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Sobre esta evolución PERDOMO TORRES. La posición de garante en los delitos de comisión por omisión. La
contribución de lafilosojia del derecho de Hegel a la solución, Bogotá, Universidad Externado de Colom-
bia, 2001, pp. 17 y ss.
Revision der Grundsätze und Grundhegriffe des positiven peinlichen Rechts, 1799; ID. Lehrbuch des gemei-,
nen in Deutschland Peinlichen Rechts, 1847.
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254 ^os cuestiones actuales en la dogmática del delito de omisión..
I. ¿ A S U N C I Ó N DE C A T E G O R Í A S
C I V I L E S P O R EL D E R E C H O PENAL?
Sobre estos deberes y los fundamentos de responsabilidad que ellos contienen JAKOBS. Acción y omisión
en derecho penal, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000.
Cfr. SEELMANN. "Verantwortungszuweisung, Gefahrensteuerung undVerteilungsgerechtigkeit, Zielkon-
flikte bei der Akzesorietät des Strafrechts gegenüber anderen Rechtsgebieten", en ID. (ed.). Aktuelle
Fragen der Rechtsphilosophie, 2000, pp. 41 a 57,46 f; manifestando escepticismo al respecto, ID. Opferinte-
ressen und Handlungsverantwortung in der Garantenpflichtdogmatik, en CA, 1989, pp. 241 a 256.
SEELMAN. Verantwortungszuweisung, cit., p. 49.
256 Dos cuestiones actuales en la dogmática del delito de omisión..
12 Ibid., pp. 50 y s; en el mismo sentido, GRÜNEWALD. Zivilrechtlich, cit., pp. 124 y ss.
13 SEELMAN. Verantrvortugszuweisung, cit., pp. 54 y ss; ID. Opferinteressen, pp. 252 y ss.; también, GRU-
NEWALD. Zivilrecht, cit., p. 131.
14 Este enunciado deja claro que la concepción del derecho de la que aquí se parte es una muy diferente a la
que maneja la doctrina tradicional. Los problemas que hoy en dia se presentan en el interior del delito de
comisión por omisión y su elemento posición de garante no son más que el resultado de aquel estrecho
entendimiento del derecho en general que se aferra al positivismo jurídico. La solución a la problemática
sólo se podrá alcanzar en la medida en que se abandonen estos criterios y se construya un marco teórico
jurídico en el que sean partícipes todas aquellas disciplinas sociales (por ejemplo, la sociología del dere-
cho y la antropología), de manera que las herramientas del derecho sean aquellas que correspondan
efectivamente con las necesidades de toda sociedad; sólo de esta forma se alcanzarán las soluciones a los
problemas a los que se ve enfrentada la dogmática penal actual, sin embargo sin que se renuncie a criterios
de legitimación y validez, y a una fundamentación eminentemente normativa, pues algo debemos tener
claro: en el sistema del derecho estamos solucionando problemas jurídicos de una sociedad.
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sociedad y, por ende, corresponder con aquellos valores que precisamente ella
establece. Cuando hablamos de vinculación a través de deberes negativos y
positivos en alusión a la filosofía idealista alemana (G. W. F. HEGEL) estamos
definiendo la sociedad como el marco que permite el despliegue de un sistema
de libertades en el que se garantiza el desarrollo y evolución de la persona, ésta,
sin embargo, en relación con los demás, inmersa en un conglomerado; se está
haciendo alusión a un concepto normativo de libertad que presupone, por con-
siguiente, deducción de responsabilidad ante su mala utilización. Si se intenta
obtener los deberes relevantes en la definición de las posiciones de garante a un
nivel de menor abstracción, o, dicho de una forma más correcta, buscando la
concreción del fundamento general de imputación, se debe partir de aquella
argumentación que sobrepase el derecho penal de otrora y otorgue los criterios
adecuados en la explicación y valoración de los contextos complejos de la vida
en comunidad y del desarrollo económico, tecnológico y técnico. Los deberes
en el tráfico (de aseguramiento) son precisamente una de las respuestas a estas
necesidades y, por tanto, el mecanismo que le permite a la sociedad concebirse
a sí misma como liberal. La posibilidad de la persona de satisfacer sus necesi-
dades en todo orden, de defender sus intereses, es la garantía que ofrece una
sociedad que tenga como idea rectora la libertad; sin embargo esta satisfacción
de intereses no puede realizarse a costa de los intereses de los demás miembros
del ente social; esto sería no sólo el regreso al "estado de naturaleza" de HOB-
BES, sino también el desconocimiento de las necesidades de la persona y de la
sociedad actual, que sin duda alguna van más allá de las que se satisfacen a
través de procesos físicos de causación.
