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POSICIÓN DE GARANTÍA DEL EMPRESARIO: A PROPÓSITO DEL CASO UTOPÍA
Percy García Cavero
Profesor de Derecho penal
Universidad de Piura
(Perú)
I. Hechos relevantes
En diciembre de 2000, Norma, Hugo y Percy constituyeron la empresa Inversiones García
North S.A.C., teniendo como objeto social las actividades de entretenimiento, esparcimiento y
administración de bares, restaurantes, hoteles y otros. Se nombró un directorio de tres
miembros compuesto por Hugo, Carmen y Percy, asumiendo este último además el cargo de
Gerente General. El principal proyecto que la empresa tenía en manos era poner en
funcionamiento una discoteca moderna para el sector socioeconómico más alto de Lima. Con
este fin, en enero de 2001 la empresa, representada por su Gerente General Percy, celebró
contrato de subarrendamiento de un local con la firma “Centros Comerciales del Perú”, cuyo
nombre comercial es “Jockey Plaza Shoping Center”. El centro comercial le entregó un local de
una sola planta sin acabados interiores para uso exclusivo de una discoteca. En el contrato la
empresa se obligaba a obtener todas las autorizaciones correspondientes (defensa civil, venta
de bebidas alcohólicas), así como a contratar personal de seguridad idóneo.
El 6 de septiembre de 2001, la empresa presentó a la Subdirección de obras privadas de la
Municipalidad de Surco un “anteproyecto en consulta” con la finalidad de establecer la
factibilidad de solicitar posteriormente la licencia de obra para remodelar el local y que funcione
ahí la discoteca. En virtud de esta solicitud, el Municipio gestionó una inspección del Instituto
Nacional de Defensa Civil (INDECI), el cual tuvo lugar el 17 de septiembre de 2001,
desaprobándose el “anteproyecto en consulta”, en la medida que no se contaba con una
memoria descriptiva del tipo de seguridad que la discoteca requería, así como con planes de
evacuación y señalización. El Municipio gestionó igualmente la inspección por parte del
delegado ad hoc del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú, quien aprobó el
anteproyecto en consulta en lo relacionado a la evacuación de la discoteca, precisando que
para el proyecto en sí se debería adjuntar el sistema completo de seguridad contra incendios.
El 19 de septiembre de 2001 la empresa Amerinvest Holding Inc. Sucursal Perú, presentó a la
Municipalidad de Surco un documento por el que se le solicitó inhibirse de expedir licencias o
autorizaciones de los locales ubicados en la parcela B del Jockey Plaza, donde iba a funcionar
la discoteca, por encontrarse en litigio judicial la propiedad sobre estos locales. En virtud de
esta solicitud la Municipalidad de Surco, el 18 de octubre de 2001, se inhibió de conocer todos
los trámites iniciados o por iniciarse en los locales en cuestión, incluido el anteproyecto en
consulta de la discoteca utopía.
En octubre de 2001 la empresa Peruvian Entertaiment S.A.C. compró las acciones de Norma y
Hugo, pasando a ser accionista de la empresa junto con Percy. En ese mismo mes se reunió la
nueva junta general de accionistas y se reestructuró el directorio, el cual pasó a ser
conformado por Alan, Edgar y Percy. En el cargo de Gerente General se mantuvo a Percy,
quien siguió adelante con el proyecto de la discoteca “Utopía”. El directorio nunca llegó a
sesionar, ni a tomar decisión alguna sobre la marcha del negocio. En abril de 2002, Fahed,
compró parte del accionariado a Peruvian Entertaiment S.A.C., pasando a ser accionista de la
empresa Inversiones García North S.A.C., junto con Percy y la empresa vendedora de las
acciones.
Desde noviembre de 2001, Percy se ocupó de la remodelación del local, acondicionándolo con
equipos de sonido, efectos especiales y material acústico. En esas remodelaciones, no se
observaron las medidas de seguridad necesarias. Entre el 22 y 26 de abril de 2002, Percy
solicitó los requisitos necesarios para que la II Región de Defensa Civil realice una inspección
técnica de seguridad y defensa civil en las instalaciones de la discoteca. La Jefa de la Unidad
de Prevención de la II Región le indicó, sin embargo, que el conducto regular era solicitar la
inspección al Comité de Defensa Civil de la Municipalidad de Surco. Por ello, Percy solicitó a
fines del mes de abril de 2002 la inspección a la Oficina de Defensa Civil de la Municipalidad de
Surco, la cual, al no tener un inspector acreditado, derivó la gestión a la II Región de Defensa
Civil. El 30 de abril de 2002 se realizó la inspección, elaborándose un informe en el que se
concluyó que la discoteca Utopía antes de iniciar su funcionamiento, debía habilitar un sistema
contra incendios, colocar extintores, señalizar adecuadamente las salidas y, finalmente, contar
con un plan de seguridad y evacuación del local.
El 4 de mayo de 2002 se inauguró la discoteca Utopía sin haberse levantado las observaciones
señaladas por Defensa civil y sin contar con la licencia municipal de funcionamiento. El centro
comercial Jockey Plaza autorizó el funcionamiento de la discoteca. Días después,
concretamente en la segunda quincena de mayo de 2002, Roberto se puso en contacto con
Percy para proponerle la organización de una fiesta a la que llamarían la fiesta “zoo”, en donde
se utilizarían, como elemento novedoso, animales de circo. Percy aceptó la idea y dejó la
organización a Roberto, quien recibiría el pago de 300 dólares por este trabajo. De esta
manera, Roberto se incorporó al personal de la discoteca, proponiéndole adicionalmente a
Percy hacer también juegos con fuego en la discoteca, lo cual fue aceptado por este último.
