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Historia Argentina/UNQ

Curso semi presencial

Esta clase la comenzaremos con algunas cuestiones históricas que complementan


en el período posterior el texto de Daniel James, que culmina en 1930. Lo que deben
observar en la lectura de ese texto es la concepción del paternalismo para el gobierno, los
conflictos obreros y las problematicas con las provincias.
asimismo deben mirar los siguientes videos: https://www.youtube.com/watch?v
=heVO9-hwYe0&list=PLEWQrdGDSC3qzh2u_cWc3_NLWHMLrFI0z&index=8&ab
_channel=GeografiaHistoria
https://www.youtube.com/watch?v=b0chx1WH6D4&list=PLEWQrdGDSC3
qzh2u_cWc3_NLWHMLrFI0z&index=9&ab_channel=GeografiaHistoria.
Gran parte de las transformaciones en el Estado y por consiguiente en la burocracia
estatal comenzaron a delinearse en la década de 1930. Las interpretaciones tradicionales de
ese período (construidas post 1955), calificándolo como década infame o de gobiernos
fraudulentos, no parece poder sustentarse actualmente. Ese momento de la historia
argentina marca el comienzo de un nuevo Estado, y su intervención en la economía se
acrecentó de manera significativa. La crisis provocada en el comercio exterior logró que los
gobiernos conservadores utilizaran nuevas herramientas de intervención estatal como
medio para hacer frente a los desajustes económicos. Diversos planes, siendo el más
importante el Plan de Acción Económica (que en cierta manera supone el ingreso de una
tecno-burocracia) del entonces ministro de Hacienda Federico Pinedo de 1933 o el
fracasado Plan de Reactivación Económica (conocido como Plan Pinedo) de 1940 ocasionaron
una intervención del Estado desconocida hasta ese momento. Otro de los instrumentos
utilizados fueron las Juntas Reguladoras y Comisiones, instituciones que apuntaban a
garantizar una relativa estabilidad económica y en momentos donde se observaban
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mecanismoselde
afianzaron una del
papel fuerte intervención
Estado estatal. Fue a partir de ese año donde se hizo más
en la economía.
Prácticamente existe consenso historiográfico sobre el crecimiento de la
intervención estatal en la economía durante los años treinta en la Argentina. Luego del
derrocamiento de Yrigoyen en 1930, la disciplina económica y el Estado comenzaron a
evidente y necesario el ingreso de elencos técnicos al Estado, interpelados para dar algún
tipo de respuesta a la crisis que recién comenzaba. Esta situación es asimilable al proceso
acontecido en el país con los gobiernos de Uriburu, Justo, Ortiz y Castillo, el Grupo Obra
de Unificación y el peronismo. No obstante, el proceso no fue lineal ya que se encuentran
constantes recambios de elencos técnicos que ocuparon la estructura burocrática de
decisión económica durante el período.

El 6 de setiembre de 1930 un Golpe de Estado encabezado por José Félix Uriburu


puso fin al orden democrático instaurado en 1916. Dicho movimiento fue en realidad una
conspiración llevada a cabo por sectores tanto militares como civiles, a los que no fueron
ajenos intereses económicos. Los partidos políticos opositores en su mayoría, como la
Unión Cívica Radical Antipersonalista, el Partido Socialista Independiente y el arco
conservador, apoyaron con júbilo la caída del gobierno de Hipólito Yrigoyen, elegido dos
años atrás. Asimismo, la población tuvo una actitud pasiva y los medios de comunicación
apoyaron abiertamente al nuevo gobierno. Aunque la crisis económica mundial de 1929
desatada en Nueva York no tuvo una relación estrictamente directa con el derrocamiento
de Yrigoyen, se puede considerar que una serie de problemas económicos influyó para que
el proceso político se precipitara.
La caída de volúmenes de las exportaciones tradicionales, carnes y cereales, y la
consecuente merma en el ingreso de divisas trajo aparejado no sólo un déficit en la balanza
comercial y de pagos, sino también en las arcas fiscales. En ese momento la mayor fuente
de ingresos fiscales eran los gravámenes al comercio exterior y la crisis internacional
provocó una fuerte reducción de estos recursos. Problemas que en el pasado reciente ya
habían aflorado con crudeza, como la desocupación y la pobreza (por ejemplo, en los años
de la Primera Guerra) resurgieron con vigor y pusieron en evidencia que el nuevo escenario
necesitaba de respuestas inéditas. Paralelamente, las críticas hacia el gobierno de Yrigoyen
llovían desde la oposición y una parte de la Unión Cívica Radical (UCR). Las objeciones al
fuerte personalismo que le imprimía el presidente se acrecentaban al tiempo que se hacían
extensivas al propio sistema democrático. La denuncia de “electoralismo” era una
constante en torno a la figura presidencial, que veía mermar sus apoyos precipitadamente.
La caída de Yrigoyen se manifestaba como la única solución política para los grupos
opositores, y en eso las voces iban al unísono. La coyuntura internacional terminó de
completar el panorama y así, en un primer instante, el apoyo al Golpe de Estado obtuvo un
amplio consenso.

