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TABLA DE CONTENIDOS
1.- INTRODUCCIÓN.
3.5.- Los problemas urbanísticos de Providencia y la zona norte del Mapocho. El caso de
Lo Contador.
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4.- TERCERA SECCIÓN. INCORPORACIÓN DE LA ZONA DE LO CONTADOR A LA
CIUDAD. PROBLEMAS URBANISTICOS Y LITIGIOS RIBERANOS.
4.2.- Algunas notas sobre los litigios del Fisco con propietarios ribereños.
5.- CONCLUSIONES.
6.- BIBLIOGRAFÍA.
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1.- INTRODUCCIÓN.
Finalizaremos con las conclusiones, en donde daremos nuestra opinión sobre este hallazgo.
4
2.- PRIMERA SECCIÓN. EL RÍO MAPOCHO COMO EJE RECTOR DE LA
CIUDAD DE SANTIAGO
Desde un punto de vista geológico y geomorfológico, hay que señalar que el río Mapocho
forma parte y se vincula con las tres principales unidades morfo-estructurales de la zona
central: Cordillera de los Andes, depresión intermedia y Cordillera de la Costa. Por otro
lado, en relación con la hidrología, el Mapocho posee un carácter pluvio-nival (esto es, nieve
y lluvias) tipificada por la ausencia de meandros, junto con una fuerte pendiente del talweg
o “camino del valle”, que son responsables de que el flujo sea del tipo torrente con marcada
turbulencia.2
1 DE RAMÓN, ARMANDO. Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana. Santiago, Editorial
Sudamericana, 2000. p 30.
2 PIWONKA, G., CORNEJO,L., LABORDE, M., FELSENHARDT, C y PÉREZ DE ARCE, M. Mapocho, Torrente
Urbano. Santiago, Matte Editores, 2008. p 65.
5
el plano intermedio, con la captación de las aguas del mencionado canal San Carlos, los
eyectores de aguas servidas urbanas, y otras fuentes, el caudal promedio no se alza por sobre
los 13 metros cúbicos por segundo. Vale decir, a su paso por la ciudad misma de Santiago el
flujo más que se cuadriplica.3
Varía sustancialmente su flujo en los meses nivosos seguidos de una pluviometría constante
producida en una zona no acostumbrada a las lluvias, en que la isométrica es más elevada
que en la cota nivosa.4 Tal como se verá a lo largo de esta investigación, es este particular
fenómeno climatológico el que produce las inundaciones o “avenidas” del río Mapocho.
En cuanto al nacimiento del río Mapocho, podemos decir que este se encuentra en un
pequeño lago a 32°, 40´ de latitud sur, desde donde inician su curso las aguas del río en
dirección nor-este a sur-oeste; tiene un curso aproximado de cincuenta kilómetros y luego
de ser incrementado por diversos caudales, atraviesa la ciudad de Santiago.6
Antes de la llegada de los españoles a Chile, el valle del Mapocho se encontraba habitado
por diversos grupos indígenas. La población autóctona ha sido cifrada en alrededor de diez
mil habitantes, ya sea originarios del propio valle o colonos traídos por los incas para la
implementación de su sistema de mitimaes7, lo que daría una mano de obra abundante para
3 IDEM
4 IDEM
5 Otros ríos de similares características son el Rapel y el Mataquito, totalmente distintos a los llamados “ríos
de llanura” con amplios meandros, como el Valdivia, el Bueno o el Támesis y el Sena en Europa.
6 LEÓN ECHAIZ, RENÉ. Historia de Santiago. Tomo I. Santiago, Imprenta Ricardo Neupert. P 30.
7 En relación a la presencia inca en Chile, De Ramón señala que se sabe con relativa certeza que la estructura
administrativa existente en otras regiones, no sólo del imperio sino también de Chile no rigió completamente
6
el asentamiento de la futura ciudad y su manutención. Además, los autóctonos y los
invasores incaicos, al igual que su sistema vial de comunicaciones, habían excavado, como
en el resto del imperio del Tahuantinsuyo, todo un complejo sistema de acequias de regadío
que nutría una parte relevante del valle del Mapocho8. Es muy probable que Valdivia tomase
conocimiento de este sistema de regadío en el Perú y que fuera un elemento determinante
para la decisión del lugar en que se iba a fijar el primer asentamiento.9
Del río Mapocho, para regar los campos de su ribera norte hasta Conchalí, se sacaba el canal
de Vitacura o de Huechuraba, que había sido construido por el curaca Vitacura. Vicuña
Mackenna se refiere a él en estos términos: “La acequia que hoy se llama de Santo Domingo
que recorre la falda del San Cristóbal, fue la que propiamente hizo labrar poco antes de la
llegada de los españoles el cruel Vitacura…empleando en la obra cinco mil yanaconas o
esclavos chilenos, a quienes cuentan los primitivos cronistas hizo degollar en cierto día para
hacer buena amenaza de que si en una ocasión dada no corría la acequia con agua, correría
con sangre”.10
También del río Mapocho los indios de Huelen Huara sacaron un canal que bordeaba el
cerro Santa Lucía y que fue utilizado por los fundadores de Santiago para uso de la ciudad.
Igualmente, en el sector de Ñuñoa se sacaban numerosos canales de regadío, cuyas tomas
estaban ubicadas cerca de la confluencia del Mapocho con el estero del Arrayán. Estos
canales eran, principalmente, los llamados Apoquindo11, Peñalolén, Ñuñoa, Tobalaba,
el área del Mapocho y está situación se mantuvo hasta el momento de la llegada de los conquistadores
españoles. Con todo, el propio de Ramón señala que el valle de los ríos Mapocho y Maipo recién fue
incorporado al imperio incaico bajo el reinado de Huaina Capac, esto es hacía los primeros años del siglo
XVI. Véase DE RAMON. Op. Cit. p 13.
8 GONZALO PIWONKA. Las aguas de Santiago de Chile 1541-1999. Tomo I. Los primeros doscientos años,
1541-1741. Santiago, Editorial Universitaria. p 27.
9 Para René León Echaiz, la existencia de estos canales constituían una verdadera ventaja para el asentamiento
español pues al fundar los españoles la ciudad de Santiago encontraron que existía ya en todo el sector una
amplia red de canales de regadío, que habían sido abiertos en años lejanos por los indios nativos o por los
incas, pudiendo ellos usarlos en su totalidad, limitándose sólo a perfeccionar su trazado y a hacerles algunas
ramificaciones. LEÓN ECHAIZ, Op Cit., p 37.
10 VICUÑA MACKENNA, BENJAMIN. Una peregrinación a través de las calles de Santiago. Santiago,
Guillermo Ahumada Editor, 1902. p 13.
11 Vicuña Mackenna y otros historiadores coinciden en afirmar que, al llegar los españoles, se encontraron con
una red de acequias incaicas que conformaban las de: Apoquindo, Tobalaba, Ñuñoa y el canal El Salto.
7
Macul, acequia de Longopilla (Vitacura), acequia de Apuchome (Apoquindo), acequia del
cacique Martin (Macul), etc.12
Del río Maipo los indígenas sacaron otras tantas acequias que regaron los campos ubicados
al suroeste de Santiago y que hasta hoy constituyen una de las zonas agrícolas más ricas del
país.13 Éstas fueron conocidas por los nombres de sus respectivos caciques, y regaban los
campos de Isla de Maipo, Lonquén, Malloco, Talagante y Peñaflor.
Es importante destacar que los canales y acequias labrados por los incas y los indígenas del
Mapocho servirán, en muchas ocasiones, de deslindes de las chacras que instalarán los
castellanos; así al norte de la ciudad lo serán: la acequia de Huechuraba (o de Flores), la de
El Salto de Conchalí (o de Araya), la de Santo Domingo (que corría por la actual Antonia
López de Bello), y otras sacadas del Mapocho hacia la futura “Chimba”, el Curato del cerro
de Renca (llamado de Galaz por los hispanos), y el cerrillo de La Huaca (Cerro Navia).
Debemos agregar, para completar la descripción, que los principales cursos naturales
hídricos que recorrían el valle del Mapocho y que recorrerán la futura ciudad, aparte del río
con sus ramales al abanico de cauces que implicaban las acequias aductoras. Estas venas
circulatorias estaban constituidas por las siguientes aguadas naturales: el zanjón de la
Cañadilla (en la actual Avenida Independencia), más el de la aguada (hoy Zanjón de la
Aguada) y el de Negrete, que corría por lo que es en la actualidad la Avenida Brasil;
asimismo, debemos considerar el estero de Rabón o Ramón, que irrigaba los sectores
actuales de La Reina y Peñalolén, y cuya importancia para el aprovisionamiento del agua
potable para Santiago será vital desde la Conquista hasta la segunda mitad del siglo XIX.
8
2.3.- La presencia española en el valle del Mapocho.
En el plano en que se estableció la ciudad fueron delineadas nueve calles que corrían de este
a oeste, de las cuales sólo seis atravesaban toda la planta, y otras quince calles en dirección
norte – sur, las que formaron 126 manzanas no todas cuadradas, pues las que se acercaban
al río o a la cañada quedaban cortadas por las inclinación diagonal que estos dos cursos
tienen. El resto del territorio que comprendía la “isla” formada entre dicho río Mapocho y
la cañada 16se dividió en chacras y quintas que en los siglos siguientes fueron urbanizándose
lentamente.
14 El cronista Góngora Marmolejo afirma que Almagro estuvo junto al Huelén o santa Lucia y que sus caballos
atravesaron las aguas del Mapocho antes de regresar al valle de Aconcagua por Chacabuco. Véase DE
RAMÓN, Op Cit., p 15.
15 Gonzalo Piwonka rescata la versión del padre Diego de Rosales, en el sentido que la idea original de Valdivia
era situar la población en la ribera norte del Mapocho, pero habría sido Loncomilla, cacique del Maipo, quien,
al darle la paz, le habría advertido las ventajas del actual sitio, en donde los incas habrían hecho una
población en el lugar donde hoy está la ciudad de Santiago. Otros historiadores afirman que habría sido
Millacura, uno de los curacas o caiques del valle del Mapocho, quien aconsejó a Valdivia que el poblado que
deseaba fundar debía estar en la vera sur del río, junto al cerro Huelén, y en el lugar ocupado por un ya
existente rancherío indígena. Véase PIWONKA, Op Cit., p 27.
16 Antes de la llegada de los españoles existía un tercer brazo del Mapocho que corría por el camino de Chile o
Cañadilla (hoy Avenida Independencia) en tanto que el que corría por la Cañada se extinguió entre los años
1560 y 1580.
9
Es así como desde su primer siglo de vida las aguas del Mapocho atenderán todas las
necesidades de la ciudad de Santiago. Ellas proporcionarán bebida; regaran los campos de
cultivo; ellas moverán los molinos17; y ellas, cruzando por los solares, harán el aseo y
mantendrán la higiene.18
Mientras no fue posible hacer uso del “agua de Ramón” de las vertientes de Tobalaba, los
habitantes de Santiago se ingeniaron por diverso medios para extraer agua para beber del
río Mapocho y llevarla hasta la ciudad, a pesar de la pestilencia de que adolecía, al decir del
Cabildo. Esta situación se extendió desde que Pedro de Valdivia fundó Santiago hasta 1578
o sea durante treinta y siete años los pobladores se vieron en la obligación de surtirse de las
aguas del propio Mapocho que no eran otra cosa que barro diluido producto de turbiones
calcáreos y arcillosos. Ese año se comenzó a construir un canal a tajo abierto, para traer
agua desde las vertientes de Tobalaba19 hasta la ciudad, beneficio que se logró en forma muy
inestable, debido a que las crecidas del Mapocho destruían frecuentemente las aducciones.20
Asimismo, por diversos acueductos se sacaba también agua para el regadío de los campos
vecinos y para mover los molinos a los que hemos hecho referencia y que fueron
17 De Ramón nos señala que los molinos eran tan antiguos como la ciudad, ya que en 1548 aparecen datos que
confirman su existencia. Precisamente en dicho año autorizó el Cabildo a Rodrigo de Araya a que construyese
uno al pie del cerro Santa Lucía en su parte suroeste, donde hoy está la subida principal del cerro hasta la
Alameda. El 29 de agosto del mismo año, el Cabildo autorizó a Bartolomé Flores para construir otro molino
“por cima de esta ciudad, a las tomas de las aguas del cerro, de la ermita de Santa Lucía” (hoy Merced y José
Miguel de la Barra). Ambos molinos, que aprovechaban en su origen el canal que traía las aguas que servían
para la bebida y el aseo de la ciudad terminaron posteriormente en manos de instituciones religiosas. Véase
DE RAMÓN, Op Cit pp 56-57.
18 LEÓN ECHAIZ. Op Cit p 31.
19 Existían en Tobalaba vertientes que producían agua pura y cristalina que, si se lograban conducir hasta la
ciudad, sus habitantes contarían con una espléndida agua potable. El Cabildo pensó en utilizarlas y así lo
acordó en una de sus sesiones (Febrero de 1575). Los trabajos se iniciaron en 1577 abriéndose un cauce a tajo
abierto de media vara de ancho y una de profundidad, corriendo por los campos de Ñuñoa protegido por
tapias a sus costados hasta llegar a la plaza después llamada Andrés Bello, en donde se construyó un estanque
de cal y ladrillo desde el cual se conducía el agua hasta la Plaza de Armas. LEÓN ECHAIZ, Op Cit p 69.
20 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO, CARLOS. La Construcción en Chile, cuatro siglos de historia. Santiago,
Cámara Chilena de la Construcción con motivo de sus 40 años. p 153.
10
instalándose poco a poco, primero en las faldas del cerro Santa Lucía y luego en otros
lugares.21
Para el aseo y regadío de los solares se sacaba desde los primeros años de la fundación un
canal matriz que conducía las aguas a la ciudad, bordeando el cerro Santa Lucía, canal que
indudablemente había sido construido por los indios antes de la llegada de los españoles.
