Está en la página 1de 10

III.

¿QUÉ ES UN SOFISTA?
1. El término sofista.
Sophos, sophia, comúnmente traducido por “sabio” y “sabiduría” tienen delicados matices de significado.

 Habilidad para practicar una operación determinada. En Homero, un carpintero de barcos, un


auriga era, un timonel, un augur, un escultor eran sophói, Apolo era sophós con la lira; Tersites,
un hombre indigno, pero sophós con su lengua, “hábil en toda sophia”.
 Persona dotada de inteligencia práctica, en la línea en la que dice Teognis. Que le es fácil un
sophós detectar una moneda falsa, pero mucho más difícil desenmascarar el carácter falso de un
hombre. Aquí sophós podría equivaler a experto.
 Hombres sabios y prudentes cuya sabiduría consistía en el arte de gobernar.
A medida que se va generalizando, un término de valor como éste, que implica una sanción explícita, es
objeto inevitablemente de una dicotomización en significado “verdadero” y uno “falso”, según el punto
de vista del que lo usa.

 Píndaro, dice que el conoce muchas cosas gracias a la naturaleza es “sabio”, y que son cuervos
charlatanes los que han adquirido conocimiento por aprendizaje.
 No es sophós el hombre que sabe muchas cosas, dice Esquilo, sino aquel cuyo conocimiento es
útil.
 Reprochado por el astuto Ulises (a quien él antes había descrito como sophós luchador) de estar
actuando de un modo que no era ingenioso (sophón), Neoptolómeo replica que lo que es justo y
recto es mejor que lo que es sophón.
Bajo éste contexto nace el término sophistés “sofista”, mucho después de que hubiera adquirido un
sentido peyorativo, sophós y sophistés fueron en un tiempo sinónimos.
ISÓCRATES: Me molesta ver que la trapacería es más altamente considerada que la filosofía, y que
aquélla, cual acusador, pone a la filosofía en el banquillo ¿qué hombre de otros tiempos hubiera
sospechado esto de vosotros, que sois los que más celebráis la sabiduría? No ocurrió así en los tiempos de
nuestros antepasados…. La mayor prueba de ello es la de que escogieron a Solón, el primer ciudadano
ateniense que recibió este nombre de sofista, para dirigir al Estado.
Un sophistés debería ser un maestro educador. Esto concuerda con el hecho de que el nombre se aplicaba
con frecuencia a los poetas, ya que, a los ojos de los griegos, la instrucción práctica y el consejo moral
constituían la principal función del poeta, ya que, a los ojos de los griegos, la instrucción práctica y el
consejo moral constituían la principal función del poeta.

 Píndaro, poeta-sophistés.
Los atenienses, al igual que otros muchos tendían a ser suspicaces con los intelectuales, los muy versados,
los profesores y gentes así. Sus cualidades se resumían en un término de difícil traducción: deinótes, con
deinós como adjetivo. Derivado de un nombre que significa “miedo”, se usaba referido a algo terrible o
espantoso, como por ejemplo en Homero: las armas, la mirada feroz del adversario, el remolino de
Caribdis, el trueno, los leones.
Ese sentido de terrible persiste, a veces con el matiz de extraordinario, incomprensible, misterioso; y,
usado de esa manera, el término contribuye a algunos e los más conmovedores, e intraducibles versos de
la tragedia griega. Hefesto no puede comprometerse a encadenar a Prometeo a la porca por la humanidad
es algo denión. Clitemestra no consigue odiar a su hijo ni tampoco sentir la esperada alegría y alivio,
cuando recibe la noticia de su muerte, porque dar a luz es denión.
En relación con Sophós, pasó a significar listo o hábil: los egipcios eran deínoi para imaginar
estratagemas; Prometeo es deinós para salir de las dificultades; un bue conductor es deinós en su arte,
también particularmente significó hábil en el hablar o en el razonamiento.