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En un principio, el gobierno de Uriburu intentó volver a la vieja política tradicional
previa a 1916. No obstante, la gravedad de la situación económica modificó
sustancialmente los objetivos originales. Las exportaciones dejaron de ser el motor de la
economía y el mercado interno comenzó a ocupar, paulatinamente, el lugar dejado por el
comercio exterior. En este nuevo contexto, las elites dirigentes asumieron que había que
redefinir el lugar que le correspondía al Estado en la orientación de la actividad económica.
Así surgieron nuevas voces (o muchas antiguas se redefinieron) para proponer soluciones
ante la nueva e inédita coyuntura internacional.
La crisis internacional modificó en los países capitalistas sus prácticas comerciales y
financieras habituales y, luego de algunos ensayos, se impulsaron nuevas baterías de
medidas que implicaban una intervención gubernamental sin precedentes. Lo que había
sido hasta entonces una economía internacional relativamente bien integrada basada en la
división internacional del trabajo devino, durante los años treinta, en una serie de
economías orientadas hacia el mercado interno, amparadas por el fortalecimiento de las
barreras proteccionistas y el abandono del patrón oro como base de las políticas
monetarias. La Argentina no fue ajena a esta tendencia y las respuestas implementadas por
los gobiernos de la década de 1930 estuvieron ligadas a la búsqueda de nuevas fuentes de
financiamiento desvinculadas del comercio internacional. Esta situación revivió una
discusión, que se había planteado años atrás, sobre el lugar que le correspondía al Estado
en el diseño de políticas destinadas a orientar al conjunto de la economía. Sin embargo, fue
necesaria la crisis internacional para que muchas de las soluciones propuestas comenzaran a
tener finalmente un principio de aplicación.
A nivel internacional y luego de la Primera Guerra Mundial, prácticamente no
quedaban voces en defensa del retorno al liberalismo y, aunque es imposible afirmar una
fecha exacta de cambio de paradigma, no es menos cierto que se asistía a un proceso
paulatino de redefinición del lugar del Estado. No se podía seguir excluyendo del sistema a
los segmentos sociales más débiles como los trabajadores o los sectores populares. Las
dificultades externas sumadas a la nueva actitud que adoptaron las naciones occidentales
capitalistas que comenzaron a utilizar herramientas anti-cíclicas, crearon un cambio en el
paradigma económico que se hizo sentir en la República Argentina.
La crisis sirvió como cimiento a una nueva forma de interpretar lo estatal, y las
elites dirigentes debieron aggiornarse frente a la nueva coyuntura en defensa de sus
intereses. Por primera vez los dilemas de la relación economía-Estado tenían un nuevo
protagonista, ya que debían ser resueltos por técnicos y no por políticos.
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Como les mencioné anteriormente, la caída de Yrigoyen en 1930 fue consecuencia
de la unión de sectores militares, políticos y empresariales, quienes desde la asunción del
segundo mandato comenzaron a desestabilizar sistemáticamente la figura presidencial. La
cabeza de la conspiración fue el general José Félix Uriburu, quien se había inspirado en las
ideas corporativas del tirano español Primo de Rivera. En efecto, para Uriburu uno de los
problemas centrales del gobierno republicano residía en la descomposición del sistema
político, el personalismo, el centralismo y su evolución hacia la demagogia, encarnada en la
figura del presidente destituido; específicamente, hacía énfasis en la composición del
Congreso y los intereses allí representados y, a la salida de su gobierno en 1932,
manifestaba que

No concebimos un país de agricultores y hacendados que esté representado


en la Cámara de Diputados por 59 abogados, 36 médicos y 9 hacendados, 2
obreros e igual cantidad insignificante de otras profesiones, como ha
ocurrido hasta el 6 de setiembre y como seguramente ocurrirá con el actual
Congreso. (…) Estimamos indispensable para la defensa efectiva de los
intereses reales del pueblo, la organización de las profesiones y de los
gremios y la modificación de la estructura actual de los partidos políticos.