Desde este canal arrancaban las acequias interiores de la ciudad las que, siguiendo el natural
desnivel del terreno, cruzaban calles y solares de oriente a poniente. Sus aguas mantenían
una relativa higiene en la ciudad; pero al mismo tiempo, causaban serios quebrantos con
sus continuos desbordes a causa de los tacos que los vecinos hacían para regar sus huertas.
El Cabildo hubo de tomar medidas, prohibiendo en 1554 que se hicieran tales tacos. Ordenó
al mismo tiempo que las acequias, en la parte en que se cruzaban las calles, fuesen
construidas con cal y ladrillo; y que entre una casa y otra se colocasen rejillas, medida esta
última que ocasionó continuos anegamientos, obligando al Cabildo, durante toda la era
colonial, a dejarla sin efecto y a reponerla, alternativamente.22
Armando de Ramón señala que los principales obstáculos que subsistían para el desarrollo
de Santiago podían reducirse a tres:
Debido a la periodicidad con que ocurrían y a la magnitud de los daños, no resulta tan
exagerado decir que el principal problema eran las crecidas del río que asolaban la planta
de una ciudad que como Santiago había sido levantada sobre el mismo lecho del río
Mapocho. Como se ha dicho, este río es propiamente un torrente cuyo caudal varía según
los tiempos y los de deshielos, manteniendo casi siempre un caudal de agua muy escaso que
solo aumenta en las ocasiones señaladas.
21 IDEM
22 LEÓN ECHAIZ. Op. Cit., p 30.
23 DE RAMÓN. Op Cit., p 160.
11
La primera gran avenida del Mapocho de la que se tienen testimonios fehacientes
corresponde al mes de julio de 1574, aunque el cronista historiador Vicente Carvallo y
Goyeneche asegura en su “Descripción Histórico Jeográfica del Reino de Chile” que la
primera avenida del Mapocho tuvo lugar el último día de Pentecostés de 1609, opinión en
la que coincide Benjamín Vicuña Mackenna en su “Historia Crítica y Social de Santiago”.
Pero como bien asevera Miguel Luis Amunátegui los problemas causados por el río eran de
bastante anterioridad. En efecto, Valdivia señala en carta a Carlos V, fechada el 4 de
septiembre de 1545, que en junio de 1544 “el invierno se hizo tan grande y desaforado de
lluvias, tempestades, que fue cosa mostrusa…pensamos de nos anegar, y dicen los indios
que nunca tal han visto, pero que oyeron a sus padres que en tiempo de sus abuelos hizo así
otro año”.24
En esta ocasión se contó con un testigo presencial, el escribano Nicolás de Gárnica, a la fecha
representante de la Inquisición en Chile, quien en estilo funcionario y con todos los
requisitos de un instrumento público autentico, nos da la relación de esta crecida que causó
numerosos destrozos y produjo gran alarma y espanto en los habitantes de la capital. El
funcionario relata que las aguas:
“traían tan gran corriente, que era necesario favorecerse; y venía tan grande el río que viene
desde Nuestra Señora de la Merced a la plaza, y río tan caudalosos y recio, que daba a la
cincha a los buenos caballos, y venía con tanto furor, que bajamos de la punta de la calle a
media plaza (de Armas) a buscar desechos y vado para pasar, y este brazo se llevó algunos
indios gran trecho, que, si no fueran socorridos, fueran ahogados”.25
Las calles de Francisco Riberos (la actual Moneda), Gaspar de la Barrera y Juan de la Peña
(hoy Huérfanos), la Merced, de Pero Gómez (desde fines del siglo XVII en delante de las
“Monjitas”), de Santiago de Azocar (después Santo Domingo) y el cascajal mismo del río
bajaron llenos de agua y con mucha furia, pero en especial en La Cañada, según el testigo
presencial Gárnica:
12
“…a mi parecer llevaba ciento veinte pies (de ancho, o sea casi cuarenta metros), venía de
monte a monte, porque batía las paredes del Señor San Francisco y las de la casa de don
Francisco de Irarrázabal al frente del convento”. El fenómeno duró dos días.26
Como dijimos, este es el primer testimonio detallado de una visita del río a los nuevos
moradores de la ciudad en los primeros años de su fundación; los despavoridos habitantes
no durmieron en sus casas, subieron al cerro Santa Lucía y allí esperaron que las aguas
bajasen. En los años y siglos posteriores las inundaciones y las avenidas se repitieron en
forma periódica, de manera que los habitantes tuvieron que hacerse cargo e incorporar este
problema a su existencia.
Es importante destacar que el año anterior a la primera gran avenida del Mapocho se
produce el primer acto administrativo que se hace cargo del problema de las aguas en
Santiago. El Cabildo con confirmación del Corregidor como representante del Rey, toma
conciencia que el problema de mantener limpias las acequias y controlar la distribución en
el terreno de las aguas debía correr por cuenta de un funcionario especializado. A comienzos
de 1573 se designa y otorgan atribuciones a un Alcalde de Aguas, rentado y con duración en
funciones por un tiempo limitado.
En torno a esos años comienzan a producirse cambios en la pequeña ciudad, a las plazas
conferidas con anterioridad por el gobernador Rodrigo de Quiroga, se agregó la
construcción de nuevas acequias distribuidoras que surtían de mejor forma el vital elemento
a los solares y nuevas casas que fueron rompiendo aún más el perfecto “trazado imperial de
26 IDEM
27 PIWONKA. Op Cit., pp 99-100.
13
damero” fundacional, que como vimos y debido a las características del sitio de
emplazamiento de la ciudad no fue tan aplicable a ella. Es probable que la labor de este
“Alcalde de Aguas” tuviese que ver con estos progresos en la distribución de las aguas.
Pocos años pasaron para que el Mapocho volviera a realizar una de sus perturbadoras
visitas. Aunque al parecer menor a la citada avenida de 1574, se produjo una nueva crecida
en el mes de junio de 1581. Esta vez las aguas se cargaron hacía el norte del río, quizá por
las propias reparaciones que hicieron los vecinos en la zona álgida de la riada precedente, e
irrumpieron por el antiguo tercer cauce, el de la Cañadilla, arrasando casas, molinos y
acequias del naciente barrio de la Chimba.28
Ante la magnitud de los daños el Cabildo convocó a una sesión urgente y se acordó que se
reparasen las tomas de agua de las acequias de la ciudad y los molinos, encargándose la
gestión al Alcalde de Aguas, Pero Martín. Aunque algo se calmaron las aguas, en los
primeros días del mes de agosto hubo una nueva crecida, como a la fecha aún no se había
erigido tajamar alguno el capitán Pedro Lisperguer y el Alguacil Mayor, Juan Ruiz de León,
ambos regidores, recorrieron la ciudad comisionados para pedir de los vecinos y moradores
“lo que cada uno quisiere dar para el reparo del río que se viene entrando por la ciudad”.
Conjuntamente se autorizó para que se sacasen del río por los vecinos “las tomas de agua
que quisieren por que el río las ha robado y por la orden que el Alcalde de Aguas les diere”.
El año culminó con una última crecida a inicios de septiembre; ahora ya no se reclamó de
los vecinos una contribución pecuniaria sino que debían aportar para las reparaciones con
un peón aperado de las correspondientes herramientas, esta carga no fue sólo para los
vecinos sino que también para todos aquellos que tuviesen un solar, por cuanto el Cabildo
no disponía de ingresos propios para afrontar la contingencia.29
28 Esta nueva inundación sorprendió a la ciudad en un momento particularmente complicado pues el año
anterior al constante alzamiento de los Mapuches del sur se sumaron huilliches y pehuenches, situación a la
que se debieron destinar parte de los ya escasos fondos con que se contaba. Véase PIWONKA. Op Cit., pp
149-150.
29 IDEM
14
Una vez amainado el río, el 6 de octubre, el Cabildo pide una “derrama”30 a los vecinos y
moradores para proseguir con las reparaciones de los daños causados por el río y asegurar
el suministro de agua.
El Mapocho, por estos años dio su tercera fuerte arremetida a los colonizadores
hispanos31en 1588. Esta riada es importante porque tuvo repercusión en la mentalidad de
los vecinos de Santiago en cuanto a cómo deberían vérselas a futuro con este particular río
que transitaba de la escasez al torrente con tanta facilidad. Se toman las primeras medidas
para hacer defensas permanentes, un dique de pies de cabra o “cabrías”, antecesoras de los
futuros tajamares de comienzos del siglo venidero.
Punto de inflexión fue la gran avenida de 1609, que tuvo variadas consecuencias. Cuando
aún se sentían en la capital las consecuencias del desastre de Curalaba, sobrevino esta
verdadera catástrofe para la ciudad. Este es el relato de Carvallo y Goyeneche:
“Salió de su caja el río Mapocho en el último día de Pentecostés, i entrando por la ciudad,
maltrató los edificios y causa grandes daños en las chacras. Se inundaron las trojes; se
ahogaron 120 personas, i 20 mil cabezas de ganado. A esta inundación se siguió una general
carestía de todo grano hasta llegar el caso de faltar simiente para sembrar. Con esta escasez
vino el hambre, enemigo despiadado de los vivientes, i por eso visado el Gobernador (García
Ramón) de esta desgracia y sus consecuencias, pasó al momento a la capital, para poner el
conveniente remedio a aquellos males. Tomó acertadas i conducentes providencias para
aliviar las comunes necesidades. Y deseoso de precaver la repetición de este mal, arbitró
levantar en la ribera meridional del río una fuerte muralla que contuviese sus corrientes. No
30 Jurídicamente se define una derrama como “Reparto o distribución de un gasto o una contribución
extraordinaria”. QUIJADA, Rodrigo. Diccionario Jurídico, Santiago, Editorial Jurídica Cono Sur, 1994. p 186.
31 Al igual que con la inundación de 1581, la ciudad no se encontraba en un particular buen pie para afrontar lo
que se vendría. El año anterior, al constante peligro Mapuche se sumó la visita del corsario inglés Thomas
Cavendish, finalmente derrotado en Quintero.
32 PIWONKA. Op Cit., p 160.
15
quedó esta providencia en solo arbitrio. Se llevó a efecto, i para verificarla hizo concurrir a
todos los vecinos en Cabildo abierto, que se celebró en la capital con la asistencia del obispo
diocesano. Resolvió esta asamblea una voluntaria contribución, que para continuarla hasta
la conclusión de la obra, de común acuerdo, se hizo tasación de ella a proporción de los
haberes de los contribuyentes, sin más dilijencias ni autos, ni especie alguna de papelones,
que no tienen otra realidad, que ser verdaderamente engañosa, i para nada más sirven que
para frustrar o al menos para retardar la ejecución de útiles ideas”.33
Se produjeron nuevas inundaciones en 1618, en que las aguas recuperaron el antiguo cauce
de la Cañada, irrumpiendo por él en forma avasalladora, sin que fueran suficientes las obras
iniciadas por Ginés de Lillo para contenerlas. También hubo crecidas en el invierno de 1620
y en enero de 1621, esta última provocada por los deshielos en la cordillera, cuando las aguas
entraron nuevamente “por la calle de Santo Domingo”.36Aunque el Cabildo a lo largo del
siglo XVII manifestó en reiteradas ocasiones que la obra pública más urgente que necesitaba
la ciudad era la construcción de un Tajamar, la crónica escasez de recursos y la negativa de
los vecinos a contribuir con fondos propios a la construcción de uno, impidió que durante
este período la ciudad contase con adecuados medios de defensa para hacer frente a las
crecidas del río Mapocho.
33 IBÍD., pp 167-168.
34 Estas “cabrías” se definen como puntos de unión de tres vigas inclinadas que forman un trípode. En la Colonia
se les llamaba y todavía se les llama en nuestros campos “pies de cabra”, vale decir, un trípode de madera en
que los carpinteros sujetan maderos grandes y los rellenan con grandes bolones del mismo río a fin de que
hagan desviar, pero no contener, las aguas. Ibíd., p 265.
35 DE RAMÓN. Op. Cit., p 160.
36 IDEM
16
No fue sino hasta el gobierno de Juan Henríquez cuando se comenzó a adoptar medidas
más definitivas.
Juan Henríquez de las Casas era superior a sus antecesores en muchos aspectos, y puede
considerársele como un adelantado a los futuros grandes gobernadores de la segunda mitad
del siglo XVIII, al estilo de los funcionarios de carrera. Había nacido en Lima, hijo de un
oidor de la Real Audiencia, veterano de Flandes y Nápoles, y según Carvallo y Goyeneche
“adornado de una vasta literatura i gran conocimiento de la jurisprudencia, de que fue
insigne profesor y gran político”. Le correspondió la reintegración de la plaza de Valdivia a
su gobierno, que hasta entonces –por razones estratégicas- dependía del virrey del Perú. Al
retirarse a España en 1682 (su gobierno en Chile había comenzado en 1670) fue nombrado,
nada menos, que miembro del Consejo de Indias.
En lo que a nosotros nos concierne, nos centraremos en sus realizaciones materiales para el
progreso de la capital del reino. Vicente Carvallo y Goyeneche, escueto en general con otros
gobernantes del siglo XVII se detiene con particular detalle en la labor de Henríquez:
“Dispuso la limpieza y aseo de las calles de la capital, y dio orden para que se empedrasen.
Intimó lo conveniente al convento de la Merced sobre los derrames de la acequia de su
molino que inundaba la ciudad, i surtió el efecto de que se hiciese de cal i ladrillo con latitud
y profundidad que era menester para evitar aquel daño, que hasta entonces ninguno pudo
remediar por no entrar en ruidosas competencias con el convento, i su sagacidad lo supo
alcanzar sin la temida desavenencia. Estancó las nieves para aumentar las rentas de la
ciudad i, estableció buen orden en sus ramos económicos.