Cualquiera que tuviera esta cualidad era naturalmente objeto de suspicacias para sus compañeros menos
dotados al respecto, como Antifonte el orador, según dice Tucídides, lo fue para el público ateniense “a
causa de su fama de deinótes, y más tarde Demóstenes alega que Esquines lo ha llamado Deinós,
embaucador, sofista y cosas semejantes. Aquí encontramos a deinós, expresamente unido a sophistés en
calidad de insulto como para sentirse ofendido y, si bien Demóstenes es una figura del siglo IV, la idea
del sophistés como alguien que pretende un conocimiento superior, y puede ver esa pretensión
irónicamente vuelta contra él, aparece ya en un autor tan antiguo como lo es el propio Esquilo. Su
Prometeo, el que entregó el fuego a los hombres, el que les enseñó todos los oficios y los elevó del fuego
a los hombres, el que enseñó los oficios y los llevó del salvajismo a la civilización, se ve ásperamente
interpelado por Hermes: tú, el sofista, que has pecado contra los dioses, y fuerza se burla de él diciendo
que, a pesar de ser un sophistés es más torpe que Zeus.
El término “sofista” por consiguiente, tenía un sentido general, así como otro especial del cual hemos de
hablar todavía, y en ninguno de ellos era necesariamente algo que connotase oprobio. Si recordamos la
vocación educadora de los poetas griegos, cabría decir que el término que más se le adecua en castellano
es el de maestro o profesor.
Cuando Protágoras, en el Protágoras de Platón, se declara a sí mismo educador y Sofista, a pesar del odio
que llevaba vinculado el término, odio que el propio Protágoras atribuye al hecho de que ellos entraron en
grandes ciudades de Grecia como extranjeros y atrajeron a la juventud más prometedora persuadiéndolos
a dejar sus relaciones y sus amigos y proclamando que su enseñanza era mejor, no hay razón para dudar
de la realidad del estado de cosas que describe.
Igualmente, verdadera, dado el carácter de los atenienses, es la observación de Sócrates en el Eutifrón de
que no les importa a los atenienses que alguien se tenga por deinós, con tal de que se lo reserve para sí,
pero, si piensan que ese tal comienza a impartir a otros su superior sabiduría mediante la enseñanza, se
irritan, ya sea por celos o por cualquier otra cosa.
LA ANTÍTESIS NÓMOS-PHÝSIS EN MORAL Y POLÍTICA.
1. Preliminares.
Los dos términos nómos (pl. nomoi) phýsis son palabras clave para el pensamiento griego que en los
siglos V y VI sería posible considerar como un eslogan. En los escritores antiguos no parecen
necesariamente como términos incompatibles o antitéticos, pero en el entorno intelectual del siglo V
llegaron a ser comúnmente considerados como opuesto y mutuamente excluyentes: lo que existía “por
nómos no lo era por phýsis y viceversa.
El significado de phýsis puede traducirse por “naturaleza, aunque, cuando aparece juntamente con nómos,
el término “realidad” pueda a veces marcar el contraste con mayor claridad. Para los términos
pertenecientes a la época clásica, nómos era algo en lo que nomídsetai, es decir, algo en lo que se cree,
algo que se practica o que se da por bueno; primitivamente, algo que németai, algo que es repartido,
distribuido o dispensado. Presupone, por tanto, un sujeto activo -creyente, practicante o dispensador-, una
mente de la que el nómos emane.
“Las leyes humanas (nómoi) se nutren de una única ley, la divina, decía Heráclito (cf. 114, vol I, pág.
401)
Cuando la creencia en los dioses se erosiona y ya no es “moneda corriente (nómisma), esa aplicabilidad
universal del nómos deja de existir. Entonces la “expresión leyes no escritas” adquiere un nuevo
significado un tanto avieso y menos unívoco apropiado al realismo político de la época.
Las acepciones más importantes son dos:
1. Usos o costumbres basados en creencia tradicionales o convencionales sobre lo que es recto,
justo, bueno o verdadero
2. Leyes formalmente formuladas y aprobadas, que codifican el “recto uso” y lo elevan a norma
obligatoria respaldada por la autoridad del estado.