El 19 de julio de 2002 tuvo lugar la fiesta del “zoo”, iniciándose la misma a las 9 de la noche. Se
habían repartido 2,000 invitaciones. En horas de la madrugada, Roberto se puso a hacer los
juegos con fuego para animar al público asistente. Primero roció bencina alrededor de la cabina
del DJ, prendiendo luego fuego sobre la bencina esparcida. Posteriormente desde la cabina
presionó la tapa de un aerosol WIZARD y con un encendedor dio al gas inflamable un efecto
llamarada. Al realizar esta acción, el fuego alcanzó el techo de la cabina del DJ que era de
caucho acústico. Ante el amago de fuego, Roberto intentó apagarlo con sus manos, pero no
fue posible. Fahed, accionista de la empresa propietaria de la discoteca, que estaba por ahí
intentó apagar el fuego con una botella de agua. Dado los infructuosos intentos de apagar el
fuego, Roberto decidió dirigirse a las oficinas de la discoteca para dar la voz de alerta,
apresurándose además en buscar un extintor. La discoteca no contaba con un solo extintor. Se
procedió luego a abrir las puertas de escape y la gente comenzó a salir desesperadamente sin
orden y tropezándose con mesas, sillas y otros objetos que se encontraban en el camino. El
Departamento de seguridad del Centro Comercial apagó la luz, como dispositivo de seguridad,
para evitar que el líquido que pudiera usarse para apagar el fuego no cause muertes por
electrocución. Esta acción trajo más confusión en el público, lo que dificultó la pronta y
oportuna evacuación. La gran humareda y el hollín que originó la combustión del caucho
hicieron que los socios que se encontraban en la zona VIP del segundo piso, ingresasen al
baño en la creencia de estar ahí a mejor recaudo. 29 personas perecieron asfixiadas de
manera rápida por la inhalación de gases tóxicos, mientras que 45 personas resultaron
intoxicadas y con graves quemaduras. Durante la provocación del incendio y su propalación en
la discoteca, Percy se encontraba en su casa cambiándose de ropa.
II. Planteamiento de las cuestiones jurídicopenalmente relevantes
En segundo lugar, y quizá ésta sea la cuestión más sensible, cabe preguntarse por la
responsabilidad de los miembros de la empresa García North S.A.C. por las muertes y lesiones
producidas en la fiesta “zoo”. Prescindiendo de la responsabilidad existente por el delito de
peligro común de estragos (artículo 273 CP), el centro del reproche penal se asienta en los
tipos penales de homicidio y lesiones. Aquí surge ya una primera discusión: la referida a los
específicos tipos penales aplicables. El abogado de la parte civil sostuvo, con interesantes
argumentaciones, la tesis de que en este caso, al existir un ánimo de lucro en los propietarios
de la discoteca, debería configurarse un homicidio cualificado (asesinato) en comisión por
omisión. Esta tesis no fue finalmente aceptada por el representante del Ministerio Público,
quien procedió a denunciar el hecho solamente por delito de homicidio y lesiones culposas. Si
bien resulta muy discutible el parecer sostenido por la parte civil de que estaríamos ante un
delito de asesinato, lo cierto es que existen elementos de juicio para sostener válidamente que
los delitos cometidos deberían imputárseles a los responsables a título de dolo (eventual). En la
sentencia de primera instancia parece defenderse el parecer de que al no haber intención de
los implicados, no cabe una imputación dolosa de responsabilidad. Sin embargo, esta posición
desconoce, finalmente, que existen otras formas de manifestación del dolo que igualmente
pueden dar lugar a la realización del tipo subjetivo doloso. E incluso aunque se sostuviese la
inexistencia de un conocimiento suficiente para aceptar un supuesto de dolo eventual, cabría
discutir si no existe un supuesto de indiferencia capaz de fundamentar, pese al
desconocimiento, la imputación dolosa. La sentencia de segunda instancia parece asumir el
parecer del dolo eventual en el caso del Gerente Percy.
Sin negar la importancia de las cuestiones jurídicopenales acabadas de plantear, no vamos a
ocuparnos de ellas en este comentario, sino que nos limitaremos a otra cuestión, igual de
importante para la resolución del caso. Nos referimos a la cuestión relativa a la responsabilidad
penal de los propietarios y administradores de la discoteca Utopía. El abordaje de esta cuestión
específica requiere primeramente entrar a hacer algunas precisiones generales sobre la figura
de la comisión por omisión y, especialmente, sobre la posición de garantía del empresario. Una
vez precisados estos aspectos generales, podremos dar solución a la cuestión de la
responsabilidad penal de los propietarios y administradores de la discoteca Utopía por la
muerte de las personas que asistieron a la fatídica fiesta “zoo”.
III. La comisión por omisión en el código penal peruano
1
El artículo 13 del Código penal peruano regula la figura de la comisión por omisión . Con base
en este artículo, se castiga la conducta omisiva que no impide la producción de un resultado
2
lesivo, como si éste se hubiese causado de manera comisiva . En este sentido, se equiparan a
efectos penales la omisión del artículo 13 con la realización activa de un delito de resultado de
la Parte Especial del Código penal, cuya redacción típica se hace a partir de una conducta
comisiva. Sin entrar en la cuestión de si el artículo 13 resulta necesario o no para castigar la
comisión por omisión, el hecho es que este artículo existe en nuestro Código penal y establece
unos requisitos legales para que la omisión de una persona sea equiparable en términos
penales a la producción activa del resultado lesivo. Veamos cuáles son estos requisitos.
1. La posición de garantía (artículo 13 inciso 1)
El inciso 1 del artículo 13 del Código penal exige, como primer requisito para que exista una
comisión por omisión, que el agente tenga una posición de garantía que le obligue a impedir la
producción del resultado. Esta posición de garantía se configura, según el tenor de la ley,
1
El texto del artículo 13 del CP peruano, muy similar al artículo 11 del Código penal
español, es el siguiente:
“El que omite impedir la realización del hecho punible será sancionado:
1. Si tiene el deber jurídico de impedirlo o si crea un peligro inminente que fuera propio
para producirlo, y
2. Si la omisión corresponde a la realización del tipo penal mediante un hacer.
La pena del omiso podrá ser atenuada”.
2
Vid., en el mismo sentido, respecto del Código penal español, RODRÍGUEZ MOURULLO,
en Comentarios al Código penal, Rodríguez Mourullo (dr.), Madrid, 1997, p. 58. La razón de la
necesidad de esta equiparación es que el delito de comisión fue desarrollado con exactitud
en la dogmática penal mucho antes que el delito que el autor realiza cuando no hace nada
(vid., así, JAKOBS, Acción y omisión en Derecho penal, (trad. Rey/Sánchez Vera), Bogotá, 2000,
p. 7).
cuando se tiene el deber jurídico de impedir la realización del delito o cuando se crea un peligro
inminente que fuera propio para producirlo. La fuente de estos deberes jurídicos de impedir el
resultado (la posición de garantía) fue entendida, en un primer momento, en un sentido formal,
esto es, como un deber jurídico especial impuesto por la ley, por un contrato o por el actuar
3
precedente peligroso (injerencia) . Sin embargo, la iniquidad que presentó esta reducción
formal de la fuente del deber especial en supuestos en los que no había propiamente una
relación formal, como la estrecha comunidad de vida, o en los casos en los que existiendo una
relación formal no había una vinculación real, impulsó el cambio de esta perspectiva y su
sustitución por referentes materiales.