Mandó hacer la fuente de bronce, que adorna la plaza mayor de la capital, i surtió de agua
al público. Reconoció por sí mismo el cauce del río Mapocho, porque a causa de una copiosa
lluvia amenazaba inundación, i para contener las aguas en él, dispuso levantar espaldones
de tierra i fajina, i tomó las providencias convenientes para que se concluyesen los tajamares
o murallones que se habían principiado, i por falta de caudales quedaron tan en principios,
que la ciudad estaba en peligro de ser arruinada, porque la experiencia manifestó que los
murallones tenían poca solidez por que lavada la cal con los embates del agua se deshace su
trabazón, ordenó se continuasen de cal i ladrillo por la mejor unión de este material. I para
que todo se hiciese con perfección, se adelantasen aquellas obras las puso bajo la dirección
de don Jerónimo de Quiroga, que era buen arquitecto, i libró sus gastos el ramo de balanza,
17
establecido en la capital en 1651 a solicitud de sus vecinos, i aprobado i destinado a sus obras
públicas por real cédula de 20 de julio de 1663. Quiroga desempeño bien su comisión”.37
Luego del indispensable y tradicional viaje al sur a inspeccionar las labores propias de la
guerra que se sostenía con los Mapuches, Henríquez se preocupó de la prosecución de la
obra de los Tajamares hasta verla concluida. No se puede dejar de mencionar que bajo su
administración se construyó el primer puente sobre el Mapocho.
“La terminación de los tajamares en toda la extensión fronteriza a la ciudad, exigía como un
complemento indispensable la construcción de un puente que uniese a ella el barrio de la
Chimba, donde los frailes franciscanos acababan de erigir un claustro de recoletos de su
orden. Henríquez hizo también ese puente, era de seis arcos u ojos, como entonces se decía;
según otros, era de diez y siete. Sus derruidos estribos se aprovecharon más tarde para
construir el que hoy (1668) se llama todavía el Puente de Palo, en oposición al de Cal y
Canto, por la calidad de sus materiales respectivos.38
Hasta el gobierno de Juan Henríquez se habían hecho, primero por Ginés de Lillo después
de la gran avenida de 1609, “cabrías de madera y piedra” y posteriormente tajamares de
albañilería, pero que habían sido erigidos solo en algunos “sectores” de la ciudad,
privilegiando aquellas partes en que con más frecuencia atacaba indistintamente el río: la
chacra de Agueda Flores o el sector del pilar de San Saturnino Antiguo (la posterior plazuela
Andrés Bello), los molinos de San Pablo (más debajo de la Estación Mapocho), etcétera.
Con el tiempo se fueron haciendo parcialidades sólidas del tajamar, las que se ampliaban
cuando era necesario y se contaba con los recursos suficientes.
18
popularizado en Chile como sinónimo de espigón o dique, aunque etimológicamente es un
divisor de aguas.39
Este tajamar, aunque “corrido” tenía aperturas, bajadas o “escarpes” que permitían el
descenso de carretas y otros vehículos del plano de la ciudad al lecho del río, ya fuese para
cruzarlo o para efectuar algún quehacer en le cascajal o en las aguas.40
La tranquilidad que estas obras trajeron a los vecinos no fue en ningún caso definitiva. En
el siglo XVIII las inundaciones continúan y el río sigue dominando a la ciudad. En el mes de
julio de 1747, el río Mapocho amenazó con una nueva avenida, la que finalmente se
concretaría al año siguiente cuando las aguas, desbordadas de nuevo, arrasaron con los
tajamares nuevos que había construido el Presidente Juan Henríquez causando serios
destrozos en la ciudad.41
A esta crecida del río siguieron varios años caracterizados por la escasez de agua, de hecho
en la década de 1750 se comenzó ya a hablar de sequía.42 El Mapocho volvía a hacer gala de
su mutabilidad.
Sin lugar a dudas el evento hídrico más importante del siglo XVIII fue la inundación de 1783
llamada “gran avenida” por los caracteres catastróficos que revistió. Ese año hubo un
crecimiento inusitado del río Mapocho que presentó una fuerte riada el día 3 de junio,
advertencia de lo vendría más delante, pues continúo lloviendo sin interrupción hasta que
amaneció el día 16 del mismo mes. Ese día el caudal del río presentaba un aspecto aterrador
arrastrando árboles, ranchos, animales muertos y cadáveres de los ahogados, todo lo cual
podía observarse desde el puente de Cal y Canto que había sido inaugurado muy poco antes.
Los primeros en caer ese día fueron los tajamares, construidos a gran costo en la década de
1750 en reemplazo de los de Juan Henríquez a su vez destruidos por la inundación de 1748,
desplomándose sus murallas en un largo de catorce manzanas y permitiendo que la
corriente penetrara en la ciudad. Lo hizo en el sector más oriental de ella, la Chacra de
Quinta Alegre (actual Plaza Baquedano) inundando la extensa zona agrícola que seguía
hacía el sur para seguir por el antiguo y ancho cauce de la Cañada. Esto último permitió
19
vaciar el exceso de las aguas por este amplio lecho sin penetrar en las calles laterales, las
que fueron protegidas por los propios vecinos con improvisadas barricadas43.
La caída de los tajamares permitió, también, que el agua del río penetrara en la ciudad por
las calles de Santo Domingo, Rosas y San Pablo, destruyendo parte del antiguo colegio de
San Pablo para terminar yendo a vaciarse al “llano de Portales” (Barrio Yungay), que era el
límite occidental de la ciudad de Santiago. Las ruinas de los tajamares y la resistencia
opuesta por el puente de Cal y Canto empujaron la mayor fuerza de la riada hacia la Chimba,
barrio situado hacia el costado norte del río, donde los daños fueron muy grandes. Allí
destruyo las fértiles y cuidadas quintas de los Padres de Santo Domingo, del ya fallecido
Corregidor Zañartu y de muchos otros, arrasó los ranchos de los barrios pobres y destruyó
el convento del Carmen Bajo de San Rafael, fundado también hacía muy pocos años por el
citado Corregidor Luis Manuel de Zañartu, obligando a las monjas a abandonarlo porque
había quedado inhabitable. A las diez de la mañana del siguiente día 17 de junio, amainó el
temporal y la ciudad pudo dedicarse a hacer el balance de sus daños y pérdidas44.
Para el Cabildo de Santiago, la riada de 1783 fue “tan copiosa y abundante que no se ha visto
otra mayor desde la fundación de esta capital, “pues a pesar que hubo otra en 1747, ella no
fue tan corpulenta como la presente”, habiendo quedada tan desfigurada la ciudad que es
irreconocible aún a los propios que viven y se han criado en ella”.45
Fueron muy grandes e importantes los pasos que debieron darse para comenzar la
reparación urbana, comenzando por los tajamares para cuyo remedio el Cabildo dispuso de
inmediato algún dinero para hacer empalizadas, estacadas y pies de cabra cargados sobre
fajinas, a fin de tener algún resguardo frente a nuevas inundaciones. Enseguida el superior
gobierno ordenó otras de mayor alcance, como la construcción de un dique para que
definitivamente se contuvieran las aguas a su orilla y no penetraran en la ciudad.46
43 IBÍD., pp 107-108
44 IDEM.
45 IDEM.
46 IDEM.
20
2.5.- El puente de Cal y Canto y los Tajamares del Mapocho.
A mediados del siglo XVIII empezaron a llegar desde España los ingenieros militares que
venían a preocuparse de las fortificaciones en los puertos. Pero, a causa de las verdaderas
tragedias que significaban estas salidas del río Mapocho, se les solicitó ayuda. Al ingeniero
Juan Garland, que venía desde Cádiz vía Buenos Aires acompañado por su ayudante el
delineador Ambrosio O´Higgins, ambos irlandeses se les solicitó que practicasen un
reconocimiento para decidir cuantas cuadras de tajamares debían construirse y en que
ubicación para asegurar definitivamente a la ciudad.47
Garland opinó que los tajamares debían levantarse en una extensión de 400 varas, entre el
antiguo puente de Juan Henríquez ya destruido, y el nuevo que pensaba levantarse (Cal y
Canto). Como el ingeniero debía regresar a Valdivia a hacerse cargo de las labores para las
que había sido enviado, es decir el levantamiento de fortificaciones, el Corregidor Zañartu
que se hallaba a cargo de la obra, encargó al alarife Vicente Marcelino de la Peña que
levantase el plano de acuerdo a las instrucciones de Garland. Más, a poco de haberse ido,
una nueva crecida amenazó a la ciudad, por lo que decidió proteger también el lugar llamado
Pie de Trucha, que era por donde el Mapocho se pasaba a la Cañada48.
El presidente Antonio de Guill y Gonzaga pidió al ingeniero don José Antonio Birt que le
informase si para mayor seguridad de la ciudad era conveniente comenzar las obras del
nuevo puente, o construir primero los tajamares. Birt informó que las dos obras podían
hacerse simultáneamente y presentó un proyecto para los tajamares.
Durante la construcción del puente de Cal y Canto, en 1780, se produjo otra avenida que
según el corregidor Zañartu49 “ascendió hasta los arranques de la obra del Puente”. En
21
aquella ocasión se decidió construir una defensa formada por una estacada de maderos de
espino de cinco y media varas de altura, enterrados en una zanja de media vara de
profundidad. Esta protección iría delante de los tajamares existentes, para dirigir las aguas
hacia los ojos del puente.50
Los peritos José de Almeida Jordán y José de Palma presentaron un proyecto de estas
defensas con la forma de un embudo, aumentando la altura de los rollizos y fijando su
diámetro en un tercio de vara. Las estacas se unirían entre sí con “fajas” o vigas de algarrobo
y tendrían por atrás un soporte en forma de pata de gallo cada quince varas. Al parecer el
Corregidor Zañartu realizo estas obras conjuntamente con el puente.51
Dos meses después, aprovechando la estada en Santiago del ingeniero militar Leandro
Badarán, el Gobernador le encargó el proyecto definitivo de las obras de defensa fluvial.
Badarán levantó un plano completo del Mapocho54 y marcó los lugares donde las creía más
sujetos de particular distinción y mérito y no ladrones públicos, dignos del más severo castigo”. Véase
URRUTIA, ANDRÉS. Patrimonio Desechable, Miradas patrimoniales de una arquitectura en ruinas: Caso
Tajamares. Tesis para optar al grado de arquitecto. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad de
Chile, p
50 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO. Op. Cit., pp 227-228
51 IDEM.
52 IDEM.
53 GUARDA, GABRIEL. El arquitecto de la Moneda Joaquín Toesca 1752-1799. Una imagen del Imperio
Español en América. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile., p 222.
54 A Leandro Badarán se debe un precioso plano que, aparte del trazado de las defensas propiamente tales,
permite conocer en detalle uno de los sectores céntricos más interesantes de la capital. Fechado el 4 de
octubre del año 1783, abarca quince cuadras de la ciudad, más las viñas extendidas al oriente, hasta la chacra
22
necesarias. Acompañó un corte de los tajamares que debían construirse, con las siguientes
dimensiones:
Cuatro años más tarde, en 1787, el ingeniero Pedro Rico presentó un nuevo informe en el
que acepta la ubicación propuesta por Badarán, pero agrega que los tajamares deben
extenderse hasta donde la puntilla del San Cristóbal empuja las aguas hacia la ribera
izquierda, para hacerlas entrar a la Cañada. Complementa las especificaciones técnicas y
recomienda el uso de pilotaje con un enrejado de madera; pero si por su costo o por falta de
maderas adecuadas esto no fuera posible, expresa que si a cinco varas de profundidad no se
encontrare terreno firme, deberá ejecutarse un emparrillado de madera incorruptible, de a
cuarta en cuadro, asegurando el empalme de los cuartones con amarras de estaquillas.
Luego debería rellenarse ese emparrillado con greda y escombros de cantera a pisón, bien
compactado, para asentar la primera hilada de piedra sobre la misma especie de tierra, a fin
de evitar que la acción química de la cal comprometiera las maderas. Se considera también
un terraplén, más una baranda en la parte superior.56
del conde de Quinta Alegre, en el barrio norte, llamado la Chimba, se aprecia el comienzo de la Cañadilla, con
el monasterio de las carmelitas y la quinta de Zañartu, y más al oriente la recoleta franciscana, al ingreso de
la arteria de igual nombre. Al puente, con sus dos rampas, Badarán propone agregarle en este cabezal seis
nuevos arcos, “por no ser capaz de absorver toda el agua de una nueva gran avenida”, desplazando ambos
accesos más al norte, con sus respectivas protecciones para recibir “de rechazo” la corriente en caso de
crecida. En el sector correspondiente a la ciudad son visibles los tajamares destruidos, ciñendo a corta
distancia la línea de edificación, la obra propuesta, en cambio, se aparta quitando una amplia franja al lecho
muerto del río y generando un amplio espacio en el cual, aguas abajo del puente, se diseña una alameda.
IDEM.
55 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO. Op Cit., p 228-229
56 IBÍD., 230.
23
A pesar de la calidad del trabajo efectuado por el ingeniero Badarán desgraciadamente no
se pudo avanzar mucho en ese momento. Fue necesario el empuje posterior del Gobernador
Ambrosio O’Higgins para que el tan anhelado proyecto se convirtiera en realidad.