La ley -escribió Aristóteles (pol.1269ª20)- no tiene otra fuerza para compeler a obediencia que el uso.
Servirá para recordarnos que, ya que el mismo término nómos exprsa ambas acepciones, “la distinción
entre lo que es legalmente aplicable y lo que es moralmente bueno estaba mucho menos definidad entre
los riegos de lo que lo está entre nosotros.
El debate de la religión se orientó hacia la cuestión de si los dioses existían por phýsis -en realidad- o
solamente por nómos.
Simplificando se pueden distinguir tres posturas principales: prevalencia del nómos frete a la phýsis,
prevalencia de la phýsis frente al nómos, y una actitud de realismo práctico o pragmático que, sin
pronunciarse en ningún sentido, declara que el más poderoso siempre se aprovechará del más débil, y
dará el nombre de ley y justicia a todo lo que establezca o dictamine en favor de sus propios intereses,
manteniéndole el nombre todo el tiempo que retenga el poder.
X
¿SE PEDE ENSEÑAR LA VIRTUD? 246pp-250pp
Este debate reflejaba el conflicto entre los viejos ideales aristocráticos y las nuevas clases que empezaban
entones a destacarse bajo el sistema democrático de gobierno en Atenas y que pretendían establecer de lo
que hoy se llamaría una meritocracia o axiocracia.
La exaltación que hace Píndaro de los dones naturales φυά es aristocrática, y los contextos en los que la
expresa dejan ver cómo la cuestión de si la areté se podía enseñar era una parte general de la antítesis
entre phýsis y nómos.
La areté podría considerarse como excelencia en un ejercicio particular. Igual que nosotros (y los griegos)
hablamos no sólo de un buen hombre, sino de un buen corredor, luchador, especialista o carpintero,
también areté, convenientemente calificada, significaba excelencia o destreza en éstas y otras
ocupaciones.
Podría decirse que fue Sócrates quien amplió el significad de areté desde el significado de talento o
pericia en un arte o función particular hasta algo como la virtud en nuestro sentido, prerrequisito para una
vida humana buena.
Se usa en Homero, aunque podemos traducirlo por “valor”, que era la virtud más estimada en la época
heroica. Usada de esa forma, estaba expuesta a “definiciones persuasivas” por parte de los espíritus
reformadores que proclamaban que la excelencia realmente consistía en esto o aquello, como cuando
Heráclito (fr. 112) declaraba que “la mayor areté es el autocontrol. El uso general se ve en el título de una
obra de Demócrito “sobre la areté o sobre la virtud varonil (άνδραγαθίας)
La originalidad de Sócrates no consiste en reconocer el uso original, sino:
a) El énfasis que pone en ella como cualidad moral, más que simplemente como prerrequisito del
éxito
b) en su intento de darle justificación filosófica exigiendo una definición universal.
Aristóteles dice (pol. 1260ª25) “Los que hablan en términos generales diciendo que la virtud consiste en
la buena disposición del alma o en la conducta recta o en cosas parecidas, se engañan a sí mismos. Mucho
mejor hablan los que enumeran las virtudes, como hizo Gorgias, que los que dan esa clase de
definiciones.
El que la “virtud” pudiera ser enseñada era la base del derecho de los Sofistas a su sustento, y su
justificación residía en la estrecha conexión en la mente griega entre areté y las especiales destrezas u
oficios (technai).
Platón menciona que para enseñar con éxito hace falta que el alumno contribuya con su natural capacidad
o disposición y con la asiduidad en la práctica άσκησις, y añade que se debe comenzar a aprender desde
joven.
Las dos eran complementarias, porque la naturaleza de un hombre no está fijada de una manera
irrevocable desde su nacimiento: puede cambiarse por la enseñanza que, en consecuencia, es un factor en
la formación de la naturaleza.