Es así que surge la teoría de las funciones desarrollada por Armin KAUFMANN, en donde se
distingue las posiciones de garantía según que al garante le corresponda la función de
4
protección de un bien jurídico o la función de control de una fuente de peligro . Si bien esta
teoría ofreció un panorama más rico de las posiciones de garantía por encima de las fuentes
formales, hay que reconocer que su utilidad fue fundamentalmente clasificatoria, pues no
5
determinaba, en suma, el fundamento de la posición de garantía . Tal déficit de
fundamentación ha llevado a que en la actual discusión penal se hayan emprendido diversos
6
intentos por definir el fundamento material de la posición de garantía , dentro de los cuales
destacan especialmente las propuestas de SCHÜNEMANN y de SILVA SÁNCHEZ. Sin pretender
entrar en las particularidades de las propuestas dogmáticas de los autores mencionados,
conviene solamente destacar que la determinación de la posición de garantía ha dejado de
hacerse como una cuestión puramente formal, para sustentarse sobre el criterio material de la
7
asunción de una posición de dominio (sobre la causa del resultado o como compromiso de
8
actuar como barrera de protección de riesgos ).
La teoría de las fuentes formales parece, sin embargo, haber recuperado actualidad en la
moderna discusión jurídicopenal a partir de los planteamientos sobre las llamadas
competencias institucionales desarrollados por JAKOBS. En estos casos, el dominio del riesgo
es reemplazado por la infracción de un deber institucionalmente configurado. Se trata de los
delitos de infracción de un deber, en los que la posición de garantía no se determina por la
asunción fáctica de una posición de dominio, sino por la vinculación formal establecida en
virtud de una institución social específica, como la familia (padrehijo o esposos) o los deberes
estatales (funcionarios públicos). Si atendemos, por ejemplo, a la relación paternofilial,
veremos que la Constitución Política del Perú reconoce en su artículo 4 a la familia como
instituto natural y fundamental de la sociedad y, en esta misma línea, en su artículo 6 segundo
párrafo se establece el deber de los padres de alimentar, educar y dar seguridad a sus hijos.
En este sentido, la posición de garantía no se genera por una asunción voluntaria de la
posición de padre, sino que esta vinculación institucional existirá por la sola relación de
filiación. En consecuencia, el padre será garante de la vida de su hijo, aun cuando no haya
3
El origen de este planteamiento se encuentra en FEUERBACH , Lehrbuch des gemeinen in
Deutschland gültigen peinlichen Rechts, 11. Aufl., 1832, § 23, quien, desde perspectivas liberales,
entendió que para poder castigar a quien no hace nada para evitar el daño como si lo
hubiese hecho, debería existir una razón jurídica especial (besonderer Rechtsgrund), no
bastando por tanto una obligación moral (caritatis norma).
4
Vid., con detalle, KAUFMANN, Armin, Die Dogmatik der Unterlassungsdelikte, Göttingen,
1959, p. 283 y ss. Esta teoría ha sido asumida por un amplio sector de la doctrina penal
peruana; vid., PEÑA CABRERA, Tratado de Derecho penal, Estudio Programático de la Parte
General, 2ª ed., Lima, 1995, p. 476 y ss.; VILLA STEIN, Derecho penal. Parte general, Lima,
1998, p. 281 y ss.; VILLAVICENCIO TERREROS, Código penal comentado, 3ª ed., Lima, 2001,
p.77 y ss.
5
Así, la crítica de SILVA SÁNCHEZ, Estudios sobre el delito de omisión, Lima, 2004, p. 243.
6
Vid., una breve reseña en la discusión alemana, JAKOBS, Derecho penal, Parte General, (trad.
Cuello Contreras/Serrano González de Murillo), Madrid, 1997, p. 970, nota 53.
7
Vid., así, SCHÜNEMANN, Grund und Grenzen der unechten Unterlassungsdelikte. Zugleich ein
Beitrag zur strafrechtlichen Methodenlehre, Göttingen, 1971, p. 229 y ss.
8
Vid., así, SILVA SÁNCHEZ , Estudios, p. 235.
asumido fácticamente su papel de padre, de manera tal que si no impide la muerte del menor
pudiendo hacerlo, responderá por parricidio en comisión por omisión. Distinto es el caso en los
delitos de dominio, es decir, en aquellos delitos en los que se castiga a un ciudadano por
organizarse de una manera tal que se generen riesgos frente a terceras personas. Para poder
ser garante en estos delitos es necesario que el ciudadano asuma una posición concreta que
genere la confianza en el resto de que se actuará como barrera de contención de riesgos. Así,
por ejemplo, para que el maestro de escuela sea garante de la integridad de los alumnos no
solamente debe estar nombrado como tal en el centro educativo, sino que tiene que haber
asumido el cuidado de los niños del colegio.
En atención a lo brevemente señalado, puede concluirse que en la actualidad la posición de
garantía se sustenta, en principio, en la asunción de una posición de dominio de los riesgos.
Este criterio solamente cambia en los delitos de infracción de un deber, en los que, a diferencia
de los delitos de dominio, la posición de garantía se encontraría fundamentada en la atribución
formal de un estatus o rol especial. En cualquier caso, debe resaltarse que esta particularidad
de la posición de garantía institucional es predicable solamente en los delitos de infracción de
un deber, pues en los delitos de dominio se requerirá igualmente la asunción de una posición
de dominio.
2. La equivalencia normativa (artículo 13 inciso 2)
La doctrina penal actualmente dominante reconoce que la sola omisión de impedir el resultado
en posición de garantía no basta para fundamentar la responsabilidad en comisión por omisión
9
del omitente . El artículo 13 inciso 2 del Código penal exige además que la omisión se
corresponda a la realización del tipo penal mediante un hacer. A esta exigencia se le conoce
como la cláusula de correspondencia, la cual exige que en la omisión del garante se presenten
los mismos elementos objetivos y subjetivos que normativamente fundamentan la imputación
del resultado en caso de una realización activa del correspondiente tipo penal de la parte
especial. En este sentido, la conducta omisiva del garante, para poder ser castigada como
10
comisión por omisión, debe reunir los elementos de la imputación objetiva del resultado , así
como el elemento subjetivo requerido por el tipo penal correspondiente (dolo o culpa).