Debido a este pensamiento que se hizo efectivo durante su gobierno, Uriburu


colocó en su gabinete a personajes vinculados al patriciado argentino. Muchos de ellos
habían desempeñado funciones en los gobiernos previos a 1916 u ocuparon cargos en la
SRA. Como lo manifestó en su discurso, había que retornar a una Argentina
agroexportadora, de ahí que ganaderos, banqueros, dueños de empresas, abogados de
empresas extranjeras fueran designados ministros de gobierno. El modelo corporativo fue
rápidamente impulsado por Uriburu, con un desprecio visceral hacia el liberalismo y los
partidos políticos. Para el presidente de facto el Estado que había heredado era
eminentemente burocrático y basado en favores políticos y por lo tanto era necesario
modificar esa estructura. A diferencia de lo sostenido por el gobierno de Yrigoyen Uriburu
señalaba en diciembre de 1930, en un mensaje dirigido a los directores de las grandes
reparticiones nacionales, la necesidad de reducir el gasto mediante una severa reducción de
la plantilla de un personal considerado en buena medida ineficiente.

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La eliminación sistemática de los empleados incapaces y la rebaja de sueldos
de los que no estuviesen en condiciones para seguir ocupando su categoría
en el nuevo escalafón, permitirán desprenderse del personal redundante y
restringir sensiblemente los gastos. (…) En esta tarea no cabe otro criterio
que el de la eficiencia y la ecuanimidad.
A principios de 1931 el gobierno mostraba una parsimonia para convocar a
elecciones generales. Uno de los militares más influyentes de la nueva línea
“profesionalista” del Ejército, Agustín P. Justo, se constituyó como el personaje de mayor
liderazgo dentro de la fuerza, en oposición a la situación gubernamental. Un planteo militar
solicitando de inmediato la normalización institucional, permitió que la figura de Justo se
acrecentara y estrechara vínculos más cercanos con personalidades del mundo social y
político en desacuerdo con Uriburu. La presión ejercida por los diversos partidos, la prensa
y un sector del Ejército obligó al gobierno a ensayar una salida electoral que plebiscitara la
gestión de Uriburu. Las elecciones serían escalonadas con inicio en la provincia de Buenos
Aires, las cuales se realizaron en el mes de abril de 1931. La UCR resultó victoriosa
demostrando que, a pesar de no disponer de recursos estatales y sin contar con la figura de
Yrigoyen, mantenía un electorado muy importante. La derrota del oficialismo obligó a
suspender el cronograma electoral previsto, selló definitivamente las aspiraciones de
Uriburu y precipitó la salida del artífice de la contienda electoral, el ministro del Interior
Matías Sánchez Sorondo. Con el alejamiento de Sánchez Sorondo, Justo se trasformó en el
único personaje con certeras aspiraciones presidenciales, ya que podía dirigir a un grupo
variopinto como conservadores, antipersonalistas y socialistas independientes. La
Concordancia, creada en 1931 y que detentaría el poder hasta 1943, fue el frente político
mediante el cual Justo iba a intentar construir su hegemonía a lo largo de la década.
En noviembre de 1931 la fórmula Agustín Justo-Julio Roca (h) se impuso en las
elecciones presidenciales gracias a la proscripción de la UCR. Esta situación le valió al
gobierno entrante un problema de legitimidad institucional. El gabinete de Justo estaba
integrado por muchas figuras de los sectores tradicionales. A pesar del peso de los
conservadores, el presidente tuvo que gobernar tratando de equilibrar a las distintas fuerzas
que ocuparon cargos ejecutivos. Mantenerse en el poder mediante el fraude y la
proscripción fue una tarea ardua para Justo y sus seguidores debido a las denuncias
recibidas en toda la gestión. Sin embargo, durante la presidencia de Justo la política
económica iba a tener un papel destacado en relación al intervencionismo estatal.