Sin entrar a averiguar el origen de los deberes en el tráfico, que, sea dicho
de paso, está en el derecho penal'5, no sorprende que éstos tengan gran rele-
vancia tanto en el ámbito penal como en el civil; si bien estas dos ramas del
derecho están orientadas hacia la satisfacción y protección de diferentes intere-
ses en el Estado, y aquí podría hablarse de diferentes "programas de conduc-
ción", toman como punto de referencia la misma sociedad^ y en este sentido
deben responder a los desafíos de un mismo sistema en constante evolución.
Los dos ordenamientos se ocupan de la infracción de normas jurídicas, de ma-
nera que los mecanismos que utiliza el derecho penal y que permiten calificar
un comportamiento como delito también pueden ser desarrollados y utilizados
en el derecho civil de ihcitos, lo que, a pesar de demostrar la tendencia hacia un
acercamiento de los dos ámbitos, no permite, sin embargo, afirmar una identi-
16 Al respecto JAKOBS. Strafrecht, AT, 28/14. También sobre dicha intercambiabilidad, SÁNCHEZ-VKRA.
Pflichtdelikt und Beteiligung: Zugleich ein Beitrag zur Einheitlichkeit der Zurechnung hei Tun und Unter-
lassen, 1999, pp. 51 y ss.; ID. Intervención omisiva, posición de garante y prohibición de sobrevaloración del
aporte, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 1995, pp. 18 y ss.
17 STÜBEL reconoció en el año 1828 que existen algunos casos en los cuales alguien está obligado a actuar
a causa de una relación especial o a causa de un actuar precedente. Para él se trata de aquellos deberes
jurídicos originados en un comportamiento precedente que ha colocado a alguien en un estado de
peligro, cfr. Über die Teilnahme, cit., p. 61. Indudablemente esta contribución debe ser considerada
como el punto de partida para la recepción de la injerencia en el campo de la punibilidad de la omisión.
KRUG (Commentar zu dem Strafgesetzhuche fiir das Königsreich Sachsen, 4 Abtlg., 1855, pp. 21 y ss.),
GLASER (pp. 293 y ss. y pp. 379 y ss.) y MERKEL (Lehrbuch des deutschen Strafrechts, 1889, pp. 113 y ss.;
Kriminalistische Abhandlungen, 1.11: "Von den Unterlassungsverbrechen", 1867) buscaron con las "teorías
de la injerencia" la prueba para la punibilidad de los delitos impropios de omisión en la estructura de
la relación causal. Ellos fundamentaron la causalidad de la omisión considerando el actuar precedente
del autor como la causa de la no evitación del resultado; para KRUG, una omisión es causal para el
resultado cuando ella atenta contra un deber que ha surgido de un actuar precedente; GLASER diferen-
cia claramente entre la causalidad de la acción precedente, que según él debe ser entendida como un
todo conformado por la unión de dos partes: la acción precedente y la posterior omisión, y la existencia
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19 JAKOBS. El concepto juridico-penal de acción, MANUEL CANCIO MELIÁ (trad.), Bogotá, Universidad Ex-
ternado de Colombia, 1996, p. 38.
20 Ibid., p. 49.
21 Con escepticismo al respecto SEELMANN, "SoUdaritätspflichten im Strafrecht?", en HEIKE JUNG, HEINZ
MüLLER-DiElz y ULFRID NEUMANN (edits.). Recht und Moral, 1991, pp. 295 a 304.