En cuanto a la imputación objetiva, la conducta concreta del garante debe haber creado, en
primer lugar, un riesgo penalmente prohibido 11 . Esto quiere decir que el garante que ha
asumido una posición de dominio, debe ser competente por el riesgo producido. La sola
posibilidad de impedir el resultado no permite imputar el riesgo al garante como creador del
12
mismo, sino que debe tratarse de un riesgo por el que el garante resulta competente . En este
sentido, por ejemplo, el salvavidas no es competente por el riesgo de insolación que pueda
13
sufrir un bañista que está largo tiempo expuesto al sol . Las lesiones producidas sobre el
bañista no podrán serle atribuidas en comisión por omisión al salvavidas que conoce de la
situación de peligro y no advierte al bañista del riesgo, en la medida que no resulta competente
por los riesgos de insolación en la piscina. Su competencia se limita al dominio de los riesgos
de ahogamiento cuando se muestra como salvavidas en las cercanías de una piscina. Por el
contrario, si un bañista sufre un calambre estomacal mientras se baña en la piscina, el riesgo
de ahogamiento sí se le atribuye objetivamente al salvavidas en caso de incumplir éste su
compromiso de evitar el ahogamiento, pues si una persona que acaba de comer se mete en la
piscina lo hace en la confianza de que si algo le sucede, el salvavidas se encargará de
contener el riesgo.
9
Vid., por todos, SILVA SÁNCHEZ, Estudios, p. 232.
10
Vid., MEINI MÉNDEZ, «La comisión por omisión: una interpretación alternativa del art.
13 CP», en Aspectos Fundamentales de la Parte General del Código Penal, Anuario de
Derecho penal, 2003, Hurtado Pozo (dr.), Lima, 2003, p. 421.
11
Vid., así, MEINI MÉNDEZ , Anuario de Derecho penal, 2003, Hurtado Pozo (dr.), p. 421.
12
No se trata de proteger un bien jurídico de todos los peligros, ni proteger a todos los
bienes afectados de una misma fuente de peligro. Así expresamente, SILVA SÁNCHEZ,
Estudios, p. 106.
13
Vid., así JAKOBS, Derecho penal, PG, p. 970.
Una vez determinada la competencia del garante por el riesgo, se debe vincular objetivamente
el resultado con el riesgo creado. En efecto, para que se dé la plena identidad normativa en el
plano objetivo con la realización activa del tipo penal de resultado es necesario que el riesgo,
por cuyo dominio el garante es competente, se realice en el resultado 14 . El resultado producido
debe encontrarse, por tanto, dentro del fin de protección de la norma que exige la actuación del
garante para impedir la producción del resultado. En este sentido, si el bañista que no recibe
auxilio entra en una crisis nerviosa que le genera un infarto fulminante, la muerte producida no
será la realización del riesgo de muerte que produce la omisión del deber de intervenir del
salvavidas. La muerte acaecida será la realización de un riesgo ordinario de muerte al que
cualquier persona con dolencias cardíacas se expone en situaciones de desesperación. Para la
plena identidad normativa con la realización activa del resultado, el resultado debe estar
normativamente vinculado al riesgo de competencia del garante.
La identidad normativa debe presentarse también en el aspecto subjetivo del hecho. La
doctrina exige, por ello, que exista un dolo o culpa en el garante. En este tema llama
especialmente la atención que la doctrina penal defienda cada vez con mayor consenso que,
para el dolo del delito realizado en comisión por omisión, el garante sólo deba conocer que está
omitiendo cumplir con su deber de garante y, como consecuencia de ello, la aptitud lesiva de
su omisión. Un elemento volitivo en el dolo de la comisión por omisión no se exige 15 . Esta
situación debería llevar a plantearnos si resulta coherente mantener dos conceptos de dolo
distintos en función de si se trata de una comisión activa o de una comisión por omisión. Si se
habla de una identidad normativa de la comisión por omisión con la realización activa, no habrá
entonces razones para exigir necesariamente un elemento volitivo en la realización activa del
tipo penal. El dolo es fundamentalmente conocimiento tanto en la realización activa como en la
comisión por omisión.
Los presupuestos de la identidad normativa adquieren especiales contornos en los delitos de
infracción de un deber. En estos casos, las competencias específicas del garante no se
determinan por el dominio del riesgo, sino por los elementos configuradores de la institución
específica que vincula al autor especialmente con otras personas o con cierta situación
socialmente deseable. En este sentido, si un padre suspendido en el ejercicio de su patria
potestad (artículo 420 del Código Civil peruano), encuentra por la calle a su hijo en una
situación de peligro y no hace nada por impedirlo, responderá por las lesiones que sufra el
menor como si él mismo las hubiese infligido. La razón de esta conclusión se encuentra en que
la suspensión de la patria potestad no enerva los deberes derivados de la filiación, como, por
ejemplo, el deber de alimentos. En este sentido, el dominio del riesgo que se realiza en el
resultado no configura la imputación objetiva en los delitos de infracción de un deber, sino
únicamente la no evitación del resultado.
3. La atenuación facultativa
En esta exposición general sobre la comisión por omisión, conviene que nos ocupemos
brevemente de la atenuación facultativa de la pena que prevé el artículo 13 in fine para el
omitente. Tal posibilidad ha dado pie a que se sostenga que también cabe castigar, en virtud
de este dispositivo legal, los supuestos de omisión de evitación del resultado que, si bien no
adquieren una plena identidad con la realización comisiva del delito, constituyen supuestos
16
más graves que la omisión pura de un ciudadano común . Se trata concretamente de las
llamadas omisiones puras de garante, en las que si bien el garante no impide la producción de
un resultado, su omisión no alcanza la identidad normativa requerida por el artículo 13 inciso 2.
Así, podría castigarse con una pena atenuada respecto del marco penal del delito de lesiones,
por ejemplo, al maestro de escuela que dándose cuenta de que el alumno bajo su cuidado
tiene floja la rueda de su bicicleta, omite decirlo y el niño termina lesionándose al salirse la
rueda de la bicicleta. Si bien no existe una plena identidad normativa de su omisión con la
14
Así, la exigencia de la realización del riesgo en el resultado, SILVA SÁNCHEZ , Estudios, p.
