vocar
la verdad como revelación del saber oculto en los anagramas
cifrados vía interpretación del discurso, en su opositividad,
negatividad y relatividad, en función de la palabra como símbolo
polisemántico. Más específicamente cifrar la verdad o conato
unilateral promoviendo la verdad compartida y justa, sin
desigualdades, privilegios, explotaciones, crisis, etc., en todos
los ámbitos de la vida social.

En los ámbitos de intercambios verbales, el socioanalista analiza


discursos, frases, intervenciones, etc., buscando recurrencias de
palabras, de lapsus que denuncian verdaderas intenciones, de
significaciones, de lo que se omite, de lo que se niega, lo que no
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se implica, las lagunas, deformaciones tendenciosas, las
mistificaciones, y en pocas palabras, lo que las “defensas
transpersonales” deformó en aras del proteccionismo de
verdades parciales o conatos. Considerando los discursos y
puestas en escenas del teatro social como el “contenido
manifiesto” de un sueño, analiza los símbolos y sus
interpretaciones desde los mismos actores, buscando
concatenar tales a los fines de acceder al “contenido latente” o
verdad social, como el modelo de mundo de cada segmento
social. Pero el develamiento de la verdad no garantiza en sí
mismo cambios y hará falta una praxis social con protagonismo,
con proyectos de cambios, validados y consensuales, en aras de
enfoques de conjuntos, a partir de proteccionismos y verdades
sesgadas o parciales. Entonces, el socioanalista busca desandar
el proceso de construcción de la realidad social buscando el
mecanismo que la posibilita, las mistificaciones, las
tergiversaciones, las negaciones, justificaciones o
racionalizaciones, lo que se repudia en forma perversa, la visión
de túnel de los enfoques parciales, los ismos que se pretenden
universales, las estrategias del poder, el doble discurso y las
maniobras en doble moral, las “pantallas” que se montan para
instalar opiniones, propuestas, leyes, y corrupciones de toda

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clase. Es decir, subvertir la moral impuesta, el modelo de mundo
hegemónico, impuesto, así como las ideologías que la legitiman,
en todos los campos, incluso en la educación familiar, escolar,
mediática, entre otros.

Intervención en niveles múltiples

La propuesta de la “Teoría de la comunicación humana” de Paul


Watzlawick, a saber, la existencia de “niveles analógicos y
digitales”, tanto como de “comunicación y metacomunicación”
en los intercambios sociales, nos obliga a una intervención en
niveles múltiples. Nos dirigimos a la falsa conciencia de la gente
buscando subvertir sus premisas, apuntando al plano velado, al
Inconsciente social, lo que los actores ignoran pero que ofician
de motivos sociales poderosos. Es decir, apuntamos no solo a la
conciencia social sino a su faz inconsciente. Mejor dicho, lo
social posee dos planos, a saber, la de la “falsa conciencia” y el
plano del “Inconsciente social”, tal como venimos estudiando.
En éste sentido, transvalorizamos (resignificación recíproca de
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todos los términos) tales conceptos con el de “conato social”
porque la misión del Socioanálisis no solo consiste en explicar
sino en intervenir como “transdisciplina del cambio” donde el
rol del “Socioanalista” aparece como “agente de cambios” en
todos los ámbitos de la sociedad. Al respecto, podemos
considerar con Watzlawick que toda comunicación social o
“transubjetivo”, implica dos niveles, a saber, el analógico a
través de gestos, posturas, connotaciones, aspectos
emocionales, posturales, etc., tanto como el digital donde
interviene el lenguaje, de por sí, social. En éste plano ubicamos
el lenguaje y en el nivel implícito el “metalenguaje” como
comunicación sobre la comunicación. Sobre todo, es desde el
plano metalingüístico donde podemos encontrar puntuaciones
o valorizaciones que nos remitan al inconsciente social o verdad
velada. Allí el actor toma posición, aclara, defiende, lucha,
insiste, proclama, afirma, se afirma, enuncia una verdad, etc.
Pero debemos recalcar que el socioinconsciente se transluce
desde ambos niveles, aunque también podemos considerar que
un nivel suele repercutir en la otra como cuando alguien
“connota” una idea, con ciertos tonos o actitudes, incluso la
acción, dando a entender o poniendo énfasis en sus ideas pero
también en las verdaderas ideas que resuenan desde un más

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allá. Es decir, cuando alguien habla o “denota” algo, suele
connotar ciertos aspectos de su discurso, lo que nos da una idea
de que allí hay indicios simbólicos de su verdad o lo que
llamamos “conato social” como la verdad con la que persevera
individuos, grupos y clases. Es allí donde interpretamos y
hacemos consciente, a los fines de relativizar tales verdades
unilaterales como una ideología cerrada, una creencia, un ideal,
una práctica, etc. Sin embargo, lo que un sujeto social
“metacomunica” como la comunicación sobre su comunicación,
implica que las pistas sobre los “anagramas sociales” lo
encontramos en lo verbal, en el discurso, donde buscamos un
discurso dentro del discurso como verdad “reprimida” o negada,
prohibida, lo que se evita, lo que implica un rechazo de grupos y
clases, merced al temor, incluso el terror social como en las
dictaduras. Esto se debe a que el plano analógico o mimogestual
lo consideramos como nivel simbólico, donde los gestos
constituyen símbolos sociales (metáforas sociales), que remiten
a significaciones implícitas consideradas como la verdad de
sujetos, grupos y clases, y que denominamos “conato social”
con el que perseveran en ser en el ámbito social. Tanto en éste
plano analógico donde los intercambios de roles, de escenas, de
sujetos en interacción, etc., asistimos a símbolos sociales, a
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gestos y actitudes, etc., que, concatenamos para obtener el
sentido de tales símbolos. En sí mismos, pueden tener muchas
significaciones psicológicas, e incluso psicoanalíticas, pero al ser
concatenadas con otros gestos e ideas, etc., obtenemos un
sentido social que alude al conato y esencia de cada grupo
social. Es decir, obtenemos aspectos de la verdad de tales
grupos y clases sociales, lo que nos da la idea o razón de ser de
tales y sus finalidades sociales, sus ideales, accionar, prejuicios y
discursos, participación y prácticas, etc. Entonces, el rol del
socioanalista se centra en concatenar mundos dispersos,
parciales, en ismos, hegemónicos, buscando un mundo y
sociedad consensual, sin dominaciones ni explotaciones de un
grupo social por otro.

Ya en el plano digital de la comunicación social, estamos


consagrados a considerar cada palabra, cada discurso, práctica o
demanda social como símbolos o metáforas sociales que aluden
a lo que se oculta, a la verdad velada, al conato social, que
sustentan las prácticas sociales, la misma razón de ser de los
grupos y clases, por lo que, consideramos cada palabra, cada
frase, cada discurso, en el sentido de un “contenido manifiesto”
de una “verdad latente” o “Anagrama social” como discurso
dentro de todo discurso. Sin embargo, tanto el plano analógico

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o el digital pueden coexistir o contradecirse, tanto como
confirmarse o descalificarse, cuando el sujeto manifiesta en
forma verbal algo que en el plano mimogestual o emocional no
se condice. Es decir, lo que comunica puede ratificarse o
negarse, confirmarse o contradecirse desde lo
metacomunicativo como comunicación sobre la propia
comunicación. Los “lapsus sociales” de los políticos cuando dan
un discurso son gráficos. Mejor dicho, no solo lo que se
comunica alude a una “comunicación implícita”, a una verdad
latente, velada u oculta sino el “cómo” se comunica nos da
pistas simbólicas sobre lo que se busca forzar en lo social, cuan
Procusto que pretende forzar la porción en la torta. El “cómo”
alude a lo metacomunicativo y el “qué” a lo digital, aunque ya
aludimos a que toda palabra o discurso implica un discurso
dentro del discurso que denominamos “anagrama social” como
“Inconsciente lingüístico”. Al ser la palabra un “símbolo social”,
una metáfora, implica un sentido oculto que se desplaza en sus
intersticios, que ubicamos no tanto en el sentido que se pone a
colación, sino en los efectos del discurso, donde las palabras
implican una verdad que no se habla, se calla, se silencia, se
evade, se mistifica, se disfraza con racionalizaciones sociales,
conjuntas, por individuos, grupos y clases, quedando como
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labor del socioanalista el concatenar símbolos y metáforas
sociales, buscando la verdad a que aluden en un lenguaje
figurativo e indirecto. Al mismo tiempo, utiliza metáforas
propias para intervenir en el mismo eje indirecto, buscando
explicitar los motivos o “programas sociales” ocultos, que
incluso son inconscientes para sus actores. Son las
intervenciones metafóricas, en un lenguaje indirecto, como
preguntas, que abren el debate, los interrogantes, y el hilo de
Ariadna hacia la verdad oculta en el laberinto simbólico de todo
grupo social. Sin embargo, las Intervenciones literales, cuando la
verdad ha surtido efecto y los actores tomaron conciencia de su
emergencia, como emergente de los efectos de debates, el
socioanalista puntúa, afirma, propone, reflexiona, brinda los
contornos de una verdad más completa, ampliada a varios
grupos, a la comunidad, a la humanidad necesaria. Pero sin
quedarse en el plano de las interpretaciones, el socioanalista
promueve programas de acción, nuevos proyectos, planes
alternativos, la vía alterna de los problemas, a los fines del
pasaje del Programa social impuesto y obligado, hacia su
despotenciación y la construcción conjunta del Programa
alternativo, incorporando y superando ismos, visiones

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egocéntricas, impositivas, en aras de una humanidad equitativa
e igualitaria en la diversidad.
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Superación de ismos sociales y nuevos emergentes

Decía Herbert George Mead a propósito de la idea de


“emergentes”, que, si unimos un átomo de hidrógeno con otra
de oxígeno, obtenemos agua!. Es decir, un nuevo emergente, un
salto cualitativo, un nuevo nivel, plano o dimensión, como
ocurre en el plano social donde no podemos hablar de
aditividad de individuos que lleven a lo social: por el contrario,
hay un nivel cualitativo, como ya también lo afirmaba Gustavo
Le Bon. En éste sentido y como seres simbólicos (Cassirer),
cuando concatenamos símbolos como la palabra, gestos, o los
inconscientes subjetivos, etc., obtenemos el “agua” de un nuevo
sentido emergente como “Inconsciente social”, objeto propio
del Socioanálisis. Un verdadero “salto de calidad”, como cuando
asistimos al encuentro, la interacción, la participación o juego
de roles en lo social: se opera un emergente social,
cualitativamente diferente al plano subjetivo. Los respectivos
“Inconscientes subjetivos” truecan en calidad al ser compartidos
con otros inconscientes, pasando a ser así lo que Jacobo Levi
Moreno denominó “Co-inconsciente” como la manifestaciones

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de estados co-inconscientes, que emerge durante la interacción
como ideas, sentimientos y conductas conjuntas. Este
inconsciente ya social es emergente, cualitativamente diferente,
en otro plano, nivel o dimensión. Es también lo que Le Bon
estudió en su “Psicología de las masas” (1895) y Sigmund Freud
en su “Psicología de las masas y análisis del yo” donde incluso
nombra el “Inconsciente social”, producto de lo común-
emergente común-, lo que se comparte incluso como la media
de los caracteres y procesos sociales. De modo que,
considerando el concepto de lo “emergente”, consideramos lo
social en éste sentido, tanto como el “Inconsciente social” como
emergente de una nueva configuración o dimensión que supera
a los inconscientes subjetivos. Sin embargo, la emergencia de
nuevas cualidades no excluye la dialéctica con el nivel previo o
“Inconsciente subjetivo”, desde donde hay intercambios de
símbolos que son transignificados-significación recíproca-en un
plano superior de “aufhebung”. Es decir, las tendencias, deseos,
fantasías, ideales, etc., subjetivas sufren la “objetalización” o la
“socialización”, que le brinda ya otra calidad. Al respecto, la
aufhebung implica la incorporación y superación en otro plano
de los elementos individuales de una sociedad. Como el caso del
“Edipo individual” donde los vínculos familiares primarios son
El Socioanalista
trastrocados en lo social desde otra calidad cuando, por
ejemplo, un trabajador percibe el estado o a su patrón como
censores, como sustitutos de sus vínculos con su padre. Es decir,
metaforiza y desplaza en lo social sus modelos primarios que
pasan a poseer otra configuración y sentido. Pero muchas
familias e individuos en forma aditiva no nos autoriza a hablar
de lo social ni de clases porque se opera un salto de calidad,
siendo reclasificados en un nuevo tales grupos e inconscientes
subjetivos. Es lo que nos autoriza a hablar de una dimensión
simbólica o universo simbólico de procesos sociales, tanto de
como de saberes inconsciente y social.

En el caso de los ismos o conatos grupales o de clases, aluden a


universos simbólicos sectoriales, en ismos, egocéntricos, que
niegan la participación común en una sociedad, llevando a
relaciones de dominación, dependencia, hegemonía,
asimilación, explotación, luchas, etc., sin implicación recíproca
en un proyecto social común, en el marco de la diversidad. En
éste sentido, la inclusión recíproca de los modelos de mundos
aislados o en ismos, constituye la línea de intervención del
socioanalista. Los puntos de intercepción, desde el principio de
reciprocidad y no interferencia, ayudan a conformar nuevas
reglas, nuevas normas, ya consensuales.

31
Las nuevas configuraciones sociales, políticas, culturales, etc.,
implican la no afirmación en el momento del conato social como
“átomo de hidrógeno” o de oxígeno sino en el del agua, como
emergente que supera los niveles previos. Ello implica el
conocimiento de un nuevo modelo de mundo, de sociedad, de
la propia clase social, y de la necesidad de una renuncia a los
intereses egoístas, de los puntos de vistas egocéntricos, en aras
del Sociocentrismo dialéctico, que mantiene el perspectivismo
de cada grupo pero también sus vinculaciones y coexistencias
pacíficas y equitativas. Mejor dicho, de un conato mayor que
incluya no solo a una nación sino a la humanidad toda.
El Socioanalista

Un Socioanálisis experimental

La “aletheia” o verdad como revelación, nos indica una vía de


intervención socioanalítica. Ya en situación social, de asambleas,
con interlocutores igualmente sociales que ofician de “agentes
sociales” de ciertos grupos y clases, partidos e instituciones,
etc., acudimos a la “mayéutica social”, a la pregunta que abre el
panorama, a implicar a los actores con sus verdades ignoradas y
olvidadas en “zonas de represión”-Erich Fromm-merced a que el
discurso dominante prohíbe el replanteo de sus dogmas, de sus
injusticias, de sus tejes y manejes, a cifrar los símbolos verbales
y gestuales de un conato, tal como nos lo enseña H. G. Mead, a
saber, concatenando símbolos, obteniendo un efecto de sentido
social, como emergente de sentidos ocultos, velados, pero que
sostienen en forma referencial a tales grupos sociales. Incluso,
ignorado en sus fundamentos por sus autores, que, como
actores, sostienen una verdad institucional, una ideología, una
representación de clase, un ideal, un Proyecto social y un
“programa social” con que perseveran en ser, etc. Pero el
ignorar no implica que tales sistemas de ideas no sean eficaces

33
desde lo simbólico y la “Intervención experimental”-recordemos
la interpretación metafórica y literal- apunta a trocar en el
campo de la palabra, la conversación, los debates, las
controversias conceptuales, etc., tales símbolos de una verdad
ignorada pero que insiste en manifestarse, provocando efectos
reales en lo social, como el caso de una ideología, un programa
de gobierno, un proyecto. Precisamente, porque son ignoradas
son actuadas, “re-petidas” (en el sentido de la “re-petición” de
una verdad), de un punto de vista, modelo social, de mundo, de
país, de política, etc., y como un conato social, desde cada actor
o grupo social “persevera en ser”, incluso a despecho de otros
grupos y clases sociales. De ahí el mal de los conatos sociales
inconscientes, que operan en el plano de inconsciente social
como verdad que motiva, que encausa ideas, fantasías, ideales,
conductas, emociones, ideales, etc., aunque en el sentido del
afán de hegemonía. De allí también la necesidad de relativizar,
despotenciar o “desprogramar” la eficacia simbólica de tales
verdades segmentarias, en ismos, con afán hegemónica, hasta
de imperialismo conceptual donde incluso el mentado
“pensamiento crítico” se utiliza para imponer la propia verdad
parcial. Sin embargo, las verdades sociales son interpretadas a
partir de indicadores mínimas, como las metáforas, las zonas de
El Socioanalista
silencios, los miedos, las estrategias que se callan, los actos
sociales, las puestas en escenas en el teatro social, y en suma,
en las representaciones sociales de roles.

Incluso cuando aunamos diversos símbolos, prácticas, ideas,


discursos, archivos mediáticos, acontecimientos, etc., y
demostramos en lo social que hay una verdad más amplia, más
equitativa, etc., no garantiza que los grupos y clases cedan en
compartir el capital social, económica, humana, simbólica, etc.
Muchos logros se conquistan en el plano político, en las luchas
ideológicas contra los “ideolo-ismos”. Es decir, la lucha de ismos
donde cada segmento se pretende universal excluyendo al
resto, incluso con violencia social, etc.

Pero el “efecto de verdad social” que se logra al implicar los


ismos se nos aparece como algo nuevo que se ha develado,
revelado, como verdad extendida, superando los limitados
límites o definiciones egoístas de los conatos, llevando a una
nueva configuración o modelo de mundo, despertando nuevos
anhelos, estrategias, tácticas, programas, y praxis. La “aletheia
social” se ha evidenciado y del mismo depende la legitimidad
simbólica, social, política e intelectual. La verdad como causa de
conductas en lo social, de posibilidades de cambios, oficia de

35
referencia fundamental, y como trampolín para redefinir
cosmovisiones, métodos de luchas, propuestas, proyecto de
leyes, entre otros. Nuestro eje simbólico de intervención, en los
debates, en las conversaciones sociales, en las controversias,
etc., obtiene su fruto. La verdad oculta en el Inconsciente social,
como discurso dentro de otro discurso, necesita ser elevada en
el campo de la palabra, el lenguaje social, para interpretar los
símbolos y acceder al “anagrama social”, el modelo de mundo
de un grupo o clase social, la razón de ser de los mismos y por lo
que luchan a toda costa.

Solo el campo verbal o conversacional nos posibilita inducir,


provocar, recordar, develar, y hacer evidente los símbolos o
palabras que conllevan en sus intersticios los fragmentos de
verdades que necesitamos reconstruir vía interpretación para
devolver a los actores lo que niegan, lo que racionalizan, lo que
tergiversan, lo que proyectan en sentido inverso, lo que
reniegan en forma perversa incluso, y poder así construir in situ,
la verdad ampliada, común, legítima, equitativa.

Entonces, el “experimento social” provocado, consiste en


inducir vía la mayéutica social, la conversación, las controversias
ideológicas, confrontaciones, etc., el pasaje de la verdad
El Socioanalista
reprimida en el inconsciente social al plano de la revelación,
para demostrar allí a través de símbolos verbales, los anagramas
ocultos, la verdad que se escamotea, se evade, se oculta. Y en
ello, aquel dicho que dice que la verdad nos hace libre, viene al
caso. Nos torna más libre de las determinaciones inconscientes
de la sociedad. Más libre de los procesos sociohistóricos
profundos, del modo de producción, la dinámica de las clases
sociales y las formas de luchas, las estrategias de poder, las
formas de dominación instituidas, la ideología dominante, los
discursos del amo, etc. Nos posibilita una verdad consensual y
no ya sectorial, egocéntrica, impuesta por grupos y clases, por
un estado cómplice de un sector social o clase social y que
pueda operar por lo social. Es la posibilidad de socialización del
estado como instrumento de todos y no ya de un sector.

Sin embargo, como sostenía Spinoza y el propio Freud desde el


psicoanálisis, los agentes sociales no cambian por medios
meramente intelectuales y hará falta implicar a cada actor con
su discurso, con su “Otro discurso” o “anagrama social”, la
verdad que defiende y sostiene con su accionar, para así lograr
escindir las ideas o saberes de sus concomitantes emocionales,
la faz pasional, las “catexis libidinales”, diría Sigmund Freud.
Mejor dicho, el sistema social, las clases, la familia, nos fijan o

37
condicionan a depender de un estilo o cosmovisión única, como
monolingüismo de la verdad, del modelo de mundo, y la idea es
escindir la faz emocional de apego al sistema de las ideas
correspondientes, lo que implica efectos de despotenciación,
elaboración social, toma de conciencia y de posibilidades de
cambios. Para lo mismo, intervenimos desde lo técnico
haciendo pasar lo no dicho, lo que se silencia, lo que no se habla
casi nunca, la verdad oculta, al campo del lenguaje, y hacemos
que los actores se hagan cargo de su discurso vía “conflicto
sociocognitivo” (G.Mugny) respecto de lo que ocultan y que
deriva en un ensanchamiento de la conciencia social, como
descubrimiento de una verdad que consideran en forma
tendenciosa, velada por mitos, ideologías, e intereses de grupos
y clases. Con la catarsis concomitante, así como de emociones
negativas y positivas, llegamos al momento de la elaboración
conjunta, del sinceramiento, de la necesidad de nuevas
definiciones de la realidad y verdad, con lo que, logramos
nuestro objetivo de reencuadrar verdades acotadas e incluir las
visiones en ismos en visiones más amplias y sociocomunitarias.

La asunción de tales verdades lleva a efectos sociales, a


reposicionamientos, a una reconfiguración del modelo de
mundo, y de las intenciones, quedando expuesto en lo social, en
El Socioanalista
los medios, las redes, donde el juez es el pueblo. Entonces, el
calor de los debates escinde las ideas de sus afectos, que
permite la despotenciación de las premisas ocultas en el
socioinconsciente como verdad que fija, condiciona, hipnotiza,
y alimenta el accionar sociopolítico de los actores. Mejor dicho,
el develamiento de la verdad que sostiene a un grupo o clase
social, lleva a la despotenciación del mismo, aunque de allí a la
decisión de cambiar, hay muchos trechos. Muchos grupos se
resisten a cambiar porque la insistencia en ser se funda en una
verdad concreta, en un estilo de vida, en un sistema de vida a la
que permanecen fijados y cuya relativización o desaparición es
vivenciado con angustia. De modo que, cuando despotenciamos
un “Programa social impuesto”, necesitamos además proponer
la “Vía alterna”, aunque no como nueva imposición sino desde
las premisas de cada grupo social, ampliando sus referencias,
sus ideales, pero ya en sentido inclusivo, sin necesidad de
explotación, hegemonía, dominación, u otras formas de la
barbarie. Es lo que denominamos “Programa social alternativo”,
propuesto como construcción conjunta, consensual, sin
necesidad de segregación social ni exclusión de ninguna clase.

Pero las intervenciones en el sentido de acudir a la “memoria


social”, al plano del socioinconsciente, para atraer la verdad

39
oculta, su despotenciación, y la propuesta de una vía alterna,
requiere del proceso de elaboración, orientación, y lleva tiempo
en el sentido del “duelo por la verdad acotada”, que todo
segmento social atraviesa cuando se propone cambiar. De lo
contrario, perseverarán en ser desde una sincronía ahistórica en
cualquier momento.