Para Sócrates -con seguridad el más intransigentemente intelectual de todos los maestros de ética- lo que
un hombre podría dar a otro por medio de la enseñanza era el conocimiento. Pero si la virtud (en la que,
ciertamente, incluía las virtudes morales) podría ser enseñada, entonces debía ser una forma de
conocimiento.
Antifonte introdujo también la idea del “dominio de sí mismo”, donde el “sí mismo” significa el yo más
bajo o los bajos deseos: el mejor juez de la prudencia de un hombre es aquel que hace de sí mismo un
baluarte contra los impulsos inmediatos de las pasiones y ha sido capa de alcanzar una victoria sobre sí
mismo y de dominarse a sí mismo.
Dijo exactamente que la templanza o el autodominio (es la misma palara sóphrosyné, o su adjetivo
sophron, que desgraciadamente es intraducible a nuestro idioma, consiste en admitir la verdad del viejo
adagio griego de que el que la hace la paga.
SÓCRATES.
3. Platón.
En lo que principalmente nos interesa, la contribución de Sócrates a la investigación filosófica, y
particularmente ética, creo que es mejor en principio, apoyarse en los que eran filósofos ellos mismos, y
por ello más capaces de comprenderle. Esto quiere decir en primer lugar Platón, pero también Aristóteles
en la medida en que fue discípulo y compañero de Platón, y aprendió de él la relación de su propio
pensamiento con la enseñanza no escrita de su maestro.
Nos encontramos en la poco frecuente situación de que el sucesor no escribió tratados impersonales, sino
una serie de diálogos, a veces en forma altamente dramática, en muchos de los cuales su predecesor es el
principal dialogante; y la cuestión de hasta dónde lo que se adjudica a Sócrates en el Diálogo platónico
representa las opiniones del Sócrates histórico, ofrece un campo ilimitado para la controversia.
Todo lo que en un diálogo de Platón se pusiera en boca de Sócrates, debería considerarse que era lo que
Sócrates había dicho, substancialmente en su vida. Si esto fuera verdad, mucho de lo que durante siglos se
ha considerado como la contribución más característica de Platón a la filosofía, no sería suyo en absoluto,
sino solamente una reproducción de su amo.
Debemos creer que cosas tales como justicia o belleza existen realmente, porque de otro modo ¿de qué
serviría intentar definirlas? No es bueno buscar una norma universal si es sólo imaginaria. En
consecuencia, pensó la existencia de una Forma o Idea (griego Eidos o idea) de éstos y otros conceptos,
que no fuera un mero concepto existente en nuestras mentes, sino que tuviera una naturaleza inmutable,
independiente de lo que los seres humanos pudieran pensar acerca de ella. (…) Aristóteles confirma que
la teoría de las Ideas surgió a partir de la exigencia socrática de las definiciones, y que por esa vía fue
mucho más allá.
El ejemplo que propone el propio Stenzel (872) de un caso en el que puede detectarse la línea divisoria
entre Sócrates y Platón es el de la naturaleza e influencia de la bondad, tema constante de las
conversaciones de Sócrates, que Platón extrapoló y trató de elevarlo a un plano teorético como el más alto
objeto del conocimiento. Al comparar Menón 87e y 88ª-b donde se identifican la bondad, el provecho
práctico y las buenas costumbres, con la introducción del Fedón (76d) y la bondad como el “más alto
objeto de conocimiento” en la República 504d sgs., pone de relieve como la doctrina platónica se
desarrolló a partir de la insistencia de Sócrates sobre la equiparación de lo bueno con lo útil o provechoso
ώφέλιμον) y la virtud con conocimiento. Estos temas, podríamos añadir una vez más, son conocidos
como socráticos por Jenofonte y Aristóteles, así como Platón.
4. Aristóteles 340 pp. 344pp
Aristóteles no tuvo un interés personal por Sócrates. Ponderó su pensamiento lo más apasionadamente
que pudo, porque su propósito era, como con todos sus predecesores, estudiar sus ideas y contrastarlas
con la piedra de toque de sus propios presupuestos filosóficos, en orden a descubrir hasta qué punto
habían contribuido al progreso de la filosofía y podían aún ser útiles para ser incorporadas a un sistema
nuevo, y en qué medida deberían ser descartadas como erróneas.