Toesca inició los trabajos en 1792, utilizando los mismos planos del ingeniero Badarán y
estuvieron bajo la dirección del ingeniero Agustín Caballero, siendo Superintendente de
estas obras Manuel de Salas, procurador de la ciudad. Junto con realizar algunos alcances
presupuestarios procedió en dicho año a la construcción de un primer paño, que en
noviembre de 1792 cubría ciento veinte varas, con un cuerpo total de siete de altura, tres de
ancho hasta la cara superior del cimiento, dos varas de ancho el muro y los contrafuertes
cada cuatro; en febrero siguiente se iba en las cuatrocientas varas, disponiéndose cada cien
una escalera “a las playas del río”; las caras eran en talud y el parapeto, moldurado.58
Los ladrillos se compraron a doce pesos el millar; la cal de Polpaico, a un peso un real la
fanega; la de arena, a medio real, cada cuadra, según el presupuesto elaborado por Toesca,
costaba 5.792 pesos. Los honorarios de los albañiles se estimaron en un peso dos reales
diarios y los de los peones, a real y medio o dos, según su trabajo; el suyo ascendía a
veinticinco pesos mensuales. Cabe hacer mención que su dirección fue interrumpida el 31
de marzo de 1794 por razones económicas, no obstante elevó un informe el 30 de abril
justificando con éxito la necesidad de continuarla, siendo repuesto el 7 de junio siguiente.59
57 Para financiar los tajamares entre otras medidas O’Higgins estableció un impuesto especial de ocho reales
por cada fardo de azúcar que entrase al puerto de Valparaíso, y otro tanto por cada zurrón de hierba mate
que llegara a través de la cordillera. URRUTIA, ANDRÉS. Op. Cit., p 6.
58 GUARDA, GABRIEL. Op. Cit., pp 224-225.
59 IDEM.
24
Luego de cinco años de iniciados los trabajos, la obra estaba muy avanzada como lo
destacaba el viajero inglés George Vancouver, quien se refiere a las murallas “sólidamente
construida, bien ejecutada y capaz de resistir a todo el esfuerzo de las aguas.60Toesca
continuaría a cargo de la obra hasta su fallecimiento en 1799, sucediéndole Agustín
Caballero y, en desde 1803 Ignacio Santa María.61
Los tajamares abarcaron aproximadamente desde la chacra de Quinta Alegre, en los inicios
de la actual Avenida Providencia hasta el puente de Cal y Canto. Como construcción de la
más alta categoría en el plano de la ingeniería, trascenderían ampliamente su mera
funcionalidad como defensa de la ciudad de los destructores desbordes del río;
precisamente como arquitectura civil sería el paseo más importante de la capital, porque así
lo permitía su diseño. Aunque no contemplo los elegantes adornos previstos por Pedro Rico
en 1787, - dados de ladrillo rematados cada diez varas por esferas insertas sobre pirámides,
las proporciones que se dieron a las partes y uno que otro detalle, sobre todo el obelisco
elevado al comienzo de la construcción, constituyeron un conjunto integral lleno de gracia63
Tanto por sus logradas proporciones como por su prestancia, sobre el parapeto de los
tajamares, el obelisco constituyó un auténtico hito urbano: referencia vertical delante de los
perfiles de la cordillera y de las vastas extensiones horizontales del lecho del río, su pedestal
tuvo como principal objeto dar cabida a la correspondiente tarja de piedra conmemorativa
en la que se leía: “D.O.M. Reinando Carlos IV y gobernando este Reino don Ambrosio
O’Higgins de Vallenar mandó a hacer estos tajamares.- Año de 1792.64
25
Solo con el transcurso del tiempo, la obra de los tajamares pudo manifestarse ante los
habitantes de Santiago como lo que era para la época, un verdadero prodigio. De
dimensiones faraónicas, continúo avanzando implacablemente ciñendo la traza por todo
su frente norte hasta completar, en 1808, la enormidad de treinta y seis cuadras. Una de las
más importantes obras de ingeniería en América, en las superficies ganadas al río surgirían
plazas, alamedas y jardines, complejos deportivos, fuentes y el paseo más importante de la
capital.65
Aunque los nuevos tajamares como ya hemos señalado significaron no solo un hito en
materia arquitectónica, sino principalmente en la relación de la ciudad con el río, la lucha
por su control todavía estaba lejos de concluir. En el año 1827 la naciente República debió
vérselas también con las imprevisibles crecidas del Mapocho, en los meses de mayo y junio
de aquel año llovió torrencialmente sobre Santiago, a comienzos de este último mes el río
volvió a desbordarse arrasando primero con los molinos y ranchos que se habían construido
cerca de sus orillas. Luego las aguas se encauzaron hacia el sector de la Chimba, penetrando
especialmente por el sector de la Cañadilla. El desastre en aquel lugar fue de proporciones
por lo que fue imperioso organizar grupos de jinetes, que con grandes dificultades,
procedieron a salvar a hombres, mujeres y niños.
Para salvar el barrio de la Chimba, evitando también que las aguas inundaran el poniente
de la ciudad, se hicieron apresurados trabajos en el costado sur, lanzando la corriente sobre
los campos ubicados al costado sur de la Alameda. Pero los resultados de esta acción fueron
ínfimos, en definitiva la inundación causo estragos a ambos lados del río y prácticamente
desaparecieron sectores como Carrascal y Guangualí. Los canales de regadío de la ciudad y
sus correspondientes tomas, especialmente el canal San Carlos, sufrieron perjuicios de gran
consideración. Otro tanto ocurrió con los viñedos, los campos de cultivo, las arboledas, los
caminos y los puentes.66
26
A partir de esta inundación surgirá una idea que estará presente a lo largo de todo el siglo
XIX: el río debía ser canalizado.
Esta idea comenzará a tomar forma definitiva recién hacía 1855 como una forma de evitar
en forma concluyente las inundaciones y al mismo tiempo rescatar grandes extensiones de
terreno necesarias para la ciudad.67
No es detalle menor que las primeras obras fueran impulsadas por una novedosa institución
pública: el Ministerio de Industria y Obras Públicas creado en 1886 como una de las
prioridades del recién asumido presidente, el liberal José Manuel Balmaceda. En la misma
67 Una última inundación previa a la canalización del río ocurrió el 14 de julio de 1877, la que barrió las
rancherías ubicadas en el sector de Bellavista. Véase DE RAMÓN, A y GROSS, P (Editores). Santiago de Chile:
Características histórico ambientales, 1891-1924. Londres: Nueva Historia. Institute of Latina Américan
Studies, University of London., p 44.
68 LEÓN ECHAIZ. Op. Cit., p 160.
27
dirección, dos años después, fue organizada la Dirección de Obras Públicas, entidad
dependiente del Ministerio del ramo.69
En efecto, luego del fin de la Guerra del Pacífico70, se inició una intervención urbana de
grandes proporciones, anhelada por el aparato estatal desde hacía décadas, aunque con
énfasis desde la intendencia de Vicuña Mackenna: la canalización del Mapocho no buscaba
solo acabar con el problema endémico de las crecidas del río, sino también la formación de
espacios públicos en ambas riberas, cosa que significaría un cambio radical para uno de los
sectores santiaguinos más antiguos. Por un lado, la canalización inauguraría una nueva fase
de la participación estatal en el territorio capitalino, como parte de un plan de crecimiento
nacional de la inversión en obras públicas que partiendo desde el gobierno de Domingo
Santa María (1881-1886) se aceleraron durante la administración del presidente José
Manuel Balmaceda (1886-1891). Como ya dijimos, estas nuevas políticas originaron el
Ministerio de Industria y Obras Públicas en 1887 y, bajo estas nuevas condiciones, se inició
un lapso prolífico en obras de ingenieros civiles que a través de la Dirección General de
Obras Públicas, sellan su trabajo fundamentalmente por la inauguración de puentes sobre
las quebradas que impedían el avance del ferrocarril al sur, otro símbolo de progreso para
la época. Esta tendencia, no solo fue local, en todo el mundo este tipo de intervenciones se
caracterizaba por la aplicación de nuevas técnicas, vinculadas al uso del acero y a la
superación de obstáculos insalvables solo pocas décadas antes.71
28
tajamares”-pero con una visión muy diferente a la que tuvieron los ingenieros coloniales
que edificaron dichas obras. Profundamente influenciado por los principios del higienismo,
consideraba que el río era un foco de infecciones y probablemente lo más detestable de la
ciudad.72
Una ley de fecha 13 de enero de 1888 impulsada por el diputado don Ramón Barroso Luco,
autorizó al gobierno a invertir $ 500.000 en estos trabajos y además se mandó a expropiar
en toda la extensión del canal una zona de 100 metros a cada uno de sus lados pasando los
terrenos a ser de utilidad pública74.
Estas cifras eran cuantiosas para le época y la crítica al enorme aumento del gasto público
durante la presidencia de José Manuel Balmaceda fue un argumento repetido por los
revolucionarios durante el conflicto civil al que se vio enfrentado el país. Paradojalmente, el
fin de la guerra civil no implicó en ningún caso el fin de los trabajos, se trataba de la principal
obra pública realizada hasta la fecha en la ciudad y la Comisión de Obras Municipales fue
enfática en pedir la inmediata reanudación de los trabajos. Como contraparte, el conflicto
bélico provocó una reestructuración global del sistema político chileno –
fundamentalmente por la Ley de Comuna Autónoma de 1891- la que analizaremos en mayor
profundidad cuando abordemos la expansión de la ciudad hacía el sector oriente de la
ciudad hasta entroncarla con el sector de Lo Contador.
72 IDEM.
73 IDEM.
74 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO, CARLOS. Providencia (Breve historia de la comuna). Santiago, Editorial
Andujar., pp 45-46.
29
3.- SEGUNDA SECCIÓN. LA EXPANSIÓN DE LA CIUDAD HACÍA EL ORIENTE
Y LOS PROBLEMAS URBANOS. ÑUÑOA, PROVIDENCIA Y LO CONTADOR.
El “Pago de Ñuñoa” es considerado como uno de los sectores más antiguos de la ciudad de
Santiago del Nuevo Extremo; los españoles lo llamaron “chácara” o “chacra”. Ya en el siglo
XVII había sido concedido al conquistador Juan Jufré o Jofré, yerno de Francisco de
Aguirre75.
Estas y otras concesiones las hicieron Pedro de Valdivia, Rodrigo de Quiroga o el Cabildo y
correspondían a inmensas extensiones de terreno que estaban al oriente del lugar conocido
actualmente como Plaza Baquedano, junto al río Mapocho. De este camino de Ñuñoa
nacería posteriormente otro que después se llamó de “Las Condes” y posteriormente
“Providencia”76.
En la mensura de Ginés de Lillo, hecha en 1603, las concesiones de tierras del actual sector
de Providencia, correspondían en 1546, a Juan Valiente y Pedro de Gamboa; en 1571, a
Pedro de Miranda.77
El sendero que salía de la capital del Reino de Chile hacía las propiedades del cacique
“Vitacura” y que seguía la línea del curso del Mapocho, es lo que hoy se conoce con los
nombres de Ñuñoa y Providencia; originariamente se denominaba sólo “Ñuñohue”. Hacia
el siglo XVIII Ñuñoa había crecido y se extendía desde la actual Plaza Baquedano hasta los
faldeos de la Cordillera, y desde el río Mapocho por el norte, hasta el Maipo por el sur78.
Este era un camino irregular, lleno de curvas y sinuosidades, originadas especialmente por
el desigual fondo que se dio a las chacras, y por el curso sinuoso del río Mapocho en el cual
30
se colocaron las cabezadas de estas chacras. Estaba cruzado por diversos canales, en los
cuales se colocaban puentes que no siempre se mantenían en buen estado.79
El camino de Ñuñoa tenía dos empalmes con el camino internacional que cruzaba los Andes
en el portezuelo lo Piuquenes. Uno de estos empalmes era un sendero que después se llamó
callejón del traro (la posterior calle Santa Elena), el cual se dirigía primero hacia el sur y
luego hacia Puente Alto. El otro, corría por los primeros faldeos de la cordillera. Por esta
razón solía también darse al camino de Ñuñoa el nombre de camino internacional.80
El otro camino importante en el pago de Ñuñoa, fue el llamado camino de Las Condes o
camino o avenida del tajamar que correspondía en su primer tramo a la actual avenida
Providencia. Se iniciaba en los extramuros de la ciudad de Santiago y era la continuación de
la Cañada en su tramo final que recibía el nombre de Cañada del Carmen. Corría hacia el
oriente por la orilla de los tajamares construidos por Toesca primero, y del río después. A
su final se bifurcaba en dos caminos que venían también desde antiguo: uno, hacia Vitacura
y La Dehesa y otro, hacia Apoquindo. Este último a su vez se bifurcaba después hacía Las
Condes.81
El camino del tajamar, como el de Ñuñoa, estaba cruzado por canales que constituían un
serio problema. En especial originó en él graves interrupciones del tránsito el llamado canal
de los molinos, que conducía abundante caudal de agua desde el Mapocho.
79 LEÓN ECHAIZ. Ñuñohue. Historia de Ñuñoa, Providencia, Las Condes y la Reina. Buenos Aires, Editorial
Francisco de Aguirre. p 60.
80 IDEM.
81 IDEM.
82 IBÍD., p 61.
31
El propio Toesca fue designado para que, previo reconocimiento del cauce, formara un
proyecto y plano. Informando sobre el particular, dice que el terreno está a más bajo nivel
que el canal, de lo cual resultan pantanos casi intransitables. Agrega que es necesario
construir un nuevo puente con 56 varas de pretil y terraplenar todo el barranco que han
formado las aguas. El 7 de agosto de aquel año, don Ambrosio O´Higgins ordenó que se
construyera el puente de cal y ladrillo y que se recaudaran los tres pesos por cada vecino que
ellos mismos habían ofrecido.
En esta época eran frecuentes los incidentes entre los vecinos por los más variados motivos,
siendo especialmente frecuentes las riñas por el uso del agua en los años secos, ya porque
los vecinos se usurpaban las bocatomas o porque extraían agua de canales ajenos. Y por el
contrario, cuando el río Mapocho traía exceso de agua, era menester cuidar las bocatomas
para evitar aniegos, lo que también daba origen a incidentes y riñas.84
Los campos, bien cuidados, están a menudo tapiados con murallas, especialmente los
viñedos y los huertos frutales.85
83 IBÍD., p 62.
84 IBÍD., p 72-73.
85 IBÍD., p 68.
32
en el sector son durante el siglo XVIII más o menos los mismos de épocas anteriores. Sin
embargo son intensificados considerablemente y se introducen también algunas novedades.