Como en el teatro griego, la puesta en escena de actores,


mayéuticas, confrontaciones, elucidaciones, aletheia, etc., lleva
a efectos de sentidos en lo social, donde los grupos y clases
sociales como espectadores, sacan sus conclusiones. El marco
de luchas, de resistencias, de insistencias en lo mismo, no
excluye que la verdad lleve a nuevos horizontes y posibilidades.
El Socioanalista

El laboratorio social del socioanalista como campo de


verificación de hipótesis

El socioanalista labora a partir de un Paradigma explicativo y de


cambio de lo social. Utiliza hipótesis que pone a prueba en el
calor de los debates que es el ámbito de validación, de
verificación de los mismos y en el momento en que la verdad
surte efecto, se manifiesta, lleva a consecuencias, se ratifica o se
rectifica, merced a la praxis. El núcleo de su paradigma se
corresponde con las hipótesis fuertes del socioanálisis y su
desarrollo como transdisciplina le brinda el rango de
“multiverso social” como visión múltiple e integrada de lo social,
en relación dialéctica con las ciencias particulares, que
considera como “momentos” de la explicación y estudio de lo
social. Es decir, la circularidad necesaria de las ciencias (Jean
Piaget).

Contrariamente a las ciencias fácticas (física, química, etc.), el


socioanálisis verifica sus hipótesis en el momento de la
intervención, explicación, y eficacia simbólica, porque labora

41
con símbolos, con la palabra, con el lenguaje, y con el mundo de
las significaciones. Los “efectos de sentidos” y sus
consecuencias en términos de influencia social (consciente o
inconsciente), transformación, reencuadre de discursos y de
verdades aisladas, etc., brindan al socioanálisis la praxis
transformadora y no meramente explicativa. En éste sentido, el
campo de operación socioanalítica es el plano transpersonal, lo
social, los medios, gráficos y virtuales, la misma web, donde
interviene a los fines de generar proyectos de transformación,
cambios, implicaciones con la verdad, el develamiento de lo que
se oculta, desmitificando al poder, las estrategias, los operativos
mediáticos, etc., que operan en el plano implícito atentando
contra la ética, la sana convivencia, y la humanidad.

El campo social es considerado como un “laboratorio social”, un


verdadero escenario social donde el rol de intérprete y de
agente de cambios se combinan en una praxis orientada hacia
enfoques propositivos, de transformación, y donde al mismo
tiempo, se promueven el amor por la verdad compartida, la
reformulación de visiones en ismos, parciales, en conatos, que
terminan en la lucha por imponerse, por ser reconocido a toda
costa, cuando la verdad siempre es consensual y compartida. El
reencuadre y resignificación recíproca de tales visiones
El Socioanalista
segmentarias, nos permite pasar a la visión de conjunto, a
proyectos colectivos para relativizar y superar la explotación del
hombre por el hombre, la alienación social, los conflictos de
clases, el sufrimiento humano, en aras de una convivencia más
justa y equitativa.

43
Intervención desde la Espiral dialéctica invertida

El socioanalista es un analista de lo social, de los procesos


políticos, ideológicos, etc., y el foco de sus intervenciones
constituyen las verdades en pugnas en una sociedad, a los fines
de su develación para promover transformaciones. Respetando
la tesis 11 sobre Feuerbach, donde no solo consiste en
interpretar lo social de diferentes maneras sino en su
transformación. Es un operador de la verdad donde toda verdad
implica una eficacia simbólica, incluso como verdades
segmentarias, sectoriales, grupales, de clases, tanto en el
sentido de que constituyen modelos de mundos, de sociedad,
de políticas, de medidas o programas, etc., en coincidencia con
lo que cada grupo porta como su razón de ser. Para dar una
imagen, cada sociedad está dividida en dos grandes clases
sociales en pugnas, con un estado instrumental a la clase
dominante y sus intereses, en desmedros de la clase
dependiente, por lo que, la verdad de tal clase amo no
constituye sino el estilo de vida materialista y economicista
sostenido por los mismos. Todo un ethos, un “Programa de
El Socioanalista
clase”, trasmitido además a las nuevas generaciones, sostienen
a tales clases. De modo que, por debajo de lo social, las
ideologías, las instituciones, los medios y el imaginario social,
tenemos las clases sociales y las desigualdades o luchas
inherentes en todos los planos. Esta verdad “objetiva” por su
condición de ser algo social y sostenido por los miembros de tal
clase, tanto en los esquemas y costumbres, prácticas, ideales,
educación, socialización primaria y secundaria etc., es lo que de
generación en generación se subjetiviza como “programa
subjetivo”, aunque con un detalle: una “falsa conciencia” que
oculta la desigualdad, las injusticias, la explotación y
sufrimientos de la clase baja.

Imbuido de un esquema referencial transdisciplinar, el


socioanalista escucha, interpreta, interviene, utiliza la mayéutica
social-entre otros métodos-e indaga el “Otro discurso” (a través
de la interpretación metafórica, de las metáforas sociales o
símbolos sociales), más allá y más acá del discurso social,
porque la constituye, y lo ubicamos como efectos de sentidos
de los símbolos, ideas, prejuicios, ideales, etc., que cada actor
moviliza en el campo social. Tal discurso Otro lo ubicamos como
“Anagrama social”, verdadera revelación, a partir de los
jeroglíficos del discurso social, a partir de los símbolos del

45
escenario social, del discurso explícito, de un pensamiento, de
un grupo y sus prácticas, y en suma, del “contenido manifiesto
del escenario social”. A partir del mismo y desde la dialéctica
inversa, como Deconstrucción simbólica, se diría también,
arqueología simbólica, el socioanalista escucha discursos como
enunciados sociales o simples palabras, sino “enunciaciones” o
símbolos que concatena e interpreta en el sentido de la verdad
social, a saber, la que cada grupo y clase social defiende o lucha
por su conato, por la verdad que perseveran en defender, por
cierto, sectoriales, egocéntricos, cerrados, deprivados en una
clase social y sus prácticas en ismos, con pretensión
hegemónica, de dominación e imposición hacia todos los otros
grupos sociales.

A partir de su escucha social, y como exégeta de la verdad,


además de agente de cambios, el socioanalista considera cada
símbolo, cada frase, cada palabra, en su polifonía social,
considerando el valor de cada término, cada gesto significante
(H.G.Mead), cada conversación, idea, ideal, modelo político,
social, utópico, etc., así como en su valor sistémico, contextual,
aunque en el marco de un contexto social dividido por pujas de
clases, de grupos, de sectores sociales, hasta imperios e
intervenciones más o menos violentas.
El Socioanalista
La consideración del proceso de formación de lo social en el
marco de las luchas de clases, de las relaciones entre la
infraestructura económica y las superestructuras jurídicas,
políticas, etc., intermediadas por el Inconsciente social como
núcleo simbólico de tal lucha, donde se juegan las verdades
parciales de cada clase, en todos los ámbitos, etc., y donde el
socioanalista busca una “revolución simbólica”, a saber, la
despotenciación de los términos del inconsciente social, los
condicionamientos sociales que produce, las fijaciones al modo
de producción, entre otros. Es decir, sin la despotenciación o
desprogramación simbólica previa, sin la despontenciación del
Inconsciente social, como motivo fundamental de todo grupo
social o clase social, ninguna revolución política o social tendría
sentido alguno para los actores. La primera liberación no es
económica, cultural o social sino simbólica, al interpretar, hacer
consciente, relativizar y despotenciar la eficacia simbólica de las
premisas contenidas en el socioinconsciente. Como primer
momento lógico necesitamos liberar al ser humano del
fundamento de su sociedad, de su clase social, de su grupo
social, a saber, de su inconsciente social. Tal liberación vía
interpretación, reencuadres y transvaloraciones, posibilita otro
modelo de mundo, otra visión, y las posibilidades para la

47
construcción de una nueva sociedad, que supere e incorpore a
la previa en otro plano. Entonces, para el socioanálisis, la
revolución “interna” o simbólica, constituye el sine qua non de
toda revolución política y social. Esto se debe a que entre la
infraestructura económica, el modo de producción, lo social y
las superestructuras, medía un orden simbólico poderoso y
determinante de tales, a saber, el Inconsciente social. Es lo que
hace resistencia a los cambios sociales, a las revoluciones
mecánicas y meramente economicistas o políticas, que no
consideran las programaciones simbólicas, el orden simbólico
por excelencia, el socioinconsciente. Es también lo que lleva a
los pueblos a la fijación al modo de producción, a sus
costumbres, ideales, estilos de vidas, organización familiar y
social, etc. Cuando se introducen cambios meramente políticos
o sociales, se desconsidera las verdades ocultas, el conato
social, el universo de creencias, convicciones, vida emocional,
etc., de los pueblos. Es decir, si no se despotencian las
representaciones sociales ignoradas, que sustentan el orden
social como paradigma de mundo, solo se logran resistencias.
Peor aun cuando las alternativas que se brindan intentan
violentar tales modelos. Pero si se deconstruyen tales
El Socioanalista
fundamentos simbólicos, resulta posible cambios, nuevas
posibilidades, las vías alternas.

En tal proceso de cambio simbólico o “revolución simbólica”,


intervienen las “defensas transpersonales” que operan como
resistencia social, que enmascaran la desigualdad, las injusticias,
forjando una “falsa conciencia”, que incluso lleva al esclavo a
defender a su amo y la triste vida social que le brinda. Es el caso
de la “tergiversación” o definición tendenciosa, la
racionalización o justificación intelectual de una triste verdad, la
mistificación como sustitución de ideas prácticas sobre
injusticias y sufrimientos por otras abstractas, metafóricas, la
negación, la renegación de otras realidades, la conocida
“represión” que Fromm considera como “zonas de represión”
merced a reglas, a prohibiciones, a categorías del lenguaje, así
como la conformidad de autómata (Fromm), la percepción
selectiva, la visión de túnel, etc.

La espiral inversa y de intervención del socioanalista es una


espiral simbólica, que va desde el discurso y la práctica social
hacia el núcleo de todo grupo y clase social, al conato y a la
verdad inherente. Tal verdad constituye un modelo de mundo,
de sociedad, de estilo vital, de ideales, ethos, etc., como un

49
sistema de definiciones sobre el sí mismo, sobre la propia clase,
lo que constituye y une a cada grupo y clase social, más allá de
las definiciones desde la falsa conciencia. Los símbolos
metafóricos aluden a tales en forma de verdad subjetiva y
objetiva por cuanto hay prácticas concretas.

Utilizando el lenguaje de los sueños del psicoanálisis (“La


interpretación de los sueños”, Sigmund Freud), el socioanalista
se enfrasca en la arqueología de la verdad, buscando
despotenciar los fundamentos simbólicos de cada conato,
buscando una verdad compartida, la que implica a los actores
en una visión de conjunta e inclusiva, que resulta necesaria
para una coexistencia pacífica y justa, sin grupos minoritarios
explotando a toda la humanidad o estrategias minoritarias
como grupos de interés, de presión, de corrupción, entre otros.

Por el método dialéctico, incorpora y supera cada verdad y


aspiración de clase en una visión más justa de lo social además
de orientar, proveer de una visión alternativa, brindar
programas de intervención, en aras de una sociedad planificada
en todos los ámbitos. Pero también desde el “Método
transvalorativo”, forja un nuevo plano o dimensión social a
partir de la despotenciación de las premisas del Inconsciente
El Socioanalista
social como verdad que alimenta a cada sector en forma egoísta
como ismos autorreferenciales. A través de sucesivas vueltas en
espiral inversa, rehace el camino inverso de lo social, en todos
los planos, buscando la verdad del accionar social, acudiendo a
las humanísticas, las ciencias sociales, en cuanto a conceptos
operativos para la indagación y transformación.

51
Descifrar la Censura social

El socioanalista va al encuentro de discursos autos referenciales,


redondos, elaborados ya en el sentido “social”, y en
concordancia con las anticipaciones, miedos, precauciones,
omisiones, sustituciones, negaciones, etc., de todo actor. Es
decir, la censura social obliga a matizar todo discurso en
concordancia con la propia ideología y en función de los
interlocutores. Cada grupo social posee sus propias reglas
manifiestas y ocultas, sus categorías sociales, y su lógica,
entrevisto como lógica aristotélica, que, entre otras negaciones,
prohíbe la percepción de contradicciones y desigualdades,
naturalizando lo sociohistórico. Un religioso se tomará recaudos
éticos para no ser desaprobado, así como movilizará su sistema
de ideas, conceptos, ideales, moral, prácticas, etc., acorde al
modelo de mundo religioso, que, si se corre o crítica, recibirá la
condena social o incluso la excomunión. Es decir, todo aquel
que ataca los fundamentos de la familia, una institución, un
patrón de conducta, un ideal social, etc., es castigado,
rechazado, criticado, censurado y controlado por el discurso
El Socioanalista
dominante cuyos representantes no solo son los actores de
cada clase social sino el esclavo, defendiendo a su amo. De la
misma manera un político y su discurso ideológico o una
institución en función de la corporación dominante. En todos
estos casos y muchos más, el discurso sufre omisiones
intencionadas, minimizaciones de un tema y maximizaciones de
otros, o el caso de temas que no se tratan, connotaciones de
sentidos que ensombrecen otras, descalificaciones de otros
campos, hasta la invalidación y la estrategia de volverse
hegemónico en cuanto a “construcción social de la realidad” se
refiere. A veces, la censura social aparece en la maximización de
lo contrario de lo que sucede, con lo que, se logra tapar o
invalidar su opuesto. En muchos casos, lo social no es sino lo
opuesto de lo que cada sector busca instalar a los fines de su
beneficio. Ocultarse en lo opuesto, induciendo toda clase de
mistificaciones, distracciones, mentiras, difamaciones,
conflictos, hasta daños y crímenes, para instalar la propia
versión de la realidad. Y esto, en cuanto a grupos de interés y de
presión se refiere, se incrementa hoy día en aras de ciertas
estrategias de poder donde el maquiavelismo lleva a que la
propia estrategia sea el medio para los propios fines.

53
Para el socioanalista, los discursos contienen entonces
distorsiones, escotomizaciones (ver lo que se desea ver),
tergiversaciones (definición errónea), justificaciones,
negaciones, proyecciones de la propia condición a los demás,
etc., y su tarea consiste en encontrar la verdadera idea que llevó
a tales escenificaciones. Es decir, el sentido del cuadro social, la
verdad crucial que se juega en el marco de pujas por instalar
verdades segmentarias, en el marco de conflictos, de lucha de
posiciones (Gramci). Al respecto, el socioanalista se pregunta:
“¿Qué deseo maquínico, constructivo, intencional, en conato, se
juega en tales discursos?”. Y la respuesta se obtiene a partir de
símbolos, de palabras, de lenguaje de gestos, de conversación
significante, de los anagramas que surgen como el revés de la
censura social. Puede también tomar una palabra, un párrafo,
una omisión, un silencio, lo contrario de lo que se dice, etc., y
realizar preguntas en relación a la verdad en conato,
segmentaria, que observamos en el perseverar en ser en lo
social, y donde entrevemos los motivos ocultos detrás de la
fachada de todo discurso social. Al concatenar las metáforas
sociales, surgirán nuevos “sentidos emergentes”, nuevas
definiciones, más completas, la verdad extendida a otros grupos
y clases, y la realidad compartida de que la dialéctica del amo y
El Socioanalista
el esclavo se forja de a dos, sin exclusiones, aislamientos,
escotomizaciones, entre otras.

Como baqueano de la verdad compartida, el socioanalista se


enfrasca en escuchar símbolos sociales, metafóricos, como
condensaciones de ideales, ideologías, propuestas, luchas, etc.,
para redefinir la verdad parcial de cada grupo social y proceder
a interpretaciones implicativas así como interpretaciones
transformadoras. En pocas palabras, el baqueano de la verdad
posee la “Piedra de roseta” para descifrar un discurso
censurado y poder así reencontrar las pistas sobre la verdad de
individuos, grupos y clases sociales.

55
La piedra de roseta de Jean Françoise Champollion

El socioanalista labora a partir de una doble referencia


simbólica: por un lado, como en la Piedra de roseta (pequeña
piedra negra de basalto que contenía inscripciones de
jeroglíficos egipcios, en demótico y en griego), posee las claves
del saber simbólico para interpretar y proponer estrategias de
transformación. Mejor dicho, posee el marco de ideas para
interpretar y redefinir verdades parciales, que se pretenden
universales e impositivas, y que sus actores defienden porque
implican las premisas de un modelo de mundo que buscan
instalar. Es lo que define como “Inconsciente social”,
simbólicamente cifrado, como un jeroglífico a descifrar, como la
verdad de todo grupo y clase social. Es por ello que la verdad del
capital es la acumulación ad infinitum, incluso destruyendo el
planeta, además de sus implicancias psicológicas, culturales,
epocales, etc. La verdad del asalariado es el de proveer de
plusvalía y capital, aunque en su conciencia considere que en el
cielo no va a encontrar lucha por la subsistencia.
El Socioanalista
Por otro, el socioanalista posee un saber advertido, formado,
simbolizado, referencial, como código, de aquel simbólico que
opera como causa de lo social. De modo que, la “piedra” social,
conlleva ambos aspectos, a saber, del símbolo por un lado, y del
otro, el sentido cifrado por el socioanalista. Sin embargo, el
desdoblamiento del proceso social en un plano simbólico y otro
de sentido, no implica la utilización del sentido como causa
preexistente, como doble ontológico, como en la caverna de
Platón, sino la posibilidad de utilizar tales significaciones
interpretadas en función de la vida concreta de individuos,
grupos y clases. Es decir, no ahondamos en las entelequias
explicativas ni consideramos el sentido deducido vía discurso y
conducta social como causa preexistente. Por ello, las
explicaciones se vinculan con las desigualdades objetivas, reales,
y que son susceptibles de ser interpretadas desde la lógica
silogística que niega las desigualdades o, desde la lógica
dialéctica que nos indica la lucha de clases. Tales significaciones
nos hablan de la verdad de un grupo social, de una clase, que
defienden como su misma esencia, perseverando en ser, incluso
a despecho de otros grupos sociales que son reducidos a la
condición de objetos explotados y denigrados merced a
proyecciones de clases, discriminación de clases, invalidación y

57
etiquetaje condenatorio, desde un derecho represivo. Lo que no
toleran es la reintroyección de lo proyectado, sopena de tomar
conciencia de la condición de victimario.

De ésta manera, el socioanalista considera lo social, los


discursos, acontecimientos, prejuicios de clases, segregación de
géneros, la política, el estado, etc., como jeroglíficos a descifrar
desde sus referencias, con proyectos de cambios propositivos. El
socioanalista posee múltiples referencias, que van desde la
antropología, psicoanálisis, sociología, historia, filosofía política,
psicología, sociología clínica, economía política, psicología
social, lingüística, epistemología, etc., que transvaloriza
dialécticamente en un nuevo plano, nivel u objeto de estudio
que es el socioinconsciente, como clave de la verdad de todo
suceso social.
El Socioanalista

Un enfoque transdisciplinar

Dando el salto de calidad desde una visión unidisciplinar como


la “psicología institucional” o desde la sociología, incluso si
aunamos ambos, como “interdisciplina”, a otro de
transdisciplina, el socioanalista realiza un enfoque integrativo y
holista. Las disciplinas aisladas, estancos, en “visión de túnel”,
constituyen “momentos” en el estudio de una realidad más
amplia y humana. El “nivel humano de integración” (Bleger)
implica múltiples dimensiones, susceptibles de ser estudiadas
desde varias disciplinas humanas y sociales. Toda visión
unidisciplinar fragmentaria, parcializa, frena el progreso del
conocimiento sin vincular saberes en la “melodía de las
ciencias” como verdad más completa. El enfoque
“Transdisciplinar” implica no la utilización de saberes dispersos
en una visión ecléctica sino el salto de calidad, en un nuevo
plano, dimensión o nivel donde el objeto de estudio trueca
igualmente en calidad. Ya no constituye un objeto de estudio
unidisciplinar sino transdisciplinar, donde las visiones
fragmentarias son unificadas en una visión de conjunto sin que

59
el mismo signifique el cierre dogmático del proceso de
investigación. Por el proceso de la “condensación simbólica”,
muchos sujetos se ven modificados en sus perspectivas
individuales, en sus respectivos inconscientes subjetivos,
pasando a un nuevo plano, como el magistral ejemplo de Le Bon
de las muchas células que operan para conformar un órgano.

Al respecto, el socioanálisis es transvalorizado-superado y


resignificado en otro nivel-a partir de otras disciplinas, como la
psicología institucional, la psicología social, la historia, el
psicoanálisis, la antropología cultural y social, la filosofía social,
la sociología clínica, la teoría política, entre muchos otros.
“Transvalorizado” significa también la resignificación recíproca
de todos los aportes en un nuevo plano, a partir del “Método
transvalorativo” que pregonamos a partir de Nietzsche. De ésta
manera, el socioanálisis posee su objeto de estudio propio,
legítimo, desde el “Pensamiento múltiples”, alejado de todo
ismo o “pensamiento único” que se pretenda holista. El objeto
de estudio del Socioanálisis tal como la vislumbramos es el
“inconsciente social”, como plano simbólico que determina los
procesos sociales, de luchas de clases, procesos ideológicos, los
roles e ideologías, la misma cultura y el cambio social, entre
muchos otros. Se suma el “Sujeto social”, como efecto de aquel
El Socioanalista
y que implica por ejemplo toda una clase, toda una colectividad,
etnia. Así, el sujeto social, sujeto histórico, de la historia, implica
su relación a la sociedad y su división en partes que luchan y
donde emergen efectos de conjuntos, cualidades comunes,
ideales comunes, funciones comunes, etc., que unifican aportes,
llevando a un salto de calidad y la posibilidad del protagonismo
de tal sujeto en movimientos de emancipación o liberación.

El nivel transdisciplinar es lo que nos permite trascender los


aportes parciales en una nueva Gestalt y paradigma sobre lo
social. Pero al mismo tiempo, no se detiene la dialéctica
interciencia porque los objetos de estudios dispersos, parciales,
entrevistos como “la parte explicando el todo”, son
considerados como “momentos dialécticos”, desde donde se
continúan las investigaciones, descubrimientos, etc. Es lo que
nos posibilita el método dialéctico y la “aufhebung” hegeliana
como la incorporación superada de los aportes sin descuidar los
niveles dialécticos de integración, como sería el caso del
“Inconsciente subjetivo” y sus vinculaciones con el Inconsciente
social o socioinconsciente.