291.
15
Vid., JAKOBS, Derecho penal, PG, p. 1014.
16
Vid.., en este sentido, MEINI MÉNDEZ , Anuario de Derecho penal, 2003, Hurtado Pozo (dr.),
p. 417 y ss.
realización activa del tipo penal de lesiones (el maestro no es competente por los riesgos
verificados fuera del recinto educativo), su posición de garante respecto del cuidado del niño
implica que su omisión sea una infracción cualificada frente al deber común de solidaridad. En
consecuencia, el reproche que se le puede hacer por su omisión es mayor que la simple
omisión de socorro de un ciudadano cualquiera.
IV. La posición de garantía del empresario
Desde hace mucho se ha reconocido en la discusión doctrinal la posición de garantía del titular
de una empresa por los delitos cometidos por sus empleados. En países como Alemania,
existen diversos trabajos y una extensa jurisprudencia sobre el tema. En un primer momento, la
discusión se centró efectivamente en el titular de la empresa, como se desprende de la propia
denominación que se le ha dado a este instituto jurídicopenal. Pero si bien esta denominación
resulta lógica en las primeras formas empresariales en las que el titular de la empresa asumía
la gestión del negocio, el desarrollo actual del fenómeno societario ha producido una escisión
17
entre la propiedad y el control de la empresa , que ha traído como consecuencia que la
posición de garantía en la empresa no se plantee actualmente respecto del empresario, sino,
18
más bien, respecto de los directivos o administradores de la empresa . En efecto, el modelo
de empresa no es más la empresa individual, en la que el empresario asume efectivamente las
labores de dirección, sino una empresa en la que los propietarios son sólo inversionistas que
no entran a tallar en la gestión de la misma, como lo muestran las diversas empresas que
cotizan en bolsa. Por esta razón, la responsabilidad de los titulares o socios de la empresa
debería limitarse sólo a la adecuada constitución de la empresa y a las líneas generales de
orientación de la actividad empresarial (objeto social), así como a las decisiones generales
reservadas a órganos como la junta general de accionistas de la sociedad anónima, siempre
19
que haya habido una efectiva participación en las mismas . En consecuencia, la posición de
garantía respecto de las actividades de la empresa deberá pasar del empresario a los
directivos de la empresa, independientemente de si éstos son también propietarios de la
misma.
1. La posición de garantía del directivo
La discusión sobre el fundamento dogmático de la posición de garantía del directivo no tiene
mucha antigüedad 20 . Existe prácticamente unanimidad en el rechazo de una teoría de las
fuentes formales de la posición de garantía y el recurso, más bien, a teorías materiales 21 . El
17
Sobre este fenómeno, SILVA SÁNCHEZ , «Responsabilidad penal de las empresas y de sus
órganos en Derecho español», en Fundamentos de un Derecho europeo del Derecho penal, Silva
Sánchez (ed.), Barcelona, 1995, p. 365; FERRÉ OLIVÉ , «Sujetos responsables en los delitos
societarios», Revista penal 1 (1998), p. 21; SUÁREZ GONZÁLEZ, «Aspectos político-criminales
de los delitos socioeconómicos en el Código penal de 1995, con especial referencia a los
delitos societarios», en Derecho penal de la empresa, Corcoy Bidasolo (dr.), Pamplona, 2002, p.
214 y s.; MEINI MÉNDEZ, «Perfil penal de la participación en la adopción de acuerdos en el
seno de un órgano colegiado», en www.unifr.ch/derechopenal/art/artmeini (consulta: 18
de julio 2004); ZÚÑIGA RODRÍGUEZ, «Los delitos societarios: entre las transformaciones
del Derecho penal y del Derecho de sociedades», Actualidad jurídica 91 (2001), p. 50.
18
Vid., en este sentido, CUADRADO RUIZ, La responsabilidad por omisión de los deberes del
empresario, Barcelona, 1998, p. 109 y ss.
19
Vid., así, GARCÍA CAVERO, Derecho penal económico, Parte General, Lima, 2003, p. 348.
20
Esta discusión ha empezado propiamente con los trabajos de THIEMANN,
Aufsichtspflichtverletzung in Betrieben und Unternehmen, Bochum, 1976, p. 12 y ss. y GÖHLER,
«Zur strafrechtlichen Verantwortlichkeit des Betriebsinhabers für die in seinem Betrieb
begangenen Zuwiderhandlungen», FS-Dreher, Berlin, 1977, p. 611 y ss.
21
Vid., así desde un principio, THIEMANN , Aufsichtspflichtverletzung, p. 13 y ss.; GÖHLER, FS-
Dreher, p. 619; TIEDEMANN, «Sollen einzelne Kartellrechtsverstösse – einschließlich
typisierungsfähiger Fälle aus dem Bereich der Mißbrauchsaufsicht – unter Strafdrohung
gestellt werden», en Tagungsberichte der Sachverständigenkommission zur Bekämpfung der
consenso de la doctrina llega incluso hasta su ubicación en la clasificación de las posiciones de
22
garantía ofrecida por la teoría de las funciones de Armin KAUFMANN ; más exactamente, que la
posición de garantía del empresario o directivo no se deriva de una función de protección de un
determinado bien jurídico, sino de un deber de vigilancia sobre una fuente de peligro 23 . No
obstante, esta clasificación de las posiciones de garantía, como ya lo dijimos, ha sido objeto de
crítica en el sentido de no mostrar con suficiente claridad el fundamento de la posición de
24
garantía , por lo que numerosos estudios se han abocado precisamente a cumplir esta tarea.
La mayor investigación sobre el fundamento de la posición de garantía ha llevado finalmente a
que en la actualidad la doctrina penal fundamente la posición de garante del titular de la
empresa en diversos criterios: en la injerencia 25 , en la relación de autoridad sobre los
dependientes 26 o en el dominio sobre fuentes de peligro 27 .
2. Las competencias penalmente relevantes del directivo
Pero, como ya se dijo, la sola posición de garantía no basta para imputar al garante un
resultado en comisión por omisión. Es necesario que el garante sea competente por el riesgo
que se realiza en el resultado. Para determinar las competencias penalmente relevantes del
directivo de una empresa, a efectos de fundamentar la equivalencia normativa de la omisión del
garante con la realización activa, debemos diferenciar las competencias por organización
(delitos de dominio) de las competencias institucionales (delitos de infracción de un deber).