5. La comedia 344pp-359 pp.
Aunque el objetivo de la comedia fuera hacer reír, muchas características de las obras se debían a que
había surgido del origen ritual de la comedia y representaban una tradición ante la cual el poeta no era
libre de suprimirla.
Tenemos conocimiento de que había sido mencionado por otros cuatro escritores de la antigua comedia:
Calias, Amipsias, Éupolis y Teleclides, de los cuales al menos Amipsias lo sacó personalmente a escena.
También Aristófanes hace una referencia a él de paso, aparte de las que hace en las Nubes. Y no todas las
alusiones eran desfavorables. Amipsias, en e Kónnos dice que, aparte de ser ridículo, de andar
hambriente, de no llevar vestidos decentes y de “haber nacido para fastidiar a los zapateros tenía grandes
facultades de resistencia y nunca se inclinó a la adulación.
El Kónnos de Amipsias llamaba a los sofistas phrontistái (pensadores) y Sócrates fue apodado
phrontistés, y en Aristófanes regenta un phrontisterion o taller de pensar.
Aristófanes ha amontonado sobre la cabeza de Sócrates “todo lo que sabía de los Sofistas que fuera
odioso e irracional. Pero también exonera a Sócrates cuidadosamente de la enseñanza inmoral de los
Sofistas: su aspirante a discípulo se le presenta esperando aprender cómo engañar, y en esto se ve
animado por el coro, pero de hecho Sócrates sólo le enseña toda suerte de cosas extramundanas y nada
prácticas.
Si podemos reconocer, incluso a través de los velos de la caricatura y de la sátira algunos de los rasgos
que encontramos en los más serios informes sobre Sócrates ofrecidos por otros que habían tenido una
relación personal con él, podemos considerar esto como una afirmación de su verosimilitud histórica, y tal
vez sentirnos animados, con las debidas cautelas, a utilizar a Aristófanes como ampliación del
conocimiento ya adquirido. Si por el contrario, parece que no hay nada común entre ellos, será el poeta
cómico, más que los otros, el que se sienta autorizado por su medio para llevarnos a un mundo de
fantasía.
No hay ataque a su honor, dice Murray, y Wolfgang Schmitt lo repite: Aristófanes nunca ataca su honor,
y Sócrates nunca dice a Estrepsíades cómo engañar a sus acreedores. Lo peor de que se le acusa, añade
Gelzer, es de charlatanería y de perder el tiempo en argumentos melindrosos.
Podemos reconocer en el Sócrates de las Nubes al menos tres tipos diferentes que nunca pudieron darse
en una sola persona:

 Primero el Sofista, que enseña el arte de hacer que un caso malo se convierta en bueno;
 Segundo, el filósofo natural ateo como Anaxágoras; y
 Tercero, el ascético maestro de moral, andrajoso y muerto de hambre a causa de su indiferencia
por los interese mundanos.
Hay pocos datos que permitan relacionarlo con sectarios pitagóricos u órficos que practicaban ritos
privados, aunque tenía amigos entre ellos, como los tebanos Simias y Cebes, del Fedón, y este hecho,
junto con arrebatos ocasionales de ausencias ensimismadas (cf. Infra págs. 385 y sig.) podrían dar una
cierta plausibilidad a la acusación.
XIII
LA VIDA Y RASGOS CARACTERÌSTICOS.
1. Vida.
470 o el 469 a.C. y su ejecución lo sitúan en la primavera del 399.
Sócrates había sido educado en el oficio de escultor, que pudo haber practicado en su primeros años antes
de dedicarse a la paideia.
La guerra del Peloponeso requirió de él servicios de gran actividad, y mereció grandes elogios por su
valor y su sangre fría, especialmente en la adversidad y por su austeridad.
La acusación se limitó a ofensas contra la religión del Estado y a una vagamente expresada “corrupción
de los jóvenes”.