Uno de los precursores del socioanálisis en la sociología es René


Lourau, quien consideraba al mismo desde la visión

61
unidisciplinar e interdisciplinar, como las caracterizaciones del
“inconsciente estatal”, dialéctica instituido-instituyente-
institucionalización, etc., desde una mirada psicoanalítica y
sociológica, etc. No resulta ilegítima aunque sí incompleta a
falta de una visión transdisciplinar como venimos pregonando.
Es decir, Lourau incurrió en una forma de reduccionismo
disciplinar al analizar lo social desde un ismo como la sociología,
a falta de la perspectiva transdisciplinar. Se nos dirá que tuvo
momentos de “interdisciplina” a lo que respondemos con que
las miradas “interdisciplinares” avanzan hacia una mirada
holista y dialéctica pero se mantienen en el proteccionismo de
las disciplinas y esta vez desde enfoques que no se
transvalorizan desde un objeto de estudio unificador.

Desde su punto de vista de vista, Lourau diferencias varias


tendencias del socioanálisis, a saber, la caracterizada como de
vertiente psicoanalítica, donde estudiaba lo social desde el
Inconsciente individual, como visión de túnel donde explicamos
el todo a partir de las partes. Podemos aceptar la propuesta
aunque como momento de la indagación más no como
explicación consistente desde la lógica del todo social. El todo es
más que la suma de sus partes y los aportes necesitan un salto
de calidad, una “aufhebung” hegeliana, donde los aportes
El Socioanalista
dispersos y fragmentarios se integran en un nuevo objeto
cualitativamente superior. Otra tendencia es la sociológica,
donde se centra en el estudio de los procesos dialécticos desde
lo instituido, los procesos instituyentes y la institucionalización,
etc., desde el “Análisis institucional de Paris” por ejemplo. Allí,
fácilmente se concluye que las instituciones son el inconsciente
del estado o la sociedad, sin considerar que constituyen efectos
(Le Bon) o momentos de un todo social en dialéctica, como
símbolos o metáforas concretizadas de un sistema simbólico y
cultural que posee su propio Inconsciente social. Es decir,
incluso las instituciones cumplen funciones inconscientes, como
el estado en función de las ideologías dominantes, como
instrumento de clases, de dominación, de cambios incluso si lo
vemos desde otras perspectivas, etc. Finalmente el socioanálisis
sostenido por el propio Lourau y que consideraba como el
socioanálisis que busca romper la escisión entre teoría y
práctica como praxis de lo social. En éste sentido, consideramos
las diversas tendencias, paradigmas y explicaciones como
teorías y prácticas a transvalorizar, a resignificar en función de
nuestro método transvalorativo, así como el propio método
dialéctico en una propuesta de socioanálisis cuyo objeto de
estudio es el Inconsciente social y, donde además presentamos

63
al “Socioanalista” como operador social o agente de cambios de
la propuesta.

Juicios de valor y juicios caracterizadores

Conocido ha rato, los “Juicios caracterizadores” implican


explicaciones que buscan caracterizar un objeto, un proceso, un
mecanismo, una realidad, etc. Uno puede explicar una etiqueta
como el de “Sociópata”, dando las características descriptivas o
procesuales del mismo, aunque hay más. Resulta que existen los
“Juicios de valores” que valorizan en sentido positivo o negativo
un tema, una etiqueta, un proceso, etc. Es allí donde se juegan
las cuestiones ideológicas, las connotaciones, metáforas sociales
que nos indican la verdad que legitima tales etiquetas, así como
se juega una weltanschauung, un puntos de vistas sobre “cómo”
deben ser las cosas. Y, precisamente, es allí donde podemos
encontrar la “metáfora social” de un sentido más allá, un
sentido indirectamente connotado, un plus sobre el juicio de
caracterización porque los juicios de valores juzgan la
El Socioanalista
pertinencia de algo, su valor en función de una verdad, una
concepción, una ideología. Es decir, podemos localizar un
“conato social” como verdad que legitima el etiquetaje y todo el
proceso de descalificación, invalidación y criminalización, sean
grupales, de clases, etc., gracias a los juicios de valores. Explicar
el concepto de clase social, la sociedad, el estado, un gobierno o
el sistema democrático en función de otros, como los gobiernos
totalitarios, etc., se sigue-en forma regular-de un momento
valorativo, de un sesgo valorativo, en que se juega la posición
social de quién caracteriza, sus condicionamientos de clases, sus
prejuicios de clases, sus esquemas interpretativos y
disposiciones (“Hábitus”) respecto del tema. Es entonces
cuando podemos ubicar su conato, las alusiones o mensajes
indirectos sobre el mismo (metáforas), los términos de un todo
semiótico que le da valor y sentido a sus ideas y
predisposiciones, y, por lo tanto, la posibilidad de interpretar y
transvalorizar su verdad parcial con otras verdades, buscando la
desalienación en ismos e implicando a los actores sobre el
perspectivismo y la pertinencia de tolerar y respetar las
diferencias. Pero no todo es tolerable si un actor, suceso,
proceso, etc., atenta contra la humanidad y los principios
universales, como valores humanos, resignificando las

65
perspectivas en visiones de conjuntos, fundado en acuerdos de
convivencias pacíficas.

Entonces, para el socioanalista, el valor que un sujeto, grupo o


institución atribuye a algo, a un concepto, una idea, un
acontecimiento social, etc., le brinda la posición del mismo
respecto de tales y el grado de implicación y segmentaridad
entendida como posición en ismo respeto de lo social. Sin
embargo, para el socioanalista, tanto un juicio de
caracterización como los juicios de valores implican un sentido
otro, un anagrama social, una verdad velada, un sistema de
esquema y disposiciones, y en suma, un socioinconsciente
desde donde habla defendiendo su conato como parcialidad
que necesitamos relativizar, despotenciar, vía deconstrucción,
interpretaciones, mayéutica social, etc., y conducir a la verdad
ampliada como el reencuadre de la porción de torta en la
totalidad de la torta.
El Socioanalista

¿Heterogonía de la historia o predominio de conatos?

La heterogonía de la historia (Gil Calvo) alude al tema de la


inversión de las expectativas respecto del mismo, como el triste
suceso de que todo sale a contrario de lo previsto, con
dificultades para la predicción, la futurología o incluso la
perspectiva respecto del mismo. Es decir, a la paradoja de la
historia en que, no obstante se promueven líneas de sucesos o
acontecimientos, todo se invierte, se desvía. ¿Cuál es la razón
de ésta heterogonía desde nuestras hipótesis del
socioinconsciente y el conato social?. Esta problemática alude a
la cuestión de si la historia es lineal o progresa en espiral, con
avances y retrocesos, saltos y estancamientos, etc., como lo
podemos observar desde diversos enfoques (Merton, Marx,
etc.). Desde el enfoque dialéctico y el materialismo histórico, se
considera que la historia no es lineal y progresa por avances en
espiral, cambios graduales y saltos de calidad, etc. Similar al
“preformismo” donde la historia avanza hacia un finalismo
ineluctable, ya inscripto en el mismo como proceso, como
premisas históricas, etc., como la consideración de que el

67
capitalismo conlleva en su seno su negación, como toda tesis, y
la consecuente antítesis en un socialismo. ¿Podemos considerar
ésta tesis como acertada?. Ya hemos asistido a corroboraciones
históricas como las conocidas revoluciones desde 1917, etc.,
tanto como a retrocesos o estancamientos (la U.R.S.S), etc., y al
parecer, la modalidad de cambios profundos, infraestructurales,
y no meramente de reformas, ocurre, aunque necesitamos
considerar tales desde nuestra mirada particular. ¿Podemos
aceptar entonces que la sociedad progresa en concordancia con
las premisas del materialismo histórico?. Ciertamente,
constituye una hipótesis muy atractiva aunque vamos a realizar
un análisis desde las premisas del Socioanálisis y la
consideración de que entrevemos cierto mecanicismo
economicista o “fuerza productivismo”, donde al parecer, todo
evoluciona dialécticamente sin necesidad de cambios subjetivos
y culturales previos. En primer lugar, desde el socioanálisis
proclamamos que entre la infraestructura material y la
superestructura de ideas, ideologías, instituciones, etc., existe
un universo simbólico poderoso como mediación de los mismos
y que denominamos “Inconsciente social” que determina
nuestro “carácter social”, nuestras costumbres arraigadas,
nuestro conformismo de autómatas (Erich Fromm), nuestras
El Socioanalista
resistencias a toda nueva sociedad, y en suma, la fuerza de las
herencias sociales y culturales arraigados no solo en cada
inconsciente subjetivo sino en el inconsciente social.

Es decir, el Inconsciente social mediatiza los procesos


económicos y socioculturales operando a la manera de
esquemas y predisposiciones muy poderosas que fijan a cada
subjetividad, grupo social y clase a la sociedad. Son las
“fijaciones sociales” como condicionamientos simbólicos,
hipnosis social o programación social muy poderosas. De modo
que, la dialéctica social, de clases, se ve determinada por un
universo simbólico ignorado que pauta, determina, orienta, y
seduce en el sentido de la luchas por mantener el orden
vigente. Como plano, dimensión o nivel simbólico, el
socioinconsciente impide cambios meramente mecánicos,
“externos”, de cúpulas, de supuestas vanguardias lúcidas, etc.,
porque implica una referencia social, histórica, cultural, que
opera como modelo de mundo, de punto de vista y
weltanschauung que sostiene a los integrantes de una sociedad
dada. De allí que Gustavo Le bon tenga razón al considerar que,
tanto para forjar un estilo social con sus instituciones, como el
capitalismo, lleva tiempo, centurias, así como para forjar
cambios sustanciales. Incluso, la controversia del mismo

69
respecto de los dos modelos cambios, a saber, uno gradual,
como la que pregona, a fuerza de necesidades sociales que
pujan hacia el cambio, así como los que pregonan(Marx, etc.)
cambios revolucionarios. En éste sentido, ya hemos considerado
la “revolución simbólica interna” necesaria como
descondicionamiento social, cultural, para despotenciar la
fuerza de las tradiciones, los mandatos de ancestros, y en suma,
la programación social poderosa en el sentido del conformismo
típico de toda sociedad.

De modo que la dialéctica histórica posee un intermediario


simbólico que oficia de “Programa social inconsciente” muy
poderoso como para ser controvertido con simples cambios
políticos, como nuevas formas de “Síndrome de Procusto”,
como nuevos conatos donde minorías buscan instalar un
modelo social en forma vertical sin el consenso social. Al
contrario, tales cambios se supeditan a los cambios simbólicos
previos, como el cambio de ideologías legitimantes, prácticas,
de cosmovisiones, de puntos de vistas, de modelos de mundos
que necesitamos modificar para lograr cambios realmente
sustanciales en el plano de la infraestructura económica. Este
universo simbólico programado se compone de un universo de
las reglas, prohibiciones compartidas, mitos, ritos, ideales,
El Socioanalista
prácticas conjuntas, roles y funciones automatizadas, categorías
verbales, criterios de realidad y de verdad, instituciones, etc.,
que su deconstrucción y despotenciación constituye el
prerrequisito de todo cambio. De lo contrario, los integrantes de
toda sociedad, “Perseverarán en ser” de acuerdo a sus
costumbres en cuanto el control o la imposición autoritaria
cese. Es el “conato social”, que resignificamos a partir del
filósofo Spinoza. En éste sentido, cada segmento social, cada
grupo y clase, se encuentran programados, condicionados,
determinados por el inconsciente social constituida por un
sistema de saberes inconscientes, de prácticas, roles, ideales,
ideologías, etc., la despotenciación de tales implica medidas no
impositivas sino propositivas, culturales, educativas, mediáticas,
políticas, etc., no siempre fáciles. De modo que, desde el
socioanálisis consideramos que la historia no es lineal y que
entre la infraestructura material y las superestructuras
ideológicas y jurídicas, etc., media un universo simbólico
determinante del modelo de mundo epocal y que oficia de
referencia fundamental para individuos, grupos y clases. Esto
complejiza la propuesta de Marx como materialismo histórico y
cabe su reformulación como “Dialéctica simbólica” de la historia
merced a que el conato social y las luchas consecuentes

71
constituyen la motivación crucial de la historia. Los cambios
meramente políticos y económicos no surten efectos positivos
merced a que violentan las verdades subjetivas y de clases que
necesitan ser relativizadas y despotenciadas en el plano de las
convicciones, de las ideas, las ideologías, los debates en
términos de mayéutica social, deconstructiva, como “dialéctica
inversa” hasta dar con las verdades parciales, en ismos, para
poder entrever la verdad común, compartida, y por supuesto,
sin aceptar intereses sectoriales, impositivas, con afán
hegemónicas a partir de miradas segmentarias y enajenantes.

Entonces, la heterogonía de la historia, a saber, que suele


invertir sus términos, llevando a resultados opuestos, no se
debe a poderes celestiales, al azar o la intervención deliberada
de ciertos grupos sino a una lógica relacional en pugna entre los
grupos que perseveran en ser según su verdad simbólicamente
cifrada en el socioinconsciente y que también consideramos
como “Programa social inconsciente”. De ésta manera, lo que
los políticos y filósofos de la política y lo social, los científicos,
los grupos y clases, etc., proponen y disponen de ideas,
programas de gobiernos, uso del estado como instrumento de
clases y sectoriales, etc., aunque el viraje final de la historia se
corresponde con el conato social de cada grupo y clase donde
El Socioanalista
luchan por instalar sus respectivas verdades en cuanto las
condiciones sociales y políticas la posibilitan a despecho de
otros grupos con expectativas e ideales urgentes.

¿Es programable el futuro?

Los “Programas sociales”, como el programa de clase social,


aparecen como atemporales, activos en todo momento, por lo
que, lo que insiste y persevera desde un fondo simbólico que
denominamos “socioinconsciente”. Mejor dicho, el universo
simbólico que sostiene a cada grupo y clase social se mantiene
como modelo de mundo, como sistema de vida, estilo, ideal,
organización, etc., que se busca plasmar en el ámbito social. De
modo que, cuando programamos el futuro de una sociedad, el
mismo depende de la política como praxis social de clases,
buscando plasmar sus ideales e intereses, por lo que, la
previsibilidad resulta dependiente del juego de fuerzas en un
tablero de ajedrez de luchas por instalar las propias premisas.
Pero, como ya lo afirmamos cuando hablamos de “heterogonía

73
de la historia”, las propias premisas solo pueden lograrse a
media, en el mejor de los casos como hegemonía o dominación
de clases, aunque la interdependencia de las clases hace que los
fines de la clase baja también se lleve a cabo, sea por su
representación política, sea por las leyes que también implican
beneficios para los mismos a pesar de que fueron creadas para
beneficio del amo. Sin embargo, si agregamos el término
“planificación social”, fundado en un Proyecto de sociedad, en
un programa social consecuente con las demandas sociales,
donde las minorías con afán hegemónicas quedan relegadas o
incluso excluidas, las posibilidades aumentan en el sentido del
logro de lo programado. Pero ello depende de las estrategias
políticas y de la lucha ideológica en todos los ámbitos de la
sociedad, incluso en la web. De lo contrario, la clase dominante
imbuido del poder del estado y el gobierno, y vía corrupción de
parlamentos y jueces, periodistas e instituciones, etc., seguirá
logrando sus planes en el sentido de la acumulación de capitales
cada vez más concentrados.

La “Perspectiva socioanalítica”, el inconsciente social, el conato


social, la lucha por ser en lo social, las demandas sociales o “re-
peticiones”, etc., obligan al socioanalista no solo a considerar el
carácter programado de lo social sino su faz proyectual, el
El Socioanalista
“Proyecto social” o modelo de mundo de cada grupo y clase
social, lo que le brinda la “Prospectiva social”, las posibilidades y
medios, las estrategias de que se dispone para facilitar cambios.
Su rol de orientador social, de asesor, de deconstructor y agente
de cambio va inextricablemente ligado a su utopía como
modelo de mundo holista, sin conatos aislados, una humanidad
sin desigualdades y una sociedad planificada en todos sus
cambios. Claro es que los deseos sectoriales, los conatos, tanto
como los individuales, persistirán y la idea es que el “término
medio” sea una referencia para acuerdos de conjuntos y
progresivos hacia la equidad social. Como en la anécdota de los
puercoespines que vivían todos aislados, en reyertas, pero
muertos de fríos, y que, al acercarse cada vez, volvían a lo
mismo, a pincharse, a conflictos, hasta que el vaivén social,
derivó en una zona común, intermedio, de mediación simbólica,
de acuerdos y pactos: ni muy cerca ni muy lejos, el justo medio.
Pero en el caso de modelos de mundo donde se explota al ser
humano, se esclaviza, se cometen violaciones a los derechos
humanos, se violentan a los demás, etc., tal “justo medio”
resulta imposible.

75
El doble foco del socioanalista

El Inconsciente social engloba al inconsciente subjetivo, en una


espiral simbólica que sigue las leyes de cambios cuantitativos y
saltos de calidad, tanto desde lo social como desde lo subjetivo
en el sentido de las influencias recíprocas e inconscientes, y
donde solo podemos considerar diferencias cualitativas. En este
sentido, el dinamismo propio del socioinconsciente lo ubicamos
en las contradicciones inherentes a la sociedad, como la lucha
de clases, como explotación, en muchos de los ámbitos donde el
“esclavo” padece tales contradicciones. Es el Principio de
asimetría fundamental, cuyos símbolos vuelven a aparecer en
las convicciones, ideologías, creencias, fantasías colectivas,
prejuicios de clases, etc. Pero que vuelva a aparecer no significa
que sea en su sentido literal o “verdadera” porque aparece en
metáforas sociales, racionalizaciones, negaciones,
tergiversaciones, mistificaciones, escotomizaciones, etc. De
modo que, la lucha contra la asimetría social aparece como
tensional, conflictiva, injusta, en el seno de las relaciones
sociales. De ahí la lucha por la escasez (Sartre), la política como
lucha fraterna por ser, por acceder a lugares de poder e instalar
El Socioanalista
el propio modelo de mundo, todos plagados del “Complejo de
Caín”, donde cada uno se considera más legítimo que el otro,
quedando la política y las ideologías como luchas por la herencia
de un lugar, el poder, el estado, el gobierno como equivalentes
a lo que Freud estudió en “Tótem y tabú”.

Según Sigmund Freud, el origen de tales, se ubica en lo que


considero como la “Primera organización social”, en la
prehistoria, donde la “horda primitiva” era dominada por un
macho poderoso, tiránico, las hembras le pertenecían y
castigaba a los hijos por celos, excluyendo incluso a los hijos
varones que eran desterrados o proscriptos. Desterrados,
estaban obligados a vivir en pequeñas comunidades y obligados
a raptar mujeres. Pero el paso crucial ante ésta injusticia
fundamental, fue que los hermanos desterrados se organizaron
para dominar al padre, matarlo en un festín totémico, y devorar
su cuerpo, según costumbres de la época. Sin embargo, no solo
lo odiaban sino también lo veneraban como modelo, queriendo
cada hijo ser como el padre. El acto canibalístico citado pudo ser
también una forma de identificación, al incorporar una parte del
padre. Luego del parricidio, Freud supone que sucedió una
época de disputas por el legado paterno, hasta conciliarse entre
sí en un “contrato social” primitivo gracias a la culpa retroactiva,

77
privándose los hijos de ser tiranos como el padre muerto y la
imposición de obligaciones mutuas. Es decir, ya una forma de
organización social, donde ya bulle el parricidio, la culpa, la
prohibición, las reglas, etc., como formas de derechos y moral
primitivos. Pero ello se debió a que cada hermano renunció al
ideal de conquistar para sí la posición paterna, y de poseer a la
madre y hermanas. Es decir, la prohibición del incesto y el
surgimiento de la exogamia. Esta ambivalencia y rebelión contra
la autoridad paterna sucedió en la historia como rebelión contra
la autoridad del padre y constituye una de las premisas del
“Inconsciente social”, donde en forma latente, los hijos o el
Pueblo, alianzados entre sí, mantuvieron la potencialidad
reactiva ante cada nuevo orden injusto o tiránico. Las
revoluciones se fundan en ésta premisa de las alianzas
fraternas, merced a la rivalidad o ambivalencia hacia el padre,
un gobierno, el estado. La asimetría lo ubicamos del lado del
“Pueblo” o “hijos alianzados”, en vínculos fraternos, como
fraternidad versus el “Estado” padre o las clases dominantes
ubicados igualmente en tal lugar.

Digamos que las premisas de toda lucha por mejores tratos,


contra las injusticias cometidas por gobiernos, estados,
imperios, instituciones, etc, arraigan en éste vínculo asimétrico
El Socioanalista
que todo hijo experimentó en su infancia en relación al padre-
rival, como observamos en el Edipo, lo que se reactiva en lo
social como vínculos ambivalentes, ante injusticias como
rebeliones y sustituciones de líderes durante todas las épocas.

El neutralizar, expulsar líderes tiránicos, etc., se funda entonces


en la primitiva hostilidad hacia el padre, el “crimen simbólico”-o
real en ciertas circunstancias como decapitaciones,
linchamientos, ahorcamientos, etc., de dictadores-y la
subjetivación social posterior fundado en la organización
fraterna de hermanos alianzados, para luego virar hacia la
rivalidad fraterna, la lucha por la herencia paterna, etc.

Obtenemos así dos tipos de vínculos potenciales e inconscientes


como el “vínculo de filiación”, en la relación padre-hijo, estado-
pueblo, etc., donde podemos considerar la dinámica que Freud
describe en “Tótem y tabú” como parricidio y surgimiento
posterior de la organización social aunque ya en sentido
simbólico y solo “real” en los casos de pasajes al acto psicótico.
Por otro, los “vínculos fraternos”, entre hermanos alianzados
entre sí merced a un pacto social, a acuerdos, de no violar la
Prohibición del incesto con la consecuente exogamia para no
apropiarse de la madre y las hermanas. Son las prohibiciones y

79
reglas fundamentales de un orden social tal como lo describe
Freud y que consideramos como premisas del Inconsciente
social donde hemos observado en la historia situaciones de
rebelión, revoluciones, alianzas, etc.

En el vínculo de filiación, el hijo equivale al esclavo, con


dialéctica del amo y el esclavo, y donde los luchan son por ser,
por logros, por decisiones, poder, pertenencias, lugar simbólico
del padre, en definitiva. Según Erich Fromm, lo crucial son las
tendencias sustitutivas de los hijos respecto de los padres, de la
nueva generación respecto de la vieja, ocupar el lugar del padre,
tomar el poder para los pobres en relación a los ricos. En cuanto
a los vínculos fraternos, entre hermanos alianzados para lograr
la emancipación, la libertad, el poder, etc., es solo un tiempo,
porque en el segundo tiempo, los hijos luchan entre sí por
ocupar el lugar del padre, por portar la verdad del padre, sus
insignias, su lugar, su poder, con lo que, el parricidio deriva en
fratricidio, manifiesto o latente, tenue o intenso, justificado o
no, en el plano social, laboral, o cultural, etc., como
continuación de aquella alianza parricida, para ser como aquel
cuyas insignias se pelea.
El Socioanalista
En cuanto a la posición del pueblo en relación a la clase
dominante, el estado o el gobierno, es la misma que la del hijo
respecto del padre, jugándose la ambivalencia ya descripta, la
rebelión, como equivalentes al crimen simbólico y descripto.