En el caso de las competencias por organización de la actividad empresarial, un sector de la
doctrina penal pretende atribuirle a los directivos una amplia competencia sobre el negocio de
30
la empresa (Allzuständigkeit) . Este parecer resulta ciertamente exagerado, además de que su
empresario frente a los hechos cometidos por sus subordinados», Revista Derecho 52
(1998/9), p. 903.
27
En este sentido, con matices propios, JESCHECK , Leipziger Kommentar zum StGB, 11. Aufl,
Berlin, 1992, § 13, n.m. 45; RUDOLPHI, Systematischer Kommentar zum StGB, 6. Aufl., 1997, §
13, n.m. 32, 35; VEST, «Die strafrechtliche Garantenpflicht des Geschäftsherrn», SchwZSTr
105 (1988), p. 300 y ss.; WOLFF-RESKE, Berufsbedingtes V erhalten als Problem mittelbarer
Erfolgsverursachung, Baden-Baden, 1995, p. 171 sy s.; HEINE , V erantwortlichkeit, p. 118;
MASCHKE , Aufsichtspflichtverletzungen, p. 16; RANSIEK, Unternehmenstrafrecht, Heidelberg, 1996,
p. 33 y ss.; BOTTKE, Haftung aus Nichtverhütung von Straftaten Untergebener in
Wirtschaftsunternehmen de lege lata, Berlin, 1994, p. 25 y ss.; HOYER, Die strafrechtliche
V erantwortlichkeit innerhalb von Weisungsverhältnissen, München, 1998, p. 32; WALTER, Pflichten,
p. 143 y s.; TERRADILLOS BASOCO, Derecho penal de la empresa, Madrid, 1995, p. 40; NUÑEZ
CASTAÑO, Responsabilidad penal en la empresa, Valencia, 2000, p. 48. Aceptan esta
posibilidad de fundamentación en determinados supuestos, JAKOBS, Derecho penal, PG, p.
977 y s.; LASCURAÍN SÁNCHEZ, en Hacia un Derecho penal, p. 213; GIMBERNAT ORDEIG,
«Unechte Unterlassung und Risikoerhöhung im Unternehmensstrafrecht», FS-Roxin zum
70. Geburtstag, Berlin, 2001, p. 661; MAZUELOS COELLO, «La responsabilidad penal de los
órganos de dirección de la persona jurídica. Revisión de la fórmula del “actuar en lugar de
otro”»Advocatus, diciembre 2001, p. 180.
28
Vid., esta idea, GARCÍA CAVERO, Derecho penal económico, PG, p. 391.
29
Vid., GARCÍA CAVERO, «El sistema funcional de imputación en la determinación de la
responsabilidad penal del administrador de la empresa», Revista Peruana de Doctrina y
Jurisprudencia penales, 1 (2000), p. 518.
30
Vid., en este sentido, SCHMIDT-SALZER, Produkthaftung, I, 2. Aufl., Heidelberg, 1988, p.
111. Limita considerablemente el principio de la competencia global de los directivos
NEUDECKER, Die strafrechtliche V erantwortlichkeit der Mitglieder von Kollegialorganen, Frankfurt
a.M., 1995, p. 39 y ss. Por su parte, Silva Sánchez, en Fundamentos de un sistema europeo,
p. 371, pone de manifiesto que “no puede afirmarse que todos los directivos respondan por
aceptación significaría tirar por la borda la utilidad de la distribución del trabajo. Por esta razón,
resulta necesario precisar en la estructura empresarial el rol que asumen efectivamente los
directos y, a partir de ello, determinar sus competencias por organización. El punto de partida
de esta determinación de competencias de los directivos es que éstos se limitan a decidir sobre
las actividades globales de la empresa y no abarcan, por tanto, todas las decisiones y
31
actuaciones realizadas en la estructura empresarial . En este sentido, las competencias por
organización de los directivos los hacen penalmente responsables por la toma de decisiones
32
antijurídicas en la administración de la empresa , así como también por la ejecución, por ellos
33 34
mismos o por subordinados , de los aspectos establecidos en las mismas. Su posición en la
estructura empresarial les impone, por otra parte, competencias de control y vigilancia
generales sobre las prestaciones de sus subordinados en la empresa 35 , así como también un
deber de evitar configurar la administración general de la empresa de una manera tal que
resulten idóneas para la realización de hechos delictivos de otros miembros. Una competencia
penalmente relevante por la gestión de asuntos específicos solamente podría admitirse si el
directivo asume efectivamente esta gestión.
En el caso concreto de los delitos cometidos por subordinados de la empresa, la imputación a
la esfera de organización del directivo se hará cuando el subordinado sólo ejecute la orden
impartida por el directivo. En este caso, la prestación del dependiente forma parte de la esfera
de organización del directivo, por lo cual, aun cuando el delito sea realizado fácticamente por el
36
dependiente, la autoría directa le corresponderá al directivo . En este sentido, cabe precisar
que los hechos imputados no pertenecen realmente a sus dependientes, sino al propio
directivo. No obstante, si el hecho realizado por el dependiente no se corresponde con la
La situación cambia en el caso de las competencias institucionales, ya que la responsabilidad
penal se configura, en estos casos, por el solo incumplimiento del deber especial. No interesa,
en este sentido, si el cumplimiento de este aspecto se encargó a otra persona o si el directivo
lo asumió directamente. El hecho es que el directivo se encuentra especialmente obligado por
la institución, siendo responsable aunque fácticamente el hecho haya sido materializado con
pleno dominio por otro miembro de la empresa. Así, por ejemplo, la omisión de no entregar la
información financiera conforme al artículo 242 del Código penal 41 lo cometerá el director tanto
si él mismo dispone de la información financiera o ésta se encuentra en manos del contador 42 .
Su obligación institucional es procurar la información a las autoridades competentes que la
requieran, con independencia de quién se ocupa de recibirla y conservarla.