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Asimismo y con el fin de evitar que la producción interna continuara en depresión
se crearon una serie de organismos de regulación económica. Las Juntas Reguladoras y las
Comisiones comenzaron a funcionar para buscar soluciones que preservaran los intereses
económicos más vinculados al agro. Las Juntas se financiaban a través de impuestos
específicos sobre el comercio, la producción y el cultivo de los diferentes productos. En su
mayoría funcionaron desde 1932 a 1938 y a lo largo de su existencia sufrieron diversas
modificaciones derivadas de los avatares económicos. Aunque todas estas instituciones
estuvieron imbuidas de un carácter más bien corporativo, el Estado tuvo una presencia
significativa en todas ellas y marcó el inicio de un vínculo perdurable entre lo económico y
lo estatal. La creación de estas agencias en relación al problema de la intervención estatal
estaba justificada en la gravedad de la situación macroeconómica: un pasivo flotante
gigantesco que ni siquiera podía ser calculado, vaciamiento de las arcas fiscales, aumento de
la deuda externa, imposibilidad de obtener créditos a corto plazo en el extranjero y un
sistema bancario obsoleto.

El crecimiento observado desde 1934 en la economía no pudo sostenerse, hacia


1937 comenzó otra recesión que le recordó a alguno de ellos la crisis de 1929. Las
exportaciones disminuyeron nuevamente y la crisis del mercado externo repercutió en la
balanza de pagos y en el mercado interno. Toda esta situación revivió el debate en torno al
papel del Estado en la economía, y quedó por definir si efectivamente las nuevas
orientaciones se profundizarían o se intentaría volver al cauce de la economía ortodoxa.

Las medidas tendientes a una mayor injerencia del Estado en la economía tuvieron
que esperar al menos cinco años. Los avatares posteriores llevaron al gobierno de Justo a
preocuparse más por la política electoralista que por la economía y lo que llegó a tener de
novedoso y pionero culminó precipitadamente. Como el presidente nombraría al candidato
para sucederlo, el Congreso se ocupó más de mirar con preocupación la sucesión
presidencial que de sancionar nuevas leyes.
La necesidad de modificar el sistema financiero argentino fue también otro
objetivo reconocible en las medidas implementadas en los primeros años treinta. Las
modificaciones en el régimen de cambios, que habían comenzado con la inconvertibilidad
de diciembre de 1929, pasaron por diversos avatares después de 1931 que culminaron con
la creación del Banco Central de la República Argentina en 1935.
Al momento de asumir la cartera de Hacienda en agosto de 1933, Federico Pinedo
tenía en sus planes la creación de un Banco Central para dar respuesta a estos problemas.
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Sin embargo, el gobierno creyó conveniente buscar en el extranjero una autoridad
reconocida en el campo político y académico para que legitimara la creación del Banco. La
tarea recayó en un experto británico, Sir Otto Niemeyer que fue convocado por el gobierno
argentino como asesor en dicha tarea. La llegada del economista y su comitiva se produjo el
17 de enero de 1933 y en dos meses había completado su tarea. El 2 de abril de 1933
presentó, con una gran repercusión en los diarios de la época, su informe al Ministerio de
Hacienda; en él proponía la creación de un Banco Central de Reserva y todo un sistema de
leyes sobre el régimen bancario y monetario.
El estudio realizado por Niemeyer no era muy diferente a lo que había
presentado en diversos países que solicitaban su asesoramiento con relación a la creación y
funcionamiento de un Banco Central. La principal falencia del documento puede
encontrarse en que no contemplaba la situación específica en que se hallaba la economía
argentina y su estructura bancaria a consecuencia de la crisis.
Una vez asumido en Hacienda a fines de 1933, Federico Pinedo decidió
retomar el proyecto de creación del Banco Central sobre líneas algo distintas. La diferencia
fundamental fue la de proponer al Banco Central como una entidad mixta, y no privada
como lo pedía el experto inglés. El proyecto fue expuesto al Congreso el 19 de enero de
1935 y luego de varios debates se sancionaron las leyes respectivas que el día 28 de marzo
fueron promulgadas por el PE.
Uno de los problemas que se tuvo que contemplar fue el de la deuda del gobierno
con los bancos y el de la transferencia del oro de la Caja de Conversión al BCRA. El
régimen quedó plasmado en las siguientes leyes: Nº 12.155, constitutiva del Banco Central
de la República Argentina, Nº 12.156 que reestructuró el régimen bancario, Nº 12.157 de
creación del Instituto Mixto de Inversiones Bancarias (IMIB), Nº 12.158 modificatoria de
la ley orgánica del Banco Nación, Nº 12.159 que reformó la del Banco Hipotecario
Nacional y, por último, la Nº 12.160 denominada ley de organización.
El debate parlamentario sobre las medidas financieras comenzó el 27 de febrero de
1935 y lo que predominó fue un clima de discusiones e impugnaciones. La acusación sobre
Federico Pinedo de utilizar la radio oficial para difundir sus medidas hizo que las sesiones
comenzaran con un sesgo de belicosidad entre los diputados opositores y el gobierno. El
diputado socialista José Luis Pena acusó al PE de que las medidas financieras y monetarias
estaban destinadas más que nada a encubrir las operaciones del IMIB, con el que se trataba
de salvar algunos bancos al punto de la quiebra. Asimismo criticaba que el gobierno le