Entonces, lo que observamos en lo social como lucha política,


ideológicas, como grupos de “hermanos alianzados”, con
intenciones de sacar el poder al sustituto paterno, tomar el
estado o lugar del padre, forjar la justicia igualitaria como
reacción a la explotación y tiranía del líder anterior, al igual que
el primitivo padre tiránico que se apropiaba de todo, incluso de
las mujeres. Una fraternidad de parricidas que buscan socializar
lo que se apropiaba el padre, su lugar simbólico, el estado, una
clase social, pero que, de forma inmediata, se dificulta por las
luchas fratricidas, por ser el original y donde cada sujeto,
partido o grupo social, considera que es mejor y más legítimo
para acceder al poder e instalar su modelo de sociedad. De ahí
la base común del pueblo que se iguala a la posición del hijo
respecto del padre, del esclavo respecto del amo, y donde la
lucha es por la herencia del padre. Es el “complejo de Caín”
donde encontramos siempre dos hermanos o sus símbolos: el
bipartidismo que se disputan el poder o el ocupar el “Sillón de
Rivadavia” como lugar del padre, dos países, vecinos, etc.,

81
donde no cesan las luchas por sacar al hermano de su lugar,
“matándolo” (real o simbólicamente) como Caín a Abel. Tal la
fantasía inconsciente común al pueblo y sus integrantes entre
sí, y la rebelión de los hijos respecto del padre tal como nos lo
enseñara Freud desde el Psicoanálisis. Sabemos que pueden
existir diversas interpretaciones de lo social, la política, las
clases, etc., y de hecho, el marxismo implica otra interpretación
entre muchas posibles, pero desde el socioanálisis, necesitamos
explicaciones convergentes-que se ratifican o rectifican en la
sociopraxis-, en el marco de teorías divergentes y diversos,
porque su lógica transdisciplinar nos obliga.

Entonces, el socioanalista se encuentra entre hijos alianzados o


en reyertas con el padre simbólico, que perciben como
“Estado”, “Poder”, “Clase social”, “Gobierno”, etc., y su papel
como mediador simbólico, es interpretar, llevar a la conciencia
común tales fantasías fundamentales y poder ayudar a que los
actores elaboren sus fantasías comunes, buscando una lógica de
realidad compartida, y donde resulte posible una planificación
del cambio por vías participativas, con democracia sustancial y
que no implique el uso perverso por minorías, de los
mecanismos democráticos, orientando a los “esclavos” hacia la
cooperación, la solidaridad, las estrategias en común,
El Socioanalista
programas de acción conjuntos, en aras de una sociedad exenta
de fratricidios simbólicos o violencias reales que no ayudan a la
equidad social.

Sin embargo, la fuerza motivacional de los “hijos” injustamente


tratados es la ambivalencia contra el poder, las injusticias, las
explotaciones, etc., que despiertan el deseo de justicia, lo que
moviliza las luchas, con lo que la lógica de la intervención nos
orienta hacia la planificación, propuestas sustanciales,
equitativas, con un reparto equitativo del capital económico
socializando los logros en detrimento de las minorías que gustan
de explotar al semejante en forma descarada. Por su parte, la
rivalidad fraterna también se erige en fuerza motivacional, con
lo que, la intervención no se orienta hacia su extinción sino su
eficacia en relación a la sinergia o fuerza cooperativa orientada
hacia la resoluciones de las injusticias, explotaciones, programas
de gobiernos que empobrecen, generan sufrimientos, etc.

Entonces, en cuanto a las interacciones de clases, en el plano


económico, social, ideológico, político, etc., priman las
tendencias de dominación de la clase alta respecto del pobre,
como el padre en relación a sus hijos. Como reacción, hijos
ambivalentes según Freud, con el deseo de anulación, de

83
“crimen simbólico”, culpa y obediencia retroactiva posterior,
que suele llevar a los pueblos a reeditar la opresión del que
fueron focos. La función del socioanálisis respecto de la política,
y las luchas ideológicas etc., sería la resolución de éstas
fantasías sociales comunes, en aras de la liberación del padre
tiránico o clase explotadora, modelos de gobiernos opresivos,
grupos o elites burocratizadas y corruptas etc., es decir, la lucha
por la liberación.

Por otro, la lucha por sacarle el poder al padre, al estado, al


gobierno de turno, para instaurar la libertad de los hijos, del
pueblo, aunque, como ya lo afirmamos, se suele reeditar las
viejas prácticas de dominación en distintas versiones al no
extinguirse las bases simbólicas contenidas en el Inconsciente
social. En relación a esto, los hijos o el pueblo, tanto como los
partidos y las luchas ideológicas, constituyen luchas entre
hermanos, como luchas por ser el hijo legítimo que debe
acceder al poder y al lugar del padre, sin afán de cambios
verdaderos y solo de tendencias sustitutivas, o volver a ser
como el padre o la clase dominante en distintas versiones o
restablecer prácticas similares al gobierno anterior. Para no caer
en re-peticiones, y despotencia la influencia de los ancestros, la
herencia social, las tradiciones fuertemente arraigadas, la
El Socioanalista
cosmovisión dominante como esquemas interpretativos
legitimados, etc., necesitamos despotenciar la base simbólica de
la sociedad o inconsciente social, que opera como mediador
simbólico entre la base económica o modo de producción y las
superestructuras ideológicas y culturales.

85
Deconstruir y despotenciar el sentido común

El “sentido común” es el efecto de muchos procesos


inconscientes que la posibilitan. Es la cuna de los
malentendidos, de ocultamientos, mistificaciones, e intereses
creados, manipulaciones mediáticas, etc., y vinculado a la
opinión pública, de igual índole. Es el producto de “represiones”
grupales, institucionales, de clases, estatales, de los poderes,
etc., que operan como “censuras sociales”, como procesos que
disfrazan la verdad en juego. Es “la punta del iceberg” para el
socioanalista que parte de la opinión pública y el sentido común
para desglosar, deconstruir, desmitificar, interpretar, y develar
las verdades en pugnas más allá del sentido común.

Como mentira fundamental, el sentido común conlleva aspectos


de la verdad que la sustenta: las pujas de grupos, instituciones,
políticas, ideologías, clases, corporaciones, bandas de
delincuentes institucionalizados, entre otros. Es el reflejo de los
conflictos y contradicciones, de las luchas ideológicas, etc. Pero
fundamentalmente, el socioanalista busca la verdad y las
El Socioanalista
verdades en pugnas en todo sentido común. El “Otro discurso”
o “inconsciente lingüístico” como anagramas sociales
metaforizados, o mejor, “los Otros discursos” en luchas y que
vehiculan las demandas de cada sector, clase o grupo social.
Incluso un embuste que oculta lo que late por debajo, lo que
bulle, lo que se juega en el plano simbólico, los procesos
ocultos, las estrategias de poder, las contradicciones
fundamentales, las relaciones de producción desigual, las
“defensas transpersonales” de cada grupo social, y como carril
de símbolos que nos remiten al conato, a la insistencia en ser de
cada clase, y que vemos en sus representantes, en la política,
en las ideologías, en los ritos, y en todo el teatro social como
socioteatro representativo de que la política no es sino re-
presentación ritualizada de una verdad colectiva. En definitiva,
el socioanalista sabe que el símbolo habla de lo que no es,
porque es metáfora social, lenguaje indirecto, una lengua de
cada grupo social, o mejor, el idioma singular de cada segmento
social. Y que debe promover lo contrario de la metáfora, del
proceso de su formación, las sustituciones, las mentiras y las
verdades atrapadas en discursos y en anagramas astutos que
necesitamos interpretar y cambiar-

87
El retorno de lo reprimido en lo social

Ya el mismo símbolo implica el proceso de sustitución de una


palabra por otra, de una intención por otra, de una idea por
otra, o mejor, de una imagen por otra. Es ya lo que no es pero
alude a lo que es. Una ausencia, un representante de algo
ausente, por lo que, implica tal sustitución. Pero lo que se
excluye vía sustitución no se extingue y pasa a conformar la
“zona de lo reprimido social” (Erich Fromm), con un límite de lo
permitido y lo no permitido, vía prohibición o censura social.
Así, lo que un grupo social prohíbe, censura y evita hablar es la
verdad opuesta, la de los oprimidos, el proceso de explotación,
la corrupción o los negociados políticos. En su lugar, las
mentiras sociales, los anhelos, las expectativas sociales, de un
grupo político, mientras por debajo, el negociado, la verdad de
la perversión económica del capitalismo, los procesos de
acumulación del jugo social, a despecho del sudor de los pobres.
Pero toda verdad negada, excluida, repudiada, sofocada o
censurada tiende a manifestarse no solo porque opera la
represión social como exclusión de ideas prohibidas por un
El Socioanalista
grupo respecto de otra, sino además, y sobre todo, porque lo
que se tiende a silenciar son verdades que sostienen a toda una
clase, o un colectivo e implica un “sujeto social”, colectivo. Y el
retorno o emergencia de la furia social, de lo que se anhela, de
las frustraciones y violencias, etc., se deben a la gota que colma
el vaso. Es así que asistimos a las historias de revueltas, de
momentos revolucionarios, de reacciones, de luchas, de grandes
movilizaciones, etc., porque le pueblo tolera, reprime o sofoca
muchas privaciones pero el umbral de tolerancia es un límite
más allá del cual no se puede tolerar.

De modo que, si el pueblo se ve obligado a reprimir sus ansias


de bienestar, sus expectativas positivas, en aras de intereses
minoritarios, los deseos sociales reprimidos retornarán y
maximizados. Lo excluido, lo negado, lo censurado, lo que se
silencia e invisibiliza merced a manipulaciones mediáticas,
represión social física, o el “sociopateo” (insuflar miedos a
través de escenas de violencias etc.), etc., reaparecen aunque
multiplicados y ya orientados hacia los culpables, los
responsables, y así es como vemos las revueltas de clases, de
pueblos que se alzan contra gobiernos que se postularon para
forjar proyectos positivos y trocaron en enemigo. Así es como

89
surgen las revoluciones y los grandes eventos sociales, como
estallidos sociales, entre otras.

El socioanalista percibe que en el Inconsciente social las fuerzas


opuestas, las tendencias contradictorias, los ideales en pugnas,
etc., han llegado a la gota que colma el vaso y entonces, la
barrera social que limita tales ideas, las “zonas de represión”, se
rompen y se tornan explícitos como crisis social, como estallidos
sociales, saqueos, marchas masivas, inversión decisiva de las
expectativas hacia otros grupos, efectos de sentidos donde se
esperaba el voto a un líder y el pueblo cansado del bipartidismo
votó a otro, inesperado, nuevo. La furia social del pueblo,
sofocado hasta ese momento, aparece en ese campo social
incrementado, explosivo, siendo orientado o no por los
partidos, o incluso no capitalizado porque nadie interpretó el
sentido de tales reacciones sociales. Es el caso del “Mayo
francés”.

En otros términos, la memoria social no desaparece y los


sucesos penosos, las injusticias cometidas por los políticos,
empresarios, corruptos, etc., van constando en la “contabilidad
social” donde se anotan tales injusticias sociales, y que
llamamos “memoria social”, llegan a un momento donde las
El Socioanalista
frustraciones, resentimientos, sufrimientos, e injusticias truecan
en calidad y se evidencian en la demanda social, en las marchas,
las quejas y luchas, cuando no en estallidos sociales inducidas
por el poder con sus medidas antipopulares y sectoriales.

Pero si el pueblo es llevado o inducido al odio sectorial,


partidario, ideológico, etc., sabemos que en el inconsciente
social bullen tales sentimientos negativos que luego llevan a
efectos de conjuntos, a que el pueblo vote a un líder diferente, a
un hombre por ejemplo, si quién frustró al pueblo fue la mujer.
La misoginia colectiva inducida surte efectos, gracias al
bombardeo de los medios aunque requiere de otras premisas
económicas, políticas, culturales, como la contradicción entre lo
real de lo que se vive, y el ideal de una vida que nunca llega,
buscándose al o a la culpable para culminar en un “Todos contra
uno/una”. Pero, más allá de las inducciones o hipnosis
mediáticas, el pueblo lleva la cuenta de las injusticias vividas
como frustraciones, sufrimientos, etc., y ningún operativo
periodístico ni ninguna publicidad repetitiva va a lograr que lo
reprimido o soportado no retorne para infelicidad de los
culpables.

91
La índole transubjetiva del Inconsciente Social

Lo subjetivo presupone lo social como premisa fundamental


que le brinda valor contextual, sentidos, tanto como marco
social e histórico, y del que derivan las premisas subjetivas,
como el “Inconsciente subjetivo” tal como lo estudiaron Freud y
otros. Constituida, el Inconsciente subjetivo interactúa con el
otro nivel, el otro plano, a saber, el “Inconsciente social”,
cualitativamente diferente al anterior, por el mismo salto de
calidad. Así, los procesos sociales cobran otro sentido que el
subjetivo. Herbert George Mead nos da el ejemplo de la
molécula de hidrógeno y el del oxígeno aunados, nos da el agua,
como salto de calidad y nuevo emergente. Lo mismo Le Bon
respecto de las células individuales de un cuerpo que, al aunar
funciones, conforman un órgano.

Como superficie de tal Inconsciente social, la conciencia misma


muta y se torna “conciencia social”, no ya individual. De modo
que, el trueque cualitativo de los inconscientes subjetivos, como
funciones parciales, cobran otro rango, plano o dimensión
El Socioanalista
gracias a los aportes individuales que sufren una transformación
de sentido, al ser englobados en una nueva Gestalt. El todo es
más que la suma de sus partes, nos diría un gestaltista. Pero los
inconscientes subjetivos presuponen la espiral dialéctica de
influencias recíprocas, retroalimentándose el sujeto a partir de
lo social, y el inconsciente social a partir de los inconscientes
individuales. La acción recíproca es permanente.

¿Cómo se origina el Inconsciente social?. Ya afirmamos el


trueque de calidad, donde la intercepción de los inconscientes
subjetivos truecan en calidad, con un salto cualitativo,
superador de los niveles previos, conformando un nuevo plano,
nivel o dimensión y que presupone la famosa “aufhebung”
Hegeliana. Sin un pensamiento dialéctico, el nuevo nivel
emergente sería impensable. Entonces, esta espiral de
retroalimentación recíproca entre el inconsciente subjetivo y el
social, es lo que podemos considerar como el origen social del
inconsciente social. Presupone el nivel previo aunque con un
salto de calidad permanente. Las verdades subjetivas son
también sociales, aunque en otro plano. Un asalariado posee
ideas e ideales de su clase, pero singularizado, a su manera,
aunque al vincularse con sus pares, en las conversaciones, en lo
social, es clase baja, ya conformando una clase social y no

93
meramente la parte que hace al todo. Allí es el “Todo”,
clasificando a las partes.

Habíamos aludido a la explicación Freudiana del contrato social,


que presupone el proceso de represión social, las prohibiciones,
la censura social, junto a lo que Fromm considera como
categorías de lenguajes, que remiten a significaciones, a una
cosmovisión, a una weltanschauung. Un tabú por ejemplo
consiste en el trueque de calidad de las prohibiciones de un
grupo reducido, como la familia tal como lo estudio Freud en el
Complejo de Edipo, prohibición del incesto etc., que pasa así al
rango social, como parte del grupo social, la tribu en sus
comienzos, luego prohibición social. Es decir, los acuerdos
sociales, las normas, presuponen un nuevo nivel transubjetivo
donde las cesiones a partir de lo propio, del inconsciente
subjetivo no siempre son fáciles y se cede a costa de pérdidas
subjetivas en pro de lo social. Pero lo que se cede a costa de lo
social se recupera como pertenencia social, como identidad
social, sujeto histórico, cultural.

Los ritos son ya conjuraciones de deseos y prohibiciones sociales


y presuponen al “mito” como su polo teatral, dramático,
psicomotriz, donde volvemos a encontrar símbolos sobre
El Socioanalista
verdades y prohibiciones sociales. Vinculado también con el
inconsciente subjetivo y el social, al erigirse en algo sostenido
por el grupo social, y como plano velado, concertado, y que
podemos leer en los anagramas sociales, en los intersticios de
las significaciones sociales.

Un sujeto puede considerarse rico o de clase media, como falsa


conciencia, pero con los roles concretos que cumple, sus ideas
verdaderas e ignoradas, su vida concreta y concatenada con los
de su condición, obtenemos una “clase social baja”. Así, la clase
social se ubica en el plano velado, oculto y mistificado, gracias a
procesos sociales de dominación inducidas, donde se legitiman
representaciones sociales que ocultan la desigualdad, la
explotación de sectores dominantes, y son lo que conocemos
como ideologías, aparatos ideológicos de estados como la
familia, la religión, las ciencias de la dominación” (Lourau), entre
otros.

“Ser pobre” es algo que un sujeto descubre ya en forma tardío y


toda su vida puede ser la legitimación de ideas, de saberes, de
estilos de vidas, etc., de otra clase, como la clase media que se
cree rica. Un gobierno represor para una clase y “democrática”
para otra, suele ser común porque es represor para la clase

95
perjudicada pero no para la beneficiada. Se juegan allí conatos o
verdades de clases (modelos de mundos), que sus actores
disfrazan con racionalizaciones sociales, justificaciones plagadas
de anhelos y deseos reprimidos, que buscan plasmar en cuanto
logran acceder al poder, llevando a cabo lo que ha rato buscan.
Incluso con “Abstinencia social”. Son los casos en que irrumpen
al poder los de derechas, con años de abstinencia sobre
tarifazos que esquilman a todos, la apertura de la bolsa para
succionar todo el dinero del estado y el pueblo, fuga de
capitales, y mecanismos paralelos que sostienen la perversidad
del capitalismo en su etapa tardía.

Los procesos de segregación y guerra de géneros comienzan por


simples críticas y diferencias individuales, que, en lo social,
truecan en algo cualitativo, como “guerra de sexos”,
segregaciones de géneros. La opinión pública, los medios, la
web y el sentido común, no captan tales procesos inconscientes,
correspondientes al plano del socioinconsciente. Permanecen
en el Plano subliminal de la comunicación social, donde cada
grupo social opera según su conato, su deseo, en una
autoreferencia permanente, sin escuchar otras campanas, y las
consecuentes luchas por imponerse e intentar ser.
El Socioanalista
Un gobierno puede propalar ideas y promesas, pero
beneficiando a un sector u otro, anhelando un ideal de sociedad
donde se cumplan sus ideales sociales, de “justicias”, de la
organización social, educación, etc., pero mientras, benefician a
una clase o sector de clase como la patria financiera, el campo o
las grandes corporaciones. Cuando ya ha ocurrido el
cortocircuito en entre el delirio de clases, el delirio del poder,
con sus fabuladores de turnos, sus líderes hipnotizadores
ocasionales, y, la triste realidad de las crisis recurrentes, llegarán
a anhelar el tener la razón incluso a posteriori, cuando entrevén
alguien con sus ideas similares, sin considerar que fueron
víctimas de una verdad de clases, de los ismos que buscan ser, a
pesar de los demás, y de manera impositiva respecto del
modelo de mundo de los demás clases sociales.

En relación a las clases sociales y sus interacciones, podemos


considerar el problema estructural de la argentina muy común
en el capitalismo neoliberal y consiste en que el capitalismo
clásico, productivo, empresarial, se ha invertido en capitalismo
financiero, con el predominio de éstos últimos, llevando a crisis
hiperinflacionarias crónicas, recurrentes, con un bipartidismo
cómplice, donde pierde el pueblo que busca recuperarse
después de cada irrumpida de la patria financiera tanto como el

97
capitalismo internacional e imperial. El ciclo se repite cada
década o más y vacían las arcas, pagando la deuda el pueblo y a
beneficio de un capitalismo financiera de rapiñaje y anónimo,
con inversores de todo el mundo, que no conocen los trágicos
impactos de sus incursiones. Es el estado como instrumento de
enriquecimiento, con funcionales y candidatos ad hoc, en
connivencia con los grupos de interés, la justicia funcional y
corrupta, con jueces millonarios, periodistas igualmente
portavoces de la perversidad, en desmedro de la ética social, sin
consideración alguna. El pueblo está a merced de tales aves de
rapiñas.
El Socioanalista

La dominación vía programación social

El éxito de la burguesía respecto de los proletarios fue que


programó a éstos últimos en consonancia con su modelo de
mundo. Percibir un mundo definido por el amo es así, el criterio
de la normalidad, de la realidad misma. A contrario y como
prohibición fundamente, quien replantea tal modelo de mundo
es un enfermo, un desadaptado social, un revolucionario, en
definitiva. Una verdadera asimilación y adaptación de los pobres
al capitalismo como modo de producción y de vida. El amo se
impone por vías simbólicas, como la “hipnosis social”, a través
de instituciones igualmente funcionales como el estado, la
educación, la cultura, los medios, la religión, la familia, entre
otros. Todo un logro estratégico de clase. Una colonización
mental ya desde los inicios, en la familia, trasmitiendo los
símbolos principales del modelo social, el estilo de trabajo, el
chico juega con coches, tractores, armas, etc., como preludio
del trabajador asalariado. Las niñas con muñecas como copia y
anticipación de la maternidad productora de asalariados
funcionales a las fábricas, la gran empresa. La cultura dominante

99
in acto, en proceso, en formación. El “Programa social” de la
clase dominante se hace “Programa familiar”, programa
subjetivo, “inconsciente subjetivo”, de linaje, de la clase
definida en términos de un modelo de mundo legítimo y justo.
Como en la edad media, al término del proceso de
programación vía identificación, imitación, etc., el hijo del siervo
es considerado como rey o príncipe, y la hija una “princesa”,
como aún hoy perdura. El pobre se percibe como su espejo, a
los ojos del amo, el rico, su estilo de vida, sus lujos, aunque sea
en la versión de las villas y los barrios pobres.

La familia es un grupo programador así como los padres luchan


porque sus hijos salgan de acuerdo a su estilo de vida. Él por su
lado y ella, su esposa, por su lado. Ambos luchan por instalar en
la mente del hijo todo un sistema de vida, un estilo de linaje, un
ideal, incluso el modelo social de un ideal social, las costumbres,
el modelo de lo que es normal, lo que se debe y no se debe
hacer.

Ser programado para un sistema social. Los roles y estatus


acordes a lo que cada sujeto y grupo espera de un sujeto o
grupo. Acorde a las instituciones y sobre todo, acorde con el
estado que espera disciplina, respeto de las leyes sagradas para
El Socioanalista
el capital, acorde al ethos capitalista. Pero también, acorde a la
clase baja, la lucha de pobres contra pobres, de hermanos que
son inducidos a pelear, a sentirse cada uno superior y mejor, el
mismo “Complejo de Caín”.

