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De Christian Garve Leipzig, 13 de julio de 1783

El conjunto de su sistema, si es que ha de ser verdaderamente útil tendría que expresarse de un


modo más popular; y si contiene verdad, lo podrá también hacer; y que el nuevo lenguaje que
predomina férreamente en el sistema denota una gran agudeza en la conexión que se ha establecido
entre las expresiones de ese lenguaje; pero con frecuencia la reforma emprendida en la propia
ciencia (que está en cuestión), o la divergencia respecto de las opiniones de otros, tiene la apariencia
de ser mayor de lo que realmente es.
A Christian Garve. Konisberg 7 de agosto de 1783
Con el tiempo se esclarecerán algunos puntos (a ello quizá pueden contribuir un tanto mis
prolegómenos). Desde esos puntos se iluminarán otros pasajes, para lo cual será necesario, sin duda,
alguna contribución aclaratoria mía de vez en cuando.
En una palabra, la máquina está completa y ahora sólo es necesario retocar las articulaciones o
ponerle aceite para evitar la fricción, que, de otro modo, causaría su paralización. Es propio también
de este tipo de ciencia que sea necesaria la presentación del conjunto antes de mejorar cada parte;
para lograrlo, cabe dejarla durante un tiempo en una cierta rusticidad.
Menciona usted la falta de popularidad como una justa objeción que se le puede hacer a mi escrito;
en efecto, todo escrito filosófico debe ser susceptible de ella; y si no es así probablemente ocultará
sinsentido bajo humareda de aparente agudeza.
Por el momento queremos llamarnos Dunse doctores de la sombra (Doctores umbratici), mientras
llevamos adelante su comprensión, en cuya elaboración no participará desde luego la parte más
exquisita del público, hasta que, sacada (la obra) de su oscuro taller y provista de todo lustre, no
tenga que temer al juicio de los últimos.
Es verdad que otros han abordado esta facultad, como Locke o también Leibniz, pero siempre en
mezcolanza con otras facultades cognoscitivas, pero a nadie se le había siquiera ocurrido que eso
fuera de una ciencia formal y necesaria, e incluso muy extensa, lo cual (sin desviarse de esta
limitación al mero escrutinio de la facultad del conocimiento puro únicamente) exigía la
correspondiente diversidad de apartados, y, al mismo tiempo –lo cual es prodigioso-, poder derivar,
a partir de su propia naturaleza, todos los objetos a los que se extiende, y poder demostrar su
plenitud integral por medio de su interconexión en el todo de una facultad de conocimiento. (…)
desarrollar a priori todos sus objetos y todo lo que puede saberse acerca de los mismos; y todavía
más: (desarrollar) todo lo que se estará obligado a juzgar de ellos de modo involuntario, aunque
engañoso.

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