22 En la mayoría de los casos en que el legislador penal ha plasmado la idea de solidaridad se trata de
aquella solidaridad pasiva en el sentido de tener que soportar determinadas cargas en favor del mante-
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puede ser analizada desde diferentes puntos de vista, inclusive desde aquellos
lejanos al derecho, una solidaridad activa, es decir, aquella que reclama una
limitación de la libertad propia en favor de otros individuos y, por tanto, impo-
sición de deberes, sigue siendo considerada como el punto de partida de la
responsabilidad excepcional. Esta circunstancia está íntimamente relacionada
con la discusión entre liberalismo y comunitarismo^-^, y de una u otra forma
con el debate entre moralidad y eticidad presente ya a finales del siglo xviii y
principios del xix; son precisamente las elaboraciones filosóficas de KANT y
HEGEL las que dejan al descubierto un paralelismo en el tratamiento de la idea
de libertad. Mientras que el filósofo de Königsberg presenta al individuo libre
en su relación con los demás como la condición indispensable del actuar en
derecho, HEGEL pretende con su teoría de la eticidad mostrar las condiciones
sociales necesarias para la realización de dicha idea de libertad y, de esta forma,
plantear cuestiones en relación con los presupuestos de la integración social,
esto es, de la integración normativa de las sociedades. Esta contraposición, así
planteada de forma general^ se refleja sin lugar a dudas en la relación entre el
individualismo que pretende regir las relaciones de una economía capitalista y
aquella idea que busca orientar la evolución de la sociedad haciendo énfasis en
el sentido de comunidad.
Teniendo como presupuesto esta discusión, y sin adentrarnos en una expo-
sición sobre las posibles definiciones del término solidaridad y las formas de
nimiento de otros bienes jurídicos que de esta forma alcanzan privilegio de acuerdo a criterios de
ponderación; ejemplo por excelencia es el numeral 7 del artículo 32 del CPC sobre estado de necesidad
agresivo como supuesto de ausencia de responsabilidad. La ponderación de bienes es, en este caso,
expresión clara de la idea de solidaridad, pues supone el deber de soportar la usurpación del propio
ámbito de organización en favor de determinados bienes jurídicos en peligro. La literatura utiliza
también la idea de solidaridad, por ejemplo, para reclamar una limitación del derecho de la legítima
defensa; en estos casos, si bien el atacante es competente por el conflicto, el agredido debe, de acuerdo
a condiciones específicas de proporcionalidad, soportar algunas lesiones o intentar evadir el ataque,
pues se impone una solidaridad mutua entre personas que no se encuentran en ninguna relación espe-
cial, y esto con el objetivo de concreción y adecución del derecho de la legítima defensa; cfr. J.i^KOBS.
AT, 2." ed., 1991, 12/46 y ss. No obstante, la Constitución colombiana, además de establecer en el
preámbulo principios necesarios de convivencia, y en el título i artículo i.", la solidaridad entre las
personas como uno de los elementos integrantes de la idea de república unitaria, consagra claramente
en el título iii, capítulo 5, artículo 95, numeral 2, el deber de obrar conforme al principio de solidaridad
social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la
salud de las personas. Se trata en este supuesto de un deber básico de solidaridad mínima análogo a los
derechos fundamentales como principio de la idea de Estado.
23 Al respecto FORST. Kommunitarismus und Liberalismus - Stationen einer Debatte, en AxF.i. HONNKTH
(ed.). Kommunitarismus. Eine Debatte über die moralischen Grundlagen moderner Gesellschaften, 1993,,
pp. 181 y ss.
202 Dos cuestiones actuales en la dogmática del delito de omisión,.
24 Cfr. al respecto HONDRICH y KOCH-ARZBEROER. Solidarität in der modernen Gesellschaft, IQ92, pp. 12 y
ss.
25 La solidaridad como fundamento de deberes presupone su análisis en el interior de un grupo determi-
nado, por lo que nos parece acertado partir del concepto de Estado en esta tarea; sin embargo, la
cuestión que surge en este punto es determinar si se puede hablar de una solidaridad supranacional,
teniendo en cuenta los procesos de integración política y económica que se observan en la actualidad.