La hegemonía de una clase sobre la otra. El estado es utilizado


para mantener tal disciplina de clase. Obediencia al amo que
posee los medios de producción, las fábricas, las vacas, el banco,
etc., y de quién nos han dicho que se llaman “Patrones”. Una
“dictadura simbólica”, que logra obediencia ya desde las propias
creencias, desde la legitimidad inicial, familiar, de clase, a través
de las maestras y profesores, la iglesia, la vecina, los medios.

Imágenes y palabras, ideas, oraciones, creencias y convicciones,


modelos de vidas, roles, sentimientos y amistades, valores, toda
una moral, que introyectamos a título de “realidad” pero que
oculta las diferencias, las desigualdades, las injusticias, el mismo
sufrimiento. La verdad está mistificada, sustituida por
metáforas, por ilusiones, por toda una falsa conciencia, aunque
alimentada por ideas verdaderas, lo que también se sabe, que la
vida es difícil, es lucha, velada, pero lucha contra la escasez
(Sartre). Es la forma más eficaz de dominación que redunda en

101
la dominación automática, a través de las propias creencias,
patrones, convicciones, cosmovisión, etc.

Es labor del socioanalista desarmar la “conformidad de


autómata” (Erich Fromm) vía deconstrucción, la mayéutica
social, el develamiento del anagrama social como verdad
discursiva, producto del programa social o socioinconsciente,
hilando los símbolos o metáforas sociales, que conllevan la
verdad de cada grupo, en luchas, con sus verdades parciales, en
conato, para finalmente como consecuencia lógica, promover la
verdad compartida, lo que nos une como seres humano, gracias
a la elaboración de los pasos necesarios para su consecución,
como nueva configuración social, institucional, grupal, familiar.
El socioanalista promueve el replanteo de los Programas
subjetivos, de los inconscientes individuales, como programas
subjetivos, en aras de la implicación con lo social, con el
Programa social, el inconsciente social, y las verdades parciales
que implican, llevando a la construcción de la verdad ampliada,
reencuadrando los ismos o islas de demandas sociales
sustentadas en verdades igualmente parciales, con la necesidad
de acuerdos emergentes, de nuevos proyectos, programas de
acción, conjuntos, para forjar una nueva utopía más libre de las
desigualdades e injusticias de bases.
El Socioanalista

El socioanalista lidia con una comunidad identificatoria y de


saber

Si acudimos a un concepto psicoanalítico como el de


“Identificación”, resulta inevitable considerar que es lo que une
la sensibilidad de una clase, el pueblo, un grupo social, una
institución, etc. Sabemos que ocurre en el plano inconsciente y
consiste en que un sujeto se estructura en base a
identificaciones sociales, modelos socioculturales, que
particulariza en su ser, lo que le permite asumir roles o
funciones, poseer un ideal, razón de ser, y ser previsible ante los
demás. La incorporación de modelos vía identificación se vincula
con el “Programa social”, que es la que posibilita la comunidad
identificatoria, dando un marco social a las identificaciones
individuales. Sin embargo, el asumir modelos no implica que
cada sujeto sea copia mecánica del resto porque la asunción de
modelos implica una singularidad propia tanto en la forma de
elegir como de estructurar tales modelos. Es una versión
subjetiva, propia, singular de los modelos sociales comunes. De
ésta manera, consideramos “comunidades identificatorias”, que

103
posibilita además los interjuego de roles, expectativas, ideales,
normas, valores, entre otros. Un sujeto programado aparece así
como la incorporación de modelos o roles en un concierto de
roles, que en su conjunto, provee subjetividad como aspectos
ejecutivos del mismo. Las identificaciones constituyen rasgos
identificantes porque implican insignias que toda la comunidad
considera como parte común del mismo así como aspectos
diferenciales, diferentes.

De esta manera, el aprendizaje social se da a través de la


asunción de modelos, de roles sociales y familiares, de linajes,
que pasan a conformar un “Programa de roles” o “Programa
identificatorio Inconsciente”-“Proyecto identificatorio” en Piera
Aulagnier-, que se erige en referencial para el sujeto, los grupos
la sociedad.

La asunción de modelos implica la identificación del sujeto por


la vieja generación como los padres y maestros etc., quedando
el mismo del lado del “identificado” a un papel social, a un estilo
de vida, a un “Programa de vida” que deberá desarrollar como
su trayecto de vida, su mismo “Destino”. De ésta manera, los
modelos trasmitidos, los ejemplos como “Causalidad ejemplar”,
se erigen en identificantes y promueven como efecto de sentido
El Socioanalista
una subjetividad, una identidad, pertenencia, cooperación,
ideales comunes, etc., y en suma, una “comunidad de
identificaciones” y de saberes más o menos conscientes, hasta
la falsa conciencia sustentada por el Inconsciente social, sede
del programa identificatorio. Pero el efecto social, comunitario,
es el surgimiento de un “Sujeto social”, que trasciende la
subjetividad e incluso la intersubjetividad porque es ya un
“transujeto” con múltiples ámbitos de pertenencia y
participación y como parte de una sociedad en un momento
histórico particular. Es un emergente social, producto de efectos
gestálticos, colectivos, como en la “psicología de las masas” que
estudió Le Bon y Freud mismo, aunque desde diferentes
perspectivas.

De la otra cara y vinculado, saberes que no siempre son sabidos


y que conforman un modelo de mundo, estilo de vida,
cosmovisión como múltiples definiciones sobre lo real.

El socioanalista opera sobre ambos ejes, a saber, el sistema de


identificaciones como sostén referencial e inconsciente de
individuos, grupos y clases sociales, partiendo de discursos y
prejuicios, ideales e ideologías, en el sentido de la
deconstrucción social, como lo inverso de la construcción de la

105
realidad social. Constituye un verdadero proceso de
“desidentificación social” y “re-identificación social”, aunque a
verdades ampliadas, modelos de mundos implicados, con
intercepciones, diferencias, y respeto a las perspectivas de cada
grupo social con criterios comunes y normas compartidas.

El otro eje es el del saber, promoviendo la autocrítica, el


autoanálisis de las referencias fundamentales, las propias
verdades segmentarias, en conatos, que llevan a los sujetos y
grupos sociales a perseverar en ser incluso pisoteando al resto.
La reformulación, replanteo, a partir de las propias premisas del
sujeto social, permiten relativizar y despotenciar tales saberes e
identificaciones en aras de extender la propia visión acotada a
una realidad e implicación mayor y más justa. Incluso los
capitalistas son seres humanos con un modelo de mundo injusto
para sus víctimas, pero ello no implica que sean excluidas o
exterminadas, pudiéndose incluir a tales en acuerdos sociales
superadas en otro plano, como distribución justa de las
riquezas, los medios, lo social, el poder, el capital cultural, entre
otros. La alienación es tanto de la clase baja como la alta y la
idea es la aufhebung en otro plano, lo cual no implica
necesariamente la destrucción de nadie. Por ello, la promoción
del poder social, la hegemonía de un modelo de mundo
El Socioanalista
equitativo, con estrategias comunitarias, de conjuntos, con el
poder de convocatoria, etc., posibilitará un mundo mejor
organizado.

107
Un Analista y Operador Socioinstitucional

“El inconsciente social es aquello que en el grupo no se dice, que a lo


mejor saben todos y que todos de acuerdo callan” S.H Foulkes

Ya en sus comienzos con René Lourau, el socioanálisis implicó la


intervención institucional. Lourau hablaba de los tres momentos
dialécticos de la intervención, a saber, el momento de lo
instituido, lo instituyendo y la institucionalización, operando el
socioanalista y analista institucional en el momento de lo
instituyente, promoviendo cambios, lo nuevo, la superación
dialéctica de los momentos en aras de la implicación
institucional, el compromiso con el cambio. En éste sentido, el
marco teórico se amplía al plano de las transdisciplinas y ya
abarca propuestas como las de los institucionalistas que van
desde José Bleger, Ulloa, Pichón Riviére, Mendel, etc., y los
enfoques psicoanalíticos, tanto como las propuestas de Bion, y
otros. Caractericemos en forma sucinta la dinámica de toda
institucional como sigue:
El Socioanalista
“Las instituciones interactúan con el medio social, siendo influenciada
por las problemáticas sociales. Desde su rol social, sus resultados
concretos pueden diferir de los objetivos buscados, por la influencia
de los factores afectivos (conflictos o problemas). Las instituciones
productivas son las que jerarquizan el factor humano. En forma
regular, son comunes los problemas de comunicación (distorsiones,
sobreentendidos y malentendidos), así como el vaivén entre
integraciones y dispersiones vinculares. Pueden existir disensos y
consensos manifiestos o implícitos, así como lucha por el poder y el
prestigio personal.

Las relaciones individuales y grupales con la institución pueden ser


racionales (conscientes) o irracionales (inconscientes). Por
consecuencia, para algunos sujetos, la institución aparece como
prolongación de su propia identidad, lo que lleva al conformismo y la
resistencia al cambio, como defensa de la propia identidad. Son los
individuos que han desplazado su “familia interna” sobre la institución.
Para otros, la institución se presenta como lugar de posibilidades, lo
que los lleva a actuar como verdaderos agentes de cambios.

Algo regular y que promueve cambios o estereotipias repetitivas, es el


conflicto. El conflicto se debe a la desarticulación en la organización de
los roles, lo que deriva en síntomas o “roles problemas” que
explicitan la desorganización o la rigidez institucional. Las dificultades
pueden ser internas, propias de la institución, o debido a factores
externos como una crisis social, presiones externas, etc. Lo importante

109
es entrever si ante las dificultades o conflictos se responde con
inhibición o con posibilidades de cambios (enfrentamiento y solución
del problema).

¿Cómo entender la dinámica de las instituciones a que asistimos a


diarios, como una empresa, una escuela o un club?

Toda institución busca adaptarse, lograr sus objetivos, el manejo de los


conflictos, y la obtención de satisfacciones, o, por el contrario, la
repetición regresiva de pautas que imposibilitan la consecución de los
objetivos. Son los dos polos de la dinámica institución

La dinámica institucional puede ser definida como un interjuego de


roles entre los diversos grupos e individuos implicados en la situación.
Cada institución tiene un rol específico que constituye su razón de ser
en la sociedad. El conjunto de los grupos e individuos que trabajan en
su seno, poseen una “identidad institucional” propia, que se patentiza
a través de expectativas, ideales, valores, modelos de roles, creencias
y actitudes varias que se denominan “cultura institucional”. Esta
cultura identifica la “identidad institucional” o formas de pensar, sentir
y actuar de la institución. A esto se suma la visión heterogénea de la
realidad o pluralismo ideológico de cada integrante.

La eficacia de los roles surge cuando se adopta un encuadre a la vez


institucional y grupal (intergrupal). Esto lleva a la necesidad de verse
implicado con todos los otros grupos para poder decodificar las
El Socioanalista
motivaciones latentes o implícitas y las manifestaciones externas o
superficiales de los diversos roles.

Desde un enfoque panorámico, la dinámica institucional implica un


nivel explícito o manifiesto: los roles explícitos, las idiosincrasias de
cada grupo, el estilo individual de cada uno, los resultados concretos,
los comentarios o “corrientes de opiniones” y los conflictos cotidianos
típicos.

El nivel latente alude a los roles jugados de manera inconsciente


(implícitos). Los prejuicios y rumores operan desde el nivel implícito,
creando dificultades para la buena comunicación.

Es crucial el esclarecimiento de los “estilos de comunicación” de cada


actor: sin son contradictorios o de “dobles mensajes”, confusos,
ambiguos, unidireccionales, manipulativos, etc., para esclarecer
cualquier emergencia de malentendidos o problemas. Se debe
considerar-sobre todo-el interjuego de los roles, e intervenir sobre las
interacciones antes que sobre cada persona o grupo. Permite “limpiar”
el campo de la comunicación ante posibles irrupciones de intereses
particulares que desconsideran los intereses comunes.

Regularmente, las tensiones son manejadas por “delegación”: los


problemas son localizados o proyectados hacia niveles inferiores,
imposibilitando la asunción responsable del rol. Esto puede obedecer a
la inseguridad, a intereses creados o “estrategias de poder” de ciertos

111
grupos, que intentan modificar la “política” de quienes dirigen,
llevando a situaciones conflictivas. Es decir, la resistencia de ciertos
grupos o “contrapoder” oculto que sabotean la tarea, utilizando la
comunicación, el rumor, el prejuicio o los conflictos “instrumentales”.

Son comunes las ansiedades como el “miedo a la pérdida de lo ya


logrado” (ansiedad depresiva) y el “miedo al ataque”(ansiedad
paranoide) lo que lleva a la resistencia al cambio y a la delegación de la
ansiedad hacia niveles bajos de la organización. Como resultado,
aparece el “proteccionismo” de cada grupo, que al tornarse defensivo,
imposibilita la consecución de la tarea.

Algo típico es el “mecanismo de segregación” o expulsión de ciertos


roles “supuestamente inoperantes”. Esto sucede al proyectarse la
culpa sobre los “chivos expiatorios” de la situación, pudiéndose repetir
esto una y otra vez. El chivo expiatorio es el que se hace cargo de lo
“malo” de la institución por su disposición psicológica particular, pero
también necesita un grupo institucional que este en conflicto y con
necesidad de proyectar la culpa y la frustración. Lo que se debe
señalar es que, la individualización de los problemas grupales, debidos
a tensiones y conflicto no es la solución, que se ubica del lado de la
consecución de la tarea gracias a una comunicación flexible. Esto
permite el paso de la “pretarea” (en que no enfrenta la tarea, se juega,
se evita, etc.) a la tarea propiamente dicha (su consecución). Si esto se
da, aparecen proyectos, como indicador del progreso operado por la
institución.
El Socioanalista
Se debe captar los criterios o “supuestos básicos” de cada nivel, es
decir, las creencias, rivalidades implícitas, estereotipos del tipo “esta
institución siempre fue así”, tanto como las creencias de los que
dirigen versus los subordinados. Quienes dirigen, tienden a la
búsqueda de logros, eficacia, en detrimento del factor humano. Los
grupos subordinados sostienen la ideología de la “lucha”, y viven los
mandatos u órdenes como manipulación, autoritarismo, explotación,
etc. Una suerte de “presión desde abajo” logra un equilibrio entre la
verticalidad de los dirigentes y los grupos subordinados.

La explicitación de estos criterios y su elaboración grupal (debates,


disensos y consensos) llevan a mayor operatividad.

Suele ser común que en la historia institucional aparezca el


“contrapoder”, desde algunos miembros subordinados o desde el nivel
dirigente. Son personajes competitivos que creen poder encontrar la
clave de su vida en asumir el mando de una institución. Comienzan así,
la instrumentación de la técnicas patológicas como la manipulación,
los prejuicios, los rumores, la utilización de conflictos, ausentismos,
enfermedades laborales, etc., tendientes a alimentar el “poder oculto”
y sus objetivos más o menos irracionales.

El triángulo institucional típico compuesto por el “Poder-


subordinados-contrapoder”, con sus líderes explícitos e implícitos
entra en acción. Si es una institución enferma, predomina la consigna
del “fin justifica los medios” o el principio de que “la estrategia

113
justifica los medios” y los problemas y conflictos se multiplican. Esto
sucede porque no se valorizan los deseos individuales y no se buscan
los deseos comunes.

Además de los líderes clásicos (democráticos, anárquicos y


autoritarios) aparece el líder ideológico (el mesías), para quien la tarea
y los objetivos institucionales cuentan poco. Lo central es el “nuevo
orden” que busca imponer.

En suma, el grado de flexibilidad de las comunicaciones depende del


grado de salud mental de los integrantes y del tipo de liderazgo
predominante. El liderazgo autoritario lleva a rigidez y estereotipia,
aumentando la “enfermedad institucional”. Lo saludable es el
liderazgo democrático, que promueva el progreso institucional.

En conclusión, la institución “sana” es la que tolera los conflictos o


puntos de fracturas en su organización, se centra en sus objetivos
explícitos y considera lo afectivo y comunicativo como central”.

Extracto de “Psicología”, Lic. Basconcelo Juan Carlos,


www.autoreseditores.com

Sin embargo, las perspectivas son diversas y el enfoque


socioinstitucional considera que las instituciones constituyen los
“símbolos consagrados” de un orden social cuya verdad
contradictoria, de desigualdades y luchas, se vuelven a jugar en
el marco institucional como ideologías en pugnas, como
El Socioanalista
prejuicios de clases, segregaciones, estigmatizaciones y
segregaciones en aras de modelos de mundos diversos, en
conatos, buscando cada sujeto y grupo, plasmar un modelo de
sociedad, de institución, y de vida.

El socioanalista como Operador socioinstitucional, busca el


develamiento del “Inconsciente institucional”, como plano de lo
implícito, como lo que no se dice, se evita, se prohíbe, se
tergiversa, se niega, etc., donde se juegan las verdades
segmentarias de individuos y grupos, en luchas por instalar
mundos dispersos pero poderosos, en conto, luchando por ser
sin considerar el modelo de mundo de los demás. Implicar
conatos, transvalorizar y transignificar enfoques dispersos en
función de la misión institucional, reestructurando enfoques
limitados, en ismos, constituyen los toques capitales del
socioanalista institucional.

Su foco es el “Inconsciente institucional” como aquello implícito


del que no se habla o se lo manifiesta en los anagramas
discursivos como discursos dentro de discursos manifiestos.

115
¿Cómo sé programa un Sujeto social?

Ya avanzado en su programación, el individuo progresa hacia lo


general y universal desde su “programa subjetivo” de índole
familiar, de linaje, al insertarse en lo social gracias al lenguaje.
Sabemos que el lenguaje ya opera en la socialización primaria,
pero cabe diferenciar un momento lingüístico y lógico ya social,
en que se conforma el Sujeto social. Es también la entrada del
sujeto al Inconsciente social, que se opera gracias al lenguaje
como “programa de programación social”. En éste sentido,
cuando somos nombrados entramos en el circuito social, en el
Programa social, en lo universal, y cobramos el rango de sujeto
social, sujeto de intercambios simbólicos, del juego de múltiples
roles, de ideales compartidos, de normas forjados y
compartidos, de reglas y prohibiciones, y en suma, en el
simbolismo social y su faz implícito, el sentido verdadero,
oculto, el anagrama social como verdad compartido. El lenguaje
se erige así como el programa que programa lo social, la
subjetividad social, gracias a uno de sus funciones cruciales
como es la de nominar, poner nombres, nombrar la realidad
El Socioanalista
social, las conductas, actitudes, etc. Al mismo tiempo pasamos a
ser parte del Inconsciente social, como verdad que
compartimos, y que conforma el sentido negado, oculto, lo que
callamos, las prohibiciones sociales, institucionales, culturales,
el sentido de los ritos, ideologías, creencias, prejuicios de clases,
de grupos, etc. Esto se debe a la faz simbólica del lenguaje. El
signo lingüístico es trasvasado en el simbolismo social porque
implica significaciones cifradas, el jeroglífico social, que el
socioanalista interpreta a partir del sistema de código que
conlleva como experto de lo social.

La nominación social, es ya socializante, como nombre que nos


da estatuto de ser social, pasible de ser nombrado, ubicado,
localizado como sujeto, tanto en sus funciones como su historia,
su extracción, sus intenciones e ideales, entre otros. Al ser
nombrado, somos ya “ser social” y “sujeto social” del mismo,
pudiéndose considerar que aparece una escisión entre el sujeto
de un inconsciente subjetivo, más familiar, de linaje, acotado a
la micro cultura familiar, al “Complejo de Edipo”, diría Sigmund
Freud, y, el Inconsciente social cualitativamente superador del
anterior con su efecto de “Sujeto social”. La diferenciación es
cualitativa y el sujeto social que pregonamos no se reduce a un
efecto porque constituye una función simbólica, como

117
conciencia simbólica, como sujeto del diálogo, de la praxis, con
protagonismo en la sociedad respecto de las circunstancias
sociales. Mejor dicho, el sujeto social constituye una
diferenciación funcional, activa, respecto del Inconsciente social
que lo determina y aliena. Progresa en su subjetividad social en
la medida en que gana terreno al inconsciente social y logra
porciones cada vez más progresivas de desalienación respecto
de los símbolos y verdades que lo sumen en un modo de
producción, desigualdad social, explotación.

Y en la inserción social, como proceso de programación social,


es el programa lingüístico y social lo que nos permite ser sujeto
social. Por su naturaleza, el lenguaje es social, con su faz
anagramática, la verdad social que conlleva, y que sostiene a
individuos, grupos y clases, en una dialéctica no siempre
equitativa. Gracias al nombre, el sujeto adquiere “identidad” en
el sentido de pertenencia a un Programa familiar y de linaje,
donde podemos observar la puja de linajes típicos, pero por
sobre todo, gracias al apellido, adquiere pertenencia a tal linaje,
y ya como sujeto pasible de intercambios económicos,
emocionales, comunicativos o lingüístico, y adquirir a su vez su
respectiva pareja, tal como lo estudio Levi Strauss en relación a
las estructuras elementales del parentesco.
El Socioanalista
Pero la división entre un sujeto en el sentido de su inconsciente
subjetivo, más intrínseco al ámbito familiar, el Complejo de
Edipo, etc., y un sujeto ya social, no implica exclusión de
vinculaciones y entre ambos reinos, se opera un salto de calidad
cuando los sujetos con sus respectivos inconscientes
individuales interactúan en lo social al ser nombrados, en los
intercambios, sostén y construcción de ideas, creencias,
normas, reglas, etc., en forma conjunta. Para recordar el
ejemplo de H.G. Mead respecto del concepto de “emergencia”,
a saber, la unión de un átomo de oxígeno y otra de hidrógeno
nos lleva al agua, cualitativamente nuevo y emergente respecto
de los elementos anteriores. Lo mismo en lo social con los
elementos o inconscientes subjetivos al vincularse. El sentido
oculto, que surge por efecto también del lenguaje, es el
anagrama social, gracias a la metáfora social, como proceso de
simbolización, elaborada en forma conjunta.

En éste pasaje cualitativo desde los inconscientes individuales al


inconsciente social, se opera el proceso de ruptura de los
puntos de vistas egocéntricos, a predominios familiares, de los
inconscientes y conciencias subjetivas, al ser clasificados o
transignificados desde lo social y el lenguaje.

119
En la revelación de la verdad conjunta, como cuando analizamos
la razón de ser de una clase social, su conato, y su modelo de
mundo, lo que defiende con uñas y dientes, también adquirimos
conciencia del papel revelador del lenguaje y la verdad como
“aletheia” (revelación) en los intercambios sociales.

Al respecto, dice Walter Benjamín: “En el interior de toda


creación lingüística se registra el contraste de lo expresado y de
lo expresable y lo inexpresado”.