Hechas las consideraciones generales sobre la posición de garantía del empresario y los
directivos de una empresa, podemos entrar a discutir el caso concreto de la responsabilidad de
los accionistas y directivos de la empresa Inversiones García North S.A.C. por la muerte de las
personas que concurrieron a la fiesta “zoo” en la discoteca Utopía. La determinación de la
responsabilidad penal de estas personas requiere, antes que nada, precisar si la imputación de
las muertes se hace por infracción de competencias por organización o por competencias
institucionales. En la medida que no existe una vinculación institucional específica entre los
asistentes a la fiesta y los propietarios y directivos de Inversiones García North S.A.C., la
imputación penal deberá hacerse en razón de competencias por organización (delito de
dominio). En este sentido, el solo estatus de socio, director o gerente no podrá sustentar la
imputación de responsabilidad, sino que es necesario que haya existido una asunción efectiva
la gestión de la empresa y que el riesgo de muerte resulte un aspecto derivado del ámbito de
competencia del directivo.
1. La responsabilidad penal de los accionistas
Como ya lo mencionamos, en las empresas modernas, en donde la propiedad y la gestión se
encuentran claramente diferenciadas, no resulta plausible el parecer de un sector de la doctrina
penal que atribuye al titular de la empresa una competencia general por la organización de la
37
Vid., en este sentido, FRISCH, en Responsabilidad penal de las empresas, Mir/Luzón (coord.),
p. 107 y s.
38
Sobre el deber de vigilancia sobre los trabajadores de niveles inferiores, SCHMID, N.,
SchwZStrR 105 (1988), p. 178; FRISCH, en Responsabilidad penal de las empresas, Mir/Luzón
(coord.), p. 117 y ss.
39
Vid., así, FRISCH, en Responsabilidad penal de las empresas, Mir/Luzón (coord.), p. 107 para
el caso de aquellas acciones cuyo sentido último está dirigido única y exclusivamente al
favorecimiento de acciones ajenas delictivas.
40
Vid., en este sentido, FRISCH, en Responsabilidad penal de las empresas, Mir/Luzón (coord.),
p. 106.
41
Delito similar al tipificado en el artículo 294 del Código penal español.
42
Vid., GARCÍA CAVERO, Derecho penal económico, PG, p. 315.
empresa, de manera tal que respondería penalmente por los defectos de organización
43
realizados directamente por los empleados . Esta extensión del ámbito de organización de los
dueños de un negocio resulta perfectamente comprensible en el caso de una pequeña
empresa familiar en la que el dueño del negocio lleva directamente toda la actividad
empresarial. Pero si se trata de una empresa con una organización compleja, la ausencia de
responsabilidad penal de las personas jurídicas no puede justificar trasladar la imputación de
responsabilidad por los delitos cometidos desde la empresa al dueño del negocio.
Si nos centramos en el principio de autorresponsabilidad, la responsabilidad deberá quedarse
limitada a la efectiva participación del socio en las decisiones de la empresa. En este sentido,
los titulares de una empresa serán competentes, como ya se dijo, por la adecuada constitución
de la empresa y por las líneas generales de orientación de la actividad empresarial, así como
por las decisiones generales reservadas a órganos como la junta general de accionistas en el
caso de sociedades anónimas. En la constitución de la empresa García North S.A.C. no puede
apreciarse ninguna infracción de este tipo, en la medida que se trataba de una actividad
explotativa que se encuentra dentro de los márgenes de la legalidad. La aprobación de los
estatutos tampoco muestra infracción alguna de competencias, en la medida que se siguió un
estándar extendido en la constitución de empresa, al igual que la designación del directorio. La
muerte de los asistentes a la fiesta “Zoo” no dependió, en lo absoluto, de las decisiones
generales tomadas por los socios.
Especialmente discutida fue, sin embargo, la responsabilidad penal del socio de la empresa,
Fahed, sobre todo porque estuvo presente en la discoteca el día de los hechos fatídicos. La
hipótesis, amparada en la declaración de un testigo, de que Fahed participó en el incendio al
entregar a Roberto un encendedor o mechero, no estuvo respaldada por pruebas, lo que llevó
al juez penal a absolverlo de la imputación penal. No obstante, el punto clave no se encuentra
en esta cuestionada hipótesis de participación, sino en la atribución a este socio de labores de
gestión y administración de la discoteca Utopía. Tal sindicación habría permitido fundamentar
la imputación de las muertes producidas, si es que se efectivamente se hubiese demostrado
que Fahed asumió funciones de administrador de la discoteca junto con Percy. La figura
jurídicopenal del administrador de hecho de la empresa permitiría atribuir las muertes
producidas por una defectuosa administración del negocio, ya que en los delitos de dominio,
como es aquí el caso, la imputación del hecho no requiere necesariamente del estatus formal,
sino que basta la efectiva asunción del dominio social 44 . No obstante, esta verificación no se ha
podido hacer hasta ahora en el proceso penal.
2. La responsabilidad penal de los miembros del directorio
Para fundamentar la responsabilidad penal en comisión por omisión de los miembros del
directorio resulta necesario primeramente que éstos tengan una posición de garantía. En la
medida que estamos ante un delito de dominio, la posición de garantía requerirá
necesariamente que el director haya asumido efectivamente el cargo, lo cual, en virtud del
artículo 172 de la Ley General de Sociedades significa haber asumido la administración de la
sociedad. Estos actos de administración se manifiestan en la convocatoria a directorio (por el
presidente o cualquier director en su defecto) y en haber tomado acuerdos que consten en
actas. El solo nombramiento como miembro del directorio de la sociedad anónima y su
inscripción en los registros públicos no fundamenta aún una posición de garantía.
43
En este sentido, JAKOBS, Derecho penal, PG, Apdo 29, n.m. 36. De una opinión distinta,
RANSIEK, Unternehmensstrafrecht, p. 80.
44
Vid., con mayores detalles, GARCÍA CAVERO, La responsabilidad penal del administrador de
hecho de la empresa: criterios de imputación, Barcelona, 1999, p. 144 y ss.
específicas de gestión. El resultado lesivo debe ser consecuencia de la infracción de alguna
competencia por organización atribuida al directorio. Con base en esta idea, la responsabilidad
penal de los miembros del directorio se configurará por la ejecución de sus acuerdos, cuando
sean antijurídicos, o por el incumplimiento de los acuerdos de la Junta general de accionistas,
tal como lo establece la responsabilidad societaria del artículo 177 de la Ley General de
Sociedades. Por el contrario, cabría sólo una responsabilidad penal por omisión pura de
garante (atenuación del artículo 13 del Código penal), si el director conociendo o previendo una
situación de peligro no evita la producción del resultado.