Si bien los deberes de ayuda en caso de necesidad se entienden en relación entre hombres sin conside-
ración de circunstancias de pertenencia a un grupo determinado, consideramos que la solidaridad
relevante en derecho penal útne que verse limitada en el marco de un orden politico y jurídico estatal; en
nuestra opinión, esta barrera es todavía fundamento incuestionable de la utilización de la idea de soli-
daridad en materia penal.
26 Sobre la dicotomía entre comunidad y sociedad, en especial sobre el concepto de FERDIN,\ND TÖNNIES,
REHBERG. "Gemeinschaft und Gesellschaft-Tönnies und Wir", en BRUMLIK y BRUNKHORST (eds.).
Gemeinschaft und Gerechtigkeit, 1993, pp. 19 y ss.
27 Este tipo de solidaridad es visto, sin embargo, con especial escepticismo por quienes ven en la sociedad
actual la máxima expresión de relaciones instrumentales y, en consecuencia, abogan por la preponde-
rancia de la idea de autonomía. Cfr. en este sentido BAYERTZ. "Begriff und Problemen der Solidarität",
en KURT B.WERTZ (ed.). Solidarität, 1998, pp. 11 a 53, 28 y ss.
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28 CAPALDI, sin embargo de forma crítica con respecto a la idea de solidaridad: "Was stimmt nicht mit der
Solidarität", en BAYKRTZ (ed.). Solidarität, cit., pp. 86 a 110 y 96.
2g Cfr. KHUSHF. "Solidarität als moralischer und politischer Begriff Jenseits der Sackgasse von Libera-
lismus und Kommunitarismus", en BAYÜRIZ (ed.). Solidarität, cit., pp. 111 a 145, pp. 128 y ss.
30 No obstante, el desarrollo dogmático en el ámbito de los delitos de omisión (tanto la literatura como la
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Por una parte se trata de aquella solidaridad como reflejo de una verdadera
vinculación social y que corresponde con las expectativas de un grupo determi-
nado, es decir, una solidaridad institucionalizada. Sólo en cuanto se trate de ins-
tituciones sociales, significantes y por ende con carácter normativo, se podrá
afirmar que existe un deber de solidaridad, que existe una obligación especial
que, en la terminología hegeliana, ^^manda tributarle al otro •A%oposiúvó'''^^. Las
contribuciones a que están obligados los miembros de estas comunidades tienen
como función el fomento y el desarrollo de la institución respectiva; el contenido
de éstas está, sin embargo, dado previamente de manera que se logra el marco
referencial dentro del cual los actuantes hacen ejercicio de su libertad. Ese algo
positivo a tributar es la expectativa que el deber de solidaridad contiene, por lo
que es indiferente si la persona obligada actúa u omite, pues de él es exigida una
determinada prestación para el mantenimiento y desarrollo de la institución.
De esta forma se evidencia lo importante que resulta considerar dentro de
los deberes relevantes en derecho penal aquellos fundamentados en la solidari-
dad; la dogmática del delito de omisión no ha sido ajena a esta idea; sin embar-
go, la mención de la solidaridad como criterio fundamentador de deberes
especiales se vio menguada por el temor de la ciencia penal de no poder funda-
mentarlos o de no encontrar patrocinio político en su reclamación. El derecho
penal ha vislumbrado estos deberes desde los comienzos de la evolución de la
dogmática de los delitos de omisión: piénsese en el famoso caso de la madre
que no alimenta a su hijo por lo que el recién nacido muere; en estos supuestos
de relaciones familiares, y también hoy en día en aquellos análogos, donde los
interactuantes proyectan con su comportamiento una confianza especial, y de
igual forma en la relación entre el Estado y el ciudadano, que impone deberes
especiales en cabeza de los funcionarios del Estado para el cumplimiento de las
metas estatales ante los desafíos de los tiempos modernos^^, están dadas las
que, en este caso, están en cabeza de las fuerzas militares y de policía. En esta decisión se alude direc-
tamente a que "el Estado puede ser garante cuando se trata de ciertos deberes irrenunciables en un
Estado social y democrático de derecho. Por ejemplo, es irrenunciable la protección de la vida e inte-
gridad de todos los habitantes del territorio y la defensa de la seguridad interior y exterior de la na-
ción", lo que, en nuestra opinión, deja sentadas las bases para la posibilidad de un juicio de imputación
a los representantes del Estado ante el incumplimiento de los deberes que surgen de la especial posi-
ción que se ocupa. Se trata de la reivindicación de la tarea del Estado como garante de la protección de
las necesidades básicas de la población y, en este sentido, del reconocimiento de la solidaridad como
fundamento de la relación institucional entre el Estado, sus representantes y los asociados.