Otra cuestión vinculado es que el símbolo como la voz hablada,


el sonido de la voz y lo que vehicula en una alusión a una
verdad, como la verdad potencial, y la que se juega en cada acto
social, en cada verbalización, y que nosotros denominamos
“anagrama social” y “conato social” porque se persevera en ser
incluso en la imaginación o en el acto, en la escuela o en el
trabajo, en los medios o en las ideas, en todo. En definitiva, es el
lenguaje que genera al sujeto en sentido restringido, edípico,
pero también al sujeto social que clasifica a aquella en forma
similar al individuo en relación a una clase. Pero son tipos
lógicos de distinto niveles y calidad. Es por ello que, hablar de
“Inconsciente social” fundado por el lenguaje simbólico, tiene su
lógica. Gracias al mismo, tanto el modo de producción, la vida
El Socioanalista
material y las superestructuras, son efectos del Inconsciente
social.

En definitiva, somos en la medida en que somos nombrados y


en la medida del cúmulo de saberes ignorados pero eficaces
operando como marco cognoscitivo de lo social. Es lo que
denominamos “Programa inconsciente social y cognoscitivo”, en
otro lugar. Cada sociedad es lo que conoce.

Debemos poner hincapié en que el lenguaje es símbolo antes


que signo convencional, tal como lo conocemos desde Saussure.
Nombra y delimita lo posible e imposible. Dice Walter Benjamín:
“El lenguaje no brinda jamás signos puros”. Es decir, se
encuentra más del lado del verbo creador, generador de lo
social y de subjetividades sociales, sea en su sentido restringido
y subjetivo como el ampliado y social como “sujeto social”. Así,
podemos considerar que el lenguaje, el habla de un pueblo, es
el “médium” a través del cual comunica el ser social y en sus
efectos y manifestaciones simbólicas (metáforas sociales), el
anagrama social como revés y verdad inconsciente y social del
mismo. Concluyamos con Walter Benjamín entonces: “Pues la
lengua no es nunca solo comunicación de lo comunicable, sino
también símbolo de lo no comunicable”.

121
Nuevas elucidaciones sobre el Inconsciente social

El símbolo es lo que nos permite diferenciar entre el propio


símbolo como voz, palabra y “sentido” que porta en sus
concatenaciones como “Otro sentido” que alude a la verdad de
los grupos. El símbolo es ya una sustitución metafórica y por lo
tanto, lo que habla de otra cosa, de lo que sustituye pero
representa desde alusión no muy lejana. Y lo que representa es
la verdad del sujeto de su inconsciente y del sujeto social del
Inconsciente social. Es decir, la verdad de clases, de grupos,
etnias son vehiculizados en cada símbolo, aunque más en sus
intersticios como efectos. Y es, precisamente, el símbolo y el
lenguaje en su faz simbólico, lo que nos autoriza a hablar de un
Inconsciente social y además, considerar que hay otro orden,
dimensión, plano o nivel donde podemos encontrar vestigios
sobre la verdad que motoriza a cada grupo social. Freud ubicó
allí el mecanismo de represión o censura aunque el propio
símbolo ya sustituye y oculta, la crudeza de toda verdad. El
símbolo es ya una ficción sobre lo real de la existencia. Somos
así, seres de ficción, todo es representación, función simbólica,
El Socioanalista
en muchos planos, incluso la sociedad habla su verdad, su
propia lengua o idioma en un lenguaje simbólico. La sociedad es
un teatro y todos nosotros actores representando un aspecto de
la gran escena social, aunque hablamos y representamos más
de lo que decimos o creemos: decimos más o actuamos más de
lo que suponemos decir o hacer. Es el Inconsciente social. Un
gran “socioteatro” donde los roles abarcan incluso roles de
clases, o el rol de la propia sociedad y cultura.

El campo ideológico y político es teatro, es representación, es


“Guión social”, argumentos, programas sociales puestas en
escenas por actores, donde cada grupo busca plasmar el suyo,
considerando o no el del otro, incluso imponiéndose como
clase, estado, política, institución, etc. Así, la representación
social, institucional, mediática, es la forma primigenia de lo
social y la política. Todos actuando, haciendo “como sí”,
asumiendo la perspectiva de los demás para jugar el suyo, roles
y contra-roles, haz de roles, roles fisiológicos y familiares, roles
sociales y transculturales, el teatro del mundo.

El símbolo social mismo funda un plano de sustitución de una


imagen por otra, y es lo que conocemos como metáfora, el
reino de la sustitución. Freud diría “condensación” y

123
“desplazamiento”, lenguaje de sueños, donde el contenido
manifiesto del símbolo alude a otro latente, a la verdad, a los
verdaderos pensamientos. Somos lo que creemos, pensamos y
hablamos. Esta “censura primordial” y social, a saber, la función
del símbolo de negativizar la cosa, sustituirlo por una imagen,
una palabra, etc., es lo que funda el orden del anagrama social
como dimensión de la verdad implícita en todo proceso social.
Es también lo que nos remite al conato como el perseverar en
ser de acuerdo a la verdad que portamos como sociedad, como
clase social, como amo o como esclavo.

En la representación social lo que se muestra es lo que no es, o


mejor, la metáfora, lo que queremos decir en actos y palabras,
en ficción, en lenguaje, que es una metáfora de la verdad. Es lo
que no es. El lenguaje simbólico y no tanto el signo
convencional, relativamente raro, es lenguaje de ausencias pero
por lo mismo, presencia eficaz, eficacia simbólica, efectos
reales, efectos emocionales, consecuencias sociales. Es teatro
verbal, socioteatro del lenguaje. Metáforas que representan en
un lenguaje indirecto. Anagramas sociales. O Inconsciente
social.
El Socioanalista
Pero el socioanalista no confunde el símbolo con lo simbolizado
y su rol consiste en rehacer el camino que va de la una a la otra,
en todos los ámbitos. Intérpretes aunque también ser de la
praxis, que interviene y promueve cambios, agente de cambios.
Sociopraxis en acción.

Es también lo que le indica que el símbolo alude a una verdad


social, verdad del sujeto social, verdad de grupos, de clases, de
ideologías que aluden a aquella verdad, de políticas y programas
políticas que se plasman para sostener esa verdad, de luchas
por la verdad, verdad segmentaria, en ismo, y allí es donde el
socioanalista busca interpretar y concatenar verdades, escindir
puntos de vistas autísticos, egocéntrico, reencuadrando
definiciones parciales para llegar a un enfoque más de conjunto,
inclusivo, considerando perspectivas y modelos de mundos, y
finalmente, promover la coexistencia pacífica, equitativa,
recíproco y sin interferencias, pasando del reino de las guerras y
conflictos de modelos de mundos, al reino de la humanidad.

Símbolos dentro de otros símbolos. Escenario social onírico. La


sociedad como materialización de deseos sociales reprimidos.
Deseos en ismos. Parciales y locos, que necesitamos concatenar

125
en una sociedad sin desigualdades, con diferencias pero con
equidad y justicia distributiva.

Lo social como representación en dos planos, a saber, el


explícito de los símbolos sociales, y el Otro plano, el velado,
simbolizado e interpretado por el socioanalista como el
Inconsciente social, verdad simbólica, determinante de los
sujetos sociales.

Podemos concluir entonces que el lugar del Inconsciente social


no es el sujeto, los grupos o instituciones, ni menos el cuerpo
sino el lenguaje, como anagrama social, la lengua propia de
cada grupo social, un idioma singular, al mismo tiempo como
potencialidad simbólica y efectos de sentidos sociales, como
anagramas o discurso dentro de un discurso.
El Socioanalista

Gustavo Le Bon, ¿“alma colectiva” o inconsciente social?

Dice Le Bon: “En la mente colectiva las aptitudes intelectuales


de los individuos se debilitan y, por consiguiente, se debilita
también su individualidad. Lo heterogéneo es desplazado por lo
homogéneo y las cualidades inconscientes obtienen
predominio”. Y denomina “alma colectiva” a tales cualidades
propias de las masas. Le Bon tiene toda la razón y el término
“alma colectiva” es lo que nosotros denominamos “Inconsciente
social”, como nuevo plano o dimensión emergente, si acudimos
al término de Mead de “emergencia”. Que las aptitudes
intelectuales de los individuos se debiliten no significa que la faz
subjetiva quede invalidada porque cuentan los inconscientes
subjetivos tal como lo venimos considerando aunque en un
plano cualitativamente superior y superadora del plano
subjetivo. Continua Le Bon: “Al estudiar las características
fundamentales de una masa, afirmamos que esta es guiada casi
exclusivamente por motivos inconscientes”. Claramente nos
habla de “motivos inconscientes” aunque social, en el nivel de
las masas, por lo que, aunar criterios con Le Bon y considerar

127
que tales procesos inconscientes constituyen el fundamento de
lo social, resulta pertinente.

Podemos considerar entonces que para Le Bon, el individuo


inserto en la masa, como aglomeraciones de personas o las
masas organizadas como una iglesia o el ejército, etc., es presa
de afectos o motivos inconscientes, el “alma colectiva”, o
“Inconsciente social” para nosotros, adquiriendo la masa otra
cualidad que le mera sumatoriedad de individuos. La conciencia
desaparece y los sentimientos e ideas se orientan en una
dirección según dictados de tales motivaciones ignoradas por las
masas. Son tanto procesos inconscientes como saberes o ideas
que motivan y encausan. Es decir, se conforma el “alma
colectiva”, que nosotros ubicamos del lado del universo
simbólico, el lenguaje simbólico, como anagrama social, como
verdad oculta en los intersticios del discurso y que motivan lo
social. Son las motivaciones sociales o “Programas sociales”.
Citemos a Le Bon: “El hecho más llamativo que representa una
masa es el siguiente: sea cuales fueran los individuos que la
componen, por similares o distintos que puedan ser su género
de vida, ocupaciones, carácter o inteligencia, el simple hecho de
que se hayan transformado en una masa les dota de una
especie de “alma colectiva”. Este alma les hace sentir, pensar y
El Socioanalista
actuar de un modo completamente distinto de como lo harían
cada uno de ellos por separados. Determinadas ideas, ciertos
sentimientos no surgen o no se transforman en actos más que
en los individuos que forman una masa”. De modo que, los
individuos insertos en la masa adquieren otro cariz o
características especiales, como el ser dominado por procesos
inconscientes, la sugestibilidad, contagio emocional,
omnipotencia, pérdida de conciencia, transformación de ideas
en actos y emociones descontroladas, etc.

129
Proyecto social y un Programa para ser

El socioanalista sabe que un grupo social se define a partir de su


Proyecto y su programa para lograrlo. Proyecto social, de
grupos, de clases, que cada segmento define como su verdad,
su conato por el que lucha y hasta da la vida. Con él, perseveran
en ser. Se programan a partir del mismo apuntando a futuro. El
proyecto es lo que brinda perspectivas a futuro, orientación,
marco general, histórico y sobre todo, prospectiva. Un proyecto
acotado al grupo social o clase social en cuestión, que delimita
todo un modelo de mundo, una cosmovisión, una ideología
emergente, justificativo, que vemos en las demandas sociales,
en los reclamos, en el plano político. Pero también, como
proyecto acotado, egocéntrico, en ismo, que el socioanalista
necesita relativizar, despotenciar, transvalorizar e implicar con
el resto de los grupos y proyectos, en un “Proyecto más
abarcativo”, humanista, libre de dominaciones y explotaciones.

El Proyecto es lo que posibilita el “Programa social” porque


define un trayecto social, un “Destino social”, en el sentido de lo
El Socioanalista
escrito en el Inconsciente social como el modelo de mundo y
sociedad a construir. Impositivo por su misma índole, lleva a
confrontaciones, luchas, intentos de imposición del ismo al
resto social, como “síndrome de Procusto” de todos los grupos
sociales y clases, por lo que, la reformulación del ismo social, de
sus ideologías, instituciones, pensamientos, políticas y
representantes, constituye la intervención fundamental del
socioanalista. Implicar islas, acotados, puntos de vistas cerrados,
que se pretenden “El Proyecto de mundo”, cuando solo
constituyen una arista, una versión, un intento de dominación
simbólico y real, derivan, por consecuencias lógicas, en
conflictos sociales y luchas inútiles.

El todo en las partes, como lógica del Proyecto parcial de cada


grupo. La relativización vía interpretación, lleva a reencuadrar
tales puntos de vistas desde el “Síndrome de Procusto” propio
de cada segmento social hacia visiones conjuntas, definiciones
consensuales, la realidad compartida, como utopía
fundamental. El “reencuadre” como definición extendida a otros
grupos, que implica, vincula mundos, puntos de vistas,
pretensiones ideológicas, programas de gobiernos, a
representantes pasionales, incluso desconsolados pero con la
necesariedad de una visión de conjunto, relativizando y

131
resignificando ismos en aras de la torta comunitaria, social
humana e inclusiva.

Verdades parciales, defendidas con amor, pasión, luchas,


marchas y reflexiones, pero parciales al fin, quedando como
misión el implicar verdades interpretadas, que surgen como
efectos de sentidos en los conversatorios, plenarias, reuniones,
encuentros y desencuentros propios del debate social, que no
siempre puede ser verbalista y racional porque la ética social,
del Otro como ser humano, no puede ser supeditado a los
estereotipos, ideologías con afán de dominios, de imposición de
clases, a prejuicios grupales, ni menos intereses sectoriales. El
mundo, la sociedad, la humanidad, es de todos y ubicar a cada
segmento fuera de sus ismos, en un ismo sociopolítico mayor,
implica Otra ética, aunque esta vez, como ética de la verdad
compartida.
El Socioanalista

El portavoz de un Inconsciente social

Los actores sociales, tanto sujetos como grupos y clases sociales


hablan un idioma social común como su modelo de mundo. Una
lengua que aparece como anagrama social descifrado. La Otra
verdad. La que callan y que pretenden imponer al todo social en
sus formas racionalizadas, incluso como ideal de vida y mundo.
Por lo mismo, son los portavoces de un “Inconsciente social”
como universo simbólico inmanente. Una voz colectiva que
porta una verdad histórica, con legados y luchas traspasadas a la
nueva generación como misión social para ser. Un Programa
social para ser. Un ideario de vida escrita en jeroglíficos y que
necesitamos descifrar e interpretar para devolver a los actores
la Otra cara de su discurso impositivo. El afán de todo discurso
es ser aceptado, legitimado, asimilado y considerado como el
único modelo de mundo posible. Es el egocentrismo
fundamental de todo punto de vista en ismo.

Una lengua propia de cada grupo social, clase, etnia. Pero una
lengua que leemos como un jeroglífico, a partir del escenario

133
social, los discursos, los eventos, acontecimientos, etc., cuyos
sentidos latentes le cabe al socioanalista. A partir del
simbolismo social, el socioanalista se enfrasca en la búsqueda
de la verdad colectiva, lo que se sostiene en forma colectiva,
como ideología fundamental, incluso más allá de las ideologías
manifiestas. Son sistemas de representaciones consagrados
como la verdad de todos, como la razón de ser de cada grupo
social, como su conato, con lo que perseveran en ser en todo
momento, y buscan plasmar a como sea. Verdaderamente una
insistencia programada, donde se juega el ideal de vida, el
estilo, el ethos de los grupos sociales. Como en el caso de un
organismo, el socioanalista concatena células o verdades
parciales para conformar el organismo como superación de
aquellas, en un salto de verdad, en un efecto de verdad de
conjunto a partir de los fallidos del discursos, de lo que no se
habla, de lo que se calla o se busca forzar a partir de propuestas
políticas, ideológicas, incluso “científicas” o religiosas. El
socioanalista busca anagramas sociales, como meta discursos,
como discursos sobre los discursos, lo que se connota desde un
más allá, como verdad que sustenta las puestas en escenas de
los actores. Es decir, una configuración simbólica o modelo de
mundo, un punto de vista, una weltanschauung o paradigma de
El Socioanalista
clase o grupo social que sostiene a los actores. De allí la
importancia de interpretar, reencuadrar o resignificar tales a los
fines del reposicionamiento subjetivo de los actores. Pero
hablamos de un sujeto social, y las intervenciones apuntan a
cambios cualitativos, como la conformación a una subjetividad
colectiva, un sujeto social de conjunto, donde las verdades
aisladas se funden cualitativamente en un todo nuevo y con
ideales, utopías, organización y convivencia equilibrada. Es la
cuarta ley de la dialéctica o “progreso por saltos” (George
Politzer). En suma, un enfoque estratégico de la intervención y
fundada en el cifrado y la relativización de las verdades parciales
Esas verdades son diferentes en cada grupo social y clase, así
como de una institución o grupo a otro, quedando la necesidad
de puntos en común, de intercepciones fundadas en acuerdos,
en normas consensuales, y en suma, una realidad compartida.

135
Resistencia a la verdad y a la aufhebung

Desde su escucha social, en el marco de reyertas ideológicas,


debates, de procesos subliminales grupales, institucionales, y
políticas, etc., el Socioanalista se encuentra con “Ismos” en
luchas. Son modelos de mundos encontrados. Cada visión, cada
modelo de mundo o cosmovisión, con sus correspondientes
grupos, instituciones y clases como base social, implican una
lucha por ser, por instalar el propio modelo de mundo, de ideas,
de ideologías, etc., y la tarea consiste no solo en descifrar el
anagrama social correspondiente a cada grupo social vía
interpretación de las metáforas sociales-que es la verdad que
defiende, el modelo sociedad o mundo que defienden-sino la de
diseñar estrategias de cambios, de inducción, de persuasión, de
interpretaciones que vinculen ismos, verdades parciales a
verdades más amplias, que impliquen ismos, que forje un
mundo igualitario y equitativo, con las posibilidades de cambios,
llevando a virar desde visiones en ismos a una verdad
compartida, como cambios de perspectivas desde el modelo de
mundo impuesto o consagrado para cada segmento social, a
El Socioanalista
otro alternativo y compartido. Pero la resistencia mayor es de
los grupos y clases minoritarias, dominantes, que utilizan todo el
aparataje estatal y mediático para legitimar un orden opresivo.

De modo que, el hacer consciente lo Inconsciente social como


modo de producción, lucha de clases, de estados instrumentos
de sectores minoritarios, de estrategias de poder que atraviesa
todo el cuerpo social, de procesos subliminales de toda clase,
etc., a la ruptura de la falsa conciencia, la alienación social
inducida, la programación social que lleva al esclavo a percibir
su mundo en términos del amo.

Pero el viraje desde modelos de mundos o políticas en ismos no


resulta fácil y la “resistencia sistémica” (defender el sistema de
vida, de mundo etc.) se evidencia desde los primeros
momentos. Su fundamento es el conato social que consiste en
perseverar en ser de acuerdo a la propia verdad, a las ideas que
se defiende, al estilo o modelo de política, de sociedad, de
estado, de gobierno. Pero el perseverar resulta parcial, porque
se realiza por un fragmento de mundo, de sociedad, y la tarea es
implicar modelos de mundos, modelos de sociedad, que sus
actores vislumbran desde la “visión de túnel” como la realidad
misma. Relativizar ésta percepción en ismo, tanto las ideas e

137
ideologías que la sustentan como la verdad radical de cada
sujeto, grupo social y clase social: el sistema de saberes, de
ideas o definiciones ignoradas, que funciona en el plano
subliminal, como representaciones sociales inconscientes,
eficaces, determinantes de las fijaciones sociales, la adherencia
a un estilo de vida, a un punto de vista, a un modelo de
sociedad, a la propia clase social.

Es decir, reencuadrar una visión parcial a una visión holista, con


la construcción conjunta de las definiciones, sobre todo del
modelo alternativo de mundo y sociedad a construir. En éste
sentido, toda institución, todo grupo social, todo medio en el
sentido de la web o los grupos implicados, implican un plano
velado, latente, subliminal, que nos obliga a buscar las ideas
verdaderas que motivan el accionar social de los mismos. En
éste contexto, el socioanalista es un exégeta y agente de cambio
de la verdad parcial para orientar hacia la verdad compartida,
consensual, en pro de una sociedad equitativa y libre de
desigualdades.

Pero, la resistencia sistémica como afirmación de sí, como


conato social, como defensa de la propia verdad, incluso en el
campo de la violencia social, política, guerras, etc., no se refuta
El Socioanalista
en el sentido clásico del mismo ni se ataca desde el
pensamiento crítico. El desmontaje y deconstrucción del mismo
se realiza desde el propio modelo de mundo de cada actor,
buscando sus puntos ilógicos, incongruentes con la propia visión
del actor así como el de la verdad compartida, los puntos
contradictorios, incompletos, o que remiten a una verdad más
amplia. Es decir, el sistema se derrumba desde la Otra verdad
subliminal que el socioanalista devela, elucida, y refuta desde el
discurso del propio actor, al comprobar éste los puntos ilógicos
de su postura. Es decir, una “Mayéutica social” en que las
preguntas apuntan a relativizar premisas, a confrontar a los
actores con su verdad egoísta, con su punto de vista en ismo,
parcial, visión de túnel.

Todo verdad, ideología, postura, política, etc., conlleva “contra


verdades” o premisas que necesitamos despotenciar desde la
“Mayéutica social”, desarmando el discurso en sus símbolos
metafóricos, re concatenando tales en función de la verdad
latente de los procesos subliminales inconscientes, para lograr
la emergencia de la Otra verdad como implicación de mundos,
de modelos sociales, de políticas, etc.

139
Tampoco es comparativo en el sentido de mensurar otras
verdades en función del propio porque ello nos lleva a un
reduccionismo del otro y su cosmovisión en la propia visión,
que es, precisamente lo que buscamos cambiar. Digamos que,
las anomalías internas de todo sistema de ideas, de ideologías,
de modelos de mundos, de estilos de vidas, de dinámicas
institucionales o accionar social de gobiernos, etc., son internas
a los mismos y nuestra tarea es localizar tales incongruencias y
estratagemas sociales e interpretar a los fines de la auto
rectificación de los actores y nunca como refutación abierta que
potencia la resistencia. Sin embargo, la refutación se realiza con
nuestros procedimientos aunque como “inducción de la auto
refutación”.

El momento crucial de la intervención socioanalítica es cuando


la visión en ismo o visión de túnel se cae y el actor se encuentra
ante la evidencia, la aletheia de una verdad más amplia, más
justa, más colectiva, sin grupúsculos de elites que se apropian
del capital social, humano, económico, etc. En ese momento el
socioanalista se encuentra con la tarea de implicar ismos,
forjando una nueva cosmovisión, un nuevo modelo social, tanto
en lo económico como en lo social, cultural, político, etc. Es
decir, el pasaje de visiones aisladas a aditividad, para pegar el
El Socioanalista
salto de calidad a otra visión de conjunto, como emergente
social, donde los ismos pasan a ser parte de una nueva Gestalt
social.