En el caso concreto, para fundamentar la responsabilidad penal de Alan, Edgar y Percy,
resultaría necesario que éstos no sólo hayan sido nombrados como miembros del directorio –lo
cual efectivamente sucedió–, sino que además hayan asumido efectivamente el cargo. Sin
embargo, de las investigaciones que se hicieron durante la investigación penal puede llegarse
a la conclusión de que esa asunción nunca existió, pues el directorio nunca sesionó, ni tomó
ninguna clase de acuerdo sobre la administración de la empresa. En consecuencia, cabría
concluir que no existió una posición de garantía por parte de los miembros del directorio, pues
el deber jurídico de evitar el resultado solamente surge en los delitos de dominio con una
asunción del dominio del riesgo. Imputar la muerte y lesiones a los miembros del directorio
significaría ir en contra el artículo 13 inciso 1 del Código penal y, por tanto, infringir el principio
de legalidad.
Si, pese a lo anteriormente señalado, se insistiera en afirmar una posición de garantía de los
miembros del directorio por el solo hecho de su nombramiento, será necesario, para poder
hacerlos responsables en comisión por omisión, que además el riesgo no controlado sea
competencia del directorio, pues, si no es así, no existirá la identidad normativa y estructural
que exige el artículo 13 inciso 2 del Código penal. Según la Ley General de Sociedades, como
ya tuvimos oportunidad de señalar, al directorio se le encarga el diseño de las líneas generales
del negocio. No se ocupa de aspectos específicos como la puesta en funcionamiento y las
condiciones de seguridad de los locales de la empresa, así como tampoco de la contratación
del personal. En los estatutos de Inversiones García North S.A.C. no se hace ninguna
ampliación de competencias al directorio, siendo las suyas solamente aquellas que le impone
la Ley General de Sociedades. En este sentido, el control de si el funcionamiento de la
Discoteca Utopía reunía las condiciones de seguridad o si el espectáculo ofrecido en la
discoteca no ponía en peligro a los asistentes, era una competencia que no cabe imputar al
directorio. La necesidad de que un director tuviese que firmar los cheques de la empresa, no
implica una ampliación de sus competencias, sino un mecanismo usual de control de la
inversión.
Debemos finalmente discutir la posibilidad de una omisión pura del garante de los miembros
del directorio, pues si bien la gestión ordinaria de la empresa no constituía una competencia del
directorio, cabe la existencia de una omisión pura del garante de estos miembros. Sin embargo,
para poder fundamentar esta imputación de responsabilidad penal se requiere primeramente
demostrar el conocimiento de la situación de peligro, lo cual no resulta posible precisamente
porque los miembros no asumieron en ningún momento funciones de gestión en la empresa.
La posibilidad de afirmar una previsibilidad del peligro no resulta de recibo, pues no existe
ningún dato objetivo para que Alan o Edgar pudiesen sospechar de una actividad empresarial
al margen de la ley. Es más, funcionando la discoteca Utopía en el Jockey Plaza Shoping
Center y, siendo necesaria para el funcionamiento de la discoteca una licencia de
funcionamiento de la Municipalidad de Surco –por cuya omisión de control, dicho sea de paso,
se castigó penalmente a dos directores municipales–, no hay ninguna causa objetiva que
pudiese romper el principio de confianza de que todo se estaba desenvolviendo conforme a
derecho. En consecuencia, no hay posibilidad de poder fundamentar en la persona de los
directores siquiera una omisión pura del garante.
3. La responsabilidad penal del Gerente General
La responsabilidad penal en comisión por omisión por las muertes causadas activamente por
Roberto adquiere un tenor distinto en el caso del Gerente General, Percy. La Ley General de
Sociedades en su artículo 190 le impone al gerente las competencias específicas de: a) no
ocultar las irregularidades que observe en las actividades de la sociedad; y b) cumplir con la
ley, el estatuto y los acuerdos de la Junta General de Accionistas y del Directorio. Además en
los estatutos de constitución de la empresa Inversiones García North S.A.C. se le otorgaron
amplias facultades de administración, tales como ejecutar todo acto o contrato
correspondientes al objeto de la sociedad; asumir obligaciones para la sociedad; representar
con plena autoridad y capacidad y en forma amplia y general a la sociedad ante el gobierno
central, gobiernos locales y organismos descentralizados; nombrar, contratar, transferir y
destituir empleados, aprobar los gastos administrativos, etc. Estos datos, unidos al hecho de
que Percy asumió plenamente la dirección y el manejo de la empresa, permiten fundamentar
su responsabilidad penal en comisión por omisión por las muertes y lesiones producidas en la
fiesta “zoo” de la discoteca Utopía. La sentencia expedida por el Trigésimo Juzgado
Especializado en lo Penal de Lima de fecha 30 de abril de 2004 efectivamente lo ha entendido
así, aunque podría discutirse si la pena impuesta (cuatro años) atiende realmente a la
gravedad de la infracción penal. El riesgo de muerte y lesiones que generaba la ausencia total
de medidas de seguridad en la discoteca, debe imputársele al ámbito de competencia del
encargado de la marcha ordinaria del negocio: en este caso, el Gerente General Percy. Las
condiciones legales exigidas en el artículo 13 del Código penal para que responda en comisión
por omisión se cumplen plenamente en la persona del Gerente General.
VI. Conclusión
Estamos convencidos que en un tema tan sensible como es la muerte de jóvenes inocentes
que salieron de sus casas un día por la noche con la intención de divertirse, puede que no
resulte muy popular ser estrictos con las reglas de imputación penal. Pero si se sacrifica la
racionalidad de los criterios de imputación penal por demandas emotivas, comprensibles desde
el punto de vista de las familiares, la razón de ser del monopolio estatal del poder punitivo se
pondrá en peligro: evitar la irracionalidad de la venganza privada. Por supuesto que hay
personas penalmente responsables de la muerte de los asistentes a la discoteca Utopía, pero
la demanda de sanciones penales no debe intentar alcanzar a todos los miembros de la
empresa por el solo hecho de formar parte de la misma. En una sociedad que se sustenta en la
división del trabajo, la sola participación activa en la producción de un resultado no puede
fundamentar la atribución de responsabilidad penal, sino que es necesario que se trate de
aspectos que se encuentran dentro del ámbito de competencias del interviniente. Desconocer
esta realidad de la configuración actual de la sociedad, significaría defender un Derecho penal
que no responde a las características de la sociedad a la que pertenece.