Encontramos ahora gran cantidad de siembras de papas, maíz, frejoles, trigo de diversas
variedades, cebada de varios tipos, etc.86
Para el regadío siguen utilizándose las mismas acequias que ya hemos mencionado, sacadas
del río Mapocho. Pero las necesidades ahora aumentan por la subdivisión de la tierra y el
aumento de los cultivos. Las acequias se ramifican y entrecruzan, debiendo con frecuencia
pasar unas por sobre otras.
El agua se hace con frecuencia escasa. Se producen dificultades entre los vecinos y se
enhebran largos y enojosos litigios que llegan hasta la Real Audiencia.
El Cabildo de Santiago se preocupó permanentemente del problema del regadío y año tras
año designo un Alcalde de Aguas a cuyas funciones ya hemos hecho mención. Asimismo se
encargó de conceder mercedes de agua que pasaron a llamarse regadores en lugar de
bateas.87
En los años de sequía, que se producían con frecuencia, el problema se agravaba mucho
más. Era evidente, y a este convencimiento se llegó desde temprana época, que las aguas del
río Mapocho eran insuficientes para el regadío de los campos de Ñuñoa y, en general, de
todo el valle que abarcaba su cuenca.
El Canal del Maipo o San Carlos era un proyecto muy antiguo en la zona. Ya a principios del
siglo XVIII hubo acuerdos concretos para iniciar los trabajos, proyectos renovados cada vez
que sucedía una gran sequía como la que ocurrió en 1726, en que hubo disturbios y robos
de agua ejecutados por cuadrillas armadas.88Ese año, y bajo el gobierno de Cano y Aponte,
86 IBÍD., p 68.
87 IBÍD., p 73.
88 DE RAMÓN. Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana (1541-1991). Op Cit., p 121.
33
se realizaron en Santiago Cabildos abiertos que acordaron sacar agua del río Maipo; pero
nada se materializó.89
En 1742 y durante una nueva sequia se volvieron a producir incidentes similares. Al parecer,
los trabajos se iniciaron en 1743 y ya fuese porque el lugar escogido para trazar su curso no
era el conveniente o porque los fondos presupuestados no fueron suficientes, las obras
estuvieron suspendidas hasta que en 1772 un contratista llamado Martín de Ugareta inició
trabajos formales y logró abrir el cauce. Lo bautizó con el nombre de Canal San Carlos en
homenaje al Rey de España Carlos III. Pero cuando se vaciaron en él las aguas del río Maipo,
se abrieron numerosas brechas y se destruyeron parapetos y pretiles, originándose una
inundación de proporciones que se mantuvo durante varios días.
Fracasado así este proyecto, en los años siguientes se hicieron diversas tentativas nuevas,
hasta que en 1802 el Presidente Muñoz de Guzmán inició los verdaderos trabajos que
habrían de llevar al éxito. Muñoz de Guzmán se preocupó de ellos hasta el momento de su
fallecimiento en 1808, dejando construido el cauce hasta la llamada Punta del Peral. Sin
embargo, la obra completa sólo se finiquitó en la época republicana, más precisamente hacia
1821, cuando ya gobernaba el país Bernardo O´Higgins,90aunque al parecer esta conclusión
no fue tan definitiva, pues en 1826 don Domingo Eyzaguirre presentó una solicitud al
Gobierno para que se le cediese el Canal San Carlos, bajo ciertas condiciones, obligándose
él en cambio, a construir las obras necesarias para su conclusión definitiva91, asimismo, lo
que se requiriese para conservarlo en buen estado de servicio.
89 LEÓN ECHAIZ. Ñuñohue. Historia de Providencia, Ñuñoa, Las Condes y La Reina. Op Cit., p 74.
90 IDEM.
91 Canal San Carlos. Orígenes e influencia en el desarrollo de la ciudad de Santiago (1829-1989). Publicación de
la Sociedad del Canal del Maipo., p 15.
34
que hoy es la Sociedad Canal del Maipo, que en 1829, esto es 86 años después de haberse
iniciado las primeras obra, logró que el agua llegase a todas las chacras del Maipo.92
A partir de este momento, el Canal San Carlos, llamado también del Maipo, tendrá un rol
preponderante en el sistema de regadío de la cuenca de Santiago, al trasladar las aguas del
río Maipo hasta el Mapocho. De tal forma, pueden extraerse de este último 62 canales, uno
de los cuales es el Santo Domingo93.
Para finalizar este punto, podríamos decir que muchos de estos canales terminaron
cruzando amplios sectores de la capital, a causa del poblamiento producido a lo largo de su
curso. Con ello se han creado serios problemas, que empezaron a manifestarse desde
mediados del siglo XIX.
En cuanto al canal San Carlos que, hasta mediados de ese siglo cruzaba sectores netamente
rurales, quedó encerrado entre núcleos totalmente poblados, que se establecieron con
posterioridad en las comunas de Ñuñoa, La Reina, Providencia y Las Condes.
Durante este siglo se comienza a advertir una reducción de las áreas de cultivo a causa del
proceso de urbanización que en este siglo se inició. Las grandes propiedades agrícolas que
otrora cubrieran todo el Valle de Ñuñoa han venido subdividiéndose paulatinamente. Este
fenómeno se comenzará a incrementar progresivamente al mismo tiempo que se produce el
loteo de grandes y pequeñas propiedades para formar poblaciones con proyecciones
urbanas.94
92 IBÍD., p 16.
93 LEÓN ECHAIZ. Historia de Santiago. Tomo II. Op. Cit., p 213.
94 LEÓN ECHAIZ. Ñuñohue. Historia de Providencia, Ñuñoa, Las Condes y La Reina. Op Cit., p 138.
95 Este predio tomó el nombre del título nobiliario de su propietario, Juan Agustín Alcalde Gutiérrez, obtenido
por Real Cédula de 1767, y que heredaron su hijo José Antonio y su nieto Juan Agustín Alcalde Bascuñan,
cuarto y último conde de Quinta Alegre. En 1855, éste desvinculó la Quinta del Mayorazgo que la gravaba y
ya en ese tiempo los terrenos se vendieron al Seminario de los Santos Angeles Custodios y a Juan Enrique
35
donde comenzaban los tajamares hasta prácticamente la chacra de “Lo Bravo”, conocida
más tarde por “Los Leones”, propiedad de Ramón Bravo Covarrubias.
Lo que en época del Imperio Español era “la puerta de entrada al valle ñuñoíno”, la antigua
Chacra de Quinta Alegre es desde 1860, más o menos el pórtico de la futura avenida
Providencia; más al oriente se extendían campos despoblados.
No obstante, ya hacía mediados del siglo XIX en el sector más cercano al casco histórico de
la ciudad se comienza a advertir un evidente auge promovido, sin duda, por el aumento de
la población y por el carácter urbano que cada vez con mayor intensidad va adquiriendo
Ñuñoa.96
Carlos Valenzuela Solís de Ovando nos señala en su “Breve historia de Providencia” que ya
a fines del siglo XVIII, existían varios molinos en el sector de Providencia, uno de los más
conocidos era el molino de Aparicio, que en 1795 pasó a propiedad de doña Rosa
Alcalde,97en tanto René León Echaiz destaca que para mediados de siglo ya figuran dos
molinos con carácter industrial de cierta importancia98. Estaban ubicados en la Avenida
Providencia, en las inmediaciones del callejón de Azolas (José Miguel Infante) y se movían
con aguas del río Mapocho.99
Alcalde, quien en 1871, vendió su parte a la Congregación Compañía de María. Véase BRAVO, FIDEL.
Crónicas de Providencia. 1911-1938. Op Cit., p 13.
96 IDEM.
97 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO. Providencia (Breve historia de la comuna). Op Cit., p 105.
98 Simón Castillo nos señala que a ambas riberas del Mapocho se constituyeron espacios de un intenso
intercambio comercial gracias a los numerosos molinos emplazados en calles como Bella Vista, Purísima y
Domínica, pero sobre todo a la antigua Plaza de Abastos, luego Mercado Central –cuyo edificio fue
inaugurado en 1872- y a la llamada Vega del Mapocho”, instalada en la actual Plaza de Artesanos. Véase
CASTILLO. El barrio Mapocho y el Parque Forestal: espacio público y representaciones de la ciudad en
Santiago de Chile (1885-1900)., p 27.
99 LEÓN ECHAIZ. Ñuñohue. Historia de Providencia, Ñuñoa, Las Condes y La Reina., p 139.
100 IDEM.
36
En el sector de Providencia se establecen en esta época dos curtidurías con carácter
industrial; una pertenece a Alcides Magnere y la otra a Canales hermanos. Hay también una
fábrica de cerveza de la Sociedad Cervecerías Unidas; dos fábricas de hielo; fábricas de
carretas; herrerías y talabarterías. A fines de siglo ya aparecen registrados en los roles
municipales baratillos, carnicerías, cigarrerías, establecimientos de bebidas alcohólicas, etc
101.
El hospital del Salvador, como ya hemos visto, sólo alcanzó a iniciarse en esta época. En una
propiedad de doce cuadras, que se adquirió al Convento de la Merced, se colocaron
únicamente los cimientos. Su construcción fue paralizada y sólo se reinició en 1888. El
antiguo callejón en que se construyó, recibió por ello el nombre de Avenida del Salvador.104
101 IDEM.
102 LEÓN ECHAIZ. Historia de Santiago. Tomo II., p 92.
103 IDEM.
104 IDEM.
37
3.4.- La expansión urbana hacía el sector oriente de Santiago.
Santiago de Chile, en el período que va entre los años 1872 y 1915, vio duplicar su espacio
urbano. Este fenómeno debió su impulso en forma decisiva al empuje de las diversas
poblaciones que se levantaron en los bordes mismos o en las cercanías de los límites urbanos
y fue un fenómeno claramente perceptible para sus contemporáneos.
Ante el crecimiento acelerado y las externalidades que éste generaba, durante este periodo
se patrocinaron una serie de programas de transformación de la ciudad de Santiago. Éstos
en su mayoría quedaron sin efecto debido, en algunas ocasiones, por la debilidad de las
arcas fiscales y municipales, por la inestabilidad política, la falta de consenso de intereses
públicos y privados e incluso, porque su puesta en práctica devenía en peores resultados. El
primero de ellos se desarrolló en la década de los setenta del siglo XIX e involucraba la
modificación del plano y la trama urbana, el establecimiento y ampliación de ciertos
servicios y el saneamiento de los barrios populares que mostraban peores condiciones de
higiene y habitabilidad. Este ingente proyecto fue ideado y dirigido por el Intendente don
Benjamín Vicuña Mackenna, y se restringía a la parte más céntrica y más valiosa de la ciudad
separada de los arrabales por el camino de circunvalación105.
En 1872 la ciudad abarcaba aproximadamente unas 1500 hectáreas. En 1891, casi veinte
años después, había aumentado su extensión a unas 1836, según informes de la época,
significando con ello que la superficie urbana de la capital crecía a un ritmo promedio de 18
hectáreas anuales tomando como base el mencionado año 1872. En 1895 la ciudad
alcanzaba las 2000 hectáreas, lo cual significaba que el promedio de aumento anual había
subido a 21 hectáreas, si tomamos como base el año 1872, o a 41 hectáreas por año si sólo
consideramos los cuatro transcurridos entre 1891 y 1895. Finalmente en 1915, la ciudad
tenía ya una extensión de 3000 hectáreas, resultando así un promedio anual de 35 hectáreas
de aumento al año, siempre teniendo como base el año 1872, o a 50 anuales si nos remitimos
al aumento sufrido únicamente en los veinte años corridos desde 1895, fecha del cálculo
anterior.106
105 SANCHEZ, RAFAEL. Riesgo y Vulnerabilidad en la ciudad de Santiago de Chile entre 1541 y 1930. Una
mirada desde la geografía histórica., p 12.
106 DE RAMÓN, ARMANDO. Estudio de una periferia urbana: Santiago de Chile 1850-1900. Revista de Historia
Universidad Católica, Número 20., p 209.
38
El mecanismo de ampliación era la agrupación de viviendas y calles conocidas con el
nombre genérico de “población”, tales como Valdés, Chuchunco, Ugarte, Miranda,
Mapocho, León XIII, Santa Filomena, San Vicente, San Eugenio y Maestranza. También se
realizó la compraventa de terrenos de antiguas propiedades agrícolas que habían quedado
al interior del trazado urbano, tales como la Quinta Meiggs (1887), San Gregorio de Ñuñoa
(1894), Providencia (1895), Juan García Ballesteros (1895), Salvador y Apoquindo (1896).
Se estima que el 41 % del aumento total de la población de Santiago, en esta época, se
localizó en estas nuevas poblaciones o barrios.107
Aunque existía una Ley Orgánica de Municipalidades que promulgada bajo el gobierno de
Manuel Montt en noviembre de 1854 resultaba absolutamente insuficiente para afrontar el
proceso de transformaciones que estaba viviendo la ciudad.108Para subsanar los evidentes
vacíos que tenía esta normativa, se dictaron la Ley de Organización y Atribución de los
Municipios de 1887 y finalmente con el objetivo109 de solucionar los problemas de este
crecimiento inorgánico de la ciudad se dictó la Ley N° 411, llamada Ley de Comuna
Autónoma (1891) que procuró un completo cambio en la gestión urbana dotando a los
municipios de amplios poderes.
39
dispuesto nada sobre materias tales como avenidas, plazas ni espacios abiertos, ni
pronunciarse sobre el radio urbano de la ciudad, ordenó ensanchar uniformemente todas
las calles de Santiago, sin tomar en cuenta su tráfico, orientación o importancia. Para ello
estableció un ancho uniforme de 15 metros para todas las calles, lo cual se haría efectivo en
el caso de las nuevas edificaciones, las que deberían acomodarse a la nueva línea. Ello derivo
en que las calles adaptaran perfiles irregulares que atentaban contra la armonía del espacio
público.