141
El cambio social presupone que la desprogramación social esté
sujeta a la programación social

El socioanalista se encuentra con un real difícil de trastrocar: la


“inercia social”, como deseo de no cambio, la resistencia de
grupos, instituciones y clases sociales a replantear sus visiones
parciales. Es decir, se topa con un “Programa simbólico” de
difícil remisión y la tarea consiste en escuchar, cifrar, reconstruir
a nivel de la palabra las premisas de tal visión de mundo, estilo
social, formato social o weltanschauung. La primera tarea
entonces es la “Desprogramación social”, donde la
deconstrucción, el análisis, la interpretación simbólica y
búsqueda de las verdades parciales remiten al segundo
momento de “Reprogramación social”, cuando las visiones
mutan, cambian, cobran otro cariz, son resignificados en otro
plano, punto de vista o modelo de mundo. Mejor dicho, la
desprogramación social significa la despotenciación de las ideas
parciales hacia modelos de mundos más holistas más allá de
visiones contrapuestas, en pugnas, en aras de una síntesis en
otro plano. Sin embargo, esto que suena lindo, se realiza en el
marco social de los debates, confrontes entre conatos y con el
El Socioanalista
propio conato, controversias grupales, etc., donde la mayéutica
social deja en evidencia como “Efecto de verdad” las verdades
parciales. Es decir, el efecto de cambio ocurre en el seno mismo
de lo social como el caso de los espectadores de un programa
donde se debaten temas políticos y donde se ponen en
evidencias las parcialidades de ciertas ideas o sus
inconsecuencias.

Si tomamos el modelo de una clase educativa, podemos


considerar que el profesor profiere o pone en evidencias
ejemplos, verdades, etc., que en la mente de sus educando
cobran nuevos sentidos, al relativizarse sus visiones familiares,
al calor de nuevos aprendizajes. Pero de la reprogramación del
que hablamos es el del “cambio de paradigma” y no simples
cambios cuantitativos. Sin embargo, no estamos aludiendo a la
sugestión de nuevas verdades que aplasten a las anteriores sino
el cambio interno de los actores respecto de sus propias
verdades. Recordemos que el cambio es interno, en el seno del
propio paradigma, y cuyos efectos se nos aparecen como
nuevas reconfiguraciones de lo social, del mundo. Es decir, el
modelo de mundo cambia cualitativamente.

143
En este sentido, el socioanalista puede acudir a métodos como
la hipnología cuando requiere reencuadrar ciertas ideas
parciales y graficar con un caso mejor la visión ampliada del
mundo o lo social. Es decir, puede utilizar un estilo de
comunicación en el mismo plano subliminal en que ocurren los
procesos del Inconsciente social y que el sujeto social ignora.
Puede acudir a la Mayéutica social, llevando a su interlocutor al
replanteo de sus certezas. Desde ya el uso del psicoanálisis
respecto de su faz interpretativa en dos planos, a saber, lo
manifiesto de los procesos sociales y la búsqueda y explicitación
de lo latente como verdad oculta aunque defendida por todos
los actores. Despotenciar premisas, pensamientos, ideologías,
posiciones tomadas, etc., puede implicar no el instante de un
debate sino un proceso social que lleva tiempo, hasta que los
actores metabolicen las ideas en su sentido holista, superando
las visiones en ismos, el proteccionismo injustificado de las
visiones y el carácter impositivo de todo discurso.
El Socioanalista
Distorsiones sociocognitivas

Uno de los escollos con que se encuentra el socioanalista en sus


debates y encuentros sociales son las “limitaciones” merced al
modelo de mundo de los actores, como “visión de túnel” típico.
Todas las limitaciones son limitaciones del modelo de mundo.
De modo que, la tarea consiste en hacer que los actores
superen sus modelos limitados de lo social, la política, el papel
del estado, el gobierno, etc. Tales limitaciones en cuanto al
punto de vista, las ideas que se tiene de lo social, el estado, las
clases sociales, las utopías, etc., limitan también las capacidades
para vislumbrar modelos alternativos de lo social. Son
limitaciones en el sentido de visión parcial, visión sesgada, en
ismos, visión de túnel, y si se desea, “distorsiones
sociocognitivas” como se sostiene desde el estudio de la
“cognición social”. Por ejemplo la tendencia común de
individuos y grupos-o de clases sociales-de “generalizar” a partir
de la propia visión, tomando la parte por el todo, como intentos
de incluir la torta en la porción. Por el llamado “filtraje”, se filtra
lo heterogéneo en lo homogéneo de la propia visión, o mejor, se
interpreta en sentido reduccionista otras visiones. El filtraje es

145
lo que consideramos como “visión de túnel”. Cada grupo social y
clase social posee su túnel particular desde donde percibe el
mundo. Pero es limitante al pretenderse el todo a partir de las
partes. Otra distorsión sociocognitiva es la polarización de
pensamientos, como cuando se reducen las diferencias a dos
términos, un “boca-river”, sin entrever gradaciones, o diversas
opciones en juegos. En el caso de los partidos, se suele incitar
vía propaganda a la polarización entre dos partidos cuando
existen diversas posibilidades. El pueblo cae en el juego
publicitario vía hipnosis social, aunque esto no signifique que
haya algo de verdad. Es solo una manipulación mediática
perversa utilizando la polarización de ideas, teatralizaciones, los
medios, la publicidad subliminal, ideologías, etc.

Otra distorsión sociocognitiva es la “empatía inversa” donde los


actores interpretan pensamientos diferentes o contrarias desde
el propio pensamiento, con lo que el reduccionismo de las
diferencias a las propias ideas resulta patente. Es, no una
empatía como un ponerse en el lugar del otro sino el reducir el
punto de vista del otro al propio. Por la “autorreferencias”, un
individuo, grupo social o clase social puede considerar que todo
el mundo gira en torno suyo, personalizando todo. De modo
que la necesidad de descentralización de tales visiones
El Socioanalista
egocéntricas salta a la vista. La “negativización” consiste en
interpretar todo en sentido negativo sin vislumbrar nuevos y
positivos horizontes. Es una visión pesimista de la vida.

Por la “Inversión del cambio”, un sujeto, grupo o clase social


considera que es el otro individuo, grupo social o clase el que
debe cambiar. Se invierten las necesidades del cambio y se
proyecta la responsabilidad en los demás. Es una forma de
proteger el propio modelo de mundo, los propios intereses,
desligándose de la obligación de cambiar en forma conjunta,
porque localizar la necesidad de cambios en los demás
escamotea el asunto. El prevaricato normativo, donde se
utilizan en forma tendenciosas las normas, leyes, costumbres, y
hasta la moral, en aras de imponerse a los demás, sin considerar
una norma o ley compartida y en forma contractual. Es típico de
las clases pudientes que corrompen justicias según sus
caprichos económicos.

Por la “Emocionalización”, se considera que la verdad ya no


importa y se lo considera “pos verdad”, superando las premisas
de la misma. Nada más desacertado que porque la
emocionalización apunta a validar la propia verdad parcial
acudiendo a las emociones. Es el caso de las clases medias o

147
altas que, utilizando el aparato de propaganda del poder,
propalan banalidades e imágenes para sugestionar y
emocionalizar a las masas en el sentido de sus intereses. Por
supuesto que logran efectos de hipnosis pasajeros.

Por la “Inversión de perspectivas”, un sujeto o clase social


invierte su visión considerando el mismo desde la óptica del
amo por ejemplo, si recordamos al esclavo postmoderno o
trabajador. Por un proceso social de programación e hipnosis
inducida, el esclavo lleva a ver el mundo según la óptica del
amo, lo que deja en latente su propio modelo y como verdad
que opera desde el plano implícito. Sin embargo, la inversión de
perspectiva se ubica en el plano de las ideologías, las
representaciones, la educación, la opinión pública, etc., y en un
plano imaginario. Ello no supone la invalidación de la mirada del
esclavo que se manifiesta por todos los poros de su piel y sus
ideas y conductas.

El etiquetaje es un proceso de nominación no tanto en el


sentido de caracterización de lo real sino con fines de control y
manipulación social en aras del propio beneficio. Se etiqueta
para controlar e imponer la propia visión considerando a los
etiquetados como el mal que complementa al bien de la propia
El Socioanalista
verdad alienada (“Almas bellas”, Hegel). Sin embargo, tales
etiquetas no consisten sino en instrumentos de control social,
de estigmatización y agresión social fundado en la propia visión
parcial sobre la vida.

Suma el “Proceso de culpabilización” como sustitución de la


búsqueda de causas por la culpabilización del diferentes, con
fines de invalidación social y afán de imposición desde una
posición parcial. La proyección de la culpa lleva además al chivo
expiatorio como mecanismo de centralización de la frustración
social en individuos, grupos o clases, y como forma de tapar o
velar estrategias de poder, incapacidades gubernamentales,
errores de estrategias etc. La fantasía que subyace a éste
proceso es que al derivar la culpa sobre los “chivos expiatorios”
de turnos se solucionan los conflictos o injusticias, etc.

“Imposición de ideales” como afán de imponer a todos los


propios ideales de clases, de grupos, etc. Constituye una
generalización de los ideales de clases a toda la sociedad, como
“deberías” y donde todos deberían ser como tales sujetos desde
una visión subjetivista extremo. Son solo algunas de las
distorsiones sociocognitivas, pudiéndose deducir muchas otras.

149
El “Inconsciente de los pueblos”

Freud alude a este concepto en “Moisés y la religión


monoteísta”. Claro es que desde su pensamiento, debemos
considerar que son las prohibiciones compartidas los que
fundan este nuevo plano del “Inconsciente de los pueblos”. En
“Psicología de las masas” Freud nombra el “Inconsciente social”
a propósito de las ideas de Gustavo Le Bon sobre el tema. Los
tabúes sociales implican prohibiciones que todos compartimos,
como el tema sexual, siempre escabroso. Puntualmente, Freud
trata el tabú del incesto como fundamento de la cultura,
sostenido por la colectividad, en un plano velado que él
considera como “Inconsciente de los pueblos”. Pero sabemos
que para Freud tal inconsciente implica representaciones
comunes, como el carácter medio citado en “Psicología de las
masas”, identificaciones comunes, sentimientos individuales
que truecan en común, social y que implican por ejemplo de los
procesos implícitos en las creencias religiosas, como su
explicación de la religión a partir del complejo paterno. Solo
para recordar, el mito del urvater, del protopadre, desarrollado
en “Tótem y tabú”, la ambivalencia hacia el padre, el parricidio y
El Socioanalista
obediencia retroactiva hacia el mismo, la conformación de las
normas sociales, gracias a la prohibición del incesto, etc., nos
indican una vía para interpretar lo social desde tales contenidos.
Es decir, el Complejo de Edipo y sus avatares, aunque esta vez
en el plano social, como la idealización del líder, como
equivalente paterno, el estado como sustituto del mismo, entre
otros.

151
Socioanálisis de la política

¿Cómo considerar a los partidos políticos, a los mismos políticos


y sus ideologías en luchas, incluso, en una lucha fratricida si las
condiciones lo ameritan? Desde los escritos sociales de Freud
como “Tótem y tabú” y las puntualizaciones de “Moisés y la
religión monoteísta”, donde considera los orígenes de la vida
social y la religión a partir de una horda primitiva donde un
padre impositivo maltrataba a los hijos apropiándose de las
mujeres, con la ambivalencia de los hijos y, donde un buen día,
se organizan en alianza para matar y comerse el cuerpo del
padre, como parricidio originario, con la culpa o remordimiento
posterior y la obediencia retroactiva a las leyes del padre,
aunque con la salvedad de que no repetirían la misma actitud
autoritaria del mismo. Al mismo tiempo y a la luz del Complejo
de Edipo, la prohibición del incesto neutraliza la endogamia y
posibilita la exogamia como forma de intercambio social de las
mujeres. A esto Jean Claude Levi Strauss agrega que tal
prohibición es el medio a través del cual, por el cual y gracias al
cual se opera el pasaje de la naturaleza a la cultura, junto al
intercambio exogámico de mujeres, bienes y lenguajes. Sin
El Socioanalista
embargo y volviendo a Freud, los hermanos organizados en
forma fraterna, en alianza fraterna, muy prontamente entran a
rivalizar y a luchar por la herencia paterna. Es decir, la lucha por
las insignias paternas. En términos sociales y políticos esto
significa la lucha entre partidos, entre ideologías, como
hermanos enfrentados vía “Complejo de Caín” y en pos de
ocupar el lugar de poder del padre, considerándose cada uno
como más legítimos que los demás hermanos. De modo que lo
que llamamos “política” no consiste sino en hermanos que
luchan por ocupar el lugar del padre en el plano simbólico. No
son conscientes del mismo y las ideologías enmascaran el
simbolismo profundo de tales ritos. Como socioanalistas nos
cabe considerar el “mito” de tales “ritos” o puestas en escenas
del inconsciente social e interpretar en el sentido de que la cosa
no llegue al momento del fratricidio fatídico o a la situación de
Abel en función de Caín. En los casos de golpes de estados o
guerras, se pasa al acto para irrumpir sobre el hermano y
excluirlo del lugar que ocupa.

En cuanto un “hermano” (un partido, un presidente o


presidenta, etc.) toma el poder, todos los demás hermanos lo
consideran como un uso ilegítimo del lugar que ellos mismos
consideran como suyo por auto legitimidad autoproclamada. De

153
modo que, las luchas políticas, ideológicas, no consisten sino en
luchas entre hermanos por asumir un lugar considerado como la
propia herencia merecida. La exclusión del hermano se debe a
que cada hijo se identifica con el padre sin considerar a los
hermanos, por lo que, la ambivalencia se orienta hacia el
mismo, incluso como “Complejo de Caín”. De allí que las
descalificaciones, difamaciones, denuncias, y luchas no son sino
luchas por el poder…del padre. Esto en el plano del Inconsciente
social, ignorado, velado, metaforizado en discursos y prácticas,
no considerando cada actor sino lo manifiesto: lo social, la
patria, la nación, la vocación política, la propia ideología como la
verdad misma, etc. Es decir, “contenidos manifiestos” de una
verdad latente que necesitamos interpretar a los fines de lograr
una alianza fraterna y acceso al poder pero no del hermano
enemigo sino al representante fraterno advertido de que su
lugar es codiciado por todos. Es decir, con la elaboración
necesaria de las fantasías inconscientes que subyacen como
motivos sociales.

Las criminalizaciones reciprocas de los políticos, el uso astuto de


la justicia, los medios masivos, la web, el cipayaje periodístico,
etc, no consisten sino intentos de matar a Abel y poder así
asumir el lugar del padre. La lucha es por la herencia paterna.
El Socioanalista
Sin embargo, “Yocasta” cuenta en el Edipo social del que
venimos hablando e implica linajes, linajes poderosos, y aludo a
la clase de las mujeres, a la primera división en clases, que
cuenta en el concierto social. De modo que, nos falta investigar
cuál es el papel de las mujeres en la puja por el poder, si ellas
también luchan por la herencia materna o paterna y cuál es su
sentido, etc. Sin duda, son muchos los tópicos que necesitamos
investigar y el rol de investigador del socioanalista resulta muy
claro y promisorio. Incluso la visión de lo político desde el
marxismo, sus diferentes perspectivas, el rol del estado, las
clases, las ideologías, etc., interpretando en éste sentido aunque
desde nuestras referencias fundamentales.

155
Lidiar contra el conformismo social

El socioanalista sabe que el conformismo es uno de los efectos


de las “zonas de represión” o “heterorepresión social”, que
implica la mistificación, la legitimación de un orden social
desigual e injusta, así como otros procesos que van en la misma
dirección. En éste sentido, lidiar contra el conformismo implica
varias posibilidades aunque no se recomienda la crítica del
conformismo. Muchos consideran que el conformista cambiará
gracias a las críticas, desde una posición de crítica social pero
desde nuestra óptica, lleva a la resistencia sistémica. De modo
que, la “conformidad de autómata” (Erich Fromm) inducido por
un orden dado de cosas, lleva a la adaptación social, a la
desmovilización, a la perpetuación de la explotación de
minorías, etc. El socioanalista busca los fundamentos de tal
conformismo interpretando, induciendo líneas de salidas,
reformulaciones, desmitificando los supuestos en que se fundan
tales actitudes conformistas. Sobre todo, la consideración de los
“filtros sociales” que la posibilitan: significaciones establecidas
en el lenguaje como idioma social conformista, las zonas de
El Socioanalista
prohibiciones o tabúes sociales que impiden la reformulación de
los supuestos que sostienen el orden injusto dado de cosas así
como la lógica social fundada en la lógica silogística que impide
la percepción de desigualdades, injusticias, sufrimientos y
opresiones que alimentan el conformismo. En estos casos, el
socioanalista busca relativizar conatos, verdades parciales, etc.,
buscando implicar al sujeto social, a los grupos, a participar en la
reformulación, cambio y consolidación de un ordenamiento
social más acorde a los intereses de todos y no solo a un sector,
clase o etnia.

157
Un Proyecto sociocultural como unidad en la diversidad

El socioanalista busca cifrar, interpretar el orden social en sus


fundamentos simbólicos, en su funcionamiento subliminal,
como Proyecto social Inconsciente, un país por ejemplo, en su
diversidad cultural, en sus diferencias, luchas, sectores y
modelos de mundos en pugnas, todos con afán hegemónicos. Y
la idea es que cada actor, grupo, institución y clases puedan
“transvalorizar” sus respectos modelos de mundo en el sentido
de una resignificación recíproca de todos, en una nueva Gestalt,
en un nuevo plano que supere los ismos egoístas.

Es decir, un Proyecto sociocultural como unidad en la


diversidad, desde la implicación de los segmentos, conformando
un mundo de todos, sin ismos dominantes ni sectores
hegemónicos que se apropien del producto social. El cambio y
sustitución (transvaloración en Nietzsche) requiere de una
epistemología divergente y convergente, a la vez sociocultural y
político, en todos los niveles, cambiando la mentalidad de la
época, las prácticas, implicando mundos, sujetos, grupos. Al
El Socioanalista
respecto, sabemos que los modelos de mundos son muy fuertes
y que la resistencia opera en todos los planos, sea en el plano
subjetivo, sea en el intersubjetivo tanto como el del
transubjetivo. De modo que, la reconfiguración ideológica, de
mundos, a través de propuestas políticas, requiere de una
transformación de enfoques y no una simple asimilación de la
diversidad en un modelo, o, a la inversa, el ser asimilado en un
todo donde el propio modelo queda enajenado. Una integración
recíproca como transvalorización implica la resignificación
integral y es tarea del socioanalista motorizar ideas, interpretar,
abrir líneas de debates, de pensamientos, en el marco de
acaloradas controversias, porque, sabemos, el duelo por el
propio modelo de mundo no es fácil.

Pero la unidad en la diversidad no implica la anulación de los


modelos individuales de mundos, tanto de grupos como incluso
de clases, porque son seres humanos, y hablamos de ponernos
de acuerdo en cosas fundamentales, como el modelo de
producción equitativo, ajeno a toda explotación, las medidas
necesarias, lo que todos necesitamos cambiar en pro de la
mayoría y del propio modelo, con reglas claras, y considerando
que tales medidas son políticos pero que nunca deben obviar la
dialéctica del todo con las partes, la participación sustancial en

159
las decisiones, con liderazgos móviles, removibles o revocables
si no cumplen con los “Programas de gobiernos” firmados como
declaración juradas y con “letras chicas” donde consten que, si
desean realizar otras propuestas, consulten al pueblo a través
de la consulta popular. No podemos permitir que élites, y
burocracias, y otros estamentos se apropien de las decisiones
sociales, en aras de sus intereses de minorías interesadas.

Los gobernantes no pueden proponer algo y hacer lo contrario o


establecer connivencias con la justicia y otros poderes, porque
devienen corrupción y fraude político. Las elecciones deben
implicar una cadena de control en todos los ámbitos sin que
grupos interesados puedan fraguar el raconto de votos, o
realizar manipulaciones en connivencia con jueces etc. Se debe
combatir la hipnosis social donde los líderes se posicionan
como ilusionistas prometiendo cosas que nunca cumplen. La
democracia manipulativa de sociópatas debe ceder paso a
propuestas y campañas sensatas, sin que los sectores
económicos manipulen y corrompan a los partidos en aras de
sus futuros intereses. En suma, la explicitación de los
mecanismos de corrupción política en todos los ámbitos. El
estado no puede ser instrumento de dominación de minorías ni
instrumento de represión de una clase hacia otra como sucede
El Socioanalista
con los gobiernos actuales que combaten y criminalizan la
protesta. El estado debe ser instrumento de gestión del pueblo
y para el pueblo, lo que constituye un ideal a construir.

161
El Espacio Social Potencial (ESP)

Lo social implica potencialidades positivas y negativas. Las


positivas se vinculan con las posibilidades de que los segmentos
sociales sean transvalorizados o resignificados en visiones y
participaciones más equitativas, sin exclusiones, asimilaciones,
sometimientos, explotaciones ni agresiones que atenten contra
la humanidad. Es decir, la posibilidad de que sean incorporadas
vía aufhebung en una realidad más inclusiva. Pero este proceso
requiere un arduo trabajo social de cifrado, interpretación de las
razones o verdades de tales grupos y su despotenciación en el
debate social como parcial y pretensioso. Mejor dicho, la
incorporación de los grupos sociales segmentarios, en ismos a
una visión compartida y global que no implique la anulación de
la humanidad de tales sino solo en los puntos comunes,
necesarios para la convivencia humana. Digamos entonces que
en esta opción, la potencialidad es hacia el cambio, la
superación de visiones, propuestas, posiciones, ideologías y
cosmovisiones parciales, con la implicación necesaria en
El Socioanalista
relación a los demás grupos, con quienes mantienen
intercambios de bienes, lenguajes, trabajos, etc.

La otra posibilidad es la potencialidad negativa en el sentido en


que los grupos y clases continúan con sus posturas egocéntricas,
de explotación, asimilación, connivencia, corrupción hacia
instituciones y funcionarios, el uso perverso del estado como
instrumento de negocios, etc., es decir, continúan con sus
objetivos fundados en sus verdades segmentarias, como un
conato de grupo y clase social, perseverando en ser y llevando a
cabo sus fines egoístas en cuanto pueden acceder al poder o por
medios indirectos como el uso de instituciones para sus fines así
como de funcionarios y la política toda como instrumento de
negociados. Digamos que el socioanalista se inclina hacia la
potencialidad positiva, implicando, vinculando mundos
hegemónicos con sus víctimas, empoderando grupos y clases
sometidas, hacia los fines de liberación consensuada, con
programas y proyectos de cambios también consensuados,
previa hegemonía de propuestas, con la participación de la
mayor cantidad posible de actores.