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dedicase más energía a solucionar el problema de los bancos -donde se beneficiaban unos
pocos- que a modificar la penosa situación social.
No obstante las críticas de los diputados y senadores opositores al proyecto, ya sea
que lo consideraran un mero instrumento de política fiscal con la finalidad de cubrir déficits
con emisiones, o para beneficiar a determinados sectores con el tipo de cambio, el 31 de
mayo se dieron por consumadas las funciones de las comisiones organizadoras, y el 6 de
junio de 1935 el Banco Central de la República Argentina fue inaugurado oficialmente por
el presidente de la Nación, finalmente, en un caso puntual, la técnica había superado a la
política.
Hacia finales de 1937 el crecimiento observado en la economía comenzó a dar
signos de estancamiento. Malas cosechas provocaron una reducción de casi el cincuenta
por ciento de las exportaciones y los precios de los productos de exportación tradicionales
descendieron alrededor de un ocho por ciento. Las exportaciones habían caído en un solo
año aproximadamente el cuarenta y cinco por ciento y a finales de 1938 la balanza de pagos
en cuenta corriente marcó un déficit de 379 millones de pesos. En setiembre del año
siguiente se desató la Segunda Guerra Mundial y nuevamente el estallido de la
conflagración tuvo amplia repercusión en el mercado argentino. Las estadísticas de ese año
mostraron nuevamente un déficit comercial y las previsiones para 1940 no eran alentadoras
con relación a la recuperación económica; es más, se divisaba la real posibilidad de que las
exportaciones cayeran a niveles similares a los de 1930.
El cierre de los mercados europeos como producto de la guerra provocó un pánico
entre los diversos sectores económicos. Nuevamente el miedo se propagó en una sociedad
que veía un escenario similar al de los primeros años de la década. Sin embargo y como se
mencionó más arriba, en estos momentos el Estado disponía de elencos técnicos que
estaban preparados para afrontar los problemas derivados de la situación internacional.
Sobre la base de este trayecto político, en 1938 el presidente resuelve elegir como
sucesores al radical antipersonalista Roberto Ortiz y al conservador catamarqueño Ramón
Castillo. La idea inicial de Justo era colocar a un presidente dócil y manipulable para lograr
la reelección en 1943. Sin embargo, luego de ser elegido presidente mediante el fraude,
Ortiz acentuó la apertura electoral por lo que Justo vio peligrar su segundo mandato. A
causa de una ceguera cada vez más profunda producida por una diabetes aparecida poco
después de su asunción, Ortiz delegó sus funciones en su vicepresidente Castillo en
setiembre de 1940. A pesar de que no disponía de la designación legal de presidente ya que

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Ortiz había pedido licencia, estaba claro que Castillo era formalmente el encargado del
Poder Ejecutivo.
Luego de una renuncia masiva del gabinete durante la última etapa de Ortiz por
denuncias de corrupción, el nuevo presidente dispuso de una relativa libertad para formar
el nuevo gabinete y es así que le ofrece a Federico Pinedo por segunda vez la cartera de
Hacienda. Finalmente el 2 de setiembre de 1940 Pinedo es formalmente designado
ministro, y se volvió a reencontrar con Raúl Prebisch y el grupo de economistas que lo
secundaba en la función pública. Es interesante destacar que el llamado a Pinedo se
produce nuevamente en una situación de fuerte déficit en el intercambio comercial,
especialmente con los Estados Unidos.

