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Se puede considerar la pertinencia del filosofar hoy en día sobre el deber, para
preveer situaciones adversas que alteren las relaciones interpersonales en
escenarios donde se presume de la buena voluntad (Buena fé) de una persona. La
intención es darse cuenta que existe una naturaleza (“Algo tan extraño”) (Kant,
1921). que requiere de dominio propio para dar paso a los talentos del espíritu, y
cuando la persona no aplica dicho dominio, entonces es necesario tomar acción
preventiva cuestionándose las conductas percibidas en una persona, en el intento
de descifrar si esta tiene “tan sólo una buena voluntad”. (Kant, 1921).
Dice Kant: “Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible
pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo
una buena voluntad.” (Kant, 1921). Todo lo bueno puede ser considerado como tal
siempre y cuando se restrinja de lo contrario. Es decir, parece ser que existe una
naturaleza que necesita dominio propio por parte de la persona para permitirse
ejecutar la buena voluntad. Pareciera que la voluntad tiene un calificativo de
“Buena”, y asi, se puede interpretar que existe en la persona libertad para escoger
entre una voluntad antagónica (la mala voluntad).
Tiene razón Kant, al mencionar que es más valiosa la auténtica “buena voluntad”
que todo lo que por medio de ella pudiéramos verificar en provecho de alguna
inclinación. Sin embargo, es necesario hacer este ejercicio de verificación para no
pasar por ingenuos sobre todo en las decisiones que tengan un impacto
comunitario o de beneficio común. Es necesario asumir la vivencia de leyes
universales unidas a la moral que en cualquier parte del mundo se comprendan
como infranqueables y a la vez absolutamente diferentes de un acto de “mala
voluntad”. No es suficiente quedarse con la buena costumbre o presunción de
buena fé (buena voluntad) sobre las personas, sino entender el comportamiento
transparente, veraz y verdadero de una persona que en si misma se percibe y
actúa frecuentemente con buena voluntad. Por ejemplo, entender que, si una
persona miente en lo que se puede considerar insignificante, existen entonces la
posibilidad de mentir en aspectos que se puedan considerar más importantes.
Es asi como Kant reitera que entonces sería más fácil obedecer directamente al
impulso para alcanzar con mayor seguridad el fin, a diferencia de lo que la misma
razón puede alcanzar: dado que la razón solo le serviría para hacer
consideraciones sobre la feliz disposición de su naturaleza, tal como dice Kant:
“Pues todas las acciones que en tal sentido tiene que realizar la criatura y la regla
toda de su conducta se las habría prescrito con mucha mayor exactitud el instinto;
y éste hubiera podido conseguir aquel fin con mucha mayor seguridad que la
razón puede nunca alcanzar”. “ésta no tenía que haberle servido sino para hacer
consideraciones sobre la feliz disposición de su naturaleza”. (Kant, 1921)
Scheler, M. (1938). El Puesto del Hombre en el Cosmos. Buenos Aires: Losada S.A. Obtenido de
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