Sin embargo, el espacio simbólico de mediación-por excelencia-


está constituido por el inconsciente social que atraviesa a los

163
actores. Mediación intersubjetiva que entrecruza a todos desde
el nivel transubjetivo así como de mediación entre la base
material y la superestructura ideológica y política. Como
universo simbólico implícito, implica potenciales, posibilidades
de que los actores tomen conciencia de su situación social de
enajenación, de ser explotado y reducido a la condición de
esclavos postmodernos, etc. La “falsa conciencia” se ensancha y
amplía en cuanto a modelo de mundo, verdad extendida,
reencuadrada, ampliada hacia visiones de conjuntos, con
implicaciones múltiples, y donde el socioanalista oficia como
aquel esclavo que incursiona en la caverna de Platón para guiar
a los esclavos encadenados a reflejos imaginarios hacia la salida,
hacia otro modelo social, sin desigualdades ni minorías
explotadoras. Mejor dicho, el salto cualitativo en la conciencia
de los actores con nuevas posibilidades en cuanto a conquistas
sociales, luchas, propuestas, y en suma, una praxis extendida.
El Socioanalista

Metáfora social y Formación social

El lenguaje es social y conlleva sentidos implícitos, de índole


igualmente social. Es decir, significaciones sociales, propios del
nivel colectivo, que truecan en calidad merced al proceso
emergente, cuando sentimientos o ideas subjetivas se aúnan en
grupos, clases y etnias para el salto de calidad de un
sentimiento social, como en las identificaciones colectivas,
mitos colectivos, ritos colectivos, marchas y luchas de
conjuntos, ideales colectivos, convicciones, etc., hasta la cultura
toda que se sostiene gracias a ligazones simbólicas profundas y
sociales. A los fines de la interpretación del “anagrama social”,
emergente, que se interpreta, como verdad grupal o de clases,
interpretamos los dos procesos “psicolingüísticos
fundamentales” a saber, el proceso de metáfora y el de
sustitución. En el psicoanálisis se denominan “condensación” y
“desplazamientos”, respecto del “proceso primario” en que
opera el “Inconsciente subjetivo” tal como lo estudió Freud y
muchos otros. Pero por su naturaleza social, el lenguaje implica
la metáfora social como condensación de sentidos,

165
significaciones cristalizadas, creencias comunes, convicciones,
ideales compartidas, ideologías, etc., que son conceptos
cristalizados o consagrados en la conciencia social, aunque
también con sus respectivos símbolos inconscientes que
volvemos a encontrar en cada metáfora social.

La metáfora social es el lenguaje figurado, indirecto, que alude a


la verdad que cada grupo sostiene y vehiculiza en sus discursos,
intervenciones, luchas, etc., como verdad incluso más allá de la
falsa conciencia de sus actores. Ya el mismo simbolismo social
constituye una metáfora en el sentido en que se dice algo
sustituyendo un término por otro. Es una alusión a una verdad
que defendemos, que nos sostiene, y que se infiltra en nuestro
discurso social manifiesto. Decimos algo más al hablar y tal
connotación nos indica que la verdad se revela a cada
momento, en cada metáfora, pero requiere de un intérprete
que posea el código para interpretar tal verdad. Por ejemplo lo
que nos enseña H.G.Mead a propósito del deporte como
metáfora de lo que puede suceder en la vida, en la sociedad o
cuando acudimos al mito de “Tótem y tabú” para explicar la
rivalidad de los partidos, las luchas, las estrategias de poder
como medios para acceder a la herencia paterna como
equivalente a llegar al poder, etc.
El Socioanalista
Para Jacques Lacan, la metáfora se define como la sustitución de
un significante por otro, que el socioanalista interpreta y
concatena para entrever la verdad anagramática de cada
discurso. Muchas veces un sujeto o actor no percibe que cuando
habla, utiliza muchos símbolos vinculados a su clase social, que
incluso niega, o justifica desde las defensas transpersonales
pero que denuncian su situación social objetiva. Tales símbolos
que vehiculan cualidades de clases, etc., están a prestos a ser
interpretados por el socioanalista. Cuando traducimos un
símbolo significante en su significado, tenemos un concepto,
una idea, una significación social. Al concatenar tales
significantes sociales, podemos escuchar algo más que la
condición social porque también un sujeto defiende a su amo,
sin tomar conciencia del mismo, merced al proceso de hipnosis
social y programación social.

El proceso que acompaña a la metáfora o sustitución de un


símbolo por otro, es la metonimia o desplazamiento de una
verdad oculta a través de sucesivos símbolos. Es por ello que
incluso en la religión podemos encontrar significaciones
vinculadas con la ideología de un sujeto y su relación con su
situación social objetiva como el ser pobre y pensar como rico,
por ejemplo. Es decir, se traslada o transfiere un sentido oculto

167
a términos sucesivos, quedando que todo discurso vehiculiza la
verdad de un grupo o clase social y que nosotros encontramos
el simbolismo metafórico del lenguaje. En el lenguaje hablamos
de algo ausente, en sentido figurado, utilizando imágenes,
situaciones, etc., en alusión a aquel ausente.

En tales metáforas sociales encontramos las “Formaciones


sociales” o significaciones grupales y de clases, cualitativamente
diferentes a las subjetivas. Una ideología es una formación
social lo mismo que un mito, un rito, una costumbre, un
prejuicio de clase, una falsa conciencia, la verdad compartida,
una fantasía de clase, un ideal, un grupo social, una institución
social, etc., merced a que metaforizan representaciones y
verdades sociales. Una crisis social recurrente, un conflicto, una
marcha, una estrategia de grupo, un acontecimiento, una
opinión, un discurso, etc., constituyen formaciones sociales
porque implican construcciones, metáforas, que conllevan
verdades veladas, defensas transpersonales, estrategias de
poder, ideales, etc.
El Socioanalista

El conato social forja un destino programado

De acuerdo con el “Conatus” Spinoziana, individuos, grupos


sociales y clases perseveran en ser de acuerdo a la verdad que
portan y defienden a como sea. Es la defensa de una verdad que
siempre es parcial, particular, que nos lleva a la resistencia, a la
lucha por ser, por defender la acotada realidad que nos
forjamos. Un mal muy humano y constituye una de las más
grandes limitaciones para la humanidad. No permite la realidad
compartida y todos se enfrascan en imponerse, en ser legítimo
como equivalente a que los demás acepten la propia visión.
Pero como definición de sí, del propio modelo de mundo, del
propio constructo de realidad, el conatus implica la referencia
fundamental de individuos, grupos y clases. De allí la dificultad
para forjar realidades compartidas, inclusivas, donde no existan
dueños de la verdad, incluso en las “acrópolis del saber” como
instituciones y personajes que pretenden encajar la torta en la
porción de tortas, es decir, el todo en las partes. Es la famosa
“generalización indebida”, a partir de unos pocos casos, que no
justifican ningún pasaje a ninguna pretendida ley social o

169
siquiera generalización alguna. Pero necesitamos aunar
criterios, cruzar modelos de mundos, propuestas, y lograr
realidades implicativas, en conjunción, con zonas de
intercepción como realidad compartida. Es la conquista que nos
toca realizar. El pasaje de realidades particulares, nacionales,
ideológicas, grupales, teóricas, etc., hacia lo general como
momento, y sin olvidar la singularidad de cada ser humano.

Por otro, tal conatos, por la verdad que implica, verdad cifrada,
programada, simbolizada como modelo de mundo, conforma un
“programa de vida”, un “programa para ser”, tanto de
individuos, grupos o clases sociales, incluso, la sociedad toda. Es
lo que se pretende cuando se habla de “cultura”. Una
configuración, una pretensión de mundo, aunque poco holista,
por lo que, hablamos de un relativismo donde, la defensa de
cada mundo deviene en proteccionismo, sin intención de
inclusión recíproca de tales. El relativismo es un momento, pero
luego, implica una realidad más amplia, otra clase, la clase de las
realidades en conatos, particulares, sopena de guerras
perpetuas y de tragedias en nombre de una verdad parcial.
Incluso, la defensa de tales verdades segmentarias forja un
destino, una previsibilidad social, relativa, siempre probabilística
pero previsibilidad al fin. Un destino parcial, equivocado,
El Socioanalista
centrado en un punto de vista parcial, nacional, continental,
grupal, subjetivo, etc., pero parcial. El “Destino común”, el
programa social mayor, transcultural, que interesa a cada
humano en el planeta, es la misión de las ciencias y la política,
de los pensadores, a los fines del pasaje del reino de la barbarie
al de la humanidad más inclusiva.

171
El Inconsciente social es lo general de lo individual

Para el socioanalista, somos al mismo tiempo sujetos de un


inconsciente individual, con vínculos intersubjetivas, grupales,
familiares, de clases, aunque también social, en el sentido pleno
del término. Por el lenguaje y su atravesamiento subjetivo,
familiar, grupal y de clases, lo general se hace particular aunque
al mismo tiempo inserta al sujeto en lo social. El Inconsciente
social es la inclusión de individuos, grupos y clases en lo general.

Es la verdad colectiva, transvalorizado a otro plano, simbólico,


universo simbólico, como verdad común, referencial, que
sostiene una nación, una cultura, un pueblo. “Inconsciente de
pueblos” decía Freud en “Moisés y la religión monoteísta” y lo
nombro también “Inconsciente social”, como al pasar, en
“Psicología de las masas”. Para Erich Fromm, así como existe un
carácter social, como aquel “carácter medio” del que hablaba
Freud en el texto citado, existe un inconsciente social, “zonas de
represión común”, tabúes que prohíben cosas, sobre todo lo
atinente a la ideología y verdad dominante, que somete, que
El Socioanalista
explota, y que no deben ser cuestionados sin que se sufra las
varas del control social, incluso la represión de estado, de
instituciones, las leyes, cárceles, la misma moral dominante. La
tan conocida “Matrix” no constituye sino una alusión, una
metáfora de tal “Programa social”, inconsciente, pero sostenido
en el plano social gracias a la memoria social, a la tradición, las
opiniones, creencias comunes, ideales, costumbres, etc.

Volviendo al tema de la inclusión dialéctica de lo particular en lo


universal y singular, decía Lenin: “Es evidente que también aquí
lo principal para Hegel es señalar las transiciones. Desde cierto
punto de vista, ciertas condiciones, lo universal es lo individual,
lo individual es lo universal. No solo conexión, y conexión
inseparable, de todos los conceptos y juicios, sino transiciones
de unos a otro, y no solo transiciones, sino además la identidad
de los contrarios-esto es lo principal para Hegel”. “Cuadernos
filosóficos”. De modo que, el Socioanalista debe considerar lo
subjetivo en relación a lo intersubjetivo de grupos y clases y lo
transubjetivo como el plano superador, aunque en relación
dialéctica. Un asalariado ante su jefe desplaza y sustituye sus
primeros objetos familiares como su padre a la figura del patrón
ahora devenido “padre sustituto”. Es la manera en que
metaforiza sus primitivos modelos y relaciones familiares. En

173
ese plano, también se encuentra con hermanos sustitutos, con
quienes compite por el amor paterno, por su aceptación, o por
su sustitución, como ambivalencia, y allí la cosa es social,
aunque ignore profundamente las determinaciones sociales y
psicosociales de su conducta.

La otra serie de representaciones ya transpersonal,


transubjetivo, es la vinculada a su clase social, a sus
convicciones respecto de su clase en relación al de su jefe. En
ese sentido, acudimos a las categorías de clases, al modo de
producción, a la producción social y apropiación individual,
como matriz de las injusticias, aunque comprensibles como
“Inconsciente histórico”, según sostenía Rosa de Luxemburgo y
Federico Engels.
El Socioanalista

La praxis lingüística del socioanalista

Su campo de operación es el campo social, los medios,


instituciones, grupos, etc., donde escucha el simbolismo social,
las metáforas sociales, donde se insinúan verdades
segmentarias, proteccionistas, interesadas, minoritarias,
corporativas, ideológicas, etc., para cifrar el anagrama social
como la verdad dentro de todo discurso y como efecto del
mismo. Una verdad referencial de todo grupo social aunque
fragmentaria y necesitada de una urgente “implicación social”,
concatenando discursos, anagramas, desde una mayéutica
social orientada hacia la verdad compartida. Una praxis
lingüística donde juega la eficacia simbólica de la palabra, de los
discursos, en luchas, buscando cada grupo su instalación, el
reconocimiento, ser aceptado como la verdad verdadera,
excluyendo incluso, difamando, demonizando, rotulando,
invalidando y criminalizando, a puro prestigio, desde “la ley del
corazón”, como lo diría Hegel.

175
Praxis lingüística donde el sentido de los símbolos son puestas
en vinculación con el de los demás, quedando el socioanalista
del lado del mediador simbólico, el garante de que los discursos
sean todos verdades parciales, a los fines de su concatenación
con el de los demás, buscando la verdad compartida, definida
no desde su óptica sino desde los actores, que son quienes
necesitan convencerse de sus miradas parciales, y de la
necesidad de una verdad consensual. Un hacer, hacerse y
rehacerse con las palabras, con las preguntas, con la escucha,
como parte de la comunicación. Un hacer que descifra símbolos
y no solo signos sociales. Un más allá de lo que se dice y como
búsqueda del “discurso dentro de cada discurso” como
anagrama social o verdad que nos implica a todos. Una
construcción social y lingüística, sin dudas, pero en la praxis,
donde teorías y prácticas llevan a una síntesis superior. Es decir,
la verdad consensual, socialmente construida y compartida
adviene, como sostenía Ronald Laing.
El Socioanalista

Inducción y desinducción social

El socioanalista labora en el marco de la hipnosis social, de


discursos instaladas, sugestiones mediáticas, creencias
consagradas, todas sugeridas e inducidas en su momento, como
la verdad misma, como la definición de la realidad. Los
“ilusionistas” abundan y los medios se ubican en primer lugar
junto a la web. El socioanalista se posiciona en el lugar del
“Deshipnotizador social”, orientando hacia la desprogramación
social, hacia la desinducción, despotenciando ideologías,
creencias, procedimientos, modelos de mundos etc., aunque
sondeando el modelo de mundo de los actores y nunca
imponiendo el suyo. Los cambios estratégicos ocurren cuando
los actores logran percibir las contradicciones, insuficiencias,
limitaciones, autoritarismo, fijeza, desactualizado o no acorde
con una ética compartida. Es un cambio de los actores hacia los
actores y todo desde una comunicación desde el plano
subliminal, implícito, como persuasión indirecta, con metáforas
acordes con el discurso y nivel del sujeto, orientando hacia la
relativización de las ideas autocráticas, los ismos, el conato.

177
Si cabe el término, hablar de “Auto desprogramación social”
inducida, orientada, vía Mayéutica social, preguntas
estratégicas, que orienten hacia la verdad reducida, de la
necesidad de visiones conjuntas, las injusticias, la misma verdad
consensual. Mejor dicho, el socioanalista se comunica en el
plano simbólico de la comunicación, la comunicación simbólica,
subliminal-en el mismo plano subliminal que el
socioinconsciente-, con metáforas, casos, anécdotas
astutamente forjadas según el destinatario y apuntando a
despotenciar visiones en ismos, etc. Una vez más, decimos que
es una intervención estratégica, orientada al cambio desde
visiones parciales, de clases, en ismos, como una ideología
cerrada, que se pretende la misma verdad, para orientar hacia
verdades compartidas pero utilizando las premisas de los
mismos ismos. De ésta manera, cada actor toma conciencia de
sus limitaciones, de sus ideas limitadas, fragmentarias,
impositivas y egocéntricas. Una tarea de desinducción social,
desprogramación social de visiones en ismos, buscando lo que
cada actor comparte, los ideales comunes, los intereses
compartidos, así como las injusticias, las explotaciones, las
mentiras sociales, las manipulaciones, las puestas en escenas,
los contrastes, etc. Al respecto, la despotenciación de ideas,
El Socioanalista
premisas, ideas fijas, etc., implica la deconstrucción ideológica,
la arqueología del saber que sostienen a los actores, refutando
miradas parciales en aras de una realidad única y total, ya desde
los autores utilizados como referencias absolutas. Es una visión
sistémica pero considerando cada ismo como sistemas cerrados,
parciales, “Procustianas”, insuficientes para organizar una
sociedad equitativa, por lo que, los cambios no sucederán por
obra de una magia discursiva y el socioanalista se verá obligado
a diseñar programas de intervención, propuestas sociales,
nuevos proyectos orientados a una humanidad más inclusiva.

179
La función social del Inconsciente subjetivo

La dialéctica individuo-sociedad resulta imprescindible a los


fines de la salud mental de individuos, grupos e instituciones. El
sujeto suele sentirse solo cuando no está en sociedad, y, a la
inversa, cuando se encuentra en lo social, extraña estar solo, a
merced de su inconsciente subjetivo. Es una atracción recíproca
merced a que el núcleo de verdad contenida en su inconsciente
lo compele a sus designios, tanto como la verdad socialmente
compartida lo atrae desde el otro polo. Podemos hablar
entonces de la función social del inconsciente subjetivo y de la
función subjetiva de lo social. La pertenencia social implica
verdades compartidas, funciones, actividades, roles, ideales,
etc., compartidas que se buscan plasmar. Es el marco simbólico
social, que obtenemos en la “socialización secundaria” como en
la escuela. La escuela cumple su función de ruptura del
programa familiar y de linajes, proveyendo de imágenes,
símbolos, modelos y toda clase de cosas que todos anhelamos
tener. Son modelos a seguir y en el inconsciente subjetivo se
encuentran en su fase potencial, con lo que, vía deseo, remiten
El Socioanalista
al campo social. Sin embargo, el “Programa subjetivo”, el
mentado “Inconsciente subjetivo”-desde nuestra óptica-implica
una visión segmentaria y parcial como punto de vista
egocéntrico y necesita ser mediatizada por lo social. Desde ya
que lo social mediatiza lo subjetivo con el lenguaje, con
significaciones sociales, culturales, gracias a la función
mediadora de la familia, aunque la participación social posibilita
la ruptura de tales, gracias al salto en un nuevo plano ya social.
Por su parte, el modo de producción social, motiva a la
búsqueda de trabajo, a la producción, a la participación para
satisfacer deseos subjetivos, familiares, con lo que, se forja el
otro plano simbólico, esta vez compartido o “Inconsciente
social”. Son los procesos que ignoramos y que funcionan en el
plano simbólico, pero que son eficaces para determinar
creencias, patrones, vínculos, ideales, conflictos, luchas, etc. De
modo que la dialéctica de los respectivos inconscientes resultan
necesarios para relativizar cada polo y poder así pasar de
posiciones unilaterales como el subjetivismo de muchas ideas,
que, como verdaderos ismos, se resisten a ser relativizados y
despotenciados por lo social. En este marco, aludimos al
“Inconsciente saber” de todo sujeto, aunque también al
“inconsciente falta” que abre el deseo y la necesidad de acudir a

181
lo social, a la dialéctica, y donde se opera el salto de calidad de
los inconscientes subjetivos en un inconsciente social. Es allí
donde el socioanalista busca la verdad compartida, aún
inconsciente, para llevar a los actores a la toma de conciencia de
sus visiones parciales, de sus modelos de mundos acotados, y
así poder hilar tejer, promover, y estimular la vía alterna de los
actores; es decir, la verdad y realidad consensual.
El Socioanalista

Los “Filtros sociales”, en la mira del Socioanalista

Para Fromm, el Inconsciente social se forja gracias a lo que


denominó “Filtro social”, que se compone de tres elementos
que iremos analizando. Como verdad compartida, se escamotea
desde el vamos por individuos y grupos, tanto como clases
sociales. Gracias a las “zonas de represión” a que aludía Fromm,
podemos vislumbrar la triste realidad del explotado, del
trabajador asalariado, y de su condición de alienado, gracias a
su trabajo enajenado, etc, tanto como otras clases igualmente
alienados en el modo de producción donde ser es tener, etc.

Lo que se escamotea es la verdad de cada grupo social, de cada


clase social aunque sostenida y defendida incluso en la guerra,
en la revolución, ante cambios sociales, progresos tecnológicos,
etc. Tales zonas de represión legitiman éste orden dado de
cosas incluso con la represión social vía violencia estatal como
instrumento de clases. De la misma manera, el uso de las leyes,
el voto, los partidos, el parlamento, la misma democracia, se

183
supeditan a los usos de clases, al rango de “instrumentos de
clases” para dominar a la clase dependiente.

Fromm llamaba “Filtro social” al proceso de enmascaramiento


de la opresión y desigualdad social. Este filtro social se
compone del lenguaje, la lógica inherente a cada sociedad, y los
tabúes sociales. En el caso del lenguaje, las palabras nominan y
llevan a efectos de dominación, determinando un modelo de
mundo, una cosmovisión, tal como sostenían también Sapir y
Worf. Es decir, lo que pensamos depende de las palabras, del
lenguaje. Las palabras definen una cosmovisión, un estilo social,
de organización y cada cultura jerarquiza ciertas palabras según
su modo de vida, su estilo, su organización económica, política y
social, etc. Es decir, cada palabra conlleva una significación
cultural, particular a cada sociedad. Son idiosincráticas.

De modo que para el socioanalista, los términos conllevan un


modelo de mundo implícito en los anagramas del lenguaje, en
las concatenaciones de palabras, como metáforas alusivas,
como un lenguaje indirecto que proclama todo un modelo de
sociedad, de vida, de política, de ideal de vida etc., aunque
parcial o en ismos. Es allí donde cifra, interpreta e interviene
para implicar visiones, buscar puntos de contactos, zonas de
El Socioanalista
intercepción y así construir los puntos en común y más allá de
los ismos.

Otro filtro social es la lógica silogística muy en boga en el


capitalismo y que no admite contradicciones, donde A es A y no
puede existir otra verdad en el seno de A como la nueva
sociedad en el seno de la vieja sociedad como hemos conocido
de la sociedad feudal que contenía en su seno el capitalismo
naciente. Es decir, por la lógica aristotélica, no hay lucha de
clases, no hay desigualdad, cada clase social es lo que es, así
como sus instituciones, sus agentes, las ideologías, etc., son lo
que son. Sin embargo, desde la lógica dialéctica podemos
considerar que todo cambia gracias a la contradicción que se
erige como el motor de lo existente. La sociedad está dividida
en clases que luchan, y el cambio se debe al mismo proceso.
Gracias a la lógica dialéctica podemos conocer el materialismo
histórico que afirma que la historia es la historia de clases que
luchan. También vislumbramos la marcha de la historia, desde
una tesis, antítesis y síntesis, donde cada momento es la tesis de
otra antítesis, movilizando la historia en la dialéctica social.

Finalmente, el filtro social de los tabúes sociales o prohibiciones,


que ya conocimos desde Freud y la prohibición del incesto como

185
fundamento de la exogamia y los intercambios sociales. Levi
Strauss acentuó ésta cuestión en sus estudios sobre la
prohibición del incesto como medio por el cual se opera el
pasaje de lo natural a lo cultural. Existen muchas prohibiciones,
pero las principales son las que hacen al fundamento del orden
social desigual. Esas prohibiciones se vinculan con la propiedad
privada, el capital, los mitos y mistificaciones, las ideologías,
prácticas, etc., que no se replantean porque implican el peligro
de que el orden social se derrumbe en el plano del modelo de
mundo y lleve a consecuencias temidas. Está prohibido que un
alumno le indique al profesor que lo programa para ser un
trabajador explotado. Está prohibido replantear la familia y su
organización jerárquica, así como hablar mal de dios o las
instituciones consagradas, etc. Sirven así a los fines de una
verdad oculta, compartida, y que traspone la desigualdad en un
plano simbólico que se enmascara con metáforas e ideologías,
falsas creencias, mistificaciones, escotomizaciones, etc.

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