A poco de asumir el ejercicio de la presidencia, Castillo se encontró en una


encrucijada entre dos posibilidades: la de esperar que se acomodase la situación económica
internacional o actuar rápidamente para mitigar sus consecuencias. La solución adoptada
fue la segunda, y el 14 de noviembre de 1940 Federico Pinedo presentó un nuevo plan
económico llamado Plan de Reactivación Económica (comúnmente conocido como Plan Pinedo).
–Esto lo veremos en mayor profundidad la próxima clase-

Actividades:

Luego de esta descripción les propongo que:

1) Lean el decreto 31864/33 de la página 40 de la carpeta de trabajo y lo comparen


con lo descripto anteriormente a los fines de comprender que sectores fueron
los principales beneficiarios de esta herramienta.

2) Lean las leyes 12.155/35 y 12.157/35 y presenten el nuevo papel del Estado en
la economía

3) Análisis de la cuestión social: la crisis de los años treinta hizo creer a muchos
que el tango iría a desaparecer –debido a la desastrosa situación de la industria
cinematográfica, que utilizaba en el todavía cine mudo orquestas de tango- por
la embestida del jazz. A partir de ese momento el género cambió radicalmente
con relación a los integrantes de las agrupaciones y encontramos una “especie
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de resurgimiento” del tango. Sólo por tomar algunas de sus obras les propongo
que realicen un análisis de dos letras de expresan el sentir de los años veinte y
treinta:

A) Cambalache de Enrique Santos Discépolo (1934)

Que el mundo fue y será


una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseados.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador...
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
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caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón...
Mezclao con Stravisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto a un calefón.
Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale, nomás...!
¡Dale, que va...!
¡Que allá en el Horno
nos vamo’a encontrar...!
No pienses más; sentate a un lao,
que ha nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley...

B) Yira Yira –E. Discépolo- (1929)


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Cuando la suerte qu'es grela
fayando y fayando
te largue parao...
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol...
Cuando rajés los tamangos
buscando este mango
que te haga morfar...
La indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira
verás que nada es amor
que al mundo nada le importa
Yira... Yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao,
después de cinchar,
lo mismo que a mí...
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
te acordarás de este otario
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que un día, cansado,
se puso a ladrar.

Asimismo, propongo una comparación de dos tangos vinculados a reflejar


la Ciudad de Buenos Aires.

C) Mi Buenos Aires Querido – Gardel y Le pera- 1934

Mi Buenos Aires querido,


Cuando yo te vuelva a ver,
No habrá más penas ni olvido.

El farolito de la calle en que nací


Fue el centinela de mis promesas de amor,
Bajo su inquieta lucecita yo la vi
A mi pebeta luminosa como un sol.

Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver,


Ciudad porteña de mi único querer,
Oigo la queja de un bandoneón,
Dentro del pecho pide rienda el corazón.

Mi Buenos Aires, tierra florida


Donde mi vida terminaré.

Bajo tu amparo no hay desengaño


Vuelan los años, se olvida el dolor.

En caravana los recuerdos pasan


Como una estela dulce de emoción,
Quiero que sepas que al evocarte
Se van las penas del corazón.

Las ventanitas de mis calles de arrabal,


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Donde sonríe una muchachita en flor;
Quiero de nuevo yo volver a contemplar
Aquellos ojos que acarician al mirar.

En la cortada más maleva una canción,


Dice su ruego de coraje y de pasión;
Una promesa y un suspirar
Borró una lágrima de pena aquel cantar.

Mi Buenos Aires querido....


Cuando yo te vuelva a ver...
No habrá más penas ni olvido...

D) Buenos Aires –Manuel Jovés y Manuel Romero- 1923

Buenos Aires, la reina del Plata,


Buenos Aires mi tierra querida,
escucha mi canción,
que con ella va mi vida.
En mis horas de fiebre y orgía,
harto ya de placer y locura,
yo pienso en ti, patria mía,
para calmar mi amargura.

Noche porteña, bajo tu manto


dichas y llantos muy juntos van,
risas y besos, farras corridas,
todo se olvida con el champán.

Y a la salida de la milonga
se oye una niña pidiendo pan,
por eso es que en el gozar
siempre solloza una pena.

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Al compás rezongón de los fueyes
un bacán a su mina le embrolla,
y el llorar del violín
va pintando el alma criolla;
Buenos Aires, cual una querida,
si estás lejos, mejor hay que amarte,
y decir toda la vida:
antes morir que olvidarte.

Finalmente y para cerrar la clase les propongo que realicen la guía de lectura
correspondiente al texto de Arturo O`Connell y lo discutimos en el grupo,

Fin de la clase.

Saludos para todxs!!

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