Se podría afirmar entonces, que desde fines del siglo XIX el proceso de poblamiento
suburbano de la capital fue un proceso entregado a la iniciativa privada en que las
autoridades y en especial el Municipio tuvieron muy poca o casi ninguna injerencia en su
ordenamiento y control. Por este motivo y una vez instaladas las nuevas poblaciones o
extendidas las calles y avenidas más allá de los límites urbanos y tal vez como efecto de ello,
se desató una ola de peticiones por parte de los vecinos y de las nacientes municipalidades
de la periferia santiaguina, pidiendo y urgiendo por el remedio de sus males, en especial por
la falta de servicios indispensables como eran el agua potable, policía de seguridad,
nivelación y pavimentación de calles. Al escapar su solución a las posibilidades reales de las
corporaciones edilicias recién constituidas (Ñuñoa, Providencia, San Miguel, Barrancas y
Renca), el problema terminó revertiendo hacia el Estado, el cual tampoco fue capaz de poner
orden en este caos fundacional y convirtió a la periferia urbana en un resumen de todos los
problemas que podía acarrear un poblamiento espontáneo y por lo tanto irregular.111
111 DE RAMÓN. Estudio de una periferia urbana: Santiago de Chile 1850-1900. Op. Cit., p 214.
40
Departamento de Santiago: Ñuñoa, Maipú, Renca, Colina y Lampa.
Departamento de Melipilla: San Francisco del Monte, Curacaví, San Antonio, Chocalán,
Loica, Alhué.
1. Las Condes.
2. San Carlos.
3. Providencia.
4. Mineral Las Condes.
Se le dio por cabecera la población que se había formado en las proximidades de la avenida
Providencia.
La primera Municipalidad de Providencia, fue elegida aquel mismo año de 1897, en las
elecciones municipales que entonces se realizaron en todo el país. 113
41
4.- TERCERA SECCIÓN. INCORPORACIÓN DE LA ZONA DE LO CONTADOR A
LA CIUDAD. PROBLEMAS URBANISTICOS Y LITIGIOS RIBERANOS.
Siguiendo la visión que Vicuña Mackenna tenía para Santiago, luego del centenario de la
Independencia, los esfuerzos de autoridades y personeros connotados de la comunidad de
Santiago se abocaron a la realización de tres tareas fundamentales:
En segundo término, la construcción de áreas verdes y parques públicos en las nuevas zonas
urbanas, particularmente la incorporación del Cerro San Cristóbal a la ciudad, y la
prolongación del Parque Forestal.
En tercer lugar la construcción de las obras civiles de contención para controlar las crecidas
del Río Mapocho, particularmente el entubamiento del Canal Santo Domingo y otros que
porteaban aguas del río para regadío de la zona norte de Santiago114.
Estos tres ejes de acción – conectividad, espacio público, contención del Mapocho – fueron
sin lugar a dudas el sello del crecimiento urbanístico del Santiago post centenario115.
Sin embargo, más allá de las buenas intenciones de las autoridades, tanto de la Intendencia
como de las nuevas Municipalidades, todo el trabajo de planificación y ejecución de las
distintas obras experimentaron muchos problemas de diseño y coordinación. De esta forma
“la transformación de las riberas mapochinas fue un proceso que –a diferencia de
114 CASTILLO FERNÁNDEZ, SIMÓN. El río Mapocho y sus riberas: Espacio píblico e intervención urbana en
Santiago de Chile (1885 – 1918). Tesis para optar al grado de doctor en Arquitectura u Estudios Urbanos, de
la Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago. Enero 2012. Página 365.
115 IBÍD; p. 364.
42
otras intervenciones urbanas latinoamericanas de la época como Río de Janeiro, o
norteamericanas como Boston- no respondió a un plan maestro de carácter unitario y
detallado. La mejor prueba de ello es la inexistencia de un plano del Mapocho que entregue
una visión completa de lo que se pretende realizar. En vez de ello, comprobamos la
existencia de una serie de proyectos de canalización y de transformación, que si bien
reconocieron la existencia de antecedentes comunes, se superpusieron, coincidiendo en
ocasiones y contradiciéndose en otras”116.
Tanto es así, que a principios del siglo XX se producen una serie de conflictos entre la interés
público (que se manifiesta en la ejecución de los tres ejes ya señalados) con los derechos de
los particulares. El espacio público y privado tenía una delgada línea de separación, en una
zona que siempre había tenido problemas de infraestructura y conexión con la ciudad.
Vale la pena destacar, en todo caso, que muchos particulares y propietarios de la zona de la
ribera norte del río, se encontraban muy interesados por la mayor conectividad, por cuanto
apoyaron decididamente la construcción y prolongación de las vías de circulación, como son
Bellavista y Santa María. Recordemos que toda esta zona norte del río, más allá del Pio IX
– conocida también como Pío Nono – por el oriente, solamente podía conectarse a la ciudad
por el antiguo puente Cal y Canto y por el nuevo puente que le reemplazó, pasando primero
por la zona de la Chimba, luego barrio Recoleta.
Pero por otra parte, la construcción de áreas verdes y parques públicos no contó con el
mismo entusiasmo, especialmente en la zona en que se prolongó el Parque Forestal por la
naciente Providencia, ya que en aquél inicio del siglo XX ya empezaba un incipiente
mercado inmobiliario que prefería incorporar las nuevas zonas derechamente a la
construcción de viviendas y edificios.
Fue el decidido esfuerzo fiscal y municipal el que permitió la afectación final de todos los
terrenos ganados al río, en la ribera sur, como área verde, y que hoy conocemos como
Parque Forestal.
Todo lo dicho solamente para indicar la pugna y tensión entre el ámbito público y el ámbito
privado.
43
Ahora bien, para resolver cualquier disputa al respecto, con el fin de realizar las obras de
refuerzo del río, y particularmente el entubamiento de los canales que sacaban agua de su
cauce, se expropiaron los terrenos tanto al sur como al norte del curso del río. La
expropiación se produce mediante la “ley de canalización”117 de 1888, instaurando la
expropiación a cien metros a cada lado del río y fijando su condición de “bienes
públicos”. Sin embargo, a pesar de la ley expropiatoria se “promovieron continuos litigios
de propiedad por el lecho del río, enfrentando al Estado con propietarios ribereños y
mostrándonos una voluntad estatal por mantener como bienes públicos los terrenos
ganados”118.
Entre los litigios entre el Fisco y propietario ribereños, cabe mencionar el juicio “Fisco de
Chile con Maino y otros”119. Durante esta investigación se tuvo la fortuna de tener a la vista
algunas piezas de este juicio de nulidad y reivindicación, seguido entre el Fisco de Chile y
propietarios ribereños de la parte sur del Río Mapocho, en una zona que tiene la misma
altura o cota de la zona de Lo Contador. El estudio de dicho litigio, nos permitió adentrarnos
en otros antecedentes administrativos y jurídicos sobre la propiedad o dominio de los
predios ribereños y ver la colisión de los derechos de los dueños de éstos con los derechos
del Fisco, durante el primer tercio del siglo XX.
44
hacia principios de siglo XX se había zanjado el problema de la propiedad o dominio sobre
la zona colindante al curso de aguas, mediante la ley expropiatoria de 1888, también
conocida como ley de canalización120.
Con ello el Fisco, a través del antiguo Ministerio de Tierras y Colonización, actual Ministerio
de Bienes Nacionales, se hacía, sin más, del dominio pleno de una faja de 100 metros, (80
metros en el caso de Lo Contador), contados desde la “orilla” del río, para los efectos de
realizar las obras finales de canalización del Mapocho, en la zona que se consideraba, hasta
la época, como sub urbana, en la parte oriente de la ciudad. Sin perjuicio de esta
expropiación, no se logró disipar completamente toda duda respecto de la propiedad de los
terrenos riberanos, y la propiedad de éstos estuvo en litigio a través de varias acciones
jurisdiccionales. De estos litigios y particularmente sobre las piezas que se tuvo a la vista,
podemos obtener algunas conclusiones relevantes.
4.2.- Algunas notas sobre los litigios del Fisco con propietarios ribereños.
Vale pena tomarse algunas líneas para realizar breves notas sobre el la regulación del
derecho de propiedad sobre los terrenos existentes en la ribera de un río y luego abocarnos
a un análisis de la tesis fiscal que plantea en el juicio que se tuvo a la vista.
Nuestro Código Civil, siguiendo la tradición romana más clásica, establece que los terrenos
que un propietario ribereño gana por la acción de las avenidas o avulsiones del río con quien
limita, las incorpora a su patrimonio mediante el modo de adquirir “accesión”121, según
rezan los artículos 643 y siguientes del Código Civil .
45
con la única salvedad que debe pasar un año completo para que dominio se consolide por el
propietario ribereño123.
Ambas situaciones ocurrían en ambas riberas del río, y también, obviamente, en la zona de
Lo Contador, en la que, por avenidas y avulsiones sucesivas, por las crecidas recurrentes del
caudal del Mapocho, habían formado una extensa faja de terreno al norte del Mapocho. Este
crecimiento en el tamaño de los predios, enriquece legítimamente al propietario ribereño,
por un mecanismo o “modo de adquirir”, que el legislador civil considera gratuito, ya que el
enriquecimiento por el aumento del predio no acarrea una carga u obligación recíproca del
dueño.
Sin embargo hay que tener en cuenta dos limitaciones. Por una parte está el derecho de
dominio del fisco sobre la zona de “playa de río”, es decir, la zona en que las aguas bañan
alternativamente la ribera124. Esta zona que las aguas del río ocupan y desocupan
alternativamente, sigue siendo de dominio fiscal. En el mismo sentido, la norma del artículo
653 del mismo cuerpo normativo, señala que solamente el propietario ribereño se hace
dueño, en dominio pleno, de una faja de terreno cuando las aguas que lo cubrían lo han
abandonado durante cinco años seguidos.
Luego, coordinando las normas civiles señaladas, el propietario del predio ribereño se hace
dueño también de todo el crecimiento del mismo inmueble producto de los aluviones y
avulsiones que se producen por acción del río, en la medida que dichos crecimiento de
terreno, no sean ocupados nuevamente por las aguas del caudal por cinco años. Así las
cosas, tanto la playa de río, como todos los terrenos colindantes que el mismo río cubra y
desocupe alternativamente, en forma periódica, y por periodos menores a cinco años, son
parte de dominio fiscal.
Todas estas normas fueron dictadas con el Código Civil de Bello a mediados del siglo XIX y
no han sufrido modificación alguna hasta nuestra época, con la única salvedad del artículo
653 ya referido, pero que igualmente estaba ya reformado a la época que nos interesa y se
123 Artículo 652 del Código Civil: “Sobre la parte del suelo que por una avenida o por otra fuerza natural violenta
es transportada de un sitio a otro, conserva el dueño su dominio, para el solo efecto de llevásrsela; pero si no
la reclama dentro del subsiguiente año, le hará suya el dueño del sitio a que fue transportada”.
124 Artículo 650 inciso segundo del Código Civil: “El suelo que el agua ocupa y desocupa alternativamente en sus
creces y bajas periódicas, forma parte de la ribera o del cauce, y no accede mientras tanto a las heredades”.
46
aplicaron directamente a la situación de los predios colindantes al río, incluido por cierto la
Chacra Lo Contador.
Todo lo dicho tiene por fin determinar, en su momento, particularmente durante las
primeras décadas del siglo XX, el dominio o propiedad de los terrenos donde se habrían
levantado las distintas obras civiles de canalización y contención del río. Si sobre terreno
fiscal (playa de río y terrenos ocupados periódicamente por el mismo río) o si se encuentran
sobre propiedad privada. Dicha diferencia pareciera a simple vista superflua, pero en el
fondo es relevante, puesto que la construcción de una obra de esta envergadura en suelo
propio o ajeno (fiscal o privado, dependiendo de quién se hace cargo de la obra) trae
consecuencias obvias en el levantamiento de los proyectos, en los permisos para la
edificación y especialmente financiamiento.
Hacemos presente que, por los cambios de caudal y las grandes crecidas del Rio Mapocho
ocurridas durante toda su historia, y aplicando pura y simplemente el estatuto normativo
del Código Civil ya señalado, resulta que la determinación de los límites entre la propiedad
fiscal y pública pareciera imposible, ya que la periódica ocupación por las aguas del rio de
diferentes terrenos en la zona de Lo Contador, así como en toda la ribera norte y sur del río
a esa misma altura o cota, era una situación periódica que cambiaban seguidamente la
morfología de los distintos predios ribereños.
Por ello, para los efectos de la realización de las obras civiles de canalización y contención
definitivas del Mapocho en la zona oriente de Santiago, fue necesario, para zanjar cualquier
tipo de discusión al respecto, una ley expropiatoria, como fue la dictada en 1888.
Volviendo al litigio en particular, resulta interesante su estudio para los efectos del presente
informe ya que el Fisco entrega, luego de la expropiación, a particulares parte de la faja fiscal
bajo títulos falsos. En efecto, el origen de este litigio en especial, por el dominio de las zonas
aledañas al río, parte de la circunstancia que, luego de la expropiación, y ya que siendo ya
parte del patrimonio del Estado, el Fisco entrega o devuelve algunas fajas de terreno a los
propietarios ribereños, mediante una transacción de fecha 29 de Diciembre de 1930.
Los litigios se producen, en buenas cuentas, pues el Fisco alega que el título, que se tuvo a
la vista por parte de las autoridades para suscribir la transacción señalada, fue adulterado
por un particular (Ricardo Portales), con el objeto de incorporar maliciosamente una
importante faja de terreno que se había ganado al río. En definitiva, el Fisco demanda la
47
nulidad de la transacción señalada y, asimismo, demanda la reivindicación de la propiedad
sobre los predios transferidos por la transacción, cuya nulidad se pide, requiriendo al
órgano jurisdiccional competente, que se restablezca el dominio del fisco sobre la faja en
disputa, cancelando las inscripciones de dominio que existían a favor de los particulares125.