33 Cfr. BAYERTZ. "Die Solidarität und die Schwierigkeit ihrer Begründung", en KURT SEELMANN (ed.).
Aktuelle Fragen der Rechtsphilosophie^ 2000, pp. 85 a 92, quien cita a CHARLE.S T.WLOR. "Aneinander
vorbei: Die Debatte zwischen Liberalismus und Kommunitarismus", en HONNETII (ed.). Kommunita-
rismus, cit., 1993, pp. 103 a 130 y 122. También BAYERTZ sobre algunas de las ideas aquí expuestas.
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34 SiL\A SANCHKZ ("Entre la omisión de socorro y la comisión por omisión. Las estructuras de los arts.
195.3 y 19^ '^^1 Código Penal", en Problemas específicos de la aplicación del Código Penal, Consejo Gene-
ral del Poder Judicial, 1999, pp. 153 a 172) habla de los deberes de solidaridad como deberes de doble
faz: no sólo restringen la libertad del obligado, sino que amplían la libertad del socorrido (p. 159).
35 PAWI.IK. "Unterlassene Hilfeleistung: Zuständigkeitsbegründung und systematische Struktur", en
G.4, I99,S, pp. 360 a 372, considera por el contrario que la solidaridad mínima no es fundamento de
deberes en derecho penal; él fundamenta esta afirmación resaltando la transformación de la idea de
comunidad en favor del individualismo, es decir, del anonimato en el ejercicio de un rol determinado.
La tarea del Estado es, según este autor, el garantizar las condiciones individuales del ejercicio de
autonomía; por esto el Estado asume también responsabilidad en aquellos ámbitos en los que él mismo
no puede directamente actuar, reclamando del ciudadano su intervención como "colaborador de la
administración" en estados de necesidad. Esta idea resulta bastante sugerente y se corresponde efecti-
vamente con cualquier entendimiento liberal de una sociedad; desconoce sin embargo que la solidari-
dad presente en comunidades de vida es una que está garantizada al mismo tiempo por el Estado, de
manera que cuando el ciudadano actúe, utilizando la terminología de este autor, como "colaborador de
la administración" por fuera de estas instituciones, es decir en el marco del artículo 131 cp, está sir-
viendo a la garantía de la solidaridad general en el Estado y a la consolidación de las condiciones del
ejercicio de autonomía, pues la situación social actual reclama algo más que la defensa enfática del
interés individual; la garantía de la autonomía es principio básico de cualquier Estado liberal, pero no
él único ideal digno de protección. Por esto no se puede afirmar que el concepto de comunidad sea uno
superado: él es más bien un momento central actual, precisamente aun cuando se utilice para reclamar
su contrario; él es una realidad. Cfr. sobre esto RAUI.ET. "Die Modernität der 'Gemeinschaft"', en
BRUMI.IK y BRUNKHORST (eds.). Gemeinschaft und Gerechtigkeit, pp. 72 a 93.
36 Sobre la conveniencia de consagrar la idea expresa de solidaridad en un texto constitucional, DENNIN-
CiER. "Verfassungsrecht und Solidarität", en BAYERTZ (ed.). Solidarität, cit., pp. 319 a 344, 337 y ss.