Es verdad que Sócrates cayó como un sacrificio a la reacción democrática que siguió al derrocamiento de
los Treinta; pero sus opiniones políticas en cuanto tales, no fueron el motivo primario del ataque contra él.
Su culpabilidad se buscó más bien, y en primer lugar, en el hecho de que socavaba la moral y la religión
de su país, de lo cual, la tendencia antidemocrática de su enseñanza era en parte sólo un resultado
indirecto, y en parte un brote aislado.
No es necesario acusar a Anito y sus socios de estar sedientos de la sangre de Sócrates. Habrían quedado
contentos -probablemente, más contentos- si simplemente se le hubiera eliminado de la escena ateniense,
si hubiera ido a un exilio voluntario y se hubiera dejado el caso en una cuestión de rebeldía.
Aun después del veredicto de culpabilidad, no era necesario que los jueces aceptasen el castigo que pedía
la acusación. Según la ley ateniense, el mismo acusado podía proponer una pena menor, y los jueces
votaban de nuevo la propuesta que iba a ser ya firme. Si en ese momento Sócrates hubiera propuesto el
destierro es muy verosímil que habría sido aceptado, como según Platón él mismo comprobó.
Sócrates creía, sin embargo, por las razones aducidas en la apología y en el Critón, que dejar Atenas
habría sido una traición a su misión y que, en cualquier caso, Atenas había llegado a ser una parte tan
esencial de su vida, que no podía imaginarse a sí mismo viviendo en ningún otro lugar.
Normalmente la sentencia habría sido ejecutada inmediatamente, pero una circunstancia particular la
aplazó. Todos los años los atenienses fletaban un barco a Delos en misión religiosa, en cumplimiento de
un antiguo voto hecho a Apolo después el éxito de Teseo al poner fin al tributo anual de vidas jóvenes
que se pagaba al Minotauro de Creta. El barco había sido consagrado la víspera del juicio de Sócrates, y
desde entonces hasta s regreso, la ciudad permanecía en estado de pureza religiosa, que no permitía que
tuvieran lugar ejecuciones oficiales.
2. Aspecto y características generales.
Sócrates no daba importancia a las apariencias, sino que iba normalmente descalzo, el único viejo manto
que poseía era motivo permanente de burla, y sus críticos le llamaban el que no se lava.
El vigor, la templanza y el autocontrol son las características más notables de su carácter, si se entiende la
templanza no como la total abstinencia o el ascetismo extremo, sin como la indiferencia ante la presencia
o la ausencia de placeres materiales.
3. Actitud respecto al sexo y al amor.
La actitud hacia las relaciones homosexuales en la Atenas de su tiempo era diferente de la nuestra. Los
amores se consideraban principalmente como relacione entre hombres al estilo de las de Aquiles-Patroclo
u Orestes-Pílades, y se defendía con toda seriedad que tales relaciones entre hombres, con diversos grados
de contenido abiertamente sexual, eran mucho más adecuadas para fomentar el heroísmo y otras virtudes,
y conducían mejor a una unión duradera y verdaderamente espiritual, que el matrimonio entre hombre y
mujer.
Una filosofía de la vida que pretenda ser completa y satisfactoria, debe tener en cuenta tanto las
emociones como la razón, ya que ambas son parte integrante de la naturaleza humana. La filosofía no
consiste en cultivar el entendimiento descuidando todo lo demás.
La belleza, la bondad y la verdad son una sola cosa, y la visión de esta suprema realidad, dice Platón por
boca de Sócrates, sólo es posible para el hombre que es por naturaleza un amante, porque la fuerza que le
lleva a ello es la fuerza del eros.