De la revisión de los títulos de propiedad en disputa, todos de la ribera sur del Río, en la
parte de la actual avenida Providencia, la totalidad de las inscripciones fijaban el mismo
deslinde norte, para los respectivos predios: una línea que corría paralela hacia el sur a la
línea del ferrocarril que el fisco había emplazado en esa zona126. Cabe mencionar que en
todas las inscripciones revisadas, en ninguna de ellas se remite a algún plano de deslindes
o de subdivisión o loteo, por tanto, los deslindes citados en cada inscripción, si bien constan
en un instrumento público, no pueden ser refrendas por algún plano o antecedente técnico.
De todo ello, a pesar de no saber la resolución final del juicio, de todas formas podemos
concluir que la propiedad privada siempre estuvo circunscrita fuera de la faja colindante al
río. Ello es consecuente con la idea original de la canalización del río, esto es, que las obras
de canalización solamente podían realizarse por el esfuerzo fiscal y dentro de un terreno
fiscal (dentro de la faja expropiada).
En cuanto al título particular que el Fisco cita e impugna en su demanda, y mediante el cual
se sostiene la declaración de nulidad, consiste en la inscripción de dominio del señor
Ricardo Portales, que corre a fojas 930, bajo el número 604 del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de Santiago correspondiente al año 1892. En este título de
dominio se cita como deslinde Norte – a diferencia del resto de las inscripciones que se
125 Tal como se señaló en la nota 119, solamente se tuvo a la vista algunas piezas del expediente, así como los
títulos de dominio alegados por el Fisco, pero no se tuvo acceso a las defensas de los particulares, ni a sus
medios de prueba.
126 Las inscripciones que se tuvieron a la vista, y que son objeto de la acción de nulidad del Fisco, son los
siguientes: (Uno). Inscripción de fojas 662, número 1415, del Registro de Propiedad del Conservador de
Bienes Raíces de Santiago, del año 1918. (Dos). Inscripción de fojas 4254, número 7799, del Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Santiago, del año 1922. (Tres). Inscripción de fojas 426,
número 712, del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Santiago, del año 1935. (Cuatro).
Inscripción de fojas 2475, número 4642, del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de
Santiago, del año 1931. (Cinco) Inscripción de fojas 2475, número 4643, del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de Santiago, del año 1931. Todas actualmente es custodia en el Archivo
Nacional.
48
tuvieron a la vista – es la “Chacra Lo Contador, Río Mapocho de por medio”, límite que,
según el libelo fiscal, había sido maliciosamente adulterado por la parte de Ricardo Portales.
Interesa este conflicto sobre el límite Norte del predio de Ricardo Portales, toda vez que, en
un juicio anterior, ventilado en el año 1929, también entre Fisco de Chile y propietarios
ribereños127 – juicio citado como referencia en este mismo litigio – el señor Portales usa por
primera vez el título en cuestión y, en su contestación, alega que su predio llegaba desde el
Sur, hasta la ribera norte del Río, particularmente con la Chacra Lo Contador, y que el
deslinde con dicha Chacra consistía en un “tajamar”.
En definitiva, el letrado redactor de la denuncia previa al juicio, señala que los particulares,
derechamente, usurparon de hecho terrenos fiscales ganados al río por los nuevos trabajos
de canalización, adulterando los deslindes de sus respectivos títulos (particularmente en el
caso de Portales) con el fin de cobijarse fraudulentamente en éstos para dar legitimidad a
su posesión130.
127 El juicio citado se usa como referencia por parte de la demanda del fisco, aun cuando no se detalla su
naturaleza ni sus datos, pero del que, podemos deducir, fue el juicio que sirvió de antecedentes necesario y
terminó con la celebración de la transacción de fecha 29 de Diciembre de 1930.
128 DE LA CUADRA, JUAN FRANCISCO. Derechos Fiscales sobre los terrenos riberanos del Río Mapocho.
Santiago. 1936. Página 8. Lo escrito entre paréntesis y lo destacado es nuestro.
129 El letrado De la Cuadra derechamente señala que son las obras de Ambrosio O’higgins, cuyos restos aún
existían hacia el año 1890.
130 DE LA CUADRA, JUAN FRANCISCO. Ob cit. Página 11 y 12.
49
En tanto, el Fisco de Chile, en su demanda, siguiendo en parte la tesis del letrado Juan
Francisco de La Cuadra, analiza el título y demás alegaciones de Ricardo Portales, en
relación al presunto límite norte de su propiedad y la existencia de un tajamar,
acompañando también el plano del año 1890 del Ingeniero Alejandro Bertrand, mediante
el cual pretende acreditar la efectiva la existencia de los límites del cauce del río y la línea
de tajamares hacia 1890, los que quedaron superados por las obras de canalización que el
propio Fisco realizó a partir del inicio del Siglo XX.
De todos estos antecedentes, al menos en este litigio entre el Fisco de Chile y los propietarios
ribereños, la tesis fiscal descansa, en que los límites del cauce del río Mapocho, en la zona
oriente, hacia 1890, justo antes de hacer ingreso a la ciudad – en el entendido que la ciudad
comenzaba en el eje de Vicuña Mackenna por el sur y Pino IX por el norte – estaban dados
por la antigua línea de defensa de tajamares – que el letrado De la Cuadra se matricula en
señalar que corresponden a los tajamares españoles – que aún existía hacia finales del siglo
XIX, pero que había quedado en desuso con los trabajos de canalización y contención
iniciado con la ley de expropiación de 1888. Esta antigua línea que fijaba la orilla del río,
marcada por los viejos tajamares, era mucho más ancha y amplia que la línea marcada por
los nuevos trabajos de canalización, mucho más estrecha, que fijaba un cauce más angosto,
y que ya se manifestaba nítidamente hacia 1915.
Hacemos presente que la antigua línea de defensa, consistente en los antiguos tajamares –
según la tesis fiscal planteada en el juicio en comento – daba un cauce más ancho del Río
para los efectos de poder captar y portear de mejor maneras todas las aguas de éste, sin
importar por donde escurrieran, antes de hacer ingreso a la ciudad – a la altura de Vicuña
Mackenna y Pio IX – y hacer frente de mejor modo a posibles crecidas. Por tanto, esta línea
de defensa tenía una forma de embudo, más ancho hacia el oriente y más angosto hacia la
entrada de ciudad. Cuando se realizan las obras de canalización y contención del Mapocho,
desde principios del siglo XX – al menos hasta 1915 según tesis fiscal – la línea que las
nuevas obras fijan para el cauce del río, no es otra que la prolongación la línea del cauce más
estrecho que existía a la entrada de la ciudad, dejando atrás y en desuso las líneas que
formaban la antigua defensa con forma de embudo.
Resulta claro que la pretensión fiscal, al seguir esta tesis, tiene por fin desestimar el derecho
de propiedad de los particulares sobre los terrenos secos ganados al río, pues no se
aplicarían las normas civiles de la accesión, ya que no se trataba del aumento del predio por
50
acción natural del río – sea esta acción lenta o violenta – sino por la acción del mismo Fisco.
En el caso particular del señor Ricardo Portales, el Fisco pretendía impedir que éste privado
se hiciera del dominio de todo el terreno que quedó seco desde la nueva línea hasta la
antigua línea, fijado por los tajamares.
Como era de esperar, los terrenos que quedaron entre la antigua y la nueva línea, fueron
sobre los cuales existieron una serie de litigios en los que se ventilaba la existencia de
propiedad privada – fundada en las normas civiles de accesión y las transacciones
celebradas con el Fisco – o bien propiedad fiscal, fundada ésta en la no aplicación de las
reglas de accesión y, principalmente, en los actos expropiatorio, como los realizados a la luz
de la ley de 1888.
Reiteramos que esta es la síntesis de la tesis fiscal, sin que tuviéramos a la vista la tesis de
los demandados. Pero resulta sostenible la tesis fiscal en la medida que se fundamenta en
documentos oficiales como es el plano de 1890 del ingeniero Bertrand.
También hay que tener la precaución de recordar que este juicio solamente trataba de los
predios de la ribera sur del Río, y que el alcance de la que se hace a la Chacra Lo Contador a
un tajamar que serviría de límite al lecho del río, es precisamente desvirtuada o impugnada
por la tesis fiscal.
De todas formas, todos estos antecedentes nos ilustran sobre la situación general existente
en las riberas del Mapocho hacia el oriente de la ciudad, ya que las obras de canalización y
contención del río, se realizaron tanto en la parte norte como en la parte sur, al mismo
tiempo, como una sola gran obra. Asimismo y para finalizar, éste litigio da cuenta que, sin
perjuicio del término que haya tenido, todas las partes, tanto el Fisco como los particulares
demandados – especialmente la parte de Portales – alegan la existencia de una línea de
defensa compuesta por los antiguos tajamares, que corría al Norte del río Mapocho, en la
zona de la Chacra Lo Contador, y que había quedado en desuso con las nuevas obras.
51
4.3.- Lo Contador y la Universidad Católica.
Este hecho a pesar de constituir un avance, no pudo satisfacer las necesidades de la Escuela.
Por este motivo, el decano empezó a buscar una solución definitiva. Se le informó que
estaban en venta los terrenos de la sucesión Luis Martínez del fundo Lo Contador en Pedro
de Valdivia Norte y se llegó a la conclusión que este era el lugar ideal para instalar la Escuela
de Arquitectura. Aunque encontró alguna resistencia del Consejo Superior, finalmente
obtuvo la respectiva autorización132.
Parte de la encomienda concedida por Pedro de Valdivia a Rodrigo de Araya, los terrenos
ubicados entre el cerro San Cristóbal y el río Mapocho habían sufrido sucesivas
131 KREBS, R., MUÑOZ, M. Y VALDIVIESO, P. Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago,
Ediciones Universidad Católica de Chile. 1988., p 304.
132 IBÍD., p 511.
52
subdivisiones durante los siglos XVII y XVIII133. A fines del siglo XVIII la rinconada
determinada por la falda del cerro, dos de sus puntillas y el río estaba dividida por una serie
de propiedades de unas pocas hectáreas cada una134. Correspondió a Francisco de Avaria el
haber reunificado la propiedad.
Entre 1777 y 1780 adquirió las casi veinticinco cuadras a diferentes personas: ocho a Justo
Cifuentes; nueve a doña María y don Luis Zapata; siete a don Miguel Verdugo y tres cuartos
de cuadra a los herederos de José Pérez135.
Don Francisco Antonio de Avaria se casó con doña Matilde Salamanca y aunque no tuvieron
hijos, vivieron con una sobrina huérfana, hija de una hermana de Avaria, doña Mercedes
Contador quien recibió la chacra como dote para su matrimonio con Antonio Hermida, hijo
de un rico mercader amigo de Ambrosio O’Higgins.
Aunque es difícil reconstruir con exactitud lo que serían las características del área en esa
época, Fernando Pérez Oyarzún sostiene que es probable que haya estado en parte plantada
de frutales, como nogales y olivos, de los que existen registros en documentos posteriores.
Lo Contador era en sus inicios una chacra suburbana que, a pesar de estar de estar
físicamente bastante cercana al centro, se percibía de facto, como una propiedad
extramuros136.
A la fecha del enlace, Antonio Hermida llevaba ya varias quiebras y negocios fallidos, según
el decir de Carlos Valenzuela Solís de Ovando “…no por falta de talento comercial, sino por
su espíritu dispendioso, juerguista y donjuanesco” (sic)137.
Éste, aprovechando los bienes de su reciente esposa, adquirió la chacra Bellavista en Ñuñoa
que hoy conocemos por Lo Hermida y una importante propiedad en plena Alameda.
133 En el siglo XVI, los terrenos del fundo Lo Contador formaron parte de la merced otorgada por Pedro de
Valdivia a Rodrigo de Araya, que incluía el Cerro San Cristóbal y El Salto. En el segundo tercio del siglo XVIII
se desprendieron de esta gran propiedad las tierras que formaron la “Chacra del río”, que perteneció a Andrés
Maciel.
134 PÉREZ OYARZÚN, FERNANDO. “Lo Contador: casa, barrio, ciudad”. ARQ N°65 (Abril 2007), p. 12.
135 KREBS, RICARDO y RODRIGUEZ, HERNÁN (Editores). Providencia. 100 años de la comuna. Santiago,
Ediciones de la esquina Ltda., p. 53.
136 PÉREZ OYARZÚN. Lo Contador: casa, barrio, ciudad. Op. Cit., p 13.
137 VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO. Providencia (Breve historia de la comuna). Op. Cit., p. 20.
53
Varios testimonios coinciden en que el matrimonio desde un comienzo estuvo marcado por
los problemas, lo que llevó a que Mercedes se decidiera a tramitar un juicio secreto de
divorcio ante la autoridad episcopal, en tanto entablaba un pleito por devolución de bienes
secuestrados, acusando a su cónyuge de ser responsable de más de treinta ejecuciones por
deudas, y de ser “dilapidador y droguero” (sic), además de vivir en adulterio con otra
mujer138. Perseguido por sus acreedores, don Antonio de Hermida se marchó sigilosamente
a Mendoza donde hizo gran amistad con el general José de San Martin, a quien tuvo alojado
más tarde con un grupo de oficiales patriotas durante una larga temporada, en la casa de Lo
Contador139.
Hacía 1820, tras un bullado juicio, doña Mercedes se separó de su marido y se fue a vivir a
la chacra, en una casa que bautizó con el nombre de San Rafael. “Entre 1821 y 1824, cerró
este recinto, edificando un vasto cuadrilátero para dar alojamiento al gran número de
personas que asistían a ejercicios y retiros espirituales que ella estableció y que consistían
en suplicios y flagelaciones que los asistentes se imponían”.140
Al parecer, en el tema espiritual se centraron los últimos años de vida de doña Mercedes
Contador. En efecto, en todos sus testamentos deja notar una preocupación casi absoluta
por este tema.