Jorge Fernando Perdnmn Torres
37 En consecuencia, este deber de solidaridad mínima es tratado como deber de menor intensidad; cfr.,
en este sentido, JAKOBS.,í7", cit., 28/11, en especial la nota a pie de página 25; también ANDROULAKI.S.
Studien zur Prublematik der unechten Unterlassungsdelikte, 1963, nota pie de página 72, p. 144; HERZ-
üERCi. Die Unterlassung im Strafrechl und das Garantenprinzip, 1972, nota a pie de página 72, p. 23, entre
otros. Si bien aqui reclamamos una interpretación restrictiva del precepto, no entendemos que el de-
ber de solidaridad minima sea uno "débil"; allí donde la solidaridad sea idea de Estado, este deber está
fundamentado en toda su extensión al igual que aquellos generados en la libertad de organizar.
38 Cjfr. MoRGKXSTf.RN. Unterlassene Hilfeleistung, Solidarität und Recht, 1997, pp. 120 y s.
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3g Cfr., SK?;LMANN. '"Unterlassene Hilfeleistung' oder: Was darf das Strafrecht?", enjus, 1995, pp. 281 a
286, 284.
40 HEGEL. Fundamentos de la filosofía del derecho, § 38, pp. 180 y ss.
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de autonomía, por lo que consideramos que ante la libre disposición, por ejem-
plo, sobre el cuerpo y la salud no deben plantearse cuestiones en relación con la
solidaridad mínima; cuando la persona libre disponga sobre su vida o integri-
dad no hay espacio para reclamar la ayuda solidaria de los demás, pues, como
ya ha quedado demostrado en estas líneas, solidaridad y libertad son principios
fundamentales de todo Estado social y democrático de derecho; cada uno de
estos principios tiene sus propias fronteras y por lo tanto deben ser interpreta-
dos sistemáticamente, de manera que no hay motivo para obligar a alguien a
salvar a una persona que se precipita al peligro de forma autónoma.
Ahora bien, en este punto tenemos que manifestarnos sobre el problema
interpretativo que surge de considerar los casos en los que no se exige inter-
vención solidaria mínima a causa de libertad de disposición, con respecto de
aquellos en los que el legislador ha determinado que una ayuda o inducción a la
autolesión son dignos de punibilidad; nos referimos al artículo 107 C. P. sobre
inducción o ayuda al suicidio. Con lo hasta aquí expuesto sobre aquella idea de
sociedad orientada por principios como el de libertad debe quedar al descu-
bierto la falta de legitimación material de este precepto, pues cuando alguien
"ayude o induzca" al suicidio no está usurpando organización ajena alguna; la
libre disposición del individuo sobre sus bienes excluye de antemano la posibi-
lidad de dicha usurpación**'. Por esto, los motivos para la existencia de esta
norma serán otros muy distintos a aquellos que se fundamenten en ideales de
autonomía, libertad y solidaridad; serán, quizás, la necesidad de protección
contra el peligro de abuso o, para ser más drásticos, el "deber" que tiene el
individuo frente a la generalidad de seguir viviendo, etc.; es decir, algo que está
por fuera de cualquier derecho penal como sistema. Con respecto al tipo de
omisión de socorro quedan, sin embargo, muchos interrogantes que no pueden
ser tratados en estas líneas; ya que de lo que aquí se trata es de la ubicación de
la solidaridad mínima como fundamento de deberes en derecho penal, pode-
mos resumir de la siguiente forma: aun tratándose de bienes jurídicos como la
vida y la integridad personal, a los que vemos reducida la aplicación del tipo de
omisión de socorro, se debe hacer algunas limitaciones de la mano del princi-
pio de autodeterminación, en aras de la armonía de los pilares fundamentales
de la idea de Estado.
41 Sobre esto JAKLOBS. "Zum Unreeht der Selbsttötung und der Tötung auf Verlangen, Zugleich zum
Verhältnis von Rechthchkeit und SittHchkeit", en ARTHUR KAL HMASN Festschrift, pp. 45g a 473, 466'.
Dos cuestiones actuales en la dogmática del delito de omisión..
CONCLUSIÓN