4. Su efecto en los demás.
Aunque Sócrates no tuviera una magia literal en su estilo, sin embargo, Platón considera indiscutible que
el efecto de su personalidad sobre sus oyentes era algo único e inquietante. Sólo los de temperamento
sano podían responder, y sólo si estaban dispuestos a perseverar. El primer contacto producía no la
confianza en sí mismo, sino una deprimente sensación de desamparo. Su método se apoyaba en su
creencia de que antes de que alguien pudiera ser ayudado en el camino de la sabiduría, debería
convencerse previamente de su propia necesidad, es decir, de su actual ignorancia e insensatez. Algunos
se limitaban a esta primera etapa negativa, y les quedaba lo que un psicoanalista llamaría un estado de
transferencia negativa, enfadados con Sócrates, pero también consigo mismos.
Su mismo método explica mucho. El verse obligado a reconocer la propia ignorancia, no es un
procedimiento agradable ni cómodo. El que algunos jóvenes hubieran disfrutado haciendo pasar a gente
mayor y más respetable lo mismo que les habían hecho pasar a ellos, es explicable, aunque no laudable.
5. La señal (aviso, advertencia) divina: Sócrates y lo irracional
Lo demónico en mí me disuade de algo que iba a hacer, pero nunca me obliga a actuar. Esto ha sido lo
que me ha impedido tomar parte en la política.
La naturaleza exacta de “la señal de divina” hay que dejar a los estudiosos de la psicología o de la
experiencia religiosa. A esta distancia en el tiempo, y sobre la base de los datos disponibles,
probablemente no pueda decidirse con certeza. Debemos contentarnos con saber que fue algo que
Sócrates mismo tomó en serio, y que en consecuencia sus actividades educacionales fueron para él
cuestión de una vocación genuina.
En el Banquete (220c), Alcibíades, que estuvo con él en la campaña de Potidea, cuenta cómo un día
permaneció de pie, quieto, desde el amanecer, aparentemente concentrado en un pensamiento. A
mediodía la gente empezó a darse cuenta. Por la tarde estaba aún clavado en el mismo sitio y algunos de
los jonios, llenos de curiosidad, sacaron fuera sus mantas para contemplarle y ver si iba a seguir allí toda
la noche. Y permaneció de pie hasta que llegó el alba y salió el sol; entonces, después de hacer su plegaria
al sol, se fue.
Tal vez menos chocante sea el incidente que dejó perplejo a su amigo Aristódemo, a quien encontró
cuando iba de camino para cenar con Agatón (banqu 174ª sigs). Le sugirió que se uniera a él, y él mismo
tomó la responsabilidad de haberlo invitado. Cuando se acercaban a la cosa, Sócrates se detuvo y rogó a
Aristódemo que siguiera adelante. Entró en la casa pensando que Sócrates le seguía, pero ya no se le veía.
Un criado de la casa de Agatón, a quien se envió a buscarlo, contó que estaba de pie en el pórtico de un
vecino y que se negó a moverse cuando le habló.
6. Sócrates y la respuesta de Delfos.
¿Qué puede querer decir el dios? ¿Qué indica el enigma? Yo sé muy bien que no soy sabio en absoluto.
¿qué quiere significar cuando dice que soy el más sabio? No puede estar mintiendo: eso no estaría bien en
él. Lo que él trataba de refutar era el significado obvio del oráculo, sus palabras tomadas literalmente, en
orden a descubrir la respuesta de su enigma.
7. Su servicio al Dios.
El servicio a Dios le dejó poco tiempo para sus asuntos privados o públicos y lo llevó a una gran pobreza.
También, y de forma natural, le acarreó una considerable cantidad de enemistades y malquerencias.
8. Opiniones políticas.
El “Zapatero a tus zapatos” no era una afirmación tan apolítica como pudiera parecer. Todos, en opinión
de Sócrates, estaban dotados por naturaleza y por aprendizaje por algún determinado oficio; y, asimismo,
según él, la mentalidad y modo de vida de un buen artesano eran tales que el cerraban el paso
inevitablemente para adquirir conocimiento, el carácter y la capacidad de juicio que pudiera hacer de él
un guía adecuado por asuntos políticos.