“Es mi voluntad que se conserve esta casa y que todos los años se costeen allá para pobres
dos corridas de ejercicios de 300 personas cada uno, aplicándose por mi alma las misas
respectivas y encargándose a los ejercitantes rueguen a Dios por mí”141
No cabe duda que doña Mercedes estaba excesivamente preocupada por la salvación de su
alma, en el mismo documento, junto a otras disposiciones testamentarias ordena que a su
138 IDEM.
139 IDEM.
140 MEZA FERNÁN. Lo Contador. Tesis para optar al grado de Licenciado en Arquitectura. Facultad de
Arquitectura Universidad de Chile. Santiago, 1966., p 20.
141 IBÍD., p 21.
54
muerte se digan 2000 misas por su salvación y pide además ser enterrada en un
Departamento de las Hermanas Mercedarias y ser trasladada luego al Convento de la
Merced.
Doña Mercedes Contador dejó a instituciones de caridad la mayor parte de sus bienes.
Falleció el 27 de noviembre de 1864.
En este año heredó la propiedad su sobrino Diego Antonio Martínez quien, hasta su muerte
dispuso anualmente los ejercicios ordenadas por su tía, los que sólo se vieron interrumpidos
durante dos años (1881-1882) durante la Guerra del Pacífico, a pesar de esto, siempre
procuró liberar la propiedad de estos gravámenes de tipo religioso.
Desde que adquirió la calidad de heredero, don Diego Martínez junto a su esposa y prima
Mercedes Martínez, habitaron el segundo piso de la construcción, destinando toda la planta
baja a un hospital. La señora Martínez se dedicó abnegadamente a cuidar enfermos, hecho
que la llevó a la muerte, pues a consecuencia de las malas condiciones sanitarias existentes,
contrajo viruela, siendo imposible sacarla del lugar debido a una crecida del río Mapocho,
falleciendo en su propia casa142.
Un hecho que es necesario recalcar pues sirve para denotar el carácter del propietario en
estos momentos de Lo Contador, es que a estas alturas el giro de la chacra ha cambiado. La
viña existente que se había mantenido por años fue arrancada por Diego Martínez quien
tenía firmes principios anti alcohólicos143.
55
Dueño de la Chacra de “Lo Contador”, Don Luis Martínez se trasladó a vivir en ella en 1903.
El lugar estaba entonces bastante alejado de Santiago. Su única salida era a través de
Bellavista, y habitualmente se transitaba a caballo o en coche hasta el puente del Arzobispo
que era entonces solo una construcción de madera sobre pilares de fierro destinada al tráfico
peatonal144.
La primera pasada cercana a la casa estuvo frente a la calle San Gabriel y consistió en un
puente provisorio hecho por los Ferrocarriles del Estado, con el objeto de pasar carros hacía
la cantera para cargar “chancado”. Este fue un ramal de la línea férrea existente que partía
desde la “estación Providencia” y terminaba en las Cervecerías Unidas, pasando por la orilla
del Mapocho.
Desde 1903 a 1955, año de su muerte, fue don Luis Martínez propietario de “Lo Contador.
Allí vivió la mayor parte de su vida acompañado solo por algunos sirvientes, de carácter
misántropo, vivía obsesionado por la idea de una probable expropiación y dedicó los últimos
años de su vida a aprender idiomas, en su afán de leer a los grandes clásicos en su propia
lengua146.
Ya para esa época, las actividades agrícolas parecen haberse ido deteriorando, entre otros
factores por problemas con los derechos de agua y el regadía. La explotación de la piedra se
reducía para entonces a sólo la cantera de la Puntilla.
56
A la muerte de Luis Martínez, la sucesión heredó la casa y la chacra, ésta última había
disminuido por una venta hecha en 1938 a Jorge Sarquis, de 30 hectáreas planas en el sector
oriente del terreno.
Posteriormente y tal como hemos señalado, la chacra fue vendida a la Universidad Católica
que instaló en el lugar su facultad de arquitectura.
Sobre la casa existe ya un excelente informe previo de Elvira Pérez y Carlos Silva por lo que
solo nos centraremos en algunas generalidades respecto a esta.
Esta fue construida por Francisco de Avaria que seguirá el modelo de una alquería como lo
hacen una serie de casas rurales en los alrededores de Santiago por ese entonces: un solo
cuerpo longitudinal de dos pisos, con corredores tanto en su cara norte como en su cara sur
y escaleras de acceso que exceden el volumen del edificio. Los recintos del primer –cuartitos
y bodegas-estaban destinados a servicios, mientras las habitaciones principales se
localizaban en el segundo.
Posteriormente la casa recibió una adición hacia el Oriente consistente en un recinto que
alojaba dos lagares de piedra, lo que da testimonio de la importancia que las viñas deben
haber adquirido en la propiedad a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.
El desarrollo de la casa de la casa está marcada por un cambio simultánea en el uso de esta
que pasa, como hemos visto, por voluntad de Merced Contador, desde una chacra
suburbana a una casa de retiros. Para cumplir con estas funciones la casa adquirió una
capilla, un refectorio y unos cuartos de alojamiento. Capilla y refectorio se sitúan como dos
cuerpos perpendiculares a la alquería y los cuartos de alojamiento probablemente en más
de una etapa. Simultáneamente se construyen los baños en el punto en que la acequia que
57
cruzaba el patio pasaba bajo el cuerpo poniente. Es probable que la última zona en
construirse hayan sido los recintos de la esquina sur oriente del patio.148
Tras la muerte de Diego Martínez, hereda la casa Luis Martínez, cuando la propiedad estuvo
bajo su dominio existió un proyecto de remodelación de la propiedad fechado en 1915 y
firmado por el arquitecto Ramón Fehrman Martínez que finalmente se concretó muy
parcialmente y con variantes. La fachada sur, simétrica y con elementos clásicos, que
incluye el traslado del zaguán, y muy probablemente la apertura de nuevas ventanas hacia
el río, es acaso su huella más visible.
Pero acaso la transformación más substancial ocurrida en este momento en la casa es que
ella comienza a mirar al sur, al río y a Providencia. Tal giro queda subrayado por el
establecimiento de la fachada sur como la principal y el abandono del proyecto de la fachada
poniente. Él es coincidente con la expansión con la decidida expansión de Santiago hacia el
Oriente producida desde comienzos del siglo XIX149.
148 IDEM
149 IDEM.
58
5.- CONCLUSIONES.
Hemos visto a lo largo de esta investigación el rol del río Mapocho como eje articulador de
la ciudad, los enormes problemas que generaron sus crecidas y como las obras destinadas a
impedirlas fueron una preocupación constante de las autoridades. Asimismo vimos como la
expansión de la ciudad hacia el oriente fue un proceso que se fue dando en forma espontánea
y como la autoridad intento ordenar el proceso mediante leyes especiales al respecto, no
obstante de todas forman surgieron conflictos entre los particulares y el Fisco respecto a los
límites de las propiedades ribereñas al río, toda vez que las obras de canalización y
urbanización que se realizaron entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX no solo
incorporaron nuevos sectores a la vida urbana, sino que también alteraron profundamente
los límites de dichas propiedades.
En efecto, el accionar de los particulares se limita a obras menores relacionadas con el río,
ya sea un puente provisorio150 o patas de cabra, o solicitudes a la autoridad para que
construyese tajamares u otras obras de mayor envergadura. Es ilustrativo al respecto que
bajo el gobierno de Ambrosio O’Higgins, en un período no muy anterior a la constitución de
la propiedad de Lo Contador, los gobiernos solicitaren a la autoridad la construcción de
tajamares en el sector de Providencia con los materiales sobrantes de los tajamares de
Toesca, no pudiendo ni siquiera ponerse de acuerdo en la forma de recaudar los fondos para
cumplir con el aporte que ellos mismos habían propuesto.151
150 Un buen ejemplo sería el puente provisorio en Lo Contador fabricado por Luis Martínez en….
151 Véase páginas 30 y 31 de este informe.
59
sector152 no menciona esta chacra entre las principales de la época, a pesar de dar una lista
de las más representativas, pero si lo hace cuando menciona las más importantes de
comienzos del siglo XX, pero lo hace en base a los roles de avalúo, concretamente a los de
1902, mencionándola en una lista de fincas rurales, valiosas propiedades urbanas y
destacados establecimientos industriales cuyo valor supera a los sesenta mil pesos de la
época.153
Bajo el dominio de Luis Martínez, el último propietario de la chacra antes que pase a
dominio de la Universidad Católica, todo indica que las actividades agrícolas ya están en
decadencia y el propio dueño, cuando ocurre una inundación del canal Santo Domingo,
152 Véase LEON ECHAIZ. Ñuñohue. Historia de Ñuñoa, Providencia, Las Condes y La Reina. Ob. Cit, pp 74-77 y
180 – 181.
153 IBÍD., pp 180-181.
60
realiza lo que hemos visto como una constante en esta investigación, es decir solicitar ayuda
a las autoridades cuando los costos exceden una obra menor154.
Eso nos deja acotado el período de construcción del denominado “tajamar” por parte de los
dueños de la Chacra de Mercedes Contador y Diego Martínez. De nuestro estudio y por las
razones precedentemente señaladas concluimos que es difícil que el tajamar haya sido
construido por particulares.
Lógicamente queda pendiente una pregunta, ¿si no fueron los propietarios quien o quienes
construyeron el muro? Creemos que la respuesta puede estar en los litigios surgidos luego
de que el río Mapocho fue canalizado. Como hemos visto, esta obra de ingeniería provoco
un efecto práctico de inmediato para los propietarios ribereños, los límites de sus
propiedades se vieron modificados.
Si bien es cierto que el expediente del juicio “Fisco con Maino y otros”, no fue habido en el
archivo judicial155, no es menos cierto que hay varias afirmaciones que deben ser verificadas,
durante esta investigación y con objeto de reconstituir el expediente fueron revisados los
títulos de todas las propiedades vinculadas al juicio, no encontrándose planos adjuntos, sin
embargo la afirmación de Portales es clara u concluyente: su propiedad limita con el
Tajamar de Lo Contador.
154 En 1903, mediante carta dirigida al Intendente, don Luis Martínez señalaba alarmado que: “La acequia de
la ciudad denominada “Santo Domingo‟, y cuyas aguas sirven para el aseo de multitud de acequias
de los barrios situados ultra-mapocho, se encuentra socavada en tal manera frente a “Lo Contador‟,
que no sería extraño que este invierno se derrumbara en forma, con las aguas del tiempo simplemente o,
si ya no con esto, con las socavaciones que hace el Río siempre que aumenta un poco su corriente.
Los trabajos hasta hoy ejecutados (colocación de postes y canoa que abarca una extensión de muchos
metros) no sirven a evitar las contingencias del peligro insinuado, y es por esto que propongo, Señor, que la
Alcaldía proceda a ejecutar los que los eviten de una manera estable y permanente”. Luis Martínez M. a
Intendente, sin fecha ni número de foja, Intendencia de Santiago, volumen 233, mayo 1903. Citado
por CASTILLO FERNÁNDEZ, SIMÓN. Río Mapocho y sus riberas… Ob. Cit, pp 362. Luego de la solicitud de
Martínez, se realiza un informe técnico que recomienda la construcción de un muro seco, que se construiría
con piedras botadas al canal. Finalmente y en época tardía, se opta por entubar el Canal Santo Domingo. Para
una completa revisión de los hechos, véase CASTILLO FERNÁNDEZ, SIMÓN. Río Mapocho y sus riberas…
Ob. Cit, pp 362 y 363.
155 Ver nota 126.
61
La tesis fiscal, en tanto, apunta a que los tajamares a que se hacen referencia en los litigios
venían de la época española, y todas las partes involucradas (Fisco y Portales) están
contestes que sí había un tajamar en la zona norte del Rio Mapocho, en la Chacra Lo
Contador, que aún existía al año 1890, como daría cuenta el Plano del Ingeniero Bertrand156,
pero que ya no estaba en uso hacia el año 1915, producto de las nuevas obras de canalización
del río.
También resulta ilustrativo, siguiendo los antecedentes del Juicio “Fisco con Maino y otros”,
revisar todas las inscripciones de los predios del sector, ubicado al Norte del Río Mapocho,
cercanos a Lo Contador, pues que en los títulos más antiguos, debería figurar, como límite
sur, el antiguo tajamar. También con el estudio de la historia fidedigna de los títulos de
dominio, se podrá determinar el momento en que dicho límite o deslinde sur cambia, y en
qué momento se deja de hacer referencia al mencionado tajamar, para fijar dicho deslinde.
156 Durante el transcurso de esta investigación se revisaron otros planos del periodo, a saber: (Uno). Plano de
Santiago de 1895. Completado y publicado por Nicanor Bolaño. (Dos). Plano Jeneral de la Ciudad de
Santiago, con la numeración de manzanas (Plano) Oficial de la Asociación Chilena de Aseguradoras contra
Incendios, 1902, y (Tres). Plano de alcantarillado de Santiago, de la Dirección General de Agua Potable y
Alcantarillado de 1906. En ninguno de ellos fue posible revisar pesquisas de obras fluviales.
157 Durante esta investigación no fue posible acceder directamente a los “rollos Bertrand”, en los cuales se
encontraría el plano de la zona Lo Contador hacia 1890, y que funda la pretensión fiscal. Aunque algunos
circulan digitalizados consideramos que lo óptimo sería la revisarlos materialmente. En la nota externa a esta
investigación se señala el procedimiento administrativo para su revisión ante la Ilustre Municipalidad de
Santiago.
62
razón habría quedado olvidado y enterrado bajo tierra y lejos del actual cauce del río al que
debió contener en su origen.
63
6.- BIBLIOGRAFÍA.
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