6. La virtud es conocimiento.
Tres tesis fundamentales de Sócrates:
1. La virtud es conocimiento
2. El mal obrar sólo puede considerarse involuntario.
3. Cuidado del alma como primera condición para vivir bien.
La paradoja socrática (como se le suele llamar) de que la virtud es conocimiento, lleva directamente a la
controversia, características del siglo V, sobre el método de adquirirla ya sea por enseñanza o por otro
medio.
Aristóteles nos presenta la doctrina de la virtud como conocimiento en su forma más inflexible, en orden
de señalar sus defectos y contrastarla con la suya propia. (E.E. 1216b2)
Conocer lo que es la virtud importa menos que conocer en qué condiciones se producirá, porque no
queremos saber qué es el valor o la justicia, sino ser valeroso o justo, de la misma forma que queremos
estar sanos más que saber qué es la salud. Esta antítesis es como para levantar a Sócrates de su tumba;
porque -protestaría- ¿cómo puedo sabre de qué forma se adquiere la virtud si ni siquiera sé lo que es?
En otro lugar (114b18) Aristóteles mismo admite que Sócrates tenía razón en parte: la tenía al decir que la
razón era una condición sine qua non de la virtud, pero no al identificar ambas.
La principal objeción de Aristóteles a esa doctrina es lo que se le ocurría a la mayor parte de la gente, es
decir, que no tiene en cuenta la debilidad de la voluntad, la falta de autocontrol, la incontinencia, el efecto
del apetito o de la pasión. En el libro VII de la EN 1145b25) lo establece como punto de partida de su
propia discusión del recto uso de esos términos, y una vez más comienza con una referencia al Protágoras,
donde se planteaba la cuestión (en el 252b-c) de si el conocimiento, cuando está presente, puede ser
arrastrado como un esclavo por las pasiones. Sócrates era totalmente opuesto a esa idea, sobre la base de
que no existe esa cosa llamada incontinencia: cuando un hombre actúa contra lo que es lo mejor, no lo
hace a sabiendas, sino que actúa por ignorancia.
La doctrina está en plena contradicción con los hechos de la experiencia; y la mayor parte de nosotros
tenemos que convenir con Medea en que es posible ve y aprobar el mejor camino, pero seguir el peor.
Debe recordarse también que la analogía constante utilizada por Sócrates para la virtud no era una
ciencia, sino el arte o los oficios (téchne), cuyo dominio exige tanto el conocimiento como la práctica.
Por eso, la constante representación que hace Sócrates de la areté, el arte de vivir bien, como el arte u
oficio primero supremo, quita fuerza a la crítica que le hace Aristóteles de que trata a la virtud como si
fuera una ciencia teorética, en la que el conocimiento es el único y final objetivo.
Sócrates fue el iniciador de una revolución, y el primer paso en una revolución filosófica tiene dos
características: está tan enraizada en las tradiciones de su tiempo que sus plenos efectos sólo se
comprueban gradualmente, y se presenta de una forma simple y absoluta, dejando a los futuros
pensadores la tarea de proporcionar las necesarias cualificaciones y salvedades.
Si Sócrates sostenía que la virtud era conocimiento, creyera o no que él o cualquier hombre la hubiera
alcanzado, debe haber tenido alguna concepción del objeto de ese conocimiento. Aunque sea un objeto
único, tiene dos aspectos. En uno, era conocimiento del fin y del objeto de la vida humana, que incluía y
transcendía todos los fines parciales y las artes particulares tales como las que se ocupaban de la salud, de
la seguridad física, de la riqueza, del poder político, etc. Éstas pueden o no contribuir a una vida más
feliz, porque todas ellas son instrumentales respecto a ulteriores fines, y depende de cómo se usen. En un
segundo aspecto, el conocimiento que se requería era el autoconocimiento. La concepción socrática era
teleológica: conocer la naturaleza de algo era conocer su función. Si conocemos nuestra naturaleza,
podríamos en consecuencia saber cuál era el objetivo justo y natural de nuestra vida, y éste es el
conocimiento que nos daría la arete que andamos buscando.

También podría gustarte